UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA
AB INITIO. La teorizacin sobre el primitivo doblamiento humano
de Canarias. Fuentes etnohistricas, historiografa, arqueologa
(13421969)
Autor: Farrujia de la Rosa, A. Jos Director: M. Carmen del Arco
Aguilar
Departamento de Prehistoria, Antropologa e Historia Antigua
UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA
Dpto. de Prehistoria, Antropologa e Historia Antigua
Mara del Carmen del Arco Aguilar, Profesora Titular de
Prehistoria de la Universidad de La Laguna, como directora del
trabajo de investigacin, Ab initio. La teorizacin sobre el
primitivo poblamiento humano de Canarias. Fuentes etnohistricas,
Historiografa y Arqueologa (1342-1969), que presenta como Tesis
Doctoral el Licenciado A. Jos Farrujia de la Rosa para obtener el
grado de Doctor por la Universidad de La Laguna, en cumplimiento
del artculo 8.1 del Real Decreto 778/1998, por el que se regula el
tercer ciclo de estudios universitarios, la obtencin y expedicin
del ttulo de Doctor y otros estudios de postgrado, por el presente,
CERTIFICO que el mismo es un trabajo indito de investigacin y rene
todos los requisitos de contenido, tericos y metodolgicos para ser
admitido a trmite, a su lectura y defensa pblica, con el fin de
obtener el referido Ttulo de Doctor. La Laguna, a uno de marzo de
2003
Fdo.: M del Carmen del Arco Aguilar
Una vez ms, a mi familia, especialmente a mis padres y a
Isabel
NDICE
Introduccin
................................................................................................................19
I. Sobre las fases heurstica, crtica, hermenutica y arqueolgica en
el desarrollo de la tesis doctoral
.....................................................................................26
II. El marco terico: el estructuralismo, la historia sociocultural
o nueva historia cultural y el anlisis discursivo foucaultian.
...............................................28 III.
Agradecimientos
.....................................................................................................43
Lista de abreviaturas empleadas
...............................................................................46
CAPTULO I
...............................................................................................................47
El redescubrimiento de las Islas Canarias y los inicios de la etapa
seorial: gnesis de la tradicin en las primeras visiones sobre el
poblamiento insular (1291-1474)
............................................................................47
I.1. El redescubrimiento de las Islas Canarias en el siglo XIV: la
visin degeneracionista de los indgenas canarios como paradigma
.................................47 I.2. Los viajes
catalano-mallorquines a Canarias y la primera hiptesis acerca del
origen de los habitantes de las islas: la leyenda de las lenguas
cortadas
......................................................................................................54
I.3. Los inicios de la etapa seorial: la visin del primitivo
poblamiento insular en Le Canarien y en la Crnica de Juan II
............................................65 I.4. Las primeras
fuentes escritas portuguesas del siglo XV y la inexistencia en
ellas de alusiones sobre el origen de los pobladores de Canarias
......................77 CAPTULO II
.............................................................................................................89
La etapa realenga: la reafirmacin de la tradicin en la visin sobre
el poblamiento insular (1478-siglo XVII)
.....................................................................89
II.1. La conquista y colonizacin de las islas de realengo y la
consiguiente aparicin de las crnicas y fuentes etnohistricas: los
problemas de fondo ........91 II.2. Sobre la inexistencia de una
entre los indgenas canarios
..............................................................................................112
II.3. Las primeras crnicas, relatos e historias escritas tras el
inicio de la conquista realenga de Gran Canaria y la visin por
ellas transmitida acerca del primitivo poblamiento insular
...........................................................118
CAPTULO III
.........................................................................................................137
La aparicin de las primeras historias generales tras la conquista
definitiva del Archipilago: el desarrollo de la visin tradicional
sobre el primer poblamiento insular (1520-1602)
............................................................................137
III.1. Las aportaciones de Vasco Daz Tanco, Andr Thevet, Thomas
Nichols y Gaspar Frutuoso al tema del primitivo poblamiento: la
leyenda de las lenguas cortadas como paradigma
............................................137 III.2. El primer
poblamiento del Archipilago en la historia del reino de las Islas
Canarias, antes Afortunadas, con el parecer de sus fortificaciones
(1592), de Leonardo Torriani ...........................157-
-
III.2.1. La hiptesis bblica de poblamiento, segn Torriani
............................159 III.2.2. La hiptesis africanista,
segn Torriani: el poblamiento de Tenerife por los zenatas o azanegh
...............................................................165
III.2.3. La leyenda de las lenguas cortadas y los etnnimos indgenas
en la historia de Torriani
.................................................................................170
III.3. El primer poblamiento de Tenerife en la Historia de
nuestra seora de Candelaria (1594), de fray Alonso de Espinosa
.........................................177III.3.1. El poblamiento
de Tenerife a partir de la cosmovisin judeo-cristiana, la tradicin
clsica y las fuentes orales indgenas ....................181
III.3.2. La pervivencia de la hiptesis africanista de Espinosa en
Sir Edmund Scory
.................................................................................................193
III.4. El primer poblamiento del Archipilago en la Historia de
la conquista de las siete islas de Canaria (1602), de Juan de Abreu
Galindo (Argote de Molina)
..........................................................................................196III.4.1.
La problemtica de las fuentes orales indgenas en rel con el
conocimiento del primitivo poblamiento de las islas
................................201 III.4.2. La leyenda de las
lenguas cortadas en Abreu
..........................................204 III.4.3. Sobre la
inviabilidad arqueolgica e histrica de la leyenda de las lenguas
cortadas
.........................................................................................211
III.4.4.Sobre las otras hiptesis africanistas, de raigambre bblica,
presentes en la obra de Abreu
..........................................................................215
III.4.5. Sobre el poblamiento de Gran Canaria por los Canarii, segn
la infundada y posteriormente secundada opinin de Abreu
...................................220 III.4.6. Sobre la
contribucin de George Glas a la disquisicin acerca de la primera
colonizacin insular
.........................................................................225
-
CAPTULO IV
..........................................................................................................227
El auge de la mentalidad nobiliaria y el tema del primer
poblamiento de Canarias como una expresin de la misma: Viana, Nez
de la Pea y Prez del Cristo versus del Castillo, Sosa y Marn de
Cubas (1604-1737)
................................................................................................................227
IV.1. Antonio de Viana y Juan Nez de la Pea: dos autore del siglo
XVII al servicio de los intereses nobiliarios
.......................................230 IV.2. El primer
poblamiento de las Islas Canarias en las Antigedades de las Islas
Afortunadas (1604), de Antonio de Viana, y en la Conquista y
Antigedades de las islas de la Gran Canaria y su descripcin (1676),
de Juan Nez de la Pea
..................................................................................238
IV.3. El primer poblamiento de Canarias en las obras de Pedro
Agustn del Castillo, Fray Jos de Sosa y Toms Arias Marn de Cubas
(1686-1694) ......258 IV.4. El primer poblamiento humano del
Archipilago segn la concepcin ilustrada de Pedro Agustn del
Castillo en su Descripcin histrica y geogrfica de las islas de
Canaria (1737)
......................................................268 CAPTULO V
...........................................................................................................279
La Ilustracin y la insercin del tema del primer poblamiento de las
Islas Canarias en la historiografa ilustrada: la pervivencia de
viejos modelos explicativos (1753-1803)
...........................................................................................279
V.1. Antonio Porlier y Sopranis y Jos de Viera y Clavijo, dos
ilustrados Canarios del siglo XVIII
....................................................................................284
V.2. El primitivo poblamiento del Archipilago en la Disertacion
Historica sobre quienes fueron los primeros pobladores de las Islas
Afortunadas, llamadas comunmente las Canarias y que pais fue este
en lo primitivo (1753), de Antonio Porlier y Sopranis, y en las
Noticias de la Historia general de las Islas Canarias (1772), de
Jos de Viera y Clavijo .....................294 V.3. El primitivo
poblamiento de las Islas Canarias en los Ensayos sobre las Islas
Afortunadas y la antigua Atlntida o compendio de la historia
general del archipilago canario (1803), de Jean Baptiste Bory de
Saint-Vincent
.....................................................................................................309
CAPTULO VI
.........................................................................................................325
El primer poblamiento de Canarias en las obras de Sabin Berthelot,
Pascal dAvezac y Jos Agustn lvarez Rixo (1842-1860)
..............................................325
VI.1. El primitivo poblamiento de las Islas Canarias en la
primera etapa cientfica de Berthelot (1820-1842)
....................................................................326VI.1.1.
El desarrollo de la hiptesis poblacional africanista por Berthelot:
la dualidad rabe-bereber
....................................................................................330
VI.1.2. Sobre la primigenia colonizacin de las islas por los
fenopnicos, segn la hiptesis de Berthelot
............................................................................338
VI.2. El primitivo poblamiento de las Islas Canarias en las
obras de Pascal dAvezac y lvarez Rixo
...................................................................................346
CAPTULO VII
........................................................................................................355
Los inicios de la ruptura con la tradicin o el desarrollo de una
nueva base epistemolgica de carcter positivista
............................................................355
VII.1. El desarrollo del Evolucionismo biolgico y de la Arqueologa
y Antropologa fsica europeas, y su incorporacin a los estudios
sobre los indgenas canarios
............................................................................357
VII.2. La Arqueologa y la Antropologa fsica francesas como marco de
referencia para los estudios decimonnicos canarios
......................................361 VII.3. La Arqueologa y la
Antropologa fsica alemanas y su presencia en los estudios
decimonnicos sobre el mundo indgena canario
........................368 VII.4. El primitivo poblamiento de
Canarias en la segunda etapa cientfica de Berthelot (1847-1879)
.....................................................................................371VII.4.1.
Sobre el desarrollo de la arqueologa colonialista francesa en el
norte de frica: los casos de Louis Leon Cesar Faidherbe,
Charles-Joseph Tissot y Paul Broca
...........................................................................................374
VII.4.2. Sobre el primitivo poblamiento y de Canarias, segn las
hiptesis de Berthelot
...........................................................388
VII.7. La sistematizacin del primer poblamiento de Canarias a
partir de la Antropologa fsica: la aportacin de Ren Verneau
.............................................398 CAPTULO VIII
.......................................................................................................409
El poblamiento primitivo de las Islas Canarias y su insercin
dialctica en la poltica colonial alemana (1876-1896)
............................................................409
VIII.1. El primer poblamiento del Archipilago en Los germanos en
las Islas Canarias (1886), de Franz von Lher
..................................................................409
-
VIII.1.1. El modelo de poblamiento propuesto por von Lher
....................................416 VIII.1.2. Sobre la
repercusin de la obra de von Lher en la tradicin historiogrfica de
los siglos XIX y XX
................................................................419
VIII.1.3. Gnesis de la obra y visin de von Lher acerca del
primitivo poblamiento de Canarias
..........................................................................................425
VIII.1.4. Las Islas Canarias y su insercin en la rbita imperialista
alemana: el pasado como construccin ideolgica
.....................................................430 VIII.1.5.
