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Excavaciones en el exterior 2008 Informes y trabajos
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(2009) Proyecto La Puntilla (Nasca, Ica, Peru). Avances de las Investigaciones 2008.

Jan 27, 2023

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Excavaciones enel exterior 2008Informes y trabajos

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MINISTERIO DE CULTURA

Edita:© SECRETARÍA GENERAL TÉCNICASubdirección General de Publicaciones, Información y Documentación

© de los textos y las fotografías, los autores

NIPO: 551-09-069-7

INSTITUTO DEL PATRIMONIO CULTURAL DE ESPAÑA

• Antón Castro Fernández, Subdirector General del IPCE.• Carlos Jiménez Cuenca, Subdirector Adjunto del IPCE.• María Domingo Fominaya, Jefe del Área de Formación, Documentación y Difusión del IPCE.• Concha Martín, Jefe del Servicio de Arqueología. IPCE.• Antonio Sánchez Luengo, Jefe del Servicio de Documentación. IPCE.• Antonio Rodríguez Fernández, Coordinador de Publicaciones. IPCE.• Javier Molero Lazo, Diseño y Maquetación. Fototeca Digital. IPCE.• Natalia Moreno, Diseño y Maquetación. IPCE.

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Ángeles González-SindeMinistra de Cultura

Mercedes E. del Palacio TascónSubsecretaria de Cultura

Ángeles AlbertDirectora General de Bellas Artes y Bienes Culturales

MINISTERIO DE CULTURA

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Introducción 7

Egipto:Heracleópolis Magna (Ehnasya El Medina, Beni Suef ), Egipto.Informe sobre las excavaciones de la campaña de 2008Carmen Pérez Díe 17

Oxirrinco (El Bahnasa-Egipto). Memoria provisional de los trabajos realizadosen el yacimiento en la campaña de 2008Josep Padró, Asan I. Amer, Nuria Castellano, Marguerite Erroux-Morfin, Mª Luz Mangado,José Javier Martínez, Maite Mascort, Esther Pons, Nuria Rodríguez y Eva Subías 29

Etiopía:Primeras prospecciones geoarqueológicas en el valle de Mieso (sur de Afar, Etiopía)Ignacio de la Torre y Alfonso Benito Calvo 39

Arqueología de las misiones jesuitas ibéricas del siglo XVII en la región del lago Tana (Etiopía))Víctor M. Fernández Martínez, Jorge de Torres y Jaime Almansa 45

Arqueología de los pueblos nilóticos: una prospección arqueológica y etnoarqueológica de la región de Gambela (Etiopía occidental)Alfredo González-Ruibal, Xurxo Ayán Vila, Álvaro Falquina Aparicio y Yonatan Sahle Chemere 53

Guatemala:Proyecto La Blanca (Guatemala). Investigaciones arqueológicas en la temporada de campo 2008Cristina Vidal Lorenzo y Gaspar Muñoz Cosme 63

Italia:XII campaña de excavación en Tusculum (Monte Porcio Catone, Lacio)Trinidad Tortosa 71

Excavación arqueológica en el Teatro Greco de Villa Adriana. Campaña de 2008Rafael Hidalgo 85

La Casa de Ariadna o dei Capitelli Colorati (Pompeya) (VII, 4, 51 y 31) y Via degli Augustali. Excavaciones y proyecto de restauración. Campaña 2008Albert Ribera i Lacomba et alli 93

La ciudad romana de Cosa. Arqueología de un enclave comercial mediterráneoMercedes Roca Roumens y Mª Isabel Ferández García 105

La Villa de Rufio (Giano dell’Umbria, Italia) y su inserción territorial: hipótesis para una investigación combinada (campaña 2008)I. Grau Mira y J. Molina Vidal 111

La casa de la Diana Arcaizante. Campaña 2007-2008. (Pompeya, VII, 6, 3)José María Luzón, Irene Mañas, María del Carmen Alonso, Elena Castillo, Fabiola Salcedo y Miguel Alonso 117

El Garum de Pompeya y Herculano (2008-2012). Síntesis de la primeracampaña del proyecto hispano-italianoD. Bernal, D. Cottica y A. Zaccaria 125

Indice

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La minería romana de oro en Italia: la Bessa (Biella) como precedente republicano de la minería aurífera en HispaniaJavier Sánchez-Palencia y Alberto Vaudagna 139

Monte Testaccio: campaña de excavación 2008José Maria Blázquez Martínez y José Remesal Rodríguez 147

Jordania:De Roma al Islam. Tecnología y tipología arquitectónica en transición. Campaña de 2008Ignacio Arce 151

Excavaciones en Jebel Al-Mutawwaq (Zarqa, Jordania). Julio-agosto 2008Juan Fernández-Tresguerres Velasco 161

Líbano:La necrópolis de Tiro-Al Bass: campaña de excavaciones arqueológicas de 2008María Eugenia Aubet 169

