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163 Documentación Social 148 RESUMEN El presente artículo se propone reflexionar sobre las actuales dinámicas de criminalización de la pobreza, derivadas por un lado de la reestructuración de los mercados económicos y del progre- sivo desmantelamiento del estado social, y por el otro de un proceso de construcción social de las clases marginales como clases «peligrosas». Este último proceso, que situamos en un nivel meso entre las reformas estructurales de las so- ciedades capitalistas avanzadas y las actuaciones cotidianas de los dispositivos policiales y ju- diciales, tiende a poner en marcha políticas de tolerancia cero contra los integrantes de los co- lectivos expulsados al margen de la vida económica y social, en especial los inmigrantes no-co- munitarios y los procedentes de los países de reciente incorporación a la UE. Todo eso se refleja en un notable incremento de las tasas de encarcelamiento, como consecuen- cia del uso cada vez más frecuente de la actuación judicial para hacer frente a problemáticas so- ciales. En particular, se analiza el rasgo racial de la cárcel en EE. UU. y la sobre-representación de los inmigrantes en las prisiones europeas. Asimismo, se profundiza sobre la población reclu- sa en las cárceles españolas, con particular atención al perfil socio-demográfico de los internos y a las especificidades del componente extranjero. Sumario 1. Introducción. 2. La construcción del inmigrante como enemigo simbólico. 3. Estrategias de tolerancia cero. 4. El gran encarcelamiento en EE. UU. y Europa occidental. 5. Caracterización de la población reclusa autóctona e inmigrante en España. 6. Conclusiones. 7. Bibliografía. 1 Marginados, minorías e inmigrantes: criminalización de la pobreza y encarcelamiento masivo en las sociedades capitalistas avanzadas Giulio Tinessa Doctorando en Migraciones Internacionales Contemporáneas – Universidad Pontificia de Comillas [email protected]
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11 Tribuna Abierta. Marginados, Minorías e Inmigrantes_criminalización de La Pobreza

Sep 05, 2015

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Diego Cardona

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  • 163Documentacin Social 148

    RESUMEN

    El presente artculo se propone reflexionar sobre las actuales dinmicas de criminalizacin de lapobreza, derivadas por un lado de la reestructuracin de los mercados econmicos y del progre-sivo desmantelamiento del estado social, y por el otro de un proceso de construccin social delas clases marginales como clases peligrosas.

    Este ltimo proceso, que situamos en un nivel meso entre las reformas estructurales de las so-ciedades capitalistas avanzadas y las actuaciones cotidianas de los dispositivos policiales y ju-diciales, tiende a poner en marcha polticas de tolerancia cero contra los integrantes de los co-lectivos expulsados al margen de la vida econmica y social, en especial los inmigrantes no-co-munitarios y los procedentes de los pases de reciente incorporacin a la UE.

    Todo eso se refleja en un notable incremento de las tasas de encarcelamiento, como consecuen-cia del uso cada vez ms frecuente de la actuacin judicial para hacer frente a problemticas so-ciales. En particular, se analiza el rasgo racial de la crcel en EE. UU. y la sobre-representacinde los inmigrantes en las prisiones europeas. Asimismo, se profundiza sobre la poblacin reclu-sa en las crceles espaolas, con particular atencin al perfil socio-demogrfico de los internosy a las especificidades del componente extranjero.

    Sumario

    1. Introduccin. 2. La construccin del inmigrante como enemigo simblico.3. Estrategias de tolerancia cero. 4. El gran encarcelamiento en EE. UU. y Europa occidental.

    5. Caracterizacin de la poblacin reclusa autctona e inmigrante en Espaa.6. Conclusiones. 7. Bibliografa.

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    Marginados, minoras e inmigrantes:criminalizacin de la pobreza y encarcelamiento masivo en las sociedades capitalistas avanzadasGiulio Tinessa

    Doctorando en Migraciones Internacionales Contemporneas Universidad Pontificia de Comillas

    [email protected]

  • Palabras clave:

    Inmigrantes, pobreza, criminalizacin, crceles, tolerancia cero.

    ABSTRACT

    This paper proposes to reflect on the current trend towards criminalising poverty, deriving onthe one hand from restructuring economic markets and progressively dismantling the socialstate, and on the other from the process of social construction which depicts marginal classes asdangerous.

    This latter process, which we situate at an intermediate level between structural reform in ad-vanced capitalist societies and daily actions by judicial and police forces, tends to launch zerotolerance policies against members of groups that have been expelled to the periphery of econo-mic and social life, particularly non-EU immigrants and those from countries that have re-cently joined the EU.

    All of this is reflected by a notable increase in prison inmate numbers, as a result of the incre-asing use of legal proceedings to tackle social problems. In particular, this paper focuses on theracial aspect of imprisonment in the United States and the over-representation of immigrantsin European prisons. Furthermore, we perform an in-depth analysis of the prison population inSpain, with a special focus on the socio-demographic profile of the inmates and the specificitiesof the foreign component.

    Key words:

    Immigrants, poverty, criminalisation, prisons, zero tolerance.

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  • 1 INTRODUCCINTolerancia cero, programas de ley y orden, lucha contra la criminalidad ca-

    llejera, los habitantes de los barrios desfavorecidos, los diversos y los dife-rentes: son estas las expresiones y los conceptos que constituyen hoy da elvocabulario bsico de la vulgata meditica y poltica a la hora de hablar de lapobreza que prospera en el seno de las opulentas sociedades occidentales.

    En este contexto, los migrantes son una de las vctimas privilegiadas de laspolticas actuales de criminalizacin de la pobreza. Como subraya Dal Lago(1999), hoy en da los migrantes son el enemigo pblico perfecto para cualquiertipo de reivindicacin que intente llenar el vaco identitario de nuestra poca:para el patriotismo de barrio, son criminales que amenazan nuestra seguridadcotidiana; para el patriotismo regional y nacional, son los que ensucian nuestraidentidad tnica; para el patriotismo de clase, son los que compiten con los tra-bajadores autctonos. No hace falta subrayar que son enemigos simblicos, queabsorben nuestros temores hacia un futuro cada vez ms precario, y tambinestructurales, de los cuales necesitamos para construir nuestro nosotros.

    Aunque el temor hacia el desconocido, el extranjero, el que viene de fuerasea algo que los seres humanos siempre han experimentado, las maneras decanalizar este miedo y de enfrentarse a la novedad que llega a su alrededorson socialmente construidas y caracterizadas de diferentes maneras a lo largode la historia. Como todos los fenmenos sociales, los enemigos simblicosson construidos y reconstruidos cada da en la interaccin cotidiana siguiendono una lgica racional, sino la lgica del discurso social, del sentido comn, dela mitologa social, o sea de la doxa (1).

    Dos dinmicas, distintas pero sinrgicas, fundamentan este artculo: por unlado los efectos sociales del deterioro del Estado social, por el otro la explota-cin del miedo a la inmigracin como recurso poltico y meditico. Son staslas dinmicas que estn en la base del surgimiento de un nuevo sentido co-mn penal, del cual las polticas de tolerancia cero y el encarcelamiento masi-vo constituyen la accin ms evidente y publicitada.

