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LA METRÓPOLIS Y LA VIDA MENTAL * GEORG SIMMEL Los problemas más profundos de la vida moderna se derivan de la demanda que antepone el individuo, con el fin de preservar la autono- mía e individualidad de su existencia, frente a las avasaIladoras fuerzas sociales que comprenden tanto la herencia histórica, la cultura externa, como la técnica' de la vida. La Iucha contra la naturaleza que el indivi- duo ha desarrollado para su subsistencia corporal logra, bajo esta forma moderna, una más de sus transformaciones. El siglo XVII hizo un llamado para que el hombre se liberara a mismo de todas las ataduras que parten del Estado, de la 'religión, de la moral y de 'la economía. La natu- raleza del hombre, común a todos y originalmente buena, debe por lo tanto desarrollarse sin obstáculos. El siglo XIX además de exigir una mayor libertad, demandó la especialización del hombre y de su trabajo de acuerdo con criterios funcionales; este proceso de especialización hace que cada individuo se vuelva incomparable a otro y que cada uno de ellos se vuelva indispensable en el mayor grado posible. Sin embar- go, esta especialización hace que cada hombre dependa más directa- mente de las actividades complementarias de todos los demás. Nietzsohe considera que el desarrolle completo del hombre está condicionado por la más brutal de las luchase el socialismo, por su parte, cree en la supre- sión de toda competencia por esta razón precisamente. Sea como fuere, en todas las posiciones que se han mencionado hasta ahora encontramos una misma preocupación básica: el que la persona se resista a ser supri- mida y destruida en su individualidad por cualquier razón social, polí- tica o tecnológica. Cualquier investigación acerca del significado inter- no de la vida moderna y sus productos o, dicho sea en otras palabras, acerca del alma de la cultura, debe buscar resolver la ecuación que las estructuras corno las metrópolis proponen entre los contenidos indivi- duales y supraindíviduales de la vida. Tal investigación debe responder a la pregunta de cómo la personalidad se acomoda y se ajusta a las exigencias de la vida social. Es precisamente a esta pregunta a la que me abocaré en este trabajo. El tipo de individualidad propio de las metrópolis tiene bases socioló- gicas que se definen en torno de la intensificación del estímulo nervioso; la cual resulta de los cambios suaves e ininterrumpidos en la recepción de diferentes tipos de incitaciones para obrar interna o externamente. Siendo el hombre un ser cLifefenciante,su mente se ve estimulada por el ~--_.----1i-- ---------- ----- - 8 Traducción del texto "The Metropolis and Mental Life", reimpreso en Reader ' in Urban Soci%gy, Paul K, Hatt y A. J. Reside editores, Nueva York, The Free Press of Glencoe, 1951. 47
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LA METRÓPOLIS Y LA VIDA MENTAL *

GEORG SIMMEL

Los problemas más profundos de la vida moderna se derivan de lademanda que antepone el individuo, con el fin de preservar la autono-mía e individualidad de su existencia, frente a las avasaIladoras fuerzassociales que comprenden tanto la herencia histórica, la cultura externa,como la técnica' de la vida. La Iucha contra la naturaleza que el indivi-duo ha desarrollado para su subsistencia corporal logra, bajo esta formamoderna, una más de sus transformaciones. El siglo XVII hizo un llamadopara que el hombre se liberara a sí mismo de todas las ataduras queparten del Estado, de la 'religión, de la moral y de 'la economía. La natu-raleza del hombre, común a todos y originalmente buena, debe porlo tanto desarrollarse sin obstáculos. El siglo XIX además de exigir unamayor libertad, demandó la especialización del hombre y de su trabajode acuerdo con criterios funcionales; este proceso de especializaciónhace que cada individuo se vuelva incomparable a otro y que cada unode ellos se vuelva indispensable en el mayor grado posible. Sin embar-go, esta especialización hace que cada hombre dependa más directa-mente de las actividades complementarias de todos los demás. Nietzsoheconsidera que el desarrolle completo del hombre está condicionado porla más brutal de las luchase el socialismo, por su parte, cree en la supre-sión de toda competencia por esta razón precisamente. Sea como fuere,en todas las posiciones que se han mencionado hasta ahora encontramosuna misma preocupación básica: el que la persona se resista a ser supri-mida y destruida en su individualidad por cualquier razón social, polí-tica o tecnológica. Cualquier investigación acerca del significado inter-no de la vida moderna y sus productos o, dicho sea en otras palabras,acerca del alma de la cultura, debe buscar resolver la ecuación que lasestructuras corno las metrópolis proponen entre los contenidos indivi-duales y supraindíviduales de la vida. Tal investigación debe respondera la pregunta de cómo la personalidad se acomoda y se ajusta a lasexigencias de la vida social. Es precisamente a esta pregunta a la queme abocaré en este trabajo.

El tipo de individualidad propio de las metrópolis tiene bases socioló-gicas que se definen en torno de la intensificación del estímulo nervioso;la cual resulta de los cambios suaves e ininterrumpidos en la recepciónde diferentes tipos de incitaciones para obrar interna o externamente.Siendo el hombre un ser cLifefenciante,su mente se ve estimulada por el

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8 Traducción del texto "The Metropolis and Mental Life", reimpreso en Reader 'in Urban Soci%gy, Paul K, Hatt y A. J. Reside editores, Nueva York, The Free Pressof Glencoe, 1951.

