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Estrategias profesionales: vías de construcción del proyecto ético-
político del Trabajo Social en Argentina
marxismo y trabajo social
Silvina Pantanali
abril de 2015
Cátedra Libre: marxismo y trabajo social
Debates actuales en Trabajo Social – abril de 2015
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Pantanali, Silvina
Estrategias profesionales: vías de construcción del proyecto ético-político del Trabajo Social en Argentina. - 1a ed. - La Plata: Dynamis, 2015.
E-Book.
ISBN 978-987-45825-1-5
1. Trabajo Social. 2. Estrategias Profesionales. I. Título
CDD 361.3
Fecha de catalogación: 30/03/2015
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Estrategias profesionales: vías de construcción del proyecto ético-político del Trabajo Social en Argentina
Mag. Silvina Pantanali1
Introducción
Uno de los cuestionamientos más comunes a la perspectiva histórico-crítica del
Trabajo Social en el marco del debate profesional es que, en las críticas condiciones socio-
históricas en las que desarrollamos nuestro ejercicio profesional en la contemporaneidad, una
formación teórico-metodológica y ético-política que tenga sus fundamentos en la obra de
Marx, no establece diferencias cualitativas en los resultados de los procesos de intervención
con respecto a las respuestas profesionales dadas a las demandas de los usuarios de políticas
sociales, en función de sus necesidades e intereses. Frases triviales como “de qué te sirve la
perspectiva histórico-crítica cuando no tenés recursos”, “al final, todos terminamos haciendo
lo mismo”, etc., expresan este cuestionamiento en el cotidiano del ejercicio profesional.
Contrariamente a esta posición que niega, por un lado, el papel de la teoría en los
procesos de intervención y por otro, la fecundidad y vigencia del marxismo para explicar los
procesos y dinámica del capitalismo contemporáneo, este trabajo ha sido elaborado con la
intencionalidad de mostrar, a partir de recuperar las prácticas de profesionales que reivindican
dicha perspectiva teórico-política, las posibilidades objetivas inscriptas en la realidad de
desarrollar un ejercicio profesional crítico cuando el Trabajo Social es concebido
estratégicamente, y por lo tanto, las posibilidades así como las vías de construcción de un
proyecto profesional ético-político en Argentina, que busque ligar la profesión al proyecto
societal emancipatorio de la clase trabajadora.
Este texto recupera también elaboraciones de referentes teóricos de la perspectiva
histórico-crítica y sintetiza parte de los resultados de la investigación llevada a cabo para la
elaboración de la Tesis de Maestría en Trabajo Social de la Facultad de Trabajo Social de la
1 Magister en Trabajo Social (UNLP), Profesora Adjunta de la cátedra Trabajo Social 3 de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata, integrante del equipo profesional del Centro de Tratamiento Ambulatorio Integral (CTAI) de la Secretaría de Niñez y Adolescencia de la Provincia de Buenos Aires.
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Universidad Nacional de La Plata, presentada en el año 2014. La investigación tuvo como
universo de análisis a trabajadores sociales que desarrollan su actividad profesional en las
políticas de Niñez y Adolescencia, en la ciudad de La Plata, pero consideramos que el análisis
de las determinaciones de la actividad profesional realizado, permite considerar la posibilidad
de generalización de los resultados a sectores más amplios del colectivo profesional que se
posicionan desde dicha perspectiva.
El carácter estratégico del Trabajo Social
Consideramos que la diferencia sustancial de los trabajadores sociales que desarrollan
su actividad posicionados desde la perspectiva histórico-crítica o marxista en relación a colegas
que adscriben a otras perspectivas teórico-políticas es que, ellos son conscientes de la
dimensión política del Trabajo Social. Comprenden la profesión como una mediación entre las
clases sociales antagónicas de la sociedad capitalista y por lo tanto, polarizada por los intereses
de estas clases. Como explica Marilda Iamamoto, el Trabajo Social:
“Participa tanto de los mecanismos de dominación y explotación como también, al
mismo tiempo y por la misma actividad, da respuesta a las necesidades de sobrevivencia
de las clases trabajadoras y de la reproducción del antagonismo en esos intereses
sociales, reforzando las contradicciones que constituyen el móvil básico de la historia. Es
a partir de esta comprensión que se puede establecer una estrategia profesional y
política para fortalecer las metas del capital o del trabajo, pero no se puede excluirlas
del contexto de la práctica profesional, ya que las clases sólo existen inter-relacionadas”
(Iamamoto, 1992: 89, cursivas en el original).
Entonces, es la comprensión del carácter contradictorio de las políticas sociales en
tanto base de sustentación funcional-laboral de los trabajadores sociales (Montaño, 1997) y
por lo tanto de la profesión, el fundamento para concebir estratégicamente la intervención
profesional, intentando fortalecer los intereses de la clase trabajadora.
Además de este carácter contradictorio, que crea las condiciones de posibilidad para
que el trabajador social se proponga alterar la direccionalidad socio-política buscada por las
clases dominantes en la intervención estatal sobre la “cuestión social”, el Trabajo Social tiene
ciertos márgenes de maniobra y libertad para configurar sus modos de actuación, es decir, una
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autonomía profesional relativa (Iamamoto, 1992), fundada en nuestra calificación profesional,
la reglamentación jurídica de nuestra actividad (Código de Ética y Ley de Ejercicio Profesional),
las organizaciones de defensa de los intereses profesionales (Colegios), y de nuestros intereses
como trabajadores (sindicatos).
Pero además, como hiciera notar desde sus primeras elaboraciones esta autora:
“Simultáneamente, el asistente social tiene como base social de sustentación de su
relativa autonomía - y con ella, la posibilidad de redireccionar su trabajo para rumbos
sociales distintos de aquellos esperados por sus empleadores - el propio carácter
contradictorio de las relaciones sociales. O sea, en ellas se encuentran intereses sociales
antagónicos que se refractan en el terreno institucional en cuanto fuerzas socio-políticas
en lucha por la hegemonía y que pueden anclar políticamente el trabajo realizado. Las
necesidades sociales y aspiraciones de los segmentos subalternos, que son el público
blanco del trabajo profesional, pueden potenciar y legitimar los rumbos impresos al
trabajo del asistente social, a contramano de las definiciones “oficiales”.” (Iamamoto,
2007: 422).
En principio, se hace necesario explicitar qué implica concebir el Trabajo Social en
términos estratégicos. En una primera aproximación a la categoría estrategia podemos decir
que, es la combinación de acciones - medios - para alcanzar el objetivo - fin -, considerando las
fuerzas sociales antagónicas en presencia2.
Concebir la actividad profesional en términos estratégicos, requiere entonces indagar
sobre las posibilidades y límites puestos por la realidad, a partir del análisis de las situaciones
concretas3, en pos de ampliar los márgenes de autonomía para imprimir a los procesos de
intervención la direccionalidad socio-política buscada por el profesional.
2 Lenin y Trotsky son quienes se apropian críticamente de las elaboraciones de Clausewitz (2008) sobre estrategia y táctica en el análisis de las relaciones interestatales para elaborar su concepción sobre las relaciones entre las clases, es decir, su teoría de la lucha de clases. 3 Como plantea Lenin, “el análisis concreto de la situación concreta es el alma viva, la esencia del marxismo”.
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Contra toda posición mesiánica o fatalista acerca de las posibilidades de la profesión
en una realidad histórica que nos desafía cotidianamente, compartimos con Yolanda Guerra
que:
“…la relación entre límites y posibilidades sólo puede ser determinada dialécticamente.
Por ser un proceso contradictorio ella debe ser permanentemente valorada, y más que
eso, redefinida. Por lo tanto necesitamos profesionales calificados para encontrar en el
movimiento de lo real, su dinámica y sus posibilidades reales, profesionales estos que
consideren que los límites puedan ampliarlos permanentemente” (Guerra, 2004).
