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A Traves Del Nido de Ghants I - Tad Williams

Aug 17, 2015

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Krone Hayday

A Traves Del Nido de Ghants I - Tad Williams (Serie añoranzas y pesares)
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AORANZAS y PESARES Tad Williams A travsDel Nido de Ghants I TIMUN MAS AORANZAS y PESARES 8 volmenes . I. El trono de huesos de dragn 1 2. El trono de huesos de dragn 2 3. La Roca del Adis 1 4. La Roca del Adis 2 5. A travs del nido de ghants 1 6. A travs del nido de ghants 2 7. La Torre del ngel Verde 1 8. La Torre del ngel Verde 2 Diseo de cubierta: Singufar, S.L. Ttulo original: To Green Angel Tower (Memory. Sorrow and Thorn, Book 3) Traduccin: Herminia Dauer-Concha Cardeoso 1993, Tad WilliamsBy arrangement with Daw Books, Inc., New York Grupo Editorial Ceac, S.A., 2000 Para la presente versin y edicin en lengua castellana Timun Mas es marca registrada por Grupo Editorial Ceac, S.A. ISBN: 84-480-3169-5 (obra completa) ISBN: 84-480-3174-1 (volumen 4) Depsito legal: B. 24.052-2000 Hurope, S.L. Impreso en Espaa - Printed in Spain Grupo Editorial Ceac, S.A. Per, 164 - 08020 Barcelona Internet: http://www.ceacedit.com No se permite la reproduccin total o parcial de este libro, ni el registro en un sistema informtico, ni la transmisin bajo cualquier forma o a travs de cualquier medio, ya sea electrnico, mecnico, por fotocopia, por grabacin o por otros mtodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. NOTA DEL AUTOR Y la muerte no tendr poder. Los hombres muertos y desnudos sern como el hombre en el viento y en la luna de occidente; cuando sus huesos estn pulidos y ni stos existan, en sus codos y pies habr estrellas. Aunque enloquezcan, estarn cuerdos, aunque se hundan en el mar, volvern a emerger; aunque los amantes se pierdan, amor no desaparecer, y la muerte no tendr poder... Dylan Thomas(de Y la muerte no tendr poder) Di la verdad, pero dila con tacto; el xito est en el rodeo. Demasiado resplandeciente para nuestra debilidad es la soberbia sorpresa de la verdad. Suavizada cual relmpago para los nios con amable explicacin, la verdad debe deslumbrar poco apoco, o todo hombre quedara ciego. Emily Dickinson Esta obra est dedicada a mi madre, Barbara Jean Evans, que me inculc el deseo de buscar otros mundos y de compartir con los dems lo que en ellos encontrara. A travs del nido de ghants, que es un pequeo mundo de angustias y de alegra, se lo dedico a Nancy Deming-Williams, con mucho, mucho cario. Muchassonlaspersonasqueaportaronsuayudaaestasobras,desdelas sugerenciasyelapoyomoralhastaunoscrucialesconocimientosdelogstica.Eva Cumming, Nancy Deming-Williams, Arthur Ross Evans, Andrew Harris, Paul Hudspeth, Peter Stampfel, Doug Werner, Michael Whelan, el amable equipo de DAW Books y todosmisamigosdeGEnieconstituyenslounapequeamuestradequienesme ayudaron a terminar La Historia Que Por Poco Acaba Conmigo. Mi especial agradecimiento es para Mary Frey, que hizo un tremendo acopio de energa y de tiempo para leer y a falta de una expresin mejor analizar el monstruoso original. Fue ella quien me estimul cuando yo de veras lo necesitaba. Y,desdeluego,lascontribucionesdemiseditores,SheilaGilbertyBetsy Wollheim, son de un valor incalculable. El gran inters demostrado es... culpa suya, y aqu tienen, por fin, su bien merecido castigo. Mis ms cordiales gracias a todos los mencionados y a todos los dems amigos e incondicionales a los que, aunque no los nombre, no dejo de recordar. Nota: Al final del libro hay un ndice de personajes, un glosario de trminos y una gua para la pronunciacin. Prlogo Guthwulf, conde de Utanyeat, mova los dedos de aqu para all sobre la gastada madera de la gran mesa de J uan el Presbtero, preocupado por la anormal quietud. Aparte de la ruidosa respiracin del copero del rey Elas y del choque de las cucharas contra los cuencos, el espacioso saln estaba en silencio..., mucho ms de lo que habra debido estarlo cuando casi una docena de personas tomaban all su cena. El silencio le pareca doblemente opresivo al ciego Guthwulf, si bien no tena por qu resultar tan raro: esos dasslounoscuantoscomanenlamesadelrey,yquienesacompaabanaElas parecancadavezmsansiosospormarcharsesintentaralasuerteconalgotan arriesgado como una conversacin de sobremesa. Unassemanasantes,uncapitnmercenariollamadoUlgart,procedentedelas Praderas Thrithing, haba cometido el error de bromear acerca de lo ligeras que eran las mujeresdeNabban.Talopinineracorrienteentreloshombresthrithingos,queno comprendan que una mujer se pintase la cara y llevara vestidos que permitieran ensear lo que, a juicio de los habitantes de los carromatos, era una desvergonzada cantidad de carne desnuda. La grosera chanza de Ulgart habra pasado inadvertida en compaa de otroshombres,y,dadoqueeranpocaslasmujeresqueanresidanenHayholt, nicamente varones se hallaban sentados a la mesa de Elas. Pero el mercenario haba olvidado o quiz ni siquiera lo saba que la esposa del Supremo Rey, muerta por una flecha thrithinga, era una noble nabbana. Cuando fue servido el postre, consistente en una especie de flan, la cabeza de Ulgart ya penda del arzn delantero de la silla de montar de un guardia erkyno, camino de las puntas que coronaban la Puerta de Nearulagh, para deleite de los cuervos que las poblaban. Haca largo tiempo que en la mesa de Hayholt no haba una charla vivaz, se dijo Guthwulf. Ahora, las comidas transcurran en medio de un mutismo casi fnebre, slo interrumpido por los gruidos de los sudorosos criados que trataban de suplir la falta de varios compaeros desaparecidos y, de vez en cuando, por los nerviosos cumplidos de los escasos nobles y funcionarios del castillo que no podan rehuir la invitacin del rey. De pronto, Guthwulf oy un quedo murmullo y reconoci la voz de sir Fluiren, que le susurraba algo al soberano. El anciano caballero acababa de regresar de su Nabban natal, donde haba actuado de emisario de Elas ante el duque Benigaris, por lo que ahora ocupaba el lugar de honor a la derecha del Supremo Rey. El hidalgo haba explicado a Guthwulf que la conferencia sostenida aquel mismo da con el rey no se haba apartado de lo acostumbrado. Sin embargo, Elas pareca preocupado. Guthwulf no poda juzgarlo por su vista, pero las dcadas pasadas en su presencia le permitan poner imgenes a cada inflexin de la voz, a cada una de las extraas observaciones del Supremo Rey. Adems, el odo, el olfato y el tacto de Guthwulf, que parecan mucho ms agudos desde la prdida del uso de sus ojos, se hacan todava ms finos en presencia de Dolor, la terrible espada de Elas. Desdequeelreylohabaobligadoatocarelarma,lagrishojasehaba transformado para l en algo casi vivo; en algo que lo conoca y esperaba en silencio pero con temible percepcin, como un animal que hubiese notado su olor. La mera presencia delaespadaleponalospelosdepuntayhaciaquetodossusnerviosytendones estuvieran en suma tensin. A veces, en plena noche, cuando el conde de Utanyeat yaca insomne, crea sentir la hoja a travs de los centenares de codos de piedra que separaban sus aposentos de los del rey..., un plomizo corazn cuyos latidos slo l poda or. Sbitamente, Elas ech hacia atrs su silln, y el chirrido de la madera sobre la piedrasobresaltatodosloscomensales.Guthwulfsefigurunascucharasycopas inmovilizadas en el aire, goteando. Maldito seis, viejo! rugi el monarca. Me servs a m, o a ese cachorro de Benigaris? Yo slo os transmito lo que dice el duque, seor contest sir Fluiren con voz trmula. Pero estoy convencido de que no quiso faltaros al respeto. Tiene problemas en sus fronteras con los clanes de los thrithingos, y los wrans se muestran recalcitrantes... Y qu me importa a m eso? GuthwulfcasipudovercmoElasentrecerrabalosojos.Noenvanohaba observado con frecuencia los cambios que el enojo produca en las facciones del rey. Ahora,suplidacaraestaracetrinayligeramentehmeda.Enlosltimostiempos, Guthwulfhabaodocomentaraloscriados,entremurmullos,queElasadelgazaba mucho. Yo ayud a Benigaris a conseguir el trono!. Que Aedn lo maldiga! Y le di un lector que no interferir! Dicho esto, Elas hizo una pausa. Guthwulf, solo a pesar de la compaa, oy una fuerte aspiracin de Pryrates, sentado frente a l. Como si creyera haber ido demasiado lejos,elreysedisculpconunainseguraypocoafortunadabromayreanuduna conversacin ms tranquila con Fluiren. Guthwulfquedpasmadoduranteunosmomentos,peroluegoseapresura levantar su cuchara y comer para disimular su repentina alarma. Qu expresin deba de tener? Lo miraban todos? Podran ver su traidor sonrojo? Las palabras del rey sobre el lector y la contenida expresin de espanto de Pryrates resonaban una y otra vez en su mente.Losdemssupondran,sinduda,queElassereferaaunainfluenciaenla eleccin del dcil escritor Velligis como sucesor de Ranessin, el lector anterior. Pero Guthwulf saba que no era as. La alteracin de Pryrates al temer que el rey hablara dema-siadoconfirmabaloyasospechadoporl:queeraelpropioPryratesquienhaba dispuesto la muerte de Ranessin. Resultaba evidente, pues, que Elas estaba enterado, y que quizs incluso hubiese ordenado el asesinato. El soberano y su consejero habran hecho tratos con los demonios y eran responsables de la muerte del sumo sacerdote. En esos momentos, y no obstante hallarse sentado a la mesa en compaa bastante numerosa, Guthwulf se senta tan solo como pudiera estarlo un hombre en la cumbre de un picacho azotado por los vientos. No resista tal carga de decepcin y miedo. Haba llegado la hora de huir. Prefera ser un mendigo ciego en los peores pozos negros de Nabban que permanecer un solo instante ms en ese maldito y endiablado alczar. Guthwulf abri la puerta de su alcoba de un empujn y se detuvo en el umbral para dejar que el glido aire del corredor lo purificara. Era medianoche. Aunque no hubiese odolaseriedelgubrestaidosdelaTorredelngelVerde,habrareconocidoel intenso roce del fro contra sus mejillas y ojos, el cortante filo de la noche cuando el sol se hallaba en su ms remoto refugio. Era extrao servirse de los ojos para sentir con ellos; pero, ahora que Pryrates lo haba privado de la vista, resultaban ser, precisamente, su parte ms sensible y registraban cualquier cambio en el viento o el tiempo con una sutileza mayor que la de las puntas de los dedos. Sin embargo, y pese a lo tiles que an eran sus cegados globos oculares, haba algo horrible en su uso. Varias noches haba despertado sudoroso y jadeante por culpa de unsueoenelqueseveaasmismocomouninformeserreptante,decuyacara sobresalan una especie de carnosos pednculos, unos ciegos bulbos que se movan como los cuernos de un caracol. En sus sueos, Guthwulf todava vea, y el saber que aquello que miraba era l mismo lo arrancaba angustiado de sus pesadillas una y otra vez para devolverlo a la verdadera oscuridad que ahora era su hogar permanente. El conde sali al corredor, tan sorprendido como siempre de seguir en las tinieblas cuando pasaba de una habitacin a otra. Al cerrar la puerta del cuarto y, con ello, dejar de recibir el calorcillo del brasero, el fro se hizo ms intenso. Guthwulf oy el sordo ruido metlico de los centinelas armados que montaban guardia en lo alto de las murallas, al otro lado de la abierta ventana, y prest atencin a los crecientes aullidos del viento, que a su paso, y