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contraste entre una impresión momentánea y aquella que 'la precedió.Por otra part~, las impresiones duraderas, las que se diferencian lige-ramente la una de la otra, así como las que al tomar un curso regulary habitual muestran contrastes habituales y regulares, utilizan, por asídecirlo, un grado menor de conciencia que el tumulto apresurado deimpresiones inesperadas, la aglomeración de imágenes cambiantes y latajante discontinuidad de todo lo que capta una sola mirada; conformaneste conjunto, precisamente, las situaciones sicológicas que se obtienenen las metrópolis. Con el cruce de cada calle, con el ritmo y diversidadde las esferas económica, ocupacional y social, la ciudad logra un pro-fundo contraste con la vida aldeana y rural, por lo que se refiere a losestímulos sensoriales de 'la vida síquíca. La metrópoli requiere delhombre -en cuanto criatura que discierne- una cantidad de concienciadiferente de la que le extrae la vida rural. En esta última, tanto elritmo de la vida, como aquel que es propio a las imágenes sensoriales ymentalec~~iluyede manera .más tranquila y homogénea y más de acuerdocon los"patrones establecidos. En este sentido se puede entender elcarácter sofisticado de la vida síquíca en 'las metrópolis, en contraposi-ción con el de los pueblos y pequeñas ciudades, que descansa muchomás en relaciones emocionales profundas. Estas últimas relaciones estánancladas en las capas más profundas de la psiquis y se desarrollan másfácilmente bajo el ritmo sostenido de los hábitos ininterrumpidos.El intelecto, sin embargo, tiene su sede en las capas conscientes trans-parentes y altas de la psiquis; es lo más adaptable de nuestras fuerzasinteriores. El intelecto no requiere de conmociones o fuertes choquesinternos para acomodarse al cambio y al contraste de fenómenos, Porsu parte, la mente más conservadora puede acomodarse al ritmo de lasmetrópolis únicamente a través de este tipo de experiencias emocionales.De esta manera, el tipo metropolitano de hombre -el cual, claro está,existe en mil y una variantes diferentes de individuo- desarrolla unacapacid~d que lo protege. contra aquellas corrientes y discrepancias desu medio que amenazan con desubicarlo. Este hombre actúa con sucabeza y no con su ,cora.f:ón.En esto, su conciencia superior y el inte-lecto asumen la "Prerrog~.tivapor encima de los sentimientos psíquicos.Por esta razón la vidafnerropolitana resulta subyacente a este estadode alerta, consciente; "así como al predominio de la inteligencia en elhombre metropolitano. La reacción a los fenómenos metropolitanos semaneja con esta capacidad q.ue resulta ser 'la menos sensible y la más

- alejada de las profundidades de la personalidad+Estas capacidades inte--lectuales propias de la vida metropolitana, desde esta perspectiva, seven como una forma de preservar la vida subjetiva ante el poder avasa-llador de la vida urbana, Estas mismas capacidades intelectuales se

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ramifican en múltiples direcciones y se integran con muchísimos fenó-menos discretos.

La metrópoli siempre ha sido la sede de la' economía monetaria. Esaquí donde la multiplicidad y concentración del intercambio económicole otorgan a los medios de intercambio una importancia que el volumendel comercio rural no le hubiese permitido. La economía monetaria yel predominio del intelecto están intrínsecamente conectados. Ambosguardan una actitud casual respecto al trato con los hombres y las cosasa tal grado que, dentro de esta actitud, la justicia formal se calificamuchas veces como dureza injustificada. La persona intelectualmentesofisticada es indiferente a toda forma genuina de individualidad, dadoque las relaciones que resultan de ellas no pueden ser cubiertas por lasoperaciones lógicas. De la misma manera, la individualidad de los fenó-menos no es conmensurable con el principio pecuniario.

El dinero hace referencia a lo que es común a todo; el valor de cambioreduce toda calidad e individualidad a la pregunta: ¿cuánto cuesta?

Todas las relaciones emocionales íntimas entre las personas estánfundadas en la individualidad, mientras que en las relaciones racionalesel hombre es equiparable con los números, como un elemento, indife-rente en sí mismo. Sólo los logros objetivamente medibles resultan deinterés. Es así como el hombre metropolitano juzga a sus abastecedoresy a sus clientes, a sus sirvientes domésticos y, algunas veces, aun a laspersonas con las que está obligado a tener relaciones sociales. Estascaracterísticas de la actitud intelectual contrastan con Ia naturaleza delos pequeños círculos, en los cuales el conocimiento inevitable de laindividualidad necesariamente produce un tono más cálido de compor-tamiento, mismo que está más allá de llegar a sopesar objetivamentelos servicios prestados y los recibidos.

