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DANIEL PASSANITI ÉTICA Y ECONOMÍA A la luz de la Doctrina Social de la Iglesia
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May 03, 2018

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DANIEL PASSANITI

ÉTICA Y ECONOMÍA

A la luz de la Doctrina Social

de la Iglesia

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Passaniti, Daniel Ética y economía la. ed. - Buenos Aires: Centro de Investigaciones de Ética Social (CIES), Fundación Aletheia, 2006. 272 p. 23xl6 cm.

ISBN 987-23088-0-2

l. Filosofia-Economfa. l. Titulo CDD 100:330

Impreso por Editorial Dunken Ayacucho 357 (C1025AAG)- Capital Federal Tellfax: 4954-7700 1 4954-7300 E-mail: [email protected] Página web: wwW.dunken.com.ar

Hecho el depósito que prevé la ley 11. 723 Impreso en la Argentina C> 2006 Daniel Passaniti ISBN-lO: 987-23088-0-2 ISBN-13: 978-987-23088-0-3

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PONTIFICIUM CONSIUUM DE CULTURA

Prot. 1200/2005

Muy apreciado Dr. Passaniti:

Vaticano, 29 de octubre de 2005

He recibido sus dos atentas cartas de 11 de los corrientes, con las que me infonna de la invitación que el Consejo Pontificio Justicia y Paz ha enviado a la Fundación A.letheia para participar en el Primer Encuentro Continental sobre el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, y de la realización de las XII Jornadas Nacionales de Ética Social y Económica, celebradas el 29 de septiembre pasado.

El tema escogido para las Jornadas de este afio no podia ser de mayor intcris para el Consejo Pontificio de la Cultura. El binomio cultura y desarrollo, al que apunta el titulo del encuentro, ya fue seftalado hace tiempo por la UNESCO como uno de los aspectos claves para la estabilidad y el progreso de los pueblos. Por su parte, los Swnos Pontffices no han dejado de recordar esta verdad elemental, a saber, que no puede haber verdadero progreso si no es de todos los hombres y de todo el hombre, lo cual implica el crecimiento del hombre en todas sus faeetas, expresión de la cultura. Por otra parte, a las cuatro colunmas que para Juan XXIII sostenian la paz en el mundo, hoy podriamos ailadir una quinta: la identidad cultural. No habrá paz ni estabilidad, dentro o fuera de los Estados. si no se respeta la identidad cultural de un pueblo, que en el caso de la Argentina, está profunda e irreversiblemente marcada por la fe católica

Con mis mejores deseos para la Fundación Aletheia y el CIES, le envio desde Roma un cordial saludo, que ruego extienda a cuantos colaboran en esta institución.

Suyo afino. en Cristo

Cr. Daniel P ASSANn1

Presidente OES-Fundaci6n Aletheia Tacuarf 352 C 1081 AAHH CRJDAD DE BUENOS AIRES ARGENTINA

PaulCardenalPoupard Presidente

00120CITTÁ DEL VATICANO TBL. (+39) 06 698.93811 PAX (+39)06 698.11368-06 698.87165 e-mail: cullln@c:ullr.Ya

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~~·~.,-~. ~ ..... ~ ~ J-6 ~ .. J-6 .!iL.

27 de abril de 2006

Estimado Presidente:

Me complazco en acusar recibo de su amable carta del 29 de marzo pasado, a la que adjunta la información de las principales actividades organizadas por el cms - Fundación Aletheia para el presente afio. Me congratulo con Ustedes por la importantfsimli cuestión que abordarán, es decir, el respeto de los derechos humanos, cuya <<fuente última no se encuentra en la mera volwrtad de los seres humanos, en la reiw.dad del Estado o en los poderes públicos, sino en el hombre mismo y en Dios su Creador>> (Compendio de la doctrina social de la Iglesia, 153).

( ... ) En1re las próximas actividades del Pontificio Consejo <<.Justicia y Paz»

se encuentran un Seminario Internacional sobre el tema de la conupción y una Conferencia Internacional sobre el estudio de la doctrina social de la Iglesia y las Universidades Pontificias y Católicas, que como Usted recordará fue una de las iniciativas surgidas del Encuentro Continental en México.

Hago votos para que todas las iniciativas ~das por esta itqx>rtante y seria Fundación, den frutos abundantes que favorezcan el crecimiento ético y moral de la sociedad. A la vez lo animo a que no cese en su empefio por favorecer que la doctrina social de la Iglesia deje de ser Jmestro "tesoro mejor guardado".

Cordialmente,

Cr. Daniel P ASSANITI Presidente Fundación ALimmiA

~t;,r~~,~~

Renato Raffaele Card. Martino Presidente

Tacuari 352- Cl071AAH-Buenos Aires ÁRGENTIN~

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A mi esposa Li/iana y a mis hijos

María Virginia, Pablo Javier y Martín Alejandro

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AGRADECIMIENTO

Agradezco el valioso aporte y las sugerencias realizadas por la Dra. Maria C. Donadío Mággi y la Lic. Belén Pagone para la redacción fmal de esta obra. No obstante, quedan bajo la exclusiva responsabilidad del autor los contenidos y las opiniones vertidas en la misma.

Daniel Passaniti Buenos Aires, junio de 2006

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INMEMORIAM

Hubiese deseado terminar este libro un par de años antes, pero responsabilidades y ocupaciones diarias me han permitido hacerlo recién ahora, a casi dos años de la muerte del Dr. Carmelo Eugenio Palumbo (13-9-2004). Es por ello que quiero con esta obra rendirle homenaje, pues él ha sido el principal motivador e inspirador de la misma.

A quienes estuvimos muy de cerca acompaftándolo en sus obras, Palumbo siempre nos exhortaba a estudiar y a escribir; quería que su Guía para un estudio sistemático de la Doctrina Social de la Iglesia fuese complementada y profundizada con otros trabajos que encarnaran el Magisterio Social de la Iglesia en los ámbitos particulares de la economía, la política, el derecho, la educación, la ciencia y la técnica.

Esa fue, precisamente, una de las motivaciones principales de este libro, cuyo titulo fue por él mismo sugerido: Ética y economía, a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia. Con todas sus limitaciones, por cierto, este trabajo pretende responder a esa solicitud manifestada reiteradamente por Palumbo y, a la vez, rendir un sincero y profundo homenaje en su memoria.

Daniel Passaniti Buenos Aires, junio de 2006

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INTRODUCCIÓN

En una de sus últimas encfclicas, Juan Pablo ll expresó: "En el ámbito de la investigación científica se ha ido imponiendo una mentalidad positivista que, no solo se ha alejado de cualquier referencia a la visión cristiana del mundo, sino que, y principalmente, ha olvidado toda relación con la visión metafisica y moral. Consecuencia de esto es que algunos científicos, carentes de toda referencia ética, tienen el peligro de no poner ya en el centro de su interés la persona y la globalidad de su vida. Más aún, algunos de ellos, conscientes de las potencialidades inherentes al progreso técnico, parece que ceden, no solo a la lógica del mercado, sino también a la tentación de un poder demiúrgico sobre la naturaleza y sobre el ser humano mismo".'

Precisamente, y en virtud del positivismo cientffico que ha invadido los claustros universitarios y casi todos los ámbitos del saber, uno de los objetivos del presente trabajo es exponer los principios rectores que emanan de la Doctrina Social de la Iglesia en materia social y económica y, desde esta perspectiva, analizar los presupuestos filosóficos de la economía de mercado y la ética del sistema capitalista actual.

Como trataremos de demostrar, la conflictiva realidad social y económica que se ha venido gestando a partir de las últimas décadas del siglo pasado exige la necesidad de volver a plantear el porqué y para qué de la economía, para ubicarla en su justa dimensión y subordinarla, como ·actividad humana y como disciplina cientffica, a los preceptos normativos de la ética natural y cristiana. El desconocimiento o la no aplicación de estos principios normativos y operativos se constituyen como verdadero obstáculo si de lo que se trata es alcanzar la meta del auténtico desarrollo humano.

Por tales razones, por esa misma necesidad de reconstruir la economía a partir de un fundamento ético y cristiano, y de promover un desarrollo que se corresponda con la dignidad del hombre y de todos los hombres, surge la ineludible responsabilidad de los laicos. Al respecto, en su mensaje con motivo de la Cuaresma del presente afio, el Papa Benedicto XVI expresó:

1 Juan Pablo ll: Fides et ratio, 46.

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"Con la misma compasión de Jesús por las muchedumbres, la Iglesia siente también hoy que su tarea consiste en pedir a quien tiene responsabilidades politicas y ejerce el poder económico y fmanciero que promueva un desarrollo basado en el respeto de la dignidad de todo hombre".2 En referencia a los estudiosos católicos de la economía, hace poco más de cincuenta aiios, Francisco Valsecchi los exhortaba a sentirse comprometidos con su ciencia al servicio de las verdades supremas, a que tuvieran el valor de creyentes y el valor de hombres de ciencia, y fueran ellos los artífices de la reconstrucción ética y cristiana de laeconomia.3

La presente obra sobre ética y economía ha sido escrita a la luz de las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia, las que recientemente fueron compendiadas por el Pontificio Consejo "Justicia y Paz" para facilitar su estudio y difusión. También el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia exhorta al laico cristiano para que sepa discernir los modelos de desarrollo a la luz de los principios normativos del Magisterio Social de la Iglesia: "Ante la complejidad del contexto económico contemporáneo, el fiel laico deberá orientar su acción por los principios del Magisterio social. Es necesario que estos principios sean conocidos y acogidos en la actividad económica misma: cuando se descuidan estos principios, empezando por la centralidad de la persona humana, se pone en peligro la calidad de la actividad económica ( ... ). El compromiso del cristiano se traducirá también en un esfuerzo de reflexión cultural orientado sobre todo a un discernimiento sobre los modelos actuales de desarrollo económico-social. La reducción de la cuestión del desarrollo a un problema exclusivamente técnico llevaría a vaciarlo de su verdadero contenido que es, en cambio, la dignidad del hombre y de los pueblos".4

2 Mensaje de S.S. Benedicto XVI, para la Cuaresma 2006. Vaticano, 29-9-2005. 3 Francisco Valsecchi: La reconstrucción de la ciencia económica sobre el fundamento

ético cristiano. Cursos de Cultura Católica, Escuela Superior de Economia. Buenos Aires, 1952.

4 Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, Nro. 563 (Edición de la Conferencia Episcopal Argentina, Buenos Aires, 2005).

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PARTE 1 LA CUESTIÓN ECONÓMICA ACTUAL

Los· dos primeros capítulos tienen por objeto describir algunos de los aspectos salientes de la conflictiva realidad que presenta el ordenamiento económico actual y, a la vez, exponer los presupuestos filosóficos que pare­cen ser la causa primera y originante de la misma. Hablamos de "cuestión económica", entendiendo por dicho concepto aquellas deficiencias, obstácu­los o perturbaciones vigentes en un orden económico determinado que des­virtúan la propia fmalidad de la Economía.

La descripción de notas relevantes del actual ordenamiento económico y el enunciado de los presupuestos filosóficos del modelo global vigente, no pretenden agotar el tema en toda su amplitud; ambos capítulos se presentan a modo introductorio y servirán como punto de partida para el posterior análi­sis de la economía, del orden económico y del proceso económico desde la perspectiva de la ética social y cristiana.

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CAPímOl ALGUNAS NOTAS RELEVANTES

Nuestro tiempo está marcado por el complejo fenómeno de la globalización económico-financiera, esto es, por un proceso de creciente integración de las economías nacionales, en el plano del comercio de bienes y servicios y de las transacciones financieras ( ... ). Analizando el contexto actual, además de identificar las opor­tunidades que se abren en la era de la economia global, se descu­bren también los riesgos ligados a las nuevas dimensiones de las relaciones comerciales y financieras. No faltan, en efecto, indicios reveladores de una tendencia al aumento de las desigualdades, ya sea entre países avanzados y países en vías de desarrollo, ya sea al interno de los países industrializados. La creciente riqueza eco­nómica, hecha posible por los procesos descritos, va acompañada de un crecimiento de la pobreza relativa ( ... ). El desarrollo de las finanzas., cuyas transacciones han superado considerablemente en volumen a las reales, corre el riesgo de seguir una lógica cada vez más autoreferencial, sin conexión con la base real de la economía ( ... ).Una economía financiera confin en sí misma está destinada a contradecir sus finalidades, ya que se priva de sus raíces y de su razón constitutiva, es decir, de su papel originario al servicio de la economía real y, en definitiva, de desarrollo de las personas y de las comunidades humanas.

COMPENDIO DE LA DocTRINA SociAL DE LA IGLESIA, 361 Y 362,368 Y 369.

Los profundos y rápidos cambios acontecidos a partir de la década de 1980 (desintegración del mundo socialista, revolución tecnológica e infor­mática, aparición de nuevos paradigmas sociales y económicos, auge de los mercados financieros, entre otros) han hecho emerger una nueva era, un nuevo ordenamiento mundial y una nueva cuestión social y económica. Al­gunas caracterlsticas y notas relevantes de esta realidad emergente son:

l. La era global

Mucho se ha escrito sobre el tema y son varias las defmiciones y con­ceptos que se han vertido sobre la globalización. Convenimos en que la

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misma se identifica con el proceso de extensión e intensificación de las relaciones sociales, polfticas, económicas y culturales entre los distintos paí­ses; proceso que responde a múltiples causas -politicas, económi.cas, tecno­lógicas, culturales- y que tiene a la vez múltiples impactos.

La desintegración del mundo socialista, la aceptación generalizada de la economía de mercado, la expansión de empresas transnacionales, el flujo masivo de capitales y de información a nivel mundial, el desarrollo de la tecnología informática y de las telecomunicaciones, de igual fonna que la internacionalización de valores, el turismo de masas y la uniformidad en las pautas de consumo, son -entre otras- las causas que han hecho del mundo un mundo global.

En cuanto a sus impactos, este fenómeno ha generado un nuevo contexto político y una nueva geografia del poder, en donde la autonomía decisional y la propia soberanía del Estado-nación están fuertemente condicionadas por el peso gravitante de los centros hegemónicos del poder económico mundial. Lo local parece ser desplazado por lo global. Ello repercute y condiciona la finalidad propia del Estado: el bien común, principio ordenad~r de la vida social y económica de toda comunidad.

Ha generado también un nuevo contexto económico, ya que se ha debili­tado el grado de territorialidad de las actividades económicas, se han reduci­do el espacio y el tiempo en virtud de las nuevas tecnologías desarrolladas en el campo de la informática y de las telecomunicaciones. La nueva econo­mía tiene nuevas dimensiones porque el mercado es hoy un mercado global y virtual.

El modelo económico global prevaleciente en los últimos veinte años ha hecho del mercado un dogma, promoviendo políticas y reformas estructura­les (Consenso de Washington, 1989) que condicionaron gravemente la senda del desarrollo de varias naciones, particularmente de América Latina.

Afirma al respecto Lester Thurow: "En lugar de un mundo donde las politicas nacionales orientan las fuerzas económicas, la economía global crea un mundo en el cual las fuerzas geoeconómicas extranacionales dictan politi­cas económicas nacionales. Con la internacionalización, los gobiernos nacio­nales pierden mucho de sus recursos tradicionales de control económico". 1

Quizás uno de los impactos menos perceptibles de este fenómeno global es la uniformidad cultural que se difunde a través de los medios de comuni­cación social y que se ve reforzada por los negocios internacionales y el

1 Lester Thurow: Elfoturo del capitalismo. Ed. Vergara, Buenos Aires, 1996, pág. 141.

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turismo de masas. Nueva escala de valores que diluye la identidad de las naciones y que va imponiendo nuevas pautas de consumo, de producción, nuevas formas de comunicación y de esparcimiento.

Este fenómeno global, que reconoce múltiples causas y que ocasiona impactos en diversos campos, es realidad evidente de la presente era, pero en sí mismo no es ni bueno ni malo. Sus consecuencias positivas o negativas, sus ventajas o desventajas, dependerán, en última instancia, de las premisas éticas y culturales que lo fundamenten y de la forma en que los pueblos y naciones se preparen para enfrentar el nuevo contexto político, económico, social y cultural que ha originado la profundización de este fenómeno a partir de la década de 1980.

Desde el punto de vista ético -afumó Juan Pablo 11- la globalización económica puede tener una valoración positiva, como es la mayor eficiencia y el incremento de la producción, realizando así de mejor forma el servicio a la familia humana; pero también, puntualiza Juan Pablo 11, dicha globalización puede tener consecuencias negativas, cuando se rige exclusivamente por las leyes del mercado aplicadas según las conveniencias de los poderosos, entre otras: la economfa considerada como valor absoluto, el desempleo, la in equidad social, la competencia injusta. 2

También expresó Juan Pablo 11: "La globalización no es, a priori, ni , buena ni mala. Será lo que la gente haga de ella. Ningún sistema es un fin en si mismo, y es necesario insistir en que la globalización debe estar al servi­cio de la persona humana, de la solidaridad y del bien com6n'',3

Reconocer que la globalización es un fenómeno de nuestro tiempo y que tiene ventajas y aspectos positivos, no supone que el desarrollo. económico y el progreso de los pueblos deviene mágicamente en virtud de la misma por la generalización y aplicación de las leyes del mercado. Por el contrario, y sin caer en posturas extremas y utópicas como la sustentada por los movimien­tos radicales antiglobalización, hay que reconocer también que el adveni­miento de un mundo global, sustentado en falsas premisas filosóficas, ha ocasionado graves asimetrfas entre paises y en el seno mismo de muchos de ellos.

Por tales razones, la pretensión de un modelo hegemónico y global, impuesto como dogma inexorable, ha sido y es seriamente cuestionada; entre otras razones, en virtud del pragmatismo económico y político que funda-

2 Juan Pablo ll: Ecclesio in América, 20. 3 Juan Pablo 11: Academia Pontificio de Ciencias Socia/e$, 27-4-2001.

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menta dicho modelo y que ha caracterizado las relaciones Norte-Sur, hacien­do peligrar la viabilidad y existencia de muchas naciones, configurando ello nuevas formas de colonialismo.•

2. Economfa de mercado y democrada, paradigmas absolutos de la globalizadón

Con la caida del régimen colectivista, la economía de mercado y la democracia emergen coino paradigmas absolutos y como verdades dogmáti­cas de la nueva era posterior a la Guerra Fria, todo ello en defensa de la libertad económica y política.

Sin embargo, y como veremos con mayor detalle en el Capitulo 11, el presupuesto de máxima eficiencia y productividad que lleva implícito el sistema capitalista emergente ocasiona un nuevo· conflicto, ya que resulta dificil armonizado con el precepto de igualdad que sustenta la democracia. En efecto, eficiencia y equidad social resultan incompatibles en el nuevo contexto global, en virtud del grave proceso de marginación que excluye a gran parte de la humanidad de los beneficios derivados del adelanto científi­co, tecnológico y económico. La meta del desarrollo humano parece inacce­sible para muchos.

Por otra parte, las cuestiones más importantes que hacen a la vida social, política y económica de la mayoría de los paises resultan condicionadas por los intereses de los grandes operadores económicos; como algunos analistas observan, una elite tecnocrática, minoritaria y supranacional, identificada con el pensamiento único y global, opera pragmáticamente subordinando a dichos fines utilitarios la suerte de muchas naciones.

El mercado no es democrático, afirmó Paolo Savona; se oculta el poder de las grandes corporaciones y de otras fuerzas de presión en el mercado, opinó John Galbraith; en la misma sintonía, Alvin Toftler habló de la terce­ra ola caracterizada por el poder de las minorías asociado a la información y al conocimiento, principio herético que no se compadece con la democracia de masas pregonada por el modelo global como verdad irrefutable.

Por su parte, Raúl Cuello afirma: ''El poder que les otorga el neoliberalismo a las grandes corporaciones hace que el mercado esté dirigido por aquellos que manipulan las instituciones y tergiversan la lógica fundamental del liberalis-

• Juan Pablo 11: Derecho de los pueblos y naciones, ONU, l99S.

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mo, que consiste en que la soberanía del consumidor canaliza los recW'sos para satisfacer la demanda ( ... ). El neo liberalismo fracasa porque no puede hacer coincidir los intereses del capitalismo con las necesidades hwnanas y el creci­miento económico con la justicia social" .5

Se pregunta Juan Pablo ll si se puede afinnar que después del fracaso del comwrismo el sistema vencedor sea el capitalismo, si es ese el modelo que debe proponerse a efectos de conseguir el progreso económico y social de los pueblos. Reconoce el Papa que la respuesta es compleja, y precisa los funda­mentos de dicho sistema: "Si por capitalismo se entiende un sistema económi­co que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la econo­mía, la respuesta ciertainente. es positiva, aunque quizá seria más apropiado hablar de 'economía de empresa', 'economía de mercado', o simplemente de 'economía libre'. Pero si por capitalismo se entiende Wl sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en Wl sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad hwnana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa".'

La aceptación wriversal de la economía de mercado y del sistema capi­talista no supone la existencia de Wl único modelo o sistema aplicable por igual en todas las naciones. En efecto, los distintos presupuestos éticos, filosóficos y culturales que lo fundamentan han dado lugar a diferentes capitalismos dentro de la misma economía de mercado (capitalismo anglo­sajón, capitalismo CW'Opeo, capitalismo asiático, entre otros).

3. Dimensión fbum.dera

El nuevo ordenamiento global se articula sobre Wla base economicista en la que se destaca la hegemonía del capital financiero, cuya magnitud no registra precedentes; el divorcio entre la economía real y las finanzas es cada vez mayor. En efecto, según las estadísticas, el mercado mWidial de divisas, que en 1970 oscilaba entre los US$ 10.000 y 20.000 millones y en 1983 en los US$ 60.000 millones, en la actualidad maneja alrededor de US$ 1,9 billones diarios, más de ciento cincuenta veces el comercio diario internacional.

5 Raúl Cuello: Bases para la recuperación integral de la Argentina. El Ateneo, Buenos Aires, 2003, págs.I46-148,149.

6 Juan Pablo 11: Centesimus annus, 42.

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Según el informe anual de la Organización Mundial de Comercio (OMC), en el 2005 las exportaciones reales de bienes y servicios ascendieron a US$ 9,5 billones, 22,5% del Producto Bruto Mundial, mientras que los flujos de capital y el mercado de derivados representaban US$ 21 O billones, cinco veces el Producto Bruto Mundial (PBM= US$ 42 billones, aproximadamente).

Un dato más para corroborar el predominio de los mercados financieros en la economía mundial: al inicio de 1960 las 2/3 partes de las operaciones internacionales correspondían a la economía real, el resto a la corriente financiera; actualmente el 98% del total de transacciones de divisas son especulativas y solo un 2% se relacionan con la economía real: "Lo que ha sucedido es que los mercados de divisas han sido prácticamente copados por las transacciones puramente especulativas, o sea aquellas cuya única finali­dad es obtener un beneficio en virtud del cambio de valor de las monedas mismas. En contraste con ello, la economía real, vale decir las transacciones vinculadas a la compra y venta de bienes y servicios en el exterior, inclui­das la inversiones de cartera, han quedado relegadas a un mero espectáculo de entretenimiento en el casino mundial del juego especulativo con las divisas".7

Estas cifras demuestran el desmesurado predominio de las fmanzas, burbujas especulativas gigantescas que generan riquezas no asociadas a la economía real ni al trabajo, con una alta volatilidad que afecta el equilibrio global del sistema y la autonomía de decisión de muchos Estados.

Las recurrentes crisis financieras producidas en las últimas décadas (Méxi­co, Sudeste asiático, Rusia, y otras) revelan la subversión económica inhe­rente al modelo global: el dinero ha dejado de ser un instrumento de cambio para pasar a ser la principal mercancía y fuente de poder; la autonomía propia de los mercados financieros condiciona gravemente la economía real de las naciones.

A esta plutocracia o poder tiránico del dinero hizo referencia Pío XI: "Dominio ejercido de la manera más tiránica por aquellos que, teniendo en sus manos el dinero y dominando sobre él, se apoderan también de las finanzas y sei\orean sobre el crédito, y por esta razón administran, diríase, la sangre de, que vive toda la economía y tienen en sus manos así como el alma de la misma, de tal modo que nadie puede ni aun respirar contra su voluntad".8

7 Bemard Lietaer: El foturo del dinero, Errepar-Longseller, Buenos Aires, 2005, pág. 78. 8 Pio XI: Quadragesimo anno, 106.

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4. Paradoja del desarrollo mundial

Decíamos anteriormente que resulta dificil en la actual economía de mercado armonizar la eficiencia con la equidad social; a pesar de los adelan­tos tecnológicos y del aumento del potencial productivo y económico, la meta del desarrollo parece no ser viable para gran parte de la humanidad. El reciente Informe sobre Desarrollo Humano de Naciones Unidas expresa: "Uno de los principales obstáculos para el desarrollo humano es la extrema desigualdad entre los paises y al interior de ellos, lo que constituye un poderoso freno al progreso".9

Las estadísticas reflejan esta paradójica realidad: según el PNUD, 2005, el Producto Bruto Mundial en los últimos cuarenta y tres aflos se ha multipli­cado por doce, aumentó de 3 billones a 36 billones de dólares (1960-2003), mientras que el 5% más rico del mundo tiene ingresos superiores en ciento catorce veces al 5% más pobre y el 1% más rico tiene ingresos iguales al 57% más pobre. A esta agudización de la brecha ricos-pobres se suman otros datos no menos graves: tres mil millones de personas están por debajo de la línea de pobreza (US$ 2 por dfa), mil trescientos millones están en severa exclusión (menos de US$ 1 por dfa), ochocientos veintiocho millones tienen hambre crónica, ocho millones inueren anualmente por causas perfectamente evitables (OMS, 2002) y un millón setecientos mil ni:ftos mueren por no aplicarse vacunas (UNICEF 2002).

Según un Informe del Banco Mundial difundido recientemente, América J..atina se ubica como la región más desigual del mundo, solo superada por Africa subsahariana: el 25% de la población (unos ciento treinta y cinco millones de habitantes) vive con menos de 2 dólares diarios, ellO% más rico de los latinoamericanos recibe el 48% del ingreso total, mientras que el 10% más pobre percibe el 1,6%, siendo la ratio entre esos extremos de 30/}.1° Respecto de la Al'gentina, los pobres representaban menos del 10% de la población en 1960, mientras que en 2005la población por debajo de la línea de pobreza era el 38%, y la que estaba por debajo de la línea de indigencia representaba ell3%.11

Este proceso de concen1ración económica y de inequidad social, caracte­rística esencial del nuevo ordenamiento global, afecta gravemente las posibili­dades de desarrollo, el progreso y la libertad de muchos pueblos y naciones

' Informe sobre Desarrollo Hwnano-PNUD, 200S. 10 Informe "Reducción de la pobreza y crecimiento: circulos virtuosos y cfrculos vicio­

sos" -Banco Mundial, 2006. 11 FIDE, Coyuntura y Desarrollo, Nro. 30S, enero de 2006.

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marginados del sistema actual. Realidad que exige volver a plantear el porqué y para qué del crecimiento económico, de la mayor productividad y eficiencia, en definitiva, replantear el fin propio de la Economía, que se ha desvirtuado -como veremo~ por estar limitado a la simple generación de riqueza.

S. Nueva eeuadón del crecimiento, nueva forma de propiedad

En la ''nueva economía" que se ha venido gestando en los últimos veinte a:fios, el crecimiento económico de tma nación ya no está fimdado en sus recur­sos naturales y en la mano de obra disponible. Antes bien, la posibilidad de alcanzar esa meta depende sustancialmente de los recursos generados a partir de la información y del conocimiento, elementos estos que pemúten relativizar la inexistencia de aquellos. En efecto, el nuevo sistema tecnoeconómico ha modifi­cado la función tradicional de producción (capital, tierra, trabajo). El capital intelectual es ahora la :fuerza motriz de la economfa, los bienes del conocimiento (investigación y desarrollo, información, teleconnmicaciones, innovación tecno­lógica) son los inswnos más preciados de la nueva economía.

Precisamente, a esta nueva realidad hizo referencia Juan Pablo ll, cuan­do expresó: "Existe otra fonna de propiedad, concretamente en nuestro tiem­po, que tiene una importancia no inferior a la de la tierra, es la propiedad del conocimiento, de la técnica y del saber. En este. tipo de propiedad, mucho más que en los recursos naturales, se funda la riqueza de las naciones industrializadas ( ... ); hoy dfa el factor decisivo es cada vez más el hombre, es decir, su capacidad de conocimiento".12

Es por ello que en los nuevos escenarios de la economía mundial, a la inequidad en la di~bución de la riqueza se suma el efecto desintegrador de esta nueva forma de propiedad, ya que, paralelamente al surgimiento de una elite social de privilegiados que tienen acceso a la información y al conoci­miento, se suma una gran masa de mano de obra no calificada que no tiene posibilidad de formar parte de esta sociedad del saber.

En el nuevo capitalismo infonnacional y global, el verdadero capitalista no es ya el dueft.o del capital, sino los trabajadores del saber o del conoci­miento (Peter Drucker), o los analistas simbólicos (Robert Reich)13, especia­listas, científicos, profesionales, management, intelectuales, cuya demanda mundial y retribución crecen, frente a los trabajadores rutinarios de la pro-

12 Juan Pablo ll, Centesimus a11111U, 32. 13 Cfr. Roberto Reich, El trabajo de las naciones, Ed. Vergara. Buenos Aires, 1993;

Peter Drucker, La sociedad postcapitalista, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1993.

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ducción y; de los servicios personales que solo cuentan con una instrucción básica y que, por tanto, están en franca desventaja respecto de aquellos.

La tecnologia inteligente generada por los "activos intelectuales" está reemplazando máquinas, oficinas y obreros. Todo ello trae aparejado nuevas fonnas de competitividad y productividad, nuevas formas de trabajo y organi­zación laboral (robotización, automatización), nuevas fonnas de valor en la empresa sustentada en activos intangibles (marcas, patentes, valor agregado) y no en activos fisicos; el conocimiento pennite endogeneizar el cambio tecnoló­gico y superar las limitaciones provenientes de los clásicos factores de la producción, con el consecuente aumento en la generación de riquezas.14

El efecto desintegrador de la revolución tecnológica actual está generan­do una nueva tensión social, una nueva brecha entre los que tienen la posibi­lidad de acceder a la información y al conocimiento y aquellos que no tienen dicha posibilidad por falta de ingresos, de educación o de capacitación. La brecha tecnológica y de conocimiento se ve propiciada por la presencia de megacorporaciones globales que retienen y privatizan la propiedad intelec­tual (ej. patentes genéticas), concentran tecnologias y difunden selectivamente el conocimiento, ocasionando una nueva relación centro-periferia, un nuevo esquema de ganadores y perdedores. En los países desarrollados, las indus­trias del conocimiento representan el 50% del Producto Bruto Interno y absorben ocho de cada diez nuevos puestos de trabajo generados. "El mundo se está dividiendo rápidamente entre ricos y pobres en información" (brecha digital). 15

Asimismo, esta nueva forma de propiedad tiene efectos importantes sobre el trabajo humano. Tecnología mediante, se destruyen viejas formas y aparecen nuevas fonnas de trabajo; se ennoblece el trabajo, en tanto las nuevas fonnas requieren más inteligencia que esfuerzo fisico. Pero, a la vez, el espíritu eficientista y los imperativos de mayor productividad que gobier­nan la nueva economía hacen prevalecer lo que se produce por encima de quien lo produce; lo que implica una degradación del trabajo humano, ya que el trabajador es considerado como un simple factor de producción, un engranaje más del sistema.

Esta nueva polarización social destaca la necesidad de protagonismo del Estado para generar la infraestructura e instrumentar las políticas públicas necesarias a efectos de que todos los hombres tengan la posibilidad de acce-

14 Javier Villanueva, Los fundamentos de la nueva economía, Vll Jornadas Nacionales de Ética y Economia, Editorial CIES, afio 2000.

15 Cfr. Jeremy Ritkin, La era del acceso, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2000.

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der a la infonnación y al conocimiento, y sean así beneficiados por las ventajas de las nuevas tecnologías y de la nueva economía. Al respecto, el Informe del Banco Mundial2000-2001 y el Informe sobre DeS8lTOllo Huma­no-PNUD 2001, dan cuenta de cómo la tecnología y el conocimiento pueden y deben actuar en favor del crecimiento y del desarrollo humanos.

6. La integración económica, bloques regionales

El ordenamiento económico gestado en la era global supone, paradójica­mente, la fonnación y existencia de grandes bloques y regiones económicas que dividen el mundo. En efecto, la UE, ALCA, Asia Pacifico y Mercosur no son sino regiones que buscan superar los obstáculos y deficiencias del capitalismo global, reclamando un intercambio comercial fundado en la reci­procidad.

La región económica, afirma Peter Drucker, surge como consecuencia de las nuevas características que adopta el comercio mundial. En efecto, el "comercio complementario" del siglo XVIll (Smith. Ricardo), comercio de asociación fundado en el principio de ventajas comparativas, evolucionó hacia el "comercio competitivo" (1850-1900), orientado a conseguir un con­sumidor y fundado en el principio de las ventajas competitivas; en nuestros días, el "comercio adversario" supone controlar y dominar el mercado des­truyendo al competidor y a la competencia misma. Otros autores hablan de "comercio estratégico", el que a través de la tecnología de punta, la diferen­ciación de productos y la globalización de los negocios, intenta capitalizar beneficios oligopólicos derivados de la competencia imperfecta.16

Esta evolución del comercio mundial, en opinión de Peter Drucker, justifica el regionalismo económico: La región económica es una unidad capaz de reciprocidad y de una efectiva política comercial, la reciprocidad se erige como el nuevo principio de integración de la economía mundial. 17

Evidentemente, la profunda polarización social que experimenta la eco­nomía mundial, no solo en términos de riqueza, sino también en términos de conocimiento y tecnología, no hace más que testimoniar la ausencia de justi­cia en el intercambio y la violación del principio de reciprocidad. Con razón expresaba Aristóteles, mucho antes que Peter Drucker por cierto, que la

16 Cfr. Javier Villanueva, "Las nuevas tendencias de la teoria del comercio internacio­nal", publicado en El comercio exterior argentino en la década de 1990, CARI, 1990.

17 Cfr. Peter Drucker, Las nuevas realidtula, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1989.

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sociedad civil se sostiene merced a la justicia y a la reciprocidad proporcio-nal, elementos constitutivos y esenciales de la misma.18 ·

El capitalismo global eleva el mercado a categoría de dogma, pero, como veremos, los erróneos supuestos filosóficos sobre los que se funda­menta dicho sistema terminan por destruir al mismo mercado, a la competen­cia y al régimen de libre cambio. Por tales razones los países confonnan distintos bloques regionales con el ánimo de establecer una economía y un sistema de intercambio en donde nadie resulte beneficiado a costa del perjui­cio de otros.

7. La nueva eeonomfa o el nuevo estadio del capitalismo

El mundo precapitalista se desarrolló en el ámbito de la econOmía· do­méstica y pastoril, centrada en la familia, evolucionando posteriormente ha­cia la economía agrícola centrada en la figura feudal, y luego, entre el siglo XI y xm, hacia la economía urbana-artesanal, ámbito en el que se ensancha e intensifica el acontecer económico en virtud de la aparición de las ciudades y el fenómeno de las Cruzadas. Hasta entonces, la actividad económica estuvo basada en la idea de producción para la satisfacción de las propias necesidades. No existía el cometido de producir para el intercambio y menos el de producir con fines de lucro.

A partir de 1750, se precipita la economía de mercado fundada en el intercambio y en la búsqueda de ganancias. El ámbito económico comienza a operar a escala nacional y mundial; a la vez, se desarrollan las instituciones comerciales, financieras e industriales que dieron origen al sistema capitalista. Medios técnicos más perfeccionados, el régimen de hDertad económica, la competencia y el mercado, la idea de lucro indefinido y de producción ilimita­da, la separación de la actividad productiva de la empresa del consumo fami­liar y la acumulación de riquezas son, entre otras, las características del capita­lismo industrial que evolucionó a partir de entonces y que entró en un período de crisis a partir de las primeras décadas del siglo XX (revoluciones de pos­guerra: soviética, 1917, italiana, 1923, alemana, 1933; la crisis de 1929), en virtud de los orlgenes y fundamentos filosóficos adoptados por el mismo.19

Muchos autores afirman que el sistema capitalista ha ingresado a un nuevo estadio de desarrollo a partir de 1990: las nuevas tecnologías, la

11 Cfr. Aristóteles, Moral a Nicómaco, Libro Quinto, "Tcoria de la Justicia". 19 Cfr. Joseph Lajugie, Los sistemas económicos, Eudeba, 1960.

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globalización de los negocios, las nuevas fonnas de producir y consumir, la nueva organización empresarial y laboral, han ido desplazando al sistema capitalista industrial y a la vieja economfa. La nueva economía ha dado forma al capitalismo informacional y global, al capitalismo patrimonial y al capitalismo cultural, según distintos enfoques.

Capitalismo informacional y global, en tanto los insumos más preciados son la información y el conocimiento. La productividad económica se sus­tenta en las nuevas tecnologías, en la capacidad de gestión y procesamiento de la información; la nueva infraestructura disponible, la "autopista de la información", permite tomar decisiones a escala planetaria y en tiempo reaJ.2°

Capitalismo patrimonial, dominado por los accionistas, administradores de fondos de cobertura, banqueros, analistas financieros, inversores y gurúes del mercado. Es decir, por los líderes de la nueva economía que desplazaron . a los tecnócratas y administradores del capitalismo industrial. Capitalismo en el que se destaca la omnipotencia del capital accionario que, juntamente con los consumidores, modela el sistema económico en su conjunto y origina una nueva riqueza (virtua1).21

Capitalismo cultural, debido a la convergencia de las tecnologías de comunicación digital con el comercio cultural. La cultura se está convirtien­do en objeto económico y en el sector que más rápido crece en la economía mundial a través de la ''venta de contenidos" (cine, video, CDs, libros, etc.) y a través de la ''venta de experiencias de vida" (turismo, entretenimientos, parques temáticos, etc.); los gigantes del capitalismo industrial (IBM, GM, entre otros) -afirma Rifkin- dejan paso a los gigantes del capitalismo cultu­ral (Sony, Microsoft y otros). Según este autor, así como la economía coloni­zó la política en la década de 1980, privatizando gran parte de las funciones del Estado, a partir de 1990 la economía colonizó la cultura, transformando cada segmento de la vida humana en un objeto comerciaJ.22

La convergencia tecnológica y cultural está modelando una nueva oferta y demanda. Es por ello que el capitalismo emergente -afirma Alain Mine en la obra citada- es impulsado por dos modelos: el schumpeteriano, que supo­ne una tensión destructora y creadora que revoluciona el aparato productivo, la innovación tecnológica y el impulso emprendedor por parte del empresa­rio; y el keynesiano, fundado en la generación de nuevas necesidades a

20 Cfr. Joaquín Ledesma, Pensando la nueva economia, Educa, 2000. 21 Cfr. Alain Mine, www.capitalismo.net, Paidós, 2001. 22 Cfr. Jeremy Rifkin, La era del acceso, Paidós, 2000.

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efectos de reactivar la demanda agregada de mercado. Ambos modelos se impulsan recíprocamente.

Una última reflexión en lo que refiere al nuevo estadio del capitalismo. Como veremos con mayor detalle en el capitulo 5, todo sistema económico se define como el conjunto de instituciones que determinan la manera en que los distintos recursos disponibles son utilizados para la satisfacción de las necesi­dades humanas. A su vez, tiene tres elementos o atributos diferenciales:

1) El espíritu, móvil de la conducta humana o racionalidad del acto económico; 2) la forma, características sociales, jurídicas e institucionales; 3) la sustancia, o técnica de transformación y producción de recursos.

De acuerdo con ello puede decirse que el sistema capitalista vigente desde 1750 hasta 1980 tiene las siguientes características: 1) Su espíritu: el acto económico capitalista se orienta a la búsqueda exclu­

siva de la ganancia (Weber); el espíritu que lo anima es el de máximo beneficio y competencia.

2) Su forma: separación de las unidades de consumo y de producción; pro­piedad privada de los medios de producción; libertad económica; inter­cambio de bienes y servicios a través del mercado, único y eficiente asignador de recursos; el trabajo humano, considerado y retribuido como un factor de producción.

3) Su sustancia: innovación tecnológica, técnicas progresivas de produc­ción; generación y multiplicación de nuevas necesidades, a veces creadas por la misma oferta; proceso de destrucción creativa (Schumpeter).

La revolución tecnológica y económica operada a partir de 1980 ha modificado la forma y sustancia del sistema capitalista; es decir, la manera en que se· utilizan los recursos disponibles a efectos de satisfacer las múlti­ples necesidades humanas, las características sociales, jurídicas e institucionales del mismo y las técnicas de producción y de transformación de recursos.

En efecto, la nueva economía motorizada por el cambio tecnológico (revolución digital) ha revolucionado el sistema tecnoeconómico vigente hasta 1980; ha modificado la relación tecnologia-in:fraestructura-insumos-produc­tos y ello ha alterado la forma y la sustancia de dicho sistema. Estamos hoy en presencia de un nuevo sistema tecnoeconómico caracterizado por su mor­fología de red, por un nuevo modelo organizacional (el negocio global interconectado), una nueva función de producción y una forma de propiedad.

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Pero a la vez, esta nueva morfología y nuevas dimensiones económicas han robustecido y potenciado el espíritu del sistema capitalista a su máxima expresión.

Esto nos lleva a considerar los presupuestos éticos y filosóficos que fundamentan la racionalidad económica del capitalismo global.

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CAPÍTUL02 PRESUPUESTOS FILOSÓFICOS DEL MODELO GLOBAL

La utilidad individual del agente económico, aunque legítima, no debe jamás convertirse en el único objetivo. Al lado de esta, existe otra, igualmente fundamental y superior, la utilidad so­cial, que debe procurarse no en contraste, sino en coherencia con la lógica de mercado ( ... ). El fenómeno del consumismo produce una orientación persistente hacia el tener en vez de hacia el ser. El consumismo impide distinguir correctamente las nuevas y más elevadas formas de satisfacción de las nuevas necesidades humanas, que son un obstáculo para la formación de una personalidad madura ( ... ). El amor social se sitúa en las antípodas del egoísmo y del individualismo: sin absolutizar la vida social, como sucede en las visiones horizonta/istas que se quedan en una lectura exclusivamente sociológica, no se puede olvidar que. el desarrollo integral de la persona y el crecimien­to social se condicionan mutuamente. El egoísmo, por tanto, es el enemigo más de/etéreo de una sociedad ordenada: la histo­ria muestra la devastación que se produce en los corazones cuando el hombre no es capaz de reconocer otro valor y otra realidad efectiva que de los bienes materiales, cuya búsqueda obsesiva sofoca e impide su capacidad de entrega.

CoMPENDio DE LA DocnuNA SociAL DE LA IGLESIA, 348, 360 Y 581.

La realidad cuestiona severamente los presupuestos filosóficos que sirven de sustento a la nueva economía y al modelo capitalista emergente. En efecto, las nuevas formas de marginación y exclusión social, la agudización de la brecha entre ricos y pobres, no solo en términos de riqueza, sino también en términos de infonnación y conocimiento, son el resultado de la racionalidad pragmática y economicista que fundamenta el renovado espíritu capitalista.

Expresa Paul Krugman que "( ... ) los únicos obstáculos estructurales a la prosperidad del mundo son las doctrinas obsoletas que abarrotan las men­tes de los hombres"1, afirmación que bien puede aplicarse a aquellas premisas

1 Paul Krugman: De vuelta a la economía de la gran depresión, Ed. Nonna, 1999, pág. 256.

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filosóficas que integran el presupuesto doctrinal de la ciencia económica moderna.

Tales premisas, que fundamentaron los postulados teóricos de la escuela clásica y neoclásica de Economía, vuelven a tomar vigencia promediando la década del '70 con la crisis del Estado de Bienestar, y son las que han inspirado el "sistema capitalista global" identificado filosóficamente con el neoliberalismo económico.

No obstante ello, y comenzando el nuevo milenio, pareciera ser que tales premisas filosóficas vuelven a estar en discusión, y que, por tanto, resulta necesario dar a la Economía un nuevo fundamento racional.

l. Individualismo y mecanicismo de mercado

El individualismo ontológico y metodológico2 conduce a una determina­da concepción de la economía y a un análisis económico consecuente con ella centrado exclusivamente en el estudio del comportamiento e interés individual, desconociendo que la actividad económica forma parte de un sistema social, de una widad de orden que tiene un objetivo distinto y subordinante del interés individual, esto es, el bien común.

Lester Thurow destaca como falla interna del capitalismo anglosajón el fuerte individualismo que opaca la conciencia del deber social y que hace cada vez menos compatible la convivencia del mercado y de la familia, por cuanto -afirma- el interés propio de cada uno de sus integrantes prevalece sobre los lazos y vínculos familiares. 3

Por otra parte, pareciera ser que en el capitalismo global ya no queda lugar para la lealtad y la cohesión social. El vínculo y compromiso comuni­tario resultan tarea dificil de experimentar en los nuevos escenarios, ya que, como aftrma Kenicbi Ohmae "( ... ) el nuevo continente encarna el valor del individualismo (y) exacerba los excesos y miserias del capitalismo desenfre­nado". En el nuevo continente -dice este autor- "de poco sirven las comuni­dades y familias, puesto que en él hay miles de elites, escasamente conscien­tes de los valores de los demás".•

Ahora bien, en virtud de este individualismo, la filosofia económica actual excluye toda moral objetiva y todo ordenamiento extrínseco del pro-

1 Cfr. Mario Bunge: Las ciencias sociales en discusión, Ed. Sudamericana, 1999. 3 Cfr. Lester Thurow: El futuro del capitalismo, Ed. V ergara, 1996 . 4 Cfr. Kenichi Ohmae: The Invisible Cofllinent-Four Strategiclmperative8 ofthe New

Economy, Harper-Business, US, 2000.

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ceso económico: el mercado es elevado a categoría de dogma y, desvirtuada su naturaleza y finalidad, el Estado queda reducido a su mínima expresión. De esta forma, se reemplaza el mercado real por un mercado ideal y utópico que se equilibra espontáneamente vía precios, en el que la oferta genera automáticamente su propia demanda (Ley de Say). Sin embargo, la realidad demuestra que los mercados están frecuentemente en desequilibrio: burbujas financieras, desempleo estructural, insuficiencias de demanda, recesiones económicas, subsidios de precios, conductas oligopólicas, etcétera.

Es por ello que cuando Adam Smith hablaba del interés propio y de la mano invisible que conduciría al bien común de toda la sociedad, lo hacía suponiendo mercados transparentes y con suficiente competencia, e indivi­duos que aceptaban plenamente la ley moral como guia ordenadora de sus conductas. Lo cierto es que ambas condiciones no se dan en forma espontá­nea. Los hombres y los mercados funcionan de otra manera. Por esta razón, en los afios '30 Keynes criticó el concepto de equilibrio de la escuela clásica fundado en la armonía natural de los intereses utilitarios; de igual forma, Paul Krugman afirma -en la obra citada- que las respuestas de la teoría económica convencional y las políticas consecuentes solo han servido para empeorar las cosas.

No obstante, el neoliberalismo (aún vigente en el plano de las ideas), sustentado en una lógica pragmática e individualista, sigue creyendo en la "magia del mercado" a efectos de .lograr el equilibrio social; sigue creyendo en el mismo mercado, exento de todo ordenamiento extrínseco, como único mecanismo regulador y asignador eficiente de recursos.

Afirmaba Ludwig von Mises, uno de los padres ideológicos del neoliberalismo económico: "( ... )El mercado y su inevitable ley son supre­mos ... el mercado y nadie más ordena todo el sistema social de propiedad privada de los medios de producción y de empresa libre, y lo maneja racio­nalmente". 5 Esta concepción dogmática y mecanicista del mercado es uno de los postulados principales del actual pensamiento globalizador.

2. Consumismo y hedonismo de vida

Otro rasgo característico de esta economía y capitalismo global en su versión occidental es el privilegio del gasto y del consumo en detrimento del ahorro y la inversión. En efecto, el sujeto económico en la era global y

5 Ludwig von Mises: Planificación para la libertad, C~tro de Estudios sobre la Liber­tad, 1986, pág.l8 y sgtes.

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posmoderna recibe un sinfin de estímulos ofrecidos por la sociedad que le hacen experimentar una libertad fantástica, mediante la cual todo puede escoger, poseer, gastar y tirar, guiado por la ley máxima del comportamiento humano: el placer y el máximo confort. Esta patología grave del consumidor evidencia el inmoderado deseo de gastar, no solo para satisfacer sus necesi­dades reales, sino también para satisfacer sus caprichos y deseos, desvirtuan­do así la racionalidad propia del acto de consumo.

"El consumidor convierte así en basura una parte de la realidad mientras estrena la ef'llllera elegancia de lo recién comprado: el consumidor se desata en una verdadera carrera de insatisfacción permanente hacia lo que todavía no tiene. Semejante carrera híere la personalidad de los consumidores de forma profunda", afirma Ricardo Yepes.6

En esta sociedad apasionada por el gasto y cautivada por los bienes materiales, una nueva clase social está emergiendo, un nuevo proletariado, al decir de Ricardo Yepes, el proletariado del consumo, cuyo único factor de diferenciación está dado por el poder adquisitivo de quienes lo componen. Este nuevo proletariado presenta un tipo de vida muy semejante e iguales modelos de conducta inducidos por la sociedad de consumo. La unificación de gustos y necesidades a nivel mundial, la difusión de las mismas marcas y estilos en la aldea global (McDonald's, Coca-Cola, Benetton, etc.) estimulan poderosamente el consumo, especialmente el consumo infantil, puesto que a los niños va dirigida gran parte de la actividad y publicidad de las grandes compa.ft.fas multinacionales; y son precisamente ellos los que han aumentado su importancia y protagonismo en los hábitos de consumo. 7

Las nuevas herramientas informáticas, sin duda, permiten hoy un consu­mo más personalizado, ya que pueden conocerse en tiempo real todas las ofertas y precios vigentes en el mercado. Pero no por ello habrá de afirmarse que el consumidor es hoy el soberano, puesto que -como afirmó Galbraith­a medida que una sociedad se va volviendo cada vez más opulenta, las necesidades van siendo creadas cada vez más por el proceso que las satisface (la oferta). Por otra parte, el consumo es hoy exacerbado y manipulado en forma más sutil a través de Internet, alterando la velocidad de demanda y agudizando los deseos y la insatisfacción mediante una gran variedad seduc­tora de bienes y servicios.

6 Ricardo Yepes: Los claves del consumismo, Ed. Palabra, Madrid, 1989, pág. 53. 7 Según un estudio realizado en Francia, el 43% de las compras familiares son realizadas

por la influencia total o parcial de los nill.os. Se educa a los nill.os -dice el informe- bajo la máxima "crecer es consumir"; el nill.o-consumidor se ha convertido en un "nifto-acumulador". ASD Prensa 20/96: Cómo aprenden ~ comprar los n;;los.

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Es dable observar como las economías individualistas se identifican y se adaptan de mejor fonna con el consumo antes que con la producción, el ahorro y la inversión, en virtud de que se consume en forma individual, mientras ·que la producción de bienes requiere esfuerzo ·gtupal y trabajo en equipo; asimismo, una sociedad que valora más el consumo que la produc­ción es una sociedad más conflictiva, dado que siempre habrá alguien que está mejor que otro y que disfruta de mayor cantidad· de bienes. 8

Por último;· resulta también significativo que hasta el mismo Brzezinski reconozca que este consumismo materialista, unido al hedonismo social y al declive de los valores religiosos, sea uno de los factores que dificultan el ejercicio del poder imperial global por parte de los Estados Unidos de América.9

Esta civilización del consumo o consUmismo asociado al superdesarro/lo, esto es, a la excesiva disponibilidad de bienes materiales, según afirmó Juan Pablo 11, hace al hombre esclavo de la posesión y del goce inmediato y lo reduce a la búsqueda permanente del placer y del mayor confort material. La cultura del tener se impone sobre la cultura del ser. 10

3. Eftclentismo y d~ismo social

Decíamos al comienzo que wia de las notas distintivas de la era global es el conflicto entre el presupuesto de mayor eficiencia que plantea la econo­mía de mercado y el presupuesto de equidad social que supone la democra­cia. Ambos parecen inconciliables.

En efecto,, las nuevas fonn~ de lnarginación y exclusión social, la agu­dización de la. brecha entre ricris pobres, no solo en términos de riqueza, como vimos, sino .también en térinjnos de información y conocimiento, son el resultado de la racionalidad individualista, eficientista y economicista que fundamenta el renovado espíritu capitalista. Se asume, como patología inhe­rente del sistema capitalista, que' el mismo solo puede funcionar para algu­nos y que, si bien dicho· sistema ahonda las desigualdades, globalmente eleva el nivel de vida promedio de los. pueblos.

En la nueva economía y sociedad de mercado, la mayor competitividad y eficiencia son elementos determinantes de la supervivencia: la posibili-

8 Cfr. Hampden-Tumery Trompenaars: Las siete culturas del capitalismo, Ed. Vergara, 1995.

9 Cfr. Zbiegniew Brzezinski: El gran tablero mundial. La supremacla estadounidense y sus imperativos estratégicos, Ed. Paidós, 1998.

1° Cfr. Juan Pablo 11: Solllcitudo rei socialis, 28; Centesimus annus, 36.

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dad de empleo y de satisfacer un nivel de vida digno queda asegurada para algunos pocos. Todo lleva a concluir, como afirma Cuello, que el proceso de destrucción creativa implícito en la sustancia del sistema capitalista tiene en la actualidad un componente excesivo de destrucción -en términos de inequidad, marginación y pobreza- por el espíritu pragmático y eficientista que lo anima, ocasionando un nuevo y más grave estadio de polarización social. 11

Esta revolución tecnológica y económica asociada a los postulados de mayor eficiencia y productividad y el ordenamiento económico identificado con un darwinismo social, en donde sobreviven dignamente los más capaces y eficientes, es lo que ocasiona el problema estructural del capitalismo occi­dental y lo que lleva a plantear nuevamente el tema de la eficiencia y de la eficacia económica.

Afirma Lester Thurow: "Las verdades eternas del capitalismo -el creci­miento, el pleno empleo, la estabilidad financiera, el aumento de los salarios reales, el dejar operar a los mercados- parecen haberse esfumado, así como los enemigos del capitalismo. Algo dentro del capitalismo ha cambiado para causar estos resultados. Si el capitalismo pretende sobrevivir algo tiene que ser modificado para alterar estos resultados inaceptables".12

¿Economía eficiente o economía eficaz? Si se prioriza la eficiencia, ¿cómo asegurar el derecho al trabajo, la equidad y la solidaridad social?

Como veremos, no deben plantearse ambos objetivos en forma antagó­nica. Por el contrario, es necesario la eficiencia y la mayor productividad para asegurar el crecimiento económico y la mayor cantidad de bienes dispo­nibles, ya que una economía ineficiente no sería justa. Pero la economía debe ser ante todo eficaz; es decir, debe cumplir con su propia finalidad: ayudar al hombre a satisfacer de mejor forma sus necesidades vitales, para que pueda realizarse plenamente y lograr así su auténtico desarrollo.

4. El neoHberalismo económico, o la Hbertad como fundamento del orden

Otro de los presupuestos filosóficos del capitalismo de la era global es considerar a la libertad como el atributo más importante de la naturaleza humana y como fundamento primero de todo orden social y económico.

En efecto, el sistema capitalista global se halla identificado filosóficamen­te con el neohberalismo económico que surge como versión renovada del

11 Raúl Cuello: Polltica económica y exclusión social, Ed. Macchi, 1998. 12 Lester Thurow: El futuro del capitalismo, Ed. V ergara, 1996, pág. 17.

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liberalismo clásico y tradicional, introduciendo refonnas o medidas correctivas destinadas a encauzar la economía de mercado y preservar la competencia.

En .el neoliberalismo económico predomina la fe en el mecanicismo de mercado como único regulador del proceso económico. Su antropología fundante no difiere del liberalismo ortodoxo del siglo XIX, sino que es el mismo individualismo liberal moderado por correctivos de orden práctico y de utilidad social; coincide además con el viejo liberalismo, en su positivis­mo antimetafisico cerrado al conocimiento de las primeras causas y de los fines últimos.

Como veremos, esta defensa de la libertad como fundamento del orden es sustentada por autores como Ludwig von Mises y Friedrich von Hayek, pertenecientes a la escuela austríaca. El primero, más identificado con el racionalismo moderno, pretende dar nuevos fundamentos a la ciencia econó­mica a partir de los juicios apriorísticos formulados por la razón; el segundo, discípulo de Mises, pero crítico del racionalismo, se identifica con el libera­lismo británico evolucionario (Locke, Hume) y con el positivismo científico.

Para Mises, la libertad individual solo queda a salvo en un régimen de libre mercado y de /aissez faire; lo contrario será someterse a una dictadura. El mercado y sus leyes aseguran, por sí solos, el orden y la paz perpetuos.13

Por su parte, Friedrich von Hayek, premio Nobel de Economía en 1974, afirma que la libertad individual no puede conciliarse con la supremacía de un solo objetivo (bien común). El orden (cosmos) surge espontáneamente y se regula automáticamente mediante la acción de cada individuo; el Estado solo puede intervenir allí donde la competencia y los mecanismos de precios no funcionen. 14

De igual forma, como expondremos en capitulas siguientes, el neoliberalismo cristiano tiene como punto de partida el mecanicismo de mercado y la defensa de la libertad como fundamento del orden social y económico.

S. El pragmatismo económico, o la utilidad como fundamento del orden ·

El pragmatismo y la lógica mercantilista que caracterizan al modelo hegemónico global, son quizá dos de los aspectos clave al momento de

13 Cfr. Ludwig von Mises: Planificación para la libertad, Ed. Centro de Estudios sobre la Libertad, 1986.

14 Cfr. Fricdrich von Hayek: Nuevos estudios, Eudeba. 1981.

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abordar las causas de la cada vez más aguda brecha social de los tiempos presentes.

El pragmatismo (pragma = cosas, hechos, acción) surge en los Estados Unidos a fines del siglo XIX bajo la influencia de Pierce, y tuvo en William James (psicólogo americano, 1842-1910) su máximo exponente. Surge como método que intenta explicar, en términos de experiencia sensib~e, el puesto que ocupan en el mundo el pensamiento y el conocimiento hú,manos. En tal sentido, toda proposición será verdadera en la medida en que sea verificable, tenga consecuencias prácticas y reporte utilidad para la vida individual o social. 15

Para James, las doctrinas que no ejerzan ninguna influencia en la vida práctica np son verdaderas y hay que abandonarlas, y las doctrinas más consoladoras son más verdaderas que las opuestas. En consecuencia, la ver­dad ya no será la conformidad del espíritu con las cosas o la adecuación de la inteligencia con la realidad: verdadero será lo que es útil. Afirma: "Para lograr una perfecta claridad en nuestros pensamientos de un objeto, por consiguiente, necesitamos solo considerar qué efectos concebibles de orden práctico puede implicar el objeto; qué sensaciones podemos esperar de él y qué reacciones habremos de preparar".16

El pragmatismo se nutre de los principios del empirismo gnoseológico (Locke, Hume, Comte), del relativismo subjetivista (Descartes, Kant) y del utilitarismo (Bentham). Estos tres "ismos" toman relevancia desde 1700 con el Iluminismo y la Ilustración, período que se caracterizó por la afirmación de Dios a través de la razón natural independiente de toda revelación (deísmo), por el rechazo a la metafisica y la defensa de una moral sin dogmas.

El empirismo se opone a toda metafisica porque afirma la imposibilidad de conocer la esencia de las cosas; excluye las realidades inteligibles que responden al porqué de determinados hechos u objetos y los conocimientos ciertos los reduce a la experiencia sensible, poniendo en duda el valor del entendimiento humano (fenomenismo, antiintelectualismo). Pero desde··el pun­to de vista ético, todo lo mide según el placer o el dolor que el hecho produce, sin otro patrón o medida que ordene la conducta humana (hedonismo).

Para el relativismo y el subjetivismo, nada existe que sea inmutable y permanente a través de la Historia. No existen valores absolutos, todo está sujeto al cambio y es el hombre mismo el que fija sus propios valores y

15 W.James: El significado de la verdad, prólogo de Luis Rodrlguez Aranda, Ed. Aguilar, 1974, pág 13.

16 W. James: obra citada, pág. 16.

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normas de conducta. Todo es relativo porque no existe verdad universal, sino verdades relativas, ya que no se considera como criterio de verdad el objeto conocido (realidad), sino cualquier otra cosa (cultura, moda, gustos, etc.); de esta fonna, lo que es verdadero para un sujeto, para otro puede no serlo.

El utilitarismo, por su parte, hace valer la ética del interés propio, de la conveniencia y utilidad individual como criterio de verdad. De esta forma, el bien moral, aquel que tiene la bondad en si mismo y que perfecciona acabadamente al hombre, es reemplazado por el bien agradable, por el bien útil y más conveniente, convirtiéndose este en la norma última que guía la conducta humana, tanto en el plano individual como social.

Este pragmatismo, que busca la conveniencia y la utilidad de las verda­des propuestas por la experiencia, cuando se transforma en el eje rector de la actividad humana tiene graves connotaciones sociales, políticas y económi­cas. Todo sujeto actúa económicamente tratando de procurar su provecho personal, la máxima satisfacción posible al mínimo costo y esfuerzo. En tal sentido se corrobora aquella máxima de Adam Smith: No esperamos nuestra comida de la benevolencia del carnicero, del panadero o del labrador, sino de la consideración de su propia ventaja: no nos fijamos en su altruismo, sino en su egoísmo, y no les hablamos de nuestras necesidades, sino siempre de su provecho. 17 Pero, como hoy podemos constatar, cuando la convenien­cia y utilidad personal se constituyen en el único principio rector de la actividad económica, sus efectos son intolerables desde el punto de vista moral y social. Esto conduce a reflexionar sobre la racionalidad misma del acto económico y sobre los principios que deben fundamentar el orden social y económico, temas que serán desarrollados en próximos capítulos.

Los postulados neoclásicos, que fundamentan el modelo capitalista glo­bal, se identifican con este pragmatismo utilitarista. Así, por ejemplo, Ludwig von Mises afirma que la praxeología o ciencia de la acción humana, de la cual la economía es su rama principal, no se ocupa de fmes y menos del fin último del hombre. El pragmatismo que inspira a esta ciencia de la acción humana, a la cual solo le interesan los medios, impide que en el quehacer económico pueda distinguirse lo justo de lo injusto, lo bueno de lo malo, ya que el bien y el mal son conceptos y expresiones utilitarias que los hombres fabrican a efectos de hacer posible la cooperación social. Afirmó Carmelo Palumbo: "El punto de partida de Von Mises es falso y sin basamento en el sentido común; desde su posición inicial quita a Dios de la actividad econó-

17 Cfr. Adam Smith: La riqueza de las naciones, Alianza Editorial, Madrid, 1994, Libro 1, cap. 2, pág. 46.

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mica, suprimiendo el criterio último de lo justo, bueno y verdadero, e institu­ye el utilitarismo y pragmatismo como norma última del obrar humano: lo que es útil es verdadero y por lo tanto, aceptable". 18

En la actualidad, especialmente en el ámbito polftico y económico, se encuentra muy difundida esta mentalidad pragmática que niega la existencia de un fm y de una norma moral objetiva que ordene la acción humana, haciendo prevalecer solo la experiencia, el cambio, la evolución permanente, la utilidad y conveniencia personal como únicos criterios válidos de verdad y exclusivos móviles de la voluntad humana. En síntesis, cuando el pragmatismo utilitarista se transforma en el eje rector del quehacer económico y social, prevalece el mecanicismo de mercado y el darwinismo social, y la conse­cuencia inevitable será la disolución de todo orden conveniente al desarrollo de la persona humana.

Para Ludwig Erhard y Müller Annak, inspiradores de la Economía So­cial de Mercado que hizo resurgir a Alemania Federal en la posguerra, el método pragmático es la disolución de la idea de orden. Para estos autores, abandonado el proceso económico a consideraciones puramente utilitarias, aparecen efectos secundarios intolerables para la sociedad. A saber: conflic­tos sectoriales, debilitamiento de la competencia, concentración económica y surgimiento de un Estado débil manejado por poderosos grupos económicos que solo persiguen sus propios intereses. De esta forma, el Estado quedará obligado a actuar cada vez con mayor injerencia y con medidas directas para atenuar las consecuencias no deseadas, acarreando así un orden contrario a la economía de mercado.

Para la Economía Social de Mercado, el pragmatismo económico con­tiene contradicciones inevitables, porque prescinde de una concepción de orden y de políticas consecuentes de largo plazo, siendo igualmente válidos instrumentos de tipo laissez faire y de economías colectivistas que conducen al camino de la esclavitud. 19

La lógica individualista y mercantilista que fundamenta al capitalismo global prevaleciente lleva implfcita una equivocada racionalidad del acto económico, y -como dijimos- el rechazo de todo orden conveniente al au­téntico desarrollo del ser humano.

11 Carmelo E. Palumbo: Cuestiones de Doctrina Social de la Iglesia, Ed. Cruz y Fierro, 1982, pág.l 06.

19 Cfr. Forma y Contenido de la Economla Social de Mercado, CIEDLA-Fundación Konrad Adenauer, Buenos Aires, 1983, pág. 35 y sgtes.

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FUNDAMENTOS FILOSÓFICOS DE LA ECONOMÍA MODERNA

Racionalismo (Ilustración, s. XVIII)

Empirismo gnoseológico (Locke, 1632-1704) Relativismo subjetivista (Kant, 1724-1804)

Utilitarismo (Bentham, 1748-1832)

Pragmatismo (James, 1842-1910) Individualismo ontológico, metodológico y ético Libertad como fundamento del orden

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PARTE 2 ECONOMÍA Y ORDEN ECONÓMICO

Los próximos capítulos tratarán de describir la economía en cuanto actividad humana y disciplina científica, el porqué y el para qué de la activi­dad económica. ¿Qué relación existe entre la economía, en cuanto actividad y en cuanto ciencia, con la ética? ¿Cuáles son los principios rectores del orden económico?

Estas son algunas de las cuestiones que serán abordadas, y que, como veremos, resultan fundamentales para entender la verdadera dimensión del problema económico. De la respuesta a cada una de ellas depende el logro de una economía y ordenamiento económico que realmente estén al servicio del auténtico desarrollo humano.

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CAPÍTUL03 LAECONOMdACOMOREAUIDAD

La dimensión moral de la economía hace entender que la eficien­cia económica y la promoción de un desarrollo solidario de la humanidad son finalidades estrechamente vinculadas, más que se­paradas o alternativas. La moral, constitutiva de la vida económi­ca, no es ni contraria ni neutral: cuando se inspira en la justicia y la solidaridad, constituye un factor de eficiencia social para la misma economía. Es un deber desarrollar de manera eficiente la actividad de producción de los bienes. de otro modo se desperdi­cian recursos,· pero no es aceptable un crecimiento económico obtenido con menoscabo de los seres humanos, de grupos sociales y pueblos enteros, condenados a la indigencia y a la exclusión ( ... ). La expansión de la riqueza. visible en la disponibilidad de bienes y servicios. y la exigencia moral de una justa difUsión de estos últimos deben estimular al hombre y a la sociedad en su conjunto a practicar la virtud esencial de la solidaridad, para combatir con espíritu de justicia y de caridad, dondequiera que existan, las estructuras de pecado que generan y mantienen la pobreza, el subdesarrollo y la degradación (. .. ). Para asumir un perfil moral, la actividad económica debe tener como sujetos a todos los hombres y a todos los pueblos ( ... ). Cuando se vive con sentido moral, la economía se realiza como prestación de un servi­cio recíproco, mediante la producción de bienes y servicios útiles al crecimiento de cada uno. y se convierte para cada hombre en una oportunidad de vivir la solidaridad y la vocación a la comu­nión con los demás hombres, para lo cual foe creado por Dios.

l. La actividad económica

CoMPENDIO DE LA DocnuNA SociAL DE LA IGLESIA, 332 Y 333.

Precisar el ámbito de "lo económico" supone -previamente- iniciar la reflexión a partir de una determinada concepción antropológica y social. En efecto, según como se conceptúe al hombre, sus fines y los medios para procurarlos, surgirán distintas concepciones acerca de la economía y del

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orden económico. Es por ello que el concepto de persona y el concepto de sociedad son de fundamental importancia para entender el ámbito de las distintas manifestaciones sociales del hombre.

Y lo económico es una de las manifestaciones sociales que surge, como todas las restantes, en virtud de la naturaleza individual-racional del hombre y de su modo de ser social. El hombre fue creado para vivir en sociedad, y de ella se auxilia para procurar todo aquello que le es útil y necesario a efectos de lograr su perfección y desarrollo, incluidos los bienes económi­cos: el hombre -decía Santo Tomás- debe tener suficiencia de bienes mate­riales, puesto que ellos son necesarios para obrar según la virtud.

El fundamento de lo social radica, entonces, en la misma naturaleza del hombre, por cuanto en sociedad los hombres unen sus fuerzas, capacidades y talentos, y mediante la cooperación mutua pueden y deben alcanzar una existencia plenamente humana acorde a sus propios fmes, exigidos por su misma naturaleza y en su debida relación jerárquica.

Afirma Millán Puelles: "Los bienes económicos no tienen, en una jerar­quía objetiva de las cosas, la primacía del valor. Son, en este sentido, los que importan menos. Pero como es preciso poseerlos para que su ausencia no perturbe ni impida la participación en los valores de más alto rango, vienen a ser una condición imprescindible de nuestra vida humana y, por lo mismo, un factor primordial del bien común".' .

Por aquí podemos empezar a delinear el ámbito de lo económico: El hombre, como persona, tiene un fin trascendente; todo lo social, incluso lo económico, tiene razón de medio y de auxilio, es decir, sirve. al hombre para que este pueda alcanzar de mejor fonna sus fines y entre ellos, $U fin último trascendente: Dios.

Ahora bien, dentro de los fmes primarios está el bienestar económico. Es preciso destacar que lo económico se refiere solo al hombre por su condición de materialidad y de racionalidad y, además, por la existencia de bienes limitados y útiles capaces de satisfacer una necesidad humana. La· actividad económica es propia del hombre, ya que solamente él puede hacer un uso racional de los bienes materiales adecuándolos a distintos fmes alter­nativos. No es el caso del ángel, que solo consume bienes espirituales y que cuanto más los consume más abundancia hay de ellos; ni tampoco el caso de la bestia, por cuanto al carecer de racionalidad no puede administrar econó­micamente tales bienes. 2

1 Antonio Millán Puelles: Persona humana y justiciQ social, Ed. Rialp, 1978, págs 76 y 77. 2 Cfr. Julio Meinvielle: Conceptos fundamentales de la Economla. Ed. Cruz y Fierro,

1982.

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A partir de una correcta concepción antropológica decimos que el hom­bre es el sujeto, fundamento y fin de la economía. Sujeto, dado que la economía es actividad propia del hombre y surge con el hombre en virtud de su racionalidad; fundamento, por cuanto el hombre experimenta el desequili­brio entre las necesidades materiales a satisfacer y los medios para satisfa­cerlas (escasez); fin de la economía, ya que el fin de la misma es el de producir y generar riquezas en fonna conveniente y eficiente para el. servicio del hombre y de todos los hombres, posibilitando así su mejor deS8lTOllo y perfección.