por debajo de su gemebundo canto, sofocaba el crujido de las cotas. Un perro ladr en la poblacin que se extenda al pie del alczar, y en alguna parte, donde el corredor daba varias vueltas, una puerta se abri y volvi a cerrarse quedamente. Guthwulf vacil durante unos momentos, pero al fin se apart unos pasos de su puerta. Si quera irse, tena que ser ahora... Era absurdo permanecer divagando en el corredor. Deba darse prisa y aprovecharse de la hora: con todo el mundo cegado por la noche, l estaba casi en las mismas condiciones que los dems. Y qu otra solucin le quedaba? Se senta incapaz de aguantar al monstruo en que el rey se haba convertido. Pero era preciso irse en secreto. Aunque a Elas apenas le serva ya para nada Guthwulf, un caballero incapaz de tomar parte en una batalla, el conde de Utanyeat dudaba que su amigo de otros tiempos lo dejase marchar as como as. Que un ciego abandonara el castillo donde le daban comida y alojamiento y huyese de su viejo camarada Elas, que lo haba protegido de la justa clera de Pryrates, ola demasiado a traicin... Al menos, as lo considerara el hombre que ocupaba el Trono de Huesos de Dragn. Guthwulfllevabaalgntiemporeflexionandosobreelplan,einclusohaba estudiado la ruta a seguir. Bajara hasta Erchester, para pasar la noche en la abada de San Sutrino. La catedral estaba casi desierta, y los monjes se mostraban caritativos con todos los mendigos que tuviesen suficiente valor para pasar la noche dentro de los muros de la ciudad. Luego, por la maana, se mezclara entre la gente que sala en direccin al Viejo Camino de la Selva, siguiendo hacia el valle de Hasu. Y desde all... adonde? Tal vez hacialaspraderas,dondesegnlosrumoresJ osuaformabaunejrcitorebelde. Quiz llegase a una abada de Stanshire o buscara cualquier otro lugar donde refugiarse, al menos hasta que el inimaginable juego que Elas llevaba entre manos lo destruyera todo. Peroahoraleconvenadejardepensar.Laoscuridadloocultaradelosojos curiosos, y la luz del da lo hallara ya a buen recaudo en San Sutrino. Haba llegado el momento de partir. Ya iba a echar a andar pasillo abajo, cuando not a su lado una presencia ligera como una pluma... Un aliento, un suspiro, la indefinible sensacin de que allhaba, alguien. Se volvi y alarg sbitamente la mano. Intentaban detenerlo? Quin...? Masnohabanadie.Obien,sirealmentehabaalguiencerca,esapersona permaneca en absoluto silencio, burlndose de su ceguera. Guthwulf advirti entonces una repentina inestabilidad, como si el suelo temblara bajo sus pies. Dio otro paso y, de pronto, sinti la poderosa presencia de la espada gris, con su peculiar fuerza. Por espacio de unos segundos, el conde crey que las paredes se haban derrumbado. Una violenta rfaga de viento pas a su lado, para desaparecer luego. Qu locura era aqulla? Cegado y abatido. Guthwulf estuvo a punto de llorar. Y con una maldicin encima! Elcondeprocurendurecerseysealejdefinitivamentedelaseguridaddesu alcoba,perolaextraasensacindetrastornoloacompamientrasrecorralos interminables pasillos de Hayholt. Inslitos objetos pasaron por debajo de sus palpantes dedos: delicados muebles y lisos y encerados balaustres de complicada forma, algo que no recordaba haber visto en los corredores y salones del castillo. La puerta que daba a los alojamientos otrora habitados por las camareras se movi al no estar cerrada y, aunque a Guthwulf le constaba que aquellas habitaciones se encontraban vacas la jefa haba sacado clandestinamente de Hayholt a todas las chicas a su cargo, antes de su ataque contra Pryrates, crey percibir un vago susurro de voces en las profundidades. El conde se estremeci, pero sigui adelante. De sobra conoca la cambiante y poco segura natu-ralezadelcastilloenaquellosdas.Yaantesdeperderllavista,eraunlugar misteriosamente inestable. Guthwulf continu contando sus pasos. Haba practicado el camino varias veces, en las ltimas semanas; treinta y cinco pasos hasta la vuelta del corredor, dos docenas ms hasta el rellano principal, y desde all sali al angosto J ardn de las Enredaderas, donde soplaba un viento helado. Otro medio centenar de pasos y se hall de nuevo bajo techo, a lo largo del corredor del capelln. La pared resultaba templada al tacto, pero de repente se hizo quemante. El conde de Utanyeat apart la mano con un gesto de dolor y susto. Un dbil grito lleg pasillo abajo. ... T's e-isi'ha as-irig...! Guthwulf volvi a tocar la pared y slo not piedra, hmeda y fra como la noche. El viento le sacudi las ropas..., el viento o una insustancial multitud. La sensacin de la presencia de la espada gris era muy intensa. El conde corri a lo largo de los corredores del castillo, pasando los dedos lo ms ligeramente posible por la superficie de aquellas paredes espantosamente variables. Que l supiese, era el nico ser vivo en esa parte de Hayholt. Los extraos sonidos y aquellos roces tenues como el humo o como las alas de una polilla slo podan ser fantasmales imaginaciones, como se dijo, y no le impediran seguir adelante. Sin duda se trataba de las sombras de los malficos entrometimientos de Pryrates. Pero l no estaba dispuesto a permitir que le impidiesen la huida, ni tampoco a permanecer prisionero en tan corrupto lugar. Guthwulf toc la basta madera de una puerta y comprob, con gran alegra, que no se haba equivocado. Tuvo que luchar consigo mismo para contener un grito de triunfo y de inmenso alivio. Haba alcanzado la pequea salida situada junto a la Puerta Mayor del sur! Al otro lado respirara aire libre y se encontrara en los terrenos comunales que daban al bastin interior. Pero, cuando la abri y de un paso estuvo en el exterior, en vez de la glida noche esperadaelcondenotunairecalienteyelardordemuchosfuegosensupiel.Y numerosas voces murmuraban, doloridas y preocupadas. Madre de Dios! Se habr incendiado todo Hayholt? Guthwulf retrocedi, mas ya no pudo hallar la puerta, y sus dedos araaron unas piedras cuyo calor aumentaba por momentos. Los murmullos crecieron lentamente hasta formar un intenso zumbido de agitadas voces, suave y al mismo tiempo penetrante como eldeunacolmena.Locura!pens.Merailusin!Nodebaceder.En consecuencia, sigui adelante, siempre contando los pasos. Pronto, sus pies resbalaron en el barro de los prados comunales, aunque sus talones golpeaban al mismo tiempo unas lisas baldosas. El invisible castillo era objeto de terribles cambios, ora ardiente y tembloroso, ora fro y tremendamente sustancial, todo ello en me-dio de un absoluto silencio, ya que sus habitantes dorman sin darse cuenta de nada. El sueo y la realidad parecan totalmente entretejidos, como si Guthwulf, en su personalnegrura,estuvieraenvueltoporsusurrantesfantasmasqueconfundansus cuentas. Pero, aun as, el conde prosigui su camino con la misma firme decisin que lo haba asistido en tantas espantosas campaas como capitn al servicio de Elas. Avanz pesadamente en direccin al bastin mediano, y al fin se detuvo a reposar unos instantes cercasegnsustitubeantesclculosdellugardondeotrorahabanestadolos aposentos del mdico del castillo. Todava se notaba el olor a madera quemada; alarg la mano y, entre sus dedos, unos restos se hicieron polvo. Guthwulf record distradamente la conflagracin que les haba costado la vida a Morgenes y a otras personas. De repente, y como impulsadas por sus pensamientos, surgieron a su alrededor unas chisporroteantes llamas que lo envolvieron en fuego. Eso no poda ser imaginacin suya. Si senta el mortalcalor!steloatenazabacomounaplastantepuo,yeraintilquetratarade esquivarlo. El conde ahog un grito de desesperacin. Estaba atrapado, atrapado! Nada lo salvara de morir quemado. Ruakha, ruakha Asua! Detrs de las llamas sonaban unas fantasmagricas voces... Ahora, la presencia de la espada gris estaba dentro de l, dentro de todo. Guthwulf crey percibir su msica sobrenatural y, de forma ms dbil, el canto de sus extraas hermanas. Tres espadas. Tres infernales hermanas, que ahora lo conocan. Sbitamente se produjo un susurro semejante al movimiento de numerosas alas, y el conde de Utanyeat descubri una abertura delante de l, un hueco en la pared de llamas, una puerta por la que entraba aire fresco. Como tampoco poda dirigirse a ninguna otra parte, Guthwulf se ech la capa por encima de la cabeza y sali entre tambaleos a una sala de ms tranquilas y fras sombras. La roca que espera 1 Bajo cielos extraos Simn observ con ojos entrecerrados las estrellas que nadaban en la negra noche. Cada vez le costaba ms permanecer despierto. Sus cansados ojos se volvieron hacia la constelacin ms brillante, un desigual crculo de luces suspendido a lo que pareca un palmo de altura sobre el resquebrajado y frgil borde de la bveda. All! Aquello era la Rueca, no? Pareca extraamente elptica, como si el mismo cielo del que pendan las estrellas hubiera sido alargado hasta adquirir una forma rara; pero, de no ser la Rueca, de qu otra cosa poda tratarse, a tanta altura, en el cielo de mediados de otoo? Y si fuera la Liebre? Pero no: la Liebre tena una pequea estrella a su lado, la Cola. Adems, la Liebre no era tan grande... Un ramalazo de viento azot el ruinoso edificio. Gelo daba el nombre de el Observatorio a ese lugar. En opinin de Simn, era una de sus bromas. Slo el paso de loslargossigloshabaabiertolabveda deblancapiedraaloscielosnocturnos,de manera que no poda haber sido un observatorio. Ni siquiera los misteriosos sitha seran capaces de contemplar las estrellas a travs de un techo de slida roca. Un nuevo golpe de viento, ms fuerte que el anterior, arrastr consigo una intensa nevada. Aunque aquello lo hizo temblar, Simn sinti agradecimiento, porque el fro lo haba despejado un poco. No poda permitirse quedar dormido. No precisamente esta noche! De modo que ya soy un hombre pens. Mejor dicho, casi. Casi un hombre. Simn se arremang la camisa y se mir el brazo. Prob de abultar sus msculos, pero frunci el entrecejo ante los poco satisfactorios resultados. Luego se pas los dedos por el vello del antebrazo, palpando los puntos donde los cortes haban dejado cicatrices. Aqu, donde las ennegrecidas uas de un hun haban dejado sus seales; all, donde l habaresbaladoysehabagolpeadocontraunapiedraenunadelaspendientesdel Sikkihoq... Qu significaba ser adulto? Tener una serie de cicatrices? Simn supuso que tambin significaba aprender de las heridas, pero... qu poda aprender de todo cuanto le haba ocurrido durante el ltimo ao? No permitas que maten a tus amigos pens con amargura. Esto, por una parte. No vayas a correr mundo y te veas perseguido por monstruos y hombres locos. No hagas enemigos. Estas eran las sabias palabras que la gente siempre estaba dispuesta a hacerle or. Las decisiones no eran nunca tan sencillas como parecan en los sermones del padre Dreosan, segn los cuales siempre caba elegir entre el Camino del Mal y el Camino de Aedn. En las recientes experiencias de Simn, sin embargo, todas las opciones parecan darse entre posibilidades igualmente desagradables, con slo una mnima referencia al bien y al mal. ElvendavalquesoplabaatravsdelacpuladelObservatoriosehizoms estridente. A Simn se le pusieron los pelos de punta. Pese a la belleza de las nacaradas paredes, esculpidas de modo complicado, aquel lugar no pareca darle la bienvenida. Los ngulos resultaban extraos, y las proporciones diranse dibujadas para satisfacer una