    Marginados, minoras e inmigrantes: criminalizacin de la pobreza y encarcelamiento masivo en

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    (1) En este sentido inmigracin es una palabra performativa, o sea una palabra que no describe simplemente un fenmeno, sino por

    s misma evoca conceptos y construcciones sociales que se hacen sobre ella (Austin, 2004).

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    2 LA CONSTRUCCIN DEL INMIGRANTE COMO ENEMIGO SIMBLICODifuminacin del Estado econmico, debilitamiento del Estado social, fortaleci-

    miento y glorificacin del Estado Penal: es sta la frmula que utiliza Loic Wac-quant (2000) para describir y analizar una serie de cambios estructurales quehan promovido el resurgimiento de un amplio proceso de criminalizacin dela pobreza.

    El Estado ha renunciado a su funcin reequilibradora de los mecanismoseconmicos, dejando a las lgicas perversas de un mercado desregulado eldestino de los trabajadores y de sus existencias.

    Si bien, en trminos absolutos, la pobreza extrema ha disminuido en las l-timas dcadas, tambin la desigualdad econmica, entre los Estados y en el in-terior de los Estados, nunca ha sido tan elevada como ahora (2). Esto se observaen un complejo escenario de conexiones transnacionales, que tiene importan-tes consecuencias sobre los mercados de trabajo locales. As, la opcin de loscapitales globales por la deslocalizacin de la produccin, la tercerizacin deservicios, sumado a la erosin de las garantas sociales tpicas del Estado de Bienestar, han trado consigo un aumento de las tasas de desempleo, deprecariedad y de subempleo.

    Aclaramos este ltimo punto. Tal y como afirma Bauman (2000), el Estado deBienestar surgi, entre otras razones, como compromiso entre las exigencias de una economa capitalista incapaz, sin ayuda del Estado, de reproducir lamano de obra que necesitaba, y la lucha de los trabajadores organizados que,gracias al sistema de ayudas sociales brindado por el poder pblico, encontrabanun paliativo a las consecuencias de los ciclos econmicos. Pero ahora, debido a laconvergencia de presiones provenientes de distintos mbitos ampliacin de lalibertad de movimiento del capital financiero, reubicacin de la produccin, sur-gimiento de elites neoconservadoras, quiebra de la fuerza sindical, etc..

    la perspectiva que los empleadores necesiten regularmente los servicios deeste ejrcito de reserva, formado y mantenido por el Estado, son cada vez msremotas. Es muy posible que la mano de obra actualmente desocupada nuncams vuelva a ser considera mercanca, sobre todo porque desapareci la deman-da. La nica demanda que puede surgir hoy (pedidos de trabajadores ocasiona-les, part-time y flexibles, y por lo tanto no demasiados preparados o especializa-dos) dejar de lado aquella fuerza laboral educada, sana y segura que se culti-vaba en los mejores tiempos del Estado de bienestar. Incluso las cantidades

    (2) Segn el Informe sobre el Desarrollo humano del PNUD (2006) la brecha entre pases pobre y ricos ha llegado ha llegado a 90 pun-

    tos (desde los 11 de comienzos del siglo pasado y los 72 de hace slo una dcada). El mismo trend se puede notar en la distancia cada

    vez ms marcada entre pobres y ricos en el interior de los Estados de la OCDE.

  • relativamente pequeas de aquella antigua mano de obra especializada, que al-gunos sectores de la industria moderna podran seguir necesitando, son busca-das y encontradas ms all de las fronteras de cada pas, gracias a la irrestrictalibertad de movimiento de que hoy disponen las finanzas y a la tan ponderadaflexibilidad de la empresa moderna. (Bauman, 2000, 83.)

    De esta manera, estas dinmicas econmicas, y no slo, han afectado porun lado a la clase media, empujndola cada vez ms a una situacin de preca-riedad, fomentando la incertidumbre como constante en la vida social y eco-nmica de un segmento numricamente importante de la poblacin (Marazzi,1996); por otro lado, la imposibilidad de acceder por una parte de la poblacina un mercado econmico cada vez ms selectivo ha llevado a la formacin deuna infra-clase excluida permanentemente, sin la mnima perspectiva de po-der alcanzar un da una efectiva integracin social y econmica. Tal como loplantea Wacquant:

    La marginalidad avanzada parece haberse desacoplado de las fluctuaciones ccli-cas de la economa nacional. La consecuencia es que las alzas en la ocupacin y enlos ingresos agregados tienen pocos efectos benficos sobre las posibilidades devida en los barrios relegados de Europa y Estados Unidos, mientras que las bajasproducen ms deterioro y afliccin en ellos. (Wacquant, 2001, 173.)

    Al mismo tiempo, el Estado social va desapareciendo cada da ms, as laincertidumbre frente al futuro va constituyndose en un elemento central de la experiencia social de las personas.

    En sintona con los actuales dictmenes del capitalismo, el xito o el fraca-so (as como la riqueza y la pobreza) son consideradas consecuencias de unaeleccin personal, eliminando la referencia a las causas sociales y ambientalesque pueden condicionar tal eleccin (3). Estamos obligados, dice Beck (1998), abuscar soluciones individuales a contradicciones sistmicas (4); y, como subrayaSennet (2000), es imposible compaginar la planificacin de proyectos a largoplazo con la precariedad y la flexibilidad del mundo laboral.

    De aqu el desplazamiento de la ansiedad, provocada por motivos polticosy econmicos, a la esfera individual, a una atencin casi maniacal por el con-cepto de seguridad fsica y ciudadana. Y es en este desplazamiento donde ac-ta por un lado el Estado, intentando recuperar y alimentar su monopolio de laredencin (Bauman, 2005) vista la imposibilidad de actuar contra la inseguri-

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    (3) Segn Polanyi (1992) se puede hablar de subordinacin del perfil social, o sea de la libertad y de los rasgos humanos, a la eco-

    noma mercantil y al progreso econmico.

    (4) El mismo Beck, en trabajos sucesivos (2000a y 2000b) ampliar su concepto de riesgo a la situacin laboral y a las patologas

    del consumo, ponindose en la lnea de la sociedad de la incertidumbre de Bauman (1999) y de la sociedad insegura de Giddens

    (2000).

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  • dad econmica, y por otro la mitologa poltica, aliada con los medios de co-municacin en el propsito de fomentar el sentimiento de inseguridad.

    Resulta sumamente explicativo el esquema elaborado por Dal Lago (1998)para visualizar todo el proceso de creacin de una alarma ciudadana:

    Tautologa del miedo

    9Recurso simblico: Los extranjeros son una amenaza para los ciudadanos

    (porque en general son clandestinos, criminales, etc.).

    9Definiciones subjetivas de los actores legtimos: Tenemos miedo.

    Los extranjeros nos amenazan(como demuestra la degradacin de nuestros barrios, acontecimientos

    violentos puntuales, etc.).

    9Definicin objetiva de los medios de comunicacin: Los extranjeros son unaamenaza, como subraya la voz de los actores legtimos (encuestas, sondeos

    de opinin, etc.) y de los acontecimientos que estn ocurriendo.