Los autores que sostienen una concepción marxista del Trabajo Social apelan a la noción
de estrategia en relación a dos cuestiones de la profesión. Una, es la de pensar la intervención
profesional como estrategia o estrategias y no, como método o métodos de intervención
profesional, distinguiendo claramente entonces, entre método - de conocimiento - y
estrategias de intervención. Otra es la de comprender el proyecto ético-político profesional
como estrategia de enfrentamiento de las condiciones actuales de la práctica profesional,
articulado al proyecto emancipador de las clases explotadas y oprimidas.
Estrategias de intervención
Concebir la intervención profesional como estrategia, a partir del conocimiento de la
vida social, históricamente determinada - que sí requiere de un método, el crítico-dialéctico,
que se desprende de las categorías ontológicas del objeto, la sociedad burguesa - es entender
que la actividad profesional no puede ser concebida como un método de intervención en la
realidad, específico del Trabajo Social. No hay una metodología de intervención profesional en
el sentido de pautas de intervención, elaboradas a priori, independientemente del objeto y sus
determinaciones universales, particulares y singulares.
Contrariamente, la perspectiva marxista del Trabajo Social, comprende la importancia
de sustentar una matriz teórico-metodológica fundada en una ontología del ser social (Lukács,
2004) por lo tanto, con una fecundidad explicativa de la vida social que es, entonces, guía para
la acción en esta sociedad. La teoría como reconstrucción, en el plano del pensamiento, del
movimiento de lo real, es también teoría de las posibilidades de acción (Iamamoto, 2000: 101).
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Entonces, para esta perspectiva: “El problema de la práctica en Trabajo Social es
teórico: si sabemos leer la realidad, podemos encontrar las posibilidades de hacer”.4 Será una
correcta reconstrucción analítica de la situación concreta, es decir, de las múltiples
determinaciones y mediaciones que la constituyen como situación problemática y por la cual
se demanda la acción profesional, la “guía” para construir una respuesta competente.
Se hace necesario profundizar, a esta altura, sobre el carácter ontológicamente
contradictorio e histórico del ser social, para entender por qué esa respuesta profesional se
articula, se despliega, en una estrategia. En una sociedad fundada en la dinámica
contradictoria de las clases como es la sociedad capitalista, los intereses y necesidades,
objetivos y fines, valores y principios, de las clases fundamentales se condensan y articulan en
proyecciones colectivas para todos los integrantes de la sociedad, como proyectos de sociedad
en disputa por la hegemonía (Netto, 2003).
Los trabajadores sociales, como sujetos que desarrollan una práctica social específica,
buscarán imprimirle a ésta una dirección social que concretiza uno de los proyectos societales
en juego, en confrontación con los otros proyectos. A su vez, distintos trabajadores sociales
adscribirán a distintos proyectos societales y por lo tanto, no hay una única direccionalidad
social de la acción profesional ni un único proyecto profesional5 (Netto, 2003).
Asimismo, los efectos objetivos de la intervención profesional no dependerán sólo de
la opción política y voluntad del trabajador social, sino de las relaciones de fuerzas sociales
presentes en ese proceso, que condicionarán en mayor o menor medida el control de dicha
direccionalidad. Entonces, se hará necesario desplegar acciones, considerando esas relaciones
de fuerza, que combinadas, intenten alcanzar los objetivos y finalidades puestos a esa
intervención. Esas acciones combinadas son las estrategias de intervención.
4 Notas de clase de la Asignatura “Tendencias en el Trabajo Social desde un enfoque histórico”, dictada por la Profesora Iamamoto en la Maestría de Trabajo Social de la UNLP, año 2010. 5 “Los proyectos profesionales presentan la auto-imagen de una profesión, eligen los valores que la legitiman socialmente, delimitan y dan prioridad a sus objetivos y funciones, formulan los requisitos (teóricos, institucionales y prácticos) para su ejercicio, prescriben normas para el comportamiento de los profesionales y establecen las bases de su relación con los usuarios de sus servicios, con las otras profesiones y con las organizaciones e instituciones privadas y públicas (entre éstas, también y destacadamente con el Estado, al que cabe históricamente el reconocimiento jurídico de los estatutos profesionales)”(Netto, 2003:274-5).
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La intervención es despliegue de estrategias porque implica la proyección de objetivos
y finalidades, la investigación y selección de medios para alcanzarlos (actividades,
instrumentos, recursos) y la realización de esos fines - proceso que caracteriza toda forma de
praxis social -, que dependerán del proyecto socio-político en que se inscribe el profesional y
de las relaciones de fuerzas sociales presentes en ese proceso, así como de las
determinaciones objetivas y subjetivas de esa actividad profesional.
En este sentido, Andrea Oliva, señalando una determinación muy importante y en
general, poco evidenciada en el análisis de la intervención profesional, como es la propia
historia de vida del trabajador social, nos dice que:
“El desarrollo de estrategias de intervención no está determinado únicamente por el
posicionamiento del trabajador social, ni por la dirección política de la institución, ni por
los usuarios, sino por una compleja y dinámica relación que está determinada por
diversos recursos, mediados por una articulación que se condensa en el arsenal operativo
en un momento histórico determinado.
Indudablemente la intervención no se explica con el sólo análisis de las políticas sociales
o con las determinaciones institucionales. Esto se evidencia cuando encontramos que con
recursos similares los distintos trabajadores sociales pueden desarrollar estrategias de
orientación opuesta. En este sentido, consideramos que la propia historia de vida del
trabajador social es un punto que no puede ser eludido para entender la articulación de
recursos, dado que existen diferenciadas concepciones teóricas, pero también diversas
maneras de comprender el dolor ajeno… o el significado de las condiciones de vida que
encierra la falta de luz eléctrica, la falta de agua corriente, etc.” (Oliva, 2007: 15).
En esta concepción de la intervención profesional como estrategias de intervención, las
distintas actividades seleccionadas y llevadas a cabo por el trabajador social para realizar los
objetivos puestos por él a ese proceso, son comprendidas como “tácticas operativas” ,
superadora de su conceptualización como procedimientos y técnicas .
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El proyecto ético-político profesional como estrategia de enfrentamiento de las condiciones actuales de la práctica profesional
La comprensión del proyecto ético-político profesional como estrategia de
enfrentamiento de las condiciones actuales de la práctica profesional y articulado a un
proyecto societal emancipador (Guerra, 2005), que implica enfrentar “con competencia y
compromiso, en el interior de las fuerzas sociales progresistas, las condiciones que viven los
trabajadores (con y sin empleo) y demás sectores subalternos” (Montaño, 2003: 22) tiene los
mismos supuestos subyacentes a los de la intervención comprendida como estrategia: el
carácter irreconciliable de los antagonismos de clase que caracterizan a la sociedad capitalista
y la necesaria articulación de intereses y necesidades, objetivos y finalidades, principios y
valores de los sujetos, en proyectos colectivos.
El proyecto ético-político, como todo proyecto, es una anticipación ideal de los
resultados buscados con el desarrollo de determinadas acciones, en este caso, las acciones
profesionales de los trabajadores sociales, en tanto colectivo profesional. En este sentido,
como plantea Yolanda Guerra:
“Un proyecto profesional se constituye como una guía para la acción, puesto que
establece finalidades o resultados ideales para el ejercicio profesional y las formas de
concretarlo. Su ámbito es el de la sistematización a nivel de la conciencia que se tenga de
los procesos y prácticas sociales, de las finalidades propuestas y de los medios para su
realización”. (Guerra, 2006: 266)
La categoría “ético-político” con que se ha denominado el proyecto profesional crítico
del Trabajo Social en Brasil6, es tomada de las elaboraciones de Antonio Gramsci sobre el
proceso de constitución de las clases sociales, donde califica a la política, en sentido amplio,
como momento de “catarsis” (Iamamoto, 2007: 227) , como momento de transición de clase
en sí - de la esfera de la manipulación inmediata del mundo - a clase para sí - a la esfera de la
totalidad, de la participación en la genericidad humana -. El momento ético-político es, cuando
6El origen de este proyecto ético-político puede rastrearse en el proceso de enfrentamiento y crítica del conservadurismo profesional que se desarrolla en Brasil, en la transición de la década del 70 al 80, en el marco del enfrentamiento a la Dictadura, cuando el proletariado del ABC paulista conforma la Central Única de Trabajadores (CUT), proceso que luego dará origen al Partido de Trabajadores (PT).