En la esfera de la sicO'logíade los grupos pequeños resulta importanteconsiderar que, bajo condiciones primitivas, la producción le sirveal cliente que ordena el producto, de tal manera q.ue el productory el consu:midorestán relacionados y se conocen. La metrópoli moderna,por su parte, está abastecida, casi enteramente por producción parael mercado; esto es, para compradores desconocidos por completo, quenunca entran en el campo visual del productor. A través de este ano-nimato los intereses de cada parte' adquieren un carácter casual, casidespiadado. Así, los intereses económicos raciona'lmente calculados porcada. parte, no necesitan teaer modificación alguna en el trato co~er-cial debido_a.Jos-impo.ll(fer:able.s_proR.i()~d~..Es relaciones_p~rsoIlales.La economía monetaria domina la metrópoli; ha desplazado las últim:-:a"Cs-------supervivencias de la producción doméstica y del trueque directo deproductos; minimiza, asimismo, la cantidad de productos hechos sobre

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pedido. La actitud casual está tan obviamente interrelacionada con laeconomía del dinero, dominante en la metrópoli, que nadie puededecir si la mentalidad .intelectualizante promovió a la economía mone-tenia o si, por el contrario, fue esta última la que determinó la mentali-dad intelectualizante. El tipo metropolitano de vida es, ciertamente, elsuelo más fértil para esta reciprocidad entre economía y mentalidad,mismo punto que documentaré citando el juicio del más eminentehistoriadorconstitucionalista inglés: a través de todo el curso de lahistoria inglesa, Londres nunca ha actuado como el corazón de Inglaterra,aunque, algunas veces, haya actuado como su intelecto y siempre comosu monedero.

En algunos rasgos aparentemente insignificantes que yacen en lasuperficie de la vida las mismas corrientes síquicas se juntan. La mentemoderna ha llegado a ser cada vez más capaz de realizar cálculos. Laexactitud en el cálculo que se da en la vida práctica de la economíamonetaria corresponde al ideal de la ciencia natural, a saber, la trans-portació~ del mundo a un problema aritmético, así como a fijar cadaparte dé)!: mundo por medio de fórmulas matemáticas. únicamente laeconomía- monetaria ha podido llenar tanto los días de tantas-gentes conoperaciones de cálculo, peso y determinaciones numéricas, así comocon una reducción de los valores cualitativos a valores cuantitativos.A través de la naturaleza calculadora del dinero se ha .l}>grado que lasrelaciones entre todos los elementos componentes de la vida del hombreadquieran: 1) una nueva precisión; 2) una certeza en la definición delas identidades y de las diferencias; 3) una falta de ambigüedad en lospactos, tratos, compromisos y contratos. Externamente esta tendenciahacia la precisión se ha realizado a través de difusión universal de losrelojes de pulsera. Sin embargo, las condiciones de la vida metropoli-tana son al mismo tiempo causa y efecto de este rasgo. Las relaciones ylos negocios del metropolitano típico son, usualmente, de una índoletan variada y compleja, que, sin la más estricta de las puntualidadesen sus promesas y servicios toda la estructura se disolvería en un caosinextricable. Pero por encima de todo dicha necesidad está dada por laintegración imperativa de un agregado muy grande de personas conintereses diferenciados en un solo organismo altamente complejo. Siúnicamente los relojes de Berlín se desincronizaran por tan sólo unahora, las comunicaciones, la vida económica de la ciudad toda se derrum-baría parcialmente por algún tiempo. Amén que un factor meramenteexterno, las grandes distancias, traería como consecuencia que todaespera y toda cita rota resultasen inaudita e insoportable pérdida detiempO:-Deesta-{orma la técnica de-lilVida métropolitáñá es sencilla- _.-mente inimaginable sin una integración puntualísima de toda actividady relación mutua al interior de un horario estable e impersonal.

Las conclusiones generales de todo este trabajo de reflexión llegan,de nuevo aquí, al terreno de lo obvio.

En efecto, independientemente de la cercanía que guarde. con lasuperficie, y desde cualquier punto de ésta, podremos 'sondear las pro-fundidades de la psique y en ellas encontrar la conección entre losfactores externos más banales y las decisiones últimas sobre estilos ysignificados de la vida. La puntualidad, la exactitud y el cálculo seimponen sobre la vida por la dilatada complejidad de la existenciametropolitana y no únicamente por su conexión íntima con la economíamonetaria y el carácter intelectualizante, Dentro de la óptica anterior,estos rasgos matizarían los contenidos de la vida y favorecerían la exclu-sión de aquellos detalles e impulsos irracionales, instintivos y volunta-riosos que pretenden el modo de vida desde adentro, en lugar derecibir desde afuera una forma de vida general y esquematizada conprecisión. A pesar de que los tipos voluntariosos de personalidad -carac-terizados por impulsos irracionales- no son por ningún motivo impo-sibles en la ciudad resultan ser, sin embargo, anímicos de una vidatípica de la ciudad.

El odio acendrado de hombres como Níetszche y Ruskin a la metrópolies comprensible precisamente en estos términos. Estos pensadores des-cubrieron en su ser mismo que la vida tenía valor únicamente enaquella existencia no programada que no puede ser definida con pre-cisión de la misma manera para todos. Su odio a la economía monetariay al intelectualismo de la vida moderna tiene idéntico origen al queguardaban hacia la metrópoli.