    9Transformacin del recurso simblico en frame dominante

    (est demostrado que los inmigrantes clandestinos amenazan nuestra sociedad, entonces nuestras autoridades tienen que actuar, etc.).

    9Confirmacin subjetiva de los actores legtimos: No aguantamos

    ms esta situacin, qu hace la polica, el gobierno, etc..

    9Intervencin del representante poltico legtimo: Si el gobierno no va

    a reaccionar, nosotros nos encargamos de defender a los ciudadanos, etc..

    9Eventuales medidas legislativas, polticas y/o administrativas que confirman

    el frame dominante.

    Este esquema explica bien cmo, a partir de hechos puntuales y de reaccionesindividuales, se pueda llegar a una uniformidad de la opinin pblica. Adems,

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  • las situaciones denominadas emergencia-inmigracin resultan extremamentetiles para polticos y medios de comunicacin sobre todo en tres aspectos:

    Son cclicas, o sea pueden ser enfrentadas con planificacin. Cuando hayuna emergencia inmigracin ya hay un texto disponible, entendidocomo una serie de medidas para poner en marcha, mas all de la su efec-tividad para solucionar la cuestin.

    Son simblicas, o sea pueden ser enfrentadas con una eficacia slo apa-rente (a diferencia de cuestiones como el estado social, que conllevafuertes tomas de decisin y medidas muchas veces impopulares).

    Son extremamente visibles, o sea capaces de ocupar totalmente la escenameditica, no dejando lugar a otras cuestiones.

    Ya Mary Douglas (1996) haba afirmado que las retricas sobre riesgos ycontaminaciones culturales, de las cuales abundan los discursos sociales sobrela inmigracin, tienen una estrecha relacin con los dilemas estratgicos de lasociedad occidental y los estudios de Balibar (1991) y Wieworka (1992) hanevidenciado cmo el desarrollo de nuevas formas de racismo est ligado al re-ciente fenmeno de la inmigracin, a la crisis del orden nacional y a los cam-bios de la nueva economa globalizada. As se construye el inmigrante comoun suitable enemy, un enemigo cmodo segn la expresin de Christie (1986).Tal como argumenta Wacquant (2001), la categora de infraclase con el cual seestigmatizan los pobres viene concebido desde fuera, o sea desde la sociedadoficial, y sobre todo desde arriba, desde los especialistas de la produccinsimblica polticos, periodistas, poderes oficiales con el fin de etiquetarlos presuntos miembros de tal clase y poder ejercitar un poder de control ydisciplinamiento sobre ellos. Y para llevar a cabo esta tarea los medios de co-municacin son un aliado muy potente, ya que contribuyen a la construcciny a la difusin en el debate pblico del discurso securitario y policial, y a la le-gitimacin de medidas de represin y de lucha en detrimento de otras actua-ciones, como las de inclusin, que llevan consigo la elaboracin y sobre todo laasuncin del problema. Como afirma con claridad Zaffaroni (1989), los mediosde comunicacin social son una parte importante en la propaganda de las te-sis securitarias actuales y si la realidad social no se filtrase a travs de los me-dios masivos, la opinin pblica entendera la falacia de los discursos justifica-dores y no se podran inducir los miedos en el sentido que se desea.

    Dicho eso, queda claro que para lograr que el sistema funcione correctamen-te y no se produzcan fallos en su coordinacin, hay que apoyarse en polticas so-ciales y econmicas que excluyan grupos completos de personas, los que son in-trnsecamente diferentes de nosotros y que por lo tanto ya no pueden ser de-

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  • vueltos a la sociedad, sino que tienen que ser apartados y rechazados. Demodo que, como subraya De Giorgi (2005) las estrategias de control social ya nose dirigen a individuos desviados concretos, al revs se aplican a categoras en-teras de individuos considerados como potenciales productores de riesgo. Pode-mos ver un ejemplo paradigmtico de este nuevo sentido penal en la regula-cin de los flujos migratorios: los extranjeros, o mejor dicho los inmigrantes po-bres no comunitarios constituyen una de las categoras de riesgo ms visibleen la actualidad, sobre la cual se ejercitan acciones penales, como por ejemplo lacrcel, y acciones administrativas, como por ejemplo la expulsin. El inmigran-te no es expulsado porque se ha verificado una supuesta peligrosidad social,sino que se le echa simplemente por pertenecer a una clase etiquetada comopeligrosa: es esto un paradigma de la sancin actual que no tiende a reeducar nia reinsertar, sino simplemente a excluir, a castigar una forma de ser (pobre, in-migrante, etc...). A travs de estas construcciones sociales, se identifica la peli-grosidad de colectivos como ilegales o clandestinos, supuesta amenaza gra-cias a la cual hay un enemigo contra el cual cohesionar la sociedad. Y de estamanera, tambin el inmigrante que haya logrado regularizar sus situaciones, su-perar las fronteras fsicas y relacionales, queda siempre como enemigo en sus-penso, segn la acertada definicin de Luciano (1993).

    La utilidad del aparato penal en la era del trabajo flexibilizado se puede re-sumir en tres puntos (Wacquant, 2000,178): sirve para disciplinar a los trabaja-dores que se resisten a ser incorporados en las dinmicas de la economa desre-gularizada; para excluir a los que ya son considerados superfluos en base a lasmutaciones de los empleos; finalmente, para reafirmar el derecho a castigar delEstado contra las clases construidas como marginales. Este sistema penal, porconsiguiente, tiene obvias afinidades con las polticas de tolerancia cero, quetienden a estar relacionadas con la punicin de faltas y delitos menores, acom-paados por un uso arbitrario de las facultades de la polica y la constante vio-lacin de los derechos de los pobres y de las minoras (Garland, 2005, 299).

    3 ESTRATEGIAS DE TOLERANCIA CEROLas estrategias de tolerancia cero, como reflejo meditico y propagandstico

    de las dinmicas analizadas precedentemente, nacen en Estados Unidos, en elseno de la reestructuracin de las funciones del Estado puesta en marcha duran-te la presidencia de Ronald Reagan. La fundamentacin terica de estas nuevasprcticas de control social la encontramos en un artculo de 1982 escrito por Wil-son Y Kelling, aparecido con el ttulo de Broken Windows (Ventanas rotas) enla revista Atlantic Monthly. En este artculo, los dos autores proponen una tesis

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  • bastante simplista, basada ms en el sentido comn que en una argumentacincientfica: existe una relacin entre degradacin urbana y verdadera criminali-dad. Segn esta hiptesis, si un ambiente urbano aparece degradado, abandona-do a s mismo, tierra de eleccin de los comportamientos desviados, aunqueno propiamente criminales, llegar un da a ser vctima de acciones criminalesms graves y violentas (si una ventana del edificio se rompe, y nadie la repara,pronto empezarn a aparecer ms ventanas rotas, legitimando as una conductadesviada y fomentando la sensacin de abandono en la comunidad de residen-tes). Por eso, hay que luchar contra las pequeas infracciones, porque son stasel caldo de cultivo de las acciones criminales violentas: la polica debe prevenirtodas las manifestaciones (graffiti, pedir limosna, beber en la calle, etc.) que re-sultan desagradables a los ciudadanos y provocan la sensacin de que la comu-nidad est desamparada frente estos delitos, o sea la polica debe ser la vozsegura y autoritaria de una comunidad afligida por el miedo al crimen. Final-mente, lo que importa es que no se d la sensacin de que se estn quebrandolos valores tradicionales de la comunidad, no hay que preguntarse si estamoshablando de conductas desviadas o de simples juicios morales y estticos, yan menos porque estos comportamientos se verifican en determinados barrios.Ningn espacio para la mediacin o para las excusas sociolgicas (5).