Sobre las ltimas aportaciones de von Lher a los estudios
arqueolgicos y lingsticos canarios
........................................................................434
VIII.2. El primitivo poblamiento de las Islas Canarias segn la
hiptesis de Hans Meyer y Flix von Luschan (1896)
......................................................................437VIII.2.1.
Gnesis de la visin de Meyer y von Luschan sobre el poblamiento de
Canarias
.............................................................................................................443
VIII.2.2. Sobre el desarrollo de la hiptesis armenoide en la
posterior produccin bibliogrfica sobre Canarias
...................................................................450
CAPTULO IX
..........................................................................................................453
Las sociedades cientficas, el primer poblamiento de Canarias y su
insercin en el debate cientfico de finales del siglo XIX:
evolucionistas versus tradicionalistas catlicos
..........................................................................................453
IX.1. El primitivo poblamiento de Canarias y su insercin en la
Prehistoria europea: la aportacin de Gregorio Chil y Naranjo a
partir de la Arqueologa y del Evolucionismo cultural
.........................................................458IX.1.1.
Sobre la insercin de las hachas neolticas en la historiografa
posterior
.................................................................................................................465
IX.1.2. Sobre la pervivencia de la concepcin neoltica de las
hachas: la aportacin de Simn Bentez Padilla
.......................................................................476
IX.1.3. Sobre la desaparicin de las hachas pulimentadas de la
posterior produccin historiogrfica o el silencio ante lo que no se
sabe explicar .................479 IX.1.4. Sobre la introduccin de
las hachas de jadeta en Canarias en la segunda mitad del siglo XIX:
la de la identidad guanche
..................................................................................................484
IX.1.5. La primera secuenciacin diacrnica del poblamiento de
Canarias, debida a Chil y Naranjo, a partir de la Arqueologa y de
las fuentes clsicas ..........501
IX.2. Sobre la aparicin y contenido, en relacin con la primera
colonizacin insular, del primer tomo de los Estudios histricos de
Chil .................................502 IX.3. Gnesis, desarrollo
y repercusin del debate entre evolucionistas y tradicionalistas
catlicos en los estudios sobre el primer poblamiento humano de
Canarias
..............................................................................................511
IX.4. La aportacin de Chil y Naranjo al estudio del primer
poblamiento de Canarias a partir de la Antropologa fsica
............................................................527
IX.5. La aportacin de Agustn Millares Torres al tema del primitivo
poblamiento de Canarias
......................................................................................538
IX.6. El primer poblamiento de Canarias a partir del eclecticismo
de Carlos Pizarroso y Belmonte (1880)
................................................................................542
IX.7. La Generacin Cientifista de 1880 y su participacin en el
debate sobre el primer poblamiento de Canarias
.......................................................................553
CAPTULO X
.........................................................................................................571
El poblamiento de Canarias en la obra de Manuel de Ossuna y Van den
Heede: la Piedra de Anaga y su insercin en las tendencias
ideogrficas sobre la primera colonizacin insular
..................................................................571
X.1. Manuel de Ossuna y Van den Heede: un perfil biogrfico
..............................572 X.2. Sobre el hallazgo y primer
estudio de la Piedra de Anaga
..............................583X.2.1.La publicacin de La
Inscripcin de Anaga en 1889 y el posterior estudio de la inscripcin
..................................................................................613
X.2.2. Los estudios sobre Anaga y el papel que desempea en ellos la
Piedra de Anaga
.............................................................................................630
X.2.3. La insercin de la Piedra de Anaga en el debate de 1897-98
sobre el primer poblamiento humano de Canarias: extranjeros versus
autctonos
.....................................................................................................645
X.3. El Regionalismo en las Islas Canarias: el poblamiento de
las islas por una civilizacin atlntica, de marcado carcter
ibero-celta, y la insercin de esta nueva hiptesis en el discurso
poltico de Ossuna ..............................656 X.4. La Piedra
de Anaga y su insercin en los estudios histricos, antropolgicos,
lingsticos y arqueolgicos (ss. XIX-XX)
...........................672 X.5. Caracterizacin mineralgica e
interpretacin arqueolgica de la Piedra de Anaga
.........................................................................................................684
CAPTULO XI
......................................................................................................691
El primitivo poblamiento de Canarias en la cosmovisin romntica y
etnocentrista de los viajeros europeos (siglos XVI-XIX)
..................................691
XI.1. Sobre el silencio en torno al tema de la primera
colonizacin insular: la valoracin de la potencialidad econmica y
geoestratgica de las Islas Canarias como paradigma (siglos
XVI-XVIII) ..............................................692 XI.2.
Las momias guanches como bienes arqueolgicos sobrevalorados y
expoliados (siglos XVIII-XIX)
.......................................................................694
XI.3. Sobre la insercin del tema de la primera colonizacin insular
en las obras de los viajeros europeos: la subjetividad, el
etnocentrismo, la disparidad de criterios y la ausencia de tesis
arqueogrficas como rasgos definidores de la intelectualidad europea
............................................697 CAPTULO XII
.....................................................................................................703
La concepcin del primitivo poblamiento de Canarias a partir de los
estudios raciolgicos de principios del siglo XX: Millares,
Tamagnini, de las Barras, Fischer y Falkenburger (1902-1949)
...........................................703 CAPTULO XIII
...................................................................................................717
El primer poblamiento de Canarias en las obras de John Abercromby y
Earnest Albert Hooton, o la pervivencia de viejas ideas catalizadas
a partir de nuevos enfoques: la lingstica comparada y el
historicismo cultural (1917-1925)
..............................................................................................717
XIII.1. El primitivo poblamiento de Canarias en el Estudio de la
antigua lengua de las Islas Canarias (1917), de John Abercromby
...................................718 XIII.2. El primitivo
poblamiento de Canarias en The ancient inhabitants of the Canary
Islands (1925), de Earnest Albert Hooton
.....................................720 CAPTULO XIV
...................................................................................................731
El primer poblamiento de Canarias y su insercin dialctica en la
poltica franquista: Jos Prez de Barradas, Sebastin Jimnez Snchez y
la pretendida raigambre ibero-mauritana e ibero-sahariana de los
indgenas canarios
..................................................................................................................731
XIV.1. Jos Prez de Barradas y lvarez de Eulate: un perfil biogrfico
....733 XIV.2. El primitivo poblamiento de Canarias segn la
concepcin de Jos Prez de Barradas
...............................................736XIV.2.1. Sobre la
inviabilidad cientfica de los trabajos arqueolgicos de Prez de
Barradas
..........................................................................................747
XIV.2.2. Sobre las directrices tericas presentes en la aportacin de
Prez de Barradas: la doctrina franquista
......................................................................749
XIV.3. Sebastin Jimnez Snchez: un perfil autobiogrfico
................................756 XIV.4. El primitivo poblamiento
de Canarias segn la concepcin de Jimnez Snchez
....................................................763XIV.4.1
Sobre la concepcin hbrida de los indgenas canarios, segn la tesis
filolgica y pro germana de Jimnez Snchez
..................................................771 XIV.4.2.
Sobre la articulacin del tema del primitivo poblamiento, a partir
de 1949, en la obra de Jimnez Snchez
..............................................................772
XIV.5. Sobre la repercusin de la arqueologa franquista en la
investigacin acerca del primitivo poblamiento humano de Canarias:
los casos de Prez de Barradas y Jimnez Snchez
........................................................780 XIV.6.
Dominik Josef Wlfel: un bosquejo biogrfico
.........................................788 XIV.7. El frica
blanca, el megalitismo, el orientalismo mediterrneo y el primitivo
poblamiento humano de Canarias, segn la concepcin de Wlfel
.........................................................................................................795
XIV.8. Sobre la aportacin filolgica y pro germana de Carl Graebel a
los estudios acerca del primer poblamiento de Canarias
.................................810 CAPTULO XV
....................................................................................................815
El primer poblamiento de Canarias y su insercin dialctica en la
poltica franquista: la aportacin de Juan lvarez Delgado y Luis
Diego Cuscoy a la Arqueologa oficial, el debate entre prosemitas y
antisemitas y la exclusin de los discursos disidentes
...........................................................815
XV.1. Juan lvarez Delgado: un perfil biogrfico
................................................817 XV.2. La
filologa comparada, la raciologa y los estudios de Juan lvarez
Delgado sobre el mundo indgena canario
.................................................821XV.2.1. Los
indoeuropeos y su supuesta presencia en las Islas Canarias
..........826 XV.2.2. Sobre la raigambre egipcia de los indgenas
canarios, segn la hiptesis de lvarez Delgado
.......................................................................829
Sobre el antisemitismo presente en los trabajos de lvarez Delgado
...............832
XV.3. Un nuevo debate en torno al primer poblamiento humano de
Canarias: pro-semitas versus antisemitas. Las aportaciones de
Werner Vycichl, Attilio Gaudio y Georges Marcy
..............................................................835XV.3.1.
