47 www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 67 - Primer Semestre 2002 • Bogotá, D.C. - Colombia Enrique Pérez Arbeláez (1896-1972) por MATEO CARDONA VALLEJO cuatro grados, 40 minutos y 24 segun- dos de latitud nor- te y a 74 grados, seis minutos y 14,5 segundos de longi- tud oeste, a una al- tura de 2.551 metros sobre el nivel del mar, se encuentran localizadas las 19 y media hectáreas del Jardín Botánico José Celestino Mu- tis, cuya colección de plantas repre- senta los más importantes ecosistemas colombianos: páramo, selva andina, selva húmeda tro- pical y ecosistemas áridos. Este remanso de paz en medio del tráfago citadino es el que mejor sintetiza la obra del insigne naturalista colombiano Enrique Pérez Arbeláez, su fundador, no sólo porque es el vivo testi- monio de su labor científica, sino también porque cons- tituye su legado a todos los habitantes de la capital. Su pertinencia, dentro del marco de esta edición sobre la biodiversidad, se debe a que es el reconoci- do seguidor de la Expedición Botá- nica iniciada por José Celestino Mutis, y al hecho de haber estado vinculado a la Universidad de Bogo- tá Jorge Tadeo Lozano en calidad de Decano de la Facultad de Recursos Naturales de 1959 a 1962,* período durante el cual se convocó, para conmemorar el Sesquicentenario de la Independencia, al Primer Colo- quio Colombiano para el Progreso de las Ciencias de la Naturaleza, de cuyo comité organizador Enrique Pérez Arbeláez fue el alma. Han pa- sado cuarenta años y sus alumnos aún lo recuerdan en el Aula Máxima de Casa Vieja —antigua sede de la Universidad, situada en la carrera séptima con calle 23 de Bogotá— dictando la Cátedra de Recursos Hu- manos, a la que nadie llegaba tarde por no perder siquiera un ápice del conocimiento entregado por este maestro que con la misma propiedad hablaba de los astros, de las especies endémicas o del manejo de la perspectiva entre los pintores renancentistas. El hombre que veía crecer las plantas 47 *Información tomada del Archivo Histórico de la UJTL. www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 67 - Primer Semestre 2002 • Bogotá, D.C. - Colombia
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(1896-1972) El hombre que veía crecer las plantasavalon.utadeo.edu.co/dependencias/publicaciones/tadeo_67/67047.pdf · CARL VON LINNÉ, Praeludia sponsaliarum plantarum [Introducción
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pical y ecosistemas áridos. Este remanso de paz en
medio del tráfago citadino es el que mejor sintetiza la
obra del insigne naturalista colombiano Enrique Pérez
Arbeláez, su fundador, no sólo porque es el vivo testi-
monio de su labor científica, sino también porque cons-
tituye su legado a todos los habitantes de la capital.
Su pertinencia, dentro del marco de esta edición
sobre la biodiversidad, se debe a que es el reconoci-
do seguidor de la Expedición Botá-
nica iniciada por José Celestino
Mutis, y al hecho de haber estado
vinculado a la Universidad de Bogo-
tá Jorge Tadeo Lozano en calidad de
Decano de la Facultad de Recursos
Naturales de 1959 a 1962,* período
durante el cual se convocó, para
conmemorar el Sesquicentenario de
la Independencia, al Primer Colo-
quio Colombiano para el Progreso
de las Ciencias de la Naturaleza, de
cuyo comité organizador Enrique
Pérez Arbeláez fue el alma. Han pa-
sado cuarenta años y sus alumnos aún lo recuerdan
en el Aula Máxima de Casa Vieja —antigua sede de la
Universidad, situada en la carrera séptima con calle
23 de Bogotá— dictando la Cátedra de Recursos Hu-
manos, a la que nadie llegaba tarde por no perder
siquiera un ápice del conocimiento entregado por este
maestro que con la misma propiedad hablaba de los
astros, de las especies endémicas o del manejo de la
perspectiva entre los pintores renancentistas.
El hombre que veíacrecer
las plantas
47
*Información tomada del Archivo Histórico de la UJTL.