Lo económico -entonces- emerge de la relación del hombre con las cosas exteriores (bienes); es la actividad humana sobre los bienes en virtud de las múltiples necesidades (fines) y de la escasez de aquellos para satisfa­cerlas. La escasez es el elemento determinante del fenómeno económico, producto de la relación entre la cantidad disponible de Wl bien y las múlti­ples necesidades humanas. "Actividad económica es, evidentemente, toda actividad humana encauzada al logro de fines que tienen para el sujeto importancia diversa, en cuanto haya escasez de medios idóneos Y.suscepti­bles de empleo alternativo•• .3

2. Bienes y necesidades económicas

Decíamos que el problema económico se resume en la adecuación racio­nal de medios limitados a los diversos fines que persigue el sujeto económico. A estos medios limitados los denominamos bienes económicos y a los fines, necesidades económicas. Los bienes económicos son limitados, útiles y de uso alternativo; las necesidades económicas son múltiples, pero no ilimitadas.

Una economía ordenada al servicio de la persona debe procurar satisfa­cer las necesidades básicas de la existencia humana, necesidades que, lógica­mente, estarán en relación creciente con el grado de cultura y posición social del sujeto económico.

El problema económico queda circWlSCripto por las múltiples necesida..: des humanas y por la escasez de medios alternativos. Esto obliga al hombre, tanto en el plano individual como en el familiar y social, a tratar de adecuar racionalmente esos bienes escasos a las necesidades múltiples y distintos fmes de la vida. Por ello afirmaba Aristóteles que "la economía es el uso de lo estimado necesario para la vida buena"."

, Francesco Vito: Economía política, Ed. Tesoro, Madrid, 1959, pág.16. 4 Aristóteles: Política, 1- 8.

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Por el contrario, una.economía que se sirve del hombre generará necesi­dades artificiales (deseos), las que sí pueden multiplicarse indefinidamente, fomentando, de esta fonna, la idea de que a mayor cantidad de bienes y de consumo, mayor desarrollo. Esta idea sofoca en el hombre la dimensión del espíritu y de los valores trascendentes.'

Desde esta perspectiva, podemos afirmar que la actividad económica debe estar orientada a la producción y abundancia de bienes materiales, que deben ser equitativamente distribuidos a efectos de que toda persona pueda ·satisfacer sus necesidades vitales y alcanzar una existencia digna. Pero, como afirmó Juan Pablo ll, las nuevas necesidades y modalidades de satisfacción en la presente etapa del desarrollo económico de los pueblos refuerzan la urgencia de contar y hacer valer una imagen integral del hombre, a efectos de evitar hábitos de consumo y estilos de vida que obstaculicen su desarrollo cultural y espiritual. "El sistema económico no posee en si mismo criterios que permitan distinguir correctamente las nuevas y más elevadas formas de satisfacción de las nuevas necesidades humanas, que son un obstáculo para la formación de una personalidad madura. Es pues, necesaria y urgente una gran obra educativa y cultural, que comprenda la educación de los consumi­dores para un uso responsable de su capacidad de elección, la formación de un profundo sentido de responsabilidad en los productores y sobre todo en los profesionales de los medios de comunicación social, además de la nece­saria intervención de las autoridades públicas".6

La actividad económica -como veremos- no debe tener por finalidad la generación de riquezas en si mismas, sino la de ayudar al hombre a resolver el problema de la adecuación racional y eficiente de bienes esca­sos y útiles a las múltiples necesidades humanas. Y esta actividad, que sirve al hombre para realizarse plenamente como persona, no puede hacer­se efectiva sin la cooperación social: "Al mismo tiempo no podemos dejar de lado la dimensión social de la economía, aun materialmente entendida, está ínsita en la naturaleza social de hombre, y esta se manifiesta en primer lugar en los lazos de comunidad ( ... ). La economía es parte de la cohesión social de los hombres. El uso de los bienes no puede referirse solamente a la opción entre las diversas necesidades a satisfacer. Es la interdependen-

5 Cfr. Carmelo E. Palumbo: Guia para un estudio sistemático de la Doctrina Social de la Iglesia, tercera edición, Ed. CIES, Buenos Aires, 2000, págs. 389/390.

6 Juan Pablo ll: Centesimus annus, 36.

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cia entre el desarrollo personal y el de los demás, porque la prosperidad de uno se perfecciona con la prosperidad del conjunto ( ... ). Sin la coopera­ción económica, los hombres no hubieran alcanzado jamás el nivel de una alta cultura espiritual, porque solamente los hombres logran la satisfacción de sus necesidades vitales que rebasan esencialmente las de los animales, a través de la cooperación social".'

3. El prlndpio que rige la actividad eeonómlea

En filosofia moral se distinguen los actos del hombre (vegetativos-sensiti­vos) de los actos humanos (volitivos racionales), por cuanto estos últimos son consecuencia de la libre vohmtad del sujeto operante. Ahora bien, la actividad económica es un aspecto del obrar humano, no una realidad disociada del mismo: es un acto humano realizado libremente a efectos de procurar de la mejor manera posible aquellos bienes materiales que son necesarios para la realización de los fines existenciales. Si el acto económico es un acto humano, el mismo no puede estar liberado del juicio ético que indica el deber ser de la conducta humana confonne a los fines prescriptos en la misma naturaleza.

La realidad demuestra que quien actúa económicamente lo hace tratando de procurar eficiente y convenientemente aquellos bienes que necesita para obtener· la máxima satisfacción postble con el mínimo esfuerzo y al más bajo costo. De allí que debamos admitir que el principio que rige el acontecer económico es el principio de conveniencia económica, pero este no puede dejar de estar referido y subordinado a la nonna ética que impera en todo acto humano.

Todo acto económico, como afinnó Valsecchi, debe fundarse necesaria­mente en un juicio previo que indica con qué medios e instnnnentos puede obtenerse 1Dl determinado fin; este es el juicio técnico. A su vez, el juicio económico considerará la conveniencia y eficiencia de la operación a realizar, criterio que influirá sobre el juicio técnico obligando a la búsqueda de nuevos procedimientos que sean más eficientes. Asimismo, el juicio económico indicará la adecuación óptima de los medios limitados a los distintos fines posibles.

Pero también el acto económico debe fundarse en el juicio ético, porque este es el que indica el deber ser de la conveniencia y de la suficiencia económica. "El juicio ético está en la rafz del juicio económico, y por ende informa toda la actividad económica. El juicio ético acerca de lo bueno y de lo malo implica una visión del mlDldo y de la vida, que dirige en cada momento al hombre en la elección de los fines y de los medios a la luz de la

7 Cayetano Licciardo: Curso de élica y economia, CIES, 1998.

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conciencia moral, y en consecuencia circunscribe, condiciona y a la vez orienta al juicio económico de conveniencia y eficiencia".8

Puede que determinado producto esté realizado con la última tecnología y sea técnicamente perfecto (juicio técnico) y, a la vez, su producción haya sido eficiente permitiendo así altos márgenes de rentabilidad (juicio econó­mico). Pero si para alcanzar tales resultados, por ejemplo, no se han pagado las cargas impositivas y previsionales correspondientes, se han abonado sala­rios muy bajos pudiéndolos haber mejorado sustancialmente, o se han fijado precios de venta indebidamente altos aprovechando el poder y la influencia en el mercado en que se opera, el juicio ético indicará que todas esas con­ductas en las que ha incurrido el fabricante no se compadecen con el impera­tivo ético subyacente al deber ser de las cosas. Resulta claro, entonces, que el principio de eficiencia y conveniencia económica no puede ser el referente exclusivo del acontecer económico.

Para el pensamiento clásico el fin del acto económico quedaba circunscripto a la obtención de la máxima ganancia individual posible. Para los neoclásicos (marginalistas), los fines económicos se identificaban con la búsqueda del máxi­mo placer posible. Como acabamos de ver, y· contrariamente a estas posturas materialistas, economicistas y hedonísticas, los fines económicos deben estar rectamente ordenados, en primer lugar y principalmente, al fin trascendente de la persona humana. Asimismo, el fin particular de conveniencia económica debe subordinarse al objetivo final de toda sociedad: el bien común.

Precisando aún más el principio rector de la actividad económica, este no puede ser otro -como afinna Francesco Vito- que el principio de racio­nalidad, por cuanto lo económico se resume en la adecuación racional de medios útiles y escasos a distintos fines.' Pero este principio de racionalidad no necesariamente debe identificarse con el de máxima ganancia o beneficio personal. De suyo, otros móviles pueden determinar el acto económico en cuanto tal. Ejemplo de ello es que en una economía con alta recesión y desempleo un empresario puede (debe) resignar su beneficio o lucro perso­nal como titular de los medios de producción, en pos de evitar despidos y mantener empleado a todo su personal dependiente, compensando situacio­nes anteriores de amplios márgenes de utilidad; puede también emplear mano de obra nacional antes que extranjera, aunque esta sea más barata, a efectos de no exportar empleo e importar desocupación; y puede también un trabaja-

1 Francisco Valsecchi: Qué es la economia. Ed. Macchi, 1984, pág. 15. 9 Francesco Vito: Economiapolitica, Ed. Tesoro, Madrid, 1959, pág. 20.

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dor ofrecer su fuerza de trabajo en su país y no en el exterior, atmque allí reciba una mayor paga.

En todos estos casos, otras motivaciones como la solidaridad y el com­promiso social, la preferencia a la producción y mano de obra nacional, el amor a la patria, han estado por encima del provecho o ventaja material. Sin embargo, no se ha dejado de realizar una adecuación racional de medios a fines, no se ha dejado de realizar una actividad económica.

Convenimos con el autor citado en que el criterio de máxima ganancia no puede ser determinan1e del acontecer económico. La realidad se encarga de de­mostrarlo: en el sistema capitalista que se identifica con el modelo comunitario, el que ha pennitido resurgir a Alemania Federal y al Japón en la posguerra, prevale­cen otros valores por encima de la máxima ganancia individual e interés personal.

Afirma Michel Albert que el htmdimiento del comunismo ha puesto en evidencia la oposición entre dos modelos de capitalismo: el neoamericano, fundado sobre el éxito individual y el beneficio financiero a corto plazo, y el renano-comunitario, centrado en Alemania y que admite muchas semejanzas con el del Japón, que valora el éxito colectivo, el consenso, la inquietud a largo plazo y que es, a la vez, más justo y eficaz~

Según este autor y otros, como Lester Thurow, el capitalismo anglosajón o neoamericano reconoce como móviles determinantes del acto económico el éxito individual y la maximización de las ganancias y el consumo; contraria­mente, en el capitalismo comtmitario, el éxito del equipo, la conquista estraté­gica de mercados, la economia de producción y el ahom> son -entre otros-los valores que fundamentan la actividad económica y empresaria1.10

4. Eftcieada y suflcieada ecoaómica

Por eficiencia económica entendemos la optimización de recursos pro­ductivos en orden a una mayor productividad de bienes y servicios; míni­mos costos y máximo producto conforme los factores disponibles. hnplica eficiencia administrativa, tecnológica y económica propiamente dicha. Toda economía y política económica debe tener como objetivo el uso eficiente de recursos.

1° Cfr. Michel Albert: Capitalismo contra capitalismo, Ed. Paidós, 1990; Lester Thurow, La gue"a del siglo XXI, Ed. Vergara, 1992 y El júiJiro del capitalismo, F4 V ergara, 1996.

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El principio de eficiencia econótiúca es uno de los pilares sobre los cuales debe sustentarse todo proceso económico. Pero no el único, pues debe ser complementado por otro principio que a la vez lo subordina: el principio de suficiencia económica, que se refiere a la atención plena y conveniente de las necesidades de todas y cada una de las personas, a efectos de poder alcanzar un nivel de vida digno y decoroso, necesario, a la vez, para poder vivir virtuosamente.

V ale decir, entonces, que la eficiencia económica no es una fmalidad en sí misma. Si bien es uno de los factores ~etenninantes del progreso económi­co, eficiencia y progreso no son más que instrumentos que deben estar al servicio del auténtico y pleno desarrollo humano. El proceso económico debe permitir la abundancia redistribuida de bienes y servicios, pero, a su vez, debe acomodarse a las exigencias propias de la naturaleza humana y de sus correspondientes fines existenciales. Esta naturaleza -como afirma Valsecchi- tiene una cuádruple dimensión: a) material, por la que necesita bienes materiales; b) espiritual, por la cual necesita también bienes espiri­tuales -valores culturales, intelectuales y morales- propios de su naturaleza racional y que perfeccionan lo que en él hay de más humano: el espíritu; e) religiosa, por la que necesita bienes sobrenaturales sin los cuales el hombre no puede alcanzar su plenitud; d) social, ya que su promoción exige la realización del bien común de la sociedad: "( ... ) la promoción material es instrumento de la promoción espiritual, y esta es medio de la promoción sobrenatural, la promoción social es condición de las tres anteriores ( ... ). Los planes y programas de progreso económico han de tener en cuenta esta jerarquía de los valores humanos, porque el hombre vale más por lo que es que por lo que tiene".U

Deciamos que por suficiencia económica debemos entender una comu- ' · nidad satisfecha cuyos bienes y riquezas sean distribuidos equitativamente. ,, Esto apunta a resaltar las enormes desigualdades y disparidades sociales -entre sectores sociales, entre distintas regiones y paises- que se producen y agudizan cuando la eficiencia se transforma en el objetivo· final del proceso económico. Una economia debe ser eficiente para ser justa, pero la eficien-cia no deja de ser una condición necesaria -aunque no suficiente-, un modo de hacer las cosas, para poder cumplir de mejor forma con la fmalidad propia de la economia.

11 Francisco Valsecchi: El progreso económico al servicio del hombre, Cuadernos de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas, Nro. 2 (1977), Universidad Católica Argentina.

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Es necesaria la eficiencia para poder progresar económicamente, pero el progreso económico y la abundancia de bienes y servicios deben de estar al servicio del auténtico desarrollo humano, que implica no solo suficiencia de bienes económicos, sino principalmente la promoción cultural, espiritual y religiosa de la persona.

Como afirmó Juan Pablo JI: "( ... ) el desarrollo no debe ser entendido de manera exclusivamente económica, sino bajo una dimensión humana integral. No se trata de elevar a todos los pueblos al nivel del que gozan hoy los países más ricos, sino de fundar sobre el trabajo solidario .una vida más digna, hacer crecer efectivamente la dignidad y la creatividad de toda persona, su capacidad de responder a la propia vocación y, por tanto, a la llamada de Dios. El punto culminante del desarrollo conlleva el ejercicio del derecho-deber de buscar a Dios, conocerlo y vivir según tal conoci­miento".12

Esta justa dimensión de la economía y del desarrollo solo puede ser concebida mediante una correcta concepción de los valores, cualidades esen­ciales del bien respecto de las cuales debe respetarse su jerarquía. En tal sentido, habrá que tener presente:

Valores religiosos:

Valores intelectuales:

Valores éticos: Valores estéticos:

Valores vitales:

Valores económicos:

permiten distinguir lo santo de lo profano. permiten distinguir lo verdadero de lo falso. permiten distinguir lo justo de lo injusto. permiten distinguir lo bello de lo feo. permiten distinguir lo fuerte de lo débil. permiten distinguir lo útil de lo inútil.

Solo mediante la cultura el hombre puede jerarquizar los bienes y los fines. La economía es función cultural básica del hombre en virtud de la cual adecua racionalmente bienes (escasos y útiles) a los múltiples fmes de la vida en su correcta jerarquía.

Es por ello que, como afirmó John Rawls, "en el orden de la economía, la justicia precede a la eficiencia"13• Esta expresión corrobora lo dicho: el

12 Juan Pablo 11: Centesimus annus, 29. 13 John Rawls: Teorla de /ajusticia, FCE, México, 1978, pág. 93.

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juicio ético (justo o injusto) subordina al juicio económico de eficiencia y conveniencia (útil o inútil).

"La misma razón moral natural sabe -y la ética cristiana lo enseila- que por encima de lo meramente agradable a los sentidos está situada la salud del cuerpo y la fuerza vital, que por encima de esto se halla el desarrollo espiri­tual y cultural del hombre, y por encima de todo su salud eterna, que reside en el Dios absolutamente santo. La misma razón moral natural conoce inme­diatamente que los bienes materiales que sirven a estos valores en si tienen precisamente mero valor de servicio y les están, por tanto, subordinados. El sentido de la economía reside en el suministro de los bienes materiales necesarios, útiles y provechosos para el mantenimiento e incremento de la fuerza vital, para hacer más fácil la vida civilizada, para el desarrollo cultu­ral del espíritu y para el logro religioso-moral del fin último del hombre" .14

14 N. Monzel: Doctrina Social, tomo II, Ed. Herder, Barcelona, 1969, pág. 447.

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CAPÍTUL04 LA ECONOMÍA COMO CmNCIA

La relacjDn entre moral y economía es necesaria e intrínseca: activitkld económica y comportamiento moral se compenetran íntimamente. La necesaria distinción entre moral y economía no comporta una separación entre los dos ámbitos, sino al contrario, una reciprocidad importante( ... ). A la economía, en efecto, tanto en el ámbito científico, como en el nivel práctico, no se le confia el fin de la realización del hombre y de la buena convivencia humana, sino una tarea parcial: la producción, la distribución y el consumo de bienes materiales y de servicios ( ... ). Objeto de la economía es la formación de la riqueza y su incremento progresivo, en términos no solo cuantitativos, sino cualitativos: todo lo cual es moralmente correcto si está orien­tado al desarrollo global y solidario del hombre y de la socie­dad en la que vive y trabaja ( ... ). En la perspectiva del desarro­llo integral y solidario, se puede apreciar justamente la valori­zación moral que la doctrina social hace sobre la economía de mercado o simplemente economía libre.

1. El conocimiento cientffico

COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL

DE LA IGLESIA, 331, 334 Y 335.

La actividad intelectiva es propia del hombre en virtud de su naturaleza racional; el conocimiento humano, cuyo origen es la percepción sensorial, trasciende lo corpóreo y sensible haciendo abstracción de lo inteligible. La inteligencia humana capta la esencia misma de las cosas, en virtud de lo cual el hombre puede explicar el porqué y para qué de la realidad que lo circunda a través de las causas últimas que fundamentan dicha realidad. De alli que el concepto clásico definiera el conocimiento científico como el conocimiento cierto por las causas.

Modernamente se define a la ciencia como el conjunto de conocimientos metódicamente adquiridos y sistemáticamente organizados. Conjunto de co­nocimientos, por cuanto existe unidad de la multiplicidad de actos cognocitivos a través del objeto formal de toda ciencia; adquiridos metódicamente, esto

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es, la verdad -objeto de toda ciencia- se procura alcanzar a través de un método; sistemáticamente organizados, ya que mediante la ciencia se reduce la realidad múltiple a los conceptos universales que engloban casos y cues­tiones particulares.

El conocimiento científico es un conocimiento cierto, demostrable y universal, ya que formula leyes universales que rigen hechos contingentes y particulares; abstracto, pues capta la esencia de las cosas; necesario y per­manente, mientras subsistan las condiciones y las hipótesis asumidas.

Esta concepción realista del conocimiento ha sufrido distintos ataques, y las consecuencias derivadas de los mismos las sigue padeciendo la ciencia moderna. En efecto, el subjetivismo e idealismo de Descartes (1600) asumió un conocimiento independiente de la experiencia sensible, siendo el punto de partida el ''yo pienso y luego existo"; el empirismo inglés de Locke (1600) se aferra a la experiencia sensible y descarta toda metafisica, ya que asume la imposibilidad de captar la esencia de las cosas; el agnosticismo de Kant (1700), con su determinación aprioristica del conocimiento y su fenomenalismo, niega la posibilidad de llegar al ser de las cosas (metafisica) y, consecuentemente, la posibilidad de un deber-ser (ética). De igual forma, el positivismo científico de Comte, en Francia, y de Stuart Mili y Spencer en Inglaterra ( 1800) niega la posibilidad de toda metafisica, por cuanto afirma que la ciencia solo busca las leyes del cómo ocurren las cosas (fenómeno) y no la causa última de las mismas; es decir, su porqué y para qué.

Todas estas posturas agnósticas niegan a la inteligencia la posibilidad de acceder a la verdad e influyen decisivamente en las ciencias modernas; tam­bién en la Economía.

Negada la metafisica o la posibilidad del entendimiento humano de llegar a conocer la verdad y el ser de las cosas, se niega también la posibili­dad del deber-ser de las mismas. Así, la ciencia moderna se proclama autó­noma e independiente de toda ciencia superior subalternante y, en particular, las ciencias sociales que tienen por objeto de estudio al hombre se desvinculan de toda ética que prescriba el deber-ser del acto humano. De esta manera, dichas ciencias intentarán explicar el acontecer humano en lo social, politico y económico, como si las cosas funcionaran de igual forma que en el orden fisico; es decir, en una relación de causalidad donde no tiene sentido hablar ni plantear el deber-ser de las mismas.

Como decíamos, el objeto de toda ciencia es la verdad (adecuación de la inteligencia con la realidad), y la verdad puede buscarse como fin en sí misma, por puro goce de posesión, como en las ciencias especulativas (Me-

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tafisica), o puede buscarse con un fin ulterior, es decir, con una acción tendiente a procurar un bien en el hombre; tal es el caso de .las ciencias prácticas del obrar (ética) o del hacer (estética). Como veremos, la Econo­mía es una ciencia práctica del obrar que pertenece al campo de la Filoso­fia moral.

2. La Economia como ciencia: concepto

La palabra "economía" proviene del griego y se refiere a la disciplina que trata las leyes de la administración del hogar (oikos: casa, nomos: ley). Hasta fines del siglo XIX se utilizó la denominación Economía Política para designar esta ciencia. Pero a partir de entonces, y con la aparición de la obra de Alfred Marshall (Principies of Economics, 1890), tomó predicamento el término economía. Ahora bien, si la actividad económica queda circunscripta a la adecuación eficiente de medios escasos y de usos alternativos a los distintos fmes de la vida, puede definirse la ciencia económica como la "ciencia que estudia las actividades humanas en cuanto están dirigidas a adecuar los medios escasos y de uso alternativo a los fmes múltiples y de distinta importancia, del individuo y de la sociedad ( ... ). La Economía es una ciencia de la conducta humana, por cuanto su objeto es el estudio del comportamiento del hombre en la elección de fmes (ya que no todos los fines pueden ser perseguidos simultáneamente, por la escasez de medios) y en la elección de medios (ya que no todos los medios sirven del mismo modo para conseguir los fmes elegidos)".1

Objeto. Toda ciencia tiene un objeto material que es la cosa sobre la cual recae el estudio y la investigación y, a su vez, tiene un objeto formal, que está compuesto por las determinaciones bajo las cuales se estudia dicha materia.

Conforme a lo dicho, el objeto material (causa material) de la Econo­mía, la cosa estudiada, son aquellos bienes (medios) útiles y escasos y de uso alternativo; su objeto formal (causa formal) es la adecuación racional de tales medios a los múltiples fines del individuo y de la sociedad. Asimismo, la causa final de la Economía es la satisfacción plena y conveniente de las necesidades económicas y la causa eficiente estará representada por esas mismas necesidades económicas; es decir, la causa fmal y eficiente de la Economía no son otra cosa que el hombre mismo.

1 Francisco Valsecchi: Qué es la economfa, Ed. Macchi, 1984, págs. 35 y 36.

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La ciencia económica es la que produce un orden en la actividad huma­na relacionada con los bienes económicos. De allí que se ocupe de la eficien­cia y de la eficacia de dicha actividad en la procuración de riqueza. Desde el punto de vista de la Economía social, la ciencia económica estudia y dirige el obrar humano tendiente a la recta procuración de riqueza en orden al bien común.

Método. Toda ciencia, decíamos, tiene por objeto la verdad. Pero, para llegar a esa verdad, utiliza un camino, un método, una estrategia. Este méto­do podrá ser deductivo, si parte de principios generales y universales, evi­dentes por sí mismos, y a ellos se suceden otros razonamientos, cuya veraci­dad se demuestra por su relación con aquellos primeros principios; y puede ser inductivo, si parte de la experiencia sensible, de lo singular, para elevarse a través de la inteligencia y así formular juicios o conceptos universales.

Las ciencias sociales, como la Economía, necesitan del auxilio de am­bos métodos, el deductivo, lógico y a priori, y el inductivo, experimental, positivo y a posteriori. Esto se debe a que en toda ciencia social cada uno de los métodos se muestra individualmente insuficiente para alcanzar la verdad respecto del objeto estudiado. En efecto, toda ciencia social estudia un ele­mento fijo que es la naturaleza humana, y un elemento variable que es el acto humano. Fijo el primero, por cuanto la naturaleza humana y los fmes prescriptos en ella permanecen en el tiempo sin modificaciones, variable el segundo, por cuanto el acontecer humano se acomoda a las circunstancias de lugar y tiempo.

El método deductivo parte de las verdades de razón natural o de fe y deduce de las mismas distintos razonamientos, teniendo como base la natura­leza humana; a partir de allí, asigna al hombre la regla moral y el deber-ser de su conducta individual y social. Pero no puede ser el único método en las ciencias sociales, pues desconoce la variedad de fenómenos, de circunstan­cias de lugar y tiempo y los actos humanos consecuentes con tales fenóme­nos y circunstancias. Es incompleto, ya que ignora los medios. que sugiere la experiencia social.

El método inductivo parte de la observación de los hechos y, generali­zando los mismos, establece leyes. Tiene como base el elemento variable de toda ciencia social: el acto humano. Pero tampoco puede ser único método, puesto que la observación en materia social no tiene el mismo carácter que en el orden fisico. Como único método puede llegar a desconocer las verda­des de orden moral, el deber-ser del acto humano. Solo es también incomple­to; no obstante, la observación empfrica es complementaria de la teoría y de

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los principios; es condición básica para la aplicación de los mismos y sirve de confirmación indirecta.

Concluyendo, la ciencia económica necesita de ambos métodos, de los conocimientos teóricos y de los criterios de verificación empírica, a efectos de dar como válidas sus conclusiones.

La cuestión del método en la ciencia económica llevó a la disputa en el siglo XIX de las corrientes historicistas alemanas, que enfocaban el estudio de la Economia en su particularidad concreta a partir de la historia económi­ca, con la corriente de los teóricos ingleses, que abordaron el estudio de la dicha disciplina en su generalidad abstracta, formulando leyes, generaliza­ciones, uniformidades, pretendiendo explicar los fenómenos económicos al margen de la situación histórica concreta.

Reviste importancia la cuestión del método, ya que equivocar el camino lleva a la ciencia a formular leyes y teorías que no se ajustan a la realidad, y mucho menos al deber ser de las cosas.

Para la escuela.clásica (Smith, Ricardo) el método único era el deducti­vo, asumiendo un concepto del hombre y del comportamiento humano total­mente ajenos a la realidad. Partieron de un dogmatismo equivocado y de premisas que no pudieron demostrarse. Así, sustituyeron un mercado concre­to por un mercado ideal ordenado por la espontaneidad de las fuerzas que en él confluyen; al hombre real y concreto, por el homo oeconómicus movido por su egoísmo individual en busca del máximo beneficio; a la verdadera libertad, por una libertad fantástica de la cual fluye espontáneamente el orden social, político y económico.

Los clásicos partieron de principios generales que carecían de validez universal. Las hipótesis sobre el comportamiento humano que formularon no se ajustaban al deber-ser de la conducta humana y, consecuentemente, nunca podían ser utilizadas como herramientas de trabajo a efectos de formular leyes y teorías económicas; menos aún, a efectos de procurar el debido ordenamiento de la Economía social.

En el polo opuesto están los que desconocen y rechazan toda considera­ción especulativa sobre los móviles de la acción humana, examinando la uniformidad de los hechos y formulando predicciones teóricas mediante el uso exclusivo del método inductivo. Entre ellos, Wilfredo Pareto (escuela de Laussana) afirmó que no existe diferencia en cuanto al objeto y· al método entre las ciencias naturales y las ciencias sociales: no existe ciencia que no sea experimental; los fenómenos sociales se producen independientemente

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de la libertad humana, son explicados y pueden predecirse con las mismas normas de las ciencias fisicas y naturales.2

La escuela de Chicago (M. Fried.maJl, H.Shenolz) adhiere al método posi­tivista. Según la misma, ninguna teoría será tomada como válida si no es corroborada en los hechos, experimentalmente. Afirmaba Milton Friedman: "La Economía positiva es, en principio, independiente de cualquier posición ética o cualesquiera juicios normativos. Como dice Keynes, se refiere a 'lo que es', no a 'lo que debería ser'. Su tarea reside en suministrar un sistema de generalizaciones que pueda utilizarse para hacer predicciones correctas acerca de las consecuencias de cualquier cambio en las circunstancias. Su funciona­miento ha de ser juzgado por la precisión, alcance y conformidad de las predicciones que suministra con la experiencia. En resumen, la Economía positiva es, o puede ser, una ciencia 'objetiva' precisamente en el mismo sentido que cualquiera de las ciencias fisicas ( ... ). Por otro lado, la Economía normativa y el arte de la economía no pueden ser independientes de la Econo­mía positiva. Cualquier conclusión política se basa necesariamente sobre una predicción acerca de las consecuencias de hacer una cosa en lugar de otra, predicción que debe estar basada -implícita o explícitamente- en la Economía positiva( ... ); un consenso sobre la política económica 'correcta' depende, en gran parte, no tanto del progreso de la Economía nonnativa justa como de un progreso de una Economía positiva que suministre conclusiones que sean, o merezcan ser, ampliamente aceptadas ( ... ). El objetivo último de una ciencia positiva es el desarrollo de una 'teoría' o 'hipótesis' que ofrezca predicciones válidas y con sentido ( ... ) acerca de los fenómenos todavía no observados ( ... ); la única prueba importante de la validez de una hipótesis es la compara­ción de sus predicciones con la experiencia'?

Contrariamente, la escuela austríaca (Ludwig von Mises) parte del co­nocimiento apriorístico de la ciencia económica. Para esta escuela, no puede utilizarse la verificación empírica por cuanto en el orden social no existen regularidades como en los fenómenos de la naturaleza: la verificación no sirve ni para formular ni para someter a prueba una hipótesis. La "praxeología" (ciencia de la acción -según Mises- de la cual la Economía forma parte) tampoco parte de una hipótesis, sino de una categoría a priori, una verdad evidente por sí misma, independiente de cualquier experiencia, a partir de la cual cualquier deducción o conclusión será válida y necesariamente cierta.4

2 Cfr. Francesco Vito: Economía política, Ed. Tesoro, Madrid, 1959, págs. 161 y sgtes. 3 Milton Friedman: Ensayos sobre Economia positiva, Ed. Gredos S.A., Madrid, 1967,

págs. 10-14. 4 Cfr. J. Cachanosky: "La naturaleza apriorlstica de la ciencia económica", en Liberalis­

mo y Sociedad, Ed. Macchi, 1984, págs. 129-140.

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Mario Bunge, refiriéndose al estatus científico de la ciencia económica y al pensamiento predominante en el campo económico (Economía neoclásica), advirtió lo erróneo de estas posturas extremas, filosófica e ideo­lógicamente equivocadas; concretamente se refirió al individualismo (ontológico, metodológico y ético) y a los vaivenes entre el empirismo com­pulsivo y la especulación teórica desbocada que pretenden fundamentar di­cha ciencia. El mal estado de salud de esta disciplina, afirma el autor, no es irreversible, en tanto puede corregirse mediante una reorientación filosófica. En cuanto a la Economía normativa y la Política económica, afirma: "En rigor de verdad, todo el campo de la elaboración de políticas públicas es parte del proceso político, por lo que está íntimamente relacionado con la moral y, por consiguiente, interesa a la Filosofia moral y política".'

Como más adelante veremos, las posturas positivistas desconocen aque­llos principios universales, aquellas verdades evidentes de razón natural y de fe, sobre las cuales debe fundarse metodológicamente toda ciencia social, entre ellas, la Economía. En efecto, las ciencias sociales tienen por objeto al hombre. Es por ello que no se puede separar, como en las ciencias naturales o fisicas, lo que se quiere investigar, ni buscar las uniformidades y las leyes solamente a partir de los fenómenos observados; por otra parte, tampoco puede dejarse de complementar las verdades morales con el cambiante acon­tecer humano. Por esta razón, la Economía necesita de ambos métodos, el inductivo y el deductivo.

Fines. De acuerdo con la finalidad que se le asigne al acto económico, surgirán distintos conceptos acerca de la ciencia económica. Así, para la concepción clásica tradicional, el homo oeconómicus buscaba exclusivamen­te su interés personal. Este era el móvil determinante del acto económico, de esta forma la ciencia se estructuraba sobre la base de un principio hedonista: la máxima satisfacción al mínimo costo. De igual forma, la comente neoclásica asume el comportamiento ma:ximizador como móvil principal de la actividad económica; supuesto que descarta la posibilidad de que el sujeto económico actúe por otros móviles, como, por ejemplo, el amor a la patria, el compro­miso social, la vocación al trabajo, la esperanza de una recompensa, la conquista estratégica de mercados, el respeto al cliente, etcétera.

Si la Economía es una ciencia que se ocupa de la adecuación racional de medios para la satisfacción de distintos fines, esta racionalidad del acto

5 Mario Bunge: Los ciencias sociales en discusi6n. Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1999, pág 435.

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económico no puede estar ajena a lo prescripto por el orden moral. En definitiva, la finalidad del acto económico no puede desentenderse del fm último de la persona humana; las hipótesis de trabajo, consecuentemente, no pueden formularse de manera abstracta sin ajuste a la debida jerarquía de fines.

Vale, en este punto, destacar una distinción en la que no todos los autores coinciden. Según Francesco Vito, no existen fines económicos, sino más bien problemas económicos que el hombre debe resolver a través de la racionalidad de sus actos y confonne a su fmalidad trascendente. 6 A ello responde el P. Julio Meinvielle afirmando que la'Economía es una ciencia práctica y, en cuanto tal, una ciencia de realizaciones, una ciencia de fines, lo que no equivale decir que dicho fin económico sea un fin total y especificador de la vida y de la sociedad humana: "( ... ) sin embargo, específicamente es capaz de finalizar todo un saber completo aunque haya de referirse a un fin más alto y superior''. Por su parte, Messner afirma que es un error intentar relegar la economía exclusivamente al área de los me­dios, por cuanto la economía como parte de la cultura "no es otra cosa que la elección previsora entre varios fines, detenninada de todas maneras por la escasez de medios que están a disposición de estos fmes".7

Desde el punto de vista de la Economía social, afirmamos, el fin de la economia será la abundancia redistribuida de bienes y servicios económicos. Esta abundancia, y bienestar material consecuente, debe de ser una fmalidad al servicio de la persona, un medio que favorezca y que posibilite su desarrollo y perfección moral y espiritual. Es esta finalidad, propia de la Economía social, la que otorga a la ciencia económica categoría de saber completo y autónomo.

Este saber completo y autónomo no es ajeno a los fines prescritos en la naturaleza humana, y por tanto no es ajeno a la valoración y justificación ética. Al respecto, afirma Messner que "( ... ) la actividad económica consiste en el empleo, según un principio racional, de medios escasos al servicio de los actos condicionados por los fmes existenciales. Se' deduce inmediata­mente de nuestras consideraciones que el éxito monetario (iell'tabilidad} de una empresa no es por sí solo prueba de una correcta actUación económica, ya que no indica nada sobre la práctica de un obrar eConómico organizado según el principio racional ni sobre el respeto debido· a esa faceta humana y social de toda actuación económica que acabamos de mencionar. La econo-

6 Francesco Vito: Economíapolitica, Ed. Tesoro, Madrid, 1959, pág.l92. 7 Julio Meinvielle: Conceptos fundamentales de la economía, Ed. Cruz y Fierro, Buenos

Aires, 1982, pag.37; Johannes Messner: ttica social, política y económica a la luz del derecho natural, E'd. Rialp, 1967, pág. 1.121.

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mía, por estar al servicio de los fines existenciales del hombre, está relacio­nada con el orden de los fines prescritos ya en la naturaleza humana". 8

3. Economía, PoHtica y Ética: su debida relación

Entender debidamente la Economía como realidad humana y como dis­ciplina científica, exige -como dijimos- iniciar la reflexión a partir de una correcta concepción del hombre y de la sociedad, de la jerarquía de sus fines y de los medios para procurarlos. La realidad se encarga de demostrar que las falsas premisas antropológicas sobre las cuales se fundamenta la econo­mía moderna han desvirtuado la finalidad de la misma, derivando en un concepto de mercado y en un darwinismo social consecuente, que obstaculi­zan gravemente la meta del auténtico desarrollo humano.

Pero, aunque equivocadas, tales premisas evidencian que toda elabora­ción científica, todo postulado teórico de una disciplina social como la Eco­nomía, parte necesariamente de juicios de valor previos, de tina concepción del hombre y de sus fines. Precisamente, el concepto de bienestar y de crecimiento económico no puede ser éticamente neutral. La búsqueda de esta neutralidad ha sido siempre infructuosa; hasta el mismo "óptimo paretiano" y la "teoría del equilibrio general", que postulan máximo bienestar y utilidad pretendiendo evitar juicios normativos y de valor, no pueden sustraerse de los fundamentos ideológicos que implícitamente conllevan tales postulados.9

En lo que refiere a la relación entre la Economía, la Política y la Ética, afirmamos que la recta procuración de bienes materiales para la satisfacción de necesidades humanas (fin de la Economía social) es un instrumento indis­pensable para lograr el perfeccionamiento político en la vida social, y lo es también para que el hombre, con suficiencia de bienes, pueda obrar de mejor forma según la virtud y perfeccionarse moralmente.

El fin de la Economía, enseña el P. Julio Meinvielle, no especifica totalmente la vida humana. Sin. embargo, la ciencia económica es capaz de un saber autónomo y completo, aunque deba referirse a un fin más alto y superior. El objeto propio de la ciencia económica aftade una diferencia, una materia nueva y modificada, al objeto propio de las ciencias subaltemantes

8 Johannes Messner: Ética social, politica y económica a la luz del derecho natural, Ed. Rialp S.A., Madrid, 1967, págs. 1.121-1.122.

9 Cfr. La Economia como disciplina científica: ensayos en honor del profesor Francisco Valsecchi. Artfculos de Eduardo Zalduendo y de Vicente Vázquez, Presedo, Ed. Macchi, Buenos Aires, 1982.

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de la misma: la Política y la Moral. Ello trae aparejado un modo de saber nuevo y modificado, y esa diferencia que agrega la Economfa, hace de ella una ciencia autónoma, con método y leyes propias, que no se confunde con las ciencias subordinantes. "Es un saber práctico, necesariamente normativo si se quiere, pero con objeto propio y con principios también propios, aun­que derivados de los morales y políticos,( ... ) y con leyes propias derivadas de esos principios, al que no le interesa propiamente el deber ser moral o polítiCO SinO 'el debe Ser de la eficacia económica", lO

Para entender cabalmente la realidad y la problemática social y econó­mica no puede prescindirse de valoraciones que exceden los modelos mate­máticos y económicos, por cuanto toda relación de precios-salarios es la resultante de actividades humanas que contienen distintas valoraciones psi­cológicas, éticas y políticas, de las que el economista no puede hacer abs­tracción sin falsear esa realidad. 11

La Economía entonces, como realidad y como ciencia, está subordina­da en razón de su fin a la Política y a la Etica. Desconocer o negar esta debida relación tiene graves connotaciones sociales y económicas. En efecto, la Política se declara hoy incapaz de asumir responsabilidades porque lo económico es determinante (golpes de mercado, burbujas financieras, poder oligopólico de las firmas trasnacionales, etc.). Fuerzas geoeconómicas extranacionales -como dice Lester Thurow- deciden la suerte de muchas naciones, socavando la autonomfa de decisión de sus Estados. La responsa­bilidad política pretende ser transferida a un anónimo todopoderoso: el mer­cado. Muy por el contrario, y con mayor razón en virtud de este proceso económico global, es tarea urgente y necesaria reivindicar el protagonismo de la Política para ubicar lo económico en su justo lugar, y el papel protagónico del Estado para lograr un ordenamiento del mercado que contribuya a la realización del bien común nacional e internacional.

Desconocer los preceptos normativos de la Etica, haciendo prevalecer el criterio técnico y económico, tiene también inevitables y graves consecuencias sociales, como la inequidad distnbutiva de las riquezas, el desempleo y la fuerte polarización social que caracterizan la presente cuestión social. Todas ellas son el resultado de no observar la ley de reciprocidad en el intercambio, ley moral y también económica que subordina a la ley de oferta y demanda del mercado. Ahora bien, se plantea aquí una objeción desde el punto de vista

10 Julio Meinvielle: Conceptos fundamentales de la economla, Ed Cruz y Fierro, Bue­nos Aires, 1982, pág. 38.

11Julio Meinville: obra citada, págs. SS y 56.

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académico: para algunos autores, la economía en cuanto realidad y acontecer humano está sujeta a juicios éticos-valorativos, pero en cuanto ciencia es independiente de toda nonnativa filosófica y moral, ya que no se puede hablar de una moral científica porque la ciencia es neutral por definición y sus servi­dores deben respetar esa neutralidad. 12 Expresa en tal sentido Alejandro Chafuen: "La Economía en cuanto ciencia es independiente de la moral y de la fe, no así las cuestiones económicas ni las ideas acerca del orden económico".13

Por su parte, uno de los máximos exponentes de la escuela austriaca, Ludwig von Mises, afinna: "La praxeologia no se interesa por los 9hjetivos últimos que la acción pueda perseguir( ... ). Su objeto de estudio son los medios y no los fines ( ... ); es neutral respecto de ellos, absteniéndose de formular juicio valorativo alguno ( ... ). La praxeologfa y la economía no se ocupan de cuáles deberían ser las aspiraciones y actuaciones humanas o de cómo serían estas si el conjunto de los hombres estuviera inspirado por una común filosofia de vigencia absoluta".14

Surge entonces la pregunta: ¿cómo subordinar la Economía a la Ética sin que pierda su autonomía científica? En primer lugar, "lo económico" es un aspecto de la actividad humana signada por la relación entre la escasez de medios y la multiplicidad de fines y, en cuanto tal, el aspecto económico no es independiente del aspecto ético, jurídico y político de todo accionar hu­mano. Es por ello que la elaboración de toda teoría económica supone distin­guir y aislar un aspecto de la realidad para dar lugar al análisis científico. Pero -como afinna Vito-- distinguir no significa separar o desentender dicho aspecto de los otros ni de los fmes prescritos en la naturaleza humana. Por la misma razón, no toda hipótesis es válida para fundar una ciencia, en tanto se oponga a la recta interpretación de la realidad y no tenga en cuenta la dimensión integral de la realidad humana. "Si el aspecto económico de la actividad humana consiste en la adecuación de medios limitados al logro de determinados fmes, y si los fmes de la actividad humana son esencialmente de naturaleza ética, es evidente que la elaboración científica de la adecua­ción de los medios limitados no puede prescindir del reconocimiento de la ética ( ... ). En las premisas especulativas penetran subrepticiamente determi­nadas concepciones de los fmes y de la actividad humana". 15

11 B. Cornejo y E. Iturrioz: Manual de Economia polltica, Ed. Zavalfa, Buenos Aires, 1980, págs. 38-39.

13 Alejandro Cbafuen: ''Moral y economfa", en Liberalismo y Sociedad, Ed. Macchi, 1984, págs. 83 y 95.

14 Ludwig von Mises: La acción humana, Ed. Sopee S.A., Madrid, 1968, págs. 41- 48 y 132.

15 Francesco Vito: Economia política, Ed. Tesoro, Madrid, 1959, págs. 181-196.

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La Ética y la Economía no tienen bajo estudio sectores distintos de la realidad humana, sino la misma realidad en sus distintos aspectos. Esto explica claramente la debida relación jerárquica entre ambas disciplinas: La Economía no se confunde con la Ética ni es parte de ella; es una ciencia autónoma que se subordina a la misma en razón de su fin.

No obstante, si bien es cierto que en el punto de partida de la elaboración científica no puede obviarse la cuestión ética, hay que admitir que existen cuestiones referentes al aspecto técnico y organi.ZJltivo de la puesta en práctica de tales principios que implican una real limitación de la Ética. Ejemplos: 1) El bien común, principio ético ordenador de la vida social y. a la vez causa final del Estado, prescribe la obligación de procurar las condiciones sociales convenientes al desarrollo humano. Pues bien, toca a la política económica la tarea de instrumentar los objetivos de equidad distributiva del ingreso, pleno empleo, crecimiento económico, equih'brio externo y fiscal, estabilidad mone­taria, a efectos de hacer viable ese conjunto de condiciones sociales; 2) La Ética prescribe la obligación de contribuir equitativamente con el bien común abonando impuestos (obligación de justicia legal); le corresponde a la política fiscal la definición y medición de la capacidad contributiva de los ciudadanos, fijar el tipo y cuantía de los impuestos, la determinación y aplicación del gasto público, para poder cumplir con aquel imperativo ético; 3) La Ética prescribe la justicia en el intercambio, por ello toda teoría económica sobre el funciona­miento del mercado debe reconocer la necesaria subordinación de la ley de oferta y demanda a la ley de reciprocidad en el intercambio, ya que ambas leyes responden a la naturaleza individUal y social de la persona humana. Al respecto, el equilibrio en los mercados logrado sin observancia de la equidad en la distribución del ingreso y de la riqueza contraría todo precepto ético, porque ese equilibrio es el resultado de compensar ganancias de unos con pérdidas de otros; en términos de la "teoría de los juegos" el intercambio resulta un juego de "suma cero". Refiriéndose a tales premisas Mario Bunge afirmó: "En una sociedad justa (o moralmente viable) nadie puede estar mejor sin que finalmente algún otro esté mejor; el bienestar de uno está acompañado por el bienestar de todos". 16

A los que defienden la neutralidad de la ciencia económica y su inde­pendencia de los juicios éticos y de valor, preguntamos: si la ciencia econó­mica, como ciencia social, asume determinadas hipótesis sobre el comporta­miento humano, ¿acaso esas hipótesis no surgen en virtud de una determina­da concepción del hombre y de la sociedad?

16 Mario Bunge: obra citada, pág. 540.

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El concepto de mercado y de libertad, según los clásicos y neoclásicos, parte de premisas antropológicas equivocadas y de hipótesis sobre el com­portamiento humano que no se ajustan a su deber-ser; consecuentemente, nunca esas premisas podrían ser utilizadas como herramientas de trabajo a efectos de fonnular leyes y teorías económicas, y menos aún, a efectos de procurar un ordenamiento económico y social.

Pero, aunque equivocadas, tales premisas -como dijimos- demuestran que toda elaboración científica de la Economía parte necesariamente de juicios de valor previos: No existe una ciencia social y económica neutral desde el punto de vista ético; al ser la Economía una ciencia que se ocupa de la adecuación racional de medios para la satisfacción de distintos fines, la finalidad del acto económico (su racionalidad) no puede desentenderse de lo prescrito en el orden moral. De igual forma, sus hipótesis de trabajo no pueden formularse abstractamente sin ajuste a la Ética y a la jerarquía de fines.

La independencia de la ciencia económica de un saber superior deriva -como afinnó Juan Pablo ll- de cierta postura pragmática y positivista que ha invadido el mundo cientifico, mentalidad que rechaza todo fundamento metafi­sico y moral del obrar humano y de las ciencias que estudian dicho obrar.17

"Solo aceptando conscientemente los principios éticos como punto de partida ( ... ) se conquista la autonomía científica ( ... ). La ciencia una vez construida es la que es. Los resultados de la misma se aceptan o se rechazan. No hay modos de coordinarlos o subordinarlos a otros órdenes de conoci­mientos ( ... ). Autonomía científica tienen los resultados de la ciencia econó­mica construida con pleno conocimiento conforme a los principios éticos: dentro de su ámbito propio gozan de plena validez". 18

"( ... ) La actitud muy generalizada, de considerar la economía como neutral respecto de los fines éticos, es inoperante y falaz ( ... ). La economía reconoce la primacía de la ética y recibe de ella la orientación de lo útil hacia el bien moral, la fijación del campo de sus investigaciones dentro de los liniites de lo honesto y lo justo, y la determinación de la legitimidad de sus conclusiones científicas ( ... ). La primacía de la moral sobre las leyes de lo útil debe aceptarse no solo en las aplicaciones prácticas ( ... ), sino también y primordialmente en las elaboraciones teóricas".19

17 Cfr. Juan Pablo II: Fe y razón, Nros. 46 y 89. 18 Francesco Vito: obra citada, pág. 196. 19 Francisco Valsecchi: La reconstrucción de la ciencia económica sobre el fundamento

ético cristiano, Cursos de Cultura Católica, Escuela Superior de Economfa, Buenos Aires, 1952.

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Resulta claro, y hay literatura abundante sobre el tema, que los postula­dos de la escuela neoclásica son el fundamento de la actual economía de mercado, y es precisamente en virtud de tales postulados que -como en los años '30- la economía ha quedado sin respuesta frente a los problemas sociales que ocasionan -entre otros- el desempleo, la marginación, la injusta distribución de la riqueza. Estos problemas tienen su raíz y explicación en posturas dogmáticas que han hecho de la Economía un absoluto y han desco­nocido o negado la necesaria subordinación del juicio técnico y económico al juicio ético y moral.

Entender correctamente la Economía, como realidad y como ciencia, supone -como afirma Valsecchi- distinguir claramente tres planos: 1) La realidad, es decir los hechos y el acontecer económico; 2) el análisis, o la elaboración científica, las predicciones lógicas, la verificación y la formula­ción de postulados teóricos; 3) los principios, los juicios de valor que incor­poran una determinada concepción del hombre y de la sociedad. Así, el enfoque global de la Economía comprende tres partes: 1) La positiva, lo que es, los hechos y el acontecer económico~ del que se ocupa la teoría económi­ca y la historia económica; 2) la práctica, /o que puede ser, lo factible, de lo que se ocupa la política económica; y 3) la filosófica, lo que debe ser, los principios normativos, de los que se ocupa la doctrina económica o Econo­mía normativa. 20

4. Conexiones con otras ciencias

La ciencia económica tiene relaciones de subordinación y relaciones concomitantes con el resto de las ciencias. Se encuentra subordinada a la Teología moral social, rama de la Teología que estudia los principios que rigen la conducta del hombre en cuanto ser social y abarca distintas áreas de estudio: política, jurídica, cultural y económica. De esta forma, al quedar subordinada a la Teología moral social, todo el proceso económico y la elaboración de sus postulados teóricos deberán tener como premisa los fmes trascendentes de la persona humana.

Se subordina también a la Filosofia, ciencia que estudia las primeras causas y los principios generales del ser, del orden y de la causalidad. De allí que pueda hablarse de fi/osofia económica, en referencia a las causas últimas, al porqué y para qué del acontecer económico y su debido ordenamiento.

20 Francisco Valsecchi: Academia Nacional de Ckncias Económicas, 1987.

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Ya nos hemos referido a la subordinación de la Economía a la Ética, ciencia que estudia el deber-ser del obrar humano en orden a los fmes prescritos en la naturaleza humana. La Economía, como afirma V alsecchi, reconoce su primacía y recibe de ella "( ... ) la orientación de lo útil hacia el bien moral, la fijación del campo de sus investigaciones dentro de los límites de lo honesto y de lo justo y la determinación de la legitimidad de sus conclusiones científicas".21

En cuanto a la Política, ciencia que estudia al hombre constituido en la sociedad perfecta (Estado), la Economía se subordina a ella en razón de su fm. Como expresamos anteriormente, la Economía añade a la Política una modificación: su objeto es el estudio del hombre constituido políticamente en la búsqueda de bienes materiales que satisfagan sus necesidades vitales. Se subordina a la Política, pero es distinta de ella, porque agrega una materia nueva y modificada al fm propio de la Política; lo que la constituye en un saber autónomo, con método y leyes propias. Decía Aristóteles refiriéndose a la Política: "( ... )Ella es, en efecto, la que determina cuáles son las cien­cias indispensables para la existencia de los Estados ( ... ); las ciencias más estimadas están subordinadas a la Política, me refiero a la ciencia militar, a la ciencia administrativa, a la retórica. Como ella se sirve de todas las cien­cias prácticas y prescribe también en nombre de la ley lo que se debe hacer y lo que se debe evitar, podrá decirse que su fin alcanza los fines de todas las demás ciencias ( ... )".22

También la Economía tiene relaci6n de subordinación con la Psicología, pues esta, como ciencia que estudia el comportamiento humano, provee la adecuada explicación de los móviles de la actividad económica; esto es, del obrar humano en procura de los bienes materiales y de las riquezas.

Pero a la vez, la Economía tiene relaciones concomitantes con otras ciencias como el Derecho, por cuanto los fenómenos jurídicos condicionan la actividad económica de los particulares y del Estado. Las normas de conducta que regulan la vida social y que hacen referencia a la justicia abarcan también el aspecto económico de la actividad humana. También con la Sociología, en cuanto provee las conclusiones acerca de la estructura orgánica y funcional de la sociedad.

Tiene, al mismo tiempo, conexiones con otras ciencias por motivos metodológicos. Con la Lógica, porque la Economía utiliza el razonamiento lógico para la elaboración, demostración y exposición de las teorías. Necesi-

21 Cursos de Cultura Económica, Escuela Superior de Economia. Buenos Aires, 1952. 22 Aristóteles: Moral a Nicómaco, Libro 1, Cap. l.

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ta saber de aquellas reglas para elaborar rectamente las distintas definiciones teóricas y sus demostraciones. Con la Estadística, para la elaboración, orga­nización y agrupación de datos. Con la Matemática, en virtud del carácter predominantemente cuantitativo de los fenómenos económicos.

Por último, la Economía se auxilia de distintas disciplinas como la Geografia, la Historia, la Demografia, Etnografia, y otras, que le proporcio­nan datos empíricos vinculados con el acontecer económico.

S. Evolución de la ciencia económica

A modo de síntesis, puesto que hay mucha literatura sobre la evolución histórica de la ciencia económica, podemos dividir la misma en las siguien­tes etapas:

Primera etapa (1000 a. C. hasta el año 1500 de la era cristiana)

Este es un período de exposición fragmentaria o incidental, cuando los temas económicos no eran analizados en particular. Su análisis y reflexión se realizaba en razón del estudio de temas filosóficos, religiosos, morales o políticos. La actividad económica representaba una economía de consumo, de autosuficiencia, estacionaria y ligada a la actividad agrícola y rural, aun aparecidos los primeros burgos o ciudades del régimen feudal.

En la cultura pagana oriental había algunas ideas sobre la actividad económica, pero la misma estaba subordinada a las funciones militares, reli­giosas o burocráticas (libros sagrados de Oriente: libros canónicos chinos, Libro de los Muertos, de los egipcios).

Aunque mezcladas con nociones filosóficas, políticas y morales, en la cultura clásica grecorromana las nociones sobre la actividad económica tenían una mayor amplitud. Con los griegos (Platón, Aristóteles, Jenofonte) comenzaron a surgir temas como la propiedad privada, el valor de los bienes, el justo precio, la intervención del Estado, y normas para regular y adminis­trar el comercio y el patrimonio público y privado. Asimismo, el enorme progreso del Derecho operado a través de los romanos (Cicerón, Séneca, Catón) posibilitó ordenar las operaciones económicas a través de los contra­tos (compraventa, mutuo, propiedad y otros).

En la cultura cristiana medieval (San Alberto, Santo Tomás, San Bernardino de Siena), la Economía es parte de la Filosofia moral y las exposi­ciones sobre temas económicos estaban ligadas a la Ética y a la Política. El

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énfasis estaba puesto en los aspectos morales de las transacciones. Como afirmó Zalduendo, la mentalidad medieval no se preguntó cómo funcionaba el sistema económico, sino las operaciones. económicas en sí mismas; si eran lícitas o ilícitas, justas o injustas. La doctrina económica debía determinar las ~glas de justicia que debían aplicarse en el comercio y en la distribución de las riquezas. 23 Así surgen temas como la propiedad privada y el destino univer­sal de los bienes, el precio justo, el salario justo, la justicia conmutativa y la justicia distributiva, el interés, la usura, el beneficio comercial. Y los princi­pios normativos a los que debía sujetarse la actividad económica: la dignidad de la persona humana, la función instrumental de las riquezas, el trabajo humano como medio de sustento material y de elevación moral, entre otros.

Segunda etapa (1500-1750)

Se caracteriza por un estudio autónomo y empírico de las cuestiones relacionadas con la riqueza; esto es, un estudio separado de otras disciplinas. En este momento histórico aparecen los grandes Estados nacionales y ocurre el descubrimiento de América.

Por su parte la Reforma Protestante, con la consecuente ruptura de la unidad filosófica vigente en el medioevo, hizo que los problemas económi­cos se estudiaran a partir de los hechos y con fundamentos meramente empí­ricos. El calvinismo hizo también su aporte, considerando el éxito y las riquezas como señal de bendición divina. Todo ello condicionó el pensa­miento económico de esta segunda etapa.

El mercantilismo identifica la ciencia económica con la economía apli­cada o política económica, en virtud de que su preocupación central estaba en vislumbrar los principios económicos destinados a incrementar la riqueza y el poder del Estado. Una balanza comercial positiva y la acumulación de metales preciosos eran consideradas medida de la riqueza nacional (Colbert, Francia; Cromwell, Inglaterra).

Promediando el siglo XVITI, comienza una fuerte critica a las ideas mercantilistas y a tomar impulso la defensa de la libertad individual, la no intervención del Estado en las actividades comerciales y la importancia asig­nada a la .tierra y a la agricultura como fuentes principales de riqueza. Esto da vida a la fisiocracia (gobierno de la naturaleza), escuela de pensamiento

23 Eduardo Zalduendo: Breve historia del pensamiento económico, Ed. Macchi, Buenos Aires, 1980.

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que se desarrolló principalmente en Francia (Quesnay, Gournay, Turgot) bajo la influencia del iluminismo y del empirismo racionalista.

Básicamente, las ideas fisiócratas se centraron en la defensa de un orden natural que gobierna a la sociedad, proveniente de la voluntad divina, graba­do de manera evidente en el espíritu de cada individuo y que debe ser respetado por la ley positiva. Dicho orden era esencialmente beneficioso y se realizaba mediante la acción individual en procura del propio interés; de allí que la utilidad individual se armonizara espontáneamente con la utilidad colectiva y con la justicia. Individualismo económico, abstención del Estado, /aissez faire, laissez passer.

Tercera etapa (1750-1930)

Esta tercera etapa se caracteriza por un estudio sistemático y analítico de la realidad económica, con proposiciones de carácter general. Es la etapa que da a la Economía estatuto científico, por cuanto se constituye como ciencia con carácter autónomo e independiente. Como afmnó Zalduendo en la obra citada, los cambios y las innovaciones operadas en el campo tecnoló­gico y económico con la Revolución Industrial (maquinismo), los cambios sociales y políticos provenientes de la Revolución Francesa (1789) y de la Independencia estadounidense (1776) tuvieron repercusiones muy significa­tivas. De igual forma, el influjo de la Ilustración que hizo de la razón natural la fuente de todo derecho y el fundamento último del orden social (Locke ), y del deísmo inglés, que negaba la revelación divina y el orden sobrenatural, fueron los hechos e ideas principales que modelaron los fundamentos de la ciencia económica naciente, cuya preocupación central era generar los pre­supuestos del equilibrio económico general.

Los clásicos (1776-1870): su principal exponente fue Adam Smith (es­cocés, 1723-1790) quien marcó un hito importante en la evolución de la ciencia económica mediante su obra Investigación acerca de la naturaleza y causa de las riquezas de las naciones, en 1776. Otros referentes de la escue­la clásica, posteriores a Smith, fueron Ricardo y Malthus (ingleses), y Bastiat y Say (franceses). Los clásicos centraron su análisis del proceso económico desde el punto de vista de la oferta y concibieron al trabajo como fuente de toda riqueza (valor objetivo de los bienes).

El modelo smithiano es una alabanza al mercado y a la libertad econó­mica: el orden y la prosperidad surgen por sí mismos espontáneamente en un régimen de libre concurrencia, sin coacciones ni intervenciones por parte de

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gremios, monopolios y del Estado. El orden resultante es justo y no requiere correctivos (mano invisible). El papel del Estado queda relegado a las fun­ciones de defensa, justicia, y a la realización de determinadas obras y servi­cios útiles a la sociedad.

Desde el punto de vista filosófico puede decirse que fueron tres los principios que animaron el pensamiento de esta escuela: a) Utilitarismo, en virtud del cual la persecución del máximo beneficio individual se constituye en la regla máxima del acto económico; no actúa económicamente quien no tiende al logro de este cometido (homo oeconomicus). Exalta el egoísmo benéfico en la vida social como instrumento apropiado para elevar al máxi­mo la suma de felicidades de los individuos. b) Individualismo, por el cual el sistema económico era entendido como la suma de actividades económicas individuales que se armonizaban espontáneamente con el interés colectivo. En conceptos de A. Smith: Dirigiendo su actividad de modo que el producto tenga el máximo valor, el individuo atento a su propia ganancia, en esto como en muchos otros casos, es guiado por una mano invisible a obtener un fin que no entraba en su intención. 24 e) Libertad natural, ya que todo indivi­duo es libre para perseguir su propio interés con tal de que no viole las leyes de la justicia; por ello no es necesario que el Estado intervenga con medidas correctivas, pues el siste~ económico funciona como un mecanismo que obedece espontáneamente ~ las leyes de la ~turaleza.

Los neoclásicos (1870-1930): durante este periodo, la ciencia económi­ca se desarrolló vigorosamente como ciencia independiente. A diferencia de los clásicos, que realizaron su análisis a partir de la oferta y de la dimensión objetiva del valor, los neoclásicos analizan el proceso económico desde la perspectiva_ de la demanda y de la utilidad marginal de los bienes. Fueron neutros en materia social, mientras que los clásicos admitían conflictos de intereses y de clases sociales. El consumidor y la demanda pasan a ser los temas centrales de la teoría económica, sentando así las bases de una econo­mía subjetiva.

Se distinguen tres orientaciones dentro de los neoclásicos: a) La escuela de Lausanne (Cournot, Walras, Pareto); b) la escuela de Cambridge (Marshall, Pigou); e) la escuela austríaca, que incluye a los marginalistas (Menger, Bohm-Bawerk) y posteriormente a los neomarginalistas (Mises y Hayek en Austria, Clark y Fisher en los Estados Unidos, Aftalion y Perroux en Fran­cia, Eunaudi y Pantaleoni en Italia).

24 Cfr. Adam Smith: La riqueza de las naciones, Alianza Editorial, Madrid, 1994. Libro JV-11, págs. 552-554.

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El análisis marginal supone que las acciones individuales se orientan por el deseo de maximización de beneficios (psicología hedonista) y que la armonía social surge espontáneamente a partir de valoraciones individuales, confiando en que en el largo plazo es posible alcanzar el equilibrio general y el pleno empleo.

Los neomarginalistas (escuela austriaca) fundaron sus elaboraciones teó­ricas en un concepto de lo útil no ligado al principio hedonista del beneficio pecuniario (clásicos) o psicológico del máximo placer (neoclásicos, primera formulación subjetivista), sino a un criterio formal: útil es lo que se adapta a las necesidades, inútil lo que no se adapta. Asimismo, entendieron que los fines sociales resultan de la suma de fines individuales.

Nos detendremos a puntualizar las ideas centrales de dos exponentes ~e esta escuela austriaca. cuyo fundador fue Carl Menger (1840-1921): Ludwig von Mises y Friedrick von Hayek. este último, Premio Nobel de Economía 1974.

Ludwig von Mises (1881-1973)

En las primeras décadas del siglo XX, inspirado por la obra de sus maestros austríacos Menger y Bühm-Bawerk. Mises se convirtió en uno de los principales defensores de la economía de mercado y en uno de los más decididos oponentes del socialismo marxista y del intervencionismo estatal. Se opuso y atacó las falaces metodologfas predominantes a mediados del siglo XIX, impulsadas por la escuela historicista que priorizaba la observa­ción directa de los hechos y el método, inductivo, y por el positivismo cientí­fico que pretendía estructurar la teoría económica sobre la base de los mis­mos presupuestos de las ciencias físicas. Por tales razones, publica en 1949 su obra La acción humana, con la que se propuso dar a la ciencia económica nuevos fundamentos filosóficos y metodológicos. He aquí sus principales ideas: a) Economía atea. Afirmó Mises: "Los filósofos y doctores de la escolás­

tica, al igual que los teístas y deístas de la Edad de la Razón, concebían a un ser absoluto, perfecto, inmutable, omnipotente y omnisciente, el cual, sin embargo, planeaba y actuaba sefialándose fines a alcanzar y recurriendo a medios específicos en orden a su consecución. Ahora bien, actúa solo quien se halla descontento, luego no es omnipotente ( ... ).Lo absoluto (Dios) es indeterminable, impensable e inexorable. Es una quimera". 2s

2' Ludwig von Mises: La acción humana, Ed. Sopee, págs. 103-104.

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Conforme esta idea, la economía y el orden económico prescinden de Dios, puesto que si todo ser que actúa lo hace por insatisfacción o malestar, la existencia de un Dios omniperfecto -como él afirmó- resulta absurda y contradictoria.

El punto de partida misiano es falso, por cuanto no siempre el hombre actúa por un malestar o insatisfacción (obra de caridad, acto de heroísmo, etc.). Si Dios actuó, lo hizo por un acto de amor libre no por necesidad y malestar.

Sin dejar de reconocer que el sujeto económico recurre al mercado queriendo satisfacer una necesidad, es decir movido por una insatisfacción, la negación de Dios implica proclamar la autonomía del hombre, la negación de toda moral objetiva, la supresión del criterio último de lo justo, lo bueno y lo verdadero y la instauración del pragmatismo y del utilitarismo como norma última del obrar humano. b) Negación del orden moral: la praxeología. La praxeologia o ciencia de la

acción humana, de la cual la Economía es su rama principal según Mises, no se ocupa de fines y menos del fin último del hombre. ''Es siempre el malestar el incentivo que induce al hombre a obrar( ... ). La praxeologia no se interesa por los objetivos últimos que la acción pueda perseguir. Su objeto de estudio son los medios y no los fmes ( ... ); es neutral respecto de ellos, absteniéndose de formular juicio valorativo alguno ... ".26

Mises destruye el orden moral y pretende suplantarlo por la praxeología, fun~ en el agnosticismo filosófico y en el más crudo pragmatismo ... Las doctrinas de carácter ético pretenden establecer unas escalas valorativas a cuyo tenor el hombre deberá pronunciarse ( ... ); dichas escuelas aspiran a definir el bien y el mal y quieren aconsejar al hombre acerca de lo que como bien supremo deba perseguir( ... ); repugna tal actitud a la praxeologia y a la economía".27 La negación de Dios. de lo Absoluto. conlleva la negación de toda metaflsica y la sustitución de la misma por la ciencia de la praxeología. Desaparece el .. ser'• como objeto de estudio y se ignoran todos los principios y leyes que de él se derivan. Consecuentemente. se niega el ''deber ser'.

La Economía como parte de la praxeologfa, ciencia relativa. se absolutiza y no reconoce su subordinación a las ciencias superiores del ser y del deber­ser. Asimismo, la negación de la Metaflsica y de la Etica y la proclamación de la praxeología como ciencia de todas las ciencias, tendrá consecuencias nefastas cuando sus postulados y teorías económicas quieran proyectarse en

26 Ludwig von Mises: obra citada, págs. 39-41 y 48. 27 Ludwig von Mises: obra citada, pág. 135. ,

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el orden social, por cuanto no tendrá sentido ni fundamento plantear la justicia en los precios, en los salarios, la equidad distributiva del ingreso y de las riquezas.

e) La función del Estado. El autor niega al Estado toda intervención en el proceso económico. Cae en la postura. extrema de considerar que solo existen dos alternativas: o economía de mercado libre de toda injerencia estatal y ordenada por las propias leyes del mercado, o planificación autori­taria por parte del organismo central. Afirmó Mises: "Sea como fuere, planificación, en ese sentido, significa planificación integral por parte del gobierno e imposición de sus planes por medio del poder de policía. Plani­ficación en este sentido, significa que el gobierno ejerce un control total sobre la actividad económica. Es la antítesis de empresa libre, iniciativa privada, propiedad privada de los medios de producción, economía de mer­cado y sistema de precios. Planificación y capitalismo son absolutamente incompatibles. En un sistema de planificación, la producción es dirigida de acuerdo a órdenes del gobierno y no de acuerdo a los planes de capitalistas y empresarios, ansiosos por obtener beneficios satisfaciendo de la mejor manera posible las necesidades de los consumidores" .28

En la misma obra y en esa misma extrema postura ideológica, solo admite dos términos: laissez faire o dictadura. "El /aissez faire significa que el ciudadano individual, el hombre común del que mucho se habla, elija y actúe sin obligarlo a someterse a un dictador".29

Fundándose en una antropologfa individualista, que entiende que la socie­dad se explica por la interacción de acciones individuales en orden a una mayor productividad (tesis pactista), niega que alguna autoridad pueda buscar un obje­tivo común aglutinante y subordinante de intereses individuales, resignándose a una organización estatal que solo justifica como aparato de compulsión y coer­ción. ''La misión fundamental del Gobierno consiste en proteger el orden social no solo contra los forajidos del interior, sino también contra los asaltantes de afuera".30 Toda acción del Estado que fuera más allá implicaría restringir la libertad individual, entendida como irrestricta, inalienable e ilimitada. Como partidario de la escuela neoclásica marginalista, critica a los clásicos por no haber advertido que "( ... ) las apetencias de los consumidores constituían la causa última que informa la producción y el intercambio mercantil".31

28 Ludwig von Mises: Planificación para la libertad, Centro de Estudios sobre la Liber-tad, pág 16.

29 LudWig von Mises: fdem, pág 73. 30 Ludwig von Mises: La acción humana, pág. 362. 31 Ludwig von Mises: idem, pág 95.

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d) Precios y salarios. Fundamentando su análisis en la apreciación subjetiva del valor, afirma que los precios son el resultado de las preferencias de los consumidores, imposibles de medir, puesto que difieren según el con­sumidor y el mercado.

Asimismo, siendo la acción humana indiferente a toda valoración ética, dichos precios no pueden catalogarse de justos o injustos. "Los precios, por definición, son la resultante que el actuar de las gentes, al comprar y vender o al abstenerse de comprar y vender, engendra ( ... ). En última instancia son los juicios de valor del consumidor los factores que determinan los precios ( ... ). Los precios justos o equitativos carecen por completo de trascendencia científica". 32

Al hablar de precios, incluye también la retribución al trabajo; es decir, al salario. La fuerza laboral para Mises es un simple factor de producción que debe ser retribuida en relación a su productividad de igual forma que los restantes factores de producción. ''No existen salarios fuera del mercado, como tampoco existen precios en ausencia del mismo. Con el trabajo, allí donde existen salarios, se opera igual que con los factores de producción, comprando y vendiéndose tanto aquel como estos".33

e) Utopía. Mises reduce y determina toda la realidad a una dimensión econó­mica, llegando a la misma conclusión utópica de Marx: la existencia de un orden social y económico perfecto. Para Marx, erradicando definitivamente la propiedad privada de los medios de producción. Para Mises, aceptando las leyes del mercado como únicas reguladoras de la vida social. "Cierto es que si por doquier fueran reconocidos los principios de la Economía de mercado, no habría jamás necesidad de recurrir a la guerra y los pueblos vivirían en perpetua paz, tanto interna como extema".34

Así como todo error tiene una parte de verdad, no todo el argumento misiano es falso. En efecto, es cierto que quien actúa en el mercado en busca de bienes y servicios lo hace por un malestar o una insatisfacción, pero estos no pueden erigirse como el supremo principio ordenador de la Economía. Por otra parte, la realidad ha demostrado que el mercado por sí solo no resuelve todos los problemas y que el crecimiento económico depende tanto de la iniciativa privada como de un adecuado y prudente protagonismo del Estado.

