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Page 1: PAPEL SALMÓN

1abril 5 de 2009

creación y vida abril 5 de 2009

E

D I C I ÓN

857

7La amistad se pasea en un Gran Torino

8Publicaciones

Mártires y patronos, una perspectiva médica

44

2La Molienda

6Ángela Becerra:“la sensibilidad no tiene sexo”

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2abril 5 de 2009

CUENTO

Aristóbulo Fernández regresa-ba de muy lejos. Y estaba fati-gado. Se sentó en lo más alto

del cerro Los Moros, oteando todo el oriente. Mientras tanto, y en un silencio cómplice, la mula -Panchita-, enjalmada y cargada con las escasas pertinencias del moderno Caín, pastaba por los alre-dedores. Desde aquella su improvisada atalaya, Aristóbulo divisó El Rincón de Alejandro, que le trajo recuerdos lejanos de su niñez. Avistó también la vereda El Componete y el pueblo que le sirvió de cuna pero que él apenas si recordaba, Santa Rosa del Campo. Había dejado ya, hacía una jornada, una población toda-vía joven y llena de tradiciones, pero más conocida por la explosión en la que mu-rieron misteriosamente don Abelardo y Juan Manuel Rodríguez Ruiz. Cantares, le recordaron que se llamaba. Miró hacia su derecha y decidió sin motivo especial alguno que ése sería su rumbo.

Horas más tarde, luego de un refri-gerio cuaresmal, Aristóbulo y Panchita, muy compenetrados por tantos años de peregrinaciones, hambres y penalidades compartidas, cayeron en un amodorra-miento reparador, del que fueron desper-tados -como siempre durante sus años de judíos errantes- por el canto de un gallo de los alrededores, muy entrada ya la se-gunda etapa de la noche. En medio de las tinieblas, Aristóbulo columbró hacia el sur una luz muy tenue, procedente -pensó- de una caperuza de petróleo. A pesar de la os-curidad, creyó ver que de la chimenea de lo que su fantasía consideraba una rama-da salía un humo blancuzco, que le indica-ba que allí iban a moler ese día.

-Son, entonces, por “ai” las cuatro de la mañana -, dijo en voz alta para que Panchita lo escuchara.

Y no se equivocaba. A esa hora, llenas ya de guarapo dos de las pailas grandes, el fuego en las entrañas del horno había alcanzado toda su capacidad transfor-madora, cebado sin descanso con baga-zo seco, guadua y otros leños agostados, combustible natural y siempre disponi-ble en aquella heredad de tierras ubérri-mas.

En Cantares le informaron que, al otro lado del alto, y hacia el sur, a unos diez kilómetros, se encontraba la finca La

LA MOLIENDAEfraim Osorio López* - Papel Salmón

Capilla, en donde había molienda cada ocho días, todos los jueves.

-No es sino que pregunte por don Juancho. Él siempre está ahí. Los amigos le dicen también ‘Patiño’; y sus sobrinos, ‘Sisiñor’.

Juan Bautista, el dueño de la finca, era un hombre alto, de porte patriarcal y de apariencia varonil. Su rostro, de faccio-nes manchegas, tenía ya los surcos que habían tallado en él la dureza del tiem-po y la rudeza de su actividad. Andaba siempre a pie limpio, según la costumbre de aquellos tiempos, y su ropa mostraba sin recato las señales de las intemperies bajo las cuales siempre trabajó

-Todavía está muy temprano, Panchita. Podemos descansar un rato más-, dijo Aristóbulo. La mula asintió en silencio, y siguió, como su dueño, sumida en una soñarrera despreocu-

pada y placentera.

Aristóbulo Fernández había cumplido ya cuarenta y dos años, treinta de ellos vividos en su profesión de vagabundo. A los doce años, contagiado por el afán aventurero de algunos de sus coetá-neos, azuzado por su carácter indómito y para no volver a sufrir los rigores de las muendas de todos los días, se voló de la casa. Es poco lo que recuerda de su niñez: dos o tres meses de escuela, durante los cuales aprendió a garabatear su firma y a hacer sumas elementales; las horas duras y eternas de trabajo en los cafetales; y los baños domingueros en el charco profundo de un río que co-rría cerca de su pueblo, el único lugar que conoció durante sus primeros años, y que consideró siempre su universo. Estas memorias han sido sus compañe-ras de todos los días y los fantasmas de todas sus noches. Hay, sin embargo, en la imaginación de Aristóbulo un recuer-

do que ha luchado por mantenerse allí. En el sueño y en la vigilia, inconsciente-mente, evoca con deleite y desasosiego la figura de Maruja, una niña de unos ocho años que con frecuencia iba a su casa a pedirle a su mamá un pedazo de panela, una pizca de sal, un cuadrito de chocola-te o un puñado de arroz para completar el alimento frugal de sus hermanos. La veía también, aunque de lejos, cuando sus hermanitas la invitaban a sus comi-tivas, que hacían los días en que en su casa mataban gallina. El apocamiento de la niña y la turbación del muchacho impidieron muchas veces la conversa-ción pero no las miradas furtivas ni los vuelcos del corazón. Y con este recuerdo -muy metido en su conciencia- se fue la mañana remota de su escapada de Santa Rosa del Campo.