sensibilidaddistinta.Aligualqueotrascreacionesdesusinmortalesarquitectos,el Observatorio perteneca por completo a los sitha. Un mortal nunca se hallara totalmente a gusto en l. Simn se levant y comenz a andar, inquieto. El dbil eco de sus pisadas se perda entre los aullidos del viento. Una de las cosas interesantes de aquella gran sala circular era, sin duda, que tena el suelo de piedra, cosa que los sitha ya no parecan hacer. El joven dobl los dedos de los pies en el interior de las botas cuando, de pronto, record los templados y herbosos prados de J ao -Tinukai'i. All haba caminado descalzo, y siempre era verano. Al pensar en ello, Simn se abraz el pecho para darse calor y consuelo. El suelo del Observatorio estaba compuesto de baldosas exquisitamente cortadas y ajustadas, mientras que la cilndrica pared pareca de una sola pieza, quizs incluso de la misma materia que la propia Roca del Adis. Simn reflexion. Los dems edificios del lugar tampoco presentaban ninguna juntura visible. Si los sitha haban abierto las casas directamente en la roca, penetrando as en las profundidades de Sesuad'ra toda la roca parecasurcadadetneles,cmosabancundotenanqueinterrumpirla perforacin? No teman que, si hacan un agujero de ms, toda la roca se hundiera? Aquello resultaba tan mgico como otras cosas de los sitha que haba odo o visto, y tan incomprensible para los mortales: saber en qu momento parar. Simn bostez. Qu noche tan larga, J esuris Aedn! El chico mir las rodantes y palpitantes estrellas. Quisiera trepar al cielo y ver la luna. El muchacho cruz el liso suelo de piedra hacia una de las largas escaleras que suban en espiral alrededor de la circunferencia de las piezas, contando los pasos. Ya lo haba hecho varias veces durante la larga noche. Cuando hubo dado cien pasos, se sent. El diamantino brillo de cierta estrella, que en su anterior paseo haba sido visible a medio camino de un hueco en la deteriorada cpula, destacaba ahora junto al borde de la brecha. No tardara en desaparecer detrs de la restante techumbre. Bien.Almenoshabapasadoalgntiempo.Lanocheeralargaylasestrellas resultaban extraas, pero el tiempo avanzaba, de todos modos. Inici la subida de la escalera que tena enfrente, sin ms dificultad que un ligero mareo que, sin duda, se solucionara con un prolongado sueo. Lleg al rellano superior, uncinchodepiedraapuntaladoporpilaresque,ensuda,habacircundadotodoel edificio. Haca mucho que estaba desmoronado en su mayor parte. Ahora llegaba slo unas cuantas anas ms all de su unin con la escalera. La parte alta de la elevada pared exterior quedaba exactamente encima de la cabeza de Simn. Varios cuidadosos pasos lo condujeron por el rellano hasta un punto donde la brecha de la cpula descenda hasta escasa distancia de l. El muchacho alz el brazo en busca de buenos asideros para los dedos, y seguidamente se aup. Pas una de las piernas por encima del muro y la dej colgando sobre la nada. No obstante hallarse envuelta en unos velos de nubes sacudidos por el viento, la luna brillaba lo suficiente para hacer resplandecer las plidas ruinas como si fuesen de marfil. Simn haba encontrado una buena posicin. El Observatorio era el nico edificio, dentro de la muralla exterior de Sesuad'ra, que tena la misma altura que sta, lo que confera a la construccin el aspecto de una obra vasta y baja. Al contrario de los otros lugares abandonados por los sitha, no haba all torres sobresalientes ni altas agujas. Era como si el espritu de los constructores de Sesuad'ra hubiera sido reprimido, o como si la edificacin se hubiese efectuado con algn fin utilitario, y no slo para lucir su arte. No podaafirmarsequelosrestoscareciesendeatractivo:lablancapiedraposeauna delicada luminosidad muy peculiar, y los edificios situados dentro de la muralla exterior estaban dispuestos de manera desordenada pero, al mismo tiempo, con una geometra supremamente lgica. Aunque la construccin haba sido realizada a una escala mucho menordeloquehabavistoSimnenDa'aiChikizayEnki-e-Sha'osaye,lapropia modestia de sus dimensiones y la uniformidad de su estilo le daban una belleza sencilla, distinta de la de aquellas otras ciudades ms importantes. Alrededor del Observatorio y tambin de las dems estructuras mayores, como la Casa de la Despedida y la Casa de las Aguas nombre que les haba puesto Gelo, si bien Simnignorabasitenanalgoqueverconsupropsitooriginal,serpenteabaun sistema de senderos y edificios menores, o sus restos, cuyas entrelazadas sinuosidades y espiras haban sido diseadas de forma tan ingeniosa y, a la vez, tan natural como los ptalos de una flor. Gran parte de la zona estaba cubierta de enredados rboles, pero inclusostosrevelabantrazosdeunordenrudimentario,dadoqueelverdeespacio existente en medio de un crculo de oscura hierba mostraba dnde haba comenzado la ancestral lnea de setas. En el centro de lo que, obviamente, haba sido un da un poblado de rara y sutil hermosura,sehallabaunamesetaembaldosadademodoextrao.Ahoraestaba prcticamente tapada por inoportuna hierba, pero incluso a la luz de la luna se adivinaba all algo de sus intrincados y exuberantes dibujos. Gelo llamaba a esa placeta el J ardn de Fuego.Simn,queslosesentafamiliarizadoconelsistemadeviviendasdelos humanos, hubiera dicho que aquello era un mercado. Ms all del J ardn de Fuego, al otro lado de la Casa de la Despedida, se alzaba un inmvil frente ondulado de plidas formas cnicas: las tiendas de la compaa de J osua, ahora notablemente aumentada por los recin llegados que se haban agregado en las ltimassemanas.Laverdadesquequedababienpocoespacio,inclusoenlaancha cumbre de la Roca del Adis. Muchos de los nuevos elementos del grupo se haban instalado en el laberinto de galeras existente debajo de la ptrea piel del peasco. Simn contempl el parpadeo de los lejanos fuegos del campamento hasta que empez a sentirse solo. La luna pareca muy lejana, y su cara resultaba fra e indiferente. No supo cunto rato haba estado con la mirada fija en una vaca negrura. Primero creyhabersedormidoyvivirunsueo,peroaquellararasensacindehallarse suspendidoencerrabaunarealidad:unarealidadalarmante.Quisomoverse,perosus miembros parecan carentes de nervios y apartados de l. Simn tuvo la impresin de que, de todo su cuerpo, slo conservaba los ojos. Y era como si sus pensamientos brillasen con la misma intensidad de las estrellas vistas en el cielo..., cuando el cielo y las estrellas existan;cuando,apartedelainfinitanegrura,habaexistidoalgoms.Elterrorlo invadi. Que J esuris me asista! Habr llegado el Rey de la Tormenta? Todo ser ya negro para siempre? Devulvenos la luz, Seor! Como si el dios hubiese contestado a su rezo, en la inmensa oscuridad empezaron a encendersevariaslucecillas.Nosetratabadeestrellas,comoSimnhabasupuesto primero, sino de antorchas, de unos diminutos puntos de luz que aumentaban de tamao tandespaciocomosiviniesendemuylejos.Luego,aquellaespeciedenubede lucirnagas se transform en una corriente, y la corriente en una lnea que avanzaba en lentaespiral.Eraunaprocesin:incontablesantorchassubiendoporlamontaa,del mismo modo que Simn haba llegado a la roca, procedente de J ao -Tinukai'i. Ahora, el muchacho distingui las encapuchadas figuras que formaban la columna: una silenciosa multitud que se aproximaba con ritual precisin. Estoy en el Sendero de los Sueos! pens Simn de sbito. Ya dijo Amerasu que yo me hallaba ms cerca de l que otras personas! Pero... qu era lo que vea? La fila de portadores de antorchas alcanz un lugar plano y se extendi en forma de centelleante abanico, de modo que las luces abrazaron ambos lados de la cumbre. Aquella gente haba subido a Sesuad'ra, pero a una Sesuad'ra que, incluso a la luz de las antorchas, resultaba muy diferente de la que Simn conoca. Las ruinas que lo haban rodeado ya no eran tales. Cada pilar, cada pared se alzaban en perfecto estado. Era eso el pasado, la RocadelAdistalcomohabasidoantao,ounaextraaversinfutura,la reconstruccinquetendraefectoalgnda?QuizcuandoelReydelaTormenta hubiese subyugado todo Osten Ard? La nutrida compaa avanz hasta una explanada que Simn reconoci como el J ardn de Fuego. All, las encapuchadas figuras depositaron sus antorchas en unos huecos que haba entre las baldosas, o bien encima de unos pedestales de piedra, de manera que de pronto floreci un verdadero jardn de fuego, un campo de fluctuantes y ondulantes luces. Acariciadas por el viento, las llamas danzaban, y las chispas parecan superar en nmero a las mismas estrellas. Inesperadamente, Simn se vio arrastrado por aquella muchedumbre, camino de la CasadelaDespedida.Podradecirsequecayatravsdelarefulgentenoche, atravesando rpidamente las paredes de piedra hasta llegar a la iluminada sala como si su cuerpo fuera inmaterial. No perciba ms sonido que un continuo rumor en sus odos. Vistas de cerca, las imgenes que tena delante parecan cambiar y difuminarse en sus bordes, como si el mundo hubiera sufrido un ligero retorcimiento que le hiciese perder su forma natural. Simn intent cerrar los ojos, desconcertado, pero comprob que su yo soanteeraincapazdeexcluiresasvisiones:tenaquelimitarseamirar,comoun fantasma indefenso. Muchas figuras se hallaban de pie junto a la gran mesa. Unas esferas de fro fuego haban sido colocadas en hornacinas, en cada pared, y su resplandor azul, anaranjado y amarilloarrojabalargassombrasatravsdelastrabajadasparedes.Peroanms impresionantes y profundas sombras proyectaba lo que haba encima de la mesa: una construccindeesferasconcntricas,semejantealgranastrolabioqueSimnhaba pulido con frecuencia para el doctor Morgenes. Pero, en vez de ser de cobre y roble, este ingenio estaba hecho en su totalidad de lneas de una luz que arda sin llama, como si al-guien hubiera pintado las caprichosas formas en el aire, con fuego lquido. Las figuras que se movan a su alrededor resultaban nebulosas, pero, aun as, Simn no dud que eran sitha. Imposible confundir sus posturas, que recordaban las de los pjaros, y su suave gracia. Una mujer sitha, de tnica celeste, se inclin hacia la mesa y, con gran habilidad, traz con un dedo llameante sus propias adiciones al reluciente artilugio. Sus cabellos eran ms negros que las sombras, ms negros todava que el cielo que cubra Sesuad'ra: una gran nube de oscuridad que enmarcaba la cabeza y los hombros. De momento, Simn pens que podra ser una Amerasu rejuvenecida, pero, aunque mucho en ella le recordaba a la Primera Abuela, en otros aspectos era distinta. A su lado haba un hombre de barba blanca y ondulante vestimenta grnate. De su frente sobresalan unas formas semejantes a plidas antenas, y eso hizo sentir incmodo a Simn,porqueyahabavistoalgoparecidoenotrosymsangustiosossueos.El individuo barbudo le dijo algo a la mujer, que se volvi y aadi a sus dibujos un nuevo remolino de fuego. Aunque Simn no poda distinguir bien el rostro de la morena mujer, s resultaba evidente la identidad de quien se encontraba frente a ella. Esconda su cara detrs de una mscara de plata, y llevaba el resto del cuerpo envuelto en ropas de un blanco de hielo. Como si quisiera dar una respuesta a la mujer de los cabellos negros, la reina de las nornas levantelbrazoyarrojuncordndemortecinofuegoatravsdelingenio,ya continuacin volvi a agitar la mano para cubrir el globo ms alejado con una red de luz escarlata,quehumeabadelicadamente.J untoaella,unhombrecontrolabacon tranquilidad