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la clase - que existe objetivamente - se organiza y lucha en defensa de sus intereses comunes
en tanto intereses universales.
La denominación del proyecto profesional como “ético-político” estaría dando cuenta
de un nivel de madurez en la experiencia y la reflexión del colectivo profesional, o al menos en
amplios sectores, donde ha alcanzado la comprensión de que sus intereses en tanto profesión
están indisolublemente ligados a los intereses de la clase trabajadora y demás clases
explotadas y oprimidas de la sociedad contemporánea.
Entonces, un supuesto básico de quienes sostienen la necesidad de construcción de un
proyecto ético-político profesional crítico es la vinculación de éste al proyecto societal
emancipador de estas clases. Vinculación que debería expresarse no sólo en un nivel lógico-
teórico sino en la realidad concreta, a partir de la relación establecida con los usuarios de
políticas sociales, y de acuerdos, convenios, estrategias de acción comunes con aquellas
organizaciones sociales, sindicales, políticas que encarnan hoy el proyecto societal que,
enfrenta al proyecto hegemónico que conduce a la barbarie social. Como plantea Yolanda
Guerra:
“Considero de mayor importancia buscar nuevas fuentes de legitimidad profesional,
ahora por parte de los usuarios de los servicios/políticas sociales. Eso significa construir
permanentemente una profesión que sea reconocida y legitimada socialmente, que
asuma sus compromisos siempre en el sentido y la dirección de la defensa de los
derechos sociales, invirtiendo en el proceso de emancipación de los sujetos, objetivando
la construcción de sujetos sociales autónomos. Eso significa colocarse en pos de los
intereses de las clases vulnerabilizadas que procuran nuestros servicios. Si eso es verdad,
entonces nuestra intervención debe privilegiar las prácticas de organización y
movilización de los usuarios de políticas sociales, revisando su protagonismo social. Las
cuestiones externas a la profesión se refieren a lo que compete a toda la sociedad, en
especial a la clase trabajadora. De esta participan los asistentes sociales. De ahí la
importancia de establecer pactos, vínculos, alianzas, teniendo como horizonte la
construcción de la contra-hegemonía” (Guerra, 2004).
Por otro lado, la construcción de un proyecto profesional de estas características
implica un nivel importante de organización del colectivo profesional, que se objetivaría tanto
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en la constitución como en la participación activa de amplios segmentos de trabajadores
sociales en asociaciones gremiales, académicas (colegios, asociaciones profesionales, institutos
y grupos de investigación, federaciones) así como en la elaboración y reconocimiento de un
marco jurídico (Ley de ejercicio profesional y Código de Ética) que regule la profesión desde los
principios, valores, que promueven dicho proyecto: la libertad, la democracia sustantiva y la
ciudadanía, los derechos humanos, civiles, políticos y sociales, las políticas sociales universales,
de calidad y constitutivas de derecho de ciudadanía, la eliminación de toda forma de
explotación y opresión (Montaño, 2003, 29-30).
Un tercer aspecto señalado enfáticamente por quienes plantean la construcción del
proyecto ético-político, y como condición sine qua non para superar la crisis de legitimidad
social de la profesión, es el de la cualificación: teórico-metodológica, instrumental-operativa y
ético-política. Como plantea José Paulo Netto:
“Si el Trabajo Social quiere enfrentar los retos contemporáneos tiene que tener densidad
teórica, no puede ser sólo un buen operador. Tiene que poseer cuadros de referencia que
le permitan comprender la dinámica de lo que sucede. Sumar calificación teórica a una
profesión donde la dimensión interventiva es constitutiva. En una profesión como la
nuestra no basta con tener un cuadro de referencia teórica que me permita comprender
el ahora; es necesario tener competencia interventiva, operativa; competencia técnica.
Pero esto tampoco es suficiente. En este momento tan rico, tan instigante, hay gente que
anuncia el fin del Trabajo Social, y yo creo que este es un momento de renovación del
Trabajo Social que sólo se concretará si actuamos. Pero en este cuadro, no basta saber
cómo hago, y además comprender teóricamente por qué yo actúo. Es necesario también
una competencia política que me permita discriminar fines y elegir entre fines. No operar
solamente con una racionalidad de medios, usar más una racionalidad de los fines”
(Netto, 2002: 28).
El debate en el Trabajo Social sobre el “proyecto ético-político profesional” data de los
años 90 en Brasil. Es traído al debate profesional en Argentina en la segunda mitad de la
década del 90, a partir de las publicaciones de la Editora Cortez y de la formación de posgrado
de trabajadores sociales en convenio con y en universidades de Brasil.
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Cabe cuestionarse sobre los alcances y desarrollo del mismo a nivel de cada país. Si
bien es indudable que el proyecto ético-político tiene una larga trayectoria y acumulación en
Brasil, tanto que podemos considerarlo hegemónico - por lo menos en el ámbito de la
formación y elaboración teórica - a partir de los años 90, es válido preguntarse hasta dónde,
en qué medida, los trabajadores sociales en nuestro país hemos desarrollado procesos de
organización, reflexión teórica, formación profesional, que nos permitan aseverar que estamos
construyendo un proyecto ético-político del Trabajo Social en Argentina.
Nuestra posición es que el Trabajo Social argentino está dando sus primeros pasos en
el camino de la construcción de un proyecto ético-político: está incluido temáticamente en la
formación profesional en algunas unidades académicas de nivel universitario7 y ha sido tema
convocante de Jornadas y Encuentros provinciales, nacionales y latinoamericanos realizados en
nuestro país8, se han realizado reformas a los Códigos de Ética y Ley de Ejercicio Profesional a
tono con los objetivos y finalidades sociales que promueve este proyecto, la organización
profesional comienza a desarrollarse con la participación activa de jóvenes trabajadores
sociales.
Por esta razón, nos parece más adecuado para describir la situación argentina, afirmar
que existe un sector minoritario de jóvenes trabajadores sociales formados en algunas
unidades académicas que han asumido como propios los postulados generales del proyecto
ético-político, más sus finalidades y objetivos en el sentido de “poner la profesión al servicio
del pueblo” - las clases subordinadas o la clase trabajadora - como parte de un proyecto
societal contrahegemónico, que la reflexión y asunción práctica de los medios para alcanzar
tales resultados.
Podemos decir que, esta “dimensión ético-política” es un norte en las prácticas de esta
nueva camada de trabajadores sociales que asume con compromiso y responsabilidad
profesional la lucha por la sustanciación de los derechos sociales y comprende claramente que
7 Entre ellas, la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y la Carrera de Trabajo Social de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN). 8 En el año 2005 se realizó en la entonces Escuela Superior de Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata, el Encuentro Latinoamericano “La formación y la intervención profesional en la sociedad contemporánea: hacia la construcción de un proyecto y/o proyectos ético-políticos”.
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las posibilidades de ampliación de los márgenes de autonomía profesional pasan por pensarse
y actuar colectivamente.
Entre el horizonte de transformación social que guía la intervención profesional de
estos trabajadores sociales - que hace necesaria la construcción de un proyecto “ético-
político” en Argentina, como estrategia del colectivo profesional para enfrentar las críticas
condiciones socio-históricas en que desarrollamos nuestra actividad - y el nivel de las
estrategias de intervención que implementan en el cotidiano del quehacer profesional - para
intentar brindar respuesta a las necesidades acuciantes de los sujetos usuarios de políticas
sociales -, los trabajadores sociales despliegan un nivel de estrategias en pos de ampliar los
estrechos márgenes de autonomía profesional: las estrategias profesionales.