Marruecos:Arte rupestre, Paisaje y Poblamiento en el Alto Atlas. Primera campaña en el Valle de OukaimedenMarisa Ruiz-Gálvez, Youssef Bokbot, Abdelkhalek Lemjidi, Hipólito Collado, Juan José Durán, Blanca Samaniego y Eduardo Galán 173

Perú:Proyecto La Puntilla (Nasca, Ica, Perú). Avances de las investigaciones. 2008Pedro V. Castro Martínez, Juan Carlos De La Torre Zevallos y Trinidad Escoriza Mateu 181

Siria:IV campaña del Proyecto Arqueológico Medio Éufrates Sirio. Sondeos en Tall Qabr Abu al-‘Atiq: de los orígenes de la ciudad al período Asirio MedioJuan Luis Montero Fenollós, Shaker al-Shbib, Ignacio Márquez Rowe y Francisco Caramelo 191

Aportaciones al estudio del neolítico del valle del Éufrates (Siria): campaña de excavaciones en Tell Halula de 2008 M. Molist, J. Anfruns, M. Bofill, F. Borrell, R. Buxó, X. Clop y O. Vicente 201

Tanzania:Proyecto de orígenes humanos en la garganta de Olduvai (Tanzania). Nuevas excavaciones en Flk Zinj y su paisaje: aportaciones al debate de su significado conductualM. Domínguez-Rodrigo, A. Mabulla, H. Bunn, F. Díez-Martín, R. Barba Egido, J. Yravedra, G. Ashley, M. Prendergast y A. Sánchez 209

El achelense de Peninj (Lago Natron, Tanzania): excavación arqueológica en ES2-Lepolesi en la campaña de 2008Fernando Díez Martín, Rebeca Barba, José Ángel Gómez González y Luis de Luque 237

Uruguay:Dinámica constructiva y formación de un asentamiento monumental en el valle de Caraguatá (Tacuarembó)Camila Gianotti García, Felipe Criado Boado, Yolanda Seoane, Cristina Cancela, Gustavo Piñeiro, Nicolás Gazzán e Irina Capdepont 245

Uzbekistán:Aplicación de nuevas técnicas y metodologías arqueológicas en la estepa asiática, y sistematización de resultados (Termez, Uzbekistán)J. M. Gurt y Esparraguera 255

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181dinámica de las comunidades de la región del Río Nasca. ElProyecto La Puntilla viene desarrollándose desde el año 2005en el área arqueológica de La Puntilla. Se trata del terri-torio localizado en los valles bajos del río Aja y del TierrasBlancas, separados por el macizo de la Puntilla. Se localiza al este de la ciudad de Nasca, en la región litoral árida de la Costa Sur del Perú. Se han desarrollado hasta ahora trescampañas de excavaciones en los yacimientos LP1 (La Pun-tilla-1) y LP2 (El Trigal). Ambos ya habían sido locali-zados en el marco de las prospecciones de los años 80, identificándose, respectivamente como N89-6 y N89-25(Silverman 1994). El primero de ellos también ha sido obje-to de excavaciones con anterioridad, auspiciadas por la Uni-versidad de California (De La Torre 2005; Van Gijseghem2004) (Fig. 1).

El Proyecto La Puntilla tiene como objetivo el desarrollo devarias líneas de investigación para el conocimiento de lascomunidades de la Cuenca del Río Nasca (Costa Sur delPerú) en los horizontes cronológicos asociados al llama-do Periodo Formativo (c. 1400-100 cal ANE) y a la llama-da Cultura Paracas (c. 900 cal ANE-300 cal DNE). Lafinalidad del proyecto es abordar las relaciones sociales en lasque mujeres y hombres se vieron inmersos, las prácticaseconómicas y político-ideológicas que se llevaron a cabo enlos lugares sociales y la realidad de las condiciones materia-les generadas por la producción de la vida social. El interésprioritario del proyecto es, por tanto, plantear un estudiosociológico de las situaciones históricas de los sujetos sociales. Es decir, propiciar una Arqueología Social que reclama expli-caciones materialistas, feministas y realistas para entender la

Proyecto La Puntilla (Nasca, Ica, Perú). Avances de las investigaciones 2008

The Project La Puntilla objective is to develop several re-search lines to increment the knowledge on the Nasca ri-ver’s Basin’s communities (South Coast of Peru) during thechronological periods linked to the Formation’s Period (1400-100 B. C.) and the culture known as Paracas culture (from900 B. C. - A. D. 300). The project’s purpose is to approach the social relationships maintained by all the members of the communities, the economic, political and ideological patterns

implemented in the social places and the material conditionsoriginated by the social life’s production. As a consequen-ce, the project sets forth a sociological research about thesocial individuals’ historical situations. The aim is favouring a Social Archeology, which demands materialist, feminist, and realistic explanations to comprehend the Nasca River’scommunities’ dynamics.