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Primeros años
Enrique Pérez Arbeláez nació en Mede-
llín el 1º de marzo de 1896, en el ho-
gar del general Jesús María Pérez
y de doña Carolina Arbeláez Urda-
neta. En la Ciudad de la Monta-
ña transcurrieron sus primeros
años, aunque muy niño fue tras-
ladado a Bogotá a casa de sus
abuelos maternos, el general Juan
Clímaco Arbeláez y doña Enri-
queta Urdaneta. Eran los primeros días
del siglo XX: la Nación se estremecía en las
luchas fratricidas de la guerra de los Mil Días
y se avizoraba la desmembración de Panamá.
Durante el llamado Quinquenio, el general
Rafael Reyes realizaba, no sin dificultades, el or-
denamiento territorial del país. En casa de los abue-
los se hablaba de todos estos temas, por cuanto la fami-
lia estaba constituida por militares de batalla y promi-
nentes prelados, y puede adivinarse el influjo del seve-
ro ambiente de aquella casa en el carácter recto, altivo
y serio del futuro naturalista.
Tras aprender las primeras letras en la escuela de
las señoritas Briceño, Enrique Pérez Arbeláez realizó
sus estudios de primaria con los hermanos cristianos en
el Colegio de la Salle, y luego el bachillerato con los
jesuitas en San Bartolomé, donde se encariñó profun-
damente con el latín, el griego, la literatu-
ra y las humanidades.
En 1923, y una vez graduado bachi-
ller, viajó a España, a Burgos (Oña), a
estudiar filosofía y teología, ordenándo-
se sacerdote en 1926. Por esta épo-
ca también estudió sismología
en Granada y técnica
microscópica en Ma-
drid y Barcelona. En la
escuela de Ramón y
Cajal, entonces el más
avanzado instituto para
estudios de ciencias na-
turales, publicó una lu-
josa Biología en cuatro
tomos, en colaboración con el biólogo español P.
Pujiula y el mexicano Amozurrutia, obra que constitu-
ye la primera revelación de su talento y de sus extraor-
dinarias dotes de dibujante.
Ya ordenado, pasó a Holanda a estudiar alemán y
luego viajó a Alemania a continuar la carrera de biolo-
gía en la muy exigente y elitista Universidad Maximi-
liana de Baviera, donde fue discípulo de Karl von Goe-
bels, director del Jardín Botánico de Nymphenburg y
creador, junto con Julius Sachs, de la organografía com-
parada de los vegetales. Con él se especializó en plan-
tas inferiores, elaborando su tesis sobre citología y mor-
fología de las Davaliáceas, con la que obtuvo la califi-
cación Summa Cum Laude. También se hizo miembro
de la Deutsche Zoologische Gesellshaft.
Estando en Munich en 1927, llegó a sus oídos la
noticia de que los botánicos españoles se interesaban
en publicar la Flora de José Celestino Mutis. Pérez
Arbeláez creyó que los colombianos debían liderar este
empeño, puesto que el objeto de estudio del gaditano
había sido la flora del Nuevo Reino de Granada. Nace
así una de sus grandes pasiones, que habría de acom-
pañarlo para siempre.
Nace un proyecto de vida
Pérez Arbeláez se dirigió al director del Jardín del Pra-
do, doctor Arturo Caballero, pidiéndole audiencia para
tener la oportunidad de conocer la extraordinaria ico-
nografía de la Expedición encabezada por Mutis. Sin
embargo, al llegar a Madrid el director no aparecía
por ninguna parte, y el joven colombiano tuvo que
enfrentar grandes dificultades durante el ardiente ve-
rano madrileño. Finalmente lograría detenerse en las
preciosas ilustraciones, y se hizo el propósito de
darlas a conocer –no sólo a los colombianos
sino al mundo entero–, y de rescatar los
valores de la Expedición Botánica, es-
tandarte que a la postre recogería
la Universidad de Bogotá Jorge Ta-
deo Lozano. Pérez Arbeláez copió
en el Jardín del Prado el inventa-
rio que de las láminas había he-
cho José Jerónimo Triana, y regre-
só a Munich, donde le ofrecieron
José
Celestino
Mutis,
permanente
inspirador de
Enrique Pérez
Arbeláez.
Encontró en el país un ambiente de cortés indiferencia e incomprensión
y literalmente tuvo que partir de cero,
por cuanto la Expedición se había interrumpido 112 años antes.
