Transcript
LOS TUXTLAStierra mítica
Comisión Organizadora del Estado de Veracruz de Ignacio de la Llave para la Conmemoración
del Bicentenario de la Independencia Nacional y del Centenario de la Revolución Mexicana
Mtro. Fidel Herrera Beltrán
Gobernador Constitucional del Estado
Dip. Leopoldo Torres García
Presidente de la Mesa Directiva
del H. Congreso del Estado
Magdo. Reynaldo Madruga Picazzo
Presidente del Tribunal Superior de Justicia
CONSEJO CONSULTIVO
Dr. Enrique Florescano
Presidente Ejecutivo
Dr. Porfi rio Carrillo Castilla
Secretario Ejecutivo
Lic. Domingo Alberto Martínez Reséndiz
Secretario Ejecutivo
Lic. Reynaldo Escobar Pérez
Secretario de Gobierno
Dr. Víctor Arredondo Álvarez
Secretario de Educación
C. Ángel Álvaro Peña
Secretario de Turismo y Cultura
Lic. Salvador Sánchez Estrada
Secretario de Finanzas y Planeación
Lic. Ranulfo Márquez Hernández
Secretario de Desarrollo Social y Medio Ambiente
Dr. Raúl Arias Lovillo
Rector de la Universidad Veracruzana
Dra. Olivia Domínguez Pérez
Directora del Archivo General del Estado
Lic. Sergio Villasana Delfín
Director del Instituto Veracruzano de Cultura
Dip. Fernando González Arroyo
Representante del Poder Legislativo
Magdo. Alejandro Hernández Viveros
Representante del Poder Judicial
Gral. Sergio Ayón Rodríguez
Representante de la Secretaría de la Defensa Nacional
Vicealm. C.G. DEM. Sergio Javier Lara Montellano
Representante de la Secretaría de Marina
Dr. Carlos Luna Escudero
Representante del Sector Empresarial
Profr. Romeo Ramírez Jiménez
Representante Social
SUBCOMISIONES
Lic. Miguel Limón Rojas
Educación y Cultura
Dr. Arturo Gómez-Pompa
Recuperación y Salvaguarda
del Patrimonio Natural, Histórico y Cultural
Mtro. Francisco Arredondo e Ing. Miguel Hernández
Conservación y Desarrollo del Espacio Público
Lic. Dionisio Pérez-Jácome y Arq. Miguel Ehrenzweig
Obras y Proyectos
Antrop. Julio César Eloss Moctezuma
Preservación y Desarrollo de los Pueblos Indígenas
Dr. Félix Báez-Jorge
Publicaciones
Profr. Juan Nicolás Callejas y Lic. Salomón Bazbaz
Festejos y Conmemoraciones
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Distribución mundial
Coordinación editorial: Nelly Palafox
Diseño de portada e interiores: José Francisco Ibarra Meza π
© Gerardo Sánchez Vigil
D. R. © 2010, Comisión Organizadora del Estado de Veracruz
de Ignacio de la Llave para la Conmemoración del Bicentenario de la
Independencia Nacional y del Centenario de la Revolución Mexicana
/ Secretaría de Educación-Gobierno del Estado de Veracruz; km 4.5
Carretera Federal Xalapa-Veracruz, 91190. Xalapa, Veracruz
www.centenariosveracruz.gob.mx
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el
medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos.
ISBN 978-607-33-0008-7
Impreso en México • Printed in Mexico
Edición y diseño:
Kerenha Hernández
Cartografía:
Rosario Landgrave
Dibujo:
Erasmo Cázarez Hernández
Análisis de información:
Graciela Sánchez-Ríos
Agradecimientos:
En la preparación y elaboración de este libro conté con la ayuda de personas
extraordinarias. Mi primer agradecimiento es para el Dr. Enrique Florescano
por haberme invitado a participar y aceptar incluir esta obra en el programa
editorial del Bicentenario de la Independencia de México, del Estado de Ve-
racruz. El apoyo de la organización Light Hawk y los pilotos Chuck Schroll y
David Kunkel, que en la avioneta Cessna hicieron posible, cuando parecía que
el clima se nos venía encima, volar sobre la sierra y obtener material fotográ-
fi co imponente. Gracias al Archivo General de la Nación que nos facilitó una
copia de la ilustración del volcán San Martín Tuxtla, elaborada en 1793 por
Atanasio Echeverría. Manuel Escamilla, compañero de andanzas, hizo unos
dibujos notables del paisaje de Los Tuxtlas, incluimos un par de buenos ejemp-
los (páginas 24, 25 y 48). Mi gratitud para Nelly Palafox, sin ella nada de este
volumen hubiera sido posible, gracias por su extraordinario trabajo de coor-
dinación editorial y por su infi nita paciencia y comprensión. Como muchas
otras cosas que he emprendido, este libro no habría llegado a buen fi n, sin el
entusiasmo, ayuda y sobretodo el cariño de Patricia Moreno Casasola. Mariano
Guevara C. me ayudó mucho para solucionar un gran atoro, como siempre
participando en el trabajo de Los Tuxtlas. A todos estos tuxtecos honorarios les
reitero mi reconocimiento y aprecio.
Sergio Guevara S.
Fotografía: Gerardo Sánchez Vigil
LOS TUXTLAStierra mítica
ÍNDICE
Reconocimiento
Prólogo
Presentación
I . El descubr imientoLa región
La selva
El paisaje
Una mirada
I I . La hi s tor ia natura lTierra de volcanes
Diversidad natural
I I I . Las ra íces de l pa i sa jeOcupación de la sierra
Uso mesoamericano
Uso colonial
Uso agroindustr ial
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IV, El pa i sa jePerturbaciones
Huellas
Repertorio del paisaje
Árboles vigía
Leer el paisaje
V. Cultura y t radic iónFiestas
Magia
Leyendas y fábulas
VI. La hi s tor ia ambienta lPanorama completo
Visión del paisaje
VII . El futuro de la reg ión Desarrollo a largo plazo
Manejo de la biodiversidad
VIII . Recapi tu lac iónArbolado y conservación de la biodiversidad
Bibl iog ra f ía
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Reconocimiento
El verdadero viaje de descubrimiento
no consiste en buscar nuevos pasajes,
sino en mirar con nuevos ojos.
M. Proust
El concepto que tengo acerca de Los Tuxtlas lo forjé durante muchos años.
Es el fruto de mi fascinación por la sierra y de las ideas y descubrimientos comunes
con colegas y entrañables amigos, con quienes compartí inolvidables vivencias, con-
versaciones y discusiones en la Estación de Biología Tropical Los Tuxtlas de la UNAM; en las
Cabañas de Playa Escondida (Fotografía 1.1); en algún restaurante de Catemaco, bajo los mag-
nífi cos árboles que la selva dejó en los potreros, en playas, lagunas y selvas de la región. Cada
día aquilato más aquellas horas en que miramos la selva desde adentro y desde los pastizales,
entusiasmados por entenderla e imbuidos por la magia, las pellizcadas, los tegogolos, el sol, la
humedad, los moscos, el calor y la euforia de Los Tuxtlas.
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Prólogo
Cuando me figuro un paisaje bello, evocativo y cautivador, surge sin falta la
sierra de Los Tuxtlas, una de las regiones más hermosas y atractivas del sureste
mexicano. Mi fascinación por la naturaleza de esa zona surgió desde que la vi por
primera vez. Sin duda mucha gente coincidirá conmigo, pues ha experimentado este mismo
atractivo; pero en mi caso, el enamoramiento se volvió seducción de inmediato. He tenido,
además, la fortuna de haber compartido este encanto con mis colegas, estudiantes y amigos, a
tal grado que ahora no sería capaz de identifi car mi visión de Los Tuxtlas de la de ellos, pues
cada uno pusimos una parte del todo.
En este libro, la selva es el punto de partida y es el eje alrededor del cual gira la historia
natural y ambiental que se describe a lo largo de los capítulos. No se trata de exponer sólo el
resultado del trabajo de los investigadores, sino de mostrar sus logros y sueños, la motivación
de su trabajo, de decir entre líneas el placer que sentían al descubrir y compartir su entusiasmo
y sus sinsabores. Solo quien ha participado de este esfuerzo, tiene recuerdos y anécdotas, que
le permiten entender la riqueza de aportes originales y creativos, que han contribuido a en-
tender el paisaje de la selva húmeda de la sierra, uno de los más ricos, atractivos, prometedores
y más enigmáticos de Mesoamérica.
Mi vida en la sierra empezó un mediodía, hace ya mucho tiempo, cuando llegué a Los
Tuxtlas, con un libro bajo el brazo y un montón de buenos deseos. Era un día luminoso en
que yo rebotaba en la parte trasera de una camioneta del Instituto de Biología de la UNAM,
mientras recorría la estrecha carretera que va desde el puerto de Veracruz a Los Tuxtlas. De
pronto en la monotonía del horizonte de la planicie costera, apareció un grupo de montañas
de un verde resplandeciente: la sierra de Los Tuxtlas. Cuando llegamos, ésta nos rodeo con su
paisaje de cimas y barrancas cubiertas de selva, de laderas divididas por cercas de árboles ali-
neados, salpicadas de vacas; todo exhalaba un fuerte olor a trópico, resultado de la combinación
de humedad, bochorno, caña de azúcar, fruta madura y de corrales que se me metieron por
los ojos, la nariz y los oídos.
El camino terminó en Catemaco, una ciudad acurrucada a la orilla del inmenso lago de
Catemaco. Seguimos por el malecón, la espina dorsal de la ciudad. El lago es uno de los sitios
más atractivos de la región de Los Tuxtlas; es el centro, el ombligo, el meollo de toda la sierra,
la articulación entre el conjunto volcánico del San Martín Tuxtla y el macizo de Santa Marta.
Desde el lago se divisan, los pueblos, las condiciones del clima, los lejanos horizontes, los vol-CIUD
AD D
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TEMA
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prólogo16
LAGO
DE
CATE
MACO
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canes, los pescadores, la selva; induda-
blemente es el núcleo de la magia y de
la ensoñación de toda la sierra.
La primera palabra que oí al llegar
a Los Tuxtlas fue acahual. Es una pala-
bra clave, todo mi mundo de entonces,
estaba enmarcado por la selva o por el
acahual. Cuando logré distinguir una
del otro, me sentí un iniciado de Los
Tuxtlas: ¡qué gran placer y orgullo! La
iniciación se debió, en parte, a la magia
que fl ota en el aire, de la sierra que me
envolvió con su paisaje de mil dimen-
siones, animado por el viento, el agua,
las nubes, el rumor de los insectos, de
las aves, de los resuellos, del mar, de la
vida infi nita entre las hojas del suelo,
de hormigas, de agua que corre trans-
parente entre las piedras, de plantas re-
cién germinadas que cubren la tierra y
semejan un jardín donde reposan sor-
das serpientes guardianas del silencio
y de la suavidad del suelo mórbido y
esponjoso.
Nunca me topé con los Chane-
ques, pero supe que se transforman
en ti mismo sin darte cuenta. Sólo así
me explico que hayan pasado más de
treinta años y cada vez que regreso me
estremezca desde que aparece la Sierra
en el horizonte. Puede ser que en Los
Tuxtlas haya menos selva o más po-
treros, puede ser que el agua del río
esté menos limpia que antes, puede
ser. Ahí todo cambia muy rápido, pero
permanece su diversidad, su energía, su
prólogo18
magia, su conjuro, su hechizo. Todavía
cierro los ojos, pienso en ella y la sien-
to en la boca del estómago, en la respi-
ración entrecortada, en la piel y en la
imaginación.
La violenta y abrupta transforma-
ción de la vegetación de la sierra de Los
Tuxtlas, ocurrida en las últimas cuatro
décadas, nos ha mostrado que los cam-
bios de la selva pueden ser muy rápidos
y repentinos. También nos ha enseñado
que las alternativas para la conservación
de la biodiversidad de esa selva húmeda,
tan amenazada por la deforestación y la
fragmentación, no sólo están ligadas al
entendimiento de su estructura y diná-
mica, o al conocimiento del proceso de
regeneración o cicatrización de los cla-
ros que se abren por la caída o muer-
te de árboles del dosel de la selva, sino
que también hay otros puntos de vista
para conocer su biodiversidad. Puede
ser estudiada aún fuera de ella, desde
un potrero, por ejemplo. A la distancia,
la selva rodeada por campos de culti-
vo, se ve diferente, podría ser solamente
una cuestión de la escala, pero no lo es,
no en este caso. El conjunto de selva y
de potrero infl uye en el concepto de la
unidad de estudio y plantea de manera
contundente la posibilidad de conser-
varla desde fuera para hacer de ella un
recurso renovable.
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Presentación
Los Tuxtlas es una tierra mítica. Este encanto que la región ejerce en aquel que
se acerca a su paisaje, a la selva, a sus lagos, que contempla el horizonte montañoso, que
conoce sus tradiciones y comparte la vida cotidiana, lo han experimentado infi nidad
de personas, los numerosos visitantes y turistas que cada año van buscando sus atractivos y
los estudiosos que han publicado incontables libros y artículos, en México y en el extranjero.
Los Tuxtlas atrajo a los primeros hombres que poblaron la región, hace más de 4 500 años,
haciendo latir por primera vez el corazón de Mesoamérica. Cautivó a los colonizadores es-
pañoles, quienes se asentaron ahí; más tarde los mexicanos soñaron con el milagro del trópico
mexicano.
En qué radica su atracción es la pregunta que nos hemos hecho muchos y que aún espera
respuesta. Podría ser su ubicación geográfi ca en la costa del Golfo de México, o su sugestiva
topografía; puede ser la exuberancia de su vegetación y su diversidad, o la gran cantidad de
agua de la lluvia, los lagos y ríos, la vasta productividad de sus suelos, la riqueza de sus recursos
naturales. Podría, tal vez, ser la grandiosidad de los fenómenos naturales volcánicos y climáti-
cos, que han determinado el ambiente y el paisaje.
Para la civilización Olmeca, la sierra fue un entorno muy productivo, rico, creado por la
actividad volcánica, que además les proporcionó refugio y seguridad en sus valles, cañadas,
costas y laderas. Para los pueblos de la costa del Golfo de México fue referente cultural, arqui-
tectónico y mitológico, que infl uyó en los patrones de asentamiento, en el uso de la tierra y
en su cosmovisión. Los españoles, quienes la descubrieron desde el mar, la consideraron punto
de referencia para la navegación en las aguas del Golfo y en su cartografía; sus selvas fueron
consideradas reservas forestales estratégicas para la construcción de barcos, y su exhuberancia,
un sitio idóneo para introducir los cultivos tropicales y el ganado.
La historia de la sierra es larga e intensa; está repleta de acontecimientos naturales y de ac-
tividades humanas que han marcado el paisaje, alterando pequeñas y grandes extensiones. El
panorama es el resultado de la experiencia y la sabiduría antigua, y de las drásticas alteraciones
resultado de intentos fallidos por usar sus recursos naturales. Sin embargo, la región sigue sien-
do paradigma para la conservación y el desarrollo sustentable; es una leyenda, es tierra mítica
veracruzana.
Este volumen es un esfuerzo por sintetizar la amplia información que a lo largo de casi cin-
co décadas numerosos autores de distintas disciplinas han producido, y que para buena o mala
suerte, ha caído en mis manos.
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RIOR
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El intento de reunir tantas ideas, conceptos y datos
tiene la fi nalidad de ofrecer un texto coherente y esti-
mulante, que proporcione al lector una visión fresca y
diferente de Los Tuxtlas. Escribí el libro pensando en
un público amplio, interesado en recorrer la historia,
cultura o el territorio de la sierra. No obstante, debo
disculparme por mis limitaciones y por el sesgo que
tengo hacia los aspectos naturales, los cuales conozco
y entiendo mejor debido a mi formación profesional
como biólogo dedicado a la ecología.
Ojalá que el libro llegue a manos de visitantes, tu-
ristas, académicos, estudiantes y maestros; deseo pro-
porcionarles un texto de lectura simple y ágil, que les
permita analizar la situación actual del paisaje de la sie-
rra entendiendo el pasado, y que contribuya a formar
su propia opinión de lo que ocurre hoy en la región
de Los Tuxtlas. Esta publicación se complementa con
fotografías y mapas; así mismo, traté de simplifi car los
términos técnicos sin menoscabo de la claridad. Los
capítulos están ordenados de tal forma que den al lec-
tor la posibilidad de crear su propio escenario de la
sierra, según su experiencia, conocimiento y necesidad.
Contiene la información adecuada, a fi n de que los vi-
sitantes entiendan la naturaleza, de que los habitantes se
identifi quen y se apropien del ambiente regional, y de
que los estudiosos capten la relación entre naturaleza,
sociedad y cultura. Para los profesores de primaria y se-
cundaria constituye un contexto de temas territoriales,
ambientales e históricos que puede ser de ayuda para
desarrollar los programas de estudio que imparten. En
fi n, se trata de una recopilación de aspectos geológicos,
geográfi cos, biológicos, arqueológicos, agrícolas, antro-
pológicos, históricos, culturales y demográfi cos.
Le invito a compartir conmigo el paisaje de Los
Tuxtlas, a ver y sentir su naturaleza y a recorrer la his-
toria natural y ambiental de la región.
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El descubr imiento
La región
La sierra de Los Tuxtlas está formada por dos grandes macizos volcánicos: San
Martín Tuxtla y Santa Marta (fotografía 2.1), este último también llamado sierra de
Pajapan o sierra de Soteapan. Desde hace poco tiempo los dos macizos son conocidos
como sierra de Los Tuxtlas (fotografía 2.2). En el presente libro adoptamos este nombre, con-
siderando que forman un sólo conjunto de montañas, no sin reconocer que son dos forma-
ciones volcánicas que tienen su origen geológico en dos periodos muy distintos, que su fl ora y
fauna no son iguales y que la historia de ocupación humana y el uso del suelo son diferentes.
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La región de Los Tuxtlas está situada
aproximadamente a 150 Km al sures-
te del puerto de Veracruz, en la costa
sur del Golfo de México. Siempre ha
sido considerado un sitio legendario
en el trópico veracruzano. Es emble-
mática en Mesoamérica y en la zona
tropical americana (fotografía 2.3). La
leyenda y el mito de la sierra nacen
con la civilización Olmeca, que tuvo
una gran infl uencia en las civilizacio-
nes de la costa del Golfo de México, San Martín PajapanFO
TOGR
AFÍA
2.3
el descubrimiento28
de la vertiente del Pacífi co y del alti-
plano central.
Otro componente de la leyenda de
Los Tuxtlas es la enorme diversidad
biológica que hay en la sierra, para-
digma en la planicie costera del Golfo
de México y en el sureste mexicano.
También el clima es parte del mito,
debido a su gran precipitación plu-
vial (la mayor en toda la costa, desde
la Florida, en Estados Unidos, hasta
Yucatán) y fi nalmente, la leyenda se
confi rma por la presencia de sus altas
montañas, que con casi 1 700 m de
altura, crean un paisaje insólito en las
tierras bajas de sotavento.
La leyenda de Los Tuxtlas es tan
sobresaliente que fue reconocida y
aceptada por los mexicas, los españoles
y por los programas de desarrollo de
México independiente.
La mitología mesoamericana consi-
dera a la región como parte del Tla-
locan, un paraíso presidido por Tlaloc,
dios de la lluvia,. Llamado por nahuas
y popolucas Taalogan, que lo conciben
como un mundo mágico que se en-
cuentra bajo el suelo de la sierra de
Los Tuxtlas (fotografía 2.4).
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Isla
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San Andrés Tuxtla
94°30'W95°W95°30'W96°W96°30'W
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La región de Los TuxtlasGolfo
deMéxico
0 10 20 30 40 50km
Golfo de México
L o s T u x t l a s
Edición: Rosario Landgrave
El Taalogan es un mundo subterráneo regido por Chane, señor del monte y los
animales, bajo cuyo mando están los chaneques, espíritus o duendes menores al
cuidado de especies animales, cascadas, cerros, cuevas, lagunas y selvas, algunos de
los cuales son entradas al Taalogan. Este inframundo es un lugar de abundancia,
donde hay manantiales de miel y muchos animales salvajes que sirven en la vida
cotidiana de los Chaneques. Los armadillos son los asientos del Chaneque; las cu-
lebras, sus mecapales; los lagartos sus cayucos; los venados, sus vacas; los tigres, sus
gatos y los faisanes sus gallinas. Ahí viven los Chaneques con sus familias y forman
pueblos como los hombres. Al amanecer, los chaneques sacan a los animales silves-
tres a la tierra (Tahalí) donde viven los hombres y los meten al atardecer. Curan
a los animales malheridos por los cazadores y castigan a quienes desperdician el
producto de la cacería o de la pesca o dan de él a sus amantes.
Alfredo Delgado Calderón, Historia, Cultura e Identidad en el Sotavento.
La tradición del Tlalocan está registrada también en los códices coloniales, ela-
borados por españoles y por indígenas, en los colegios mayores, de la capital de la
Nueva España durante el siglo xvi.
…en el Tlalocan mucho se alegra la gente, mucho es lo que disfruta. Nunca hay allí
sufrimiento, nunca se estropean las mazorcas de maíz, las calabazas, la fl or de la cala-
baza, los huauzontles, el chile verde, los tomates, los ejotes y las fl ores de cempasú-
chil. Allí viven los Tlaloques que son como sacerdotes ofrendadores… Y dicen que
en el Tlalocan siempre hay frescor, siempre brotes verdes, siempre es primavera”
Bernardino de Sahagún, Códice Florentino.
A fi nes del siglo xv, los mexicas controlaron la porción oeste de la sierra. En el
Códice Mendocino se citan los tributos que, consistían en cacao, mantas de algodón
blancas y decoradas, pieles de jaguar, cotorras, iguanas y objetos de jade. Los mexi-
cas reconocían a la sierra de Los Tuxtlas como parte del Tlalocan. En los códices
se referían a la región como Toztlan, vocablo que más tarde dio lugar al nombre
de la sierra:Tuxtla.
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Tuxtla es una voz castellanizada que procede originalmente de Toztlan. En el Códi-
ce Mendocino (lámina 46), entre los pueblos tributarios de los mexicas aparece uno
que tiene escrita la palabra Toztla, debajo de un ave de plumaje amarillo que se ha
identifi cado como loro, por eso Toztlan se traduce como “lugar de loro” (fotogra-
fía 2.5), o “lugar donde abundan los pericos amarillos”. El topónimo toztlan está
compuesto de toztli, especie de loro de plumas ama-
rillas y de tlan, locativo que signifi ca “lugar de”. Los
topónimos nahuas que terminan en tlan, forman genti-
licio con el sufi jo teco; consecuentemente, de Toztlan,
tuxteco. Dicho sufi jo teco deriva de tecuhtli, que quiere
decir “señor, gente”. El gentilicio de Tuxtla es tuxteco,
simple y llanamente.
Roberto Williams García, “El gentilicio de Tuxtla es
tuxteco”.
Desde las primeras exploraciones españolas de las costas del Golfo de México,
llamó su atención la gran altura de las montañas de la sierra, tan próximas a la
costa. Ello hizo que fuera usada como referencia geográfi ca para los navegantes
(fotografía 2.6).
“Los barcos españoles de la expedición de Juan de Grijalva, viniendo por mar
desde el oriente, se sorprendieron por la aparición de la sierra de Los Tuxtlas, por
el vigor para levantarse casi desde el mar y hasta gran altura, así fue que llamó su
atención… Las costas bajas se convirtieron de pronto en altas crestas llenas de nu-
bes…”, refi ere Bernal Díaz del Castillo. El primero en descubrirlas fue un soldado
de nombre San Martín, que es el nombre con el que nombraron a la cumbre más
alta, próxima a la costa.
De la Cerda, La Región del Catemaco.
La sierra de Los Tuxtlas está aislada de cualquier otro macizo montañoso en
el sur y occidente de México (fotografía 2.7). Se ubica en la planicie costera del
Golfo de México, al sur del estado de Veracruz, entre 18º 05’ y 18º 45’ de latitud
norte y 94º 35’ y 95º 30’ de longitud oeste. La sierra tiene 80 km de largo y 55
km de ancho, está orientada en dirección noroeste-sureste y tiene una superfi cie
aproximada de 3 300 km2 (330 000 ha).
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Casi toda la sierra es de origen vol-
cánico, lo cual explica la gran altura de
algunos de sus cráteres (fotografía 2.8)
y que el tipo de suelo, el relieve y el
clima sean completamente distintos de
los que existen en la planicie costera,
entre las cuencas del río Papaloapan y
Coatzacoalcos.
Se puede decir que Los Tuxtlas es
una isla de piedra y lava encajada en
las arenas de la planicie costera. Sus
grandes montañas forman una enor-
me barricada que detiene la hume-
dad del aire marino que sopla desde el
Golfo de México, y que al encontrar
las laderas de las montañas se precipita
como lluvia (fotografía 2.9). Es el si-
tio más lluvioso, desde la península de
la Florida, en Estados Unidos hasta la
península de Yucatán.
Los Tuxtlas es la región de las tres
cuencas: pues el agua de lluvia escurre
hacia la cuenca del río Papaloapan, a
través del río San Juan, hacia la cuen-
ca del río Coatzacoalcos y hacia el mar
(fotografía 2.10), hasta donde va un
gran escurrimiento pluvial a través de
innumerables ríos y arroyos que atravie-
san la planicie costera, y de las lagunas
costeras de Sontecomapan y El Ostión
Otra porción del agua alimenta los la-
gos y las lagunas formados en los anti-
guos cráteres (lagos tipo maar), o algún
embalse como el lago de Catemaco.
Las cimas de los volcanes de San
Martín Tuxtla y Santa Marta, los más
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emblemáticos de la sierra, se elevan
abruptamente, casi desde el nivel del
mar hasta 1 680 m de altura, lo cual
hace que sus laderas sean muy pronun-
ciadas. En el conjunto de la sierra se
pueden reconocer siete centros prin-
cipales de actividad volcánica, que tie-
nen las mayores alturas. Otro conjunto
importante lo forman aproximada-
mente 300 pequeños conos volcánicos
distribuidos en la cercanía del Volcán
de San Martín Tuxtla.
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Clima
La orientación de las montañas, la cir-
culación de los vientos y la cantidad
de lluvia, producen en la sierra condi-
ciones de clima muy variables. De he-
cho el clima que impera en la propia
sierra y tierra adentro, depende de lo
que se denomina la sombra de lluvia,
es decir el efecto que tienen las altas
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es ladera de sotavento (protegida del
viento).
El clima dominante se clasifi ca como
cálido y húmedo, aunque existen va-
riaciones de temperatura y cantidad de
lluvia, dependiendo si se trata de la la-
dera de barlovento, de sotavento o de
sitios localizados al nivel del mar o en
las cimas de los volcanes más altos. Se
pueden registrar distintas temperaturas
montañas al retener la humedad del
aire, limitando la humedad que llega
al otro lado de la sierra, creando así
condiciones de clima más seco.
La forma alargada y estrecha de
la sierra tiene una ladera larga y alta
orientada hacia el mar, llamada ladera
de barlovento (expuesta al viento), y
tiene otra que mira hacia el continen-
te, hacia tierra adentro, cuyo nombre
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SantaMarta
San MartínTuxtla
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San MartínPajapan
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Lerdo deTejada
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Huazuntlan
TatahuicapanPajapan
San AndrésTuxtla
SantiagoTuxtla
Soteapan
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18°2
0'N
18°1
0'N
246000 266000 286000 306000 326000
2000
000
2020
000
2040
000
2060
000
Los centros volcánicos principales
0 4 8 12 16 20km
Golfo de México
Golfode
México
Edición: Rosario Landgrave
LOS VOLCANES MAS ALTOS EN LA SIERRA
los tuxtlas. tierra mítica 37
VolcánSan Martín (Pajapan1 180 m)
VolcánSan Martín
(TuxtlaTiltepetl)1 680 m
VolcánSan Martín
Tuxtla0.8-0
CerroSanta Marta
1 680 m
CerroSanta Marta
>3.3-1.0
VolcánSan Martín
Pajapan>3-1,5
CerroEl Campanario
(Sierra de Yohualtajapan)
1 540 m
CerroEl Campanario
>3.3-1.0
CerroMono Blanco
1 380 m
ALTURA EN METROS
CerroMono Blanco
?-2.4
CerroBlanco640 m
CerroBlanco6.9-2.6
CerroEl Vigía860 m
CerroEl Vigía
?-2.2
2000
1000
2000
1000
ALTITUD
ALTITUD
NIVEL DEL MAR
NIVEL DEL MAR
EDAD EN MILLONES DE AÑOS
Pajapan
Soteapan
Catemaco
Mecayapan
Huazuntlan
Tatahuicapan
Sontecomapan
Santiago Tuxtla
Lerdo de Tejada
Angel R. Cabada
San Andrés Tuxtla
94°30'W94°40'W94°50'W95°W95°10'W95°20'W95°30'W
18°4
0'N
18°3
0'N
18°2
0'N
18°1
0'N
246000 266000 286000 306000 326000
2000
000
2020
000
2040
000
2060
000
El clima
0 4 8 12 16 20km
Golfo de México
Golfode
México
Semicálido húmedo Ta>18°C, Ps >40mm
Cálido húmedo Ta>22°C, Ps>60mm
Cálido húmedo Ta>22°C, Ps<60mm
Cálido subhúmedo Ta>22°C, Ps<60mm
Templado húmedo Ta<18°C,Ps>40mm
(A)C(fm)
Af(m)
Am(f) Pi>10.2%
Am 5%<Pi<10.2%
Aw0 P/T<43.2
Aw1 43.2<P/T<55.3
Aw2 P/T>55.3
C(fm)
Edición: Rosario Landgrave
el descubrimiento38
ciende desde Canadá y Estados Uni-
dos que provoca lluvia invernal y bajas
temperaturas. Estos vientos fríos y hú-
medos pueden alcanzar velocidades de
hasta 80 y100 km por hora y se les co-
noce como “nortes” o frentes fríos. En
este periodo la ladera de barlovento es
fría y húmeda, en comparación con la
ladera de sotavento, que se mantiene
más caliente y seca.
3 000 y 4 500 mm de lluvia por año,
mientras que en la de sotavento, llueve
entre 1 500 y 3 500 mm en el mismo
periodo. En promedio la sierra de Los
Tuxtlas es una de las cinco regiones más
lluviosas de México.
Hacia fi nales de otoño y durante el
invierno, entre noviembre y febrero,
el viento húmedo proveniente del mar
es frío, se trata de aire polar que des-
promedio anuales: 26°C en la parte más
cálida; 24°C, en la parte media de las
montañas y 22°C en las cumbres. Du-
rante el verano y el otoño, el viento
cálido y húmedo sopla desde el Golfo
hacia tierra adentro. Cuando este viento
húmedo encuentra la ladera de la sierra,
pierde (en forma de lluvia), la humedad
que acumuló al soplar sobre el mar. En
esta ladera de barlovento llueve entre
los tuxtlas. tierra mítica 39
huracanados y las tormentas tropicales
provenientes del Caribe.
La región de Sotavento se extiende
desde Coatzacoalcos y hasta el norte
del estado de Veracruz. Es curioso que,
no obstante ser tan lluviosa se ubica
fuera de la trayectoria, de meteoros que
se forman en el Caribe y penetran al
Golfo de México. Tampoco está en la
trayectoria seguida por los huracanes
aguas cálidas del Golfo de México, se
calientan y se cargan de humedad y al
llegar a la sierra ocasionan lluvias to-
rrenciales. Al fi nal del verano y princi-
pio de otoño, ocasionalmente podrían
arribar huracanes o ciclones tropicales,
aunque, es poco común en la región
de Sotavento. Este término es utiliza-
do por los navegantes, y se refi ere a la
baja frecuencia que tienen los vientos
En la sierra llueve durante casi todo
el año, aunque es más lluvioso desde
junio y hasta febrero y relativamen-
te seco de marzo a mayo. El mes más
seco es mayo y los más lluviosos son
de julio hasta noviembre. La tempora-
da de lluvias se debe a los vientos que
soplan en dirección noreste-suroeste,
son los vientos alisios del hemisfe-
rio norte. Los alisios al pasar sobre las
1902
1859
2000
19951995
1995
1967
1949
1922
1979
1945
1955
1902
1902
1973
1947
1954
1933
1955
1951
1954
1892
1951 196619331955
1995
1950
1988
1944
1947
2007 18892007
1903
1993
1936
1931
1990
1955
2005
1888
1888
1947
1933
1931
1950
19561996
1933
1866
91°30'W
92°W
92°W
92°30'W
92°30'W
93°W
93°W
93°30'W
93°30'W
94°W
94°W
94°30'W
94°30'W
95°W
95°W
95°30'W
95°30'W
96°W
96°W
96°30'W
96°30'W
97°W
97°W
97°30'W
97°30'W
98°W
98°W
98°30'W
98°30'W
99°W
99°W99°30'W
21°3
0'N
21°3
0'N
21°N
21°N
20°3
0'N
20°3
0'N
20°N
20°N
19°3
0'N
19°3
0'N
19°N
19°N
18°3
0'N
18°3
0'N
18°N
18°N
17°3
0'N
17°3
0'N
17°N
17°N
16°3
0'N
16°3
0'N
Los huracanes en el Golfo de México (1851-2008)
0 50 100 150 200 250km
Golfo de México
Golfode
México
Edición: Rosario Landgrave
2005
-Oct-
4
1944
-Sep
-21
1888
-Sep
-8
Angel R.Cabada
Catemaco
Sontecomapan
Lerdo deTejada
Mecayapan
Huazuntlan
TatahuicapanPajapan
San AndrésTuxtla
SantiagoTuxtla
Soteapan
94°30'W94°40'W94°50'W95°W95°10'W95°20'W95°30'W
18°4
0'N
18°3
0'N
18°2
0'N
18°1
0'N
246000 266000 286000 306000 326000
2000
000
2020
000
2040
000
2060
000
Los huracanes que entraron a la región
0 4 8 12 16 20km
Golfo de México
Golfode
México
Edición: Rosario Landgrave
el descubrimiento40
El relieve de la sierra es muy acci-
dentado; los volcanes y las numerosas
elevaciones se entrelazan, combinan-
do sus laderas, valles y cañadas hacia
el norte y el sur o hacia barlovento y
sotavento. En esta maraña topográfi ca,
se encuentra una gran diversidad de
condiciones de clima, que se combina
con diferentes tipos de suelos y rocas,
formando entre todos, un mosaico am-
Veracruz y de ello sólo el ciclón Her-
minia entró en Los Tuxtlas el 25 de
septiembre de 1980; más al norte, en
Alvarado, entró el ciclón Eduardo el
15 de septiembre de 1884. Desde en-
tonces y hasta la fecha no ha llegado
ningún otro ciclón a Los Tuxtlas. Es
por eso que fue denominada esta por-
ción de la costa y de tierra adentro
región de sotavento.
que se forman en el Océano Pacífi co
y que atraviesan el Continente.
De los ciclones registrados en-
tre 1901 y 1958, sólo 16% afectó al
estado de Veracruz. Robert Andr-
le cita que entre 1830 y 1958, sólo
fue afectada por cuatro ciclones: en
1888, 1932, 1945 y 1950. Luna-Bauza
muestra que durante el siglo xx, sólo
41 ciclones han llegado al estado de
los tuxtlas. tierra mítica 41
y llega hasta Los Tuxtlas en Veracruz.