    Fue Nueva York, sobre todo bajo la alcalda de Rudolph Giuliani, el labo-ratorio de la tolerancia cero.

    No es este el lugar para analizar en profundidad las prcticas de controlsocial que se dieron en esta ciudad (6), pero s es importante en la economa deeste artculo ver cules fueron los presupuestos tericos de la puesta en mar-cha de tales prcticas y sobre todo analizar brevemente los resultados de estacruzada contra cualquier manifestacin de desviacin.

    Por lo que se refiere al primer punto, el programa operativo elaborado porWilliam Bratton, jefe de la polica municipal de Nueva York, es paradigmticode la lgica empresarial que subyace a las polticas de tolerancia cero:

    Multiplicar el nmero, las armas y los dispositivos especializados delcuerpo de polica municipal.

    Uso sistemtico de la informtica en tiempo real, en detrimento de la re-solucin de los conflictos o de la polica comunitaria, con el fin de poderactuar rpidamente no slo contra las conductas delictivas, sino tambincontra las conductas antisociales de los marginados (personas sin hogar,mendigos, vagabundos, pequeos vendedores de droga, etc.).

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    (5) Basta con pensar que las primeras vctimas de las polticas de tolerancia cero en EE. UU. y en Inglaterra fueron los squeegee, los

    que lavan los parabrisas en los semforos.

    (6) Para un anlisis detallado y para las estadsticas que se ofrecen, ver De Giorgi (2005) y Wacquant (2006).

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  • Reasignacin de las responsabilidades operativas de las comisaras de ba-rrio, con la obligacin de obtener resultados cuantitativos significativos.

    Como se puede notar, es un reflejo de la llamada criminologa actuarial(Baratta, 1993) de la voluntad por fines no declarados (polticos, mediticos,etc.) de limpiar las calles, de solucionar un problema sin tener en cuenta lascausas que lo producen, de la necesidad de obtener datos cuantitativos parajustificar una actuacin represiva, sin inters alguno para la calidad de estosdatos o la legalidad de los medios a travs de los cuales se obtienen resulta-dos numricos significativos.

    Por lo que se refiere a los resultados, hubo un descenso de la criminalidaden la ciudad, que debe ponerse en relacin con otras dinmicas, puesto que lasestrategias de tolerancia cero se insertan en un descenso general de la delin-cuencia violenta y callejera en todo el territorio de EE. UU. (7) (De Giorgi, 2005;Wacquant, 2006). Adems, estas actuaciones arrojan un saldo de importantesconsecuencias sobre las vctimas de las mismas, entre las que se destacan:

    Incremento del 50% de las demandas para solicitar el resarcimiento dedaos causados por las persecuciones violentas de la polica.

    Las denuncias penales por abusos cometidos por la polica crecen un 41%.

    35% ms de civiles asesinados en operaciones policiales.

    Aumento del 53% del nmero de personas fallecidas en circunstanciassospechosas bajo custodia policial.

    Prcticas racistas: el 75% de los denunciantes de violencia policial sonafro americanos o latino americanos y, por cuanto se refiere a los polic-as acusados, el 69% es blanco.

    En definitiva, la tolerancia cero, ms all de las discusiones sobre su utili-dad, se presenta como un espejo de los cambios (econmicos, polticos, socia-les, penales, etc.) que estamos analizando, donde el punto de mira se fija sobrelos pobres y los marginados sociales y econmicos. Tambin en este caso elfin ltimo es alejar a los sin techo y los mendigos, ocultar los pobres y las pros-titutas callejeras, castigar a los jvenes de los barrios sensibles.

    Muy rpidamente, estas polticas puestas en marcha en EE. UU. empiezana difundirse por todo el mundo, a travs de la propaganda meditica y cultu-ral construida acerca de la utilidad y de las ventajas de la adopcin de latolerancia cero: inspiran las reformas penales y de ayuda social de varios pa-ses, empezando por la Gran Bretaa de Tony Blair, que adopta una ley sobre el

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    (7) Por ejemplo, la rearticulacin del mercado del crack, que haba sido el factor detonante del aumento de homicidios con armas de fuego.

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  • crimen y desorden que es la ms represiva desde la posguerra, pasando por laItalia de Mximo DAlema, donde las medidas represivas se aplican tambin alos malos conductores en la va publica, y hasta llegar a la Francia de Jospin ySarkozy y de las recientes revueltas en las banlieu (8).

    El tema de la seguridad ciudadana monopoliza por completo el mbitopoltico y satura la comunicacin de los medios de difusin, creando un ver-dadero clima de pnico moral y de miedo que, como en un crculo vicioso, ali-menta la sensacin que la tolerancia cero funciona. Como veremos enseguida,tambin en los pases europeos esta nueva cruzada moral est dirigida a lasancin de la conducta de determinados grupos de poblacin.

    4 EL GRAN ENCARCELAMIENTO EN EE. UU. Y EUROPA OCCIDENTALTodas estas dinmicas confluyen en la que ha sido definida como la poca

    del gran encarcelamiento, definicin referida a la espectacular subida del n-mero de internos en las prisiones de todos los pases occidentales. Parece serque la reciente conversin de problemas sociales en prcticas judiciales haya te-nido el efecto de enviar entre rejas una franja cada vez ms amplia de la pobla-cin, y en particular de aquella poblacin pobre y diferente que constituye lacara oscura de la sociedad oficial. Veamos antes el caso de Estados Unidos.

    A partir de principios de los aos noventa podemos asistir a un rpido aumento de la poblacin carcelaria de Estados Unidos:

    Evolucin de la poblacin reclusa en EE. UU. (en millares). Perodo: 1992 - junio 2006

    FUENTE: Elaboracin propia. Bureau of Justice Statistics, U.S. Department of Justice.

    Marginados, minoras e inmigrantes: criminalizacin de la pobreza y encarcelamiento masivo en

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    (8) Para un exhaustivo anlisis de la difusin en Europa de la tolerancia cero vase Wacquant, 2000 (en particular, pp. 26-74).

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    poblacion reclusa 1.295 1.585 1.816 1.961 2.135 2.2451992 1995 1998 2001 2004 (Junio) 2006

  • Como vemos, segn los ltimos datos disponibles las diferentes crceles deEstados Unidos albergan casi dos millones y medio de personas (9), con unatasa de encarcelamiento de 727 habitantes cada cien mil, valor, en trminos ab-solutos, muy por encima de la totalidad de la media de encarcelacin de lospases europeos, como veremos ms adelante.