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una beca para estudiar la flora tropical en Java, que re-
husó explicando a Von Goebels que su compromiso
era regresar a Colombia para continuar la obra de José
Celestino Mutis. Su profesor, quien tuvo la ocasión de
estudiar el inventario, aceptó sus razones.
En 1928 regresó a Colombia con una férrea deter-
minación: “un anhelo de realizar la labor humanizante
de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de
Granada […], cuya trayectoria se ha perdido en los cam-
pos hollados por nuestras discordias políticas”. Encon-
tró en el país un ambiente de cortés indiferencia e in-
comprensión y literalmente tuvo que partir de cero,
por cuanto la Expedición se había interrumpido 112
años antes. Además, las luchas políticas estaban al rojo
vivo en la Colombia de 1930: la República Conserva-
dora se caía en pedazos, se sentía el coletazo de la
crisis mundial de 1929 y la defensa de la soberanía mo-
vilizaría a la Nación en pleno al estallar la guerra con-
tra el Perú en 1932.
Un comienzo difícil
Pérez Arbeláez tenía a la sazón 32 años, una sólida for-
mación europea y le sobraban juventud y entusiasmo
para enfrentarse a las dificultades que encontraría a
su paso. Solitario, pues no encontró en el país jóvenes
que tuvieran una preparación siquiera semejante a la
suya –realidad que lo privó de la posibilidad de con-
formar un equipo de trabajo–, se dedicó a estudiar las
obras de los científicos que lo habían precedido, a
revisar obsesivamente el mapa de Colombia y a leer y
releer a los cronistas de Indias y viajeros europeos de
los siglos XVIII y XIX.
Según nos cuenta su asistente y biógrafa, doña
Teresa Arango Bueno,
[…] era el doctor Enrique Pérez Arbeláez de fi-
sonomía distinguida y recia personalidad. Alto
(1,80 m), ligeramente obeso, con rostro atezado,
oval, ojos azules y párpados cansados, mirada
miope muy fina, compensada con grandes an-
teojos con enormes aros de carey. En el centro
de la cabeza aún no despoblada, aparecía la
“tonsura” que indicaba su dignidad eclesiásti-
ca. […] Padecía, como Mutis, profundas depre-
siones. Su carácter era muy difícil, exigente, por-
que todo le debía resultar perfecto y en orden
riguroso. […] Su jornada de trabajo era de ca-
torce y quince horas diarias; empezaba sus la-
bores desde el amanecer para cumplir su apre-
tada agenda, bien para escribir algún capítulo
de sus libros, artículos de prensa, colaboracio-
nes de revistas, memorandos, o para dibujar, por-
que siempre tenía material botánico fresco: fru-
tos, hojas, raíces que esquematizaba con arte
en sus impecables cartones de dibujo.
Pérez Arbeláez planteó la creación del Herbario
Nacional Colombiano, pues consideraba que
[…] era imposible hacer ciencia botánica en
Colombia sin tener los exsicados de todas las
plantas del país y que la botánica, que tan bri-
llantes épocas había vivido con Mutis, Triana y
algunos otros, iba en decadencia, y hacía poco
había muerto Santiago Cortés, quien dejó al-
gunos herbarios importantes, pero sin sujeción
a normas internacionales.
Para ello le valió su amistad de infancia con la fa-
milia de la esposa del presidente Miguel Abadía
Méndez, quien dictó el Decreto de fundación en 1928.
En 1930 fue nombrado botánico del Departamento de
Agricultura del Ministerio de Industrias, y en 1932 se
concretó la fundación del Herbario, ya bajo el gobier-
no de Enrique Olaya Herrera.
Enrique Pérez
Arbeláez en el
laboratorio de
ciencias naturales.
Los verdaderos pétalos de una flor no contribuyen en nada a la generación, sirven sólo como lecho nupcialque el Creador ha preparado, a su mayor gloria, con preciosas cortinas y fragantes aromas, para que el novioy la novia puedan celebrar allí dentro sus nupcias con la mayor solemnidad. Cuando el lecho está preparado,entonces es el momento de que el novio abrace a su amada y se entregue a ella…
CARL VON LINNÉ, Praeludia sponsaliarum plantarum [Introducción a los esponsales de las plantas] (1729).
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“La fuente donde nace el herbario es la excursión”,
sostenía. Por ello viajó al Caquetá con su colaborador,
el médico, biólogo y escritor César Uribe Piedrahita.
