Para compartir... Hablar de vocación es un tema apasionante y significativo para todo sacerdote, por cuanto se siente él mismo involucrado en tan hermosa experiencia. Basta entrar en el contexto de la palabra, o participar de una fructífera conversación sobre el tema para que nuestro pensamiento nos lleve a recordar el momento en que sentimos por primera vez, en el corazón las palabras del Maestro: “Ven y sígueme”. El significado de estas dos palabras, y el susurro que nos llegó al alma, nunca se olvidan, dado que la experiencia de aquel momento fue protagonizada por el autor de nuestra vocación “el Señor”, y en un momento en que cada uno estaba esperando ver u oír cuál era la ruta que debía emprender en la vida para ser feliz; en ese momento se acercó el Señor y nos trazó la más hermosa senda que una persona puede trasegar. “El camino del reino”, “la vocación sacerdotal”. En toda vocación, la iniciativa ha partido de Jesús que llama, que elige y convoca; es la gracia interior que pone al vocacionado a caminar felizmente tras las huellas del Sumo Sacerdote. Pero igualmente se trata de una correspondencia personal, una respuesta libre, y gozosa: “En la vocación brilla a la vez el amor gratuito de Dios y la exaltación de la libertad del hombre; la adhesión a la llamada de Dios y su entrega a Él” (PDV 36). Esta respuesta no es cuestión de palabras, “si” o “no” sino de entrega, de donación y abandono en las manos de quien nos necesita: Jesús para servirle en su Iglesia. Dicha respuesta exige siempre fe, amor, fidelidad, alegría y sacrificio. De tal manera, que con el pasar de los días el vocacionado se va enamorando cada vez más de aquel compañero que se ha hecho su amigo e inseparable. El Maestro. “El que no lleve su cruz y no venga en pos de mí no puede ser discípulo mío” (Lucas 14,27). En nuestra Diócesis, hay Sacerdotes con apenas unos meses, otros con veinticinco, con cincuenta, sesenta y uno y más años de ordenados Sacerdotes. Cada uno con sus propias experiencias y vivencias; en diversas circunstancias, viviendo una etapa concreta, en lugares muy diversos de la Diócesis, más allá de las fronteras diocesanas, fuera del país y en otros continentes. A todos los hermanos Sacerdotes los invito a reanimar nuestras fuerzas, apoyados en las palabras del Santo Padre durante la homilía de la inauguración del año sacerdotal: “Dejarse conquistar totalmente por Cristo”. Esta es una tarea de todos los días y lo logramos, en la medida de nuestra amistad profunda con Él, expresada en la oración constante, única y más perfecta comunicación que el Sacerdote tiene con el Señor. Hermanos Sacerdotes, que nuestra historia vocacional sea verdaderamente una historia de diálogo entre nosotros y Dios. “La historia de toda vocación sacerdotal,… Pbro. Robin Sadid Argel Bravo es la historia de un inefable diálogo entre Dios y el hombre” (PDV N°36)