Los mismos factores que se conjugan para otorgarle exactitud y pre·cisión detalladísimas a la forma de vida metropolitana son también losque han conjurado logrando una estructura de lo más impersonal; porotra parte, estos factores han promovido un grado muy alto de subjeti-vidad personal. Tal vez no existe otro fenómeno síquico que sea tanincondicionalmente exclusivo a la metrópoli como la actitud: blasée. 1

Esta actitud resulta, en primer término, de los estímulos a los nerviostan rápidamente cambiantes y tan encimadamente contrastantes. Delo anterior también parece surgir el florecimiento de lo intelectualen la metrópoli. Es por esto que Ia gente estúpida que no está vivaintelectualmente no es precisamente blasée. Una vida inmersa en labúsqueda ilimitada del placer lo hace a uno blasée, ya que sacude alos nervios y los lleva a su punto más alto de reactividad por lapsostan largos que cesan de reaccionar. De la misma manera, las impre-siones más inofensivas fuerzan -a través de lo rápido y contradictoriode_sus cambios- respuestas.unuy.iviolentas que desgarran los nervios j

1 N. T. Disposición O actitud emocional que denota una indiferencia basada enel hastío.

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ya par.a est~ dirección ya para aquélla, desgastando los últimos jironesde resistencia. De esta forma surge una incapacidad para reaccionarante. nuevas sensaciones con la energía suficiente. Esto es precisamentelo que. conforma esa actitud blasée que despliegan todos los niños me-tropolitanos cuando se les compara con los niños de medios ambientesmás tranquilos y menos cambiantes. .. Al origen fisiológico de la actitud blasée metropolitana se aúna otrofactor que surge de [a economía monetaria. La esencia de esta actitudra~ica en <;1 entorpecimiento de la capacidad de evaluación. Esto noqUIere decir que los contrastes marcados no sean percibidos, comosucede con los tontos, sino más bien que el significado y el valor diferen-cial de los casos -y por lo tanto los casos mismos- se ignoran al noconsic\erá~seles .substanciales .. Éstos, e.n efecto, se le presentan a la per-sona blas~e bajo un tono gr~s e indiferenciado. Ningún objeto merecepreferen~la sobre otro. Esta disposición es el fiel reflejo de una economíamonetaria completamente internizada. Al ser equivalente de todoslos casos en la misma forma, el dinero se convierte en el nivelador másatroz: e}J:dinero expresa todas las diferencias cualitativas de los casosen t~rminos de ¿cuánto cuesta? Con toda su capacidad e indiferencia,el dinero se convierte en el común desarrollador de todos los valoresy vacía, irreparablernente, el centro de los casos, su individualidad.;rodos ellos ~e sitúan al mismo nivel y se distinguen ent¡~ sí sólo por elar~a que cu reno En c~da caso individual esta colaboración, o para sermas exactos, decoloración de las cosas por intermediación del dineropuede ser irrelevante por pequeña. Sin embargo, a través de las rela-ciones de los ricos con los objetivos que se pueden adquirir por dineroy, tal ,vez. aun por medio de la identificación total que la mentalidaddel p~b]¡co contemporáneo les otorga a estos objetos, la evaluaciónexclusivamente pecuniaria de los objetos se ha extendido considerable-mente.

Las g:andes ciudades -las sedes más importantes del intercambiomonetano- propician la mercantilización de las cosas de manera másimpresionante y con mayor énfasis que las localidades pequeñas. Éstaes la razón por la que las ciudades constituyen, también, el entornoauténtico de la actitud blasée. Dentro de esta actitud la concentracióntan alta de hombres y cosas estimula el sistema nervioso del individuol~a~ta a sus máximos graáos de excitación. Por medio de la mera inten-sificación cualitativa de los mismos factores condicionantes esta exci-tación se .transforma en su opuesto y desemboca en el hastío tan peculiaren la actitud blasée. .

En "este caso los nervios encllentrarl"en- el -rechazo- a reaccionar antelos estím.ulos la última posibilidad de acomodo frente a las formasy contenidos de 'la vida metropolitana. La auto conservación de ciertos

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tipos de personalidad se logra al precio de devaluar todo el mundoobjetivo, y esta devaluación es la misma que finalmente arrastra a nues-tra personalidad individual a sentir en carne propia la misma desva-lorización. .

Mientras que el sujeto, en esta forma de existencia, tiene que arreglar-selas para sí mismo, su auto conservación frente a la gran ciudad deman-da de él un comportamiento de naturaleza social no menos negativoque la actitud blasée, Esta disposición mental de los metropolitanosentre sí puede ser designada, desde una perspectiva formal, como reserva,Si uno respondiese positivamente a todas las innumerables personas conquien se tiene contacto en la ciudad -como sucede en las pequeñaslocalidades donde uno conoce a todos aquellos a quienes se encuentray en donde se tiene una relación positiva con casi todo el mundo- unose vería atomizado internamente y sujeto a presiones psíquicas inima-ginables.

La reserva aparece como necesaria debido parcialmente a este hechosicológico y, en parte, al derecho de desconfiar que tienen los hombresfrente a los elementos "pisa y corre" de la vida metropolitana.

Como resultado de esta reserva a menudo ni siquiera conocemosde vista a nuestros vecinos por años. Es esta reserva la que nos hacefríos y descorazonados a los ojos de los habitantes de pequeñas ciudades.En efecto, si yo no me engaño, el núcleo de esta reserva externa no essólo indiferencia sino -y esto en un grado mayor de lo que uno cree-que contiene una ligera omisión, un rechazo y extrañeza mutuos quese convertirán en odio y lucha en el momento mismo de un contactomás cercano, por cualesquiera causas.