La aportacin de Pedro Hernndez Bentez al debate entre prosemitas y
antisemitas: la dualidad discursiva
................................................846 XV.3.2. Sobre
las directrices ideolgicas y tericas subyacentes en el debate
entre pro-semitas y antisemitas
......................................................................856
XV.4. Las primeras secuenciaciones diacrnicas de la prehistoria
canaria: la aportacin de lvarez Delgado a partir de las
manifestaciones rupestres
......................................................................................................861
XV.5. Sobre el poblamiento y colonizacin de canarias por Juba I,
segn la visin de lvarez Delgado
.........................................................................869
XV.6. A modo de sntesis: sobre la evolucin de la concepcin del
poblamiento de Canarias en la obra de lvarez Delgado
...............................................873 XV.7. Luis Diego
Cuscoy: un bosquejo biogrfico
..............................................880 XV.8. El
primitivo poblamiento de Canarias en la obra de Diego Cuscoy: la
reafirmacin de la Arqueologa oficial
..................................................896 XV.9. La
Arqueologa oficial franquista como formacin discursiva
.................915 CAPTULO XVI
................................................................................................923
La raciologa y el neolitismo como pervivencias en la teorizacin
sobre el primitivo poblamiento de Canarias. Las aportaciones de
Ilse Schwidetzky-Rsing y Miguel Fust Ara, y los eventos cientficos
celebrados en la dcada de 1960
.................................................................923
XVI.1. La culminacin de una etapa cientfica y los inicios de la
ruptura con el paradigma precedente: el V Congreso Panafricano de
Prehistoria y de Estudio del Cuaternario, el Simposio Internacional
del Hombre de Cro-Magnon y la creacin del Departamento de
Arqueologa, Prehistoria y Etnologa de la Universidad de La Laguna
................935 Conclusiones
......................................................................................................943
Anexo Documental
.............................................................................................959
A) Disertacion historica sobre quienes fueron los primeros
pobladores de las Islas Afortunadas, llamadas comunmente las
Canarias y que pais fue este en lo primitivo (1753), de Antonio
Porlier y Sopranis (Discurso ledo el 1 de febrero de 1753 en la
Real Academia de la Historia). Biblioteca de la Real Academia de la
Historia. Documento . Tomo III. 9/5951
..............................................................................................................959
B) Correspondencia epistolar en relacin con el estudio de la Piedra
de Anaga
..............................................................................................................970
El discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o
los sistemas de dominacin, sino aquello por lo que, y por medio del
cual, se lucha Michel Foucault La escritura a que me dedico en este
momento y la lectura a la que usted se dedica ahora, son rituales
de reconocimiento ideolgico Louis Althusser La mejor base para
elegir una perspectiva de la historia antes que otra es por razn
esttica o moral, y no por razn Hayden White Hay necesidad de una
nueva Historia, de una nueva actitud hacia la Historia, y de una
reconsideracin de todos nuestros postulados sobre la Historia G.
Barraclough History has been a political bone of contention since
the begining of all political thought and activity. History is
always part of the dialectical synthesis of power, domination,
state and society Salewski The past and monuments of the past have
long been used to legitimize authority and to assert, or symbolize,
nationalist ideologies D. Fowler Los aborgenes canarios son lo que
queremos que sean, lo que quisimos que fueran, pretendiendo ver en
el pasado la confirmacin de nuestras visiones de hoy. De sus
diferentes negativos queremos obtener nuestra propia imagen en
positivo Fernando Estvez
Introduccin
Quines arribaron y colonizaron las islas, cundo y cmo lo
hicieron, y desde dnde vinieron, son los cuatro grandes
interrogantes que, en relacin con el tema del primitivo poblamiento
humano de Canarias, se han intentado resolver a lo largo de seis
largos siglos de investigacin (1342-1969). Ello ha supuesto, por qu
no decirlo, el desarrollo de innumerables hiptesis de poblamiento
que, en el fondo, han contribuido, en muy buena medida, a enredar
el tan controvertido tema de la primera colonizacin insular. Y lo
verdaderamente significativo es que la gran mayora de los juicios
emitidos sobre este particular en la tradicin historiogrfica
precedente, se efectuaron a partir de discursos y criterios
ideogrficos, simblicos y politizados que, por tanto, fueron fruto
de la construccin social antes que de las propias evidencias
arqueolgicas o empricas. Slo as podemos entender por qu los
indgenas canarios pasaron de ser los descendientes de No, a
convertirse en los supervivientes de la Atlntida, para luego ser
emparentados con los egipcios, celtas, iberos, vndalos, armenios,
cananeos, fenicios, libios, romanos y un largo etctera de
posibilidades, hasta llegar a transformarse, durante el rgimen
franquista, en los representantes insulares de las culturas
norteafricanas Ibero-mauritana e Ibero-sahariana. Los referentes
identitarios manejados por los distintos autores o agentes
histricos, no obstante, tambin implicaron el concurso de la
categora o tipo racial, especialmente desde la segunda mitad del
siglo XIX en adelante, por lo que los indgenas canarios fueron
catalogados, igualmente, a partir de sus similitudes antropolgicas
con la raza de Cro-Magnon, con la raza semita, con el tipo
Mediterranoide, Armenoide, Nrdico, etc., con todas las
implicaciones no exclusivamente arqueolgicas o antropolgicas que de
ello se derivaban. En este sentido, y tal y como ha sealado
Fernando Estvez (2001: 334), reconstruir el concepto de raza
guanche no es hablar de una antigualla decimonnica, es hablar de
las interconexiones entre ciencia, poder e ideologa que atraviesan
los dos ltimos siglos de la historia canaria. Frente a este
panorama maleable, heterogneo y controvertido, la mirada hacia atrs
con vistas a recuperar y analizar la documentacin recogida sobre
los indgenas en crnicas, relatos de viajes, memorias, primeras
historias generales e historiografa, se ha hecho exclusivamente a
modo de nuevos relatores, compiladores o eruditos. Nunca se
19
ha pretendido buscar una explicacin al por qu de las cambiantes
identidades culturales y raciales de los indgenas canarios, al por
qu de la vigencia de determinados modelos de poblamiento y, por
supuesto, tampoco se ha ahondando en el conocimiento del
pensamiento, de las teoras ni de los contextos sociales que dieron
sentido a toda esta serie de opiniones vertidas por los distintos
agentes histricos. Nunca se ha analizado , en el que se genera la
informacin, ni , en el que se asimila y cobra sentido esa
informacin (Kuhn, 1990 [1962]: 31). Nunca se ha examinado la forma
en que se ha constituido el saber o conocimiento cientfico, ni
tampoco cules han sido los a priori histricos y los elementos de
positividad sobre los que han podido aparecer las ideas,
constituirse las ciencias o formarse las racionalidades (Foucault,
2001 [1966]: 7). Consiguientemente, se ha venido desarrollando una
historia narrativa, acrtica y aterica que no ha tenido en cuenta la
conexin entre la historia de las estructuras y de las acciones, de
los procesos y de las experiencias (Kocka, 2002: 104). Y ello ha
implicado, forzosamente, que se obviara sistemticamente el anlisis
del discurso precedente1. A partir de este silencio o conocimiento
sesgado, se han pretendido ofrecer nuevas respuestas, elaborar
nuevos discursos, con vistas a resolver el enigma del primer
poblamiento humano de Canarias. A partir de un estado de
conocimiento acumulado, pero encubierto, se ha comenzado a
desarrollar un nuevo discurso, no tenindose en cuenta, en
definitiva, que la realidad es siempre aprehendida mediante las
tradiciones culturales establecidas, que los cambios sociales y
econmicos no impactan sobre una materia prima humana inerte o sobre
una mente en blanco, sino sobre unos individuosEmpleamos aqu el
trmino para designar el cuerpo coherente de categoras mediante el
cual, en una situacin histrica dada, los individuos aprehenden y
conceptualizan la realidad (contempornea o pretrita) -y en
particular, la realidad social-, y en funcin del cual desarrollan
su prctica. Dicho de otro modo, un discurso es una rejilla
conceptual de visibilidad, especificacin y clasificacin, mediante
la cual los individuos dotan de significado al contexto social
inmediato y confieren sentido a su relacin con l, mediante la cual
se conciben y conforman a s mismos como sujetos y agentes y
mediante la cual, en consecuencia, regulan su prctica social. En su
dimensin histrica, el discurso persigue dotar de significado a las
realidades o contextos sociales pretritos, para representar
conjuntos de acontecimientos que supuestamente ocurrieron en
tiempos pasados. Ello permite entender que en toda sociedad la
produccin del discurso est a la vez controlada, seleccionada y
redistribuida por cierto nmero de procedimientos que tienen por
funcin dominar el acontecimiento aleatorio y evitar el arraigo de
otros discursos disidentes. El discurso, por tanto, no es
simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de
dominacin, sino aquello por lo que, y por medio del cual se lucha.
El discurso, en definitiva, es un producto del orden social
(Foucault, 2001 [1969]: 70-74; 2002 [1970]: 14-15; White, 1992a: 9;
Cabrera, 2001: 51). Cabe sealar aqu, igualmente, que a lo largo de
la presente tesis utilizaremos el trmino como sinnimo o equivalente
al de , pues consideramos que la disquisicin acerca del primitivo
poblamiento de Canarias es una prctica discursiva, integrada por
enunciados que dependen de un mismo sistema de formacin y, por
tanto, tal prctica discursiva tambin es fruto del orden
social.1
20
portadores de valores culturales y provistos de un patrimonio
simblico acumulado. Las disposiciones culturales, en este sentido,
conforman una estructura cognitiva generada por experiencias
anteriores y es por medio de este dispositivo simblico heredado que
los individuos aprehenden significativamente toda nueva realidad
(Cabrera Acosta 2001: 29-33 y 74). Ante este panorama, se hace
necesario descifrar, por tanto, cul es el tipo de categoras en las
que se basa la comprensin de la realidad, la construccin social del
mundo (Hernando, 2002: 41); y cules son los pilares sobre los que
se ha sustentado el actual conocimiento cientfico (Kuhn, 1990
[1962]: 31; Althusser, 1999 [1968]: 30). Y ello, obviamente, pasa
por insertar los textos histricos en discursos, y por vincular los
textos y discursos a sus contextos (White, 1992b: 195). A tenor de
lo aqu expuesto, parece evidente que sin el conocimiento de los
discursos y de los dispositivos simblicos implcitos en la temtica y
problemtica del poblamiento, difcilmente se podr ahondar en nuevas
vas de investigacin y difcilmente se podrn resolver problemas
aparentemente novedosos pero ya planteados por la investigacin
precedente, tal y como se refleja en el desarrollo de esta tesis.
En otras palabras, el estado actual de nuestra disciplina no puede
ser considerado con independencia de sus etapas anteriores. La
arqueologa estudia el pasado desde el presente, pero el arquelogo
no debe olvidar que el presente est marcado y condicionado por las
investigaciones precedentes, y que el conocimiento arqueolgico de
hoy constituir una de las muchas arqueologas pasadas en una o dos
dcadas. El propio Celso Martn de Guzmn se encargara de sealar
(1997: 29), en este sentido, que sin unos planteamientos tericos
previos y sin un marco historiogrfico referencial consecuente, la
investigacin arqueolgica, a pesar de la utilizacin de
procedimientos tcnicos ms o menos avanzados, poda entrar, sin darse
cuenta, en el terreno de la simple erudicin local (insular o
regional) y distanciarse de la rbita universal de los
conocimientos. Es precisamente por toda esta serie de argumentos
aqu aducidos por lo que hemos considerado imprescindible hacer
historia de la arqueologa, labor sta en la que ya se ha venido
trabajando en el mbito europeo (Daniel, 1986; Trigger, 1992;
Schnapp, 1999; Gran-Aymerich, 2001a) y, en particular, en el marco
espaol peninsular (Arce & Olmos, 1991; Ayarzagena, 1992;
Daz-Andreu & Mora, 1997: 9; Mora & DazAndreu, 1997; Mora,
1998) y balear (Guerrero, 1997). Baste sealar, en este sentido, que
ya en otros mbitos de la ciencia se ha demostrado suficientemente
la importancia de conocer el pasado de la propia disciplina y el
contexto histrico y poltico en que 21
surgieron y se desarrollaron las diversas teoras para comprender
el estado actual de la investigacin, pues la ciencia no es algo
objetivo y asptico, ni su prctica inocente. Es ms, tal y como ya
han sealado Almudena Hernando (1987-88: 41), Daz-Andreu y Mora
(1997: 9) o Gran-Aymerich (2001a: 26), habra que destacar una nueva
comprensin de la arqueologa como disciplina integrada en un marco
histrico global, y por tanto inseparable de los estudios
poltico-culturales de cada poca. Por esto, la historia de la
arqueologa no se entiende fuera del contexto general de las formas
sociales y las ideas de cada momento. Y por supuesto, no perdamos
de vista, tal y como ya ha apuntado Gran-Aymerich (2001a: 18), que
no por ser del campo de la historiografa, la historia de la
arqueologa deja de pertenecer a la epistemologa. Esto implica, por
lo tanto, que se puede abordar desde una diversidad de ngulos.