32 Ludwig von Mises: idem, págs. 420- 421. 33 Ludwig von Mises: idem, pág. 723. 34 Ludwig von Mises: fdem, pág. 363.

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Friedrich von Hayek (1899-1992)

Este exponente de la escuela austriaca fue discípulo de Mises y Premio Nobel de Economía en 1974. Los aspectos relevantes de su pensamiento en relación a la Economía de mercado fueron los siguientes: a) Darwinismo social. El autor se identificó con los postulados del liberalis­

mo británico evolucionarlo (Locke, Hume) que propugnaba una religión natural, una moral sin dogmas, la defensa de la experiencia sensible contra toda metafisica y el liberalismo polftico y económico; asimismo, criticó al racionalismo cartesiano (constructivismo) por haber endiosado a la razón.

Para Hayek, en la sociedad tribal o primitiva, el hombre no poseía la razón y tampoco era libre: razón y libertad las encuentra el hombre como producto de la evolución. "( ... )El hombre no poseía la razón con anteriori­dad a la aparición de la civilización ( ... ), ambas evolucionaron juntas ( ... ) en el curso de una interacción constante y reciproca". 3' "Es ilusorio creer que el individuo ha sido libre en una sociedad primitiva. La libertad natural no existía para el hombre de las primeras sociedades, la libertad es un producto superior de la civilización". 36

Los principios darwinianos de "evolución" y "selección natural" fundan su sistema moral y aquellas normas de conducta que regirán el orden socüd y económico. En mérito a tales principios, se sacrifica el concepto de un orden social tradicional sustentado en una moral perenne, a la cual el individuo debe someter su conducta no solo en la esfera personal, sino también y en igual medida en la esfera social.

"El conservador generalmente se siente feliz al adherirse a su creen­cia en valores absolutos. Y o lo envidio, pero no puedo compartir sus ideas. Es el destino del economista tropezar continuamente con verdade­ros conflictos de valor ( ... ). Por más que me disguste, una y otra vez estamos forzados a reconocer que no existen valores verdaderamente absolutos".37

b) El orden cosmos. Para Hayek el orden es un estado de cosas sobre el cual podemos crear expectativas e hipótesis sobre el futuro. Así distin­gue un orden "cosmos" formado independientemente de la voluntad

35 Friedrich von Hayek: Nuevos estudios, Eudeba, pág. 4. 36 Friedrich von Hayek: Ideos sobre la libertad, Centro de Estudios sobre la Libertad

Nro. 36, XX, Setiembre, 1978, pág. 49. 37 Friedrich von Hayek: Nuevos estudios, pág. 262.

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humana, que surge espontáneamente, que se regula automáticamente, y un orden "taxis", producto de una organización, que presupone un fin determinado y sirve a propósitos específicos. "( ... )en un conocimiento cosmos de los hechos y propósitos, los que guiarán la acción individual serán los individuos actuantes, mientras que un taxis el conocimiento y propósitos del organizador decidirán el orden resultante ( ... ). Para crear un cosmos común necesitan convenir solamente en normas abstractas, mientras que para crear una organización tienen que convenir o some­terse a una jerarquía común de objetivos''.38

Este concepto de orden (cosmos) es aplicado en el proceso económico. A partir del mismo, el mercado pasará a ordenarse espontáneamente sin la interven­ción de ningún agente extrailo. Si alguien quisiera corregir u ordenar las fuerzas que en él interactúan o encaminar libertades individUales, estaríamos en presencia de un orden taxis, es decir, en una organización, en Wl sistema cen:ado y tnbal.

De igual forma, y en mérito a esta espontaneidad y automaticidad del mercado, afirmó que no existe la justicia social, que no puede corregirse el resultado al que arriba el mercado, puesto que ello es incompatible con una sociedad abierta, como Occidente, que debe su nivel general de riqueza a la aplicación de este ordenamiento cosmos. e) Misión del Estado. Hayek solo admite una planificación de la competencia,

pero no contra la competencia. Es decir, las leyes del mercado decidirán aquellos tres interrogantes básicos de toda sociedad: qué bienes producir, cómo producirlos, para quién y cómo distribuirlos. Solamente allí, donde la competencia y el mecanismo de precios no funcionen, podrá intervenir la autoridad, pero sin eliminar la competencia donde pueda funcionar. Tal es el caso de los servicios públicos y de los sistemas de seguridad sociales. Por ser administrados fuera del mercado quedan, de esta forma, preserva­dos la libertad y el mecanismo de mercado.

La misión del Estado será "crear las condiciones en que la competencia actuará con toda eficiencia posible, complementarla allí donde no pueda ser eficaz, suministrar los servicios que, según palabras de Adam Smith, aunque puedan ser ventajosos en el más alto grado para una gran sociedad, son sin embargo, de tal naturaleza que el beneficio nunca puede compensar el gasto a un individuo, a un pequeño número de ellos; son tareas que ofrecen un amplio e indiscutible ámbito para la actividad del Estado".39

31 Freidrich von Hayek: Nuevos estudios, pág. 66. 39 Friedrich von Hayek: Camino de servidumbre, Editorial Revista de Derecho Privado,

Madrid, 1946, pág. 40.

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d) El bien común. La libertad individual, afirmó Hayek, no puede conciliar­se con la supremacía de un solo objetivo; solamente en casos de guerra o desastres temporales habría un imperativo común. El individuo no tiene responsabilidad frente a un superior, sino frente a su propia conciencia moral, solo de esta forma queda preservada la libertad.

"El objetivo social o el designio común para el que ha de organizarse la sociedad, se desctibe frecuentemente de un modo vago, como el bien común o el bienestar general, o el interés general. No se necesita mucha reflexión para comprender que estas expresiones carecen de un significado suficiente­mente definido para determinar cierta vía de acción".40

e) La justicia social. Afirmó Hayek que el concepto de justicia social empleado como sinónimo de lo que antes se denominaba justicia distributiva, en una sociedad de hombres libres carece de significado. La absoluta vacuidad de dicha frase la fundamenta en los siguientes argumentos: 1) En una sociedad de hombres libres, solamente rigen las reglas de justa conducta individual; por lo tanto, el concepto de justicia social es incompatible con dicha sociedad; 2) el concepto de justicia social es inaplicable en una economía de mercado; 3) el proceso de mercado (catalaxia) se funda en la idea de que el individuo producirá más si persigue sus propios intereses; por lo tanto la única actitud moral que se exige, es la de competir honestamente de acuerdo con las reglas de juego; 4) el mercado conduce al desarrollo y prosperidad de la co­munidad, mejorando las oportunidades de todos los miembros, señalan­do a la gente lo que debe hacer y dónde encontrar el lugar más efectivo dentro de todas las actividades.

"El proceso de mercado es un torneo que se juega de acuerdo a reglas y que se decide por habilidad, fuerza y buena fortuna superiores. En este sentido es a la vez una partida de destreza y una partida de azar( ... ). El estado de cosas emergentes no se puede juzgar justo o injusto ( ... ). El juego cataláctico pasa por alto los conceptos humanos de lo que se debe a cada uno y recompensa de acuerdo con el éxito obtenido al jugar la partida según las mismas reglas formales ( ... ). El resultado debe ser aceptado como correcto en la medida que todos abedezcan a las mismas reglas y en que nadie haga trampas".41

40 Friedrich von Hayek: ídem, pág 60. 41 Friedrich von Hayek: Nuevos estudios, págs. 52, 54 y 57.

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Para la escuela austriaca, según sus máximos exponentes, el mercado solamente admite una l'egulación intrínseca, es decir, a través de sus propias leyes. El bien común, la justicia social, la subsidiariedad, la solidaridad, la equidad en los precios y salarios, son criterios que no se compadecen con la eficiencia y el mercado. El Estado, por su parte, será un aparato de coerción o en todo caso actuará fuera del mercado evitando toda injerencia que pre­tenda modificar o corregir los resultados que determinen las leyes del merca­do. En síntesis, el mercado, soberano y único rector del proceso económico, resolverá óptimamente los tres problemas básicos de la economía: qué, cómo y para quién producir.

Cuarta ettlpll (1930 en adelante)

Al promediar el siglo XIX, la grave situación económica de muchas naciones europeas (marginación social, paro, depresión) puso en tela de juicio los postulados del liberalismo económico. Lo cierto es que ante tanta injusticia social provocada por las fallas del mercado, que no actuaba por cierto en condiciones de competencia perfecta, comenzó el ataque contra el capitalismo vigerite y el liberalismo económico predominante. Surgen así las distintas expresiones del socialismo (utópico: Owen y Fourier; científico: Marx y Engels; anárquico: Bakunin y Proudhon; socialismo fabiano: Fabian Society), algunos en oposición frontal a la economía de mercado y a la propiedad privada de los medios de producción, otros favoreciendo la colec­tivización de la vida o la reforma gradual de estructuras y nuevas formas de propiedad social de los medios productivos.

Con otro discurso metodológico, surge en Alemania la escuela histórica (Roscher y Schmoller), que sustituye la teoría económica por la historia económica, de la cual debían surgir las leyes y los postulados económicos. Dicha escuela proclamó un frontal rechazo a los planteos puramente teóricos y defendió una concepción organicista de la sociedad. Aparece también en Alemania la escuela nacionalista, cuyo principal exponente fue Friedrich List (1789-1846), quien subrayó la importancia del Estado nacional y pre­sentó una teoría del desarrollo económico a partir de las fuerzas productivas de la nación, con valores tanto materiales como espirituales.

A partir del siglo XX, y dentro de la corriente neoclásica, se acentuaron las preocupaciones por indagar las razones por las cuales se veía perturbado frecuentemente y en todas las naciones el equilibrio económico supuesto. Comenzaron a estudiarse las distintas formas en que operaban los mercados (competencia imperfecta, monopolios, etc.), su incidencia en los precios y en el equilibrio monetario y económico (Wicksell, Myrdal, Robinson y otro:;),

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A partir· de 1930, la preocupación central no fue cómo mantener el equilibrio económico general y ver las razones que lo perturbaban, sino cómo asegurar una capacidad productiva a efectos de mantener un adecuado crecimiento económico que asegurara el nivel de ingreso y pleno empleo.

La cuarta etapa histórica de la Economía es la etapa del perfecciona­miento analítico de la ciencia económica. La gran depresión y las ideas keynesianas fundaron las bases de una nueva teoría económica y de nuevas corrientes doctrinales con distintos presupuestos filosóficos.

John Maynard Keynes (1883-1946)

Fue economista de la Escuela de Cambridge y participó en la creación del Fondo Monetario Internacional (Bretton Woods) presidiendo la delega­ción británica. Fue además un fuerte critico de la teoría económica neoclásica.

Sus ideas rebasaron el ámbito de lo económico y se proyectaron al terreno político. La obra principal de Keynes, Teoría general del empleo, el interés y el dinero, escrita en 1936, luego de la depresión de 1930, puso de relieve la ineficiencia de los supuestos teóricos del pensamiento clásico y neoclásico, advirtiendo como principales problemas la incapacidad para lo­grar la ocupación plena y la distribución equitativa de la riqueza.

En 1930, Keynes corroboró sus predicciones acerca de las consecuen­cias que producirían las deudas originadas por la guerra y los condicionamientos impuestos por las naciones vencedoras (Tratado de Versalles, 1919). Asimismo, la reducción de riqueza y el desempleo, conse­cuencias de la especulación financiera y la menor inversión productiva, con­cluyeron en la gran depresión, fenómeno que Keynes había advertido.

El fomento de la especulación enfrentó a los industriales con los intere­ses de la banca inglesa y los rentistas. Es por ello que Keynes afirmó que la condición de supervivencia del capitalismo era expandir la esfera productiva a costa de la especulación financiera.

Las principales ideas de Keynes y su critica a la receta clásica pueden resumirse en lo siguiente: 1) La economía de mercado libre puede estar en equilibrio en un nivel

inferior al pleno empleo; refutación al ajuste espontáneo del mercado; justificación del proteccionismo (tarifas aduaneras) como un mal menor al paro y desocupación.

2) Defensa de la intervención del Estado a efectos de incrementar la inver­sión, tanto pública como privada. En un contexto de recursos ociosos, el

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gasto en obras públicas traerá aparejado un incremento del ingreso nacio­nal en mayor proporción de lo que desembolsó el gobierno (teoría del multiplicador).

3) Puesto que la causa de la desocupación y el desempleo involuntario de mano de obra y capital es la insuficiencia de la demanda global ( consu­mo-inversión), es necesaria la intervención gubernamental para que la controle mediante la política fiscal (gasto público e impuestos). El Estado tiene que modelar la propensión al consumo y, de esta forma, incrementar la demanda agregada. La imposición progresiva a efectos de aumentar la propensión al consumo, se ve limitada por la desigual distribución de la riqueza.

4) Regular la oferta de dinero (política monetaria) a efectos de disminuir la tasa de interés.

En síntesis, Keynes impugnó a los clásicos y neoclásicos el equilibrio automático de la economía, la tendencia natural a la estabilidad y pleno empleo, la infalibilidad de la mano invisible y la asignación óptima de los recursos por parte del mercado, y demostró que la inestabilidad y las fluctua­ciones eran caracteristicás propias del sistema capitalista.

Los temas que ocuparon el análisis económico a partir de las ideas de Keynes fueron: teorías del crecimiento, inversión, empleo, procesos de in­dustrialización, desarrollo, subdesarrollo, teorías del bienestar. Los seguido­res de Keynes fueron: J. Robinson, R. Harrod, W. Rostow, A. Hirschman, J. Hieles, K. Arrow, P. Samuelson, L. Klein, J. Tobin y R. Solow, entre otros; Cepal en América Latina (1950-1960).

En la década de 1960 las ideas keynesianas entran en decadencia por los déficits crecientes y la inflación galopante. Dichas ideas y teorías se mostraban insuficientes para tratar convenientemente la nueva problemáti­ca económica.

Econom/11 Soci111 de Merctulo

Surge como modelo económico en la República Federal de Alemania de posguerra. Si bien dentro de la misma encontramos dos corrientes doctrinales bien diferenciadas: la escuela de Friburgo neoliberal (Eucken, Erhard, Armack, Ropke) y los socialcristianos (cardenal Joseph Hotlher, Nell Breuning SJ, Karl Schiller), sus esfuerzos se encaminaron a hacer prevalecer el adjetivo "social" de la economía de mercado. Este adjetivo implicaba no desconocer

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los aspectos "asociales" de una economfa de mercado abandonada a su curso natural con una competencia incontrolada.

Asimismo, propugnaba la necesidad de aplicar principios cristianos como los de subsidiariedad, solidaridad social y justicia social. Según esta escuela, es necesario guardar la correcta proporción entre la autoridad estatal y la libertad y responsabilidad individual. La esencia de la Economía Social de Mercado consiste en combinar el principio de libertad de mercado con el de compensación social. Para la Economía Social de Mercado, el Estado corri­ge, complementa, orienta y ordena el mercado a través de una política co­yuntural, regional y estructural, promoviendo un crecimiento económico ade­cuado y encuadrado en la correcta jerarquía de valores. Afirmaron sus expo­nentes: "La economía social de mercado se distingue del Estado guardián de los intereses públicos por el hecho de que se sirve de las intervenciones y del planeamiento estatal como medios auxiliares para conseguir un más amplio ámbito de despliegue y de responsabilidad propias del individuo".42

Para la Economfa Social de Mercado la competencia y el mercado no funcionan automáticamente. Es más, según Ropke, pueden llegar a tener un efecto disociador y llegar a ser una forma de conducta moral y social peli­grosa; es por ello que defiende un ordenamiento extrínseco del mercado. El lema que sustenta este ordenamiento es: ''Tan poco Estado como sea posible, tanto como sea necesario".

El monetarismo: Mi/ton Friedman (escuela de Chicago)

Milton Friedman fue uno de los máximos exponentes de la escuela de Chicago y Premio Nobel de Economía en 1976. Debido a la imposibilidad de las teorías keynesianas para tratar convenientemente el problema inflaciona­rio finalizada la década del '60,_cobraron relevancia los enfoques monetaristas a efectos de eliminar las presiones inflacionarias y lograr, de esta manera, un crecimiento económico equilibrado.

El keynesianismo babia considerado la inflación como problema menos grave que el desempleo masivo. En cambio, el monetarismo privilegia la importancia de la inflación como problema social más urgente en contraste con el desempleo.

La macroeconomía impulsada por Milton Friedman revaloriza la políti­ca monetaria. Por lo tanto, su postura filosófica fue liberal excepto en lo

42 Ludwig Erhard y Mtlller Armack: El orden delfoturo, Eudeba, pág. 193.

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concerniente al manejo monetario, puesto que el dinero ocupaba la posición central en el proceso económico. En efecto, el monetarismo defiende un mercado libre y competitivo, en igual sentido que lo defienden los clásicos: solo los más adaptados y eficientes sobreviven en la competencia económi­ca. Asimismo, se opone a todo tipo de regulación económica, principalmente a aquella que tiende a disminuir las desigualdades sociales.

La inflación se debe a un excesivo incremento de la oferta monetaria. Por ello, el gobierno debe mantener una tasa estable de expansión monetaria y el mercado se encargará de las demás variables. El control de la tasa de expansión monetaria será suficiente para lograr las metas de política econó­mica. Friedman reconoce, en este aspecto, una intervención explícita del Estado en el manejo de la política monetaria, ya que el mercado no puede por sí solo manejar todas las variables.

Otras corrientes doctrinales

Las nuevas premisas, que iban surgiendo en respuesta a la nueva estruc­tura de la economía moderna, fueron inspirando un cierto rechazo a la con­cepción clásica del mercado, de los fines de la economía y del equilibrio económico. Surgen así nuevas comentes doctrinales.

l. Economla politica

Como expresa Ricardo Crespo, reiterando la afirmación de historiado­res, el uso del término "economía política" se atribuye al francés Antoine Montchrétien en su Tratado de la economla política del año 1615. A partir de allí, dicha expresión, receptada por distintas comentes del pensamiento económico, fue entendida como la disciplina que estudiaba el funcionamien­to de la economía de una nación; de modo tal que se amplió el éampo de la ciencia económica y comenzó a distinguirse la Economía, como ciencia positiva, exenta de juicios valorativos y ligada a la teoría neoclásica, de la Economía como ciencia normativa, insertada en el ámbito de lo social y político y, por tanto, sujeta a juicios valorativos.

Entre las distintas comentes, criticas del modelo neoclásico convencio­nal, se encuentran, entre otras, la nueva izquierda o los economistas pollticos radicales (Mark Blaug, Samuel Bowles, Richard Edwards) que reconocen que no solo las preferencias individuales, sino los factores sociales, las rela­ciones internacionales, la organización del trabajo y las políticas públicas influyen en la formación de los precios. De igual fonna, también refutan el

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equilibrio de mercado en la concepción clásica, ya que este puede darse en situación de desempleo y ello es injusticia social.

Lionel Robbins (1898-1984), advirtiendo las limitaciones del modelo racionalista tradicional (clásico-neoclásico), sostuvo la necesidad de un sa­ber valorativo en lo económico. Así, distinguió la teoría económica (ciencia) de la economía política o ciencia económica aplicada a los problemas políti­cos y, por tanto, sujeta a determinados supuestos valorativos, aunque tales supuestos no puedan ser profundizados científicamente.43

2. Poskeynesianos

Con su critica al modelo neoclásico, los poskeynesianos (Joan Robinson, Nicholas Kaldor y otros) centraron su análisis económico en el desequilibrio de los mercados, prestando atención a las relaciones sociales y a la distribu­ción del ingreso.

3. Subjetivistlls radicales

Aunque identificados con el subjetivismo y la neutralidad valorativa de la economía, los representantes de esta corriente de pensamiento, entre ellos, Ludwig Lachmann (1906-1990), George Shackle (1903-1992), coincidían en que no existe una tendencia al equilibrio espontáneo de los mercados, sino fuerzas desequilibrantes.

4. Economla del bienestllr.

A instancias del pensamiento neoclásico (Marshall, Pigou), la "econo­mía del bienestar'' encamina la elaboración científica hacia el bienestar co­lectivo. Si bien consideraron el bienestar y el óptimo social como consecuen­cia del aumento fisico de riqueza y de la satisfacción subjetiva, el centro de atención de la economía no era ya el individuo y la riqueza individual, sino el "bienestar social".

Pigou vio la necesidad de corregir el mal funcionamiento del mercado, en virtud de lo cual propició la intervención estatal para mitigar la injusticia ocasionada por la .desigualdad de fuerzas que compiten y para evitar distorsiones monopólicas.

41 Cfr. Ricardo Crespo: Liberalismo económico y libertad, Ed Rialp, Madrid, 2000.

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Los continuadores de esta corriente doctrinal dirigieron sus investiga­ciones hacia un concepto más elevado y comprensivo de bienestar, teniendo en cuenta al individuo como parte del todo social y a la distribución de la riqueza como una idea de justicia social.

5. Escuela universalista

Frente al individualismo sostenido por la escuela clásica y neoclásica, la escuela universalista plantea que la sociedad no es la mera suma de indivi­duos, ya que estos carecen de propia existencia. Es la sociedad la fuerza que los determina (idea organicista de la sociedad, idea de totalidad-universali­dad). Conseqq,entemente, la economía no puede separarse de la sociedad; esto es, de los fmes sociales. Por tanto, la actividad económica es entendida a partir de los fines sociales y no de los individuales.

En los Estados Unidos, John Maurice Clark (1884-1963), continuador de Keynes e identificado con el dirigismo estatal, refutó el equilibrio espon­táneo de las fuerzas económicas, haciendo prevalecer los múltiples motivos humanos que operan en el universo económico.

6. El institucionalismo

Corriente doctrinal originada en los Estados Unidos que reconoce como fundador a Thorstein Veblen (1857-1929), quien realiza una fuerte critica a la teoría clásica y subjetivista. Su idea central era que la ciencia económica debe evolucionar junto con las instituciones jurídicas, políticas y sociales. El comportamiento individual se ve influenciado por estas instituciones. Por ello, la economía debe encaminarse al.estudio de las finalidades sociales y las instituciones económicas deben ocupar un destacado papel en los distin­tos sistemas económicos.

Entre los temas que más preocupan a los institucionalistas estaban la distribución del ingreso y la riqueza, y la consideración del desequilibrio en reemplazo del equilibrio que la escuela neoclásica proponía como estado normal de la economía.

Las nuevas estructuras de los mercados, ya iniciada la década de 1970, iban poniendo de relieve que el modelo de competencia tradicional comen­zaba a ser nada más que un punto de referencia. El mecanismo de mercado no podía resolver todos los problemas económicos emergentes; dicho meca­nismo se veía acotado por la competencia monopolística, la intervención del

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Estado, el poder sindical y la influencia de las grandes corporaciones multi­nacionales.

En esta línea de reflexión se encuentra John Galbraith, quien advirtió que el empresario individual de los clásicos había sido reemplazado por un grupo de tecnócratas al servicio de la producción, quienes, en una alianza corporaciones-Estado (nuevo Estado industrial), tienen a su cargo la planifi­cación económica. Advirtió también que el mercado como mecanismo de dirección era errático y además indefendible moralmente en lo que refiere a la distribución de ingresos. Aftrmó este autor: "Este cambio pone en tela de juicio el supues.to más majestuoso de la economía; a saber, la idea de que el hombre está sujeto en sus actividades económicas a la autoridad del merca­do. En vez de ello tenemos hoy un sistema económico que, cualquiera que sea su formulación y regulación ideológica, es en parte sustancial una econo­mía planificada. La iniciativa que decide qué es lo que se va a producir no procede del consumidor soberano que, según el supuesto tradicional, formu­la a través del mercado decisiones que vinculen el mecanismo productivo a su voluntad resolutoria. La decisión procede más bien de la organización productiva, la cual controla abiertamente los mercados a cuyo servicio se presume que está y consigue ocultamente vincular los consumidores a sus necesidades( ... ). Lo que determina la forma de la sociedad económica es el conjunto de los imperativos de la tecnología y de la organización, no las imágenes ideológicas".44

7. El estructuralismo

La problemática económica de los países capitalistas desarrollados, con­centración de riquezas, crisis sociales recurrentes, etc., provocada por un régimen de concurrencia dominado por la competencia monopolistica --ante­cedente de la crisis económica ocurrida en 1930- no dejó otra alternativa -como afirma Ferrucci- que la "filosofia de la intervención", la 'que tuvo rápida aceptación en los países en vías de desarrollo. En general, los mode­los estructuralistas, en una línea ideológica frontalmente opuesta a la ortodo­xia clásica y liberal, no aceptan el axioma de la libertad económica y el mecanismo de mercado para asignar eficientemente los recürsos como prin­cipios surgidos de la ley natural y con validez universal. 45

44 John Galbraith: El nuevo Estado industrial, Ed. Ariel, págs. 22 y 23 . • , Ricardo Ferrucci: Liberalismo y estructuralismo en la Argentina contemporánea, Ed.

Tesis, 1984.

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Otros temas y preocupaciones también fueron surgiendo, como la pro­blemática del desarrollo y subdesarrollo, la relación centro-periferia, la inte­gración regional. Todo ello vigorizó la intervención del Estado en la econo­mía y la superación de las clásicas teorías sobre el comercio internacional y el libre cambio.

La CEPAL en América Latina (1948 en adelante), cuyo principal inspi­rador fue Raúl Prebisch (1901-1986) e influenciada filosóficamente por las ideas de Keynes, propició la industrialización y el des81Tollo de los países periféricos, setlalando las características estructurales y vulnerabilidad de los países latinoamericanos (capitalismo periférico). El deterioro en los términos del intercambio en los países periféricos productores de materias primas y el excedente de productividad originado por el avance tecnológico en los pai­ses centrales, daban lugar a un progreso notoriamente desigual. En virtud de lo cual Prebisch hizo suyas las ideas keynesianas de la demanda efectiva como determinante del nivel de empleo y del ingreso. De esta manera, propi­ció el estimulo a la demanda mediante la obra pública, el intervencionismo estatal, la redistribución progresiva del ingreso, adaptando tales políticas a la problemática de los países periféricos y tratando de evitar los fuertes condicio­namientos provenientes de los países centrales.

8. Teorla de la dependencill estructural

En una postura ideológica radicalizada y fundada en la dialéctica mar­xista-hegeliana, los defensores de esta teoría afmnan que el atraso y subde­sarrollo de los países latinoamericanos obedece al des&lTOllo y expansión de los países capitalistas centrales. Autores como Enrique Cardoso, Theotonio Dos Santos, Celso Furtado, entre otros, plantearon esta dialéctica del desa­rrollo. Para ellos no es suficiente la propuesta de industrialización que plan­teó Prebisch para salir del subdesarrollo; es necesario un cambio revolucio­nario y radical: erradicar el sistema capitalista e implantar un socialismo de Estado, ya que la dependencia de los países periféricos de los centrales es global y estructural.46

46 Cfr. Carmelo E. Palumbo: Guía para un estudio sistemático de la Doctrina Social de la Iglesia, págs. 492 y sgtes.; 4ta. edición, CIES Editorial, 2004; Rafael Olarra Jiménez: La Economía y el hombre, evolución del pensamiento ecohÓmico, págs. 60 y sgtes., Editorial Planeta, 2004.

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9. El neoliberalismo

Surge como una nueva versión del liberalismo económico tradicional, ya que introduce reformas destinadas a encauzar el sistema de economía de mercado. Entre sus principales postulados se pueden destacar: a) Funcionamiento de una economía de mercado que no signifique compe­

tencia irrestricta; para ello es necesario establecer un marco jurídico­institucional que proteja la concurrencia y el mercado de las acciones monopólicas;

b) Admisión de las intervenciones estatales, conforme al mercado, para evi­tar factores que puedan obstaculizarlo (ej: monopolios).

e) Reconocer aspectos extraeconómicos, como la asistencia a los más débi­les, enfermos y ancianos, dado que el mercado debe cumplir una función al servicio del hombre.

No obstante predicar una economía al serviCIO del hombre, en el neoliberalismo predomina el mecanicismo de mercado como único regulador de la economía. Sus principios filosóficos y antropología no difieren del liberalismo ortodoxo del siglo pasado. En efecto, es el mismo individualismo liberal moderado por correctivos de orden práctico y de utilidad social; coincide con el viejo liberalismo en su positivismo antimetafisico, cerrado al conocimiento de las primeras causas y fines últimos.

Este nuevo liberalismo reconoce como fuente de inspiración a John Locke (1632-1704), cuyo empirismo se manifestó en la imposibilidad de ir más allá de las representaciones sensibles. Asimismo, este empirista inglés sustenta una ética hedonfstica o utilitaria al seftalar que los términos centra­les de toda conducta moral son el placer y el dolor. Propuso una sociedad de hombres libres y responsables con un Estado reducido meramente a la fun­ción administrativa, como también un orden moral inmanente y, por tanto, cambiante según las distintas opiniones que prevalezcan en la sociedad civil. Exaltó, a la vez, un derecho natural subjetivo, cuya limitación reside en no impedir a otro el ejercicio pleno de su libertad individual.

1 O. Teologill del capitalismo democrático

Dentro del neoliberalismo cristiano, surge en los Estados Unidos y moti­vada por el documento· del Episéopado norteamericano de 1985 que denun­cia los abusos del · régilnen capitalista liberal, la teología del capitalismo democrático, liderada por Michel Novak.

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Dicha "teología'' es un intento de conciliación de los principios de la escuela austriaca (Mises) con los principios éticos y cristianos de la Doctrina Social de la Iglesia. Bajo esta nueva concepción del liberalismo encontramos un nuevo capitalismo: el "capitalismo democrático", caracterizado -según Novak- por su pluralismo que lo diferencia de las sociedades tradicionales y de las sociedades socialistas, por cuanto en ellas prevaleció un sentimiento colectivo acerca de lo justo, lo bueno y lo verdadero. Al mismo tiempo, este capitalismo democrático se caracterizaba por un fuerte individualismo, ya que el interés propio es la clave de todas las virtudes y la "mano invisible" de Adam Smith logra un ordenamiento por sf . mismo, merced al ejercicio de libertades individuales, más racional que el impuesto por los planificadores. Según Novak, Dios no hizo a la Creación coactiva, sino que la hizo para la libertad. De alli que los hombres deban vivir según su ley e inspiración confor­me métodos democráticos. Entre las obras más destacadas de este autor, pue­den mencionarse: El espíritu del capitalismo democrático (1982) y La ética católica y el espíritu del capitalismo (1993). Afinnó: ''El orden que suminis­tran los mercados difiere del que proviene de un mandato superior ( ... ). Es sumamente interesante que un sistema que en apariencia brinda a los agentes económicos una libertad sin precedentes en la historia (tanto en lo que respecta a la oferta como a la demanda) y que abarca una multitud de motivos tan complejos como los millones de individuos que lo integran, permanezca en orden. Ese orden dista de ser perfecto, pero comparado con otros sistemas, hay en el mercado una sorprendenté cantidad de funciones complejas que, al pare­cer, andan bien. El sistema de mercado encama el orden en un plano distinto del de las motivaciones e intenciones de las personas que lo hacen funcionar. Este es uno de los significados de la metáfora 'conducido por una mano invisible' ( ... ). El orden que surge de una suma de decisiones hechas por individuos separados puede, sorprendentemente, ser más racional que cual­quier orden impuesto por planificadores racionales. El motivo de que la mano sea 'invisible' es que la racionalidad de un mercado no es impuesta( ... ). El orden resultante de la ejecución por parte de los individuos de sus discerni­mientos personales es tan notable que parece 'conducido por una mano invisi­ble', aunque, por supuesto, esa mano no exista. Existe a todas luces, un orden inteligible, pero no conducido por la mano de nadie ni promovido como finali­dad consciente por el intelecto de ninguna persona( ... ); el orden surge por sf mismo merced al ejercicio de la libertad Si ese orden fuera imposible, tam­bién lo sería la democracia". 47

47 Michael Novak: El espiritu del capitalismo democrático, Editorial Tres Tiempos, 1986, págs. 121 y 122.

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Escribe el Cardenal J. Hoffner acerca del neoliberalismo: "( ... )La teo­ría neoliberal significa, sin duda, cierto acercamiento a los principios de la doctrina social cristiana. Sin embargo, la interpretación y valoración del mecanismo de mercado permiten conocer, ahora como antes, profundas opo­siciones. Según las ideas neoliberales, la legalidad supraempirica del merca­do, que con su violento poder está más cerca de una imagen metafisica ordenadora de lo que los hombres tienen por bueno, es el principio regulador de la economía. Frente a esto, la doctrina social cristiana mantiene que ni la concepción atomística del mercado ni el control monopolista pueden cumplir el fin objetivo de la economía".4B

Nuevos paradigmas. La reconstrucción de la economía

Luego de la caída del Muro de Berlín (1989) y de corroborar el fracaso del sistema económico colectivista-marxista, sobrevino en los últimos veinte aflos del siglo pasado -globalización mediante- un período en el que los postulados de la escuela neoclásica volvieron a tomar predicamento y se constituyeron en el fundamento del pensamiento único y hegemónico del capitalismo global prevaleciente.

No obstante ello, las recurrentes crisis económico-financieras ocurridas en numerosas naciones han puesto de relieve aquel interrogante de Juan Pablo 11 en Centesimus annus, Nro. 42: ¿la caída del comunismo implica que el sistema capitalista sea el vencedor? Este interrogante lleva al cuestionamiento de los fundamentos y presupuestos filosóficos de la econo­mía de mercado y del sistema capitalista actualmente vigentes.

En esa línea de reflexión, y como respuesta a los nuevos desafios y problemas de la economía y la sociedad contemporánea, han surgido distin­tas corrientes para plantear los nuevos paradigmas de la ciencia económica. Mencionamos, entre otras:

a) El personalismo económico: o "ciencia moral de los mercados", a la luz de una visión teológica de la persona humana. Su propuesta se funda en una regulación de los mercados por medio de las instituciones culturales y morales vigentes en las sociedades libres. La familia, la Iglesia, las Asocia­ciones voluntarias y comunitarias locales deben promover un código moral persuasivo que estimule la autorregulación y el comportamiento solidario. El personalismo económico pretende ser una síntesis entre el pensamiento del libre mercado (escuela austríaca) y el pensamiento social cristiano, y recono-

48 Joseph Hofther: Doctrina social cristiana, Ed. Rialp, pág. 205.

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ce a Michael Novak como uno de los inspiradores intelectuales. Entre sus exponentes está el Acton Institute para el Estudio de la Religión y la Liber­tad (Michigan-EE.UU.), cuyos fundadores son Kris Mauren y el Rvdo. Robert Sirico.

b) Economfa de comunión: fundada en la tradición clásica, humanista y cristiana de la economfa. Asume, con fuerte critica a la racionalidad economicista del modelo neoclásico, el desafio de conjugar el mercado con la sociedad civil, la eficiencia y la solidaridad, la competencia y la comu­nión. Sus principales exponentes: Luigino Bruni (Universidad de Milán), Stefano Zamagni (Universidad de Bolonia) y Benedeito Gui (Universidad de Padua).49

e) La nueva economfa institucional: en oposición también al análisis metodológico del pensamiento neoclásico, el nuevo enfoque institucionalista toma al conflicto como punto de partida pam el análisis económico. Niega el análisis costo-beneficio, la optimalidad fundada en la maximización de utilida­des y el supuesto de racionalidad en la toma de decisiones individuales funda­do en un esquema de información total y transparente. Rechaza frontalmente la racionalidad individualista y utilitarista y la suple con un enfoque normativo basado en el consenso, producto de soluciones institucionales alternativas li­bremente elegidas por parte de los actores individuales.

El modelo básico del análisis de la nueva economfa institucional puede resumirse en los siguientes términos: "( ... )En presencia de una cierta esca­sez de recursos, los actores se ven obligados a hacer determinadas eleccio­nes. Lo hacen procurando su propio beneficio en un medio institucional dado y en función de una racionalidad limitada". El análisis se proyecta sobre los centros de poder, grupos de presión, corporaciones, trust, sindica­tos y las organizaciones, en cuyo seno los individuos toman decisiones que vinculan a todo el cuerpo social. 50

d) Neokeynesianismo: en virtud de las recurrentes crisis operadas en seno del capitalismo global, aparece en los primeros años del siglo XXI un relanzamiento del pensamiento keynesiano conjugado con aportes de la teo­rfa neoclásica, fundado en el supuesto real de las imperfecciones del merca­do y la necesidad de la intervención del Estado. En 1997 el Banco Mundial

49 Cfr. Luigino Bnmi y Stefano Zamagni (compiladores): Persona y comunión, Ed. Ciudad Nueva, Buenos Aires, 2003.

50 Cristina H. Llano: "La propuesta institucionalista frente al modelo neoclásico", Revis­ta Contribucione.s, CIEDLA Nro. 4/98, Fundación Konrad Adenaucr, 1998.

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propició esta idea remarcando el papel del Estado a efectos de ayudar a la industria nacional para posicionarla de mejor forma frente a la competencia externa.

La aparición de nuevos teóricos, especialmente en los Estados Unidos, como Gregory Mankiw, Joseph Stiglitz, Stanley Fischer y Lawrence Summers, da vigor a esta nueva corriente del pensamiento keynesiano que advierte la necesaria intervención del Estado en la economía, y que rechaza el "dogma del mercado" sustentado por la teoría neoclásica liberal y por el neo liberalismo vigente en la últimas décadas. 51

6. El pensamiento católico en economfa

Comenta Eduardo de Hinojosa que promediando el siglo XIX aparecen los primeros intentos de aplicación de los principios cristianos a la Economía política. En los países de lengua francesa son dignas de mención las obras del conde de Villeneuve-Bargemont: Economía política cristiana (1839) y de Carlos Perin: La riqueza en las sociedades cristianas (1861).

Mayor influencia tuvo la obra del obispo de Maguncia, Guillermo Manuel de Ketteler: El cristianismo y la cuestión obrera (1864), que inició en Alemania una serie de trabajos importantes sobre dicha. materia. Entre los escritores católicos alemanes sobre economía social se destacan Jorge de Hertling de la Universidad de Munich y Francisco Hitze de la Universidad de Münster; estos fueron también hombres de acción que como diputados del partido del Centro en el Parlamento alemán, colaboraron activamente en la legislación protectora del trabajo. Otra obra que responde al movimiento científico católico en Alemania es el Sistema de economia nacional, del P. Enrique Pesch. 52

En Alemania, ya en el siglo XX, el Cardenal Joseph HlSffner (1906-1987), Arzobispo de Colonia y Fundador del Instituto de Ciencias de la Doctrina Social Cristiana de Munich, había expuesto con claridad la relación de subordinación de lo económico a la ley moral: "No hay una economía abstracta separada del hombre y de su conciencia moral. Toda actividad

51 Cfr. "La polftica económica keyncsiana en perspectiva", Revista FIDE-Coyuntura y Desarrollo, Nro. 287, Buenos Aires, 2003.

52 Eduardo de Hinojosa: Introducción a la obra de Víctor Brants, Las grandes lineas de la economia po/itica, Casa Editorial Saturnino Calleja. Madrid, 1903.

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económica es una decisión humana y está, por tanto, sometida a la ley moral. La ética cristiana no es el ámbito, pero sí el precepto de la economfa".53

En_ Francia, los estudios de la economía social desde la perspectiva católica tienen lugar en la Escuela de la Paz Social fundada por Le Play, de la que formaron parte, entre otros, Carlos Antoine, el conde Alberto de Mun y el marqués La Tour du Pin.

En Bélgica, Víctor Brants, profesor de la Universidad de Lovaina y autor de Las grandes líneas de la economía política (1903), fue también uno de los principales representantes de la escuela católica en economía política; en el prólogo de la tercera edición de esa obra afirma: "La ciencia moral y la religiosa sobrepujan al orden económico en toda la elevación de su fmalidad y carácter. No forma parte de la ciencia económica, es evidente, pero la dirigen y la dominan con una supremacía necesaria como soberanas ( ... ). Cierto que hay en la Economía política multitud de cuestiones técnicas de orden material y temporal; pero hay también una acción social que se difunde extensamente por las regiones superiores del orden moral y religioso. La Iglesia ejerce en ellas su autoridad soberana a título de sociedad espiritual". 54

En Italia, Giuseppe Toniolo (1845-1918) fue una de las figuras más significativas del laicado católico, inspirador de la Democracia Cristiana, cabeza de la Acción Católica Italiana y colaborador en la redacción de la encíclica Rerum novarum.

Su pensamiento se fundó en la doctrina de Santo Tomás y se identificó con la tradición humanista italiana; concibió a las relaciones económicas subordinadas a la justicia y .la vida económica como un aspecto de la vida social, sometida a la acción del Estado en orden al bien común y en íntima conexión con los principios morales.

Para Toniolo, lós sistemas políticos que no se basaban en Dios, como el liberalismo y el socialismo, no podrían perdurar: En su principal obra: Tratado de economía social, concibió a la Economía subordinada a la Ética y a los valores trascendentes.

Además de ser profesor en las universidades de Padua, Módena y Pisa, colaboró con el P. Agostino Gemelli en la fundación de la Universidad

53 Joseph Hoffiler: Manual de doctrina social cristiana, Rialp, 1974, pág. 185. 54 Víctor Brants: Las grandes lineas de la economfa política, Casa Editorial Saturnino

Calleja Femández, Madrid, 1903, págs. 20 y 24. -

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Católica del Sagrado Corazón, de Milán. A efectos de dar solución a los problemas sociales y económicos propició la creación de corporaciones de empresarios y obreros, rechazando por igual el individualismo del sistema capitalista como el socialismo colectivista.

El Papa Benedicto XVI, al visitar la Universidad del Sagrado Corazón en su sede de Roma, para inaugurar oficialmente el afio académico 2005-2006, afirmó en su discurso: "( ... ) En este sentido es providencial que la Universidad Católica del Sagrado Corazón esté estructuralmente unida a la Santa Sede a través del Instituto Toniolo de Estudios Superiores, cuya tarea era y es la de alcanzar los fines institucionales de la Universidad de los católicos italianos. Este planteamiento originario, siempre confirmado por mis predecesores, asegura de manera colegial un sólido anclaje de la Universidad con la Cátedra de Pedro y con el patrimonio de los valores dejados en herencia por sus fundadores( ... )'?'

Entre los italianos, Francesco Vito (1902-1968) fue otro representante de la escuela católica de economía, profesor ordinario y rector de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, de Milán, entre 1959 y 1965. En el prólogo a la tercera edición espai\ola de su obra Introducción a la economfa política ( 1959), José Zubizarreta Gutiérrez expresa: "En dos cuestiones, sobre todo, el espiritualismo del economista católico se manifiesta neto y radical; no ofrece para él duda alguna, en primer lugar, la supremacía de lo ético sobre lo meramente económico. Lo económico -dice literalmente Vito- no se eleva a la dignidad de valor. No hay fmes económicos, sino humanos. El papel de la Economía es meramente instrumental ( ... ). Por otra parte, la Economía -más que cualquiera otra disciplina y a caballo de la divisoria entre el Reino de ·la Naturaleza y el de la Cultura- fue experiencia antes que Ciencia, por lo que la necesidad de sus leyes o generalizaciones inducidas ofrecen un holgado margen de relatividad. También por ello y en un orden ya metodológico, el lenguaje matemático aplicado a la Economía por Pareto y tantos otros, no suscita en Vito adhesión incondicional". 56

Johannes Messner (1891-1984), sacerdote, sociólogo y profesor de Ética y Ciencias Sociales de la Universidad de Viena, fue principal exponente de la doctrina iusnaturalista aplicada en el árilbito social, político y económico; su pensamiento tiene raíces en la doctrina social católica. En su tratado de Etica social, politica y económica a la luz del derecho natural (1967),

55 Zenit, 25 de noviembre de 2005. 56 Cfr. Francesco Vito: Introducción a la economla polltica, Editorial Tesoro, Madrid, 1959.

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refiriéndose a la escuela clásica de economía afirma que sus representantes "al tratar de la riqueza y su creación, se olvidaron demasiado del factor hombre". Destaca la dimensión social de la economía y su vinculación con la ética iusnaturalista: "La economía, por estar al servicio de los fines existenciales del hombre, está relacionada con el orden de los fines prescritos ya en la naturaleza humana".'7

Sin ánimo de hacer una lista completa y exhaustiva, en la Argentina se han destacado como figuras señeras del humanismo católico encarnado en la economía, Francisco Valsecchi (1907-1992) y Carlos Moyano Llerena ( 1914-2005), cuyas principales obras son citadas en este trabajo. En el ámbito del Secretariado Económico y Social de la Acción Católica Argentina, en la Escuela Superior de Economía y luego en la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad Católica Argentina, ambos pusieron el acento en que los fenómenos económicos y la misma ciencia económica deben ser estudiados a la luz de los principios éticos cristianos y de los valores espirituales, conforme el ftn trascendente de la persona humana. ' 8

Cabe mencionar el aporte realizado, en esta misma línea de reflexión y pensamiento, por otros dignos representantes del humanismo católico argentino. Nos referimos al P. Julio Meinvielle (1905-1973) autor de Conceptos .fundamentales de la Economía y a Carmelo E. Palumbo (1930-2004), autor de la Guía para un estudio sistemático de la Doctrina Social de la Iglesia, quienes en sus trabajos escritos y en su tarea magisterial encuadraron a la Economía dentro de los principios y postulados de la Filosofia y de la Ética social católica. Mencionamos también a Cayetano Licciardo (1923-1999), profesor emérito de la Universidad Católica Argentina y otro de los católicos intelectuales argentinos que ha ensefiado magistralmente la función social de la Economía y su vinculación con la Ética, a la luz del Magisterio Social de la Iglesia.

57 Cfr. Johanncs Messner: Ética social, política y económica, a la luz del derecho natural, Rialp, 1967, págs. 1.119-1.122.

58 Cfr. Rafael OlaJTa funénez: La economla y el hombre, evolución del pensamiento económico argentino, Editorial Planeta, 2004.

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EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO

lOOOL C. 1500 1750

Exposid6D fragmeDtaria Estadio aat6Domo Estadio slstemitieo Incidental empfrtco y ualftlco: denda

Cultura pagana oriental Mercantilismo Clásicos Cultura grecorromana Fisiocracia Neoclásicos

Margjnalistas Neomarginalistas Distintos socialismos

Cultura medieval

Descubrimiento Revolución industrial de América Revolución americana Estados nacionales Revolución francesa Reforma protestante

EqaiUbrto Eeon6mico

1930

Perfecdoumiento IJIIIftlco

Keynes Monetarismo Estructuralismo Economfa de bienestar Institucionalismo Neo liberalismo

Gran Depresión Reconstrucción de posguerra

1980

Recoutrued6a de la deoda ecoa6mica

Bconomfa humanista Personalismo económico Bconomf¡a de comunión Nueva econonúa institucional Neokeynesianismo

Perestroika económica Globalización de mercados Crisis financieras

DlstJDtu culturu Credmiento ecoa6mico eapitalistas Nivel de ingreso-empleo Nuevos pandigmas

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CAPÍTULO 5 EL ORDEN ECONÓMICO

Con su doctrina social la Iglesia se propone ayudar al hombre en el camino de la salvación: se trata de su fin primordial y único ( ... ). Esta misión configura el derecho y el deber de la Iglesia a elaborar una doctrina social propia y a renovar con ella la sociedad y sus estructuras, mediante las responsabilida­des y 'las tareas que esta doctrina suscita( ... ). Los principios de la doctrina social, en su conjunto, constituyen la primera arti­culación de la verdad de la sociedad,, que ·interpela toda con­ciencia y la invita a interactuar libremente con las demás, en plena corresponsabilida¡J con todos y respecto de todos. En efecto, el hombre no puede evadir la cuestión de la verdad y del sentido de la vida social, ya que la sociedad no es una realidad extraña a su misma existencia. Estos principios tienen un signi­ficado profUndamente moral porque remiten a los fUndamentos últimos y ordenadores de la vida social( ... ). El principio del destino universal de los bienes de la tierra está en la base del derecho universal al uso de los bienes. Todo hombre debe tener la posibilidad de gozar .del bienestar necesario para su pleno desarrollo: el principio del uso común de los bienes es el pri­mer principio de todo e/. ordenamiento ético-social y principio peculiar de la doctrina social cristiana ( ... ). El principio del destino universal de los bienes invita a cultivar unp visión de la economía inspirada en valor~, morales que permitan tener siem­pre presente el origen y la finalidad de tales bienes, para así realizar un mundo justo y solidario ( ... ).

1. El orden económico

COMPENDIO DE LA DocrR.JNA SOCIAL

DE LA IGLESIA, 69, 163, 172 Y 174.

En cualquier manual de Economía podrá leerse que toda sociedad se enfrenta, en el ámbito de lo económico, con tres interrogantes fundamentales. Estos son: qué bienes producir, cómo producirlos y para 'quién producirlos.

Si el Estado tomara a su cargo la resolución de estos tres interrogantes, desplazando a la iniciativa privada, la experiencia demuestra que no habría

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producción suficiente por falta de incentivos para producir; se paralizaría la economía y no podrían satisfacerse las necesidades materiales básicas de la sociedad.

Si dejamos la solución en manos del mercado, veremos que el mismo no podrá responder tales interrogantes, sino en forma insuficiente. En efecto, qué bienes y servicios hacen falta a la comunidad en su conjunto no puede resolverlo exclusivamente la preferencia individual de los consumidores o de los productores; será necesario orientar al mercado hacia aquellos sectores estratégicos más convenientes al bien común económico de la sociedad. Cómo producir esos bienes y servicios implica un problema de óptima com­binación de factores y agentes productivos que deberán resolver las unidades de producción; para ello habrá que ordenar el proceso productivo a efectos de no alterar las condiciones ambientales y propiciar, a la vez, una participa­ción justa de todos los sectores que intervienen en ese proceso. Por último, para quién producirlos supone la elección de mercados estratégicos y la conveniente satisfacción de necesidades de la comunidad.

Ejemplo: si el mercado fuese el principio rector y ordenador del proceso económico y mayor fuese la disociación entre la demanda efectiva (aquella alcanzable en relación al poder adquisitivo) y la demanda real (las necesida­des reales de la gente), muchas de estas necesidades quedarían insatisfechas. Hay necesidades colectivas que el mercado, por sí solo, no puede satisfacer; esto se debe a que abandonada al criterio de máxima rentabilidad determina­do por el mercado, la actividad económica se orientará a satisfacer la deman­da efectiva y no a aquella que representa las necesidades reales que incluyen las de los insolventes.

Quedan planteados los tres interrogantes. La respuesta coherente a los mismos no puede provenir de posturas ideológicas ni del pragmatismo, sino de aquellos principios ordenadores provenientes de la inteligencia, los que harán posible una cuota de intervención prudente por parte del Estado, sin menoscabo de la iniciativa privada, de la competencia y del mercado.

Entre las distintas corrientes doctrinarias del pensamiento económico que, con diferentes matices, asumieron al mercado como principio ordenador y respuesta única a los interrogantes señalados, encontramos a los fisiócratas, los clásicos, neoclásicos, y otros defensores del liberalismo ortodoxo. Para estos, el orden emerge por sí solo (mano invisible, Smith-orden cosmos, Hayek) producto de la interacción de libertades que operan en el mercado. Las crisis recurrentes del capitalismo global han puesto de manifiesto lo utópico e inviable de tales posturas doctrinales.

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Otras comentes doctrinales destacan la insuficiencia del mercado como único rector del proceso económico; incluso algunas de extracción clásica liberal admiten la necesidad de alguna intervención por parte del Estado a efectos de evitar factores que obstaculicen la competencia (neoliberalismo actual). Otros hacen prevalecer la estructura organizacional o institucional de la sociedad y economía modernas sobre la voluntad o libertad individual de los sujetos económicos, refutando el equilibrio espontáneo de las fuerzas económicas (economía del bienestar, institucionalismo, keynesianismo ).

Por último, los distintos socialismos (utópicos, anárquicos, marxistas y comunistas) han sido históricamente opositores frontales de la economía de mercado, la propiedad privada de los medios de producción y la iniciativa privada. No obstante ello, en las últimas décadas, tres gigantes del Este avanzan en sentido opuesto: la ex Unión Soviética, con la perestroika econó­mica; la India, con su viraje hacia el capitalismo; y China, con su economía socialista de mercado y más recientemente, reforma constitucional mediante, con el reconocimiento de la propiedad privada de los medios de producción a efectos de at:J.:aer inversiones y promover así un mayor crecimiento. 1

En efecto, .la nueva estructura organizacional de la economía y de la sociedad moderna ha hecho variar el enfoque de la teoría económica. Para los clásicos lo normal era el equilibrio general, la regla era la situación de concurrencia. Sin embargo, la realidad fue demostrando que el ordenamiento normal del mercado está representado actualmente por una estructura monopolística, por la concentración de oferta y presión de las megacorporaciones, por la acción sistemática de los organismos públicos, cuya burocracia ha invadido vastos sectores de la sociedad y de la economía particular, y por los condicionamientos que imponen los organismos fman­cieros y comerciales internacionales.

Consecuentemente, el eq~librio natural, la espontaneidad y la compe­tencia perfecta han venido a ser, simplemente, meros puntos de referencia en el análisis teórico de la Economía. La nueva realidad económica -como afirma Drucker- configurada por la microeconomía de los individuos, la macroeconomía del Estado, la región económica y la economía global, pre­senta un nuevo desafio a la teoría y al análisis económico. Ninguna de esas economías controla las otras tres y ninguna es totalmente independiente de las demás.2

1 Cfr. La Nación, 6-3- 4. 2 Cfr. Peter Drucker: Las nuevas realidades, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1989.

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Orden económico: deber-ser del merctulo y del Estado

El ordenamiento económico y social, tanto a nivel de las naciones como a nivel global, ha de responder a la esencia misma del hombre, respetar su dignidad y libre desenvolvimiento de sus valores personales. El, respeto a esa dignidad y a la verdadera promoción de la persona humana implica recono­cer que la economía, el mercado y sus leyes tienen un carácter instrumental y, como tales, deben facilitar el perfeccionamiento del hombre.

Volviendo a la pregunta inicial, si del mercado no sobreviene espontá­neamente el orden, la paz y el equilibrio social, si no puede funcionar regula­do intrínsecamente por sus propias leyes, ¿cómo debe darse entonces esa regulación extrínseca que respete la libertad y la responsabilidad individual de los sujetos económicos? La dignidad del hombre, ¿admite una. regulación y ordenamiento provenientes de la autoridad política?

La respuesta no puede eludir el sustento antropológico. De acuerdo a cómo se explique el "hecho social", esto es, la relación individuo-sociedad, se explicará toda la proyección social de la persona humana y sus distintas manifestaciones; entre ellas, la económica. El correcto entendimiento del por qué y para qué de la economía, hará entender el correcto ordenamiento del mercado.

El concepto de orden está ligado necesariamente al principio de fmali­dad de las cosas, puesto que por orden se entiende la adaptación de cada cosa a su fin. Hay orden cuando cada cosa se realiza conforme a su naturale­za, conforme lo dispuesto por el Supremo Ordenador.

Este concepto de orden lleva implícito algunas premisas. En primer lugar, el orden se da en la realidad como algo objetivo, anterior al hombre. Este debe tratar de descubrirlo mediante su inteligencia. En segundo lugar, como el hombre ha sido creado libre, el orden no se le impone, sino que se le propone; de allí que el hombre no tiene necesidad de fabricar un ordena­·miento, sino que debe esforzarse por descubrir y poner en práctica aquel que le ha sido propuesto. Por último, y en virtud de la libertad humana, el hombre puede perturbar este orden haciendo mal uso de la misma.

De estas premisas se desprende que el orden querido por Dios sea vul­nerado de continuo por la libertad humana, puesto que, dadas las limitacio­nes de la inteligencia y la perversión de la voluntad humana (pecado origi­nal), no siempre el hombre puede descubrir ese orden y actuar conforme a su Fin Ultimo. Pero no todo tipo de orden puede ser violentado por la libertad humana.

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En efecto, en el orden fisico las leyes se cumplen inexorablemente sin que el hombre pueda perturbarlas. Las leyes fisicas se expresan matemática­mente en una relación de causa-efecto que implica una secuencia de hechos que ocurren necesariamente de una determinada manera y no de otra. Ante este orden fisico el hombre es simplemente testigo, ya que las cosas suceden independientemente de su voluntad. Aquí no cabe hablar de un deber-ser; las cosas son necesariamente lo que son y no pueden ser de otra manera.

Por otro lado, en el orden moral el mal uso de la libertad humana puede violentarlo. En este caso el hombre es enteramente actor y no testigo. Por orden moral ha de entenderse el recto ordenamiento del hombre a su fin propio, situación que logra cuando su libertad está en perfecta armoriía con los dictados de su razón. Aquí no existe un orden causal como en el mundo fisico, dado que la conducta humana no se repite necesariamente de la misma forma; vale entonces cuestionar la misma preguntándose por su deber-ser.

Equidistante del orden fisico y del orden moral, encontramos el orden social. En este confluyen elementos objetivos que no dependen de la volun­tad humana, así como otros sometidos al arbitrio del hombre. Fenómenos como el "maquinismo", la ''robótica" y las "nuevas tecnologías de comuni­cación" han revolucionado el orden social vigente, y sus consecuencias so­bre las relaciones sociales han trascendido y superado la voluntad humana. Pero también el hombre puede alterar este orden social a través de leyes o politicas que causen, por ejemplo, una inequitativa distribución de los bienes y de la riqueza. En. este tipo de ordenamiento, el hombre es parcialmente actor y parcialmente testigo.

El fracaso de las ideologías radica fundamentalmente en quere:r fabricar un orden distinto, sin aceptar la realidad y el deber-ser de las cosas. Así, han elaborado un orden imaginario y utópico con soluciones también utópicas que violentan los derechos de las personas y su verdadera dignidad. En efecto, el humanismo liberal, fundado en una antropología individualista, ha entendido y defendido que el orden social emerge espontáneamente por interacción de libertades; de la libertad humana, absoluta e irrestricta, sobre­vendría el orden. Como vimos, el único orden que sobreviene espontánea­mente es el orden fisico. No así el orden social y menos el orden moral. En estos dos .últimos, si la libertad del hombre no actúa regida por la razón no sobrevendrá el orden, sino la anarquía.

Una correcta antropología establece que el orden proviene de la inteli­gencia que, a través de aquellos principios evidentes que reconocen como apoyatura la realidad, sirve de guía y sustento a la libertad, para que esta

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conduzca al hombre ordenadamente a su fm. Si bien la Economía es una ciencia que tiende a adecuar racionalmente medios a distintos fmes, por ser una ciencia de medios no puede ser indiferente a los fmes, y menos al Fin Último de la persona humana.

Como ciencia del obrar humano la Economía debe estar subordinada a la Ética. Y así debe estarlo como actividad propia del hombre y como disci­plina científica, ya que toda teoría y ley económica no pueden ignorar la dimensión ética del acto humano. La Ética indicará la medida de lo justo y de lo bueno y, permanentemente, deberá iluminar la ciencia y el acontecer económico a efectos de procurar un ordenamiento social conveniente a la dignidad humana. Es por ello que "lo económico" se encuadra dentro del ámbito del orden moral.

La utopía liberal niega la diferencia esencial entre los hechos de la naturaleza y la conducta humana. Los clásicos y neoclásicos se encuentran identificados con el humanismo liberal que, por salvaguardar la libertad individual, destruye toda ética y moral objetivas. El orden sobreviene espon­táneamente y los actos económicos (actos humanos) nunca pueden ser cues­tionados, ni mucho menos juzgados de justos o injustos, malos o buenos. El deber-ser de la conducta económica carece de sentido; la Economía es un fenómeno totalmente aislado y desligado de la persona humana. A tal punto que intentan predecir matemáticamente su conducta, como si los salarios y los precios fueran fenómenos naturales· y no el resultado de decisiones y conductas humanas.

Esta falsa concepción del orden (y de la persona humana) ha favorecido la violación de los principios éticos y normativos de la convivencia social: bien común, subsidiariedad, solidaridad y justicia social. Al respecto afirmó Pío XI: "Últimas consecuencias del espíritu individualista en economía, ve­nerables hermanos y amados hijos, son esas que vosotros mismos estáis no solo viendo, sino también padeciendo: la libre concurrencia se ha destruido a sí misma, la dictadura económica se ha adueñado del mercado libre; por consiguiente, el deseo de lucro ha sucedido la desenfrenada ambición de poderío; la economía toda se ha hecho horrendamente dura, atroz". 3

En una postura ideológica opuesta, se encuentran los distintos tipos de socialismos que defienden la estatización de la economía: la autoridad fija el orden y ella misma lo realiza conforme sus fines políticos (organización colectiva de la producción, erradicación de la propiedad privada de los me-

3 Pfo XI: Quadrage.simo·anno, 109.

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dios de producción, precios públicos, etc.). Algunos más moderados propug­nan un Estado benefactor o Providencia que asegure a todos el mismo nivel de ingresos.

Esta segunda postura ideológica, surgida como reacción hacia el capi­talismo liberal enmarcado en el individualismo y egoísmo personal, ha generado un fuerte resentimiento social que condujo a la pretensión de colectivizar no solo la economía, sino todas las manifestaciones sociales del hombre. Esta postura totalitaria y autoritaria viola la libertad y la responsabilidad del individuo y, de igual forma que el humanismo liberal, atenta contra aquellos principios rectores del orden social y económico que señalamos anteriormente.

Con razón afirmó el Concilio Vaticano ll: ''No se puede confiar el desarrollo ni al solo proceso casi mecánico de la acción económica de los individuos ni a la sola decisión de la autoridad pública. Por este motivo hay que calificar de falsas tanto las doctrinas que se oponen a las reformas indispensables en nombre de una falsa libertad, como las que sacrifican los derechos fundamentales de la persona y de los grupos en aras de la organiza­ción colectiva de la producción".4

Por esta misma razón se preguntó Juan Pablo n en la Centesimus annus: ¿El fracaso del comunismo implica que el sistema vencedor sea el capitalis­mo? Y respondió: Si por capitalismo se entiende una economía de mercado libre, con libertad responsable y con libre creatividad humana, sí. Pero si por capitalismo se entiende un sistema en el cual la libertad económica no está encuadrada en la libertad humana integral-cuyo centro es ético y religioso-, entonces, no.'

Esta libertad económica, encuadrada dentro de la libertad humana inte­gral, es funcional a otro tipo de orden, no el que surge del humanismo liberal y menos del humanismo colectivista.

Claramente defme el concepto de orden Carmelo Palumbo cuando afrr­ma: "( ... ) El orden proviene de la autoridad pública, es adecuado al fm último del hombre y realizado, en su casi totalidad, por las personas y cuer­pos intermedios con relativa libertad".6

Proviene de la autoridad: la autoridad es el elemento unitivo y especificante de la sociedad civil, y deberá procurar un ordenamiento social

4 Concilio Vaticano 11: Gaudium et spes, 65. 5 Juan Pablo 11: Centesimus annus, 42. 6 Cannelo E. Palumbo: Guia para un estudio sistemático de la Doctrina Social de la

Iglesia, Ed. CIES, 4ta. Edición, págs. 323-326. Buenos Aires, 2004.

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y económico conforme con las exigencias del bien común, finalidad última del Estado.

De la sola libertad individual no sobreviene el orden, sino la anarquía, en tanto esta actúa ciegamente sin reconocer el ordenamiento de la inteligen­cia; tampoco el orden puede emanar de la simple voluntad del soberano ya que, en tanto esa voluntad no tenga fundamento en los principios ~rdenado­res de la inteligencia, se violentarian derechos fundamentales de la persona humana.

La autoridad deberá orientar, potenciar y armonizar los distintos intere­ses sectoriales e individuales en función de un objetivo común y aglutinante: el bien común, uno de los tres pilares básicos de todo ordenamiento social y económico. En virtud de esta finalidad propia e indelegable, la autoridad política debe lograr ese conjunto de condiciones sociales que posibiliten de mejor forma el desarrollo y la perfección de la persona humana. En el ámbito de lo económico, ese conjunto de condiciones se logran a través de las distintas políticas macroeconómicas (monetaria, fiscal, de ingresos, etc.), cuya elaboración e implementación es responsabilidad del Estado.

Adecuado al fin último de la persona humana: puesto que es la perSona humana la que tiene un fin trascendente. Bajo este aspecto; la sociedad y el Estado deben estar al servicio de la perSona; también así la ecoriomia, ya que la misma tiene un carácter meramente inmumental al servi~io de otros valo­res superiores que promueven el auténtico desarrollo huniano.

Esta adecuación exige, como veremos, que el mercado no tenga como únicos parámetros la eficiencia y la competitividad. Si bien necesarios, los mismos deben ser complementados por el principio de suficiencia económi­ca, en virtud del cual la persona humana encuentra e11 el mercado la satisfac­ción plena y conveniente de sus necesidades materiales. Como afirma el Concilio Vaticano 11: "( ... ) el principio, el sujeto y el fm de todas las intituciones sociales es y debe ser la persona humana, la cual, por su misma naturaleza, tiene absoluta necesidad de la vida social".7

Realizado en su casi totalidad por las personas y cuerpos intermedios: esto implica que la actividad económica descansa principalmente en la ini­ciativa privada. Pero allí donde esta sea insuficiente·. o no tenga los incenti­vos para estar, debe subsidiarla el Estado. Esto es~ debe fomentar, estimular, coordinar, integrar y suplir la actividad privada cuando las exigencias del bien común así lo indiquen. Este principio de subsidiariedad, otro de los

7 Concilio Vaticano 11: Gaudium et spes, 25.

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pilares básicos del orden social y económico, implica también reconocer la debida relación de libertades y de responsabilidades, ya que una sociedad mayor, o el Estado, solo intervienen en la medida en que la iniciativa privada particular sea insuficiente para el adecuado desarrollo de un sector o activi­dad favorable al bien común (prelación de libertades y responsabilidades).

Con relativa libertad: la libertad no es tan absoluta dado que existen leyes morales a las cuales se tiene que sujetar, ni tampoco tan esencial e irrestricta que no pueda ser limitada y ordenada por un poder superior. Contrariamente a lo que sostiene el humanismo liberal, la libertad, tanto en el plano individual como en el plano social, reconoce y se sujeta a un ordenamiento establecido por la inteligencia. El hombre es libre por ser inteligente, y la libertad no es una finalidad en sí misma, sino un "poder moverse .. para conseguir algo. Tiene razón de medio y no de fm.

La libertad económica, como el resto de las libertades sociales, debe ser una libertad ordenada. Esto implica reconocer la necesidad de una economía con mercado libre, pero con competencia ordenada; es decir, un mercado y competencia donde se respete la justicia y la reciprocidad en los intercam­bios. Porque, precisamente, es esa reciprocidad el sustento de la cohesión en la sociedad civil.

2. El proceso económico

Habíamos dicho en capítulos anteriores que la actividad económica, propia y específica del hombre, obedece a su condición de materialidad y de racionalidad y que, a su vez, responde a la existencia de bienes limitados y útiles que permiten satisfacer necesidades humanas. Esta actividad económi­ca queda precisada en los fenómenos de producción, distribución, consumo y cambio. Como afirma V alsecchi, el proceso económico es la sucesión cohe­rente de operaciones económicas que se manifiestan en tres etapas: produc­ción, distribución y consumo; todas ellas ligadas por el cambio. Estas distin­tas operaciones se suceden y entrelazan, no se dan en forma aislada. De igual forma, las operaciones de un sujeto económico se combinan con la de otro u otros sujetos.8

La producción, dice el autor mencionado, es aquella etapa del proceso económico que tiende a hacer efectiva o a incrementar la utilidad de los bienes escasos para adecuarlos a las necesidades humanas. En esta etapa intervienen tanto factores materiales, tierra y capital, como factores perso­nales, trabajo y dirección empresarial.

8 Francisco Valsecchi: Qué u la economla, Ed. Maccbi, Buenos Aires, 1984, págs. 16-20.

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En cualquier texto de Economía se hace referencia a estos factores denominándolos factores de la producción. Desde una perspectiva ética y no meramente economicista, corresponde distinguir los· primeros de los segun­dos: los factores de producción (tierra y capital) de los agentes de la produc­ción (trabajo y dirección empresarial), ya que estos·últimos suponen tareas humanas que no pueden, ni deben, ser retribuidas exclusivamente en función de su rendimiento y productividad.

Mediante la distribución se reparte la riqueza producida entre los distin­tos factores y agentes que han contribuido en el proceso productivo. Esta distribución, como veremos, no puede quedar a expensas de lo que determi­ne exclusivamente el mercado y sus leyes. El Estado, a través de distintas políticas económicas (política de ingresos, política fiscal), debe ajustar el resultado determinado por el mercado en orden a la equidad distributiva. Las organizaciones intermedias (cámaras empresariales y mercantiles, organiza­ciones profesionales) también tienen la responsabilidad de velar por una competencia ordenada y una justa distribución de los ingresos a través de los precios resultantes en el mercado.

El consumo consiste en la aplicación directa de los bienes y servicios producidos a la satisfacción de las múltiples necesidades humanas. Estas necesidades pueden exigir un consumo inmediato (primarias) o diferido (secundarias).

El cambio es aquélla etapa del proceso económico que aglutina a las otras tres, ya que toda la actividad económica es una serie ininterrumpida de intercambios. El cambio, en la economía moderna, se manifiesta a través del precio, que representa el valor de los bienes y servicios ofrecidos y deman­dados en el mercado.

En cuanto a la fmalidad del proceso económico podemos precisarla en tres puntos principales: 1) eficiente asignación de recursos productivos; 2) justa distribución de ingresos; y 3) crecimiento económico adecuado y sostenible.

Juntamente con la concreción de estos objetivos, el proceso económico cumplirá su cometido en tanto no pierda de vista aquello que le ha dado origen. En efecto, la necesidad humana es la que pone en movimiento la economía. Es el motor del cambio y del proceso económico; y es precisa­mente la satisfacción de necesidades humanas la finalidad última de este proceso y de toda la economía en su conjunto.

Reiterando lo dicho en capítulos anteriores, las necesidades económicas individuales y sociales son múltiples, pero no ilimitadas. De modo tal que un

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proceso económico orientado a satisfacer necesidades superfluas (deseos ilimitados y creados artificialmente por la propaganda) no estará al servicio del hombre, sino que se servirá del hombre para producir mayores benefi­cios. Será esta una economía propia de una sociedad consumista, caracteriza­da por el economicismo y el materialismo de vida.11

En relación con este proceso de producción, distribución y consumo, vale tener presente aquella enseñanza de la Iglesia acerca del uso de los bienes. La doctrina de la Iglesia hace suya aquella afirmación de Santo Tomás de Aquino: "En lo que concierne al uso, el hombre no debe conside­rar las cosas exteriores como si le fueran propias. Debe considerarlas como comunes, haciendo participar de ellas a los otros en sus necesidades". 10 A partir de esta enseftanza, Paul-Dominique Dognini concluye: "El uso común de los bienes, en efecto, será respetado si, en el momento de consumir, hago un juicio que armonice este consumo con las necesidades de la comunidad que me rodea ( ... ). Esto supone que yo reflexione. Y que habiendo reflexio­nado, limite mi consumo a lo que me es necesario (habida cuenta de mi rango, de mis cargas de familia y de una prudente previsión del futuro) para dar el resto, es decir, lo superfluo ( ... )".U

Cita este autor a San Basilio, quien distingue dos maneras de usar los bienes: la ''voluptuosa" y la "económica". Esta última tiene presente las necesidades de la comunidad y proviene del juicio económico previo que nos permite distribuir racionalmente el gasto a favor de nuestro propio bene­ficio (necesidades de hoy y de maftana), pero también en beneficio de los otros.

