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Texto Litúrgico Exégesis Comentario Teológico Santos Padres Aplicación Ejemplos Predicables Directorio Homilético Información Textos Litúrgicos · Lecturas de la Santa Misa · Guión para la Santa Misa 13 septiembre Domingo XXIV Tiempo Ordinario (Ciclo B) – 2015
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Aug 29, 2019

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Texto Litúrgico Exégesis Comentario

Teológico

Santos Padres

Aplicación Ejemplos

Predicables

Directorio

Homilético

Información

Textos Litúrgicos· Lecturas de la Santa Misa· Guión para la Santa Misa

13septiembre

Domingo XXIVTiempo Ordinario (Ciclo B) – 2015

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Domingo XXIV Tiempo Ordinario (B)

(Domingo 13 de septiembre de 2015)

LECTURAS

Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban

Lectura del libro de Isaías 50, 5-9a

El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que megolpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando meultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; poreso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.

Está cerca el que me hace justicia: ¿quién me va a procesar? ¡Comparezcamos todos juntos!¿Quién será mi adversario en el juicio? ¡Que se acerque hasta mí! Sí, el Señor viene en miayuda: ¿quién me va a condenar?

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 114, 1-6. 8-9

R. Caminaré en la presencia del Señor.

Amo al Señor, porque Él escucha

el clamor de mi súplica,

porque inclina su oído hacia mí,

cuando yo lo invoco. R.

Los lazos de la muerte me envolvieron,

me alcanzaron las redes del Abismo,

caí en la angustia y la tristeza;

entonces invoqué al Señor:

« ¡Por favor, sálvame la vida!» R.

El Señor es justo y bondadoso,

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nuestro Dios es compasivo;

el Señor protege a los sencillos:

yo estaba en la miseria y me salvó. R.

Él libró mi vida de la muerte,

mis ojos de las lágrimas y mis pies de la caída.

Yo caminaré en la presencia del Señor,

en la tierra de los vivientes. R.

La fe, si no va acompañada de las obras, está completamente muerta

Lectura de la carta de Santiago 2, 14- 18

¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fepuede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermanadesnudos o sin el alimento necesario, les dice: «Vayan en paz, caliéntense y coman», y noles da lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada delas obras, está completamente muerta.

Sin embargo, alguien puede objetar: «Uno tiene la fe y otro, obras». A éste habría queresponderle: «Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en cambio, por medio de lasobras, te demostraré mi fe».

Palabra de Dios.

Aleluia. Gal. 6,14

Yo sólo me gloriaré

en la cruz de nuestro Señor Jesucristo,

por quien el mundo está crucificado para mí,

como yo lo estoy para el mundo.

Aleluia.

Tú eres el Mesías…

El Hijo del hombre debe sufrir mucho

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Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Marcos 8, 27-35

Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino lespreguntó: « ¿Quién dice la gente que soy Yo?»

Ellos le respondieron: «Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, algunode los profetas».

«Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?»

Pedro respondió: «Tú eres el Mesías».

Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de Él. Y comenzó a enseñarlesque el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumossacerdotes los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; yles hablaba de esto con toda claridad.

Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando asus discípulos, lo reprendió, diciendo: « ¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tuspensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».

Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: «El que quieravenir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque elque quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia,la salvará».

Palabra del Señor.

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GUION PARA LA MISA

XXIV Domingo del Tiempo Ordinario- 13 de Septiembre 2015-Ciclo B

Entrada: La participación asidua de la Eucaristía nos permite conocer e identificar cadavez más y con más claridad la presencia resucitada del Señor en nuestras vidas. Pidamoshoy reconocerlo y confesarlo una vez más con la confesión sincera de nuestra fe.

Liturgia de la Palabra

Primera Lectura: Is 50, 5-9a

Cristo es el siervo de Yahveh que se entrega en obediencia a los planes del Padreconfiando totalmente en su protección.

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Salmo Responsorial: 114

Segunda Lectura: St 2, 14-18

La fe, para que no esté muerta, debe ir acompañada por obras de justicia.

Evangelio: Mc 8,27-35

Para ganar la vida eterna es necesario tomar la cruz y seguir a Cristo por el camino queÉl escogió para sí, según la voluntad del Padre.

Preces:

A Jesucristo, el Mesías de Dios, presentémosle nuestra oración.

A cada intención respondemos cantando:

* Por la unidad y concordia de todos los fieles cristianos para que den testimonio creíblede la existencia y del amor providente de Dios en el mundo. Oremos.

* Por los que sufren, para que vean en sus sufrimientos y tribulaciones una participacióncorredentora del misterio de la salvación. Oremos.

* Por la dignidad de la familia humana y de cada ser humano y por la conversión detodos los que atentan contra ella. Oremos.

* Para que crezca la conciencia de la importancia fundamental del precepto dominical enel alma de cada cristiano católico para cooperar a la santidad de la Iglesia. Oremos

Ayúdanos, Señor, a llevar nuestra cruz de cada día, y conforta a aquellos porquienes te hemos pedido. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Liturgia Eucarística

Ofertorio:

En oblación perpetua queremos unirnos a la entrega del Salvador, que en esta Eucaristíase renueva para la salud de todo el género humano.

Presentamos:

* Cirios, y con ellos el deseo de iluminar con la luz de la esperanza evangélica a todoslos hombres.

* Pan y vino, para que al transformarse en Sacramento de vida eterna nos dé fortalezapara confesar a Cristo cargando con su Cruz.

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Comunión: Ven Jesús con tu Cruz a reinar en nuestras almas pues no existe otro mediode salvación para nosotros que seguirte fielmente por la vía del Calvario hacia la Gloria.

Salida: ¡Virgen María, Madre que nos acompañas en el camino estrecho delseguimiento de tu Hijo! Guíanos por este sendero cuyo fin es la eterna bienaventuranza.

(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _Argentina)

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Inicio Exégesis · P. Joseph M. Lagrange, O. P.

CONFESIÓN DE SAN PEDRO Y PROMESA DE CRISTO

(Lc 9, 18-21; Mc 8, 27-30; Mt 16, 13-20)

Llegó el día en que Jesús, en cumplimiento de los designios de su Padre, había decididoponer en plena luz sus relaciones con sus discípulos. Éstos le seguían, eran fervorosospartidarios suyos y le amaban tiernamente; lo tenían por profeta poderoso en obras ypalabras, por Hijo del hombre y por Hijo de Dios. Todo lo que en Él se observaba.

Caminando hacia el norte, habían llegado a los alrededores de Cesarea de Filipo, situada enlos extremos del país de Israel, cerca de una de las fuentes del Jordán, peor en tierra que sehabía hecho paga-na. La fuente del río sagrado estaba consagrada por un templo al dios Pan,de donde su nombre Banias, que aún conserva este encantador lugar. Cesarea recordaba alemperador cuyo culto muy pronto iba a dominar a todos los otros: se la denominabaCesarea de Filipo porque el tetrarca semipagano había edificado la ciudad en honor deCésar Augusto. No llegaba hasta allí la dura protesta de los fariseos, que, teniendo porcentro a Jerusalén, perseguían a Jesús hasta en Galilea. Las muchedumbres no obstruían loscaminos; los discípulos, sabiendo que su Maestro no predicaría el reino de Dios a lospaganos, se preguntaban el motivo de esta correría en medio de un país muy poblado, peroen donde ellos vivían más aislados que en el desierto. Después de orar, como invitando asus discípulos al recogimiento y para grabar mejor el carácter divino de lo que iba a hacer,en un apartado (Lc 9, 18) del camino (Mc 8, 27), lejos aún de la ciudad, Jesús le pone enocasión de que abran su pecho confiándole todo su sentir. Para facilitárselo les preguntaprimero qué piensan otros de él. Ellos responden: «Unos te tienen por Juan Bautista; otros,por Elías; otros, por Jeremías o por alguno de los grandes profetas». ¡Singulares conjeturas!La vida de Jesús estaba señalada por tantos milagros, que nadie lo tenía por un hombreordinario. Agotada la savia de los grandes profetas con la muerte de Juan Bautista, no era decreer que en aquellos tristes días apareciese un nuevo profeta. Los ojos estaban puestos en elMesías. Los más instruidos sabían que sería precedido y ungido por Elías. Jesús —que porlo que hasta allí se había visto no se manifestaba como el Mesías— podía ser Elías, suprecursor. Otros atribuían esta misión a Jeremías o a cualquiera otro de los grandes profetas:era lo único que se sabía. En fin, la oscura muerte de Juan no podía ser ningún obstáculoinsuperable a los evidentes designios de Dios. Juan resucitado empezaba ya su obra, y sedaría claramente a conocer.

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«Pero vosotros, insistió Jesús, ¿quién decís que soy yo?» Respondió Pedro: «¡Tú eres elMesías!»

Todos habían sido consultados, Pedro respondió en nombre de todos, aunque sin tiempopara conocer sus pareceres. Sea que le fuese bien conocido su modo de pensar, sea por sucarácter ardiente e irreflexivo, afirmó sin titubeos lo que le dictó su fe y su amor. Jesús,pues, era el Mesías anunciado y esperado: era lo que creía Pedro con toda su alma.

El relato de san Marcos nos dice más al igual que san Lucas, que, según su costumbre, losiguió, pero se nota que está sin terminar. ¿Cómo se puede pensar que Jesús, después dehaber preguntado a sus discípulos sobre lo que otros y ellos opinaban de Él, no les dijese asu vez lo que en realidad era? No preguntó ciertamente por saber, sino para instruir.Recomendarles que nada dijesen, lo mismo podría tomarse por desaprobación que por plenaconformidad. Acaso san Marcos no quiso decir más, porque Pedro, según costumbre, noquisiera verse honrado por la suprema felicitación que Jesús le había dirigido.

La respuesta exigida por las circunstancias se halla en san Mateo y se adapta a la terminanteconfesión de Pedro. Pedro había dicho: «Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo». Era lopropio.