Toda la organización interna de una vida comunicativa tan extensadescansa sobre una jerarquía extremadamente variada de simpatías,indiferencias y aversiones tanto de naturaleza efímera como prolongada.La esfera de la indiferencia en esta jerarquía no es tan grande comopudiera creerse en una primera instancia. Nuestra actividad psíquicatodavía guarda la capacidad de reaccionar diferencialmente ante cadauna de las impresiones que nos pueda causar una persona. El caráctercambiante, fluido e inconsciente de cada impresión parecería tenercomo resultado un estado de indiferencia. Sin embargo, esta indiferen-cia sería tan poco natural, como insoportable la indiscriminada difusiónde sugerencias mutuas.P La antipatía nos protege, precisamente, deestos dos peligros típicos de la metrópoli: la indiferencia y la extremasusceptibilidad a las sugerencias mutuas.. Una antipatía latente ye-n escenario listo para los antagonismos prác-

tJ_c.~ promueve.!! la e?,i~ie_rlcia de es~~ dis~!lcias~ y aversiones sin las

2 N. T_ La indiscriminada difusión de sugerencias mutuas recibe el nombre de"acelere" en la terminología estudiantil contemporánea.

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cuales este modo de vida no podría Ilevarse a cabo. El estilo de vidametropolitano comprende inseparablemente en un mismo todo a supropia extensión, a las combinaciones de sus elementos, al ritmo de susurgimiento y desaparición, a las formas bajo las cuales se satisface,así como a los motivos que le imparten unidad en el sentido más estricto.Es por esta razón que lo que aparece de manera directa en el estilometropolitano como una disociación es en realidad sólo una de susformas de socialización.

A su vez, esta reserva, con sus matices de aversión ocuLtaaparece comola forma o disfraz de un fenómeno mental metropolitano más general,que le concede al individuo un espacio y un tipo de libertad personal,sin parangón alguno bajo otras condiciones. La metrópoli se remontaa una de las grandes tendencias de desarrollo de la vida social comotal; a una de las pocas tendencias para las cuales se puede descubriruna fórmula que se aproxima a lo universal. La fase más tempranatanto de las formaciones sociales que 'Consignala historia, como de lasestructuras sociales contemporáneas, es la siguiente: un círculo rela-tivament~pequeño que está cerrado firmemente frente y contra otros

__círculos vecinos, extraños o, de alguna forma, antagónicos. Sin embargo,este círculo es ceñidamente coherente y sólo le permite a cada miembroun estrecho campo para el desarrollo de sus cualidades individualesy para la realización de movimientos Iibres cuya responsabilidad recaigaconsigo mismo. Los grupos familiares o políticos, los partidos y asocia-ciones religiosas comienzan de esta manera. La supervivencia de lasasociaciones muy jóvenes requieren que se establezcan fronteras estric-tas, y una unidad centrípeta.

Es por esto que no pueden permitir libertad individual, como tam-poco dejan que se desarrolle la personalidad externa o interna. A partirde este momento el desarrollo social procede, simultáneamente, en dosdirecciones diferentes pero correspondientes. A medida que el grupocrece su unidad interna se refleja proporcionalmente y la rigidez originalde los deslindes también se suaviza por medio de conexiones y relacio-nes mutuas con el exterior. Al mismo tiempo los individuos avanzanen materia de libertad de movimiento mucho más allá de la celosademora inicial. Es así como el individuo logra una individualidad espe-cífica que hace posible y pecesaria la división del trabajo del grupo encrecimiento. El Estado,...~( cristianismo, los gremios, los partidos políti-cos, así como innumerables grupos se han desarrollado de acuerdo. conesta fórmula, a pesar -claro está- de lo mucho que las condicionesy fuerzas específicas de los 'respectivos grupos hayan modificado el

.esquerna general. Me parece que este esquema es-también -clararnenteidentificable en la evolución de la individualidad en la vida urbana.

La vida en Ia pequeña ciudad de la Antigüedad y de la Edad Media

interpuso barreras para prevenir el movrmiento y las relaciones delindividuo hacia el exterior, como también levantó vallas para contenerla independencia y la diferenciación indi:,idual. Lfl naturaleza de estasbarreras era tal que el hombre actual la consideraría insoportable.

Aún hoy en día UI). hombre de la metrópoli se siente restringido cuan-do Hega a un 'pueblo chico. Entre más pequeño sea el círculo que formanuestro medio, y entre más restrinjan esas relaciones con ele.mentos ex-trafios al grupo que pudieran, por tanto, contribui'r a la disoluciónde las fronteras del mismo, mayor será la ansiedad con que el grupovigilará los logros, la conducta y las opiniones del individuo; así comotambién serán mayores las probabilidades de que una especializacióncuantitativa y cualitativa rompa toda :la estructura del pequeño círculo.