Pedro V. Castro MartínezJuan Carlos De La Torre ZevallosUniversidad Autónoma de Barcelona

Trinidad Escoriza MateuUniversidad de Almería

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La documentación arqueológica fundamental para elproyecto procede de El Trigal (LP2), donde se han venidorealizando excavaciones en extensión. En años anteriores(Bardales et al. 2006; Castro Martínez et al. 2007, 2008) sehabían excavado un total de 78 m2 en la Zona 1 (área habita-cional de la ladera del cerro de El Trigal), de 252 m2 en laZCI (zona de la cima del cerro donde se localizan los edificiossingulares con dos fases arquitectónicas y cambio de fun-cionalidad) y de 129 m2 en la ZNC (zona de la necrópolis,con sepulturas y evidencias de otras actividades, posterior alasentamiento del cerro). En 2008 los trabajos se centraron enZCI, donde se ha realizado una excavación en un área de 468m2, concluyéndose el registro del depósito arqueológico enlos espacios ubicados en una cuadrícula que abarca 348 m2

(Castro Martínez, De La Torre y Escoriza 2009) (Fig. 2). Con ello se han documentado una serie de Recintos asocia-

dos al Edificio de los Patios, la unidad arquitectónica singu-lar de la segunda fase de ocupación del cerro. El mayor de losrecintos excavado (Recinto I), ofrece un aparejo murario conbloques de grandes dimensiones, que constituía la fachada delEdificio de los Patios. Allí se han constatado evidencias deprocesado de alimentos y de manufacturación artesanal (teji-do, fabricación de objetos líticos). Igualmente se ha docu-mentado una extensa Área de Entrada delante del Edificio

Fig. 1 Mapa Topográfico del yacimiento de El Trigal (LP2).

Fig. 2 Planimetría de la ZCI (cima) de El Trigal (LP2). Fase Trigall-Cerro II (c.450/400 – 150/100 cal ANE).

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de los Patios. El Área de Entrada comunica a través deescalones y de espacios de circulación entre afloramientosrocosos, la parte superior del cerro de El Trigal con la laderadonde se encontraba el acceso al asentamiento, donde, comonovedad, hemos registrado una serie de Terrazas. Además selocalizó en la cima del cerro la cantera de los bloques de rocadestinados a material constructivo, que concuerda con losgrandes bloques empleados en el Recinto I (Fig. 3).

abandono del poblado, ocurrido hacia 150-100 cal ANE,coincidiendo con la implantación en el valle de Nasca unanueva formación económico-social con centro en Cahuachi.(Fig. 4).

El uso de las hondas en el valle de Nasca, ya era conoci-do a partir de evidencias arqueológicas previas, correspondi-entes a los horizontes cronológicos de las cerámicas pintadasde los estilos Nasca. En la iconografía de estas cerámicas esfrecuente la representación de estas armas, y ya habían apare-cido las propias hondas en ajuares funerarios. A partir de lashalladas en Cahuachi, se han diferenciado las que estabanfabricadas con fibras de maguey (Furcraea andina) y cuerdasde algodón, y las realizadas con hebras de lana de camélidos(O´Neale 1937: 201). La honda es un arma polifuncional,útil para el pastoreo, la caza, la protección frente a animales ylos conflictos bélicos, que además supone un bajo coste entrabajo, si lo comparamos con otro armamento, de maneraque fácilmente podía ser utilizada por cualquier mujer uhombre. Se puede apuntar que el entrenamiento en el uso delas hondas no parece relacionado directamente con indivi-duos especializados en el manejo de armas, sino con que selogre un adiestramiento desde la infancia. En este sentido, lautilización desde una edad temprana de las hondas pareceríacorroborada por su presencia como ajuar funerario en unasepultura de un niño o niña de unos seis años en LovelockCave (Nevada, USA)1.

En cuanto a la existencia de arquitectura defensiva y de for-tificación de asentamientos para la cronología en la quepodemos situar las Terrazas Defensivas de El Trigal, es decirentre c. 700/600 y 150/100 cal ANE, en estos momentos noexisten registros claros en la Costa Sur de Perú. Hasta ahorahan sido sitios de las regiones costeras del Centro y Norte dePerú los que han aportado evidencias cronométri-cas y reg-istros de excavaciones sistemáticas para fechas tan tempranas.

Fig. 3 Recinto I del Edificio de los Patios. ZCI de El Trigal.