cada uno de sus movimientos. Era alto, pareca de constitucin fuerte y luca una armadura completa, llena de pinchos y negra como la obsidiana. No llevaba mscara de plata ni de otro material, ms, aun as, Simn apenas logr distinguir sus facciones. Qu diantre hacan? Acaso se trataba del Pacto de Separacin, del que Simn ya haba odo hablar? Porque, desde luego, all en la Roca estaban reunidos sitha y nornas. Lasborrosasfigurassepusieronahablarconmsanimacin.Entrelazadasy cruzadaslneasdellamasfueronlanzadasalaire,alrededordelasesferas,donde quedaroncolgadasdelanada,brillantescomoelpasocasiinvisibledeunaflecha encendida.Laspalabrasparecieronadquiriruntonomsduro:muchosdelos observadoresquehabanpermanecidoenlassombrasavanzaronhacialamesa gesticulandoconmsenojodelqueSimnhubiesevistojamsenlosinmortales conocidos, para rodear a los cuatro personajes principales. No obstante, el muchacho slo pudo or un sordo rugido como el del viento o de unas aguas embravecidas. Los globos de llamas situados en el centro de la disputa ardieron con nueva fuerza, ondeando como una hoguera lamida por el viento. Simnhubieraqueridopodermoverseparavermejorloqueallsuceda. Presenciaba el pasado? Habra brotado de la encantada piedra? O era slo un sueo, una imaginacin producida por la larga noche en vela y, quiz, por los cantos escuchados en J ao -Tinukai'i? Algo le deca, en su interior, que no eran ilusiones suyas. Todo se vea tan real, que le pareci poder alargar el brazo..., alargar el brazo... y tocarlo... El sonido empez a reducirse. La luz de las antorchas y esferas palideci... Simnvolvialarealidadentreescalofros.Sehallabasentadoenla desmoronadiza pared del Observatorio, peligrosamente cerca del borde. Los sitha ya no estaban. En el J ardn de Fuego no haba antorchas, y en la cumbre de Sesuad'ra no se vean ms seres vivientes que un par de centinelas acurrucados cerca del fuego, al lado de aquella ciudad formada por tiendas de campaa. Simn permaneci un rato ms en lo alto de la pared, con la mirada fija en las lejanas llamas mientras intentaba comprender lo que habavisto.Tenaalgnsignificado?Oerasimplementeunrestosinimportancia alguna, un nombre garrapateado en una pared por cualquier caminante y que segua all cuando haca ya tiempo que la persona haba dejado de existir? Simn descendi con cuidado del tejado del Observatorio y volvi a su manta. Le dola la cabeza de tanto pensar en la misteriosa visin. A medida que transcurran las horas le costaba ms reflexionar sobre ello. Despus de ceirse ms la capa porque la tnica que llevaba debajo no abrigaba mucho, bebi un largo trago de su odre. El agua, procedente de uno de los manantiales de Sesuad'ra, era dulce y buena, aunque sus dientes notaron el fro. Tom otro sorbo, saboreando el gustillo a hierba y flores silvestres, y golpe ligeramente con los dedos las baldosas del suelo. Sueos o no sueos, se supona que deba reflexionar sobre lo que le haba explicado Deornoth. Al principio de la noche lo haba repetido todo tanto en su menteque,alfin,leparecaunatontera.Peroahora,cuandodenuevoprocur concentrarse,encontrquelaletanaenseadacontantapacienciaporDeornothno quedara registrada en su memoria, porque las palabras se le escurran como peces en un estanque poco profundo. Sus recuerdos vagaron en otras direcciones, y ante sus ojos pasaron todos los extraos sucesos que le haban tocado vivir desde su huida de Hayholt. Qu temporada! Y cuntas cosas haba visto! Simn no crea poder considerarlo una aventura, porque eso sonaba ms a una de esas cosas que acaban felizmente, y l dudaba que el final de su historia fuese satisfactorio. Haba habido suficientes muertes para que la palabra felizmente sonara a una cruel burla, pero, aun as, se trataba de una experiencia que superaba en mucho los ms audaces sueos de un pinche de cocina. Simn Cabezahueca haba tropezado con criaturas de leyenda, participado en batallas e incluso matado a personas. Desde luego, todo eso haba resultado mucho menos fcil de lo que l se imaginaba tiempo atrs, cuando ya se vea como un potencial capitn de los ejrcitos del rey. La verdad era que todo haba sido muy, muy desconcertante. Simn haba sido perseguido por demonios, estaba considerado un enemigo de los brujos, haba llegado a intimar con miembros de la nobleza que no parecan mucho mejores ni peores que el personal de las cocinas y despensas y, adems haba residido en la ciudad de los inmortales sitha, aunque como un husped un poco reluctante. Aparte de la seguridad y de un lecho caliente, lo nico que su enorme aventura pareca no querer ofrecerle eran muchachas bonitas. Haba conocido a una princesa, s, que por cierto ya le haba gustado cuando la supona una chica sencilla, pero haca largo tiempo que no la vea, y slo Aedn sabra dnde estaba. Desde entonces, de poca compaa femenina haba disfrutado, como no fuera la de Aditu, hermana de J iriki, pero esa joven quedaba bastantefueradelalcancedeltorpeentendimientodeSimn.Aditueracomoun leopardo: fascinante pero, a la vez, aterradora. El muchacho ansiaba encontrar a alguien ms semejante a l, pero ms gentil, claro. Simn se frot la descuidada barba y, despus, se llev una mano a la prominente nariz. La chica con que soaba tena que ser mucho ms guapa que l. Pero lo cierto era que estaba harto de la soledad. Necesitaba hablar con alguien, con una persona que sintiera inters por l, que lo comprendiese como ni siquiera subuenamigoelgnomoBinabikpodahacerlo.Alguienquecompartiesesus pensamientos... Alguien que entienda lo del dragn, se dijo de sbito. Un escalofro le recorri la espalda, y no era precisamente el viento lo que se lo habaproducido.Unacosaeratenerunavisindelosantiguossitha,pormuy impresionante que fuese. Mucha gente tena visiones. En la Plaza de la Batalla de la ciudad de Erchester, unos locos se gritaban unos a otros, a ver quin ganaba a los dems en fantasa, y Simn sospech que, en Sesuad'ra, tales cosas deban de ser todava ms frecuentes. Pero l se haba enfrentado a un dragn, que significaba mucho ms de lo que cualquier otro pudiera decir. Se haba visto delante de Igjarjuk,el dragn de hielo, sin echarse atrs. Haba blandido su espada mejor dicho, una espada, porque era ms que presuntuoso llamar suya a Espina, y el dragn haba cado al momento. Realmente pareca maravilloso. Era algo que nadie ms que J uan el Presbtero haba conseguido, y a J uan se lo consideraba el ms grande de los hombres, el Supremo Rey. Desde luego, J uan mat a su dragn, pero yo no creo que Igjarjuk muriera. Cuanto ms pienso en ello, ms seguro estoy. No puedo imaginarme que su sangre me hiciera sentir de tal manera, si el dragn hubiese muerto. Y no me veo suficientemente fuerte para matarlo, ni siquiera con una espada como Espina. Lo extrao era que, pese a que Simn haba contado exactamente a todo el mundo loocurridoenUrmsheimyloquelopinabadeello,entrequienesahorahaban convertido la Roca del Adis en su hogar an haba algunos que lo llamaban Matador de Dragonesylosaludabansonrientesasupaso.Y,aunquelhabaintentadoque olvidaran ese nombre, la gente pareca tomar su reticencia por modestia. Incluso haba odo cmo uno de los nuevos colonos procedentes de Gadrinsett explicaba la historia a sus hijos, en una versin que contena una vivida descripcin de la forma en que la cabeza del dragn se haba desprendido del cuerpo, al recibir el tremendo golpe de Simn. No tardara en llegar el da en que poco importara la verdad de lo sucedido. La gente que lo apreciaba o, mejor dicho, disfrutaba con la historia acabara por afirmar que l haba matado al gigantesco dragn de hielo con una sola mano. Por otro lado, quienes no le hacan caso aseguraran que todo era mentira. La idea de cmo algunos hacan correr falsas historias acerca de su vida enojaba mucho a Simn. Porque eso, segn y cmo,degradaba todo el asunto. Su enojo iba dirigido, no tanto a quienes negaban la veracidad de la hazaa ya que nunca podran hacerolvidaraquelmomentodeimponentesilencioyquietudenlacumbrede Urmsheim, sino a los otros, los exageradores y simplificadores. Los que referan la aventura como una gesta de valenta no demasiado inquietante, de un imaginario Simn que simplemente atacaba a los dragones porque poda, o porque los dragones eran malos, manchaban con sus sucios dedos la parte ms limpia de su alma. Encerraba el hecho algo mucho ms profundo, algo que le haba sido revelado a travs de los ojos de la bestia, plidos y carentes de toda emocin, en su propio y confuso herosmo y en aquel momento de verse baado por la negra sangre, por la sangre que le haba mostrado el mundo..., el mundo... Simn se enderez. Haba vuelto a echar una cabezada. Cielos, qu enemigo tan traidor era el sueo! No poda uno enfrentarse a l y luchar... No; el sueo aguardaba a que uno mirase en otra direccin, para presentarse de sbito. Pero l haba dado su palabra y, ahora que iba a ser un hombre, su palabra tena que ser un compromiso solemne. En consecuencia, permanecera despierto. Era sta una noche especial. Los ejrcitos del sueo lo forzaron a adoptar unas medidas drsticas cuando lleg la madrugada, pero no consiguieron derrotarlo. Cuando J eremas entr en el Observatorio con una vela, todo su cuerpo tenso ante la importancia de su misin, fue para descubrir a Simn sentado con las piernas cruzadas en un charco de agua que se helaba rpidamente. Los mojados cabellos rojos le caan sobre los ojos, y el mechn blanco destacaba como un carmbano entre el resto de su pelo. El alargado rostro de Simn pareca iluminado por el triunfo. Vertsobremicabezatodaelaguadelodredijoconorgullo,aunquelos dientes le castaeteaban con tanta fuerza que J eremas tuvo que pedirle que repitiera la frase. Que me ech agua sobre la cabeza! Para aguantar despierto. Qu haces t aqu? Eslahoracontestelotro.Faltapocoparaelamanecer.Hallegadoel momento de que salgas de aqu. Ah...!exclamSimn,almismotiempoqueseponadepieconcierta inseguridad. Permanec despierto, J eremas. No dorm en toda la noche. Bien aprob J eremas con una sonrisa moderada. Esto est bien. Pero ahora ven. Strangyeard tiene un buen fuego. Simn, que estaba ms dbil y helado de lo que haba esperado, rode con un brazo los delgados hombros del compaero, en busca de apoyo. J eremas haba enflaquecido tanto que a Simn le costaba recordar cmo era antes: un seboso aprendiz de cerero, de triple barbilla, siempre sudoroso y jadeante. Pero por la absorta expresin que de vez en cuando asomaba a sus ojos, ahora medio en la sombra, J eremas tena el aspecto de lo que en realidad era ahora: un apuesto y joven escudero. Un fuego? balbuci Simn, que por fin haba comprendido las palabras del amigo, aunque todava estaba un poco mareado. Un buen fuego, dices? Y tambin hay comida? Una gran fogata afirm J eremas en tono solemne. Es algo que aprend... all abajo en la herrera. Cmo encender un buen fuego! El muchacho mene la cabeza despacio, perdido en sus recuerdos, y luego alz la vista, de cara a Simn. Una leve sombra pareci aletear detrs de su mirada, como una liebre perseguida en las praderas, antes de que la cautelosa sonrisa volviera a su rostro. Respecto de la comida, pues... no la hay. De momento, todava no, y t lo sabes. Pero no te preocupes, tragn. Probablemente, al anochecer conseguirs un trozo de pan o algo por el estilo agreg J eremas. Canalla!exclamSimn,riendo,yexpresamenteseapoydemodotan pesado en el escudero, que ste se