Está ubicada en sitios inaccesibles,
como son la parte alta de las montañas
y volcanes, las laderas empinadas, las
cañadas más escondidas, alrededor de
las lagunas costeras y de cráteres ago-
tados (ver capítulo La historia natural,
apartado Diversidad natural).
El estudio y descripción de la selva
se inició en tiempos prehispánicos, y
continuó durante la colonia, a partir
del siglo xvi. Sin embargo el estudio
formal de Los Tuxtlas, se puede decir
que se inició en el año de 1793, cuan-
do el botánico y naturalista José Ma-
riano Mociño describió la erupción
del volcán San Martín Tuxtla. A partir
de entonces, y cada vez con más fre-
cuencia, durante el siglo xix y sobre
todo desde la primera mitad del siglo
animales amenazadas por la deforesta-
ción actual como ocurrió hace miles
de años, cuando el cambio de clima
puso en peligro de desaparición a la
fl ora y la fauna de la selva. Actualmen-
te en la sierra se mantiene la diversi-
dad biológica de casi todos los ecosis-
temas originales. Para los científi cos y
conservacionistas es un reto mantemer
la riqueza de árboles y de especies ani-
males que hay en el paisaje de la sierra
de Los Tuxtlas.
La selva de Los Tuxtlas es parte de la
frontera norte de la selva tropical hú-
meda (fotografía 2.11), que se extien-
de desde la selva amazónica, en las tie-
rras bajas de América del Sur, a través
de Centroamérica hasta México. La
encontramos en la costa de Chiapas,
Quintana Roo, Campeche, Tabasco
biental muy rico, donde desde tiempos
milenarios gran diversidad de plantas
y animales han encontrado un lugar
para establecerse. Más tarde, cuando la
región fue ocupada por poblaciones
humanas, les proporcionó un mosai-
co ambiental, que facilitó los cultivos
y acogió las plantas domesticadas (ver
Mapa La topografía).
La selva
Los Tuxtlas es uno de los últimos re-
ductos de la selva húmeda que ante-
riormente crecía en la costa del Golfo
de México en los estados de Veracruz
y Tabasco. En la sierra todavía se en-
cuentran poblaciones de árboles de
más de 400 especies. Los Tuxtlas es
una vez más refugio para las plantas y
42
FOTO
GRAF
ÍA 2.
11
FOTO
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ÍA 2.
12FO
TOGR
AFÍA
2.13
los tuxtlas. tierra mítica 43
xx, llegaron a la región investigadores
mexicanos, norteamericanos y euro-
peos que estudiaron la geología y geo-
grafía de la sierra, colectaron animales
y plantas, descubrieron sitios arqueoló-
gicos e indagaron acerca de las pobla-
ciones indígenas nativas.
Pero fue durante la segunda mitad
del siglo xx cuando académicos mexi-
canos enfocaron su interés en la región,
trabajando intensamente distintos as-
pectos del ambiente, desde el punto de
vista taxonómico, ecológico y etnobo-
tánico. La gran cantidad de información
y resultados producidos hicieron de la
sierra una región emblemática debido a
sus aportaciones al conocimiento de la
biología tropical y por ser uno de los si-
tios mejor conocidos geográfi ca y eco-
lógicamente de México y del trópico
húmedo americano.
La investigación aún se lleva a cabo de
manera intensa y continua en la región de
Los Tuxtlas, gracias a la labor de científi cos
como Carlos Vázquez Yanes, Antonio Lot
Helgueras, Víctor Manuel Toledo, Rodol-
fo Dirzo M., Miguel Martínez Ramos,
Alejandro Estrada, Richard C. Vogt, Da-
niel Piñero Dalmau, Javier Álvarez Sán-
chez, Guillermo Ibarra Manríquez, Javier
Laborde Dovalí, Jorge Meave del Castillo,
Ana Mendoza, Ernesto Rodríguez Luna,
Dr. Arturo Gómez-Pompa
Dr. José Sarukhán Kermes
algunos de los investigadores más destacados
en el estudio de la biología de la sierra
de los tuxtlas 1953-1972
Robert Dressler 1953
Helia Bravo 1953-54
Faustino Miranda 1956
Ramón Riba y Nava 1957
Arturo Gómez Pompa 1960
Teófi lo Herrera 1960
Robert Andrle 1964
Mario Sousa Sánchez 1964
Jerzy Rzedowski R. 1965
Arthur Cronquist 1965
Arturo Gómez Pompa y Lorin I. Nevling 1967
Terence D. Pennington y José Sarukhán Kermes 1966-68
John Beaman 1971-72
FOTO
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ÍA 2.
14
el descubrimiento44
Víctor Sánchez Cordero, Julia Carabias L.
y Sergio Guevara S., entre muchos otros.
Esta gran tarea llevada a cabo en Los Tux-
tlas forjó la Escuela Mexicana de Ecología
Tropical, una de las escuelas más destacadas
e importantes en el mundo tropical. Esta
escuela sobresale no sólo por el volumen
de su trabajo, sino por sus aportaciones
metodológicas y teóricas. En su seno se
han formado innumerables generaciones
de investigadores miembros de institucio-
nes de gran calidad y reputación nacional
e internacional. Aquí resulta necesario re-
conocer que el antecedente directo de las
investigaciones en Los Tuxtlas de carácter
ecológico, taxonómico y etnobotánico es
el trabajo realizado por la Comisión de
Estudios sobre Ecología de Dioscóreas,
CEED, que entre 1959 y 1974, agrupó a
numerosos científi cos, técnicos y estudian-
tes que investigaron la distribución, com-
posición y dinámica de la selva húmeda en
el sureste de México. La Comisión de las
Dioscóreas estuvo encabezada por inves-
tigadores competentes y con gran visión,
quienes pusieron los cimientos para que
en Los Tuxtlas maduraran los conceptos
y los programas de investigación de largo
plazo, encabezados por ellos mismos. Cada
día aparecen nuevas publicaciones acerca
de tópicos distintos, el caudal de ideas e
información es tan grande que abruma al
especialista y a cualquiera que se interese
en conocer la sierra de Los Tuxtlas.
Es apasionante estar dentro de la sel-
va, la sensación que se experimenta es
los tuxtlas. tierra mítica 45
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ÍA 2.
15
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ÍA 2.
16
asombrosa. Su gran altura y el enor-
me volumen en su interior recuerda
la grandeza de las catedrales góticas
(fotografía 2.14). Es admirable la be-
lleza de la estructura y la riqueza de las
formas de las plantas, las palmas (foto-
grafía 2.15) y de las raíces en el suelo.
Desde la parte más baja, los árboles de
mediano tamaño despliegan su varie-
dad de copas; surgen de tanto en tanto,
troncos majestuosos que se pierden en
la altura y descienden casi de la nada
el descubrimiento46
gruesas lianas y esbeltos bejucos. Se
forma un juego de luces y sombras,
un gigantesco caleidoscopio, que cam-
bia constantemente desde el amanecer
hasta el anochecer (fotografía 2.16).
La selva es irresistible, un sitio de
contemplación de los más bellos que
existen (fotografía 2.17). Los visitantes
quedan absortos y los científi cos, fas-
cinados (fotografía 2.18). Tan esplén-
dida resulta la experiencia, que pode-
mos aseverar que en esta selva surgió
una de las fuentes más importantes en
el movimiento de la conservación de
la biodiversidad en México.
FOTO
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ÍA 2.
17FO
TOGR
AFÍA
2.18
los tuxtlas. tierra mítica 47
que podemos encontrar son plantas y
animales que forman parte de la sel-
va, especies que permanecen algún
tiempo en un sitio y después en otro.
Todo aquello que parece tan distinto a
la selva forma parte del inmenso con-
junto biológico que ha evolucionado
durante millones de años que tiene la
historia de la región.
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ÍA 2.
19
La vida e historia de la selva anima
y nutre el espléndido paisaje de Los
Tuxtlas. Su presencia está en todos la-
dos: en los fragmentos forestales, en los
potreros, en los campos de cultivo, en
la vegetación que crece a la orilla de las
lagunas, de los escurrimientos de agua,
de los pequeños ríos (fotografía 2.19),
en las cercas vivas y en los sitios aban-
donados (acahuales). Todas las especies
el descubrimiento48
riaciones del suelo, del clima y de la
perturbación natural y la inducida.
Lo que llamamos la “vegetación
original” es una utopía de la diversidad
de la selva; sin embargo, lo que llama-
mos vegetación secundaria que crece
en sitios abandonados y parcialmen-
te en los cultivos y potreros, también
tiene una gran riqueza de especies, y
ha sido soslayada por su aspecto y por
tener una relación directa con el uso
cual ha inquietado a los científi cos,
quienes se empeñan en separarlas en
diversas categorías, como: fragmentos
de la selva, pastizales, cultivos perennes
y temporales, acahuales y comunida-
des riparias (fotografías 2.20 y 2.21).
En los últimos años me convencí
que todos los componentes que dis-
tinguimos forman un mismo conjun-
to de especies que se disgrega tem-
poralmente como respuesta a las va-
El paisaje
La sierra de Los Tuxtlas ofrece una ve-
getación exuberante, es difícil de en-
tender para el que la ve por primera
vez debido a su aspecto aparentemen-
te desordenado, ya que se trata de un
conjunto compuesto por una intermi-
nable combinación de especies arbó-
reas, arbustivas y herbáceas, agrupadas
y distribuidas de distintas maneras, la
PAIS
AJE
DE LA
REG
IÓN
DEL V
OLCÁ
N SA
N MA
RTÍN
(DIB
UJO
DE M
ANUE
L ESC
AMILL
A).
los tuxtlas. tierra mítica 49
agrícola y ganadero del suelo (fotogra-
fía 2.22). Cada una de las especies que
vemos en este panorama forma parte
de la selva, aunque algunas parezcan
ajenas; se han adaptado al paisaje, a es-
tablecerse y crecer bajo condiciones
medioambientales muy contrastantes:
desde aquellas creadas por una pertur-
bación natural (como inundaciones,
incendios, deslizamientos de tierra o la
caída de un árbol), hasta los disturbios
causados por los pobladores cortando
o modifi cando la vegetación para cul-
tivar el suelo.
Las condiciones derivadas de la
perturbación del suelo y la vegetación
cambian rápida o lentamente, las di-
ferentes especies vegetales aparecen,
permanecen y desaparecen rápida o
lentamente. Las especies de plantas que
surgen con rapidez se han habituado
a permanecer en el suelo de la selva
por largo tiempo y pueden detectar
el momento para germinar. Crecen y
producen semillas, vagan en el paisa-
je, apareciendo y desapareciendo en
el suelo o llevadas por el viento o los
animales en espera de descubrir sitios
que hayan sido alterados.
En la sierra de Los Tuxtlas es muy
común que la vegetación sea modi-
fi cada, tanto por eventos naturales
como la actividad volcánica y sísmica,
los movimientos de tierra provocados
por las abundantes lluvias o por el uso
del suelo y el abandono de la tierra. El
FOTO
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ÍA 2.
20FO
TOGR
AFÍA
2.21
el descubrimiento50
proceso de regeneración de la vegeta-
ción (fotografía 2.23) se realiza a través
de una sucesión de especies, desde las
más pequeñas de vida corta, hasta los
grandes árboles de muy larga vida. La
selva es el resultado de la evolución y la
adaptación de todas esas especies. Es
la conclusión de una historia geológica
y biogeográfi ca larga y compleja, y de
una epopeya de trabajo humano pro-
longado e intenso, tan fascinante como
la selva misma.
La región de Los Tuxtlas es idónea
para estudiar la selva y su paisaje gra-
cias a su larga y rica historia geológica
de origen volcánico, al constante ir y
venir de fl oras y faunas de origen tro-
pical y templado en su territorio y a
la larga historia de ocupación humana
que data de hace más de 5 000 años.
Visualizar la naturaleza de esta ma-
nera es la mejor forma de aproximarse
al conocimiento y al uso de los recur-
sos de Los Tuxtlas, de avanzar hacia el
desarrollo sustentable, de lograr la con-
servación de la biodiversidad y de me-
jorar la calidad de vida de la población.
El paisaje es producto de su historia.
Por ello en este libro se ha enfatizado
los grandes cambios que han ocurri-
do, como la introducción del ganado,
el cultivo de la caña de azúcar y del
tabaco. Como se verá más adelante, al
analizar los elementos o componentes
del paisaje, hemos reconocido en él
elementos de origen mesoamericano,
FOTO
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ÍA 2.
22FO
TOGR
AFÍA
2.23
los tuxtlas. tierra mítica 51
probablemente vestigios de huertos,
cultivos y de la agricultura nómada.
Me refi ero a los árboles aislados en los
campos de cultivo, en los potreros, en
las cercas vivas y en la vegetación ri-
paria o de galería (fotografía 2.24). La
distribución y densidad de esos árboles
sugieren alguna posibilidad de manejo
de la biodiversidad local, respetando
porciones del paisaje. Los árboles nos
han llevado a descubrir, que son parte
de uno de los procesos básicos que lo
mantienen. Proceso al cual denomina-
mos conectividad, identifi cado recien-
temente por ecólogos del paisaje, em-
pleado (sin ese nombre) desde tiempos
prehispánicos. Una clave antigua para
un uso actual. Es fascinante unir el
paisaje del pasado con el del presente
y proyectar el paisaje al futuro de toda
la región de Los Tuxtlas.
La escala utilizada para el estudio
depende de lo heterogéneo que sea el
mosaico que forman los componen-
tes del paisaje. La longitud del perio-
do de estudio está determinado por
los acontecimientos de orden natural
y humano que han modelado el re-
lieve, la hidrología, la composición y
la distribución de la fl ora y la fauna
(fotografía 2.25). Las distintas esca-
las de espacio y de tiempo del paisaje
son el objeto de diversas disciplinas; la
paleontología y la historia, en el caso
del tiempo, la geografía si se trata del
territorio y la economía y antropolo-
FOTO
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ÍA 2.
24FO
TOGR
AFÍA
2.25
el descubrimiento52
gía en el caso de la apropiación de la
naturaleza. Para lograr una visión de
conjunto del paisaje se requiere inte-
grar los resultados obtenidos por ellas.
El paisaje es un sistema complejo
debido a que se ha modifi cado en res-
puesta a cambios del medio físico-bio-
lógico, de la producción, de la tecnolo-
gía, demográfi cos y de la organización
social, los cuales constituyen la estruc-
tura de un sistema que funciona como
una totalidad organizada, que solo es
analizable desde un abordaje interdisci-
plinario (fotografía 2.26). Ello obliga a
plantear una estrategia de investigación
que no se limite a la simple suma de
los enfoques parciales de los distintos
especialistas sino que constituya una
verdadera interpretación sistémica que
dé lugar a un diagnóstico integrado.
Una mirada
En este libro trataré de dar al lector
que ya conoce la región una mirada
distinta; y al lector que la visitará por
primera vez, una idea de una zona que
no se puede separar en partes sin el
riesgo de perderse en ese vasto terri-
torio y en su historia natural y cul-
tural, larga, diversa y complicada. Es
un reto para quien esto escribe y para
el lector reconstruir la región de Los
Tuxtlas (fotografía 2.27), cuando has-
ta ahora ha sido mostrada de manera
parcial, por los distintos especialistas.
FOTO
GRAF
ÍA 2.
26FO
TOGR
AFÍA
2.27
los tuxtlas. tierra mítica 53
pequeños grupos de árboles, arbustos
y hierbas en los bordes de los ríos, los
arroyos y las lagunas, en las cercas vivas
o como árboles solitarios.
Si bien este concepto de paisaje es
universal y aplicable al trópico y a los
bosques más fríos, Los Tuxtlas es un si-
tio idóneo para entenderlo, porque ahí,
se ha desarrollado de manera peculiar
debido a la mayor frecuencia con que
se presentan fenómenos naturales y al
intenso uso del suelo y de las especies
de plantas y animales que ha hecho la
población humana, desde hace miles
de años. Los cambios que ha sufrido
este escenario montañoso, volcánico,
costero y productivo se refl ejan en in-
numerables leyendas, cuentos y mitos
La selva evolucionó en el paisaje, el
cual (por más heterogéneo que parez-
ca) está formado por la propia selva.
Lo que denominamos la regeneración,
ocurre por una serie de especies, que
garantizan su permanencia a pesar de
los cambios producidos por una deter-
minada perturbación. Ese juego entre el
efecto de la perturbación y el proceso
de regeneración de la selva lo percibi-
mos como un paisaje; se trata de un mo-
saico que se transforma constantemente
(fotografía 2.28). Las reglas de ese juego
vinculan estrechamente un campo de
cultivo que se abandona con la selva.
Según la anterior idea, la selva se ex-
tiende a lo largo y ancho del paisaje,
como fragmentos de distinto tamaño,
FOTO
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ÍA 2.
28
FOTO
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ÍA 2.
29 (P
P. 54
-55)
.
que se repiten en la región (fotografía
2.29). El panorama es favorable para
estudiar la historia ambiental, gracias a
su extenso y rico antecedente geoló-
gico de origen volcánico, al constante
ir y venir de fl oras y faunas de origen
tropical y templado en su territorio y a
la larga historia de ocupación que em-
pezó hace más de 4 500 años.
En el siguiente capítulo me ocupo de
la historia natural de la sierra. El origen
geológico de las formaciones, cuando
surgen volcanes que de manera incesante
le dan forma al relieve, curso a los ríos y
crean lagunas. Esos factores, aunados a los
cambios de clima de los últimos 40 mil
años, explican la riqueza natural de espe-
cies agrupadas en tipos de vegetación.
FOTO
GRAF
ÍA 3.
2
FOTO
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ÍA 3.
1
57
II . La histor ia natural
Tierra de volcanes
La sierra de Los Tuxtlas está orientada de noroeste a sureste y se prolonga desde
el volcán San Martín Pajapan en el sur, sigue por el cerro de Santa Marta, el cerro del
Campanario, en la sierra de Yohualtajapan (que forma parte del macizo Santa Marta),
y termina en el volcán de San Martín Tuxtla, en el extremo norte (fotografías 3.1, 3.2 y 3.3).
La sierra se formó debido a la larga y continua actividad volcánica que se registró en el Mio-
ceno, durante el Terciario, es la serie denominada antigua que se inició hace casi 7 millones de
años y concluyó hace un millón. Durante este periodo se moldeó el macizo montañoso sur
oriental del cerro Santa Marta, el volcán San Martín Pajapan, el Cordón Pelón y el Cerro del
Vigía, entre los más destacados por su altura y tamaño (fotografía 3.4).
En el seno de estos antiguos volcanes, hace 800 000 años empezó el periodo reciente de
actividad volcánica, durante el cual se formó (en la parte norte de la sierra) el volcán San
Martín Tuxtla, así como una serie de pequeños conos volcánicos que se extienden entre el
volcán San Martín Tuxtla y la orilla del lago de Catemaco. Aunque el volcán San Martín es
el más alto y el más antiguo de este periodo, los 300 conos conos volcánicos constítuidos por
FOTO
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ÍA 3.
4FO
TOGR
AFÍA
3.3
la historia natural58
cenizas tuvieron una sola erupción, y
al terminar su actividad sus cráteres se
inundaron formándose las pequeñas
lagunas llamadas localmente apascos
(fotografías 3.5 y 3.6). El cráter del vol-
cán San Martín Tuxtla tiene un kiló-
metro de diámetro y en su interior se
encuentran dos pequeños conos que
aparentemente aparecieron en 1793,
durante su última erupción (fotogra-
fía 3.7). Antes, tuvo actividad en 1664,
siendo la más reciente la ocurrida en
las márgenes norte y noroeste del lago
de Catemaco, fue entonces cuando
se formaron los cerros Mono Blanco,
los tuxtlas. tierra mítica 59
el desarrollo de la civilización meso-
americana, basta mencionar que los
mayores centros urbanos y la más alta
densidad de población se ubica en una
franja que cruza desde la costa del Pa-
cífi co hasta el Golfo de México, en el
centro de la República Mexicana, en
la llamada Franja Volcánica Mexicana
o Eje Volcánico Transversal; lo mismo
ocurre en el Arco Chiapaneco y en la
Puntiagudo y el Nixtamalapan, y dos
conos pequeños que se transformaron
en apascos: la laguna de Nixtamalapan
y la Laguna de los Cocodrilos (foto-
grafías 3.8 y 3.9).
Los sismos y la actividad volcánica
son fenómenos naturales comunes en
Mesoamérica; los volcanes son ele-
mentos típicos de su paisaje. No cabe
duda de que dicha actividad infl uyó en
Angel R.Cabada
Catemaco
Sontecomapan
Lerdo deTejada
Mecayapan
Huazuntlan
TatahuicapanPajapan
SanAndrésTuxtla
SantiagoTuxtla
Soteapan
MTs(Bvb)
Ts(Bvb)
Ts(Bvb)
Ts(Bvb) Ts(Bvb)
Ts(Bvb)
Q(Bvb)
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Ts(Bvb)Ts(Bvb)
Ts(Bvb)
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Q(re)Q(re)
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Ts(Bvb)
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Ts(Bvb)
M
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Ts(B)
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AguaQ(al)
Ts(B)Q(al)
Ts(Bvb)
Ts(Bvb)
Ts(B)
Ts(B_Bvb)Ts(Bvb)
Agua
Q(eo)Ts(Bvb)
Q(pa)Q(B)Q(al) Q(eo)
Q(al)Ts(B)
Q(al) Q(al)
Ts(B)
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Q(re) Ts(Bvb)
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Q(al)M
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Q(al)
Ts(Bvb)Ts(B)Q(re)
Ts(Bvb)
M
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Q(al)Q(al)
Ts(Tb)
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Ts(B) Ts(B_Tb)
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Tm(lu_ar)
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Tm(ar)
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Q(pa)
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Q(eo)
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Ts(B_Tb)
Tm(cg)
Q(al)
Tm(cg)
Q(la)
Q(la)
Q(la)
Q(al)
Ts(B_Tb)
Tm(ar)
94°30'W94°40'W94°50'W95°W95°10'W95°20'W95°30'W
18°4
0'N
18°3
0'N
18°2
0'N
18°1
0'N
246000 266000 286000 306000 326000
2000
000
2020
000
2040
000
2060
000
La geología
0 4 8 12 16 20km
Golfode
México
Golfode
México
Cuaternario
Jurásico
Mioceno
Terciario superior
J(lu) Rocas sedimentarias: lutita
Q(B) Rocas igneas extrusivas: Basalto
Q(Bvb) Rocas igneas extrusivas: Brecha volcánica básica
Q(al) Suelo: Aluvial
Q(bs) Rocas sedimentarias: Brecha sedimentaria
Q(eo) Suelos: Eólico
Q(la) Suelos: Lacustre
Q(li) Suelos: Litoral
Q(pa) Suelos: Palustre
Q(re) Suelos: Residual
Tm(ar) Rocas sedimentarias: Arenisca
Tm(cg) Rocas sedimentarias: Conglomerado
Tm(lm_ar) Rocas sedimentarias: Limolita, arenisca
Tm(lu_ar) Rocas sedimentarias: Lutita, arenisca
Ts(B) Rocas igneas extrusivas: Basalto
Ts(B_Bvb) Rocas igneas extrusivas: Basalto, brecha volcánica
Ts(B_Tb) Rocas igneas extrusivas: Basalto, toba básica
Ts(Bvb) Rocas igneas extrusivas: Brecha volcánica básica
Ts(Tb) Rocas igneas extrusivas: Toba básica
Edición: Rosario Landgrave
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ÍA 3.
6FO
TOGR
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3.5
la historia natural60
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3.7
los tuxtlas. tierra mítica 61
FOTO
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ÍA 3.
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TOGR
AFÍA
3.10
la historia natural62
costa del Pacífi co Centroaméricano.
La presencia de los volcanes tiene
efectos benéfi cos para la agricultura y
el cultivo de plantas. La fertilidad del
suelo aumenta debido a la caída de ce-
nizas (fotografía 3.10) y la humedad de
las tierras bajas se acrecenta por el es-
currimiento del agua desde las cumbres
volcánicas. Por otro lado, los materiales
ígneos proporcionaron basaltos para la
construcción de aldeas y centros cere-
moniales y para la elaboración de im-
plementos donde se procesan los gra-
nos, como el molcajete y el metate, y
materiales cristalinos como la obsidiana,
indispensable en la manufactura de he-
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ÍA 3.
11FO
TOGR
AFÍA
3.12
los tuxtlas. tierra mítica 63
rramientas y armas (fotografía 3.11).
La sierra es relativamente pequeña;
está completamente rodeada por la pla-
nicie costera del Golfo; tal vez a pesar
de su aislamiento podemos conside-
rarla como parte de la Franja Volcánica
Mexicana, no lejos del Arco Chiapane-
co. Favoreció el establecimiento de gru-
pos olmecas, debido a la gran disponi-
bilidad de agua de lluvia, (entre 3 000
y 4 500 mm anuales), a la temperatura
promedio anual superior a 24°C, y a los
numerosos valles pequeños y laderas,
aislados entre sí por cañadas y elevacio-
nes montañosas (fotografía 3.12). Este
es un ambiente peculiar en el sureste
la historia natural64
del Golfo de México, la tierra mítica de
Los Tuxtlas (fotografía 3.13).
En las zonas bajas de la planicie cos-
tera, que se extiende entre el río Papa-
loapan (al norte) y el río Grijalva (en
Tabasco), los olmecas aprovechaban
la gran fertilidad del suelo, la cual te-
nía dos orígenes distintos. En las tie-
rras bajas, la fertilidad dependía de las
inundaciones que ocurrían periódica-
mente. En el caso de la sierra de Los
Tuxtlas, obedecía a la deposición de
materiales volcánicos, cenizas en parti-
cular. La fertilidad estaba vinculada en
las tierras bajas a las tormentas tropica-
les. El agua que fl uía lentamente hacia
el mar dejaba en el suelo una capa de
material muy fértil (fotografía 3.14); en
la sierra estaba vinculada la deposición
de cenizas arrojadas por los volcanes.
El material dejado por las inundacio-
nes era aprovechado inmediatamente
apenas disminuía el nivel del agua, en
cambio la ceniza volcánica tardaba un
tiempo para ser arrastrada por la lluvia
e incorporarse al suelo. Lo anterior,
aunado a la topografía, separa dos gru-
pos de olmecas de la denominada área
metropolitana, los de tierras bajas y los
de tierras altas. El presente volumen se
enfoca en los olmecas de las tierras al-
tas, quienes se establecieron y desarro-
llaron en la sierra de Los Tuxtlas. Por
tanto, para entender el poblamiento
de la región, su crecimiento y la loca-
lización de los centros ceremoniales- FOTO
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ÍA 3.
13
los tuxtlas. tierra mítica 65
la historia natural66
los tuxtlas. tierra mítica 67
políticos, es fundamental vincularlos
con la distribución de los volcanes en
el territorio y con la frecuencia y na-
turaleza de la actividad volcánica. El
volcán San Martín Tuxtla es alcalino
de escudo (volcanes de grandes di-
mensiones que se forman con las capas
de sucesivas erupciones, en los que hay
fl ujos de lavas basálticas), forma parte
importante del complejo de Los Tuxt-
las. Los pequeños conos secundarios y
cráteres de explosión localizados en su
cumbre y fl ancos infl uyeron en la fer-
tilidad de los suelos, debido a que su
erupción fue lenta.
Sabemos que la actividad promedio
de los volcanes en México es de 15
erupciones por siglo; éstas incluyen
eventos moderados, como los mostra-
dos por el Popocatepetl desde 1994,
hasta eventos mayores como la devas-
tadora erupción del volcán Chichón
en 1982.
En Mesoamérica, tierra de volcanes,
las altas cumbres eran consideradas por
los pueblos prehispánicos como seres
vivos. Formaban parte de un universo
dinámico; los volcanes eran deidades
controladoras de los fenómenos me-
teorológicos, imprescindibles para la
producción agrícola, a su vez el sus-
tento de las antiguas sociedades meso-
americanas. Algunas creencias y prác-
ticas del milenario culto a los volcanes
siguen vigentes en la actualidad. Son
actores de la mitología mesoameri-FOTO
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17
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16
la historia natural68
cana, califi cadas como personas cuyas
voluntades y albedrío, amoríos y pa-
siones constituyen un peligro para los
hombres. El paisaje forma parte del
orden cósmico, el cual se expresa por
medio de los alineamientos astronó-
micos deliberadamente orientados ha-
cia las salidas y puestas del sol sobre el
perfi l de los volcanes (fotografía 3.15).
Éstos abarcan las aguas subterráneas y
la fertilidad de la tierra, son el umbral
para acceder al interior del cerro, las
fauces abiertas del monstruo de la tie-
rra, un antiguo símbolo olmeca (foto-
grafía 3.16). Constituyen vasos grandes
los tuxtlas. tierra mítica 69
FOTO
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ÍA 3.
18
la historia natural70
que contenían las aguas subterráneas y
también eran brazos de mar.
En la tradición mesoamericana exis-
ten personajes encargados de predecir
el tiempo. Estos “tiemperos o granize-
ros” practican la meteorología mediante
ritos en los volcanes sagrados. Ellos pro-
curan atraer la lluvia para las milpas y
protegerlas del peligro de las tormentas.
El calendario empieza el 3 de mayo, con
la fi esta de la Santa Cruz, cuando se abre
el temporal y termina el día de muertos
a principios de noviembre, cuando el
ciclo se cierra (fotografía 3.17).
Como ya se dijo antes, las erupciones
más recientes en la sierra de Los Tuxtlas
ocurrieron en 1664 y en 1793. Ambas
acontecieron en el volcán San Martín
Tuxtla. La útima fue descrita por el botá-
ERUP
CIÓN
DEL
VOL
CÁN
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MART
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UXTL
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793)
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nico Mariano Mociño y Lozada, miem-
bro de la Real Expedición Botánica a
la Nueva España (1789 a 1808). Mociño
acudió a San Andrés Tuxtla por mandato
del Virrey, en mayo en 1793, acompaña-
do del ilustrador Atanasio Echeverría y
de Julián del Villar, con el fi n de descri-
bir y evaluar el efecto que la erupción
tendría en los suelos agrícolas y el riesgo
que signifi caba para los asentamientos
humanos. Dicha comisión realizó un in-
forme muy detallado, en el que se calcu-
ló la altura y diámetro de la columna de
humos y cenizas, y midió la temperatura
aproximándose todo lo posible al cráter.
De ese reporte proviene la magnífi ca
ilustración del volcán San Martín Tuxtla,
elaborada por Atanasio Echeverría.
En aquel año de 1793, desde Orizaba y Córdoba se habían sentido los temblores
de tierra ocasionados por las erupciones de los días 2 y 22 de mayo, 28 de junio y
26 de agosto. El aterrador estruendo subterráneo que precedió a la gran columna
de fuego que se alzó del cráter –como fuegos artifi ciales disparados al cielo–. El
fantástico espectáculo duró dos días, seguido de seis horas de movimientos sísmicos
y lluvia de arena. El 22 de mayo, se produjo la segunda erupción, la más violenta. A
las columnas de fuego y a las piedras al rojo vivo que salían disparadas del cráter, se
añadieron enormes nubes de cenizas fl otante que se esparcieron cientos de leguas
a la redonda y obscurecieron el cielo, al punto de tener que encender las lámparas
de aceite en mitad del día, y tal fue la confusión y aturdimiento que sufrieron los
pájaros de la selva que en muchos lugares el silvestre guaco se dejaba atrapar con
la mano. Se organizaron procesiones y la gente, reunida en muchedumbre, dirigía
plegarias de lamento a Nuestra Señora del Volcán, venerada todavía hoy en la ciu-
dad de Catemaco como la santa patrona de la región. Hubo necesidad de quitar a
paladas la arena y las cenizas acumuladas sobre los techos para que no se derrum-
basen con su peso. La ceniza que fl otaba en el aire llegó hasta Oaxaca, situada a casi
trescientos kilómetros tierra adentro en línea recta. La tercera erupción se produjo
en junio y continuó alternándose con devastadoras tormentas hasta octubre, obs-
cureciendo el cielo durante treinta días seguidos, –según afi rma Mociño– y ocul-
tando de la vista incluso las montañas mas cercanas.
Miguel Covarrubias, El Sur de México.
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19 (P
P. 72
-73)
.
los tuxtlas. tierra mítica 71
sierra. Los suelos son el resultado de
la alteración de materiales volcánicos
expulsados por los volcanes San Mar-
tín Tuxtla, Santa Marta y San Martín
Pajapan. Aunque los más fértiles se en-
cuentran en los alrededores del volcán
San Martín Tuxtla, en la mayoría de
ellos se ha removido la cobertura fo-
restal original para ser convertidos en
potreros y campos agrícolas, por lo que
presentan problemas de compactación
y erosión causados principalmente por
la ganadería.
En las laderas sur y oeste del vol-
cán San Martín Pajapan, el suelo llega
a tener más de 3 m de profundidad,
con características muy favorables para
su labranza, sin embargo, debido a su
acidez, son poco fértiles y los proble-
mas de erosión llegan a ser muy graves.
Las laderas suroeste, sur y sureste del
volcán están dedicadas principalmente
al cultivo de café y maíz, mientras que
hacia el norte predomina la ganadería.
Ríos y lagos
En la sierra pueden distinguirse tres
grandes vertientes: 1) Vertiente norte y
noreste que desemboca hacia el Golfo
de México, delimitada por la subcuen-
ca Tecolapilla, que es parte de la cuenca
del Papaloapan. En esta zona hay nu-
merosos ríos y arroyos de recorrido
relativamente corto, provenientes de
los volcanes San Martín Tuxtla, Santa
Marta y San Martín Pajapan, los cua-
laderas montañosas, en altitudes supe-
riores a 300 msnm, conforman el relie-
ve serrano de la región, junto con las
laderas superiores de los volcanes San
Martín Tuxtla, Santa Marta y San Mar-
tín Pajapan.
Suelos
En Los Tuxtlas existe una notable va-
riedad de suelos relacionada con el ori-
gen volcánico de la región, la edad de
los materiales geológicos, la diversidad
del relieve, las condiciones del clima y
los distintos tipos de vegetación de la
Relieve
La superfi cie de 3 299 km2 de la sie-
rra tiene ditintas formas de relieve: los
lomeríos son los más extensos, cubren
2 714 km2, o sea 82% de la superfi cie.
El relieve de montaña, en las elevacio-
nes volcánicas mayores, tiene una ex-
tensión de 420 km2, es decir 13% del
área (fotografía 3.18). Las planicies tie-
nen 91 km2, 3% de la superfi cie total.
A pesar del dominio de los lomeríos,
la denominación sierra de Los Tuxtlas
está justifi cada, ya que los lomeríos in-
termedios y elevados, situados sobre las
la historia natural74
3) Vertiente sureste que forma parte de
la cuenca del río Coatzacoalcos, inclu-
ye la subcuenca de la laguna costera del
Ostión y la del río Calzadas. Algunos
de los ríos y arroyos que descienden del
volcán Santa Marta desembocan en el
río Coatzacoalcos, y otros que provie-
nen del volcán San Martín Pajapan lle-
gan a la laguna costera del Ostión (fo-
tografía 3.20).
el río San Juan es muy importante ya
que recoge parte de las aguas prove-
nientes del volcán San Martín Tuxtla
y Santa Marta, a través del río Hueya-
pan, principalmente, y desemboca en
la laguna de Alvarado. En esta vertiente
se encuentra el lago de Catemaco, que
tiene un gran efl uente, el río Grande
de Catemaco cuyas aguas vierten tam-
bién hacia el San Juan (Mapa Los Ríos).
les derraman sus aguas directamente al
Golfo o indirectamente a través de la
laguna costera de Sontecomapan (fo-
tografía 3.19). 2) Vertiente continen-
tal que abarca las subcuencas del río
San Juan, del San Andrés y del lago de
Catemaco, los cuales también forman
parte de la cuenca del Papaloapan. Esta
vertiente (que se inicia al sur del volcán
Santa Marta) es la de mayor superfi cie;
FOTO
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ÍA 3.