A este respecto la antigua polis parece haber tenido el mismo carác-ter que una pequeña ciudad. Con una existencia constantemente amena-zada por enemigos cercanos y lejanos, la ciudad antigua desarrolla unaestricta coherencia en lo político, impulsa la supervisión de un ciuda-dano por otro, apoya un gran celo del todo contra el individuo; el cualveía suprimida su vida particular a tal grado que sólo podía compen-sarlo actuando como tirano en su propia· casa. Es por· esto-que la eno-r-me emoción, la agitación y el colorido único de la vida ateniense pue-den tal vez ser entendidos en términos de una situación en la que unpueblo de personalidades descomunalmente indivualistas lucha contrala constante presión interna y externa de una pequeña ciudad desin-dividualizante. Esto produjo una atmósfera tensa en la que los indivi-duos más débiles eran suprimidos, mientras que aquellos con tempera-mentos más fuertes se veían incitados a probarse de la manera másapasionada. En esto radicaría la explicación de por qué precisamenteen Atenas floreció lo que debería de ser llamado -sin que por estoconstituya una definición exacta- el carácter humano general en el des-arrollo intelectual de nuestra especie. Decimos lo anterior porque consi-deramos que tiene validez empírica e histórica la conexión siguiente:las formas y contenidos de vida más generales y extendidas son las queestán más íntimamente ligadas con las formas y contenidos generalescomo las individuales, comparten enemigo en las formaciones y agru-paciones estrechas, cuyo mantenimiento las coloca en una actitud defen-siva frente a la expansión y generalidad existentes fuera de ellas, comotambién fu-entea la libre individualidad en su interior.

De la misma manera que en los tiempos feudales el hombre libre erael que se encontraba bajo la jurisdicción legal general a un país; estoes, bajo la ley de una órhiffl social más amplia, mientras que el siervoera aquel cuyos-derecItosse-derivaban del estrecho-círculo de la aso=ciación feudal y era excluido de la órbita más amplia. Así tambiénel hombre metropolitano es "libre" en un sentido espiritualizado y

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refinado, en contraste con la mezquindad y los prejuicios que atanal hombre del pueblo chico.

La indiferencia y reserva recíprocas y las condiciones de vida inte-lectual de círculos muy grandes nunca se dejan sentir con mayorfuerza en e.l individuo -en tanto que impacto a su independencia-~ue cuando se encuentra en lo más espeso de una multitud metropo-}¡tan~. Esto se debe a que la proximidad corporal y la estrechez delespacio hacen más visible la distancia menta!.

Es obvio que el anverso de esta 'libertad sea bajo ciertas condiciones,el hecho de que en ningún lugar se llega a sentir tanto la soledad yla desubicación c.amo. entre la multitud metropolitana. Ya que aquícomo en otras situaciones no resulta necesario que la libertad delhombre se vea reflejada en su vida emocional o en su confort.

1 o sól.o el tamaño inmediato de un área y el número de personasque debido a ,la correlación histórica universal entre aumento de laextensión del círculo y libertad personal interna y externa han hechode la met.rópoli el ámbito de la libertad. Más bien, la ciudad le llegaa convertir en la sede del cosmopolitanismo cuando lleza a trascenderesta expansión visible. El horizonte de la ciudad se expande de maneracomparabl~ a la forma en que crece la riqueza; una cierta proporciónde la propiedad aumenta de manera casi automática en una progresióncada vez mayor. Tan pronto como se rebasa un cierto límite en elcrecimiento de las relaciones económicas, personales e intelectuales dela ciudadanía, la esfera de predominio intelectual de la ciudad sobresu área de influencia aumenta en progresión geométrica. Cada avanceen extensión dinámica se convierte en un paso más para el ,logro deuna extensió~ nueva, desigual y mayor: de cada hilo conductor ques~lrg~ de la c~udad brotan ~uevos hilos corno si lo pudieran hacer porSI rrusrnos: as~ como en la Ciudad el incremento no ganado en la rentadel suelo =rmsmo que se logra por el aumento en las comunicaciones-le trae al dueño un aumento automático de ganancias. En este mo-mento, el aspecto cuantitativo de la vida se transforma en raso-os decarácter cualitativos. '"

La esfera de la vida de una pequeña ciudad es, en 'lo fundamental,a~ltár~uica. Está en la naturaleza misma de la metrópoli el que suvld~ interna bañe con sus olas los lugares más apartados de la arenanacional o internacional-

En los casos en qii'é -una pequeña ciudad " alcanza la prominenciaa .través de personalidades individuales, dicha importancia tendrá lamisma duración que esas personalidades. Por su parte, la metrópoli

3 N. T. El autor pone como ilustración de este principio a la ciudad de Wcimar,que alcanza prominencia intelectual y artística a finales del siglo XVIII y principiosdel XIX con personajes como Goethe.

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se caracteriza por su independencia esencial aun de Ias personalidadesmás eminentes. La gran personalidad es la contrapartida de dichaindependencia, y es el precio que el individuo ha de pagar por la in-dependencia de que goza en la metrópoli. -'

La característica más significativa de la metrópoli es la extensiónde sus funciones más allá de sus fronteras físicas. La eficiencia de susfunciones reacciona, le otorga peso, importancia y responsabilidada la vida metropolitana. Así como el hombre no termina con los límitesde su cuerpo o del área que comprende su actividad inmediata; sinomás bien, es el propio rango de la persona, que se constituye por lasuma de efectos que emanan de él en el tiempo y en el espacio. Dela misma manera una ciudad consiste en la totalidad de efectos quese extienden más allá de sus confines inmediatos; sólo que dentro deello~ es donde se expresa su existencia. Este hecho hace evidente quela Iibertad individual, que es el complemento histórico y lógico de talextensión no pueda ser entendida sólo en el sentido negativo de unamera libertad de movimiento y la eliminación de prejuicios y de unfariseísmo mezquino. El punto esencial es que el particularismo y laincomparabilidad, que posee cada uno de los individuos, pueda ex-presarse de alguna manera en la trama de un estilo de vida. Quenosotros seguimos las 19'es de nuestra p'ropia naturaleza -y esto es,después de todo, la libertad- llega a ser obvio y convincente paranosotros y los demás sólo si las expresiones de esta naturaleza sondiferentes de las expresiones de otros.