Para poder comprender estas estrategias profesionales, daremos cuenta primero de
las críticas condiciones socio-históricas que hemos mencionado. En el próximo apartado
analizaremos cómo, las que consideramos dos determinaciones fundamentales de nuestra
actividad profesional, restringen de modo diverso la autonomía de los trabajadores sociales y,
por lo tanto, las posibilidades de aportar a la construcción de un proyecto profesional crítico:
las políticas sociales y las condiciones de trabajo.
Políticas sociales, condiciones de trabajo y autonomía profesional
La pérdida de derechos sociales y de su atención vía políticas sociales a partir de los
años 70 del siglo pasado, es una expresión del carácter regresivo de todas las transformaciones
operadas en la etapa contemporánea del capitalismo monopolista, en la ofensiva desplegada
por el capital contra el trabajo, denominada usualmente como “neoliberal”.
La ofensiva neoliberal fue la salida que encontraron las clases dominantes a la crisis de
acumulación capitalista abierta a principios de los años 70 ante el agotamiento del patrón de
acumulación keynesiano-fordista9 y específicamente de las particulares condiciones que
9 Sintéticamente, el patrón de acumulación keynesiano-fordista se caracteriza por: la producción en masa, la constitución/consolidación del operario-masa y del trabajo colectivo fabril, y por el rol del Estado en el proceso económico capitalista como administrador de las crisis y garante de determinados niveles de consumo, así como de la “integración” de la clase trabajadora, a través del “Estado de Bienestar” (ver Mandel, 1979).
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permitieron el llamado “boom económico de la segunda posguerra mundial”10, en un contexto
de ascenso de la lucha de clases a nivel mundial a partir de 196811 (Harvey, 2007). De hecho,
las clases dominantes debieron infringir duras derrotas a los trabajadores y sectores populares,
como imponer dictaduras militares en países capitalistas periféricos y quebrar importantes
huelgas obreras12 en países capitalistas centrales, para poder avanzar en las transformaciones
económicas, políticas, sociales y culturales que configuran el capitalismo contemporáneo.
Esta ofensiva capitalista buscó un restablecimiento de las tasas de ganancia y
acumulación previas a la crisis, a través de la financierización del capital13, una
reestructuración productiva14 y un ataque sin precedentes a las condiciones de vida y de
trabajo de la clase trabajadora, a partir del restablecimiento a largo plazo del desempleo
estructural crónico, la flexibilización y precarización laboral y la caída de los salarios reales, así
como de serios recortes a la seguridad social y los servicios sociales (Mandel, 1980) con la
llamada “Reforma del Estado”.
10 Nos referimos a que Estados Unidos, a la salida de la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en el imperialismo indiscutidamente hegemónico desde el punto de vista económico, político y militar, actuando como motor del desarrollo económico mundial, basado en: la destrucción masiva de fuerzas productivas en Europa provocada por la guerra, que permitió una baja composición orgánica del capital para reiniciar el ciclo de acumulación con altas tasas de ganancia, y el rol del stalinismo actuando como freno a la revolución europea a la salida de la guerra, en condiciones de extrema miseria de las masas, que permitió a la burguesía obtener altas tasas de plusvalía (ver Bach, 1998). 11 Ascenso que abarca, entre otros sucesos históricos, el Mayo Francés, el Otoño Caliente italiano, el Cordobazo en Argentina, la Revolución Portuguesa, etc. 12 Dos huelgas paradigmáticas son: la de los mineros en la Gran Bretaña de Thatcher en 1984/5 y la de los controladores aéreos en los Estados Unidos de Reagan en 1981. Una extensa filmografía da cuenta del “clima de época” en esos años, por ejemplo “Tocando al viento” de Mark Herman, “Billy Elliot” de Stephen Daldry, “Pan y Rosas” de Ken Loach, “Lunes al sol” de Fernando León de Aranoa. 13 La financierización del capital, por varios autores considerado el elemento central de la tercera etapa del capitalismo monopolista, expresa la exacerbación del carácter rentístico y parasitario del capitalismo: ante la superacumulación y la caída de las tasas de ganancias en la industria, parte sustantiva de los capitales no es invertida productivamente, buscando valorizarse en la esfera de la circulación, succionando sus ganancias (intereses) de la plusvalía global, que se genera en la esfera de la producción. Esta hipertrofia de las operaciones financieras (especulativas) en relación a la producción real de valores, es la que crea la “ilusión” de que se genera valores en la esfera de la circulación, que Marx denomina como capital fetiche (ver Harvey, 2007). 14 Reestructuración productiva: basada en la deslocalización de empresas a países periféricos con altas tasas de explotación de la fuerza de trabajo, la fusión y adquisición de empresas, la tercerización, los cambios en la organización del proceso productivo y de los procesos de trabajo, y la incorporación intensiva de los avances técnico-científicos a la producción. Todo esto facilitó la concentración y centralización del capital (ver Harvey, 2007).
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Diversos autores han analizado las consecuencias de estas transformaciones en el
“mundo del trabajo” y en las respuestas del Estado a la “cuestión social” en el ámbito
profesional (Siede, 2012; Cademartori, Campos y Seiffer, 2007; Guerra, 2007, 2012; Iamamoto,
2007; Montaño, 1997, 2003, 2005; entre otros).
Nos interesa aquí avanzar en los modos en que la precarización laboral que sufren casi
la mitad de los trabajadores sociales (Siede, 2012, 101)15 y la profundización del proceso
característico de las políticas sociales neoliberales - tercerización16 de servicios, vaciamiento
institucional y desfinanciamiento, provocando entonces, la precarización y
refilantropización/reprivatización de las respuestas a las manifestaciones de la “cuestión
social” (Roca y Lombardo, 2007: 16) - restringen la autonomía profesional en los distintos
espacios socio-ocupacionales. Como explica Iamamoto:
“El tránsito del análisis de la profesión a su efectivo ejercicio agrega un conjunto de
determinaciones y mediaciones en el trabajo profesional mediado por la compra y venta
de esa fuerza de trabajo especializada a las diferentes instituciones empleadoras de
diferente naturaleza: estatales, empresariales, organizaciones privadas sin fines de lucro
y representaciones de trabajadores. Esas relaciones establecidas con sujetos sociales
distintos condicionan el procesamiento del trabajo concreto cotidiano y el significado
social de sus resultados, al mismo tiempo que impregna esa actividad de los
constreñimientos del trabajo alienado. Ellos restringen en grados variados, la autonomía
profesional en la dirección social de ese ejercicio, con incidencias en su configuración
técnico-profesional” (Iamamoto, 2007: 40).
15 Nos atrevemos a generalizar estos datos a nivel nacional ya que, por un lado, en la Provincia de Buenos Aires se concentran aproximadamente 15.000 de los 30.000 trabajadores sociales matriculados de Argentina (Fuente: Presidente del Colegio de Trabajadores Sociales de la Provincia de Buenos Aires) y por otro lado, sabemos que muchas de estas transformaciones neoliberales por diversas condiciones histórico-políticas, adquieren sus manifestaciones más graves en el interior de nuestro país. 16 “El aislamiento (mediante la “sectorialización” de esferas de la sociedad) y la mistificación de la sociedad civil (definida como “tercer sector”), “popular”, homogénea y sin contradicciones de clases (que en conjunto buscaría el “bien común”), en oposición al Estado (entendido como “primer sector”, supuestamente burocrático e ineficiente) y al mercado (“segundo sector”, orientado por la procura del lucro), contribuye para facilitar la hegemonía del capital en la sociedad” (Montaño, 2005: 29).
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16
Cuando el espacio socio-ocupacional es en el ámbito estatal, la precariedad del vínculo
laboral puede ser utilizada como instrumento de disciplinamiento efectivo de los trabajadores
por parte del empleador ya que, cualquier cuestionamiento que haga el trabajador sobre su
trabajo (el modo de desempeñarlo, la falta de recursos, las condiciones en que lo realiza, los
requerimientos institucionales, etc.) puede implicar la pérdida de alguna de las condiciones
acordadas informalmente pero conculcadas legalmente, la rebaja salarial o directamente la
pérdida del empleo.