    Si miramos la composicin tnica de dicho segmento entre rejas, pode-mos ver que la gran mayora de los reclusos son afro-americanos, con una tasade encarcelamiento del 4,8%, dato relevante sobre todo si es comparado con latasa de la poblacin latina (1,9%) y de la poblacin anglosajona (0,7%). Y sinos concentramos en la franja de edad entre 25 y 34 aos, para los afro-ameri-canos esta tasa sube al 11%. Asimismo, las mujeres afro-americanas sufren unatasa de encarcelamiento que es el doble de las latinas y el cudruple de lasanglosajonas.

    Si a eso le aadimos que los afro-americanos representan slo el 12% dela poblacin total, pero al mismo tiempo ms del 70% de los que estn enlas crceles (10) y que la brecha entre las tasas de encarcelamiento de losblancos y negros es de 1 a 9 (11), aparece bastante evidente el sesgo racialdel sistema penitenciario norteamericano, o sea la voluntad de encarcelar(o de hacer que lleguen a la crcel) sobre todo los miembros de aquella cla-se tradicionalmente considerada como peligrosa, o sea el joven varn (ycada vez ms la joven mujer) negro de los guetos problemticos, juntocon los sectores en decadencia de la clase obrera y en general todas las vc-timas de la precarizacin del mercado econmico y de la desaparicin delestado social. De hecho, segn los datos ofrecidos por Wacquant (2006, 81)la mitad de la poblacin afro-americana no tena trabajo antes de ser dete-nida y slo el 15% trabajaba a tiempo parcial; ms de la mitad no haba ter-minado la escuela secundaria y viva con menos de mil dlares por mespara una familia de tres personas, lo que la sita debajo del umbral de po-breza oficial; y slo el 14% reciba algn tipo de ayuda por parte del Esta-do. Todo eso resalta que los que llegan a la prisin provienen de los secto-res ms marginalizados de la clase obrera y en particular de la comunidadafro-americana, la que ms sufre los efectos de los procesos arriba mencio-nados.

    Pasemos ahora a los pases europeos. Como se puede ver, el aumento delos presos a partir de los aos 90 es una constante para la mayora de los pa-ses de la Europa occidental:

    Tribuna abierta

    Giulio Tinessa

    (9) Todos los datos son extrados del Bureau of Justice Statistics, U.S. Department of Justice (http://www.ojp.usdoj.gov/bjs/)

    (10) Hace cuatro dcadas las proporciones eran inversas, o sea un 70% de origen anglosajn.

    (11) Hace poco ms de dos dcadas era de 1 a 5.

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    174 Documentacin Social 148

  • Tasa de encarcelamiento en los pases de Europa occidental (por 100.000 de la poblacin total). Perodo: 1992 - 2007

    FUENTE: Elaboracin propia. Internacional Centre for Prision Studies (en Italia la baja repentina se debe a losefectos del indulto del 2006).

    En trminos numricos estamos lejos de los valores estadounidenses, perosin duda podemos situar estos datos en la tendencia al alza del nmero de re-clusos en las prisiones europeas. Eso se hace todava ms visible si considera-mos la evolucin del porcentaje de extranjeros encarcelados:

    Marginados, minoras e inmigrantes: criminalizacin de la pobreza y encarcelamiento masivo en

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    ItaliaEspaaPortugalFranciaAlemaniaHolandaGreciaReino UnidoBlgicaAustriaSueciaNoruegaIrlandaDinamarcaLuxemburgo

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    1992 1995 1998 2001 2004 2007

  • Evolucin del porcentaje extranjero sobre poblacin reclusa total en Europaoccidental. Perodo: 2000-2007

    % Presos extranjeros % Presos extranjeros % Presos extranjeros Diferencia(2000) (2004) (2007) 2000 - 2007

    Italia 29,5 31,8 33,9 4,4

    Espaa 23,6 25,4 32,6 9

    Portugal 12,1 12 20,2 10,1

    Francia 21,6 21,4 21,4 (dato 2004) -0,2

    Alemania 34,1 29,9 28,2 -5,9

    Holanda 30,3 33,2 31,7 1,4

    Grecia 45,3 41,7 41,6 -3,7

    Reino Unido 7,8 11,3 15,2 7,4

    Blgica 40,4 40,9 42 1,6

    Austria 30,1 33 43,1 13

    Suecia 19 25 26,2 7,2

    Noruega 12,9 19,2 17,2 4,3

    Irlanda 7,5 9,1 9 1,5

    Dinamarca 17 15,5 18,2 1,2

    Luxemburgo 59,1 73,6 75 15,9

    FUENTE: Elaboracin propia. Internacional Centre for Prision Studies.

    La mayora de los pases europeos ha experimentado, en el intervalo de tiem-po considerado, una ulterior subida de la ya abundante poblacin extranjera re-clusa(12). Dejando de lado el caso de Luxemburgo (en el cual la gran mayora delos habitantes son extranjeros debido a la particular configuracin jurdica delpas), la evidente sobre-representacin de los extranjeros en prisin se esclareceaun ms con relacin al porcentaje de la poblacin extranjera sobre el total, queva de un mximo del 15,1% en Austria hasta un mnimo de 4,3% en Italia. Dichode otra manera, en Europa occidental los extranjeros suponen poco ms del 10% de la poblacin total y un sorprendente 30% de la poblacin entre rejas(13).

    Tribuna abierta

    Giulio Tinessa

    (12) Aunque no trataremos este tema, es importante subrayar que el aumento vertiginoso de la poblacin carcelaria ha trado consi-

    go un hacinamiento de las crceles, que albergan muchas ms personas de las que podran en base a su capacidad, de hecho, privan-

    do a los reclusos del espacio y de la intimidad a la cual tienen derecho. En sintona con los procesos aqu analizados, la solucin a este

    problema no viene de una reformulacin sobre las penas carcelarias y las medidas alternativas a la prisin, sino simplemente del

    aumento del nmero de crceles, tambin en Espaa. (Nota de prensa de Instituciones Penitenciarias del 18/11/2005 en la cual se

    anuncia que el Ministerio de Interior invertir 1.647 millones de euros en la construccin de 47 establecimientos penitenciarios.)

    (13) Los datos son de United Nations Statistics Division. Datos del 2005.

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    176 Documentacin Social 148

  • El sesgo racial que hemos visto en el caso de las prisiones de Estados Uni-dos parece reproducirse en Europa occidental. En esta ltima los inmigrantes,las personas de color y los pertenecientes a las minoras tnicas correspondena la categora de los negros en Estados Unidos. En Inglaterra, los negros pro-cedentes de las colonias caribeas van siete veces ms a la prisin que losblancos. En Alemania lo mismo ocurre con los gitanos (20 veces ms), los ma-rroques (8 veces) y los turcos (3-4 veces). En Holanda, la posibilidad de reci-bir una condena de prisin es sistemticamente ms alta cuando el condenadoes de origen marroqu o surinams. En Francia, se puede verificar la mismatendencia al aumento del encarcelamiento de los extranjeros, y tambin de losque, por sus rasgos fenotpicos, son asimilados a ellos siendo legalmentefranceses.