Frente a esta realidad aqu descrita, en el mbito canario se han
venido desarrollando algunos trabajos que han esbozado breves
recorridos histricos por la historia de nuestra investigacin
arqueolgica (Gonzlez & Tejera, 1990; Arco et alii, 1992;
Navarro, 1997 y Mederos & Escribano, 2002a y 2002b); algunos
otros que han insistido en el estudio del entramado institucional
decimonnico relacionado con la por entonces naciente arqueologa
canaria (Diego, 1982; Ramrez, 1997; Mederos, 1997 y Faria y Tejera,
1998); o bien otros que han abordado el funcionamiento de las
Comisaras Provinciales de Excavaciones Arqueolgicas en Canarias,
particularmente la de Las Palmas de Gran Canaria (Cuenca et alii,
1988; Ramrez, 2000). No obstante, todas estas aportaciones han
obviado el anlisis de los aspectos poltico-culturales de cada poca,
a la par que tampoco han tenido en cuenta la influencia que los
distintos contextos sociales (insulares y extra-insulares)
ejercieron en el desarrollo de la propia investigacin arqueolgica
canaria2. En el tema particular que nos atae, el del poblamiento,
estos trabajos exceptuando los de Mederos y Escribano- tampoco han
abordado monogrficamente la problemtica de la colonizacin insular,
si bien debido a que ste no era su objetivo central de estudio.
Desde nuestra perspectiva, por consiguiente, consideramos que la
historia de la investigacin arqueolgica canaria presenta
importantes problemas de fondo. Es ms, creemos igualmente que el ya
aludido marco de referencia europeo no puede ni debe desvincularse
de la propia historia de la arqueologa canaria, como tampoco el
referente norteafricano (Trigger,2
En esta lnea de investigacin que aqu proponemos deben insertarse
nuestros trabajos (Farrujia, 2002 y 2003; Farrujia & Arco,
2002a y 2002b, as como otro en prensa), los cuales han sido
resultado directo del desarrollo de la presente tesis doctoral.
22
1990; Sheppard, 1990; Pouillon, 1993; Haoui, 1993; Camps, 1998;
Sibeud, 2001), pues no perdamos de vista que la historia de
Canarias no puede entenderse sin una referencia inexcusable y
permanente a sus relaciones internacionales. Pinsese que nos
encontramos, como elemento de partida, con la internacionalizacin
del conflicto por la conquista de las islas y su dominio en el
siglo XV, para, acto seguido, asistir a la incorporacin del
archipilago a la historia moderna de las colonizaciones europeas
hacia los confines de frica y el Atlntico, acentundose en siglos
posteriores el papel de la islas en el derrotero de la navegacin
atlntica, en general, y americana en particular (Voituriez &
Brito, 1984: 37; Hernndez Bravo de Laguna, 1992: 10). Ante estos
antecedentes histricos, obviamente, el estudio de la historia de la
arqueologa canaria es inabordable, o difcilmente abordable, sin no
se tiene en cuenta la relacin entre el centro y la periferia 3.
Conscientes de esta vaco analtico, del encubrimiento del discurso
precedente que haba dado sentido al tema del poblamiento y, en
definitiva, de esta laguna histrica y arqueolgica heredada, el
objetivo de nuestra tesis se ha centrado en dar cuerpo a buena
parte de estos aspectos. De este modo, hemos pasado a analizar,
desde una perspectiva sincrnica y diacrnica, las distintas hiptesis
que se han vertido en la tradicin historiogrfica sobre el primer
poblamiento humano de Canarias. Ello, obviamente, pasaba por
indagar, analizar y hurgar en la gnesis de cada una de estas
hiptesis, considerando los respectivos contextos sociales en que se
gestaron y la propia historia de la arqueologa canaria. Es decir,
hemos procurado sacar a relucir en todo momento cmo se construy el
discurso historiogrfico4. Asimismo, hemos intentado
3
Segn sostienen Holl (1990: 296) y Trigger (1990: 310-311), no
hay duda acerca de cmo la arqueologa y la antropologa desarrollada
en frica tras el reparto colonial (Congreso de Berln, 18841885) fue
un claro ejemplo del intervencionismo imperialista europeo. En el
mbito canario esta realidad tendra sus repercusiones obvias, pues
tal y como tendremos ocasin de ejemplificar, seran las aspiraciones
anexionistas francesas y alemanas sobre las islas las que, en ltima
instancia, acabaran propiciando el desarrollo en la tradicin
historiogrfica de un discurso burgus, con claras implicaciones
imperialistas, y la consiguiente articulacin de nuevas hiptesis
poblacionales. Tngase en cuenta, en relacin con esto que decimos,
que durante esta etapa se persigui el establecimiento de una
relacin de dependencia de la periferia (Canarias) en relacin con el
centro (Europa occidental). Este ejemplo decimonnico aqu trado a
colacin no es, sin embargo, un caso aislado, pues, como decimos, la
internacionalizacin de las Islas Canarias se retrotrae al siglo XV,
aspecto ste que permite volver a hablar para otros perodos de las
relaciones entre el centro y la periferia, y por ende, de las
repercusiones tericas y prcticas- que estas relaciones tuvieron en
la confeccin de los distintos modelos e hiptesis de poblamiento
esbozados. En cualquier caso, cabe adelantar aqu que el estudio
comparativo de las ideas cientficas demuestra claramente la
debilidad de la dicotoma centro-periferia, desde la perspectiva de
la difusin de estas ideas, pues las tesis evolucionistas calaron
sincrnicamente en Europa y en Canarias. 4 Tal y como han sealado
Julio Arstegui (2001: 40) o Jrgen Kocka (2002: 100-104) al
respecto, la labor verdaderamente interesante y necesaria en el
proceso de investigacin histrica pasa por analizar cmo se construye
el discurso historiogrfico. Es a partir del aprendizaje de las
tcnicas de construccin
23
sacar a la luz el campo epistemolgico o la episteme sobre la que
hunden su positividad los conocimientos y, por tanto, averiguar
cules han sido las configuraciones que han dado lugar a las
diversas formas del conocimiento emprico. No obstante, nuestro
estudio se ha efectuado no desde la generalidad de los contenidos
vertidos en la tradicin historiogrfica, sino a partir de un anlisis
temtico, centrado en la gnesis y evolucin del tema del primitivo
poblamiento de Canarias. De ah el ttulo de nuestra tesis: Ab
initio. La teorizacin sobre el primitivo poblamiento humano de
Canarias. Fuentes etnohistricas, historiografa y arqueologa
(1342-1969). Es preciso sealar, en relacin con este ttulo, que a
pesar de que los cronistas, etnohistoriadores y relatores tambin
forman parte de la historiografa, an siendo anteriores a la misma
Historia (Rama, 1981: 7; White, 1992a: 16-18; Arstegui, 2001: 24),
hemos considerado oportuno referirnos de forma especfica a las
fuentes etnohistricas (integradas en nuestro caso por las crnicas,
relatos, memorias y primeras historias generales)5, para resaltar
el tipo de literatura histrica que hemos trabajado6. El anlisis de
esta tradicin historiogrfica y, por ende, de la inherente
construccin discursiva, nos llev, paralela y necesariamente, a la
teorizacin del tema objeto de estudio (el primitivo poblamiento
humano de Canarias), pues hemos mostrado la forma en que el
referido tema se articul y orden, cmo se organiz su investigacin y
que medios se escogieron a lo largo del tiempo para la obtencin de
las distintas conclusiones. Por lo que respecta al perodo abordado,
ste se retrotrae a 1342, ao en que se inician los contactos
catalano-mallorquines con las islas, que dan pie, entre otras
cosas, al desarrollo de la primera hiptesis sugerida para explicar
el primitivo poblamiento humano de Canarias. Dado que se desconoce
la fecha exacta en que fue redactado el denominado Testamento de
los trece hermanos, fuente en donde creemosdel discurso histrico
como se aprende ese mismo discurso, y no al revs; deben aprenderse,
ciertamente, los hechos, pero sobre todo cmo se establecieron los
hechos. 5 En esta clasificacin de las fuentes etnohistricas
canarias seguimos a Jos Juan Jimnez Gonzlez (1998). 6 Entendemos
aqu la historiografa, tal y como ha sealado Arstegui Snchez (2001:
24-27), no como sinnimo de reflexin sobre la historia ni como
apelativo para la historia de la historia, sino como el hecho de
escribir la historia. Historiografa sera la actividad y el producto
de la actividad de los historiadores y tambin la disciplina
intelectual y acadmica constituida por ellos, lo que quiere decir
que la expresin historiografa debe designar la funcin disciplinar
de la investigacin y escritura de la historia. Histricamente, por
tanto, la historiografa puede recoger la alusin a las diversas
formas de escritura de la historia que se han sucedido desde la
Antigedad clsica. En este sentido, la Cronstica, por ejemplo,
vendra a ser una de las tantas manifestaciones de la historiografa.