20
los tuxtlas. tierra mítica 75
de la sierra la red hidrológica está más
jerarquizada, organizándose en cauces
que recogen caudales de cuencas más
extensas y que llegan al río San Juan.
Algunos de estos ríos cruzan las ciu-
dades de San Andrés Tuxtla y Santiago
Tuxtla.
En la zona de infl uencia del volcán
San Martín Tuxtla son muy frecuentes
los cuerpos de agua asociados a crá-
teres. Ahí se encuentra cerca del 80%
en la vertiente del volcán San Mar-
tín Tuxtla hay ríos que nacen en las
partes altas pero son intermitentes, de-
bido al suelo poroso (fotografía 3.21).
En las partes medias (entre 300 y 400
msnm) se vuelven permanentes, con
caudales muy variables que dependen
de la precipitación en las partes altas,
y fi nalmente a través de las partes ba-
jas, desembocan en el Golfo (fotogra-
fía 3.22). En la vertiente continental
Con mayor detalle se pueden iden-
tifi car varias zonas más por sus carac-
terísticas hidrológicas. La zona mon-
tañosa tiene una red de drenaje radial
determinada por las características to-
pográfi cas. En el volcán Santa Marta
la red hidrológica es muy abundante
y poco ramifi cada, con cauces muy
profundos que drenan rápidamente
hacia las zonas bajas, principalmente
en la vertiente del Golfo. En cambio,
76
FOTO
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ÍA 3.
21
los tuxtlas. tierra mítica 77
de los lagos de agua dulce de la región
(fotografías 3.23 y 3.24). Entre los sis-
temas lacustres más grandes de la sierra
destacan el lago de Catemaco y la la-
guna de Sontecomapan, ambos ubica-
dos entre el volcán San Martín Tuxtla
y la serranía de Santa Marta. El prime-
ro, a 330 m de altitud en la vertien-
te continental, tiene 7 437 hectáreas
con una profundidad media de 7.5 m y
máxima de 11 m, y es considerado uno
de los lagos más productivos de Méxi-
co; Sontecomapan es cuerpo de agua
salobre de 932 ha y con profundidad
media de 1.5 m. También sobresalen
numerosos sitios de agua de origen
FOTO
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ÍA 3.
22FO
TOGR
AFÍA
3.23
la historia natural78
temperatura y humedad. Estas agrupa-
ciones de plantas se denominan tipos
de vegetación. Las especies de animales,
aves, murciélagos, mamíferos, reptiles y
anfi bios se desplazan en ellos, pero en
su mayoría muestran más afi nidad por
alguno; existe una estrecha relación
entre la vegetación y la fauna.
La composición de especies de los
tipos de vegetación ha cambiado a lo
largo del tiempo. La selva probable-
mente crece en la sierra de Los Tuxtlas
desde hace más de un millón de años;
sin embargo, en los últimos 40 000
han ocurrido variaciones drásticas de
temperatura y humedad. Esto ha oca-
muy perturbados debido a la defores-
tación principalmente.
Diversidad natural
Para introducir el tema de la rique-
za biológica de Los Tuxtlas, me enfo-
co en las plantas, un poco acerca de
la fl ora, pero sobretodo describo con
detalle la vegetación, basándome en la
información de Gonzalo Castillo y Ja-
vier Laborde. La razón para concentrar
la atención del lector en las plantas es
que las distintas especies vegetales se
agrupan entre sí por su preferencia a
las condiciones del suelo y del clima,
tectónico-volcánico de menor tama-
ño como Laguna Escondida y Zacatal,
y los lagos de origen volcánico tipo
maar como Majahual, Chalchopan,
Manantiales, Verde, Mogo y Encanta-
da, entre otros.
En la zona costera de la vertiente
del Golfo hay sistemas lagunares tem-
porales o permanentes como Delicias
y La Joya, que se han formado en las
hondonadas de las dunas. Estas lagu-
nas reciben agua principalmente del
manto freático y de la lluvia (fotogra-
fía 3.25). Son sistemas someros por el
gran aporte de sedimentos de los te-
rrenos circundantes que se encuentran
FOTO
GRAF
ÍA 3.
24
FOTO
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ÍA 3.
25
la historia natural80
estructura y el funcionamiento de la
selva, transformándola en otros tipos
de vegetación.
Los periodos denominados Pleisto-
ceno y Holoceno fueron clave para en-
tender lo que ahora vemos en la sierra.
Las especies dependen de la combina-
ción entre la temperatura y la hume-
dad; para las especies tropicales, el calor
seco y el frío húmedo son manejables;
largo de la historia de la sierra, debido
a cambios de clima, han aparecido y
desaparecido muchas especies. El mo-
vimiento y los cambios se deben a las
variaciones: periodos calientes secos,
calientes húmedos se han sucedido
con periodos fríos secos y fríos húme-
dos. Esto ha limitado la distribución de
algunas especies y benefi ciado a otras,
llegando a cambiar la composición, la
sionado que algunas especies desapa-
rezcan y otras colonicen la región.
Migración de las plantas
En la sierra de Los Tuxtlas hay regis-
tradas un gran número de especies de
plantas, animales y hongos, en la selva
húmeda, en el bosque mesófi lo y en
la vegetación alrededor de las lagunas
salobres y de agua dulce. Empero, a lo
!
!!
!
!
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!
!
DELOSTIÓN
GRANDE
TEPACHE, EL
COLORADA
MATAS, LAS
LAGUNA ELMAGUEY
LAGUNACOLORADA
BIKINA, LA
RÍO GRANDEDE CATEMACO
TULAR, EL
SIHUAPAN
LAGUNANIXTAMALAPAN
CACAHUATENO
ESCACEBA
SABALO
RABO LALAGUNA
MONIGOTES, LOS RÍO
SALINAS
PLAYAESCONDIDA
COXCOAPAN
LAGUNAAZUL
ARROYOSECO
CERRO DELDIABLO
DOSPASOS
HEDIONDO, EL
COYOL, EL
SANFRANCISCO
TORTUGA, LA
RÍOPRIETO
CHANCARRO
SANPEDRO
LUZ, LA
CHOMOS, LOS
SIERRA, LA
LOMACHATARÍO
TECOLAPANRÍO LAHOLLA
94°30'W94°40'W94°50'W95°W95°10'W95°20'W95°30'W
18°4
0'N
18°3
0'N
18°2
0'N
18°1
0'N
246000 266000 286000 306000 326000
2000
000
2020
000
2040
000
2060
000
Los lagos
0 4 8 12 16 20km
Golfo de México
Golfode
México
Edición: Rosario Landgrave
los tuxtlas. tierra mítica 81
a un régimen caliente y seco, la selva
se redujo aunque no severamente. La
mayor parte del Golfo de México fue
ocupada por selvas bajas estacionales.
La localización geográfi ca, la orien-
tación paralela a la costa, la abrupta
topografía, la altura de los volcanes, la
gran captación de lluvia y los numero-
sos escurrimientos de agua y lagunas,
dieron refugio a gran cantidad de es-
desapareció completamente de Méxi-
co hace solo 20 000 años; es decir que
la selva húmeda tropical mexicana tie-
ne una historia muy corta, ya que la
colonización de áreas ahora ocupadas
por vegetación tropical puede haber
empezado apenas hace 11 000 años,
cuando el clima se hizo caliente y hú-
medo. Cuando el clima varió (entre
9 000 y 2 000 años antes del presente)
sin embargo el frío seco, no lo toleran
y son sustituidas por especies de zonas
templadas.
La selva existe desde hace casi un
millón de años en la planicie del Golfo
de México. Hace 40 000 años duran-
te el Pleistoceno ocurrieron cambios
climáticos de duración variable, fueron
cuatro ciclos de clima húmedo-frío que
sumaron 10 000 años; un ciclo de clima
seco-frío con una duración de 9 000
años; y tres ciclos de clima seco-cálido
que suman 13 000 años. Entonces debe
pensarse que las áreas tropicales de
tierras bajas por miles de años sopor-
taron fuertes cambios que provocaron
trastornos ecológicos en las comu-
nidades vegetales (fotografías 3.26 y
3.27)
No obstante, durante este periodo
de 40 000 años antes de ahora, estas
condiciones frías y secas se prolonga-
ron entre 20 y 12 000 años, lo cual
afectó a la selva húmeda tropical. Esto
signifi ca que la vegetación tropical
Bosque mesófilo
Selva alta subcoducifoliaSelva alta perennifolia
Bosque de pino y encino
Selva mediana coducifoliaSelva mediana subcoducifolia Selva baja coducifolia Selva baja espinosa coducifolia
FOTO
GRAF
ÍA 3.
26
cambio de la vegetacióncon el clima
la historia natural82
FOTO
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27FO
TOGR
AFÍA
3.28
Especies endémicas
registradas en la estación
de biología Tropical
de Los Tuxtlas
Costus dirzoi, Daphnopsis megacar-
pa, Eugenia sotoesparzae, Inga sinacae,
Miconia ibarrae, Mormodes tuxtlensis,
Pouteria rhynchocarpa, Ruellia tuxtlen-
sis, Solenophora tuxtlensis, Thelypteris
rachyfl exuosa, Tuxtla pittieri (género
nuevo de Compositae).
Cambios de clima, temperatura
y precipitación durante
los últimos 40 mil años
40
35
30
25
20
15
10
5
0
Temperatura
Caliente Frío Seco Humedo
Precipitación
Miles
de añ
os
los tuxtlas. tierra mítica 83
pecies de plantas y animales durante
los adversos periodos citados antes. La
selva se refugió en las laderas de las
montañas y otros sitios húmedos alre-
dedor de cursos de agua y lagos (foto-
grafía 3.28).
El efecto de los cambios del clima y
los desplazamientos de las plantas, en
la sierra y en la planicie del Golfo de
México, ha dado como resultado:
• Presencia de bosques de pino y bos-
ques de encino en las parte bajas de la
sierra. Estos bosques provienen de las
partes altas de las montañas y de sitios
templados y fríos, localizados al nor-
te en Estados Unidos y Canadá. Des-
cendieron siguiendo la costa del Gol-
fo cuando el clima era frío y seco.
• Que la selva de la sierra tenga muy
pocas especies endémicas (aquellas
que solo se encuentran en una re-
gión y un tipo de vegetación), lo cual
signifi ca que la selva ha retrocedido
y avanzado en repetidas ocasiones.
• Presencia de bosque mesófi lo, por
arriba de 1 000 m de altitud. Este
bosque está formado por una com-
binación de especies de árboles que
provienen del este de Estados Uni-
dos y Canadá y de hierbas, arbustos
y epífi tas que provienen de Centro y
Sudamérica.
• Que muchas de las especies que for-
man la selva sean capaces de crecer en
climas más secos y fríos en la planicie
costera del Golfo de México.
FOTO
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ÍA 3.
29FO
TOGR
AFÍA
3.30
la historia natural84
Flora y vegetación
En la sierra hay en total 3 356 especies
de plantas, pertenecientes a 212 fami-
lias. Una riqueza fl orística sobresalien-
te si se compara con las 7 490 especies
de plantas que se registran en Veracruz.
Al conjunto de las plantas se le cono-
ce como fl ora de Los Tuxtlas (fotogra-
fía 3.31). Ésta es muy parecida a la de
Centroamérica, comparten 70% de sus
especies y se asemeja menos a la fl ora
de Sudamérica, con la que comparte
30% de las especies. Las especies de la
fl ora se puede separar por la forma en
que crecen las plantas: son 1 761 espe-
cies de hierbas (52% del total), 674 es-
pecies de árboles (20% del total), 568
especies de arbustos (17% del total) y
353 especies de bejucos y lianas (11%
del total) (fotografía 3.32).
El continente americano se divide
en dos grandes regiones biogeográfi -
cas: al sur, la región tropical o Neotro-
pical y al norte la región templada o
Neártica. Resulta que la sierra de Los
Tuxtlas se encuentra en la primera, casi
en la frontera con la Región Neártica.
Con precisión, está en la porción del
Caribe, en lo que llamamos la provin-
cia fl orística del Golfo de México. La
cercanía de la Región Neártica explica
que en la sierra, por arriba de 1 000 m
de altitud en las montañas, las especies de
plantas pertenezcan a la Región Neo-
tropical (fotografía 3.29). Es la zona
cálido húmeda (ver capítulo El Descu-
FOTO
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ÍA 3.
31FO
TOGR
AFÍA
3.32
los tuxtlas. tierra mítica 85
brimiento, La región). Por arriba de
esos 1 000 m, la selva desaparece, el cli-
ma es templado y húmedo y se trans-
forma en un bosque de hojas anchas,
–bosque mesófi lo de montaña–, en
bosque de pino y en bosque de enci-
no, originarios de la Región Neartica.
La combinación de especies tropicales
y templadas es una característica de la
vegetación de la sierra, que además au-
menta la riqueza total de especies (fo-
tografía 3.30).
Tipos de vegetación
En la sierra se distinguen nueve tipos:
selva alta perennifolia, selva mediana
perennifolia, selva baja perennifolia
inundada, bosque mesófi lo de monta-
ña, bosque de pino, bosque de encino,
sabana, manglar y dunas costeras (Ma-
pa vegetación y fotografía 3.33).
Selva alta perennifolia
Tiene actualmente una extensión de
11 013 ha. Es el tipo de vegetación
más rica en especies y en formas de
vida de las plantas; comprende árboles
muy grandes, otros medianos y peque-
ños, lianas, trepadoras, hierbas, epífi tas,
palmas, arbustos (fotografías 3.34, 3.35
y 3.36 ). A la parte más alta de la selva
se le llama dosel, tiene una altura de
40 m. Los árboles que forman ese do-
sel son los más grandes, tienen troncos
rectos y gruesos, con diámetros de un
metro y en algunos casos hasta 1.5 y FOTO
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ÍA 3.
33
Especies incluidas en la Norma Oficial Mexicana,
publicada en el Diario Oficial de la Federación
(nom-059-ecol-1994)
Raras: Tillandsia festucoides; Alsophila salvinii; Sphaeropteris horrida; Cnemidaria decurrens; Al-
faroa mexicana; Pithecellobium vulcanorum; Inga sinacae; Bletia purpurea; Encyclia baculus.
Amenazadas: Yucca lacandonica; Tetrorchidium rotundatum; Astronium graveolens; Calophy-
llum brasiliense; Spondias radlkoferi; Acosmium panamense; Dieff enbachia seguine; Lyco-
podium dichotomum; Monstera tuberculata; Magnolia schiedeana; Spathiphyllum friedrichs-
thalii; Talauma mexicana; Carpinus caroliniana; Cycnoches ventricosum; Tabebuia chrysan-
tha; Oncidium incurvum; Sapium macrocarpum; Chamaedorea bractescens
En peligro de extinción: Diospyrus riojae; Litsea glaucescens; Ormosia isthmensis; Vatairea
lundelli; Olmeca recta; Chamaedorea metallica.
Sujetas a protección especial: Languncularia racemosa; Encyclia vitellina; Rhizophora mangle;
Avicennia germinans.
la historia natural86
2 m. Es muy llamativo ver que los
troncos en el suelo tienen grandes
estructuras laminares que amplían su
base, llamadas contrafuertes; su forma
y su tamaño varían entre las especies
(fotografías 3.37 y 3.38 ).
Por debajo del dosel podemos iden-
tifi car otro grupo de árboles, de nu-
merosas especies, cuya altura máxima
es de 20 m (fotografía 3.39).
Por último, en la parte baja de la
selva, a menos de 10 m de altura hay
varias especies de árboles.
Sin embargo, lo que más destaca en
esta parte baja son las palmas, la especie FOTO
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ÍA 3.
34
FOTO
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35
los tuxtlas. tierra mítica 87
Angel R.Cabada
Catemaco
Sontecomapan
Lerdo deTejada
Mecayapan
Huazuntlan
TatahuicapanPajapan
San AndrésTuxtla
SantiagoTuxtla
Soteapan
94°30'W94°40'W94°50'W95°W95°10'W95°20'W95°30'W
18°4
0'N
18°3
0'N
18°2
0'N
18°1
0'N
246000 266000 286000 306000 326000
2000
000
2020
000
2040
000
2060
000
La vegetación
0 4 8 12 16 20km
Golfode
MéxicoGolfo
deMéxico
Selva Alta Perennifolia
Selva Mediana Perennifolia
Selva Baja Perennifolia Inundable
Acahual de Selva
Bosque Mesófilo de Montaña
Acahual de Bosque Mesófilo de Montaña
Encinar
Acahual de Encino
Pinar
Manglar
Vegetación de dunas costeras
Sabana
Pastizal
Pastizal con Árboles aislados
Pastizal con Cultivos
Cultivos con Pastizal
Cultivo de Caña
Cultivo de Tabaco
Cultivos de Café con Selva y Acahual
Cultivos Perennes
Edición: Rosario Landgrave
Número de especies en cada tipo de vegetación
Tipo de vegetación Núm. de especies
Selva alta perennifolia, selva mediana perennifolia 1 873
Manglar y selva baja perennifolia inundada 98
Bosque mesófi lo de montaña 786
Bosque de pino y encino 732
Sabana 146
Duna costera 315
la historia natural88
FOTO
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36FO
TOGR
AFÍA
3.37
89
FOTO
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38
la historia natural90
más abundante es Astrocaryum mexica-
num, llamada chocho, que puede tener
más de mil individuos por hectárea.
Dentro de la selva llaman la atención
otras plantas, que son muy característi-
cas. Me refi ero, por ejemplo, a las lianas
y los bejucos, que germinan y crecen
en las ramas de los árboles y cuyas raí-
ces descienden desde la altura, hasta
alcanzar el suelo. Otras plantas nacen
en el suelo, se enredan en el árbol más
cercano para trepar hasta la parte alta
de la selva, donde hay luz del sol.
También son abundantes las plantas
que nacen y pasan toda su vida sobre
árboles (epífi tas), un ejemplo conoci-
do de este grupo son las orquídeas. En
la selva este grupo de epífi tas, también
incluye otra forma de crecimiento pe-
culiar, aunque es muy característico.
Se trata de los árboles llamados ma-
tapalos o estranguladores: son árboles,
de varias especies del género Ficus,
conocidos como higueras, de la familia
de las Moraceas. Las semillas de estos
árboles germinan en las ramas de los
árboles, crecen encima de ellos y pro-
longan sus raíces hacia abajo hasta lle-
gar al suelo; poco a poco las raíces se
unen entre sí y forman un tronco, que
envuelve completamente al árbol que
les dio sostén y terminan matándolo o
estrangulándolo.
Existe un conjunto de especies,
que mantiene sus semillas en el suelo,
por largo tiempo. Estas especies sólo FOTO
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ÍA 3.
39
los tuxtlas. tierra mítica 91
se localiza en cimas de conos volcáni-
cos de menor altitud, así como sobre
laderas directamente expuestas a los
vientos del norte. Este bosque se ca-
racteriza por la gran abundancia de ár-
boles muy ramifi cados y sinuosos, con
gran cantidad de musgos.
Bosque de encino
Tiene una extensión de 1 065 ha.
Existen dos variantes: una forma parte
del bosque mesófi lo de montaña y se
encuentra al sur del cerro Santa Marta,
entre los 700 y 1 200 m de altitud; y
en el cerro del Vigía, a 860 m de al-
titud. Al sur de la ciudad de Santiago
Tuxtla, hay un encinar.
La otra variante de encinar está en-
tre 100 y 600 m de altitud, al sur del
cerro Santa Marta. Se caracteriza por
tener encinos de diferentes especies que
forman un dosel de entre 15 y 20 m
de alto.
Bosque de pino
Tiene una extensión de 2 034 ha. Está
únicamente en la vertiente sur del ce-
rro de Santa Marta, desde los 500 hasta
los 900 m de altitud, sobre suelos muy
viejos y pobres. Se mezcla, en su parte
baja, con el encinar y en algunos sitios
con la selva alta y mediana, y en su
parte alta se une con el bosque mesó-
fi lo. Está formado por una sola especie
de pino: Pinus oocarpa.
En el bosque las especies arbóreas
del dosel provienen del neártico y las
especies de sotobosque y epífi tas del
neotrópico. El dosel del bosque tiene
entre 20 y 30 m de altura, se caracteri-
za por la cantidad de orquídeas, hele-
chos, bromelias, peperomias, aráceas y
musgos, que crecen sobre los troncos
y ramas.
El bosque mesófi lo está en las
partes más altas de la sierra de Santa
Marta y en los volcanes San Martín
Pajapan y San Martín Tuxtla. Al norte
y al este del volcán San Martín Tuxtla
hay árboles de más de 50 m de altu-
ra, de Ulmus mexicana. Sobre la ladera
del noroeste dominan los árboles de
Quercus insignis y Talauma mexicana.
Al suroeste del cráter del vol-
cán Santa Marta, el dosel del bosque
mesófi lo está dominado por árboles de
Podocarpus sp., que rebasan los 30 m de
altura, asociados con Quercus skinneri
y Q. corrugata. Mientras que en el sur
del cráter hay manchones casi puros
de Liquidambar styracifl ua mezclados
con diferentes especies de Quercus. En
las barrancas de mayor humedad en la
sierra de Santa Marta y en el volcán
San Martín Pajapan son muy abun-
dantes los helechos arborescentes ma-
yores a 10 m de altura.
En San Martín Tuxtla y Santa Marta
se encuentra una variante del bosque
mesófi lo con un dosel bajo entre 8 y
10 m de altura. Esta variante también
germinan cuando llega la luz del sol
directamente, lo que ocurre cuando
muere un árbol y cae. Son especies
que cicatrizan los claros que de ma-
nera natural o artifi cial se abren en la
parte alta de la selva, en el dosel.
Selva mediana perennifolia
Tiene actualmente una extensión de
19 959 ha. Se distribuye desde 650
hasta 1 000 m de altitud. Este tipo de
vegetación incluye las mismas especies
de la selva alta perennifolia. La altura
de su dosel es más bajo, de 15 m de
altura, sin rebasar 20 m, debido a que
crece en las laderas de mayor pendien-
te como las de los volcanes Santa Mar-
ta y San Martín Pajapan, así como en
la cima de pequeños conos volcánicos
localizados al norte y noreste del lago
de Catemaco. La selva mediana tiene
manchones o parches de selva alta, en
el fondo de cañadas y barrancas de va-
lles amplios.
Bosque mesófi lo de montaña
Tiene una extensión de 10 770 ha. A
este bosque se le conoce también co-
mo bosque de neblina o bosque ca-
ducifolio. En Los Tuxtlas se encuentra
por arriba de los 1 000 m de altitud,
aunque en realidad entre los 800 y
1, 100 m de altitud existe una zona
de transición entre la selva alta, la sel-
va mediana perennifolia y el bosque
mesófi lo.
la historia natural92
Sabana
Tiene una extensión de 9 357 ha. Se
extiende en el sur y sureste de la sierra.
Es fácil de reconocer, es un pastizal con
árboles dispersos de poca estatura. Las
especies arbóreas y características de las
sabanas en Los Tuxtlas son el nanche
(Byrsonima crassifolia), uvero (Coccoloba
barbadensis), tachicón (Curatella america-
na) y jícaro (Crescentia cujete y C. alata).
El manglar
Tiene una extensión de 523 ha. Ubi-
cado al sureste de la laguna de Son-
tecomapan, limita al noroeste con la
selva baja perennifolia inundada. Es un
tipo de vegetación de 20 a 25 m de
altura, con tres especies característi-
cas: mangle rojo (Rhizophora mangle),
mangle negro (Avicennia germinans) y
mangle blanco (Laguncularia racemosa).
Las raíces adventicias o zancudas del
rojo les sirven tanto para fi jarse al sue-
lo lodoso, como para captar oxígeno
(fotografías 3.40, 3.41 y 3.42) .
Selva baja perennifolia inundada
Tiene una extensión de 504 ha. Crece
en zonas de agua dulce, al noroeste de
la laguna costera de Sontecomapan. En
sitios sujetos a inundaciones periódi-
cas, tales como planicies bajas cercanas
a la desembocadura de ríos caudalosos,
se pueden encontrar franjas o mancho-
nes dominados por apompo (Pachira
aquatica).
FOTO
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ÍA 3.
40FO
TOGR
AFÍA
3.41
los tuxtlas. tierra mítica 93
Dunas costeras
Tienen en conjunto una extensión de
238 ha. Están a lo largo de toda la línea
de la costa. Se caracteriza por especies
arbustivas y arbóreas provenientes de
tipos de vegetación de tierra adentro
y que se han adaptado al sustrato are-
noso con gran éxito (fotografías 3.43,
3.44 y 3.45).
Cuerpos de agua
En total tienen una extensión de 8 411
ha. Los cuerpos de agua más grandes
son el lago de Catemaco (7 254 ha) y
la laguna de Sontecomapan (891 ha),
a los que se agregan 266 ha de 13 la-
gunas pequeñas de origen volcánico y
pequeños embalses artifi ciales (foto-
grafías 3.46 , 3.47 y 3.48).
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3.44
la historia natural96
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3.46
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42 (P
P. 94
-95)
.
los tuxtlas. tierra mítica 97
FOTO
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47
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ÍA 3.
48
la historia natural98
El siguiente capítulo está enfocado
a otro aspecto crucial, antes de abor-
dar el paisaje en su conjunto: el uso
del suelo y de los recursos naturales.
La historia de la interacción entre la
población humana y la naturaleza es
muy larga e interesante. Al analizarla
trataré de subrayar algunas de las causas
que considero son las más importantes
para entender la estructura y dinámica
del paisaje actual. A este capítulo le he
llamado Las raíces del paisaje.
mitar. Cada uno de ellos comparte sus
especies con los colindantes, formán-
dose ecotonos o fronteras difusas. Esto
es muy peculiar de la sierra; mezclan
sus especies de mil maneras, creando
un abanico enorme de combinacio-
nes que retan al botánico a clasifi car-
las (fotografía 3.49).
La cobertura vegetal se ha reduci-
do y se ha fragmentado, por lo que
elaboré un resumen de la extensión y
composición de los tipos de vegeta-
ción tal como se les encuentra en este
momento (fotografía 3.50 ).
Este capítulo muestra la gran diver-
sidad de especies y de tipos de vege-
tación que existe en Los Tuxtlas. Traté
de explicar algunas de las causas de
esa variedad. A lo largo de su historia
geológica, la sierra ha adquirido una
topografía rica y complicada, grandes
alturas, numerosas laderas de distinta
orientación, considerables modifi ca-
ciones en la temperatura, en la hume-
dad, en las condiciones del suelo. El
resultado es una gran riqueza de plan-
tas y animales y una distribución de
los tipos de vegetación difícil de deli-
FOTO
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ÍA 3.
49
los tuxtlas. tierra mítica 99
FOTOGRAFÍA 3.50 (PP. 100-101)
Especies más comunes en el dosel de la selva
Familia de las Leguminosas: Lonchocarpus cruentus, L. guatemalensis var. mexicanus, Dus-
sia mexicana, Ormosia panamensis, Platymiscium pinnatum, Pterocarpus rohrii, Vatairea
lundellii, Cynometra retusa y Dialium guianense.
Familia de las Lauraceas: Nectandra ambigens, N. lundellii, N. cissifl ora y Ocotea uxpana-
pana.
Familia de las Moraceae: Brosimum alicastrum, Poulsenia armata, Clarisia bifl ora ssp.
mexicana, Ficus yoponensis y F. tecolutensis.
Otras familias: Pouteria sapota, Sideroxylon portoricense, Ceiba pentandra, Bernoullia fl a-
mmea, Spondias radlkoferi, Bursera simaruba, Vochysia guatemalensis, Cordia megalantha,
Virola guatemalensis, Omphalea oleifera, Ampelocera hottlei, Terminalia amazonia y Ca-
lophyllum brasiliense.
Especies de árboles más comunes bajo el dosel
Pseudolmedia oxyphyllaria, Dendropanax arboreus, Cymbopetalum baillonii, Cupania gla-
bra, Orthion oblanceolatum, Guarea glabra, Quararibea funebris, Pleuranthodendron lin-
denii, Rollinia jimenezii, Diospyros digyna, Pimenta dioica, Annona muricata, Calyco-
phyllum candidissimum, Citharexylum affi ne, Rheedia edulis y Coccoloba hondurensis.
Además, las Euphorbiaceae: Croton schiedeanus, Alchornea latifolia y Tetrorchidium ro-
tundatum; las Leguminosae: Albizia purpusii, Lonchocarpus santarosanus, Cojoba arbo-
rea, Inga pavoniana, Inga spp.; y las Lauraceae: Ocotea dendrodaphne, Licaria velutina,
Nectandra salicifolia, y N. globosa.
Especies de árboles bajos
más comunes
Familia de las Rubiaceas: Faramea
occidentalis, Psychotria faxluscens, P.
chiapensis, Psychotria spp.
Otras Familias: Swartzia guatemalensis,
Amphitecna tuxtlensis, Malmea de-
pressa, Calatola laevigata y Hampea
nutricia.
Especies de palmas
más comunes
Astrochariun mexicanum, Chamaedorea
tepejilote, Chamaedorea ernesti-augustii,
Bactris baculifera, Desmoncus ferox y
Reinhardtia gracilis var. gracilior.
Especies más comunes
Lianas y bejucos: Abuta panamensis,
Arrabidaea pubescens, Stizophyllum ri-
parium, Connarus schultesii, Cydista
aequinoctialis var. aequinoctialis, Mas-
cagnia vacciniifolia, Tetrapterys donnell-
smithii, Hiraea velutina y Paragonia
pyramidata.
Epífi tas: Aechmea bracteata, Columnea
shiedeana, Encyclia radiata, Epiphy-
llum phyllanthus var. hookeri, Kohleria
deppeana, Peperomia obtusifolia y Ti-
llandsia schiedeana, Syngonium podo-
phyllum, Philodendron spp., Anthurium
fl exile, A. crassinervium, A. scandens,
Clusia sp., Monstera deliciosa.
Especies más comunes
en los claros de selva
Cecropia obtusifolia, Heliocarpus appendicu-
latus, Trichospermum mexicanum, Ochroma
pyramidale, Myriocarpa longipes, Trema mi-
crantha, Hampea nutricia, Urera caracasana
y especies del género Piper.
CABE
ZA D
E CO
BATA
103
III . Las ra íces del paisa je
En este capítulo explico los acontecimientos que modelaron el paisaje a lo largo
de la historia, desde la ocupación de la región y hasta fi n del siglo xx. A tales sucesos
los llamo las raíces del paisaje de Los Tuxtlas. El primero es la colonización de la sierra, hace
aproximadamente 5 000 años, y con ella el uso del suelo, la domesticación de plantas, el cultivo
y el aprovechamiento de los recursos naturales a través de la caza, la pesca y la recolección. El
segundo acontecimiento es la introducción de ganado y cultivos tropicales provenientes del
trópico africano y asiático durante la colonia española. El tercero se refi ere a la explotación
agroindustrial en el siglo xix y xx.
Mi información proviene de los arqueólogos, etnoarqueólogos, historiadores, etnobotáni-
cos, geógrafos y ecólogos. Esta diversidad de fuentes de información y datos difi culta su inter-
pretación e integración. Sin embargo, realizaré una primera e inédita aproximación, pensando
siempre en que el lector tenga una visión integral y fresca de lo que ha ocurrido en Los Tuxtlas
desde 1 400 a.C. hasta la fecha.
Ocupación de la sierra
La investigación arqueológica muestra que la colonización de la sierra empezó hace más de 5 000
años. Desde entonces ha estado habitada de manera continua. La población inicial de la región fue
de grupos olmecas, provenientes de las tierras bajas. Más tarde se asentaron algunas comunidades
pequeñas de teotihuacanos y mexicas, con el afán de controlar esta región.
Los grupos olmecas establecidos en Los Tuxtlas ejercieron una fuerte infl uencia en la ideología
indígena y en la cosmovisión de las culturas de la costa sur de Veracruz. Los Tuxtlas nos da una
visión crucial de la historia del México antiguo. La información de los arqueólogos deriva de las
excavaciones realizadas en la zona más poblada de la sierra, la tierra plana, la cual se extiende des-
de el suroeste de la costa occidental del lago de Catemaco y se prolonga hasta la laguna de Son-
tecomapan, en la costa del Golfo. El grupo de investigadores fue encabezado por Robert Santley,
quien descubrió los centros ceremoniales de Matacapan, La Joya y Bezuapan. Más recientemente,
Alfred H. Siemens, miembro del Instituto de Ecología, A.C. de Xalapa, encontró numerosos res-
tos arqueológicos en la planicie costera y en el pie de monte de la sierra de Santa Marta.
La ocupación olmeca más temprana data de aproximadamente 2 800 a.C., como muestran
los registros de polen; de esa época no se cuenta con restos arqueológicos. Al principio, durante
el periodo Formativo Temprano, los sitios estaban distribuidos en las tierras planas que eran
principalmente poblados y aldeas.
las raíce s del paisaje104
esta región. Nuevamente los asenta-
mientos al sur del río fueron afectados
por otra erupción que depositó gran-
des cantidades de arena.
Matacapan y sus alrededores se po-
bló a principios del periodo Clásico
Temprano y se mantuvo el resto de los
asentamientos anteriores. Durante el
Clásico Medio la población creció mu-
cho, alcanzando los 50 000 habitantes;
La zona donde se asentaron es ac-
tualmente la más productiva y pro-
bablemente lo fue también en aquel
tiempo. Este periodo terminó cuando
una erupción volcánica cubrió con
cenizas casi toda el área. Durante los
periodos Formativo Medio y Tardío
el patrón de asentamientos cambió. Se
colonizó a lo largo del río Catemaco,
que es la segunda parte más fértil de
más de la mitad de ellos vivían en Ma-
tacapan y el resto en pequeños pueblos
y aldeas. Durante este periodo los mo-
radores fueron afectados al menos por
dos eventos de caída de ceniza lo que
probablemente explica la disminución
de la población hacia la primera parte
del periodo Formativo. Terminal. Al fi -
nalizar el periodo Clásico, la distribu-
ción de los habitantes se conservó, aun-
los tuxtlas. tierra mítica 105
(por río, laguna y costa) y de inter-
cambio con otras regiones de la costa
veracruzana.
Se ha detectado en Matacapan una
marcada infl uencia teotihuacana du-
rante el periodo Clásico. La presencia
de los teotihuacanos en el Golfo de
México obedecía a la búsqueda de ma-
terias primas, probablemente plumas
de aves tropicales, cacao y yacimientos
de cinabrio y caolín de la región de
Los Tuxtlas. Fundaron una colonia en
Matacapan, de esa manera aseguraron
el acceso a las materias primas, y el do-
minio de la laguna de Sontecomapan,
un importante puerto de intercambio
en el que confl uían rutas comerciales
procedentes del norte de Veracruz, de
la Península de Yucatán, de las costas
de Guatemala –vía el Istmo de Te-
huantepec– y de las Mixtecas, por la
ruta de Teotitlán-Tuxtepec.
que se concentró en Ranchoapan y en
las orillas del lago de Catemaco. Entre
1 400 a.C. y 100 d.C. se identifi caron
cuatro erupciones. La primera de ellas
en 1 300 a.C. en el periodo Formativo
Temprano, dos más al fi nal del Forma-
tivo Tardío (100 d.C.); otra ocurrió en
el periodo Clásico, alrededor del 350
d.C. y una más tarde aproximadamente
en el 550 d.C. Entre 450 y 650 d.C.
sucedieron cuatro o cinco. En total se
trata de 10 eventos eruptivos en tiem-
pos prehispánicos.