tambale. Slodespusdemuchosreniegosymutuosinsultosconsiguieronmantenerel equilibrio para no caer contra las glidas losas. J untos salieron al fin por la puerta del Observatorio al plido resplandor violceo del alba. La luz procedente del este empezaba a extenderse sobre toda la cumbre de la Roca del Adis, pero no se oa el canto de un solo pjaro. J eremas haba cumplido su palabra. La fogata que arda en la cmara del padre Strangyeard,cuyotechoeradelona,proporcionabauncalormaravilloso,queera justamente lo que Simn necesitaba, dado que se haba quitado la ropa y estaba metido en una tina de madera. Cuando el chico pase la mirada por las paredes de blanca piedra, decoradasconenredaderasydiminutasfloresgrabadas,laluzdelfuegoondulla trabajada superficie de forma que todo pareci moverse bajo unas poco profundas aguas rosa y anaranjadas. El padre Strangyeard alz un nuevo cazo de agua y ba la cabeza y los hombros de Simn. Al contrario que la ducha que se haba impuesto a s mismo antes, esta agua haba sido calentada, y, cuando resbal por su helada piel, Simn tuvo la sensacin de que pareca ms sangre que agua. Que..., que esta agua arrastre consigo el pecado y la duda... Strangyeard hizo una pausa para palparse el parche que cubra uno de sus ojos, entrecerrado y lleno de arrugas el otro, mientras se esforzaba en recordar el siguiente pasaje de la oracin. A Simn le constaba que era nerviosismo y no falta de memoria, ya que el sacerdote haba pasado la mayor parte del da anterior leyendo y releyendo la breve ceremonia. Haz..., haz que el hombre as lavado y confesado no tema estar delante de M, de modo que Yo pueda mirar el espejo de su alma y ver reflejados en l la honestidad de su ser, la sinceridad de su juramento..., la sinceridad de..., de su juramento... Oh...! El sacerdote volvi a entrecerrar su ojo sano, desesperado. Simn dej que el calor del fuego le azotase el cuerpo. Se senta como si no tuviera huesos,atontado,perotampocoeraunaimpresindesagradable.Habatemidoestar intranquilo e incluso aterrorizado, pero la noche en vela haba consumido sus miedos. Strangyeard se pas una mano, distrado, por los pocos mechones de pelo que le quedaban, record por fin el resto de la ceremonia y la termin a toda prisa, como si temiera que la memoria le fallase de nuevo. Una vez finalizado el rito, el sacerdote ayud a J eremas a secar a Simn con suaves telas, y despus le devolvi su tnica blanca, esta vezconungruesocinturndecuero.CuandoSimnsecalzabalaszapatillas,una pequea figura apareci en la puerta. Est a punto? pregunt Binabik. El gnomo hablaba con gran calma y seriedad; como siempre, lleno de respeto hacia los ritos de cualquiera. Simn lo mir y experiment de sbito un enorme cario hacia el hombrecillo. Era un verdadero amigo, el que haba estado a su lado en todas las adversidades. S, Binabik. Estoy a punto. El gnomo lo condujo al exterior, seguidos ambos por Strangyeard y J eremas. El cielo era ms gris que azul y apareca salpicado de jirones de nubes. Toda la procesin se adapt al paso distrado de Simn al avanzar bajo la luz matutina. El sendero hacia la tienda de J osua estaba bordeado de espectadores, quiz diez veintenas en total. En su mayora eran thrithingos del clan de Hotvig y nuevos colonos llegadosdeGadrinsett.Simnreconocialgunosrostros,perosabaquelosms familiares lo aguardaban junto a J osua. Varios nios lo saludaron agitando la mano. Sus padreslesdieronsendoszarandeos,rindolosenvozbajaportemerquela espontaneidad de los pequeos alterase la solemnidad del acontecimiento, pero Simn sonri y les devolvi el saludo. El fro aire de la maana era un alivio para su cara. De nuevo experimentaba un cierto mareo, de manera que tuvo que contener el impulso de soltar una carcajada. Quin habra imaginado que iba a suceder algo semejante? Simn miraJ eremas,peroelrostrodelmuchachoeraimpenetrable.Eljovenescudero caminaba con la mirada baja, ya fuese por estar meditabundo o por timidez. Alcanzado el espacio abierto que haba delante de la tienda de J osua, J eremas y Strangyeardretrocedieronunpocohastasituarseconlosdemsenundesigual semicrculo. Sludig, que llevaba recin recortada y trenzada la rubia barba, le sonri a Simn como un orgulloso padre. El moreno Deornoth estaba a su lado, vestido con sus mejores galas de caballero y acompaado por el arpista Sangfugol y, asimismo, por Isorn, hijo del duque. Tampoco poda faltar el viejo Towser, envuelto en una pesada capa, que pareca murmurarle calladas quejas al joven rimmerio. Ms cerca de la entrada de la tienda permaneca la duquesa Gutrun y la joven Leleth. J unto a ellas, Simn vio a Gelo. La postura adoptada por Gelo, la mujer de la selva, era la de un viejo soldado obligado a someterse a una innecesaria revista, pero, cuando sus amarillos ojos se cruzaron con los de Simn, hizo un breve gesto afirmativo, como si reconociese que la tarea haba sido cumplida. En el otro extremo del semicrculo destacaba Hotvig y sus compaeros guardias, con sus lanzas como un bosquecillo de delgados rboles. La blanca luz de la maana se filtraba a travs de las espesas nubes, haciendo relucir dbilmente los brazaletes y las puntas de las lanzas de esos hombres. Simn procur no pensar en otros, como Haestan y Morgenes, que ya no podan hallarse presentes... Enmarcada en la abertura que formaban esos dos grupos se vea una tienda a listas grises, rojas y blancas. Delante se encontraba el prncipe J osua, con la envainada espada Naidel colgada del cinto y una fina corona de plata cindole la frente. Lo acompaaba Vorzheva, suelta la oscura y abundante melena, que le caa exuberante sobre los hombros y se mova agitada por el viento. Quin se presenta ante m? pregunt J osua con voz lenta y mesurada, y, como si deseara desmentir la severidad de su tono, dirigi a Simn un asomo de sonrisa. Binabik pronunci las palabras cuidadosamente. Uno que quisiera ser armado caballero, prncipe, siervo vuestro y de Dios. Es Seomn, hijo de Eahlferend y Susanna. Quin habla en su favor y jura que eso es cierto? SoyBinbiniqegabenik,deYiqanuc,yjuroquelodichoesciertodeclar Binabik con una reverencia. Su corts gesto produjo una oleada de regocijo entre la muchedumbre. Y mantuvo su vigilia, y se confes? S! se apresur a intervenir Strangyeard en un tono agudo. Lo hizo, s! J osua contuvo una nueva sonrisa. En tal caso, dejad que Seomn se adelante. Cuando Binabik apoy brevemente su pequea mano en el brazo de Simn, ste dio unos pasos en direccin al prncipe y, luego, hinc una rodilla en la espesa y ondeante hierba. Un escalofro le recorri la espalda. J osua aguard un momento antes de hablar. Meprestasteisgrandesservicios,Seomn.Enunapocadegravespeligros arriesgasteis la vida por mi causa y volvisteis con un extraordinario premio. Ahora, ante los ojos de Dios y de vuestros compaeros, me dispongo a alzaros y concederos un ttulo y honores superiores a los que reciben otros hombres, pero a la vez deposito en vuestros hombros una carga superior a la que esos otros hombres tienen que soportar. J uris aceptarlo todo? Simn tom aire, para que su voz sonara segura, pero tambin con el fin de recordar las palabras que Deornoth tanto le haba inculcado. Quiero servir a J esuris Aedn y a mi seor. Levantar a los cados y defender a los inocentes. Nunca apartar mis ojos del deber. Prometo defender de los enemigos morales y materiales los dominios de mi prncipe. J uro esto por mi nombre y honor, con Elysia, la santa madre de Aedn, como testigo. J osua se acerc a l y apoy la mano sana en la cabeza de Simn. Os nombro mi hombre, pues, y os impongo los deberes de la caballera, Seomn declar, y seguidamente llam al escudero.J eremas dio unos pasos adelante. Aqu me tenis, prncipe J osua dijo con voz temblorosa. Trae su espada. Despus de una breve confusin la empuadura del arma se haba enganchado en la manga del padre Strangyeard, J eremas fue hasta ellos con la espada en su labrada vaina. Era una hoja erkyna bien pulida, pero vulgar por lo dems. A Simn le disgust, por espacio de unos instantes, que esa espada no fuese Espina, pero enseguida se ri a s mismoportamaapresuncin.Nuncaibaadarseporsatisfecho?Adems...qu bochorno, si Espina no se someta a los ritos y demostraba ser pesada como una piedra de molino! En tal caso, l habra hecho el ridculo. De repente, la mano que J osua haba posado en su cabeza le pareci tan plmbea como la famosa espada negra. Simn baj la vista para que nadie se fijara en su sonrojo. Cuando J eremas le hubo ceido la espada a Simn, el nuevo caballero desenvain la hoja, bes su empuadura e hizo la seal del rbol antes de depositar el arma en el suelo, delante de los pies de J osua. A vuestro servicio, seor! El prncipe retir la mano, sac a Naidel de su vaina y toc con ella los hombros de Simn. Primero el derecho, despus el izquierdo y, finalmente, de nuevo el derecho. Ante los ojos de Dios y de vuestros compaeros, levantaos, sir Seomn! Simn se alz tambaleante. Ya estaba. Era todo un caballero. Su mente pareca tan nublada como el amenazador cielo. Al cabo de un largo y silencioso minuto, estallaron los vtores. Horas despus de la ceremonia, Simn despert sobresaltado de una pesadilla de asfixiante oscuridad para encontrarse medio estrangulado por un nudo de mantas. Un dbil sol invernal iluminaba la rayada tienda de J osua, y unas tiras de luz roja surcaban, como si fuesen pintadas, el brazo de Simn. El joven se cercior de que realmente era de da. Haba dormido, pues, y todo no haba sido ms que un horrible sueo... Se incorpor gruendo para deshacerse de todo aquel lo de ropa de cama. Las paredes de lona de la tienda palpitaban bajo el azote del viento. Habra gritado? Esperaba que no fuese as. Resultara humillante despertar entre voces la misma tarde de haber sido investido caballero en premio a su valor. Simn... dijo alguien, y una pequea sombra apareci en la pared ms prxima a la puerta. Ests despierto? S, Binabik contest Simn, y alarg la mano para coger su camisa al mismo tiempo que el hombrecillo se agachaba para entrar. Descansaste bien? No es fcil permanecer despierto la noche entera y, a veces, luego cuesta conciliar el sueo. Dorm respondi Simn con un encogimiento de hombros, pero tuve un sueo extrao.El gnomo arque una ceja. Lo recuerdas? Simn trat de hacer memoria. No del todo. Se me ha ido de la cabeza. Era algo relativo a un rey, y creo que vi flores mustias... Ola a tierra... Simn mene la cabeza. Haba olvidado el resto. No importa. Binabik recorri la tienda del prncipe en busca de la capa del amigo. Cuando por fin la hall, se la arroj al recin armado caballero, que en aquel momento se pona los pantalones. Con frecuencia, tus sueos te trastornan agreg, y raramente te sirven para aumentar tus conocimientos. Lo mejor ser que no te esfuerces en recordarlos. Simn se sinti un poco desairado. Conocimientos?Ququieresdecir?Amerasuafirmquemissueos significaban algo. Tambin t y Gelo lo creais!Binabik suspir. Sloquisedecirquenotenemosmuchasuerteensuinterpretacin.En consecuencia, me parece mejor que, al menos por el momento, no te inquietes por eso. Debieras disfrutar tu gran da! La seriedad del gnomo fue suficiente para que Simn se avergonzara de su pasajero mal humor. Tienesrazn,Binabik!declaralaparqueseceaeltalabarte,cuyo desacostumbrado peso era una novedad ms en aquel da de milagros. Hoy no quiero pensar en nada..., en nada malo! Binabik le dio