Cabe sealar, no obstante, que es a mediados del siglo XIX cuando la
historiografa se convierte en una disciplina normalizada,
coincidiendo con la eclosin de las historias regionales-nacionales,
impulsadas por el romanticismo, por la influencia de la filosofa de
la historia, por la revalorizacin romntica del pasado y por el
desarrollo de
24
se recoge tal hiptesis -como tendremos ocasin de argumentar-, el
ao de 1342 viene a representar simplemente la fecha que marca el
inicio de nuestra investigacin y, por tanto, tal data posee el
valor de un terminus post quem. Actualmente, no se conoce ni se
conserva ninguna fuente documental que con anterioridad a este ao
en cuestin se hiciera eco del origen de los primitivos isleos. La
fecha que marca el final del perodo objeto de estudio es 1969, ao
en que, como tendremos ocasin de sealar y argumentar, se asiste a
la culminacin de una etapa cientfica con la celebracin en Canarias
del Simposio Internacional del Hombre de Cro-Magnon; y ao a partir
del cual se comienza a vislumbrar un hiatus en relacin con el
perodo precedente, motivado por la incorporacin de Manuel Pellicer
a la Universidad de La Laguna y por la creacin del Departamento de
Arqueologa, Prehistoria y Etnologa en la referida universidad, con
las consecuencias que de ello se derivarn para la arqueologa
canaria en general, y para el estudio del tema del poblamiento en
particular. Tampoco perdamos de vista que es a finales de 1968
cuando el Servicio Nacional de Excavaciones Arqueolgicas es
sustituido por la Inspeccin General de Excavaciones Arqueolgicas,
lo que implica, a su vez, que los delegados provinciales sean
reemplazados por los Consejeros Provinciales de Bellas Artes. Por
consiguiente, abarcamos aqu un perodo de casi seis siglos
(1342-1969), lapso temporal ste en el que se desarrollan
multiplicidad de discursos o hiptesis poblacionales7. Esta
perspectiva adoptada a la hora de estudiar el tema del primitivo
poblamiento nos ha llevado a desarrollar nuestro trabajo,
bsicamente, desde sus cimientos, pues a pesar de que es mucho lo
que se ha escrito recientemente en el mbito canario sobre la
colonizacin de las islas (Hooton, 1970 [1925]; Wlfel, 1942a y 1950;
Jimnez Snchez, 1945a; Diego, 1963 y 1968; Schwidetzky, 1963; lvarez
Delgado, 1964 y 1977; Beltrn, 1973; Hernndez Prez, 1980; Navarro,
1983; Martn de Guzmn, 1984; Gonzlez & Tejera, 1990; Atoche,
1992-93; Atoche et alii, 1995; Gonzlez et alii, 1995; Balbn et
alii, 1995; Jorge, 1996; Mederos & Escribano, 2002a)8, esta
labor se ha efectuado a partir de enfoques bien distintos al
nuestro y siendo nula la
una erudicin basada en el anlisis de los documentos (Casanova,
1991: 10-18; Lacomba, 1996: 72; Arstegui, 2001: 34 y 76-98; Pasamar
& Peir, 2002: 11-12). 7 En las conclusiones finales recogemos
nuestra propuesta de periodizacin sugerida para el marco temporal
objeto de estudio. 8 No hacemos aqu un vaciado bibliogrfico
exhaustivo puesto que volveremos a insistir sobre este particular
en el desarrollo de nuestra tesis.
25
preocupacin que se ha mostrado por indagar en los aspectos y
vacos aqu enunciados9. Una lnea de investigacin que, sin embargo,
se aproxima a la nuestra no slo desde el punto de vista terico sino
desde el prctico-, es la desarrollada por el antroplogo Fernando
Estvez Gonzlez (1987 y 2001), quien, no obstante, dada su formacin,
se centra ms en el anlisis de la problemtica antropolgica antes que
en el estudio de las cuestiones arqueolgicas, y cindose al perodo
comprendido entre 1750 y 1900. En esta misma lnea deben insertarse
los trabajos de Mario Delgado Alonso (1996 y 1998), quien prosigue
con la labor iniciada por Estvez, centrndose en el estudio de la
problemtica antropolgica canaria de la primera mitad del siglo XX.
Esta realidad aqu descrita en relacin con la bibliografa
arqueolgica reciente (que, con la salvedad de los trabajos de
Estvez Gonzlez y Delgado Alonso, ha marginado el estudio de los
discursos subyacentes en el tema del primitivo poblamiento) no
implica, por supuesto, su infravaloracin. Por el contrario, y tal y
como se podr comprobar a lo largo del desarrollo de nuestra tesis,
tan slo pretendemos sacar a relucir cules han sido -desde nuestra
perspectiva- los defectos y cules los aciertos de aquellos trabajos
publicados con anterioridad a 1969, e incluso durante este mismo ao
que, como decimos, marca el lmite final de nuestra
investigacin.
I. Sobre las fases heurstica, crtica, hermenutica y arqueolgica
en el desarrollo de la tesis doctoral Por lo que respecta al mtodo
empleado en la elaboracin de nuestra tesis doctoral, hemos partido,
en primer lugar, de un trabajo meramente heurstico, centrado en la
bsqueda, conocimiento y recopilacin de las fuentes bibliogrficas,
hemerogrficas y documentales. En este sentido, y por lo que
respecta a las fuentes bibliogrficas y hemerogrficas, la labor de
recopilacin se ha llevado a cabo en la
El desarrollo de nuestra tesis viene a cubrir, en este sentido,
uno de los vacos hasta la fecha presentes en la investigacin
arqueolgica e historiogrfica canaria, vaco que ya fue enunciado en
1987 por Fernando Estvez al reconocer que la reconstruccin de cmo
ha sido abordado este tema (el del poblamiento) a lo largo de cinco
siglos de historiografa, arrojara, como resultado inmediato, una
compleja red de referencias en un galimatas de autores, fechas y
genealogas. Rastrear, por tanto, el de los orgenes en toda la
produccin literaria y cientfica obligara a una tarea para la que
nadie en la actualidad parece tener el apremio de nuestros viejos
historiadores. Por lo dems, un trabajo exegtico tendra un escaso
inters ya que lo importante no consiste en destacar la continuidad
temtica que es obvia- sino en determinar el papel que la
preocupacin por los orgenes ocup en el discurso y la prctica
cientfica en los distintos periodos (Estvez, 1987: 163).
9
26
Biblioteca Central de la Universidad de La Laguna y en el Legado
Juan lvarez Delgado depositado en ella, en la Biblioteca de la Real
Sociedad Econmica de Amigos del Pas de Tenerife, en la Biblioteca
Municipal de Santa Cruz de Tenerife, en la del Museo Arqueolgico
del Puerto de la Cruz (concretamente en el legado de Luis Diego
Cuscoy a esta institucin) y en la de El Museo Canario (Las Palmas
de Gran Canaria). En el mbito peninsular, concretamente en Madrid,
accedimos a la Biblioteca Nacional, a la Biblioteca de la Real
Academia de la Historia y a la Biblioteca del Museo Nacional de
Antropologa. En el extranjero, y coincidiendo con nuestra estancia
en el Departamento de Arqueologa de la Universidad de Durham
(Inglaterra), accedimos a los fondos de la biblioteca de dicha
universidad, as como a los de la British Library. La dispersin del
material bibliogrfico y hemerogrfico existente sobre la arqueologa
canaria, europea y norteafricana, y en particular, sobre el tema
del poblamiento de las islas canarias, nos llev, igualmente, a
acudir mediante el prstamo interbibliotecario a otra serie de
Bibliotecas tanto nacionales como extranjeras. En este sentido, en
el mbito nacional se adquirieron fondos procedentes de la
Biblioteca de la Universidad Autnoma de Barcelona, de la Biblioteca
del Centro de Estudios Histricos y del Instituto de Filologa del
C.S.I.C., de la Biblioteca de la Universidad Nacional de Educacin a
Distancia, de la Biblioteca General de la Universidad de
Valladolid, de la Biblioteca de la Universidad de Santiago de
Compostela, de la Biblioteca de la Universidad de Salamanca, de la
Escuela de Estudios rabes (Granada) y de la Escuela de Estudios
Hispanoamericanos (Sevilla). En el extranjero, los fondos
adquiridos proceden exclusivamente de Alemania, concretamente de la
Biblioteca de la Universidad de Dresden, de la Biblioteca de la
Universidad Libre de Berln y de la Biblioteca de la Universidad de
Erfurt-Gotha. En el caso de las fuentes documentales, los fondos y
archivos consultados fueron el Fondo Ossuna (ubicado temporalmente
en el Archivo Histrico Municipal del Ayuntamiento de La Laguna), el
Legado Juan lvarez Delgado (conservado en la Biblioteca Central de
la Universidad de La Laguna), el Fondo Documental Luis Diego Cuscoy
(conservado en el Museo Arqueolgico del Puerto de la Cruz), el
Archivo de El Museo Canario, en donde accedimos concretamente al
Fondo Gregorio Chil y Naranjo y al Archivo Sebastin Jimnez Snchez,
y el Archivo Histrico Diocesano de Tenerife. Por su parte, en el
mbito peninsular se accedi al Fondo Documental y al Gabinete de
Antigedades de la Real Academia de la Historia. En todos ellos se
procedi, bsicamente, a la consulta y vaciado de la correspondencia
epistolar relacionada con los 27
autores objeto de estudio, accedindose, igualmente, a toda
aquella documentacin que, directa e indirectamente, guardaba
relacin con el tema objeto de estudio (estatutos de la Real
Academia de la Historia, certificaciones acadmicas, trabajos
inditos, documentacin oficial de las Comisaras Provinciales de
Excavaciones Arqueolgicas de Canarias, memorias de excavaciones,
informes, datos biogrficos, etc.). De forma paralela al desarrollo
de esta primera fase eminentemente heurstica se llev a cabo una
labor crtica, consistente en la ordenacin de los datos y en la
comprobacin de su autenticidad y veracidad (anlisis de la
fiabilidad de las fuentes y de su adecuacin). Acto seguido se pas a
la fase hermenutica, centrada en la interpretacin de las fuentes
bibliogrficas, hemerogrficas y documentales, para lo cual se
valoraron las diversas corrientes disciplinares y tericas
existentes en el perodo de estudio y, sobre todo, los respectivos
contextos sociales en que estas corrientes se gestaron. Ello nos
llev tambin a ahondar en el conocimiento de la realidad social,
econmica y poltica del perodo abordado. Desde el punto de vista
arqueolgico, este proceso de investigacin se complet con diversas
salidas de campo llevadas a cabo en Tenerife, Gran Canaria, La
Palma y El Hierro; y con el estudio de diversas piezas arqueolgicas
ubicadas en la Casa de Ossuna, en El Museo Canario y en el Museo
Nacional de Antropologa. Estas piezas en cuestin se estudiaron
geolgica, tipolgica y funcionalmente, para, acto seguido, y a
partir de la comparacin con otros referentes extra-insulares,
delimitar su adscripcin crono-cultural. Una vez desarrollados todos
estos pasos previos procedimos a construir nuestro propio discurso.