En el Periodo Formativo, cuando
el número de asentamientos era redu-
cido y la densidad de población pe-
queña, ésta se desplazaba fácilmente,
desocupando los sitios afectados. En el
Periodo Clásico no hubo abandono ni
desplazamientos y al fi nal del periodo
ocuparon nuevos sitios en la costa, lo
que denota una mejora en el uso de
nuevas vías de comunicación interna,
Períodos de desarrollo prehispánico en Los Tuxtlas
Periodo Duración
Formativo Temprano 1 400 - 1 000 a.C.
Formativo Medio 1 000 - 400 a.C.
Formativo Tardío 400 a.C. - 100 d.C.
Formativo Terminal 100 - 300 d.C.
Clásico Temprano 300 - 450 d.C.
Clásico Temprano Medio 450 - 550 d.C.
Clásico Medio Tardío 550 – 650 d.C.
Clásico Tardío Temprano 650 – 800 d.C.
Clásico Tardío Tardío 800 – 1 000 d.C.
Postclásico 1 000 – 1 500 d.C.
CABE
ZA T
RES
ZAPO
TE 1
CABE
ZA T
RES
ZAPO
TE 2
las raíce s del paisaje106
darias. Cuando el cultivo se difi cultaba,
por alguna razón climática o volcánica,
la caza y la recolección se convertían
en las actividades principales. El recur-
so que prácticamente persistía eran los
frutos de los árboles, que por su tamaño,
sobrevivían a la ceniza, inundaciones, e
inclusive al paso del fuego.
Los datos de que disponemos co-
rresponden a uno de los primeros pe-
riodos de la ocupación de la sierra, el
Formativo.
Periodo Formativo Temprano
En este tiempo la población se movía
plantas, dependieron de los cultivos,
aunque nunca abandonaron sus hábitos
de caza, pesca y recolección. En reali-
dad en función de las condiciones del
medioambiente (sequía, inundación y
caída de cenizas) y de su capacidad de
trabajo ponían más esfuerzo en una u
otra actividad. Hubo momentos en que
los ríos y las lagunas les proporcionaban
los alimentos necesarios o de los árbo-
les de la selva obtenían los frutos. En
tiempos de buen clima y sufi ciente hu-
medad, los cultivos y los huertos eran la
base de su alimentación y la caza, pesca
y recolección eran actividades secun-
Uso mesoamericano
El uso de la tierra y las actividades pro-
ductivas de los olmecas de Los Tuxtlas,
difi ere del modelo descrito para las tie-
rras bajas de La Venta y San Lorenzo.
Los olmecas de la sierra domesticaron
plantas y desarrollaron una agricultura
basada en el cultivo del maíz. Cuando
llegaron a la sierra dependían de la ca-
cería de aves, mamíferos y reptiles, de
la pesca de peces y tortugas, y de la
recolección de hierbas y frutos.
Más adelante, cuando aclimataron
especies de la selva y domesticaron
FOTO
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ÍA 4.
1
los tuxtlas. tierra mítica 107
les. La cacería se incrementa y diversifi ca
en sitios abiertos y dentro de la selva, lo
cual implica mayor riesgo en el cultivo.
Los productores se agrupan alrededor
de Chuniapan de Arriba y de Tres Za-
potes. Es claro que las erupciones ocu-
rridas al principio y a la mitad de este
periodo condicionaron la estrategia de
obtención de alimentos; la primera al
fi nal del Formativo Temprano y princi-
pio del Formativo Medio (1 250 – 900
a.C.); la segunda al fi nal del Formativo
Tardío (150 a.C.); la tercera durante el
Formativo Terminal (150 – 250 d.C.).
En su mayoría, los arqueólogos en-
focan su atención en los centros cere-
moniales-políticos, que si bien mues-
tran cómo se organizaba la producción
agrícola, no ofrecen un panorama
Continúa el cultivo de maíz y la co-
secha de frutos de árboles. La siembra
de frijol gana gran importancia en
este periodo. El consumo de fauna
permanece; sin embargo, disminuye la
diversidad de especies que cazaban, lo
cual signifi ca mayor seguridad en los
cultivos.
Periodo Formativo Terminal
Se registra una disminución dramática
de la densidad de población humana,
debido a la intensa actividad volcánica
durante el periodo Formativo Tardío
y principio del Formativo Terminal.
Los pobladores que permanecieron en
Los Tuxtlas mantuvieron el cultivo del
maíz y aumentaron la recolección de
frutos como aguacates, zapotes y coyo-
constantemente en un determinado
territorio, siguiendo un patrón anual
o estacional. Hacia el fi nal del perio-
do se estableció de manera defi nitiva.
Entonces cultivaron el maíz a través
de sistemas trashumantes esparcidos
en un área muy extensa de selva. Re-
colectaban frutos de árbol de especies
silvestres y cazaban una gran variedad
de animales terrestres en sus cultivos y
en los claros de la selva, además pes-
caban (fotografía 4.1). Probablemente
el factor determinante para decidir la
vida sedentaria fue la erupción vol-
cánica, debido a que la ceniza cubrió
amplias zonas de la selva.
Periodo Formativo Medio
La población cambia su dieta de pesca-
dos y tortugas por animales terrestres
que encuentran en las zonas abiertas.
Cultiva maíz, aguacates y palma de
coyol. El maíz fue la base de su ali-
mentación, a juzgar por la profusión
de utensilios y herramientas para pro-
cesar los granos y cocinar. El tiempo
empleado en el cultivo explica que las
actividades de caza se llevaran a cabo
en los huertos y hortalizas. Todavía no
hay centros ceremoniales, la gente se
organiza en aldeas y poblados.
Periodo Formativo Tardío
Se destaca por la organización social,
aparece el primer centro ceremo-
nial regional en Chuniapan de Abajo. FOTO
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ÍA 4.
2
las raíce s del paisaje108
la actualidad (fotografía 4.3). Con estos
datos intentaremos explicar la forma
en que se usó el espacio y proporcio-
nar información acerca de los recursos
vegetales y animales que aprovechaban
(ver el capítulo Historia Ambiental).
Como se muestra en el esquema de
Uso Mesoamericano del espacio, cada
grupo o familia tenía un solar, que se
puede considerar el espacio vital, desde
donde se organizaba el uso del territo-
rio y el aprovechamiento de plantas y
animales. En el centro del solar estaban
acerca del aspecto que tenía el paisa-
je en aquellos tiempos. Para tener una
idea del entorno que prevalecía en esa
zona de la sierra, es necesario descri-
bir las unidades de producción y su
agrupación en aldeas y poblados (fo-
tografía 4.2). En este tema es crucial la
información obtenida por Amber Van-
derwerker (etnoarqueóloga) acerca de
los grupos familiares campesinos en al-
deas del periodo Formativo y la infor-
mación publicada por los etnobotáni-
cos relativa a los huertos familiares en
FOTO
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ÍA 4.
3
los tuxtlas. tierra mítica 109
USO MESOAMERICANO DEL ESPACIO
las raíce s del paisaje110
los esquilmos de las cosechas, los des-
perdicios de la cocina y la casa. Colin-
da de manera difusa con el huerto y la
hortaliza, en donde se cultivaban plan-
tas de la selva, en proceso de aclimata-
ción. La estructura del huerto depen-
día de los árboles. Todo este espacio
delimitado por cerca viva de piedras,
se denomina solar, la unidad básica de
organización campesina.
La agricultura, caza, pesca y recolec-
ción se realizaban más allá del solar, en
dos áreas. Una próxima al solar, donde
se llevaba a cabo el cultivo intensivo de
maíz y frijol, calabaza y otras especies;
es una parte completamente desmon-
tada y cultivada. En ella se sembraban
las habitaciones, la casa (fotografía 4.4),
donde dormían, cocinaban o almace-
naban sus cosechas. En torno a la casa
había un sitio de tierra completamente
abierto y limpio, llamado patio, don-
de se llevaban a cabo las actividades de
procesamiento y limpieza de las cose-
chas, la preparación de los granos para
su almacenamiento, la reparación de las
herramientas y otras actividades rela-
cionadas con la cocina y con el man-
tenimiento del huerto y la hortaliza
(fotografía 4.5).
A continuación había un área más o
menos concéntrica al patio; los espe-
cialistas le denominan área intermedia,
se trata del lugar donde se acumulan
FOTO
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4
Sistema de tumba, roza y quema
Selva Roza
Abandono Acahual Monte alto
Tumba Quema Cultivo
ROZA
TUM
BA Y
QUE
MA
los tuxtlas. tierra mítica 111
las raíce s del paisaje112
los tuxtlas. tierra mítica 113
árboles frutales, como aguacate, zapote
y guayaba, alrededor de algunos culti-
vos para aprovechar la luz del sol y el
nitrógeno del suelo, acumulado por las
plantas como el frijol.
En la segunda área, más alejada del
solar ubicada en la selva, se cultivaba
de manera extensiva (trashumante o
itinerante); tumba, roza y quema (fo-
tografía 4.6).
Esta forma consiste en abrir un claro
en la selva, tumbando los árboles, cor-
tando o rozando las hierbas y arbustos y
quemando los restos (ver esquema). El
suelo quedaba limpio y fértil, se man-
tenía en cultivo hasta que diminuía el
rendimiento de la tierra, porque el sue-
lo perdía la fertilidad o porque aumen-
taba la cantidad de hierbas silvestres,
que interfería con las plantas cultivadas
(fotografía 4.7). Entonces este claro se
abandonaba después de dos o tres años
y con el mismo procedimiento se abría
otro, cerca o lejos del anterior, con el
que ocurría exactamente lo mismo y
así sucesivamente hasta que pasaba un
tiempo sufi ciente para que el primer
claro que se había abierto se recupera-
ra, gracias al proceso de regeneración
de la vegetación, el cual implicaba de
30 a 40 años o más y de esta manera
el ciclo se mantenía de manera ininte-
rrumpida largo tiempo (fotografía 4.8).
Esta segunda área no era de uso exclu-
sivo de un solar, la compartían dos o
más solares.FOTO
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6FO
TOGR
AFÍA
4.7
las raíce s del paisaje114
Las aldeas formadas por el conjunto
de solares y sus áreas de uso intensivo
y extensivo eran un paisaje peculiar, un
mosaico de claros de distinto tamaño;
los grandes eran los solares y los pe-
queños los cultivos en la selva. También
había numerosos sitios abandonados,
con acahuales bajos y altos, cada uno con
distinto tiempo de regeneración, todos
en la selva. El paisaje estaba ocupado
por una gran extensión de selva (foto-
grafía 4.9). El elemento común a todo
de los huertos, de los sembrados alre-
dedor de los cultivos y de los dejados
en pie en los claros de la selva. Este uso
del territorio les permitía un manejo
intensivo o extensivo, dependiendo de
la situación del clima, del suelo, de la
presencia de las cenizas volcánicas, de
las inundaciones o las sequías. Es un
sistema muy fl exible y adecuado para
enfrentar cambios de año con año y
capaz de resistir el impacto de diferen-
tes fenómenos naturales.
Es importante señalar que cuando
se abría uno de esos claros, cortaban
los árboles de la selva, pero no todos.
Dejaban en pie algunos árboles fruta-
les o sagrados.
La cacería se practicaba dentro del
solar, en el huerto y la hortaliza, en
las áreas de cultivo intensivo con ani-
males que llegaban a los cultivos, a los
acahuales (sitios abandonados) y en el
borde de la selva. Para la recolección
de frutos echaban mano de los árboles
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los tuxtlas. tierra mítica 115
este panorama eran los árboles de gran
talla, solitarios, en los huertos, en los
cultivos, a lo largo de los ríos y alrede-
dor de las lagunas.
Estos árboles que destacaban en el
conjunto indicaban de manera clara
el uso que del territorio hacía cada al-
dea o poblado (fotografía 4.10). Para
las numerosas y abundantes especies de
aves y murciélagos que habitan la sie-
rra, los árboles son fuente de alimen-
tación y sitio de reposo, cuando reco-
FOTO
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ÍA 4.
9
rren el paisaje de un extremo al otro.
Pondremos nuestra atención en dichos
árboles, que en la actualidad todavía se
encuentran esparcidos profusamente
en los potreros y los cultivos. En el ca-
pítulo El paisaje se describen con deta-
lle para destacar el papel que tuvieron
en el manejo prehispánico de la región
y para mostrar que ahora, pueden ser
clave para la conservación, restauración
y regeneración natural de la selva en la
región.
las raíce s del paisaje116
go de Ordaz, quien había explorado la
región por órdenes de Cortés, se eli-
gió el pueblo de Santiago (ubicado en
el extremo norte de la serranía) para
establecer la primera hacienda azuca-
rera de la Nueva España, la hacienda
de Tepeca. En 1534 se puso en funcio-
namiento el primer ingenio del nuevo
continente. Hernán Cortes encabezó
la colonización española de Los Tuxtlas
sólo unos años después de la caída de la
Gran Tenochtitlán, en 1521. Entre 1525
y 1528 se estableció el primer ingenio
azucarero y uno de los primeros pies
de cría de ganado bovino en el trópi-
gran extensión territorial en la costa
del Golfo de México, la cual incluía
Cotlaxtla, Toztla y la cuenca del río
Alvarado hasta Chinantla, posesión del
marquesado que se conocería como
Tuxtla y Cotaxtla.
En la antigua Toztla se fundó (en
1525) el pueblo de Santiago de Tuxtla,
que contaba con un alcalde mayor, al
igual que las demás fundaciones, pero
en 1540 se decidió suprimir las alcal-
días y se creó la fi gura del magistrado
que gobernaba sobre los pueblos de
Tuxtla y Cotlaxta, la cual tenía su sede
en Tuxtla. A recomendación de Die-
Uso colonial
En la época prehispánica tardía exis-
tían tres asentamientos principales en
la región: Ixcalpan, Cuetlaxtlan y Toz-
tla, todos bajo dominio mexica. Toztla
servía como frontera del hostil terri-
torio de Coatzacualco y se encontraba
controlada por la guarnición mexica
de Tochtepec. Ixcalpan y Cuetlaxtlan
fueron sometidas por los conquista-
dores españoles en 1519, mientras que
Toztla sería subyugada en 1522. En la
primera distribución de encomien-
das, Hernán Cortés se adjudicó una
FOTO
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ÍA 4.
10
los tuxtlas. tierra mítica 117
su mayor parte reubicados a nuevas
villas y solo algunos se refugiaron en
las partes más inaccesibles de las mon-
tañas. Una de las épocas con menor
densidad de habitantes en la región
corresponde al periodo comprendido
había decrecido de forma alarmante a
causa de las enfermedades trasmitidas
por los europeos y por las condiciones
de esclavitud a que fueron sometidos.
En el siglo xvii los pocos indígenas
que aún habitaban la sierra fueron en
co húmedo de la Nueva España, en las
cercanías de la recién fundada ciudad
de Santiago Tuxtla; se trata, sin duda, de
uno de los primeros intentos agrope-
cuarios en toda América continental.
La introducción del ganado bovi-
no fue tan exitosa que rápidamente
ocupó buena parte de la sierra de Los
Tuxtlas y las partes bajas de los ríos
Papaloapan y Coatzacoalcos. El ga-
nado se diferenciaba entonces en tres
grandes tipos, de acuerdo a sus caracte-
rísticas, comportamiento y sobre todo
a su facilidad o difi cultad de manejo
y crianza: ganado tipo “chichihua” o
lechero en los pantanos y humedales;
el ganado “rodeano” en potreros o es-
pacios abiertos y el ganado “montaraz”
que vagaba libremente en la selva (fo-
tografía 4.11 ).
La presencia española afectó a las
poblaciones de indígenas de la sierra. A
fi nes del siglo xvi la población nativa
PAIS
AJE
FRAG
MENT
ADO
FOTO
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11
las raíce s del paisaje118
atención del ganado. Los indígenas no
sólo desconocían las artes de la monta
y vaquería, sino que tenían específi ca-
mente vedado montar a caballo.
En la zona de Los Tuxtlas, y en gene-
ral en toda la cuenca del Papaloapan, la
incorporación de grandes extensiones
de tierra a la producción pecuaria se
hizo mediante concesiones a los con-
quistadores y primeros peninsulares que
llegaron a la Nueva España. Dichas con-
cesiones consistían de uno o más sitios
para ganado mayor, de 1 755 hectáreas
cada uno. Al terminar el periodo colo-
nial entre Acayucan y Santiago Tuxtla
existían solamente siete hacendados
cuyas propiedades alcanzaban la exten-
sión de 270 350 ha. Los hatos de cada
uno de ellos iban desde 1 000 cabezas
en un sólo sitio, hasta 30 000 reses en 64
sitios (fotografía 4.12).
La producción en la sierra tuxteca
incluía azúcar, algodón, tabaco y ma-
dera; no obstante los altibajos de la
agricultura, la ganadería se mantuvo
como una fuente segura de alimen-
tos y de riqueza, así como una forma
de apropiación de grandes extensio-
nes de tierra. El Ingenio de Tuxtla, las
monterías y aserraderos, el algodón y
el tabaco, junto con las haciendas ga-
naderas, fueron la base sobre la cual se
desarrollaron la sociedad y la cultura
en la comarca. Al fi nalizar el periodo
colonial, la distribución de las hacien-
das y los sitios alrededor de las ciuda-
entre fi nales del siglo xvi y principios
del siglo xx; el despoblamiento indí-
gena no fue exclusivo de Los Tuxtlas,
ocurrió en el resto del trópico húme-
do americano.
La administración colonial fundó
muy pocas ciudades o poblados en la
región, pues muy pocos peninsulares y
criollos propietarios de la tierra habita-
ban en Los Tuxtlas, casi todos se asen-
taban en Veracruz, Xalapa, Puebla y en
la Ciudad de México, de tal forma que
la población local era de una mayoría
indígena, seguida por la población ne-
gra traída de África y una minoría de
mestizos ocupados de administrar el
manejo agrícola y ganadero.
La población africana fue traída para
encargarse de las labores de produc-
ción de caña y extracción de azúcar, y
más tarde estuvo dedicada al manejo
del ganado vacuno. Los asentamientos
españoles en la región de Los Tuxtlas
estuvieron relacionados con los pri-
meros ingenios azucareros de la Nueva
España. En el Continente Americano la
ganadería se inicia como parte de un
novedoso binomio productivo, azúcar
y ganado, y difícilmente se puede con-
cebir el uno sin el otro. La importancia
de la producción azucarera de Los Tux-
tlas se vio menguada rápidamente por
la construcción de ingenios más gran-
des y mejor comunicados. Los esclavos
africanos que trabajaban en la produc-
ción del azúcar fueron encargados de la FOTO
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los tuxtlas. tierra mítica 119
las raíce s del paisaje120
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los tuxtlas. tierra mítica 121
pa (fotografía 4.13) La presencia de los
piratas tuvo infl uencia sobre las pobla-
ciones indígenas en la costa y, tal vez,
introdujeron en la costa del Golfo ga-
nado mayor (vacas, cerdos, cabras, etc.).
Su espacio de acción se estableció en
las tierras bajas del litoral del Golfo de
México; una franja costera, tropical y
selvática, llena de ríos, meandros, este-
ros, lagunas y caminos de extravío, que
eran de hecho derroteros de comercio
prehispánico desde mucho antes de la
la producción agrícola y tal vez lo más
importante era que el ganado vacuno
se utilizaba para apropiarse de grandes
extensiones de tierra.
La piratería
Entre el siglo xvi y el xix, muchos
piratas, corsarios y bucaneros de fama
en toda América asolaron las costas del
Golfo de México, buscando las rique-
zas que se embarcaban en los puertos
de Veracruz y Campeche hacia Euro-
des de Acayucan y Santiago las convir-
tieron en los centros económicos de
Los Tuxtlas, desde entonces hasta fi nes
del siglo xix.
Los mencionados productos se trans-
portaban por el río San Juan hasta Tlaco-
talpan y de ahí a Veracruz. Del ganado
lo único que se exportaba fuera de la
región eran los cueros, ya que la leche y
la carne, por perecederos, solamente se
consumían localmente. Sin embargo, la
ganadería mitigaba las fl uctuaciones de
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PP. 1
24-1
25. F
OTOG
RAFÍ
A 4.1
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las raíce s del paisaje126
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17FO
TOGR
AFÍA
4.18
los tuxtlas. tierra mítica 127
conocido en la época como Pan de
Minzapan) y hasta la desembocadura
del río Coatzacoalcos, la zona llamada
isla Mariana, Juliana o Santa Ana.
Los piratas eran contrabandistas que
trafi caban productos y bienes a través
de las complejas redes de corrupción
y fraude que se desarrollaron entre los
piratas y los funcionarios del puerto
de Veracruz (el comercio del rescate,
comercio de balandra) y mantenían
intercambios con asentamientos indí-
genas. Cuando surgían desavenencias
actuaban como piratas y asaltaban las
lo largo de la costa y hacia el interior
en las lagunas y numerosos ríos.
Entre los sitios proclives a la pirate-
ría y el comercio de balandra, destaca
la costa de Sotavento. Ahí la primera
área de ocupación se estableció alrede-
dor de la punta de Roca Partida (foto-
grafías 4.16 y 4.17) y de la desembo-
cadura de la laguna de Sontecomapan,
aprovechando la parte despoblada y
marítima de la Sierra de Los Tuxlas. El
siguiente enclave se ubicaba al sur de
esta sierra, desde las faldas del volcán
San Martín Pajapan, (fotografía 4.18,
conquista (fotografía 4.14). Destacó el
puesto comercial azteca de Xicalanco,
punto de enlace entre el altiplano cen-
tral y el mundo maya situado en la ri-
bera oeste de la isla del Carmen.
En la costa de Los Tuxtlas, Alfred
Siemens encontró en la desemboca-
dura de la laguna de Sontecomapan
(fotografía 4.15) y de algunos ríos que
desaguan en el Golfo de México, restos
de murallas que identifi có como restos
de fortalezas del Periodo Clásico, lo
cual evidencia que en esas áreas existía
un intenso movimiento de comercio a
FOTO
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ÍA 4.
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las raíce s del paisaje128
entramado de esta actividad se realizó
una vida económica regional pujante
que vivió durante el siglo xvii impor-
tantes transformaciones.
Los piratas trajeron a la costa de Los
Tuxtlas enfermedades como la fi ebre
amarilla, la viruela, el sarampión y el
tifo que diezmaron a la población y
despoblaron la costa. Los recuerdos
actuales de algunos de los pueblos na-
huas y popolucas aluden a migracio-
nes y desplazamientos causados por
FOTO
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20
poblaciones y aún el puerto de Vera-
cruz. Los piratas usaban embarcaciones
de pequeño calado (balandras, pinazas
y jabeques) que les facilitaba moverse
en aguas someras, penetrando en las la-
gunas costeras y algunos de los ríos y
esconderse en cuevas marinas o peque-
ñas caletas, a fi n de evitar encuentros
con la Flota de Barlovento de la corona
española (fotografías 4.19 y 4.20).
El contrabando se mantuvo hasta
mediados del siglo xix. Así, sobre el
las constantes amenazas y extorsiones
de los piratas. Algunos también tie-
nen presente las incursiones españolas
inmediatas a la conquista que captu-
raban esclavos en las costas para ven-
derlos en la Ciudad de México. Existe
memoria de las largas peregrinaciones
desde las costas y tierras bajas hasta
Mecayapan en las faldas de la Sierra
de Santa Marta.
Montepío es un viejo y sólido cas-
tillo español que se mandó construir a
los tuxtlas. tierra mítica 129
manera de atalaya para defender la pla-
ya contra los riesgos del mar. En este
lugar, sin duda, se realizaba la venta de
mercancías con los contrabandistas y
se utilizaba para el tráfi co de esclavos
capturados en la costa de sotavento
(fotografía 4.21).
Los piratas adquirían azúcar, tabaco y
algodón, vendían productos europeos
y negociaban con esclavos negros e in-
dios. Se proveían de agua dulce, de gana-
do cimarrón, cazaban y cortaban madera
para reparar los barcos. En la región hay
leyendas de su presencia, de cuevas que
utilizaron como refugio y en lagunas
costeras, como Sontecomapan donde es-
condían sus bajeles (fotografía 4.22). FOTO
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las raíce s del paisaje130
natitlán un aserradero moderno pro-
piedad de un norteamericano, para
exportar madera tropical a los Estados
Unidos y a Europa desde el puerto de
Coatzacoalcos, lo que ocasionó gran
perturbación de los sitios más accesi-
bles de selva, que en menos de 30 años
fueron despojados de las maderas pre-
ciosas, provocando una crisis en la re-
gión que afectó al centro económico
de Acayucan. Grandes extensiones de
Lorencillo
Laurens Cornelis Boudewijn de Graaf se cree que nació en Boost, Holanda. Los
españoles le llamaron Lorencillo por la difi cultad de pronunciar su nombre y por su
baja estatura. Fue uno de los fi libusteros más temerarios del siglo xvii. Destacó su
ataque a Veracruz en mayo de 1683, acompañado de Nicolás Van Horn. Tras un
asalto a Campeche en 1685, Luis XIV le dio el título de Caballero de la Orden de
San Luis y le nombró lugarteniente en la colonia de Saint Domingue. Continuó
como corsario hasta 1699 cuando fundó la ciudad de Biloxi, Misisipi. Murió en
Mobile, Alabama, en 1704 como un honrado ciudadano. Participó en muchas ope-
raciones, la captura del situado en 1682, saqueo de Veracruz (mayo) y Cartagena en
1683, campañas de Tierra Firme y saqueo de Campeche en julio de 1685. Entre
1686 y 1687 se enfrentó varias veces a las fuerzas españolas destacando el encuen-
tro en Bajo Alacrán y contra los corsarios vizcaínos. En 1687 se instaló en la isla Va-
ca, desde donde participó en varias acciones. Se incorporó al bloqueo de Jamaica,
en 1689, y participó activamente en los ataques sobre Santiago de los Caballeros,
en 1691 y el saqueo de Jamaica en 1694. Su primer barco se llamó “La Francesa”,
que antes fue el “Princesa Dauphine”. Después capitaneó el “San Francisco”, bar-
co de 40 cañones que rebautizó como “Fortune”. Comandó “Le Neptune”, buque
armado con cincuenta y cuatro cañones y una tripulación de 210 hombres.
Cruz Apestegui, Los Ladrones del Mar. Piratas en el Caribe.
Corsarios, Filibusteros y Bucaneros, 1493 – 1700.
Philip Gosse, Quién es quién en la piratería. Hechos singulares
de las vidas y muertes de los piratas y bucaneros.
Manuel L. Salmoral, M. L. Piratas, corsarios, bucaneros y fi libusteros.
Indudablemente, entre todos los pi-
ratas Lorencillo es el más conocido y
recordado en la costa de Sotavento y en
la región de Los Tuxtlas.
Uso agroindustrial
A fi nes del siglo xix se registraron
cambios importantes en la estructura
económica y productiva de la sierra de
Los Tuxtlas. En 1870 se creó en Mi- FOTO
GRAF
ÍA 4.
23
los tuxtlas. tierra mítica 131
las raíce s del paisaje132
Andrés Tuxtla tomara el lugar de foco
económico rector de Santiago Tuxtla.
En las primeras décadas del siglo xx,
la introducción de razas cebuínas me-
joradas (provenientes de Brasil) y de las
nuevas tecnologías de pastos y forrajes
desarrolladas en Australia y África, pro-
vocó otro cambio de gran importan-
cia para la economía de la región. En
solamente cuatro décadas, entre 1930
y 1960, el ganado cebú (Bos indicus)
sustituyó completamente al introduci-
do desde 1528 por los españoles (Bos FO
TOGR
AFÍA
4.24
selvas clareadas y perturbadas fueron
entonces utilizadas para cultivar café y
abrir potreros.
En 1909 se construyó en Minatitlán
una refi nería de petróleo, con lo cual
Acayucan perdió su posición como
centro económico rector del sureste de
Los Tuxtlas, substituido por Minatitlán
y Coatzacoalcos. En la parte occidental
de Los Tuxtlas, aproximadamente en
las mismas fechas, también sucedieron
transformaciones importantes; la pro-
ducción de tabaco posibilitó que San
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los tuxtlas. tierra mítica 135
yo económico de los gobiernos y dis-
tintas instituciones para la producción
pecuaria, han sido la base para la re-
ciente y acelerada expansión ganadera
en el trópico húmedo de América La-
tina (fotografías 4.26, 4.27 y 4.28).
El uso actual del suelo
Las categorías de uso del suelo agru-
pan algunas de las más extendidas:
vegetación secundaria o acahual, que
incluye tres clases: el potrero con tres
tipos y el cultivo con cinco, además de
cuerpos de agua y poblados.
Acahual
Tiene una extensión de 19 520 ha. En
el mapa de la vegetación se distingue el
acahual derivado de selva, el de bosque
mesófi lo de montaña y el de pino y
encino. El acahual de selva tiene una
extensión de 17 071 ha repartida en
más de 400 fragmentos. El acahual de
bosque mesófi lo cubre 1 006 ha y el
acahual de encinar tiene una superfi cie
de 1 443 ha (fotografía 4.31).
Los acahuales derivados de cada tipo
de vegetación comparten muchas espe-
cies entre sí y su composición fl orística
es muy variable, en función del tiempo
de abandono y de la infl uencia de la ve-
getación circundante, especialmente la
selva o el bosque. Es difícil identifi car
una variable o parámetro que sirva para
ordenar la variedad de acahuales. Co-
munmente se distinguen dos tipos de
men de trabajo. A fi n de incrementar
la producción tabacalera, los grandes
propietarios, entre los que se encon-
traban capitalistas europeos y cuba-
nos, introdujeron una serie de mejoras
tecnológicas, entre las que destacaban
la aplicación de abonos químicos y la
utilización de diversos instrumentos
agrícolas.
Debido a que las tierras desocupadas
se convertían en pastizales, algunos de
los grandes propietarios estimularon la
ganadería. Para alimentar a los anima-
les sembraron pastos inducidos, o “arti-
fi ciales”, como se les denominaba en la
literatura de la época, que desplazarían
al zacate como el principal alimento
de las bestias. Así, el cultivo del tabaco
y la ganadería contribuyeron a modi-
fi car el medio ambiente de la región
tuxteca, impacto que se mantiene hasta
nuestros días (fotografías 4.23 y 4.24).
El primer registro de ganado cebú
en la región de Los Tuxtlas es en Aca-
yucan, en1923. Para fi nales de los años
cuarenta, en las tierras bajas de Vera-
cruz había numerosos hatos de gana-
do de los tipos guzerat, girnellole e
indo-brasil (fotografía 4.25), haciendo
desaparecer materialmente en el trans-
curso de unos cuantos años al ganado
cimarrón.
La introducción de razas cebuínas y
nuevos forrajes, junto con la creciente
demanda de sus derivados por parte de
las grandes ciudades, así como el apo-
taurus) que durante casi cuatro siglos se
naturalizó en la sierra (fotografía 4.24).
Alrededor de 1950 los programas
nacionales de colonización hicieron
del sur de Veracruz la puerta del trópi-
co húmedo mexicano debido al nota-
ble rendimiento agrícola y pecuario. La
vertiginosa expansión ganadera en Los
Tuxtlas se da principalmente mediante
el establecimiento de grandes ranchos
privados y se incrementó dramática-
mente durante las últimas tres déca-
das del siglo xx, cuando la ganadería
extensiva se transforma en la actividad
primaria preponderante, aún a costa de
la agricultura ejidal (fotografía 4.29). La
ganadería que se practica actualmente
en Los Tuxtlas (y en general en todo
el trópico húmedo mexicano), además
de ser muy reciente en términos eco-
lógicos, es distinta a la que se desarrolló
desde la conquista hasta las primeras dos
décadas del siglo xx, básicamente debi-
do al reemplazo de vacas y forrajes y de
las prácticas de manejo pecuario y del
paisaje (fotografía 4.30).
En el último tercio del siglo xix se
produjeron las primeras alteraciones
de importancia en el medio ambiente
tuxteco, como resultado de los cam-
bios económicos que se experimenta-
ron en la zona, pues el tabaco desplazó
a los cultivos de algodón, caña de azú-
car y maíz, lo que no sólo generó una
modifi cación en el uso del suelo sino
que también estableció un nuevo régi-
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27FO
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AFÍA
4.28
las raíce s del paisaje138
los tuxtlas. tierra mítica 139
podium divaricatum, Bidens pilosa, Lippia
microcephala y varias especies de pastos
y ciperáceas.
Monte alto. En él hay mayor núme-
ro de especies que en el monte bajo,
destacan las especies de árboles Trema
micrantha, Rheedia edulis, Manilkara sapo-
ta, Didymopanax sp., Ochroma piramida-
tra un conjunto diverso de especies
arbustivas y herbáceas, mezclándose
especies pioneras típicas de claros del
interior de la selva (fotografía 4.32).
Entre las especies herbáceas más
abundantes están Olyra latifolia, Costus
dirzoi, Siparuna andina, Phytolacca rivi-
noides y Thelypteris meniscioides, Melam-
regeneración o recuperación: el prime-
ro es el de los acahuales jóvenes, al que
se le llama monte bajo, con un tiem-
po de abandono menor o igual a cinco
años. El segundo es de acahuales viejos,
llamados monte alto, abandonados por
un tiempo mayor a cinco años.
Monte bajo. Las especies más abun-
dantes y características son: Myriocarpa
longipes, Urera caracasana, Cecropia obtu-
sifolia, Lonchocarpus guatemalensis, Eupa-
torium galeotti, varias especies de Sola-
num y de Piper. Además, se encuen-
Número de especies de cada categoría de uso del suelo
Categoría Número de especies
Acahual (monte alto y bajo) 249
Cultivos y pastizales 283
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le, Robinsonella mirandae, Pseudolmedia
oxyphylaria, Ficus yoponensis, Calophyllum
brasiliense, Trophis mexicana y Ocotea den-
drodaphne (fotografías 4.33 y 4.34).
Potreros
Ocupan una extensión de 160 507 ha.
Se reconocen tres categorías: potreros
sin árboles (57 879 ha), potreros con ár-
boles (86 381 ha) y potreros con culti-
vos pequeños dispersos, principalmente
de maíz o frutales (16 247 ha) (fotogra-
fías 4.35 y 4.36).
La riqueza de especies de los po-
treros depende de su extensión, de la
infl uencia que por su cercanía ejerce
la selva, el bosque, el acahual o el cul-
tivo; las semillas de las especies de es- FOTO
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las raíce s del paisaje142
tos tipos de vegetación o categoría lle-
gan constantemente arrastradas por el
viento o transportadas por las aves. Sin
embargo, lo que afecta más su composi-
ción y riqueza es la presencia de árboles
(fotografía 4.37), sobretodo de aquellos
que están en pie, aislados y que son vi-
sitados por aves y murciélagos, dejando
caer bajo su sombra semillas y frutos.