El juicio económico, dice Paul-Dominique Dognini, se divide en dos partes: el juicio de consumo y el juicio de producción. En lo que refiere al juicio de consumo, y basándose en Santo Tomás de Aquino -para quien la limosna supone una verdadera distribución de todo lo superfluo por cuanto "las cosas de las que alguien tiene demasiado son debidas por derecho natu­ral a la sustentación de los pobres" 12-, no vacila en afirmar que los pobres tienen un derecho sobre lo superfluo de los ricos aunque esto no supone, dado el carácter personal de los bienes y de las riquezas, el derecho de "apoderarse" de lo superfluo. En cuanto al juicio de producción y el reparto

9 Cannelo E. Palumbo: obra citada, págs. 409 y 410. 10 Santo Tomás de Aquino: Summa Teo/ogica. 2-2, 66 - 2. 1·1 Paul-Dominiquc Dognini o.p.: "La concepción cristiana de la cconomfa (el juicio

económico)", El Derecho, 3-12-2002. 12 Santo Tomás de Aquino: Summa Teo/ogica, 2-2, 66-7.

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posterior de la misma, apunta a la responsabilidad de las organizaciones intermedias y principalmente del Estado, a efectos de garantizar un orden económico que armonice la eficiencia con la equidad social y el justo reparto de los bienes y de la riqueza.

En síntesis, el proceso económico requiere de un ordenamiento que haga posible disponer de mayor cantidad de bienes (crecimiento económico) y, a la vez, que esos bienes y riquezas se distribuyan con equidad y posibiliten así el auténtico desarrollo humano, tanto en el plano individual como en el plano social.

3. Leyes económicas: la rec:iprocldad en el intercambio

Sin ánimo de repetir lo que puede estudiarse en cualquier manual de Economía, diremos que las leyes económicas tratan de generalizar conductas humanas en un marco de referencia dado. Son leyes condicionales y provi­sionales, por cuanto nuevos hechos o cambios de algunas variables pueden modificar sus postulados.

Pero también las leyes económicas son leyes sociales que expresan tendencias, regularidades o uniformidades observadas en la conducta racio­nal y libre del hombre considerado sujeto económico. Precisamente, la racio­nalidad del sujeto es lo que permite advertir y formular esas generalidades y probabilidades propias del enunciado de toda ley económica.

Por ser reflejo de conductas humanas, las leyes económicas no son inexorables ni revisten el carácter de absolutas. Esto implicarla desconocer los atributos esenciales de todo acto humano: su racionalidad y su libertad. Por esta razón, distinguimos las leyes económicas de las fisicas, que gozan de validez absoluta. En estas últimas existe una relación de causalidad, ya que los hechos ocurren necesariamente de la misma forma y espontáneamen­te (ej.: ley de gravedad). No ocurre lo mismo en el orden social y menos en el orden moral, donde las leyes reflejan conductas humanas. Y las leyes económicas son leyes sociales.

Si recordamos lo dicho en otro capitulo, la actividad económica debe entenderse como un aspecto de la actividad humana y, como tal, se aísla a efectos de formular leyes que rigen dicha actividad. Pero -como afirma Vit<r- aislar no significa separar o independizar. De allf que la economía como ciencia y como realidad deba atenerse en sus formulaciones teóricas a la ley moral que rige toda actividad humana.

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Por eso afirmamos que la ley moral es una ley absoluta que limita las aplicaciones de la ley económica y el orden económico a sus preceptos. La ley moral limita la ley económica en cuatro aspectos fundamentales, a saber: 1) en su objeto, por cuanto no debe buscarse la riqueu por sí misma, ya que ésta reviste el carácter de medio que facilita el perfeccionamiento y desarro­llo. humano; 2) en su intensidad, por cuanto la riqueza debe ser buscada por un fm útil, racional y ordenado; 3) en sus medios, por cuanto no puede ser procurada a través de medios reprobables; 4) en su uso, por cuanto el uso de los bienes y de la riqueza deberá estar ajustado al. legitimo interés particular -no egoísta- y a las necesidades del prójimo.

La ley económica de máxima utilidad y mínimo esfuerzo (costo) debe estar sometida a la ley moral. No por ello el hombre dejará de satisfacer sus legítimos intereses ni dejará de guiar sus actos económicos en procura de una legítima utilidad. ·

"El hombre debe informar su conducta en la idea del deber, y no falta a él procurando la sati~acción de sus legítimos intereses ( ... ) las fuerzas hu­manas, por legítimas' que sean, han de tener en cuenta las necesidades de la vida social, deben organizarse y coordinarse( ... ). El interés del hombre debe ser siempre humano y no irraciona1".13

En síntesis, resultando el hombre la causa eficiente y fmal del proceso económico, deberá ejercer su libertad en forma responsable y ordenada. Consecuentemente, la ley económica, reflejo de esa libertad en su particular aspecto, no puede ni debe prescindir de ese debido ordenamiento. Por tanto sus aplicaciones (que no son absolutas e inexorables) quedan sometidas a los preceptos de la ley moral.

La ley de oferta y demanda. La reciprocidad en el intercambio.

La ley de oferta y demanda, como explican los manuales de Economía, es una ley económica a través de la cual se determina el precio de los bienes y servicios en el mercado (en un mercado competitivo, si la demanda supera la oferta, el precio aumenta; si la oferta supera la demanda el precio dismi­nuye, siempre y cuando se mantengan constantes el resto de las variables).

Esta ley de oferta y demanda funciona automáticamente, como una caja registradora dice el P. Meinvielle14

• Pero no puede ser la única ley que rija el

13 Victor Brants: Las grandes líneas de la economla política, Casa Editorial Calleja, Madrid, 1908, pág. 48.

14 Julio Meinvielle: Conceptos fundamentales de economia, Ed. Nuestro Tiempo, 1953, págs. 64-80.

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mercado, por cuanto ello hará que se imponga la ley del más fuerte, con la consecuente aparición de monopolios con intenciones de manipular el precio o la cantidad de bienes a ofrecer a fin de mantener o elevar los márgenes de utilidad. De esta forma, las riquezas se irán concentrando en manos de unos pocos, con grave perjuicio de la economía social en su conjunto, llegando a un punto en que el cambio no podrá seguir funcionando, pues el mismo supone cierta igualdad de condiciones para competir. Y sin el cambio, se paralizará el proceso económico.

Pero esta ley de oferta y demanda no puede estar ausente del mercado. Antes bien, debe funcionar subordinada a una ley superior que regule las condiciones del intercambio.

La ley de reciprocidad en el intercambio supone que luego de efectuado el cambio, los sujetos intervinientes en el mismo guarden entre sí la misma posición relativa. Esto implica que, de haber un incremento de la renta nacional, el mismo se reparta proporcionalmente entre todos los sujetos que han colaborado para que se produzca dicho aumento; implica que si un grupo o sujeto económico se enriquece más rápidamente que otro, sin obser­var proporcionalidad y reciprocidad en el cambio, algunos perderán el inte­rés por el intercambio porque recibirán menos, perjudicando ello el funcio­namiento de la economía en general.

Lo que exige esta ley, en definitiva, es la aplicación de la justicia en el intercambio, requisito este que el mercado por sí solo, rigiéndose por la ley de oferta y demanda, no puede garantizar. Esta ley de reciprocidad en el cambio es una ley moral y económica, cuya violación trae aparejadas conse-cuencias en ambos órdenes. ·

Por otra parte, como enseñó el P. Julio Meinvielle, las dos leyes enuncia­das no pueden ser violadas impunemente, pues ambas responden a la misma naturaleza humana, que tiene un fin propio y particular y un modo de ser

. social. La ley de oferta y demanda responde al interés particular del sujeto económico; la ley de reciprocidad en los cambios responde al interés general, al bien de lá sociedad en su conjunto. Consecuentemente, ambas leyes son imprescindiblés para el buen funcionamiento del mercado y de la economía.

La violación de la· reciprocidad en los cambios puede darse: 1) en el ámbito de la empresa, 'produciendo una separación cada vez mayor entre asalariados y empresarios al no repartir proporcionalmente lo producido; 2) en la economía nacional, en tanto algún sector económico se enriquezca más prontamente y en mayor cuantía que el resto por la inobservancia de la justa distribución del producto social; 3) en el plano internacional, en tanto se

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concentra la riqueza en los centros de poder relegando a los países subdesa­rrollados o en vías de desarrollo.

La violación de la justicia en el intercambio puede llevar a una parálisis total de la economia, ya que gran parte del mercado (nacional o internacio­nal) pierde poder adquisitivo y, con ello, cae la demanda por la disminución abrupta del consumo (crisis de superproducción, subconsumo ).

Violar la justicia en el intercambio hará que queden cada vez más reza­gados los que están en inferioridad de condiciones. Triunfará la ley del más fuerte, del que tenga mayor poder de negociación, quien tratará de imponer las condiciones del mercado en función de su propio beneficio particular o sectorial (darwinismo social).

La violación de la ley de oferta y demanda, por su parte, puede llevar a la economia al dirigismo y estatismo, asumiendo el Estado funciones que no le son propias (ej.: fijación de precios y salarios), lo que redundará en la falta de incentivo del sector privado para producir, con la consecuente dismi­nución de la renta nacional y empobrecimiento general de la sociedad. Se paraliza el proceso económico en virtud de la ausencia de mercado y de competencia.

En síntesis, una economia sin mercado (cambio) no funciona. Tampoco funciona una economia sin justicia. Es por ello que no se puede violar impunemente estas dos leyes enunciadas; la necesidad de ambas, como diji­mos, responde y procede de la misma naturaleza humana individual y social. La ciudad se sostiene merced a la reciprocidad proporcional (Aristóteles).

Pero, como afirmó el P. Julio Meinvielle, la ley de reciprocidad en los cambios y la aplicación de la justicia en el mercado, solo podrá funcionar en una sociedad en donde, además del bien particular que busca cada individuo, exista un poder público ordenador que tienda a procurar el bien común.

Por esta razón, reiteramos, el fin propio y específico de cada sujeto económico debe de estar subordinado al bien común, que supone y potencia aquel fin específico.

4. Sistema económico y organización económica

En virtud de la compleja estructura organizacional de la sociedad y economia modernas, se hace necesario abordar el tema concerniente a las diversas formas que puede revestir la actividad económica. El estudio morfológico toma predicamento a partir de 1850, en ocasión de la disputa metodológica sostenida entre los historicistas alemanes y los teóricos ingle-

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ses. Comienzan alli a desarrollarse las primeras nociones de sistema econó­mico y de organización económica.

Sistema económico. El sistema económico se refiere al conjunto de instituciones sociales, jurídicas, y estructuras que determinan ·de qué manera los distintos recursos disponibles son utilizados para satisfacer las necesida­des humanas. Dentro de este concepto quedan comprendidas ·las múltiples conexiones y dependencias entre los distintos sujetos y elementos que con­forman la actividad económica.

Defme Lagujie al sistema económico como "( ... ) el conjunto (fe. institu­ciones jurídicas y sociales dentro de las cuales se ponen en marcha.· medios técnicos y humanos a efectos de asegurar el equilibrio económico". 15 El sistema abarca el cuadro jurídico, social, los procedimientos y técnicas utili­zadas para transformar los recursos en factores productivos.

Desde esta perspectiva o enfoque sistémico, el sistema económico es un subsistema que, junto con otros (familiar, polftico, etc.), integra el sistema social. Esta abstracción de la realidad nos permite aislar cada sistema o subsistema y, de ésta forma, ver los actores, elementos y múltiples interdependencias que operan dentro de cada uno de ellos.

Estructura económica: "( ... ) Designa las proporciones y relaciones que caracterizan a un conjunto económico localizado en el espacio y en el tiem­po ( ... ); dichas particularidades dan su fisonomía propia a una actividad económica determinada" .16

Régimen económico: "( ... ) Es Cl conjunto de reglas legales que en el seno del sistema rigen las actividades económicas de los hombres entre sí y en relación con los bienes". 17 El régimen es un elemento característico de la estructura de una unidad económica.

Afirma Raymond Barre, siguiendo a Sombart y Perroux, que todo siste­ma económico tiene tres elementos: el espfritu o móviles de la actividad económica, la forma o características sociales, jurídicas e institucionales, y la sustancia o técnica de producción y transformación de recursos. 18

Desde esta perspectiva -siguiendo al autor mencionado- encontramos las siguientes formas de actividad económica. A saber:

15 Joseph Lagujie: Los sistemas económicos, Eudeba, 1979, págs. S y 6. 16 Joseph Lagujie: obra citada, págs. 8 y 9. 17 Joseph Lagujie: obra citada, págs. 6, 7 y 9. 11 Cfr. Rayrnond Barre: Econom(a política, Editorial Ariel, 1981.

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Economúz ce"ada-feudál (hasta siglo XIII): Espíritu: economía autosuficiente, mercados limitados al feudo.

Forma: poder único de decisión del seftor feudal, quien asigna tareas y distribuye el producto social.

Sustancia: técnica rudimentaria, estancamiento, necesidades estabilizadas. Economúz artesanal (siglos XIV-XV)

Espíritu: satisfacción de necesidades en el ámbito urbano, economía moderada.

Forma: propiedad privada de los medios de producción, artesanos inde­pendientes, gremios.

Sustancia: técnica poco progresiva, mercados limitados, demanda estable. Economla capillllistll (siglo XVIII en adelante)

Espíritu: máximo beneficio, lucro y competencia, racionalidad basada en cálculos de costo-beneficio. ·

Forma: propiedad privada de los medios de producción, libre disposi­ción de la fuerza laboral (mercancía), empresario a cargo de la combinación óptima de los factores de producción, economía de intereses privados.

Sustancia: técnica progresiva, maquinismo, industria evolucionada; múl­tiples necesidades, a veces creadas por el mismo empresario. Economla colectivista (siglo XX: socialismos, comunismo)

Espíritu: igualitarismo social, oposición al capitalismo que origina ex­plotación, alienaciones y desigualdades sociales.

Forma: propiedad colectiva de los medios de producción, el Estado reparte autoritariamente el producto social.

Sustancia: tecnocracia, favorecida por la eliminación del sistema de precios y del mercado; grandes proyectos sin consideración de costos. Economla corporativa (fines de la Primera Guerra Mundial: Alemania y Portugal)

Espíritu: evitar la anarquía y el caos del sistema capitalista sin caer en el colectivismo; el Estado árbitro de las relaciones sociales en pos del bien común.

Forma: propiedad privada de los medios de producción, asociaciones gremiales y profesionales, corporaciones; el Estado orienta las actividades sociales hacia el interés general.

Sustancia: técnica moderna y progresiva.

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Estos son, afirmó R. Barre, los rasgos característicos puros de cada sistema. Pero la noción misma de sistema es insuficiente para entender ca­balmente la compleja realidad económica; en efecto, podemos definir un sistema corporativo, pero este puede concretarse con asociaciones libres o absorbidas por el Estado. De alli la necesidad de abordar otro concepto, el de organización económica.

Organización económica: este concepto permite completar el de sistema económico. En efecto, desde el punto de vista de su organización, podemos hablar de economía descentralizada, caracterizada por la existencia del mer­cado, el cambio, la empresa libre, la competencia y un Estado con acción indirecta y global sobre el proceso económico; economia centralizada, el Estado sustituye al mercado y decide qué producir, cómo y para quién.

El tipo de organización económica, sostuvo R. Barre, permite precisar la morfología de la actividad económica delimitando, por ejemplo, la interven­ción del Estado (conforme al mercado, indicativa, imperativa), y, a su vez, permite relacionar la morfología de esta actividad con la de tipo político (regímenes de poder) y sociológico (estructuras sQCiales).

El concepto de sistema y de organización económica se complementan con el concepto de orden económico, más universal y abarcativo que aque­llos dos, ya que permite descubrir los presupuestos filosóficos y antropológicos de los distintos sistemas de organización económica.

S. Competencia de la Iglesia en materia social y económica

A efectos de precisar el grado de competencia de la Iglesia en el ámbito de lo social y económico, debe tenerse en cuenta las claras enseftanzas del Conci­lio Vaticano n. En primer lugar: "La misión de la Iglesia no es solo anunciar el mensaje de Cristo y su Gracia a los hombres, sino también el impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el espíritu evangélico" .19

En ese orden de actuación y de competencia, Juan Pablo 11 expresó: "La Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer al problema del subdesarro­llo en cuanto tal, como ya afirmó el papa Pauto VI, en su encíclica. En efecto, no propone sistemas o programas económicos y polfticos, ni mani­fiesta preferencias por unos o por otros, con tal que la dignidad del hombre sea debidamente respetada y promovida, y ella goce del espacio necesario para ejercer su ministerio en el mundo". 20

19 Concilio Vaticano II: Apostolicam actuositatem. 20 Juan Pablo II: Sollicitudo reí socialis, 41.

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Siguiendo estas claras enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia, Cannelo Palumbo distinguió tres niveles de reflexión a efectos de precisar su competencia y ámbito de actuación:21

l. Cosmovisión y antropología: En este nivel, la Iglesia adopta una actitud crítica y de oposición frontal a las cosmovisiones del capitalismo liberal y del colectivismo marxista, cuyos presupuestos se fundamentan en un inmanentismo de vida y mesianismo temporal; ambos, sistemas ideológi­cos totalitarios que atentan contra la dignidad de la persona, prometiendo, por distintos caminos, un "paraíso terrenal" (Ej.: Ludwig von Mises -escuela austríaca de economía- mediante las leyes del mercado; Marx, mediante la abolición de la propiedad privada de los medios de produc­ción). La Doctrina Social de la Iglesia no se ubica en el campo de las ideologías, sino en el de la teología moral y, por tanto, no da soluciones utópicas como aquellas. Por otra parte, conceptúa al hombre creado a imagen y semejanza de Dios y con un fin trascendente. Por eso ·afirmó Juan Pablo ll que la Iglesia "asume una actitud crítica tanto ante el capitalismo liberal como ante el colectivismo marxista".22

2. Sistemas teóricos: En este ámbito, la Iglesia da orientaciones y princi­pios, como el de bien común, subsidiariedad, solidaridad, justicia social, iniciativa privada y competencia ordenada, que deben fundamentar los sistemas políticos, económicos, jurídicos y sociales. Conforme a su Doc­trina, la Iglesia no propone algún sistema en particular. Todos son viables en tanto respeten a Dios, la dignidad de la persona humana y el bien común de la sociedad. Expresa Palumbo: "El juicio de la Iglesia, en este segundo nivel, puede revestir dos cualidades: en primer lugar, negativo, censurando la violación de los principios éticos y la vigencia de antropo­logías aberrantes. Casos típicos de estas condenas son: la del comunismo, la del nacional-socialismo y las prácticas totalitarias fascistas. En segun­do lugar, pueden ser juicios positivos y de orientación a fm de que los laicos y todo hombre de buena voluntad, siguiéndolos, puedan plasmar un sistema acorde con la mora1".23

3. Estructuras concretas y técnicas de organización: Este ámbito se refiere a las estructuras concernientes a la organización del Estado, de la empre­sa, del mercado, de los gremios y sindicatos; a las técnicas de producción.

21 Cfr. Carmelo E. Palumbo: Competencia de la Iglesia en lo social, en Cuestiones Varias, Editorial CIES, Buenos Aires, 1996.

22 Juan Pablo 11: Sollicitudo rei socia/is, 21. 23 Carmelo E. Palumbo: obra citada, pág. 80.

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En este nivel la Iglesia no propone técnicas ni estructuras concretas de organización, pero interviene cuando la burocracia o tecnocracia violen­tan la dignidad de la persona y los principios concernientes a Dios y a la ley moral. A la vez, recomienda subordinar la organización, las estructu­ras y la técnica a los principios éticos que rigen la conducta humana, tanto en el plano individual como en el social, y exhorta a reformar aquellos mecanismos ineficaces que obstaculizan el desarrollo integral del hombre y de todos los pueblos y naciones. Al respecto afirmó Juan Pablo ll que la preocupación acuciante por los pobres debe traducirse en acciones concretas: reformas del sistema internacional de comercio, mo­netario y fmanciero mundial; revisión de los intercambios de tecnolo­gías y uso adecuado de las mismas; revisión de la estructura de los organismos internacionales existentes; necesidad de reformar algunas ins­tituciones políticas a efectos de sustituir regímenes corrompidos y dicta­toriales por otros democráticos y participativos.24

24 Cfr. Juan Pablo U: Sol/icitudo reí socialis, Nros. 43 y 44.

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PARTE 3 PRINCIPIOS RECTORES DEL ORDEN ECONÓMICO

Los próximos cuatro capítulos intentan discernir la función y el protagonismo de las instituciones claves del proceso económico y, a la vez, analizar los principios éticos normativos, pilares básicos de todo ordena­miento social y económico: el bien común, la subsidiariedad y la solidaridad social.

La función del Estado y de las organizaciones sociales intermedias en el nuevo contexto global, el análisis del mercado como instrumento esencial del proceso económico, la empresa, la gestión del beneficio y el trabajo humano son, entre otros, los temas a desarrollar bajo la perspectiva de aque­llos principios éticos que emanan de la cosmovisión social y cristiana y del deber-ser de las cosas.

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CAPÍTULO 6 FUNCIÓN DEL ESTADO

Y DE LAS ORGANIZACIONES SOCIALES INTERMEDIAS

El bien común es un deber de todos los miembros de la sociedad: ninguno está exento de colaborar, según las propias capacida­des, en su consecución y desarrollo ( .. .). La responsabilidad de edificar el bien común compete, además de las personas particu­lares, también al Estado, porque el bien común es la razón de ser de la autoridad política. El Estado, en efecto, debe garantizar cohesión, unidad y organización a la saciedad civil de la que es expresión ( ... ). La subsidiariedad está entre las directrices más constantes y características de la Doctrina Social de la Iglesia ( ... ). Conforme a este principio, todas las sociedades de orden superior deben ponerse en una actitud de ayuda (subsidium) -por tanto, de apoyo, promoción, desarrollo- respecto a las me­nores. ( ... ). Este principio se impone porque toda persona, fami­lia y cuerpo intermedio tiene algo de original que ofrecer a la comunidad. La experiencia constata que la negación de la subsidiariedad, o su limitación en nombre de una pretendida democratización o igualdad de todos en la sociedad, limita y a veces también anula, el espíritu de libertad y de iniciativa ( ... ). La solidaridad corifiere particular relieve a la intrínseca sociabi­lidad de la persona humana~ a la igualdad de todos en dignidad y derechos, al camino común de los hombres y de los pueblos hacia una unidad cada vez más convencida. Nunca como hoy ha existido una conciencia tan difundida del vínculo de interdepen­dencia entre los hombres y entre los pueblos, que se manifiesta en todos los niveles ( ... ). La solidaridad se presenta, por tanto, bajo dos aspectos complementarios: como principio social y como virtud moral ( ... ). El principio de solidaridad implica que los hombres de nuestro tiempo cultiven aún más la conciencia de la deuda que tienen con la sociedad en la cual están insertos ( ... ). La acción del Estado y de los demás poderes públicos debe con­formarse al principio de subsidiariedad y crear situaciones favo­rables al libre ejercicio de la actividad económica,· debe también inspirarse en el principio de solidaridad y establecer los límites a la autonomía de partes para defender a la más débil.

COMPENDIO DE LA DOCTRINA SociAL DE LA IGLESIA, 167, 168, 185, 186, 187, 192, 193, 195 y 351.

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La sociedad se fundamenta, tiene su razón de ser, en la desigualdad natural de aptitudes, capacidades y talentos individuales, y en la igualdad de fines propios derivados de la naturaleza esencial de la persona humana.

La convivencia social implica, entonces, la unión de fuerzas y capacida­des, la cooperación de todos sus miembros, y el auxilio necesario para que el hombre pueda cumplir de mejor forma con sus cometidos vitales. Como afirma Millán Puelles: "( ... )El fundamento de la convivencia es ~n resu­men- la necesidad en que nos vemos de ayudarnos los unos a los otros para la mejor adquisición de los bienes que todos precisamos".1

El análisis del Estado y organizaciones sociales intermedias debe de ser enmarcado en esta concepción del hecho social y en el contexto social y económico actual, caracterizado por la economia organizacional. Desde esta perspectiva, como veremos, debe seftalarse la participación y el protagonismo indeClinable de la iniciativa privada y la necesaria y prudente intervención del Estado, a efectos de lograr un conveniente ordenamiento económico y social, un perfil de desarrollo que sea funcional y consecuente con la digni­dad de la persona humana, fin último de toda actividad económica.

l. Estado y orden económico

Los últimos acontecimientos experimentados en la economía mundial reivindican la necesidad de replantear el protagonismo del Estado en materia económica. Los hechos han demostrado el fracaso de las distintas concepcio­nes ideológicas y la necesidad de exponer, a la luz de los principios normati­vos de la Etica, qué es lo que debe hacer el Estado y cómo debe hacerlo. Todo ello, como dijimos, en procura de un ordenamiento social y económico que favorezca el auténtico desarrollo humano.

Desde esta perspectiva, cabe al Estado -institución natural y necesaria para la convivencia humana- procurar y garantizar un orden económico que haga posible la concreción del bien común, fin propio del Estado y principio normativo y operativo del acontecer económico y social.

La globalización económica exige el protagonismo activo del Estado, para orientar y conducir al mercado a efectos de lograr una inserción conve­niente de la economía nacional en el mercado mundial. Las decisiones eco­nómicas individuales, y las leyes propias del mercado, son insuficientes para el logro de tal cometido, ya que el crecimiento y el propio desarrollo econó­mico de una nación son el resultado de un acto eminentemente político.

1 Millán Puelles: Persona humana y justicia social, Rialp, Madrid, 1978, pág. 29.

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Esta misma globalización, con sus riesgos y ventajas, plantea la necesidad de un ordenamiento que, como dijimos, no se genera espontáneamente me­diante las fuerzas que interactúan en el mercado, sino que deberá ser el resulta­do del marco jurídico que regule el ejercicio de las libertades económicas. Este rol no limita la función del Estado a corregir las falencias del mercado, sino que, además, debe señalar el rumbo de la economía, orientar y coordinar el proceso económico, complementar el mercado, garantizar el orden y la compe­tencia, armonizar los intereses individuales y sectoriales con el bien común, promover e incentivar la iniciativa privada y, de común acuerdo con la socie­dad, fijar los grandes objetivos nacionales y la estrategia consecuente.

Sin orden, sin objetivos, sin estrategia ni políticas consecuentes, es difi­cil lograr una inserción conveniente en el mercado global. Para algunos, la lógica mercantilista hace innecesaria la determinación de ese orden y de esos objetivos. Pero de esta forma, como afirma Lester Thurow, fuerzas geoeconómicas mundiales dictarán las políticas económicas nacionales y señalarán el rumbo a seguir, poniendo en serio riesgo la existencia misma del Estado nacional.2

Producida la crisis del Estado de Bienestar, el proceso de reforma opera­do en los países latinoamericanos a partir de los años '80 se fundamentó en la concepción de un Estado efiCiente y reducido a su mínima expresión ( desregulaciones, privatizaciones, descentralización, Consenso de Washing­ton mediante). Ahora bien, la presencia de un Estado eficiente es condición necesaria, pero no suficiente para lograr el debido ordenamiento social y económico. En efecto, las circunstancias actuales exigen un Estado eficaz que cumpla con su finalidad: el bien común nacional, mediante una burocra· cia altamente calificada y eficiente.

Se trata de definir el Estado necesario, no el mínimo Estado, ya que su tamaño será determinado prudentemente de acuerdo con las circunstancias de lugar, espacio y tiempo. Superando toda apreciación ideológica, afirma el Banco Mundial: "Ejemplos como el milagroso crecimiento alcanzado en la posguerra por el Asia Oriental, lejos de respaldar la teoría del Estado minimalista, demuestran que el desarrollo exige la existencia de un Estado eficaz, que actúe como agente catalizador y promotor, alentando y comple­mentando las actividades de las empresas privadas y los individuos ( ... ). La historia ha demostrado una y otra vez que el buen gobierno es una necesidad

2 Lester Thurow: Elfoturo del capitalismo, Ed. Vergara, Buenos Aires, 1996, pág. 141.

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vital, no un lujo, y que sin un Estado eficaz es imposible alcanzar un desa­rrollo sostenible, ni en el plano económico ni en el social'?

l. Problemas bAsleos de toda sociedad

Como decíamos en anteriores capítulos, toda sociedad se enfrenta con tres interrogantes fundamentales, a saber: qué bienes producir, cómo produ­cirlos y para quién producirlos. Estos interrogantes exponen la necesidad de defmir un perfil nacional (industrial, comercial, científico, tecnológico), una estrategia y políticas consecuentes que aseguren un crecimiento y un desa­rrollo sustentable a largo plazo, con la suficiente flexibilidad para adaptarse a los rápidos y constantes cambios que operan a nivel global.

Frente a los dogmatismos ideológicos y a lo utópico de aquellas posturas prometedoras de soluciones mágicas mediante la absolutización del mercado o del Estado, la realidad ha demostrado que, no obstante los enormes progresos científicos, tecnológicos y económicos registrados en el siglo pasado, persisten enormes disparidades en el ámbito de los países, regiones y en el mundo en general. Un alto nivel de concentración económica va de la mano de una creciente agudización de la brecha entre ricos y pobres. A esta brecha en términos de riqueza económica se suma otra -revolución tecnológica median­te- cuya repercusión, en términos de marginación y pobreza, es de igual o mayor gravedad: la brecha de información y conocimiento (brecha digital).

Por tales razones afirma Lester Thurow: "( ... ) Si el capitalismo preten­de ·sobrevivir, algo tiene que ser modificado para alterar estos resultados inaceptables". 4

La sacralización del mercado y el rechazo de todo ordenamiento extrínse­co a él imposibilita dar respuesta conveniente a estos problemas. Es por ello que la respuesta no puede provenir del pragmatismo económico ni de ideolo­gía alguna, sino de aquellos principios ordenadores provenientes de la inteli­gencia, que harán posible la recta intervención del Estado sin menoscabo -como dijimos- de la iniciativa privada, de la competencia y del mercado.

Por lo demás, las realidades emergentes de este nuevo ordenamiento económico mundial ponen en evidencia que la antinomia Estado-mercado o planificación-libertad ha quedado superada. Ya no pueden discutirse las

3 Banco Mundial: El Estado en un mundo en transformación, Infonne sobre Desarrollo Mundial, 1997.

4 Lester Thurow: obra citada, pág. 17.

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bondades del mercado como necesario instrumento del proceso económico. Pero, a la vez, dadas sus insuficiencias y limitaciones, existe también la necesidad de un ordenamiento extrínseco al mercado mismo. Ese ordena­miento obliga al Estado a ejercer un protagonismo activo en virtud de ser garante del bien común.

3. La función del Estado

El concepto de orden económico visto conforme el deber-ser del merca­do y del Estado, se basa fundamentalmente en la libre iniciativa y no desecha al Mercado del ámbito propio de la economía, ya que a través de él, y solo asf, se aprovechan mejor los recursos, se garantiza el crecimiento económico y se retribuye a quienes lo hacen posible (agentes y factores de la produc­ción). Pero reconoce, a su vez, y como dijimos, que el Mercado, como mecanismo de asignación de recursos y utilidades, necesita una regulación y ordenamiento extrínseco. Abandonado a sus propias leyes dificulta la equita­tiva distribución de las riquezas y la satisfacción plena y conveniente de las necesidades básicas de la sociedad.

El Estado deberá entonces orientar el proceso económico y subsidiar la iniciativa privada conforme las exigencias del bien común, creando el marco de condiciones para desarrollar y ejercer las libertades y responsabilidades individuales. Afirmó Juan Pablo 11 al respecto: "( ... ) le corresponde (al Estado) determinar el marco jurídico dentro del cual se desarrollan las rela­ciones económicas y salvaguardar asf las condiciones fundamentales de una economía libre, que presupone una cierta igualdad entre las partes; no sea que una de ellas supere altamente en poder a la otra que la pueda reducir prácticamente a esclavitud ( ... ) la sociedad y el Estado deben asegurar unos niveles salariales adecuados al mantenimiento del trabajador y de su familia, incluso con una cierta capacidad de ahorro".5 .

El Estado, dijo Juan Pablo 11, debe participar indirectamente en el pro­ceso económico mediante el principio de subsidiariedad, y debe hacerlo directamente en virtud del principio de solidaridad; esto es, ocupándose principalmente de los más pobres y necesitados. Pero esto no implica que el Papa estuviera a favor del Estado-Bienestar o asistencialista. Muy por el contrario, esta forma de Estado -afirmó Juan Pablo II- provoca la pérdida de energías humanas y aumenta la burocracia del aparato público. Por eso, hay que brindar al hombre "( ... ) un apoyo material que no lo humille ni lo

5 Juan Pablo 11: Centesimus annus, 15 .

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reduzca a ser únicamente objeto de asistencia, sino que lo ayude a salir de su situación precaria, promoviendo su dignidad de persona".6 Es por ello que el Papa resaltó como esencial "( ... ) que la acción poli ti ca asegure un equilibrio del mercado en su forma clásica, mediante la aplicación de los principios de subsidiariedad y solidaridad, según el modelo de Estado Social". 7 Este mo­delo de Estado supone, por cierto, el reconocimiento de las competencias, libertades y responsabilidades personales y sociales.

Precisando aún más la función que debe desempeñar el Estado en el proceso económico, podemos distinguir tres formas básicas de intervención:

Planificación imperativa: que se corresponde con aquel ordenamiento realizado íntegramente por la autoridad u organismo central, donde no tiene lugar la economía de mercado y la iniciativa privada (economía colectivista­marxista, planificación central~ada).

Planificación conforme al mercado: donde se planifica para la compe­tencia, pero no se corrige el mercado; se procura el marco legal, pero no se reconoce un ordenamiento exterior al mismo que oriente las libertades socia­les conforme las exigencias de un objetivo común. Este tipo de planificación es la aceptada por el neoliberalismo económico que, como decíamos, admite ciertas intervenciones en tanto estas no afecten la competencia y el resultado determinado por el mercado. Son más bien intervenciones de orden práctico (ej.: legislación antimonopólica), ya que la filosofia que fundamenta tal pos­tura es funcional a la concepción mecanicista del mercado, concebido como soberano y rector del proceso económico.

Volviendo al planteo inicial, el mercado por sí solo no puede resolver todos los problemas sociales y económicos. Tampoco la sola autoridad polí­tica puede hacerlo negando la iniciativa privada. Es por ello necesaria una intervención prudente de esa autoridad, como también una planificación no arbitraria, sino indicativa.

Planificación indicativa: es aquella planificación en que el Estado influ­ye en las variables globales estratégicas como la inversión, el consumo y el gasto nacional, propone objetivos concretos, confronta proyectos de los dis­tintos sectores y trata de armonizarlos.

Raymond Barre afirmó que el plan indicativo es un instrumento fecun­do, casi necesario y propio de economías descentralizadas, a través del cual se realiza una programación general de recursos y productos y se propone la

6 Juan Pablo ll: Centesimus annus, 48 y 49. 7 Juan Pablo ll: Academia Pontificia de Ciencias Sociales, 25 de abril de 1997.

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optimización global de los mismos. Permite, además, atenuar los conflictos sectoriales, favoreciendo la cooperación y solidaridad. 8

La lógica del mercado no condice con la racionalidad de un orden, de un planeamiento o programación indicativa del proceso económico. Algunos de sus atributos diferenciales así lo demuestran:9

Racionalidad Mercado Programación indicativa Eficiencia - eficacia Eficacia - eficiencia

Decisiones independientes Metas consensuadas

Base económica excluyente Base polftica

Al respecto afirmó Pablo VI: "( ... ) La sola hliciativa individual y el simple juego de la competencia no serían suficientes para asegurar el éxito del desarrollo ( ... ). Los programas son necesarios para animar, estimular, coordinar, suplir e integrar la acción de los individuos y de los cuerpos intermedios. Toca a los poderes públicos escoger y ver el modo de imponer los objetivos que hay que proponerse, las metas que hay que fijar, los medios para llegar a ellas, estimulando al mismo tiempo todas las fuerzas agrupadas en esta acción común. Pero han de tener cuidado de asociar a esta empresa las iniciativas privadas y los cuerpos intermedios. Evitarán así el riesgo de una colectivización integral o de una planificación arbitraria que, al negar la libertad, excluiría el ejercicio de los derechos fundamentales de la persona humana".10

Este ordenamiento, que descansa en la iniciativa privada, en la partici­pación activa del Estado ordenando y subsidiando el proceso económico, no solo debe ser factible en el ámbito interno de los Estados nacionales, sino también en el ordenamiento económico internacional, que debe estar enca­minado al bien común internacional. Así lo expresó Juan Pablo ll: "( ... ) existe también responsabilidad colectiva de promover el desarrollo. Y así como a nivel interno es posible y obligado construir una economía social que oriente el funcionamiento del mercado hacia el bien común, del mismo modo son necesarias también intervenciones adecuadas a nivel internacional

8 Cfr. Raymond Barre: Economia politica, Editorial Ariel, 1981. 9 Eduardo Zalduendo: "El papel del MITI en el crecimiento económico de Japón",

Boletin de Lecturas Sociales y Económicas, UCA-Facultad de Ciencias Sociales y Económi­cas, 1996, Nro. 9, afio 3.

10 Pablo VI: Populorum progressio, 33.

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( ... ) se siente cada dia más la necesidad de que a esta creciente internacionalización de la economía conespondan adecuados órganos inter­nacionales de control y guia válidos, que orienten la economia misma hacia el bien común, cosa que un Estado solo, aunque fuese el más poderoso de la Tierra, no es capaz de lograr" .11

4. Función de las organizaciones sociales intermedias: el principio de bien eomúa, de subsldiariedacl y de soUdaridad sodal

De la sociabilidad natural de la persona humana se deriva el derecho de asociación y de participación en la vida pública en forma activa, y el de exigir adecuados canales de participación para lograr en forma más idónea los fines propuestos y contribuir asi, de mejor manera, con el bien común. Es necesario y conveniente al orden social y económico la existencia de asociaciones inter­medias, a fin de resguardar la dignidad, libertad y responsabilidad humana individual. Decia Juan xxm: "( ... )Es absolutamente preciso que se funden muchas asociaciones u organismos intermedios, capaces de alcanzar los fines que los particulares por si solos no pueden obtener eficazmente. Tales asocia­ciones y organismos deben considerarse como instrumentos indispensables en grado sumo para defender la dignidad y libertad de la persona humana, dejan­do a salvo el sentido de responsabilidad".12

El fin de la convivencia social se fundamenta en la ayuda mutua, dada la desigualdad de oportunidades, talentos y capacidades. Es por ello que la sociedad y las instituciones, que conj1mtamente forman parte del tejido so-

. cial, sirven de auxilio al hombre a efectos de que pueda contar con los bienes necesarios para una suficiencia de vida. Como afinna Milán Puelles, "( ... ) en la vida social cada persona humana debe prestar y recibir ayuda. De lo contrario, la convivencia no tendria el sentido de una ayuda mutua entre los hombres, y si este sentido constituye realmente el fin de la sociedad, todas las personas que la integran deben subordinarse al bien común, y todas, asimismo, han de tener derecho a participar personalmente en él" .13

Debe destacarse, entonces, que las organizaciones sociales intermedias que conforman la sociedad civil, se presentan hoy como agentes activos del desarrollo económico y social. Asi lo expresó Juan Pablo ll: ''Un camino

11 Juan Pablo 11: Centuimus annus. 52 y 58. 11 Juan XXIII: Pacem in terris. 24. 13 Antonio Milán PucHes: Persona humana y justicia social. Rialp. Madrid. 1978. pág. 45.

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para conseguir esta meta podrfa ser el de asociar, en cuanto sea posible, el trabajo a la propiedad del capital y dar vida a una rica gama de cuerpos intermedios con fmalidades económicas, sociales y culturales: cuerpos que gocen de una autonomia efectiva respecto a los poderes públicos, relaciones de colaboración leal y mutua, con subordinación a las exigencias del bien común, y que ofrezcan forma y naturaleza de comunidades vivas; es decir, que los miembros respectivos sean considerados y tratados como personas, sean estimulados a tomar parte activa en la vida de dichas comunidades". 14

Tanto el individualismo liberal como el colectivismo marxista niegan la existencia y, por consiguiente, el protagonismo de estas organizaciones so­ciales intermedias. El primero, por concebir a la sociedad como la suma de individuos que gozan de una libertad absoluta, que no debe ser restringida por la acción de ninguna autoridad o institución. El segundo, por reconocer como única realidad el todo colectivo y por identificar·el bien común como el bien del Estado. Contrariamente, la realidad demuestra que la sociedad es una unidad de orden con un fm distinto (bien común) al de las partes que la integran (individuos, familias y organizaciones intermedias), que tienen su propio fin particular.

En lo que refiere a la colaboración mutua que debe existir entre todas las partes que forman el tejido social y la subordinación de sus intereses a un objetivo común, podemos decir que los desafios del mundo global exigen la necesaria interacción entre las organizaciones empresariales (cámaras, cen­tros comerciales, industriales, federaciones y confederaciones) con las insti­tuciones educativas (universidades y centros de investigación), ya que a ellas les compete sentar las bases del desarrollo productivo, científico y tecnológi­co, fundamento primero de la competitividad nacional; exigen también la armoniosa relación entre dichas organizaciones empresariales y los gremios del trabajo (sindicatos, federaciones y confederaciones), dado que ambas deben velar por una ordenada competencia y asignación de recursos. De esta relación mutua debe surgir la organización profesional de la economía, las bases de un "hacer solidario'' y la definición del perfil productivo regional y nacional. Por último, debe destacarse el necesario protagonismo del resto de las organizaciones intermedias (culturales, asistenciales y sociales), compro­metidas con el desarrollo social. Todas ellas, en un marco de ordenamiento dado por el Estado, deben ayudar a alcanzar de mejor forma el bien común y un conveniente desarrollo económico y social.

14 Juan Pablo 11: Laborem exercens, 14.

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Asimismo, la naturaleza individual y social de la persona humana fun­damenta la existencia de principios rectores y ordenadores de la vida social, política y económica. Tales son: el bien común, la subsidiariedad y la solida­ridad social.

Bien común

Según Juan XXIll: "El bien común abarca el conjunto de condiciones sociales que permiten a los ciudadanos el desarrollo conveniente y pleno de su propia perfección( ... ); el bien común abarca a todo el hombre, es decir, tanto a las exigencias del cuerpo como a las del espíritu. De lo cual se sigue que los gobernantes deben procurar Qicho bien por las vías adecuadas y escalonadamente, de tal forma que, respetando el recto orden de los valores, ofrezcan al ciudadano la prosperidad material y al mismo tiempo los bienes del espíritu" .15

El bien común es el fm al que debe sujetar su acción el Estado. Es la autoridad política la que debe ordenar racionalmente la· vida común de los individuos y de los grupos intermedios y conducirlos a la realización de este cometido, que tiene un valor específicamente distinto del bien individual y sectorial. Este bien no se identifica con la suma de todos los bienes particu­lares ni tampoco con el bien de las mayorías. El bien común es un bien distinto y superior.16

Como afirma Messner, la ley del bien común está inscripta en la misma naturaleza social humana, es lo naturalmente justo y exigido por ella; a su vez, es ley de preeminencia sobre el bien particular y fundamento de la autoridad estatal.

La función del Estado, entonces, no se limita a tutelar los derechos e intereses privados, sino que debe ordenar la vida en comunidad hacia su cometido final, el bien común. Esto supone la suficiencia de bienes, tanto materiales como espirituales, y la plenitud ordenada de los mismos a efectos de alcanzar la peñección de vida.

"( ... ) La forma del Estado consiste precisamente ( ... ) en el orden que establece entre todas esas sociedades parciales que a él se ordenan, como

1s Juan XXIll: Pacem in terrls, 51 y 58. 16 Cfr. Carmelo E. Palumbo: Gula para un estudio sistemático de la Doctrina Social de

la Iglesia, Ed. CIES, 4ta. Edición, Buenos Aires, 2003, págs. 260-266; Joseph Hoffner: Manual de Doctrina Social Cristiana, Ed. Rialp, 2da. edición, Madrid, 1974, págs. 42-50; Johannes Messner, La cuestión social, Ed. Rialp, Madrid, 1960, págs. 354-362.

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partes al todo ( ... ); de donde se sigue por lo tanto que el bien propio y específico del Estado, su bien común 'primo et per se' no será otra cosa que la conservación y la activa promoción de ese mismo orden que constituye su ser y que consiste en la armoniosa disposición de todas las actividades sociales que concurren a procurar el fin supremo, o sea la contemplación de la verdad ( ... ). Así como la sociedad consiste en una pluralidad reducida a la unidad por el orden, así también su bien común incluye materialmente mu­chos bienes particulares, pero los reduce a una unidad superior precisamente por el orden con que los informa"P

Subsidiariedtul

Cuidando de no entorpecer el normal desenvolvimiento de los organis­mos intermedios y respetando su legítima autonomía, el Estado tiene la obligación de intervenir cuando el bien común lo exija, y lo debe hacer guiado por el principio de subsidiariedad. Este debe ser entendido no como simple principio técnico para lograr una mayor eficiencia económica, sino como principio ordenador de la intervención de los poderes públicos.

El bien común es un auxilio que los hombres tienen a efectos de alcan­zar de mejor forma la realización de sus fines vitales esenciales. Pero la realización de dichos fines cae en el ámbito de la responsabilidad personal. De allí que toda la actividad social sea subsidiaria, en tanto el hombre y las comunidades menores tienen una responsabilidad primaria frente a la reali­zación de tales fmes, lo que supone una prelación de responsabilidades.18

De igual forma, la subsidiariedad supone una prelación de libertades. El Estado debe 'dejar hacer', en segundo lugar, 'ayudar a hacer' y por último 'hacer', todo ello cuando el bien comúÍllo exija y justifique. Así también, la subsidiariedad implica autonomía de organismos sociales intermedios y la descentralización del poder social, reservándose el poder central la tarea de coordinación racional del proceso social y económico.

Este principio rige para las organizaciones entre sí, para que las superio­res no hagan aquello que puedan hacer las de grado inferior; y rige también para el Estado respecto de las instituciones sociales y las personas: en su aspecto negativo y limitante de la intervención, para que el Estado no haga lo que la sociedad puede hacer valiéndose de sus propios medios, y en su

17 Mario Agustfn Pinto, O.P.: "La noción de bien común según la filosofla tomista", Ortodoxia, Revista de los Cursos de Cultura Católica, Nro. 14, Buenos Aires, octubre de 1946.

11 Cfr. Johannes Messner, obra citada, págs. 362-371.

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aspecto positivo, para que el Estado, a su vez, fomente, estimule, ordene, supla y complete la iniciativa privada. 19

Como afirmó Juan Pablo n: "Una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándola de sus competencias, sino que más bien debe sostenerla en casos de necesidad y ayudarla a coordinar su acción con la de los demáS compo­nentes sociales, con miras al bien común". 20

Pero también Juan Pablo 11 hizo extensivo este principio a las relaciones internacionales, dado el contexto global en que las mismas se desarrollan. En tal sentido, destacó la necesaria participación libre y responsable de todos los ciudadanos en los asuntos públicos para la salud de la comunidad política, y afirmó: "En otras palabras, las unidades sociales más pequei'ias -naciones, comunidades, grupos religiosos o étnicos, familias, personas- no deben ser absorbidas anónimamente por una comunidad mayor, de modo que pierdan su identidad y se usurpen sus prerrogativas. Por el contrario, hay que defender y apoyar la autonomía propia de cada clase y organización social, cada una en su esfera propia. Esto no es más que el principio de subsidiariedad, que exige que una comunidad de orden superior no inter­fiera en la vida interna de otra comunidad de orden inferior, y ayudarla a coordinar sus actividades con el resto de la sociedad, siempre al servicio del bien común". 21

El Estado, entonces, debe actuar subsidiariamente procurando la integri­dad de cada una de las partes que forman la sociedad; esto es, ayudando, supliendo y promoviendo la iniciativa privada. A efectos de garantizar los derechos esenciales de la persona humana, su intervención habrá de ajustar­se a las circunstancias históricas concretas, a la naturaleza de los agentes sociales y a las fuerzas, capacidades y aptitudes sociales disponibles. El no cumplimiento de está función subsidiaria implicaría la violación del princi­pio de igualdad de oportunidades, de igualdad de opciones y posibilidades de desarrollo personal y social.

La flexibilidad del principio de subsidiariedad pone en evidencia que el grado de intervención y la oportunidad para llevarla a cabo dependen de la prudencia de los gobernantes. Esto es, de la capacidad de discernimiento y de obrar conforme con las exig~ncias del bien común.

"Cfr. Cannelo E. Palumbo, obra citada, págs. 213-215. 20 Juan Pablo ll, Centesimus annw, 48. 2t Juan Pablo ll, Academia de Ciencias Sociales: L 'Osservatore Romano, 10-3-2000.

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Por tales razones afirma el Concilio Vaticano 11: "Cuiden los gober­nantes de no entorpecer las asociaciones familiares, sociales o culturales, los cuerpos o las instituciones intermedias, y de no privarlos de su legitima y constructiva acción, que más bien deben promover con libertad y de manera ordenada. Los ciudadanos, por su parte, individual o colectivamen­te, eviten atribuir a la autoridad política todo poder excesivo, y no pidan al Estado de manera inoportuna ventajas o favores excesivos, con riesgo de disminuir la responsabilidad de las personas, de las familias y de las agru­paciones sociales".22

Solidaridad

El principio de solidaridad se constituye en el tercer pilar sobre el cual descansa todo el ordenamiento social y económico. Implica, según Hoffner, una recíproca unión objetiva (vinculo comunitario) y un recíproco condicionamiento del interés particular con el bien común (compromiso comunitario). 23

En virtud de este principio, el Estado y las organizaciones sociales intermedias deben intervenir promoviendo los sectores o regiones más reza­gadas de la sociedad o supliendo la iniciativa privada cuando el Bien Común lo exija. Se enriquece de esta forma la intervención subsidiaria del poder central y de los organismos sociales intermedios actuando en favor del desa­rrollo humano, tanto en lo global como en lo regional y local.

Para las doctrinas totalitarias (colectivismo marxista y otros socialis­mos), estos tres principios ordenadores y operativos de la vida social carecen de significado, ya que el bien común es el bien del Estado y, por tanto, el mismo es realizado conforme a sus fines políticos.

Por su parte, para el liberalismo y las doctrinas individualistas, la liber­tad individual no se compadece con el bien común:"(: .. ) La libertad indivi­dual no se puede conciliar con la supremacía de un solo objetivo, al cual deba subordinarse completa y permanentemente la sociedad entera'?' Asi­mismo, solo existen funciones principales del Estado que no deben realizar los particulares y áreas en las que el gobierno no debe inmiscuirse, salvo en caso de socorro de individuos en situación extrema, como enfermos, · ancia-

22 Gaudium et spes, 15. 23 Joseph Hoffner: obra citada, págs. 39-41. 24 Friederich Hayek: "Camino de servidumbre", Revista de Derecho Privado, Madrid,

1946, pág. 207.

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nos, desvalidos, siempre que no fueran atendidos por la beneficencia: "Las actividades del Estado en modo alguno son subsidiarias sino principales. Hay funciones que debe realizar el Estado y que no deben realizar los parti­culares, como asi también hay áreas en las que el gobierno no debe inmis­cuirse puesto que competen al llamado sector privado. Cuando se afirma que el sector público debe realizar sólo aquéllas actividades que el sector privado no encara por falta de interés o de capitales, se está incurriendo en un manifiesto contrasentido. No existe entonces subsidiariedad alguna en lo que se refiere al área especifica del aparato público".25

Para esta concepción individualista y liberal, la solidaridad social es un concepto vacío o a lo sumo híbrido, por cuanto sólo existe la caridad en el ámbito de lo privado, como producto de la voluntad de los individuos.

S. Bien común y objedvos de polftica económica

Entendido el bien común como el conjunto de condiciones sociales que hacen posible el desarrollo conveniente y pleno de la persona humana, tiene directa relación con los objetivos de política económica. En efecto, el Estado lleva a la práctica este principio básico de su accionar en el ámbito de lo económico a través de la instrumentación de políticas económicas, como la política fiscal, monetaria, de ingresos y de crecimiento, entre otras.

Ahora bien, cinco son los objetivos generales de política económica y, a la vez, las condiciones básicas que hacen posible un adecuado y conveniente desarrollo económico. A saber: 1) la estabilidad económica; 2) el crecimien­to económico; 3) el equilibrio del sector externo; 4) el pleno empleo y 5) la equidad social. El Estado deberá procurarlos mediante la instrumentación de un marco jurídico adecuado y políticas concretas.

Una economía ordenada exige una moneda estable que haga posible el cálculo y el presupuesto económico (estabilidad); a su vez, esa economía debe procurar ser eficiente para posibilitar el aumento de riqueza y bienes (crecimiento). Asimismo, el orden económico requiere previsión y adecuado control en lo referente al ingreso y egreso de capitales financieros, al nivel de endeudamiento externo, al nivel de apertura económica, a la cantidad y calidad de las importaciones y exportaciones de mercancías y servicios ( equi­librio del sector externo). Por último, una economía, para ser justa y eficaz, debe asegurar el derecho al trabajo y promover las opciones al mismo (pleno

2$ Alberto Benegas Lynch (h): Cristianismo y libertad, Fundación para el Avance de la Educación, págs. 31 y 32.

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empleo). También debe hacer posible el justo y proporcional reparto de la riqueza producida (equidad).

Pero estos cinco objetivos de política económica no tienen igual jerar­quía o rango de valor. En efecto, la estabilidad económica, el crecimiento y el equilibrio del sector externo son condiciones necesarias para lograr los otros dos objetivos: el pleno-empleo y la equidad social, que son prioritarios por ser ambos exigencias del bien común. Y son exigencias del bien .común porque el derecho al trabajo y la suficiencia de bienes hacen a la dignidad de la persona. Desde el punto de vista de la economía social nunca· pueden sacrificarse el pleno empleo y la equidad distributiva en aras de la estabili­dad, el crecimiento económico o el equilibrio externo. Desde esta perspecti­va, por ejemplo, es preferible no crecer tanto en términos de riqueza, pero sí lograr un mejor reparto de la misma, ya que "( ... ) la riqueza económica de un pueblo no consiste propiamente en la abundancia de bienes, medida se­gún un cómputo pura y estrictamente material de su valor, sino en que esta abundancia represente y constituya real y eficazmente la base material sufi­ciente para el debido desarrollo personal de sus miembros. Si semejante distribución justa de bienes no se hiciese o se procurase solo imperfectamen­te, no se conseguiría el verdadero fm de la economía nacional, puesto que, aun existiendo afortunada abundancia de bienes disponibles, el pueblo, no admitido a su participación, no sería económicamente rico, sino pobre. Ha­ced, en cambio, que esta justa distribución se efectúe realmente y de manera durable, y veréis a un pueblo, aun disponiendo de menores bienes, hacerse y ser económicamente sano". 26 ·

Ahora bien, ¿cómo lograr mayor justicia y equidad en la distribución del ingreso y de las riquezas? Como dijimos anteriormente, el Estado -garante del bien común- tiene las herramientas necesarias (políticas) para lograr ese conjunto de condiciones en orden a una mayor equidad distributiva. A modo de ejemplo: 1) estabilidad monetaria: tendiente a evitar el impuesto inflacionario;

2) crecimiento económico sostenido: mediante la promoción de exportacio­nes de alto valor agregado;

3) política fiscal: orientada a lograr una mejor distribución de la renta na­cional mediante la asignación del gasto y la fijación de los tributos, una mayor productividad económica y difusión de la propiedad privada;

26 Pío Xll: La solemnidad de Pentecostés (Radiomensaje del 1°-6-1941), Nro. 17.

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4) gasto público: determinado en función del Presupuesto y tendiente a satisfacer, mediante la eficiente asignación de recursos, las demandas sociales no cubiertas por el mecanismo del mercado;

5) política tributaria: fundada en la equidad-proporcionalidad (cargas fun­cionales a la capacidad contributiva de la sociedad), en la progresividad impositiva (impuestos crecientes a mayor capacidad económica contribu­tiva) y en el bien común (que el sistema tributario no atente contra la productividad económica nacional ni,contra el estímulo para el trabajo);

6) política de sector externo: que apunte a una apertura inteligente y selecti­va, que no conspire contra la industria, la mano de obra y el desarrollo tecnológico nacional;

7) políticas sociales: que amortigüen los costos sociales que emergen de la mayor eficiencia y competitividad que impone la economía global;

8) política industrial: funcional al perfil productivo nacional, que promueva la creación de pequefias y medianas empresas con proyección internacional;

9) política de desarrollo regional y sectorial: que tenga por objetivo una actividad económica sectorial y territorialmente bien distribuida.

Cabe recordar, en orden a la equidad distributiva de los bienes y de la riqueza, que para el neoliberalismo económico el problema de la producción y distribución se soluciona dejando obrar espontáneamente al mercado, úni­co rector y ordenador del proceso económico. Asi, por ejemplo, para Friedrich von Hayek (escuela austriaca) el concepto de justicia social (que él asocia a la justicia distributiva) es incompatible con la economía de mercado, pues dice: "( ... ) el estado de cosas emergente no se puede juzgar justo o injus­to".27 Desde esta perspectiva, rechaza todo acto que pudiera modificar el resultado arrojado por el mercado, ya que "( ... ) el resultado de este juego de catalaxia es, pues, que necesariamente muchos tienen más que lo que sus semejantes piensan que merecen, y que muchos tendrán menos que los que sus semejantes piensan que deberían tener. No sorprende que haya no poca gente que desee corregir la situación con algún acto autoritario de redistribución". 28

La sola libertad de los mercados no asegura la justa distribución de los bienes y de las riquezas. Contrariamente, actuando a ciegas, sus fuerzas

27 Friedrich von Hayek: Nuevos estudios, Eudeba, 1981, pág. 52. 21 Friedrich von Hayek: obra citada, pág. 57.

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harán que una gran masa de bienes y riqueza se centralice en manos de unos pocos y que la gran mayoría se encuentre desposeída de los bienes indispen­sables para subsistir y lograr una vida digna. El neoliberalismo agrava las diferencias sociales y, paradójicamente, la exaltación de la libertad sin liriri-tes conduce a la opresión y a la esclavitud de muchos. · ·

De allí que, desde el punto de vista ético, sea necesario observar en el mercado la justa distribución de los bienes y de la riqueza. Es la justicia distributiva la que permite participar a todos los individuos del bien común, haciendo viable su desarrollo material y espiritual.

Esta justicia distributiva es fimcional a la proporción geométrica, esto es, al reparto de los beneficios y cargas sociales realizado proporcionalmente en fimción de la participación que cada uno haya tenido en el producto social. No implica que todos tengan la misma riqueza. Antes bien, es una igualdad de proporción fimdada en las diferentes capacidades, virtudes y talentos personales (desigualdades naturales).

El problema de la distribución de riqueza y sus respectivas soluciones debe plantearse, entonces, no meramente desde una perspectiva económica, sino principalmente desde una perspectiva moral, puesto que el problema de la distribución es mucho más que un problema económico;

6. Necesidad de una prudeu.te intervención del poder púbHeo y de las organizaciones sociales intermedias: algunos ejemplos

Dadas las actuales condiciones económicas y sociales, existen algunas áreas críticas que demuestran la necesidad de una intervención del Estado y de las organizaciones sociales intermedias.

En efecto, la lucha por crecer en términos de valor agregado y la con­quista estratégica de mercados son objetivos primordiales de todos los países que hoy compiten mundialmente. De allí la necesidad del COlllpiomiso inelu­dible de toda la sociedad, a efectos de estimular y fomentar el desarrollo de inteligencia y tecnología avanzada. Respecto del desarrollo tecnologico na­cional y de la resporisabilidad que le cabe especialmente al Gobierno en áreas de informática, biotecnologías y bioingenierías, un informe del Banco Interamericano de Desarrollo expresó: "Este papel del sector gubernamental se debe a diversas razones, entre las que cabe citar las siguientes: a) Las tecnologías avanzadas son en general el resultado de largos procesos de investigación y desarrollo que muchas veces requieren de financiamientos importantes, que solo el Gobierno puede aportar, ya sea porque su volwnen

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es muy grande o porque la incertidumbre y el riesgo asociados a estas inver­siones lo son; b) a algunas de estas tecnologías se les atribuye importancia en la seguridad nacional, por lo cual el Gobierno se reserva ciertas atribucio­nes para controlar su desarrollo y eventual difusión; e) el rol del Gobierno suele justificarse también porque a estas nuevas tecnologías se les atribuye un potencial importante como cataJizadoras del erecimiento de determinados sectores económicos, por lo que pueden tener un papel estratégico en las políticas de desarrollo económico".29

En igual sentido, teniendo presente la importancia de una mano de obra capacitada para generar valor agregado, Robert Reich propone como objeti­vo nacional intensificar la acción del Gobierno para incrementar las capaci­dades de los ciudadanos; a tal efecto, subsidiar a las empresas para que emprendan una pioducción ·de alto valor agregado y que la mano de obra nacional pueda adquirir nuevas habilidades. 30

La competitividad nacional no depende de esfuerzos individuales y ais­lados, sino que los supone potenciados y enriquecidos a través de las estruc­turas sociales intermedias y, a su vez, estimulados, fomentados y ayudados desde el sector público.· Gobierno, orgamsmos intermedios, sistema educati­vo, contexto tecnológico, científico y cultural, condicionan fuertemente esta competitividad, hoy llamada sistémica.

Algunas experiencias corroboran la necesidad de hacer operativos estos principios ordenadores de la vida social y económica y el protagonismo del Estado y organizaciones sociales intermedias en lo que se refiere a una eficiente gestión del desarrollo nacional.

Alemania Federal de posgue"a

La Economía Social de Mercado, que propició el milagro económico de Alemailia occidental después de la Segunda Guerra Mundial, propuso un Estado que ejerce gran estímulo a la iniciativa privada y que a su vez seftala el rumbo de la economía a través de una política coyuntural, cuyo objetivo es el pleno empleo, la estabilidad, el equilibrio externo y el crecimiento económico adecuado; una política regional, tendiente a proteger y desarro­llar las zonas marginales y .más rezagadas económica y socialmente; una política estructural que trata de adaptar la economía nacional a los rápidos y

19 Banco Interamericano de DesaJTOllo: Informe, 1988. 30 Cfr. Robert Reich: El trabajo de las naciones, Ed. Vergara, 1993.

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constantes cambios de la economía mWidial, mediante el desarrollo científi­co y tecnológico.

Así, en la búsqueda de Wla mayor equidad, el Estado trata de corregir la distribución del producto social orientada exclusivamente por la eficiencia: la justicia social debe ser alcanzada mediante una política general de orde­namiento económico a efectos de morigerar las desigualdades sociales. Para la Economía Social de Mercado, el equilibrio entre intervención del Estado y libertad económica se encuentra resumido en la siguiente premisa: "Tan poco Estado como sea posible y tanto como sea necesario".

Japón

El gobierno y, en especial, el Ministerio de Industria y Comercio Inter­nacional (MITI) jugaron un papel fundamental en la formulación e implementación de la política industrial y comercial, en estrecha colabora­ción y contacto con el sector privado, promoviendo determinadas industrias

, y tecnologías. El Estado ha cumplido un rol protagónico mediante el planeamiento de la actividad económica de largo plazo y las orientaciones administrativas que han servido para ordenar la competencia interna, para inducir a las empresas a tomar cierta vía de acción y para apoyar y estimular el mercado externo, la productividad y la innovación tecnológica.

Cumplió también un rol destacado la red social de instituciones en referencia al desarrollo tecnológico y al proceso de industrialización deJa­pón. Como afirmó Zalduendo, existía ya a fiites del siglo XIX un tejido social integrado por asociaciones empresariales, laboratorios, escuelas técni­cas y otras estructuras sociales, que estimularon vías rápidas de innovación. El papel del Estado fue determinante para el logro del desarrollo tecnológico e industrial, proveyendo financiamiento y creando centros de investigación para que las nuevas tecnologías pudieran derramarse en todo el sistema industrial. Las pequeñas y medianas empresas fueron ayudadas por el go­bierno central y las prefecturas (regiones) para poder incmporar dichas tec­nologías (subsidios, fmanciamientos, infraestructura, etc.).31

La cooperación entre la elite gobernante y el sector privado (colusión) fue la fórmula utilizada por este país a efectos de potenciar su propio desa­rrollo. Tanto en Alemania como en el Japón, afirma Lester Thurow, gobier-

31 Cfr. Eduardo Zalduendo: El desarrollo tecnológico de Japón, Boletín de Lecturas Sociales y Económicas, FCSE-UCA, Afio 3, Nro. 11, 1996.

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no y empresas cooperaron en el disefio de una estrategia nacional, necesaria para el mantenimiento y defensa de la independencia nacional. 32

Corea

Seftalado por muchos como uno de los casos más exitosos de desarro­llo, este país ha instrumentado un planeamiento económico y social dirigi­do por el Ministerio de Planeamiento con el apoyo del Instituto Coreano para el Desarrollo. De país agrícola en 1950 pasó a ser exportador de computadoras y chips a partir de los aftos '80, mediante una fuerte inver­sión en recursos humanos y un activo protagonismo del Estado. Se instrumentaron explicitas políticas industriales, comerciales y tecnológi­cas, políticas de incentivos sectoriales, de apoyo y promoción de la peque­ña y mediana empresa, con el objetivo común de estimular la producción de mayor valor agregado y mejorar la inserción internacional. 33 El Informe del Banco Mundial sobre el Milagro de Asia oriental destaca, como venta­jas competitivaS de estos paises, el rol de un Estado orientador, estratégico y protagonista del crecimiento económico, que actúa cooperando con el sector privado e integrándose con las estructuras sociales intermedias en la búsqueda de objetivos comunes.

Chüe

Desde 1985 la estrategia de crecimiento estuvo centrada en una agresivi­dad exportadora y en el equilibrio macroeconómico. Para ello, el Consejo de Promoción de Exportaciones (ProChile, 1974), institución gubernamental, ha tenido como objetivo favorecer el crecimiento y la diversificación de las ex­portaciones no tradicionales, suministrar información a los empresarios locales sobre mercados y clientes extranjeros y promocionar la producción nacional en el exterior. Como afirma un informe de la CEP AL, Chile ha hecho -a partir de los •80- un replanteo del Estado: "El Estado está reconociendo con mayor confianza que le cabe un papel activo en corregir las falencias del mercado y en garantizar las necesidades básicas y la igualdad de oportunidades de los más pobres. Al mismo tiempo ( ... ) se ha abstenido de intervenciones innecesa-

32 Cfr. Lester Thurow: La guerra del siglo XXI, Ed. Vergara, 1992. 33 Daniel Pérez Enrri: Corea, un caso de desarrollo exitoso. Experiencias y aportes para

la Argentina actual, Boletin de Lecturas Sociales y Económicas, FCSE-UCA, Ado 3, Nro. 1, 1996.

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rias y costosas, revalorizando la estabilidad de las reglas de juego y la simpli­cidad y eficacia de las políticas económicas ... 34

Brasil

El Estado nacional ha tenido una activa presencia en el proceso de desarrollo social y económico, a través de: a) políticas sectoriales de incenti­vos a la industria naval, informática, automotriz y de bienes de capital; b) políticas regionales instrumentadas por los Estados miembros que estable­cen incentivos a la inversión promocionando determinadas industrias; e) politica nacional, que promueve regiones, y políticas selectivas para activi­dades con ventajas comparativas y generadoras del progreso tecnológico (electrónica, químicas, biotecnologías y materiales nuevos); d) incentivos a la calidad y productividad para detenninadas industrias seleccionadas como estratégicas, fomento de actividades privadas orientadas a la innovación tec­nológica y e) políticas de inversión tendientes a consolidar la producción nacional de bienes de capital.

Tanto Brasil como Chile instrumentaron políticas explicitas de desarro­llo regional en forma conjunta (gobierno y sector privado), posicionándose de mejor forma frente a la competencia externa. 35

Experiencias más recientes (Irlanda, Canadá, Australia y otras) demues­tran, lejos de todo sesgo ideológico, la necesidad de un protagonismo activo del Estado, el que, promoviendo la iniciativa privada, induce al proceso económico hacia las grandes metas y objetivos estratégicos trazados en favor del progreso económico y desarrollo nacional.

34 CEPAL-Naciones Unidas: La transformación de la producción en Chile, Santiago, Chile 1993.

3' Centro de Estudios de la Estructura Económica: Instituto de Investigaciones Económi­cas de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires: Las nuevas orientaciones de polltica industrial y de promoción de exportaciones en Argentina y Brasil. Asimetrlas y posibilidades de coordinación. Documento de Trabajo Nro. 1 enero de 1995.

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CAPÍTUL07

EL MERCADO COMO ASIGNADOR DE RECURSOS

El libre mercado es una institución socialmente importante por su capacidad de garantizar resultados eficientes en la produc­ción de bienes y servicios ( ... ). Un mercado verdaderamente com­petitivo es un instrumento eficaz para conseguir importantes ob­jetivos de justicia: moderar los excesos de ganancia de las em­presas,· responder a las exigencias de los consumidores,· realizar una mejor utilización y ahorro de los recursos; premiar los es­fuerzos empresariales y la habilidad de innovación; hacer circu­lar la información, de modo que realmente se puedan comparar y adquirir los productos en un contexto de sana competencia ( ... ) El libre mercado no puede juzgarse prescindiendo de los fines que persigue y de los valores que transmite a nivel social. El mercado, en efecto, no puede encontrar en sí mismo el principio de la propia. legitimación ( ... ). La Doctr:ina Social de la Iglesia, aun reconociendo al mercado la función de instrumento insusti­tuible de regulación dentro del sistema económico, pone en evi­dencia la necesidad· de sujetarlo a finalidades morales que ase­guren y, al mismo tiempo, circunscriban adecuadamente el espa­cio de su autonomía ( ... ). Ante el riesgo concreto de una idola­tría del mercado, la Doctrina Social de la Iglesia subraya sus límites, fácilmente perceptibles en su comprobada incapacidad de satisfacer importantes exigencias humanas, que requieren bie­nes que, por su naturaleza, no son ni pueden ser simples mercan­cías (. .. ). Es necesario que mercado y Estado actúen concertadamente y sean complementarios. El libre mercado pue­de proporcionar efectos benéficos a la colectividad solamente en presencia de una organización del Estado que defina y oriente la dirección del desarrollo económico ( ... ) ; el mercado no es capaz, apoyándose en sus propios mecanismos, de garantizar una distri­bución equitativa de algunos bienes y servicios esenciales para el desarrollo humano de los ciudadanos: en este caso, la complementariedad entre Estado y mercado es más necesaria que nunca.

COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA, 347, 348, 349 Y 353.