una cordial palmada. Ahora habla mi compaero de tantas aventuras! Salgamos. Aparte de cederte su tienda para que durmieses cmodo, J osua se ha encargado de que te aguarde una buena comida y, adems, goces de otros placeres. Simn y sus compaeros penetraron con los ltimos rezagados por la rada puerta de la Casa de la Despedida, en cuyo interior esparcan su clida luz las antorchas. La vasta pieza estaba llena de gente sentada sobre capas y mantas extendidas en el suelo, del que haban sido eliminados los siglos de musgo y hierba. Por doquier ardan pequeos fuegos destinados a la preparacin de comidas. En aquellos das no abundaban las excusas para celebrar algo, y los exiliados de muchos lugares y pases que ahora se encontraban all parecan decididos a pasarlo bien. Simn fue invitado a detenerse ante diversos fuegos para compartir una bebida de felicitacin, de modo que tard bastante rato hasta llegar por fin a la mesa principal, una maciza losa de piedra decorada que formaba parte de la pri-mitiva sala sitha y donde lo esperaban el prncipe y el resto de su compaa. Bienvenido, sir Seomn! exclam J osua, conduciendo a Simn al asiento que quedabaasuizquierda.NuestroscolonosdeNuevaGadrinsettnohanahorrado esfuerzos para hacer de este acontecimiento una gran fiesta. Hay conejo y perdiz, y creo quetambinpollo,ademsdericastruchasplateadasdelStefflod.Comedagusto, muchacho agreg en voz ms queda, inclinado hacia el joven caballero. A pesar de las semanasdepazdisfrutadasltimamente,Simnencontrqueelprncipepareca demacrado. Pronto empeorar el tiempo y, como los osos, tendremos que vivir de la grasa almacenada. Nueva Gadrinsett? pregunt Simn. En Sesuad'ra slo estamos de visita intervino Gelo. El prncipe tiene razn al considerar que sera presuntuoso dar a nuestro poblado el nombre de tan sagrado lugar. Y dado que Gadrinsett es el punto de origen de muchos de nuestros residentes, y el nombre es adecuado, ya que en lengua erkyna significa lugar de reunin, as he bautizado nuestra pequea ciudad de tiendas declar J osua, alzando su copa de metal batido. Nueva Gadrinsett! Todo el mundo se uni a su brindis. Losescasosrecursosqueofrecanlosvallesylasselvashabansidobien aprovechados. Simn comi con un entusiasmo que rayaba en el frenes. Haba estado en ayunas desde el anterior medioda, y durante gran parte de la noche en vela se haba distrado pensando instintivamente en manjares. Al final, el agotamiento le haba hecho olvidar el hambre, que ahora volva con gran intensidad. J eremas permaneca detrs de l y se encargaba de llenar nuevamente la copa de vino aguado cada vez que Simn la vaciaba. Al recin armado caballero no le haca demasiada gracia que su antiguo compaero de Hayholt le sirviera, pero J eremas insista en ello. Al llegar a Sesuad'ra el otrora aprendiz de cerero, atrado por los rumores de que J osuaestabaformandouncrecienteejrcitoconlosdesafectos,Simnsehaba sorprendido.NosloporelcambiadoaspectoquepresentabaJ eremas,sinoporla inverosimilitud de un nuevo encuentro entre ellos, sobre todo en tan extrao sitio. Pero, si la sorpresa de Simn fue grande, todava se asombr ms al descubrir que el amigo segua con vida y, principalmente, al conocer las aventuras corridas por l. Para J eremas, la supervivencia de Simn pareca ser un verdadero milagro, y por ello se haba puesto a su servicio como si ingresara en una orden religiosa. Dada la firme determinacin del chico, Simn acab por ceder, aunque no sin considerable turbacin. La desinteresada devocin desunuevoescuderoleproducaciertaincomodidad,ysesentamuchomsfeliz cuando, en algn momento, asomaba una pizca de su antigua y burlona amistad. Aunque J eremas peda una y otra vez a Simn que le contara todo cuanto le haba ocurrido, el aprendiz de cerero mostraba una reticencia a hablar mucho de sus propias experiencias.nicamenteexplicabaquelohabanobligadoatrabajarenlaherrera situada debajo del castillo, y que Inch, anterior ayudante de Morgenes, era un patrn muy cruel. Simn se imaginaba mucho de lo que J eremas no quera decir, y en silencio lo pona en la cuenta que le deba a aquel gigantn tan lento de palabras. Al fin y al cabo, l era ahora un caballero, y... acaso no figuraba eso entre los deberes de los caballeros? Administrar justicia...? Miris al vaco, Simn dijo lady Vorzheva, sacndolo de sus pensamientos. A la esposa de J osua ya empezaba a notrsele el embarazo. No obstante, conservaba algo de su aire salvaje, como un caballo o un pjaro que tolerase el contacto con los humanos, pero que nunca se dejara domar del todo. Simn record la primera vez que la haba visto cruzar el patio de Naglimund, preguntndose ya entonces cmo una mujer tan encantadorapodaparecertanterriblementedesgraciada.Ahoraselanotabams contenta, si bien an quedaba en ella una relativa dureza. Lo siento, seora. Pensaba en..., en los tiempos pasados, supongo respondi l con un sbito sonrojo, porque... qu conversacin poda uno mantener sentado a la mesa con la esposa de un prncipe?. Es un mundo extrao aadi. Vorzheva sonri divertida. En efecto, lo es. Extrao y preocupante. J osua se alz y golpe la mesa con su copa hasta que el abarrotado espacio qued en silencio.Cuandolamuchedumbredesuciascarasmiralprncipeyaquieneslo rodeaban, Simn tuvo una sbita y sorprendente revelacin. Toda aquella gente de Gadrinsett, que contemplaba boquiabierta a J osua, era l...! Eran todos iguales que l en otros tiempos. Siempre le haba tocado quedarse fuera y admirar desde lejos a las personas importantes. Ahora, en cambio, cosa maravillosa e increble, l figuraba entre la gente de categora y era un caballero sentado a la larga mesa del prncipe, con lo que otros lo miraban envidiosos. Sin embargo, era el mismo Simn de antes. Qu significaba eso? Nos hemos reunido por diversas razones anunci J osua. La primera y ms importante es la de dar gracias a nuestro Dios por estar vivos y a salvo en este lugar de refugio, rodeado de agua y protegido de nuestros enemigos. Adems estamos aqu para celebrar la vigilia del da de San Grenis, que es una festividad a respetar con el ayuno y la oracin silenciosa, pero que tambin debe ser festejada la vspera, con buenos manjares y vino! Dichoesto,J osualevantsucopaparacorresponderalasaclamacionesdela multitud. Cuando el vocero se hubo apagado, el prncipe sonri y continu: CelebramosasimismoelttulodecaballeroconseguidoporeljovenSimn, ahora sir Seomn. Otro coro de vtores. Simn se ruboriz. Todos presenciasteis cmo era armado caballero. Lo visteis tomar la espada y pronunciar el juramento. Lo que an no habis visto, es... su divisa! Se produjo un intenso murmullo cuando Gutrun y Vorzheva se inclinaron para sacar de debajo de la mesa un rollo de tela que, precisamente, haba estado junto a los pies de Simn. Isorn se adelant para ayudarlas, y entre los tres lo alzaron para extenderlo. He aqu el emblema de sir Seomn de Nueva Gadrinsett! declar el prncipe. SobreuncampodelistasdiagonalesgrisesyrojasloscoloresdeJ osua destacaba la silueta de una espada negra. Enroscado a ella como una enredadera, apareca un sinuoso dragn blanco cuyos ojos, dientes y escamas haban sido meticulosamente bordados en hilo escarlata. La muchedumbre grit entusiasmada. Viva el matador de dragones! aull un hombre, y otros lo imitaron. Simn baj la cabeza, sonrojado de nuevo, y rpidamente vaci su copa de vino. J eremas volvi a llenarla con orgullosasonrisa. Simn se bebi tambin sta. Todo resultaba glorioso, pero... en lo ms profundo de su corazn senta que faltaba algo muy importante. No el dragn, aunque l no lo haba matado, en realidad. Ni Espina,que desdeluegonoerasuespadaynisiquieratendrautilidadparaJ osua.Algonoera perfecto... Por el rbol! pens Simn, disgustado consigo mismo. Es que no vas a dejar de quejarte nunca, cabezahueca? J osua hizo sonar de nuevo su copa. Pero esto no es todo! anunci. No es todo!El prncipe pareca disfrutar mucho con aquel acto.Tiene que ser agradable para l presidir, por una vez, acontecimientos felices. Hay ms! exclam J osua. Otro regalo, Simn. Aungestosuyo,Deornothseapartdelamesaparadirigirsealfondodela estancia. El zumbido de las conversaciones volvi a aumentar. Simn tom otro trago de vino aguado y expres su agradecimiento a Vorzheva y Gutrun por los bordados hechos en su emblema, ensalzando la calidad de la preciosa labor hasta que ambas mujeres se echaronarer.Seguidamente,cuandovariaspersonassituadasalfondodelgento prorrumpieron en gritos y aplausos, Simn levant la vista y descubri que Deornoth regresaba con un caballo de color zaino. Simn qued boquiabierto. Es...? balbuci, dio un salto, se golpe la rodilla contra la mesa y cruz a toda prisa el abarrotado suelo. Hogarea! chill, a la vez que se abrazaba al cuello de la yegua que, menos emocionada que l, le roz suavemente el hombro con la nariz Pero... no dijo Binabik que Hogarea se haba extraviado? Y as era contest Deornoth, sonriente. Cuando Binabik y Sludig fueron atrapados por los gigantes, tuvieron que soltar a los caballos. Uno de nuestros grupos de exploradores encontr luego a tu yegua cerca de las ruinas de la ciudad sitha, al otro lado del valle. Es posible que Hogarea sintiera la presencia de los sitha que continuaban all, y se creyera segura, dado que, segn t dices, pas algn tiempo entre ellos. A Simn le dio rabia verse llorando. Haba tenido la certeza de que la yegua era una ms en la lista de amigos y conocidos perdidos aquel terrible ao. Deornoth aguard a que se hubiese enjuagado los ojos y dijo: La devuelvo a su sitio, junto a los dems caballos, Simn. Coma cuando me la llev de all. Podrs verla por la maana. Gracias, Deornoth, muchas gracias! musit el joven, antes de retornar a la mesa con paso inseguro. Una vez sentado y aceptadas las congratulaciones de Binabik, Sangfugol se puso de pie al pedrselo el prncipe. Como ha dicho el prncipe J osua, celebramos el ascenso a caballero de Simn refrend el arpista, con una reverencia de cara a la mesa de los personajes. Pero l no estuvo solo en su camino, ni en su valenta y sus sacrificios. Sabis que el prncipe ha nombradoprotectoresdelreinodeErkynlandiaaBinabikdeYiqanucyaSludigde Elvritshalla. Pero no termina aqu todo. De los seis valientes que partieron, slo tres lograron regresar... Y yo he compuesto esta cancin, confiando en que en los tiempos venideros ninguno de ellos sea olvidado. A un gesto afirmativo de J osua, arranc una delicada sucesin de notas al arpa que uno de los nuevos colonos haba construido para l, y empez a cantar. En el ms remoto norte, donde soplan vientos tempestuososy los dientes del invierno estn llenos de escarcha,de las profundas y eternas nievessurge una montaa, la fra Urmsheim. A la llamada del prncipe, seis hombrespartieron a caballo de la amenazada Erkynlandia.Sludig, Grimmric, el gnomo Binabik,Ethelbearn, Simn y el bravo Haestan. Buscaron stos la poderosa espada de Camaris,la negra Espina de la antigua Nabban,astilla de una estrella cada del cielopara salvar la torturada tierra del prncipe... Mientras Sangfugol tocaba y cantaba, no hubo murmullos, y el silencio cay sobre los all reunidos. El propio J osua escuchaba con suma atencin, como si la balada pudiese convertir en verdadero el triunfo. Las antorchas oscilaban. Simn bebi ms vino. Erayamuytarde.Slounpardemsicostocabantodava(Sangfugolhaba cambiado su arpa por un lad, y Binabik haba sacado su flauta a ltima hora), y