Las ciudades son ante todo, sedes de la más alta división económicadel trabajo. Ellas producen, per tanto, fenómenos extremos tales como,en París, el de la ocupación remuneraria de los habi-tantes de un barrio(el decimocuarto). Estas personas se identifican con anuncios en susresidencias y están listas a la hora de la cena con atuendo formal, demanera que puedan ser llamadas rápidamente si el número de per-sonas en una cena fuese 13. En la medida de su expansión, la ciudadofrecerá más y más condiciones decisivas para la división del trabajo.Ofrecerá un círculo que por su tamaño puede absorber una gran varie-dad de servicios. Al mismo tiempo, o}a concentración de individuos y sulucha por clientes obligan a la persona a especializars en una funciónde la que no puede ser fácilmente desalojada por otra. Resulta crucialel que la vida urbana haya transformado la lucha con la naturalezap.ar la supervivencia en una lucha entre seres humanos por la ganan-era, la cual no es cedida"por la naturaleza sino por otros nombres.

Pe~'o la especialización 'iro surge sólo de la competencia por la ga-nancin sino también 'del hecho subyacente de - que el vendedor elebebuscar siempre la manera de encontrar necesidades nuevas y diferenciadaspara atraer al cliente.

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A fin de encontrar una fuente de ingresos que todavía no esté'ago~a~a y una función que no pueda ser cambiada, es necesario es-,peCI~l1zarse, e~, los servi~ios ~ue uno otorga. Este proceso promuevela diferenciación, el refinamiento y el enriquecimiento de las necesi-dad:s del público, 'las que obviamente llevan a diferencias personalescrecientes entre este público.

!o~o esto conforma latra~sición a la individualización de los rasgospsiquicos y menta!es que la ciudad ocasiona en proporción a su tamaño.H:y toda una serie de causas obvias que fundamentan este proceso. Enprrrner lugar, uno debe enfrentrase a la dificultad de reafirmar la~ersonalidad propia dentro de las dimensiones de la vida metropo-Iítana. En donde el aumento cuantitativo en importancia y el castod '1 Ií - oe energIa a canzan sus irmtes, uno aprovecha la diferenciación cuali-tativa a fin de atraer de alguna manera la atención del círculo socialmanipulando su sensibilidad para con las diferencias.

!inalmente: el hombre se ve tentado a adoptar las peculiaridadesmas tendenciosas; esto es, las extravagancias específicamente metro-~oli~a.nas "'de manierismos, caprichos y preciosismos. Ahora bien, elsignificado de estas extravagancias no radica en lo absoluto en los con-tenidos de tal comportamiento, sino más bien en su forma de serdiferente, de resaltar de manera espectacular y par ende, de atraerla atención. Para muchos tipos de personalidad, la úniea manera desalv~g~ardar para sí mismos un mínimo de amor propio, así como elsentrmiento de llenar una posición importante, es indirectamente através de la cor:ci~nci_a. de otros. En el mismo sentido opera un factoraparentemente insignificante, cuyos efectos acumulativos son, sin em-?argo, visibles. Me refiero a la escasez y brevedad de los contactosínterpersonales en la metrópoli en comparación con las relaciones so-cialesque se tienen en las ciudades pequeñas. La tentación de aparecer?on~e?trado y. alta~ente caracterizado, es mucho más asequible almdI;Iduo en situaciones de contacto metropolitano que a uno en unaatmósfera e,n donde la asociación prolongada y frecuente garantizala personalidad, con una imagen de sí mismo frente a otros sinambigüedades.

1:a razón más profunda-ipor la que una metrópoli llega a promoverel llnI:ul~o hacia 1,: má~ itJ:diviclual de las existencias personales pareceser -Sin Importar s~ éstas-son exitosas :o están justificaclas- la siguiente:e~ desarrollo de la cultura moderna se caracteriza por la preponderan-CIa de 10 que podríamos denominar el "espíritu objetivo" sobre el"espí~it:l su~.ie~ivo". Esto~, se_ incoI]J~r_a l!...na suma de espíritu _e_n_los dIStI.I1tos niveles: en. el lenguaje, el derecho, la tecnología de lapr?dUCCIÓn, el arte, la CIencia y en los objetos mismos del ámbito do-mesuco. En su desarrollo intelectual el individuo sigue el crecimiento

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de este espirrtu de manera muy imperfecta.y a vuna distancia cada '" ...vez mayor.