La excavación de la campaña de 2008 ha permitido com-porobar la existencia de Terrazas Defensivas, configura-das a partir de, al menos, tres líneas de muros de doble para-mento, escalonados en la ladera. Estos muros no habían sidoidentificados en superficie, y consituyen una interesan-te aportación de la documentación obtenida en los trabajosde campo de este año. Además, se registraron centenares deproyectiles de honda (guijarros de forma y peso homogé-neos), ubicados en depósitos excavados en el suelo y en acu-mulaciones sobre los suelos de las Terrazas Defensivas. Estasconcentraciones de proyectiles son la única evidencia de acti-vidad social en esos espacios. Por lo tanto, se definen comounidades arquitectónicas con una funcionalidad defensiva es-pecializada. Sin duda, dotaron a la comunidad de El Trigal deun sistema de protección cuyo mantenimiento debió requerircierta dedicación, seguramente por miembros no es-pecializa-dos de la misma. La pervivencia del sistema de Te-rrazasDefensivas a lo largo de las dos fases de Trigal-Cerro, indicaque el complejo arquitectónico formaba parte de las políticasde reproducción social en las que estaba involucrada la comu-nidad establecida en el asentamiento. El armamento docu-mentado hasta ahora en el poblado incluye, además de lasmencionadas balas de honda, dardos con punta de obsi-diana, y porras (mazas) de cabeza lítica. La conflictividad queseñala este armamento debemos considerar que no es ajena al Fig. 4 Vista general desde el sureste de la ZCI de El Trigal.

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Es el caso de Acaray (Huaura, Region de Lima) (Brown Vega2009), donde se documentan dos cerros amurallados, confechas entre los siglos VIII-IV cal ANE, aunque con unanotable alteración de las edificaciones de esta etapa por lareconstrucción de las fortificaciones en el primer milenioDNE. Tambén podemos mencionar el núcleo amurallado deLa Fortaleza de Chankillo, donde se ha mencionado laaparición de proyectiles de honda en las laderas y áreas llanasadyacentes, aunque sin precisar su contextualización (Ghezzi2006. 74).

Las evidencias al respecto obtenidas en proyectos arqueo-lógicos en la cuenca de Nasca, ofrecen información muyambigua. Sabemos que en la zona Este de La Tiza, un ya-cimiento localizado en el valle del río Aja, como El Trigal, sehan constatado apilamientos de balas de honda, concreta-mente junto a un escarpe que separa el Sector I del Sector II(Stoker 2006), pero no queda claro si se asociaban a las ocu-paciones de cronologías recientes (Periodo Intermedio Tardío)(Conlee 2004: 216, fig. 11.5), o a algún momento del Ier

milenio cal ANE (Early Horizon) (Stoker 2006). Más al nor-te, en el yacimiento de Pinchango Viejo, en el Cerro Pin-chango, entre Río Grande y Río Palpa, también se han descri-to muros defensivos de piedra, asociados a un asentamientoen ubicación defensiva, donde las excavaciones de 1997 re-gistraron prácticas funerarias coetáneas al poblado de ElTrigal (Reindel, Isla y Koschmieder 1999: 370, abb. 6-8),aunque nuevamente, desconocemos los contextos asociados adichas estructuras. Finalmente, el enclave de La Puntilla-1,ubicado al Oeste de El Trigal, y objeto de excavaciones en2001 (Van Gijseghem 2004) y 2005 (Bardales et al. 2006),representa también el modelo de establecimientos en cerrosen posición defensiva que estamos viendo. En este caso, lasexcavaciones no llegaron a documentar la presencia de pro-yectiles de honda. Precisamente, los asentamientos de la Sie-rra de Cerro Puntilla, objeto de nuestro proyecto de investi-gación, configuran un alineamiento de enclaves en cerrosdefensivos, que se extiende desde La Puntilla-1 (LP-1) hastaLP-3, y que incluye El Trigal (LP-2), de manera que se pre-sentan como el modelo de establecimiento de las comunida-des de la zona en las fases de Trigal-Cerro.

El sistema defensivo de El Trigal comparte con enclavescomo los mencionados el uso de lineas de aterrazamientosreforzadas por muros de piedra, y la ubicación en posicionesfácilmente defendibles, así como el recurso a las hondas comoprincipal armamento defensivo, ya que son centerares de pro-yectiles de piedra los que aparecen asociados a las obras defen-sivas, en espacios donde, como hemos dicho, se muestan co-mo los únicos ítems que evidencian actividad social (Fig. 5).

Así pues, por el momento, ya que desconocemos evidenciasde arquitectura defensiva en asentamientos de las regionescosteras o serranas de los Andes Centrales para fechas ante-riores al siglo VIII cal ANE, la documentación obtenida en la

campaña de 2008 en la ZCI de El Trigal aporta la novedadde ofrecer pruebas directas (contextos arqueológicos de lasáreas de uso social asociadas a las obras defensivas, con balasde honda) de que las comunidades de la primera mitad delprimer milenio cal ANE acondicionaron espacios socialesprotegidos, no solo en las zonas andinas septentrionales, sinotambién en la costa sur peruana.