Las primeras plantas recolectadas para el Herbario
fueron una ocotea (laurácea) y un helecho (Hymeno-phyllaceae, que se creía inexistente en el trópico) pro-
cedentes de Florencia, a orillas del río Hacha.
De nuevo en Bogotá, la casa de Uribe Piedrahita
albergó los primeros materiales. Cuando el espacio re-
sultó insuficiente, Pérez solicitó del ministro de Indus-
trias, Francisco José Chaux, permiso para habilitar un
salón de su despacho en el Capitolio. El embrión del
futuro Herbario Nacional eran, apenas, en unas doscien-
tas plantas en un armario, al que se agregaría algunos
años más tarde el herbario de José Jerónimo Triana.
Cuando el presidente Alfonso López Pumarejo fundó
la Ciudad Universitaria para alojar la Universidad Na-
cional, el primer edificio que planeó y construyó junto
con el doctor Pérez Arbeláez fue el del Herbario Nacio-
nal, complementado luego con el Instituto Botánico.
Uno de los compromisos que ocuparon al doctor
Pérez Arbeláez por los tiempos en que procuraba do-
tar adecuadamente al Herbario Nacional para que fue-
ra un centro de estudios taxonómicos moderno, mere-
ce recordarse la conmemoración, el 6 de abril de 1932,
del segundo centenario del nacimiento de Mutis, so-
lemnidad para la cual los gobiernos de Colombia y
España se unieron en un solo homenaje. España envió
una comisión integrada por José Cuatrecasas, delega-
do del Real Jardín Botánico, y Francisco de las Barras
de Aragón, representante de las Academias y mien-
tras en Bogotá y Mariquita se realizaban los solemnes
actos, otro tanto ocurría en Madrid y Cádiz. Pérez
Arbeláez publicó un testimonio de dichas ceremonias
en un volumen que hoy constituye una rareza biblio-
gráfica, Centenario del nacimiento de don JoséCelestino Mutis. También aparecieron, en sucesión,
sus primeras publicaciones: Frutas de Cundinamarca(1933); Plantas medicinales más usadas en Bogotá; Lasplantas, su vida y clasificación (1934); Plantas útiles deColombia, tomo I (1935); Plantas medicinales de Co-lombia (1937) y Botánica elemental (1942).
No existía en Colombia una Academia de Cien-
cias. Diversos intentos en este sentido, entre los que
cabe recordar el promovido por el general Santander
en 1826, hundido por los avatares de la política; la So-
ciedad de Naturalistas Neogranadinos de 1859, hija
directa del ambiente de conocimientos que dejó la
Comisión Corográfica de don Agustín Codazzi, y li-
quidada por falta de presupuesto y las continuas gue-
rras civiles; la Comisión Científica Permanente (1881),
de muy breve vida; la Sociedad Científica Instituto de
la Salle, dedicada al estudio de la naturaleza, creada
por el científico francés, hermano Apolinar María, de
La creación del Herbario Nacional era sólo el principio del plan del doctor
Pérez Arbeláez para el estudio de la flora colombiana. Era, sin embargo, insuficiente,
y pronto el científico vio la necesidad de organizar un instituto
donde se pudieran formar científicos calificados.
Enrique Pérez
Arbeláez
en el Herbario
Nacional.
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las Escuelas Cristianas en 1912, y que se transformaría
en la Sociedad Colombiana de Ciencias Naturales (1919).
También en esta palestra Enrique Pérez Arbeláez luchó
denodadamente: junto con el doctor Álvarez-Lleras y
otros colegas, logró que sobre los cimientos de la So-
ciedad de Ciencias Naturales se fundara la Academia
correspondiente, mediante Ley de la República núme-
ro 34 de 1933, y que le adscribía en su artículo 3º “estu-
diar y proponer al gobierno la forma en que la nación
colombiana pueda participar en la publicación de las
obras de José Celestino Mutis existentes en la Bibliote-
ca del Jardín Botánico de Madrid”. La Academia Co-
lombiana de Ciencias Exac-
tas, Físicas y Naturales sub-
siste hasta nuestros días.
La creación del Herba-
rio Nacional era sólo el prin-
cipio del plan del doctor
Pérez Arbeláez para el estu-
dio de la flora colombiana.