Para ello hemos integrado el tema objeto de estudio en una trama
secuencial, cronolgica, presentando una imagen exhaustiva de los
elementos de la argumentacin, de las fuentes escritas y de las
evidencias arqueolgicas que nos han conducido a determinadas
conclusiones. La secuencia temporal estudiada, como ya hemos
indicado, abarca un periodo comprendido entre 1342 y 1969.
II. El marco terico: el estructuralismo, la historia
sociocultural o nueva historia cultural y el anlisis discursivo
foucaultiano En funcin de los diversos aspectos hasta aqu
comentados, nuestra tesis doctoral, desde el punto de vista
historiogrfico, se aproxima al modelo de anlisis 28
microhistrico (Arstegui, 2001: 160-165). Ello es as porque hemos
reducido la escala de observacin a un tema concreto (el primitivo
poblamiento humano de las islas) y porque hemos desarrollado un
estudio intensivo del material documental. Sin embargo, es
precisamente esta escala de observacin microscpica la que nos ha
permitido revelar factores y aspectos anteriormente no observados
y, por tanto, obviados. Cabe sealar, no obstante, que a diferencia
del anlisis microhistrico, nos hemos ocupado igualmente en nuestra
tesis doctoral del anlisis de ciertos aspectos ms generales
(estudio de los contextos sociales en que se insertan las distintas
hiptesis de poblamiento; estudio de la historia de la arqueologa
europea, norteafricana y canaria; de la evolucin de la teora
arqueolgica, etc.), sin los cuales nuestra aportacin no hubiese
cobrado sentido. Hemos procedido igualmente a la recuperacin del
sujeto y al estudio de su pensamiento, tal y como sucede en el
modelo de anlisis microhistrico, pero a diferencia de este modelo,
hemos insertado al sujeto en su contexto social ms inmediato, es
decir, en un marco de referencia indispensable. Paralelamente,
hemos procedido a reconstituir los sistemas de pensamiento a partir
de un conjunto definido de discursos, teniendo en cuenta para ello
los espacios en que se despliegan los propios acontecimientos
discursivos (Foucault, 2001 [1969]: 44-45), tal y como nos
encargaremos de explicar y argumentar en las prximas lneas. Al
estudiar la produccin cientfica de los distintos sujetos o autores
aqu analizados, nuestro enfoque terico se desmarca -como se podr
comprobar- de la historia tradicional, en el sentido de que, tal y
como ya ha sealado Julin Casanova (1991: 39-44), o Cabrera Acosta
(2001: 21-29) y Arstegui Snchez (2001: 165-169) al definir
tericamente la historia sociocultural o nueva historia cultural, no
consideramos que los agentes histricos puedan ser considerados como
individuos dotados de una conciencia racional autnoma cuyas
acciones se explican por las intenciones explcitas que las motivan.
Por el contrario, consideramos que la subjetividad no es una
creacin racional, sino el reflejo o expresin del contexto social en
el que los individuos estn insertos y, por tanto, las causas de las
acciones trascienden la voluntad de los agentes. En este sentido,
creemos que la subjetividad de los individuos y, en general, la
esfera cultural- no es ms que una representacin de su ser social y,
en consecuencia, sus acciones estn causalmente determinadas por sus
condiciones materiales de existencia y por la posicin que ocupan en
las relaciones sociales. Son las relaciones que se entablan en el
mbito socioeconmico las que perfilan los intereses objetivos de los
individuos y, por tanto, las acciones que stos emprenden obedecen,
de manera ms o menos 29
consciente, al propsito de satisfacer dichos intereses. De este
modo, y de manera general, las diferentes posiciones que los
individuos ocupan en el terreno econmico se traducen en divisiones
sociales que, a su vez, cristalizan en formas de conciencia, en
identidades, individuales o colectivas, en sistemas de creencias y
valores, en cuerpos legales o en instituciones polticas. Por ello,
un elemento verdaderamente importante que creemos condiciona la
subjetividad de los agentes histricos es el ideolgico, pues las
imgenes distorsionadas de la realidad estn en funcin, generalmente,
de los intereses materiales, de la orientacin poltica y de la
doctrina predominante en cada contexto social. No perdamos de
vista, en relacin con esto que aqu comentamos, que tal y como ha
sealado Arstegui Snchez (2001: 32-33), la actitud del cronista y
despus del historiador han estado mucho tiempo lastradas por la
inmaterialidad de lo histrico como hecho puramente cultural y por
la subordinacin de su conocimiento a intereses externos. Y ello
significa, en suma, que la infraestructura metahistrica lleva
implcita una explicacin por implicacin ideolgica (White, 1992a: 9 y
32-38 y 1992b: 76). En base a esta realidad aqu esbozada,
concebimos la ideologa, siguiendo a Louis Althusser (1999 [1968]:
47-58) y a Marta Harnecker (1997 [1969]: 102-111), como el conjunto
de ideas o creencias que cohesionan a los individuos en sus
funciones y en sus relaciones sociales, de ah que las ideologas,
como todas las realidades sociales, slo sean inteligibles a travs
de su estructura, y no a partir de la forma en que es vivida
subjetivamente por tal o cual individuo. Asimismo, la ideologa, al
estar hasta tal punto presente en todos los actos de los
individuos, implica que todo anlisis inmediato de lo vivido est
profundamente marcado por su propia accin. De esta forma, cualquier
interpretacin o percepcin de las cosas y del mundo no se da sino
bajo la accin deformadora de la ideologa. Pero la ideologa, como
hemos referido lneas atrs, no es la que determina el comportamiento
de los agentes histricos, sino que es la forma en que estos
participan en la produccin de bienes materiales la que determina
sus pensamientos y acciones. Ello no quiere decir, sin embargo, que
lo ideolgico pueda reducirse simplemente a lo econmico. Por el
contrario, el producto ideolgico es el resultado de dos tipos de
determinaciones: una interna a la estructura ideolgica misma (la
tendencia ideolgica legada por el periodo anterior) y otra externa
(jurdico-poltica y econmica)10.10
Cada nuevo periodo histrico (marcado por una nueva determinacin
econmica) se encuentra frente a una materia ideolgica legada por el
periodo histrico anterior y es sobre esta materia sobre la que
acta
30
Desde el punto de vista del contenido, la ideologa est integrada
por el sistema de ideas-representaciones sociales (las ideologas en
sentido restringido) y el sistema de actitudes-comportamientos
sociales (las costumbres). En la presente tesis, no obstante, nos
ocuparemos solamente del anlisis del denominado sistema de
ideasrepresentaciones sociales, es decir, del sistema que abarca
las ideas polticas, morales, religiosas, estticas y filosficas de
los individuos de una sociedad determinada. En el periodo objeto de
estudio (1342-1969), y tal y como tendremos ocasin de reflejar,
tales ideas se dan bajo la forma de diversas representaciones del
mundo y, por ende, tales ideas condicionan, a su vez, las
representaciones de la propia realidad indgena canaria (en nuestro
caso, la raigambre y procedencia de los primeros pobladores de las
islas). Estas representaciones, por tanto, no son objetivas ni
cientficas, simplemente estn llenas de elementos imaginarios, de
forma que ms que describir una realidad, expresan deseos,
esperanzas, nostalgias. Las ideologas, no obstante, pueden contener
elementos de conocimiento, pero tal y como reflejaremos aqu, en la
mayor parte de ellas predominan los elementos que tienen una funcin
de adaptacin a la realidad. Es decir, las ideologas tericas
(conscientes, reflexivas y sistematizadas) pueden contener
elementos de tipo cientfico, pero como estos elementos estn
integrados en una estructura de tipo ideolgico, slo logran dar
conocimientos parciales que se ven deformados o limitados por su
situacin dentro de esta estructura (Althusser, 1999 [1968]: 33-34;
Kuhn, 1990 [1962]: 33-51; White, 1992b: 76 y 199; Harnecker, 1997
[1969]: 106). Slo as se entiende que entre los siglos XIV y
mediados del XIX, y coincidiendo con el predominio del integrismo
catlico y de la inherente cosmovisin judeo-cristiana asociada a l,
los indgenas canarios fuesen concebidos como los descendientes de
las tribus de Israel, siendo relacionados con No, con Jafet, con
los cananeos, etc., aunque sin negarse su procedencia
norteafricana; o que con posterioridad, y al asistirse a la eclosin
de otras realidades ideolgicas tericas bien distintas, los indgenas
canarios fuesen concebidos bajo otros enfoques igualmente
imaginarios y condicionados por el sistema de las
ideas-representaciones sociales, pero sin llegar a cuestionarse la
presencia en las islas de elementos culturales lbicos y
bereberes.la nueva determinacin econmica. En este sentido, son las
condiciones econmicas las que crean las condiciones materiales
objetivas que sirven de base a la toma de conciencia de la
sociedad. Pero en ningn momento la conciencia de clase o ideologa
es un simple reflejo de las condiciones econmicas. Para que el
proletariado y la burguesa descubran sus verdaderos intereses de
clase, es decir, para que adquieran una conciencia de clase, es
necesaria la intervencin de factores extraeconmicos.