Muy de mañanita, don Juancho y sus peones habían tomado ya los tra-gos -chocolate en taza de pucha-, listos para comenzar las faenas diarias en las sementeras de la gurrera. Coger café, or-deñar las vacas, rajar leña para el fogón, echar azadón y desmatonar los potreros eran las ocupaciones que consumían aquellas jornadas de trabajo agotador. Además, y sin falta, todos los martes de todas las semanas de todos los meses de todos los años empezaba el apronte de la caña para la molienda. La aspereza de sus hojas, el filo de las mismas y la pe-lusa de su tallo hacían de la recolección de la caña una labor ardua y enojosa. La gramínea jecha era deshijada de un tallo común para luego deshojarla, despojarla de sus extremos inútiles y hacerle en el inferior un corte diagonal que facilitara la metida en el trapiche.

-Esta semana vamos a tener una buena molienda-, le dijo don Juancho a Lucio, su ayudante. Por estos días anda-ba Aristóbulo desandando los caminos y andurriales que fueron suyos años atrás, pero que ahora recordaba con dificultad. -La caña, continuó el patrón, está a pun-to, el clima no puede ser mejor y los pre-cios de la panela han subido. Agarrémo-nos, pues, a trabajar.

El paso de las horas, marcado por el ascenso del sol en el firmamento, y se-ñalado con rigurosidad por la acumula-ción de montones de caña a la vera de la trocha y a lo largo del corte, se reflejaba

Publicado en julio de 2006 por la desaparecida revista EJE XXI

Foto/Archivo LA PATRIA/Papel Salmón

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CUENTO

PS

en los rostros extenuados y sudorosos de los trabajadores. Solamente descan-saban cuando llegaba el garitero con los alimentos para saciar el hambre y recu-perar las fuerzas, y con el claro de maíz para mitigar la sed.

A la caída de la tarde, las pilas de caña ya habían desaparecido, recogidas por el peón encargado de la tarea y colocadas en las angarillas que soportaba el Colo-rao, un magnífico caballo, de guapeza y mansedumbre legendarias. La caña lle-gaba a la ramada, y allí la apilaban cerca de la parte anterior del trapiche, al al-cance del operario.

La ramada era una construcción de guadua, rústica y espaciosa, dividida en dos partes: en la primera se encontraban el trapiche, colocado sobre una base de cemento en un foso rectangular; y las ba-gaceras, que ocupaban toda la parte iz-quierda de este tramo de la edificación. Sobre aquél, fuertemente asegurado, re-posaba el mayal, un tronco de carbonero seco de unos siete metros de longitud, en uno de cuyos extremos se pegaban las bestias que tiraban de él en forma circular para poner en movimiento los tres rodillos del trapiche Chatanooga que trituraban la caña para extraerle el zumo, materia prima de la panela. Era éste también el espacio en donde los muchachos, cuando pasaban sus vaca-ciones en la finca, disfrutaban de un día inolvidable, reemplazando a los peones encargados de la molida de la caña: el mayor la metía en el trapiche; el segun-do aparaba el bagazo, lo amontonaba y lo llevaba en brazadas a las bagaceras; y el menor arreaba las bestias; todos, eso sí, pendientes del momento en que el ca-rriconcho -golosina extraída de la paila en donde se preparaba la saca- señalaba que ésta había llegado ya a su punto y

que debía se pasada a la batea para el procedimiento final.

En la segunda parte, separada por una pared de esterilla, estaban el horno y su chimenea; los seis fondos -pailas de cobre de dos tamaños-, tres grandes so-bre la boca de aquél, y tres pequeños al pie de ésta; la batea de madera en donde se revolvía la miel caliente con un mece-dor del mismo material; una laja de pie-dra de regular tamaño, que servía para pesar la panela; y el lugar en donde ésta era empacada en costales de cuarenta y ocho ‘ataos’.

Cuando Aristóbulo y Panchita desper-taron, el sol había comenzado ya su jor-nada ascendente. El hombre se despe-rezó, la mula se sacudió y, juntos como siempre, emprendieron la bajada que los llevaría primero al río Piedras y luego a la ramada en donde ese jueves predesti-nado había molienda. El humo grisáceo que salía de la chimenea no indicaba otra cosa.

-Parece, Panchita, que hoy es nuestro día de suerte.

Las malas condiciones del camino; los vericuetos y el grado de inclinación de la pendiente; y lo gredoso del terreno obli-garon al jumento y a su dueño a bajar lenta y trabajosamente, a pesar de estar curtidos en el arte de atravesar caña-das, derrumbes, canalones, quebradas y chambas, y de transitar por trechos de trochas intransitables. Terminado el fa-tigoso descenso, llegaron a una pequeña llanura que servía de playa sin arena al río que por allí pasaba.