Este tema será tratado más adelante, en
el capítulo del paisaje (fotografía 4.38).
Cultivos
Tienen una extensión de 81 571 ha. Se
separan en cinco categorías: cultivo fru-
tal, mango, aguacate y cítricos, cultivo de
café y cacao, cultivo de caña de azúcar, FOTO
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los tuxtlas. tierra mítica 143
cultivo de tabaco y cultivo combinado
con potrero. Los cultivos agrícolas de al-
to valor comercial se encuentran en los
terrenos más planos, en suelos profundos
y con mejores vías de comunicación,
como es el caso de la caña de azúcar (10
131 ha) al noroeste del volcán San Mar-
tín Tuxtla (fotografía 4.39) y el cultivo
del tabaco (1 595 ha) entre las ciudades
de San Andrés Tuxtla y Catemaco (foto-
grafías 4.40, 4.41 y 4.42). A lo largo de
la carretera principal que cruza la sierra
hacia Acayucan son muy comunes los
cultivos de mango, plátano, aguacate y
cítricos (3 491 ha). El café bajo sombra
de dosel de selva o acahual (8 546 ha),
se cultiva al sur del lago de Catemaco y FOTO
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las raíce s del paisaje146
los tuxtlas. tierra mítica 147
de la sierra de Santa Marta, en comu-
nidades popolucas y algunas nahuas. La
plantación que mayor superfi cie ocupa
es la de maíz y se encuentra principal-
mente al suroeste de la región, donde
los indígenas practican la agricultura de
roza-tumba-quema o milpera desde ha-
ce varios siglos. Actualmente, las tierras
más productivas están ocupadas por cul-
tivos tecnifi cados de gran escala (foto-
grafías 4.43 y 4.44), los cuales incluyen
pequeñas extensiones de potreros, por
eso denominamos a esta categoría culti-
vos con potrero (57 708 ha).
Ahora que contamos con los ele-
mentos naturales y una idea acerca de
uso que la población humana hizo de la
naturaleza de la sierra, podemos abordar
uno de los temas centrales de este libro:
el Paisaje actual. Se trata de enseñar a
leer el paisaje, el efecto que los acon-
tecimientos naturales y las actividades
humanas han plasmado, señalar las ci-
catrices del paisaje, el repertorio que el
paisaje tiene y como se integra en el
territorio y se explica por la historia.
Pondré énfasis en un elemento vesti-
gio del manejo prehispánico que ha
sobrevivido con distinto valores hasta
la fecha y que muestra, como el cono-
cimiento se trasmite y la experiencia es
real a través de largos periodos de tiem-
po. Se trata del arbolado, en especial los
árboles dejados en pie en los potreros.
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IV. El paisa je
Perturbaciones
La extensión y distribución de la vegetación de la sierra cambia constantemente,
las especies de plantas y animales que forman parte de ella son afectadas de manera distin-
ta por los cambios de clima, del suelo y de la topografía. La aparición o desaparición que
cada especie hace modifi ca la composición de la vegetación, hasta transformar un tipo en otro.
Además de las lentas variaciones de temperatura y humedad, la fertilidad del suelo y el relie-
ve, la fl ora y la fauna, el paisaje, sufre el impacto de constantes perturbaciones, desde la llegada
de los pobladores, las actividades de recolección y de caza, más tarde el cultivo intensivo y
extensivo, la introducción del ganado y los cultivos tropicales aumentan la lista de causas de
las perturbaciones.
Estado actual de la vegetación
Es notable que a pesar de los cambios ocurridos en los últimos 5 000 años en la sierra, aún
existan los tipos originales de vegetación; más allá de que la deforestación ha reducido la
cubierta forestal a la cuarta parte de la superfi cie original, aproximadamente 83 500 ha. El es-
pacio menos perturbado tiene una extensión de 55 500 ha, que equivale a 17.3% de la sierra;
8.7% (28 000 ha) es acahual y cultivos con restos de cubierta forestal, por ejemplo la siembra
de café bajo dosel de selva o acahual de selva; 74% de la superfi cie restante son potreros, cul-
tivos y asentamientos urbanos.
Los potreros tienen dos modalidades: una es desprovistos de árboles (58 000 ha), donde el
uso de herbicidas y la quema anual es muy común. Esta modalidad incluye los campos agrícolas
combinados con potreros, y los cultivos comerciales, como el chile, pepino, sandía, y piña, suman
cerca de 131 000 ha, es decir 41% de la sierra. La segunda modalidad son potreros arbolados y
ocupan más de 100 000 ha (32% de la sierra). De éstas 86 000 ha están arboladas con especies
nativas y 16 000 ha son potreros arbolados con especies no nativas y con agricultura tradicional
milpera. La presencia de árboles en los potreros, así como el mosaico de milpas y acahuales,
típico de la agricultura tradicional indígena, favorecen la presencia de especies de fauna nativa;
entre esos animales se cuentan los dispersores de semillas y polen de plantas.
En las áreas dedicadas al monocultivo de alto valor comercial como caña de azúcar (10 000
ha), tabaco (1 600 ha) y frutales (3 500 ha) prácticamente no hay vestigio de la fl ora original.
A estas extensiones de terreno se suman las zonas urbanas (4 400 ha).FOTO
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1
el paisaje150
Deforestación y fragmentación de las selvas
y bosques. La deforestación es la mane-
ra más común de medir el efecto de
la perturbación, ya que disminuye la
extensión original de los tipos de ve-
getación y los reduce a fragmentos de
distinto tamaño, como se muestra en
el cuadro.
La selva alta perennifolia es el tipo
de vegetación más afectada por la de-
forestación. La superfi cie original de
la selva alta se estima en 217 076 ha.
En 1991 quedaban 11 000 ha relativa-
mente bien conservadas, es decir alre-
dedor del 5% de su cobertura original.
La deforestación ha reducido la super-
fi cie a 60 fragmentos entre los cuales
el mayor es de 3 589 ha, o sea 32.6%
del remanente, lo cual signifi ca que
77.47% de la superfi cie está formada
por fragmentos de menor tamaño.
La selva mediana perennifolia se
ubica en sitios inaccesibles, por lo
que se encuentra en mejor estado de
conservación; es la vegetación menos
fragmentada de la superfi cie total, más
del 72% de la superfi cie original está
en un solo fragmento.
Las porciones más grandes de selva
en Los Tuxtlas están por arriba de los
500 m de altitud, mientras que en las
zonas más bajas se encuentran dispersas
las menores. El fragmento más grande
de selva está al norte y noroeste del cerro
Santa Marta y tiene más de 15 000 ha de
superfi cie; está formado por manchones
Superficie remanente de los tipos de vegetación,
número, extensión y porcentaje
del fragmento mayor
Superfi cie(ha)
Núm. de fragmentos
Fragmento mayor (ha)y % del total
Selva alta perennifolia 11 013 60 3 589 32.6
Selva mediana perennifolia
19 959 30 14 439 72.3
Bosque mesófi lo de montaña
10 770 5 6 056 56.2
Bosque de pino 2 034 8 784 38.5
Bosque de encino 1 065 8 410 38.5
Sabana 9 357 9 6 043 64.6
Manglar 523 3 338 64.6
Selva baja perennifolia inundable
504 1 504 100
Dunas costeras 238 6 108 45.4
Superficie actual de los acahuales y cultivos,
número, extensión y porcentaje
del fragmento mayor
Área (ha)Núm.de
frags.Fragmento mayor (ha)
y % del área total
Acahual de selva 17 071 483 639 3.7
Acahual de bosque
mesófi lo1 006 14 320 31.8
Acahual de encinar 1 443 2 1 081 74.9
Café bajo dosel de selva o acahual
8 546 29 1 893 22.1
los tuxtlas. tierra mítica 151
hierbas y pastos nativos. En cambio el
pasto estrella africana (Cynodon plectosta-
chyus) traído al trópico mexicano desde
los años setenta, se siembra por medio
de estolones antes de la cosecha.
Los paisajes
Cada tipo de vegetación presenta cier-
ta capacidad de regeneración natural,
que ocurre cuando cesa la perturba-
transforma el cultivo de maíz, pues en
esto estriba el tipo de pasto dominante.
Predominan dos clases de potrero: el de
grama y de estrella, la distinción entre
estos es común a toda la región de Los
Tuxtlas (mapa La vegetación natural).
La inducción de grama se hace in-
mediatamente después de la cosecha del
maíz, cuando se introduce el ganado, cuya
sola presencia favorece el crecimiento de
de selva mediana en una matriz de selva
alta perennifolia.
La apertura de un potrero general-
mente tiene como antecedente un cam-
po agrícola, cultivo de maíz alternado
con frijol, chile, arroz, cacahuate o piña,
aunque recientemente también se abren
potreros cortando directamente la selva.
La composición fl orística de los po-
treros depende de la forma en que se
el paisaje152
Paisaje de selva húmeda. Se extiende en
217 076 ha (65% de la superfi cie de
la sierra) (fotografía 5.1). Está forma-
do por selva alta perennifolia (11 013
ha), selva mediana subperennifolia (19
959 ha), acahual de selva (17 071 ha),
potreros arbolados con milpa, cultivo
y acahual (102 608 ha), potreros no ar-
bolados (57 879 ha), cultivo de café
(8 546 ha) y cultivos comerciales (15
100 ha). Este paisaje se encuentra des-
de el nivel del mar y sube hasta 1 000
m de altitud; es el más extenso, diverso
y complicado por la cantidad y dis-
tribución de los fragmentos restantes.
74% de la superfi cie está arbolado y
solo 26% se encuentra desprovista de
árboles (fotografía 5.2).
Las superfi cies de selva alta y mediana
perennifolia sumadas es de 30 972 ha,
a las que se podrían agregar 17 071 ha
de acahual de selva y 8 546 ha de café
de sombra bajo dosel de selva o de aca-
hual de selva, lo que da un total de
56 589 ha de vegetación forestal.
Hay un claro predominio de los po-
treros y la fragmentación de la selva
es muy grande. Los árboles en zonas
abiertas están aislados, o en riparios, en
cercas vivas, y en menores cantidades
se siembran (fotografías 5.3 y 5.4).
Paisaje de bosque mesófi lo. Cubre 11
776 ha, repartidas en las cimas de
los tres volcanes más altos de la sie-
rra: San Martín Tuxtla, Santa Marta y
ción y el sitio queda abandonado y en
reposo. Esto explica que el paisaje esté
compuesto por vegetación natural, si-
tios perturbados y sitios en proceso de
recuperación o regeneración, con ve-
getación secundaria, llamada genéri-
camente acahual. El tamaño o exten-
sión de cada componente del paisaje y
su distribución, depende de la exten-
sión e intensidad de la perturbación
ocasionada por el uso del suelo, del
período de reposo o abandono y de
la velocidad con que se regenera. La
capacidad de regeneración (proceso
crítico para la estructura y la dinámica
del paisaje) está favorecida o limitada
por las condiciones del suelo (fertili-
dad y estructura) y la disponibilidad
de especies del acahual y de la selva
(semillas y tocones).
Cada uno de los nueve tipos de vege-
tación descritos en el capítulo La Histo-
ria Natural tiene asociado un mosaico
distinto, un paisaje relacionado con la
fertilidad del suelo, la disponibilidad de
agua, la riqueza de plantas y animales y
la topografía del terreno. A continua-
ción hacemos un intento por describir
los tipos de paisaje más comunes:
• Paisaje de selva húmeda
• Paisaje de bosque mesófi lo
• Paisaje de pino y encino
• Paisaje de manglar y selva inundada
• Paisaje de sabana
• Paisaje costero FOTO
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ÍA 5.
1
los tuxtlas. tierra mítica 153
PP. 1
52-1
53. F
OTOG
RAFÍ
A 5.3
156
los tuxtlas. tierra mítica 157
San Martín Pajapan. Del total de esa
superfi cie, alrededor de 1 000 ha han
sido perturbadas por incendios o acti-
vidades agrícolas y se han abandonado,
convirtiéndose en acahual. El bosque
mesófi lo es el tipo de vegetación me-
jor conservado de la región.
Paisaje de pino y encino. El bosque de
pino (Pinus oocarpa) se localiza al sur
del cerro Santa Marta (entre 400 y
900 msnm, 2 034 ha) igual que el en-
cinar (Quercus spp.) también al sur del
mismo cerro (por abajo de 200 m de
altitud, 1 065 ha). Ambos tipos de ve-
getación están siendo afectados por la
extracción de leña y madera que rea-
lizan los habitantes de los numerosos
poblados de los alrededores. Los pe-
queños remanentes de encinar están
sometidos, además, a una fuerte pre-
sión por la ganadería, pues aparte del
ganado que ramonea en el sotobosque,
las quemas anuales de los pastos au-
mentan las posibilidades de incendios
forestales. El acahual tiene una super-
fi cie de 1 443 ha.
Paisaje de manglar y selva inundada. En
las inmediaciones de la laguna de Son-
tecomapan hay 500 ha de manglar y
otras 500 ha de selva baja perennifolia
inundada de Pachira aquatica (apompo)
y Annona glabra. Ambos tipos de ve-
getación están muy amenazados por
la expansión ganadera. En el caso del FOTO
GRAF
ÍA 5.
4
el paisaje158
a lo largo de toda la línea de la costa.
Sus especies son parte del grupo fl orís-
tico del centro del Golfo de México y
comparte muchas especies con el res-
to de Veracruz y Tabasco. Se caracteriza
por sus ejemplares arbustivos y arbóreos
provenientes de tipos de vegetación de
tierra adentro y que se han adaptado al
sustrato arenoso con gran éxito.
rística y estructura típica de las saba-
nas neotropicales, con árboles de Cu-
ratella, Byrsonima, Crescentia, y pastos
Axonopus y Paspalum. Las actividades
ganaderas practicadas en ellas podrían
haber reducido, o al menos alterado, la
superfi cie original.
Paisaje costero. Se extiende sobre 238 ha,
manglar, es necesario resaltar que la in-
dustria tabacalera de San Andrés utiliza
las varas largas del mangle para el seca-
do de las hojas de tabaco, originando
una disminución extra que llega a ser
muy fuerte.
Paisaje de sabana. La sabana de Los
Tuxtlas presenta una composición fl o-
FOTO
GRAF
ÍA 5.
5
los tuxtlas. tierra mítica 159
El mar mismo ha esculpido la cos-
ta a lo largo de Los Tuxtlas, formando
puntas y riscos donde los fl ujos de lava
llegaron hasta el agua, y la disminución
del nivel del mar ocasionó cortes agu-
dos y profundos en las corrientes que
desembocan directamente en él, a di-
ferencia con lo que ocurre con las que
fl uyen hacia el interior.
cimas volcánicas, dando como resulta-
do ligeras pendientes (fotografía 5.5).
El mapa muestra la diferencia entre la
topografía intrincada por la avanzada
erosión de las montañas más antiguas
del sureste, con su llamativo patrón
hidrológico radial y las montañas re-
cientes del noroeste con una topogra-
fía menos acentuada (fotografía 5.6).
Huellas
Mirando más de cerca los procesos
que han modelado los paisajes de Los
Tuxtlas, destaca el intemperismo físi-
co y químico seguido por la erosión,
que redujo los depósitos volcánicos.
Estos materiales han sido acarreados y
acumulados en las suaves laderas de las
FOTO
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ÍA 5.
6
el paisaje160
los tuxtlas. tierra mítica 161
En las partes bajas de la costa la arena
acumulada y la formación de barras limi-
tó el drenaje, por lo que se formaron la-
gunas y humedales costeros, fenómenos
que ocurren con este tipo de embalses
a lo largo de toda la costa del Golfo de
México. El efecto del oleaje, combinado
con el descenso del nivel del mar, formó
barras de arena transversales a la boca de
los ríos, en las cuales se retuvieron los
sedimentos acarreados por ellos mismos,
produciendo la elevación de sus bordes
y riberas y dando lugar a lagunas a cada
lado (fotografías 5.7 y 5.8). Pronto se
establecieron manglares alrededor de
dichas lagunas y la colonización de las
plantas formó islotes interiores; lo ante-
rior se ve con claridad en las lagunas del
Ostión y la de Sontecomapan, así como
en los pequeños embalses a lo largo
de la costa arenosa, alrededor de Santa
Marta y en las lagunas y humedales en
el contorno del extremo noroeste de
Los Tuxtlas. Es notable que en algunos
de esos humedales se perciben las mar-
cas de lo que podrían ser remanentes de
antiguos canales, que por cierto todavía
esperan ser investigados.
El suelo se conserva estable bajo la
cubierta forestal, su remoción con fi nes
agrícolas o ganaderos acarrea erosión y
produce eventualmente derrumbes. El
ganado contribuye formando miríadas
de veredas a través de las pendientes y
acelerando la compactación del suelo
y la denudación de la superfi cie.FOTO
GRAF
ÍA 5.
7
PP. 1
60-1
61. F
OTOG
RAFÍ
A 5.8
el paisaje164
Fragmentación de la selva
En las últimas décadas la sierra de Los
Tuxtlas pasó de ser un paisaje eminen-
temente forestal, a uno de pastos (foto-
grafía 5.9). El patrón de fragmentación
forestal de la sierra está relacionado
con el tamaño y la distribución de los
poblados. Las zonas mejor conservadas
son las de menor densidad poblacional,
y las que están relativamente alejadas de
asentamientos humanos. La topografía
y la elevación del terreno también in-
fl uye directamente en dicho patrón.
Las zonas con pendientes pronuncia-
das (>15o) tienen remanentes foresta- FOTO
GRAF
ÍA 5.
10
FOTO
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ÍA 5.
9FO
TOGR
AFÍA
5.10
los tuxtlas. tierra mítica 165
las tierras bajas han sido más afectadas,
que aquellas tolerantes a un rango alti-
tudinal mayor (fotografía 5.12).
Repertorio del paisaje
La escala en que se perciba el territo-
rio de la sierra es clave para conocer el
paisaje e identifi car los procesos ecoló-
gicos que lo mantienen. En la utilizada
en estudios regionales (1:250 000), al-
gunos elementos arbóreos pasan desa-
percibidos debido a su reducido tama-
ño; se trata de pequeños fragmentos de
selva menores a 20 ha, delgadas franjas
Esta tendencia continúa hacia las zo-
nas más altas, hasta donde la selva es
reemplazada por el bosque mesófi lo
(fotografía 5.11).
Por debajo de los 500 m de altitud el
fragmento de selva mejor conservado
y más extenso (>500 ha) es parte de la
reserva de la Estación de Biología Tro-
pical Los Tuxtlas (UNAM), que aún
está conectado con las partes altas del
volcán San Martín Tuxtla. Esta situa-
ción es relevante para la conservación
de la diversidad biológica, pues las po-
blaciones de especies de selva de distri-
bución altitudinal estrecha y limitada a
les, mientras que en las zonas planas (<
50º) han sido taladas completamente
(fotografía 5.10). Las tierras por abajo
de 300 m de altitud ocupan una super-
fi cie de 164 843 ha de las cuales 140
743 ha, han sido cortadas.
Los fragmentos de selva en estas tie-
rras bajas son escasos y pequeños, se
encuentran muy separados o dispersos
y notoriamente perturbados. Entre
300 y 700 m de altitud todavía predo-
minan los potreros, y a medida que se
asciende aparecen fragmentos rema-
nentes de selva cada vez más grandes,
menos aislados y mejor conservados.
FOTO
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ÍA 5.
11
el paisaje166
forestales dejadas a lo largo del cauce
de los ríos, las cercas vivas y los árboles
aislados. Cuando se usan escalas de ma-
yor resolución (1:20 000) se puede dis-
tinguir elementos arbóreos, dispersos
por todo el paisaje (fotografía 5.13).
Los estudios de S. Guevara, J. Labor-
de y colaboradores muestran que la idea
ampliamente difundida de que los pai-
sajes del trópico húmedo transformados
por el hombre, principalmente aquellos
dominados por potreros ganaderos, están
formados por fragmentos de selva rodea-
FOTO
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ÍA 5.
12FO
TOGR
AFÍA
5.13
los tuxtlas. tierra mítica 167
FOTO
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ÍA 5.
14
dos de áreas taladas, completamente des-
provistas de árboles y que son extrema-
damente pobres en especies de plantas
y animales. Esta concepción del paisaje
deriva de estudios tendientes a estimar
tasas de deforestación a nivel regional,
que no se ocupan de la heterogeneidad
estructural de las áreas abiertas. Esta omi-
sión impide percibir la situación real del
paisaje de Los Tuxtlas (fotografía 5.14).
Cada elemento que forma parte del
paisaje actual de Los Tuxtlas es fl o-
rísticamente rico y estructuralmente
complejo, inclusive el potrero no ar-
bolado (donde el estrato herbáceo es
dominante) tiene una gran riqueza
de plantas, aunque casi la totalidad de
sus especies son de etapas de sucesión
secundaria muy tempranas (fotografía
5.15). En contraste, la vegetación ri-
paria y los árboles aislados tienen más
de 70% de especies arbóreas de la selva
(Paisaje aéreo, p. 166).
El área mostrada en la imagen (p.
165) estaba cubierta por selva húmeda
hasta 1940, fecha en la que comenzó su
FOTO
GRAF
ÍA 5.
15
el paisaje168
los tuxtlas. tierra mítica 169
o campos agrícolas. Estos fragmentos
comúnmente corresponden a sitios no
aptos para las actividades agropecua-
rias, como las cimas de cerros, laderas
con pendientes y zonas susceptibles de
inundarse o pedregosas. Otro conjunto
arbóreo común en los paisajes agrícolas
son los acahuales.
También comunes son los corredo-
res de vegetación riparia, formados por
dos hileras de árboles a cada lado de la
orilla de ríos o arroyos, cuyo principal
propósito es mantener el cauce en bue-
nas condiciones. Las cercas vivas son
cubiertos por vegetación herbácea y ar-
bustiva. Sin embargo, muchos de estos
campos y potreros (particularmente en
el trópico húmedo mexicano y centro-
americano) no se encuentran comple-
tamente desprovistos de árboles, por el
contrario, están profusa y notoriamente
arbolados (fotografía 5.16). Esparcidos
en las zonas abiertas hallamos árboles o
conjuntos de ellos que tornan peculia-
res a los paisajes.
Precisamente uno de sus elementos
son las áreas de selva que no han sido
taladas y que están rodeadas de potreros
colonización y deforestación. En 1991
quedaban menos de 2 000 ha de selva
(36% del original), repartidas en poco
más de cien fragmentos, de los cuales
únicamente tres eran mayores a 100 ha.
Para esta fecha alrededor de 3 000 ha
correspondían a potreros. La zona in-
cluye la Estación de Biología Tropical
Los Tuxtlas de la UNAM, cuyas 640 ha
son uno de los sitios mejor colectados
y conocidos de todo México.
En el paisaje actual son cada día más
notorias las áreas deforestadas conver-
tidas en campos de cultivo y potreros
FOTO
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ÍA 5.
16
el paisaje170
otro conjunto arbóreo; se trata de una
sola hilera de árboles que se utiliza para
sostener el alambre de púas con el que
se delimita los predios de pastoreo para
proteger a los cultivos del ganado (fo-
tografía 5.17). Aunque algunas cercas
vivas están constituidas por árboles de
la selva que se dejaron en pie con este
propósito, la gran mayoría de ellas fue-
ron sembradas por los ganaderos.
Finalmente, en los potreros y campos
agrícolas los árboles aislados son abun-
dantes y conspicuos. Al hacer la tala de
la selva para uso agrícola o ganadero,
frecuentemente al interior de los pre-
dios se dejan en pie unos cuantos de
los árboles altos, para usar su sombra,
como reserva de leña o madera, por su
valor comestible, o simplemente por la
difi cultad de cortarlos, debido a su du-
reza o tamaño (fotografía 5.18).
El paisaje dista mucho de estar des-
provisto de árboles, ya que inmersos
en las zonas abiertas por el hombre FOTO
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ÍA 5.
17
Cerca viva Árboles aislados Acahual
los tuxtlas. tierra mítica 171
o rodeadas por ellas, los encontramos
numerosos y esparcidos o en conjun-
tos (fotografía 5.19).
La vegetación de los potreros activos
(i.e.bajo pastoreo de bovinos) cambia
al acercamos a la sombra de los árboles
que forman parte del mismo. Bajo la
copa de los árboles aislados se localiza
una notable riqueza de especies y fa-
milias, aún con vacas pastando en sus
alrededores. Poco más de la mitad de
las especies son de la selva mientras que
FOTO
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ÍA 5.
18
Fragmentos de selva
el paisaje172
las ruderales representan sólo un tercio
de la riqueza. Las gramas Axonopus spp.
y Paspalum spp. fueron las dominantes,
con índices de cobertura más altos. A
la sombra de los árboles en el potre-
ro encontramos numerosas plántulas
y juveniles de plantas leñosas (árboles,
arbustos y lianas) que contribuyeron
con la mitad (51%) de la riqueza de-
tectada. El ramoneo del ganado, los
frecuentes chapeos con machete y la
aspersión de herbicidas no impiden el
establecimiento de estas especies leño-
sas, pero sí su crecimiento posterior.
La situación anterior cambió radical-
mente, al detener los deshierbes prac-
ticados por los ganaderos y el ramo-
neo del ganado bajo la copa de cinco
“amates” (Ficus spp.) aislados, cuya área
cercamos con alambre de púas para si-
mular el abandono del potrero. En tan
sólo tres años de exclusión del ganado,
se desarrolló un sotobosque cerrado y
relativamente alto (4 a 6 m de altura),
formado por arbustos y arbolitos se-
cundarios de rápido crecimiento, que
generaron una densa sombra bajo la
cual prácticamente desaparecieron los
pastos y malezas que cubrían el sitio al
inicio del experimento, lo que favore-
ció al mismo tiempo el establecimien-
to de numerosas especies arbóreas y
arbustivas de la selva (fotografía 5.20).
Aunque las cercas vivas son el ele-
mento arbóreo más conspicuo y ex-
tendido en los potreros, también son
FOTO
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ÍA 5.
19FO
TOGR
AFÍA
5.20
los tuxtlas. tierra mítica 173
en la selva de Los Tuxtlas (fotografías
5.23 y 5.24).
La mayor proporción de los árboles
que hay en los potreros de Los Tuxtlas
germinaron y crecieron formando parte
de una extensa selva, en donde la pertur-
bación humana era mínima o inexisten-
te. Dada la drástica transformación del
hábitat natural (que resulta de la con-
versión de selvas en potreros), es muy
posible que el arbolado que vemos den-
tro de ellos muera sin ser reemplazado
(fotografía 5.25). Si llegara a desaparecer,
Árboles en el potrero
En los potreros, hay numerosas espe-
cies e individuos de árboles aislados
(98 especies de 37 familias), la gran
mayoría de la selva, siendo muy po-
cas las arbóreas cultivadas. Las especies
más abundantes son el “cedro” (Ce-
drela odorata) y “palo mulato” (Bursera
simaruba).
76 especies de plantas de 16 familias,
crecen sobre árboles aislados. Un gran
número de esas especies epífi tas en-
contradas en los potreros son comunes
el elemento más pobre en especies
(fotografía 5.21). El “palo mulato”
(Bursera simaruba) es el que más se
utiliza como poste de cerca, y dos le-
guminosas conocidas como “cocuite”
(Gliricidia sepium) y “cosquelite o co-
lorín” (Erythrina folkersii) son también
importantes. En las franjas de árboles
que los ganaderos dejan a la orilla del
río para proteger su cauce, son casi
todas especies de plantas de la selva
(fotografía 5.22).
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21
FOTO
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22
el paisaje174
entonces otras plantas asociadas (epífi tas,
lianas, etc.) también lo harían, reducien-
do radicalmente la riqueza fl orística.
Árboles vigía
La profusión de árboles esparcidos en
los potreros, tanto los solitarios como
agrupados en pequeños conjuntos, los
hace sobresalir. Son de gran talla, al-
gunos se dejan en pie cuando se tala
la selva con el fi n de abrir campos de
cultivo o potreros; otros se cultivan en
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25ÁR
BOL A
ISLA
DO
el paisaje176
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26
los tuxtlas. tierra mítica 177
los huertos de los solares o en torno a los
campos de cultivo de maíz y frijol, tal
como ocurría desde la época prehispá-
nica (fotografía 5.26).
Llamo árboles vigía a los que se en-
cuentran aislados. Su abundancia y ri-
queza de especies en los potreros es muy
variable. En 30 potreros activos, con una
superfi cie total de 173 hectáreas, se re-
gistraron 735 de ellos, pertenecientes a
98 especies. De éstas, 76 son de la selva y
11 provienen de acahuales (monte alto).
Las demás son distintas especies arbó-
reas pioneras y colonizadoras de claros
de la selva (fotografía 5.27).
La densidad promedio varía des-
de uno hasta 29 árboles por hectárea,
siendo lo más común encontrar entre
dos y seis árboles por hectárea de po-
FOTO
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ÍA 5.
27
CONE
CTIV
IDAD
POR
AVES
CONE
CTIV
IDAD
POR
MUR
CIÉL
AGOS
el paisaje178
los tuxtlas. tierra mítica 179
trero. La cantidad de árboles de gran
talla y distintas especies llama mucho
la atención y le da al paisaje un as-
pecto peculiar. Los árboles atraen a
las aves y murciélagos, que vuelan a
través del potrero porque encuen-
tran descanso y protección (fotografía
5.28). Los árboles aislados son idóneos
para detenerse, percharse en sus ramas
y ocultarse momentáneamente en el
interior de las frondas, frescas durante
el día y obscuras durante la noche (fo-
tografía 5.29).
La atracción que ejercen los árbo-
les en las aves y murciélagos que se FOTO
GRAF
ÍA 5.
28
alimentan de frutos y semillas (abun-
dantes en este paisaje) determina en
buena medida la cantidad y calidad de
los frutos y semillas que se intercam-
bian entre los fragmentos remanentes
de la vegetación natural. Los árboles
que son de diversas especies tienen
características que diferencian su ca-
pacidad para atraer a los voladores fru-
gívoros. Lo anterior les confi ere una
gran infl uencia en la estructura y en
los procesos del paisaje, por su partici-
pación en la conectividad (ver dibujos
de Conectividad de semillas día y Co-
nectividad de semillas noche) y en la
regeneración natural (fotografías 5.30
y 5.31).
Las aves y murciélagos permiten el de-
pósito de semillas bajo la copa de árboles
solitarios. Las semillas provienen de frag-
mentos remanentes, de otros árboles, de
cercas vivas, vegetación riparia y de vege-
tación secundaria. Las semillas que caen
se acumulan en el suelo o germinan y
crecen a su sombra. También se sabe que
cuando se abandona un sitio, las semillas
y plántulas inician la regeneración de la
selva (fotografías 5.32, 5.33, 5.34 y 5.35).
Cada árbol se convierte en un “núcleo
de regeneración” (fotografía 5.36).
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el paisaje180
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FRAGMENTACIÓN Y CONECTIVIDAD DEL PAISAJE
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32
los tuxtlas. tierra mítica 183
El origen de los árboles
El arbolado del paisaje está vinculado
a las prácticas agrícolas tradicionales,
el manejo del sistema trashumante de
tumba, roza y quema, de los huertos
y de los cultivos permanentes. Desde
los primeros grupos humanos, los fru-
tos de los árboles han sido parte de sus
recursos alimenticios, probablemente
también fueron utilizados para cazar
aves que se detenían momentánea-
mente. La práctica de dejar árboles en
pie en los predios forma parte del ma-
nejo tradicional de estos paisajes que
fomentan diversos grupos étnicos y ha
sido observada en otras regiones tropi-
cales de Centro y Sudamérica, de Asia
y África.
El sistema de cultivo más difundido
en Mesoamérica es el que alterna un
ciclo agrícola de ‘milpa’ (policultivo de
maíz, frijol, calabaza, etc.), de tres o cua-
tro años de duración y uno de descanso
o barbecho, de 10 a 15 años en el que se
desarrolla el acahual. Al talar la selva o el
acahual arbóreo se dejan en pie uno o
más árboles, con el fi n de reconocer el
cultivo, el tiempo que lleva abandonado,
ordenar el uso del territorio y promover
la regeneración de la selva. Estos árboles
en pie son importantes “semilleros”, base
del manejo de la composición fl orística
de la vegetación secundaria del acahual
durante el abandono.
Dicho hábito de dejar árboles en la
milpa se ha observado en la vertiente FOTO
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el paisaje186
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37
del Golfo de México, en la zona de la
Huasteca y en el territorio totonaco
del centro de Veracruz, en la región
maya de la península de Yucatán, en
la selva lacandona en Chiapas, en la
selva maya del Petén guatemalteco, en
las zonas habitadas por los indígenas
kekchi de Guatemala y por los Guay-
mi de Panamá. En todos los casos, los
árboles están relacionados con el uso
y abandono de la tierra (en la moda-
lidad de roza-tumba-quema), por los
grupos indígenas que aún conservan
sus tradiciones (fotografía 5.37).
Esta tradición está descrita en el Po-
pul Vuh también conocido como Libro
de Acontecimientos, Libro del Tiempo
o Las Antiguas Historias del Quiché.
los tuxtlas. tierra mítica 187
el paisaje188
que posteriormente convertirán en
potrero.
Infl uencia de los árboles aislados
Las voluminosas copas de los árboles
aislados se cubren de fl ores y frutos, y
sobre sus ramas y troncos crecen abun-
dantes bromelias, orquídeas y aráceas;
bajo sus copas hay plántulas y juveniles
de especies leñosas provenientes de la
selva, cuya presencia está relacionada
con una notoria actividad animal de
aves y murciélagos.
Los árboles aislados en las zonas
abiertas son una especie de oasis en
un hábitat desfavorable para animales
Actualmente el arbolado correspon-
de a las prácticas agrícolas o pecuarias,
utilizadas para talar la selva; determi-
nan las características estructurales y
fl orísticas de las áreas abiertas. Hoy en
día, el arbolado de los potreros está en
mayor o menor grado integrado al sis-
tema de producción pecuario, ya que
provee al ganado de sombra y permite
un adecuado manejo y rotación de los
predios de pastoreo mediante las cer-
cas vivas. También están relacionados
a la ganadería de pequeña escala, los
campesinos conservan las costumbres
agrícolas cuando talan la selva para
sembrar y abrir un campo de cultivo,
[…] y volviendo al otro día a su mil-
pa, hallaron que todos los árboles se
habían vuelto a parar y a revivir, y es-
taba la montaña como antes: y, enfa-
dados ellos del suceso, dijeron: ¿Quién
nos habrá hecho aqueste daño? Sin
duda todos los animales del monte
han hecho esto, el tigre, el venado,
el conejo, el gato de monte, el lobo, el
puerco, el pizote y los pájaros chicos y
grandes. Y volviendo a tratar de hacer
su milpa, clavaron otra vez el hacha y
se derribó la montaña, y clavando el
azadón se cultivó toda la tierra co-
mo antes; y, viendo lo que sucedía,
discurrieron lo que había de hacer y
dijeron: velaremos esta noche nues-
tra roza, quizá podamos coger al que
nos hace aqueste daño. Y, volviéndose
a su casa, le dijeron a su abuela. ¡Se-
ñora, no sabes lo que nos pasa, que la
roza que ayer hicimos, la hallamos de
montes hecha otra vez monte y pa-
jonal; y así tratamos de ponernos en
vela porque no es bueno esto que con
nosotros se hace ¡Y, armándose se fue-
ron a la roza y ocultándose se pusie-
ron en asechanza, y, juntándose todos
los animales a media noche, vinieron
todos, y, hablando decían, Levantaos,
palos, levataos mecates. Y, moviéndose
debajo de los árboles, mecates, se fue-
ron acercando.