Era, sin embargo, insuficien-
te, y pronto el científico vio
la necesidad de organizar
un instituto donde se pudie-
ran formar científicos califi-
cados. Presentó sus inquie-
tudes al Ministerio de Indus-
trias y a la Universidad Na-
cional y obtuvo el apoyo ofi-
cial. Mediante el Acuerdo 28
del Consejo Directivo del
Alma Mater, fechado el 30 de
octubre de 1936, se fundó el departamento de Botánica
de la Universidad Nacional. En 1939, el departamento
devino Instituto de Botánica y el 1º de diciembre de
1940 pasó a llamarse Instituto de Ciencias Naturales.
Desafortunadamente ese mismo año, intrigas políticas
y envidias motivaron el retiro de Pérez Arbeláez de la
dirección del Instituto, lo que le significó un tremendo
golpe. Pero entonces se inventó una nueva aventura.
Viajó a Medellín, donde se puso en contacto con
una compañía que estaba interesada en explotar la pita
del Magdalena en la fabricación de textiles de gran
resistencia. La compañía decidió financiar la investi-
gación y Pérez Arbeláez escogió la población de
Chiriguaná, en el actual departamento del Cesar, como
sede de sus trabajos. En ese clima canicular pasó el
prelado más de un año, acompañado por personal de
obreros sin ninguna calificación, hasta que se conven-
ció de que las fibras, demasiado gruesas y difíciles de
hilar, no permitirían desarrollar los productos espera-
dos. Esta empresa, que supuso pérdidas de tiempo y
dinero, le permitió, con todo, conocer y familiarizarse
con una cultura diferente, así como enriquecer sus co-
lecciones de botánica y convertirse en profundo co-
nocedor del bajo Magdalena. Sus travesías por nues-
tra arteria fluvial a bordo del
‘David Arango’, de la Navie-
ra Colombiana, le servirían
para escribir su Hilea Mag-dalenesa (1949). Vio la im-
portancia de que Colombia
volviera su mirada hacia el
río Magdalena, el rasgo más
relevante de nuestra carto-
grafía, y previó el ulterior
desarrollo de su hoya. Tam-
bién se internó en los ríos
que descienden de la Sie-
rra Nevada de Santa Marta,
y navegó innumerables ve-
ces por las ciénagas de Chi-
lloa y Zapatoza. De su radi-
cal empatía con los pobla-
dores ribereños da fe el fo-
lleto folclórico-antropológi-
co La cuna del porro, publicado en 1953. Verdadero
clarividente, se opuso con tenacidad contra el proyec-
to de los tajamares para el puerto de Barranquilla, con-
siderando que Cartagena y Santa Marta ofrecían me-
jores condiciones naturales para el comercio ultrama-
rino; ello le valió no pocos disgustos, recibir anónimos
y amenazas, pero nunca se retractó. Y la historia ha
acabado por darle la razón.
En los meses que precedieron al aciago ‘Bogotazo’
del 9 de abril de 1948, Pérez Arbeláez preparaba la
segunda edición, bastante aumentada, de Plantas úti-les de Colombia. Alfonso Palacio Rudas, entonces Con-
Toda planta es útil […]: porque toda planta es un valor estético; cualquiera de ellas constituyeun tema intelectual y científico; todas ellas son engranajes del sistema filogenético y aun lasmás insignificantes tienen un valor en la conservación y renovación de los recursos naturalesdel planeta. Éstas, las verdes, sintetizando la materia orgánica; aquellas, los hongos,degradándola para convertirla en principios absorbibles por las plantas superiores; todascontribuyendo a la estabilidad química del humus.
ENRIQUE PÉREZ ARBELÁEZ, Plantas útiles de Colombia.