Los trabajadores precarizados ven así seriamente comprometida la “relativa
autonomía del asistente social en la conducción de sus acciones profesionales, socialmente
legitimada por la formación académica de nivel universitario17 y por el aparato legal y
organizativo que regulan el ejercicio de una “profesión liberal”18 (Iamamoto, 2007: 415). Si bien
compartimos con la autora que, la actividad profesional del Trabajo Social tiene también como
rasgo distintivo de una práctica “liberal”, la relación singular que se establece en el contacto
directo con los usuarios, que permite entonces, fundamentar estrategias particulares de
intervención (Iamamoto, 1992: 95), lo que observamos es que “la inestabilidad de los
trabajadores condiciona directamente las posibilidades y los alcances del trabajo profesional
(Pérez y Pantanali, 2005: 135).
Una de las consecuencias del disciplinamiento en la intervención profesional es que,
“los profesionales se ven obligados a cumplir con un protocolo de trabajo, en tanto
procedimiento pre-establecido para el abordaje de las situaciones problemáticas”(Pérez y
Pantanali, 2005: 135) - impuesto por las autoridades de la institución - , que desconsidera las
determinaciones y mediaciones que particularizan la situación problemática abordada. De
esta manera, se restringen las alternativas posibles que los trabajadores sociales podrían
definir junto a los usuarios para el enfrentamiento de sus necesidades sociales, materiales y
subjetivas.
17 Cabe aclarar que en el caso de Argentina no siempre la formación es de nivel universitario, puede ser de nivel terciario. 18 Código de Ética, Ley de Ejercicio Profesional, Colegios Profesionales.
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17
En cambio, los trabajadores sociales cuyo espacio socio-ocupacional es en el ámbito de
las organizaciones no gubernamentales (ONGs) en las que el Estado terceriza19 la prestación de
servicios sociales, no sufren este disciplinamiento por parte de los empleadores; tienen
autonomía para la definición de estrategias de intervención pero, las condiciones de trabajo
aún más precarias que las de los trabajadores estatales, la restringen de otra manera: el
pluriempleo, como sumatoria de dos o más empleos de pocas horas y bajos salarios, limita el
tiempo de trabajo disponible para el desarrollo de las estrategias.
Contrariamente, son notables las referencias que los trabajadores sociales con empleo
protegido y estable hacen en relación a sus posibilidades de tomar decisiones que incluso se
oponen objetivamente a los requerimientos institucionales, sin sufrir por ello represalias en lo
laboral.
Si las diversas condiciones de trabajo de los trabajadores sociales determinan
diferencias cualitativas en los grados de autonomía para direccionar la intervención
profesional, no ocurre lo mismo en relación a los recursos20 que conforman la política social.
Más allá de los matices en cuanto a la asequibilidad21 de recursos que existe entre las distintas
instituciones de las instancias estatales y las ONGs, la inexistencia o insuficiencia y precariedad
de los mismos para dar respuesta a las necesidades de los usuarios es el trazo distintivo de las
políticas sociales neoliberales.
19 El Estado “financia” con presupuestos cada vez más exiguos políticas sociales, dejando su implementación en manos de organizaciones no gubernamentales (ONGs) a través de convenios de “cooperación financiera”. Así, el Estado se desliga de su responsabilidad como garante de determinados derechos sociales - se produce una “refilantropización” de la “cuestión social” -, desfinancia progresivamente a las ONGs incumpliendo los convenios, llevándolas a una situación de ahogo presupuestario, con la consecuente precarización en la prestación de servicios y en las condiciones de trabajo de sus trabajadores (ver Montaño, 2005). 20 Tomamos la conceptualización de recursos propuesta por Andrea Oliva en “Los recursos en la intervención profesional del Trabajo Social (2007). 21 “Los recursos son asequibles cuando están disponibles o se pueden obtener para la intervención, siempre teniendo en cuenta ciertas condiciones, y en un momento determinado” (Oliva, 2007: 44).
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18
Es obvio que una política social no se reduce sólo a las prestaciones22 asequibles para
su ejecución - implica objetivos, lineamientos operativos, estructuras organizativas, etc.- pero
entendemos que constituyen la principal condición de posibilidad de materializar esa política,
más allá de los documentos, las declaraciones de las autoridades de turno y el compromiso y la
voluntad de los trabajadores que la implementan. La voluntad termina convirtiéndose en
voluntarismo estéril, cuando no existen prestaciones básicas para dar respuesta a necesidades
elementales como la alimentación, el transporte o el acceso a la atención de la salud, sin lo
cual es imposible siquiera pensar en la “restitución de derechos”; cuando no existen recursos
mínimos de funcionamiento como una computadora o el cartucho de tinta para la impresión
de los informes, o un espacio físico con privacidad para realizar una entrevista.
Quizás el recurso que establece una diferencia importante entre los trabajadores
sociales con respecto a los grados de autonomía es el tiempo. Cuando éste se convierte en uno
de los recursos con menor disponibilidad debido a la magnitud de usuarios que demandan, los
profesionales se ven obligados a intervenir sobre la “urgencia”. Lo “urgente” se define por la
gravedad extrema de la situación problemática, medida por el “riesgo” en relación a la
integridad psico-física que la vulneración de derechos provoca en los sujetos y las implicancias
políticas que podría tener para la institución empleadora su omisión en responder de algún
modo a la demanda, más allá de su calidad y efectividad. Por supuesto, son los trabajadores
precarizados de las instituciones estatales quienes más usualmente se ven sometidos a estas
condiciones y su autonomía para elaborar y desarrollar estrategias de intervención con los
usuarios de políticas sociales se ve así seriamente comprometida.
Sin estrategias de intervención que logren modificar aquellas condiciones que
motivaron la demanda debido a la inexistencia o insuficiencia de prestaciones y a la falta de
disponibilidad de tiempo, las intervenciones profesionales pueden terminar siendo
iatrogénicas. La insuficiencia y precariedad de los recursos puede tener como contrapartida
una desesperada “sobreintervención” de los profesionales, “compensatoria” de las
22 “Las prestaciones son recursos pre-definidos destinados a la cobertura de determinadas necesidades, que son otorgados a los usuarios que cumplen ciertos requisitos preestablecido. Estos recursos son la forma en que se materializan ciertas políticas, que varían de acuerdo al área con beneficios que pueden ser otorgados en dinero, bienes, servicios u órdenes de pago” (Oliva, 2007: 46).
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prestaciones que no existen. La “sobreintervención” es en realidad, intervención sin
estrategia.
La insuficiencia y precariedad de servicios de atención y otras prestaciones - junto a las
líneas de trabajo impuestas por las autoridades estatales a los trabajadores precarizados -,
condicionan significativamente la formulación y desarrollo de estrategias de intervención
junto a los usuarios de políticas sociales que contribuyan al ejercicio efectivo de sus derechos.
Contra estas críticas condiciones que trazan márgenes muy estrechos de autonomía para los
trabajadores sociales, desplegamos nuestras estrategias profesionales.
Estrategias profesionales: vías de construcción del proyecto ético-político
Reconocer la tensión existente entre, los condicionantes de la actividad profesional
impuestos por las instituciones empleadoras, que ponen límites a la autonomía de los
trabajadores sociales para el desarrollo de un proyecto profesional crítico, y las demandas de
los sujetos usuarios de las políticas sociales, “exige estrategias político-profesionales que
amplíen bases de apoyo en el interior del espacio ocupacional y sumen fuerzas con segmentos
organizados de la sociedad civil, que se mueven por los mismos principios éticos y políticos”
(Iamamoto, 2007: 424).
Como adelantamos, para el caso de Argentina nos parece pertinente hablar, más que
de un proyecto ético-político, de la existencia de un sector de jóvenes profesionales que
sustentan sus prácticas en la “dimensión ético-política” de la profesión, que propone la
perspectiva teórica histórico-crítica del Trabajo Social.