Las aguas limpias del río Piedras invi-taban a zambullirse en ellas. Aristóbulo escogió para ello un lugar espléndido, a la orilla del caudal, con sombra, mucho pasto y un charco generoso. Desenjalmó a Panchita y la bañó, más para que ella sintiera las bondades del agua que para quitarle la mugre rebelde de años. Luego, en una especie de ritual que él celebra-ba siempre en los cauces de los ríos que encontraba, tomó largas y restauradoras abluciones, pero esta vez, como en ocasio-nes especiales y empujado por una corazo-nada, en lugar de usar el tradicional jabón de tierra, tomó el de Reuter, que guardaba celosamente con sus bienes. Concluido el ceremonial, se puso su mejor muda, se ciñó el delantal de lona, se calzó las alpar-gatas, se terció la peinilla a la izquierda y a la derecha el carriel, y se puso en el cuello

el pañuelo rabo’e gallo, rojo como su parti-do, el gran partido liberal.

-Ya estamos listos, Panchita, para seguir hacía la Capilla -le dijo, chantán-dose el sombrero y poniéndose la mule-ra sobre el hombro izquierdo-. Hoy es jueves, y allá están moliendo.

El jueves de molienda comenzaba para don Juancho la víspera a eso de las once de la noche, hora en que se levan-taba para ir a los potreros a coger las bestias y prepararlas para el suplicio del mayal y para la monotonía de pisar una y mil veces el lendel que con sus patas dibujaron, desde la primera vuelta, en el círculo polvoriento alrededor del tra-piche. El chorro de guarapo empezaba a llenar perezosamente el pozuelo poco después de la una de la mañana. Comen-zaba entonces la conversión semanal del guarapo de la caña de azúcar en panela, reconfortante yantar y base milagrosa de muchos alimentos en todos los hogares de la región.

Aristóbulo y Panchita llegaron a la ra-mada de La Capilla al mediodía. En ese momento, don Juancho estaba batiendo con movimientos cuidadosos y acompa-sados la miel para convertirla en pane-la.

-Buenas tardes, los señores. ¿Es usted don Juancho? -Sí, señor, y ¿como qué se le ofrece?

-Pues como que un poco de gua- rapo para mí y aguamiel para Pan- cha, mi mulita.

Sin retirar la mirada de la batea en donde la miel estaba ya adquiriendo la densidad y el color propios de la panela, don Juancho le dijo:

-Espérese un ratico yo termino esta saca. Ya vienen con el al- muerzo, y nos puede acompa- ñar. Hay para todos.

Despachadas las viandas en portaco-midas, las señoras se arreglaron como si fueran para una fiesta, se pusieron los delantales más limpios que encontraron y se dispusieron a bajar a la ramada para hacer el tirao, el alfandoque y calar plá-tano maduro. Entre ellas estaba Maruja, que se había ido a trabajar a La Capilla pocos años después de la fuga de Aristó-bulo de Santa Rosa del Campo.

No era extraño encontrar forasteros en las ramadas donde había molienda. To-dos llegaban con sus tarros de guadua, preparados especialmente para echar en ellos la miel que les regalaban. Para Maruja, sin embargo, aquel forastero no era un extraño. Hacía treinta años lo es-taba esperando. Por esto, cuando lo vio, su corazón empezó a dar los vuelcos que daba cuando de niña lo veía:

-¡Aristóbulo¡ -¡Maruja¡

Durante unos segundos las activida-des se suspendieron, cesaron los ruidos y las miradas de todos se dirigieron ha-cia la mujer, paralizada por la sorpresa y transfigurada por la felicidad.

La primera en reaccionar fue Panchi-ta que, adivinando su futuro, se echó en el pastizal, segura de que con su nuevo dueño nunca le faltarían l´aguamiel y el condumio. Don Juancho reanudó su tra-bajo, soñando despierto con el mercado del sábado en Santa Rosa del Campo, en donde vendería el café y los plátanos y los bananos y la yuca y la panela, que en ese momento estaba envolviendo por ataos con hojas de plátano secas.

Y los dos, Aristóbulo y Maruja, cogi-dos de la mano, echaron sendero arriba hacia su paraíso terrenal

*[email protected]

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6abril 5 de 2009

PREMIOS

Desde sus inicios en la literatura a Ángela Becerra la han acompa-ñado los lectores y los galardo-

nes, a través de los cuales ha logrado una difusión más sólida y rápida de la que se esperaría de una nueva autora de novelas.

Poco tiempo después de hacer su de-but en el género de la novela, con De los amores negados, recibió el premio Latino Literary Award, en el apartado de novela romántica en Estados Unidos.

En el 2005, con la publicación de su novela El penúltimo beso, logra en Espa-ña El Premio Azorín de Novela, uno de los más tradicionales y respetados galardones de literatura en español.

Ahora, ella obtiene el Premio Planeta-Casa de América, gracias a su cuarta nove-la, Ella que lo tuvo todo, la cual estará en 22 países de Iberoamérica.

Apenas unos minutos después de co-nocerse el fallo del jurado, Ángela Becerra concedió unos minutos a Colprensa, para hablar de la importancia de este premio, su nueva novela y su ascendente carrera literaria.

La ganadora -¿Qué la motivo ha participar en el

Premio Planeta-Casa de América? Con mis tres primeras novelas he logra-

do consolidar un público lector en España y Colombia, pero en otros países de La-tinoamérica ha sido más complicado. Me interesa llegar cada vez a más lectores, y sentí que este premio tiene toda la infraes-tructura y maquinaria de divulgación para lograr este cometido.