Las interpretaciones sobre los enclaves fortificados de lasregiones septentrionales tienden a vincular la arquitectura de-fensiva a actividades de naturaleza ceremonial, con lo que seha hablado de templos fortificados (Ghezzi 2006), suponien-do que los asentamientos defensivos, en las cimas de cerrosescarpados, no incorporaron viviendas o áreas de actividadeconómica. Estas pespectivas se alinean con una idea muyextendida de que los conflictos intercomunitarios se explicanen clave política o ideológica y que están asociados a la emer-gencia de “élites”, cuyo poder deviene de la gestión religiosa(de sus dimensiones simbólicas o de sus implicaciones calen-dáricas y astronómicas), sin tener en cuenta la realidad de laproducción material de la vida social. Este tipo de inferenciasestán en la misma línea que tiende a considerar que en las

Fig. 5 Muro defensivo (EMP-29) y proyectiles de honda de la TerrazaDefensiva Inferior de El Trigal.

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regiones andinas prevalecieron formas de “guerra ritual”, enlas que el componente de representación y ceremonia prima-ba sobre las realidades prácticas de destrucción, de imposi-ción de un dominio de una comunidad sobre otra o de re-fuerzo de una clase dominante sobre el resto de la sociedad,es decir que no tenían las características de lo que se podríadenominar “guerra real” (Arkush y Stanish 2005).

Frente a las anteriores perspectivas, con la informacióndisponible de El Trigal, debemos plantearnos nuevas hipóte-sis, a la luz de otras claves y de las evidencias disponibles, quemodifican sustancialmente lo anterior para el valle de Nasca:

a) Los asentamientos defensivos en cerros escarpados cons-tituyen el tipo de asentamiento habitual de las comuni-dades del área de La Puntilla, en el valle de Nasca, desde c. 700/600 cal ANE. La protección abarca al conjunto delasentamiento, incluyendo los edificios singulares y las áreasde viviendas.

b) La arquitectura defensiva en el valle de Nasca hace suaparición estrechamente relacionada con la protección deespacios sociales vinculados con la gestión de la producciónmaterial de la vida social, ya que los edificios singulares de laZCI de El Trigal estaban dedicados al mantenimiento de ali-mentos para su gestión política en un primer momento(Edficio de los Almacenes) y, con posterioridad, sobre todo alas tareas artesanales de producción de objetos (herramientas,tejidos, ornamentos, armas), implicando materiales de proce-dencia lejana (obsidana, Spondylus) (Edificio de los Patios).

c) La arquitectura defensiva en el valle de Nasca, asocia-da al uso de hondas como armamento defensivo, está másrelacionada con unas políticas de naturaleza comunitaria, quehemos denominado Centralización Comunitaria (Bardales et al. 2009 ep), que no precisan de la existencia de una oligar-quía dominante vinculada a instituciones estatales, aún cuan-do no podamos descartar relaciones de explotación interna enlos grupos domésticos o parentales

En cuanto a la ZNC, la necrópolis ubicada al Nordeste delcerro, y correspondiente a una fase posterior al abandono del asentamiento emplazado en el mismo, las excavaciones serealizaron en 2006-2007 (Castro Martínez, De La Torre yEscoriza 2008). Sin embargo, ha sido en la campaña de 2008cuando se han concluido los registros y descripciones analí-ticas de los conjuntos bioarqueológicos, de manera que sedispone de la caracterización de todos los restos humanosdocumentados (Urízar y Castellanos 2009). Eso ha supues-to revisar algunos errores en la identificación preliminar (nú-mero de individuos, sexo, edad), y obtener una visión de con-junto de la población que se enterró en las sepulturas de es-ta necrópolis. Así, se ha registrado un número mínimo de 48 indivíduos, aunque únicamente 17 fueron registrados enlos contextos funerarios de las tumbas, lo que permite estimarque el 65% de las sepulturas han sido destruidas por saqueosen las excavaciones clandestinas.

El registro por sexo y edad confirma lo que se había apun-tado en anteriores avances, en el sentido de que no parece existir un sesgo significativo en la presencia de hombres y demujeres. Sin embargo, se ha podido precisar la inexistencia deenterramientos infantiles menores de 1 año de edad, lo que,si no es resultado de las condiciones de preservación de losrestos, apuntaría a un límite de acceso a los derechos para re-cibir tratamiento funerario, que excluiría a las criaturas reciénnacidas. También parece que ningún indivíduo sobepasó lalos 40-45 años, edad que supondría el límite de la esperanzade vida en los horizontes cronológicos de la necrópolis. Noobstante, nuevamente, si no es consecuencia de una conser-vación diferencial, la población representada ofrece un por-centaje de supervivencia por encima de los 30-35 años, quealcanza al 50% de individuos de edad determinable. Mientrasque la mortalidad infantil, por encima del año de vida, repre-senta únicamente el 23% de los casos documentados.