Vemos retrospectivamente la inmensa cultura que durante los úl-timos cien años ha estado incorporada en las cosas, en el conocimiento,en las instituciones, en los conforts, y si comparamos todo esto conel progreso cultural del individuo durante el mismo periodo -por lomenos entre los estratos más altos- se evidenciará una desproporciónpavorosa. En efecto, en algunos puntos se notan retrocesos en la cul-tura del individuo en cuanto a espiritualidad, delicadeza e idealismo.Esta discrepancia resulta, esencialmente, de la creciente división deltrabajo; ya que la división del trabajo demanda del individuo logroscrecientemente parciales. La grandísima ventaja del trabajo especiali-zado muy frecuentemente significa un estrangulamiento de la per-sonalidad individual. En todo caso, el individuo tiene una capacidadcada vez menor de enfrentarse con el supercrecimiento de la culturaobjetiva; se ve reducido a una cantidad insignificante, tal vez menoren su propia conciencia que en su práctica social y que en la totalidadde esos oscuros estados emocionales que se derivan de dicha práctica., Elindividuoseha convertido en un simple engranaje de una enormeorganización de poderes y cosas que le arrebata de las manos todoprogreso, espiritualidad.J valor para transformarlos a partir de suforma subjetiva en una forma de vida puramente objetiva. Sólo esnecesario apuntar que la metrópoli es la arena genuina de esta culturaque trasciende toda vida personal. Aquí, en los edificios y en las ins-tituciones educativas, en las maravillas y el confort de la tecnologíaconquistadora del espacio, en las formaciones de la vida comunitaria yen las instituciones visibles del Estado, se ofrece una solidez tanavasalladora del espíritu cristalizado y despersonalizado que la per-sonalidad, por así de cirIo, no puede mantenerse a sí misma bajo esteimpacto. Por una parte, la vida se hace infinitamente más fácil parala personalidad en tanto que por todas partes se le ofrecen estímulose intereses, usos del tiempo y de la conciencia, mismos que transportana la persona con la facilidad con que 'lo haría la corriente de un río.

Por otra parte, sin embargo, la vida se va conformando más y másde esos contenidos y ofrecimientos impersonales que tienclen a des-plazar las genuinas sutilezas y los rasgos incomparables cle la persona.Esto tiene como resultado que el indivicluo conserve al máximo lasingularidad y pa,'rticl1'laridad a fin de preservar su núcleo más per-sonal. Tiene que exagerar este elemento personal para poder continuarescuchándose a sí mismos ~a atrofia de la cultura individual a través

-de-la hipertrofia de 'la culttifaTobjetiva es una razón que explica ---el odio amargo que los predicadores del más extremo de los indivi-dualismos, sobre todo Nietzsche, guardan para la metrópoli. Pero ésta

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es también. efectivamente, una razón por la que esos predicadoresson amados con tanta pasión en la metrópoli y por la que aparecenal hombre metropolitano corno profetas y salvadores de sus deseosmás insatisfechos. .

Si uno se pregunta por la poslciOn histórica de estas dos. formasde individualismo que son alimentados por la relación cuantitativade la metrópoli, a saber, la independencia individual y la elabora-ción de la individualidad misma, entonces la metrópoli asume unrango enteramente nuevo en [a historia mundial del espíritu. Elsiglo XVIII encontró al individuo sujeto a lazos opresivos que ya notenían ningún significado =Iazos de carácter político, agrario, gremialy religioso-. Éstos eran limitantes que, por así decirlo, imponían alhombre una forma antinatural y desigualdades injustas y anacrónicas.Fue en esta situación en donde surgió el grito de libertad e igualdad,la creencia en la libertad absoluta de movimiento para el individuoen todas las relaciones sociales e intelectuales. La libertad permitiría, enun abrir y cerrar de ojos, que emergiera la noble substancia comúna todos.iúna substancia que la naturaleza había depositado en cadahombre, y que la sociedad y la historia habían deformado. Ademásde este ideal del liberalismo del siglo XVIII, en el siglo XIX, a través deGoethe y el Romanticismo, así como la división económica del trabajo,surge otro ideal: los individuos liberados de sus ataduras históricasdesearon ahora distinguirse los unos de los otros. EI vehículo de losvalores del hombre ya no es "el ser humano en general" de cada'individuo, sino la singularidad cualitativa e irrernplazable del hombre.

La historia interna y externa de nuestro tiempo toma su curso dentrode esta lucha y en los enredos filuctuantes de estas dos maneras dedefinir el rol del individuo en la sociedad en su conjunto. Es fun-ción de 'la metrópoli el proveer la arena para esta lucha y su reconci-liación, pues la metrópoli presenta las condiciones peculiares queaparecen como oportunidades y estímulos para el desarrollo de ambasformas de atribuir roles a los hombres. A partir de aquí, estas con-diciones logran un lugar único, y se revisten de un potencial de sig-nificados inestimables para el desarrollo de la existencia psíquica.

La metrópoli se revela-a sí misma como una de esas grandes for-maciones históricas en las" que tendencias opuestas que encierran a lavida se despliegan y se ú'rien con derechos y fuerzas iguales. Sin embargo,en este proceso las corrientes de la vida trascienden de manera totalla espera para la que resulta apropiado emitir un juicio,

N. T. En otra parte del artículo, Sirnmel discutió ya la situación del individuomoderno que ignora el funcionamiento de los aparatos y recursos que usa dla-riamente.

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Dado que tales fuerzas de la vida se han integrado tanto a las'raíces como a la coronación de la totalidad de la vida histórica a la quenosotros -con nuestra existencia pasajera- pertel1ecemos .como unaparte, como una célula, no es nuestra tarea la de acusar o perdonar.sino sólo la de entender.

Traduccion del inglés: JUAN ZORR1LLA

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