-¿Cómo apareció en su vida la histo-ria que desarrolla en Ella que lo tuvo todo?

Fue hace ya cinco años que apareció en mi vida esta historia. Tuve que terminar

ELLA QUE LO TUVO TODO ES UNA HISTORIA SOBRE LA SOLEDAD

ÁNGELA BECERRA:“la sensibilidad no tiene sexo”

Le costó cinco años de trabajo poder escribir Ella que lo tuvo todo, la novela ganadora del Premio Planeta-Casa de América. Anun-cia que sus próximos dos libros tendrán como escenario a España y Colombia respectivamente. Sergio Villamizar D.* - Papel Salmón

una novela y comenzar de ce-ros otra, para luego sentir que era el momento justo de iniciar este nuevo en-cuentro literario.

Fue algo casual, como todo en la vida. Estaba en un peque-ño bar de Florencia (Italia), y entró una particular mujer, in-teresantemente vesti-da. Ella se sentó sola y de inmediato, sin pronunciar palabra alguna, el barman le colocó un trago. La misma escena se repitió en los si-guientes días, y de allí nació la idea de hablar sobre la sole-dad en compañía.

-¿Cómo es el tema de la soledad en compañía?

Es la soledad con-temporánea, donde los seres están ro-deados de cientos de personas pero a la vez están vacíos, no tienen con quien hablar y se encierran en sí mis-mos. La idea de estas soledades también se dan como un mecanismo para encontrarse a sí mismos, con una búsqueda interior que no siempre es del todo grata.

Entre letras -¿La protagonista es también escrito-

ra? Lo sentí necesario desde un principio,

porque el personaje tiene que volver a co-

menzar en la vida. Se trata de una escritora que sufre un acciden-

te y debe dejar de escribir, de sólo pensar la situación entré en pánico, y ella en Floren-cia comienza un recorrido de reconstrucción de su vida, para volver a darle un sentido a ella.

-¿Esto a través de la restauración de libros en Flo-rencia?

Florencia tiene de todo, y dentro de ese todo es-tán verdaderos artistas y maes-tros del arte de restaurar los libros. La gente que llega a Flo-rencia siempre quiere ir a cono-cerlos y ver cómo son sus trabajos, desde sus líneas artesanales has-ta llegar a la alta tecnología.

Me pareció interesante que

“Ella”, como se llama el personaje de mi no-vela, tras sufrir el accidente y saber que no podría volver a escribir, iniciara la recons-trucción de su vida a través de conocer los procesos de restauración de libros.

-¿Aprendió Ángela sobre restauración de libros?

Mucho. Durante los dos meses que viví en Florencia (Italia), para poder escribir el libro, conocí algunos de los restauradores

más emblemáticos de la ciudad, y con uno hice un pacto. Yo iba a su taller cada jueves en la tarde para aprender de su trabajo, y yo le contaba por donde iba la novela. Fue un pacto que nunca rompimos.

-Para su anterior novela, Lo que le falta al tiempo, vivió una larga tempo-rada en París (Francia), donde se desa-rrolla la historia. ¿Ahora hizo lo mismo en Florencia?

Es fundamental, no te sale igual si sólo te documentas del lugar y no lo vives. Estar allí sintiendo la historia, haces que el lector viva más con lo que le estás contando.

Una de las cosas que el jurado elogió de esta novela, es que Florencia está muy vivida, que está por encima del tiempo, con una atmósfera que cuenta con su pro-pio ritmo, con una ciudad donde siempre llueve y se llena de un realismo clave para presentar una novela con una temática tan dura como apasionada.

-¿Cuál creé que sea la clave del éxito en sus libros?

Lo que tienen en común es que son hechos para que el lector establezca una conexión desde su alma, porque son es-critos precisamente desde allí. Siento que es por eso que tantos lectores encuentran muchas cosas en mis novelas. Otros harán lecturas más racionales y quizás mis nove-las no les digan mucho.

-¿Cómo ve en la actualidad el panora-ma de las mujeres en la literatura?

Siento que cada vez hay menos hom-bres y mujeres en la literatura, para que todos entremos como escritores, porque siento que el sentimiento, que se expresa en las novelas, no tiene sexo.

Antes cuando salía una novela sobre los sentimientos y si era escrita por una mujer era una novela rosa, pero si su autor era hombre, pues era una novela psicológica. Todo esto por la maldita educación que por muchos siglos castró a los hombres de sen-timiento.

-¿Qué viene para Ángela Becerra en literatura?

Tendré que tener un buen tiempo para dedicarlo a la promoción de la novela, pero ya tengo claro que la próxima novela se de-sarrollará en España, mientras que la sexta tendrá como epicentro Colombia

*Editor Cultura Agencia Colprensa. Enviado Especial

una novela y comenzar de ce-ros otra, para luego sentir que era el momento justo de iniciar este nuevo en-cuentro literario.