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tralor General, había decidido patrocinar la publica-
ción, así como la de Hilea Magdalenesa. Plantas útileses una obra excepcional, la más importante en su gé-
nero en Colombia aun hoy, a pesar de su medio siglo
de antigüedad. Consta de un total de 1.070 numerales
que cubren más de 1.920 especies, y un índice
lexicográfico que recoge, en cerca de 70 páginas, los
principales nombres personales, locales y vulgares de
las mismas. Considerada por muchos como su obra
cumbre, en Plantas útiles de Colombia invirtió Pérez
Arbeláez gran parte de su vida: recorrió el país entero
recogiendo información de viva voz de campesinos,
yerbateros, vendedores en plazas de mercado y cu-
randeros indígenas sobre plantas utilizadas como me-
psicotrópicas, etc. El estilo en que redactó la informa-
ción es claro, sencillo y accesible para cualquiera. Su
riqueza anecdótica, folclórica y etnográfica lo hacen
muy ameno, a la vez que su rigor taxonómico y la divi-
sión por regiones facilitan su consulta. Cada planta ha
sido ilustrada a mano por el propio autor. Irónicamen-
te, de la segunda edición, con un tiraje de 3.500 ejem-
plares, tan sólo circularon 500, pues los restantes fue-
ron incendiados en los depósitos de la Imprenta Na-
cional el 9 de abril. Una tercera edición aparecería en
España en 1956 bajo el sello de la Editorial Rivadeneyra,
y una cuarta en 1977, ya fallecido Pérez Arbeláez, sin
contar dos ediciones piratas de 1951 y 1990 respectiva-
mente.
En mayo de 1948 Pérez Arbeláez fue nombrado
asesor científico de la Unesco, con el encargo de re-
copilar toda la bibliografía existente sobre el Amazo-
nas, y delegado por el gobierno de Colombia a la
Conferencia Interamericana de Manaos. Allí propuso
la creación de un instituto científico costeado por to-
dos los países amazónicos: el Instituto Internacional
de la Hilea Amazónica, que no llegó a concretarse
porque Brasil no lo aceptó.
Con mejor suerte contó su proyecto durante tan-
tos años acariciado, de publicar la Flora de Mutis. La
ayuda del historiador Guillermo Hernández de Alba y
del padre Lorenzo Uribe, S.J., quienes se desplazaron
hasta las bibliotecas y jardines botánicos de España, y
la colaboración del gobierno español, más un sinfín
de viajes a Mariquita y La Mesa de Juan Díaz tras las
huellas del científico gaditano y del barón de Hum-
boldt, arrojaron, al cabo, resultados positivos: el pri-
mer tomo, introductorio, apareció en 1954; el segun-
do, la quinología, en 1957. A la fecha de hoy ya son
más de 22 tomos de la Flora colombiana publicados,
de un cronograma que contempla un total de 51.
El Jardín
El día 6 de agosto de 1955, con el ánimo de continuar
la obra de José Celestino Mutis creando el primer cen-
tro de investigación y conservación de la vegetación
colombiana con énfasis en la flora andina, se fundó el
Jardín Botánico de Bogotá en predios del antiguo Bos-
que Popular. Las tareas iniciales se emprendieron con
tan sólo cien mil pesos de presupuesto, recursos que
se emplearon en la construcción de dos modestas edi-
ficaciones, una para la dirección y otra para vigilan-
cia. Dibujando infinidad de planos, Pérez Arbeláez
proyectó en un comienzo la estructura del Jardín, que
se conserva en la actualidad, y emprendió la construc-
ción de su infraestructura básica, para proceder lue-
go a la recolección de semillas y especies adelantan-
do excursiones por todo el territorio nacional, espe-
cialmente en los bosques de los Andes, zona que era
de gran interés para el fundador.
Desde 1990, el Jardín Botánico ha dado especial importancia
a la investigación científica de la flora y los ecosistemas del Distrito Capital,
a los procesos de formación para la conservación de la biodiversidad y a la arborización
y conservación del espacio público de Bogotá.
Pérez Arbeláez,
atento observador
de la flora
colombiana.
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L
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A
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El Instituto Geográfico Agustín
Codazzi lo apoyó con medios para realizar
excursiones por todo el territorio nacional, a fin de co-
lectar plántulas y semillas de especies nativas andinas. Armado
de su cigarro, las “botas de siete leguas”, un altímetro, cámara fotográfica y sus libretas de
apuntes, Pérez Arbeláez recorrió Colombia entera hasta que la escasez de fondos interrum-
pió sus actividades. Durante años, el Jardín se sostuvo con recursos donados por el Instituto
Geográfico y algunas empresas privadas, así como el dinero de los premios Luis López de
Mesa y Camilo Mutis Daza, que le fueron conferidos al fundador en 1968. Sólo en 1970, el
alcalde mayor Emilio Urrea dispuso los medios económicos para que el Jardín cumpliera con
sus objetivos.