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l. El mercado: concepto

El mercado, supuesto implícito en los textos de economía y no analiza­do -como afirma López Mosquera- en función de sus bases ontológicas, jurídicas o morales 1, puede definirse como el medio a través del cual las libertades económicas se expresan guiadas por la racionalidad de los suje­tos que interactúan (productores, consumidores, intermediarios) con el ob­jeto de intercambiar bienes y servicios que satisfagan sus necesidades vita­les; puesto que en él se realizan actos humanos que persiguen fines econó­micos, el mercado está sujeto a valores morales y a un ordenamiento extrín­seco al mismo.

Por cierto que, con la evolución de la sociedad humana, de la economía y de la tecnología, en particular la informática, el mercado ya no es solamen­te un lugar fisico (ferias, bolsas) sino también aquel espacio virtual donde confluyen las fuerzas de la oferta y de la demanda (cibereconomfa).

Este concepto de mercado es aplicable tanto al intercambio de bienes y servicios como al de los factores de la producción y capitales financieros, revistiendo, cada uno de estos mercados, características propias.

Por último, según sus características, los mercados se clasifican -desde un punto de vista teórico- en mercados de competencia perfecta o mercado de competencia imperfecta (monopolio, oligopolio ). En realidad, los mercados acusan una competencia imperfecta, por cuanto los precios no son resultado del hbre juego de la oferta y de la demanda ni se autorregulan automáticamente, lo que origina demandas insatisfechas e inequidades sociales. Esto exige, como dijimos, un ordenamiento extrfnseco al mercado mismo.

2. El mercado como rector del proceso económico

Como habíamos visto en capítulos anteriores, varias escuelas y corrien­tes del pensamiento económico propiciaban una ordenación natural de la economía; aun el neoliberalismo actual (liberalismo purgado de excesos, pero con los mismos presupuestos filosóficos) sigue defendiendo aquel pre­cepto en virtud del cual cada individuo, buscando su propia conveniencia,

1 Julio López Mosquera: La competencia del maitana, Boletfn de Lecturas Sociales y Económicas, Afio 2, Nro. 3, Facultad de Ciencias Sociales y Económicas, Universidad Católi­ca Argentina, abril de 1995.

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impulsa la economía hacia un orden conveniente para todos,· el orden apro­piado resulta del interés individual basado en la libertad.

Recordemos algunas afinnaciones de quienes son fieles exponentes de esta concepción neoliberal en el ámbito de la economía:

Ludwig von Mises: "( ... ) El mercado y su inevitable ley son supremos ( ... ). El mercado y nadie más ordena todo el sistema social de propiedad privada de los medios de producción y de empresa libre, y lo maneja racio­nalmente" .1

Friedrich von Hayek: El mercado es "( ... ) un torneo que se juega de acuerdo con reglas y que se decide por habilidad, fuerza y buena fortuna superiores. En este sentido es a la vez una partida de destreza y una partida de azar'?

En la misma línea de pensamiento, Benegas Lynch (h) afirma:"( ... ) El término laissez faire sigue justificadamente seflalando el espíritu de mercado libre, espíritu de libertad".4

Como vemos, son el individualismo, el economicismo y un erróneo concepto de libertad los que fundamentan esta postura ideológica. Dichos presupuestos filosóficos hacen del mercado el principio rector del proceso económico, desconociendo o negando la armónica relación que debe existir entre autoridad, libertad y mercado.

Estas ideas, que en el siglo XIX dieron sustento al liberalismo económi­co, laissez faire, hoy se resumen en el fundamentalismo de mercado. Tales ideas dieron forma a modelos económicos exportados por países centrales en las últimas décadas del siglo XX y recetados como única vía para alcanzar la meta del desarrollo.

Precisamente, en la década de los '90 se formularon una serie de medi­das de política económica que servirian para orientar a los gobiernos de los paises en desarrollo y a los organismos internacionales a la hora de evaluar los avances en materia de ortodoxia económica. Estas medidas de política económica se concretaron en un decálogo que tuvo el consenso de los princi­pales organismos financieros internacionales (FMI, BM) y del complejo po­litico, económico e intelectual de los Estados Unidos. El Consenso de W as­hington (1989), cuyo autor fue John Williamson, inspirado en la primacía

z Ludwig von Mises: Planificación para la libertad, Centro de Estudios sobre la Liber­tad, Buenos Aires, 1986, págs. 18 y 102.

3 Friedrich von Hayek: Nuevos estudios, Eudeba, 1981, pág. 54. 4 Alberto Benegas Lynch (h): Fundamento de análisis económico, págs. 230-232.

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del mercado y en una concepción minimalista del Estado, recomendaba, entre otras medidas, disciplina fiscal, liberalización financiera y comercial, apertura al ingreso de inversiones extranjeras directas, privatizaciones, desregulaciones y la garantía de los derechos de propiedad.

Tales recetas, aplicadas en forma incondicional en varios países de Amé­rica Latina, favorecieron la concentración del ingreso y de la propiedad, acentuando la marginación so~ial, el desempleo y la inequidad distributiva. s

Desde distintos ambientes académicos e intelectuales se refutaron tales recetas, por lo equivocado de sus preceptos filosóficos y las graves desigual­dades económicas y sociales que originaron. Entre otros, Joseph Stiglitz, vicepresidente del Banco Mundial y Premio Nobel de Economía 2001, fun­damentó el malestar de la globalización como producto del predominio de una visión concreta de la economía -el fundamentalismo de mercado- sobre todas las demás visiones. La oposición -dice Stiglitz- no es a la globalización per se, sino al conjunto de polfticas denominadas Consenso de Washington que han sido impuestas por las instituciones fmancieras internacionales. "Ha predominado una visión concreta del papel del Estado y los mercados, una visión que no es universalmente aceptada en los países desarrollados, pero que es impuesta en los países subdesarrollados y las economías en transición ( ... ). A los paises de hecho se les avisa que si no respetan determinadas condiciones, los mercados de capitales o el FMI se negarán a prestarles dinero. En esencia, son forzados a renunciar a una parte de su soberanía y dejar que los caprichosos mercados de capitales los disciplinen, aleccionándolos sobre lo que deben y no deben hacer''. 6

George Soros, uno de los principales analistas financieros a escala glo­bal, también atacó el fundamentalismo de mercado y los presupuestos filosó­ficos de la teoría neoclásica que dan sustento al análisis económico actual. Expresó: "Sostengo que la situación actual es poco sólida e insostenible. Los mercados fmancieros son intrínsecamente inestables y existen necesidades sociales que no pueden satisfacerse dando carta blanca a las fuerzas del mercado. Lamentablemente, no se reconocen estos defectos. Existe, en cam­bio, el convencimiento general de que los mercados se autocorrigen y que una economía global puede prosperar sin necesidad de una sociedad global. Se afmna que la mejor manera de servir el interés común es permitir que

'Cfr. Dieter Benecke y Renata Nascimento: "El Consenso de Washington revisado", Revista Diálogo Politico 2/2003, Fundación Konrad Adenauer. Roberto Cachanoski: Argenti­na y el Consenso de Washington, en la misma Revista.

6 Joseph E. Stiglitz: El malestar de la globalización, Ed. Taurus, Buenos Aires, 2002, págs. 307-312 y 342.

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cada cual defienda sus propios intereses y que los intentos de proteger el interés común mediante la toma de decisiones colectivas distorsionan el meca­nismo de mercado ( ... ) El fundamentalismo de mercado es el responsable de que el sistema capitalista global carezca de solidez y sea insostenible". 7

Ricardo Crespo, haciendo también referencia a la crisis de la teoría econó­mica neoclásica, destaca el falso concepto de hbertad que da origen, precisa­mente, a este absolutismo de mercado. Algunos conceptos vertidos por este autor: "( ... ) Si la institución del mercado es tan vieja como el hombre, en qué consiste la novedad de nuestra época. En la absolutidad o sacralización del mismo. El mercado ha sido investido de un balo de prestigio, incluso moral. Esta perspectiva es la que responde al ethos de nuestros dfas, y se enmarca en una mentalidad más amplia, que es la liberal ( ... ). El problema fundamental, a nuestro juicio, es la noción estrecha y unívoca de libertad propia del liberalis­mo. Se entiende la libertad como autonomía, como liberación, no necesaria­mente de un modo negativo, pero sf como algo fundamentalmente exterior. Esta noción se deriva del escepticismo gnoseológico y el racionalismo moder­nos, que cristalizan en una postura antropológica individualista, con una fuerte tendencia, por su materialismo, al determinismo conductista. Esta noción de libertad débil queda ahogada en el mismo determinismo conductista. Conlleva el desarrollo de una ciencia económica que no deja verdadero lugar a la libertad, por más liberal que sea". 8

3. Insuficiencias del mercado

Si bien es cierto que el mercado, a través del mecanismo de precios coordina las decisiones entre consumidores y productores, a efectos de con­ciliar de mejor forma la oferta y la demanda, no siempre se logra una coordi­nación y un equilibrio adecuados y convenientes. El mercado por sí solo resulta insuficiente para el logro de tales cometidos.

a) El mercado no garantktl el conl1enknte liSo de los recursos

Destacó Juan Pablo n la importancia de preservar no solo la ecología ambiental sino la ecología humana, por las amenazas que surgen de las

1 George Soros: La crisis del capitalismo global, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1999, pág. 22.

1 Ricardo Crespo: La crisis de las teorias económicas {ibera/es, Ed. Fundación Banco de Boston, Buenos Aires, 1998, págs. 16-17.

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economías avanzadas mediante el consumo desordenado de los recursos de la tierra y de la propia vida humana. Atinnó Juan Pablo ll: "He aquí un nuevo límite del mercado: existen necesidades colectivas y cualitativas que no pueden ser satisfechas mediante su mecanismo, hay exigencias humanas que escapan a su lógica, hay bienes que por su naturaleza no se pueden vender ni comprar. Ciertamente, los mecanismos de mercado ofrecen venta­jas seguras, ayudan, entre otras cosas, a utilizar mejor los recursos ( ... ). No obstante, conllevan el riesgo de una idolatría del mercado, que ignora la existencia de bienes que, por su naturaleza, no son ni pueden ser simples mercancías". 9

b) El mercado no satisface todas las necesidades sociales

Satisface la demanda efectiva, es decir, aquella que tiene poder adquisi­tivo, pero no la demanda real de toda la sociedad, que incluye a los insolventes y carenciados. Si bien es cierto que el mercado, a través del sistema de precios, equilibra los gustos y preferencias de los consumidores, dicho equi­librio no significa la satisfacción plena y conveniente de las necesidades vitales del hombre y de todos los hombres. En efecto, en el mundo existen más de mil millones de personas que viven en la indigencia (menos de un dólar por dia).

"Cuando no se dan las condiciones ideales en que todo el mundo tiene los recursos suficientes para satisfacer sus necesidades, aparecen los límites extrínsecos del mercado. Si la actividad humana fuese regulada únicamente por el mercado, cuanto mayor sea la disociación entre la demanda efectiva -aquella que puede pagar- y la demanda real -las necesidades de la gentc-r­mayor será la ineficiencia económica real de esa actividad, es decir, más necesidades quedarán insatisfechas. En otras palabras, si el único criterio fuese la rentabilidad a precios de mercado, dado que es únicamente la de­manda efectiva la que influye en los mismos, la actividad económica se orientaría a satisfacer las apetencias marginales de personas solventes a cos­ta de las necesidades de los insolventes. El mercado es, pues, el mejor instrumento para determinar lo que es económicamente factible en cualquier momento, pero también puede ser el peor instrumento para determinar lo que se debe hacer en ese momento". 10

9 Juan Pablo TI: Centesimus Annus, 37-40. 10 ASDPRENSA, 6/92, Aflo VTII, edición Nro. 248 (15-2-1992).

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e) El mtP'cado no garantiza la justicia en los precios

Para la escuela austríaca de economía de mercado no tiene sentido ha­blar de precios justos o equitativos. Afirmó Von Mises: "Los precios justos o equitativos carecen por completo de trascendencia científica( ... ) no exis­ten salarios fuera del mercado, como tampoco existen precios en ausencia del mismo".l 1

Aceptado como único criterio para la fijación de precios las leyes del mercado, ante una situación de agudo desempleo las empresas tendrían la posibilidad de pagar salarios exiguos, sin tener en cuenta la subsistencia ni el nivel de vida digno del trabajador y su familia. Por el funcionamiento auto­mático de la ley de oferta y demanda, ante un exceso de oferta los precios bajan. El mercado se equilibra a través del precio, sin tener en cuenta la equidad y la justicia debidas.

Es por ello que el precio de equilibrio no necesariamente es justo, ya que resulta de mercados que funcionan en modo imperfecto. El precio justo es el precio natural que se produce por la ordenada interacción de la oferta y la demanda. Para lograr esa ordenada interacción son necesarias, según Messner, tres condiciones previas: 1) que los precios tiendan hacia el precio natural que refleje la verdadera carestía del bien (elasticidad); 2) que se mantenga el nivel general de precios (estabilidad) y 3) que el Estado y las organizaciones intermedias traten que la competencia se realice en la forma más ordenada posible.

En tal sentido, el Estado deberá, en primer lugar, crear el marco jurídico necesario para evitar conductas distorsivas de la competencia (monopolios, carteles, dumping). Asimismo, deberá respaldar prudencialmente algunos precios cuando la competencia extranjera atente contra la industria nacional (política arancelaria, subsidios), tratando de evitar que el costo de esa defen­sa y protección sea gravoso para la sociedad. De igual forma, deberá alentar la· competencia externa evitando, en este caso, que dicha competencia actúe en desmedro de la industria nacional y en tanto esta última -condición previa- haya hecho esfuerzos procurando ser más eficiente y competitiva.

Las organizaciones intermedias, por su parte, serán las responsables de la estimación común, del juicio colectivo sobre los precios y la competencia, a través de los comités de competencia -como afirma Messner- para cada caso y por cada rama o sector de la actividad económica. "( ... ) cuando la oferta y la

11 Ludwig von Mises: La acción humana, Editorial Sopee, Madrid, 1968, págs. 420-421 y723.

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demanda se producen según un recto orden, se realiza el movimiento de los precios hacia el precio natural. Así pues, la oferta y la demanda se producen sin adulteración alguna cuando por ninguna de las partes se· lleva a cabo una explotación del desconocimiento o la debilidad del que está enftente".12

Por último, y en contraposición a la postura ideológica de la escuela austríaca, que niega el concepto de justicia en los precios, podemos subrayar lo afirmado por Pietro Pavan: ''Todo precio, en concreto, incide positiva o negativamente sobre la sociabilidad humana, de lo que se sigue que, en concreto, no se dan precios moralmente indiferentes: todo precio( ... ) conve­nido es justo o es injusto; sobre todo si los dos adjetivos, justo o injusto, se refieren a la justicia social, virtud reguladora de las relaciones que constitu­yen el esqueleto de la sociedad humana. Por lo demás, esto se halla también plenamente conforme con la concepción del mundo moral que se inspira en Tomás de Aquino, concepción en la cual no se admiten actos humanos concretos moralmente indiferentes. Pues el hombre, cuando actúa, no puede dejar de proponerse un fin; en efecto, siendo un ser racional, su misma naturaleza exige que actúe teleológicamente. Ahora bien: o el fin que se propone conseguir mediante su acción es conforme a la dignidad de la perso­na, y entonces el acto resulta moralmente bueno, o la contraria, y entonces el acto resulta moralmente malo".13

d) ElmerCildo no gtll'ant/za 111 equidad m 111 distribución del producto socilll

Para la ideología del mercado, el proceso económico es un proceso selectivo donde triunfan los más eficientes y competitivos, fundado en un férreo darwinismo social. Recordemos lo que afirma Hayek: "( ... ) el juego cataláctico pasa por alto los conceptos humanos acerca de lo que se debe a cada uno y recompensa de acuerdo con el éxito obtenido al jugar la partida según las mismas reglas formales ( ... ); el resultado debe ser aceptado como correcto en la medida que todos obedezcan a las mismas reglas y en que nadie haga trampas". 14 Sigue diciendo: "( ... )no existen criterios positivos o negativos a partir de los cuales se defina o pruebe la llamada justicia social, una de las más vacías de todas las frases". 15

12 Johanncs Mcssner: Ética social, po/ltica y económica, a la luz del derecho natural, Ed. Rialp, pág. 1.884.

13 Pietro Pavan: El hombre en el mundo económico, Ediciones del Atlántico, Buenos Aires, 1956, pág. 72.

' 4 Friedrich Hayek: Nuevos estudios, pág. 57. u Friedrich Hayek: Nuevos estudios, pág. 16.

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Frente a esta ideología del mercado otros responden: "Podríamos tentar­nos de decir: el mercado, nada más que el mercado, y todo irá estupenda­mente bien. Incluso si los débiles son pisoteados y se multiplican los margi­nados. El mercado tiene una insuficiencia congénita, ·que hace que, abando­nado a sí mismo, se desentienda del único absoluto que reconocemos: la persona. Si no tenemos cuidado, allí están los gérmenes de su autodestrucción". 16

Se advierte, entonces, la necesidad de intervención de la autoridad polí­tica a efectos de redistribuir el producto social en orden a la equidad. Esta justicia distributiva debe buscarse principalmente -como expresamos en el capitulo anterior- a través de instrumentos de política fiscal (progresividad tributaria, eficiencia y eficacia en la aplicación del gasto público) y de la política de ingresos. De esta forma el Estado puede (y debe) morigerar las desigualdades sociales, mediante la prudente corrección del resultado deter­minado por el mercado.

e) Apertura indiscriminada de la economÚI

La liberalización total de las relaciones comerciales en el frente externo revela que el crecimiento y el desarrollo nacional han sido confiados a las seftales y bondades del mercado mundial.

Esta fue la postura de varios países de Latinoamérica en las últimas décadas del siglo pasado, con las graves consecuencias que ello trajo para la industria y la mano de obra nacional. No por casualidad los países desarro­llados se hallan identificados con un proteccionismo competitivo, que impli:. ca protección y defensa de la industria y tecnología nacional, con fuertes subsidios estatales al sector privado en materia de investigación y desarrollo.

Afirmó Laura Dandrea Tyson, jefa del consejo de asesores económicos de Bill Clinton: "No debemos ser engaftados por la tranquilizadora idea de que el destino de las industrias norteamericanas de alta tecnología será deci­dido por las fuerzas del mercado. Esas industrias serán manipuladas por el intercambio y por las políticas regulatorias e industriales de nuestros socios extranjeros". 17

16 Michel Camdessus: Asamblea Nacional Francesa de la Unión Internacional Cristia­na de Dirigentes de Empresa, Parfs, 1992.

17 Citado por Daniel Muchnik en Pafs archipiélago, Ed. Planeta, Buenos Aires, 1993, pág. 239.

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Por su parte, un informe del Banco Mundial expresó: "La mayoría de los ocho paises asiáticos de gran crecimiento económico iniciaron la etapa de industrialización con una orientación proteccionista y en forma gradual avanzaron hacia un comercio cada vez más libre" .18

Peter Drucker, quien destacó la política internacionalista de Alemania -una de las economías más abiertas del mundo-, afirmó que entre las princi­pales tareas del ministro de Economía de ese país, está la de informar acerca del impacto económico y consecuencias de las políticas gubernamentales propuestas para el comercio exterior.19

Respecto a las distintas posturas en materia de apertura económica, con excepción del pensamiento liberal consecuente con los fundamentos teóricos del /aissez faire, las restantes corrientes están· fundadas en criterios más empíricos, que propician una intervención dirécta o cierta orientación estra­tégica por parte del Estado. En efecto: 1) para la ortodoxia liberal (Hayek, Friedman, Guy Sormann, Jeffrey Sachs y otros), las leyes del mercado defi­nen el nivel de importaciones y de exportaciones; 2) para Rudriger Dornbusch sería oportuna una apertura comercial y crec~ente a las importaciones a medida que aumenten las exportaciones; 3) 'para los keynesianos y neokeynesianos un déficit comercial sostenido es fruto de ciertas debilidades de la economía, propiciando entonces modelos de intervención (subsidios a las exportaciones, impuestos y cupos a las jmportaciones); 4) Michael Porter sostiene que una economía debería especializarse en aquellos sectores en los que puede mostrar al mundo una fuerte e~tructura competitiva en materia de precios y calidad, justificando, estos sectores, políticas proteccionistas y defensas ante déficits comerciales; para el resto 'de la economía debería regir un sistema de apertura total; 5) Paul Krugman entiende que, mientras una economía no tenga un grado de desarrollo tal para mantenerse frente a la competencia externa, debe optarse por el gradualismo, y pone como ejemplo a los países asiáticos, quienes abrieron su economía en los sectores de gran productividad (automóviles, electrónicos, informática) y protegieron a los menos preparados para competir con el exterior.

No caben dudas de que el adecuado equilibrio del sector externo exige el protagonismo del Estado, que deberá definir prudentemente una apertura gradual e inteligente de la economía, favoreciendo la competencia externa

18 Infonne Banco Mundial: El milagro de Asia oriental, setiembre, 1993. 19 Cfr. Pcter Drucker: Los fronteros de la administración, Ed. Sudamericana, Buenos

Aires, 1986, págs. 77-78.

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pero, a la vez, atendiendo la situación y las necesidades sectoriales y regio­nales internas. Abandonado este punto a la lógica del mercado global, ello atentaría contra el debido y conveniente desarrollo económico nacional.

./) El mercado no puede definir el perfil industrial de una nación

El qué producir (perfil nacional) no puede quedar librado a la esponta­neidad del mercado. La alternativa es clara: o se confia el desarrollo econó­mico de una nación a las señales del mercado mundial y a las decisiones de los intereses privados que juegan en él, o se asume una orientación estratégi­ca del mercado y de la economía. Saburo Okita, hablando para la Argentina, expresó: "Los mecanismos de mercado no son infalibles. Requier~n de la intervención del gobierno a través de políticas de planificación. Deberían seleccionarse ramas de industria con el consenso de los empresarios y de los sindicatos y desarrollar, impulsando al capital privado, sectores de la petroquímica, informática, máquinas y herramientas, agroindustrias y las pequeñas empresas( ... ). En el caso de Japón nosotros indujimos y creamos condiciones propicias para desarrollar determinadas ramas industriales. Esa selección de cuáles eran los sectores industriales fue, en su momento, una decisión del gobierno japonés. Otro camino es dejar esta decisión totalmente

· librada al mercado y que· sea este el que escoja o seleccione ramas de la industria a desarrollar( ... ). Una de las consecuencias, si hubiéramos dejado que el mercado eligiera, hubiera sido, por ejemplo, que hoy el Japón no tendría industria automotriz, y por ende, no existirían ni Toyota, ni Nissan, ni Honda".20

Es decir, el perfil de una nación y su propio desarrollo no pueden quedar librados a un proceso de generación espontánea definido por el mercado a través de las preferencias utilitarias de los distintos sujetos que interactúan. Más bien será el resultado de una programación estratégica y de un proceso de inteligencia socialmente organizado, en el que la autoridad política tiene un protagonismo decisivo. Así lo entiende también Paul Kennedy cuando afirma: "El modo en que la dirección política de un país prepare a su pueblo para el siglo XXI sigue siendo de vital importancia, incluso cuando los instrumentos tradicionales del Estado se están debilitando ( ... ). Preparar de un modo activo a un pueblo para el futuro, como han hecho Corea del Sur y Singapur, o preferir que hagan este trabajo los métodos del laissez faire

20 Saburo Okita: Report Banco Buen Ayre, octubre, 1992; diario Clarin, Buenos Aires, 21-6-1992.

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como en Estados Unidos, es una decisión de los gobiernos nacionales y sus electores".21

Acerca del perfil industrial de la Argentina, afirmó certeramente Carlos Pedro Blaquier en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires (1980): "Lo que queremos ser como Nación es una decisión eminentemente política. El merca­do puede decidir muchas cosas, pero no debe decidir si lo que hemos de producir es acero o golosinas ( ... ); lo que trato de destacar es que la Política Económica debe tener el rol orientador de la economía, en tanto que esta aspire a trascender su marco teórico para realizarse en un modelo concreto".

Si bien es cierto que el fundamentalismo de mercado se sustenta en aquel precepto clásico de la "mano invisible", en virtud del cual cada indivi­duo, buscando su propio interés, promueve el interés general, afirma Stiglitz, "Adam Smith era mucho más consciente de las limitaciones del mercado ( ... ); era más consciente del contexto social y político en el que todas las economías deben :funcionar".22

Mario Bunge ha hecho una detallada crítica a los postulados centrales de la teoría clásica y neoclásica, sobre la que descansa la ideología de mercado. Refuta, en particular, los siguientes axiomas: 1) Ley de los mercados (Ley de Say): en un mercado competitivo, la oferta

crea su propia demanda, de modo que el mercado correspondiente se compensa instantáneamente. Aftrma Bunge: "En el mundo moderno real a veces no hay compradores, de modo que los excedentes se acumulan y el mercado se desequilibra. Lo mejor que puede hacerse con la Ley de Say es usarla para definir el concepto de mercado hbre competitivo; lo peor, emplearla para defender políticas económicas del lado de la oferta o de "goteo" (reaganomics). En cualquier caso, ya se la considere una falsa hipótesis o una definición, la de Say no es una ley propiamente dicha, porque apenas se adecua a los mercados modernos reales".23

2) Ley de demanda (herramienta clave del análisis marginalista): el precio de equilibrio es el que iguala la demanda y la oferta. Afirma Bunge: "Sin embargo, esto tiene escasa importancia práctica porque las firmas oligopólicas, que controlan la mayor parte de las manufacturas y el co-

21 Paul Kennedy: Hacia el siglo XXI, Plaza Janes Editores, Barcelona, 1993, págs. 510-511.

22 Joseph Stiglitz: El malestar de la globa/ización, Ed. Tauros, Buenos Aires, 2002, pág. 305.

23 Mario Bunge: Las ciencias sociales en discusión, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1999, pág. 138.

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mercio en el mundo industrializado, no emplean las curvas de demanda y, por lo tanto, los precios de equilibrio: son formadoras y no tomadoras de precios".24

3) Autorregulación del mercado, equilibrio espontáneo: la competencia y el mercado tienen efectos positivos en la economía, favoreciendo el progre­so;' (la ·mayor eficiencia y productividad y el mayor bienestar posible, tanto individual como colectivo. Pero como para la concepción liberal clásica o neoclásica; cada sujeto económico empujado por su propio egoís­mo e interés personal promueve el interés general, y cuanto más lo pro­mueva tanto más contribuirá a la actualización del interés colectivo, todo desequilibrio será eliminado automáticamente por la propia virtud de las fuerzas económicas que se manifiestan en el mercado. De allí que no haya razón que justifique una intervención del Estado, ya que todo condicionamiento externo a la lógica de la libre concurrencia, en particu­lar del gobierno, dafla al mercado, y ello actúa en peljuicio de toda la sociedad.

Es esta una tesis no demostrada, afirma Bunge, quien, sin dejar de reconocer las virtudes del mercado y de la competencia, destaca la necesidad de la intervención del Estado en la economía y defiende una planificación indicativa -con políticas comerciales e industriales bien definidas- evaluada y supervisada constante~ente por todos los sectores interesados. "En sínte­sis, el mercado no lleva a cabo una asignación de recursos eficiente y susten­table, en particular de recursos humanos. Irónicamente, el mercado capitalis­ta ni siquiera realiza una ~ignación eficiente de capitales: lo testimonian el gran porcentaje de acciones sobrepreciadas o depreciadas, así como las bur­bujas y derrumbes bursátiles ( ... ). En resumen, el así llamado mercado libre es tanto técnica como moralmente defectuoso".25

Javier González Fraga, por su parte, también observó la falsedad de los postulados sobre los que se sustenta la teoría clásica, según la cual si se deja actuar al mercado "( ... ) la mano invisible va a asignar los capitales en función de los rendimientos, los precios de los bienes en función de las productividades relativas y la gente en función de los salarios( ... ); el mode­lo teórico del funcionamiento del mercado global está debilitado de entrada. Pero además, la realidad de una globalización que combina una libre movili­dad de capitales con una muy imperfecta de mercaderías y muy limitada del

24 Mario Bunge: obra citada, pág. 138. 25 Mario Bunge: obra citada, págs. 455-456.

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factor trabajo tiene un efecto potencialmente explosivo. Precisamente este efecto explosivo lo constituyen las crisis financieras. ~or qué hay crisis fmancieras? Porque los capitales se mueven muy rápidamente, generan eufo­rias en las economías ( ... ), producen endeudamiento y como los desocupa­dos del país donde no hay empleo no se mueven al país donde lo hay, y tampoco se mueven perfectamente los productos, finalmente las economías se vuelven dudosas, endeudadas, inestables y huyen los capitales ( ... ). De este modo, es esencial tener en cuenta la disparidad que existe entre la globalización de capitales, por un lado, y la de bienes y trabajo, por el otro. No es que la teoría esté mal, pero los supuestos de que hay libre movilidad de mercancías y trabajo son falsos en la realidad y por lo tanto no se. dan los resultados que la teoría predice". 26

Para algunos observadores, enrolados en la teoría económica tradicio­nal, el dinámico proceso de industrialización y el notable crecimiento econó­mico experimentado por las economías asiáticas en tiempos de posguerra fueron consecuencia directa de la estabilidad macroeconómica y una deriva­ción de las leyes del mercado (laissez faire); el Estado cumplió una función secundaria, con intervenciones conformes a las leyes del.mercado, tratando de procurar un entorno favorable a la inversión y al crecimiento.

Pero como la realidad constata, lejos de toda ideología, el Estado tuvo un protagonismo decisivo en el proceso de crecimiento y de desarrollo de dichas economías. Fundamentalmente su intervención apuntó a corregir las fallas del mercado, y -;w-alelamente-- se orientó a promover e incentivar a la empresa privada, induciéndola al aumento de su productividad. Las tres economías mayoritarias de la región (Japón, Corea y Taiwán), como afirma un estudio sobre comercio y desarrollo (UNCT AD), tuvieron su paradigma industrial auspiciado por el Estado.21

La intervención del Estado en las economías de Asia oriental se concretó de dos formas: a) políticas funcionales: dirigidas a influir en los mecanismos de producción y asignación de recursos; y b) políticas selectivas: que apuntaban a la atención de necesidades de determinadas industrias y empresas. "En los paises de esta región, el objetivo fundamental de la política industrial estaba centrado

26 Javier González Fraga: "¿Cómo se armó en la práctica la globalización?", Revista Valores, Nro. 57, agosto 2003, Facultad de Ciencias Sociales y Económicas, Universidad Católica Argentina.

27 Informe sobre el Comercio y el Desarrollo, 1994: "La mano invisible y la industriali­zación del Asia Oriental", vol. Il, 2da. parte, Cap. 1, Secretaria de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).

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en impulsar el dinamismo y la eficiencia del proceso en su conjunto. Por un lado, el afán de lucro estimuló el emptendimiento privado, pero en fonna global, se pudo observar que la interacción de las medidas de la Administración y las estrategias de las empresas alcanzaron el perfil necesario para ser competitivas en los mercados internacionales ( ... ). A lo largo de este trabajo se pretendió demostrar que el milagro económico de la región no es atribuible solamente al mercado. Ciertamente, se puede observar que las empresas privadas actuaron estimuladas por un afán de lucro, pero también es acertado que sin la orientación del Estado este proceso no se habría completado".28

4. El mercado como instrumento del proceso económlcÓ .

Afirma Messner que el mercado, instrumento esencial de la economía, cumple con las siguientes funciones esenciales:

a) Es una fuerza de configuración social eficiente, donde se manifiesta la interdependencia de los individuos en el cumplimiento de sus fmes vita­les y culturales: "( ... ) ver solo comercialización en la economía, en la interrelación basada en el cambio y en el mercado, sería tan falso como concebir al hombre únicamente en el plano biológico porque necesita alimentación". 29

b) En el mercado se da la jerarquización valorativa de los bienes y servicios y en este sentido dirige la economía hacia las actividades rentables, au­mentando al máximo la productividad económica y social; rectamente ordenado es un eficiente asignador de recursos.

e) El mercado cumple una función social al servicio del progreso y del desarrollo económico: "El mercado moviliza el máximo de fuerzas de la comunidad económica para la consecución de una satisfacción mejor y más completa de sus necesidades vitales y culturales".30

Este autor también afinna que "( ... ) la competencia es indispensable para que la economía cumpla con su fin social''31 es una disposición natural que permite el vínculo social de los hombres para el mejor cumplimiento de

28 Informe sobre el Comercio y el Desarrollo, 1994, citado en nota anterior. 29 Johannes Messner: Ética social, polltica y económica a la luz del derecho natural,

Rialp, pág. 1.131. 30 Johannes Messner: obra citada, pág. 1.132. 31 Johannes Messner: obra citada, pág. 1.346.

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sus fines vitales y culturales. Pero necesita de un principio ordenador que garantice su funcionamiento al servicio de la economía social. Y este princi­pio ordenador es la justicia social.

En referencia a este necesario ordenamiento del mercado, advierte el autor que el error del neohberalism.o no·consiste en haber adjudicado a la competencia una función ordenadora de la sociedad, "( ... ) lo fue más bien la creencia de que solo era necesario que la competencia fuera ilimitadamente libre (perfecta) para que pudiera ejercer esta función de la mejor forma posible ( ... ); el grado enor­memente creciente de limitación de la competencia que se registra en la actuali­dad ha hecho patente el error de la vieja teoría liberal, que consistía en pensar que la competencia lleva en sí misma su propia ley ordenadora y que esta se refleja en una economización de los diversos intereses". 32

De esta forma, Messner defiende un ordenamiento del mercado y de la competencia a través de la justicia social, principio operativo cuya inobser­vancia trae aparejadas graves consecuencias sociales y económicas. Y se pregunta: ¿cómo hacerlo operativo? En primer lugar, a través de las organi­zaciones intermedias (profesionales y empresariales) que, por cada rama de actividad, deben preocuparse por implantar una competencia leal. En segun­do lugar, creando el Estado los presupuestos jurídicos necesarios (subsidiariedad) para garantizar la eficacia de estas organizaciones en orden a ese objetivo; asimismo, deberla el Estado instrumentar medidas contra las limitaciones a la competencia (monopolios, carteles, dumping).

Para ello, el autor mencionado propicia la creación de comités de com­petencia formados por productores, consumidores, obreros, comerciantes, empresarios, profesionales, los que se constituirán en comisiones temporales para juzgar y determinar, en cada caso, las adulteraciones de la competencia.

En consecuencia, y reiterando lo expresado en capítulos anteriores, el mer­cado, entendido como instrumento esencial del proceso económico, deberá estar regido y ordenado por dos leyes fundamentales: la ley de oferta y demanda (subordinada) y la ley de reciprocidad en los cambios (subordinante). Recordan­do las enseftanzas del P. Julio Meinvielle, la misma naturaleza individual y social del hombre exige la vigencia de estas dos leyes y la debida subordinación de una a la otra, ya que por su naturaleza individual, el hombre· ofrece y deman­da en la búsqueda de su propio interés y beneficio personal pero, por su naturale­za social, el hombre debe observar la justicia en el intercambio.33

32 Jobannes Messner: obra citada, págs. 1.343, 1.344 y 1.349. 33 Cfr. Julio Meinvielle: Conceptos fundamentales de Economía, capitulo 11, Ed. Nuestro

Tiempo, Buenos Aires, 1953.

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S. Estado y mercado en el capitalismo global

Concluyendo lo expuesto en este capítulo y en el anterior: el mercado es un instrumento eficiente de la economía, no su principio rector, por tanto necesita de un ordenamiento extrínseco para que la economía cumpla con su finalidad última, esto es, ayudar a la promoción del auténtico desarrollo humano. Consecuentemente, el Estado deberá imprimir una dirección pru­dente a la economía nacional, orientarla hacia los grandes objetivos nacio­nales, estableciendo, a la vez, una visión de mediano y largo plazo.

Acertadamente afirmó Francesco Vito sobre el neoliberalismo: "( ... ) Esta corriente realiza un esfuerzo admirable para superar los arbitrarios pre­supuestos individualistas del pensamiento económico tradicional. Pero toda­vía predomina en él la fe en el mecanicismo de mercado como el único insustituible e intangible regulador de la economía ( ... ). El defecto está en poner como finalidad el juego de mercado, cuando este no puede ser más que instrumento para el logro del bienestar social y, por ello, se conserva solo en la medida en que es compatible con esta última flnalidad".34

Resulta claro que la armoniosa relación entre Estado y mercado, entre planificación y libertad, tiene que ver con los presupuestos filosóficos que inspiran al modelo capitalista, los que suponen una determinada concepción antropológica que defme al hombre, su libertad, el porqué y para qué de las instituciones sociales.

Superada ya la competencia en el terreno económico entre el comunis­mo y el capitalismo, sobreviene otra forma de competencia entre distintas formas de capitalismo. En sus posturas extremas, varios autores distinguen al capitalismo anglosajón, centrado en los Estados Unidos y Gran Bretafia, que se sustenta en una antropología individualista y economicista y que repliega al Estado a la función de custodio de la propiedad privada y de la seguridad de los individuos, del capitalismo renano-comunitario, centrado en Alemania, donde prevalecen valores comunitarios, objetivos nacionales, el protagonismo del Estado y empresas que cooperan en el diseílo de una estrategia nacional. 35

Por tales razones, se preguntó Juan Pablo n si ante el fracaso del comu­nismo el sistema vencedor es el capitalismo. Responde que si por capitalis­mo se entiende una economía de mercado libre, con libertad responsable y

34 Francesco Vito: Economia politica, Editorial Tesoro, Madrid, 1959, pág. 214. 3' Cfr. Lestcr Thurow: La guerra del siglo XXI, Ed. Vcrgara, Bs. As., 1992; Michel

Albert: Capitalismo contra capitalismo, Ed. Paidós, Bs. As., 1992;.Hampdem-Tumer y Trompenaars: Las siete culturas del capitalismo, Ed. Vergara, Bs.As., 1995.

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libre creatividad humana, sí; pero si por c.apitalismo se entiende un sistema en el cual la libertad económica no está encuadrada en la libertad humana integral, cuyo centro es ético y religioso, f!ntonces no. 36

.

Si, como afmnó el Papa, el centro de toda libertad humana es ético ·y religi,oso, necesariamente habrá que plantear el deber-ser del mercado y de la competencia, ya que ambos son el resultado de conductas humanas y no la consecuencia de leyes flsicas.

Volviendo a la Economía Social de Mercado que hizo resurgir a Alema­nia Federal de la posguerra, vale la pena rescatar algunos postulados de aquel proyecto político y económico:

a) Oposición a la economía dirigida centralmente y a la economía de mercado sin límites; por tanto avala intervenciones correctivas por parte del Estado cuando la justicia social asi lo exija. Afirmaron Ludwig Erhard y Müller Armak: "( ... ) En una sociedad industrial moderna el mercado y la compe­tencia por sí solos no pueden coordinar la actuación del individuo con el interés general( ... ); es imprescindible un marco de ordenamiento estable­cido por el Estado ( ... ). Tampoco debe ser confundida -la economía social de mercado- con el liberalismo negligente que atribuye al Estado un papel de mínima· importancia y considera a la economía social de mercado como un autómata perfecto que puede prescindir de cualquier apoyo. Para que funcionen los instrumentos de mercado y competencia, el Estado tiene que establecer un marco de ordenamiento que, mediante disposiciones legales, evite que la competencia sea limitada o descartada ( ... ). Pero estas condi­ciones secundarias de intervenciones estatales no significan que en la eco­nomía social de mercado no sean posibles intervenciones correctivas, valga el caso, para concretar concepciones polfticas de justicia". 37

b) La justicia de mercado no equivale a justicia social. Por tanto, el Estado corrige y complementa el mercado, garantiza el orden y la compete11cia, armoniza los intereses sectoriales con el bien común, estimula la iniciati-va privada y señala el rumbo de la economía. ·

Afmna Walter Euken: "( ... )la política dellaissez faire fracasó porque abandonó a los particulares el ordenamiento de la economía" 38, y por su

36Juan Pablo II: Centesimus annus, 42. 37 Ludwig Erhard-Müller Annak:: El orden de/futuro, Eudeba, 1981, págs. 36 y 106. 31 Ciedla-Fundación Konrad Adenauer: lA economía social de mercado, un proyecto

económico y politico alternativo, Buenos Aires, 1983, pág. 37. ·

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parte, Müller Armak: "( ... ) la esencia de la economía social de mercado consiste en combinar el principio de libertad de mercado con el de compe­tencia social".39

Con razón había afirmado Keynes que el problema político de la humanidad es combinar tres cosas: eficiencia económica. justicia social y libertad individual. El sistema colectivista de planificación centralizada, de igual fonna que el capita­lismo liberal, no han podido resolver satisfactoriamente este problema.

Claramente expresó Pfo XI: "Como la unidad de la sociedad humana no puede fundarse en la oposición de las clases, tampoco el recto orden de la economía puede ser abandonado a la libre concurrencia de las fuerzas. De este punto, como de fuente emponzoftada, se derivaron todos los errores de la ciencia económica individualista, la cual, olvidando o ignorando que la economía tiene carácter social, no menos que moral, sostuvo que la autori­dad política debía considerarla y dejarla absolutamente libre, por la razón de que su principio directivo se hallaba en el mercado o libre concurrencia, y con este principio habría de regirse mejor que con cualquier entendimiento creado. Pero la libre concurrencia, aun cuando contenida dentro de ciertos límites es justa y sin duda útil, no puede ser en modo alguno la norma reguladora de la vida económica; y lo probó demasiado la experiencia cuan­do se llevó a la práctica la orientación del espíritu individualista. Es, pues, completamente necesario que se reduzca y sujete de nuevo la economía a un verdadero y eficaz principio directivo".40

En efecto, el capitalismo global y hegemónico, defendido como única res­puesta al problema social, está en crisis: su teología del mercado, su fe economicista, su exaltación del egoísmo personal, de la libertad individual, su racionalismo y rechazo a la ética objetiva, su prédica hedonista que considera el máximo bienestar económico como explicación última del comportamiento hu­mano, está originando una cultura despersonalizada y despersona.IizmJ.te, donde las desigualdades sociales se agrandan, la ecología ambiental y humana no importan y el número de marginados es cada vez mayor.

Si, como muchos afirman, la religión del mercado toca a su fm, es la hora de revalorizar y de reconstruir el papel del Estado (y de la Política). Pero hay que advertir que ello debe hacerse promoviendo y vigorizando, a la vez, una economía de mercado libre y ordenada, porque esta economía es el instrumento propicio y necesario para reconducir el orden social y económi­co hacia la promoción del auténtico desarrollo humano.

39 Ciedla-Fundación Konrad Adenauer: obra citada, pág. 24. 40 Pío XI: Quadragesimo anno, 88.

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CAPÍTULOS EMPRESA Y GESTIÓN DEL BENEFICIO

La Doctrina Social de la Iglesia considera la libertad de la persona en el campo económico un valor fundamental y un derecho inalienable que hay que promover y tutelar. Cada uno tiene el derecho de iniciativa económica y podrá· usar legítima­mente de sus talentos para contribuir a una abundancia prove­chosa para todos, y para recoger los justos frutos de sus esfuer­zos( ... ). La empresa debe caracterizarse por la capacidad de servir al bien común de la sociedad mediante la producción de bienes y servicios útiles ( ... ). Además de esta función típica­mente económica, la empresa desempeña también una función social, creando oportunidades de encuentro, de colaboración, de valoración de las capacidades de las personas implicadas. En la empresa, por tanto, la dimensión económica es condición para el logro de objetivos no sólo económicos, sino también sociales y morales, que deben perseguirse conjuntamente ( ... ). La Doctrina Social reconoce la justa función del beneficio, como primer indicador del buen funcionamiento de la empresa ( ... ). Esto no puede hacer olvidar el hecho de que no siempre el beneficio indica que la empresa esté sirviendo adecuadamente a la sociedad ( ... ). Es indispensable que, dentro de la empresa, la legítima búsqueda del beneficio se armonice con la irrenun­ciable tutela de la dignidad de las personas que a título diverso trabajan en la misma ( ... ). El papel del empresario y del diri­gente revisten una importancia central desde el punto de vista social, porque se sitúan en el corazón de la red de vínculos técnicos, comerciales, financieros y culturales que caracterizan la moderna realidad de la empresa( ... ). Los empresarios y los dirigentes no pueden tener en cuenta exclusivamente el objetivo económico de la empresa, los criterios de la eficiencia econó­mica, las exigencias del cuidado del capital como conjunto de medios de producción: el respeto concreto de la dignidad hu­mana de los trabajadores que laboran en la empresa, es tam­bién su deber preciso.

COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL

DE LA IGLESIA, 336, 338, 340 Y 344.

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En el circuito lógico de todo proceso económico intervienen dos unida­des básicas fundamentales: la ''unidad de consumo", formada por las fami­lias que demandan bienes y servicios para la satisfacción de sus necesidades, y la "unidad de producción" o empresas, quienes producen y ofrecen esos mismos bienes y servicios.

l. Empresa: concepto

Podemos definir a la empresa como "( ... ) aquella organización de facto­res de producción (bienes naturales, trabajo y técnica) que tiende a producir mercancías o a la prestación de servicios destinados a la concurrencia en el mercado guiada por el deseo de lucro ( ... ). El beneficio del capital es el fm inmediato al que tiende la empresa, y la satisfacción de las necesidades el medio para alcanzarlo."' "La empresa tiene como fm propio e inmediato, la producción de riquezas.'oz

Ahora bien, este concepto de empresa supone el de una organización que es llevada a cabo por el empresario, persona que -como afirmó el P. Julio Meinvielle-- está dotada de inteligencia práctica, de ascendencia y autoridad natural, de sensibilidad comercial y espíritu de riesgo. El empresario, agente clave de la organización, es el que cuenta con un capital o riqueza preexistente que decide invertir para poner en marcha la empresa, y lo hace motivado por un impulso natural proveniente de sus talentos y capacidades individuales, y por el beneficio que busca a través de su actividad empresarial.

Desde el punto de vista de la ética social y cristiana, vale tener presente algunos principios aplicables a la organización empresarial: a) Dicha organización gira en tomo a la persona humana; considerada "prin­

cipio, sujeto y fm de todas las instituciones sociales";3

b) La empresa es una organización intermedia, en donde la iniciativa priva-. da busca, mediante la asociación del capital y del trabajo, la satisfacción

de determinados fines que la persona humana en forma individual no podría concretar. Como para el resto de las organizaciones sociales inter­medias, rige también en el ámbito de la empresa el principio de subsidiariedad, por cuanto el Estado debe, mediante adecuadas políticas

1 Johannes Messner: Ética social, polltica y económica a la luz del derecho natural, Rialp, Madrid, 1967, págs. 1.278-79.

1 Julio Meinvielle: Conceptos fundamentales de economla, Ed. Nuestro Tiempo, Buenos Aires, 1953, pág. 124.

3 Gaudium et spes, Nro. 25.

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económicas, promover, incentivar y estimular la iniciativa privada en orden a la producción de bienes y servicios para la mejor satisfacción de las necesidades humanas.

e) Coexisten en la empresa el capital y el trabajo, pero las relaciones dentro de la misma deben establecerse, superando toda lógica economicista, entre agentes de producción y no entre simples factores de la producción.4 Es cierto que desde el punto de vista de la organización económica, como afirmó el P. Julio Meinvielle "( ... )el empresario-capital obtiene primacía sobre el personal contratado porque es responsable de la empresa y de la producción, toma la iniciativa de crear riquezas, acomete el riesgo de la aventura de la empresa, contrata trabajo asalariado y mantiene, en todo momento, su autoridad dentro de la empresa".' No obstante ello, prosigue Meinvielle, toda superioridad supone responsabilidad, razón por la cual el empresario no puede ni debe imponer condiciones abusivas en la organiza­ción del trabajo en perjuicio de sus dependientes.

Ahora bien, entendido el hombre como causa eficiente y final de todo el proceso productivo y desde el punto de vista de la subjetividad del trabajo humano, debe señalarse la primacía del hombre frente a las cosas. Por tanto, el capital, la técnica, el dinero, no son más que medios, instrumentos a él subordinados. Expresó Juan Pablo 11: "El hombre como sujeto del trabajo, e independientemente del trabajo que realiza, el hombre, él solo, es una perso­na( ... ); a la luz de esta verdad, se ve claramente que no se puede separar el capital del trabajo, y que de ningún modo se puede contraponer el trabajo al capital ni el capital al trabajo". Más aún, destacó el Papa, desde un enfoque personalista de la cuestión y como presupuesto del orden moral social, el ''principio de la prioridad del trabajo respecto al capital".6

d) Existe una participación en la gestión de la empresa por parte de todos los agentes que componen la misma, debiendo quedar a salvo en todo momento la unidad de dirección. De modo tal que esta participación no se compadece con la cogestión, entendida esta como un derecho natural a la coadministración y a la codecisión de los obreros y empresarios o dueños del capital. "Por todo ello, teniendo en cuenta las funciones de cada uno, propietarios, administradores, técnicos, trabajadores, y quedan­do a salvo la unidad de necesaria dirección, se ha de promover la activa

4 Cfr. Cannelo E. Palumbo: Guia para un estudio sistemático de la Doctrina Social de la Iglesia, 4ta Edición, Ed. CffiS, Buenos Aires, 2004, pág. 362.

'J. Meinvielle: obra citada, pág.l41. 6 Juan Pablo 11: Laborem exercens, Nros. 12-15.

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participación de todos en la gestión de la empres~ según formas que habrá que detenninar con acierto". 7

e) En lo que refiere a la gran empresa, esta es necesaria en detenninadas explotaciones industriales (siderurgia, petróleo, etc.), asi también, penni­te una creciente capitalización, en la medida en que la producción en gran escala hace posible el aprovechamiento al máximo de los costos decre­cientes y de la máxima capacidad instalada de producción.

Pero también es cierto que la gran empresa adolece de limitaciones económicas (aumento desproporcionado de costos fijos, altos costos de fi­nanciación del capital, etc.) y de limitaciones sociales, puesto que tiende a convertirse en impersonal, en desmedro de la convivencia comunitaria de quienes la componen. Asimismo, se corre el riesgo de mecanizar el trabajo humano considerando a la persona como un engranaje más del sistema, y el peligro de debilitar el control estatal por el poderlo económico de las gran­des estructuras empresariales (oligopolios; trust, carteles).

Por ello, y conforme con el fin social de la economía, se debe fomentar la creación de empresas pequeñas y medianas, en tanto la productividad de las mismas sea igual o mayor que la de la gran empresa. El bien común exige -afl.rmó Messner- una gran cantidad de explotaciones en las que la propie­dad y el trabajo estén vinculados de forma inmediata, puesto que la propie­dad es la mayor garantía de un ordenamiento social consolidado. También exige el máximo de difusión de la propiedad privada bajo la forma de explo­taciones pequeñas y medianas, pues ello tiene un efecto estabilizador en el ordenamiento social y económico. 8

l. Gestión del beneficio y compromiso social de la empresa

Resulta claro que el marco de acción específico de la empresa es una "economía de beneficio". En esta economía la empresa persigue la búsqueda de una ganancia o utilidad que le permite subsistir, progresar y enriquecerse. El medio para procurar esta utilidad será la satisfacción de necesidades de la comunidad. Dicha satisfacción es la finalidad de la economía social y el fundamento de toda actividad económica.

El P .Julio Meinvielle contrapuso este concepto de economía de benefi­cio al de economía de subsistencia, es decir, aquella en la que el productor

7 Gaudium et spes, Nro. 68. 8 Johannes Messner: obra citada, págs. 1.290 y 1.421 y sgtes.

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de bienes y servicios ·sólo busca mantener su situación económica, y al de economia de servicio, en la que el productor, antes que buscar su propia utilidad, busca la del prójimo y de la sociedad. En la economía de beneficio, el prodúctor no solo buscar subsistir, sino además, progresar y enriquecerse. Por eso afinnó el P. Jwio Meinvielle: "Es cierto que el empresario no debe buscar el lucro o beneficio de la empresa como un fm último y supremo; pero también es cierto que debe buscarlo, mientras con ello no viole deberes más altos, impuestos por la común convivencia, y debe buscarlo, como obje­tivo propio y específico de la empresa ( ... ). Al crear la empresa nueva riqueza se justifica que sobre ella perciba el empresario un beneficio ( ... ). No hay duda de que el empresario ha de subordinar esta búsqueda del bene­ficio, que en sí es legítima, a las instancias superiores del bien común, pero si ha de subordinarla es porque antes ha de buscarla".9

Una primera consideración ética acerca de la gestión del beneficio em­presarial nos indica entonces que la ganancia o beneficio no debe convertirse en el fin último y supremo de la: empresa: siendo su objetivo propio y específico, debe subordinarse al bien común de la sociedad. Toda la riqueza creada por la empresa debe estar puesta al servicio del hombre, teniendo en cuenta sus exigencias materia:les y espirituales.

Este beneficio empresarial tiene su fundamento y justificación en tres elementos claves: l. Capital previo: producto del ahorro de aquel que ha decidido invertir en

una actividad empresarial. Este ahorro implica una abstención de consu­mo que se canaliza hacia una inversión productiva; esta abstención y ahorro supone un esfuerzo que debe ser retribuido mediante un interés.

2. Actividad del empresario: el empresario es el responsable de la organiza­ción y conducción de la empresa. Es quien posee aquellos talentos y capacidades para poder combinar en forma óptima los distintos factores y agentes intervinientes en la producción, a efectos de incrementar la pro­ductividad y los beneficios. Esta calificada actividad propia del empresa­rio debe ser retribuida por un sueldo de dirección.

3. Riesgo empresarial: es el empresario quien asume el riesgo técnico res­pecto de la cantidad y calidad de bienes y servicios a producir, y el riesgo económico en tanto puede ganar o perder. Este doble riesgo empresarial debe ser retribuido por un beneficio puro.

9 Julio Meinvielle: obra citada, págs. 126 y 127.

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De modo tal que, interés por el capital invertido, sueldo de dirección y beneficio puro determinan el beneficio empresarial total, que debe tener su correlato en la ecuación formada por los ingresos y los costos. Obviamente, la cuantificación de este beneficio dependerá de los rendimientos obtenidos y estará condicionada por la marcha de la economía en su conjunto.

El beneficio empresarial, asi fundamentado, es legitimo y necesario, por cuanto, además de retribuir un servicio a la comunidad, sirve de estimulo a la actividad empresarial para que pueda cumplir de mejor forma su finalidad: producir los bienes que la comunidad necesita y, de esta manera, hacer viable el fin social de la economía: la satisfacción plena y conveniente de las necesidades materiales del hombre.

Cuadra destacar también la importancia social de este beneficio empre­sarial, por cuanto: 1) permite generar nuevos capitales, que podrán aplicarse a nuevos puestos de trabajo o a la creación de nuevas empresas; 2) es un estimulo a la competencia en el mercado, favoreciendo la eficiencia e inno­vación tecnológica; 3) la mayor productividad económica permitirá pagar mayores impuestos, que deben redundar a favor de la comunidad en su conjunto.

Ahora bien, el beneficio empresarial será legitimo en la medida en que se procure por medios legitimos. El empresario puede caer en conductas incorrectas desde el punto de vista ético y moral a efectos de obtenerlo. Entre otras podemos mencionar: 1) respecto de la comunidad, estableciendo precios indebidamente altos; vendiendo mercaderia adulterada; publicidad deshonesta; influencias sobre el poder politico para obtener prebendas o alterar las reglas de juego en provecho propio (forma de corrupción econó­mica muy difundida), atentando contra la protección del medio ambiente; 2) respecto del Estado, no cumpliendo con las obligaciones fiscales y previsionales, con las disposiciones laborales, cambiarlas; 3) respecto de los dependientes, con la fijación de retribuciones injustas, malas condiciones de trabajo; 4) respecto de otras empresas, conductas monopolisticas, competen­cia ilicita, tendientes a desplazar a los competidores del mercado.

Todas estas conductas no legitiman el beneficio obtenido ya que, en tales casos, habrá sido el resultado de la aplicación de medios ilicitos.

Otra consideración que debe hacerse acerca del beneficio empresarial es la que refiere a su destino, a cómo se distribuye esa riqueza generada por todos los que colaboran en la empresa, esto es, empresario, técnicos, profesionales y empleados u operarios. Parte del beneficio será aplicado al uso y disfrute personal del titular o titulares de la empresa (retribución al empresario, lucro

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personal), el resto podrá tener el siguiente destino: 1) ser invertido en la misma empresa o en una nueva empresa, canalizándose así las utilidades al proceso productivo y posibilitando la creación de nuevos puestos de trabajo, la plena ocupación de todos los factores y una inayor productividad económica y so­cial. Esto requerirá condiciones macroeconómicas que favorezcan el ahorro y la inversión productiva (tasas de interés, presión tributaria, seguridad jurídica, etc.) y un marco de ordenamiento general de la economía que promueva el trabajo y la producción (función del Estado); 2) ser invertido en el sistema financiero, lo cual es también necesario, puesto que la economía, para su mejor desenvolvimiento, necesita un adecuado mercado de capitales. Pero aquí también vale destacar la importancia de un debido marco económico que ponga ese mercado de capitales al servicio de la economía de producción y no de la especulación fmanciera. 3) podrá también ser atesorado, pero el excesivo atesoramiento puede ser grave, especialmente en economías subdesarrolladas o en vías de desarrollo, donde hacen falta en mayor medida capitales producti­vos que posibiliten la plena ocupación de los agentes y factores de la produc­ción; 4) por último, parte de ese beneficio podrá ser distribuido entre quienes han colaborado para su obtención. La equitativa participación de los emplea­dos y obreros en la utilidad de la empresa (premios por productividad, porcen­taje de participación, Salarios flexibles, etc.) redunda en beneficio de la misma empresa y en beileficio de la comunidad toda, por cuanto mejora la situación del· trabajador, facilita el acceso a la propiedad y promueve el crecimiento económico por su efecto multiplicador.

En referencia al destino que puede ·tener este beneficio empresarial, creemos oportUno traer a colación las enseftanzas de la Doctrina Social de la Iglesia. Afirmó Pío XI respecto de las ''rentas libres": ''Tampoco quedan en absoluto al arbitrio del hombre los réditos libres, es decir, aquellos que no le son necesarios para el sostenimiento decoroso y conveniente de su vida, sino que, por el contrario, tanto la Sagrada Escritura como los Santos Padres de la Iglesia evidencian con un lenguaje de toda claridad que los ricos están obli­gados por el precepto gravísimo de practicar la limosna, la beneficencia y la liberalidad ( ... ). Ahora bien, partiendo de los principios del Doctor Angéli­co, Nos colegimos que el empleo de grandes capitales para dar más amplias facilidades al trabajo asalariado, siempre que este trabajo se destine a la producción de bienes verdaderamente útiles, debe considerarse como la obra más digna de la virtud de la liberalidad y sumamente apropiada a las necesi­dades de los tiempos" }0

10 Papa Pio XI: Quadrage.simo anno, Nros. SO y S l.

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3. Conclusiones acerca del beneficio empresarial

a) El beneficio empresarial exige un ordenamiento de mercado y una ade­cuada valoración social. Esto es, la función ordenadora del Estado de instrumentar políticas macroeconómicas que favorezcan y estimulen el ahorro, la inversión productiva, la difusión de la pequeft.a y mediana empresa. y de procurar el marco jurídico adecuado a efectos de movilizar capitales productivos hacia el crecimiento y desarrollo de la economía nacional. Cabe también a las organizaciones intermedias, especialmente las empresariales y sindicales, el compromiso de promover ese debido ordenamiento. A la sociedad toda cabe la responsabilidad de valorar la misión del empresario y su gestión del beneficio, ya que sin ellos no hay crecimiento ni desarrollo posible. Al respecto afirmó Juan Pablo 11 en su alocución a los empresarios argentinos: " ( ... ) el grado de bienestar del que goza hoy la sociedad. seria imposible sin la figura dinámica del empresario, cuya función consiste en organizar el trabajo humano y los medios de producción para dar origen a los bienes y servicios ( ... ); una empresa respetuosa de estas finalidades sociales exige, evidentemente, un modelo de empresario profundamente humano, consciente de sus debe­res, honesto e imbuido de hondo sentido social que lo haga capaz de rechazar la inclinación hacia el egoísmo, para preferir más la riqueza del amor que el amor a la riqueza". 11

b) El beneficio empresarial debe estar subordinado al bien común. Esto significa que el anhelo de ganancia no debe servir exclusivamente al empresario, sino que debe estar al servicio de la comunidad toda. Ello lleva a concluir que hacer una empresa no es simplemente "hacer un buen negocio", por el contrario, supone asumir serias responsabilidades y un fuerte compromiso social. Este compromiso comunitario va de la mano de la búsqueda de beneficio a largo plazo, a través de la conquista estraté­gica de mercados, la mejor satisfacción de necesidades, la mejor atención del cliente, y de inversiones productivas que redunden en una mayor utilidad social.

e) La ley del beneficio no puede ser la ley suprema para guiar las relacio­nes dentro de la empresa y de la empresa con la sociedad El principio de mayor eficiencia y productividad no debe ser la única condición del beneficio. Este debe ser complementado por el principio de suficiencia económica, que supone la atención plena de las necesidades de los distin-:-

11 Juan Pablo ll: Discurso a los empresarios, Luna Parle, 10-4-1987.

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tos agentes económicos que participan en la generación de riquezas den­tro de la empresa y de la comunidad en su conjunto. Por lo cual puede decirse que, si bien no hay función social sin éxito (beneficio) económi­co, también es cierto que no hay viabilidad económica a mediano y largo plazo en una comunidad insatisfecha, esto es, sin una adecuada función social por parte de la empresa que permita la atención plena y convenien­te de las necesidades. Esta suficiencia económica supone también una escala de prioridades en cuanto a bienes a producir, ya que no todos son igualmente útiles y necesarios (bienes superfluos), y un debido respeto a la naturaleza y recursos naturales (ecología ambiental). La creación de necesidades superfluas (deseos) en procura de mayores beneficios confi­gura la típica sociedad materialista y consumfstica que ahoga y sofoca la dimensión espiritual del hombre y la propia "cultura del ser". El no respeto del medio ambiente con iguales finalidades compromete la sub­sistencia y el desarrollo de futuras generaciones.

d) El beneficio debe someterse a criterios éticos y morales. Siendo legítimo y necesario, el beneficio tiene razón de medio y no de fin. La empresa no puede renunciar a la búsqueda del beneficio, pero debe someter la misma a preceptos éticos y morales, como el principio de solidaridad social que implica la determinación firme y perseverante de empeflarse por el bien común. Es este compromiso y vínculo comunitario el que permite vencer el afán de ganancia exclusiva, verdadero obstáculo al auténtico desarrollo.12

e) Ser empresario supone asumir un fuerte compromiso social y una firme rectitud moral. Este compromiso y esta actitud permiten rescatar el valor ético de todo aquello que contribuye a crear riquezas y bienestar social. Esto supone no quedar sofocado por la ley del beneficio, sino estar dispo­nible y abierto a otros valores superiores, como la familia, la sociedad, la cultura, Dios. Ello permitirá dar al trabajo empresarial su sentido verda­dero y su justa medida. 13

Por último, concluimos estas consideraciones sobre el beneficio empre­sarial con las enseñanzas de Juan Pablo II sobre esta materia:"( ... ) la fmali­dad de la empresa no es simplemente la producción de beneficios, sino más bien la existencia misma de la empresa como comunidad de hombres que, de diversas maneras, buscan la satisfacción de sus necesidades fundamentales y constituyen un grupo particular al servicio de la sociedad entera. Los benefi­cios son un elemento regulador de la vida de la empresa, pero no el único,

12 Juan Pablo ll: Soliccitudo rei socialis, Nro. 37. 13 Juan Pablo ll: Mensaje a empresarios y obreros, Verona, Italia. 1988.

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junto con ellos hay que considerar otros factores humanos y morales que, a largo plazo, son por lo menos igualmente esenciales para la vida de la empresa". 14

4. Empresa y gestión del beneficio en las distintas culturas capitalistas

No caben dudas de que el sistema de organización de la producción tendrá sus variantes conforme a los valores y doctrinas económicas que inspiran al modelo capitalista. Mucha literatura se ha escrito sobre los dife­rentes modelos capitalistas15 y el sustento antropológico y cultural de cada uno de ellos. Básicamente, se distingue el modelo capitalista anglosajón del renano-comunitario. En cada uno de ellos, por cierto, el modelo de empresa y la gestión del beneficio también son diferentes.

El capitalismo anglosajón, fundado en la exaltación de los valores indi­viduales, en el éxito individual y en la maximización de los beneficios perso­nales; la empresa se caracteriza por el afán de lucro indefmido, el privilegio que le asigna al capital y a la figura del empresario (individualista y autosuficiente) y por considerar al trabajo como una mercancía más, que se retribuye en función de su productividad o rendimiento.

El capitalismo renano-comunitario, fundado en la exaltación de los valores. comunitarios, en la responsabilidad social, el trabajo en equipo, lealtad y objetivos comunes; la empresa se caracteriza por un clima de cooperación que une la dirección con la base. Los beneficios son el resul­tado de la gestión y no su único y principal objetivo. Existe, además, cooperación entre empresas y gobierno (colusión) en la consecución de los grandes objetivos nacionales.

No obstante esta diferente concepción de la empresa conforme a las distintas culturas capitalistas, en la economia contemporánea cada vez hay más conciencia del compromiso social y del rol protagónico que la empresa tiene en tomo a la comunidad donde desarrolla su gestión.

Así lo demuestra un estudio realizado en la Facultad de Ciencias So­ciales y Económicas de la Universidad Católica Argentina16 que da cuenta

1• Juan Pablo 11: Centesimus annus, Nro. 3S. u Cfr. Michel Albert: Capitalismo contra capitalismo, Ed Paidós, 1992; Lester Thurow:

La guerra del siglo XXI, Ed. Vergara, Buenos Aires, 1992; HampdCIJl-Tumer y Trompenaars: Las siete culturas del capitalismo, Ed. Vergara, Buenos Aires, 199S.

16 Beatriz Balian de Tagtachian: Responsabilidad social empresaria: un estudio empíri­co de 147 empresas, Documentos de Trabajo Serie F, Nro. 1, Facultad de Ciencias Sociales y Económicas, Universidad Católica Artgentina, julio de 2004.

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de la incorporación del concepto de responsabilidad social empresaria, entendido éste como la satisfacción de expectativas éticas, legales, comer­ciales y públicas que la sociedad deposita en las empresas. La investiga­ción demuestra que, frente a los valores dominantes en la empresa capita­lista tradicional en. relación a la finalidad y estrategia empresarial, como la búsqueda de beneñcio económico, el deseo de adquirir y poseer y la conse­cución de resultados1 se van imponiendo valores emergentes como el servi­cio a la sociedad, el afán de crear y compartir y la realización de princi­pios. La difusión de este concepto de responsabilidad social empresaria se evidencia también en la aparición de organizaciones como la Business Social Responsibility (EE.UU.) y Ethos (Brasil), dedicadas específicamente a la promoción de este nuevo concepto de comportamiento empresarial, tratando de cuantificar el mismo a través del Índice de Responsabilidad Empresarial. Cabe también destacar en este punto el denominado balance social, que intenta cuantificar y registrar los proyectos y acciones sociales de la empresa.

Señala también el estudio mencionado que el concepto de responsabili­dad social empresari~ presenta distintos matices Algunos lo vinculan con aquellos valores o actitudes que favorecen la convivencia social y el desarro­llo económico, com,o el "capital social" o el "capital cultural"; otros obser­van que lo social es algo que se agrega a la empresa, en virtud de lo cual esta tratará de realizar acciones tendientes a mejorar la imagen con los emplea­dos, clientes y comunidad, realizando, en este último aspecto, aportes pun­tuales a otros sectores diferentes al propio. Pero también la responsabilidad social de la empresa es entendida como una nueva cultura empresarial, algo intrínseco a la empresa misma que la lleva a asumir un firme compromiso en la promoción del bien común.

En una obra de reciente aparición y referida a la misión y los valores en la empresa, sus autores rebaten el enfoque economicista en virtud del cual el objetivo de la empresa se limita a "maximizar" el valor de los accionistas. Expresan: "A fines de esa década {aftos setenta) se instala el concepto de maximización de beneficios a partir de la difusión de las ideas de Milton Friedman, hasta el extremo de generalizar la enseílanza de que el principal y único beneficiario de las empresas son los accionistas". 17

Y apuntan varias razones de las negativas consecuencias que trae aparejada esta visión reduccionista y economicista, que deteriora el sentido

17 Alberto Ballvé y Patricia Debeljuh: Misión y valores, la empresa en busca de su sentido, Grupo Editorial Planeta/Gestión, 2000, Buenos Aires, 2006, pág. 180.

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de la empresa frente a los que trabajan en ella y frente a la sociedad: 1) es inequitativa para el resto de los actores sociales involucrados; 2) concentra a los directivos en los resultados, que son los efectos, y no en las causas que lo generan; 3) promueve comportamientos directivos no deseados para la empresa y la sociedad; 4) genera lDl uso ineficiente de los recursos, por la disparidad entre capacidades gerenciales y propiedad de los fondos; 5) es autodestructiva para el mismo empresario y poco motivante para la gente que trabaja en la empresa.

Aftaden los autores que di:ffcilmente estos problemas puedan solucionarse o compensarse por vía de la filantropía, o como ha dado en llamarse ahora "el fenómeno del filantrocapitalismo",11 por cuanto: 1) nlDlca el dinero dedicado a estas actividades por parte de la emp1esa va a ser significativo o suficiente; 2) no es la mejor forma de divulgar lDl8 cultura del trabajo; 3) se corre el riesgo de que las acciones· sociales se conviertan en lDl8 mera estrategia de marketing y de relaciones públicas.

Concluyen en este plDlto afirmando: "El enfoque que estamos planteando es superador en la medida que la empresa logre generar lDl bien social y transmitir valores a través de su negocio básico, para el que naturalmente ha sido formada. Partimos de la base de que lDl8 empresa apoyada en una sólida misión, que cubra lDl8 necesidad social de la comlDlidad y que promueva valores, no se opone a la consecución del beneficio económico sino que lo potencia, generándole a la empresa como organización humana muchas ventajas ( ... )". 19

S. lmportanda de la pequela y mediana empresa en el proceso económico y sodal

Como habíamos expresado anteriormente, conviene a la economía so­cial la mayor cantidad de empresas pequeftas y medianas, siempre que ello esté de acuerdo con las exigencias de la productividad económico-social y con el bien común de la sociedad.

Países como Alema:iria y Japón han asignado lDl lugar destacado a la pequefia y mediana emptesa en el proceso económico y social. En el caso de Alemania, la estructura equilibrada de pequeftas y medianas empresas ha sido lDl factor de estabilidad importante. Para ello ha contado con instrumen-

•• La Nación, 23 de julio de 2006. 1' Alberto Ballv~ y Patricia Debeljub: obra ciúu/4, pág. 183.