31
A partir de esta base aqu expuesta, el estructuralismo creemos
que puede constituir una alternativa vlida desde la que desarrollar
nuestro anlisis, pues la investigacin acerca de la primera
colonizacin insular, a partir de una ptica estructuralista, pone de
manifiesto la existencia de unas reglas en la construccin de las
hiptesis de poblamiento, que pueden ser aisladas; permite definir
unos elementos recurrentes (tericos y prcticos), con sus formas de
oposicin y sus criterios de individualizacin; y permite establecer
tambin unas leyes de construccin y unas reglas de transformacin. No
obstante, mientras que para algunas tendencias estructuralistas lo
fundamental es comprender que lo histrico, la accin y el cambio
residen en las estructuras sociales, y que el sujeto histrico o el
agente es siempre un colectivo; para nosotros tal sujeto histrico
tambin sigue constituyendo siempre un colectivo, slo que entendemos
a la sociedad como un proceso o confrontacin dialctica entre
estructuras y accin social. Es decir, la sociedad se configura a
travs de la accin eficiente de los sujetos sociales y se objetiva
en las estructuras, por lo que se hace necesario comprender la
relacin entre las estructuras y los procesos, por una parte, y las
acciones y las experiencias, por otra. Partiendo de esta base,
consideramos que las circunstancias y las condiciones, los procesos
y los desarrollos supraindividuales se hallan en un primer plano,
por delante de los acontecimientos y las personas particulares. Por
ello es imprescindible prestar atencin a los contextos histricos, a
los mrgenes de actuacin, a las posibilidades de las experiencias y
a las acciones humanas en la historia, es decir, a los fenmenos
colectivos. Slo as parece posible comprender el proceso histrico en
su totalidad, en un contexto tanto sincrnico como diacrnico, y slo
as parece viable el conocimiento de las relaciones globales entre
economa, sociedad, poltica y cultura (Althusser, 1999 [1968]: 34;
Casanova, 1991: 44-45 y 59-60; Arstegui, 2001: 161 y 208; Kocka,
2002: 71-74). En el caso concreto del mbito cultural, consideramos
que existe una cierta coherencia entre todos los sistemas o los
niveles en los que se expresa una cultura (social, econmico,
material, tecnolgico, lingstico, etc.), porque la cultura est
estructurada; o lo que es lo mismo, est atravesada por un orden de
significacin que se expresa en todos y cada uno de esos niveles. Es
decir, el estructuralismo quita importancia al individuo como
agente de cultura. l es una expresin de la estructura vigente en
cada momento, puesto que la subjetividad de un individuo es
expresin de la estructura que le da forma; no es importante la
subjetividad individual, sino la colectiva o social. Y sta se puede
estudiar cientficamente, objetivamente, porque no se trata de
32
un hecho psicolgico, sino de la estructura cultural (Althusser,
1999 [1968]: 52; Foucault, 2001 [1969]: 16; Lvi-Strauss, 1990
[1973]: 15; White, H., 1992b: 28-29; Hernando, 2002: 43; Kocka,
2002: 73). No obstante, esta estructura no es material ni visible,
por lo que se hace necesario descifrar los cdigos de sentido de los
grupos humanos, y es aqu donde cobra importancia el discurso. Es
decir, se hace preciso insistir en las dimensiones socioculturales
de todo movimiento histrico, privilegiando el significado de
construccin simblica o de representacin de la realidad que toda
accin representa. A tenor de lo aqu expuesto, nuestra concepcin
terica de la historia se integra dentro de la tendencia
estructuralista de la historia sociocultural o nueva historia
cultural, posicionamiento que hacemos arrancar a partir de las
convicciones bsicas del estructuralismo: el proceso histrico se
entiende a partir del anlisis de los fenmenos colectivos, y la
subjetividad, al estar determinada culturalmente, puede estudiarse
objetivamente, por lo que el sujeto no desempea el papel ms
destacado en la investigacin. Cabe sealar, en relacin con esta
concepcin terica, que tal y como han apuntado Julio Arstegui (2001:
156 y 166) o Jrgen Kocka (2002: 73), el desarrollo de tendencias
histricas como la historia sociocultural no viene a representar el
fin de las historias de signo estructural. Es ms, esta lnea
historiogrfica tiene una posicin proclive a globalizar sus visiones
y trascender tanto a la vieja historia cultural, que era historia
intelectual sobre todo, como a la historia social que era por su
parte historia estructural. En este sentido, la historia
estructural es un enfoque de la historia que puede ser aplicado a
todos los mbitos de la realidad histrica: al mbito de lo social, al
de lo poltico, al desarrollo econmico y al campo de las ideas y de
la cultura. A partir de esta concepcin estructuralista de la
historia, para nosotros es una obviedad emprica que la realidad
social impone lmites a la accin, que toda prctica est socialmente
situada y constreida por determinados factores y que el contexto
social presiona continuamente sobre los individuos y los fuerza a
actuar. Es evidente, asimismo, que ese contexto delimita el campo
de posibilidades de la accin (y, por tanto, excluye ciertas
acciones), que es el marco referencial de las decisiones y
elecciones y que proporciona a los agentes sus recursos materiales,
culturales u organizacionales. Sin embargo, y siguiendo a Michel
Foucault (2002 [1970]: 53) y a Miguel ngel Cabrera (2001: 147-159),
no consideramos que el contexto social proporcione a los agentes ni
las categoras ni los significados en que stos fundan sus acciones.
Es decir, que aunque las condiciones sociales constrien,
determinan, 33
habilitan, limitan, influyen en o simplemente afectan a las
acciones, slo lo hacen en el plano material o fsico, no en el plano
significativo. Es el discurso o la matriz discursiva, en ltima
instancia, la que ejerce la presin o determinacin del contexto
social sobre la prctica; es la mediacin discursiva la que confiere
las categoras y los significados en que los agentes histricos
fundan sus acciones. A partir de este modelo terico, y tal y como
ya hemos sealado en pginas precedentes, nos hemos propuesto
analizar los discursos que han dado sentido a las distintas
hiptesis poblacionales presentes en la tradicin historiogrfica
canaria. Para ello hemos seguido un posicionamiento bsicamente
foucaultiano (Foucault, 2001 [1966]; 2001 [1969] y 2002 [1970];
White, 1992a: 15). Es decir, hemos efectuado el anlisis de cada
discurso desde la interioridad y desde la exterioridad. Hemos ido
del discurso hacia su ncleo interior y oculto, hacia el corazn de
los pensamientos o de las significaciones que se manifiestan en l
(interioridad); a la par que, a partir del discurso mismo, de su
aparicin y de su regularidad, hemos ido hacia sus condiciones
externas de posibilidad, hacia lo que da motivo a la serie
aleatoria de esos acontecimientos y que fija los lmites
(exterioridad), para dar cuenta de la posible cientificidad
discursiva. Es decir, hemos procedido al estudio sincrnico de los
efectos constitutivos de los discursos y al anlisis de su
viabilidad cientfica. La extensin del perodo abordado
(aproximadamente seis siglos), nos ha llevado a centrar nuestros
esfuerzos, igualmente, en el estudio diacrnico de la gnesis y
mecanismos de cambio de los discursos. El anlisis sincrnico nos ha
permitido sacar a relucir cmo y por qu surgen y predominan
determinados discursos en las distintas hiptesis de poblamiento
esbozadas, y este anlisis, obviamente, no puede desligarse de la
consideracin del propio contexto socio-histrico en el que se gesta
el universo mental colectivo, ni de la valoracin de la realidad
arqueolgica conocida en cada poca. En este mismo plano sincrnico
tambin hemos sacado a relucir cmo y por qu coexisten determinadas
formaciones discursivas. Cabe sealar que empleamos aqu este
concepto de formacin discursiva, siguiendo el modelo de Foucault
(2001 [1969]: 62-74), para referirnos a aquellos discursos o
hiptesis de poblamiento que comparten un conjunto de caractersticas
o enunciados afines (modelo terico, temtica, referentes
identitarios, etc.). La formacin discursiva, a su vez, refleja las
condiciones de existencia y coexistencia del discurso en cuestin,
pues no perdamos de vista que las reglas de formacin, es decir, las
condiciones a que estn sometidos los distintos elementos que
integran el discurso (tema, conceptos, identidades, evidencias
arqueolgicas o antropolgicas barajadas, 34
etc.), son fruto de una ideologa, de unos intereses, de una
teora, etc. Asimismo, las condiciones precisas para que surja un
objeto de discurso (en nuestro caso, el tema del poblamiento), para
que se pueda decir algo de l, dependen de las relaciones que se
establecen entre instituciones, procesos econmicos y sociales,
formas de comportamiento, sistemas de normas, tipos de clasificacin
y modos de caracterizacin. Y ello significa que estas relaciones,
por tanto, no estn presentes en el objeto de discurso, son externas
a l11. En el caso concreto de las evidencias arqueolgicas y
antropolgicas, ser a partir de la segunda mitad del siglo XIX
cuando stas pasen a formar parte de los discursos o hiptesis
poblacionales en calidad de nuevos elementos discursivos. No
obstante, ello no significar el desarrollo de discursos ms
arqueogrficos en detrimento de los ideogrficos, tal y como
tendremos ocasin de ejemplificar. El anlisis diacrnico de los
discursos, por su parte, nos ha permitido explicar qu factores han
incidido en la sustitucin de unos discursos por otros y de unas
formaciones discursivas por otras, algo que, como se podr
comprobar, ir acompaado de la pertinente renovacin de los modelos
tericos asociados a la concepcin de la historia. Resulta obvio, en
este sentido, que los cambios cientficos pasan por el rechazo, por
parte de la comunidad, de un modelo terico antes reconocido, para
adoptar otro modelo incompatible con el anterior. Y estos cambios
tericos, obviamente, pasan a su vez, necesariamente, por la
transformacin de los contextos sociales en que se lleva a cabo el
propio trabajo cientfico (Kuhn, 1990 [1962]: 28). Slo as es posible
entender por qu es la cosmovisin judeo-cristiana la que predomina
en las hiptesis de poblamiento esbozadas entre los siglos XIV y
mediados del XIX; por qu poco a poco es el modelo evolucionista el
que arraiga, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, entre los
sectores burgueses ms liberales de la sociedad; y por qu, en
definitiva, este modelo terico evolucionista es sustituido por el
historicismo cultural para dar sentido a las hiptesis poblacionales
formuladas durante el rgimen franquista. Cabe sealar, no obstante,
que la sustitucin de unos discursos por otros y de unas11
A pesar de que esta escala o mtodo de anlisis foucaultiano aqu
esbozado ha sido criticado por Hayden White (1992b: 123-154), lo
cierto es que tal mtodo es prcticamente afn al propuesto por el
propio White (1992a), pues para este autor, la obra histrica
presenta una teora formal en la que se distinguen dos planos. Por
un lado, el de las llamadas dimensiones manifiestas
(epistemolgicas, estticas y morales), que permiten una clasificacin
de la produccin histrica en escuelas y corrientes. Y por otro lado,
el de las sanciones implcitas y precrticas, que constituye un nivel
ms profundo, ms consciente, en el cual el pensador selecciona
estrategias conceptuales, lingsticas y estructurales (que son fruto
igualmente de una teora, de una ideologa, de unos intereses, etc.)
mediante las cuales explica o representa sus datos.