Luego de la muerte del doctor Pérez Arbeláez en 1972, se seguiría avanzando en la reco-
lección de especies, en la investigación de la flora nativa y de los ambientes que circundan la
ciudad, así como en la conformación de relieves, jardines e invernaderos para la conserva-
ción y presentación de las colecciones. Desde 1990, el Jardín Botánico ha dado especial
importancia a la investigación científica de la flora y los ecosistemas del Distrito Capital, a los
procesos de formación para la conservación de la biodiversidad y a la arborización y conser-
vación del espacio público de Bogotá.
Pero la magnífica obra del Jardín Botánico no agotó las fuerzas de Enrique Pérez Arbeláez.
Escritor incansable, publicaría en 1959 Humboldt en Colombia, con ocasión del centenario
de la muerte del viajero y científico alemán; Por la Alemania Federal, crónica de tres viajes
realizados por él en 1961; Recursos naturales de Colombia, en dos volúmenes, en 1964 y 1966
respectivamente, y José Celestino Mutis y la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino deGranada, en 1967, entre otras obras, además de su habitual columna en El Tiempo. Todo ello
sin cejar jamás en su empeño por educar al colombiano del común, por enseñar a respetar el
suelo, los animales, las plantas, el agua, la atmósfera y el paisaje que constituyen la patria.
Como delegado irremplazable a cuanto congreso y simposio científico se relizara en el país
o fuera de él, o abanderado de múltiples campañas en defensa de los recursos naturales, su
JARDINES Y AMBIENTES
A. AMBIENTE DE PÁRAMO1. Pajonal-frailejonal2. Cinturón de Ericáceas3. Cardonal con Puya4. Bosque enano de Polylepis5. Bosque enano de Rodamonte6. Bosque altoandino de Encenillos7. Matorral típico de la Sabana de Bogotá8. Humedal Paramuno
B. AMBIENTE DE SELVA ANDINA9. Bosque Andino Secundario10. Bosque Andino con Sotobosque11. Bosque de Robles12. Bosque de Lauráceas13. Bosque de Gaques14. Bosque de Niebla y Trepadoras15. Epífitas de clima frío (Orquídeas)16. Epífitas de clima frío (Bromelias)17. Bosque Andino con Sietecueros
C. AMBIENTE ÁRIDO DE CLIMA FRÍO18. Enclave Xerofítico Andino
D. AMBIENTES ACUÁTICOS19. Lago Principal20. Humedal laguna La Herrera
E. TROPICARIO (Circuito de Invernaderos)21. Sala de transición22. Flora Ornamental de clima cálido23. Botánica Económica24. Selva Húmeda Tropical25. Ambiente Amazónico (Lago de la Victoria Amazónica)26. Ambiente Árido-desértico27. Orquídeas y Bromelias
F. JARDINES Y COLECCIONES ESPECIALES28. Jardín Introductorio29. Jardín de Los Helechos (Criptogamio)30. Esquema de la Evolución de las Plantas31. Jardín de las Melastomatáceas32. Jardín de Plantas Exóticas33. Pérgola34. Rosaleda35. Jardín de las Palmas (Palmeto)36. Jardín del Fundador, Enrique Pérez Arbeláez37. Jardín de las Gimnospermas38. Herbal de Plantas Medicinales39. Jardín Sistemático de las Angiospermas40. Frutales y Huerto tradicional de clima frío41. Área de Compostaje42. Pabellón de Exposiciones43. Plantación de Pino Colombiano
INSTALACIONESG. Dirección y Área AdministrativaH. Subdirección Educativa y CulturalI. Subdirección de Conservación Sede Operarios Vivero AlmacénJ. Subdirección Científica Laboratorios de Investigación Invernaderos de Propagación Túneles de Crecimiento Zona de Bioseguridad Estación ClimáticaK. Gerencia de ArborizaciónL. Aula Ambiental del LagoM. Aula Ambiental AmazónicaN. Aula UrbanaO. MonópteroP. Reloj de Sol SERVICIOS44. Biblioteca45. Auditorio46. Cafetería y restaurante47. Baños48. Primeros auxilios49. Entrada vehicular50. Entrada de servicios
Cuando se habla de plantas, se presentan multitud de procesos para ponerlas a nuestro servicio.De ellas, las hay que se utilizan en su estado natural, vivas, enteras y como las produce la tierra.Tal es el caso de las plantas ornamentales y protectoras. Otras son aprovechables sólo en algunasde sus partes, como fruto, flor, raíz u hojas. De muchas sólo se benefician los productosanorgánicos de su metabolismo, como es el caucho, o los principios que de ellas se obtienenmediante procesos industriales, como la escopolamina.