Por otra parte, como ya se había indicado, aun cuando hanaparecido algunos ajuares funerarios en algunas tumbas, sepuede señalar que la comunidad de El Trigal no contaba conuna riqueza destacable, que sí se muestra amortizada en tum-bas de carácter aristocrático, registradas en otros yacimientoscoetáneos. La existencia de derechos hereditarios, aún porclarificar, se expresa en el hecho de que los ajuares que acom-pañan a sepulturas de El Trigal se asocian de manera destaca-ble a tumbas infantiles (Castro Martínez, De La Torre y Es-coriza 2008) (Fig. 6).

Fig. 6 Distribución por sexos y edades de los individuos de ZNC de El Trigal(procedentes de sepulturas y de conglomerados dispersos de huesos).

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La ampliación del registro empírico que representan lasnuevas excavaciones en El Trigal (LP2), y que constituye laprimera línea de investigación del Proyecto La Puntilla, hareforzado las evidencias de que el cerro constituía un asen-tamiento que ocupó la cima y laderas. Hemos confirmado laexistencia de dos fases de ocupación, materializadas en dosedificios singulares ubicados en la zona de la cima (ZCI), di-ferenciados de las áreas habitacionales de las laderas. En unafase inicial (Trigal-Cerro I) el Edificio de los Almacenes,apunta a unas prácticas de almacenamiento centralizado. Enese momento se creó el sistema de protección del asentamien-to, basado en Terrazas Defensivas y en el empleo de hondasy otras armas arrojadizas. Por tanto, las instancias políti-co-ideológicas de la comunidad asentada en el poblado es-taban en funcionamiento en ese momento, y perdurarían has-ta el obligado abandono del emplazamiento con la inflexiónhistórica que representa la fecha de c. 150-100 cal ANE y laemergencia del centro político de Cahuachi.

En la segunda fase (Trigal-Cerro II), el Edificio de losPatios corresponde a un conjunto de espacios abiertos yanexos, donde mantenemos se realizaron trabajos colectivos,tanto artesanales como de procesado de alimentos. Mante-nemos la hipótesis de que la centralización comunitaria de ElTrigal cobraría en esta fase su máxima expresión, con unaimbricación entre la fabricación centralizada y la distribucióndoméstica de la producción social.

La fase posterior está representada por la necrópolis de lazona ZNC, que constituye un área funeraria que se inicia trasel abandono del cerro. Ocupa diversos sectores compartimen-tados mediante muros. Aparentemente está representada latotalidad de la población de la comunidad, en cuanto a sexosy segmentos de edad. En esta etapa las evidencias de prácticaspolíticas violentas son cada vez más sólidas, como muestranlos tratamientos de los cuerpos y la constatación de agresionescon armas (Castro Martínez et al. 2008; Castro Martínez, DeLa Torre y Escoriza 2008), en consonancia con el dominio al-canzado por la violenta oligarquía que se benefició del estadocentralizado de Cahuachi.

Un objetivo prioritario del Proyecto La Puntilla se centraen la demarcación de temporalidades históricas relevantes,mediante el anclaje empírico con cronometrías indepen-dientes que permitan superar los presupuestos y la ambi-güedad de las cronologías relativas basadas en las secuenciasestilísticas de la cronotipología convencional. El ámbito deinterés del proyecto involucra la etapa comprendida entre1400 cal ANE y 350 cal DNE, fechas correspondientes alPeriodo Formativo y al comienzo de los Desarrollos Re-gionales de la periodización de los Andes Centrales (Lum-breras 1974). Numerosas muestras de material orgánico delas excavaciones en la necrópolis han sido desestimadas por la deficiente conservación del colágeno de los huesos, de manera que estamos a la espera de los resultados de nuevas

muestras, aunque ya contamos con las primeras dataciones decontextos del cerro de El Trigal2. Esta serie radiométrica,conjuntamente con las dataciones de excavaciones anterioresen La Puntilla-13, permiten sustentar una periodización delárea arqueológica de La Puntilla, sobre la que podemos formu-lar las hipótesis sociales que guían el proyecto, ajustando ante-riores propuestas de nuestra periodización (Castro Martínez etal 2009; Castro Martínez, De La Torre y Escoriza 2008):

I) c. 1400-700 cal ANE. No existen pruebas concluyentessobre la ocupación del territorio de La Puntilla en estas fe-chas. Entre esas evidencias, contamos con la presencia ítemserráticos en la zona de la necrópolis de El Trigal, que alcan-zarían fechas de finales del IIº milenio cal ANE, si son correc-tas las aproximaciones cronotipológicas a materiales de otrosyacimientos con series radiométricas confirmadas (Pernil Al-to en Palpa) (Unkel 2006).