Fue algo casual, como todo en la vida. Estaba en un peque-ño bar de Florencia (Italia), y entró una particular mujer, in-teresantemente vesti-da. Ella se sentó sola y de inmediato, sin pronunciar palabra alguna, el barman le colocó un trago. La misma escena se repitió en los si-guientes días, y de allí nació la idea de hablar sobre la sole-dad en compañía.

-¿Cómo es el tema de la soledad en

menzar en la vida. Se trata de una escritora que sufre un acciden-

te y debe dejar de escribir, de sólo pensar la situación entré en pánico, y ella en Floren-cia comienza un recorrido de reconstrucción de su vida, para volver a darle un sentido a ella.

de la restauración

La escritora colombiana Ángela Becerra (Cali, 1957) ganó el tercer Premio Iberoame-ricano Planeta-Casa de América de Narrati-va, que se anunció en la Ciudad de México, con la novela Ella que lo tuvo todo. Foto/Colprensa/Papel Salmón

PS

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7abril 5 de 2009

CINE

PS

FICHA TÉCNICA

Conflicto de razas, pandillas, vio-lencia, desintegración familiar. Todo eso cabe dentro de un

Gran Torino, la más reciente película de Clint Eastwood, y según afirma él mis-mo, la última en la que aparecerá en el doble rol de actor y director.

Luego de dirigir a Angelina Jolie en El sustituto (2008), y tras cuatro años sin estar en un protagónico desde la premia-da Million Dollar Baby (Golpes del des-tino, 2004), por la que recibió el Óscar a Mejor director y Mejor película, el casi octogenario actor estadounidense vuelve a presentar una obra con su particular estilo dramático.

En un papel muy similar al que hizo en Golpes del destino, Eastwood interpreta a un hombre malhumorado y amargo, veterano de guerra, racista y odioso, que ve que su barrio se convirtió en vecinda-rio de orientales, negros y latinos.

Amistad sin razaDespués de la muerte de su esposa,

Walt Kowalski (Clint Eastwood), un ju-bilado polaco americano de la empresa Ford que vive en Michigan (Estados Uni-dos) y que trabajó por años armando au-tomóviles se dedica a cuidar de su gran tesoro: un carro deportivo Gran Torino modelo 1972.

Cuando un día Thao, uno de sus veci-nos orientales, intenta robar el preciado vehículo, Walt refuerza su agrio carácter y su animadversión por todo lo que ten-ga que ver con esas personas, a quienes llama bárbaros y mira de reojo con des-precio.

Como castigo por el intento de robo, la madre de Thao lo obliga a trabajar va-rios días para Walt, quien al principio se opone pero al entender que sería un acto descortés accede.

Así el cascarrabias hombre descubre la verdadera forma de ser del muchacho, un joven tímido, reservado y hogareño, amante de la jardinería y buen trabaja-

CLINT EASTWOOD UNA VEZ MÁS DE ACTOR Y DIRECTOR

GRAN TORINOLA AMISTAD SE PASEA EN UN

La rudeza de un veterano de gue-rra que odia a sus vecinos orien-tales se convierte en una relación de protección paternal al conocer mejor a las personas, sin importar su raza. Cambio.Santiago Mejía Orejarena* – Papel Salmón

dor, y se entera de que fue obligado a tra-tar de robar el carro por su primo, líder de una pandilla de chinos que tiene azo-tado el barrio.

Pese a su rechazo y grosería constan-tes hacia sus vecinos orientales, Walt comienza a establecer una amistad con Thao y con su hermana Sue, dos adoles-centes que son diferentes a la mayoría de jóvenes orientales pandilleros y delin-cuentes que tanto odia el conservador y radical anciano.

En varias ocasiones Walt, arma en

mano, defiende a Taho y Sue de los pan-dilleros que los agreden constantemente, por lo que es recriminado por el sacer-dote del barrio, quien lo critica por tra-tar de hacer justicia él mismo en lugar de llamar a la Policía.

La decisiónLa mala relación de Walt con sus dos

hijos, interesados en los bienes del viejo y que quieren mandarlo para un asilo, sumado a la falta de un hombre en la casa de los jóvenes chinos refuerza la re-

lación entre el malacaroso anciano y sus cuasi púberes protegidos.

Walt ve en ellos la forma de expiar una gran angustia que lleva dentro, que solo él conoce pero que no lo deja tranquilo. “Las mayores penas no son por lo que uno hizo, sino por lo que lo obligaron a hacer”, rezonga el enfermo viejo en un diálogo con Thao, en alusión a los corea-nos que tuvo que matar en la guerra, por órdenes superiores.

Una noche la pandilla ataca a bala la casa de los jóvenes chinos y rapta y viola a Sue, lo que desencadena la rabia y el deseo de venganza de su hermano me-nor, quien quiere salir a matar a su pri-mo y sus secuaces.

Pero Walt, quien siente la misma ra-bia pero piensa las cosas con más calma tiene otros planes para ajusticiar a los desadaptados pandilleros.

Sin más qué perder, con la muerte pisándole los talones, con la desazón de unos hijos desagradecidos y con la tran-quilidad de haber hecho un gran aporte en la vida de Thao, Walt toma la decisión una vez más de hacer justicia con sus propias manos, pero esta vez ya no ha-brá nadie que lo recrimine por eso

*Diseñador visual/Comunicador social y periodista.