el baile degeneraba ya ms o menos en tambaleos y risotadas. Simn haba bebido gran cantidad de vino y bailado con dos muchachas de Gadrinsett, una muy regordeta y la otra, su amiga,sumamentedelgada.Laschicasnohabandejadodesusurrarentreellas, impresionadasporsuincipientebarbayporloshonoresdequeSimneraobjeto, rindose de manera tonta cada vez que l intentaba entablar conversacin. Por ltimo, perplejo y ms que un poco irritado, les dio las buenas noches con un besamanos, como corresponda a un caballero, pero eso produjo en las jvenes nuevos ataques de nerviosa risa. Simn se dijo que eran slo dos chiquillas. J osua, por su parte, haba regresado al lugar de la fiesta despus de acompaar a lady Vorzheva a su aposento, y ahora conversaba tranquilamente con Deornoth. A ambos se los vea cansados. J eremas dorma en un rincn, decidido a no acostarse mientras Simn siguiera levantado, sin tener en cuenta que su amigo haba podido descansar hasta despus del medioda. En realidad, el propio Simn empezaba a pensar en el modo de escapar hacia su lecho cuando, de pronto, en la puerta de la Casa de la Despedida apareci Binabik. A su lado iba Qantaqa, olisqueando el ambiente de la gran sala con una mezcla de inters y desconfianza. El gnomo dej fuera a la loba y entr. Salud a Simn y se abri paso hasta el silln ocupado por J osua. As que le han preparado una cama? Bien! Binabik nos trae noticias agreg el prncipe de cara a Simn, que tambin se aproximaba. Buenas noticias! El gnomo asinti. Yonoconozcoaesehombre,peroIsornpareceopinarquesullegadaes importante. Se trata del conde Eolair, un hernystiro le explic a Simn. Acaba de ser tradoatravsdellagoporunodelospescadores,yahoraestaqu,enNueva Gadrinsett... recalc Binabik con una sonrisa, porque el nombre dado al poblado le parecaunainvencintorpe.Elcondesesientemuycansado,peroaseguratener importantesnoticiasparanosotros.Noslasdarporlamaana,sielprncipeest conforme. Naturalmente!declarJ osua,acaricindoselabarbapensativo.Toda noticia procedente de Hernystir es valiosa, aunque dudo mucho que el relato de Eolair sea satisfactorio. Podra serlo. En cualquier caso continu Binabik en voz ms baja Isorn dice que Eolair afirma haber averiguado algo significativo acerca de... y su voz se redujo todava ms ... de las Grandes Espadas. Oh!exclamDeornoth,sorprendido.J osuaguardsilencioduranteunos momentos. Bien...murmuralfin.Maana,dadeSanGrenis,quizsepamossi nuestro exilio permite abrigar esperanzas o no. Dicho esto, se levant e hizo girar su copa con los dedos. A la cama, pues! concluy. Maana, cuando Eolair haya podido reposar lo suficiente, os mandar llamar a todos. El prncipe cruz la estancia en direccin a la salida, y las antorchas hicieron saltar su sombra a lo largo de las paredes. A la cama, como ha dicho J osua! sonri Binabik de nuevo, y Qantaqa acudi para poner la cabeza debajo de la mano de su amo. Ser un da digno de recordar... No es cierto, Simn? El caballero recin armado slo pudo hacer un gesto afirmativo. 2 Cadenas de muchas clases LaprincesaMiriamelecontemplabaelmar.Denia,unadesusayaslehaba explicado que el mar era la madre de las montaas, que toda la tierra proceda del mar y volvera un da a l, del mismo modo que, segn se deca, Khandia haba desaparecido en las oscuras profundidades. Y, en efecto, las dos olas que golpeaban los acantilados sobre los que se alzaba el hogar de su infancia en Meremund parecan querer reclamar la rocosa costa. Para otros, el mar era madre de monstruos, tales como los kilpas y los kraken, los oruksylosabisuks.SabaMiriamelequeelnegrofondoeraunherviderodecosas extraas. Ms de un colosal e informe cuerpo haba ido a parar a las rocosas playas de Meremund para pudrirse al sol bajo la temerosa y fascinada mirada de los habitantes de la zona hasta que la marea volva a llevrselo a los misteriosos abismos. No caba duda de que el mar era cuna de grandes monstruos. Pero cuando la madre de Miriamele se fue para nunca ms volver, y el rey Elas qued sumido en una airada melancola por la muerte de su esposa, el ocano se convirti en una especie de padre para ella. A pesar de sus cambios de humor, ya que el mar se mostraba totalmente distinto a las horas del sol que por la noche, cuando brillaba la luna, ytremendamentecaprichosocuandolastempestadesagitabansusuperficie,aquella inmensa masa de agua haba llegado a ser una constante en su niez. Las olas la acunaban de noche, y cada maana despertaba entre las voces de las gaviotas. Apenas levantada, corra a la ventana para contemplar las velas que ondeaban cual flores de grandes ptalos en el puerto, debajo mismo del castillo de su padre. Elocanohabarepresentadomuydiversascosasparaella,yesoqueradecir mucho. Pero hasta ahora, cuando se encontraba apoyada en la barandilla de popa del NubedeEadne,con las cabrillas de la Verde Inmensidad extendindose hasta donde alcanzaba su vista, Miriamele no se haba dado cuenta de que el mar poda constituir tambin una crcel, un encierro tan seguro como si estuviese construido de piedra y hierro. CuandoelbarcodelcondeAspitispusorumbohaciaelsudestedeVinitta,en direccin a la baha de Firannos, llena de islas, Miriamele sinti por vez primera que el ocano se volva contra ella y la sujetaba con ms fuerza que la propia corte de su padre, con todo el ritual, o que los soldados que la rodeaban siempre con sus afiladas armas. De esos guardias haba logrado escapar, no? Pero... cmo iba a escapar de tantas millas de un mar vaco? Sera mejor ceder. Miriamele estaba cansada de luchar, cansada de ser tan fuerte. Los acantilados de roca se mantenan orgullosos durante un tiempo incalculable, pero finalmente caan al ocano. En vez de resistirse, era preferible flotar hacia donde las mareas la condujeran, como un trozo de madera, modelado por la accin de las corrientes pero en movimiento, siempre en movimiento. Aspitis no era mala persona, en el fondo. Desde luego no la trataba con la misma deferencia de dos semanas atrs, pero todava le hablaba amablemente..., al menos, si ella haca su voluntad. En consecuencia, la hara. Flotara como un palo abandonado, sin ofrecer resistencia, hasta que el paso del tiempo y los acontecimientos la arrojasen de nuevo a tierra. Una mano toc la manga de su vestido. Miriamele se volvi, sobresaltada, para hallarasuladoaGanItai.Elrostrodelaniski,surcadodeintrincadasarrugas, permaneca impasible, pero sus ojos, de motas doradas, parecan brillar aunque no les daba el sol. No quise asustaros, hija. ApoyadatambinenlabarandillajuntoaMiriamele,ambasdejaronvagarla mirada sobre las inquietas aguas. Cuando no hay tierra a la vista dijo la princesa al fin, uno podra creer que navega hacia el borde del mundo. Parece que no haya tierra en ninguna parte. Laniskimovilacabezaensentidoafirmativo.Losfinoscabellosblancos revoloteaban alrededor de su cara. Enocasiones,denoche,cuandoestoysolaencubierta,cantando,tengola sensacin de surcar el Ocano Infinito y Eterno, el que mi pueblo cruz para llegar hasta este pas. Dicen que el mar era negro como el alquitrn, aunque las crestas de las olas centelleaban como perlas. Mientras hablaba, Gan Itai extendi el brazo y le estrech la palma de la mano a Miriamele. Esta no se resisti, pese a su sorpresa e inseguridad, pero sigui con la vista fija en el mar. Instantes despus, los largos y coriceos dedos de la niski depositaron algo en su mano. El ocano puede ser un lugar solitario continu Gan Itai como si no supiera lo que su propia mano haca. Muy solitario. Cuesta encontrar amigos en l. Resulta difcil saber en quin se puede confiar... La niski retir la mano, que desapareci entre las amplias mangas de su vestimenta. Espero que tengis la suerte de conocer a gente en quien confiar..., lady Marya agreg. LapausahechaantesdepronunciarelfalsonombredeMiriameleera inconfundible. Lo mismo espero yo contest la princesa, excitada. Bien... Una sonrisa torci los delgados labios de Gan Itai. Os veo un poco plida.Quizsosresultademasiadofuerteelviento.Porqunobajisavuestro camarote? Laniskiinclinligeramentelacabezaantesdealejarsesobresusdescalzosy morenos pies, que la llevaban hbilmente por la oscilante cubierta. Miriamele la sigui con la vista, y luego mir hacia el gobernalle, donde el conde Aspitis hablaba con el timonel. El conde alz su brazo para librarse de la dorada capa con que el viento le haba envuelto todo el cuerpo. Al descubrir a Miriamele, le dedic una leve sonrisa, para volver enseguida a la conversacin con el marinero. En la sonrisa de Aspitis no haba nada inslito, salvo quizs una cierta superficialidad, pero la joven sinti que un sbito fro le oprima el corazn. Sin pensarlo, agarr con ms fuerza el rollo de pergamino que sostena en la mano, temerosa de que el vendaval pudiera arrebatrselo y hacerlo volar en direccin a Aspitis. Ignoraba por completo qu poda contener, pero algo le indicaba que l no deba verlo. La princesa se forz a caminar por la cubierta, siempre sujeta a la barandilla con su mano vaca. No tena, ni mucho menos, la seguridad de Gan Itai. En el apenas iluminado camarote, Miriamele desenroll con cuidado el pergamino. Tuvo que acercarlo a la vela para descifrar las diminutas y enrevesadas letras. Comet muchos errores,ley, ysqueyanoconfiisenm.Creed,sinembargo,queestaspalabrasson sinceras. Fui muchas personas, ninguna de ellas provechosa. Padreic era un imbcil; Cadrach, un granuja. Tal vez pueda llegar a ser algo mejor, antes de morir. Miriamele se pregunt de dnde habra sacado el monje el pergamino y la tinta, y al fin supuso que se lo habra proporcionado la niski. Al contemplar el dificultoso escrito, la joven pens en los dbiles brazos de Cadrach, que sostenan el peso de las cadenas, y experiment una punzada de compasin. Cunto habra sufrido para escribir aquello! Al mismo tiempo, por qu no la dejaba en paz? Si esta carta est en vuestras manos, Gan Itai cumpli lo prometido. Es la nica que merece vuestra confianza, a bordo, con excepcin de m, quiz. De sobra s que os enga y abandon. Soy un hombre dbil, mi seora, pero al menos os serv con mis advertencias, e intento hacerlo todava. No estis a salvo en este barco. El conde Aspitis es an peor de lo que yo supona. No es simplementeunrelucienteelementodelacortedelduqueBenigaris,sino tambin un siervo de Pryrates. Cierto es que yo os dije muchas mentiras, mi seora, y que os escond muchasverdades.Esoyanolopuedoarreglar,ahora.Misdedosestn cansados, los brazos me duelen. No obstante, quiero deciros esto: ningn ser vivoconocemejorqueyolamaldaddelsacerdotePryrates,nihaynadie, tampoco, que sea ms responsable de esa maldad, porque yo mismo lo ayud a convertirse en lo que es. El relato sera largo y complicado. Bastar con que os diga que, para mi eterna y horrible vergenza, yo entregu a Pryrates la llave de una puerta que nunca debi abrir. Peor todava: hice eso despus de saber cuan voraz bestia es. Yo ced por ser dbil y miedoso. Es lo peor que hice en toda una vida de lamentables errores. Creedmeahora,seora.Paramiangustia,conozcobienanuestro enemigo. Espero, pues, que me creis si os digo que Aspitis obedece no slo lasrdenesdelduqueBenigaris,sinotambinlasdelmalvadosacerdote rojo. En Vinitta lo saba todo el mundo. Tenisquehuir.QuizpuedaayudarosGanItai.Pordesgracia,me figuro que no seris tan poco vigilada como en Vinitta. Mi cobarde intento de fugaloimpedir.Ossuplicoqueabandoniselbarcoloantesposible, aunquenoscmoniporqu.BuscadrefugioenlaposadallamadaLa