II) c. 700/600 a 450/400 cal ANE. Esta etapa correspon-de a la fase Trigal-Cerro I, y supone la construcción del complejo arquitectónico de la cima de El Trigal, donde elEdificio de los Almacenes es un edificio singular destinado alalmacenaje y, quizás procesado, de alimentos, mientras que elsistema de Terrazas Defensivas ya estaba plenamente operativo.

III) c. 450/400 a 150/100 cal ANE. Corresponde a la FaseTrigal-Cerro II. En la cima de El Trigal se construyó elEdificio de los Patios, destinado al trabajo artesanal, don-dese gestionaron materiales alóctonos (obsidiana, conchas deSpondylus), que se corresponden con una pujante economíagestionada mediante mecanismos de centralización comuni-taria, que mantuvo el sistema de protección comunitaria ba-sada en Terrazas Defensivas. Se inicia la ocupación de LaPuntilla-1. Esta etapa muestra una presencia relevante decerámicas estilísticamente vinculadas a Ocucaje 8.

IV) c. 150/100 cal ANE a 50/100 cal DNE. Este hori-zonte corresponde a la fase de ocupación mejor representadaen las excavaciones de 2001 en La Puntilla-1. Parece indicarla continuidad de este asentamiento, cuando El Trigal ya hasido abandonado, en los años de desarrollo de una configu-ración territorial del valle de Nasca, jerarquizada por el cen-tro político de Cahuachi. No obstante, el final de esta faseconllevó el abandono de las comunidades residuales de la eta-pa previa, y La Puntilla-1 se abandonó hacia 50 cal DNE.

V) c. 50/100 a 350/400 cal DNE. Los asentamientos enlos cerros han sido abandonados. En esta etapa se realizaronla mayoría de los enterramientos en la necrópolis de El Tri-gal, aunque pudieron iniciarse en la etapa previa. Las eviden-cias de empobrecimiento que muestran las tumbas sugierenque la comunidad se vio forzada a transferir una parte des-tacable de la riqueza producida a una clase dominante emer-gente, con centro político-ideológico en Cahuachi. Esa etapase corresponde a la coexistencia entre indicadores tradicio-nales de las periodizaciones histórico-culturales de la CulturaParacas-Necrópolis y de la Cultura Nasca Temprano.

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VI) 350/400 a 1200/1250 cal DNE. Durante esta etapano existe ninguna prueba de ocupación en los yacimientosexcavados de La Puntilla, de manera que se podría concluirprovisionalmente que se produce un abandono de las comu-nidades de la etapa anterior. Sin embargo, la constatación deque parece que es entonces cuando se construyeron acueduc-tos en la zona (Puquios), apunta a una reestructuración delterritorio que queda por aclarar.

VII) c. 1200/1250 a 1400/1450 cal DNE. Tras un mile-nio de abandono, volvemos a tener evidencias de una ocu-pación de escasa entidad en los cerros de La Puntilla-1 y deEl Trigal, aunque existen enclaves de grandes dimensiones,como La Tiza. Se trata de comunidades inmediatamente an-teriores a las conquistas imperiales de la región, primero Inkay luego española. Las periodizaciones denominan a esta eta-pa Intermedio Tardío.

VIII) Siglos XVI-XX. Se documenta el acondicionamien-to de establos y refugios para ganado ovicaprino. Igualmentese constatan episodios de saqueo (huaqueo) intenso, sobre to-do en la necrópolis de El Trigal.

Las hipótesis actuales sobre las relaciones entre colectivosque sostenemos desde el Proyecto La Puntilla subrayan que eltrabajo centralizado en edificios singulares, el sistema de pro-tección comunitaria de los poblados, la circulación intraco-munitaria de productos y el acceso a materias de procedencialejana que hemos documentado en El Trigal suponen unfuerte componente comunitario en la región del río Nasca,hasta alrededor del año 100 cal ANE. Podemos señalar quelas políticas comunitarias, asentadas en grupos domésticos yen redes de parentesco cuya naturaleza deberemos clarificar,podrían estar configuradas en función de intereses colectivos,pero no podemos descartar la existencia de sectores socialesbeneficiados por la gestión de la producción material. De lamisma manera, la política y la ideología con la que se organi-zaron las comunidades a escala local, debe aún ponerse enrelación con las políticas supracomunitarias, y aunque las evi-dencias indican una importante autonomía político-eco-nómica de comunidades como El Trigal, deberá determinar-se como se construyeron los territorios políticos en la región.