Clint Eastwood en una escena de la película Gran Torino, donde es director y actor. Foto/Tomada de la página web cultzine.wordpress.com/Papel Salmón

Título original: Gran Torino Título en español: Gran Torino Fecha de estreno en Colombia: 13-03-09 Género: drama Idioma: inglés con subtítulos en español Director: Clint Eastwood Año: 2008 Duración: 110 minutos País: Estados Unidos Reparto: Clint Eastwood, Bee Vang, Ah-ney Her, Christopher Carley, Brian Haley

Page 6: PAPEL SALMÓN

8abril 5 de 2009

Director: Nicolás Restrepo EscobarEditora: Gloria Luz Ángel EcheverriCoordinadora: Victoria Eugenia Salazar VelásquezDiseño: Virgilio López ArceCircula con LA PATRIA todos los domingosCra 20 No.46-35. Tel 878 1700Impresión: Editorial LA PATRIA S.AE-mail: [email protected]: La crucifixion de san Pedro . Caravaggio. Iglesia de Santa María del Popolo. Roma (Italia). Foto/Cortesía Francisco González/Papel Salmón

8abril 5 de 2009

PUBLICACIONES

Luis E. García* - Papel Salmón

P R E C I S I Ó N C O N C E P T U A L

H e c h o s y l ó g i c arecomendado

Mi Mundo es un cuentoHistorias escritas desde

la Biblioteca

Juan Carlos Acevedo Ramos* - Papel Salmón

Apostar por la escritura desde la infancia es un tema que viene cobrando fuerza en Colombia, y en Caldas. Si bien la literatura que conocemos con el rótulo de Literatura infantil y juvenil está escri-ta por adultos, son ellos quienes han jugado un papel determinante en la historia de la lectura a la hora de hablar de lecturabilidad. En el país poco a poco los textos es-critos por los niños están viendo la luz y ese ejercicio de escritura crea-tiva, es apoyado por innumerables concursos literarios que se gestan desde las Bibliotecas Públicas, las Casas de Cultura y varias ONG´s y fundaciones que cimientan su tra-bajo con la niñez colombiana.

Este trabajo, casi silencioso y desconocido en el territorio patrio, se ha fortalecido con los dos concur-sos de envergadura nacional convo-cados por el Ministerio de Educa-ción y RCN. El primero de ellos, en homenaje a nuestro Nobel Gabriel García Márquez y el segundo como homenaje a don Tomás Carrasqui-lla. Concursos que desbordaron el número de participantes en Colombia con cerca de sesenta mil niños inscritos. Ahora se acaba de abrir una tercera convocatoria en homenaje a Ger-mán Espinosa. Además, este año, la Secretaría de Cultura de Caldas prepara la convocatoria de cuento infantil “Nuestros niños tiene la palabra” que se dará a conocer este mes.

Así que dando continuidad al párrafo inicial, esos registros de lecturabilidad en nuestro país van a cambiar en la medida en que las editoriales, las entidades públicas, las bibliotecas, las cajas de compensación, las ONG´s y las fundaciones sigan apoyando y publicando el material que producen nuestros niños en los talleres literarios que se de-sarrollan cada año en el país.

En ese sentido la Biblioteca Arturo y Roberto Restrepo de Anserma, en el Occidente caldense, ha generado desde 2006 un proyecto de talleres de lectura en voz alta, hoy llamado “Plan Munici-pal de Lectura”, que comprende más que la lectura

en voz alta -que es una variante de la animación de lectura- una serie de talleres de escritura de cuento y de poesía.

Cada sábado, desde hace tres años, los niños y los jóvenes van y viene cargados de historias para contar y de libros para regresar a la biblio-teca, libros que ya leyeron durante la semana en sus casas. Los regresan porque quieren conocer otros mundos de celulosa, quieren reinventarse otros personajes de papel y quieren contar sus propias versiones de los cuentos que han leído o que han escuchado de la voz de los animadores

de esta biblioteca. Mi mundo es un cuento , es

precisamente el resultado de este trabajo impulsado desde la biblio-teca, son las historias que ellos quieren contar porque su mundo es un cuento. Una nueva literatu-ra se hace visible, una que refleja el mundo en que habitan nuestros niños, una que nos aproxima a su pensamiento más íntimo y es tiem-po que sicólogos, literatos, padres de familia, docentes, directores de bibliotecas y de instituciones que cobijan a los niños y por supues-to las editoriales independientes o reconocidas, apuesten por ese mundo mágico y trágico que nos dejan leer los niños de Colombia y de Caldas.

Este es el primer libro, que conozca, que se hace desde una biblioteca pública en Caldas, que se gesta a través de un programa que per-tenece al plan de trabajo trazado por la directo-ra de una biblioteca, doña Martha Restrepo. No sólo es el primero hecho desde una biblioteca pública, que eso ya es bastante importante, sino que es el primer libro publicado con los trabajos de escritura de los niños que la visitan, que la habitan, que la utilizan como un punto de en-cuentro que tanto necesita Colombia para reen-contrarse con sus pobladores. Al final apuesto por algo: muchas de estas cortas historias van a sorprenderlos.