35
formaciones discursivas por otras, no implica el surgimiento de
todo un mundo nuevo de enunciados. Por el contrario, y tal y como
tendremos ocasin de argumentar, no todos los elementos que integran
los enunciados (modelo terico, referentes identitarios, etc.)
desaparecern con el paso del tiempo, realidad esta que permite
explicar el arraigo de determinadas hiptesis de poblamiento. La
constatacin de este hecho nos ha llevado a explicar, a su vez,
cules son los motivos que justifican esas permanencias o
repeticiones. Es decir, siguiendo el modelo foucaultiano (Foucault,
2001 [1969]: 45-58), hemos enfocado el anlisis del campo discursivo
determinando los distintos enunciados tericos y las condiciones de
su existencia, fijando los lmites cronolgicos y la persistencia de
cada discurso, y estableciendo las correlaciones con otros
discursos con los que podan existir vnculos o bien, mostrando qu
otras formas de discurso se excluyeron. A partir de estas dos
escalas de anlisis aqu barajadas, sincrnica y diacrnica, hemos
podido sacar a relucir igualmente cul fue la aceptacin o rechazo
suscitado por las distintas hiptesis de poblamiento entre los
intelectuales, eruditos, arquelogos e historiadores receptores de
las mismas. Y esta labor ha permitido reflejar, a su vez, cules
fueron los factores que incidieron en la aceptacin de determinados
modelos de poblamiento, y cules los aspectos que propiciaron el
rechazo de otros modelos. Asimismo, ambas escalas de anlisis tambin
nos han permitido observar cmo las distintas hiptesis poblacionales
vertidas durante el periodo objeto de estudio estuvieron
condicionadas por las tradiciones culturales establecidas o
dominantes en cada contexto social. Es preciso destacar en este
sentido, en relacin con el papel desempeado por la cultura, que no
consideramos que sta sea una simple funcin de lo material, sino por
el contrario, creemos que se trata de un ente que interacta con las
expectativas socioeconmicas de las personas; la conexin entre
estructura social y accin consciente es de interaccin mutua o
dialctica. La cultura, por tanto, desempea una funcin activa en la
constitucin de la identidad y en la configuracin de la prctica y de
las relaciones sociales, pues no perdamos de vista, como ya hemos
sealado lneas atrs, que la realidad es siempre aprehendida mediante
las tradiciones culturales establecidas. Los cambios sociales y
econmicos no impactan sobre una materia prima humana inerte o sobre
una mente en blanco, sino sobre unos individuos portadores de
valores culturales y provistos de un patrimonio simblico acumulado.
De esta manera, al estudiar las distintas hiptesis poblacionales no
debemos buscar para la prctica totalidad de ellas un trasfondo
emprico o arqueolgico, realidad sta inferible, en 36
cualquier caso, a partir del escaso o nulo- carcter arqueogrfico
que presentan la mayora de las argumentaciones. Nuestra labor, en
este sentido, se ha centrado en analizar toda aquella serie de
factores que, en ltima instancia, acabaron incidiendo en el
desarrollo de estas hiptesis de corte positivista e ideogrfico.
Ello nos ha permitido reflejar que los cambios discursivos,
parafraseando a Cabrera Acosta (2001: 74) no deben ser
interpretados en trminos de progreso epistemolgico, esto es, de
creciente adecuacin terica o representacional de la realidad, sino,
por el contrario, en trminos de ajuste intertextual. En conexin con
la cultura, otro aspecto verdaderamente importante e ineludible en
el desarrollo de nuestra tesis lo representa, precisamente, el
concepto de identidad, el cual, como decimos, est condicionado por
la propia cultura. El protagonismo que este concepto cobra en
nuestra investigacin encuentra razn de ser en un hecho bien
revelador: nuestro estudio del primitivo poblamiento de las islas
nos ha llevado a revisar y explicar la raigambre o el origen
propuesto para los indgenas canarios en la tradicin historiogrfica
preexistente, labor sta que nos ha permitido sacar a relucir el
carcter maleable del concepto de identidad, tal y como ya hemos
indicado al principio de esta introduccin. Consideramos, por ello,
que la identidad no es un atributo natural, sino una construccin
social y por ende cultural-, una imagen histrica que cambia en
funcin de las circunstancias sociales y que permite mediar en las
relaciones entre los individuos y las comunidades. Su percepcin est
en la base del mito, de la religin, de la ciencia y de la filosofa.
Y la propia percepcin de la identidad, por su parte, es tambin la
base de la praxis social, de esa manipulacin de la identidad que
permite al grupo social, primero, identificarse como unidad y, a
continuacin, dispersarse en una jerarqua de agrupaciones ms o menos
diferentes (Foucault, 2001 [1969]: 74-75; White, H., 1992b: 134;
Shennan, 1994: 6-7; Lacomba, 1996: 71; Banks, 1996: 10; Tierny,
1996: 17-20; Kellas, 1998; Smith, 1979 y 2001; Cabrera, 2001:
111-113; Hernando, 2002: 49-63). Esta realidad explica,
sobremanera, que durante el perodo aqu analizado hayamos podido
constatar cmo la identidad de los indgenas canarios ha estado
sometida a mltiples mutaciones. Es decir, parece indudable que los
objetos simblicos de identidades (procedencia o filiacin de los
indgenas canarios) no preexisten a las identidades, sino que ambos,
objetos e identidades, se constituyen simultneamente en el mismo
proceso de articulacin del contexto social (Foucault, 2001 [1969]:
74-75 y Cabrera Acosta, 2001: 115). En el caso que aqu nos atae, la
identidad vendr definida por mltiples referentes identitarios
(raza, nacin, 37
procedencia, cultura, etnia, etc.), los cuales cobrarn mayor o
menor protagonismo en funcin del carcter discursivo y de las
premisas terico-metodolgicas que le dan sentido a ste. Es decir, el
anlisis diacrnico de los discursos nos ha permitido constatar cmo
los referentes identitarios empleados no son estticos; varan a lo
largo del tiempo en funcin de los intereses que se persiguen con el
discurso y de las premisas tericas que subyacen en el propio
discurso. Nuestra concepcin sociocultural del poder, que parte de
la base de que la dominacin poltica se realiza y se hace efectiva
en el terreno simblico (Banks, 1996: 6; Smith, 2001), nos ha
permitido constatar, a su vez, cmo las distintas hiptesis
poblacionales fueron instrumentalizadas polticamente, por parte de
sus responsables directos, con vistas a satisfacer determinados
intereses materiales12. Aqu, como se ver, juega un papel
verdaderamente crucial el concepto de identidad, pues ste viene a
ser, como decimos, una creacin, social, ideolgica, y por tanto .
Tngase en cuenta que el poder no implica slo relaciones de fuerza
econmicas y sociales, sino, adems, relaciones de fuerzas simblicas.
No obstante, y tal y como ha sealado Cabrera Acosta (2001: 32-33),
ello no significa que las relaciones de poder sean una convencin
intersubjetiva, sin correlacin alguna con las divisiones sociales.
Lo nico que significa es que la lucha por imponer una imagen
particular del mundo y fundar en ella unas determinadas relaciones
de dominacin es un proceso histrico que trasciende el
funcionamiento de la estructura social y requiere de la
participacin significante de los individuos. En relacin con el
anlisis de la identidad, es preciso sealar, adems, que el hecho de
que posiciones sociales similares generen formas de identidades
diferentes no debe interpretarse como una anomala, sino simplemente
como una consecuencia de que dichas posiciones sociales han sido
articuladas mediante patrones discursivos diferentes. Slo as
podremos entender que dos autores contemporneos como Manuel de
Ossuna y12
Entendemos aqu la poltica como una representacin de intereses e
identidades sociales. Por tanto, cuando hablamos de la
instrumentalizacin poltica del discurso nos referimos al control
social y de imposicin ideolgica que se persigue con la prctica
discursiva en cuestin. Es decir, el poder poltico es ejercido
mediante el discurso y mediante la exclusin de otros discursos, a
la par que determinadas prcticas discursivas persisten porque
contribuyen a establecer posiciones de poder, estatus y control
social (Foucault, 2002 [1970]: 14; Wylie, 1983:124). La historia,
en este sentido, es una expresin de identidad y por ello ha tenido
siempre una funcin subordinada: al poder, a las ideologas sociales,
polticas o religiosas; su conocimiento ha estado ligado a la elite
dominante, a la nacin o al Estado. Al no ser un conocimiento
desinteresado difcilmente ha podido ser un conocimiento terico
(White, H., 1992b: 75-101; Arstegui, 2001: 32). La manipulacin de
la historia, en definitiva, comienza por la propia administracin de
la memoria o del olvido, por la proyeccin focal de la memoria hacia
unos determinados temas, personajes o pocas, y en el caso que nos
atae, esta realidad ser una constante.
38
Van den Heede (aristcrata) y Gregorio Chil y Naranjo (burgus),
acabaran entroncando a los indgenas canarios con la raza semita y
con la de Cro-Magnon, respectivamente, (aunque bien es cierto que
ambos, en el fondo, compartieron una misma concepcin vindicativa de
los indgenas); y slo as podremos entender que los distintos autores
burgueses europeos de finales del siglo XIX vincularan a los
indgenas con mbitos de referencia dispares: los autores franceses
(Berthelot, Quatrefages o Verneau) con el rea francesa, a partir de
la raza de Cro-magnon; y los autores alemanes (Lher, Meyer o
Luschan) con el rea alemana, a partir de la raza aria. En relacin
con el trmino aqu empleado, cabe sealar que a lo largo de la
presente tesis haremos uso de l, siguiendo a Kocka (2002: 108-114),
para referirnos al grupo social integrado por comerciantes,
capitalistas, cientficos, mdicos, profesores de universidades,
intelectuales, hombres y mujeres de letras, acadmicos, burcratas,
oficiales del ejrcito y otros profesionales. Quedan excluidos de
este grupo, por tanto, los campesinos y los nobles o aristcratas.
No obstante, y tal y como tendremos ocasin de sealar y matizar en
algunos apartados de la tesis, durante el perodo comprendido entre
el siglo XVII y finales del XIX no puede establecerse una clara
distincin entre burgueses y nobles o aristcratas, pues ambos
compartieron unos mismos intereses, un cierto grado de conciencia y
unas ideologas comunes. La burguesa y la aristocracia, en este
sentido, se constituyeron como una formacin social que englob a
personajes de ocupaciones, sectores y posiciones diversas. En el
caso que a nosotros atae, tngase en cuenta, adems, que la
participacin plena en las prcticas de la cultura burguesa (por
ejemplo, en la construccin de una historiografa burguesa preocupada
por el estudio del primer poblamiento de las islas) requera un
estatus econmico seguro, bastante superior al mnimo de
subsistencia: medios, espacio y tiempo. Y ello propici que fuese
una amplia minora de la poblacin burguesa canaria (y europea) la
que se implicara en estas tareas historiogrficas. A partir del
siglo XIX, sin embargo, esta amplia minora experimentar una
tendencia al alza, pues es precisamente a lo largo de esta centuria
cuando, a raz de la industrializacin, se asiste al vertiginoso
ascenso de la burguesa (Kocka, 2002: 270). En el mbito canario ser
tambin la incidencia de los factores de orden econmico (crisis o
auge de determinados cultivos, instauracin de los Puertos Francos,
relanzamiento de la actividad mercantil, etc.) la que desencadene
la configuracin y consolidacin de una economa capitalista,
convirtiendo a la burguesa (terrateniente y comercial) en el bloque
social dominante (Surez, 1995: 434-438). Y esta coyuntura,
obviamente, ser la principal responsable de los cambios acaecidos
paralelamente en las 39
estructuras mentales, y ser la que de