    Yendo an ms lejos, los inmigrantes y los percibidos como tales sufrenotros tratos que revelan el carcter segregacionista del encarcelamiento: anteuna misma infraccin se recurre ms a la condena de crcel cuando se trata deextranjeros; el ingreso se hace efectivo en mayor medida y se utiliza ms la de-tencin provisional, mientras que las penas alternativas a la prisin son prc-ticamente monopolizadas por los nacionales.

    Resulta claro que las prisiones tienden a encarcelar a los mismos que el sis-tema econmico y el sistema social han empujado a los mrgenes de la socie-dad: los recin llegados, los diferentes, junto con los sectores ms precariza-dos de la poblacin nacional (en Inglaterra el 83 % de los presos es de origenobrera, desempleado o con historial laboral muy reducido y con bajo nivel deescolarizacin)(14).

    En las sociedades desarrolladas y del trabajo flexible, como son las de laEuropa occidental, no es de extraar que la categora trabajo asuma una im-portancia central en la construccin social de una categora: somos nuestrotrabajo, el trabajo es uno de los determinantes a la hora de formar la identi-dad social de cada uno de nosotros. Al mismo tiempo, esta categora puedeconvertirse en un factor de exclusin cuando se aplica a los que estn fuera delmercado de trabajo o en los niveles ms bajos del mismo. Segn un estudio dela OCDE (2002) sobre el empleo de los extranjeros en los pases de la Unin,los trabajadores extranjeros:

    Son ms vulnerables a las fluctuaciones cclicas del sistema econmico,porque estn sobre-representados en las ramas de actividad ms preca-rias y porque se concentran en las categoras socioeconmicas ms ba-jas, que son las ms frgiles a la coyuntura.

    Marginados, minoras e inmigrantes: criminalizacin de la pobreza y encarcelamiento masivo en

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    (14) Todos los datos son de Wacquant, 2000 (pp. 101-120).

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  • Sufren tasas de paro ms alta que la de los autctonos, sobre todo en losparados de larga duracin.

    De marginados en el sistema econmico a vctimas de la accin penal elpaso es breve, sobre todo si los diferentes dispositivos sociales (polticos, me-diticos, legales etc.) les etiquetan como enemigo.

    En definitiva, hemos visto que prcticamente todos los pases desarrolla-dos han experimentado una subida espectacular del nmero de internados.

    Significa eso que nuestras sociedades se han vuelto ms violentas?

    Pues creemos que es necesario matizar esta cuestin. Como sabemos porGoffman (2004), las reglas sociales se negocian continuamente en la vida coti-diana y estas reglas cambian segn el tiempo, el lugar, las circunstancias y losgrupos sociales. Las reglas penales no son una excepcin.

    Como argumenta Torrente:

    la delincuencia como fenmeno, y el delito como manifestacin, son el resulta-do de una construccin social son procesos de cambio donde la poblacin mudasus opiniones y miedos, la delincuencia se redefine, la Polica evoluciona en sus estilos de trabajo, la poltica de sentencias cambia, las crceles se llenan o sevacan y todo junto hace que el sistema penal se transforme (Torrente, 2001, 75).

    Y aade Christie:

    El nmero de reclusos es el producto final de una mirada de influencias: tipode estructura social, distancia social, revoluciones o disturbios polticos, tipo desistema legal, intereses econmicos o empuje industrial: ver al nmero de reclu-sos como un indicador del nmero de delitos es simplificar la cuestin (Chris-tie, 1993, 34).

    Es justamente por eso que podemos decir que hay una relacin tan sloespuria entre tasa de encarcelamiento y tasa de delito, puesto que tantoformalmente cuanto informalmente en el curso del tiempo la sociedadtiende a penalizar unas figuras determinadas y unos comportamientos de-terminados.

    Ms clara, a nuestro parecer, es la conexin entre tasa de encarcelamiento ydeterioro del mercado laboral, conexin que se fundamenta en los procesos decriminalizacin de la pobreza analizados anteriormente. Excluidos de un mer-cado econmico que ya no los incluye ni como trabajadores ni como consumi-dores, los nuevos pobres sufren la accin penal de los poderes pblicos, con-forme a la visin, precedentemente tratada, de la marginacin social como unproblema de seguridad. As, su situacin de precariedad laboral y social es el

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    178 Documentacin Social 148

  • factor determinante a la hora de ser juzgados, pues es lo que ms los distanciay los hace diferentes respecto a la sociedad.

    As escribe De Giorgi:

    se ha desarrollado una hiptesis interpretativa que vincula la explosin delos ndices de encarcelamiento al aumento del desempleo y ms en general aldeterioro de las condiciones sociales. Los anlisis ms recientes demuestran unasustancial estabilidad de los ndices de criminalidad en el transcurso de las lti-mas dos dcadas, mientras que son llamativas las variaciones en el castigo, queno pueden considerarse dependientes de la variable delito y se colegan ms a lareforma estructural del sistema econmico y al surgir de una serie de variablessociales (los procesos de criminalizacin antes observados) que tienen relacincon ello (De Giorgi, 2005, 133).

    Y sigue Wacquant:

    A partir de unos cuarenta estudios en una decena de sociedades capitalistas, sa-bemos que desde el punto de vista social existe una estrecha correlacin entre eldeterioro del mercado laboral y el aumento de la cantidad de detenidos ()todas las investigaciones disponibles sobre sanciones judiciales segn las carac-tersticas sociales de los acusados en los pases europeos coinciden en sealarque el desempleo y la precariedad profesional son severamente juzgados porlos tribunales en el nivel individual (Wacquant, 2000, 106).

    A modo de resumen, las polticas de inclusin hacia los colectivos desfavo-recidos, tpicas del Estado benefactor, han dejado el paso a una actuacin decorte represivo, materializado en las polticas de tolerancia cero. Excluidos ypobres, las vctimas de esta poltica, ya no disponen de un lugar en nuestrassociedades: espacialmente estn confinados en los guetos que se han converti-do de un lugar de transicin en un lugar de encierro y aislamiento de los re-siduos (Bauman, 2005) de nuestras sociedades; econmicamente, nunca sernverdaderos consumidores y ya no constituyen el ejrcito de reserva de manode obra, como suceda en los orgenes del capitalismo; polticamente ya nointeresan, si no es como sujeto de los temores y de los miedos magistralmenteconstruidos por la clase poltica y por los medios de comunicacin de masas.Es en este contexto donde, siguiendo a Bauman, las clases pobres vienen iden-tificadas con clases criminales, y la exclusin, que antes era considerada comouna desgracia colectiva y por lo tanto tena que ser encarada con medios colec-tivos, se vuelve un asunto personal, un pecado que simplemente hay que re-primir en el lugar ms adecuado: la crcel.