Desde aquí, conceptualizamos a las estrategias profesionales como conjuntos de
acciones conscientemente desplegadas por los trabajadores sociales que, combinadas, buscan
ampliar los márgenes de su relativa autonomía profesional, para alcanzar los objetivos y
finalidades de la dimensión ético-política puestos a la intervención en el ejercicio cotidiano de
la profesión, fundados en valores y principios y con los medios que disponen.
Las estrategias profesionales así entendidas, son mediaciones que ligan las estrategias
de intervención desplegadas por los trabajadores sociales en su quehacer cotidiano y los
objetivos y finalidades de la dimensión ético-política profesional, que plantean poner la
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profesión al servicio del proyecto emancipatorio de las clases explotadas y oprimidas de la
sociedad capitalista contemporánea. Son mediaciones para la objetivación de esa dimensión
ético-política en el cotidiano de la intervención profesional.
Por lo tanto, las estrategias de intervención de los trabajadores sociales desplegadas
en su actividad cotidiana son tácticas al considerarlas en su relación con la dimensión ético-
política profesional, con la cual este sector aún minoritario del colectivo profesional busca
imprimirle a la profesión una direccionalidad socio-política determinada. Esto requiere de la
construcción consciente de un proyecto profesional para disputar la hegemonía de dicha
direccionalidad al interior de la categoría profesional.
En este sentido, comprendemos que las estrategias profesionales que están
desarrollando hoy los jóvenes trabajadores sociales que sostienen una perspectiva-histórico-
crítica del Trabajo Social, están indicando las vías de construcción del proyecto ético-político
profesional en Argentina. Su construcción no es sólo un deseo o aspiración, sino una necesidad
objetiva para la ampliación de los márgenes de autonomía profesional, estableciendo una
relación de fuerzas más favorable para la categoría profesional al actuar como sujeto colectivo
y así, poder concretizar las finalidades puestas al ejercicio profesional. Como plantea Mallardi:
“Un proyecto profesional con una tendencia ético-política concreta, en su esfera teórica,
moral práctica y normativa, debe ser considerado como un mecanismo colectivo para
fortalecer la autonomía profesional, pues los objetivos y valores que orienten los
procesos de intervención no son expresiones individuales, sino resultado de acuerdos del
colectivo profesional” (Mallardi, 2014: 72/73).
A partir de la recuperación y análisis de las prácticas de estos trabajadores sociales,
identificamos las acciones o actividades que realizan en pos de ampliar los márgenes de su
relativa autonomía profesional. Comprendemos estas acciones como los “pilares” que,
combinados, constituyen las estrategias profesionales. Estos pilares son:
- formación y calificación
- supervisión
- constitución de equipos de trabajo
- constitución de redes interinstitucionales/organizacionales
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- organización profesional, sindical y de frente único
Formación y cualificación
Distinguimos dos aspectos de la formación: la formación de grado, aquella que nos
habilita y cualifica - o debería cualificar - para el ejercicio de la profesión en las condiciones de
la sociedad contemporánea, y aquella que se elige y realiza una vez finalizada la formación de
grado.
Los trabajadores sociales que adscriben a la perspectiva histórico-crítica valoran
positivamente la formación profesional adquirida. Los diferentes matices de opinión tienen
vinculación con las experiencias previas al ingreso a la carrera, a su historia de vida. Para quien
no ha tenido una educación con contenidos sobre fundamentos de la vida social, o algún tipo
de experiencia de militancia social o política, el ingreso a la carrera implica el “descubrimiento
de un mundo”, más precisamente, de un modo de concebir la realidad social y posicionarse en
ella. La valoración positiva de una formación que cualifica para el análisis de la realidad social y
de las posibilidades de acción profesional, se identifica con la perspectiva teórica marxista.
Si bien existe también una evaluación positiva del aporte de las prácticas de formación
profesional para la cualificación de los futuros trabajadores sociales, se señala los limitados
alcances de éstas en relación a las exigencias posteriores del ejercicio efectivo de la profesión.
Las prácticas de formación profesional se constituyen, para los futuros profesionales, en la
oportunidad de conocer sobre el ejercicio profesional en los diferentes ámbitos y espacios
socio-ocupacionales. Cuando éstas se han realizado en un ámbito diferente al que se
desempeñan posteriormente como profesionales, tal situación es vivenciada como un cierto
déficit en la cualificación.
Más allá de las prácticas de formación profesional, es unánime el señalamiento de los
límites de la formación de grado para garantizar un ejercicio profesional competente ante la
diversidad de espacios socio-ocupacionales que existen, la multiplicidad de instituciones
empleadoras, con sus particulares recortes y modalidades de tratamiento de las refracciones
de la “cuestión social”, que requieren entonces del profesional, conocimientos sobre temáticas
específicas, sobre las políticas sociales que implementa así como sobre los usuarios. De allí, la
necesidad de realizar cursos y carreras de pos-grado en función de cualificarse, considerando
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las determinaciones universales, particulares y singulares del ejercicio profesional en su
espacio socio-ocupacional.
La capacitación, además de brindar esta “especialización”, es para los profesionales,
momento de “suspensión de la vida cotidiana”, espacio de reflexión sobre el ejercicio cotidiano
de la profesión, imprescindible para una práctica consciente, para la praxis. Instancias de
formación de pos-grado son quizás, los más adecuados a tal fin. Son igualmente valorados
aquellos espacios de capacitación que permiten el intercambio y reflexión conjunta con
colegas y profesionales de otras disciplinas en torno a las políticas sociales y los desafíos
planteados en nuestras prácticas profesionales. Yolanda Guerra dice al respecto:
“Por la mediación de la reflexión teórica, de presupuestos éticos y de una orientación
política, se da efectividad al pasaje de la intencionalidad para una intervención
profesional de nuevo tipo, porque es consciente, comprometida, crítica y competente”
(Guerra, 2007: 254).
Nos parece importante destacar que aquellos profesionales que siguen vinculados al
ámbito académico como docentes, valoran el aporte a su ejercicio profesional que significa su
inserción laboral allí, considerándola una instancia permanente de capacitación.
La selección e importancia otorgada por los trabajadores sociales a la formación y
capacitación permanente como “pilar” de las estrategias profesionales es coherente con el
lugar asignado a la función educativa del Trabajo Social. Esta requiere de una alta competencia
teórico-metodológica cuando uno de los objetivos profesionales planteados es aportar al
análisis y reflexión sobre la sociedad existente en las organizaciones donde trabajan y con los
usuarios de políticas sociales, fortaleciendo políticamente a dichos sujetos en la perspectiva de
la lucha por sus derechos.
Supervisión
La supervisión de la intervención profesional es un espacio privilegiado de diseño,
evaluación y reflexión sobre las estrategias de intervención desarrolladas. La mirada del
supervisor se hace necesaria, fundamentalmente, por los altos niveles de implicación que los
trabajadores sociales tienen con su actividad profesional. Es esta posibilidad de realizar un
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análisis de la situación con alguien no implicado en ella, la que propicia elaborar alternativas
de acción cuando la estrategia desarrollada no ha alcanzado los resultados esperados.
Es importante hacer notar que, aunque considerada necesaria, los profesionales del
Trabajo Social sólo acceden a ella a partir de relaciones profesionales y/o personales con su
supervisor, ya que las instituciones empleadoras no la garantizan y los profesionales no están
en condiciones de pagarla. Al no tener reconocimiento institucional, deben realizarla fuera de
su horario de trabajo. Ambos aspectos actúan como condicionantes para una supervisión
sistemática de la intervención profesional, recurriendo a ella en situaciones críticas.
Los trabajadores sociales supervisan su intervención con profesionales del Trabajo
Social o de otras disciplinas, porque es una práctica relativamente reciente para la profesión,
no existiendo en general, espacios institucionales que la ofrezcan.
La supervisión de la intervención profesional no es parte de los contenidos curriculares
en la formación, tanto de grado como de posgrado, de trabajadores sociales. Sin embargo,
quizás a partir del trabajo interdisciplinario con psicólogos y la compleja realidad social en la
que se desempeñan, se está convirtiendo en una práctica crecientemente demandada por las
nuevas generaciones de profesionales del Trabajo Social. Esta situación debería ser
contemplada desde el ámbito académico en función de posibilitar a los trabajadores sociales
una supervisión de su intervención desde las particularidades de la actividad profesional.