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tos de política económica favorables y ayuda concreta por parte del Estado. "El soporte principal de la política de la mediana empresa es el Estado y los Lander. Pero existe además un gran número de asociaciones y organizacio­nes económicas que se han puesto a fomentar la mediana empresa (cámaras de oficios, comercio minorista, asesoría económica para el comercio mino­rista, cámaras de industria y comercio)".20

Según JETRO (Japan Externa! Trade Organization), las pequeñas em­presas son la sangre que vivifica la economía del· Japón. Javier Villanueva afinna que la política japonesa, en referencia a la pequeña empresa, se concentra en cuatro puntos clave: 1) plan de modernización de la pequeña y mediana empresa; 2) fortalecimiento de la situación fmanciera de los peque­ños negocios; 3) programa para el acceso de las pequeñas y medianas empre­sas a la gestión de gobierno; 4) políticas especialmente dirigidas a las peque­ñas y medianas empresas que tengan menor ventaja relativa respecto de las demás. A su vez, existe una agencia estatal que actúa como guía y fuente de fmanciamiento. "Para procurar la superación de los problemas en las peque­ñas y medianas empresas (nivel de productividad,,participación tecnológica, adaptabilidad a los cambios, etc.) el gobierno de Japón sancionó en 1963 una ley básica para las pequeñas y medianas empresas como sustento de la política estatal para este tipo de empresas, tratando de lograr mejoras en la productividad, la eliminación de desventajas y elevar la posición socioeconómica de los empleados de estas empresas".21

Por citar otros ejemplos, en los últimos treinta años la pequeña y media­na industria ha tenido un rol protagónico en el proceso de industrialización italiano, principalmente en el empleo de mano de obra y en la contribución al agregado industrial. En este país, las pequeñas y medianas empresas se encuentran interconectadas con otras y la subcontratación está fuertemente difundida. De igual fonna, en México, Taiwán, Corea del Sur y Canadá, el desarrollo de la pequeña y mediana empresa ha sido un capítulo especial de la política de gobierno, llevado a cabo mediante programas de apoyo especí­fico y de promoción.

Ahora bien, sin desconocer la necesidad de la gran empresa en determi­nadas explotaciones y las ventajas de una producción en gran escala y el

2° CIEDLA, Revista Contribuciones 1191, Fundación Adenauer: La importancia de la pequeña y mediana empresa en la economia social de mercado, Wim Kosters.

21 Javier Villanueva: Las pequeñas y medianas empresas: las experiencias previas y las perspectivas en la década de los noventa", m Congreso de las PYME, Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Capital Federal, noviembre 1993.

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mejor aprovechamiento de la capacidad de producción instalada, los cam­bios producidos en la economía mundial en los últimos años hacen que la pequefia y mediana firma cobre hoy importancia, por su mayor flexibilidad ante el cambio y los nuevos desafios. Por otra parte, y como la experiencia de los países antes mencionados demuestra, la mayor cantidad de pequeñas y medianas empresas representa un factor de estabilidad social y económica y, a la vez, un fuerte obstáculo a la concentración del poder económico, permi­tiendo así mejores condiciones para la competencia.

Desde la perspectiva de la economfa social cabe destacar la responsabi­lidad de las organizaciones empresariales y del Estado, que deben actuar subsidiariamente promoviendo la pequefia y mediana empresa.

Respecto de las asociaciones empresariales (cámaras, centros comercia­les, federaciones, etc.), toca a ellas brindar el apoyo logístico, principalmen­te en lo que se refiere a la capacitación de personal y del empresario, aseso­ramiento integral de la empresa, acceso a tecnologías de punta, fomentando una mejor articulación con universidades, centros de investigación y sector productivo. Así también, les toca ejercer una mejor representación ante los poderes públicos en defensa de los intereses sectoriales, la consecución de mayor y mejor fmanciación para la obtención de infraestructura y capital de trabajo. Estas instituciones deberán, además, llevar a cabo una tarea de coor­dinación, centrada en la necesidad de promocionar a la pequeña y mediana empresa, especialmente en aquellas regiones más rezagadas económicamen­te, propiciando así una auténtica integración nacional.

Pero para hacer viable esta subsidiariedad, el Estado debe asumir su responsabilidad conforme a las exigencias del bien común, ya que la verda­dera promoción de la pequeña y mediana empresa no se resuelve solamente con financiamiento, antes bien, se necesita una política integral de creci­miento. Esta polftica integral debe abarcar tanto una polftica industrial, que incentive la inversión y la generación de empleos, como una clara política de desarrollo regional, que contemple la promoción de este tipo de empresas.

El rol protagónico del gobierno y la cooperación pública-privada son elementos fundamentales para la creación de un ambiente favorable a las empresas privadas y al desarrollo competitivo; así también, la acción subsi­diaria del Estado y de las organizaciones intermedias son esenciales en orden a la capacitación de recursos humanos, investigación y desarrollo, tecnología e infraestructura.

Podemos decir entonces, y a modo de síntesis, que desde una perspecti­va ética y cristiana la empresa debe ajustarse a las siguientes presupuestos

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esenciales22: a) la empresa se ordena al servicio de la persona humana, causa

eficiente y fmal de todo el proceso económico y, a la vez, sujeto, fundamen­to y fm de todas las instituciones sociales; b) la empresa es un cuerpo intermedio, que supone la función subsidiaria del Estado; e) coexisten en la empresa el capital y el trabajo, y las relaciones dentro de la misma se esta­blecen entre agentes y no entre simples factores de producción; d) el empre­sario es el agente clave de la organización de la producción, estableciéndose a partir de él una jerarquía funcional, que sirve de base para la calificación objetiva y diferencial de las distintas tareas; e) existe una participación en la gestión de todos los agentes que componen la empresa, salvando siempre la unidad de dirección; t) la empresa se ordena a la producción de bienes y servicios y a la obtención de beneficios, siendo éstos legítimos y necesarios para su cometido específico; g) se ha de promover la pequei'la y mediana empresa como factor de estabilidad económica y social, sin soslayar la im­portancia de la gran empresa, en orden a la productividad económico-social y a las exigencias del bien común.

A ello puede agregarse que, si bien el ámbito propio de la gestión empresarial es la economía de beneficio, los beneficios empresariales deben servir de estímulo necesario y suficiente para que la empresa asuma su compromiso social y desarrolle su gestión, promoviendo de mejor forma el bien de la comunidad.

22 Cfr. Carmelo E. Palumbo: obra citada, págs. 369 y sgtes.

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CAPÍTUL09

EL TRABAJO HUMANO, CLAVE DE LA CUESTIÓN SOCIAL

El trabajo debe ser honrado porque es fuente de riqueza, al menos, de condiciones para una vida decorosa y, en general, instrumento eficaz contra la pobreza. Pero no se debe ceder a la tentación de idolatrar/o, porque en él no se puede encon­trar el sentido último y definitivo de la vida. El trabajo es esencial, pero es Dios, no el trabajo, la fuente de la vida y el fin del hombre ( ... ). Con el trabajo y la laboriosidad, el hom­bre, partícipe del arte y de la sabiduría divina, embellece la creación, el cosmos ya ordenado por el Padre, suscita las energías sociales y comunitarias que alimentan el bien co­mún, en beneficio sobre todo de los más necesitados ( ... ). El hecho religioso confiere al trabajo humano una espiritualidad animadora y redentora. Este parentesco entre trabajo y reli­gión refleja la alianza misteriosa, pero real, que media entre el actuar humano y el providencial de Dios ( ... ). El domingo es un día que se debe santificar mediante una caridad efecti­va, dedicando especial atención a la familia y a los parientes, así como también a los enfermos y a los ancianos ( ... ). Las autoridades públicas tienen el deber de vigilar para que los ciudadanos no se vean privados, por motivos de productivi­dad económica, de un tiempo destinado al descanso y al culto divino ( ... ). El trabajo es un bien de todos, que debe estar disponible para todos aquellos capaces de él. La plena ocupa­ción es, por tanto, un objetivo obligado para todo ordena­miento económico orientado a /ajusticia y al bien común( ... ). Teniendo en cuenta las dimensiones planetarias que han asu­mido vertiginosamente las relaciones económico-financieras y el mercado de trabajo, se debe promover una colaboración internacional eficaz entre los Estados, mediante tratados, acuerdos y planes de acción comunes que salvaguarden el derecho al trabajo, incluso en las fases más críticas del ciclo económico, a nivel nacional e internacional.

COMPENDIO DE LA DocTRINA SOCIAL

DE LA IGLESIA, 257, 266, 285, 286, 288 Y 292.

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La problemática actual del trabajo humano no puede abordarse ni enten­derse cabalmente si no es a partir de los presupuestos filosóficos que funda­mentan la moderna sociedad y la nueva economía, a la luz de las profundas transformaciones y de los grandes cambios operados en el sistema tecnoeconómico. Como veremos, la lógica pragmática-economicista y el eficientismo prevalecientes en la sociedad tecnocéntrica actual tienen graves implicancias sobre el trabajo humano, problemática que se presenta como una de las asignaturas pendientes del modelo capitalista global.

En efecto, después de la caida del Muro de Berlín, la democracia capita­lista se presenta como paradigma absoluto de la aldea global para el desarro­llo de los pueblos y naciones. Sin embargo, la polarización social, no sólo en términos de riqueza sino también de conocimiento, la pobreza, el desempleo y la marginación social son problemas aún no resueltos por el modelo capita­lista hegemónico. Desde distintos ámbitos se alzan voces en tal sentido. Así, por ejemplo, Francis Fukuyama babia profetizado El fin de la historia ( 1992), y que la democracia y el capitalismo liberal eran los únicos caminos a seguir; diez años después escribe El fin del hombre (2002), reconociendo que el desborde del progreso científico y tecnológico ocasionado por el actual capitalismo está desnaturalizando al hombre. Carlos Moyano Llerena afirmó que en lugar de hablar del fm de la historia, dada la plenitud del capitalismo, hay circunstancias que hacen pensar que se acerca el fin del capitalismo, ya que se desintegrará gradualmente, como ocurrió con el feu­dalismo, en virtud de los problemas actuales no resueltos: desocupación, pobreza y desigualdades sociales. 1

Por cierto, los datos estadísticos que surgen de la propia realidad econó­mica y social corroboran estas afirmaciones: 1) mundo: si bien en la década de 1990 se redujo la pobreza, persiste un alto nivel de concentración econó­mica y una agudización de la brecha entre ricos y pobres;2 2) América Latina: región que registra la mayor desigualdad distributiva y en donde el número de pobres ha aumentado en términos absolutos: de doscientos millo­nes a doscientos veinticinco millones de pobres, de los cuales cien millones son indigentes (1990-2003);3 3) La Argentina: entre 1975 y 2003 (democra­cia mediante) la brecha entre el 20% más rico y el 20% más pobre creció más de dos veces; la desocupación pasó del 3,9% en 1983 a casi el22% en

1 Carlos Moyano Llcrena: Jockey Club de Buenos Aires, 1994. 2 Cfr. Infonne Banco Mundial 2002 y PNUD 2002. 3 Infonne de Coyuntura Económica, Nro. 88, CPCEPBA, diciembre de 2003.

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2002, y la participación de la clase trabajadora en el ingreso nacional pasó del 50% en 1975 a apenas 15% en 2002.4

Es por ello que Juan Pablo II, respecto de la problemática del trabajo y del empleo, afirmó que este es uno de los temas centrales de la cuestión social actual. Así se expresó: "( ... )el trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial, de toda la cuestión social, si tratamos de verla verdaderamen­te desde el punto de vista del bien del hombre. Y si ( ... ) la solución gradual de la cuestión social, que se presenta de nuevo constantemente y se hace cada vez más compleja, debe buscarse en la dirección de hacer la vida humana más humana, entonces la clave, que es el trabajo humano, adquiere una importancia fundamental y decisiva". 5

1. Implicancias de algunos cambios sobre el trabajo y el empleo

Estas sociedad y economía de principios de siglo, fundadas en una lógi­ca racional eficientista, pragmática y economicista, han desvirtuado el verda­dero sentido del trabajo humano, le han quitado su finalidad trascendente y su dimensión personal y subjetiva, reduciéndolo a un simple factor de pro­ducción retribuido conforme a las leyes del mercado.

Asimismo, algunas de las características de esta nueva economía y so­ciedad condicionan gravemente al trabajo. Así, por ejemplo, el predominio de las finanzas y de los mercados financieros genera ganancias meramente especulativas no asociadas al trabajo, a la producción de bienes y servicios y al consumo. Existe un desmesurado predominio de la economía especulativa que atenta contra la economía real, provocando mayor inequidad social.

De igual forma, la lógica pragmática y economicista que fundamenta la gestión de la empresa global, cuya finalidad queda agotada en la maximización de beneficios y utilidades, repercute negativamente sobre el trabajo y su debida retribución. Es por ello que la ausencia de una valoración ética de la gestión empresarial es uno de los principales motivos por los cuales los problemas del empleo y de la justa retribución al trabajo no tienen adecuada y conveniente solución.

La mayor movilidad de capitales y el predominio de los mercados finan­cieros van asociados al hecho de que la empresa hoy se gestiona como "em­presa global", es decir, con la posibilidad de elegir y radicarse en cualquier

4 FIDE, Coyuntura y Desarrollo, Nro. 290, agosto de 2003. 5 Juan Pablo II: Laborem Exercens Nro. 3.

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punto del planeta, de fabricar y vender donde quiera y de contratar la mano de obra que quiera. Esto favorece, sin duda, a los trabajadores más calificados (del conocimiento), que acusan mayor demanda y atraen inversión, y también favorece la contratación de mano de obra barata, calificada o no.

Estas nuevas realidades del "comercio global" y de la "empresa global" demuestran que todo puede ser producido y vendido en cualquier parte del mundo, con el objetivo de minimizar costos y maximizar beneficios.

Pero afirma Goldsmith al respecto: "Será sin duda un error adoptar una política económica que hace rico a quien elimina su fuerza nacional de trabajo y transfiere su producción al extranjero, y que lo arruina si continúa empleando a su propia gente".6 Insiste este autor en la importancia de políti­cas acertadas tendientes a preservar el empleo de mano de obra nacional. En efecto, la balanza comercial de un país puede estar equilibrada en términos monetarios, pero para exportar esa cantidad empleamos menos gente (tecno­logía mediante) y otra la dejamos sin empleo por importar productos más baratos. "Por lo tanto, nuestra balanza comercial puede estar equilibrada en términos monetarios, pero si miramos más allá de las cifras encontramos que hay un desnivel en términos de empleo. Es así como exportamos empleos e importamos desocupación".'

Son necesarias la responsabilidad de Estado para generar políticas que alienten el empleo nacional, la responsabilidad de toda la sociedad y de la empresa misma, ya que tales objetivos no podrán concretarse sin la existen­cia de adecuados niveles de solidaridad interna y la toma de conciencia por parte de la empresa de su compromiso social con la comunidad.

Así también, y sin dejar de reconocer los aspectos positivos del progre­so científico y tecnológico, la realidad actual demuestra que el trabajo huma­no, hoy más que nunca, y merced al imperativo de mayor eficiencia y espe­cialización, se desvincula del proceso de ·producción y del trabajador mismo. En efecto, para algunos, estamos en presencia de una degradación total del trabajo hasta el punto de volverse desagradable o desprovisto de contenido.

2. Ambivalencia del progreso científico y tecnológico

Afirmó Juan Pablo ll: "Si el proceso mismo de someter la tierra, es decir, el trabajo bajo el aspecto de la técnica, está marcado a lo largo de la

6 James Goldsmith: La trampa, Editorial Atlántida, Buenos Aires, 1994, pág. 44. 7 James Goldsmith: obra citada, pág. 46.

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historia y, especialmente en los últimos siglos, por un desarrollo inconmen­surable de los medios de producción, entonces este es un fenómeno ventajo­so y positivo, a condición de que la dimensión objetiva del trabajo no preva­lezca sobre la dimensión subjetiva, quitando al hombre o disminuyendo su dignidad y sus derechos inalienables".8

Como expresamos anteriormente, estamos en presencia de una sociedad tecnocéntrica, cuya racionalidad eficientista y economicista ha dado un sen­tido meramente utilitario a la ciencia, a la técnica y al conocimiento humano. Esto ha invertido las cosas y desnaturalizado el trabajo, por cuanto este solo vale por sus resultados y por la mayor o menor eficiencia con que es realiza­do, denostando asf la dimensión personal y subjetiva, la dignidad y valor ético del mismo. Hemos llegado a la objetivación total del trabajo.

Esto no implica desconocer los aspectos positivos de la aparición de la máquina y del robot, ya que facilitan una mayor productividad y liberan al hombre de tareas rutinarias y repetitivas, permitiéndole mayor tiempo libre. Pero esto tiene un limite: la máquina no puede reemplazar totalmente al hombre como causa eficiente de todo trabajo. Este proceso de robotización y la búsqueda permanente de una mayor eficiencia y productividad mediante la incorporación de mayores adelantos tecnológicos (imperativos del actual sistema tecnoeconómico ), tiene -como veremos- graves connotaciones.

Los adelantos científicos y tecnológicos son queridos por el Creador para un mejor ordenamiento y perfección de la naturaleza. Pero estos adelan­tos están siendo contraproducentes para el hombre, dado que afectan la fuerza de trabajo global e imposibilitan a gran parte de la humanidad acceder a un trabajo (desempleo tecnológico), lo que significa no solo privarla de una existencia digna, sino también de realizarse como persona colaborando con la obra creadora de Dios. Decía un autor que "trabajar es vivir y la vida sin trabajo es semejante a la muerte".9

En síntesis, el progreso científico y tecnológico ha de entenderse como la posibilidad que el hombre tiene de descubrir el orden establecido por Dios en la naturaleza, dominarlo y ponerlo a su servicio y al de todos los hombres.

La técnica, entendida como el conjunto de instrumentos de los cuales se vale el hombre para su trabajo, es una aliada, pero puede convertirse en adver­saria cuando, en virtud de la mecanización del trabajo, suplanta al hombre

8 Juan Pablo ll: Laborem exercens, Nro. 10. 9 Cfr. Jobannes Haessle: El trabajo y la moral, Ed. Desclee-De Brouner, Buenos Aires,

1944.

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quitándole toda satisfacción y estímulo a la creatividad y responsabilidad per­sonal, o cuando quita puestos de trabajo a los trabajadores ocupados. 10

La exaltación de la máquina (robot) reduce al hombre a ser su esclavo. Esta es la nueva alienación que provoca la sociedad tecnocéntrica, sometiendo al hombre a las exigencias de la automatización, de la cibernética y de la robótica. Por eso afirmaba Juan Pablo IT en su primera encíclica, que el sentido de realeza del hombre sobre las cosas y sobre todo lo creado consiste "( ... ) en la prioridad de la ética sobre la técnica, en el primado de la persona sobre las cosas y en la superioridad del espíritu sobre la materia". 11

3. Desarrollo tecnológico y trabajo humano

Veamos cómo fue evolucionando el conocimiento y la técnica y cuáles fueron sus efectos sobre el trabajo, hasta llegar a desvincularlo (objetivarlo) de la persona humana.

1 Revolución Industrial, Gran Bretlllúl, 1750-1800 El conocimiento humano fue aplicado a la máquina (maquinismo) y

aparece asi una nueva sociedad en reemplazo de la agraria y gremial: la sociedad industrial. El artesano deja lugar al obrero, con un nuevo concepto de trabajo agrupado en tomo a la fábrica. Emergen también el proletariado urbano y el capitalismo financiero. Todos estos cambios tuvieron efectos importantes en la convivencia social, lo que años más tarde sobrevino como la cuestión obrera o cuestión social de fines del siglo XIX. 12

JI Revolución Industrial, 1850-1920

El conocimiento humano es aplicado al trabajo mismo. Aparece el tra­bajo en serie, estandarizado. Se racionaliza la producción en búsqueda de

. mayor productividad y eficiencia (taylorismo, fordismo).

111 Revolución Industrial, 1920 en adelante

El conocimiento ya no es aplicado a la máquina o al trabajo, sino al conocimiento mismo. Como afirmó P. Drucker, esta es la ''revolución del saber". 13

1° Cfr. Juan Pablo 11: Laborem exercens, Nro. 5. 11 Juan Pablo 11: Redemptor hominis, Nro. 16. 12 Cfr. León Xlll: Rerum novarum, Nro. l. 13 Cfr. Peter Drucker. La sociedad postcapitalista, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1993.

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Este avance del conocimiento ha configurado un nuevo sistema tecnoeconómico caracterizado por una nueva ecuación del crecimiento y una nueva función de producción. En efecto, la manufactura dio paso a la maquinofactura y esta a la mentefactura, donde la mayor productividad se disocia del empleo y el mayor crecimiento económico no genera ni asegura empleo para todos. El mismo Juan Pablo 11 se hizo eco de esta revolución actual al afirmar que estamos en presencia de una nueva forma de propiedad, fundada en el conocimiento, la técnica y el saber. 14

Ahora -bien, ¿cómo ha evolucionado el trabajo en virtud de los cam­bios introducidos por estas revoluciones? Generalmente se distinguen tres estadios de evolución: a) trabajo creación: en donde el hombre tenía con­tacto directo con su obra, era el artesano que se valía de alguna herramien­ta para tal fin; b) trabajo fabFicación: el hombre individual ya no como autor de una única obra, sino produciendo asociado con otros y con la máquina, agrupado en una fábrica; e) trabajo producción: ya no es el hombre individual, sino el hombre colectivo que pertenece a una organiza­ción y que produce subordinado a la máquina, imposibilitado de conocer la totalidad de la obra realizada. 15

El trabajo se fue desvinculando así del hombre y degradándose hasta hacerse desagradable. El obrar fue quedando vacío al no tener el hombre la posibilidad de contemplar su obra y de percibir la alegría de lo realizado. Su actividad ha quedado reducida a un simple hacer, aunque eficiente y produc­tivo. La consecuencia de ello es el tedio al trabajo. El tedio por un hacer penoso y sin sentido, que no colma la existencia humana y que conduce al hastío de vida.

Asimismo, el trabajo, al ser reducido a un hacer eficiente, útil y produc­tor de ingresos, pierde su dimensión personal, su valor ético y, consecuente­mente, se desnaturaliza. Por su parte, el hombre queda cosificado y subordi­nado por el imperativo tecnocientifico de la sociedad eficientista actual a las exigencias de una mayor capacitación y de una mayor productividad, como si fuera un factor de producción más. 16

El vertiginoso desarrollo de la técnica y la aparición del trabajo super­eficiente, consecuencia de la revolución operada en el conocimiento unido a

14 Cfr. Juan Pablo II: Centesimus annus, Nro. 32. u Cfr. Cannelo E. Palumbo: Guia para un estudio sistemático .de la Doctrina Social de

la Iglesia, 4ta. edición, CIES..Editorial, Buenos Aires, 2004, págs. 385 y 386. 16 Cfr. Alberto Caturelli: Trabajo y robotización, DCA-Cursos de Cultura Católica,

volumen IX, 1991; "Meditación sobre la eficacia", Revista Verbo, Nro. 348/9, 1994.

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la cultura inmanentista de la sociedad actual, está generando nuevas torres babilónicas, ahora en sentido técnico e ideológico. El hombre moderno, inventor y progresista, se afirma en forma autosuflciente en el mundo, con­vencido de que mediante su ciencia y su eficiencia técnica puede llegar a prescindir de Dios.

Como veremos más adelante, siguiendo las claras enseftanzas de Juan Pablo II en la encíclica Laborem exercens, el trabajo no vale principalmente por su mayor o menor eficiencia, sino que su valor radica en quien lo realiza: el hombre. El trabajo humilde y rutinario realizado por José "el carpintero" en el Taller de Nazaret, recuerda un autor, trae una enseftanza muy rica sobre el valor del trabajo: desde el lugar más solitario de la tierra, el hombre puede acercarse e integrarse a sus hermanos por medio de su trabajo, por más sencillo y rutinario que fuera. 17 Este sentil:se útil a los demás por la obra realizada, por más pequefta que sea, le es necesario al hombre para realizarse como hombre, participando activamente de la obra creadora de Dios.

4. Consecuencias sociales del desarrollo tecnológico

Veamos algunas de las consecuencias que trae aparejadas este vertigino­so progreso científico y tecnológico, esta revolución del saber o, como algu­nos prefieren llamarla, revolución digital:

Nueva relación centro-periferia: en virtud del proceso selectivo de difusión tecnológica y del conocimiento, se han originado grandes desigual­dades entre los poseedores del saber y el resto de la humanidad. Este poder tecnológico va unido al poder económico. Al respecto afumó la Congrega­ción para la Doctrina de la Fe: "La fuerza liberadora del conocimiento cien­tífico se manifiesta en las grandes realizaciones tecnológicas. Quien dispone de tecnologías tiene el poder sobre la tierra y sobre los hombres". 18

Desempleo tecnológico: esta tercera Revolución Industrial, revolución del saber tecnocientífico, ha modificado sustancialmente la forma de trabajo. En efecto, el trabajo hoy requiere más inteligencia y menos fuerza flsica; desde este punto de vista el trabajo es más humano y menos animal. Pero el desarrollo científico y tecnológico tiene una difusión selectiva que afecta la fuerza de trabajo global. Ello está haciendo emerger una nueva aristocracia obrera (trabajadores del conocimiento) frente a una gran masa de desocupa-

17 Cfr. Holgcr Zenklussen: El taller de Nazaret, Arzopispado de Rosario, Argentina, 1976.

11 Instrucción sobre libertad cristiana y liberación, Nro. 12.

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dos y subocupados que representan alrededor de ochocientos millones de per­sonas en el mundo, víctimas de la revolución tecnológica actual. Los datos estadísticos corroboran esta realidad: en los países desarrollados el 50% del Producto Bruto Interno se integra con bienes del conocimiento (valor agrega­do) y ocho de cada diez nuevos puestos de trabajo son ocupados por los trabajadores del conocimiento (Drucker) o analistas simbólicos (Reich).

La incorporación de tecnología de punta y el logro de una mayor efi­ciencia es hoy un imperativo que no se puede soslayar, ya que sin conoci­miento ni tecnología se pierde competitividad.

La informática, la robótica y la biotecnología están hoy sustituyendo muchas formas de trabajo y originando otras muy selectivas, a las que solo acceden aquellos que están debidamente capacitados. El sistema socioeconómico eficientista en grado extremo está originando una nueva y gran polarización social, donde la vida y el trabajo mismo quedan reservados solo para los eficientes (darwinismo social). Es por ello que Jeremy Rifkin, en su obra El fin del trabajo (1997), afirma que la redefmición de oportuni­dades en una sociedad carente de empleo masivo formal será probablemente el elemento de presión social más importante del presente siglo. 19 Mucho antes, como vimos, Juan Pablo ll ya hablaba del trabajo como clave esencial de la presente cuestión social.

Revolución tecnológica y revolución demográfica

Según los pronósticos oficiales, para el afio 2025 la población mundial ascendería a ocho mil quinientos millones de personas y la fuerza laboral mundial a tres mil setecientos millones. El 95% de ese incremento demográ­fico tendrá lugar en los países en vías de desarrollo, en los que habrá una fuerte emigración, por agotamiento de recursos y ausencia de posibilidades de trabajo, hacia los países desarrollados. Pero estos últimos, en virtud de la revolución tecnológica operada en ellos y del privilegio que otorgan a la mano de obra nacional, son naturalmente países expulsores de mano de obra. Al respecto afirmó.Paul Kennedy: "( ... )¿Cómo coexistirá una cultura tecno­lógicamente sofisticada, transnacional, corporativa, desleal a cualquier go­bierno y por encima de toda reglamentación local con las masas políglotas, hambrientas e insatisfechas previstas en una población mundial de ocho mil a diez mil millones de personas?".20

19 Cfr. Jeremy Rifkin: El .fin del trabajo, Ed. Paidós, 1997. 20 Paul Kennedy: Hacia el siglo XXI, Plaza Janes Editores, Barcelona, 1993.

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Por su parte, Juan Pablo 11 planteó, en relación a este punto, la necesi­dad de una mayor solidaridad internacional para evitar las desigualdades sociales y lograr posibilidades de trabajo para todos los hombres. Afirmó: "Lo más importante es que el hombre que trabaja fuera de su país natal, como emigrante o como trabajador temporal, no se encuentre en desventaja en el ámbito de los derechos concernientes al trabajo respecto de los demás trabajadores de aquella determinada sociedad ( ... ). El valor del trabajo debe medirse con el mismo metro y no en relación con las diversas nacionalida­des, religión o raza".21

Tecnologla, trabajo y cuestión ecológica

La voluntad del Creador de que el hombre someta la tierra (Gén., 1-28) exige que este sea duefto y custodio inteligente de la misma, y no explotador ni destructor de la naturaleza que lo rodea. Dijo Juan Pablo 11 que la explota­ción de la tierra exige una planificación racional y honesta22 y que el progre­so de la técnica y el dominio sobre las cosas exigen, a su vez, un desarrollo proporcional de la ética, a efectos de evitar un consumo depredador de los recursos.

Pero Juan Pablo 11 también afirmó que el origen de los actuales proble­mas ecológicos, no solo de ecología ambiental sino también de ecología humana, no radica simplemente en una falsa concepción del progreso cientí­fico y tecnológico. Antes bien, la raíz última de estos problemas está en la pérdida de fundamento, en la pérdida de sentido de Dios Creador. Esto representa la alienación fundamental del hombre de hoy, que desfigura su relación con las cosas y con los demás hombres. Expresó Juan Pablo 11: "El hombre, impulsado por el deseo de tener y de gozar, más que de ser y crecer, consume de manera excesiva y desordenada los recursos de la tierra y su misma vida. En la raíz de la insensata destrucción del ambiente natural hay un error antropológico, por desgracia muy difundido en nuestro tiempo. El hombre, que descubre su capacidad de transformar y, en cierto sentido de 'crear' el mundo con el propio trabajo, olvida que este se desarrolla siempre sobre la base de la primera y originaria donación de las cosas por parte de Dios ( ... ). En vez de desempeftar su papel de colaborador de Dios en la obra de la Creación, el hombre suplanta a Dios y con ello provoca la rebelión de la naturaleza, más tiranizada que gobernada por él".23

21 Juan Pablo 11: Laborem exercens, Nro. 23. 22 Juan Pablo 11: Redemptor hominis, Nro. 15. 23 Juan Pablo 11: Centesimus annus, Nro. 37.

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Esto revela la asociación que existe entre el desarrollo tecnocientifico alcanzado y la afirmación autosuficiente del hombre contemporáneo, quien pretende realizar su obra en forma independiente de Dios y de su Revela­ción. Como expresó R. Guardini, el hombre pasó de adorador a ser creador y el mundo dejó de ser creación para ser nada más que naturaleza creada por el hombre mismo. Pierde sentido así la petición y el ruego. Pierde sentido el danos hoy el pan de cada día, frase que enseña que la vida del hombre debe estar constituida por la petición, la donación divina y la acción de gracias.24

En virtud del desarrollo tecnológico alcanzado, de la mayor eficiencia y productividad, de las nuevas formas de trabajo con resultados perfectamente calculables, le es dificil al hombre actual, autosuficiente, setlor de sí mismo y del mundo e inmerso en una cultura inmanentista, reconocer que todo es donación divina. En esta nueva Torre de Babel no queda lugar para el ruego y la gratitud humana. El hombre mediante la ciencia, la técnica y la econo­mía, todo lo puede, no necesita de Dios.

S. Fundamento y finalidad del trabajo humano

El trabajo es una actividad propia y especifica del hombre, solo el hombre trabaja. Así lo expresó Juan Pablo 11: "Hecho a imagen y semejan­za de Dios en el mundo visible y puesto en él para que dominase la tierra, el hombre está por ello, desde el principio, llamado al trabajo. El trabajo es una de las características que distinguen al hombre del resto de las criatu­ras ( ... ); solamente el hombre es capaz de trabajar, solamente él puede llevarlo a cabo, llenando a la vez con el trabajo su existencia sobre la tierra". 25

El hombre, mediante su trabajo, domina y perfecciona humanamente la naturaleza que lo rodea. Es el trabajo un obrar intencional, una operación transitiva que culmina en una obra, por cuanto comienza en el sujeto huma­no y concluye en un objeto exterior a él.

El trabajo supone tres elementos: 1) sujeto, causa eficiente de la obra realizada; 2) intención o voluntad intencional operativa; y 3) obra (efecto) realizada o resultado fmal. Como toda obra humana, el trabajo es un acto racional e intencional, ya que supone una inteligencia contemplativa previa y la representación intencional de un fin a realizar. Además de la racionalidad

24 Romano Guardini: Meditaciones teológicas, Ed. Cristiandad, Madrid. 1965, págs. 381-389.

25 Juan Pablo 11: Laborem exercens, nota introductoria.

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y de la intenciona/idad, el trabajo presenta otros dos atributos: la eticidad, o conformidad de la obra humana realizada con la recta razón según el bien del hombre, y la sociabilidad, en tanto el trabajo debe entenderse como una actividad servicial y comunitaria.

Sólo el hombre trabaja. No lo hacen los animales por ser irracionales, ya que no pueden disponer racionalmente de su tarea ni proporcionarse intencionalmente un fin. Tampoco Dios trabaja. En su obra no hay paso de la intención previa a la obra realizada; como Ser Perfectísimo, no hay en Él actividad transitiva. Dios obra al crear.

En la encíclica Laborem exercens Juan Pablo 11 presentó esquemas de reflexión sobre el trabajo humano, que permiten entender el verdadero senti­do, fundamento y fm de esta actividad propia y específica del hombre.

Perspectiva teológica: el Papa distingue la dimensión cocreadora y corredentora del trabajo humano.

a. Carácter cocreador del trabajo humano

Con su obrar intencional, mediante su trabajo, el hombre participa acti­vamente en la obra creadora de Dios, imitando su poder creativo. Afirmó Juan Pablo 11: "El hombre es la imagen de Dios, entre otros motivos por el mandato recibido de su Creador de someter y dominar la tierra. En la realiza­ción de este mandato, el hombre, todo ser humano, refleja la acción misma del Creador del universo".26

Es por ello que todo trabajo humano habrá que realizarlo con la máxima perfección (eficientemente), pero, a la vez y principalmente, con la perfec­ción cristiana, esto es, por amor a la voluntad de Dios y como hábito de

- servicio y cooperación comunitaria.

b. Carácter corredentor del trabajo humano

El hombre, mediante su trabajo, se asocia a la obra redentora de Cristo. Soportando la fatiga y el cansancio colabora con Cristo en la redención de la humanidad. Es por ello que el Papa insistió en considerar el trabajo humano a la luz de la Cruz y de la Resurrección de Cristo.

26 luan Pablo 11; Laborem exercens, Nro. 4.

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Cristo fue un hombre de trabajo. Se hizo semejante a nosotros incluso en el trabajo. A partir de los trece años comenzó a trabajar con su padre, José el carpintero, en el Taller de Nazareth. Como afirma Jesús Urteaga, Cristo conoció y vivió el cansancio y la fatiga, y así, cansancio y fatiga, se hicieron divinos. Otro autor, en la misma línea de reflexión, afirma: "El trabajo es el camino doloroso y glorioso que nos conduce al bien supremo y a la felicidad más íntima. Cristo no suprimió la pena que acompaña al trabajo, pero la transfiguró en instrumento de virtud y en manantial de mérito"Y

El cansancio y la fatiga van unidos a todo trabajo, sea manual o intelec­tual. Y es este cansancio y fatiga, no el trabajo en sí mismo, la consecuencia del pecado original. Así está dicho en el Génesis: "Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra". (Gén., 3-19).

El trabajo, en la condición actual de la humanidad, está asociado al dolor y la fatiga. Pero esto ofrece a cada hombre, como dijo Juan Pablo 11, "( ... ) la posibilidad de participar en el amor a la obra que Cristo ha venido a realizar. Esta obra de salvación se ha realizado a través del sufrimiento y de la muerte en Cruz( ... ). En el trabajo humano el cristiano descubre una parte pequeña de la Cruz de Cristo y la acepta con el mismo espíritu de redención con el cual Cristo ha aceptado su Cruz por nosotros".28

Pa,rafraseando a San José M. Escrivá de Balaguer, el hombre, asocián­dose a ía obra divina de la Creación y a la obra redentora de Cristo, debe santificar su propio trabajo, santificarse él mismo con ese trabajo y santificar a los demás con el trabajo realizado. De esta forma, el trabajo humano ejercerá un influjo positivo en la cultura y en la convivencia social.

Pero ocurre que el deterioro moral del hombre contemporáneo, su mate­rialismo y hedonismo de vida, lo han llevado a perder el sentido del sacrifi­cio. Es el sacrificio un valor inherente y esencial en la vida de todo cristiano. La cruz de cada día tiene un gran valor formativo si no se reniega de ella y se la asocia a la Cruz de Cristo.

Para el sistema capitalista actual, fundado filosóficamente en la idea calvi­nista de la predestinación divina de amor a la riqueza, el trabajo es entendido en sentido materialista, lucrativo y generador de riqueza; no se acepta la idea del trabajo unido al sacrificio.29 Para la ética natural y católica, el trabajo y las

27 Johannes Haessle: El trabajo y la moral, Ed. Desclee-De Brouner, Buenos Aires, 1994, pág. 67.

28 Juan Pablo 11: Laborem exercens, Nro. 27. 29 Cfr. Max Weber: La ética protestante y el esplritu del capitalismo, Ediciones ISTMO

S.A., Madrid, 1998.

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riquezas materiales son instrumentos necesarios al hombre para que pueda encaminarse de mejor forma a la vida superior del espíritu.

Perspectiva mosófica: Juan Pablo 11 distinguió la dimensión subjetiva y objetiva del trabajo humano.

a. Carácter subjetivo

El hombre es el sujeto del trabajo y esta dimensión subjetiva es la que fundamenta la dignidad de todo trabajo, su valor y esencia ética. "El hombre debe someter la tierra, debe dominarla, porque como imagen de Dios es una persona, es decir, un ser subjetivo capaz de obrar de manera programada y racional, capaz de decidir acerca de si y que tiende a realizarse a si mismo. Como persona, el hombre es pues sujeto del trabajo".30

El valor del trabajo no depende exclusivamente de lo que se realiza (ya sea una obra manual o intelectual), o de la forma en que se realiza (mayor o menor eficiencia), sino de quien lo realiza. Consecuentemente, en la retribu­ción de todo trabajo humano, debe tenerse presente en primer lugar su di­mensión subjetiva antes que sus resultados o aspecto objetivo. Desde esta perspectiva, siguiendo las enseftanzas de Juan Pablo 11, puede afirmarse también la superioridad del trabajo (causa eficiente del proceso de produc­ción) respecto de la técnica, del capital y del dinero. Estos tienen simple carácter instrumental, puesto que facilitan, perfeccionan y aceleran el trabajo realizado por el hombre.31

Frente a la economía moderna, que concibe el trabajo como una mercan­cía más, como simple factor de producción y sometido a la racionalidad pragmática, eficientista y economicista predominantes en la sociedad actual, Juan Pablo 11 destacó la dimensión personal, familiar y social del trabajo humano, mediante el cual el hombre se hace más hombre. El trabajo es el fundamento de la vida familiar. La familia es una comunidad hecha posible gracias al trabajo y la primera escuela interior del trabajo para todo hombre. Pero además, mediante su trabajo, el hombre concilia su sentido de pertenen­cia a una nación y junto con sus compatriotas colabora en el incremento del bien común nacional. 32

30 Juan Pablo Il: Laborem exercens, Nro. 6. 31 Juan Pablo ll: Laborem exercens, Nro. 12. 32 Juan Pablo Il: Laborem exercens, Nros. 9 y 10.

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b. Carácter objetivo

Si bien la dignidad del trabajo y su valor ético dependen de su dimen­sión subjetiva y personal, el trdhajo también posee una dimensión objetiva que habrá que considerar al momento de su retribución. En efecto, los hom­bres se distinguen por habilidades, capacidades y talentos. De alli que co­rresponda una adecuada calificación del trabajo y retribución acorde con el aporte realizado por el trabajador.

Pero, así como la ideología colectivista marxista sostiene que el trabajo es una actividad exterior a la persona (engranaje más del proceso productivo) de la cual se apropia el capitalista, de igual fonna el capitalismo liberal lo considera exclusivamente como algo objetivo y exterior al hombre: el trabajo es un factor más de producción y hay que retribuido exclusivamente en función de su pro­ductividad, sin tener en cuenta la dimensión personal y subjetiva del mismo.

A esto se refirió Juan Pablo 11: "La alienación se verifica también en el trabajo cuando se organiza de manera tal que maximiza solamente sus frutos y ganancias y no se preocupa de que el trabajador, mediante el propio traba­jo, se realice como hombre, según aumente su participación en una auténtica comunidad solidaria, o bien su aislamiento en un complejo de relaciones de exacerbada competencia y de recíproca exclusión, en la cual es considerado como un medio y no como fm".33

6. Derecho y deber de trabajar

El trabajo es una necesidad natural y apremiante, una obligación inelu­dible y necesaria al hombre para su conservación y perfección. Como afirmó Juan Pablo 11: "El trabajo es un bien del hombre, mediante el cual el hombre se hace más hombre".34

Por voluntad de Dios, el hombre tiene el deber de trabajar y tiene, en consecuencia, derecho a un trabajo digno. En efecto, el hombre está obliga­do al trabajo por voluntad de Dios. El trabajo le es necesario, aun en su estado de inocencia lo era, no solo para la conservación de la vida sino también, y principalmente, para alcanzar la perfección humana. Afirmó León XIII: "Y por lo que al trabajo corporal toca, ni aun en el estado de la inocencia había de estar el hombre completamente ocioso; mas lo que para esparcimiento del ánimo habría entonces libremente buscado la voluntad,

33 Juan Pablo ll: Centesimus annus, Nro. 41. 34 Juan Pablo ll: Laborem exercens, Nro. 9.

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eso mismo después por necesidad, y no sin fatiga tuvo que hacer en expia­ción de su pecado".3'

Es decir, el trabajo no es fruto del pec~'<\o o un castigo divino. Lo que ha cambiado es que en la condición actual de ... · .'.llllanidad, después del pecado original, el trabajo está unido al cansancio, a la fatiga y al sacrificio. "Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra" (Gén., 3-19).

El deber de trabajar se fundamenta en el deber moral de conservar la vida y de contribuir con el bien común. Por tanto, todo hombre está obligado al trabajo, aunque disponga de medios suficientes para la vida.

En esta doble obligación de trabajar se fundamenta el derecho al trabajo que todo hombre tiene y que debe ser garantizado por la sociedad en su conjunto. Es un derecho natural derivado de la obligación del hombre de procurarse lo necesario para una vida digna y de contribuir con el bien común.

Esto compromete al Estado, quien, como garante del bien común, debe instrumentar políticas tendientes al pleno empleo y a la equidad social, ac­tuando subsidiaria y solidariamente para la consecución de tales fines. De igual forma, queda también comprometida la sociedad toda, por cuanto exis­te -como afirma Messner- el deber social de la propiedad de crear posibili­dades y fuentes de trabajo.

El pleno empleo es una exigencia del bien común y se corresponde con la dignidad misma del trabajo. Consecuentemente, Estado y sociedad deben crear las condiciones necesarias para que todo hombre tenga posibilidades de traba­jo, no sólo para subsistir, sino para perfeccionarse y realizarse como hombre.

7. El desempleo

En opinión de algunos, el paradigma laboral vigente hasta mediados de la . década del '80 que suponía el pleno empleo del factor trabajo, esto es, cien mil

horas de trabajo durante toda la vida laboral (cuarenta y cinco horas semanales por cuarenta y siete semanas al afio por cuarenta y siete afios de vida laboral), parece hoy un objetivo imposible de realizar. En efecto, la economía global convive. con niveles preocupantes de desempleo, y esto parece de dificil rever­sión si Se pretende una economía sin inflación, abierta y competitiva (Frediani).

El desempleo es la consecuencia de múltiples causas: a) demográficas, por la mayor esperanza de vida; b) tecnológicas, por la informática y robotización; e) regionales, por la inmigración; d) económicas, por las desregulaciones,

35 León XIII: Rerum novarum, Nro. 13.

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privatizaciones, el imperativo de mayor eficiencia y competitividad; e) socioló­gicas, por la mayor inserción de la mujer en los mercados de trabajo. Pero también, y principalmente, el desempleo obedece a causas culturales y a defi­cientes niveles éticos y de solidaridad nacional e internacional.

Distintas respuestas se han dado a este problema, que aparece como una realidad patológica de la nueva economía y de la sociedad actual.

Para el pensamiento neoclásico (1776-1930), que welve a tener vigen­cia a partir de las últimas décadas del siglo XX, el desempleo es un acto voluntario, puesto que, al equilibrarse automáticamente los mercados en el precio de equilibrio, existen trabajadores que no aceptan menores salarios (salarios de equilibrio), o que por sus aptitudes no son demandados por el mercado, o bien porque el salario mínimo está por encima de su productivi­dad marginal.

Esta postura de pensamiento, que entiende al trabajo como un simple factor de producción, acepta con resignación la vigencia de un darwinismo social. Como afirma Cuello: "( ... ) Esquema perfecto, muy annónico, casi idílico( ... ); ciertamente parece virtuoso, pero nada más que parece( ... ). Sigue subsistiendo el problema existencial de aquel que debe enfrentar la realidad no disponiendo de más recursos que su esfuerzo fisico ( ... ); los fundamentos del modelo aseguran el pleno empleo, claro está, para los que sobrevivan ( ... ); el éxito -y la vida- estarla asegurado sólo para los más capaces". 36

En distinta línea de fundamentos (J. M. Keynes, P. Krugman, entre otros), la alternativa a seguir es la instrumentación de políticas económicas que promuevan una mejor distribución del ingreso que mejore la demanda global (consumo, inversión). Ello redundará en un mayor poder adquisitivo y en una mayor propensión al consumo, que tendrá un efecto positivo en la generación de empleo.

Pero también están aquellos que proponen la vuelta al Estado-benefac­tor o asistencialista, propio de las economías cerradas de la década del '70. La baja desocupación fue de la mano de la sustitución de importaciones, baja productividad y calidad, devaluaciones, desgravaciones, economías inflacionarias, desborde del Estado y altos niveles de ineficiencia global.

En lo que se refiere al desempleo, Juan Pablo 11 seft.aló la obligación del Estado de prestar subsidio a favor de los desocupados para su subsistencia y la de sus familias, pero siempre garantizando la iniciativa de las personas y

36 Raúl Cuello: Polltica económica y exclusión social, Editorial Macchi, Buenos Aires, 1998, pág. 211.

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de los grupos libres y teniendo en cuenta el carácter subjetivo del trabajo y la dignidad de la persona humana. 37

Por ello, explícitamente rechazó Juan Pablo ll al Estado benefactor­asistencial, ya que esta forma de· Estado -dijo- provoca la pérdida dé. ener­gías humanas y aumenta la burocracia del aparato público. Es por ello que hay que brindar al hombre "( ... ) un apoyo material que no lo humille ni lo reduzca a ser únicamente objeto de asistencia, sino que lo ayude a salir de su situación precaria, promoviendo su dignidad de persona".38 Y por ello tam­bién, habló de la necesidad de ~ nueva concepción de Estado que no debe confundirse con el Estado asistencialista o benefactor. Es el modelo de Esta­do Social, que se constituye como paradigma ético de la organización social y polftica, en virtud del cual el Estado interviene en el proceso económico indirectamente, a través del principio de subsidiariedad, y también en forma directa mediante el principio de solidaridad, ocupándose principalmente de los más pobres y necesitados. 39

Reiteramos en este punto, y en virtud de lo expuesto, que el pleno empleo y la equidad distributiva sori objetivos prioritarios de toda política económica por ser, a la vez, exigencias del bien común. Entre otras, las distintas políticas que el Estado puede instrumentar en orden a generar em­pleo son las siguientes: 1) flexibilización del mercado de trabajo, no enten­diendo por ello desprotección social del trabajador sino mayor flexibilidad en la negociación dentro de la empresa, a efectos de incentivar la contrata­ción y reducción de costos laborales; 2) politicas de capacitación y de reconversión de mano de obra; 3) promoción de sectores productivos, espe­cialmente pequefias y medianas empresas y microemprendimientos; 4) aper­tura externa selectiva; 5) definición de un perfil industrial exportador; 6) politicas sociales que amortigüen los costos de una mayor eficiencia y competitividad interna y externa; 7) politicas que favorezcan la reactivación de la demanda agregada, sin la cual no puede haber generación de empleos, y que favorezcan la equidad distributiva a efectos de aumentar el poder adquisitivo de la población.

La sociedad y las distintas organizaciones intermedias deben estar tam­bién comprometidas con tales objetivos. En tal sentido, seftala Rifkin, la

· .. necesidad de potenciar el tercer sector (economía social, organizaciones sin fines de lucro), que se presenta como antfdoto contra el ethos utilitarista y la

37 Juan Pablo ll: Laborem exercens, Nro. 18. 38 Juan Pablo ll: Centesimus annus, Nros. 48 y 49. 39 Juan Pablo ll: Discurso en la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, 25-4-1997.

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visión materialista de la economía de mercado. Este sector tiene un papel fundamental en lo que se refiere a las posibilidades de empleo. En los Esta­dos Unidos representa una fuerza de configuración social importante, el 6% de la actividad económica y el9% del empleo total.40

En cuanto a la responsabilidad de la empresa, Messner destaca la obliga­ción social de generar empleo. En la misma línea de reflexión y desde una óptica diametralmente opuesta al pragmatismo economicista que caracteriza a la actual economía de mercado, expresó Cayetano Licciardo: "La responsabili­dad del empresario es que tiene que prever los dos horizontes con los cuales tiene que trabajar. En primer lugar, el horizonte económico y el estudio del mercado, y junto a eso el horizonte técnico, la conformación del producto con el menor costo posible. Cuando sobrevienen estas dificultades, derivadas del cumplimiento de las leyes del mercado, el empresario tiene el deber de rebajar primero todos los otros costos, y recién por último el costo de la fuente de trabajo. Las obligaciones que surgen de la ética nunca son de cumplimiento imposible, si no la vida no seria una realidad( ... ). Esto es uno de los puntos candentes de la cuestión, porque analizada la función empresaria a la luz de la ética, es éticamente válido pedirle a una empresa que trabaje a pérdida como manera de compensar los tiempos en que trabajó únicamente a ganancia. El problema está en saber durante cuánto tiempo puede trabajar a pérdida y esto depende del talento, de la inteligencia del empresario para poner en la escala de valores con la que trabaja, en primer lugar, la defensa de ese hombre que tiene que despedir".41

Por último, en referencia al desempleo y la subocupación, Juan Pablo II advirtió la deficiente organización del trabajo y del empleo, al constatar la cantidad de recursos aún no utilizados. "Echando una mirada sobre la fami­lia humana entera, esparcida por la Tierra, no se puede menos que quedar impresionados ante un hecho desconcertante de grandes proporciones, es decir, el hecho de que, mientras por una parte siguen sin utilizarse conspi­cuos recursos de la naturaleza, existen por otra grupos enteros de desocupa­dos o subocupados y un sin:fm de multitudes hambrientas: un hecho que atestigua sin duda el que, dentro de las comunidades políticas como en las relaciones existentes entre ellas a nivel continental y mundial ~n lo concer­niente a la organización del trabajo y del empleo- hay algo que no funciona, y concretamente en los puntos más críticos y de mayor relieve social". Por

40 Cfr. Jeremy Rifkin: El fin del trabajo, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1997. 41 Cayetano Licciardo: Subsidiariedad y empleo, Segundas Jornadas Nacionales de Ética

y Economía, Editorial CIES, Buenos Aires, 1995.

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ello es necesaria una acción coordinada entre Estado y sociedad civil a efectos de lograr una planificación razonable y una organización adecuada del trabajo humano; a la medida de las sociedades y de los Estados. También es necesario un adecuado sistema de instrucción y educación, para que el hombre pueda insertarse de mejor forma en el diferenciado mundo del traba­jo, adecuando la vida humana a las múltiples posibilidades de empleo.42

8. Retribución del trabajo

Frente a la economía de mercado actual, que conceptúa al trabajo como un simple factor de producción retribuido exclusivamente conforme a las leyes del mercado y su productividad marginal, resulta necesario, desde el punto de vista ético y jurldico, seilalar las pautas a tener en cuenta en orden a la justa retribución del trabajo. Porque, como afirma Messner, "( ... ) si una gran parte de la comunidad no toma parte en la cooperación económico­social, el fm de la economía social no está cumplido".43

Desde el punto de vista de· la justicia· social debe haber una adecuada participación salarial en el ingreso nacional y salarios no superiores a la productividad económica y social. Además, no debe haber sectores con altos salarios a expensas de otros (presiones sindicales, precios monopólicos, etc.).

Afirmó León Xlll que el trabajo humano, por su naturaleza, supone dos notas importantes: a) su aspecto personal, puesto que la energía que opera es inherente a la persona y propia de la misma; y b) su aspecto de necesario, puesto que el fruto del trabajo le es necesario al hombre para la defensa de la vida. Estas dos notas permiten concluir que, si se mira el trabajo desde el punto de vista personal, el obrero es libre de pactar su salario (hasta incluso podría pactar una retribución exigua). Pero si se mira su aspecto de necesa­rio para la conservación de la vida, y siendo esto último una obligación de todo individuo, entonces surge el derecho de toda persona de procurarse un salario digno. Así lo expresó León Xlll: "( ... ) el salario no debe ser en manera alguna insuficiente para alimentar a un obrero frugal y morigera­do".44 En conclusión, puede que el obrero no tenga otra opción que pactar un salario indigno, pero antes que la voluntad !le las partes, voluntad contrac­tual, está la justicia natural. Por tanto, dicho contrato laboral entre obrero y patrón es nulo y viola el orden querido por Dios.

42 Juan Pablo 11: Laborem exercens, Nro. 18. 43 Johannes Messner: Ética social, politica y económica a la luz del derecho natural,

Editorial Ria1p, Madrid, 1967, pág. 1.197. 44 León XIII: Rerum novarum, Nro. 32.

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Desde el punto de vista de la justicia conmutativa, el Magisterio Social de la Iglesia apunta cinco requisitos a tener en cuenta.45 A saber: 1) sustento del trabajador y su familia (carácter subjetivo); 2) efectiva aportación del trabajador (carácter objetivo); 3) sitUación económica y financiera de la empresa; 4) bien común nacional, en función del cual debe regularse la cuantía de los salarios y S) bien común internacional, en cuanto los países más ricos deben ayudar y cooperar con los más pobres.

Santo Tomás de Aquino señalaba, respecto de la justicia en los salarios, que el límite superior de la retribución es indicado por su productividad, y el limite inferior por el fin natural del trabajo, el desarrollo y perfección del hombre. Este límite inferior supone la satisfacción plena de todas y cada una de las necesida­des vitales del trabajador y de su familia, para lograr un nivel de vida digno.

Vale agregar, en este orden de ideas, las reflexiones hechas por Michele Federico Sciacca en 1954: "El trabajo jamás se paga; en ningún caso tiene un precio económico: un latido de espiritualidad es económicamente inmensurable y vale mucho más que todas las cosas en su pesadez empírica y material. Se paga la fatiga fisica y cerebral, para que se recuperen las fuerzas empleadas y se continúe viviendo; se paga según las necesidades de la familia, las correspon­dientes a la condición social de cada uno y a las demás exigencias vitales. Se le paga todo esto al campesino para que en cada amanecer reanude su oración, trabajando la tierra; al artista, para que, cuando la inspiración le es propicia, pueda dar vida a los colores y a la &Icilla, recitando su oración; se le paga al docente para que pueda renovar cada día el acto creador de educar. Pero más que esto no se paga y no se debe pagar ni pretender pagar: el trabajo es inmensurable con el salario, que es el equivalente de 'sal' que se consume sudando en la fatiga de la vida material, pero no el equivalente del alma que cada hombre emplea en su trabajo y transmite a máquinas y aperos, para que expresen toda la humanidad y el poder creador del acto productivo ( ... ). No hay solución de la cuestión social, ni de la lucha de clases ni de cualquier otra cosa, si primeramente el hombre no se restituye a si mismo su dignidad, no libera su trabajo, recuperán­dolo como acto libre y fruto de hbertad, y no reivindica su radicalidad espiritual. Después de realizar esto, puede pedir cuanto le basta para su paz temporal, condición necesaria para su obra espiritual, moral y religiosa, de cons1ructor de la sociedad humana como sociedad de personas".%

45 Cfr. encíclicas Quaáragesimo armo, Pio XI, Nros. 63 al 75 y Mater et magistra, Juan XXIII, Nros. 68 al 81.

46 Michele Federico Sciacca, fragmentos que forman parte del libro La hora de Cristo, Ed. Luis Miracle, Barcelona, 1961. Reproducido en Revista Valores de la Sociedad Indus­trial, de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad Católica Argentina, afio XXIII, Nro. 64, diciembre, 2005.

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En referencia a la retribución del trabajo, distinguió Juan Pablo JI . al empresario directo, empleador a cargo de la misma, del empresario indirec­to, que influye en gran medida en la fijación del salario. El empresario indirecto está representado por la dependencia recíproca entre Estados, el sistema económico vigente en un determinado país, las políticas del Estado nacional, la acción de organismos internacionales, los convenios colectivos de trabajo. Todo ello condiciona al empresario directo a la hora de fijar la retribución del trabajo.47

El salario justo es un problema central de toda la economía política y la justa retribución por el trabajo realizado es el problema clave de la ética social. En síntesis, la problemática del trabajo, del empleo y de la justa retribución no es sólo una cuestión económica, sino que está condicionada por el nivel de solidaridad interna de un país y por los factores éticos y culturales que inciden en las relaciones laborales y en el proceso económico y social. Al respecto, afirmó un autor: "Los altos índices de desempleo obedecen fundamentalmente a insuficiencias culturales de las sociedades que lo sufren". 48

9. Trabajo y famllia

Con el correr de los tiempos, y en virtud de las grandes y profundas transformaciones operadas en la sociedad y en la economía, trabajo y familia fueron mutando conjuntamente.

Del trabajo artesanal, en el que el hombre tenía contacto directo con su obra, la economía actual lo presenta trabajando colectivamente en el seno de una organización, subordinado a las exigencias de la técnica, a la mayor especialización y eficiencia, e imposibilitado de conocer la totalidad de la obra que realiza. El trabajo fue perdiendo sentido y el obrar del hombre fue quedando vacío; de allí el tedio al trabajo, la rutina, la pérdida de estímulo y de creatividad. El trabajo ha quedado totalmente objetivado y desnaturaliza­do, ha perdido su dimensión personal y su valor ético, ya que solamente es entendido en función de su utilidad como productor y generador de riquezas.

Por su parte, la familia también ha evolucionado. La familia pastoril o primitiva, que consumía lo producido por ella misma, dio paso a la familia industrial moderna, que es solo consumidora y en la que cada uno de los

47 Juan Pablo 11: Laborem exercen.s, Nro. 17. 41 V alentin Budic: Los techos culturales y la calidad de las naciones, Ed. J. l. Geoghegan,

1996, pág. 43.

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miembros sale al mercado en la búsqueda de ingresos a efectos de poder satisfacer necesidades cada vez mayores. La familia antigua, integrada por campesinos que se asentaban durante siglos en la misma hacienda, fortaleza económica, moral y religiosa en donde el hogar pervivía a través de las generaciones, dio paso a la familia moderna formada por ciudadanos sin hogar fijo, y que, en virtud de las mayores exigencias de la sociedad de consumo, ha ido perdiendo sus funciones esenciales. En efecto, la familia ya no es comunidad de mesa, por cuanto los padres están en las fábricas y oficinas, los hijos en los comedores infantiles y escolares y los abuelos en los geriátricos. La familia ya no es comunidad doméstica, por cuanto padres e hijos han desplazado su centro de gravedad fuera de la familia, el hogar se ha convertido en algo frío, un hotel donde se come y se duerme; por último la familia ha perdido el sentido cultual, por cuanto el ritmo vertiginoso de vida, las ocupaciones y preocupaciones diarias ya no dejan espacio para la oración en familia; las fiestas cristianas pasan inadvertidas.

A esta realidad de la familia y del trabajo, se suman algunos hechos nuevos propios de la economía y de la sociedad de este siglo. A modo de ejemplo, mencionaremos algunos de ellos con mayor gravitación sobre el trabajo.

Envejeclmiento poblacional. La crisis demográfica actual representada por menores índices de natalidad (sesenta y un países de los ciento noventa están por debajo del nivel de reposición, dos hijos), hará que, por primera vez en la historia de la humanidad, para el ado 2050 habrá más personas mayores de sesenta ados que menores de quince ados. Esto trae aparejadas graves connotaciones sociales y económicas. Una de ellas es que los mayo­res de sesenta y cinco ados no ahorran sino que consumen todos sus ingre­sos, y menor ahorro significa menor inversión, menor inversión, menores impuestos y a la vez, menores aportes sociales. La pregunta es ¿quién podrá mantener a los abuelos y mayores de sesenta y cinco ados en una economía con escasos recursos para ello?49

Mayor inserción de la mujer en el mercado de trabajo. La mujer actual, alejada de sus funciones maternas y del hogar, trabaja motivada por distintas causas: necesidad de mayores ingresos, búsqueda de mayor confort para la familia, para realizarse como mujer o para evadir la monotonía del hogar. Juan Pablo ll, en sintonía con todo el Magisterio Social de la Iglesia, afirmó expresamente: "( ... ) La experiencia confirma que hay que esforzarse por la revalorización social de las funciones maternas, de la fatiga unida a ellas y de la necesidad que tienen los hijos de cuidado, de amor y de afecto

49 Cfr. La Nación, 8-12-2004.

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para poderse desarrollar como personas responsables, moral y religiosamen­te maduras y psicológicamente equilibradas. Será un honor para la sociedad hacer posible a la madre -sin obstaculizar su libertad, sin discriminación psicológica o práctica, sin dejarle en inferioridad ante sus compaderas- dedi­carse al cuidado y a la educación de los hijos, según las necesidades diferen­ciadas de la edad. El abandono obligado de tales tareas, por una ganancia retribuida fuera de casa, es incorrecto desde el punto de vista del bien de la sociedad y de la familia cuando contradice o hace dificil tales cometidos primarios de la misión materna ( ... ). La verdadera promoción de la mujer exige que el trabajo se estructure de manera que no deba pagar· su promoción con el abandono del carácter especifico propio y en perjuicio de la familia en la que como madre tiene un papel insustituible". so

10. Familia, trabajo y descanso

En el misterio de la creación divina, afnma un autor'1, desde el principio y por voluntad misma del Creador, la vida humana quedó ordenada a tres cosas: a) Al matrimonio y la familia: por eso dejará el hombre a su padre y a su

madre y se unirá a su mujer y serán una sola carne (Gén., 2-22 y 24);

b) Al trabajo: puso Dios al hombre en el paraíso para que lo guardase y cultivase (Gén., 2-15);

e) Al descanso: puesto que el séptimo día Dios terminó su obra, y bendijo ese día y lo santificó, porque en él descansó Dios de toda su obra que en la creación babia realizado (Gén., 2-2 y 3).

Pero este descanso es mucho más que la simple reparación del desgaste fisico. Es la posibilidad de reposo, de contemplar lo hecho y encontrar el sentido último de las cosas. Como afnma Guardini, el descanso abre nuestro tiempo a ;la eternidad de Dios. El séptimo día, dia festivo, debe permitirnos gustar ariti.dpadamente el futuro prometido, la vida eterna.

Por . esta razón, la felicidad relativa que puede alcanzar al hombre en este mundo, sólo es posible si el hombre tiene alguien a quien amar (fami­lia), algo que hacer (trabajo) y algo por lo cual tener esperanza (vida eterna).

50 Juan Pablo TI: !Aborem exercens, Nro. 19. 51 Osear Plenc: "El inventor del trabajo", Revista Emprender, Nro. 32, Universidad

Adventista del Plata, Entre Rios, República Argentina.

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"El séptimo día ha de dar al hombre la libertad de la existencia sin trabajo, para que llegue ahí a la plena conciencia de su nobleza ( ... ). En la paz del séptimo día ha de deponer el hombre su corona, y debe elevarse la imagen del auténtico Señor ( ... ). Él creó en el primer principio la obra del mundo, nosotros hemos de continuarla a través del tiempo en obediencia respecto a Él''. 52

De allí la necesidad de unir, como pidió Juan Pablo 11, el trabajo a la oración53, para que el hombre sepa discernir qué puesto ocupa su trabajo, no solo en el progreso material y terrenal, sino y principalmente, en el desarro­llo del Reino de Dios, al que está llamado desde la eternidad.

52 Romano Guardini: Meditaciones teológicos, Ed. Cristiandad, Madrid, 1965, págs. 37 y 38. 53 Juan Pablo ll: Loborem exercens, Nro. 27.

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PARTE 4

ECONOMÍA, DEMOCRACIA Y DESARROLLO

Los tres capítulos finales de la presente obra tratarán de exponer las causas y motivos que hacen dificil -si no imposible- annonizar los fines y exigencias del capitalismo global con los objetivos propuestos por la demo­cracia actual. Corrupción, pobreza, desempleo, desigualdades crecientes y marginación social son hechos que acompaftan a la democracia capitalista, modelo predominante a partir de las últimas décadas del siglo XX. Se ex­pondrán también algunas consideraciones acerca del bienestar económico y del auténtico desarrollo humano, y la necesidad de rescatar la función social y el carácter instrumental de la economía.

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CAPÍTULO 10

CORRUPCIÓN DE LA ECONOMÍA

Para la doctrina social, la economía es solo un aspecto y una dimensión de la compleja actividad humana. Si es absolutizada, si la prQducción y el consumo de las mercancías ocupan el cen­tro de la vida social y se convierten en. el único valor de la sociedad, no subordinado a ningún otro, la causa hay que bus­carla no solo y no tanto en el sistema económico mismo, cuanto en el hecho de que todo el sistema sociocultural, al ignorar la dimensión ética y religiosa, se ha debilitado, limitándose única­mente a la producción de bienes y servicios. La vida del hombre, al igual que la vida social de la colectividad, no puede reducirse a una dimensión materialista, aun cuando los bienes materiales sean muy necesarios tanto para los fines de la supervivencia, cuanto para mejora del tenor de vida: acrecentar el sentido de Dios y el conocimiento de sí mismo constituye la base de todo desarrollo completo de la sociedad humana ( ... ). La conupción distorsiona de raíz el papel de las instituciones representativas, porque las usa como terreno de intercambio político entre peti­ciones c/ientelistas y prestaciones de los gobernantes. De este modo, las opciones políticas favorecen los objetivos limitados de quienes poseen los medios para influenciarlas e impiden la reali­zación del bien común de todos los ciudadanos.

COMPENDIO DE LA DOCI'RINA SOCIAL DE LA IGLESIA, 375 Y 411.

La cormpción es tm tema que preocupa no solo en el ámbito interno de los Estados; esta se ha generalizado e instalado en la economía y en el mundo global. Algunas notas de la presente realidad corroboran la extensión y gravedad del tema.

Según estimaciones hechas por el Fondo Monetario Internacional, las sumas alcanzadas por el lavado de dinero representan el 5% del Producto Bruto Interno global, esto es, alrededor de 1,5 billones de dólares (blanqueo de ingresos provenientes del narcotráfico, fraude económico, contrabando, cormpción, evasión impositiva, etc.). 1

1 Cfr. Revista Diálogo Politico, 2/2003, Fundación Konrad Adenauer: Globalización de la economía mundial. Desaftos y respuestas, págs. 189 y sgtes.

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El Informe de la Comisión Especial del Parlamento Alemán de enero de 2003 (comisión encargada de analizar propuestas que contribuyan a eliminar los efectos negativos de la globalización) reclama penalizar en forma más severa los actos de corrupción y marginar del sistema de contratación públi­ca a las empresas involucradas en actos de corrupción (registro anticorrupción).2

El Banco Mundial, en su Informe sobre el Desarrollo Mundial 2002, afirma que la corrupción impone un alto costo al desarrollo económico, frena el crecimiento económico y contribuye a la mayor inequidad distributiva, pobreza y marginación social.

En referencia a la Argentina, según estimaciones hechas por consultores privados, la corrupción consume alrededor de 5.000 millones de pesos al año. En cuanto a las causas que la originan, el informe de una prestigiosa consulto­ra internacional expresa: "La crisis económica, política y social, el debilita­miento de los valores éticos de la sociedad en general, la tardía e inadecuada administración de la justicia, la inseguridad jurídica, el incremento de organi­zaciones delictivas, la falta de énfasis en la prevención y detección y la falta de una adecuada política ética organizacional, son factores determinantes del in­cremento de la corrupción y el fraude ( ... ); el deterioro de los valores morales impulsa la realización de acciones que impactan seriamente en la economía de las empresas y del pafs en genera1".3

l. La corrupción

Según el concepto generalizado, se entiende por corrupción la desinte­gración o destrucción de un ser orgánico o material (ej. el cuerpo humano). Corrupción es aquel proceso de destrucción que comienza cuando una de las partes (órgano) se desentiende del todo (cuerpo humano) y concluye en la destrucción del cuerpo y de las partes.

De igual forma, el concepto más generalizado de corrupción -no ya en referencia al orden fisico- remite al ámbito de lo político y económico, entendiendo por corrupción una acción indebida o ilicita a efectos de obte­ner ganancias o beneficios personales. Como veremos seguidamente, el con­cepto de corrupción es más profundo y trasciende el ámbito de lo meramente político o económico.

2 Cfr. "Globalización económica. Desaflos para un nuevo consenso", Diálogo Polltico 21 2003, Fundación Konrad Adenauer, pág. 189 y sgtes.

3 Cfr. Informe sobre Corrupción y Fraude en la Argentina, 2002, KPMG.

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Desde el punto de vista filosófico corrupción es el acto de pervertir, alterar o trastocar la forma y el fin de alguna cosa. En tal sentido, supone una perturbación profunda del orden debido, la privación que algo sufre de aquello que deberla ser o del orden que deberla tener.

En forma más amplia y por analogía, el concepto de corrupción puede ser aplicado al orden moral, social, político y económico, estando presente también en estos órdenes el carácter destructivo que la corrupción comporta. Cuando una cosa se aparta de aquello que es o para lo cual está ordenada, esa cosa o ese orden se ha corrompido y, por consiguiente, se destruye.

La corrupción, entonces, es una perturbación profunda del orden o estado debido de las cosas y, consecuentemente, supone un desorden tanto material como espiritual, y en este último aspecto es un mal moral. Mal moral, en tanto el hombre -inteligente y libre- se desvía de su fin natural e introduce en su obrar un factor de desorden y anarquía, que no sólo repercu­te en el plano individual, sino también en el plano social, político, cultural, jurídico y económico.

Existen distintas explicaciones acerca de los males sociales y de la corrupción fundadc;s en motivos exteriores al hombre. Según Rousseau, las estructuras sociales (el sistema) corrompen al hombre; para Marx, el hombre se corrompe por la alienación económica que provoca el capital; para el liberalismo económico más ortodoxo (V on Mises), el Estado es la causa de todos los males sociales.

Desde el punto de vista teológico y conforme a la Doctrina Social de la Iglesia, la corrupción y el mal inherente al obrar humano es evidencia del pecado, de la naturaleza humana caida y redimida, con capacidad de obrar el bien y el mal, y con capacidad de reacción frente al mal (opción). Esta capacidad de optar entre lo bueno y lo malo explica la lucha y contradicción interna del hombre: ''No hago el bien que quiero y hago el mal que aborrez­co''.4 Esto trae aparejadas inevitables consecuencias, tanto individuales como sociales.

Hace dos mil trescientos aflos los brahamanes listaron por lo menos cuarenta formas distintas de malversar fondos públicos. En la China antigua se daba una dieta adicional o alimento para la no corrupción (yang-lien) a los funcionarios para que no se corrompieran, aunque dicho alimento fracasaba frecuentemente. Platón habló de "soborno" a los que sirven a la nación (Las Leyes) y demuestra que una organización pervertida de la sociedad corrompe

4 San Pablo: Carta a los romanos, VII -19.

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a sus miembros, especialmente a aquellos que se dedican a los negocios de la República, y que, en tales condiciones, el individuo más excelso es impoten­te para mejorar cosa alguna, y debe, por tanto, retirarse, permanecer inactivo o limitarse a una actuación meramente privada (La República).