    Es justamente la crcel, lugar a la vez simblico y real, reflejo y representa-cin de la sociedad, donde se ubica el punto de interconexin de los procesoscitados. Por un lado, este miedo permanente no hace ms que crear un clima

    Marginados, minoras e inmigrantes: criminalizacin de la pobreza y encarcelamiento masivo en

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    179Documentacin Social 148

  • de represin generalizada hacia los que socialmente son construidos como pe-ligrosos, favoreciendo la adopcin de medidas tipo vigilar y castigar (Fou-cault, 1979) que son exactamente las que caracterizan el resurgimiento del Es-tado penal. Es evidente que ambos procesos se retroalimentan, intermediadospor un nivel poltico desde el cual hay que dar respuesta al sentimiento deseguridad invocado por los ciudadanos, y desde un nivel comunicativo queamplifica enormemente hechos puntuales y reacciones colectivas.

    Garland tiene el mrito de explicitarlo claramente:

    El encarcelamiento ha sido resucitado y reinventado porque es til a una nuevafuncin necesaria en la dinmica de las sociedades neoliberales tardo modernas:hallar un modo civilizado y constitucional de segregar a las poblaciones pro-blemticas creadas por las instancias econmicas y sociales actuales () la prisinreinventada del presente es una solucin penal frente al nuevo problema de la ex-clusin social y econmica () los gobiernos prefieren las soluciones penales alos intentos de enfrentarse a las causas econmicas y sociales de la marginacin,bsicamente porque son inmediatas, fciles de implementar y puede alegarse quefuncionan con respeto al fin punitivo, en s mismas, aun cuando fracasen en loque se refiere a alcanzar toda otra finalidad (Garland, 2005, 322-323).

    5 CARACTERIZACIN DE LA POBLACIN RECLUSA AUTCTONA E INMIGRANTE EN ESPAAComo vimos anteriormente, Espaa ha experimentado un alza constante de

    su nmero de detenidos, en sintona con los dems pases de Europa occidental:

    Evolucin de la poblacin reclusa 1990-2007

    FUENTE: Elaboracin propia. DGIP.

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    (ago

    sto)

  • Con una tasa de encarcelamiento de 147 presos cada 100.000 habitantes, Es-paa se sita a la cabeza de los pases europeos ms desarrollados.

    La crcel sigue siendo monopolizada por la poblacin masculina, con un91,7 % (15) de hombres entre rejas, aunque no hay que desestimar un aumentode la poblacin femenina que, puede indicar una evolucin social paralela a laprogresiva insercin de la mujer en al mbito pblico.

    Si miramos la situacin procesual, podemos notar que un 23,6% de los in-ternos se encuentran en situacin preventiva, dato sin duda elevado y que re-clama una agilizacin del sistema judicial y que todava se har ms dramti-co cuando lo comparremos con el nmero de presos preventivos extranjeros.

    Poblacin reclusa segn situacin procesual (junio 2007)

    HOMBRES MUJERES TOTAL/PORCENT.%

    PREVENTIVOS 13.946 1.682 15.628 (23,6)

    PENADOS 45.794 3.739 49.533 (74,8)

    Por lo que se refiere la tipologa delictiva, los delitos que destacan son los co-metidos contra la propiedad (44%) y la salud pblica (27%) en el cdigo nue-vo, y estos junto con los cometidos contra las personas (25%) en el cdigo vie-jo, los cuales coinciden tambin en la poblacin extranjera reclusa aunque conun orden diferente, donde son mayora los delitos contra la salud pblica.

    Con relacin al perfil sociodemogrfico de la poblacin reclusa, dos inves-tigaciones nos permiten trazar un cuadro ms especfico de los etiquetadoscomo delincuentes: la primera es una encuesta realizada por Ros y Cabrera(1998) sobre mil detenidos en varias crceles espaolas y la segunda es la deManzanos (1991), centrada sobre los presos en el Pas Vasco y sus familias. Losdatos sugieren que quien acaba preso suele venir de una situacin previa deexclusin (econmica, educativa, relacional y cultural) y desarraigo.

    Por lo que se refiere a las mil voces presas, destacamos los siguientes re-sultados:

    El 51% de la muestra slo tena estudios primarios, un 1% era analfabe-to y un 7% sin estudios y sabe leer.

    Un 14% careca por completo de experiencia laboral y un 30% de lospresos ms jvenes (17-29 aos) nunca haba trabajado tres meses se-guidos en el mismo empleo.

    Marginados, minoras e inmigrantes: criminalizacin de la pobreza y encarcelamiento masivo en

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    (15) Todos los datos son de junio de 2007, salvo donde aparece diferentemente indicado. Fuente DGIP (http://www.mir.es/INSTPEN/).

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    181Documentacin Social 148

  • Los trabajadores no cualificados constituyan el 46,4 del total, al cual setendra que sumar un 8% que no tiene ninguna profesin y presumible-mente una parte de los No Clasificables.

    Un 82% perteneca a la clase obrera (que slo era el 36% de la poblacinnacional total).

    Un 46% de la muestra no tena pareja y casi un 20% estaban divorcia-dos o separados (siendo tan slo el 2% en la poblacin nacional total).

    Un 56% era drogodependiente.

    Con relacin al estudio de Manzanos, subrayamos los siguientes datos:

    El 46% de la muestra no haba superado los estudios primarios.

    El 61% careca de alguna experiencia laboral.

    Un 64% de las familias consideradas estaba en situacin de estricta mi-seria econmica (cuando nicamente lo estaba el 5% de los hogares delPas Vasco).

    Un 25% de estas familias tena ms de un miembro preso o con algnproblema judicial.

    El sistema de control oficial (polica, jueces, etc.) parece entonces alimen-tarse de los que pertenecen a los segmentos ms desfavorecidos de la socie-dad, transfiriendo la estigmatizacin de los pobres a las prcticas ordinarias delos aparatos de control de la sociedad. No debemos olvidar que, tal y como ar-gumenta Wagman:

    el nmero de personas encarceladas es el resultado de una serie de comple-jos procesos, entre otros: las decisiones sobre qu actos se consideran delitos; laspresiones sociales o polticas para perseguir con ms recursos ciertos delitos, ovigilar estrechamente ciertos colectivos; las polticas policiales y penales; la uti-lizacin o no utilizacin de alternativas a la crcel (Wagman, 2002, 4).

    Estos datos nos permiten sacar algunas conclusiones. Tal y como vimos an-teriormente, la actuacin de los cuerpos de polica se concentra sobre aquellosdelitos que son conocidos por los mismos, o sea de los cuales vienen informa-dos, y bien sobre una particular clase de delito sobre la cual parece fructfe-ro (y ms fcil)(16) llegar a esclarecer los hechos. Para el ao 2006, los delitosconocidos eran 1.048.496(17), de los cuales el 77,14 eran delitos contra el patri-

    Tribuna abierta

    Giulio Tinessa

    (16) Sobre todo despus de la puesta en marcha del Plan Polica 2000, en el cual se dispone la evaluacin en trminos cuantitativos

    de los resultados de la accin policial, elemento central de las polticas de tolerancia cero.

    (17) Slo se han conocido 560 delitos contra la administracin pblica, uno de los tpicos delitos de cuello blanco, o sea de las capas

    altas de la sociedad, ms complejos para investigar tambin por las presiones polticas y econmicas (Ros Martn y Cabrera, 1998, 32).