ENRIQUE PÉREZ ARBELÁEZ, Plantas útiles de Colombia.
JARDÍN BOTÁNICO JOSÉ CELESTINO MUTISBogotá, D.C.
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www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 67 - Primer Semestre 2002 • Bogotá, D.C. - Colombia
visión integral del papel del ser humano en el entorno
natural lo convierten en el padre de la ecología co-
lombiana, y la mayoría de sus tesis conservan aun hoy
su vigencia.
En vida de Pérez Arbeláez, su trabajo recibió mu-
chísimos reconocimientos, entre ellos el Premio de
Ciencias de la Fundación Alejandro Ángel Escobar,
en 1955; la Medalla al Mérito Universitario, en 1966; el
Premio Luis López de Mesa y el Camilo Mutis Daza de
la Universidad Nacional, en 1968. Fue condecorado con
las órdenes de Boyacá, de Humboldt, la Medalla al
Mérito Universitario y el botón de la Sociedad Geo-
gráfica Colombiana, que siempre lucía en su solapa.
Su pequeña biblioteca, que apenas sobrepasaba
los 5.500 títulos, anotada al máximo y complementada
con diversidad de ficheros, le bastaba para que en
ella cupiera el país entero. Conservó siempre su amor
de escolar por los clásicos, prefiriendo a los latinos
como Tácito, Cicerón y Virgilio sobre los griegos
Teofrasto, Aristóteles, Platón y Jenofonte, aunque reci-
taba de memoria pasajes de la Ilíada. También admira-
ba a Goethe, Shakespeare y Cervantes, y recitaba a
los poetas españoles del Siglo de Oro.
En diciembre de 1971 realizó su último viaje a Santa
Marta, con el fin de llegar hasta la península de La
Guajira y colectar ejemplares en el desierto. El día 30
de ese mismo mes, una trombosis fulminante lo sorpren-
dió mientras contemplaba la bahía descubierta por
Bastidas. Trasladado a Bogotá, el 12 de enero visitó por
última vez el Jardín, donde impartió instrucciones, y el
22, a las 11:00 a.m., rindió su postrer aliento. Tenía 74
años de edad y el cuerpo estragado, pero hasta el final
había conservado su talante de expedicionario.
MATEO CARDONA VALLEJOProfesional en Estudios Literarios de la Pontificia
Universidad Javeriana. Ha coordinado publicacionescomo Gaceta, de Colcultura, y Agenda Cultural, de la
Universidad Jorge Tadeo Lozano.
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Colcultura, 1981.
Alejandro de Humboldt en Colombia: extractos de sus obras, Bogotá, Iqueima,
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lencia / Banco de la República, 1978.
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nes y funcionamiento, Bogotá, Imprenta de Bogotá, 1956.
Guía del Jardín Botánico José Celestino Mutis, Bogotá, Imprenta Nacional,
1971.
Hilea amazónica colombiana, Bogotá, Ministerio de Educación Nacional, 1949.
Hilea magdalenesa: prospección económica del valle tropical del río Magdale-
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José Celestino Mutis y la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Gra-
nada, Bogotá, Tercer Mundo, 1967.
La cuna del porro: insinuación folklórica del Departamento del Magdalena en
Colombia, Bogotá, Antares, 1953.
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1935.
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Mutis y Bosio, 1732-1932, Bogotá, Imprenta Nacional, 1932.
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Instituto de Investigaciones Tecnológicas, 1945.
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Por la Alemania Federal: impresiones de tres viajes después de la segunda
guerra mundial, 1956-1960-1961, Bogotá, Ediciones ABC, 1961.
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Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1983.
Recursos naturales de Colombia (5 vols.), Bogotá, Imprenta del Banco de la
República, 1953-1959.
Suelo, árboles y cultivos: artículos sobre problemas agrícolas, Bogotá, Im-
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anotada al máximo y complementada con diversidad de ficheros,
le bastaba para que en ella cupiera el país entero.