Popol Vuh, edición de Carmelo Sáenz
de Santa María.
FOTO
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ÍA 5.
38
los tuxtlas. tierra mítica 189
que puede ser descrito como núcleo
de regeneración (fotografía 5.39).
Los principales obstáculos para la re-
generación de la selva en los pastizales
son la ausencia de semillas de plantas
de la selva y las condiciones adversas
para la germinación de tales semillas y
el establecimiento de sus plántulas. La
baja o casi nula llegada de semillas de
especies leñosas de la selva al interior
de los pastizales se explica por las po-
cas fuentes de frutos y semillas en estos
sitios y sus alrededores, así como por lo
poco atractivo que dichos sitios resul-
tan para los pájaros y murciélagos que
dispersan los frutos y semillas (fotogra-
fía 5.40). Las semillas de plantas leñosas
que logran llegar al pastizal, enfrentan
condiciones adversas para su germina-
ción y establecimiento, tales como suelo
presenta una fi sonomía herbácea con
gran cobertura de gramíneas, incluso
debajo de la copa de los árboles aisla-
dos. Esto se debe a que el pastoreo del
ganado y los cortes con machete (que
realizan una o dos veces por año) im-
piden el establecimiento o crecimien-
to de las especies leñosas, las cuales no
pasarán de ser plántulas.
Los árboles aislados, el secreto de la conser-
vación. Cuando se excluye el ganado y
desaparecen los efectos del pastoreo y
pisoteo, así como el chapeo y la aplica-
ción de herbicidas bajo la copa de los
árboles aislados, las semillas de árboles
germinan y las plántulas crecen. Se ini-
cia entonces un proceso muy rápido
de regeneración de la selva. Los árboles
aislados la aceleran gracias a un efecto
voladores, quienes requieren de sitios
de relevo al cruzar los potreros entre
fragmentos de selva. Casi un tercio del
total de todas las especies de aves de la
reserva de la Estación de Biología Tro-
pical de Los Tuxtlas visita los árboles
aislados. Los murciélagos son también
visitantes frecuentes, durante el cre-
púsculo y la noche (fotografía 5.38).
Lluvia de semillas. Las aves y murcié-
lagos dejan caer semillas bajo la copa.
Durante un año se capturaron 152 es-
pecies de ellas, entre las cuales desta-
can las arbóreas.
Banco de semillas. En el suelo, bajo la co-
pa de los árboles aislados, algunas de las
semillas que dejan caer las aves y mur-
ciélagos (frugívoros) germinan, pero
otras sólo permanecen en el suelo. A
estas últimas se les llama banco de se-
millas. En general son de hierbas, de al-
gunos arbustos y solo una cuantas espe-
cies de árboles. Las semillas grandes de
árboles que caen al suelo germinan casi
de inmediato y las plantas crecen rápi-
damente, como se verá en el siguiente
apartado.
Plantas que crecen bajo la sombra de los
árboles. Es común ver que crecen en
conjunto, formando un manchón. Las
especies que ahí se encuentran en su
mayoría son de árboles y arbustos de
especies de la selva.
Mientras el potrero esté en uso, FOTO
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ÍA 5.
39
el paisaje190
individuos o polen entre remanentes
separados, y su frecuencia e intensidad
dependen directamente de las carac-
terísticas estructurales y fl orísticas de
las áreas abiertas que rodean a los frag-
mentos. En particular, la presencia de
árboles de selva al interior de los po-
treros y campos agrícolas en paisajes
fragmentados similares al de Los Tux-
tlas contribuye signifi cativamente en
aumentar la conectividad del paisaje .
La conectividad en paisajes fragmen-
tados es un punto de partida para el di-
nes ya que atraen al potrero a aves y
murciélagos dispersores de semillas.
Bajo su sombra se genera un efecto de
invernadero propicio para las plantas
de la selva (fotografía 5.41).
En paisajes forestales fragmentados
las interacciones entre los remanentes
forestales pueden ser tan signifi cativas
como el tamaño mismo del fragmen-
to en la persistencia de las poblacio-
nes nativas y el mantenimiento de la
diversidad local. Tales conexiones se
establecen mediante el intercambio de
compactado por el pisoteo del ganado
y oscilaciones extremas de humedad y
temperatura del aire y del suelo. Exis-
ten, además, factores bióticos desfavora-
bles para las especies arbóreas de la selva,
tales como la competencia con pastos
y malezas de muy rápido crecimiento,
así como la intensa depredación de sus
semillas y la herbivoría de sus plántulas
por animales de los pastizales que no se
encuentran en la selva.
En Los Tuxtlas, los árboles aislados
cambian favorablemente las condicio-
FOTO
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ÍA 5.
40
los tuxtlas. tierra mítica 191
seño de éstos, y sistemas de producción
agropecuaria en los que se optimice el
fl ujo de frugívoros y las semillas que
dispersan, desde los fragmentos hacia el
potrero y entre los remanentes de selva.
Con esto aumentarán las posibilidades
de persistencia de las poblaciones de
numerosas especies de la selva, tanto
de la fauna frugívora como de la fl ora
zoócora, en paisajes transformados y
utilizados por el hombre, con el conse-
cuente incremento de la resiliencia del
ecosistema (fotografía 5.42).
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42
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41
el paisaje192
cada quien hace una lectura distinta
del paisaje.
El paisaje rural también está cons-
truido como el paisaje urbano, aunque
por diferentes arquitectos e ingenieros.
El paisaje natural ha sido modelado por
fenómenos naturales frecuentes y poco
frecuentes, por la migración de las espe-
cies de plantas y animales y por las ac-
tividades humanas (crea pueblos, cultiva
la tierra y aprovecha la fauna, la fl ora y
el agua, fotografía 5.44).
En la sierra de Los Tuxtlas, el paisaje
es muy diverso, depende desde donde
se observe. El horizonte está siempre
dominado por grandes alturas y vistas
FOTO
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ÍA 5.
43
Leer el paisaje
Valorar el paisaje es una forma de en-
tender y disfrutar el entorno natural.
Como se ha descrito en los capítu-
los anteriores, el paisaje está formado
por elementos o componentes, rela-
cionados todos entre sí, su conjunto
es un mosaico, cuyas partes son islas,
fragmentos o parches que hoy están, y
poco a poco desaparecen de un sitio
y aparecen en otro lugar. Es como un
caleidoscopio, son las mismas piezas,
en el mismo territorio, substituyén-
dose una a otra a lo largo del tiempo
(fotografía 5.43).
Estamos acostumbrados a ver el
paisaje de una ciudad, el paisaje urba-
no. Distinguimos sus construcciones,
estimamos su altura, tamaño, color o
su belleza. Nos movemos por las calles
y avenidas, a través de jardines, glo-
rietas, monumentos, luces y sombras.
El paisaje no urbano llamado rural o
natural se destaca por los árboles, su
altura, su copa, su color, fl ores y frutos,
por la vegetación, por los cultivos, las
cercas, el color del suelo, por los ríos,
las lagunas, cañadas, dunas, playas y
por la forma del territorio (plano, on-
dulado, rocoso, montañoso), son tan-
tas características, que prácticamente
los tuxtlas. tierra mítica 193
necesario leerlo como si fuera un libro o
una partitura, no es mala idea contar con
un cuaderno para dibujar y hacer notas,
y registrar esos momentos muy persona-
les de soledad en la naturaleza, cuando se
disfruta de la belleza escénica de la sierra
de Los Tuxtlas (fotografías 5.47 y 5.48).
La luz es un gran componente del
paisaje, el cielo claro, nublado o llu-
vioso, la noche de luna, la penumbra
del interior de la selva, los túneles que
forma la vegetación a lo largo de los
canales y ríos (fotografías 5.45 y 5.46).
Para apreciar el paisaje y sentirlo es
lejanas y cercanas que dan una pers-
pectiva sorprendente. El relieve es muy
rico, planos, laderas, cañadas, lomeríos,
pequeñas y enormes elevaciones, dan
lugar a lagos, lagunas, arroyos y ríos,
en donde la vegetación y las plantas
y animales encuentran sus hábitats. Es
un paisaje animado por los sonidos
del viento, de la lluvia, del oleaje en la
costa y en la orilla de los grandes lagos
y lagunas, por el canto de las aves y el
chirriar de los insectos, por el ruido
de la caída de los frutos desde las al-
turas o de una rama que se rompe en
medio de la selva. Donde uno se en-
cuentre contemplando el paisaje, estará
rodeado de los olores, del suelo en ple-
na fermentación, de las fl ores durante
la noche y el día, de los potreros y el
ganado, del olor dulzón de la caña de
azúcar, del olor acre del manglar y los
humedales, de la sal del mar.
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PP. 1
92-1
93. F
OTOG
RAFÍ
A 5.4
7
el paisaje194
los tuxtlas. tierra mítica 195
197
V. Cultura y tradición
En la región que abarca la sierra de Los Tuxtlas y las tierras bajas, entre el río
Papaloapan y el río Grijalva, se asentaron los grupos humanos que desarrollaron la
cultura y la civilización olmeca. Esta civilización es una de las más antiguas de Meso-
américa, y es considerada entre las más paradigmáticas (fotografía 6.1).
La ocupación de la sierra (iniciada hace 5 000 años), se ha mantenido sin interrupción hasta
ahora. Se ha establecido una interacción muy larga entre la naturaleza y la población humana, que
ha cambiado drásticamente a través de las épocas prehispánica (fotografía 6.2), colonial y moderna.
Este cambio se debe a la variación en la percepción del ambiente por parte de los pobladores y a
las formas de explorar el territorio y los recursos naturales (fotografías 6.3 y 6.4).
Sin embargo, cada sistema de uso de la naturaleza ha dejado remanentes o vestigios en el
paisaje que aún son reconocibles. También ha quedado plasmado en las tradiciones, fábulas,
mitos, fi estas y cuentos, que pasan de generación en generación y que muestran rasgos, as-
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1
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2
cultura y tradición198
pectos o momentos de la historia am-
biental, de la forma de ver la naturale-
za, desde la mitología indígena hasta el
concepto colonial de las nuevas tierras,
y las ideas acerca del tesoro natural del
trópico que animaron al México in-
dependiente y posrevolucionario (fo-
tografía 6.5).
Este capítulo aborda algunos aspectos
de esa tradición y cultura local, como
la magia, que hoy es una de las carac-
terísticas que identifi ca a Los Tuxtlas
como la región de los brujos y del uso
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3
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4
los tuxtlas. tierra mítica 199
cultura y tradición200
de plantas y animales tanto silvestres
como cultivados con fi nes alimenticios.
Describo algunas tradiciones e incluyo
unos cuentos que por coloridos ilustran
bien la cosmovisión de Los Tuxtlas.
Fiestas
Las fi estas giran todavía alrededor del
proceso de producción (fotografía 6.6),
de los cultivos y del culto a la fertilidad
(las fi estas de los dioses de la lluvia y el
mar) como ocurría en tiempos prehis-
pánicos. Estos ritos agrícolas tenían un
referente simbólico en el paisaje. Du-
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6FO
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AFÍA
6.8
los tuxtlas. tierra mítica 201
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7FO
TOGR
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6.9
rante el siglo xv los mexicas crearon
un paisaje ritual que abarcaba numero-
sos adoratorios o lugares sagrados en la
cuenca, donde el papel de las montañas
sagradas, los lagos (fotografía 6.7), las
cuevas (fotografía 6.8), los manantiales
fueron de primordial importancia (fo-
tografía 6.9).
Toda montaña, y hasta los cerros pe-
queños, tienen cualidades sagradas. En
el paisaje regional ciertas montañas son
consideradas más importantes por los
habitantes, por sus características físicas
o por su papel en las mitologías de la
comunidad. Hubo peregrinaciones (fo-
tografía 6.10) para venerar montañas en
particular y a veces se les distinguió con
altares o erigiendo monumentos labra-
dos en piedra. La categoría simbólica
no se limita a las montañas reales, visi-
bles en el paisaje natural, sino que fue
práctica común integrarlas a los asenta-
mientos por medio de la construcción
de pirámides o montañas artifi ciales
(fotografía 6.11).
En Mesoamérica las creencias res-
pecto a las montañas y sus espíritus
podrían remontarse al período Arcai-
co. Hay tres tipos y escalas de mon-
tañas sagradas en el mundo olmeca:
montañas naturales con monumentos
arqueológicos, montañas artifi ciales
dentro de los asentamientos olmecas y
esculturas labradas en piedra que po-
drían representar montañas sagradas
(fotografía 6.12). Los asentamientos
cultura y tradición202
olmecas de la sierra vivieron a la som-
bra de los volcanes sagrados. San Martín
Pajapan tuvo un monumento de piedra
en su cúspide y en La Joya y Bezuapan,
construyeron monumentos artifi ciales
con forma de pirámides. Los volcanes
de Los Tuxtlas son visibles en toda el
área olmeca, desde San Lorenzo Teno-
chtitlan, La Venta, El Manatí, Laguna de
los Cerros y Tres Zapotes. Son las alturas
naturales más conspicuas de la región de
Sotavento (fotografía 6.13).
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6.11
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10
los tuxtlas. tierra mítica 203
Magia
La brujería (en su acepción cristiana
europea) ejercida de manera individual
o colectiva no tiene ni ha tenido im-
portancia alguna como elemento cul-
tural en América Latina. En cambio,
sí la tienen los vestigios de los rituales
mágicos y ejercicios mítico-religiosos
de las antiguas culturas indígenas y la
importación y desarrollo de elementos
procedentes del África Negra. A di-
chos elementos podemos sumar otros
de claro origen europeo, que sin ser
brujería en el sentido antes señalado, sí
enriquecen el pensamiento mágico y
supersticioso de nuestros pueblos.
La magia y la adivinación mesoame-
ricanas forman parte de una cosmo-
visión que separa el tiempo-espacio
divino del tiempo-espacio de lo crea-
do; concibe un fl ujo permanente de
la voluntad de los dioses hacia la casa
de las criaturas, e imagina ésta como
la mezcla de sustancias divinas y ma-
teria perceptible y perecedera.
Alfredo López Austin. La magia y
la adivinación en la tradición mesoame-
ricana.
La magia de Los Tuxtlas es una mezcla
de ciencia y religión, modelada por las
tradiciones europeas y las mesoameri-
canas; es una forma de ciencia aplicada
de forma ritual, combinada con la reli-
FOTO
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ÍA 6.
12FO
TOGR
AFÍA
6.13
cultura y tradición204
gión católica. Una forma sincrética de
seguir creyendo en lo mesoamericano
y en lo europeo con su mezcla árabe y
africana. Es un tipo de mestizaje reli-
gioso cultural (fotografía 6.14).
Los dioses mesoamericanos conside-
raron necesario erigir barreras. Las cria-
turas tienen vedado el paso a la zona di-
vina, al menos no pueden hacerlo con
su integridad corporal. Los seres vivos
germinan, crecen y se multiplican gra-
cias a que son dotados por los fl ujos de
vigor enviados por los seres fantasmales,
fuerzas protectoras o dañinas, sobrena-
turales. Los ciclos de transformación
del mundo se rigen por la acción de los
dueños y de sus ejércitos de sirvientes
invisibles, administradores de los bienes
terrenales. Por si esto fuera poco, pulu-
lan por el espacio doméstico aires no-
civos y enfermedades con personalidad.
Podría decirse que las criaturas, en su
propia morada, se encuentran rodeadas
de lo divino por completo. Las entradas
a las cuevas son los pasos al mundo de la
muerte; son umbrales las barrancas, las
oquedades de las peñas, los manantiales,
los pozos, las madrigueras de las tuzas y
los hormigueros. El monte anuncia los
sitios sagrados con breñales densos.
Las numerosas lagunas, las cuevas y
los volcanes de Los Tuxtlas, son las fau-
ces de la tierra o el umbral de la tierra
(ver capítulo La Historia Natural), son
parte del paisaje y de la estructura de
la naturaleza. La magia en la sierra es FOTO
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ÍA 6.
14
los tuxtlas. tierra mítica 205
ses y los humanos y aun a entender las
relaciones que guardan los individuos
con los pueblos.
En todo el estado de Veracruz y
en el sureste de México es conocida
la importancia que tienen los brujos,
sus ceremonias y rituales. Se difunde a
través de los medios de comunicación
la realización del aquelarre anual, que
una actividad vital, parte del acontecer
cotidiano. Los ahora llamados brujos
pueden ser adivinadores, chamanes o
magos, son omnipresentes en la expli-
cación de los fenómenos naturales, la
diversidad de la naturaleza y el uso del
suelo y los recursos naturales; sus prác-
ticas y destrezas ayudan a interpretar
las relaciones entre lo divino, los dio-
FOTO
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20
cultura y tradición206
se lleva a cabo el primer viernes de
marzo en el Cerro Mono Blanco. Para
los visitantes de la región, la Laguna
Encantada (fotografía 6.15) y la cueva
donde, además de la belleza escénica
de la laguna y su entorno, atrae el mis-
terio de la laguna que durante la épo-
ca de lluvias disminuye su nivel y lo
aumenta durante el estiaje, es un sitio
de paseo casi obligado. En la cueva se
encuentran ofrendas de distintos ob-
jetos, claramente relacionadas con la
brujería y la magia, que aún mantiene
sus ceremonias en ese sitio.
Uno de los más importantes rasgos
de la cosmovisión mesoamericana fue
considerar como entes vivos los ele-
mentos del paisaje: cuevas, barrancas,
manantiales, árboles y montañas, por
estar habitados por espíritus. De todos
los accidentes geográfi cos las monta-
ñas son las más grandes e imponentes,
son el vínculo físico entre el cielo y
el mundo superior con la superfi cie
de la Tierra y el inframundo. En el
sistema de creencias de Mesoamérica,
las montañas son lugares míticos ori-
ginarios, donde habitan los ancestros
y residen los espíritus asociados a la
tierra, la fertilidad o la lluvia.
Grove. Cerros sagrados olmecas. Mon-
tañas en la cosmovisión mesoamericana.
FOTO
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15
los tuxtlas. tierra mítica 207
Leyendas y fábulas
La larga historia de la región de Los
Tuxtlas está colmada de acontecimien-
tos naturales de grandes proporciones
y de terribles consecuencias, como
los sismos y la actividad volcánica, los
eventos climáticos, que aunque poco
frecuentes son intensos, y en su con-
junto han producido cambios en la to-
pografía, por la acumulación de mate-
riales ígneos o a deslaves de las laderas.
La ocupación de distintas partes del
territorio y el uso del suelo de forma
extensiva e intensiva, la construcción
de centros ceremoniales y obras civiles
también han contribuido a delinear el
paisaje a gran y pequeña escala. Más
tarde la presencia española desempeñó
un papel destacado en la evolución del
paisaje, con el ganado mayor y menor,
los cultivos exóticos como la caña de
azúcar y la construcción de ciudades,
edifi cios e ingenios.
Lo anterior ha creado un catálogo
de mitos y de fábulas relativas al calen-
dario católico, a las ceremonias agrí-
colas, el choque cultural mesoameri-
cano y al encuentro europeo, que ha
sido asimilado en la forma de ver y
construir el paisaje de esta región (fo-
tografía 6.16).
Existen leyendas tan antiguas como
la de Homshuk, que explica el origen
del maíz.
cultura y tradición208
parecen dar origen a lo que algunos
autores consideran una planta de maíz.
En 1897 el topógrafo Ismael Loya des-
cubrió en el volcán esta gran estatua,
considerada actualmente como una
de las obras maestras del arte olmeca
y su presencia es una prueba de que el
volcán era reverenciado por esa civili-
zación. Alfonso Medellín Zenil asegu-
ra que los indígenas siempre supieron
de la existencia de este monumento al
que nombraron Chane, el chaneque o
“nuestro padre San Martín” (fotografía
6.17); es algo que se respeta, se venera,
se propicia y se teme.
que pesa más de una tonelada, un ído-
lo que parece resguardar el paisaje. El
binomio simbólico escultura-montaña
fue reconocido por grupos popolucas
y nahuas, quienes desde hace miles de
años y hasta el siglo xx lo reverencia-
ban, organizando peregrinaciones y
ceremonias en que se encontraba la
escultura considerada una deidad aso-
ciada a San Juan. En la década de los
sesenta el ídolo fue trasladado al Mu-
seo de Antropología de Xalapa.
La pieza muestra el estilizado rostro
con rasgos felinos. Dos caras encon-
tradas en la parte superior del tocado
Homshuk.
En la isla de Tenaspi, en la laguna de
Catemaco, se encontró una escultu-
ra ovoide con rostro humano. Se le
identifi có como Homshuk, dios del
maíz. Homshuk nació de un huevo,
era un niño con cabellos dorados
que venció a los animales del aire, de
los ríos y del monte, y los condenó a
ser alimento del hombre. Homshuk
luchó por la lluvia con Huracán, al
que derrota con la ayuda de los ani-
males, y logró que Huracán lo bañe
cada año dos veces antes de nacer y
cuando sea planta. Homshuk asegu-
ró la sobrevivencia de los hombres,
él mismo se hace maíz y renace dos
veces al año.
Una de las tradiciones más arraiga-
da en la región es la de los chaneques:
seres fantasmales, fuerzas protectoras o
dañinas que vagan y que tienen una
fuerte infl uencia en el diario aconte-
cer de los habitantes.
En la espesura
De un mundo verde
Sueñan al hombre
Que entra y se pierde
“Chaneques”, Vuelta al origen
Tomás Uscanga Constantino
En la cima del volcán San Martín Pa-
japan fue encontrado un monumento FOTO
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16
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17
los tuxtlas. tierra mítica 209
el tesoro está al norte, en Roca Partida
o aún cerca de las marismas de Caxia-
pan y Agatajapan o Río de Las Cañas
en donde las faldas del volcán de San
Martín Tuxtla se sumergen en el mar.
En la región de Los Tuxtlas se con-
sumen gran cantidad de especies de
plantas y de animales (fotografías 6.21
y 6.22, ver capítulo La Historia am-
biental). Los pobladores de la región
domesticaron un buen número de es-
pecies, pero también aclimataron una
cantidad de especies provenientes de
la selva y de los acahuales que crecían
en sitios dejados en reposo. La tradi-
guna del Ostión y hasta el peñon que
llaman Terrón Cagao (fotografía 6.19),
durante la noche corren luces fugaces
en la playa, se oyen pasos, carreras, gri-
tos inexplicables y otros sucesos que
han desalentado por generaciones a
quienes han querido construir cam-
pamentos permanentes para la pesca
(fotografía 6.20). Ahí aparecen balas
de cañón, empuñaduras de espadas,
restos de antiguas pistolas. Se cuenta
que en una cueva está el tesoro de Lo-
rencillo, cajas de doblones y pesos de
a ocho que trajo de Veracruz después
del asalto de 1683. Otros narran que
Hoy Chane no saca a pastar a sus
animales, las riquezas se han quedado
bajo tierra, en el Tlalocan, que des-
pués de 35 siglos niega la abundancia
a sus hijos. Ante la agonía del Tlalo-
can, los pajapeños esperan el regre-
so de Chane en forma de una gran
escultura de basalto que los arqueó-
logos bajaron del volcán San Martín
Pajapan y a la que rindieron culto
hasta 1962. Mientras los popolucas
esperan que Homshuk, el Dios del
maíz (llamado Sintiopi o Tamaka-
atzin por los nahuas), creador del
mundo y vencedor del rayo viejo del
sur, se apiade de sus hijos y devuelva
la abundancia que ha desaparecido
con la modernidad.
Delgado, A. C. Historia, Cultura e
Identidad en el Sotavento.
Hay relatos que corresponden al pe-
ríodo colonial, entre éstos destaca sin
duda, el que trata de la presencia y ac-
tividades de los piratas, en la costa de
Los Tuxtlas y los alrededores. Un pirata
personifi ca a todo el gremio, un perso-
naje legendario, se trata de Lorencillo
(ver capítulo Raíces del paisaje)
Se dice que en algunos lugares de la
extensa costa que rodea al Volcán de
San Martín Pajapan (al que los mari-
neros llamaban Pan de Minzapan, por
los dos pueblos que estaban en sus fal-
das, San Francisco y Santiago Minza-
pan), desde la desembocadura de la la-
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19
cultura y tradición210
dores publicaron los siguientes datos:
actualmente en la selva húmeda del tró-
pico mexicano se logran reconocer 1
330 especies útiles para el conocimien-
to indígena, de las cuales 1 052 habitan
las selvas y los acahuales, y 278 se en-
cuentran en las áreas agrícolas (milpas)
y los huertos familiares indígenas. De las
plantas de las selvas se obtienen 3 173
“productos” entre medicinas, alimentos,
materiales para construcción, maderas,
forrajes, fi bras, combustibles, objetos de
d p bli l i i t d tción agrícola mantuvo muchas de esas
especies hasta la fecha, a pesar de los
embates de los extensos monocultivos
y la ganadería, que acumulan cada vez
mayor extensión del territorio, espe-
cialmente de las mejores tierras, las
más bajas, fértiles y con disposición
de agua.
En una recopilación de varias fuentes
de información provenientes de distin-
tas etnias ligadas a la selva húmeda de
México, Víctor M. Toledo y colabora-
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21FO
TOGR
AFÍA
6.22
e Lorencillo ai
te tentó el demonio
pues con nueve velas, Marita
diste vista al Morro
el caso que hicimos ai
de tus nueve velas
fue poner cuidado, Marita
en las centinelas
Tiene esta ziudad
para su defensa
el Morro la Punta
y también la fuerza
Del Morro y la Punta
no se meda nada
que una fuerza vieja
no estorba la entrada
Viendo no había nada
te hiciste a la mar
siguiendo tu viaje a desembocar
Saqueaste a Campeche
perro luterano
no temes a Dios
no eres cristiano
Si a la Vera Cruz
saqueaste dormida
a la bana no
que está prevenida
No soi levantado
ni menos traidor
soi un leal vasallo
al rei mi señor
estribillo
Estas son las oras
y este el estribillo
viba el rei despaña
y muera lorencillo
Son de guitarra
211
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24
cultura y tradición212
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25
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los tuxtlas. tierra mítica 213
uso doméstico, artesanales, abonos, esti-
mulantes, saborizantes, ceras, gomas, in-
secticidas, ornamentales y de uso ritual
o ceremonial (fotografía 6.24).
Los pobladores emplean los frutos de
numerosas especies de árboles para con-
sumo directo (fotografía 6.25), para ela-
borar concentrados y dar sabor al agua,
utilizan los frutos de palmas como el
chocho y muchas más (fotografía 6.26).
La información más detallada de este
uso lo veremos en el siguiente capítu-
lo, en el cual pretendo integrar la parte
esencial de cada uno de los seis anterio-
res, un intento audaz de ver histórica-
mente el efecto que los seres humanos y
sus prácticas han tenido en los cambios
del paisaje a lo largo del tiempo (foto-
grafías 6.27 y 6.28).
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215
VI. La histor ia ambiental
La historia ambiental es una disciplina que analiza y describe la relación y la
interacción que ha existido entre los seres humanos y su entorno natural a lo largo del
tiempo. Trata de estimar el efecto que el uso y la transformación del medio natural ha
tenido sobre la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas y los paisajes, y las conse-
cuencias que este cambio ha traído a la población humana en cuanto a la distribución de los
asentamientos, en el crecimiento y en la organización social, económica y política.
Es una disciplina capaz de explicar la situación actual del paisaje y de la población. La his-
toria ambiental, con base en su análisis del pasado, puede plantear perspectivas para su futuro
manejo y desarrollo. Sin embargo, en la reconstrucción de la historia ambiental de Los Tuxtlas
se requiere de un esfuerzo especial, a pesar de que la información disponible es cuantiosa, pues
los datos y las publicaciones corresponden a distintas disciplinas y reunirlos es más bien tarea
de un conjunto de especialistas trabajando de manera coordinada.
El lector debe también tener en cuenta, que el relieve, cobertura vegetal y paisaje de la
región que nos ocupa, ha cambiado constantemente desde hace casi tres millones de años.
Recordemos que en capítulos anteriores se ha descrito la actividad intensa y constante de los
volcanes; he señalado que la proximidad de la sierra a la costa ha provocado que el movimiento
marino modifi que la forma del litoral; expliqué que la gran cantidad de lluvia que cae altera
incesantemente el curso de los ríos y los arroyos, así como el número y tamaño de los depó-
sitos de agua. Desde luego, de manera destacada, describí la huella que ha dejado el uso de los
recursos naturales en el paisaje a lo largo de 5 000 años de historia.
Intentaré hacer un bosquejo de la historia ambiental de una parte de la sierra (alrededor
del volcán de San Martín Tuxtla), a fi n de estimular al lector a plantear sus propias ideas o
aun construir su propia historia y, por otro lado, provocar en los especialistas y profesionales la
discusión de este esbozo, con el fi n de construir una historia más completa y consistente con
los datos y los hechos disponibles.
Nuestra historia ambiental prioriza el efecto de los fenómenos naturales (vulcanismo y
clima) y el de la transformación de la cobertura vegetal (deforestación y aprovechamiento de
especies animales y vegetales). A esta visión sintética la denomino panorama completo, el cual
empleo posteriormente para explicar la estructura y el funcionamiento del paisaje, y le llamo
visión del paisaje actual.
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ÍA 7.
1
la historia ambiental216
carácter seco. Fueron varios ciclos de
alteraciones climáticas: clima frío y seco
que duró 12 000 años; clima frío y hú-
medo que se mantuvo 10 000 años; cli-
ma cálido y seco con una duración total
de 13 000 años y fi nalmente volvió el
clima cálido y húmedo, característico
de la selva húmeda.
Sin duda el clima frío y seco fue el
más adverso a las especies de la sel-
va húmeda tropical. Tanto, que puede
haber sido entonces cuando la vege-
tación tropical desapareció completa-
mente, eso ocurría hace 20 000 años.
En una escala de un millón de años, el
a causa de transformaciones del suelo,
alteración de temperatura y humedad
y modifi cación de la topografía. Las
perturbaciones han sido repentinas o
lentas, causadas principalmente por la
actividad volcánica y el cambio climá-
tico continental (fotografías 7.1 y 7.2).
En esta historia ambiental nos inte-
resan los cambios de clima ocurridos
desde hace 40 000 años, cuando la tem-
peratura y la humedad aumentaron o
disminuyeron de tal forma que hicie-
ron desaparecer las especies de la selva y
ser sustituidas por otras pertenecientes
a bosques templados y vegetación de
Panorama completo
Medioambiente
El cambio del clima y la transformación
del relieve han modelado el medioam-
biente de la sierra de Los Tuxtlas y han
determinado la composición y riqueza
de especies de sus ecosistemas. La selva
húmeda es un ecosistema que existe en
la planicie costera del Golfo de Méxi-
co desde hace casi un millón de años.
Aunque aparentemente ha sido igual,
no ha sido siempre la misma, sus es-
pecies de plantas y animales han apa-
recido y desaparecido constantemente
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ÍA 7.
2
los tuxtlas. tierra mítica 217
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3
la historia ambiental218
tiempo transcurrido entre la presencia
de la selva original y su recuperación
hace 11 000 años (cuando el clima se
volvió caliente y húmedo) muestra
que la selva húmeda tropical de Los
Tuxtlas es joven (fotografía 7.3). Por
eso en la sierra hay un buen número de
especies de carácter frío y seco, como
los pinos y los encinos, y de carácter
frío y húmedo como el liquidambar
y la magnolia, que se encuentran en
las partes altas de los volcanes; o espe-
cies de carácter cálido y seco, como el
palo mulato (fotografía 7.4) y la cei-
ba. El resultado es que el ambiente de
Los Tuxtlas es muy rico, formado por
múltiples combinaciones de tipos de
suelo, formas de relieve y la diversidad
de especies y de ecosistemas.
Nuestra área de interés está en tor-
no al volcán de San Martín Tuxtla, y se
debe a tres razones: es donde empezó
la colonización de la sierra; donde se
encuentran los suelos más fértiles de la
región; y donde hubo recientemente
intensa actividad volcánica. La sierra
de Los Tuxtlas es de origen volcánico
(se inició hace 2 millones de años); sin
embargo, a nuestra historia sólo con-
ciernen las erupciones ocurridas, en
1 300 a.C., 100 d.C., 350 d.C. y entre
450 y 650 d.C. En la zona son muy
frecuentes los cuerpos de agua asocia-
dos a cráteres (fotografía 7.10). Ahí se
localiza cerca del 80% de los lagos de
agua dulce de la región y los sistemas FOTO
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4
los tuxtlas. tierra mítica 219
lacustres más grandes de la sierra, el
lago de Catemaco y la laguna de Son-
tecomapan (fotografi a 7.11); ambos
ubicados entre el volcán San Martín
Tuxtla y la serranía de Santa Marta. El
lago de Catemaco está a 330 m de al-
titud en la vertiente continental; tiene
un área de 7 437 ha, y una profundi-
dad media de 7.5 m, es considerado
uno de los lagos más productivos de
México. Sontecomapan es una laguna
costera de agua salobre con una super-
fi cie de 932 ha y con una profundi-
dad media de 1.5 m (fotografía 7.12).
Existen numerosos cuerpos de agua
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11
PP. 2
18-2
19. F
OTOG
RAFÍ
A 7.1
2
la historia ambiental222
de origen tectónico-volcánico de me-
nor tamaño como Laguna Escondida
y Zacatal, y los lagos de origen volcá-
nico tipo maar (fotografía 7.13), como
Majahual, Chalchopan, Manantiales,
Verde, Mogo y Encantada; en la zona
costera de la vertiente del Golfo hay
sistemas lagunares temporales y per-
manentes como las lagunas Delicias
y La Joya, que se han formado en las
hondonadas de los sistemas de dunas
(fotografía 7.15). Los lagos y ríos fue-
ron empleados para la pesca, la caza y
las comunicaciones (fotografía 7.14).
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13
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14
los tuxtlas. tierra mítica 223
Algunas erupciones volcánicas cu-
brieron de cenizas buena parte del área
donde se encontraban las aldeas y los
poblados originales. Esto provocó que
los asentamientos abandonaran los lu-
gares originales y se desplazaran hacia
las márgenes del río Catemaco, que por
cierto, era también un área muy pro-
ductiva en la región. No escaparon al
efecto de los volcanes, nuevamente los
asentamientos fueron afectados por otra
erupción, que depositó grandes can-
tidades de arena. No obstante, en esta
ocasión la posición de las aldeas se man-
tuvo (fotografías 7.26 y 7.27).
Ocupación de la sierra
Presencia olmeca. Cuando la selva todavía
pugnaba por extenderse por la sierra, ha-
ce aproximadamente 4 800 años (2 800
a.C.) llegaron los primeros pobladores,
grupos olmecas. Los sitios donde esta-
blecieron sus aldeas, estaban en las tierras
bajas y planas, tierras, por cierto poco co-
munes, ya que sólo abarcan una superfi cie
de 91 km2, que es el 3% del total de la
sierra. La zona que eligieron está ubica-
da entre el oeste del volcán San Martín
Tuxtla y el este del lago de Catemaco, es
una franja que se prolonga al norte hasta
la laguna de Sontecomapan, en la costa, y
al sur, hacia las tierras bajas de inundación
del río San Juan (fotografía 7.5). Esta área
es actualmente la más productiva de la re-
gión y probablemente lo fue también en
aquel tiempo.