*Escritor.

AUTORES VARIOS. Mi mundo es un cuento. Histo-rias escritas desde mi biblioteca. Biblioteca Pública Arturo y Roberto Restrepo. Manigraf. 2008. Pp 123

Una canción de Los Beatles comienza así: “Michelle ma belle, sont les mots qui vont tres bien ensemble” (Micaela mi bella, son pala-bras que juntas suenan muy bien”). En efecto, hay palabras que uni-das suenan muy bien, mientras que otras no encajan en absoluto, como las que encabezan esta columna.

En su viaje apostólico hacia África el Papa Benedicto XVI se ex-presó así sobre el uso de condones: “Ustedes no pueden resolver el problema del SIDA mediante la distribución de condones… por el contrario, agravan el problema”. Con todo respeto por el Papa y mis buenos amigos sacerdotes, opino que Su Santidad y la Iglesia algún día revisarán esta doctrina, porque a) es falso que agraven el proble-ma, b) no hay pistas en el Evangelio para sustentarla, y c) apenas se fundamenta en una discutible infiltración filosófica. Veamos:

Durante su historia, a la Iglesia se le colaron diversas posturas filosóficas, y dos de ellas, aristotélicas, la han llevado en contravía de la realidad: el geocentrismo y la teleología. Por la primera, mantuvo contra toda evidencia científica y apoyada en un recóndito fragmen-to bíblico (Josué 10, 12-15) que la tierra tenía que ser el centro del universo, y de ahí provino la condena a Galileo, rectificada 300 años después. Por la segunda, doctrinó que hay fines naturales diseñados por Dios, y apoyándose en otra recóndita historia bíblica (Gen. 38) extendió este discutible principio a la función sexual humana, y por ello condena todo lo que se interponga entre el acto sexual y la re-producción. ¿Qué tal si asumiera con igual literalidad otras historias del A.T.? Aceptando -en gracia a la discusión- esta doctrina, sería entonces pecado emplear esos objetos para evitar embarazos (el CONDÓN), mas no para prevenir enfermedades (PROFILACTICO O PRESERVATIVO). De lo contrario, por ejemplo, una amorosa pa-reja católica tendría que renunciar a su sexualidad si alguno resulta contagiado. Un objeto no es moralmente bueno o malo; lo será su función. Además, resulta absurdo pensar en el todopoderoso crea-dor de este maravilloso universo preocupado por la colocación de un trozo de caucho.

Estas posturas, insostenibles desde el Evangelio, la ciencia y la na-turaleza humana, han provocado la deserción de millones de fieles y evitado que nuevas generaciones se interesen por la iglesia Católica y su mensaje evangélico de caridad y salvación (¿recuerdan las antiguas Semanas Santas?).

* [email protected] Invito a los lectores a disentir.

Papa Benedicto, condón o preservativo, Dios

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4abril 5 de 2009

5abril 5 de 2009

SEMANA SANTA

PS

La muerte de Cristo en el calvario, se constituyó desde los primeros siglos de nuestra era, en la máxi-

ma experiencia de sacrificio humano y la evocación de su martirio ha sido bálsamo para los enfermos de todos los tiempos. La enfermedad fue considerada como una prueba de fe y los enfermos, elegidos por Dios para alcanzar la gracia del perdón de los pecados. En el Medioevo, el mejor hos-pital fue la iglesia; la mejor medicina, la plegaria y el supremo sanador, Cristo.

En medio de esa evolución aparece el concepto de milagro, definido como un acontecimiento de causa desconocida en su esencia, pero con un acontecer de índo-le extraordinario, cuya tradición subsiste y es fuerza que todavía hoy mueve a largas peregrinaciones a lugares donde se reali-zaron curaciones revestidas de tal carác-ter. Algunos textos médicos conceptuaron sobre los milagros afirmando que se tra-taba de recuperaciones logradas por “pro-cedimientos misteriosos con resultados que sobrepasaban a los obtenidos con los métodos habituales, y en contraposición al resultado lógicamente esperado” .

Durante los primeros años del cris-tianismo la fórmula del Apóstol Santia-go se seguía rigurosamente en presencia de una dolencia: “Si alguno de vosotros enferma, llamad a los presbíteros de la Iglesia, orad sobre él, ungidle con óleo en nombre del Señor y la oración de la fe os salvará”.

Para cada enfermedad, un santo

Las frecuentes epidemias que asolaron las ciudades europeas en medio de la po-breza y de los exiguos avances de la medi-cina, llevaron a la concepción de la figu-ra del santo, con implicaciones curativas fundadas en el perfil de su tormento.

Fragmentos de la túnica de un mártir del período de las persecuciones, su crá-neo, un trozo de madero del instrumento de suplicio, o simplemente cualquier ele-

LAS “MANDAS” Y “NOVENARIOS” A LOS SANTOS , SIGUEN VIGENTES

MÁRTIRES Y PATRONOS, una perspectiva médica La enfermedad era considerada como una prueba de fe. El milagro fue definido como un acontecimiento de causa desconocida en su esencia. La tradición popular medieval erigió una serie de especializaciones de los santos para cada enfermedad. Patronos. Francisco González López* - Papel Salmón

mento relacionado, se constituyeron en objeto de veneración y reliquia, y los nom-bres de los primeros adeptos al cristia-nismo, con resumidas semblanzas de sus vidas, reemplazaron en muchos lugares al ejercicio médico.