Constitución de equipos de trabajo
Una cuestión clave, señalada por los trabajadores sociales como condición
favorecedora del éxito de las estrategias de intervención, es la posibilidad de constituir un
sólido equipo de trabajo al interior de la institución, a partir de un proceso consciente de
elaboración colectiva. Cabe mencionar que siempre hacen referencia a equipos constituidos
sólo por profesionales, con los que pueden construir posicionamientos comunes y sostenerlos
frente a las demandas institucionales.
No es una práctica arraigada en nuestra profesión la formación de grupos de estudio,
pero es importante señalar que los equipos de trabajo generan estos espacios, más o menos
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formalmente, como parte de sus tareas en la institución, precisamente para fortalecerse como
equipo, arribando a posicionamientos comunes.
Los compañeros de equipo se convierten en los principales aliados del profesional y la
constitución de un equipo sólido y competente permite establecer una relación de fuerzas más
favorable intra e interinstitucionalmente, fortaleciendo así su autonomía para desarrollar
estrategias de intervención que den respuesta a las necesidades e intereses de los usuarios.
En la importancia atribuida por los trabajadores sociales a la constitución del equipo
profesional, se expresa la comprensión profunda acerca de que los intereses sociales
antagónicos de la sociedad se manifiestan al interior de las instituciones en relaciones de
fuerzas que, pueden ser modificadas a favor de nuestros objetivos y finalidades profesionales
si conformamos instancias colectivas. Es en este sentido, que la capacitación y la supervisión,
pudiendo ser actividades individuales, son generalmente consideradas constitutivas del
trabajo del equipo.
Constitución de redes interinstitucionales/organizacionales
Los profesionales comprenden el trabajo interinstitucional/organizacional como el
único modo posible de abordaje de las graves y complejas situaciones problemáticas que
afectan a los usuarios, en contextos institucionales signados por la precarización de las
prestaciones y de los recursos de funcionamiento, en pos de dar viabilidad a las estrategias de
intervención.
En realidad, cuando se acuerda la intervención que cada una de las instituciones u
organizaciones realizará para la resolución de la situación problemática que afecta al sujeto -
individuo, grupo familiar u organización social - el trabajo en red significa una única estrategia
de intervención. Esto tiene un efecto sinérgico en las intervenciones de los profesionales de
cada institución/organización: optimiza su trabajo al hacerse responsable cada uno de distintas
acciones que componen la estrategia, aumentando así la disponibilidad de tiempo; por otro
lado, evita las “sobreintervenciones” y las intervenciones con orientaciones contrapuestas, con
el consecuente efecto iatrogénico en los usuarios de políticas sociales.
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Asimismo, el trabajo en red es pensado en términos estratégicos por los profesionales,
en el sentido que un posicionamiento y discurso común de las instituciones intervinientes
favorece la aceptación de la estrategia de intervención acordada por parte de terceros actores
y agiliza la toma de decisiones, acortando los tiempos burocráticos en que los usuarios
obtienen una respuesta a necesidades que no pueden esperar.
La constitución de redes interinstitucionales/organizacionales demanda una cantidad
importante del tiempo de trabajo de los profesionales y exige una actitud pluralista, incluso
aceptando intervenir con una estrategia que no se considera la más adecuada, en pos de no
boicotear la acción conjunta.
Organización sindical, profesional y de frente único
El sindicato es la primera organización a la que recurren los profesionales para su
defensa como trabajadores ante la toma de decisiones por parte de las autoridades que ponen
en riesgo tanto el contenido como las mismas condiciones de trabajo, incluso su continuidad.
De él se espera información sobre derechos laborales y sobre la situación institucional, así
como “acompañamiento” en las acciones que decidan los trabajadores. No se espera que sea
un organizador de luchas reivindicativas en pos de conquistar nuevos derechos o mejorar las
condiciones actuales. La pertenencia y relación con el sindicato es sólo en función de la
defensa.
En el caso de los trabajadores precarizados, cuando la práctica política de las
conducciones sindicales no busca generar confianza en los trabajadores sobre sus propias
fuerzas y así organizarlos, produce un repliegue de las medidas de lucha. Aquellos trabajadores
sociales con posiciones más críticas hacia las conducciones sindicales, reconocen que la
organización gremial es imprescindible, pero plantean su desconfianza, manteniendo una
relación instrumental con ellas.
El Colegio de Trabajadores Sociales, a diferencia del sindicato, no es convocado a
cumplir el papel de defensa de los trabajadores sociales en situaciones concretas en que algún
afiliado ve afectados o en riesgo sus derechos laborales, pero sí es convocado a defenderlos
colectivamente y se lo considera responsable de organizarla.
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El Colegio profesional es un espacio que permite articular varios aspectos, que no
deberían estar disociados en el ejercicio profesional desde una perspectiva crítica: la
vinculación con colegas, que se convierte en un recurso importante para la viabilización de las
estrategias de intervención; el debate sobre las condiciones contemporáneas de la actividad
profesional; así como, la organización colectiva para incidir políticamente como Colegio en las
políticas sociales. Los primeros aspectos son los que motivan centralmente a los trabajadores
sociales a participar en él. Incluso, quienes avanzan hacia pensar el Colegio como organización
corporativa de la profesión en su relación con las políticas sociales, lo hacen más con un
objetivo de intercambio entre los profesionales y reflexión sobre su práctica profesional, que
de incidir políticamente en la implementación de dichas políticas.
Una tercera instancia de organización en la que participan los trabajadores sociales es
la de frente único. Los frentes únicos son conformados por organizaciones (sociales,
sindicales, profesionales, políticas) con posicionamientos político-ideológicos diversos que,
manteniendo su autonomía organizativa, acuerdan un pliego común de reivindicaciones y
medidas de acción conjunta, potenciando su fuerza político-social frente a un adversario
común.
El vaciamiento de las políticas sociales que, paradójicamente, adquiere sus contornos
más dramáticos en aquellas que deberían ser la materialización de leyes “progresistas” de
“reconocimiento y ampliación de derechos sociales” sancionadas en los últimos años23, ha
convertido esta modalidad de organización en necesidad imperiosa para las ONGs y
trabajadores estatales, ante su imposibilidad de dar siquiera mínimas respuestas a las
situaciones problemáticas que afectan a los usuarios de estas políticas.
Los frentes únicos articulan en sus denuncias, el ataque a los trabajadores que significa
la precarización laboral con el vaciamiento institucional y el desfinanciamiento
presupuestario, como parte de una misma política gubernamental que no promueve ni
garantiza derechos sino prioriza la respuesta punitiva, criminalizando la pobreza y los pobres.
Estas luchas se han incrementado en los últimos años al hacerse cada vez más crítica la
situación de desprotección, por parte del Estado, de los usuarios de políticas sociales. Aunque
23 Ejemplos de estas leyes “progresistas” son las de Niñez y Adolescencia, de Salud Mental, de Salud Sexual y Reproductiva, etc.
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todavía de carácter defensivo, son las que fuerzan a los gobiernos provinciales y municipales,
ante cada acción masiva de movilización, a dar algún tipo de respuesta que, a pesar de parcial
e insuficiente, ponen freno al vaciamiento de las políticas sociales.
Los resultados obtenidos con las acciones en frente único, que combinan
generalmente la vía judicial con las acciones de movilización y de visibilización pública de la
situación (radios abiertas, conferencias de prensa, jornadas culturales, etc.), potencian las
fuerzas de las organizaciones y trabajadores al actuar en forma unitaria, y sellan en la
conciencia de sus participantes que, este modo de organización y estos métodos deben ser
componentes centrales de futuras estrategias24.