Después de la primera multiplicación de los panes, Jesús había hablado de su persona.Había rechazado el título real porque otro le convenía mejor, el de Hijo de Dios bajado delcielo. Y cuando casi todos se escandalizaban, Pedro, en nombre de los Doce, confesó queJesús es el santo de Dios. Sólo san Juan ha contado los hechos y son precisamente laexplicación de la segunda confesión de Pedro, más madura y más precisa, porque habíarecibido interiores luces. Además, los tres Evangelios sinópticos habían puesto el problemade conciencia sobre el Hijo de Dios, en las confesiones obligadas de los demonios (Mt 8,29; Mc 3, 11; 5, 7; Lc 4, 41; 8, 28) o en la admiración de los hombres delante de un granprodigio (ibíd. 14, 33). En este punto capital, la posición de Pedro es más clara y segura queninguna otra, porque no solamente dice, como los testigos de la tempestad, calmada:«Verdaderamente eres un Hijo de Dios», sino: «Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo»,mostrando así que ha comprendido el alcance de aquella palabra de Jesús: «Como mi Padreviviente me ha enviado» (Jn 6, 57).

Cuando Jesús se declaró Hijo de Dios en presencia de sus jueces, el gran sacerdote rasgóescandalizado sus vestiduras. Si Él realmente no lo fuese, debió manifestar una piadosaindignación a oír las atrevidas palabras de Pedro. De cualquier manera, debía responder.

Nosotros tenemos su respuesta, que aún resuena de día en día y de siglo en siglo ¿Por quéno anunciar el cumplimiento de aquella profecía y ver claramente su realización en lahistoria?

Saludado como Hijo de Dios, Jesús nombra también al padre de su interlocutor, haciendoinmortal el nombre de Jonás. Simón, hijo de Jonás, no ha aprendido de su padre ni de

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pariente alguno según la carne y la sangre la verdad que acaba de afirmar; fue el amor aJesús lo que le introdujo en la amistad del Padre celestial, el cual se la había revelado. Jesús,pues, confirma, en nombre de su Padre, lo que Simón ha dicho de su persona. Ahora dirá Éla su vez lo que piensa de su discípulo. Antes de escoger a Jesús por su Maestro, se llamabaSimón, pero Jesús ya había manifestado (Jn 1, 42) su voluntad de llamarle Cefas, palabraaramea que significa piedra. No se sabe si este vocablo ya había sido usado como nombrepropio, o si Jesús lo creó para expresar su designio. Apoyándose en esta significacióndeclara: «Y yo te digo que tú eres Pedro (Kepha) y sobre esta piedra (Kepha) edificaré miIglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella».

Contra ella, es decir, contra la Iglesia, palabra que no podemos pronunciar sin investirla deuna grandeza inconmensurable, aunque entonces no afirmaba la extensión inmensa de loscongregados que debían seguir a Cristo. Restringida o universal, esta comunidad fuecomparada a un edificio levantado sobre roca. La roca era aquel que había publicado elmisterio de la filiación divina de Jesús: Pedro, pues, sería el fundamento, el órgano de laverdad revelada. Frente a este edificio se veían las puertas de otra ciudadela guarnecida detorres y convertida en baluarte de una potencia enemiga. Estas puertas son las del Hades,nombre tomado del paganismo para designar la estancia de los muertos, y empleada por losjudíos para señalar el lugar de suplicio de los condenados. El reino, pues, de Satanás selevantaría contra el reino terrestre de Cristo, sin poder jamás vencerle ni siquiera conmoverla base sobre la que está edificado.

Pedro sería el jefe espiritual del reino: su maestro de la verdad. Otro símbolo indica tambiénel carácter universal de su poder. El jefe del reino terrestre de Cristo recibirá de él las llavesque todos los amos de la casa confían siempre al mayordomo fiel durante su ausencia. Yporque el reino de la tierra sólo se funda en orden al reino de los cielos, las decisionestomadas por Pedro en la tierra serán ratificadas en el cielo. Lo que él ate en la tierra seráatado en el cielo, y lo que desate en la tierra, quedará desatado en el cielo. Atar y desatarson como dos extremos que abarcan todos los actos de la administración de aquel que tienelas llaves de este reino, comenzando acá abajo y consumado allá arriba, delante de Dios.

Esto fue lo dicho a Simón-Pedro; Jesús no dijo: «Yo te doy este poder a ti y a tussucesores». Hubiera sido necesario explicar el modo de ser de los sucesores, y Jesús noquería dar noticia alguna que sirviera de indicio de la duración del reino por Él fundado. Elhistoriador, que da a las palabras su justo valor, se guarda mucho de adelantar el sentido deellas; concede de buen grado a todas las confesiones protestantes, que la promesa nonombra más que a Pedro, pero no sin exigir que reconozcan sinceramente que Jesús sedirigía muy a las claras a él y que no se trata de un juego de palabras. Jesús no ha acudido aun equívoco interpelando a Pedro para decirle: «Cosa singular es que te llames Pedro, puesyo edificaré mi Iglesia sobre una Piedra, y esa piedra soy yo mismo». No, es sobre Pedrosobre quien es edificada la Iglesia, es decir, que Pedro es el jefe de ella. Así lo entendióPedro, y los apóstoles respetaron su autoridad. Fue a Roma, allí padeció el martirio y allíestá levantada su tumba. La Iglesia le sobrevivía. ¿No tendría ya jefe? Sí, otro ocupó elpuesto de Pedro como pastor del rebaño romano, y heredó su poder sobre el rebaño. Pero,entonces, preguntemos una vez más: la Iglesia, que tenía el sentimiento tan fuertementeinculcado por san Pablo, de ser una, de ser el cuerpo de Cristo, ¿no tendrá fundamentoalguno? Cristo designó a Pedro como el fundamento de ella; el edificio subsistía, losmismos adversarios lucharán en su contra; se mantendrá firme, merced a la roca sobre laque está edificada. Era siempre Pedro quien se sostuvo, pero no Pedro en persona, era suoficio delegado a aquel que ocupara su puesto. La promesa de Cristo no podrá quedarincumplida: su objeto está señalado por el hecho de la sucesión. Aunque en términosencubiertos, aparece evidente cuando las realidades obligaron a revelar toda la verdad en

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ella encerrada.

Tan evidente es esto, que numerosos críticos, los más independientes, pretenden que lamisma Iglesia romana compuso esas líneas que han sido su credencial en todos los siglos.

Es bien sabido que no ejerció su derecho sin que le saliesen al camino sus enemigos.Cuando el Papa Víctor impuso su voluntad en la cuestión de los cuartodecímanos, se opusoel obispo de Éfeso. Si el dichoso texto hubiera sido recientemente redactado, ¿habría nadamás sencillo que publicar la impostura?

Por otra parte, en los cuatro Evangelios no hay pasaje más claramente arameo por sustérminos, por sus metáforas y por su construcción. Por eso se ha acudido a últimas fechas aatribuir su redacción algún judío cristiano para sostener las pretensiones de Pedro enPalestina. Pero el haber prevalecido estas pretensiones, ¿no será porque sencillamente seapoya en la palabra auténtica de Cristo? Cuanto más nos acercamos a su origen, resulta másfácil la explicación de los hechos. Después de la resurrección, Pedro toma el gobierno detodo. En el Evangelio figura ya como jefe. Esto no podía ser a espaldas de Jesús; y si era Élverdaderamente el jefe, debió explicarlo. Y lo explicó en términos grandemente honrosospara Pedro, mirando al porvenir, a un porvenir entonces velado, pero su palabra domina aúncon claridad cada día más intensa y una fuerza que crece en eficacia.

(Lagrange, J. M., Vida de Jesucristo, EDIBESA, Madrid, 2002, p. 222 – 227)

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InicioComentario Teológico· P. José A. Marcone, I.V.E.

Los anuncios de la pasión

Inmediatamente después de que Pedro confesara a Jesús como Mesías e Hijo de Dios,Jesucristo les anuncia que va a morir asesinado por los judíos. Por lo tanto, esto sucedió enjulio o agosto del 781 U.c. El evangelio dice: “Desde entonces comenzó Jesús a manifestara sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, lossumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día” (Mt 16,21).

La ocasión en que Jesús anuncia su muerte tiene mucha importancia. Al hacerloinmediatamente después de la confesión de Pedro quería aclarar cuál era la naturaleza delMesías. Los judíos, y por contagio también los Apóstoles y los discípulos, esperaban unMesías poderoso en obras, que iba a liberar al pueblo judío con poder humano, un Mesíasespectacular y político, que con fuerzas humanas iba a acabar con los enemigos del pueblojudío. Esta concepción estaba originada en la corrupción teológica de los fariseos. Elloshabían falseado la interpretación de la Sagrada Escritura y habían cercenado todo lo que enellas se decía del Mesías sufriente. En efecto, Isaías presenta al Mesías como el Siervosufriente, aquel que carga sobre sus hombros el pecado del mundo y es llevado al mataderocomo un cordero manso (cf. Is 53,1-12). Pero los fariseos habían borrado de un plumazotodo el aspecto doloroso de las profecías sobre el Mesías, para poder maquillar la verdaderafisonomía del Mesías y presentar un Mesías más aceptable para la sensibilidad humana,quitando de esa manera lo esencial del Mesías, es decir, su misión de redimir al hombre del

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pecado a través de su sufrimiento. Esto también estaba profetizado en Isaías: “¡Y con todoeran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! (…) Él hasido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nostrae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados. (…) Yahveh descargó sobre él la culpade todos nosotros. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó sobre sí los crímenes deellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre, porque seentregó a sí mismo a la muerte y fue contado entre los malhechores; él tomó sobre sí elpecado de las multitudes e intercedió por los pecadores” (Is 53,4-6; 11-12).