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5
la historia ambiental224
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los tuxtlas. tierra mítica 225
acercaron a los distintos grupos y si-
guiendo la costa del Golfo de México
se relacionaron con poblaciones hacia
el río Papaloapan y hacia el río Coat-
zacoalcos (fotografía 7.29).
Un largo periodo de poca o nula
actividad volcánica y de estabilidad
climática, les permitió aumentar la
población, que alcanzó una densidad
máxima en la historia de la sierra. Los
asentamientos se extendieron por la
costa de Los Tuxtlas, principalmen-
te entre el pie de monte del cerro de
Santa Marta y el Volcán de San Martín
Pajapan, surgieron numerosos centros
ceremoniales y obras de defensa de la
costa, sobretodo en la desembocadura
de los ríos principales y de la laguna de
Sontecomapan (fotografía 7.31).
Los pobladores de la parte norte de
la sierra vivieron absortos en la activi-
dad volcánica, que depositaba cenizas y
lava en sus tierras de cultivo y destruía
eventualmente sus construcciones. Las
erupciones cambiaban el curso de los
ríos inundando las tierras, y con fre-
cuencia aparecían conos y elevaciones
de donde surgían nuevos escurrimien-
tos de agua de lluvia (fotografía 7.28).
A pesar de ello, los asentamientos ol-
mecas se mantuvieron en el área; me-
joraron sus técnicas de cultivo, cons-
truyeron poblados y centros ceremo-
niales y ampliaron las comunicaciones,
acabando con el largo aislamiento
que había entre ellos. Los caminos en
la sierra, las vías acuáticas a través de
Sontecomapan y el lago de Catemaco
FOTO
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27
la historia ambiental226
fía 7.30). Su presencia promovió un in-
tenso intercambio comercial y cultural
con el altiplano central mexicano.
Presencia nahua. Más tarde la región fue
invadida y controlada militar y comer-
cialmente por pueblos nahuas prove-
nientes del Valle de México; se estable-
cieron con el fi n de recabar tributos y
manejar las rutas comerciales hacia el
sur de la región mesoamericana. Hubo
tres principales asentamientos mexica
en la región: Ixcalpan, Cuetlaxtlan y
Toztla. Esta última servía como frontera
del territorio hostil de Coatzacualco y
estaba apoyada por la guarnición de To-
chtepec. Ixcalpan y Cuetlaxtlan. Estas
tres guarniciones fueron sometidas por
los conquistadores españoles en 1519,
mientras que Toztla sería sometida has-
ta 1522.
Presencia teotihuacana. Entre las tierras
bajas de la cuenca del río Papaloapan y
el río Coatzacoalcos y la sierra hubo un
continuo movimiento de población. El
primer grupo que llegó a la sierra des-
de otra región provino de Teotihuacan;
llegaron a Matacapan, el mayor centro
ceremonial del área olmeca de la sierra,
su presencia en el Golfo de México
obedecía a dos razones principales:
1) obtener materias primas, como plu-
mas de aves tropicales, cacao, cinabrio
y caolín de la región de Los Tuxtlas y
2) acceder a la laguna de Sontecoma-
pan, un importante puerto de inter-
cambio en el que confl uían rutas co-
merciales procedentes del norte de Ve-
racruz, de la Península de Yucatán, de
las costas de Guatemala –vía el Istmo
de Tehuantepec– y de las Mixtecas, por
la ruta de Teotitlán-Tuxtepec (fotogra-
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28
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29
los tuxtlas. tierra mítica 227
la historia ambiental228
Presencia española. En la primera dis-
tribución de encomiendas, Hernán
Cortés se adjudicó una gran extensión
territorial en la costa del Golfo de
México, la cual incluía Cotlaxtla, Toz-
tla y la cuenca del río Alvarado hasta
Chinantla, posesión del marquesado
que se conocería como Tuxtla y Co-
taxtla. En la antigua Toztla se fundó, en
1525, el pueblo de Santiago de Tuxtla,
se le eligió para establecer la primera
hacienda azucarera de la Nueva Espa-
ña, la hacienda de Tepeca, que puso en
funcionamiento en 1534 el primer in-
genio del nuevo continente.
La presencia española afectó a las
poblaciones indígenas de la sierra. A
fi nes del siglo xvi la población nativa
había decrecido de forma alarmante a
causa de las enfermedades trasmitidas
por los europeos y por las condiciones
de esclavitud a que fueron sometidos.
En el siglo xvii los pocos indígenas
que aún habitaban la sierra fueron en
su mayor parte reubicados a nuevas vi-
llas y sólo algunos se refugiaron en las
partes más inaccesibles de las monta-
ñas. Fue la época con menor densidad
de habitantes en la región, que empe-
zó a fi nes del siglo xvi y se prolongó
hasta principios del siglo xx.
La administración colonial fundó
muy pocas ciudades o poblados en la
región, pues muy pocos peninsulares
y criollos propietarios de la tierra ha-
bitaban en Los Tuxtlas, casi todos se
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32FO
TOGR
AFÍA
7.33
los tuxtlas. tierra mítica 229
de peces y tortugas y de la recolec-
ción de hierbas y frutos; eran caza-
dores y recolectores (fotografías 7.6,
7.7, 7.8 y 7.9). Más adelante, gracias
a la domesticación y aclimatación de
especies de plantas, se volvieron agri-
cultores aunque nunca abandonaron
del todo sus hábitos de caza, pesca y
recolección. Cuando cambiaba el cli-
ma, caían cenizas, había inundaciones
o disminuía su capacidad de trabajo; la
combinación de cultivo caza, pesca y
recolección les proporcionaba los re-
cursos necesarios; los numerosos ríos
y lagunas les permitía obtener peces y
tortugas; y de árboles de la selva obte-
nían abundantes frutos. En tiempos de
asentaron en Veracruz, Xalapa, Puebla
y en la ciudad de México, de tal forma
que la población local era de mayoría
indígena, le seguía la población negra
traída de África y por último había
una minoría de mestizos ocupados de
administrar el manejo agrícola y gana-
dero de las grandes propiedades.
Los asentamientos españoles en la
región de Los Tuxtlas correspondieron
con los ingenios azucareros estableci-
dos en la región. La ganadería formó
con la caña de azúcar un binomio que
resultó especialmente novedoso y pro-
ductivo. La reubicación de la población
indígena en pueblos fundados por los
colonos españoles y la introducción
del cultivo de la caña de azúcar y el
ganado mayor, especialmente las vacas,
alteraron el paisaje mesoamericano
dominado por los cultivos intensivos y
extensivos. La caña se cultivó en gran-
des extensiones de las mejores tierras,
planas y bajas, vecinas a los nuevos
pueblos (fotografía 7.32) y el ganado,
en su mayoría se dejó libre en la selva
y en los humedales, donde prosperó y
aumentó sorprendentemente el nú-
mero de cabezas (fotografía 7. 33).
Uso del suelo
Prehispánico. Los olmecas de la sie-
rra domesticaron plantas y basaron su
agricultura en el cultivo del maíz. A
su llegada, dependían de la cacería de
aves, mamíferos y reptiles, de la pesca
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6FO
TOGR
AFÍA
7.7
la historia ambiental230
buen clima y sufi ciente humedad, los
cultivos y los huertos eran la base de
su alimentación y la caza, pesca y re-
colección una actividad complemen-
taria. Cuando el cultivo se difi cultaba,
por alguna razón climática o volcánica,
estas actividades ganaban importancia.
La fuente de recursos naturales explo-
tada de manera más constante era los
árboles de la selva; que proporcionaban
frutos, especias, productos medicinales,
madera para construcción. Los árboles
por su talla y corpulencia sobrevivían,
a la acumulación de ceniza, a las inun-
daciones e inclusive al paso del fuego
(fotografía 7.16).
Colonial. El uso del suelo de la región
de Los Tuxtlas se modifi có cuando
llegaron los españoles. Esto se debió
a la disminución de la población in-
dígena, diezmada por las guerras y las
enfermedades; a la redistribución de
los indígenas en los nuevos pueblos
y ciudades y a la introducción de ga-
nado y cultivos tropicales exóticos. La
introducción del ganado bovino a Los
Tuxtlas fue tan exitosa que rápida-
mente ocupó buena parte de la sie-
rra y las partes bajas de los ríos Papa-
loapan y Coatzacoalcos. El ganado se
diferenciaba entonces en tres grandes
tipos, de acuerdo a sus características,
comportamiento y sobre todo a su fa-
cilidad o difi cultad de manejo y crian-
za: ganado tipo “chichihua” o lechero
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ÍA 7.
8FO
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7.9
los tuxtlas. tierra mítica 231
en los pantanos y humedales, el gana-
do “rodeano” en potreros o espacios
abiertos y el ganado “montaraz” que
vagaba libremente en la selva.
El ganado que vagó libre, encon-
tró alimento sufi ciente en las especies
silvestres de hierbas, de arbustos y de
árboles; las vacas no tuvieron depre-
dadores en la región, y con el tiempo
aumento el número de cabezas hasta
alcanzar cifras enormes. Hasta ahora
no disponemos de información acer-
ca de la destrucción de la selva por la
presencia del ganado. Pero a juzgar por
el crecimiento del hato, su amplia dis-
tribución y el tiempo que se mantu-
vieron, las vacas y las especies de la sel-
va se adaptaron entre sí perfectamente.
Desde luego, el número de cabezas no
creció indefi nidamente, alcanzó un lí-
mite, en relación a la estructura y po-
siblemente la composición de especies
de la selva.
La introducción de razas de ganado
bovino en la selva, abrió un capítulo
sumamente interesante de la historia
ambiental de Los Tuxtlas. Probable-
mente, la razón por la que estos ani-
males encontraron un ambiente tan
propicio es la ausencia de grandes her-
bívoros en la región (mayores de 40 kg).
La desaparición de los herbívoros nati-
vos ocurrió hace 10 000 años coinci-
diendo con el arribo de los primeros
pobladores de la sierra. La causa de tal
extinción no está clara, podría haber FOTO
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ÍA 7.
16
la historia ambiental232
sido un cambio en el clima aunado a
la cacería y al uso del fuego. Lo cierto
es que la larga ausencia de herbívo-
ros afectó a los árboles y arbustos que
dependían de ellos para completar su
ciclo de vida (diseminación de frutos
y semillas, la herbívoria de las pobla-
ciones de plántulas). La carencia de
herbívoros repercutió también en los
carnívoros, que al no tener sufi cientes
presas para alimentarse poco a poco
desaparecieron de la sierra.
Las vacas ocuparon ese nicho vacío,
por eso la selva de Los Tuxtlas no sufrió
cambio alguno, ni su riqueza de especies
ni su diversidad durante los 500 años que
las vacas vivieron libres en la selva. Las
distintas razas de Bos taurus, provenían de
Andalucía, de las marismas de río Gua-
dalquivir, lugar desde donde partían los
barcos en su viaje hacia América. Esas
vacas pequeñas y enjutas aceptaron las
plantas americanas y se adaptaron rápido
y bien al clima cálido y húmedo de la
selva y los humedales.
La otra manera de apropiarse del te-
rritorio fue a través de la importación
de cultivos como caña de azúcar, man-
go, plátano y cítricos; estos ocuparon
grandes extensiones sobretodo de tie-
rras planas, desplazando de esta mane-
ra la agricultura intensiva y extensiva
indígena, causando la deforestación de
grandes áreas (fotografía 7.34).
La sierra tuxteca produjo azúcar, al-
godón, tabaco y madera; no obstante, FOTO
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ÍA 7.
34
los tuxtlas. tierra mítica 233
co desplazó a los cultivos de algodón,
caña de azúcar y maíz, lo que no sólo
generó un cambio en la ocupación del
suelo sino que también estableció un
nuevo régimen de trabajo. A fi n de in-
crementar la producción tabacalera, los
grandes propietarios, entre los que se
encontraban capitalistas europeos y cu-
banos, introdujeron una serie de mejo-
ras tecnológicas, entre las que destacaba
la aplicación de abonos químicos y la
utilización de diversos instrumentos
agrícolas (fotografía 7.35). Las tierras
desocupadas se convertían en pastizales,
y algunos de los grandes propietarios
estimularon la ganadería. En los prime-
otros sitios de Sotavento. No obstante,
hacia fi n del siglo xix hubo un cambio
importante en la estructura económica
y productiva de la sierra de Los Tuxt-
las. En 1870 se creó en Minatitlán un
aserradero moderno propiedad de un
norteamericano, para exportar madera
tropical a los Estados Unidos y a Euro-
pa desde el puerto de Coatzacoalcos,
esto ocasionó una gran perturbación
de los sitios más accesibles de selva, que
en menos de 30 años fueron despoja-
dos de las maderas preciosas, las exten-
siones de selvas clareadas y perturbadas
fueron entonces utilizadas para cultivar
café y abrir nuevos potreros. El taba-
ante los altibajos de la agricultura, la
ganadería se mantuvo como una fuen-
te segura de alimentos y de riqueza,
así como una forma de apropiación de
grandes extensiones de tierra. El In-
genio de Tuxtla, las monterías y ase-
rraderos, el algodón y el tabaco, junto
con las haciendas ganaderas, fueron
la base sobre la cual se desarrollaron la
sociedad y la cultura en la comarca.
Agroindustrial. Desde la consumación
de la Independencia disminuyó la ac-
tividad productiva de la sierra y las
poblaciones disminuyeron debido a la
migración de la fuerza de trabajo hacia
FOTO
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ÍA 7.
35
la historia ambiental234
La frontera agrícola siguió al estable-
cimiento de nuevos centros de pobla-
ción, y la vertiginosa expansión gana-
dera se debe a la creación de grandes
ranchos privados; se incrementó dra-
máticamente cuando la ganadería ex-
tensiva se transforma en la actividad
primaria preponderante, a costa de la
agricultura ejidal. La ganadería que se
practica actualmente es completamen-
te diferente a la que se practicó des-
de la Conquista hasta las primeras dos
décadas del presente siglo. Esta fue la
más reciente transformación del paisa-
je; la reducción de la selva a fragmentos
ros años del siglo xx se introdujeron
nuevas especies de ganado vacuno en
la región. Para alimentar a estos anima-
les, los propietarios sembraron pastos
inducidos o “artifi ciales”, como se les
denominaba en la literatura de la épo-
ca, que desplazarían al zacate como el
principal alimento de las bestias. Así, el
cultivo del tabaco y la ganadería con-
tribuyeron a modifi car el medio am-
biente de la región tuxteca, situación
que se mantiene hasta nuestros días.
El primer registro del nuevo ganado
cebú, perteneciente a la especie Bos in-
dicus, en la región de Los Tuxtlas es de
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ÍA 7.
36
Acayucan, en1923. Para fi nales de los
años cuarenta, en las tierras bajas de Ve-
racruz, había numerosos hatos de ga-
nado de los tipos guzerat, girnellole e
indo-brasil. En solamente cuatro déca-
das, entre 1930 y 1960, el ganado cebú
sustituyó completamente al ganado in-
troducido en 1528 por los españoles,
que permaneció durante casi cuatro
siglos (naturalizado) en la sierra.
Alrededor de 1950 los programas
nacionales de colonización hicie-
ron del sur de Veracruz la puerta del
trópico-húmedo mexicano debido al
alto rendimiento agrícola y pecuario.
los tuxtlas. tierra mítica 235
zonas agrícolas, huertos y acahuales).
El periodo colonial, caracterizado por
la introducción de vacas, caballos, asnos
y cerdos, y el cultivo de caña de azúcar,
tabaco, cítricos, plátano. El tercer pe-
riodo agroindustrial se caracteriza por
la ganadería extensiva, los monoculti-
vos (caña de azúcar, tabaco, plátano). A
cada uno de estos tres periodos corres-
ponde un paisaje distinto, el primero
es un mosaico cambiante en una gran
matriz de selva (solares permanentes y
un área de selva y bosque usado exten-
sivamente), el segundo es también un
mosaico diverso, aunque aparecen los
7.36). El cambio del uso de plantas y
animales, especialmente de aquellas
especies silvestres o aclimatadas, es un
buen indicador de la relación de los
pobladores con su entorno, y también
un refl ejo de la situación de los ecosis-
temas y los paisajes; proporciona una
visión muy general de la situación de
la biodiversidad local (fotografía 7.37).
Con este punto de vista se podrían
proponer tres grandes periodos: el
prehispánico cultivo (de maíz, frijol),
recolección de frutos (de árboles do-
mesticados, aclimatados y silvestres),
caza de animales (en sitios perturbados,
esparcidos en enormes extensiones de
potreros, aislados unos de otros.
Uso de plantas y animales con fi nes ali-
menticios. Las plantas y animales han
sido la base de la subsistencia de los
pobladores de Los Tuxtlas, desde su lle-
gada en el periodo arcaico (aproxima-
damente 2 800 años a.C.) y a pesar de
que la región ha sido colonizada por
diferentes grupos sociales y culturales y
actualmente es una región de produc-
ción agroindustrial y turística, todavía
una parte de la población campesina
depende de esas especies (fotografía
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ÍA 7.
37
la historia ambiental236
cultivos perennes (caña de azúcar, plá-
tano, cítricos) y la ganadería en las zo-
nas forestales y arbustivas; todavía había
abandono de la tierra en una matriz
forestal. El paisaje del tercer periodo
es un mosaico estático, muy comple-
jo dominado por monocultivos (caña
de azúcar, tabaco, mango) y potreros;
la selva y los bosques están reducidos
a fragmentos o parches, el abandono o
barbecho de la tierra (acahual) es poco
común y la matriz es de pastos.
Amber Vanderwarker, etnoarqueólo-
ga del grupo de Robert Santley, da una
idea acerca del uso del suelo y el empleo
de plantas y animales en el Periodo For-
mativo, en el área que nos interesa, esta
información permite hacer una compa-
ración con lo que se consume actual-
mente en la región de Los Tuxtlas.
En el cuadro anterior se destaca la
utilización de los árboles. Esto mues-
tra que desde 400 a.C., se había do-
mesticado y aclimatado árboles, que
se cultivaron en los huertos y en los
bordes de los cultivos, y nos da una
idea acerca del uso de los árboles de-
jados en pie en los campos abiertos
en la selva para el cultivo (ver capí-
tulo El paisaje). De la selva se culti-
vaban aguacates y otras especies de
la misma familia (Lauraceae), zapotes
(y otras especies de Sapotaceae), de los
acahuales se aprovechaba la guayaba
(fotografía 7.17); se sembró la palma
de coyol, que crecía en la costa. Al-
Plantas consumidas con fines alimenticios
en la época prehispánica
Plantas cultivadas
Maíz Zea mays ZA
Frijol Phaseolus vulgaris ZA
" Phaseolus coccineus ZA
" Phaseolus acutifolius ZA
---------- Fabaceae ZA
Árboles cultivados
Aguacate Persea americana ZA, HUE
---------- Lauraceae HUE
Coyol Acrocomia mexicana HUE
Zapote Pouteria sapota HUE
Guayaba Psidium guayava HUE
Frutos silvestres
Tuna Opuntia sp. ZA, HUE
Xoxogo Vitis tilifolia HUE
------- Sapotaceae HUE
Bellota Quercus sp. PE
------- Juglandaceae afín PE
Otras plantas
-------- Trianthema sp. BS
Achiote afi n Bixa orellana ZA
Tres lomos Cupania glabra ACA
---------- Convolvulaceae SEL
Tubérculos ---------- BS
Datos de las excavaciones llevadas a cabo en los sitios arqueológicos de La Joya y Bezuapan, ubica-dos al sureste del volcán San Martín Tuxtla, en las inmediaciones del lago de Catemaco en el Perio-do Formativo. HÁBITAT: Zonas agrícolas (ZA), Áreas abiertas-pastizal (PAS), Huerto (HUE), Acahual (ACA), Selva (SEL), Borde de selva (BS), Bosque mesófi lo (BM), Pino-encino (PE), Manglar y ripario (MR).
los tuxtlas. tierra mítica 237
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TOGR
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7.18
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la historia ambiental238
Peces
Aligator gar Lepisosteus spatula AM
------ Catostomidae
------ Pimelodidae
Robalo Centropomus sp. AM
Kingfi sh Caranx sp. AD
Huachinango Lutjanus sp AM
Mojarra Cichlasoma sp AD
Anfi bios
Sapo Bufo sp. AD
Rana Rana sp. AD
Reptiles
Tortuga mexicana gigante Staurotypus triporcatus AD
Tortuga Emydidae AD
------ Trachemys stricta AD
Iguana verde Iguana iguana ARB TER
Boa Boa constrictor TER
Aves
Pato Anatidae AD
Pato Cairina moschata AD
Pato Anas sp. AD
Halcón Buteo sp. TER
------- Falconidae TER
Pavo Phasianidae TER
Pavo silvestre Meleagris gallopavo TER
------- Olinus virginianus -------
------- Sphyrapicus varius -------
Carpintero Melanerpes aurifrons AR
" M. pucheranii AR
Mamíferos
Tlacuache Didelphis sp. TER
Armadillo Dasypus novemcinctus TER
------ Soricidae -------
Ardilla Sciurus sp. ARB
Tuza Orthogeomys hispidus TER
Ratón Muridae TER
Rata Oryzomys couesi TER
Ratón Sigmodon hispidus TER
Ratón Peromyscus sp. TER
Conejo Sylvilagus sp. TER
Coyote Canis latrans cagottis TER
--------- Mustelidae TER
Mapache Procyon lotor TER
Ocelote Leopardus pardalis pardales TER
Pecari de labio Tayassuidae TER
Pecarí de collar Tayassu tajacu TER
----- Cervidae TER
Venado cola blanca Odocoileus virginianus TER
Mazate Mazama americana temama TER
Datos de las excavaciones llevadas a cabo en los sitios arqueológicos de La Joya y Bezuapan, ubicados al sureste del volcán San Martín Tuxtla, en las in-mediaciones del lago de Catemaco Periodo Formativo. HÁBITAT: Agua dulce (AD), Agua marina AM, Anfi bio (AN), Arbóreo (ARB), Terrestre (TER).
Animales consumidos con fines alimenticios
en la época prehispánica
los tuxtlas. tierra mítica 239
gunas otras especies sólo eran reco-
lectadas como las bellotas de los en-
cinos y las tunas de los nopales. Para
el cultivo aprovechaban las distintas
condiciones del solar (los huertos
que semejaban la selva o los cultivos
a los acahuales) para sembrar distin-
tas especies.
La lista de la fauna indica que una
bena parte de las especies proviene de
hábitats de agua dulce (humedales, la-
gos y ríos); pescaban tortugas y peces;
cazaban aves acuáticas. También con-
sumían peces de agua salobre y salada
provenientes de lagunas costeras o de
la costa. La fauna terrestre consiste bá-
sicamente de animales herbívoros que
acuden a los cultivos, huertos, sitios
abiertos y basureros; se trata de gran
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22
la historia ambiental240
Cultivos
Maíz Zea mays ZA
Calabaza Cucúrbita pepo ZA
Frijol Phaseolus vulgaris ZA
Tomate Lycopersicon esculentum ZA
Hierbas asociadas a los cultivos
Cebollín Allium neapolitanum ZA
Epazote Chenopodium ambrosioides ZA
Orégano Ocimun micrantum ZA
Perejil Petroselinum crispun ZA
Quelite Amaranthus hybridus ZA, ACA
Hierbabuena Mentha citrato ZA
Achiote Bixa orellana ZA
Chilpaya Capsicum frutescens ZA
Especies frutales
Coyol Scheelea liebmannii HUE
Cocuite Gliricidia sepium HUE, PAS
Naranja amateca Citrus aurantium HUE, PAS
Plátano cuadrado
u oriental Musa sapientum HUE
Plátano enano Musa nana HUE
Árboles silvestres
Abababit Poulsenia armata SEL
Acotepe Inga spuria SEL, ACA
Capulín Muntingia calabura SEL, ACA
Chinini Persea schiediana SEL, HUE
Chocho Malvaviscus arboreus ACA, HUE
Chonegui Calonyction aculeatum ACA
Cundoria Spondias purpurea ACA, SEL
Icaco Chrisobalanus icaco PAS
Ilama Anona diversifolia PAS, ACA
Jinicuil Inga sp. ACA
Jobo Spondias lutea SEL, ACA
Nanche Byrsonima crassifolia PAS
Ojoxin Brosimum alicastrum SEL
Olozapot Pouteria campechiana SEL
Pomarrosa Eugenia jambos SEL, ACA
Tapaculo Carica papaya ACA
Hierbas silvestres
Acuyo Piper umbellatum ACA
Azulillo Jacobinia spicigera ACA
Berijao Calatea insignis SEL
Camote Ipomea batatas ACA
Chochogo Calatea alouia SEL
Cundoamor Momordica charintis ACA, PAS
Moste Clerodendrum ligustrinum ACA
Pionchi Bromelia persimiles ACA, SEL
Pitahaya Cereus triscustatus ACA
Pepetaca Esperculia apetala ACA
Xoxogo Vitis tiilifolia ACA
Yuca Maniot esculenta HUE
Hábitat:
Zonas agrícolas (ZA), Áreas abiertas-pastizal (PAS), Huer-
to (HUE), Acahual (ACA), Selva (SEL), Borde de selva
(BS), Bosque mesófi lo (BM), Pino-encino (PE), Manglar
y ripario (MR).
Plantas consumidas actualmente, con fines alimenticios
los tuxtlas. tierra mítica 241
murciélagos frugívoros y estos con el
mantenimiento de la conectividad del
paisaje.
Al comparar los animales que se
consumen actualmente con aquellos
que se usaban en el Periodo Formativo,
podemos sacar algunas conclusiones:
Ahora se consumen más especies de la
selva que de los sitios abiertos y per-
turbados, lo cual refl eja una tendencia
a la cacería, más como una fuente de ri-
estas especies forman una estructura
muy parecida a la selva, esto permi-
te el cultivo de especies altas y bajo
su sombra árboles pequeños, arbustos,
hierbas y trepadoras. En sus bordes las
plantas de acahual, de costa y sabana
encuentran condiciones adecuadas. Es
una muestra de lo que pudieron haber
sido los huertos creados en los solares
desde tiempos prehispánicos. Un aná-
lisis detallado podría vincular a mu-
chas de estas especies con las aves y
número de reptiles, roedores, mapa-
ches, pecaris, venado e inclusive un
carnívoro (ocelote). Es probable que
la cacería no se realizara directamente
en la selva, tal vez sólo en las milpas
y acahuales del sistema de tumba, roza y
quema (fotografías 7.18, 7.19, 7.20, 7.21,
7.22, 7.23).
Al comparar la lista de plantas anterior
con ésta, que incluye las que se consu-
men actualmente en Los Tuxtlas, destaca
el empleo de numerosos árboles, entre
los que se incluyen especies de Laura-
ceae (aguacates) de Sapotaceae (zapotes) y
otras especies de árboles de la selva; de
los acahuales se usa la guayaba, las cirue-
las y los frutos de los árboles de la sabana
(nanches e icacos), todavía se aprovecha
la palma coyol. Se ha incorporado al
consumo una larga lista de frutales in-
troducidos en la Colonia, como los cí-
tricos (limones, naranjas, mandarinas y
toronjas) y las variedades de plátano. La
riqueza de hierbas indica que los aca-
huales siguen siendo una fuente de re-
cursos para la población actual.
La lista de especies que encontró
Elena Álvarez Buylla en huertos fa-
miliares de Balzapote, incluye un gran
número de árboles, provenientes de la
selva: aguacates, ciruelas, zapotes, ca-
pulín; de acahuales: anona, limoncillo,
togalapoli; de sabana: nanche, guazi-
mo. Una larga lista de frutales intro-
ducidos: limones, naranjas, tamarin-
do, níspero, plátano, coco, café. Todas
Especies silvestres
Aguacate Persea americana
Aguacatillo Persea schideana
Anona Anona cherimola
Capulín Ardisia nigropunctata
Ciruelo Spondias purpurea
Chagalapoli Ardisia aff belizencis
Escobilla Eugenia capuli
Guanábana Anona muricata
Guázimo Guazuma ulmifolia
Guayaba Psidum guajava
Limoncillo Rheedia edulis
Mamey Pouteria sapota
Nanche Byrsonima crassifolia
Papaya Carica papaya
Pistillo Chrysophyllum
mexicanum
Pomarrosa Syzygium jambos
Silling Parathesis
psychotrioides
Tengualala Salacia immpresifolia
Togalapoli Trema micrantha
Vaina Inga sp.
Zapotillo Bunchosia
lanceolada
Especies introducidas
Almendro Terminalia catapa
Café Coff ea arabica
Coco Cocos nucifera
Granada Punica granatum
Limón agrio Citrus aurantifolia
Limón grande Citrus limonia
Limón dulce Citrus limetta
Naranja Citrus sinensis
Naranja mateca Citrus aurantium
Naranja reina Citrus nobilis
Níspero Eriobotria
japonica
Platános Musa spp.
Tamarindo Tamarindos indica
Toronja Citrus maxima
Árboles de los huertos y jardines actuales de balzapote
la historia ambiental242
queza que de consumo. Se mantiene
la apetencia de especies acuáticas de
agua dulce (peces y tortugas) aunque
tal vez en menor diversidad que antes.
Es interesante constatar el gran núme-
ro de aves que se cazan, en la selva y
en sitios abiertos y desde luego, resalta
la cantidad de mamíferos que aún for-
man parte del consumo de la región.
Este cambio en el uso de las especies
animales, debe haber tenido un fuerte
impacto en la fauna silvestre. Podría
ser la causa de la desaparición de al-
gunos herbívoros como el anteburro o
tapir, los pecarís, venados, y de carní-
voros como el ocelote.
La pérdida de individuos y de espe-
cies animales de manera ostensible, ha
sido denominada por Rodolfo Dirzo y
colaboradores defaunación; han llama-
do la atención acerca del empobreci-
miento de especies herbívoras y se lo
han achacado a la cacería irrestricta que
se ha llevado a cabo desde la segunda
mitad del siglo xx y hasta ahora. En Los
Tuxtlas, deben haber ocurrido varios
eventos de pérdida repentina de fauna.
El primer evento, cuando desaparecie-
ron los grandes herbívoros durante el
holoceno hace un poco más de 10 000
años. El segundo evento fue a principios
del siglo xx cuando el ganado montaraz
se sacó de la selva y se encerró en po-
treros y no vagó más en la vegetación
natural y el tercer evento abarca desde
mediados del siglo xx y hasta la fecha,
Peces
Topote Pseudoxiphorphorus bimaculatus AD
Reptiles
Iguana Iguana iguana rhinolopha ARB
Tortuga Chrysemys scripta
Mamíferos
Ardilla Sciurus aureogaster ARB
Anteburro Tapirus bairdii TER
Puerco espín Coendou mexicanus TER
Conejo Sylvilagus fl oridanus TER
Conejo silvestre Sylvilagus brasiliensis TER
Jabalí o jabalín Tayassu tajacum TER
Mapache o mapachín Procyon lotor TER
Marta Protos fl avus ARB
Marín Tayassu pecari TER
Mazate Mazama americana TER
Serete Dasyprocta punctata TER
Tejón Nasau Larica TER
Tuza Heterogeumys hipidus TER
Aves
Canate Anas spp. AD
Chachalaca Ortalis vetula TER
Guajolote Meleagris gallipavo TER ARB
Loro real Amazona ochrocephala ARB
Perico Amazona albifrons ARB
Popoxcala Aramides cajanea ARB
Pichichi Dendrocygna autumalis ARB
Pico de canoa Pteroglossus torquatus ARB
Hábitat:
Agua dulce (AD), Agua marina (AM), Anfi bio (AN), Arbóreo (ARB), Terrestre
(TER).
Animales consumidos actualmente con fines alimenticios
los tuxtlas. tierra mítica 243
lo largo de toda la costa del Golfo de
México. El efecto del oleaje, combina-
do con el descenso del nivel del mar,
formó barras de arena transversales
en la boca de los ríos, en las cuales se
retuvieron los sedimentos acarreados
por los propios ríos, elevando sus bor-
des y riberas y dando lugar a lagunas
a cada lado. Pronto se establecieron
manglares alrededor de esas lagunas y
la colonización de las plantas formó
islotes interiores; esto se ve con cla-
ridad en la laguna del Ostión y en la
laguna de Sontecomapan, así como en
los pequeños embalses a lo largo de la
costa arenosa, alrededor de Santa Mar-
ta y en las lagunas y humedales en el
contorno del extremo noroeste de Los
Tuxtlas. En algunos de esos humedales
se distinguen marcas de lo que podrían
ser vestigios de antiguos canales.
La estructura del paisaje depende
de la altitud, la pendiente, la exposi-
ción hacia el mar o tierra adentro y el
tipo de vegetación que domine. En los
alrededores del volcán de San Martín
Tuxtla, el área donde hemos concen-
trado nuestra atención en este capítu-
lo, está en las tierras bajas y laderas de
las cimas volcánicas, salpicada de pe-
queños cráteres inundados se encuen-
tra muy cerca de la orilla del lago de
Catemaco y la laguna de Sontecoapan.
Es una zona de selva alta, el tipo de ve-
getación más extenso en la sierra. Este
ecosistema ha sido la base de la subsis-
ocasionada por la cacería no controlada
con fi nes deportivos y de consumo.
Visión del paisaje actual
El paisaje se construye a través del tiem-
po. Cada uno de sus componentes y la
interrelación entre ellos corresponden
a un evento natural, ocurrido en algún
momento de la existencia de la sierra;
al devenir de un proceso de formación
de suelo, de erosión; a la manera de usar
el suelo y aprovechar los recursos na-
turales. Por lo tanto, el paisaje debe ser
interpretado históricamente y planeado
con base en su estructura y dinámica.
Los eventos más destacados han sido
de naturaleza volcánica y climática. Los
procesos que han modelado el paisaje
de Los Tuxtlas, incluyen los cambios en
la composición y distribución de los ti-
pos de vegetación, de la selva en espe-
cial, el intemperismo físico y químico y
la erosión que redujo los depósitos vol-
cánicos. La manera de uso del suelo ha
cambiado la cobertura forestal, la fertili-
dad del suelo, la resiliencia de los ecosis-
temas y la conectividad del paisaje.
Los depósitos ígneos han sido aca-
rreados y acumulados en las laderas de
pendientes ligeras de las cimas volcá-
nicas. En las partes bajas de la costa la
arena acumulada y la formación de
barras limitó el drenaje y se formaron
lagunas y humedales costeros, como
ocurre con este tipo de embalses a
tencia de la población desde hace casi
5 000 años. Sus procesos de regenera-
ción y conectividad determinaron la
forma de uso del suelo y la intensidad
y extensión de la deforestación.
En este paisaje de selva, la vegetación
original ha sido reducida a fragmentos
(5% de su cobertura original). La to-
pografía y la elevación del terreno ha
infl uido el patrón de fragmentación,
las zonas con pendientes pronunciadas
(>15o) tienen remanentes forestales,
mientras que en las zonas planas (<5o)
los fragmentos de selva son escasos y pe-
queños, muy separados o dispersos y no-
toriamente perturbados. A medida que
se asciende los fragmentos remanentes
de selva son cada vez más grandes, están
menos aislados y mejor conservados.