Las estrategias profesionales posibles y los desafíos de las organizaciones profesionales
La selección y despliegue de estrategias profesionales tienen sus determinaciones más
significativas en las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores sociales. Las
condiciones de precariedad laboral, con jornadas de trabajo de 10 a 12 horas producto del
pluriempleo o con jornadas de trabajo que se extienden al hacerse cargo el profesional
personalmente de situaciones “urgentes” que deberían ser resueltas institucionalmente, con
salarios que no alcanzan a cubrir necesidades elementales, se convierten en condicionantes
fundamentales, temporales y económicos, para el acceso a la formación permanente, a la
supervisión o a la participación activa en organizaciones.
Como expresamos anteriormente, el acceso a la supervisión depende de relaciones
personales y profesionales de los trabajadores sociales, ya que no pueden pagarla y las
instituciones empleadoras no la garantizan; tampoco se reconoce como tarea por lo que es
24Uno de estos casos es el del frente único de organizaciones y trabajadores de Niñez y Adolescencia en la Provincia de Buenos Aires. Según lo informado por el Programa de Niñez, Derechos Humanos y Políticas Públicas de la Facultad de Derecho de la UNLP, patrocinante legal e integrante de dicho frente, en marzo de 2014 se encontraban en trámite tres causas contra el Estado provincial, en los tres Juzgados Contencioso- Administrativos del Departamento Judicial La Plata: una por no pago de las becas a las ONGs conveniadas con la Secretaría de Niñez y Adolescencia, otra por no pago de las becas del Programa UDI (Unidades de Desarrollo Infantil) dependiente del Ministerio de Desarrollo Social y una tercera por el vaciamiento del CTAI (Centro de Tratamiento Ambulatorio Integral) dependiente de la Secretaría mencionada, todas con fallos y/o medidas cautelares favorables a lo peticionado por los demandantes.
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realizada por fuera de la jornada laboral, o más precisamente, se convierte en una extensión
de dicha jornada. Por ello se valora positivamente cuando es prestado por organizaciones
profesionales como los Colegios.
Con respecto a la participación en organizaciones profesionales, el gran condicionante
es la falta de tiempo, luego de extensas y extenuantes jornadas de trabajo. La participación
sindical y de frente único se restringe a actividades - asambleas, radios abiertas, marchas -
que suceden dentro del horario de trabajo, excepto algunas como los Plenarios de Delegados o
asambleas de frente único de organizaciones y trabajadores, por lo tanto el tiempo no es
señalado como condicionante.
Podemos decir entonces que, aquellos trabajadores sociales con largas y extenuantes
jornadas de trabajo y bajos salarios, a lo que se suma generalmente la condición de ser “sostén
de familia”25, pueden desplegar estrategias profesionales construidas con los “pilares” que no
implican disposición de tiempo por fuera del horario de trabajo ni dinero.
Así sus estrategias se asientan en la formación de equipo, la constitución de redes y la
supervisión, asistemática por las condiciones ya planteadas. La capacitación, cuando se realiza,
es en el ámbito del propio equipo de trabajo que destina parte de su horario laboral a esta
actividad. Cuando a estas condiciones se agrega la de desarrollar la actividad profesional en
una ONG, no existe la posibilidad de participación sindical y quienes sí la tienen por trabajar en
el ámbito estatal, lo hacen sólo en situaciones de conflicto. Es importante destacar, que estos
mismos profesionales, en experiencias laborales anteriores, con otras condiciones, sí
realizaron capacitación formal o participaron en instancias de organización profesional o
sindical.
En cambio, aquellos trabajadores sociales, que gozan de estabilidad laboral y jornadas
de trabajo “normales” de 6 horas promedio, aunque sus salarios sean bajos, son los que
además de constituir equipo, conformar redes y/o supervisar su intervención profesional,
recurren a los otros “pilares” para el desarrollo de estrategias profesionales: la capacitación y
la participación y organización profesional y sindical.
25 La encuesta sobre condiciones de trabajo a nivel nacional ya citada refleja que el 38,7% de los entrevistados de la franja etaria de 21 a 30 años, el 44,3% de 31 a 40 años, el 52,9% de 41 a 50 años y el 64,7% de 51 a 60 años, es principal sostén de hogar (Cademartori y otras, 2007: 58-9)
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Con respecto a la capacitación, realizan algunos estudios de pos-grado pagos pero
buscan permanentemente cursos gratuitos. Para las profesionales con pocos años de
graduación, su participación en el Colegio de Trabajadores Sociales es considerada una
instancia de vinculación y de capacitación, más allá de las funciones propias de defensa de los
intereses corporativos.
Mejores condiciones también permiten la participación en organismos constituidos
por organizaciones de la sociedad civil e instancias municipales para planificar y evaluar
políticas sociales, sabiendo de los costos en lo personal de esta decisión con respecto a las
posibilidades de acceso laboral.
Las organizaciones profesionales (académicas y corporativas) en las que se
materializan los intentos incipientes - en términos del desarrollo histórico - de construcción de
un proyecto profesional crítico del Trabajo Social en Argentina, tienen el desafío de desarrollar
líneas de acción estratégicas dirigidas a contrarrestar los vectores condicionantes de la
construcción de estrategias profesionales, para aumentar su relativa autonomía, de los
trabajadores sociales.
Con respecto a la cualificación, unánimemente considerada condición sine qua non
para una intervención profesional crítica y competente por parte de los profesionales, se hace
necesaria la creación de mecanismos de accesibilidad (gratuidad, becas, acuerdos entre
Universidad/organismos empleadores, etc.) a la formación de pos-grado para los
profesionales, que incidan directamente sobre las limitantes económicas y de disponibilidad
horaria.
Asimismo, se explicita la necesidad de crear “especializaciones” que contemplen las
particulares formas de tratamiento de las múltiples refracciones de la “cuestión social”, las
políticas sociales, así como el conocimiento de los sujetos usuarios y de temáticas específicas,
de los diversos espacios socio-ocupacionales del Trabajo Social (Salud, Educación, Niñez y
Adolescencia, etc).
La supervisión, cuya demanda está en expansión, requiere su inclusión en programas
de cualificación de pos-grado, que forme los profesionales competentes para esta tarea;
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también se hace necesario ampliar la oferta de servicios de supervisión gratuitos desde las
organizaciones de la profesión.
El actual mercado de trabajo de los trabajadores sociales, con condiciones de
flexibilización y precarización que constriñen al extremo los márgenes de la relativa autonomía
profesional, convierte en urgente para el colectivo profesional y sus organizaciones avanzar, a
partir de acciones político-profesionales, en la pelea por condiciones dignas de trabajo26.
En realidad, el gran desafío es consolidar frentes únicos con organizaciones
académicas, profesionales, sindicales, sociales, de derechos humanos, ONGs, creando así
condiciones para una lucha ofensiva por la implementación de políticas sociales que
materialicen - siempre parcialmente - los derechos sociales reconocidos en el plano de lo
formal pero negados en el plano de lo real, que demandaría entonces condiciones dignas para
los trabajadores.
Los trabajadores sociales que sostenemos una dimensión “ético-política” del Trabajo
Social, tomamos este desafío en nuestras manos desde la profunda convicción de que:
“Acompañamos y promovemos la lucha por exigir al Estado capitalista y sus gobiernos
la garantía de un trabajo digno, acceso a la salud, la educación, la vivienda y un salario que
cubra las necesidades básicas de las personas. Pero lo hacemos con la mirada puesta en una
sociedad donde abunden las horas para el ocio y la insatisfacción de las más primarias
necesidades sea un vago recuerdo de la prehistoria humana” (D´Atri, 2014: 26).
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26 En el caso de la Provincia de Buenos Aires, el Colegio provincial y los Colegios distritales, a partir de la iniciativa en el año 2011 de realizar un relevamiento que diera cuenta del estado de situación, han visibilizado la cuestión, tomándola como una reivindicación fundamental presente en todas sus líneas de acción. Asimismo ha sido sujeto activo en las luchas de trabajadores sociales contra la precarización laboral como la protagonizada por los colegas del Patronato de Liberados en los últimos años.
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