Ahora que Pedro (y junto con él todos los Apóstoles) había declarado con toda claridad cuálera la personalidad de Cristo, Dios y Mesías, era necesario aclarar qué tipo de Mesías era.En el evangelio de San Marcos se indica las cuatro experiencias que el Mesías debe pasarpara configurarse como el Mesías del sufrimiento: padecer mucho, ser rechazado, ser muertoy resucitar (Mc 8,31). Y esto es presentado con una necesidad teológica: es necesario que elHijo del hombre padezca; el Hijo del hombre debe padecer. Esta es una expresión técnica enteología y en exégesis llamada pasivo teológico. La frase ‘es necesario’ está en voz pasiva,y expresa una voluntad absoluta de Dios que no puede dejar de cumplirse. Por lo tanto, elhecho de que Cristo la exprese de esta manera indica que se trata de una revelación divina.Al presentar la necesidad de su sufrimiento con esa frase está expresando que es Dios quienle ha comunicado esa verdad y Él se la manifiesta a sus Apóstoles como una verdad divinaque debe ser aceptada porque viene directamente de Dios.

Y es precisamente aquí donde Pedro muestra sus limitaciones. Si antes había manifestadouna gran delicadeza para identificar una revelación del Padre indicándole que Jesucristo esDios y es el Mesías, ahora equivoca el rumbo interpretando la frase de Jesús como novenida de Dios; es decir, no acepta la palabra de Cristo acerca de su sufrimiento como unarevelación de Dios. Su concepción humana del Mesías y su repugnancia natural alsufrimiento lo hacen rechazar el aspecto doloroso del Mesías y lo hacen desconocer unarevelación divina.

El verbo que usa Pedro para amonestar a Jesús es el verbo reprender (en griego: epitimán);y Jesús usa el mismo verbo para reprender a Pedro. “Tomándole aparte, Pedro, se puso areprenderle. Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole:«¡Ve detrás de mí, satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de loshombres»” (Mc 8,32-33). Y el verbo epitimán es el que usa el evangelista San Marcos paradescribir la expulsión de un espíritu impuro (Mc 1,25; 3,12; 9,25). Por lo tanto, es como siPedro, al escuchar las palabras de Jesús sobre el sufrimiento y la muerte, viera en Jesús unmal espíritu que es necesario arrojarlo de Jesús. Y Jesús lo mismo respecto a Pedro. Unoquiere liberar al otro de su espíritu. Pero la frase de Jesús quita toda incertidumbre. Es Pedroel que, al rechazar el sufrimiento, se ha puesto en la línea del Mesías que satanás deseaba:un Mesías que rechazara la cruz y la muerte, tal como el mismo demonio trató de hacer conJesús en las tentaciones del desierto.

En ningún paso del evangelio se narra un disenso tan fuerte entre Jesús y Pedro. Pedro nosiente que esa sea la disposición de Dios, no está abierto a la revelación del Padre que Jesúsles proclama: “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho y sea matado”. Jesús noacepta la situación confidencial y privada que Pedro busca, sino que, implicando a los otrosdiscípulos, lo reprende abiertamente. En realidad, la frase que usa Jesús para indicar a Pedrolo que debe hacer es, literalmente, “ve detrás de mí” (en griego: hupáge opíso mou). Son lasmismas palabras que usó Jesús para llamarlos a su vocación de discípulos. Quiere decir que

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Jesús reubica a Pedro en el lugar que le corresponde. Pedro no se había colocado comodiscípulo, sino como maestro de Jesús, como maestro del Maestro. Y esto Jesús no lo aceptade ninguna manera. Jesús ha hecho una verdadera revelación de la voluntad de Dios yPedro, al oponerse a las palabras de su Maestro, se contrapuso a Dios mismo, se comportóexactamente como satanás, que es el opositor de Dios por antonomasia.

Otro aspecto que demuestra la ceguedad de Pedro y su horror por el sufrimiento es que nocapta que Jesús también está revelando y anunciando su resurrección: “El Hijo del Hombredebe padecer mucho, ser rechazado (…), y ser llevado a la muerte y resucitar después detres días” (Mc 8,31). También la resurrección formaba parte de esta revelación de lavoluntad de Dios. Pero el temor al dolor y a la prueba había enajenado completamente susespíritus.

De esta manera Jesús completa la revelación acerca del Mesías. Había aceptado comovenidas del Padre las palabras de Pedro con las que lo reconocía Dios y Mesías. Ahoracompleta esa revelación precisando cómo sería el Mesías: no un Mesías espectacular ytriunfador con medios humanos, sino un Mesías sufriente, lleno de dolor, que ofrecería susufrimiento por la salvación del mundo.

Esto sucede casi al fin de la segunda etapa de la su vida pública, la etapa más larga, la queÉl consagra a formar a sus discípulos, a darles su doctrina, a formar la Iglesia; en otrapalabras, la etapa de Galilea. En la tercera etapa, que veremos dentro de poco, la etapa dela subida a Jerusalén, Jesús vuelve a anunciar sus sufrimientos, su muerte y su resurrecciónotras dos veces. Con el anuncio que acabamos de presentar son tres las veces que Jesúsanuncia su muerte. El número tres implica plenitud e insistencia. Jesús quiere dejar muyclaro en qué consiste su mesianidad, la mesianidad del dolor, y de esta manera prepara a susdiscípulos para el escándalo de la cruz (cf. 1Cor 1-2).

En Mc 9,31 Jesús dice otra vez: “El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de loshombres, y lo matarán, y después de muerto resucitará a los tres días”.

Y de nuevo vuelve a repetir más adelante, en Mc 10,33-34, de una manera mucho másdetallada: “Mirad, subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los príncipesde los sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles; seburlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán, pero después de tres días resucitará”.

A este tercer anuncio de su muerte sigue otra incomprensión de sus discípulos; una vez másel mensaje de la cruz crea oposición. Esta la vez la oposición se manifiesta a través delpedido de Juan y Santiago, hijos del Zebedeo, de sentarse a la derecha del Hijo del hombrecuando Él esté en su reino. Jesús habla de sufrimiento y ellos hablan de poder. Esto daráocasión a Jesucristo para enseñarles que el mensaje central del evangelio y la actitudcorrecta de todo discípulo es, en todo momento, el servicio a los más pobres y a los másnecesitados: “Quien quiera llegar a ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; yquien entre vosotros quiera ser el primero, que sea esclavo de todos” (Mc 10,43-44).

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Y con este motivo Jesucristo dirá una frase que es esencial para entender todo el evangelioy para entender el tipo de Mesías que será Jesús: “Porque el Hijo del Hombre no ha venidoa ser servido, sino a servir y a dar su vida en redención de muchos” (Mc 10,44). ¿A quéredención se refiere? A la redención del pecado. Ya lo había dicho Juan Bautista: “He ahí elCordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29). De esta manera Jesucristocompleta toda su doctrina respecto a sí mismo: es Dios hecho hombre y es el Mesías, peroun Mesías que morirá en la cruz para salvar a los hombres de sus pecados; su sangre será elprecio de nuestra redención. La misión del Mesías es una misión espiritual, ordenada a laconsecución de la vida eterna; no es una misión temporal, circunscripta a esta tierra. Y esamisión encuentra su culmen y su núcleo más importante en su pasión, muerte yresurrección.

Con esto Jesucristo completa todo aquello que quería revelarles a sus discípulos sobre símismo: es Dios, es el Mesías y un Mesías sufriente por el perdón de los pecados. Nosacercamos al final de esta segunda e importante etapa. Sólo queda considerar el misterio desu Transfiguración, que será el ápice de esta segunda etapa y la preparación para la tercera.

Cf. Stock, K., Vangelo secondo Marco…, p. 139 – 140.

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InicioSantos Padres· San Gregorio Magno

Llevar la cruz junto con Cristo

Como nuestro Señor y Redentor vino al mundo cual hombre nuevo, dio al mundo preceptosnuevos; pues a nuestra vida antigua, amamantada en los vicios, opuso su contrario y nuevo

modo de vivir. Porque el hombre viejo y carnal, ¿qué es lo que había aprendido sino aguardar para sí lo propio, arrebatar lo ajeno, si podía, y apetecerlo cuando no podía? Pero elmédico celestial a cada uno de los vicios opuso remedios que les salieran al paso; porque asícomo en el arte de la medicina el calor se cura con el frío, y el frío con el calor, así nuestroSeñor opuso a los pecados remedios contrarios, mandando a los lúbricos continencia; a los

duros de corazón, largueza; a los iracundos, mansedumbre, y a los soberbios, humildad.

En efecto, al proponer a los que le seguían nuevos preceptos, dijo (Lc 14, 33): Cualquierade vosotros que no renuncia todo lo que posee, no puede ser mi discípulo. Como siclaramente dijera: Los que, según el antiguo modo de vivir, apetecéis lo ajeno, si queréisconvertiros, dad generosamente de lo vuestro.

Pero oigamos lo que dice en esta lección: Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo.Allí se dice renunciemos a lo nuestro; aquí se dice que renunciemos a nosotros mismos. Esverdad que tal vez no sea costoso para el hombre el renunciar lo que posee, pero sí que esmuy costoso el renunciarse a sí mismo. En efecto, el renunciar lo que se posee tiene menosimportancia, pero la tiene mucho mayor el renunciar lo que se es.

2. Pues bien, el Señor, a los que venimos a Él, ha mandado que renunciemos nuestras cosas,porque todos los que venimos a la palestra de la fe tomamos a nuestro cargo el luchar contra

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los espíritus malignos; ahora bien, los espíritus malignos nada poseen en este mundo; porconsiguiente, con ellos, desnudos, debemos luchar nosotros desnudos; porque, si uno queestá vestido lucha con quien está desnudo, pronto será echado a tierra, porque tiene pordonde ser asido. ¿Y qué son todas, las cosas terrenas sino algo a manera de vestidos? Luegoquien corre a luchar contra el diablo debe despojarse de los vestidos para no sucumbir; nadade este mundo posea con amor; no se procure de las cosas temporales deleite alguno, no seaque, por cubrirse con tal apetito, tenga por donde ser sujetado para caer.