El resto de la superfi cie del área (74%)
son potreros, cultivos y asentamientos
urbanos; a pesar de ello aún podemos
encontrar en el paisaje todas las especies
que forman parte de la selva. Los potre-
ros pueden estar desprovistos de arbola-
do o pueden estar arbolados; estos últi-
mos ocupan 32% de la superfi cie, (85%
arbolada con especies nativas y 15% con
especies no nativas). La presencia de ár-
boles en los potreros, así como el mo-
saico de milpas y acahuales, típico de la
agricultura tradicional indígena, favore-
cen la presencia de la fauna nativa, entre
estos animales se cuentan dispersores de
semillas y de polen de plantas leñosas
(fotografía 7.39). Una buena parte del
la historia ambiental244
los tuxtlas. tierra mítica 245
las condiciones del suelo (fertilidad y
estructura) y la disponibilidad de es-
pecies de plantas y animales.
Cada componente del paisaje actual
de Los Tuxtlas es fl orísticamente rico y
estructuralmente complejo, inclusive el
potrero no arbolado (donde el estrato
herbáceo es dominante) tiene una alta
riqueza de plantas, aunque casi la tota-
lidad de sus especies son de etapas de
sucesión secundaria muy tempranas.
Los potreros no están completamente
desprovistos de árboles, por el contrario
están profusa y notoriamente arbola-
dos. Esparcidos en las zonas abiertas en-
contramos abundantes árboles aislados,
conspicuos en el paisaje. Al cortar la sel-
va para hacer un cultivo o un potrero, es
común dejar al interior de los predios,
en pie algunos de los árboles más altos.
Estos árboles dan sombra, proporcionan
leña o madera, son comestibles, o sim-
paisaje está ocupado por cultivos de alto
valor comercial: caña de azúcar, tabaco,
chile, pepino, sandía, y piña, en los cua-
les prácticamente no hay vestigios de la
fl ora original (fotografía 7.38).
La selva tiene capacidad para rege-
nerarse cuando cesa la perturbación y
el sitio queda abandonado y en reposo.
Esto explica que el mosaico del paisaje
esté compuesto por vegetación natu-
ral, potreros, cultivos y acahuales (sitios
en proceso de recuperación o regene-
ración, con vegetación secundaria).
El tamaño o extensión de cada com-
ponente del paisaje, su distribución y
permanencia depende de la extensión
e intensidad de la perturbación, del
periodo de reposo o abandono y de la
velocidad con que se regenera. La ca-
pacidad de regeneración es un proce-
so crítico que determina la estructura
y la dinámica del paisaje; depende de
FOTO
GRAF
ÍA 7.
39
FOTO
GRAF
ÍA 7.
38
la historia ambiental246
plemente se dejaron por la difi cultad de
cortarlos, debido a su dureza o tamaño.
La vegetación de estos potreros (bajo
pastoreo de bovinos), cambia al acer-
carnos a la sombra de los árboles; bajo
la sombra de su copa, hay una notable
riqueza de especies y familias, poco más
de la mitad de las especies detectadas
bajo estos árboles son especies de la sel-
va.
Entre los componentes del paisaje,
podemos identifi car alguno que tie-
ne su origen en el manejo del paisaje
prehispánico; por ejemplo, los árboles
en pie, remanentes del cultivo de ár-
boles en huertos y en campos de maíz
y frijol y de aquellos dejados en pie en
las parcelas de la selva, con fi nes de re-
colección de frutos, de marcado de si-
tios y de acelerador de la regeneración
de la selva en sitios abandonados; y la
vegetación riparia que servía como
lindero y para conservar los cursos de
agua. Estos componentes están vincu-
lados al proceso de conectividad; los
árboles posibilitando el movimiento
de aves y murciélagos, que diseminan
frutos y semillas de un componen-
te a otro del paisaje, manteniendo la
biodiversidad local. Al proceso de re-
generación, acumulando plantas y se-
millas bajo su copa, que garanticen y
aceleren la sucesión secundaria en los
campos abandonados. Estos procesos
son básicos para el manejo del paisaje
(fotografía 7.40).
los tuxtlas. tierra mítica 247
Un componente de origen colo-
nial es el potrero de grama (pastos
nativos), se trata de un conjunto for-
mado por gran cantidad de especies
de gramíneas y leguminosas herbá-
ceas, muy productivo y sustentable,
que fue propiciado por la presencia
del ganado bovino introducido en el
siglo xvi, es una etapa temprana de la
sucesión secundaria, mantenida por
el ramoneo de las vacas.
En el paisaje actual, la preeminen-
cia de pequeños claros en la selva y
de sitios dejados en reposo (acahuales)
ha sido sustituida por grandes exten-
siones de cultivo de una sola especie,
permanentes, o de larga duración. La
recuperación de la fertilidad del suelo
se hace de manera artifi cial añadiendo
productos químicos y manipulando la
estructura física del suelo y la sucesión
secundaria se maneja con herbicidas
y mediante maquinaria de corte. Esto
aísla los fragmentos, reduce la conec-
tividad y la capacidad de regeneración
natural, poniendo en riesgo a la biodi-
versidad regional.
En el siguiente capítulo analizo la
estructura del paisaje actual con el
fi n de proponer algunas medidas que
contribuyen a mantener la riqueza
de especies que hay en la región ante
la creciente deforestación y pertur-
bación ocasionada por la ganadería
extensiva y los cultivos intensivos.
FOTO
GRAF
ÍA 7.
40
249
VII. El futuro de la reg ión
La protección y conservación de la riqueza biológica de Los Tuxtlas, de sus plantas
y animales, de sus ecosistemas y paisajes, se ha llevado a cabo a través del Decreto de
Áreas Naturales Protegidas, esto ha sido descrito detalladamente por Javier Laborde.
La singularidad e importancia biológica de la sierra de Los Tuxtlas han sido reconocidas des-
de hace mucho tiempo. En 1937 el gobierno mexicano decretó a la cuenca hidrográfi ca del
lago de Catemaco (fotografía 8.1) como Zona Protectora Forestal Vedada, con una extensión
de 26 mil hectáreas. Fue un documento mal redactado que limitó la zona protegida de manera
ambigua. En 1979 se decretó al volcán San Martín Tuxtla como Zona Protectora Forestal y
de Refugio Faunístico, a partir de la cota altitudinal de 1 000 msnm hasta la cima, abarcando
una superfi cie de 5 630 ha (fotografía 8.2). En 1980 se decretó a la sierra de Santa Marta y
al volcán San Martín Pajapan, como Zona de Protección Forestal y Refugio de la Fauna Sil-
vestre, misma que fue reclasifi cada en 1988 como Reserva Especial de la Biosfera (fotografía
8.3) con una extensión de 82 800 ha (una porción de la cual se sobrepone con el decreto de
la cuenca de Catemaco).
La comunidad científi ca ha participado activamente en los esfuerzos de conservación de Los
Tuxtlas. Destaca el Instituto de Biología de la UNAM, que protegió en 1966 una extensión de
700 hectáreas creando la Estación de Biología Tropical de Los Tuxtlas. El Instituto Nacional
de Investigaciones sobre Recursos Bióticos (INIREB) promovió los decretos de Protección y
Conservación del volcán San Martín Tuxtla y Sierra de Santa Marta de 1979 y 1980 citados
antes. En 1989 la Universidad Veracruzana creó en Pipiapan al norte del lago de Catemaco
una reserva de 220 hectáreas destinada a la investigación biológica. El Instituto de Ecología,
A.C. contribuyó a la creación y decreto de la Reserva de Biosfera de Los Tuxtlas en 1998, que
fue incorporada en 2006 a la Red Mundial de Reservas de Biosfera de la UNESCO.
Cabe señalar que la Estación de Biología Tropical de Los Tuxtlas del Instituto de Biología de
la UNAM ha sido por años el centro de trabajo de investigadores mexicanos y extranjeros que
han realizado estudios sobre diferentes aspectos biológicos y ecológicos de la selva húmeda
con fi nes de conservación. Sus resultados han contribuido signifi cativamente al entendimiento
de la ecología de la selva tropical de México. De hecho, por la calidad y continuidad de las
investigaciones realizadas, la Estación es reconocida como uno de los sitios de selva húmeda
neotropical mejor conocidos en América, junto con Barro Colorado, en Panamá, La Selva, en
Costa Rica, San Carlos Río Negro, en Venezuela y Río Piedras, en Puerto Rico. FOTO
GRAF
ÍA 8.
1
el futuro de la reg ión250
El Instituto de Ecología, A.C. y el
Proyecto Sierra de Santa Marta, A.C.
colaboraron con el Instituto Nacional
de Ecología de la Secretaría de Me-
dio Ambiente, Recursos Naturales y
Pesca (Semarnap), para elaborar las
Bases Ecológicas y Socioeconómicas
para el Ordenamiento Territorial de
la Región de Los Tuxtlas que resultó
una síntesis de investigaciones y resul-
tados tanto por el Instituto de Ecolo-
gía, A.C. (1994; 1998; 1999) y el Pro-
yecto Sierra de Santa Marta, durante
más de 10 años en la zona. Con estas
bases, y otros estudios realizados en la
región, las dos instancias mencionadas
FOTO
GRAF
ÍA 8.
2FO
TOGR
AFÍA
8.3
los tuxtlas. tierra mítica 251
te decreto derogó a los tres anteriores y
estipuló un marco jurídico preciso en la
Ley General del Equilibrio Ecológico y
Protección al Ambiente (LGEEPA). La
región de Los Tuxtlas es reconocida por
la Comisión Nacional para el Conoci-
miento y Uso de la Biodiversidad (Co-
nabio) como una de las zonas priorita-
rias en México para la conservación, y
la Reserva de Biosfera Los Tuxtlas for-
Nº 16) el decreto presidencial que esta-
blece la Reserva de Biosfera Los Tuxtlas,
con una extensión de 155 122 hectá-
reas, divididas en 125 403 ha de zona
de amortiguamiento que envuelve a las
tres zonas núcleo de la reserva: 1) zona
núcleo volcán San Martín Tuxtla, con 9
805 ha; 2) zona núcleo sierra de Santa
Marta, con 18 031 ha y 3) zona núcleo
San Martín Pajapan, con 1 883 ha. Es-
y el Instituto Nacional de Ecología,
presentaron una propuesta conjunta
de creación de la Reserva de Biosfera
Los Tuxtlas, a la Semarnap, al Gobier-
no del Estado de Veracruz y a la Presi-
dencia de la República.
La Reserva de Biosfera Los Tuxtlas. En no-
viembre de 1998 se publicó en el Diario
Ofi cial de la Federación (Tomo DXLII,
Angel R.Cabada
Catemaco
Sontecomapan
Lerdo deTejada
Mecayapan
Huazuntlan
TatahuicapanPajapan
San AndrésTuxtla
SantiagoTuxtla
Soteapan
¬«3
¬«2
¬«1 ¬«4
94°30'W94°40'W94°50'W95°W95°10'W95°20'W95°30'W
18°4
0'N
18°3
0'N
18°2
0'N
18°1
0'N
246000 266000 286000 306000 326000
2000
000
2020
000
2040
000
2060
000
La Reserva de Biosfera
0 4 8 12 16 20km
Golfode
México
Golfode
México
1. Zona núcleo San Martín Tuxtla2. Zona núcleo Santa Marta3. Zona núcleo San Martín Pajapan4. Zona de Amortiguamiento
Edición: Rosario Landgrave
el futuro de la reg ión252
posible y afectando al mínimo posi-
ble de pobladores. En algunos casos,
extensiones forestales conectadas con
el resto de la zona núcleo se dejaron
por fuera de la poligonal, debido a que
dichos terrenos son parte de algún eji-
do o comunidad que ha mantenido la
cobertura forestal durante varios años
y se opusieron a que sus terrenos for-
maran parte de la zona núcleo.
En la zona núcleo del volcán San
Martín Tuxtla, 88% de la propiedad
Casi toda la superfi cie de las zonas
núcleo corresponde a terrenos con
pendientes abruptas no aptos para la
agricultura, donde la densidad de po-
blación humana es muy baja; ahí se
encuentran las cabeceras o nacimien-
tos de la mayoría de los numerosos
ríos permanentes de la sierra de Los
Tuxtlas, lo cual es clave para mantener
la hidrología de la región. El trazado
de la poligonal se hizo tratando de
proteger la mayor superfi cie forestal
ma parte del Sistema Nacional de Áreas
Naturales Protegidas (Sinap).
Las 30 000 ha de las tres zonas nú-
cleo son los sitios con la vegetación
mejor conservada en la sierra. El área
núcleo equivale a 19.2% de la superfi -
cie decretada como reserva y al 9% del
territorio total de la sierra. Las zonas
núcleo se encuentran en las cimas de
los tres principales volcanes de la re-
gión: San Martín Tuxtla, Santa Marta
y San Martín Pajapan (fotografía 8.4).
FOTO
GRAF
ÍA 8.
4
los tuxtlas. tierra mítica 253
taría del Medio Ambiente y Recursos
Naturales (Semarnat). Esta zona rodea
a la reserva de biosfera, e incluye po-
cos y pequeños remanentes de selva
relativamente bien conservada. Ahí se
localizan las zonas más productivas de-
dicadas a cultivos como caña de azúcar,
tabaco, hortalizas, etc., y los ranchos
ganaderos con manejo intensivo. En
esta zona la densidad poblacional hu-
mana alcanza el máximo para la sierra
y se ubican las cabeceras municipales
de los 8 municipios de Los Tuxtlas.
pos de cultivo, no sólo propicia el
movimiento de animales, semillas y
polen entre fragmentos de selva, sino
que además mantiene la resiliencia
del paisaje, es decir la capacidad de
regeneración de la selva.
El resto de la superfi cie de la sierra
(cerca de 175 mil ha), es la zona de in-
fl uencia de la reserva, es crucial que se
concluya el ordenamiento ecológico
del territorio que regulará los usos del
suelo, el cual elabora el Instituto Na-
cional de Ecología (INE) de la Secre-
de la tierra es ejidal, 6.5% pertenece
a la UNAM y el resto es privado. En
el volcán Santa Marta, 57% es ejidal
y 43% corresponde a propiedades pri-
vadas; mientras que en el San Martín
Pajapan 100% es ejidal.
La zona de amortiguamiento rodea
a las tres zonas núcleo y llega hasta la
costa. Incluye la laguna de Sontecoma-
pan, y los lagos volcánicos del norte
del volcán San Martín Tuxtla, así como
las costas norte y este del lago de Cate-
maco. En ella se encuentran remanen-
tes forestales dispersos de manglar, en-
cinar y principalmente de selva alta y
mediana perennifolia, localizados sobre
laderas abruptas o la cima de pequeños
conos volcánicos. Estos fragmentos son
importantes para la conexión biológica
de las zonas núcleo y su presencia ami-
nora los efectos de la fragmentación.
En la zona de amortiguamiento,
62% de la superfi cie es ejidal, 23%
corresponde a colonias agrícolas y
15% a propiedades privadas. En la
zona de amortiguamiento hay ex-
tensos potreros y numerosos campos
de cultivo. En paralelo, deberán di-
señarse e implementarse estrategias
de manejo agropecuario que favo-
rezcan la conectividad del paisaje; en
particular tendrá que favorecerse la
presencia de árboles de especies na-
tivas del dosel de la selva al interior
de los campos ganaderos y agrícolas.
Este arbolado en los potreros y cam-
Zonas de la reserva de biosfera. Superficie total,
número de poblados y habitantes (inegi, 2005)
y superficie de los tipos de vegetación principales
Área
(ha)
Pobl
ados
(20
05)
Habi
tant
es
(20
05)
Selva
húm
eda
Bosq
ueMe
sófi l
o
Otro
s(N
atur
al)
Zona Núcleo
S.M. Tuxtla 9 805 4 136 3 953 4 603 0
Santa Marta 18 031 4 467 11 605 4 827 45
S.Martín. Pajapan 1 883 0 0 1 384 140 0
Subtotal Z. Núcleo 29 720 8 603 16 941 9 569 45
Zona Amortiguamiento 125 401 363 27 075 23 956 2 208 3 046
TOTAL 155 121 371 27 678 40 897 11 777 3 091
*Estacionalmente se agrega un número variable de cañeros y cortadores de chile en la zona de amortiguamiento. El número de poblados y habitantes corresponde al ofi cial registrado en el conteo de población y vivienda de INEGI de 2005. Sin embargo, en las zonas núcleo se registran 5 caseríos sin información censal, por lo que podría haber hasta 343 habitantes en ellas (310 en Santa Marta). Mientras que en la zona de amortiguamiento hay 239 caseríos sin información censal lo que agregaría hasta 3 585 habitantes más. De tal manera que en lugar de los 27 434 habitantes registrados dentro de la reserva podría haber hasta 30 822. Lo anterior, considerando que hay 15 habitantes en cada caserío sin información censal.
el futuro de la reg ión254
los más grandes retos ecológicos de la
nación; es claro que otras regiones con
menor densidad poblacional y menos
accesibles, tales como la selva Lacan-
dona y la selva de Los Chimalapas,
actualmente son más extensas y están
mejor conservadas que la de Los Tux-
tlas, y su protección y conservación
son cruciales para el país. No obstante,
en dos o tres décadas más incluso es-
tos remanentes de selva relativamente
extensos van a ser deforestados si no
tenemos éxito en la conservación de
paisajes que ya han sido transformados,
pero que todavía contienen la mayor
parte de su biodiversidad original, ta-
les como el caso de Los Tuxtlas.
La sierra y su reserva de biosfera son
actualmente el escenario ideal para im-
plementar y probar distintas alternati-
vas de uso y manejo de recursos natu-
rales en una zona del trópico húmedo
mexicano con alta densidad poblacio-
nal y avanzado grado de fragmenta-
ción. Es por ello que consideramos
que la conservación a largo plazo de
uno de los patrimonios naturales más
valiosos y estratégicos del país, es decir,
nuestras selvas húmedas, dependerá en
gran medida de lo que logremos hacer
en el corto y mediano plazo en las zo-
nas núcleo, de amortiguamiento y de
infl uencia de la Reserva de Biosfera
Los Tuxtlas.
El decreto de reserva de biosfera jun-
to con su plan de manejo son las mejo-
res herramientas con las que contamos
para armonizar y concretar los diferen-
tes esfuerzos de conservación de la bio-
diversidad en la región; de hecho, son los
instrumentos idóneos para involucrar
y coordinar los esfuerzos de todos los
sectores de la sociedad, principalmente
de las autoridades y habitantes locales.
Es importante además, señalar que (en
particular en la sierra de Los Tuxtlas y
en general en varias partes del territorio
nacional), las áreas naturales mejor con-
servadas son aquellas en las que existe
una activa participación de instituciones
nacionales e internacionales interesadas
en la conservación y uso sustentable de
los recursos naturales.
Es claro que la futura conservación
de la riqueza biológica de Los Tuxtlas
solamente podrá lograrse si se man-
tienen las zonas núcleo de la reserva
como tales, y se logran modifi car las
prácticas agropecuarias actuales den-
tro de la zona de amortiguamiento; sin
embargo, para que la reserva cumpla
cabalmente con su propósito, es tam-
bién fundamental estimular y garanti-
zar la continua participación de insti-
tuciones de investigación y de organi-
zaciones sin fi nes de lucro, interesadas
en la conservación de la fauna y fl ora
nativa en la región.
Salvaguardar las selvas húmedas
mexicanas es, sin lugar a dudas, uno de
En conclusión, el trazo de la poligo-
nal de la reserva de biosfera y su zonifi -
cación son importantes para la conser-
vación biológica; es decir, la protección
y mantenimiento de la cobertura fores-
tal en las tres zonas núcleo representan
la máxima prioridad y única garantía
de que la conservación de la diversidad
biológica de la sierra tenga éxito. Para
lograrlo, es indispensable que se asegu-
re el mantenimiento de los fragmentos
forestales presentes en la zona de amor-
tiguamiento sin detener la explotación
agropecuaria en ella, para lo cual será
indispensable modifi car las prácticas
agropecuarias actuales adecuándolas
a la conectividad del paisaje. Además,
como ya ha sido señalado en repetidas
ocasiones por numerosos investigado-
res, la conservación biológica solamen-
te será exitosa si se logra involucrar ac-
tivamente y benefi ciar al mismo tiem-
po, a los habitantes de los alrededores
del área protegida. En particular, en Los
Tuxtlas es fundamental diseñar e im-
pulsar en la zona de amortiguamiento,
hábitos de manejo alternativo y uso de
los recursos que sean económicamente
redituables para los campesinos y ga-
naderos, pero que a su vez mejoren las
posibilidades de persistencia de la gran
mayoría de las especies de la fl ora y
fauna nativas, lo cual, como ya se men-
cionó con anterioridad solamente será
posible si se favorece e incrementa la
conectividad del paisaje fragmentado.
los tuxtlas. tierra mítica 255
Desarrollo a largo plazo
El paisaje de Los Tuxtlas podría tener
dos escenarios extremos: el primero de
ellos constituye un conjunto de elemen-
tos desintegrado, dominado por exten-
sos pastizales desprovistos de árboles. En
este escenario, las poblaciones sobrevi-
vientes a la tala quedarían confi nadas y
restringidas al interior de los fragmen-
tos, totalmente aisladas de los individuos
sobrevivientes en otros fragmentos. Da-
da la severa fragmentación actual de Los
Tuxtlas, la situación anterior ocasionará
a largo plazo la extinción local de un
gran número de especies y por lo tan-
to una grave disminución de la biodi-
versidad. El segundo escenario consiste
en un conjunto de fragmentos de selva,
potreros, campos de cultivo y acahua-
les integrados gracias a componentes de
conectividad como son árboles aislados,
corredores riparios y cercas vivas entre
otros, que contribuyan a mantener la
disponibilidad de especies de la selva, así
como la accesibilidad a los sitios. En este
paisaje interconectado, se podría llegar
a mantener a largo plazo un porcentaje
muy alto y representativo de la biodi-
versidad nativa original de Los Tuxtlas,
aún sin detener las actividades agrope-
cuarias y permitiendo la regeneración
natural de la selva. El reemplazo y el
mantenimiento del arbolado de los po-
treros no es una tarea difícil, debe haber
un control de los chapeos y aspersión FOTO
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el futuro de la reg ión256
que quedan en remanentes separados
por la fragmentación, (fotografía 8.6)
conforman una unidad demográfi ca
funcional.
En los paisajes fragmentados, la dis-
tancia que separa a los fragmentos re-
manentes de la selva se ha utilizado para
estimar su aislamiento. Entre mayor sea
la distancia que separa a dos fragmen-
tos, menor será el número de anima-
les de la fauna nativa capaz de moverse
entre ellos. Sin embargo, al considerar
únicamente esa distancia se omite la
existencia de complejas y heterogéneas
características estructurales y fl orísticas
del paisaje; en particular se ignoran to-
dos aquellos elementos arbóreos que
hemos descrito y que están fuera de los
fragmentos de selva, mismos que son
de herbicidas que se realizan bajo su
copa y excluir de ahí por periodos re-
lativamente cortos al ganado. La rica y
diversa vegetación arbórea que se rege-
nera bajo estas condiciones permite se-
leccionar especies de selva para sustituir
al árbol remanente del dosel original.
Para el mantenimiento de la biodi-
versidad nativa de Los Tuxtlas es indis-
pensable la conservación de los frag-
mentos de selva más extensos que aún
quedan en la región, y para ello, dete-
ner la tala es crucial. En este sentido, el
decreto de la Reserva de Biosfera de
Los Tuxtlas es muy alentador.
Manejo de la biodiversidad
La conectividad del paisaje es un con-
cepto que en su acepción más simple
se puede defi nir como lo contrario al
aislamiento de los elementos que lo
conforman. Este concepto tiene un
componente estructural que se refi ere
a la cantidad de contactos físicos, por
ejemplo, entre remanentes de selva, así
como a la magnitud de las distancias
que los separan (fotografía 8.5). La co-
nectividad incluye además el aspecto
funcional de las conexiones, lo cual se
refi ere a la frecuencia e intensidad del
fl ujo de organismos, nutrimentos, ma-
teria o energía entre los elementos del
paisaje. En el caso de paisajes forestales
fragmentados, dicha conectividad de-
termina en que medida los individuos
parte integral del paisaje actual (foto-
grafía 8.7). En este paisaje, los fragmen-
tos remanentes de selva difícilmente
pueden ser considerados como “islas
de selva” inmersas en un “mar de pas-
tos”, debido principalmente a que los
numerosos y heterogéneos elementos
arbóreos que encontramos en los po-
treros y otras áreas abiertas al cultivo,
ofrecen sitio de refugio temporal, des-
canso o incluso alimentación a la fauna
nativa de la selva que sale de los frag-
mentos (fotografía 8.8).
Los árboles aislados, corredores ripa-
rios y cercas vivas ocupan un área mí-
nima de las zonas abiertas al pastoreo
y cultivo. En Los Tuxtlas, la suma de la
cobertura arbórea de todos estos ele-
mentos arbóreos es menor a 10% de la
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6
los tuxtlas. tierra mítica 257
extensión que ocupan las zonas conver-
tidas en potreros y campos agrícolas. Lo
anterior explica porqué dichos elemen-
tos arbóreos son ignorados sistemática-
mente al analizar e interpretar imágenes
de satélite y fotografías aéreas, ya que la
mínima superfi cie que ocupan los hace
insignifi cantes. Sin embargo, la impor-
tancia de los árboles aislados y de los
que se encuentran en potreros y campos
agrícolas no radica en la superfi cie que
ocupan, sino en su papel como elemen-
tos conectores que reducen la “distan-
cia-esfuerzo” requerida por los animales
para cruzar las zonas abiertas al mover- FOTO
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7
el futuro de la reg ión258
se entre fragmentos (fotografía 8.9). La
presencia de árboles de selva al interior
de los potreros convierte la distancia
que separa a los fragmentos, en peque-
ños brincos o recorridos que requieren
de menor esfuerzo. En particular, los
árboles aislados en potreros funcionan
como stepping stones al ofrecer múltiples
sitios de percha dispersos en medio de
las zonas abiertas, proveyendo de una
intrincada y dispersa red de nodos co-
nectores, frecuentemente utilizada por
especies de animales voladores.
Aunque algunos organismos de la
selva que son importantes dispersores
de semillas no utilizan los árboles de los
potreros, tales como los monos y otros
mamíferos arborícolas no voladores. La
gran mayoría de aves y murciélagos fru-
gívoros que diseminan las semillas de
los árboles que forman el dosel de la
selva, sí los usan frecuentemente, no so-
lamente como sitios de percha o relevo
temporal al cruzar los potreros, sino que
además se alimentan de sus frutos.
Algo similar debe ocurrir con los
animales voladores que polinizan las
fl ores de las especies de selva (inclu-
yendo aves y murciélagos nectarívo-
ros), en particular con los insectos, de
quienes hace falta investigar la fre-
cuencia con que utilizan los árboles
de los potreros en Los Tuxtlas.
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261
VIII. Recapitulación
Arbolado y conservación de la biodiversidad
La conversión de la selva en potreros no se ha traducido aún en la pérdida total de la
diversidad fl orística del ecosistema original, ni tampoco se ha llegado a una situación irrever-
sible que imposibilite la regeneración de la vegetación nativa, a pesar de la severa alteración
ecológica del paisaje estudiado (fotografía 9.1). De hecho, después de casi medio siglo de ha-
berse iniciado la deforestación de la selva en la zona, así como de varias décadas de pastoreo
continuo de los potreros, éstos mantienen todavía una muy notable riqueza de especies de
plantas y un componente importante de ellas son especies de la selva original (fotografía 9.2).
Los árboles de selva que todavía encontramos al interior de los potreros y demás plantas de
selva asociados a ellos, constituyen fuentes de propágulos o semilleros idóneos que nos permi-
tirían asegurar y acelerar la restauración de la selva en los campos ganaderos si así lo deseamos
(fotografía 9.3); siempre y cuando se garantice la conservación y fl ujo de los animales, que son
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recapitulación262
Un aspecto que no podemos dejar
de señalar es que, bien manejados, los
árboles en los potreros tienen un gran
potencial no sólo en la conservación de
la biodiversidad nativa, sino también en
el uso y benefi cio forestal, que está sien-
do desperdiciado. Por desgracia, actual-
mente son muy pocas las especies tropi-
cales que, además del cedro (C. odorata),
son apreciadas como maderables o para
otros usos forestales (fotografía 9.5). En
los potreros fácilmente pueden crecer
diversas especies nativas pertenecientes a
las familias Meliaceae, Lauraceae y Sapo-
es fuente de leña, madera, frutos co-
mestibles y varios otros recursos (con-
dimentos, resinas, medicinas, etc.), cuya
importancia y uso para los pobladores
disminuye continuamente, situación
que sería muy importante revertir a fi n
de revalorar y garantizar la permanen-
cia de árboles al interior de los pre-
dios. En la actualidad el arbolado de los
potreros se usa primordialmente como
sombra para el ganado, protección al
cauce de los ríos y como postes vivos
para fi jar el alambre que subdivide a
los predios (fotografía 9.4).
los vectores del polen y de las semillas
de las plantas de la selva en el paisaje
fragmentado y trasformado por las ac-
tividades humanas.
La relativamente reciente deforesta-
ción de la zona (en escalas de tiempo
ecológicas) explica en parte la alta ri-
queza fl orística detectada; sin embar-
go, también son cruciales las prácticas
selectivas de tala o apertura de la selva,
así como el manejo posterior del arbo-
lado dejado en pie que han realizado
los pobladores del sitio. El arbolado de
las zonas transformadas por el hombre
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los tuxtlas. tierra mítica 263
taceae, entre otras, cuya madera es de
excelente calidad y podrían convertirse
en recursos importantes si la industria
maderera lo demanda. Algo similar pue-
de decirse de numerosas especies arbó-
reas comestibles (frutos principalmente)
que solamente se aprecian de manera
local pero que podrían comercializarse
en ciudades cercanas. Por último, debe
mencionarse el enorme potencial que
numerosas especies arbóreas y arbustivas
de la selva tienen como forraje para el
ganado, particularmente durante la épo-
ca de seca o estiaje, en la que los pastos
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recapitulación264
de largo plazo, como el que hemos lle-
vado a cabo en Los Tuxtlas, seguir los
cambios que realizan los investigadores
como producto del desarrollo del tra-
bajo y de la obtención de resultados.
Un buen ejemplo de ello es el proyecto
acerca de la Regeneración de la Selva,
que un grupo de investigadores del Ins-
tituto de Ecología, A.C., iniciamos hace
dos décadas en la sierra de Los Tuxtlas.
Nuestra fi nalidad era proponer nuevas
alternativas para la conservación de la
biodiversidad de la selva húmeda, ame-
nazada por la deforestación y la frag-
mentación. La investigación se centraba
en la selva. Buscaba en el proceso de re-
generación o cicatrización de los claros
que se abren debido a la caída o muerte
de árboles, clave para la conservación
Los estudios se hacían al interior de la
selva durante muchos años. Así podía-
mos haber trabajado indefi nidamente
(fotografía 9.6). Sin embargo, un buen
día ocurrió algo que cambió la natura-
leza del proyecto y la forma de pensar
del grupo de investigadores. La parcela
de selva donde se llevaban a cabo las in-
vestigaciones, de la noche a la mañana,
desapareció, dejando su lugar a un po-
trero. Este cambio violento y abrupto
nos enseñó que la transformación de la
selva puede ser rápida y repentina, pero
sobre todo nos mostró que hay más de
un punto de vista para conocer y en-
tenderla. La selva desde fuera, desde la
distancia, se ve muy diferente, parecería
no crecen y el ganado pierde peso; local-
mente se emplean de manera esporádica
al cocuite, cosquelite y palo mulato. Sin
lugar a dudas, el empleo del follaje de
estas especies podría perfeccionarse para,
incluso, engordar a los animales durante
el estiaje, pero además muchas especies
nativas de Leguminosae, Moraceae, etc.
podrían tener una calidad forrajera ex-
celente y su uso debe impulsarse.
Los potreros veracruzanos que con-
tendrían una riqueza fl orística tan alta
como la estudiada aquí, se circunscri-
ben a zonas o paisajes en los que la
deforestación es relativamente recien-
te y en donde todavía encontramos
remanentes o fragmentos de selva o
bosque original. Dichos fragmentos
representan el último refugio para los
animales que dispersan el polen o las
semillas de los árboles y otras plantas
de la selva, y sin ellos es prácticamente
imposible la regeneración del diverso
arbolado de los potreros. El potencial
de conservación a futuro de la poca
selva veracruzana que aún nos queda,
sería sustancialmente incrementado si
las áreas agropecuarias que la rodean,
constituyeran potreros o campos de
cultivo arbolados, en los que se imple-
menten prácticas alternativas de ma-
nejo que favorezcan la regeneración
del profuso y rico arbolado nativo, sin
detener la producción agropecuaria.
En este contexto es fascinante la evo-
lución de un programa de investigación FOTO
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los tuxtlas. tierra mítica 265
recapitulación266
tratarse simplemente una cuestión de la
escala; pero en este caso, la percepción
del conjunto infl uyó en la forma de
abordar la investigación, hasta el punto
que el proyecto original de Regenera-
ción de la Selva se transformó en el de
Conservación de la Selva desde fuera
de la Selva.
El nuevo proyecto cambió de la es-
cala del territorio hasta abarcar tanto
a la selva como al potrero y la escala
temporal del estudio se prolongó hasta
casi el origen de la selva en la región.
La selva siguió siendo el punto de refe-
rencia, pero la nueva unidad de trabajo
fue el paisaje, tanto sus cambios de larga
duración como sus transformaciones de
corto plazo. Esto supone considerar a la
selva como el resultado de la adaptación
del conjunto de las especies que lo for-
man a un ambiente que ha tenido una
historia geológica y biogeográfi ca larga
y compleja, y una historia de interven-
ción humana prolongada e intensa.
En los potreros descubrimos árboles
solitarios de la selva, un vestigio dejado
por el manejo agrario de los pueblos
prehispánicos. Nos dimos cuenta de que
esos árboles atraían un gran número de
especies de aves frugívoras, un elemento
que posibilita el movimiento de las aves
y sus semillas a través del paisaje. Una
pieza clave para el manejo del paisaje y
la conservación de la selva.
Los árboles aislados: 1) mejoran la
conectividad del paisaje y 2) concen- FOTO
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7
los tuxtlas. tierra mítica 267
tran semillas en el suelo bajo su sombra,
facilitando la germinación y crecimien-
to de especies secundarias, pioneras
Son componentes fundamentales clave
para la biodiversidad y para la regenera-
ción de la selva en sitios abandonados.
Esto nos abrió perspectivas interesan-
tes: manejar la conectividad del paisaje
para conservar la biodiversidad local y
mantener el potencial de regeneración
natural. Conocer la historia ambiental
de la sierra con la fi nalidad de entender
la situación actual del paisaje. Colabo-
rar a que la selva de Los Tuxtlas sea un
recurso renovable (fotografía 9.7).
En este libro, por primera vez, pusi-
mos todo junto, tratando de dar cohe-
rencia a mucha información que hemos
generado durante años. Pretendemos
que sea el punto de partida para futuros
estudios de la ecología del paisaje y para
la construcción de la historia ambiental
de la región de Los Tuxtlas.
Pretendemos ofrecer al lector los
elementos necesarios para compren-
der la región, sus paisajes y su gente,
los problemas que enfrentan todos los
días para mejorar su vida, la lucha por
lograr que su desarrollo sirva también
para mantener la diversidad biológica
y su deseo de ser los autores de su pre-
sente y su futuro (fotografía 9.8).
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