escudilladePelippa,deKwanitupul.CreoqueDinivanenviallaotras personas que tal vez puedan ayudaros a llegar junto a vuestro to Josua. Debo terminar a causa de los dolores. No pido que me perdonis. No lo merezco. En el borde del pergamino haba una mancha de sangre. Miriamele la contempl con los ojos baados en lgrimas hasta que alguien llam bruscamente a la puerta y el corazn empez a latirle con violencia. La princesa tuvo el tiempo justo de arrugar la nota antes de que Aspitis entrara. Mi hermosa seora dijo el conde, muy sonriente. Por qu os escondis aqu en la oscuridad? Venid a dar un paseo por la cubierta! El pergamino pareca arder en la mano de Miriamele, como si fuera un ascua. No...,nomeencuentrobien,seorbalbuciella,tratandodedisimularsu agitada respiracin. Ir en otro momento. Marya... insisti el conde. Ya os dije una vez que lo que me encantaba de voseraesafranquezaprovinciana...Acasoosconvertsahoraenunaremilgada cortesana? Se coloc a su lado, y su mano acarici el cuello de la joven. Venid! prosigui. No es de extraar que os sintis mal en este cubculo. Necesitisrespirarairepuro!Oquizprefirispermaneceraqu,enlaoscuridad susurrrozndoleellbulodelaorejaconloslabios.Talvezossintis simplemente... sola... Sus dedos recorrieron con delicadeza la garganta de Miriamele, suaves como una telaraa. La princesa mir la vela encendida. La llama danzaba delante de ella, pero todo lo dems se hallaba sumido en negras sombras. LasvidrierasdelsalndeltronodeHayholtsehabanroto.Losdesgarrados cortinajes impedan la entrada de las rfagas de nieve, pero no la del glido viento. Hasta el propio Pryrates pareca sentir el fro. Si bien an llevaba la cabeza descubierta, se abrigaba con un ropn rojo forrado de piel. Detodaslaspersonaspresentesenelsalndeltrono,sloelreyysucopero parecan insensibles al cortante aire. Elas se hallaba sentado en el Trono de Huesos de Dragn con los brazos desnudos y los pies descalzos, y, con excepcin de la gran espada envainada que penda de su cinturn, iba vestido de forma tan casera como si estuviera en sus aposentos privados. El monje Hengfisk, silencioso paje del rey, llevaba un rado hbito,lucaensurostrolaacostumbradayestpidasonrisayparecasentirsetan cmodo como su amo en aquel helado ambiente. ElSupremoReyestababienarrellanadoensuseotrono,conlabarbilla descansando sobre el pecho y sin perder de vista, por debajo de las espesas cejas, al sicario de Pryrates. En contraste con las estatuas de negra malaquita colocadas a cada lado del trono, la piel de Elas pareca blanca como la leche. Unas venas azules asomaban a sus sienes y a lo largo de sus enjutos brazos, sobresaliendo como si fueran a atravesar la carne. Pryrates abri la boca como si quisiese decir algo, pero la volvi a cerrar. Su suspiro fue el de un mrtir aedonita abrumado por la perversidad de quienes lo perseguan. Maldito seis, sacerdote! rugi Elas. Estoy decidido. El consejero del rey se limit a hacer un gesto de afirmacin. La luz de las antorchas haca relucir su calva cabeza como una piedra mojada. A pesar del viento que sacuda los cortinajes, la estancia pareca llena de una extraa quietud. Y bien? Losverdesojosdelmonarcabrillabanpeligrosamente.Elsacerdotesuspirde nuevo, esta vez con menos fuerza, y su voz son conciliadora cuando habl. Soy vuestro consejero, Elas. Slo hago lo que vos deseis de m: ayudaros a tomar la decisin ms conveniente. Pues lo que yo considero ms conveniente es que Fengbald elija unos hombres y se encamine con ellos al este. Quiero que J osua y su pandilla de traidores sean sacados de sus escondrijos y aplastados. Ya retras demasiado este asunto a causa de Guthwulf y de los titubeos de Benigaris de Nabban. Si Fengbald parte ahora, l y sus tropas alcanzarn la guarida de mi hermano dentro de un mes. Vos mejor que nadie, alquimista, sabis el invierno que nos espera. Si tardamos ms, las posibilidades sern nulas. El rey se tir de la piel de la cara, nervioso. En cuento al mal tiempo, no hay duda contest Pryrates, tranquilo. Lo nico quemeatrevoavolveraponerencuestineslanecesidaddeperseguiravuestro hermano. J osua no constituye una amenaza. Aunque contase con miles de hombres, no podra detenernos, y vuestra gloriosa, total y permanente victoria queda asegurada. Slo hace falta aguardar un poco ms. El viento cambi de direccin, con lo que los banderines que colgaban del techo se agitaroncomolasaguasdeunestanque.Elashizounchasquidoconlosdedos,y Hengfisk se apresur a acudir con la copa del rey. Elas bebi, tosi y volvi a beber hasta vaciar la copa. Una gota de humeante lquido negro penda de su mentn. Para vos es fcil decirlo gru el rey cuando hubo acabado el vino. Ya lo repetisteis muchas veces, por la sangre de Aedn! Pero ya esper demasiado, y estoy harto. La espera valdr la pena, Majestad. Lo sabis. El rostro del rey se puso momentneamente pensativo. Pero mis sueos se han hecho ms y ms extraos. Ms... reales, Pryrates. Es comprensible dijo el consejero, alzando los dedos en un gesto que quera resultar tranquilizador. Llevis sobre los hombros una gran carga, seor, pero todo se solucionar pronto. Otearis un reino de tal esplendor como no se ha visto jams en el mundo, si tenis paciencia. Estas cosas requieren su tiempo, como la guerra o como el amor. Bah! exclam Elas con un agrio eructo, de nuevo enojado. Qu diantre sabis vos de amor, eunuco bastardo? Los ojos de Pryrates, negros como el carbn, se estrecharon hasta formar slo dos ranuras, pero el rey contemplaba taciturno su espada Dolor y no se fij en ello. Cuando volvialevantarlavista,lacaradelsacerdoteeratanmansaypacientecomode costumbre. Cul es pues vuestro pago por todo esto, alquimista? Eh? Nunca lo entend! Aparte del placer de serviros, Majestad? La risa de Elas fue breve y seca, como el ladrido de un perro. S! Aparte de eso! Pryrates lo estudi unos instantes, y una fea sonrisa torci sus finos labios. Elpoder,naturalmente.Elpoderdehacerloqueyoquierahacer...Loque necesite hacer. Los ojos del rey se haban desviado hacia la ventana. Un cuervo posado en el alfizar se alisaba las negras plumas. Y qu es eso que queris hacer, Pryrates? Aprenderrespondielconsejero,ysucuidadamscaradediplomtico desapareci por unos segundos para dar paso a una sorprendente expresin infantil..., aunque la de un nio terrible y codicioso. Quiero saberlo todo! Y para eso necesito poder, que es una especie de permiso. Hay secretos tan misteriosos y profundos que el nico modo de descubrirlos consiste en rajar el universo y hurgar en las mismsimas entraas de la Muerte y el No Ser. Elas pidi nuevamente la copa. Segua observando al cuervo, que daba pequeos saltos en el alfizar y lade la cabeza para devolverle la mirada al rey. Hablis de manera extraa, sacerdote. La Muerte? El No Ser? Acaso no son una misma cosa? Pryrates esboz una risita maliciosa, aunque ambigua. Oh, no , Majestad! Ni remotamente! Elas dio una sbita media vuelta en su trono y asom la cabeza por un costado del amarillento crneo de colmillos como dagas del dragn Shurakai. Maldito seas, Hengfisk! tron. No viste que te peda la copa? Me arde la garganta! Elmonjedeojossaltonescorrijuntoasusoberano.Elastomlacopacon cuidado y, tras dejarla en sitio seguro, golpe a Hengfisk en un lado de la cabeza con tal rapidez y fuerza, que el hombre cay al suelo como tocado por el rayo. Como si nada, el rey se tom la caliente bebida. El monje yaci durante largo rato, desmadejado como una medusa, antes de ponerse nuevamente de pie para retirar con delicadeza la copa ya vaca. Pese a todo no haba desaparecido de su cara la idiota sonrisa. Si acaso, an se lo vea ms amableysumiso,comosielsoberanolehubieradadounamuestradegranafecto. Hengfisk salud una serie de veces con la cabeza y volvi a retirarse a las sombras. Elas ni le hizo caso. Queda acordado, pues. Fengbald se llevar la guardia erkyna y una compaa de soldados y mercenarios en su camino hacia el este, y de regreso me traer, clavada en la punta de una lanza, la sermoneadora cabeza de mi hermano, contrada en una ltima mueca. Suponis que las nornas aceptarn ir con Fengbald? Son fieras luchadoras, y nada les importan el fro ni la oscuridad. Pryrates levant una ceja. No lo creo probable, mi seor. No parece gustarles viajar de da, ni les hace gracia la compaa de los humanos. Resultanpocotilescomoaliadas,entoncesdijoElas,ceudo,mientras acariciaba la empuadura de Dolor. Squesonvaliosas,Majestad!afirmPryrates,siempresonriente.Nos prestarn buen servicio cuando las necesitemos de veras. De ello se ocupar su reina, vuestra ms importante aliada. El cuervo parpade con su dorado ojo, emiti un spero grito y ech a volar. El rado cortinaje se agit cuando el pjaro alete de cara al acerado viento. Puedo sostenerlo? Maegwin extendi los brazos. Con cierta expresin de temor en su sucio rostro, la joven madre le entreg el nio. Maegwin no pudo dejar de preguntarse si la mujer tena miedo de ella, la hija del rey, con sus ropas de luto y singulares maneras. Temo tanto que se porte mal, seora! dijo la joven. No ha cesado de llorar en todo el da. Me vuelve loca. Y es que el pobrecillo est hambriento, pero no quiero que os moleste con sus gritos, seora. Tenis cosas ms importantes en que pensar. Maegwin sinti que se derreta un poco el hielo que haba tocado su corazn. No os preocupis por eso dijo, y alz juguetona al sonrosado beb, que pareca a punto de berrear de nuevo. Cmo se llama, Caihwye? La madre la mir sorprendida. Me conocis, seora?Maegwin sonri con tristeza. No quedamos tantos... Bastante menos de mil, en todas estas cavernas. No somos tantos en Hernystir Libre para que resulte difcil recordar los nombres. Caihwye asinti con los ojos muy abiertos. Es terrible musit. Probablementehabrasidobonitaantesdelaguerra,peroahorahabaperdido dientes y estaba espantosamente delgada. Maegwin tuvo la certeza de que le daba al hijo la mayor parte de la comida que consegua. Cmo se llama el pequeo? repiti la princesa. Oh! Siadreth, seora. Era el nombre de su padre. Caihwye mene la cabeza con pena, y Maegwin no os preguntar por el tocayo del nio. Para la mayora de los supervivientes, la suerte de muchos padres, maridos o hijos era tristemente previsible. Casi todas las historias terminaban con la batalla de Inniscrich. Princesa Maegwin... advirti el viejo Craobhan, que haba permanecido en silencio hasta entonces. Debemos irnos. Hay ms gente esperndoos. Tenis razn reconoci ella, y devolvi cuidadosamente a su madre el nio, cuya menuda cara rosada ya se preparaba otra vez para hacer pucheros. Es una criatura muy hermosa, Caihwye. Que todos los dioses la bendigan y que la propia Mircha le d buena salud! El da de maana ser un buen mozo. Caihwye sonri complacida y acun al pequeo Siadreth en su regazo hasta que el chiquillo olvid los lloros. Gracias, seora. Me alegra que hayis regresado bien.Maegwin, que ya haba dado media vuelta, se detuvo. Regresado? La joven madre se asust, preocupada por haber dicho quizs algo indebido. Me refiero a vuestro regreso de las profundidades, seora balbuci, al mismo tiempo que sealaba hacia abajo con su mano libre. De esas cavernas subterrneas. Los dioses deben de protegeros, para que pudierais volver de tan tenebroso lugar. Maegwin qued indecisa unos momentos, y luego se esforz en sonrer. Supongo que as es. S, Caihwye. Yo tambin me alegro de haber