Mas no es bastante renunciar a nuestras cosas si no renunciamos además a nosotros mismos.Pero... ¿qué es lo que estamos diciendo? ¿Que nos renunciemos también a nosotrosmismos? Pues si nos renunciamos a nosotros mismos, ¿adónde iremos fuera de nosotros?¿O quién es el que va si él mismo se deja?

Pero es que somos una cosa en cuanto caídos por el pecado, y otra en cuanto formados porla naturaleza; una, cosa es lo que nos hemos hecho, y otra lo que hemos sido hechos.Renunciémonos en lo que nos hemos convertido pecando, y mantengámonos cuales hemossido hechos por la gracia. Vedlo, pues; el que ha sido soberbio, si, vuelto a Cristo, se hahecho humilde, ya se ha renunciado a sí mismo; si un lujurioso ha cambiado su vida encontinente, también se ha renunciado en lo que fue; si un avaro ha dejado de ambicionar yquien antes arrebataba lo ajeno ha aprendido a dar generosamente de lo propio, ciertamentese ha negado a sí mismo; él es el mismo en cuanto a la naturaleza, es verdad; pero no es elmismo en cuanto a la maldad; que por eso está escrito (Pr 12, 7): Da una vuelta a los impíosy no quedará rastro de ellos; porque, vueltos los impíos, desaparecerán, no porque enabsoluto no tengan ser, sino porque no estarán ya en el pecado de su maldad.

Luego, cuando cambiamos lo que fuimos en lo viejo del pecado y nos mantenemos firmesen aquello para lo que hemos sido llamados por la novedad de la gracia, entonces nosnegamos, entonces nos dejamos a nosotros mismos.

Examinemos cómo se había negado San Pablo, cuando decía (Ga 2, 20): Vivo yo, o másbien, ya no vivo yo. En efecto, habíase extinguido aquel perseguidor cruel y habíacomenzado a vivir el piadoso predicador, pues si hubiera permanecido el mismo, claro queno sería piadoso.

Pero, ya que dice que no vive, díganos cómo es que predica tan santamente enseñando laverdad; y en seguida añade: sino que Cristo vive en mí. Como si claramente dijera: Yocierto es que me he extinguido a mí mismo, porque ya no vivo según la carne; pero no estoymuerto en mi ser natural, porque vivo según el espíritu en Cristo.

3. Diga, pues, diga con razón la Verdad: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a símismo; porque quien no deja de estar en sí mismo, no puede acercarse a lo que está másalto que él, ni puede alcanzar lo que está más arriba que él mientras no haya aprendido asacrificar lo que tiene.

Así se trasplantan los arbustos para que prosperen, y, por decirlo así, se les arranca de raízpara que crezcan. Así desaparecen las semillas al mezclarse con la tierra, para que crezcanmás abundantes, conservando sus especies; pues por donde parece que han perdido el serque tenían, por ahí reciben el aparecer lo que no eran.

Pues bien: el que ya se ha negado a los vicios, debe procurarse las virtudes en las cualescrezca; porque, después de haber dicho: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a símismo, en seguida añade: Cargue con su cruz y sígame.

De dos maneras se carga con la cruz: o afligiendo el cuerpo con la abstinencia o afligiendoel alma con la compasión hacia el prójimo.

Veamos cómo San Pablo llevó de ambos modos su cruz, el cual decía (1 Co 9, 27): Yo

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castigo mi cuerpo y lo esclavizo, no sea que, habiendo predicado a los otros, venga yo a serreprobado. Bien: ya hemos oído cómo llevó la cruz de la carne: mortificando el cuerpo;oigamos cómo llevó la cruz del alma en la compasión del prójimo. Dice, pues (2 Co 11, 29);¿Quién enferma que no enferme yo con él?¿Quién es escandalizado que yo no me requeme?Efectivamente, el perfecto predicador, para dar ejemplo de abstinencia, llevaba la cruz en elcuerpo, y porque sentía en sí los daños de la flaqueza ajena, llevaba la cruz en el corazón.

Ahora bien, como ciertos vicios andan cercando a las virtudes, deber nuestro es decir quévicio acecha desde muy cerca a la abstinencia de la carne y cuál a la compasión del prójimo.La vanagloria, pues, algunas veces asalta de cerca a la abstinencia de la carne; porque,cuando se echan, de ver el cuerpo macilento y flaco y la palidez del rostro; se alaba la virtudque salta a la vista; y cuanto más de manifiesto se muestra a los ojos humanos, tanto másrápidamente se derrama afuera; y generalmente lo que parece hacerse por Dios, se hacesolamente por los aplausos humanos; como lo demuestra bien aquel Simón que, hallado enel camino, lleva alquilado la cruz del Señor. En efecto, se llevan las cargas ajenas enalquiler cuando se hace algo por algún ansia de vanidad. ¿Y quiénes están representados enSimón sino los abstinentes y arrogantes, que afligen, sí, su carne con la abstinencia, perointeriormente no reportan el fruto de la abstinencia? Por tanto, Simón lleva en alquiler lacruz del Señor; esto es, el pecador, cuando no procede en el bien obrar con buena voluntad,realiza sin fruto la obra del justo. Por eso el mismo Simón lleva la cruz, pero no muere; quees decir: los abstinentes y arrogantes ciertamente afligen su cuerpo con la abstinencia, peroviven para el mundo por el afán de vanagloria.

También la falsa piedad acecha oculta a la compasión del alma, de tal suerte que a veces lalleva hasta condescender con los vicios; siendo así que para con las culpas no se debeejercer la compasión, sino el celo; porque al hombre se debe la compasión, pero a los viciosla rectitud; de tal suerte que a un tiempo amemos lo que en la criatura ha hecho Dios yahuyentemos lo malo que la criatura ha hecho, no sea que, si incautamente dejamos pasarlas culpas, parezca, no que compadecemos por caridad, sino que condescendemos pornegligencia.

4. Prosigue: Pues quien quisiere salvar su vida, la perderá; mas quien perdiere su vidapor mí, la encontrará. Así se le dice al fiel: quien quisiere salvar su vida, la perderá; masquien perdiere su vida por mí, la encontrará. Es como si a un labrador se le dijera: Siguardas el trigo, lo pierdes; si lo siembras, lo hallas de nuevo. ¿Quién no sabe que el trigo,cuando se siembra, desaparece de la vista y muere en la tierra?; pero, por lo mismo que sepudre en la tierra, reverdece renovado. Ahora bien, como la santa Iglesia tiene unos tiemposde persecución y otros tiempos de paz, nuestro Redentor da preceptos distintos para unostiempos y para los otros. En tiempo, pues, de persecución hay que dar la vida; pero entiempo de paz hay que quebrantar los deseos terrenales que más ampliamente puedendominarse.

San Gregorio Magno, Obras de San Gregorio Magno, Homilía XII , 1-4, BAC Madrid1958, 697-700

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Aplicación· P. Alfredo Sáenz, S.J.· San Juan Pablo II· S.S. Benedicto XVI

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· P. Gustavo Pascual, I.V.E.

P. Alfredo Sáenz, S.J.

EL MARTIRIO

La profecía de Jesús acerca de sus sufrimientos futuros, de su pasión, de su muerte, de suresurrección al tercer día, expresada sin ambages, con toda claridad y de manera cruda, sinduda que provocó en los apóstoles una verdadera -conmoción.

Nos impresiona el verbo que empleó el Señor para expresar ese misterio: "y comenzó aenseñarles —se nos dice— que el Hijo del hombre debía sufrir mucho...". Extraño este"deber" de Jesús: debía sufrir mucho. ¿Acaso no podía elegir otro modo para salvamos? Porcierto que sí, pero en el plan por El determinado entraba necesariamente el sufrimiento y lamuerte. Era la única manera de pasar a la resurrección, de hacer la pascua a la gloria delcielo.

Jesús nos revela aquí el secreto de su mesianismo: será por el dolor. Es aquellopreanunciado por el profeta Isaías en la primera lectura que escuchamos hoy, al poner enboca del Siervo de Dios estas terribles palabras: "Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,y mis mejillas a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban yescupían". Parece una descripción precisa de lo que el Señor sufriría en los crueles días desu Pasión.

Pero la revelación de Cristo no culmina con esta profecía. Sus palabras atañen también anosotros, nos atañen. Porque, como leemos en el evangelio, llamando Jesús a la multitud ya sus discípulos, entre los cuales podemos justamente incluirnos, les dijo, y nos dice: "El quequiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.Porque el que quiera salvar su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí y por elEvangelio la salvará". Palabras tremendas del Señor, que han sido siempre tan difíciles deser aceptadas a lo largo de la historia. No podemos eludirlas, amados hermanos. Pertenecena la esencia misma del cristianismo. Ya que si repasamos con atención el conjunto de losevangelios, advertimos que es aquél uno de los anuncios sobre el que Cristo vuelve con másfrecuencia. Nos dice, por ejemplo, en el evangelio de San Juan: "Si el mundo os odia, sabedque primero me ha odiado a mí. Si vosotros fuerais del mundo, el mundo os amaría comocosa suya. Pero como no sois del mundo, sino que yo os elegí y os saqué de él, el mundo osodia. Acordaos de lo que os dije: el servidor no es más grande que su señor". Y asimismonos dejó dicho que si a El "lo odiaron sin motivo", será para nosotros una gracia y un honorsupremo "ser odiado por todos a causa de su nombre".

Con estas expresiones tan vigorosas se entronca el texto de hoy: "El que quiera salvar suvida la perderá, y el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará". No se refiereel Señor a una posible eventualidad, sino a una situación ineludible para todo cristiano,porque por el hecho de haber optado por Cristo, provocamos necesariamente la decisiónopuesta, "el odio de los otros". Esa cruz a la que Jesús nos invita, este cargar la cruz, esteperder la vida, excluye taxativamente que sigamos sirviendo al otro señor, al mundo.