    1

    182 Documentacin Social 148

  • monio: eso por un lado evidencia que Espaa sigue siendo una sociedad mar-cada por la desigualdad econmica y por un acceso desigual al consumo, ypor el otro que los delitos ms conocidos (y entonces ms perseguidos) por laspolicas son justamente aquellos de los que tienen menos oportunidades y me-nos recursos para aliviar una situacin de privacin y entonces buscan unamanera delictiva de salir de esta condicin. Si a eso le sumamos que tam-bin el poder judicial juzga las condiciones sociales y no slo el delito a lahora de la condena, no es un caso que la mayora de las personas presas losean por delitos contra el patrimonio, y que su perfil tpico sea el de proce-dente de una situacin previa de exclusin. Lejos de la imagen meditica deasesinos y violadores, la crcel real parece ser el destino de los que viven almargen de la sociedad.

    Estas observaciones se hacen todava ms dramticas con relacin a lospresos inmigrantes.

    Las personas de origen extranjero presuponen un 32,6% del total de la po-blacin reclusa y un 9,2% de la entera poblacin nacional.

    Evolucin poblacin reclusa extranjera (1990 junio 2007)

    FUENTE: Elaboracion propia. DGIP.

    Si tomamos como referencia los aos 1999 2007 podemos observar un in-cremento del 14,3% de los presos extranjeros, siendo el aumento de la pobla-cin extranjera total nicamente un 6,2%. Parece entonces proseguir la tenden-cia a la sobre-representacin de extranjeros en la crcel, si tenemos en cuentaque en el 1999 ya eran el 17,3% sobre un escaso 4% de la poblacin nacional.

    Marginados, minoras e inmigrantes: criminalizacin de la pobreza y encarcelamiento masivo en

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    184 Documentacin Social 148

    Tambin en el caso de los presos extranjeros, la crcel es un asunto casi to-talmente masculino, aunque con un 9,1%, las mujeres estn experimentandoun aumento importante en los ltimos aos, debido a diferentes factores(18).

    Por lo que se refiere a la situacin procesual, segn los ltimos datos dis-ponibles(19), el 40% de los extranjeros est como preventivo, contra el 23,6% dela poblacin total.

    POBLACIN RECLUSA EXTRANJERA POR SITUACIN PROCESUAL (2006)

    PREVENTIVOS 6.887 (40,7%)

    PENADOS 10.049 (59,3%)

    Esta diferencia se puede explicar con el hecho que

    el ingreso en prisin con carcter preventivo no slo depende de la natura-leza del delito en la decisin del juez intervendrn variables como la catego-ra social del detenido, sus relaciones sociales y econmicas, su condicin o node reincidente, etc.(20) (Cabrera, 2002, 35).

    Tambin la falta de arraigo, junto con indicios de eludir la justicia, con-duce a que se aplique ms la prisin preventiva a los detenidos extranjeros.

    Con relacin a la tipologa delictiva, los delitos contra el patrimonio cons-tituyen el 18,6% y los delitos contra la salud pblica el 33,8%. Con un orden in-verso, son estas las mismas categoras que acumulan la mayora de los delitosde la poblacin reclusa en general.

    Las mismas conclusiones que hemos expuesto con relacin a la poblacinpenitenciaria total, encuentran un eco en el segmento inmigrante. Como es-cribe De Giorgi:

    los datos demuestran que existe un vnculo estrecho entre la precaria condi-cin social de los inmigrantes y la distribucin de delito que tiene poco que vercon presuntas tendencias a delinquir, con subculturas de la violencia o con mode-los culturales retrasados; delitos que en la mayora de los casos son instrumenta-les, es decir, destinados a encontrar medios de subsistencia negados por el merca-do del trabajo el sistema de seguridad y garantas sociales y negados por unacada vez ms frecuente condicin de irregularidad (De Giorgi, 2005, 106).

    (18) Por ejemplo la detencin de mulas, correos internacional de drogas. Ver Ribas, Almeda y Bodeln (2005).

    (19) Todos los datos sucesivos son extrados del Anuario Estadstico del Ministerio de Interior 2006.

    (20) La valoracin de los mismos criterios fundamenta la discrecionalidad del juez a la hora de la suspensin condicional de la pena,

    hecho que juega claramente en prejuicio del inmigrante. Como escribe Matthews (2003, 315): muchos inmigrantes estn en la crcel

    por delitos relacionados con la inmigracin ilegal, mientras que otros lo estn por no tener las garantas que les podran haber permi-

    tido una fianza, o porque no poseen los recursos para pagar una representacin legal de buena calidad.

  • Sobre este ltimo aspecto, subrayamos que la condicin de irregularidad,cada vez ms frecuente debido a un progresivo endurecimiento de las leyes deextranjera, restringe las posibilidades de una verdadera integracin econmi-ca y social, fomentando de esta manera una situacin de exclusin de la cualla desviacin representa un eplogo cada vez menos improbable (Barbagli,1998, 108).

    6 CONCLUSIONESLos procesos precedentemente analizados configuran un escenario en el

    cual las clases desfavorecidas, ahora etiquetadas tambin como peligrosas,constituyen el punto de mira de la accin penal y securitaria de la sociedad,accin impulsada por la confluencia de dinmicas econmicas, polticas y me-diticas en un proceso de criminalizacin de los nuevos pobres. En particu-lar, en las sociedades europeas, los colectivos inmigrantes son las vctimasprivilegiadas del resurgimiento y de la exaltacin del Estado penal.

    Entre las mltiples observaciones surgidas a lo largo de este artculo, dosaspectos se consideran particularmente interesantes:

    La necesidad de reducir el nmero de personas encarceladas, el tiempode condena y de prisin preventiva, junto con la adopcin de medidasalternativas a la pena carcelaria. Ya hemos visto cmo una buena partede los delitos de los inmigrantes estn relacionados con la inseguridadeconmica y administrativa que padecen, sin ninguna conexin fuertecon un mundo criminal y con una peligrosidad social que justifi-que la adopcin de medidas drsticas. Si las causas de la accin delicti-va se encuentran en algn tipo de privacin, sera ms eficaz el apoyoy el alivio de los instrumentos del trabajo social y comunitario que lacura de las sanciones del derecho penal.

    Frenar la difusin y la aplicacin de un concepto de justicia punitiva,basado en las generalizaciones sobre inmigracin, seguridad y delito yen las amplificaciones de estas por los medios de comunicacin y losaparatos polticos y de seguridad. La integracin de los inmigrantes sevuelve una quimera, si siguen por un lado los procesos de criminaliza-cin que los encierran el crculo meditico-poltico- social, y por el otrola atencin particular que les brinda todo el sistema securitario, jur-dico y penal.

    Finalmente, hay que sealar la escasez de estudios especficos en Espaasobre el anlisis y las consecuencias de la aplicacin de un nuevo sentido pe-

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  • nal, en particular con relacin a los efectos de las polticas de seguridad sobreel componente inmigrante de la sociedad. El presente texto quiere ser tambinuna invitacin a un acercamiento acadmico y a un renovado inters por la si-tuacin de los colectivos inmigrantes encarcelados, cuya sobre-representacinpenitenciaria pone en tela de juicio la posibilidad de una eficaz inclusin en lasociedad de destino.

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