La corrupción es tan antigua como el hombre. Siempre existió, existe y existirá. Es como la enfermedad, por tanto puede prevenirse y hay que con­trolarla y combatirla.

Pero a efectos d~ librar el combate más efectivo, habrá que tener presen­te ~uella sentencia de Santo Tomás de Aquino: '"Todo lo que es o es Dios o a Él está ordenado como a su principio y fin".' De modo tal que todo lo que se desvíe de ese fin -y el hombre puede hacerlo en virtud de su libertad y de su capacidad de opción- se desordena y corrompe, tanto en el plano indivi­dual como en el plano social.

l. Corrupción social y polftica

La vida social y comunitaria supone la existencia de un orden debido y propuesto al hombre para una mejor convivencia. La .. sociedad, según la antropología cristiana, es una unidad de orden. Y es~e ·orden, reflejo de la racionalidad humana, supone un límite, una restricción, de· modo tal que no es posible el ejercicio de la libertad en forma absoluta.

Así como el río necesita un cauce para que sus aguas circulen ordenada­mente y no provoquen inundaciones, de igual forma, la libertad de tránsito -como el resto de las libertades sociales- necesita uri orden, una autoridad que la encauce para que predomine lo más adecuado y conveniente a la vida social (bien común).

La sociedad se corrompe, entonces, cuando las partes se desentienden del todo, esto es, cuando la búsqueda exclusiva y excluyente del beneficio personal prevalece sobre el bien común, provocando desorden, anarquía so­cial y la destrucción de la vida comunitaria. Triunfa la ley del más fuerte (individualismo, darwinis11JO soci'!/).

De igual forma se corrompe la vida politica cuando se pierde conciencia de la finalidad del poder. El po<ier se . corrompe . por cuanto . deja de estar ordenado por la razón y es ejercido en función del capricho y arbitrariedad de los gobernantes. La búsqueda del poder por el poder mismo, el uso y

'Santo Tomás de Aquino: Summa Teologica, 1 q -1, art. 4 -ad. l.

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abuso del soberano en beneficio propio, altera y pervierte la forma y finali­dad misma del Estado (bien común).

Consecuencia de esta corrupción social y política será una sociedad en la que no existen leyes, normas jurídicas o morales a las cuales deba ajustar­se la conducta de los ciudadanos (anomia social). Sociedad en la que tampo­co existe conciencia de los deberes sociales y en la que predomina la "ética de la avivada'' y del ''todo vale" en la búsqueda del poder y del beneficio personal. La corrupción no será, en esta instancia, tan solo un acto aislado, sino una patología social (cultura corrupta) que incluye tanto a gobernantes como a gobernados.

Como veremos, la corrupción asf generalizada y enquistada en la vida comunitaria, es un freno importante al crecimiento económico y al desarrollo de los pueblos y naciones. Precisamente, Juan Pablo n hizo referencia a las dos principales motivaciones de este fenómeno que se manifiestan como "estructuras de pecado" y que atentan contra el desarrollo: "( ... ) el afán de ganancia exclusiva y la sed de poder, con el propósito de imponer a los demás la propia voluntad. A cada una de estas actitudes podria aftadirse, para caracterizarlas aún mejor, la expresión 'a cualquier precio'. En otras palabras, nos hallamos ante la absolutización de actitudes humanas, con todas sus posibles consecuencias". Mal moral, sigue diciendo Juan Pablo 11, "fruto de muchos pecados que llevan a estructuras de pecado".6

3. Corrupción de la economía o corrupción económica

El concepto de corrupción asf definido puede aplicarse a la Economía en cuanto ciencia y en cuanto realidad humana. Si corrupción es pervertir o alterar el fin de alguna cosa, podemos decir que la economía moderna se ha corrompido por verse alterado y pervertido su fm, generando graves e inevi­tables consecuencias.

Como habfamos expuesto en el Capitulo 3, la actividad económica, propia del hombre inteligente y hbre, es un aspecto de la actividad humana que abarca aquellos actos realizados en procura de los bienes materiales (útiles y escasos) necesarios para poder satisfacer los múltiples y distintos fines de la vida. La racionalidad con que obra el sujeto económico es lo que pennite adecuar, en la forma más conveniente y eficiente, los medios escasos a las múltiples necesidades, de modo que pueda lograrse la máxima satisfacción posible al núnimo costo.

6 Juan Pablo II: Sollicitudo rei socialis, 31.

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Esta adecuación racional no se identifica necesariamente con el presu­puesto de máxima utilidad individual. Por el contrario, el principio de conve­niencia y de máxima utilidad posible no puede dejar de estar referido y subor­dinado al principio ético que impera en todo acto humano. Por lo demás, el sujeto económico puede y debe subordinar sus fines económicos a otros fmes superiores de la vida, sin que por ello deje de alcanzar la satisfacción plena de sus necesidades materiales. Reiterando lo expresado por Francisco V alsecchi al respecto: "La actividad económica no se agota en la ejecución de puros cálculos de conveniencia y eficiencia, sino que implica también la discusión de la licitud de los fines y de los medios que ella involucra y de la jerarquía de los mismos respecto al fm absoluto del hombre ... El juicio ético está en la raíz de todo juicio económico, y por ende informa toda la actividad económica. El juicio ético( ... ) circunscribe, condiciona y a la vez orienta al juicio económi­co de conveniencia y eficiencia". 7

Como expresamos en capítulos anteriores, desde la perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia, el hombre es el sujeto, fundamento y fin de la economía. Fin de la economía, ya que no se trata solamente de generar riqueza, sino de producirla en forma eficiente para el servicio del hombre y de todos los hombres, posibilitando así su mejor desarrollo y perfección.

He aquí la corrupción del acto económico y el mal moral inherente: el pragmatismo economicista que gobierna al mundo globalizado, que todo lo mide a través del análisis "costo-beneficio", ha pervertido el fm del acto económico y de la economia misma, pues todo ha quedado reducido al imperativo de "máxima utilidad individual". Ello configura una perturbación profunda y la destrucción del orden debido, lo que trae aparejadas graves consecuencias económicas, sociales y políticas.

Mario Bunge habla del mal estado de salud de la economia moderna, y afirma que dicha enfermedad no es irreversible por "cuanto las raíces del trastorno son filosóficas e ideológicas".8 Y apunta como principios filosófi­cos e ideológicos equivocados, entre otros, la racionalidad económica funda­da en la única idea de la maximización de utilidades, el individualismo ontólógico y metodológico.

Afirma Mario Bunge: "( ... ) El libre mercado -capitalismo salvaje- tie­ne graves defectos sociales y morales. Estos se derivan en última instancia del egoísmo que aquel alienta. En efecto, como su motor es la búsqueda

7 Francisco Valsecchi: Qué es la economia, Ediciones Macchi, 1984, págs. 14 y 15. 8 Mario Bunge: Las ciencias sociales en discusión, Ed. Sudamericana, 1999, pág. 120.

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privada del lucro, fomenta el comportamiento antisocial( ... ). Bajo el capita­lismo salvaje, vale lo que dice el dinero".9

Uno de los que propugna la revisión de los postulados filosóficos de la ciencia económica moderna y su relación con la ética es el Premio Nobel de Economía 1998, Amartya Sen, quien afirmó que "( ... ) la distancia creada entre economía y ética y la separación entre cuestiones normativas y positi­vas determinaron un sustancial empobrecimiento de la investigación econó­mica moderna y, no menos importante, la exclusión -en la caracterización del comportamiento humano- de la referencia a valores éticos que de por sí condicionan las decisiones de las personas reales". 10

La conupción económica, que se manifiesta tanto en el ámbito público como privado, supone una acción indebida, un comportamiento o conducta que viola las normas, las reglas y deberes, a efectos de obtener ganancias pecunia­rias o beneficios personales de manera inapropiado, aunque no siempre ilegal, usando y abusando de una posición de poder dada. Tales actos llevan siempre consigo una falla ética y un trastocamiento del deber-ser de las cosas.

Ahora bien, no siempre la corrupción es ilegal. Existe la corrupción blanca o legal, es decir aquella que produce beneficios no merecidos pro­ducto de normas, reglamentaciones y/o legislaciones irracionales que otor­gan impunidad formal (beneficios derivados de una protección especial por parte del Estado, acumulación de cargos públicos, etc.).

La corrupción económica en el ámbito de la función pública implica la violación de los principios morales y del orden debido en el manejo de la cosa pública. Es la utilización del poder del soberano no para servir sino para servirse, desvirtuando la finalidad de la autoridad política y las funcio­nes del Estado.·

Distintas son las formas en que puede manifestarse la cormpción econó­mica en la esfera pública. Entre otras: 1) Cuando el Estado se infiltra indebidamente en la esfera privada a través

de una política tributaria confiscatoria con sólo fmes recaudatorios, utili­zando esos recursos para campatias políticas o gastos personales (hurto o malversación de fondos públicos); puede también el Estado extorsionar al ciudadano, coaccionándolo mediante la imposición de costos adicionales como demoras en trámites, mayores cargas sociales o impositivas, excesi-

' Mario Bunge: obra ciada, pág. 456. 1° Citado por Luca Crivelli en Persona y comunión, Ed. Ciudad Nueva, Buenos Aires,

2003, págs. 31 y 32.

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vas reglamentaciones, etc. La contriltación de empleados "ñoquis" que trabajan para el partido, la utilización de un beneficiario de un plan de asistencia social como ''militante", la designación de funcionarios por parentesco, clientelismo o lealtad partidaria (nepotismo), representan tam­bién formas de corrupción pública.

2) Cuando se coloniu lo público en beneficio privado, obteniendo leyes, decretos o resoluciones administrativas o judiciales favorables, o evitan­do inconvenientes mediante el soborno al funcionario público. Pueden obtenerse estas ventajas mediante el cohecho o la extorsión. En el cohe­cho hay un cambio vollmtario de prestaciones, en la extorsión hay ausen­cia de voluntariedad, pues existen elementos de poder que permiten la imposición de esos beneficios para el privado. Esta es una característica propia de Estados débiles, en donde el poder económico y politico es manejado por los hombres de negocios. La puja distributiva entre los distintos sectores económicos (gremial-empresarial) alienta la coloniza­ción del Estado en beneficio propio y es causa determinante de la frag­mentación social.

Hace más de dos mil trescientos aflos Platón, haciendo referencia al soborno de funcionarios públicos, decfa: "Los que sirven a la nación deben rendir sus servicios sin recibir ningún regalo. El formar un juicio y luego cumplir con él no es tarea fácil, y el camino más seguro para el hombre es el de obedecer a la ley que manda 'no sirvas por regalos"'. (Las Leyes).

4. La corrupción económica y sus efectos en el mercado y en la competencia

La perturbación y el desorden que definen a la corrupción se manifies­tan tanto en el plano de la economta individual del sujeto económico, sea consumidor o productor de bienes y servicios, como en el plano de la econo­mia social y global, con graves consecuencias en lo que se refiere al ordena­miento del mercado, de la competencia y de la equidad distributiva del ingreso y de la riqueza.

En cuanto a la economia individual, la corrupción tiene lugar cuando el acto económico de consumo o de producción no cumple con su propia y específica finalidad. Se consume por el solo fin de tener más y se produce

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con el único y excluyente objetivo de maximizar utilidades (consumismo y economicismo ).

Desde la perspectiva ética y cristiana, el consumo debe estar orientado a la satisfacción de las necesidades materiales, que no son infinitas sino múlti­ples; y la producción de bienes y servicios debe posibilitar la conveniente satisfacción de aquellas. Cuando ambas funciones económicas se alejan de su fmalidad, se corrompen y dejan de servir al mejor desarrollo y perfección de la persona humana.

El acto económico individual así corrompido prioriza la búsqueda del tener en menoscabo de la cultura del ser; prioriza el bien-estar y no el bien­vivir, la buena vida y no la vida buena, el confort y no la auténtica felicidad.

En cuanto a la economía social y global, la corrupción distorsiona y perturba el normal funcionamiento del mercado y de la competencia de · distintas formas. Entre otras: 1) Pérdida de eficiencia económica, en tanto las excesivas reglamentacio­

nes impuestas por el Estado privilegian a la empresa con mayor habili­dad para sobornar al funcionario público y no a la más competitiva y eficiente; por otra parte, las actividades corruptas son improductivas en tanto se consume tiempo y energía para establecer contactos y no para producir.

2) Mayores costos de transacción, ya que los sobornos (coimas) se trasladan a los precios, repercutiendo en forma negativa en el poder adquisitivo de la población.

3) Menor competencia, puesto que la corrupción afecta las fuerzas competi­tivas necesarias para el buen funcionamiento de los mercados; las normas impuestas por el Estado para entrar y salir del mercado restringen el ingreso de nuevas firmas o hacen muy costosa la salida de las mismas (leyes laborales, costos salariales).

4) Freno a la inversión extranjera, ya que el capital extranjero se ve obliga­do a establecer alianzas con funcionarios corruptos.

5) Inequidad distributiva del ingreso, o rentas monopólicas diferenciales ocasionadas por la inadecuada intervención del Estado en la economía; excesivas y arbitrarias regulaciones que originan una redistribución de ingresos de los grupos menos organizados hacia los más organizados; alianzas entre actores económicos poderosos (empresas-sindicatos) con funcionarios políticos y burócratas que generan posiciones de privilegio en perjuicio del bienestar general de los ciudadanos.

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6) Distorsión en las decisiones de inversión pública, ·en tanto se da priori­dad a los gastos en obras de gran envergadura (infraestructura) en las que es más fácil obtener sobreprecios en materiales y contrataciones, en detri­mento de los gastos en salud, educación, ciencia y tecnología.

7) Menores recursos tributarios, generando déficits presupuestarios y mayor endeudamiento del Estado; los desbalances fiscales generan a la vez expectativas adversas en los mercados, mayor riesgo financiero y mayor riesgo pais que afectan negativamente la inversión pública y privada.

8) Debilita la capacidad del Estado y genera incertidumbre, por cuanto el Estado se somete a poderosos grupos económicos, que dificultan el debido ordenamiento de la economía y la existencia de normas e institu­ciones necesarias para el buen funcionamiento de los mercados y de la competencia.

La corrupción económica, tanto en la esfera pública como privada, es, en definitiva, consecuencia directa del pragmatismo economicista que pre­domina en las pautas culturales y valores generalmente aceptados por la sociedad, entendiendo por pragmatismo la búsqueda exclusiva y permanente de la utilidad y conveniencia personal. El método pragmático es la disolu­ción de la idea de orden, afirmaron los inspiradores de la Economía Social de Mercado, Ludwig Erhard y Müller Armak. 11

Un estudio realizado por el Fondo Monetario Internacional en el año 2000 sobre noventa países, demuestra que el incremento del 1% en el indica­dor de corrupción representa un descenso del 1,5% en el nivel de ingresos públicos respecto del producto bruto interno.

El Banco Mundial, por su parte, en el Informe sobre el Desarrollo Mun­dial 2002, afirma que la corrupción perturba el funcionamiento de los merca­dos de tres formas distintas: a) como impuesto: distorsiona la toma de decisiones, reduce la inversión y

afecta negativamente las fmanzas públicas; b) como obstáculo al ingreso en el mercado: por cuanto afecta la competencia; e) debilita la capacidad del Estado: en tanto éste queda sometido a podero­

sos grupos económicos, lo que le imposibilita establecer instituciones que respalden el buen funcionamiento de los mercados.

11 Cfr. Forma y contenido de la economla social de mercado, Fundación Konrad Adenauer, 1983.

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S. La corrupción económica y la empresa

El contexto externo, social y cultural, condiciona el perfil de la empresa y la toma de decisiones en el seno de la misma, influyendo gravemente en su identidad y misión institucional.

La mentalidad pragmática y economicista que gobierna el mundo de los negocios altera el fm propio de la empresa. Por otro lado, parecería ser que la supervivencia de la empresa a veces solo se logra a través de actos no deseables y reprochables desde el punto de vista moral.

Distintas son las formas de corrupción en la empresa: prácticas incorrec­tas -aunque no siempre ilegales- desde el punto de vista ético y profesional, registraciones y auditorías que no reflejan la realidad patrimonial y fmancie­ra de la firma, ·mentiras y publicidad engañosa, alianzas y sobornos a funcio­narios públicos, competencia desleal, quiebras fraudulentas, evasión impositiva, etcétera. Estas son -entre otras- prácticas corruptas que dan lugar a un circulo vicioso que retroalimenta el sistema y que torna dificil la escapatoria del mismo.

Si bien esta es una parte de la realidad del mundo de los negocios, ello no invalida el principio ético en virtud del cual la defensa de los intereses económicos de la firma y la búsqueda del legítimo beneficio empresarial no supone necesariamente justificar acciones no éticas o inmorales. La reali­dad torna dificil el cumplimiento de este principio, pero ello no es imposi­ble: el desafio para la empresa será ser eficiente y permanecer en el merca­do sin consentir ni tomar parte de la corrupción económica instalada.

La forma en que encare ese desafio dependerá del perfil y de la visión que prevalezca en la empresa: 1) será una empresa pragmática y utilitaria, en la que todos los medios son

válidos a efectos de maximizar los beneficios; todo lo que produzca benefi­cio es justo y verdadero (evadir impuestos, despedir personal, reducir sala­rios, publicidad engaiiosa o inmoral, degradar el medio ambiente, etc.);

2) será una empresa indiferente, que se adapta al medio y se acomoda al contexto externo sin espíritu crítico, encontrando su justificación en la idea de que el sistema es así y que no se puede controlar ni modificar;

3) será una empresa donde la ética y la responsabilidad social no son meros ·discursos sino que forman parte de la identidad organizacional; 12 empre­sa donde los beneficios son el medio, estimulo necesario y el elemento

12 Cfr. Jorge Etkin: El potencial ético de las organizaciones, BID, Buenos Aires, 2002.

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regulador que permite cumplir de mejor forma su fmalidad: " ... justa función de los beneficios ( ... ). Los beneficios son un elemento regulador de la vida de la empresa, pero no el único, junto con ellos hay que considerar otros factores humanos y morales que, a largo plazo, son por lo menos igualmente esenciales para la vida de la empresa" .U

Jorge Etkin afirma, certeramente, que la empresa es mucho más que la suma de individuos que la integran, es un actor moral que asume posturas que condicionan y orientan las acciones y decisiones de sus componentes; la cuestión básica en toda empresa es la exigencia de la eficacia frente al deber-ser moralmente correcto.

"Cuando prevalece la idea de vencer sin reparar en los costos humanos y solo se toma el éxito como medida de lo correcto, la organización pierde su carácter de entidad social ( ... ); en el vacío ético sólo operan relaciones de poder y lo correcto se identifica con los intereses de los grupos domi­nantes", afirma Jorge Etkin, haciéndose eco de R. Solomon, quien expresa en igual sintonía: "( ... ) la esencia del enfoque de la virtud en la ética de los negocios es alejarse de la mentalidad que sólo considera la rentabili­dad. Es pasar a pensar los negocios como parte de una sociedad donde lo central es vivir bien con los demás y tener un sentido de autorrespeto, mientras que obtener utilidades es solo un medio". 14

En un artículo titulado "Memo a los presidentes ejecutivos" aparecido en la Revista Gestión de setiembre/octubre de 2002, sus autores advierten a los jefes ejecutivos de las compaftías que los negocios y el propio capitalis­mo están en una encrucijada. Los escándalos corporativos, la especulación financiera, la marginación social y la pobreza reflejan un capitalismo en crisis, bajo el cual subyace una "cultura cada vez más orientada al interés personal y a la glorificación de la codicia".

Explican -y critican- los autores las cinco verdades a medias sobre las cuales se sustenta el capitalismo actual:

1) Lo único que importa es nuestra conveniencia.

Responden: pero si cada uno busca solo su propia conveniencia, los negocios ~o funcionan; es necesaria la iniciativa individual en un contexto de compromiso social.

13 Juan Pablo 11: Centesimus annus, 35. 14 Jorge Etkin: obra citada.

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2) El fin de las corporaciones es maximizar el valor de los accionistas.

Responden: pero maximizar el valor de los accionistas a expensas de los otros grupos involucrados en la empresa es malo para el negocio y para el capitalismo. 3) Los presidentes ejecutivos (CEO) deben ser líderes heroicos, pues ellos

son los que agregan valor a las compañías con su liderazgo.

Responden: concepción individualista, triunfo del héroe que contrasta con el trabajo solidario en equipo; por otra parte, todos colaboran en la generación del valor agregado, no solo el CEO. 4) Las empresas deben ser magras y mezquinas, deben recortar y eliminar,

a efectos de reducir costos y maximizar el valor para los accionistas.

Responden: ello suele dar lugar a empresas mediocres, no comprometi­das con la comunidad. Es por ello que un reciente estudio demuestra que solo el 34% de los empleados en todo el mundo experimentaba un fuerte sentimiento de lealtad hacia sus empleadores. 5) La marea alta eleva todos los barcos.

Responden: la realidad es que solo eleva a los que están mar adentro, en el punto más alto, los que están en la orilla o amarrados se inundan; esto no significa ir en contra de la prosperidad, lo que ocurre es que en el actual sistema esto funciona sólo para algunos, agudizando la brecha entre ricos y pobres.

En otro articulo aparecido en The Washington Post el 4 de agosto de 2002, Amitai Etzioni (profesor de la Escuela de Negocios de Harvard) afir­maba que "cuando se trata de ética, las escuelas de negocios reprueban". El artículo explica que, a partir de los escándalos corporativos de Wall Street, las escuelas de negocios enfrentan el debate por la enseñanza de la ética, dado que todavía no tiene suficiente entidad curricular, pues los estándares económicos predominantes en los claustros enseñan que los valores éticos y morales solo se aceptan si se traducen en beneficios materiales. Los econo­mistas dominan las cátedras, afirma Etzioni.

Ilustrativos son, al respecto, los casos que se comentan en este artículo. El primero de ellos referido a la donación de 20 millones de dólares recibida por la Escuela de Negocios de Harvard en 1987 para apoyar la enseñanza de la Ética. Los debates se centraron en la cuestión de si esta debía seguir siendo una materia opcional (a la que pocos alumnos asistían) o si había que implementar un curso de Ética como para el resto de las materias. El proyec­to no prosperó entre los académicos, quienes mayoritariamente opinaron que

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en esa Escuela de Negocios se ensefta ciencia y que los alumnos ya son adultos y tienen su propia fonnación. En particular, el profesor de Marketing aflnnó que si se enseña Ética el Departamento a su cargo debía cerrarse por resultar un engaño la fonna en que esa su materia se enseñaba (medios no éticos para pub licitar el producto). Por su parte, el profesor de Finanzas opinó lo mismo respecto de su materia, ya que se enseñaba también la fonna de obtener ganancias mediante conductas no éticas.

El otro caso es el debate que se llevó a cabo entre los alumnos y profesores respecto de la compañía aérea Braniff, llevada a la quiebra. El caso es que un cliente escuchó que la compañía tenía problemas financieros y llamó a su presidente, infonnándolo de que era su intención comprar gran cantidad de tickets, para lo cual quería saber si la compañía seguiría volando en los próximos meses. El presidente de Braniff le respondió que no estaba seguro.

Debatido el caso entre los alumnos, la conclusión fue: el presidente de Braniff debió haber mentido, ya que con su respuesta puso en peligro el interés de los accionistas y él debía representar a estos y no a los clientes.

El profesor que llevó al debate el tema estaba confundido por las con­clusiones y consultó al decano de la Escuela. Pero el decano también estaba confundido y llamó a una conferencia para dirimir la cuestión.

Las conclusiones fueron: los negocios son como el póquer; no existen valores absolutos, lo que es moral depende de las consecuencias y de las utilidades que derivan de la acción. Solamente dos académicos insistieron en que decir la verdad es un valor moral absoluto.

El profesor regresó a su clase con su argumento reforzado: enseñar Ética es un trabajo engañoso; no se debe tomar una postura firme a favor de un valor y no de otro. Todo es relativo, todo depende.

Un reciente estudio entre dos mil graduados de las principales trece escuelas de negocios -comenta Etzioni- demostró que estas no solo fallan en mejorar los valores morales sino que los deterioran; el 82% del alumnado cursante del primer año afinnó que el fin de la empresa es maximizar el valor de los accionistas.

En otro trabajo los estudiantes fueron consultados si dado el 1% de probabilidad de quedar presos por un año, ellos intentarían realizar un acto ilegal que podría reportarles a ellos, o a su compañía, una ganancia de US$ 100.000. Más de un tercio dijo que sf.

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6. La corrupción económica global

La corrupción económica se manifiesta en forma global. La inequidad distributiva, la pobreza y la marginación social son un dato característico de la presente realidad y consecuencia de aquella corrupción.

América Latina es una de las regiones más corruptas del planeta según el Informe de Transparencia Internacional y, coinciden~ente, una de las que acusa mayor regresividad distributiva del ingreso. El Indice de Percepción de la Corrupción en la región es de 3,4. Para la Argentina ese Índice registra un 2,5, observando un notorio empeoramiento respecto de años anteriores, con el consecuente agravamiento de la situación social y económica. 15

Esta brecha social y económica es intolerable desde el punto de vista moral. El divorcio de la Economía y la Ética no sólo empobreció a la econo­mía, como afirma Amartya Sen, sino que ha empobrecido al mundo.

7. La absolutizadón de la economía

El espíritu pragmático y economicista y la lógica mercantilista que go­bierna al mundo han hecho de la economía un valor absoluto. Es esta absolutización de la economía lo que Juan Pablo 11 observó como una valo­ración ética negativa del proceso de globalización, especialmente en Améri­ca Latinal donde el fenómeno global se ha hecho más perceptible. 16

Este espíritu pragmático y racionalidad economicista no sólo han co­rrompido a la economía, sino que han invadido casi todos los ámbitos del obrar humano: 1) La política como ciencia ordenadora de la vida social ha sido colonizada

por la economía y menoscabada por la lógica del mercado global. El político ya no conduce, sus decisiones generalmente quedan sometidas a esa lógica. El fm del poder político, el bien común de la sociedad, es obstaculizado por el predominio de las finanzas y la lógica mercantilista.

2) En el campo de la ciencia y de la investigación científica, las utilidades están por encima de las necesidades humanas (PNUD 2002); hasta el propio código genético humano se mide en términos de "costo-beneficio" (Juan Pablo 11, 2001).

15 Cfr. Informe de Transparencia Internacional 2003. El Índice de Percepción de la Corrup­ción en sus puntos extremos refleja: O = máxima corrupción 1 1 O = máxima transparencia.

16 Juan Pablo 11: Ec/essia in América, 20 y 55.

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3) La cultura ha sido invadida también por criterios meramente materialistas y económicos. La venta de contenidos y de valores a través de los medios de comunicación social y de Internet es hoy uno de los principales nego­cios a escala mundial. La globalización cultural es mucho más peligiosa que la globalización económica, porque a través de ella "( ... ) se impone una nueva escala de valores a menudo arbitrarios y en el fondo materia­listas, frente a los cuales es muy dificil mantener la adhesión a los valores del Evangelio" .11

4) Sociedad. El economicismo penetra toda la esfera de la vida social; sus paradigmas de eficiencia, productividad, consumo y espíritu de lucro hacen que en la "sociedad de mercado" se imponga lo más comercial y lo que tiene más rating, no lo mejor, lo más bello, bueno y verdadero. El discurso economicista de la eficiencia y competitividad destruye el espa­cio comunitario y todo proyecto de vida en común.

5) La educación también se ha corrompido por la penetración de una peda­gogía materialista y economicista. Capacita pero no educa, forma produc­tores y consumidores, pero no ciudadanos; transmite eficiencia y habili­dad, pero no las virtudes; forma individuos técnicamente competentes, pero culturalmente ineptos. La búsqueda de la Verdad (de la verdad inútil, aquella que es la base de la grandeza espiritual del hombre, según decía Maritain) ha quedado soslayada y eclipsada por la cultura pragmáti­ca y utilitaria prevaleciente, que reduce el proceso educativo a la búsque­da de la profesión más útil.

En la nueva economía se ha cambiado la forma de producir y generar riqueza en virtud de los adelantos científicos y tecnológicos, pero el espíritu y la racionalidad pragmática del capitalismo se ha potenciado, invadiendo todos los ámbitos del obrar humano.

La búsqueda exclusiva de ganancias, racionalidad propia del capitalis­mo según Max Weber y toda la ética protestante que lo avala, ha corrompido el sistema capitalista y la economía moderna, a pesar de que el sociólogo alemán rechazó el capitalismo desenfrenado y el utilitarismo hedonista, que­riendo dar un nuevo fundamento ético y racional a dicho sistema. Tema que veremos con mayor detalle en el capítulo siguiente.

8. La lucha contra la corrupción

A la hora de dar respuesta a este flagelo global, distintas son las postu­ras asumidas:

17 Juan Pablo JI: Eclessia in America, 20.

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a) el sistema está corrupto, dicen algunos, resignándose y justificando su inacción a través de los condicionamientos impuestos por el contexto social, político y económico y por los antivalores que predominan culturalmente (el 51% de los ejecutivos encuestados por KPMG aceptaba que los funcionarios políticos robaran con tal de que hicieran alguna obra);

b) las cosas son así, son las leyes de la política en virtud de las cuales todo vale para obtener el poder; o son las leyes del mercado, donde todo es válido para obtener la máxima· ganancia individual posible (según Juan Pablo ll, estructuras de pecado: sed de poder y afán de ganancia exclusiva);

e) el que no se corrompió es porque no tuvo la oportunidad, porque llega­dos al poder todos se corrompen. Esta respuesta fue dada por uno de los contradictores de Sócrates en el libro segundo de La República, de Platón: "que un hombre sea jU.sto depende de las posibilidades que tenga". Y fundaba esa respuesta en la leyenda de aquel pastor (Giges) que aprove­chó la invisibilidad que le proporcionaba un anillo encontrado en un pozo para convertirse en rey y usufructuar, para su provecho personal, todo el poder que esta oportunidad le confería. La conclusión era que cualquiera puede tomarse invisible y gozar de la impunidad que tuvo ese pastor; por lo tanto, el que tiene esa oportunidad y llegando al poder no se corrom­pe, en realidad no es porque sea un hombre justo, sino un imbécil que no sabe aprovechar la oportunidad (descalificación del hombre justo y honrado).

La lucha contra la corrupción, para ser efectiva, deberá contar con un programa de acción de corto y largo plazo:

a) control y prevención: voluntad firme por parte del gobierno y de la sociedad civil de ejercer un control efectivo para prevenir actos corruptos.

Las organizaciones sociales intermedias son herramienta poderosa para el control y supervisión de los asuntos públicos (creación de consejos de consulta, mecanismos de audiencias públicas, participación ciudadana en el proceso regulatorio de la gestión de gobierno) y para el mejor funcionamien­to del mercado y de la competencia (comités de precios).

El Estado, por su parte, deberá favorecer un adecuado marco de compe­tencia, tanto interno como externo, la adecuada liberalización de los merca­dos, la apertura externa, el mayor comercio internacional y la mayor infor­mación posible para todos los sujetos económicos. Las excesivas reglamen­taciones incrementan la oportunidad de corrupción. De igual forma, la falta de información y de competencia provoca asimetrías, ineficiencias y rentas diferenciales a favor de pocos.

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Deberá por ello el Estado simplificar el diseflo institucional, evitando reglamentaciones complejas, poco o nada transparentes, que generan rentas a favor de sectores determinados en peijuicio de la equidad social; deberá siempre asegurar la transparencia de gobierno, la participación ciudadana, la rendición de cuentas de los funcionarios públicos y efectivos controles den­tro de cada organismo.

Deberá también calificar y jerarquizar la burocracia estatal; establecer sueldos hipócritas a los funcionarios no es garantía de austeridad y de no corrupción. Por el contrario, la ocasión está en la cuantía y en el manejo de los "fondos reservados" que intentan compensar aquellas magras retribuciones.

El modelo de Estado, o arquetipo ético por excelencia, tan necesario hoy a efectos de controlar y prevenir la corrupción, es el modelo de Estado Social que propuso Juan Pablo II. Este modelo o fórmula normativa, con implicancias jurídicas, sociales, políticas y económicas, supone: a) ejercicio adecuado del poder conforme el bien común; b) políticas económicas que priorizan el pleno empleo y la equidad social, por ser exigencias del bien común nacional; e) libertades económicas ordenadas, que encarnan el valor de la solidaridad so­cial; d) predominio de la racionalidad política y económica.

Este modelo de Estado, ajeno a toda mentalidad pragmática y utilitaria, no es excluyente por razones de eficiencia o capacidad competitiva; supone hber­tades sociales ordenadas, subordinadas a preceptos éticos normativos y que se ejercen en el marco de un orden social y económico racional, ajustado a su fin (no corrupto), esto es, la verdadera promoción de la dignidad humana.

Afirmó Juan Pablo II: "Cuanto más global es el mercado, tanto más · debe equilibrarse mediante una cultura global de la solidaridad, atenta a las

necesidades de los más débiles( ... ); es esencial que la acción política asegu­re un equilibrio del mercado en su forma clásica, mediante la aplicación de los principios de subsidiariedad y solidaridad, según el modelo de Estado Social"; 11

b) castigo y represión: en tanto no puede haber orden social, político y económico, sin que exista un sistema de premios y castigos. Ninguna institu­ción funciona sin la aplicación de este sistema; en tanto el hombre es libre de ejercer la opción entre el bien y el mal, debe haber penas y sanciones severas para el que optó por el mal.

La no impunidad social es una responsabilidad mayor de la autoridad política, pues ella es la que tiene el poder de mando, de coacción y de orden en la vida comunitaria;

18 Juan Pablo 11: Discurso en la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, 25-4-1997.

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e) educación: no bastan los controles, la prevención y el castigo, ello es necesario pero no suficiente. Como alguien afirmó, llegará un punto en que habrá que controlar al que controla. De allí que la educación sea la herra­mienta de largo plazo más importante para combatir la corrupción: una edu­cación auténtica, fundada en los valores del Bien y de la Verdad. El control y la prevención, así como el castigo y la sanción para el corrupto, son herramientas necesarias. pero no suficientes en tanto apuntan a los efectos y no a las causas de la corrupción.

La auténtica educación supone erradicar el discurso y la pedagogía · economicista y utilitaria que hoy predomina en la escuela, en la universidad y en la sociedad toda.

Supone también erradicar el individualismo prevaleciente en virtud de una errónea pedagogía fundada en los derechos y en la libertad individual y no en los deberes sociales y en la solidaridad.

Por eso, afirmó Juan Pablo n, se concede "( ... ) a la conciencia del individuo el privilegio de fijar, de modo autónomo, los criterios del bien y del mal, y actuar en consecuencia. Esta visión coincide con una ética indivi­dualista, para la cual cada uno se encuentra ante su verdad, diversa de la verdad de los demás. El individualismo, llevado a las extremas consecuen­cias, desemboca en la negación de la idea misma de naturaleza humana". 19

La corrupción, cuyos móviles son las estructuras de pecado que Juan Pablo 11 definió como la "sed de poder" y el "afén de ganancia exclusiva", tiene como paradigma la cultura individualista y economicista que caracteri­za a la sociedad posmoderna: la búsqueda del propio interés y de la conve­niencia personal corrompe y destruye el espacio comunitario y todo proyecto de vida en común; destruye a la nación. La sociedad no es más que un conjunto de individuos que pactan reglas de convivencia y en el que cada uno va en la búsqueda de su propio interés y beneficio individual: disocia­ción de lo público y lo privado, debilitamiento de las instituciones, anomia social, disolución social.

Combatir la corrupción económica, así como la corrupción social, cultu­ral y política, supone reivindicar una pedagogia fundada en los auténticos valores del Bien y de la Verdad. Generalmente se habla del "sistema corrup­to" como causa de todos los males sociales, políticos y económicos; pero la corrupción del sistema y los males inherentes al mismo son consecuencia de una corrupción anterior y más profunda, la corrupción de la inteligencia y de

19 Juan Pablo ll: Veritatis splendor, 32.

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la voluntad humana. Estas, en virtud del vacío ético que caracteriza a la sociedad actual, se han· apartado de los valores del Bien y la Verdad.

"La moral es tema de todos los pueblos despiertos y ello ha de proftmdizarse; pero no es posible limitarse a denunciar los síndromes sin anunciar las soluciones. La corrupción no es causa sino síntoma de una enfermedad mayor: la pérdida de valores. Si no se trabaja en la creación de un nuevo sistema de valores y de principios firmes, en una nueva educación, en la recuperación de la familia y la escuela, nada se logrará. Los valores dictarán la nueva carta de navegación de las sociedades".20

La causa de Ia·corrupción es entonces proftmda y raigal. Es por ello que Santo Tomás de Aquino afirmó que la corrupción del alma es mucho más grave que la falsificación de la moneda, pues "la corrupción del alma es causa de~ las demás corrupciones".21

Por tanto, la verdadera y efectiva lucha contra la corrupción supone, a largo plazo, una vuelta a la cosmovisión cristiana, reconociendo que todo lo que se aparte de Dios se desordena y se corrompe. Si en economía nada resulta gratis, mucho menos la violación del orden propuesto y querido por el Supremo Ordenador resulta exento de costo alguno. Por el contrario, dicha violación no resulta impune, tiene graves consecuencias.

En definitiva, la lucha contra la corrupción nWlca va a terminar, y esta debe ser librada por la sociedad en su conjunto, dado que ello es responsabi­lidad de gobernantes y gobernados.

Todos deberán hacer la opción por el Bien y la Verdad, asumir los costos que ello implica y contar con la prudencia y fortaleza necesarias para no caer en la tentación de acomodarse a la moda y a la cultura prevalecientes.

:zo UPLA: Unión de Partidos Latinoamericanos, Colombia, 1993. 21 Santo Tomás de Aquino: Sumna Teologica, 11 q.ll art 3.

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CAPÍTULO 11 DEMOCRACIA Y CAPITALISMO GLOBAL

La extensión de la globalización debe estar acompañada de una toma de conciencia más madura, por parte de las organi­zaciones de la sociedad Civil, de las nuevas tareas a las que están llamadas a nivel mundial ( ... ). El libre intercambio solo es equitativo si está sometido a las exigencias de la justicia social ( ... ). La pérdida de centralidad por parte de los actores estatales debe coincidir con un mayor compromiso de la comu­nidad internacional en el ejercicio de una decidida función de dirección económica y financiera( ... ). Cuanto mayores niveles de complejidad organizativa y funcional alcanza el sistema eco­nómico-financiero mundial, tanto más prioritaria se presenta la tarea de regular dichos procesos, orientándolos a la consecu­ción del bien común de la familia humana. Surge concretamen­te la exigencia de que, más allá de los Estados nacionales, sea la misma comunidad internacional quien asuma esta delicada función, con instrumentos políticos y jurídicos pdecuados y efi­caces ( ... ). La doctrina social individúa uno. de los mayores riesgos para las democracias actuales en el relativismo ético, que induce a considerar inexistente un criterio objetivo y uni­versal para establecer el fundamento y la correcta jerarquía de valores ( ... ). 'A este propósito, hay que observar que, si no existe una verdad última, la cual guía y orienta la acción políti­ca, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumenta/izadas fácilmente para fines de poder. Una demo­cracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia'.

COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL

DE LA IGLESIA, 366,370,371 Y 407.

Conforme muchos lo han profetizado, democracia y libertad de mercado deberían ser los únicos caminos para alcanzar un auténtico desa,r:rollo,.Iibe­rando a los pueblos y naciones de la opresión y de la pobreza. Democrncia y economía de mercado se presentan así como los únicos sistemas que pueden garantizar plenamente la libertad y los derechos políticos, sociales y econó­micos de los pueblos y naciones.

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Pero vista la realidad mundial y el desorden global actual que la caracteri­za, podría también afirmarse que dicha profecía no se ha cumplido, que la democracia y la economía de mercado, que se configuran como "modelos únicos" y como "modelos a exportar" en el contexto global, no garantizan el desarrollo ni la salvación del mundo, ya que, en nombre de esa misma demo­cracia y economía, aparecen renovadas y solapadas formas de totalitarismos.

En efecto, a partir de la década del '80, se obser\ta la búsqueda de una mayor apertura y ampliación de libertades: formas políticas más justas y de mayor participación, mecanismos de mercado con justicia social, reivindica­ción de los derechos humanos. "La búsqueda incesante de la libertad es una característica de nuestro tiempo", expresó Juan Pablo 11 hace 1 O aiios. 1

Es así que, en el mundo posterior a la caída del Muro de Berlín (1989), la economía de mercado y la democracia se presentan como paradigmas absolutos y verdades dogmáticas e irrefutables de la aldea global.

De los casi doscientos países existentes en el mundo, en la actualidad ciento cuarenta son democráticos. En América Latina, hace veinticinco aiios, muy pocos paises eran democráticos; hoy casi todos lo son, por lo menos formalmente.

Por su parte, la economía de mercado se impuso globalmente: en 1989 fue el tumo de la ex Unión Soviética, "glasnost'' y ''perestroika" económica mediante; la India desde hace algunos aftos está virando hacia el capitalismo; la reforma constitucional china (2004) marca el final de la economía planifi­cada impuesta por Mao Tse-tung entre 1949 y 1976, dando lugar a una "economía socialista de mercado" de la mano de una institución clave del capitalismo y de la economía de mercado: el derecho a la propiedad privada, a efectos de favorecer las inversiones y el crecimiento económico. Asimis­mo, los veinticinco paises que hoy se consideran plenamente desarrollados son todos ellos democracias capitalistas. 2

Sin embargo, el objetivo de lograr una sociedad democrática con creci­miento económico y justicia social no parece de fácil realización en el actual contexto económico mundial. Dicho de otra fonna, el imperativo de eficien­cia del capitalismo global no parece ser funcional al precepto de igualdad que profesa la democracia. Antes bien, se excluyen uno a otro. Todo ello en virtud de la persistente y alta concentración del ingreso, la agudización de la brecha entre ricos y pobres y las profundas desigualdades sociales, políticas y económicas, observadas hoy tanto a nivel global como local. Especialmen-

1 Juan Pablo 11: El derecho de los pueblos y naciones, ONU, Nueva York, 5-10-1995. 2 Mariano Grondona, La Nación, 6-3-2004.

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te para América Latina, la marginación o exclusión social se presenta como: 1) exclusión de los bienes básicos y de los servicios que determinan el capital humano (educación, salud); 2) exclusión de los mercados de trabajo y de los mecanismos de protección social, y 3) exclusión de los mecanismos participativos.

La meta del desarrollo, de mayores opciones y de mayor espacio de libertad social, política y económica, debería ser hoy más viable que nunca para todos y cada uno de los países del planeta, economía de mercado y democracia mediante. No obstante, resulta paradójico que la marginación social, la pobreza y el desempleo sigan siendo hoy temas acuciantes para muchos pueblos y naciones.

En síntesis, la igualdad que preconiza la democracia resulta un objetivo dificil de armonizar con los postulados de mayor eficiencia y de mayor competitividad que ·impone la realidad económica actual y el capitalismo global dominante. Democracia y libertad de mercado parecen ser términos antagónicos, aunque, paradójicamente, la libertad sea el signo distintivo y principio determinante de la Democracia.

Ello lo ratifica un informe de las Naciones Unidas que afirma que más de la mitad de la población de América Latina apoyaría un gobierno autorita­rio si resuelve sus problemas económicos; casi el 80% de los doscientos treinta y un líderes regionales consultados (entre ellos presidentes y ex presi­dentes) seftalaron que son los grupos económicos los que ejercen el poder de hecho en América Latina. Advierte el mencionado informe: "Más de dos décadas de democracia no han sido atenuantes de la creciente crisis social en la cual está inmersa la región entera, la que enfrenta serios retos que han llevado a una profunda insatisfacción popular con los líderes elegidos demo­cráticamente. El crecimiento económico insuficiente, las profundas desigual­dades y los sistemas jurídicos y servicios sociales ineficientes, han provoca­do el malestar popular y socavado la confianza en la democracia electoral". 3

Francis Fukuyama, luego de profetizar el fm de la historia, reconoce los desbordes del actual capitalismo y la necesidad de humanizar las relaciones sociales retornando a la política;4 George Soros afirmó que "( ... ) el fwidamentalismo de mercado es hoy en día una amenaza mayor para la sociedad abierta que cualquier ideología totalitaria",' y Raúl Cuello expresó

3 Cfr. La democracia en América Latina, PNUD, Lima, 2004. 4 Francis Fukuyama: El fin del hombre: consecuencias de la revolución biotecnológica,

Ediciones B S.A., 2002. ' George Soros: La crisis del capitalismo global, Ed. Sudamericana, 1999, págs. 24-25.

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que los difusores del neo liberalismo económico actual "( ... ) no advirtieron la contradicción que existe entre la democracia (régimen politico que impli­ca solidaridad) y el mercado (expresión del individualismo) en el que el éxito no depende de los méritos individuales sino del poder de negociación ( ... ); el neo liberalismo fracasa porque no puede hacer coincidir los intereses del capitalismo con las necesidades humanas y el crecimiento económico con la justicia social". 6

l. Presupuestos mosóficos de la democracia capitalista

Para discernir los presupuestos filosóficos de la democracia capitalista actual habrá que recurrir a los cambios culturales y al nuevo proyecto antropológico surgido a partir de los siglos XV y XVI con el Renacimien­to, esto es, con la nueva co~epción del hombre ligada al espíritu de libertad y a la centralidad del, individuo asociada, a la vez, al materialismo y laicismo de vida.

De la mano de transformaciones que revolucionaron el orden social y económico vigente hasta entonces: despegue del capitalismo, aparición de la sociedad de mercado, descubrimientos científicos y geográficos, aparición del Estado moderno, ascensión de la burguesía que modela un nuevo tipo de hombre, el "capitalista'' (banquero, comerciante, industrial), apegado a las riquezas y al mundo sensible, el surgimiento de las ciudades y la cultura urbana (movimientos migratorios del campo a la ciudad), fue dándose un cambio de mentalidad, una nueva cultura, que reemplazó a la cultura teocéntrica medieval, basada en la idea de trascendencia.

Surgió asi una nueva concepción del mundo. y una nueva cultura funda­da en el individualismo o centralidad del ''yo" (individualismo religioso: Lutero, 1483-1546; filosófico: Descartes, 1596-1659 y politico: Maquiavelo, 1469-1527), en el racionalismo, es decir, la autosuficiencia del hombre basa­da en la razón volcada al pragmatismo y al utilitarismo de vida; en el ilumi­nismo, por cuanto esa razón será la encargada de iluminar toda la realidad del hombre para que este pueda encontrar su felicidad hasta entonces negada por ideas oscurantistas asociadas al pecado, a la penitencia y a los sacrifi­cios; y en la ilustración, dado que el hombre ilustrado era el duefio y sefior del universo en una sociedad que marchaba alegremente hacia el progreso indefmido.

6 Raúl Cuello: Bases para la recuperación integral de Argentina, El Ateneo, 2003, págs. 135 y 148.

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La política y economía modernas se nutren de esta atmósfera, cargada de individualismo, racionalismo y economícismo, que fomentó el avance de la filosofla liberal.

El ideal de hombre quedó configurado entonces por el "burgués honra­do", cuya prosperidad económica y bienestar material eran el fruto de una bendici(>n y predilección divinas (Calvino). Un hombre mundano con una libertad sin límites. En este último aspecto, tuvieron también decisiva in­fluencia las ideas de Locke (filosófo empirista inglés, 1632-1704), inspirador del liberalismo moderno. Su punto de partida era el hombre gozando de completa libertad para disponer de su persona y sus bienes, portador de un derecho natural subjetivo; su único límite estaba en no impedir a otro el ejercicio pleno de su libertad individual.

Esta reivindicación del individuo, y de su libertad, que se inició en los siglos XV y XVI va a tener decisiva influencia en los sistemas políticos, económicos y sociales que comenzaron a materializarse a partir de los siglos XVIII y XIX.

2. La democracia Hberal

Estas ideas propiciaron la vuelta del sistema democrático, ausente por más de dos mil años en la historia de la civilización. En efecto, desde el siglo IV a. C. hasta el siglo XIX hay un eclipse de la democracia, ya que durante siglos el régimen político preferido fue la república, no la democracia. 7

Un autor se preguntó respecto de este auge de la democracia a partir del siglo XIX: "~or qué esta brusca y misteriosa eclosión de la adoración de las masas y la divinización de la irracionalidad, cuando se tiene como modelo a Atenas, que había sufrido la dramática degradación y la trágica desintegra­ción de sus valores espirituales, justamente a causa de la implantación de la democracia?". 8

En la Grecia antigua y heroica, comenta Popescu, gobernaron los aristó­cratas por más de setecientos años (desde la guerra de Troya, año 1200 a. C. hasta el año 450 a. C. aproximada.Inente). Estos eran los hombres justos y buenos, eran nobles no por las tierras que poseian sino por su valentía, sobriedad y respeto por las costumbres, las tradiciones y las leyes, y por su veneración a los dioses.

7 República no es igual a democracia: puede ser democracia como gobierno del pueblo o también puede ser aristocracia como gobierno de los nobles (Montesquieu}.

8 S tan Popescu: Autopsia de la democracia, Ed. Euthymia, Buenos Aires, 1984, pág. 9.

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Para el hombre ateniense de la edad heroica, lo principal era la educa­ción (paideia), la cultura, el progreso espiritual, la vida virtuosa, el ideal de sacrificio y la abnegación por lo supremo. La libertad humana estaba asocia­da, precisamente, al cultivo de "los valores culturales y espirituales; todo el mundo deseaba adquirir educación antes que dinero.

Pero en el siglo vm a. C. la aristocracia comenzó a sufrir una paulatina degradación: menor entusiasmo por la educación, afán de . exhibir riquezas materiales, apetito de enriquecimiento y desenfreno por el bienestar mate­rial; la antigua areté (virtud noble) -dice Popescu- comenzaba a degradarse por la infiltración de valores extrafios.

Ello ocasionó que la muchedumbre, la mayoría que vivía en la pobreza y que admiraba a los aristócratas por su vida virtuosa y valores morales, se sintiera agraviada.

Hasta entonces, el hombre griego nunca se babia sentido presionado por la tiranía de las muchedumbres, y tampoco le interesaba anular las diferen­cias y desigualdades que existían en el estrato social, que eran admitidas como desigualdades naturales; como expresó el poeta Homero (la Ilíada), el cobarde y el valiente no debían ser igualmente estimados.

Pero, como afirmó Aristóteles: "( ... ) la multitud se rebela a causa de la desigualdad de fortunas, y los hombres superiores se indignan con la reparti­ción igual de los honores".9

Así fue que el gobernador Solón (640-558 a. C.), encargado de redactar una nueva Constitución, suprimió los privilegios de la nobleza y desencade­nó una apertura hacia el demos (los anónimos, que figuraban entre las dos clases principales, los nobles y caballeros), dándoles la posibilidad de ser dirigentes, para que reaccionara la antigua aristocracia y remontara su deca­dencia moral.

Pero la buena intención de Solón -como afirma Popescu- no dio resul­tado. En lugar de competir para lograr una recuperación espiritual y cultural de la clase dirigente, se originó una lucha por el poder entre la propia clase aristocrática. Es así como Solón, a efectos de ser ecuánime y combatir la corrupción de la sociedad ateniense, perdonó las deudas de los chacareros y pretendió que los ricos fueran generosos con los pobres.

Se instaura el concepto de ''popularidad", del cual comenzaron a sacar ventaja los propios nobles y aristócratas. Y en las últimas décadas del siglo VI a. C. aparece por primera vez la palabra "democracia" o "gobierno del

9 Aristóteles: Obras completas, tomo 1, Ameba. Buenos Aires, 1972, pág. 572.

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demos", haciendo referencia no a los anónimos aristócratas o caballeros, sino al "populacho", a la "masa" o "muchedumbre".

A partir de entonces: "Interesan cada vez menos el honor, la moral y las virtudes espirituales, y afloran con mayor naturalidad los hábitos y las cos­tumbres que hacen a la falta de exigencia y falta de disciplina interior. Lo distinguido. excelso ( ... ) entran en un cono de sombra. En las reglas de juego político ( ... ) comienzan a permitirse los golpes bajos y la hybris -soberbia. arrogancia- típica de la muchedumbre es tolerada a convivir en la nueva constelación de rasgos que hacen a la personalidad ateniense" .10

Pericles (495-429 a. C.), además de comenzar a retribuir económica­mente las funciones y cargos públicos. restringió los poderes aristocráticos e inauguró la democracia en Atenas. nueva religión del hombre griego que reemplazó la paideia y la virtud aristocrática. La democracia amplió la igualdad política pero resaltó las desigualdades económicas. Ello motivó la tentación de los pobres a utilizar la política para obtener ventajas económi­cas, vendiendo el voto como miembro de la asamblea. o la sentencia como magistrado.

He aquí el primer antecedente de la instrumentación y utilización de la política con fines meramente económicos. Como expresa Fisichella. la parti­cipación política de los pobres en la democracia termina con una compensa­ción monetaria por dejar de trabajar. cesa así la gratuidad del compromiso público.••

El surgimiento de nuevas actividades económicas y financieras. el incre­mento del comercio con los esclavos y las nuevas fuentes de ingresos. hizo que la ''política democrática•• fuera una mercadería de exportación. El mun­do debía conocer el hallazgo de Atenas, el demos. Un nuevo estilo de vida surge después de Pericles; los demagogos se constituyen en los nuevos jefes de la democracia ateniense, propiciando la igualdad económica. material. social, moral e intelectual como argumentos para votar leyes cada vez más demagógicas y utópicas. "Casi todas las polis que estaban sojuzgadas al dominio de Atenas habían eliminado la paideia eupátrida y aceptado las nuevas areté .. En el lugar de la calidad o el/ogos (razón divina de las cosas) se entronizó la cantidad y con ella la hybris". 12

A este antecedente remoto de la democracia moderna se suman. a partir de los siglos XVII y XVIll, los postulados filosóficos de la Revolución

10 Stan Popescu: obra citada, págs. 40-42. 11 Cfr. Domenico Fisichella: Democracia y dinero, Tusquets Editores S.A., 2002. 12 Stan Popescu: obra citada, pág. 69.

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Francesa y las tesis pactistas y contractualistas por entonces emergentes (Rousseau, Hobbes). El concepto de soberanía del príncipe cedió lugar a la soberanía de los ciudadanos o del pueblo. La voluntad del pueblo, no someti­da a ningún orden superior, viene a ser la fuente única y absoluta de toda autoridad y ley: la soberanía divina es sustituida por la soberanía popular.

A ello se agrega otro ingrediente filosófico: el relativismo ético. En efecto, la democracia liberal moderna se halla ideológicamente identificada con uno de los lemas que más tipifican a la posmodemidad: la creencia generalizada de que nadie posee la verdad, por tanto, el relativismo es la única garantía del pluralismo y libertad que caracterizan la vida democrática. Fuera de esta ortodoxia relativista no es posible la inclusión dentro de la sociedad posmodema. La democracia establece así una alianza con el relativismo ético, paradigma político de la posmodemidad.13

V ale tener presente que, asf como la unidad caracteriza a la monarquía (gobierno de uno) y la virtud a la aristocracia (gobierno de pocos), la liber­tad y la igualdad representan el signo distintivo de la democracia (gobierno de muchos). A esta libertad e igualdad se refieren los autores e inspiradores del Informe de Naciones Unidas sobre la democracia en América Latina, convencidos de que los males de la democracia se curan con más libertad y con más democracia: ''Los déficits, las lagunas, las acechanzas que se cier­nen sobre nuestras democracias no deberían llevamos ·a olvidar que hemos dejado atrás la larga noche del autoritarismo. No hay malestar con la demo­cracia, pero hay malestar en la democracia y para resolverlo es indispensable hacer uso del instrumento más preciado que ella nos brinda: la libertad. Libertad para discutir lo que molesta, lo que algunos preferirían que se oculte ( ... ); libertad para saber que un sistema que es casi un sinónimo de igualdad, convive con la desigualdad más alta del planeta". 14

Para esta democracia moderna, la libertad no se ordena ni se deja ilumi­nar por la inteligencia y la verdad, y la falsa igualdad que propone, sinónimo de igualitarismo, resulta, en consecuencia, en una nueva forma de anarquía y desorden. Fue Alexis de Tocqueville (1805-1859), pensador y político fran­cés. quien adelantó la tiranía de las masas en el marco de un régimen demo­crático; respecto de la igualdad afirmó: "Por muchos esfuerzos que haga un pueblo, no conseguirá que las condiciones sociales sean perfectamente igua­les en su seno; y si por desgracia llegara a esa nivelación absoluta y total,

13 Cfr. Roberto Bosca: "Relativismo y democracia", Revista Diálogo Politico, Nro. 4/ 2003, Fundación Konrad Adenauer, 2003. ·

14 Dante Caputo: Informe de Naciones Unidas sobre la Democracia en América Latina.

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aún subsistiría la desigualdad de las inteligencias, que por venir directamen­te de Dios, escaparía siempre a sus leyes". 15

Juan Pablo TI también advirtió que una democracia sin valores y sin referencia a la verdad conduce a totalitarismos visibles o encubiertos: "Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana ( ... ). Es por ello que si no existe una verdad última que sirva de guía y oriente a la acción política, fácilmente las ideas y convicciones humanas son instrumentalizadas con fines de poder; de allí que -concluye Juan Pablo 11, aferrándose a la histo­ria- una democracia sin valores se convierte en un totalitarismo visible o encubierto". 16

3. El capitalismo global

La nueva concepción del hombre y del mundo, que arranca a partir de los siglos XV y XVI, y las ideologías que irrumpen en los siglos XVII y xvrn, fundamentan a la economía moderna y al capitalismo global. Tales presupuestos filosóficos (racionalidad economicista, individualismo, mecanicismo de mercado, libertad y utilidad como fundamentos del orden), como ya se expresó en anteriores capítulos, fueron los que dieron sustento a la economía neoclásica y son los que welven a tomar predicamento a partir de la década del '70 con la crisis del Estado de Bienestar. Estos son los mismos presupuestos que hoy inspiran al capitalismo global, identificado filosóficamente con el neoliberalismo económico.

Dichos presupuestos tienen su correlato en las premisas teóricas del funcionamiento del mercado y de la economía en la "aldea global''. En efecto, este capitalismo global supone fuerzas ingobernables por parte de los Estados y de las organizaciones de la sociedad civil, y la preeminencia del mercado y de los actores dominantes en él (corporaciones transnacionales)17;

supone, una "mano invisible" que opera en el mercado y que asigna eficientémente los recursos en función de sus rendimientos y productivida­des económicas18; y sustenta la llamada ''teoría del derrame", en virtud de la

15 Cfr. Alexis de Tocqueville: La democracia en América, Ed. Alianza, Madrid, 1980. 16 Juan Pablo IJ: Centesimus annus, Nro. 46. 17 Cfr. Aldo Ferrer: Globalización, desarrollo y densidad nacional, La Gaceta, Facultad

de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, 28-3-2004. 11 Cfr. Javier González Fraga: "Cómo se annó la globalización", Revista Valores en la

Sociedad Industrial, Nro. 57, Universidad Católica Argentina, agosto 2003.

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cual el incremento de las riquezas (crecimiento económico) redundará, es­pontáneamente, en beneficio para todos. Esta teoría, fundada en el más cru­do dogmatismo de mercado, es -<X>mo afirma Cuello- un "cuento para ni­fios", ya que la mayor inequidad distributiva y polarización social, conse­cuencia de la fuerte concentración de ingresos y riquezas, echa por tierra tales argumentos funcionales a la espontaneidad del mercado.19

Este capitalismo, vigente desde mediados del siglo :xvm a la fecha, en virtud de las profundas transformaciones operadas en el sistema tecnoeconómico, ha cambiado -como expresamos en el Capitulo 1- su for­ma y sustancia, pero su espíritu y racionalidad se han robustecido en virtud de la lógica eficientista y economicista, y del individualismo y darwinismo social prevalecientes en la sociedad actual, que han elevado al mercado a categoría de dogma.

Como afirma Carlos Hoevel, el libera/-inmanentismo, teoría que afirma que la sola liberación de los intereses particulares que existen en el mercado produce y crea todo, no solo la prosperidad material sino también el progre­so moral y la buena política, explica, en parte, esta absolutización del merca­do y de la economia.20

Para dicha teoría, que hunde sus raíces filosóficas en el mecanicismo, racionalismo y utilitarismo, los ''valores" y ''virtudes" son inmanentes al mer­cado y producto del mercado, permanecen y se completan en él, por eso hay que dejarlo operar en libertad; el juego de los intereses económicos no solo engendra valores personales, sino también comunitarios y políticos. Para los defensores de esta teoría, la economía libre tiene la capacidad de moralizar la política, ya que es el freno más efectivo contra el despotismo de Estado.

Esta filosofla liberal inmanentista, presente en la economía neoclásica, vuelve ~ toiiUU; predicamento -afirma Hoevel- a partir de la década del '90, dando fundamento al modelo económico global. Entre 1929 y 1970 tuvo vigencia el ¡ocia/-inmanentismo, según el cual los valo~s son producidos de modo inmanente no por el mercado sino por la socie4ad, el Estado o el consenso. Hobbes (Leviatán), Rousseau (Contrato Social) y Marx (El Capi­tal) propusieron diversas formas de poder centralizado a efectos de poner bajo control la lucha de intereses. Pero, si bien se buscaba la solución de los problemas sociales en forma distinta al liberalismo, coincidían con este en su inmanentismo.

19 Cfr. Raul Cuello: Bases para la recuperación integral de Argentina, El Ateneo, 2003. 20 Cfr. Carlos Hoevel: "Fracaso y lecciones del.liberal imnanentismo de los ail.os 90",

Revista Valores en la Sociedad Industrial, Nro. SS, Universidad Católica Argentina, diciem­bre 2002.

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Las reglas de juego del modelo liberal-inmanentista fueron la estabili­dad monetaria, las privatizaciones, desregulaciones y libre movilidad del capital y recursos, priorizando el funcionamiento del libre mercado. Esa fue la receta uniforme para todos los países, a fm de poder entrar conveniente­mente en el circuito de la economía global.

El mito delliberal-inmanentismo propiciaba el hecho de que una políti­ca más presionada por el mercado seria menos ideológica y demagógica, más transparente y menos corrupta. De esta fonna, política y políticos se adapta­ron a las "decisiones del mercado", inspirando -como afirma Hoevel- un nuevo tipo de mentalidad de negocios entre políticos y funcionarios, que terminó por convencerlos de la inutilidad de cualquier política para alcanzar el bien común.

A esto se refería en 1995 un politólogo alemán: "Porque, de alguna manera, lo que esta globalización ha logrado es que la política se declare incapaz de responsabilidades: si todo es resultado de fuerzas anónima$ 'en el mercado mundial, ¿qué responsabilidad le compete al político? La cotización del dólar, el efecto tequila, los sacudones de la competencia internacional; las variaciones de los precios de las materias primas( ... ); todos estos fenó­menos hacen que los políticos puedan rechazar la responsabilidad para trans­ferírsela a algún otro innominado".21

Muchos países latinoamericanos se subordinaron a esta receta universal exportada por los países centrales a partir de los aftos '80, creyendo que el juego de intereses contrapuestos en el mercado iba a mejorar la política y la ,sociedad. Los resultados, evidentemente, no fueron tan contundentes. En efecto, varios países de la región han quedado sin inStituciones para hacer frente a los desafios propios de la globalización y encauzar su propia estrate­gia de desarrollo. "Simplificando, puede afirmarse que los ados noventa fueron la década de los economistas liberales. La convicción o la esperanza de que 'el mercado' compensarla posibles y esperados efectos negativos de la privatización, de la apetura de los mercados y de la reducción del gasto en empleados públicos, demostró ser equivocada porque el Estado no reaccionó a tiempo contra la concentración de riqueza y de la renta en manos de quienes participaron activamente en el proceso de apertura y globalización".22

Justamente, a este utilitarismo que se manifiesta en las relaciones políti­cas y económicas internacionales y que se presenta como fundamento ideo­lógico prevaleciente del actual ordenamiento mundial, hizo referencia Juan

21 Clauss Oft'e, Univenidad de Humboldt-Berlfn. Diario C/QI'Ín, Buenos Aires, 10-9-1995. 22 Dieter Benecke y Renata Nascimento: "El consenso de Washington revisado", Revista

Diálogo Po/itico, 212003, Fundación Konrad Adenauer, pág. 27.

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Pablo 11, seftalándolo como una verdadera amenaza a la libertad. El utilita­rismo político, inspirador de nacionalismos agresivos, que someten a una nación más débil o pequefia porque responde a intereses nacionales, y el utilitarismo económico, por el cual los paises más fuertes se aprovechan de los más débiles, representan distintas fonnas de dominación (neocolonialismos ), siendo este un fenómeno que ha caracterizado notoriamente las relaciones Norte-Sur.u

4. Ascética protestante y espfritu eapitatista

Al respecto, merece la pena considerar algunas reflexiones acerca de la ética protestante y espíritu del sistema capitalista, sin pretender, por cierto, agotar el tema en estas breves lineas.

La revolución religiosa producida a mediados del siglo XVI, llevada a cabo por disidentes de la Iglesia Católica (Lutero en Alemania, Calvino en Suiza y Knox en Escocia) con ánimo de modificar sus estructuras (relaja­miento de la. fe, corrupción del clero), produjo la ruptura de la unidad reli­giosa vigente hasta entonces, lo que tuvo derivaciones políticas, económicas y sociales .. En efecto, el protestantismo ascético, en sus diferentes formas (calvinismo, pietismo, metodismo, anabaptismo), reconoce máximas éticas similares que tuvieron connotaciones sociales y económicas muy importan­tes.

Calvino (teólogo y reformador francés, 1509-1564) abrazó la causa de la Reforma, pero produjo una escisión en la Iglesia Evangélica por su oposi­ción en ciertos puntos a Lutero; las ideas calvinistas dieron sustento teológi­co a diversos grupos religiosos como 'los presbiterianos (Escocia), hugonotes (Francia) y puritanos (Inglaterra).

El punto cent~Jll del calvinismo fue su doctrina de la predestinación eterna como decisión absoluta,.~ .ffi,.apelable de ,Pios, la negación de los sacramentos como fuent~ "de salv:acióll y su co~secuente desencantamiento del mundo. Nada ni nadie podría ayudar al h()mbre a tal efecto; ni la Iglesia ni un sacramento. El hombre está condenado a.seguir solo su camino. Aban­dono absoluto de la salvación eclesial-sacramental.

Conforme a tales ideas, y a efectos de saber si se era o no un elegido, se recomendó el trabajo profesional incesante como medio sobresaliente para obtener autocerteza. Solo el trabajo disipa la duda y da la seguridad del

23 Juan Pablo IT: El derecho de los pueblos y naciones, ONU, Nueva York, 1995.

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estado de gracia y de salvación eterna. Según Calvino, Dios quiere la actua­ción social del cristiano, su trabajo al servicio de la comunidad y destinado a aumentar Su Gloria. Por tanto, el único signo de salvación es la recompensa económica de los elegidos como premio al trabajo realizado para tales fmes.

A diferencia del luteranismo y el catolicismo, el calvinismo impuso la metódica conducción de la vida, con decisiva 'influencia en lo social y eco­nómico. El puritano controlaba permanentemente su estado de gracia. Así, por ejemplo, Benjamín Franldin (fil~ofo y político norteamericano, 1706-1790) llevaba una ~'contabilidad ética'' de su vida, tabulaba estadísticamente sus progresos en cada virtud. En el catolicismo y en el luteranismo faltó este estimulo. controlador de las acciones, ambos padecen de un ascetismo racio­nal y metódico; y puesto que la gracia podía ser recuperada nuevamente mediante la confesión y la penitencia, ello impidió una "configuración siste­mática y racional de la vida ética global".24

El asceta protestante (ascetismo intramundap.o, según estas ideas calvinistas) no huye del mundo, lo rechaza, y tiene herramientas para trans­formarlo; no actúa de incógnito (como el místico o el monje en el ascetismo medieval católico), sino que trabaja y su éxito es el éxito propio de Dios y única garantía de salvación eterna. Elabora el mundo según la voluntad de Dios rechazando el disfrute de la riqueza (ética antihedonista), la exagera­ción de sentimientos, el erotismo y la violencia. Precisamente, este ascetis­mo intramundano, con su búsqueda disciplinada de la salvación en la profe­sión querida por Dios, fue la fuente del virtuosismo económico de las sectas puritanas.

Por ello, fue Max Weber (sociólogo alemán, 1864-1920) quien advirtió la necesidad de fundamentar el capitalismo en una ética racional de la exis­tencia, con argumentos no solo económicos, sino también filosóficos y teológicos. La pregunta central de Weber era: "¿Cómo volver a entregar al capitalismo un espíritu ético capaz de romper con el utilitarismo hedonista en que había cafdo?".25

Las ideas de Max Weber recibieron la influencia de la escuela histórica de economía (Gustav Schmoller), que centraba su análisis en la problemática de la economía nacional y en la dependencia de esta de los factores cultura-

24 Max Weber: La ética protestante y el esplritu del capitalismo, Bd. Istmo S.A., Madrid 1998, pág. 190.

zs Cfr. Max Weber: obra citada, del prólogo de Jos6 Luis Villacaftas.

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les, éticos y religiosos de cada pueblo; cada nación y cada comunidad defme su propio camino, el que depende de esos factores extraeconómicos.

Según Weber, la racionalidad economicista tiene como consecuencia el darwinismo antinacional: el libre juego del mercado, bajo tales fundamentos, opera a favor de los tipos humanos menos evolucionados desde el punto de vista ético, social y cultural. Por ello, el soporte del capitalismo debe ser el trabajo, no la especulación ni la acumulación de riqueza; tampoco el hedo­nismo. Esta ética calvinista retomada por Weber era la nueva ética del traba­jo industrial capitalista en el oeste alemán, frente a la ética luterana de los campesinos, del trabajo agrario y de la economía cerrada del este alemán.

El pensamiento de Weber recibió, además, la influencia de la escuela histórica de teología (Albrecht Ritschl), según la cual el cristianismo era una fuerza vital capaz de intervenir en el mundo y en el tiempo. Influido por estas ideas, Weber defendió una presencia activa del cristianismo en el mun­do, no la huida de él, y una ética social intramundana que sirvió de funda­mento al espíritu del capitalismo moderno.