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Cuando decimos "mundo" no nos referimos a las creaturas que lo integran, originalmentehechas por Dios, y por consiguiente buenas. Nos referimos al "mundo" en su sentidopeyorativo, al mundo enemigo radical de Dios, al mundo de las concupiscencias, delpecado. Pues bien, no podemos servir a Cristo, y al mismo tiempo mantener relacionescordiales con el mundo hostil a Cristo. Entre nosotros y el mundo no puede darse ningúntipo de "coexistencia pacífica". El que pretenda seguir a Cristo deberá elegir la cruz, asemejanza de El, como el lugar de su muerte, no hipotética, sino real.

Las palabras del Señor son palmarias: El que quiera salvar su vida, la perderá. El quequiera quedar bien con el mundo, con el ambiente, con el qué dirán, con los criteriosdominantes, con una época que busca el paraíso en la tierra, ése tal, aunque aparentementetriunfe en este mundo, sepa que perderá su vida. Lo dice el Señor. No sólo perderá esta vidaterrena que tanto amaba, al llegar el momento de la muerte, sino que perderá la vida de unamanera mucho más esencial y dolorosa, la perderá para siempre. En cambio, agrega elSeñor, el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Es decir, el que no seentrega al hedonismo, el que acepta la mortificación como un ingrediente necesario de suexistencia cristiana, el que no busca el aplauso de los hombres y los éxitos mundanos, ésetal, aunque aparentemente fracase en este mundo, sepa que salvará su vida. Lo dice elSeñor. La salvará no sólo en este mundo, en donde a pesar de todas las tribulaciones, detodas las "pérdidas", conocerá la alegría, el gozo profundo de quien se sabe fiel a Dios, sinoque también la salvará para la otra vida, y por una eternidad.

Estas palabras, queridos hermanos, son sin lugar a dudas muy agrestes, por no deciragresivas para nuestra sensibilidad. Fácilmente nos sentimos refractarios a ellas. Pero yo,como sacerdote, no tengo derecho a predicar lo que agrada a la sensibilidad de ustedes y ala mía, sino que debo ser intérprete verídico de las enseñanzas del Señor. Y es El quien nosdice estas cosas tan arduas de aceptar. Pero que son, en el fondo, ampliamenteconsoladoras, si tenemos el instinto de las cosas religiosas.

El lugar desde donde el Señor nos habla hoy, y al cual nos invita, la cátedra de su enseñanzay el destino de nuestro compromiso bautismal es la cruz. Desde esa sede —ruda sede a lacual lo condujo el odio del mundo y en la que el Señor debió "perder su vida" para luego"salvarla" en su resurrección—, desde esa sede solicita hoy nuestra personal adhesión. "Elque quiera venir detrás de mí —nos ha dicho sin vueltas—, que renuncie a sí mismo, quecargue su cruz, y me siga".

Según este discurso del Señor, el estado de persecución constituye el estado normal de laIglesia en el mundo, y el martirio es para cada uno de nosotros la expresión normal denuestra existencia cristiana. No que la Iglesia deba ser perseguida siempre y en todas partes,pero cuando lo es en algún lugar o en algún momento, habrá de acordarse que estáparticipando en la cruz de Cristo. "Os he advertido esto —nos dejó dicho el Señor— paraque cuando llegue la hora recordéis que ya lo había dicho". Ni significa esto que cadacristiano habrá de sufrir un martirio cruento, con derramamiento de sangre, pero sí quedebería considerar la presunta realización del martirio no como algo raro y exótico,reservado para algunos privilegiados, sino como la manifestación externa de un estadointerior que hay que vivir todos los días. Vivir interiormente en situación de martirio. SanPablo es muy explícito al respecto: "Si uno solo murió por todos, entonces todos hanmuerto. Cristo murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí'. Tal debeser nuestra disposición, nuestra actitud interior: crucificados con Cristo. Ya no soy yo quienvivo, sino Cristo crucificado quien vive en mí, no haciendo yo otra cosa que completar con

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mi sufrimiento lo que falta a la Pasión de Cristo.

Frente al espectáculo de Cristo clavado en cruz no podemos contentarnos con agradecerletanta generosidad. Debemos dejar que sus clavos atraviesen nuestras manos, que la lanzaque se hundió en su costado perfore también el nuestro, que su corona de espinas cubranuestra cabeza. En cada uno de nosotros, Dios Padre quiere reconocer a su Hijo, y a su Hijocrucificado. Al fin y al cabo somos miembros de su cuerpo ensangrentado. "Si uno solomurió por todos, entonces todos han muerto". Por eso la disposición al martirio es la pruebadecisiva de nuestra autenticidad cristiana. Martirio que, si es verdadero, habrá demanifestarse en la vida de cada día, muriendo cotidianamente a los recurrentes rebrotes delhombre viejo. Mi disposición a morir por Cristo es mi única respuesta adecuada a la Pasióndel Señor.

Nos dice el evangelio que cuando Jesús explicó estas cosas, estas cosas tan duras, que debíasufrir mucho, que iba a ser rechazado y condenado a muerte, se le acercó Pedro, y comenzóa reprenderlo. Reprendía a Jesús porque no quería presentarse como Mesías terreno,triunfador en este mundo, solucionador de problemas económicos, políticos y sociales.Quizás en todo el Nuevo Testamento no haya otro lugar donde quede mejor resaltado elcontraste entre el cometido divino de Jesús y las esperanzas mesiánicas humanas de carácterpuramente terrenal. Jesús quería ser Mesías, pero muriendo en cruz. Por eso respondió a laspalabras de Pedro con una expresión durísima:"¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porquetus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres". Pedro era acá la boca deSatanás. Así como en el desierto el demonio había intentado apartar al Señor de su misiónredentora a través del sufrimiento, aquí Pedro quiere que Cristo eluda la cruz, lo tienta deinfidelidad a su vocación de salvador por medio del dolor. Luego, cuando Cristo fueraelevado en alto, sobre la cruz, algunos de los circunstantes gritarían: "¡Que baje de la cruz ycreeremos en El!". Tal es la tentación que sufre la Iglesia a lo largo de los siglos. Siempre laIglesia escucha el grito tentador del mundo: Que baje de la cruz, que olvide sus pretensionesdivinas y se haga humana, que se integre en el nuevo orden mundial, que participe en laedificación de un mundo temporal inmanentista, impermeable al llamado de la eternidad,que no predique más la necesidad del sufrimiento para salvarse. Y creeremos en ella. Laaceptaremos en el seno de una nueva sociedad hedonista y feliz. Pero estos pensamientos,amados hermanos, "no son los de Dios, sino los de los hombres". La Iglesia, como tal,nunca consentirá a semejante cosa.

Vamos a seguir el Santo Sacrificio de la Misa. Cristo, el primero de los Mártires, renovaráahora sobre el altar su sacrificio redentor. Durante siglos, la Iglesia acostumbró poner bajoel altar las reliquias de un mártir, para indicar así que la Pasión de Cristo se continúa en lapasión de los santos, de los miembros de su cuerpo. De modo tal que la misa no es sólo elsacrificio de Cristo sino también el sacrificio de sus miembros, el sacrificio de la Iglesia,que se adhiere al sacrificio de Cristo y a él se une de manera indisoluble. Inmolémonos hoyjuntamente con el Señor, hagamos de su sacrificio nuestro propio sacrificio, tratemos desaborear el gusto de la cruz, amargo en un primer momento, pero que tiene resabios dealegría y de felicidad eternas. Y luego vayamos a comulgar el Cuerpo martirizado de Jesús ysu Sangre derramada para que el Señor nos aliente a tomar cada día la cruz y a seguirlo sinvacilaciones ni falaces concesiones.

(SAENZ, A., Palabra y Vida, Ciclo B, Ediciones Gladius, Buenos Aires, 1993, p. 249-254)

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S. Juan Pablo II

1. “¿Qué aprovecha, hermanos míos, si alguien dice que tiene fe, pero no tiene obras?”(Sant 2, 14).

Con esta pregunta, Santiago hoy nos invita a reflexionar seriamente sobre el contenido de lafe y la necesidad de expresarla en obras de justicia y caridad.

Es ciertamente necesario tener fe - observa el apóstol -, pero ¿qué fe? ¿de qué fe se trata?

“Si no tiene ninguna obra (la fe) está muerta en sí misma” (Sant 2, 17).

2. Evangelio de hoy nos ayuda a comprender el auténtico significado de la fe cristiana: laadhesión personal al Redentor del hombre.

Jesús, en el camino a Cesarea de Filipo, interroga a los discípulos, “¿quién dicen loshombres que soy yo?” (Mc 8, 27). Responden que para algunos es Juan Bautista resucitado,para otros es Elías o uno de los grandes profetas. La gente estima a Jesús de Nazaret, tienende él un concepto indudablemente positivo: muchos lo consideran un “enviado de Dios”,pero aún no lo reconocen como el Mesías anunciado y esperado.

“¿Y ustedes, quién dicen que soy yo?” (Mc 8, 29). Aquí están las preguntas con las queJesús responde a las diferentes respuestas. Esta vez, en una manera clara y decidida, sedirige a ellos, a los apóstoles; los obliga a tomar una postura personal.

Peter siempre impetuoso y corajudo, exclama con clara sinceridad en nombre de todos: “túeres el Cristo”. (Mc 8, 29).

3. “¿quién decís que soy yo?”.

Voz de Cristo resuena en la historia, a lo largo de la incesante sucesión de acontecimientos.Se hace sentir en la iglesia; se dirige todos y nadie puede permanecer indiferente. ¿Cuál esnuestra respuesta?

"Tú eres el Cristo".

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Como Pedro y con él, la comunidad eclesial repite la misma profesión de fe y señala a lahumanidad el Salvador, que "al morir dio vida al mundo" (del el rito de la Misa).

La nuestra, por lo tanto, no es una fe cualquiera.

