Domingo de Ramos - Pasión del Señor - A
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Ciclo A
Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
La multitud extendió sus mantos por el camino,
algunos cortaban ramas de árboles y
alfombraban la calzada. Y la gente
gritaba: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en
el cielo!
Mt 21, 1-11.
Una multitud aclama gozosa a Jesús en su entrada a Jerusalén:
¡Hosanna!
Días más tarde, las turbas gritarán: ¡Crucifícale!
Miles de voces aclaman al hijo de David; el viernes
santo pedirán a gritos, ¡soltad a Barrabás!
Así se desencadena la tragedia del Hijo del
hombre.
La Pasión de Jesús estremece al lector. Contemplamos la puesta en escena de un proceso largamente
maquinado contra Jesús. El hombre justo, que pasó su vida haciendo el bien, recibe toda clase de
vejaciones y crueldades. El bien que derrochó se ve correspondido con el rechazo, la burla y la muerte..
¡Qué absurda nos parece esta muerte! Y al mismo tiempo, ¡cuán abandonado está Jesús en manos
de su Padre! Hasta el último momento se entregará para hacer, en todo, su voluntad.
Con un gesto de afecto, propio de la amistad,
Judas traiciona a Jesús.
¡Es una cruel paradoja! Este gesto nos hace
pensar en cuántas veces las
manifestaciones de ternura son auténticas o, por el contrario, no
responden a lo que vive y siente el corazón.
Dios ofrece su amor, pero acepta que el hombre lo rechace. Se sitúa al lado de todos los que sufren
injustamente, heridos por la iniquidad del mal. En medio de las desgracias y los males del mundo, Dios
está allí, crucificado, maltratado y tendido con los que sufren y mueren.
¿Hemos pensado que nosotros podemos ser causantes de pasión y sufrimiento? Mucha gente
sufre en el mundo: niños maltratados y abusados, personas solas, ancianos, indigentes sin techo…
Cuando apartamos a Dios de nuestras vidas, el mal se adueña de todo y causa estragos. Es el rechazo a
Dios lo que provoca tanto dolor.
Más allá de una lectura social o política sobre la Pasión de Cristo, deberíamos ahondar en nuestras
actitudes. A veces, somos causa de dolor para familiares, amigos, vecinos... Por tonterías o
frivolidades generamos problemas que hacen sufrir a los demás. Cada día se dan en el mundo muchas
pasiones: las que provoca nuestro egoísmo.
La Pasión no es un mero recordatorio de unos hechos, sino una actualización viva de la muerte y resurrección de Jesús. Los cristianos hemos de ser
valientes para asumir el sufrimiento por amor. Nuestra cruz es el lastre y el peso que asumiremos,
consecuencia de nuestro amar. Entonces estaremos haciendo viva y real la pasión de Cristo
en nuestras vidas.
Dios es capaz de sufrir a manos de la criatura que
ama. Jesús, dócil al Padre, acepta este sufrimiento.
Huir, resistir o defenderse son actitudes muy
humanas. Pero Jesús adopta la actitud de Dios,
y aquí se manifiesta de forma sobrecogedora su
íntima unión. Asume el mal, lo acepta, cae bajo su
crueldad y muere perdonando a sus
verdugos.
La docilidad de Jesús no es una llamada a ser pasivos ante los males del mundo. Nos anima a contemplar
el dolor con ojos trascendidos y confiando en la fuerza del amor. En esta Semana Santa, seamos capaces de mirar a Cristo desde su sufrimiento
para identificarnos con él. Que nos llegue su fortaleza interior, su fidelidad al Padre hasta el
último momento. Solo así comprenderemos que la muerte no tiene la última palabra. Solo así
llegaremos a vivir una auténtica Pascua.
Textos: Joaquín Iglesias Aranda.
http://homilias.blogspot.com
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