En esa reconstrucción de hechos pro-digiosos, la tradición popular medieval erigió la más variada serie de especializa-ciones de los santos para cada enferme-dad. De acuerdo con las circunstancias que rodearon su muerte les fue atribuida una facultad terapéutica específica: san Felipe, desmembrado por sus verdugos, se constituyó en patrono de los dolores articulares; santa Apolonia, cuyo martirio consistió en arrancar sus dientes fue invo-cada por los afectados de dolor de mue-las y erigida por los odontólogos como su protectora.

Santa Ágata, a quien le cercenaron los senos llegó a convertirse en la patrona de las mujeres que amamantan. Santa Lucía, de quien dice la leyenda, prefirió perder sus ojos antes de ceder a las exigencias de su carcelero, se convirtió en patrona de las enfermedades oculares , habilidad compartida con santa Clara, santa Odilia, san Ligero y santa Otilia, ciega de naci-miento y quien al recibir el bautismo le fue dado el privilegio de la visión .

Enfermedades con nombres de santos

Otras veces, la mediación terapéutica era dada por las enfermedades que pade-cieron en su misión de evangelización. Fi-guran entre estos, San Roque, oriundo de Montpellier quien se dedicó a recorrer las ciudades afectadas por la peste, curando a los enfermos hasta el punto de contraer la enfermedad.

En ese mismo orden, el nombre del san-to servía para denominar la enfermedad: el mal de san Mauro, la gota; el mal de san Hipólito, martirizado con el descuartiza-miento, las enfermedades reumáticas; el mal de san Guido, la lepra; y el mal de san Aventino, el resfriado. San Clodio curaba las forunculosis, san Eutropio a los hidró-picos, san Quintín los accesos de tos y san Renato a las enfermedades renales.

Otros patronos La popularidad de San Blas para curar

las enfermedades de la garganta (inclui-dos los cuerpos extraños), se atribuyó a la resurrección de un niño muerto como consecuencia de la obstrucción de la vía respiratoria por una espina de pescado. San Edno y Santa Margarita fueron patro-nos de las mujeres embarazadas, y para los irlandeses san Patricio representó el

mayor modelo de caridad al sufrir los do-lores de parto por una de sus fieles en ese difícil trance.

El patrono de las quemaduras fue san Lorenzo martirizado en una parrilla puesta al fuego; la tradición lo muestra señalando a sus verdugos las regiones de piel no quemadas lo cual le valió poste-riormente su desvinculación del santoral por los jerarcas de la Iglesia al considerar este acto, como de suma soberbia. Ante una quemadura se rezaba la siguiente ple-garia: “ El fuego no tiene frío, el agua no tiene sed, el aire no tiene calor, el pan no tiene hambre, San Lorenzo, curad estas quemaduras por el poder que Dios os ha dado”.

San Sebastián pasó de ser miembro de la guardia pretoriana y hombre de con-fianza del emperador Diocleciano, a san-to patrón de la peste . Fue condenado a

Martirio de san Andrés. Juan de Roelas. Museo de bellas Artes de Sevilla (España). Fotos/Cortesía Francisco González/Papel Salmón

muerte al negarse a ejecutar a dos de sus compañeros seguidores del cristianismo. Su martirio, atado a un poste y blanco de las flechas, sirvió de inspiración a nume-rosos artistas del Renacimiento. San Pris-co compensaba las lagunas de la medicina ante las enfermedades incurables y desco-nocidas del hombre .

Santa Bárbara recibió diversas enco-miendas terapéuticas según los sitios de veneración. Fue patrona de la lepra, de las enfermedades eruptivas y de trastor-nos oculares; su martirio consistió en el encierro perpetuo por su propio padre al condenarle su conversión al cristianismo.

Un niño mártir inglés, San Vito, fue el patrono de las enfermedades “nerviosas” que producían movimientos anormales de los brazos y la cara. La denominación del Mal de san Vito al compromiso cerebral de la fiebre reumática persistió hasta hace

pocos años en los libros médicos. Durante el siglo XVI tuvieron renombre los “San-tuarios de Espera”, adonde eran conduci-dos los niños nacidos muertos, buscando su resurrección mediada por san Francis-co de Sales .

Hoy, en medio de tecnologías avan-zadas en diagnóstico y tratamiento, las “mandas” y “novenarios” a los santos , siguen conservando la vigencia referida en el Medioevo y el enfermo del siglo XXI, continúa denominando “mal” a sus afecciones, y “cura” al método empleado para extraerlo

*Médico.

San Bartolomé desollado. Marco d´Agrate. Duomo de Milán (Italia).

Santa Lu-cía, detalle.

Francisco del Cossa.

Martirio de san Felipe. José de Ribera. 1639. Museo del Prado. Madrid (España).


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