Es escucha humilde de la palabra divina; es profesión de fidelidad a Aquel que se define elCamino, la Verdad y la Vida; es proclamación gozosa de su victoria sobre el pecado y lamuerte; es aceptación incondicional de su ley.

La fe es anuncio de un Mesías sufriente - el siervo de Yahvé -, que para redimir a lahumanidad se sometió sin resistencia a la prueba humillante de la pasión, como había sidopredicho por el profeta Isaías: “Ofrecí mi espalda a los que golpeaban, y mis mejillas a losque me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían” (Is 50, 6).

4. El Señor mismo hace una pausa para explicar el significado de su misión mesiánica: éltiene que sufrir, ser rechazado y muerto, mas resucitar después de tres días.

Su discurso permanece oscuro a sus oyentes, ya que tienen en mente la idea de un Mesíaspoderoso y glorioso. Entonces Pedro llevándole aparte, lo regaña. El Señor responde confirmeza: “Detrás de mí, satanás! Porque no piensas según Dios, sino según los hombres!”(Mc 8, 33).

La naturaleza humana se rebela ante la perspectiva de la pasión. El discípulo fiel, todavía,no puede hacer otra cosa que seguir a su Maestro, abandonando la seguridad aparente decertezas racionales y aceptando libremente los planes de Dios. Este tipo de proyectos,incluso cuando parecen incomprensibles, es siempre para nuestro bien. Llevan acumplimiento el plan de misericordia y salvación preparado para nosotros desde toda laeternidad.

5. A la humanidad que se debate en la duda, en la indiferencia, en la desesperada búsquedade bienestar, a menudo confundida con la sola satisfacción material de los deseos humanos,la Iglesia sigue proclamando esta impactante novedad: el misterio Pascual. "Cristo, muerto yresucitado por todos, siempre le da al hombre, a través de su Espíritu, la luz y la fuerza pararesponder a su altísima vocación, y no ha sido dado en la tierra otro nombre entre loshombres, mediante el cual podamos ser salvados” (Gaudium et spes, 10).

Cristo es la respuesta plena y definitiva a cada aspiración nuestra. Y él nos llama a seguirloen el camino de la Cruz.

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“Quien persevere hasta el fin se salvará" (Mt 10, 22).

¿6. Queridos hermanos y hermanas, no es la liturgia de hoy una vibrante exhortación aredescubrir el don de la fe que hemos recibido gratuitamente?¿No es una invitación a haceractivo y operante nuestro testimonio evangélico?

La contemplación del misterio de la cruz nos guía al humilde y dócil seguimiento de Cristo.“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porquequien quiera salvar su vida, la perderá...” (Mc 8, 34-35).

En la escuela del Verbo Encarnado, entendemos que es sabiduría divina aceptar con amor laCruz: la Cruz de la humildad de la razón ante el Misterio; la Cruz de la voluntad en lapráctica fiel de toda la ley moral, natural y revelada; la Cruz del propio deber, a vecespesado y poco gratificante; la Cruz de la paciencia en la enfermedad y en las dificultades decada día; la Cruz del compromiso sin cesar por responder a la propia vocación; la Cruz de lalucha contra las pasiones y las insidias del mal.

Mirando el crucifijo -y hoy la fiesta de la exaltación de la cruz nos ha recordado que laCruz es la gloria y exaltación de Cristo- nos animamos a negarnos a nosotros mismos,tomar nuestra cruz diariamente y caminar detrás de él.

De la muerte nace la vida: “Quien pierda su vida por causa mía, la salvará”.

“Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos; porque por tu santa cruz redimiste al mundo” (dela liturgia de la fiesta de la exaltación de la Cruz).

8. Caminad en la presencia del Señor!

«Amo al Señor, porque escucha el clamor de mi plegaria...!» (PS 114, 1).

El salmo responsorial nos invita a alabar a Dios porque nos ha escuchado en el momento dela necesidad.

Él es bueno y justo: ¡nuestro Dios es misericordioso!

No nos abandona en la prueba. Nos apoya en el esfuerzo. Nos libre del mal.

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Por esto podemos afirmar con San Pablo: « Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro SeñorJesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo.»(aclamación al Evangelio).

De ninguna otra cosa queremos gloriarnos si no de la Cruz de Cristo. Señora de los Dolores,que hoy veneramos con especial devoción, ayúdanos a amar la Cruz. Ayúdanos a seguir aJesús.

"Fac ut ardeat cor meum en amando Christum Deum ut sibi complaceam!". Amén!

(Parroquia de Santo Tomás de Villanueva, Castel Gandolfo,

Domingo, 15 de septiembre de 1991)

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SS. Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas:

Este domingo —XXIV del tiempo ordinario— la Palabra de Dios nos interpela con doscuestiones cruciales que resumiría así: "¿Quién es para ti Jesús de Nazaret?". Y acontinuación: "¿Tu fe se traduce en obras o no?". El primer interrogante lo encontramos enel Evangelio de hoy, cuando Jesús pregunta a sus discípulos: "Vosotros, ¿quién decís quesoy yo?" (Mc 8, 29). La respuesta de Pedro es clara e inmediata: "Tú eres el Cristo", estoes, el Mesías, el consagrado de Dios enviado a salvar a su pueblo. Así pues, Pedro y losdemás Apóstoles, a diferencia de la mayor parte de la gente, creen que Jesús no es sólo ungran maestro o un profeta, sino mucho más. Tienen fe: creen que en él está presente y actúaDios. Inmediatamente después de esta profesión de fe, sin embargo, cuando Jesús porprimera vez anuncia abiertamente que tendrá que padecer y morir, el propio Pedro se oponea la perspectiva de sufrimiento y de muerte. Entonces Jesús tiene que reprocharle con fuerzapara hacerle comprender que no basta creer que él es Dios, sino que, impulsados por lacaridad, es necesario seguirlo por su mismo camino, el de la cruz (cf. Mc 8, 31-33). Jesúsno vino a enseñarnos una filosofía, sino a mostrarnos una senda; más aún, la senda queconduce a la vida.

Esta senda es el amor, que es la expresión de la verdadera fe. Si uno ama al prójimo concorazón puro y generoso, quiere decir que conoce verdaderamente a Dios. En cambio, sialguien dice que tiene fe, pero no ama a los hermanos, no es un verdadero creyente. Dios nohabita en él. Lo afirma claramente Santiago en la segunda lectura de la misa de estedomingo: "La fe, si no tiene obras, está realmente muerta" (St 2, 17). Al respecto me agradacitar un escrito de san Juan Crisóstomo, uno de los grandes Padres de la Iglesia que elcalendario litúrgico nos invita hoy a recordar. Justamente comentando el pasaje citado de lacarta de Santiago, escribe: "Uno puede incluso tener una recta fe en el Padre y en el Hijo,como en el Espíritu Santo, pero si carece de una vida recta, su fe no le servirá para lasalvación. Así que cuando lees en el Evangelio: "Esta es la vida eterna: que te conozcan ti,

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el único Dios verdadero" (Jn 17, 3), no pienses que este versículo basta para salvarnos: senecesitan una vida y un comportamiento purísimos" (cit. en J.A. Cramer, Catenae graecorumPatrum in N.T., vol. VIII: In Epist. Cath. et Apoc., Oxford 1844).

Queridos amigos, mañana celebraremos la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, y al díasiguiente la Virgen de los Dolores. La Virgen María, que creyó en la Palabra del Señor, noperdió su fe en Dios cuando vio a su Hijo rechazado, ultrajado y crucificado. Antes bien,permaneció junto a Jesús, sufriendo y orando, hasta el final. Y vio el alba radiante de suResurrección. Aprendamos de ella a testimoniar nuestra fe con una vida de humildeservicio, dispuestos a sufrir en carne propia por permanecer fieles al Evangelio de la caridady de la verdad, seguros de que nada de cuanto hagamos se pierde.

(Castelgandolfo, Ángelus del Domingo 13 de septiembre de 2009)

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P. Gustavo Pascual, I.V.E.

Saber llevar la cruz

Mc 8, 27-35

El pasaje que nos narra Marcos ocurrió en Cesarea de Filipo.

Jesús le pregunta a sus discípulos qué opina la gente de su persona y la gente no da unarespuesta precisa sobre quién es Cristo.

Les pregunta a ellos y Pedro en nombre de todos, da la respuesta acertada: “Tu eres elCristo” y Jesús felicita a Pedro: “Bienaventurado” porque su respuesta es una gracia divina.

Luego Jesús le revela que al que han confesado como Hijo de Dios tiene que sufrir porparte de las autoridades judías, morir y resucitar al tercer día.

Pedro lo lleva aparte y comienza a increparle: “¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!” Jesús reprende a Pedro diciéndole que se aparte de Él, llamándolo “Satanás” y le da la razón de sus palabras: sus pensamientos son de los hombres, no deDios.

Antes lo felicita porque su pensamiento es de Dios, ahora lo maldice porque supensamiento es mundano.

La gente no sabía quién era Jesús, actualmente tampoco. El pensamiento de Pedro, queera en cierta manera como el de la gente, rechazaba la muerte y la cruz, actualmentetambién.

Hay que purificar el conocimiento de Jesús. Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre yha venido para redimirnos por su muerte y resurrección. También tienen que purificar elconocimiento de Cristo los mismos que siguen a Jesús. Ya Jesús le había prometido a Pedroel Papado.

Jesús llama a todos y les dice que si quieren seguirlo deben negarse a sí mismo y tomarsu cruz cada día. El que quiera salvar la vida, según los criterios mundanos, la perderá, parael cielo, y el que pierda su vida por su causa y por el Evangelio la salvará.

Duras palabras si no se presta atención a lo que dijo Jesús o no se entiende. Jesús dijoque al tercer día resucitaría. Los apóstoles no sabían, no entendían, lo que era resucitar.

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Nosotros sí lo sabemos.

La muerte lleva a la vida. La cruz a la resurrección y la vida eterna.