No cabe duda de que a partir de c. 100 cal ANE en la cuen-ca del río Nasca se aprecia la emergencia de una sociedadestatal, con un fuerte componente militar y un aparato ideo-lógico legitimador que se materializa en centros monumen-tales (Cahuachi), así como de una clase dominante beneficia-ria del trabajo social que se muestra en sepulturas donde seamortizó un elevado volumen de riqueza (Cahuachi, LosMolinos). Y esa situación social, vinculada a la CulturaNasca de las síntesis tradicionales, se manifiesta en El Trigaldonde destaca la pobreza de ajuares funerarios, aunque se de-tectan indicios de la existencia de derechos hereditarios, esdecir de la existencia de clases sociales propietarias. Además,la aparición en El Trigal de individuos desmembrados, deca-

pitados o heridos por armamento refuerza las evidencias yaconocidas de que la oligarquía del estado de Cahuachi, almenos entre c. 50-350 cal DNE, instauró una política de vio-lencia y terror. Hace tiempo que se conocen en el valle deNasca, las llamadas “cabezas-trofeo” o “cabezas-ofrenda”, nu-merosas en Cahuachi (Orefici y Drusini 2003), y con repre-sentación en la necrópolis de El Trigal. Pero las pruebasobtenidas en el Proyecto La Puntilla señalan que las prácticasde violencia física eran variadas y estaban arraigadas. Si todoello es resultado de acciones militares, castigos penales o prác-ticas ceremoniales aún no se puede responder con seguridad.Pero en cualquier caso, esas prácticas violentas, muy frecuen-tes en la iconografía de la cerámica Nasca, como confirmanlas excavaciones en la necrópolis de El Trigal, eran prácticasreales que parece utilizar la oligarquía para consolidar su do-minio en la región. Un dominio que representó el obligadoabandono de los establecimienos de tipo El Trigal y el finalde la formación económico-social organizada entorno a edifi-cios de gestión comunitaria centralizada.

Agradecimientos

El Proyecto La Puntilla ha sido financiado por el Ministeriode Cultura, dentro de su Programa de Proyectos Arqueoló-gicos en el Exterior, durante las Campañas de 2005 a 2008,así como por el Comissionat d´Universitats i Recerca de laGeneralitat de Catalunya, a través del programa de ProyectosEXCAVA (2006EXCAVA-00020), en 2006-2008. Se ha podido disponer del soporte logístico y las infraestructurascientíficas de la Universitat Autònoma de Barcelona y de laUniversidad de Almería. Quede constancia de nuestro agra-decimiento al apoyo inestimable de la Sra. Olga Cabarga, laSra. Soledad Cabrera y el Sr Roberto Santos de la Embajadade España en Perú y de la Sra. Elisabeth de Fabrega del Con-sulado General del Perú en Barcelona. Según es preceptivo, lacampaña de 2008 ha sido autorizada por el Instituto Na-cional de Cultura del Perú, según Resolución DirectoralNacional nº 1489/INC, y agradecemos las atenciones ofreci-das por el Director de Arqueología de esta institución, el Sr.Yuri Castro, la Directora Regional de Ica, Sra. Susana Arce, yel inspector regional Sr. Rubén García.

El equipo de investigación durante la excavaciones de 2008ha estado formado por arqueólogos y arqueólogas del Grup deRecerca ACAIA de la UAB y del Grupo de InvestigaciónABDERA de la UAL. Las labores técnicas han estado a cargode Marcela Urízar Vergara y Daniel Castellanos Gutiérrez(antropología física), Diana Alemán Paredes (dibujo y regis-tro planimétrico), Victor Salazar Ibáñez (procesado de se-dimentos), Nina Castillo Sánchez (fotografía y video), Caro-lina Cáceres Benavides, (control de materiales), Isabel QueroHernández (cooperación), Diana Obando Samanamud y

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Carmen Hernández Ledesma (registro topográfico), TamaraDelgado Sánchez (restauración cerámica) y Samy YrazabalValencia (registro de campo).

Finalmente, han proporcionado la imprescindible apor-tación de su trabajo en las excavaciones (Severiano Aybar,Miguel Ángel Contreras, Marcelino Espinoza, Carlos Nava-rrete, Joel Ortega, José Luis Rojas, Marcos Rojas y RaquelRomucho).

Notas1 Esta tumba no tiene una cronología precisa, pero debe ser posterior auna inexacta datación de c. 532±260 ane, en años de radiocarbono, obte-nida para el inicio del uso de esa cueva (Heizer y Johnson 1952).

2 Se trata de las dataciones KIA-30025 y KIA-30027 (que sitúan el final delEdificio de los Almacenes de ZCI, y probablemente la construcción delEdificio de los Patios, alrededor de c. 550-400 cal ANE), KIA-30026 (queubica hacia el 150 cal ANE el abandono de la unidad habitacional excava-da en la ladera del cerro de El Trigal) y KIA-30028 (que fecha una reocu-pación tardía hacia 1420 cal DNE).

3 Las dataciones AA58743, AA58744 y AA58745 (Van Gijseghem 2004:400)informan de ocupaciones del siglo Iº de nuestra era (c. 40 cal DNE) y delsiglo XV de nuestra era (c. 1430 cal DNE) en La Puntilla-1.

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