Sintéticamente, estos eran sus argumentos centrales: a) El espíritu capitalista del puritanismo ascético equivale a virtuosismo en

los negocios, no se identifica con el hedonismo ni con el deseo de lucro en provecho individual.

b) Deber profesional de ganar dinero, no lucro despiadado; así, el capitalis­mo moderno educa al individuo que necesita (empresario o trabajador) y los crea mediante la selección económica. El capitalismo se orienta a la búsqueda exclusiva de las ganancias, pero este afán de lucro y de rique­zas trasciende al mismo sistema capitalista, aunque este es el espíritu que lo anima gracias a Calvino. Para Weber, el espíritu del capitalismo mo­derno fundado en la ascética protestante es el control ético y racional de la avaricia. 26

e) Ideal de empresario capitalista: rehuye la ostentación y el lucro innecesa­rio. Rasgos ascéticos: su riqueza no significa nada para su persona, es consecuencia del buen cumplimiento de su profesión.

d) Racionalidad económica del capitalismo mo4emo: el trabajo al servicio de una configuración racional de bienes materiales (esto no es igual a la vida y a la ética del campesino, del artesano o del capitalista aventurero); cualificación ética de la vida profesional mundana. El trabajo es el medio

26 Max Weber: obra citada, págs. 146, nota 75.

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ascético y fin de la vida prescrito por Dios; la contemplación place menos a Dios que la realización de su voluntad en la profesión. La falta de ganas de trabajar es síntoma de falta de estado de gracia, y esto vale tanto para el rico como para el pobre; ambos deben obedecer a Dios mediante el trabajo profesional y racional (carácter metódico y ascético).

e) Acerca de las riquezas: lo reprobable desde el punto de vista ético es el descanso en la posesión, en el disfrute de ellas (ocio, deseo carnal, alejamiento de la vida santa). Su posesión es sospechosa en la medida en que traiga consigo la idea del descanso. Según la voluntad de Dios, ni el ocio ni el disfrute, sino la actuación, sirve para aumentar Su Gloria. Por ello, perder el tiempo es un pecado grave, el más grave (la cháchara, dormir más de lo necesario, las relaciones sociales, etc.). Toda hora perdida está sustraída al servicio de la gloria de Dios (Franklin). El ascetismo protestante frenó el consumo y el lujo, legalizó el afán de lucro racional y fomentó el ahorro, y fue una palanca impor­tante para el desarrollo capitalista por la acumulación del capital debido a la obligación ascética de ahorrar. "El ascetismo no solo vio en el afán de riqueza (en tanto que objetivo) lo más reprobable y en la obtención de la riqueza (en tanto fruto del trabajo profesional) la bendición de Dios. Sino que, y esto es lo más importante todavía, la valoración religiosa del trabajo profesional mundano incesante, continuo, sistemá­tico, en tanto que medio ascético supremo y al mismo tiempo confirma­ción segura y patente del ser humano regenerado y de la autenticidad de su fe, tuvo que ser la palanca más potente que podamos imaginar para la expansión de aquella concepción de la vida a la que aquí hemos llamado espíritu del capitalismo'',27

f) Tomar la profesión más útil es más agradable a Dios y es una prescrip­ción ética. Esto trae aparejado un mayor provecho económico privado y mayor bienestar para la comunidad. El trabajo y la industriosidad, la ganancia racional, el ahorro, la acumulación de riquezas y el control ético de la avaricia fueron fomentados por este ascetismo protestante y fundamentaron el nuevo espíritu capitalista. Es por ello que Weber atacó a los capitalistas de su época (fines del siglo XIX, principios del siglo XX), que solo buscaban el lucro desenfrenado y la ganancia como fm en sí misma. Por ello admite el desarrollo capitalista solo a partir de la ética protestante calvinista.

27 Max Weber: obra citada, pág. 249.

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Es preciso puntualizar aquí algunos conceptos de la ética tradicional católica, a efectos de permitir una reflexión conjunta con los principios de la ética protestante sustentada por Weber: 1) Para la ética tradicional católica el trabajo no es un castigo divino ni las

riquezas enemigas de la santidad. Por el contrario, y como expresamos en capítulos anteriores, para la ética católica el trabajo es necesario al hom­bre, no solo para su conservación sino también para realizarse como persona y alcanzar así la peñección; aunque asociado a la fatiga y al cansancio en el estado actual de la naturaleza humana (pecado original), el trabajo tiene un sentido trascendente. De igual forma, para el pensa­miento católico, tener riquezas no impide al hombre su camino a la santi­dad, lo reprobable éticamente es su mal uso o la pretensión desmesurada de ellas (avaricia).

2) Un segundo aspecto a destacar es que, no obstante el esfuerzo de Weber por dar un sustento ético y religioso al capitalismo moderno, ese espíritu capitalista fundado en la ascética protestante, como el mismo espíritu del capitalismo liberal manchesteriano criticado por Weber y el espíritu del actual capitalismo global, tienen -con o sin fundamento ético o religioso­un común denominador: la racionalidad económica fondamentada en la maximización de las ganancias y riqueza. Ello ha provocado un efecto no querido y combatido por el mismo Weber: la hegemonía de la cultura del tener (avaricia), que sofoca la dimensión espiritual y trascendente de la persona humana.

En efecto, esta ética protestante defendida por Weber consideró al traba­jo profesional incesante y a la acumulación de riquezas consecuente como el medio ascético por excelencia y la mejor forma de glorificar a Dios, en menoscabo de la contemplación y de la vida espiritual. Para el ascetismo intramundano, el bien salvffico supremo no podía ser de carácter contempla­tivo, porque la contemplación. mística (o huida del mundo), de igual forma que los sacramentos, desvalorizan la actuación mundana, única forma de confirmar la fe y salvación. 28

Al respecto, no es cierto que la vida contemplativa de los monjes signi­ficara la huida del mundo y la ausencia de actuación mundana. La regla monástica por excelencia fue y es ora et labora; consagrar la vida a la contemplación significa aceptar la ley del trabajo. Y en lo que se refiere a la

28 Max Weber: obra citada, págs. 292-300.

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vida contemplativa, afirmó León XID: "Contemplar a Dios y dirigirse a Él, ley es suprema de la naturaleza del hombre, el cual, creado a imagen y semejanza de su Hacedor, por su propia naturaleza es poderosamente esti­mulado a poseerlo. Pero a Dios no se acerca el hombre por movimiento corporal, sino por medio de las facultades del alma, por el conocimiento y el amor. Porque Dios es la primera y Suma Verdad, y el entendimiento solo se nutre con la verdad: es asimismo santidad perfecta y bien supremo, al cual la voluntad solo puede aspirar y acercarse guiada por la virtud".29

No obstante lo dicho, creemos que el esfuerzo hecho por Max. Weber, a efectos de fundamentar la economía y el sistema capitalista con postulados no solo económicos sino también éticos y religiosos, es digno de ser imitado, por cuanto existe la necesidad de dar un nuevo sustento filosófico y sentido trascen­dente a la economía de mercado actual y al capitalismo hegemónico global.

S. El fracaso de la democracia capitalista

Algunas de las respuestas al fracaso social y económico de la democra­cia capitalista actual presentada como modelo a seguir y como paradigma del orden mundial, debemos buscarlas en las siguientes razones:

a) Inmanentismo y relativismo: o negación de la verdad y de la moral absolutas, que caracteriza a la cultura occidental a partir del siglo XX. En efecto, la negación de la verdad y moral absolutas y el rechazo de una metafisica que le dé sentido y fmalidad a la vida social y económica, dan por resultado el vacío filosófico inherente a la economía y democracia actuales, fundadas en la concepción positivista y agnóstica del neoliberalismo actual. Ello ha permitido la convergencia liberal-socialista que da fundamento ideo­lógico a la "social-democracia", en la que confluyen programas económicos propios de la ortodoxia pragmática y liberal (mecanicismo de mercado) con avances sociales y culturales propios del socialismo marxista (igualitarismo ). Este vacío filosófico caracteriza el desorden actual: "( ... ) presencia de un pluralismo disperso, de un relativismo ético-cívico que no asume nada como cosa cierta, que no comparte ningún patrimonio, excepción hecha de la am­pliación de esa libertad sin responsabilidad y sin atención por el interés general que alimenta el paroxismo de los llamados derechos humanos, y que tan bien se acomoda a las posibilidades de anarquía (por lo menos hasta ahora) inherentes a la globalización".30

29 León Xlll: Sabldurfa cristiana, acerca de los obligaciones de los cristianos, Nro. l. 30 Domenico Fisichella: obra citada, pág. 176.

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b) Individualismo y economicismo: o centralidad del yo y bienestar material. Así como para la antigüedad clásica "lo privado" tenía un sentido negativo y el verdadero ciudadano era aquél que se ocupaba de la cosa pública, (el "idiota" para los griegos era aquel que solo atendía sus asuntos particulares y las tareas productivas eran de rango inferior), contrariamente, el mundo actual prioriza el interés privado e individual y el aumento de la riqueza material mediante una mayor eficiencia y productividad económica. Así como la antigüedad clásica concibió al horno politicus, para quien la política estaba estrechamente ligada a la ética y a la religión y, por tanto, era la actividad que ayudaba a concretar los fines superiores de la vida, mientras que la economía se ocupaba de los medios necesarios para la vida, contraria­mente, para el horno oeconomicus actual, la Economía es la "ciencia de las ciencias", y el bienestar económico, tanto individual como colectivo, se constituye en el fm supremo de la vida pública. Con suma claridad expresa Abel Posse: "El economicismo se presenta como el último rostro del nihilis­mo que amenaza fisica y moralmente a Occidente: una gran maquinaria de intereses que crecen y se multiplican como independizados de toda voluntad humana. El llamado progreso empieza a parecer una fatalidad" Y Este ideal de vida del hombre posmoderno, que se agota en la "erotización del consu­mo" y en la búsqueda exclusiva del bienestar material, es consecuencia de una cultura dominante caracterizada por el declive de los valores morales y trascendentes.

e) Desplazamiento del poder: muchos advierten los cambios que se han producido dentro de la democracia y economía modernas. Por un lado, la incapacidad de los partidos políticos para movilizar al electorado en pro­gramas que no sean económicos y que propongan cosas distintas al bienestar material; por otro, el mercantilismo global que se ejerce en nombre de la libertad de mercados (proteccionismo, subsidios, etc.). Esta metamorfosis concluye en una realidad iticuestionable: los partidos dependen cada vez más de las ayudas económicas que puedan recibir de las corporaciones empresa­riales, siendo estas las que dominan el mercado, obstaculizando el ejercicio de una sana competencia y una economía libre. La oligarquía partidista cede poder a la oligarquía económica, la partidocracia se subordina al dato eco­nómico-financiero que controla a la comunidad política y al sistema de co­municación de masas, uniformando la cultura, los gustos y preferencias de la sociedad. En los Estados Unidos se ha observado este fenómeno durante el siglo XX: el vacío que fueron dejando los partidos políticos fue ocupado por

31 Abe! Posse: La Nación, 10-4-1996.

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las grandes corporaciones económicas; hasta se habla de un "sistema sin partidos".32 Oligarquía económica y demagogia política parecen caracterizar el sistema económico y político actual, ya que no existe soberanía del consu­midor ni soberanía del pueblo. En efecto, las cuestiones más importantes que hacen a la vida social, política y económica están condicionadas por los intereses de los grandes operadores económicos que actúan a escala global (fmancierismo internacional dominante) .

. Como afuma Raúl Cuello:"( ... ) el poder que les otorga el neoliberalismo a las grandes corporaciones hace que el mercado esté dirigido por aquellos que manipulan las instituciones y tergiversan la lógica fundamental del liberalis­mo, que consiste en que la soberanía del consumidor canaliza los recursos para satisfacer la demanda( ... ). El repliegue del Estado, aspecto ideológico central de la macroeconomía neoliberal, deja a la sociedad desprotegida y constituye la renuncia explícita de los gobernantes a gobemar''.33

Alvin Toffler, por su parte, caracterizó a la Tercera Ola como la ola del mundialismo y del poder en manos de pocos, y afirmó: "( ... ) El principio herético de la tercera ola es el del poder de las minorías. El mismo mantiene que el gobierno de la mayoría, el principio de legitimación de la era ~.e la segunda ola, es crecientemente obsoleto. No son las mayorías sino las mino­rías las que cuentan. Y nuestros sistemas políticos deben reflejar ese hecho crecientemente". 34

En síntesis, parecería ser que, como algunos analistas afirman, el poder de decisión reside en una elite tecnocrática supranacional, minoritaria, iden­tificada con el pensamiento único y global, que opera pragmáticamente su­bordinando a ella la suerte y el destino de muchas naciones; la oligarquía económica ejerce una influencia decisiva sobre quien gobierna y sobre quien ejerce la oposición.

Es por ello que"( ... ) el paneconomicismo deja malherida a la Democra­cia ( ... ). Se trata pues, de una gran revolución cultural, según la cual no es la decisión política la que expresa el top de la generalidad, sino la decisión tecnobancocrática ( ... ); la ideología tecnobancocrática constituye el ataque más mortífero que se haya hecho jamás contra el primado regulativo de la Política ( ... ) Si históricamente la Economía era el reino de los medios y la Política el de los fines, en la actualidad nos apremia la perspectiva contraria:

32 Cfr. Domenico Fisichella: obra citada. 33 Raúl Cuello: Bases para la recuperación integral de Argentina, El Ateneo, Buenos

Aires, 2003, págs. 146 y 135. 34 Cfr. Alvin Toffier: La tercera ola, Ed. Plaza & Janes, Buenos Aires, 1980.

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ahora las oligarquías económicas sólo aceptan la Política como instrumento económico". 35

Decía Montesquieu (filósofo francés, 1689-17 55), quien tuvo decisiva influencia en el pensamiento liberal de la Revolución Francesa y del siglo XIX, que la República exige hombres virtuosos y que donde prevalezcan la riqueza y el bienestar material llegan a su fm la virtud cívica y política: "Los políticos griegos, que vivían en un gobierno popular, no reconocían más fuerza para sostenerlo que la virtud. Los políticos de hoy no nos hablan más que de fábricas, de comercio, de finanZas, de riquezas e incluso de lujo. Cuando la virtud -deja de existir, la ambiCión entra en los corazones capaces de recibirla, y la codicia se apodera de todos los demás ( ... ). Antes, los bienes de los individuos constituían el tesoro público, pero en cuanto la virtud se pierde, el tesoro público se convierte en patrimonio de los particu­lares. La república es un despojo y su fuerza ya no es más que el poder de algunos ciudadanos y la licencia de todos". 36

Precisamente, es esta decadencia moral o alejamiento de la virtud la que ocasiona la desintegración de la comunidad política y conduce a la existen­cia de una muchedumbre preocupada solamente por su felicidad privada y bienestar económico personal, desentendida por completo de los asurttos públicos y del bien común nacional. Y es esta desintegración la que da lugar a la existencia de una "tecnocracia económica global y dominante" que traba alianzas con el poder político de tumo al que subordina.

Esta tecnocracia económica global se instrumenta a través de una apa­rente democracia y libertad de mercados, y está al servicio de aquellos que planifican independientemente de Dios y del deber-ser de las cosas con el solo fm de dominar el gran tablero mundial, e imponer --como afirmó Juan Pablo 11- nuevas formas de colonialismo.

No obstante, no se trata de denostar a la democracia y al capitalismo como sistemas político y económico valederos, sino de darle nuevos funda­mentos. Para ello, es necesario tener en cuenta las enseftanzas del Magisterio Social de la Iglesia: una auténtica democracia debe estar fundada en la recta concepción de la persona humana y orientada al bien y a la verdad última; y un auténtico capitalismo debe estar encuadrado en un sólido con­texto jurídico en donde la libertad económica esté al servicio de la libertad humana integral, cuyo centro es ético y religioso. 37

35 Domenico Fisichella: obra citada, pág. 184. 36 Montesquieu: El espfritu de las leyes. 37 Juan Pablo II: Centesimus annus, Nros. 42 y 46.

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CAPÍTULO 12 ECONOMÍA Y DESARROLLO HUMANO

El esfuerzo de concebir y realizar proyectos económico-sociales capaces de favorecer una sociedad más justa y un mundo' más humano representa un desafio dificil, pero también un deber estimulante, para todos los agentes económicos y para quienes se dedican a las ciencias económicas ( ... ). El desa"ollo, en efecto, no puede reducirse a un mero proceso de acumulación de bienes y servicios. Al contrario, la pura acumulación, aun cuando fuese en pro del bien común, no es una condición sufi­ciente para la realización de la auténtica felicidad humana. En este sentido, el Magisterio social pone en guardia contra la insidia que esconde un tipo de desarrollo solo cuantitativo, ya que la excesiva disponibilidad de toda clase de bienes materia­les para algunas categorías sociales, fácilmente hace a los hom­bres esclavos de la posesión y del goce inmediato ( ... ). Especial atención debe concederse a las especificidqdes locales y a las diversidades culturales, que corren el riesgo de ser comprometi­das por los procesos económico-financieros en acto: la globalización no debe ser un nuevo tipo de colonialismo ( ... ). Ante el rápido desarrollo del progreso técnico-económico y la mutación igualmente rápida de los procesos de producción y de consumo, el Magisterio advierte la exigencia de proponer una gran obra educativa y cultural ( ... ). Los estudiosos de la ciencia económica, los trabajadores del sector y los responsables políti­cos deben advertir la urgencia de replantear la economía, con­siderando, por una parte, la dramática pobreza material de mi­les de millones de personas, y por la otra, el hecho de que a las actuales estructuras económicas, sociales y culturales les cuesta hacerse cargo de las exigencias de un auténtico desarrollo( ... ). En este esfuerzo de replanteamiento, que se perfila articulado y está destinado a incidir en las concepciones de la realidad eco­nómica, resultan de gran valor las asociaciones de inspiración cristiana que se mueven en el ámbito económico: asociaciones de trabajadores, de empresarios, de economistas.

COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL

DE LA IGLESIA, 333, 334, 366, 376 Y 564.

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l. Bienestar económico y desarrollo humano

La mentalidad pragmática y economicista que impera en el mundo actual ha reducido el concepto de desarrollo y de bien común al simple bienestar económico, a la mayor producción y al aumento constante de riqueza material. De esta forma, y esto vale tanto para el ámbito personal como social, la concepción economicista prevaleciente resta importancia a los presupuestos culturales, éticos y valorativos que resultan claves para alcanzar un auténtico desarrollo humano y el verdadero bien común nacional.

La humanidad ha comenzado a transitar el siglo XXI con un dato muy evidente: el agotamiento y el fracaso de dos sistemas plenamente identifica­dos con aquella mentalidad pragmática, materialista y economicista: el so­cialismo soviético y el capitalismo liberal globalizante.

El colectivismo marxista fundamenta el desarrollo en la evolución de las fuerzas materiales productivas, proceso que se logra mediante la erradica­ción de la propiedad privada de los medios de producción. Así, el desarrollo es algo objetivo y exterior al hombre, ya que se mide por el grado de socialización de la propiedad.

Por su parte, para el capitalismo liberal, en virtud del influjo recibido por el iluminismo y el positivismo científico, el desarrollo supone el progre­so en el dominio de las ciencias y de la técnica para llegar a mejores condi­ciones económicas; aquí también el desarrollo es algo objetivo y exterior al hombre, por cuanto se mide por el progreso en el dominio y sujeción de la materia a través de la razón, de la técnica y de las ciencias positivas.

En la era actual y sobreviniente, el predominio de la tecnocracia económi­ca generaliza aún más esta equivocada concepción filosófica, cuyo producto es la infracultura dominante, que hace de lo económico un valor absoluto.

El hombre y su vida misma han sido dominados por la tecnología y la economía; el hombre más importante es el "hombre de negocios", cuya máxima aspiración es una mayor libertad para hacer lo que le plazca en la permanente búsqueda de un consumismo feliz aprovechando, para tales co­metidos, las enormes ventajas que brinda la era tecnológica y digital. Todo ha quedado reducido a la relación "mercado-mercancía", socavando así la dimensión espiritual del hombre y de la vida misma.

Ortega y Gasset, hace tiempo ya, daba cuenta de este predominio de lo económico. Afirmó: "La historia no se contenta con narrar lo acaecido, sino que aspira a reconstruir el mecanismo generador de los acontecimientos. Sin embargo, es excesivo el papel que al ingrediente económico se le da, hacien-

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do de él la auténtica realidad histórica y desvirtuando el resto: derecho, arte, ciencia, religión, como simple reflejo y proyección de la mecánica económica". 1

En referencia a esta mentalidad economicista prevaleciente, Juan Pablo 11 expresó: "Sin embargo, las concepciones claramente restrictivas de la realidad humana transformaron el bien común en un simple bienestar econó­mico, carente de toda referencia trascendente y vacío de su más profunda razón de ser. El bien común, en cambio, tiene también una dimensión tras­cendente, porque Dios es el fm último de las criaturas". 2

Por tales razones es preciso distinguir el concepto de desarrollo del simple bienestar o crecimiento económico. El crecimiento económico es el aumento de la cantidad de bienes (riqueza material) producidos por un país en un periodo de tiempo determinado; en cambio, el desarrollo supone ese crecimiento de riqueza material, pero a la vez, y principalmente, el mejora­miento de las condiciones sociales, culturales y morales que hacen a la calidad de vida y se corresponden con la dignidad de la persona humana.

En efecto, el desarrollo apunta a una "vida buena~·. no a la "buena vida", y esto no es un simple juego de palabras, puesto que la vida buena supone la suficiencia de bienes materiales, pero principalmente la posibili­dad de consumir otro tipo de bienes -culturales, espirituales y religiosos­que permitan al hombre alcanzar de mejor forma su realización personal y stt fin trascendente.

De allí que el desarrollo, para ser auténtico, deberá abarcar las cuatro dimensiones del hombre, a saber: 1) dimensión material: en virtud de la condición de materialidad del compuesto humano, el hombre necesita de bienes materiales para poder satisfacer sus necesidades vitales y encaminarse hacia una vida virtuosa. Por tales razones, un auténtico desarrollo supone el crecimiento económico y necesita del aumento de riquezas materiales; 2) dimensión espiritual: la naturaleza racional del hombre hace que necesite también de bienes espirituales y culturales, para lograr una perfección más acabada; 3) dimensión religiosa: al ser el hombre un ser re-ligado y tener un fin trascendente, necesita imperiosamente de bienes sobrenaturales que, de igual forma que los culturales y espirituales, no son escasos, es decir, cuanto más se consumen más abundancia hay de ellos. Estos bienes conducen al hombre a la plenitud de su perfección en cuanto hombre; 4) dimensión

1 Ortega y Gasset: El Espectador, Tomo VI, pág. 558. Espasa-Calpe, Madrid, 1930. 2 Juan Pablo 11: Jornada Mundial de la Paz, 1°-1-2005.

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social: por cuanto la persona se realiza y perfecciona en sociedad, de modo que la verdadera promoción humana necesita la realización del bien común.

El auténtico desarrollo, por tanto, tiene una dimensión moral y se en­cuentra distante del economicismo y materialismo prevalecientes que lo asi­milan al simple crecimiento del Producto Bruto y al mayor consumo de riquezas materiales. Ahora bien, en lo que se refiere a su dimensión material, el auténtico desarrollo supone dos premisas ya mencionadas: la eficiencia económica, esto es, la mayor productividad económica y social y optimización de recursos disponibles, que debe estar subordinada a la suficiencia econó­mica, para que todos los hombres vean atendidas plena y convenientemente sus necesidades vitales.

Hace unos cuantos años, Moyano Llerena expresó su concepción acerca del desarrollo: "Debe rechazarse como falsa la supuesta identificación entre un mayor crecimiento económico y una mejor calidad de vida. El gran éxito logrado en el aumento de la producción en algunos países ha permitido, por cierto, notables mejoras en la salud, en la instrucción y en el confort de su población. Pero ello no ha evitado una insatisfacción fundamental que se advierte en importantes aspectos de su existencia. Esa insatisfacción recono­ce una doble causa: a) por una parte, la necesidad de bienes económicos no disminuye con el crecimiento de la riqueza ( ... ); b) por otra parte, hay dimensiones esenciales de la vida (como la afectividad, por ejemplo) que permanecen desatendidas porque su satisfacción no depende del dinero. Se trata, en cambio, de grandes consumidoras de tiempo. Pero la obsesión por lo económico reduce el tiempo libre, y la búsqueda sin límite de lo utilitario se hace a expensas de las relaciones de gratuidad, lo cual mutila la vida humana y restringe su expansión. El tiempo es identificado con el dinero (time is money) y la angustiosa sensación de su escasez se manifiesta en la agitación característica de las sociedades más ricas. Parece clara, entonces, la necesidad de un cambio fundamental en el modo de vivir, con el propósito principal de subordinar deliberadamente lo económico a los objetivos de un armonioso desarrollo en todas las dimensiones, que tienda hacia una mayor plenitud vital, lo cual requiere: a) reducir el tiempo de trabajo (por lo menos en relación con el aumento de la productividad) a fm de disponer de más tiempo libre para las actividades no utilitarias; b) limitar consiguientemente el consumo, pero a la vez que se asegure a todos poder cubrir ciertas necesi­dades mínimas; e) expandir los bienes no económicos que son los que pro­vienen de las actividades gratuitas, propias del tiempo libre, como la comu­nión de la pareja, la convivencia de la familia, la amistad, la caridad en el servicio al prójimo, la búsqueda del saber, el goce de la belleza, la alegria

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del juego, la celebración festiva, la elevación espiritual. No se trata de recha­zar el adelanto económico en una actitud ascética o antitécnica. Muy por el contrario, se debería aprovechar al máximo el progreso científico y tecnoló­gico humanizante, que permita liberar tiempo para vivir ( ... ). La dificultad principal no radica en la modificación de las estructuras -como suelen creer ingenuamente los revolucionarios- sino en la transformación de las mentali­dades, que conduzca a preferir valores muy distintos a los actuales ... 3

En la misma línea de reflexión, el profesor Amartya Sen, Premio Nobel de Economía 1998, expresó: "Una concepción satisfactoria del desarrollo debe ir mucho más allá de la acumulación de riqueza y del crecimiento del producto nacional bruto y de otras variables relacionadas con la renta. Es necesario examinar e investigar los fines y los medios del desarrollo para comprender mejor el proceso de desarrollo; sencillamente, no es suficiente fijarse como objetivo básico la maximización de la renta o de la riqueza, que, como señaló Aristóteles, no es más que un instrumento para conseguir otro fin. Por esa misma razón, no es sensato concebir el crecimiento econó­mico como un fin en sí mismo, .4

· Juan Pablo D, manteniéndose en la misma línea trazada por sus predece­sores, afumó que el auténtico desarrollo no se identifica con la concepción iluminista de "progreso indefinido, relacionada específicamente con lo econó­mico-social y que está seriamente en duda, sobre todo después de las dos guerras mundiales. En efecto, en virtud de este falso concepto de desarrollo, tras el cual se alinean las distintas ideologías, el abismo entre los pueblos del Norte y los del Sur es cada vez mayor; el creciente grado de interdependencia está cada vez más separado de las exigencias éticas, con nefastas consecuen­cias para los más débiles, y nuevas formas de explotación y opresión económi­ca, social, política y religiosa hacen que el subdesarrollo de nuestros días no sea simplemente económico, sino también cultural, político y humano.

En sintonía con todo el Magisterio Social de la Iglesia anterior, Juan Pablo 11 concibió el desarrollo a partir de la subjetividad de la persona humana y desde una perspectiva ética que lleva implícita una recta jerarquía

3 Carlos Moyano Llerena: Otro estilo de vida, págs. 135-142, Sudamericana, Bs. As., 1982. Citado en Revista Valores en la Sociedad Industrial, afio XXI, Nro. 58, diciembre 2003 (Revista de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad Católica Argentina).

4 Amartya Sen: Desarrollo y libertad, Ediciones Planeta, Barcelona, Espaí'ia, 2000, págs. 30 y 31.

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de bienes. De allí que si bien el desarrollo tiene una necesaria dimensión económica, no se agota en esta dimensión, puesto que "tener" objetos y bienes no perfecciona de por sí al sujeto, si no contribuye a la maduración y enriquecimiento de su "ser". Pero ser y tener no deben convertirse en una antinomia: "El mal no consiste en el tener, como tal, sino en el poseer que no respeta la calidad y la ordenada jerarquía de los bienes que se tienen. Cali­dad y jerarquía que derivan de la subordinación de los bienes y de su dispo­nibilidad al ser del hombre y a su verdadera vocación ( ... )".5

En síntesis, sólo aceptando la dimensión moral del desarrollo se podrá superar el crudo economicismo que hoy impregna todos los ámbitos del obrar humano, que no solo desvirtúa el fin propio de la actividad económica, al confundir fines con medios, sino que sofoca la dimensión cultural, espiri­tual y religiosa de la vida humana.

"( ... ) el desarrollo no debe ser entendido de manera exclusivamente económica, sino bajo una dimensión hUmana integral. No se trata solamente de elevar a todos los pueblos al nivel del que gozan hoy los países más ricos, sino de fundar sobre el trabajo solidario una vida más digna, hacer crecer efectivamente la dignidad y la creatividad de toda persona, su capacidad de responder a la propia vocación y, por tanto, a la llamada de Dios. El punto culminante del desarrollo conlleva al ejercicio del derecho-deber de buscar a Dios, conocerlo y vivir según tal conocimiento".6

l. Educación, cultura e identidad nacional: claves del desarrollo económico y soeial

Un autor defmió el desarrollo nacional como un proceso de inteligencia socialmente organizada, 7 que abarca la política, la cultura, el conocimiento y la producción, y en el que el Estado y todas las organizaciones sociales intermedias tienen un rol protagónico. Conforme demuestra la experiencia histórica y el desarrollo de los pueblos, en este proceso resultan claves la educación y los valores éticos y religiosos socialmente compartidos, sobre los cuales se fundamenta la identidad de una nación.

' Juan Pablo 11: Sollicitudo rei socialis, 28. ' Juan Pablo II: Centesimus annus, 29. 7 Juan Eduardo Moravek: La inserción de las economías regionales en el actual modelo,

Centro de Estudios Socioeconómicos y Politicos para América Latina (CESPAL} y Fundación Konrad Adenauer, Grupo HACHE Editores, Buenos Aires, 1994, pág. 47.

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Educación. Educación y economía aparecen hoy como realidades y conceptos estrechamente vinculados. Una de las razones fundamentales es que en la sociedad del conocimiento, la riqueza económica de una nación depende directamente de los activos educativos o intelectuales que ésta po­sea. En la sociedad del saber progresan los pueblos más capaces y mejor educados, no los que más tienen.

La segunda razón, más importante aún, es que la Economía, para poder cumplir adecuadamente con sus propios fines, debe sustentarse en valores éticos y normativos y en un proceso de producción y consumo consecuente con el orden moral prescrito en la propia naturaleza humana. En virtud de ello la economía, para ser eficiente, eficaz y estar al servicio de la promoción humana integral, necesita sujetos económicos educados, no solo capacitados, ya que la capacitación tiene por objeto desarrollar una habilidad o una aptitud para hacer algo de mejor forma, mientras que la educación tiene por finalidad el enriquecimiento moral, intelectual y estético de la persona. El sujeto económico capacitado quizá pueda facilitar el camino hacia una eco­nomía más eficiente y competitiva, favoreciendo, a la vez, el progreso técni­co y económico; pero el sujeto económico capacitado y educado no solo mejora y perfecciona la competitividad nacional y el progreso material sino que al mismo tiempo posibilita, mediante una economía saludable, alcanzar la meta del auténtico desarrollo humano.

Es decir, una sociedad educada hará posible una economía eficiente y eficaz, en tanto cumple con su específica finalidad: la promoción de la dignidad humana y su auténtico desarrollo que, como dijimos anteriormente, no se agota en los bienes materiales sino en los bienes culturales, espirituales y religiosos.

En la sociedad de la información y del conocimiento, afirma Tedesco, la educación es la variable clave en cualquier estrategia de desarrollo, con efectos en el ámbito económico, político y social. 8 Expresa este autor que la sociedad del conocimiento es mucho más desigual que la sociedad industrial productora de objetos, ya que en esta sociedad del conocimiento un sector importante de la sociedad no produce ni consume, ni es necesario que traba­je, ya que el mayor crecimiento económico no se asocia al empleo. Ello así, por cuanto el proceso de producción y de transformación de recursos se desconecta cada vez más del empleo tradicional (desempleo tecnológico). Una nueva polarización social surge proveniente de la brecha de conocí-

8 Juan Carlos Tedesco: Educación superior, ciencia y desarrollo. Foro para el estudio de los problemas argentinos, CPCECABA, Buenos Aires, 2004.

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miento o brecha digital, entre aquellos que pueden acceder al conocimiento y a la red global de información (trabajadores del conocimiento) y aquellos que no pueden y han quedado rezagados.

Esta nueva brecha se ve propiciada por la presencia de megacorporaciones globales que retienen y privatizan la propiedad intelectual (patentes), con­centran tecnologías y difunden selectivamente el conocimiento; se ve propi­ciada también por los insuficientes niveles de ingreso y educación de gran parte de la población mundial, ocasionando una nueva relación centro-peri­feria y un nuevo esquema de ganadores y perdedores.

La economía del siglo XXI ha pasado de los altos volúmenes fisicos al alto valor agregado (conocimiento), lo que supone sustitución de materias primas, insumos y obreros por tecnología inteligente. Esta economía trajo aparejadas nuevas formas de trabajo, de producción y de organización eco­nómica, en las que los productos más importantes son los de alto insumo tecnológico. ·

En la nueva ecuación del crecimiento o nueva función de producción, el progreso económico no depende ya de los recursos heredados o tradicionales (recursos naturales, mano de obra) sino de los recursos generados que permi­ten relativizar la inexistencia de los primeros, como la innovación tecnológi­ca, la investigación y desarrollo, la información y las comunicaciones, es decir, bienes del conocimiento. Haciéndose eco de esta realidad se refirió Juan Pablo II a la aparición de una nueva forma de propiedad, la propiedad del conocimiento.9

Volviendo al planteo inicial, el auténtico desarrollo de una nación supo­ne necesariamente una sociedad educada en las virtudes y en los deberes sociales. Ello hará posible que la Política, ciencia arquitectónica del bien común, esté regida por la prudencia o recta razón en el obrar, conforme la definió Aristóteles; que la Economía esté subordinada a la Política y regida por la virtud de la justicia en sus tres acepciones: conmutativa, distributiva y legal. En el orden económico la justicia precede a la eficiencia y solo de esta forma se podrán preservar los derechos del prójimo y dar a cada uno lo que le es debido. Regulado el proceso político y económico por estas dos virtu­des, ella permitirá dar mejores respuestas a los desafios que presentan esta nueva economía y sociedad del conocimiento, aprovechando de mejor mane­ra los adelantos de la ciencia y de la técnica y, a la vez, favoreciendo una inserción inteligente del hombre y de todos los hombres en dicho proceso.

9 Juan Pablo II: Centesimus annus, 32.

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La educación de la sociedad hará también posible que la templanza modere el consumo de bienes y servicios y el deseo de tener, dado que este deseo puede llevar al apetito desordenado de bienes exteriores, esto es, a la avaricia, que, como la definió Pablo VI, es la forma más evidente del subdesarrollo mora/10

• Por último, posibilitará también que la fortaleza gobierne el proceso de producción de bienes y servicios, lo cual supone sujetos económicos con voluntad de acometer un bien arduo y dificil como producir aquellos bienes que la sociedad necesita, haciendo frente a todos los riesgos, cargas y responsabilidades que dicho proceso de producción conlleva.

Por último, solo una educación fundada en la virtud y en el deber, funda­mento de todo derecho, hará posible una economía más humana y solidaria y una sociedad más justa. La pedagogía actual, fundada en los derechos antes que en los deberes, conforma una sociedad individualista y eticientista, en la que el éxito y el beneficio personal son dificiles de conjugar con el vínculo y compromiso comunitario, la conciencia solidaria y las obligaciones para con el prójimo, siendo ello un verdadero obstáculo para el logro de un auténtico desarrollo humano, tanto en el plano personal como social.

Es dable destacar que un notable experto y consultor en temas económi­cos y empresariales, expresó tiempo atrás: "La educación mueve la econo­mía, modela la sociedad, pero lo hace a través de su producto: la persona formada ( ... ) En la sociedad del conocimiento, la educación debe transmitir virtud al tiempo que ensefta las técnicas de eficacia" .11

En síntesis, una sociedad capacitada pero no educada será incapaz de lograr la verdadera promoción humana. En efecto, si lo educativo está orien­tado exclusivamente al progreso económico y tecnológico (educación servil y utilitaria) se podrá llegar a ser --quizás- un país muy competitivo, pero sumergido en el hedonismo de vida, el consumismo, el culto al trabajo y a la competencia, con mucha riqueza material pero no ordenada al servicio del auténtico desarrollo de la persona humana. Sobran ejemplos en tal sentido. La verdadera educación, como enseñan los maestros, es perfectiva, es decir, forma hombres para "ser", y no ser cualquier cosa, sino seres conformes a la verdad; sólo así podrá entenderse el carácter instrumental de la economía y de la técnica, y que los bienes materiales son necesarios al hombre en tanto le permitan llevar adelante una vida virtuosa.

10 Pablo VI: Populorum progressio, 19. 11 Peter Drucker: La sociedad postcapitalista, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1993,

pags. 353 y 354.

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Cultura. Caído el Muro de Berlín (1989), el mundo global emergente comenzó a presenciar una competencia entre las distintas culturas capitalis­tas sobrevinientes. Desde distintos ambientes políticos y académicos, se co­menzó también a poner el acento en la idea de que el proceso de creación de riqueza estaba sustancialmente condicionado por los valores éticos, religio­sos y culturales antes que en las leyes propias de la economía. En tal sentido, algunos afirmaron: "La creación de valores o riquezas es en esencia un acto moral( ... ). En cualquier cultura, la estructura profunda de las creencias es la mano invisible que regula la actividad económica. Estos principios o valores culturales son el. fundamento de la identidad nacional y la fuente de las ventajas y de las desventajas económicas". 12

Desde esta perspectiva, han surgido distintos modelos capitalistas: el renano-comunitario (Alemania, Francia, el Japón), el anglosajón (Gran Bretaila, los Estados Unidos), y el paterna/isla autoritario (sudeste asiáti­co), entre otros. Cada uno de ellos tiene atributos diferenciales, que res­ponden a sus propias culturas e identidades, y una concepción distinta acerca de la economía y de las riquezas, del trabajo, de la gestión del beneficio en la empresa, del mercado y de sus leyes, del Estado y de su intervención en la economía.

En cuanto a la economía, la cultura y la educación, resulta oportuno recordar las ensefianzas de Cayetano Licciardo: "La mejor economía es la que soluciona más problemas, no la que produce más cosas ( ... ). De ahí la importancia de la educación, que es la que permite que el hombre acceda a la cultura y la imperiosa necesidad de volver a traer a la economía a la región cultural, de la que nunca debió haberse sacado. La economía es expresión de la cultura ( ... ). He dicho esto para que se advierta que la economía es una actividad del hombre y por lo tanto es cultura, en cuanto distinta del mundo fisico y natural; la economía la hace el hombre y enton­ces aquí es donde juegan un papel importante la educación y la cultura. Por la educación, por la cultura, el hombre aprecia el valor de los bienes, por la economía traduce ese valor a sumas que se pueden medir y que se pueden encontrar y entonces busca obtener aquellos bienes, aquellas cosas a las que dio valor, al menor costo posible. Pero de qué vale entender el.menor costo posible si previamente no se le ha dado valor a la cosa que estoy deseando" .U

12 Hampden y Trompenaars: Los siete culturas del capitalismo, Ed. Vergara, Buenos Aires, 1996, págs. 15 y 16.

13 Cayetano Licciardo: El desa1TOl/o sustentable: perspectiva nacional e internacional, Quintas Jornadas Nacionales de Ética y Economía, CIES, 1997.

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Identidad nacional. La experiencia histórica demuestra que los paí­ses exitosos en materia de desarrollo económico, entre otros factores, han sabido articular inteligentemente su dimensión endógena (recursos pro­pios, mercado interno, cultura y tradiciones) con el contexto externo, y nunca se subordinaron al modelo hegemónico prevaleciente liderado por los paises más poderosos. Antes bien, adecuaron su estrategia de creci­miento y desarrollo al propio interés e identidad nacional. Este fue el caso de los Estados Unidos y Alemania respecto de Gran Bretafia en el siglo XIX y el caso del Sudeste Asiático, Brasil y Chile, respecto de los Esta­dos Unidos en el siglo XX. 14

La estrategia de desarrollo de esos paises, como la de otras experiencias exitosas más recientes, estuvo centrada en el respeto a su propia cultura y tradición (identidad de origen}, en el compromiso comunitario y plena con­ciencia de los deberes sociales (identidad de conciencia) y en una firme voluntad de ser y de realizar un proyecto de vida en común (identidad de destino).

Identidad significa "lo mismo", la capacidad de permanecer igual en diferentes circunstancias y relaciones. Como expresó Rocco Butiglione, la identidad está formada por tres elementos: la conciencia, la memoria y la cultura. Quien no tiene conciencia no tiene identidad, y es en la conciencia donde reconocemos los valores fundamentales; el descubrimiento de esos valores es histórico y vive en la memoria. Ahora bien, los valores son siem­pre los mismos para todo hombre, pero la forma en que se viven es diferente en cada persona, cada familia y nación; he aquf el significado y la importan­cia de la cultura: "( ... ) Cada cultura humana es un camino hacia la verdad del hombre ( ... ); son caminos distintos, y el hombre que cree no pertenecer a ninguna cultura, siendo cosmopolita e internacional, es un hombre que no tiene cultura. Para ser internacionales se necesita antes ser profundamente nacionales. Aquel que no tiene conciencia de su propia cultura nacional, que no entiende cómo funcionan la historia y la solidaridad de su nación, tampo­co puede entender cómo funcionan la solidaridad, la historia ni la vida de otra nación, ni tampoco puede entender cómo las naciones pueden trabajar juntas en el interior de una humanidad común"."

14 Aldo Ferrer: El desarrollo nacional en el actual contexto mundial: una visión critica de Argentina, XI Jornadas Nacionales de Ética Social y Económica, organizadas por el CIES­Fundación Aletbcia. Buenos Aires, noviembre, 2004.

15 Rocco Buttiglione: Identidad y globalizoclón, 8vas. Jornadas Bancarias, ABRA, Bue­nos Aires, julio, 1997.

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El pragmatismo economicista que hoy gobierna las relaciones en el mundo global impone valores y pautas culturales uniformes que pretenden modelar las formas de consumir, de producir, de vestir, de trabajar y relacio­narse, etcétera. Es por ello que, sin dejar de advertir las ventajas y bep.eficios de la globalización, Juan Pablo 11 remarcó la valoración negativa de dicho proceso, especialmente refiriéndose a la globalización cultural que promueve una nueva escala de valores, arbitrarios y materialistas, contrarios a los valores evangélicos, 16 con incidencia directa en el quehacer político, econó­mico y social.

Fue también Juan Pablo 11 . quien, ante la Quinquagésima Asamblea General de las Naciones Unidas, habló de los derechos de los pueblos y naciones, destacando el derecho a la existencia de cada nación, a construir su propio futuro y a instrumentar su propia estrategia de desarrollo, a modelar su vida conforme a sus propias co~;tumbres y tradiciones. El derecho a la existencia supone el derecho a la propia lengua y cultura, mediante las cuales un pueblo expresa su "soberanía espiritual"; esta soberanía -expresó Juan Pablo 11- permite a una nación sobrevivir a la pérdida de la propia independencia política y económica. Tales derechos suponen el respeto a cada nación y a cada cultura, por cuanto "( ... ) las varias culturas no son en realidad sino modos diversos de afrontar el significado de la existencia per­sonal ( ... ); toda cultura es un esfuerzo de reflexión sobre el misterio del mundo y, en particular, del hombre: es un modo de expresar la dimensión trascendente de la vida humana" ,11

El Informe sobre Desarrollo Humano de Naciones Unidas (PNUD) 2004, destaca cómo el proceso de globalización puede amenazar las identidades nacionales y locales, precisamente, a través de la destrucción del lenguaje o lengua natal como símbolo de esa identidad. Dice este informe: "No existe medio más poderoso para fomentar la asimilación a una cultura dominante que contraponer beneficios económicos, sociales y políticos a la lengua materna". Y el proceso de desaparición de lenguas en el mundo sigue en curso: de las diez mil que existían, hoy solo se hablan seis mil; y en los próximos cien afios se estima que esa cantidad disminuirá entre un 50% y 90%.18

Afirmó al respecto Marcelo Lascano: "En el mundo moderno las defor­maciones de la cultura constituyen un peligro que no sólo amenaza la identi-

16 Juan Pablo II: Ecclesia in America, 20. 17 Juan Pablo 11: El derecho de los pueblos y naciones, ONU, Nueva York, 1995. 1• Informe sobre Desarrollo Humano 2004: La libertad cultural en el mundo diverso de

hoy, PNUD, 2004.

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dad de los países, sino también su estilo de vida, tradiciones y expectativas de progreso( ... ). La identidad, la mismidad, o sea ese plexo de datos que nos permite encontramos, reconocernos y programar nuestras vidas sin las violencias de la incomprensión, encuentra, precisamente, su razón de ser en una comunidad transparente de origen, de certezas compartidas y de hábitos inconfundibles, espontáneamente adoptados y que se enriquecen cotidianamente en los plebiscitos que demanda la convivencia en un recinto cívico como es una nación" .19

Para sintetizar estos conceptos de la identidad nacional y su importancia clave en toda estrategia de desarrollo, vale la pena recordar aquellas palabras del filósofo y polftico indio que resistía al colonialismo inglés, Maha1ma Gandhi: "No quiero mi casa amurallada por todos lados ni mis ventanas selladas. Yo quiero que las culturas de todo el mundo soplen sobre mi hogar tan libremente como sea posible, pero me niego a ser barrido por ninguna de ellas".

3. La reeonstrueclóa de la Eeononúa, el Magisterio Soeial de la Iglesia y el eeoaomista eat6Ueo

Repasando lo dicho en anteriores capítulos, entender debidamente la economía, como realidad humana y como disciplina científica, exige iniciar la reflexión a partir de una correcta concepción del hombre y de la sociedad, de la jerarquía de sus fines y de los medios para procurarlos. Queda demos­trado que las falsas premisas antropológicas sobre las cuales se fundamenta la economía moderna han desvirtuado su finalidad, derivando en un concep­to de mercado irreal y en un darwinismo social que obstaculiza gravemente la meta del auténtico desarrollo humano.

La posibilidad de un auténtico desarrollo humano, que tenga en cuenta a todas las personas y a toda la persona, en su dimensión material y espiritual, supone entender también que el hombre no tiene fines económicos en su vida, sino problemas económicos derivados de la escasez de bienes y de sus múltiples necesidades; supone, consecuentemente, concebir a la Economía como ciencia subordinada a las exigencias de la Polftiea y de la Ética. La recta procuración de bienes materiales para la satisfacción de necesidades humanas es un instrumento indispensable para lograr el perfeccionamiento politico en la vida social, y lo es también para que el hombre, con suficiencia

19 Marcclo Ramón Lasc:ano: La corrupci6n de la cultura y de la identidad nacional, Ciclos de Cultura y Ética Social, CIES, 2003.

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de bienes materiales, pueda obrar de mejor forma según la virtud y perfec­cionarse moralmente.

El presidente de la República Checa, Vaclav Havel, en el discurso pro­nunciado ante la Junta de gobernadores del Fondo Monetario Intemacjonal y del Banco Mundial (Praga, setiembre de 2000), hizo referencia a la nueva era o nueva civilización que ciñe nuestro planeta: "( ... ) Es la primera civili­zación esencialmente atea, por cuanto sus valores no tienen relación con la eternidad, el infinito o lo absoluto ( ... ); que tolera el culto al lucro material como valor supremo ( ... ); mundo donde la generación de riquezas ya no va de la mano de la creación de valores auténticos y coherentes".

Esta ausencia de valores trascendentes eD. la civilización actual ha desna­turalizado el sentido de las cosas y la finalidád de la Economía misma. Como afirmó Moyano Llerena, la producción tiene por único móvil la codicia y sed de ganancias, sin atender las verdaderas necesidades del consumo; el trabajo es considerado como una de tantas mercancías o renglones del costo de pro­ducción, sin tener en cuenta la dignidad propia de la naturaleza humana; la propiedad individual se ejerce de la manera más absoluta, con total prescin­dencia e ignorancia de sus graves responsabilidades sociales; las máquinas, en vez de ser instrumentos serviciales del hombre son a menudo un verdadero factor de degradación de la personalidad humana; los precios, en vez de refle­jar la justicia de los cambios, son solo un índice de las ventajas del más fuerte; todo el comercio está impulsado exclusivamente por una sed insaciable de lucro; el dinero ya no cumple su papel meramente instrumental, habiéndose transfonnado en fin y dueño de la economía. Por consiguiente, concluye Moyano Llerena, la violación de la ley moral ha de traer inevitablemente aparejado el desorden en todas las relaciones sociales:"( ... ) quien busca solo la añadidura y desprecia el Reino de Dios, muy pronto advertirá en qué medida el orden temporal, demostrando su sumisión a la ley divina, se perturba y degrada cuando los hombres se apartan de ella". 20

Muchas son las voces que se suman proponiendo una reconstrucción de la ciencia económica moderna, reconociendo la necesidad de revisar el fun­damento filosófico de sus postulados y premisas teóricas. Juan Pablo 11 expresaba al inicio del Tercer Milenio: ''Puede que baya llegado el momento de una nueva y más profunda reflexión sobre el sentido de la economía y de sus fines. Con este propósito, parece urgente que vuelva a ser considerada la concepción misma del bienestar, de modo que no se vea dominada por una

20 Carlos Moyano Llerena: "El pcmsamiento católico y la realidad económica", Ortodo­xia, Revista de los Cursos de Cultura Católica Nros. 16 y 17, Buenos Aires, 1947.

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estrecha perspectiva utilitarista, que deja completamente al margen valores como el de la solidaridad y el altruismo( ... ). Se trata de valores que, lejos de ser extraños a la actividad económica, contribuyen a hacer de ella una ciencia y una práctica integralmente humanas. Una economía que no consi­dere la dimensión ética y que no procure servir al bien de la persona -de toda persona y de toda la persona- no puede llamarse, de por sí, economía, entendida en el sentido de una racional y beneficiosa gestión de la riqueza material".21

Francisco V alsecchi, hace tiempo ya, habló de la necesaria reconstruc­ción de la Economía sobre el fundamento ético y cristiano, afirmando que ella supone: 1) una ciencia económica más realista, que no defina al hombre determinado exclusivamente por el fin de maximizar beneficios; 2) una cien­cia económica más humana, que entienda que lo económico tiene un carácter instrumental y que, por tanto, no especifica totalmente la vida humana; 3) una ciencia económica más social, cuyo análisis no ignore el protagonismo del Estado y de las instituciones intermedias, y que existen objetivos comu­nes a los que debe subordinarse el interés particular y sectorial; 4) una ciencia económica más normativa, que acepte su subordinación a los precep­tos de la Ética y al fm trascendente de la persona humana.22

Y hace más de cincuenta años, Carlos Moyano Llerena destacaba el abandono por parte del pensamiento católico de la materia y de la realidad económica; señalaba, a la vez, la importancia de que los intelectuales católi­cos llevaran a cabo un doble estudio: llegar al conocimiento exacto y segu­ro de la realidad económica de cada país y esforzarse por desarrollar la ciencia económica bajo la guía de un recto criterio católico.23

Contemporáneamente, con la misma preocupación y en igual sintonía, Francisco V alsecchi, como decano de la Escuela Superior de Economía, se proponía formar economistas capaces de contribuir conscientemente a la restauración cristiana de la Economía: la misión de la Escuela era la de , · informar la Economía con los principios éticos del cristianismo, tanto en sus elaboraciones teóricas como en sus aplicaciones concretas a la realidad ar­gentina. Expresó en aquel entonces: "La ética cristiana es la garantía de verdad de sus proposiciones teóricas, prenda de unidad de sus elaboraciones

21 Juan Pablo 11: Jomada Mundial de la Paz, 1° de enero de 2000. 22 Francisco Valsecchi: Qué es la economla, págs. 57 y 58, Ed. Macchi, Buenos Aires,

1984. 23 Carlos Moyano Llerena: Ortodoxia, Revista de los Cursos de Cultura Católica, Nros.

16y 17,BuenosAires, 1947.

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científicas e impulso humanista de sus aplicaciones prácticas, en síntesis, es el fundamento perfecto de la economía".24

Y este mismo autor, advirtiendo que la Economía y las ciencias en general se habían desentendido de la Filosofia y de la Teología, proclamándose inde­pendientes de las verdades sobrenaturales, exhortaba a los economistas católi­cos diciendo: "( ... ) deben tener el valor de ocupar su puesto en esta cruzada de restauración cristiana del saber: valor de creyentes, porque el hombre vive en un mundo redimido por la gracia; y valor de hombres de ciencia, porque las verdades de orden natural encuentran flrme apoyo en las verdades de orden sobrenatural ( ... ). Los estudiosos católicos de la ciencia económica adquieren así una nueva responsabilidad, la de convertirse en artífices de la reconstruc­ción ético-cristiana de esta disciplina( ... ); también los economistas católicos han de ocupar su puesto de estudio, para contribuir a la reconstrucción de la ciencia económica sobre el fundamento ético-cristiano ( ... ). Es indiscutible que todo estudioso católico ha de sentir este deber, y ha de poner su ciencia al servicio de las verdades supremas".25

En lo que se refiere a la responsabilidad del intelectual católico en el campo de las ciencias sociales y económicas, debe tenerse presente que la Iglesia tiene el derecho y el deber de juzgar con autoridad suprema sobre materia social y económica en su aspecto moral;26 que Siendo la Iglesia depositaria de la Verdad, a ella confiada por Dios, y teniendo la obligación de interpretar, difundir y urgir la ley moral, somete a su supremo juicio el orden de las cosas sociales y económicas.27 La misión de la Iglesia no es solo anunciar el mensaje de Cristo y su Gracia a los hombres sino también la de impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el espíritu evangélico.28

"La Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer al problema del subdesa­rrollo en cuanto tal. En efecto, no propone sistemas o programas económicos y políticos, ni manifiesta preferencias por unos y por otros, con tal que la dignidad del hombre sea debidamente respetada y promovida, y ella goce del espacio necesario para ejercer su ministerio en el mundo".29

24 Francisco Valsecchi: La reconstrucción de la ciencia económica sobre el fundamento ético cristiano, Escuela Superior de Economía, Buenos Aires, 1952.

25 Franciso Valsecchi: La reconstrucción de la ciencia económica sobre el fundamento ético cristiano, Escuela Superior de Economfa, Buenos Aires, 1952.

26 Leon Xlll: Rerum novarum, 13. 27 Pio XI: Quadraggesimo anno, 41. 28 Concilio Vaticano 11: Apostolicam Actualitatem. 29 Juan Pablo 11: Sollicitudo rei socialis, 41.

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Recordando lo expresado en el capitulo S, una correcta interpretación de la competencia de la Iglesia en materia social y economica supone distinguir tres niveles de reflexión: 1) el de las cosmovisiones y antropologías, en el cual la Iglesia está en franca oposición con las ideologías inmanerttistas, laicistas o ateas; 2) el de los sistemas teóricos generales, en el que la :Iglesia sugiere principios y orientaciones a efectos de iluminar tales sistemas (subsidiariedad, bien común, solidaridad social y otros); 3) nivel técnico o de estructuras concretas, en donde, si bien la Iglesia no tiene competencia, las conductas humanas no pueden ser indiferentes a las exigencias de la Ética, tales conductas son buenas o son malas, y en este ultimo caso, ello puede actuar en peijuicio de la dignidad humana.

Por ello, la actividad económica, propia del hombre por su naturaleza racional, debe respetar el orden prescrito por Dios en las cosas y en la misma naturaleza humana, es decir, debe respetar sus propios y legítimos fines para poder realizarse dentro de un orden social y económico que propicie la perfección y el auténtico desarrollo humano.

4. Economfa y feHcldad humana: la Economfa subordinada a los valores trascendentes

Decía Bias Pascal: El hombre quiere ser feliz, no quiere ser sino feliz y no puede dejar de quererlo. No caben dudas de que el hombre realiza todos sus actos en la búsqueda permanente de felicidad. El problema es que el hombre posmoderno cree engafl.osamente encontrar la felicidad en esta so­ciedad opulenta del placer y del bienestar.

La persona y sociedad modernas están caracterizadas por el hedonismo de vida, que confunde felicidad con placer y gozo ilimitado; el consumismo materialista, que obliga a tener cada vez más bienes y de mejor calidad para lograr mayor bienestar; el utilitarismo, que reemplaza la búsqueda del bien moral por el bien útil y agradable; el individualismo, o búsqueda del placer vivido para sí mismo; el rango social determinado por el éxito, el triunfo, la fama y el dinero; y el vacío moral, o ausencia de valores trascendentes, conforman lo que Emique Rojas llamó el hombre ligth, un hombre que no es feliz teniendo materialmente todo.

Esta enfermedad mortal de Occidente va de la mano de la opulencia y de un gran vacío espiritual; no valen ya los arquetipos del santo o el héroe -afirma el autor mencionado-, el hombre es reconocido hoy por su nivel económico y social, que lo hace incapaz de una felicidad auténtica. "El hombre ligth no tiene cerca nunca ni felicidad ni alegría; si, por el contrario,

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bienestar y placer ( ... ). En el hombre ligth hay placer sin alegria, porque ha vaciado la auténtica alegria de su proyecto, lo ha dejado hueco,· sin consis­tencia ( ... ); la felicidad es algo más profundo y complejo, ya que engloba al ser humano como totalidad".30

Esta visión deformada de la felicidad, que identifica al hombre moder­no con el hombre ligth, es promovida desde el ámbito académico por autores como Gilles Lipovetsky, para quien el hombre actual está liberado de la moral del sacrificio que regulaba todos sus actos por medio de la religión; la ética moderna -dice- es una "ética indolora, interesada e impu­ra"; estamos en presencia de la sociedad posmoralista, provista de una ética mínima y débil, sin obligación y sin sanción, que se sitúa más allá del deber. Todas estas convicciones hacen que el autor justifique la sociedad de consumo, la asimilación de la felicidad con el placer, la desaparición de una moral objetiva y dogmática, y que la economfa se constituya en norma controladora de toda ética o moral. Afirmó Lipovetsky: "La economía de mercado es hoy, aunque resulte extnúio, un excelente medio de control ético o moral ( ... ); las leyes del mercado han llegado a ser morales ( ... ). Un ser educado sabe que el bien general coincide con su interés personal. Y para ello, no es preciso hacer sacrificios, sino buscar la felicidad de un modo responsable e inteligente".31

No resulta extnúio entonces, a partir de esta filosofla posmodema y posmoralista, que la felicidad consista en tener más riquezas, más confort y más placer, y que la Verdad y el Bien {fundamento de toda cultura) hayan sido reemplazados por lo mejor, lo útil y más cpnveniente.

Si resultan extraños y contradictorios a esta filosofia ejemplos como los de la Madre Teresa de Calcuta quien, ante la pregunta de un periodista, afirmó que era inmensamente feliz y que esa felicidad la había alcanzado entregando su vida a los demás. Renunciando a todo ganó el bien más preciado para el hombre: la felicidad. Hizo la opción y, por añadidura, nada le faltó; gozó de fama mundial, fue y es respetada y concebida por todos como ejemplo de santidad.

El Cardenal Paul Poupard describí(» las tendencias inmanentistas y hedonistas que caracterizan la felicidad en los países más ricos, el desencan­to experimentado en países como Japón y Alemania, países industrializados de vanguardia, "( ... ) debido al puro y simple afán de ganar dinero o a un

30 Enrique Rojas: El Hhombre ligth, una vida sin valores, Ed. Temas de hoy, Argentina 1996, págs. 39-51. .

31 Gilles Lipovetsky: La Nación, 12-11-1995.

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grado de éxito únicamente material, que no proporcionan la felicidad autén­tica( ... ); precio cultural pagad() por la realización del éxito económico". Sin embargo, dest11Có Poupard, se van vislumbrando aspectos positivos que ha­blan de un proceso de humanización y de conversión en tal sentido: el espíritu de generosidad que va dejando atrás el egoísmo, el respeto por el medio ambiente y la preocupación por el planeta Tierra, el deseo de poner la tecnología al servicio. de las necesidades humanas y el de gozar plenamente el don1 de la vida~· "A pesar del empobrecimiento y de la superficialidad que pueden disfrazarse de felicidad hay signos de los tiempos que alimentan también la esperanza".32

/ La felicidad es un estado interior del hombre que no puede lograrse mediante la posesión y la mayor cantidad de bienes materiales. La felicidad -dijo Santo Tomás- puede ser buscada en los bienes exteriores (riqueza, gloria, poder), en los· bienes del cuerpo (salud, placer) o en los bienes del alma (virtud, ciencia). Pero existe una incapacidad radical de los bienes creados para saciar el apetito humano, por su condición constitutiva de bie­nes imperfectos, perecederos, mientras que la facultad apetitiva del hombre es la de ser "capaz del bien infinito".

La felicidad -conforme la sana doctrina de Santo Tomás de Aquino- se logra en "el bien perfecto que excluye todo mal y llena todos los deseos".33

Y, para lograr esta auténtica felicidad, el bien apetecido debe reunir cuatro requisitos concurrentes, ya que faltando uno de ellos el hombre no puede ser plenamente feliz. A saber: 1) no debe estar ordenado a un bien superior; 2) debe excluir todo mal; 3) debe saciar plenamente todas las aspiraciones del hombre; 4) no se lo puede perder una vez conseguido.

De lo dicho se desprende que una buena economía que permita el disfrute de mayores riquezas no reúne los requisitos enunciados, por lo tanto no puede hacer al hombre plenamente feliz. Por las siguientes razo­nes: 1) el dinero y las riquezas son simplemente un medio para conseguir aquellos bienes que permiten satisfacer las necesidades materiales del hom­bre; 2) el dinero y las riquezas no excluyen todos los males que pueden sobrevenirle al hombre (enfermedades, etc.); 3) el dinero y las riquezas fomentan la avaricia y el deseo de acrecentar más bienes, lo que demuestra la imperfección e insuficiencia de tales riquezas; el apetito del Sumo Bien hace que cuanto más perfectamente se posea tanto más se ame y tanto más se desprecie el resto de los bienes; 4) dinero y riquezas pueden fácilmente

32 Cardenal Paul Poupard: Felicidad y fe cristiana, Ed. Herder, Barcelona, 1992, págs. 88-102.

31 Santo Tomás de Aquino: Summa Teologica, I-U, qq. S-3.

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perderse. Como suele decirse: con una buena economía se puede comprar el colchón, pero no el suetio; con una buena economía se ~uede comprar placer, pero no el amor; con una buena economía se pued~ comprar el bienestar, pero no la felicidad.

' Aristóteles, por su parte, afirmó que en la práctica de la \,rirtud se encuentra la única y verdadera felicidad natural que el hombre p~ede al­canzar en este mundo. Santo Tomás ensetió que la felicidad perfecti\ es la felicidad sobrenatural, la visión de Dios, deseo de naturaleza inteletPtual que es inalcanzable para el hombre, porque excede las fuerzas de ~da sustancia creada. La felicidad sobrenatural es sólo cognoscible por revela­ción divina y asequible al hombre por virtud de Dios mediante la participa­ción de la naturaleza divina.34

Solamente Dios, Bien Supremo y Perfecto, puede ofrecerle al hom­bre una felicidad total, completa y objetiva: •'Nos has hecho, Setior, para ti, y nuestro corazón está inquieto y desasosegado hasta que descanse en ti".35 Quiere decir ello que en la búsqueda permanente de Dios y en el ejercicio de la virtud, en definitiva en el cumplimiento de su deber más supremo, "conocer, amar y servir a Dios", es donde el hombre encuentra su auténtica felicidad.

Cuando Cristo le pide al joven rico que abandone sus riquezas para seguirlo, el joven se volvió triste, porque debía renunciar a muchos bienes (Marcos, 1 0-17). Como expresó Juan Pablo n haciendo referencia a este joven rico: .. Se acercó por lo que era y se alejó por lo que tenía ( ... )".36

San Francisco de Asís, trece siglos después, representó la contracara de aquel joven: en la posibilidad de gozar de cuantiosos bienes, abandonó la empresa de su padre y asumió la pobreza como propia. Actitud contradicto­ria para el hombre moderno, pero lógica para la empresa espiritual que Cristo le había encomendado: Francisco, repara mi casa.

Nada mejor, entonces, que concluir el presente trabajo oponiendo a esta civilización monetaria y a esta cultura inmanentista y economicista el espíri­tu y la pobreza evangélica del santo de Asís:

34 Cfr. Santo Tomás de Aquino: Tratado de la bienaventuranza, 1-2, q 2; Aristóteles: Moral a Nicómaco, libro primero, "Teoría del bien y de la felicidad"; libro décimo, "Del pll\cer y de la verdadera felicidad".

35 San Agustín: Confesiones, 1, C-1. 36 Juan Pablo 11: El joven rico. Carta a la juventud, Nro. 4 y sgtes., Ediciones Paulinas,

1980.

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ÉTICA Y ECONOMÍA

Eres tú, Santo de Asís, ese salvador milagroso. Eres el hombre del día, precisamente, porque no has hecho otra cosa que subir por donde nosotros resbalamos ( ... ).

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Servimos al Becerro de Oro: nos hemos perdido en /afiebre de los negocios, de las fábricas, de la Bolsa. Hemos inventado esta cosa monstruosa, la industria del dinero, y ello no ha hecho más que trasladar el dinero y crear en el mundo entero una situación catastrófica. Enséñanos la pobreza del espíritu, el santo desprendimiento que romperá las cadenas del oro. Líbranos del espíritu moderno, y haz que, en lugar de la infernal complicación que torna neurasténico al mundo, volvamos a encontrar en la sencillez, esta hermana de la sabiduría, el tesoro de la alegría perfecta. Oh, San Francisco, extiende sobre nuestro triste mundo tus alas de serafin y tus manos traspasadas; y enséñale la dulzura de las lágrimas y la alegría del sufrimiento ( ... ). Oh, San Francisco, te damos gracias por haber humillado, con este delirio de felicidad, al siglo XX y a su preocupación por el confort, y por habernos mostrado que la alegría más pura, más profUnda, más divina, brota de las tinieblas mismas del completo renunciamiento, donde resplandece la claridad del Reino Celestial. 37

37 P. Martial Lekeux OFM: Letanías del siglo XX al pobrecito de Asis, Ediciones Franciscanas Pax et Bonum, Buenos Aires, 1942, págs. 144-148, 167 y 168.

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ÍNDICE

Introducción ................................................................................................ 11

Parte 1: La cuestión económica actual

Capítulo 1 - Algunas notas relevantes ....................................................... 15

l. La era global ............................................................................................. 15

2. Economía de mercado y democracia, paradigmas absolutos de la globalización ........................................................................................... 18

3. Dimensión financiera ................................................................................ 19

4. Paradoja del desarrollo mundial ............................................................... 21

5. Nueva ecuación del crecimiento, nueva forma de propiedad ................... 22

6. La integración económica, bloques regionales ......................................... 24

7. La nueva economía o el nuevo estadio del capitalismo ........................... 25

Capitulo 2 - Presupuestos mosóftcos del modelo global ......................... 29 l. Individualismo y mecanicismo de mercado ............................................. 30 2. Consumismo y hedonismo de vida ........................................................... 31

3. Eficientismo y darwinismo social ............................................................ 33

4. El neoliberalismo económico, o la libertad como fundamento del orden ....................................................................................................... 34

5. El pragmatismo económico, o la utilidad como fundamento del orden ... 35

Parte 2: Economía y orden económico

Capitulo 3 - La economía como realidad .................................................. 43 l. La actividad económica ............................................................................ 43 2. Bienes y necesidades económicas .............. ; ............................................. 45

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268 DANIEL PASSANJTI

3. El principio que rige la actividad económica ........................................... 4 7 4. Eficiencia y suficiencia económica .......................................................... 49

Capitulo 4 - La Economía como ciencia ................................................... 53 l. El conocimiento científico ........................................................................ 53 2. La Economía como ciencia: concepto ...................................................... 55

3. Economía, Política y Ética, su debida relación ........................................ ~1 4. Conexiones con otras ciencias ................................................................ ~. 66 5. Evolución de la ciencia económica .......................................................... 68 6. El pensamiento católico en economía ...................................................... 92

Capitulo S- El orden económico ............................................................... 97 l. El orden económico ........................ ;; .... ' .................................................... 97 2. El proceso económico ............................................................................. 105 3. Leyes económicas: la reciprocidad en el intercambio ............................ 108 4. Sistema económico y organización económica ...................................... 111 5. Competencia de la Iglesia en materia social y económica ..................... 114

Parte 3 - Principios rectores del orden económico

Capítulo 6 - Función del Estado y de las organizaciones sociales intermedias ........................................................................................... 119

l. Estado y orden económico ...................................................................... 120 2. Problemas básicos de toda sociedad ....................................................... 122 3. La función del Estado ............................................................................. 123 4. Función de las organizaciones sociales intermedias: el principio de

bien común, de subsidiariedad y de solidaridad social ........................ 126

5. Bien común y objetivos de política económica ...................................... 132 6. Necesidad de una prudente intervención del poder público y de las

organizaciones sociales intermedias: algunos ejemplos ........................ 135

Capitulo 7- El mercado como asignador de recursos ........................... 141 l. El mercado: concepto ............................................................................. 142 2. El mercado como rector del proceso económico .................................... 142

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ÉTICA Y ECONOMÍA 269

3. Insuficiencias del mercado ..................................................................... 145

4. El mercado como instrumento del proceso económico .......................... 155 5. Estado y mercado en el capitalismo global ............................................ 157

Capitulo 8 - Empresa y gestión del beneficio ......................................... 161

l. Empresa: concepto .................................................................................. l62 2. Gestión del beneficio y compromiso social de la empresa ..................... 164

3. Conclusiones acerca del beneficio empresarial ...................................... l68 4. Empresa y gestión del beneficio en las distintas culturas capitalistas ... 170 5. Importancia de la pequeña y mediana empresa en el proceso

económico y social ............................................................................... 172

Capítulo 9 - El trabajo humano, clave de la cuestión social ................. 177

l. Implicancjas de algunos cambios sobre el trabajo y el empleo .............. 179

2. Ambivalencia del progreso científico y tecnológico .............................. 180

3. Desarrollo tecnológico y trabajo humano .............................................. 182 4. Consecuencias sociales del desarrollo tecnológico ................................ 184

5. Fundamento y fmalidad del trabajo humano .......................................... 187 6. Derecho y deber de trabajar .................................................................... 191 7. El desempleo .......................................................................................... 192

8. Retribución del trabajo ........................................................................... 196 9. Trabajo y familia .................................................................................... 198 1 O. Familia, trabajo y descanso .................................................................. 200

Parte 4 - Economía, democracia y desarrollo

Capitulo 10 - Corrupción de la economía .............................................. 205

l. La corrupción .......................................................................................... 206

2. Corrupción social y política ................................................................... 208 3. Corrupción de la economía o corrupción económica ............................. 209

4. La corrupción económica y sus efectos en el mercado y en la competencia ......................................................................................... 212

5. La corrupción económica y la empresa .................................................. 215

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270 DANIEL PASSANITI

6. La corrupción económica global ............................................................ 219 7. La absolutización de la economía ........................................................... 219 8. La lucha contra la corrupción ................................................................. 220

Capitulo 11 - Democracia y capitalismo global ..................................... 225 l. Presupuestos filosóficos de la democracia capitalista ............................ 228 2. La democracia liberal ............................................................................. 229

3. El capitalismo global .............................................................................. 233 4. Ascética protestante y espíritu capitalista ............................................... 236 5. El fracaso de la democracia capitalista ................................................... 241

Capitulo 12 - Economia y desarroUo humano ....................................... 245 l. Bienestar económico y desarrollo humano ............................................. 246 2. Educación, cultura e identidad nacional: claves del desarrollo · ·· económico y social ............................................................................... 250 3. La reconstrucción de la Economía, el Magisterio Social de la

Iglesia y el economista católico .......................................................... 257 4. Economía y felicidad humana: la Economía subordinada a los valores

trascendentes ......................................................................................... 261

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