La cruz nos asusta pero la resurrección nos alienta.

La opción es clara en los labios de Jesús pero se enturbia, muchas veces, en nuestravoluntad que quiere huir de la cruz.

Los pensamientos mundanos son del diablo y nos llevan a rechazar la cruz. Lospensamientos de Dios son claros como sus inspiraciones y nos llevan a la verdad completay a querer su voluntad: morir al hombre viejo para resucitar al hombre cristificado.

Ignorar quién es Jesús por no molestarse en averiguarlo es algo que viene del maligno.

¿Quién es Jesús para mí? ¿Es en verdad alguien central en mi vida? ¿Es el capitán quesigo? Muchas veces el demonio disfrazado de ángel nos engaña respecto al conocimientoverdadero de Jesús y seguiremos, si no estamos atentos, sus máximas en vez de las de Jesús.

Jesús nos predica pobreza, humillaciones, humildad, amor a la cruz, muerte, paraimitarlo y ser de su bando. El diablo nos predica riqueza, vanidad, soberbia, amor allibertinaje, vida mundana, para ser de su bando.

Nosotros, muchas veces, decimos que amamos a Jesús y lo conocemos, pero hacemoslo que nos predica el mal caudillo.

El que rechaza la cruz está bajo el poder del diablo. La cruz es el camino elegido porDios para Jesús y para los que quieran imitar a Jesús. ¡Qué distintos los pensamientos deDios a los de los hombres!

El diablo quiere que rechacemos la cruz prometiéndonos una libertad absoluta, lo cuales libertinaje. Libres hasta de los mandamientos de Dios porque ese fue su pecado que locondujo a la eterna esclavitud.

El mundo está bajo esta consigna del diablo: libertad para todos y de todo, sin darsecuenta que es esclavo, no ya de Dios, sino, del padre de la mentira.

Hago esto porque me apetece aunque a Jesús le desagrade. Es lo que quiero yo aunqueJesús quiera otra cosa de mí.

La cruz que quiere Dios que llevemos es hacer lo que Él quiere que hagamos desdetoda la eternidad. Su voluntad en toda nuestra vida y a cada instante. Dios quiere queseamos fieles a nuestro deber de estado. Esa es la cruz que Jesús quiere para mí. Y no medeja solo… Él va delante llevando su cruz…y también la mía conmigo.

* * *

¿Qué dice la gente sobre mí? Dijo Jesús a sus apóstoles. ¿Qué dices tú sobre mí? Tú eres elCristo. El Cristo. Pocos entienden quién es el Cristo, Verbo Encarnado, y menos entiendensu redención.

La mayoría de nosotros ve en Jesús alguien extraordinario. Confesamos su divinidadpero se nos escapa muchas veces el motivo y el medio de su Encarnación: Dios se ha hechohombre para morir por nuestros pecados y llevarnos al cielo.

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Pedro acierta la respuesta sobre la Persona de Jesús pero se le escapa su misión y seescandaliza de ella cuando Jesús se la manifiesta.

El hijo del hombre tiene que morir y resucitar. Pedro quiere que Jesús se manifiestepoderoso y que no sufra y menos que muera. Jesús le hace ver que sus pensamientos sonmundanos y no cristianos.

Jesús manifiesta una conciencia clara de su misión. Sabe cuál es la voluntad del Padresobre su misión, sobre su vida sobre la tierra y El la acepta. Ha venido a morir en una cruz yresucitar al tercer día para nuestra salvación. Jesús rechaza la propuesta de Pedro de unaredención sin cruz, sin sufrimiento. La rechaza porque quiere hacer la voluntad del Padre,porque lo ama y porque nos ama a nosotros. También en el desierto rechazó la propuesta deSatanás de una redención triunfalista. Y en Getsemaní también murió a su propio quererpara entregarse incondicionalmente al querer del Padre: “Padre, si puede ser aparta de míeste cáliz pero no se haga mi voluntad sino la tuya”.

Preguntémonos. Tenemos clara conciencia de la voluntad de Dios sobre nosotros. Laaceptamos como Cristo o buscamos atajos a cargar con la cruz que nos ha tocado en suerte.

Muchas veces buscamos atajos a la cruz. Rechazamos la cruz y buscamos nuestropropio gusto. Rechazamos la cruz que Dios nos ha dado y sin darnos cuentas por rechazarlacargamos una cruz más pesada. La cruz que nos ha tocado en suerte es una cruz a nuestramedida, pensada por Dios desde toda la eternidad. Una cruz que no excede nuestras fuerzasporque procede de la sabiduría y del amor de Dios. Esa cruz tenemos que aceptarla conmansedumbre y humildad porque aceptada nos hace felices y se nos hace liviana. “Venid amí los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré. Aprended de mí que soy manso yhumilde de corazón y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es suave y mi cargaligera”. Tenemos que aprender de Jesús a aceptar la cruz que amorosamente Dios nos hadado y mantenernos fieles a su voluntad.

La tentación mundana de Pedro siempre se nos presentará y se hará más fuerte en lamedida en que nos salgamos de la voluntad de Dios. Cuando nos vamos apartando de lavoluntad de Dios, de la verdad de su querer divino, es muy fácil que aceptemos un atajo a lacruz y caigamos en un ámbito distinto del querer de Dios, caeremos en nuestro propioquerer y en definitiva en el querer del Diablo.

Jesús después de rechazar la tentación diabólica que Pedro le presenta y de rechazarlaen público para que quedará manifiesta y aprendiesen todos a discernir los espíritus: el deDios y el del hombre habla sobre la condición principal para ser su discípulo.

Si alguien quiere ser discípulo de Cristo tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz yseguirlo. Aceptar la voluntad de Dios es renunciar, muchas veces, a nuestro propio quererporque, muchas veces, nuestros gustos y criterios no son los de Dios. Si queremos serbuenos seguidores de Cristo tenemos que imitarlo en ser fieles a la voluntad de Dios ycargar la cruz que nos ha dado. La cruz del cumplimiento de los mandamientos, de nuestrodeber de estado, de nuestra vocación, de las enfermedades, dolores y angustias que Elpermite en nuestra vida.

Ser fieles a la voluntad de Dios, cargar nuestra cruz, es morir a nosotros mismos paravivir en Cristo. Por el contrario, hacer nuestra propia voluntad, seguir nuestro querer yrechazar el querer de Dios, es vivir a nosotros mismos y rechazar a Cristo.

La cruz de Cristo es suave y su carga es ligera, si nos abrazamos a ella. Cada uno tienesu cruz, una cruz a su medida, una cruz que Dios le ha elegido por amor. En la aceptaciónde la cruz que Dios nos ha dado esta nuestra santificación. Llevémosla tras de Cristo que lallevó por nosotros. En la cruz de Cristo está incluida nuestra cruz. Él ya la llevó pornosotros y hoy nosotros la tenemos que llevar pero sin olvidarnos que Él nos acompaña. Ycuando se nos haga pesada la cruz digámosle a nuestro Señor que sea nuestro Cireneo. Él

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nos cargará a nosotros junto con nuestra cruz.

En Mateo la respuesta es más expresiva “Tu eres el Cristo el Hijo de Dios vivo” (16, 16)

Mt 16, 17

Mt 16, 22

Lc 9, 23

Cf. E.E. nº 139-146, 239-240

Mt 11, 28-19

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DIOS ENTRE LAS BOMBAS

Quiero transcribir a continuación un episodio, que desborda una espontaneidad y fe al tratarcon Dios envidiables.

“Escucha, Dios... Yo nunca he hablado contigo. Hoy quiero saludarte: ¿Cómo estás? ¿Túsabes...? Me decían que no existías y yo... -¡tonto de mí!- creí que era verdad. Yo nuncahabía mirado tu gran obra, y anoche, desde el cráter que cavó una granada, ví tu cieloestrellado. Y comprendí que había sido engañado.

“Yo no sé si Tú, Dios, estrechas mi mano, pero, voy a explicarte y comprenderás... Es biencurioso: en este horrible infierno he encontrado la luz para mirar tu faz. Después de esto,mucho qué decirte no tengo. Tan sólo me alegro de haberte conocido...

“¡La señal...! Bueno, Dios, ya debo irme... Me encariñé contigo... Aún quería decirte que,como Tú sabes, habrá lucha cruenta... Y quizá esta misma noche llamaré a tu puerta.Aunque no fuimos nunca amigos, ¿me dejarás entrar, si hasta ti llego?

“Pero... ¡si estoy llorando! ¿Ves, Dios mío? Se me ocurre que ya no soy tan impío... Bueno,Dios, debo irme. ¡Buena suerte! Es raro, pero ya no temo a la muerte”.

(Carta encontrada en el bolsillo de un soldado americano destrozado por una granadadurante la 2ª Guerra Mundial).

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Vigésimo cuarto domingo del Tiempo Ordinario

CEC 713-716: la descripción del Mesías viene revelada en los cantos del Siervo

CEC 440, 571-572, 601: Jesús sufrió y murió por nuestra salvación

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CEC 618: nuestra participación en el sacrificio de Cristo

CEC 2044-2046: las obras buenas manifiestan la fe

713 Los rasgos del Mesías se revelan sobre todo en los Cantos del Siervo (cf. Is 42, 1-9; cf.Mt 12, 18-21; Jn 1, 32-34; después Is 49, 1-6; cf. Mt 3, 17; Lc 2, 32, y en fin Is 50, 4-10 y52, 13-53, 12). Estos cantos anuncian el sentido de la Pasión de Jesús, e indican así cómoenviará el Espíritu Santo para vivificar a la multitud: no desde fuera, sino desposándose connuestra "condición de esclavos" (Flp 2, 7). Tomando sobre sí nuestra muerte, puedecomunicarnos su propio Espíritu de vida.

714 Por eso Cristo inaugura el anuncio de la Buena Nueva haciendo suyo este pasaje deIsaías (Lc 4, 18-19; cf. Is 61, 1-2):

El Espíritu del Señor está sobre mí,

porque me ha ungido.

Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva,

a proclamar la liberación a los cautivos

y la vista a los ciegos,

para dar la libertad a los oprimidos

y proclamar un año de gracia del Señor.

715 Los textos proféticos que se refieren directamente al envío del Espíritu Santo sonoráculos en los que Dios habla al corazón de su Pueblo en el lenguaje de la Promesa, conlos acentos del "amor y de la fidelidad" (cf. Ez. 11, 19; 36, 25-28; 37, 1-14; Jr 31, 31-34; yJl 3, 1-5, cuyo cumplimiento proclamará San Pedro la mañana de Pentecostés, cf. Hch 2, 17-21).Según estas promesas, en los "últimos tiempos", el Espíritu del Señor renovará elcorazón de los hombres grabando en ellos una Ley nueva; reunirá y reconciliará a lospueblos dispersos y divididos; transformará la primera creación y Dios habitará en ella conlos hombres en la paz.

716 El Pueblo de los "pobres" (cf. So 2, 3; Sal 22, 27; 34, 3; Is 49, 13; 61, 1; etc.), loshumildes y los mansos, totalmente entregados a los designios misteriosos de Dios, los queesperan la justicia, no de los hombres sino del Mesías, todo esto es, finalmente, la gran obrade la Misión escondida del Espíritu Santo durante el tiempo de las Promesas para prepararla venida de Cristo. Esta es la calidad de corazón del Pueblo, purificado e iluminado por elEspíritu, que se expresa en los Salmos. En estos pobres, el Espíritu prepara para el Señor"un pueblo bien dispuesto" (cf. Lc 1, 17).

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440 Jesús acogió la confesión de fe de Pedro que le reconocía como el Mesíasanunciándole la próxima pasión del Hijo del Hombre (cf. Mt 16, 23). Reveló el auténticocontenido de su realeza mesiánica en la identidad transcendente del Hijo del Hombre "queha bajado del cielo" (Jn 3, 13; cf. Jn 6, 62; Dn 7, 13) a la vez que en su misión redentoracomo Siervo sufriente: "el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a darsu vida como rescate por muchos" (Mt 20, 28; cf. Is 53, 10-12). Por esta razón el verdaderosentido de su realeza no se ha manifestado más que desde lo alto de la Cruz (cf. Jn 19, 19-22; Lc 23, 39-43). Solamente después de su resurrección su realeza mesiánica podrá serproclamada por Pedro ante el pueblo de Dios: "Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israelque Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado"(Hch 2, 36).

Artículo 4 “JESUCRISTO PADECIO BAJO EL PODER DE PONCIO PILATO, FUECRUCIFICADO, MUERTOY SEPULTADO”

571 El Misterio pascual de la Cruz y de la Resurrección de Cristo está en el centro de laBuena Nueva que los Apóstole s, y la Iglesia a continuación de ellos, deben anunciar almundo. El designio salvador de Dios se ha cumplido de "una vez por todas" (Hb 9, 26) porla muerte redentora de su Hijo Jesucristo.

572 La Iglesia permanece fiel a "la interpretación de todas las Escrituras" dada por Jesúsmismo, tanto antes como después de su Pascua: "¿No era necesario que Cristo padeciera esoy entrara así en su gloria?" (Lc 24, 26-27, 44-45). Los padecimientos de Jesús han tomadouna forma histórica concreta por el hecho de haber sido "reprobado por los ancianos, lossumos sacerdotes y los escribas" (Mc 8, 31), que lo "entregaron a los gentiles, para burlarsede él, azotarle y crucificarle" (Mt 20, 19).

"Muerto por nuestros pecados según las Escrituras"

601 Este designio divino de salvación a través de la muerte del "Siervo, el Justo" (Is 53,11;cf. Hch 3, 14) había sido anunciado antes en la Escritura como un misterio de redenciónuniversal, es decir, de rescate que libera a los hombres de la esclavitud del pecado (cf. Is 53,11-12; Jn 8, 34-36). S. Pablo profesa en una confesión de fe que dice haber "recibido" (1Co 15, 3) que "Cristo ha muerto por nuestros pecados según las Escrituras" (ibidem: cf.también Hch 3, 18; 7, 52; 13, 29; 26, 22-23). La muerte redentora de Jesús cumple, enparticular, la profecía del Siervo doliente (cf. Is 53, 7-8 y Hch 8, 32-35). Jesús mismopresentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente (cf. Mt 20, 28).Después de su Resurrección dio esta interpretación de las Escrituras a los discípulos deEmaús (cf. Lc 24, 25-27), luego a los propios apóstoles (cf. Lc 24, 44-45).

Nuestra participación en el sacrificio de Cristo

618 La Cruz es el único sacrificio de Cristo "único mediador entre Dios y los hombres" (1Tm 2, 5). Pero, porque en su Persona divina encarnada, "se ha unido en cierto modo contodo hombre" (GS 22, 2), él "ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de Dios sólo

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conocida, se asocien a este misterio pascual" (GS 22, 5). El llama a sus discípulos a "tomarsu cruz y a seguirle" (Mt 16, 24) porque él "sufrió por nosotros dejándonos ejemplo paraque sigamos sus huellas" (1 P 2, 21). El quiere en efecto asociar a su sacrificio redentor aaquéllos mismos que son sus primeros beneficiarios(cf. Mc 10, 39; Jn 21, 18-19; Col 1, 24).Eso lo realiza en forma excelsa en su Madre, asociada más íntimamente que nadie almisterio de su sufrimiento redentor (cf. Lc 2, 35):

Fuera de la Cruz no hay otra escala por donde subir al cielo

(Sta. Rosa de Lima, vida)

III VIDA MORAL Y TESTIMONIO MISIONERO

2044 La fidelidad de los bautizados es una condición primordial para el anuncio delevangelio y para la misión de la Iglesia en el mundo. Para manifestar ante los hombres sufuerza de verdad y de irradiación, el mensaje de la salvación debe ser autentificado por eltestimonio de vida de los cristianos. "El mismo testimonio de la vida cristiana y las obrasbuenas realizadas con espíritu sobrenatural son eficaces para atraer a los hombres a la fe y aDios" (AA 6).

2045 Los cristianos, por ser miembros del Cuerpo, cuya Cabeza es Cristo (cf Ef 1,22),contribuyen, mediante la constancia de sus convicciones y de sus costumbres, a laedificación de la Iglesia. La Iglesia aumenta, crece y se desarrolla por la santidad de susfieles (cf LG 39), "hasta que lleguemos al estado de hombre perfecto, a la madurez de laplenitud en Cristo" (Ef 4,13).

2046 Mediante un vivir según Cristo, los cristianos apresuran la venida del Reino de Dios,"Reino de justicia, de verdad y de paz" (MR, Prefacio de Jesucristo Rey). Sin embargo, noabandonan sus tareas terrenas; fieles al Maestro, las cumplen con rectitud, paciencia y amor.

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InicioiNFO - Homilética.ive COMUNICADO ESPECIALFunción de cada sección del Boletín¿Qué es el IVE, el porqué de este servicio de Homilética?

COMUNICADO ESPECIAL

Estimada familia de Homilética, queríamos anunciarles que debido al pedido denuestros suscriptores hemos decidido aplazar el cambio definitivo del sistema dedistribución hasta el mes de Octubre. Por este motivo tendrán tiempo para re-suscribirse al servicio, ingresando al siguiente link:

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suscripción, ubicado a la derecha en nuestra página web:

homiletica.iveargentina.org

Quedamos a vuestra total disposición para consultas o sugerencias.

Nos encomendamos a sus oraciones.

En Cristo y María

Equipo de Homilética

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Función de cada sección del Boletín

Homilética se compone de 7 Secciones principales:

Textos Litúrgicos: aquí encontrará Las Lecturas del Domingo y los salmos, así

como el Guion para la celebración de la Santa Misa.

Exégesis: presenta un análisis exegético del evangelio del domingo, tomado deespecialistas, licenciados, doctores en exégesis, así como en ocasiones de Papaso sacerdotes que se destacan por su análisis exegético del texto.

Santos Padres: esta sección busca proporcionar la interpretación de los Santos

Padres de la Iglesia, así como los sermones u escritos referentes al texto del

domingo propio del boletín de aquellos santos doctores de la Iglesia.

Aplicación: costa de sermones del domingo ya preparados para la predica, los

cuales pueden facilitar la ilación o alguna idea para que los sacerdotes puedan

aplicar en la predicación.

Ejemplos Predicables: es un recurso que permite al predicador introducir

alguna reflexión u ejemplo que le permite desarrollar algún aspecto del tema

propio de las lecturas del domingo analizado.

Directorio Homilético: es un resumen que busca dar los elementos que

ayudarían a realizar un enfoque adecuado del el evangelio y las lecturas del

domingo para poder brindar una predicación más uniforme, conforme al

DIRECTORIO HOMILÉTICO promulgado por la Congregación para el Culto

Divino y la Disciplina de los Sacramentos de la Santa Sede en el 2014.

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¿Qué es el IVE, el porqué de este servicio de Homilética?El Instituto del Verbo Encarnado fue fundado el 25 de Marzo de 1984, en SanRafael, Mendoza, Argentina. El 8 de Mayo de 2004 fue aprobado como instituto devida religiosa de derecho Diocesano en Segni, Italia. Siendo su Fundador el Sacerdote

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Católico Calos Miguel Buela. Nuestra familia religiosa tiene como carismala prolongación de la Encarnación del Verbo en todas las manifestaciones delhombre, y como fin específico la evangelización de la cultura; para mejor hacerloproporciona a los misioneros de la familia y a toda la Iglesia este servicio como unaherramienta eficaz enraizada y nutrida en las sagradas escrituras y en la perennetradición y magisterio de la única Iglesia fundada por Jesucristo, la Iglesia CatólicaApostólica Romana.

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