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Page 1: Papel Salmón, 3 de marzo de 2013

EDICIÓN 1.060 domingo 3 DE mARZOs DE 2013 mANIZAlEs - COlOmbIA

creacióny vida

Oradores, juristas, fiscales, penalistas…

Memorias sobre el foro caldenseCésar Montoya Ocampo

Entretejida en la historia colombiana

La ruana: sombra fiel de los abuelosAlfredo Cardona Tobón

Impre(ci)sionesUna película de Amour Camilo Gómez Gaviria

RecomendadoEl regreso a la poesía como reflexión de la modernidadJuan Carlos Acevedo Ramos

Antioquia en el alma de Caldas III

La danza tradicional caldensey su procedenciaJulián Bueno Rodríguez

Foto|Archivo LA PAtriA|PAPeL SALmón

Pasillo arrebatado.

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2 | |3RECUERDOS| domingo 3 DE mARZO DE 2013 domingo 3 DE mARZO DE 2013 |RECUERDOS

Fernando Londoño Londoño, Hernando Lozano Palacio, Ramón Marín Vargas, Jaime Chávez Echeverri, Pedro Nel Jiménez, Luis Carlos Giraldo, entre otros. Destacados.

César Montoya Ocampo* Papel Salmón

Quedan recuerdos. Por los años cincuenta del siglo pa-sado, en Caldas, la audiencia pública estaba dominada por un abogado, lento y par-

simonioso, que acostumbraba poner en los teatros propagandas efectistas: “Jorge Pinzón Urdaneta, de la cárcel lo sacará”. Obviamente tan eficaz anzuelo lo aba-rrotaba de clientela. Pinzón era un pena-lista elemental, de buena lógica, provisto, apenas, del texto publicado por Ortega Torres, que tenía incorporadas citas ex-traídas de las sentencias de la Corte Su-prema de Justicia. Ese era su arsenal para confrontar los debates del foro. Jamás le vi otro libro adicional.

Era difícil ser penalista, por entonces. Había un cartel de juristas de variada condición, unos teatreros, aquellos elo-cuentes, estos empapados de doctrinas. La audiencia pública era una academia, con intervenciones de fiscales doctos y cátedras de derecho de quienes asumían la defensa de los procesados.

ORAdOREs, juRIstAs, fIsCAlEs, pEnAlIstAs…

Memorias sobre el foro caldense

Hubo oradores connotados. Obvia-mente era Fernando Londoño Londoño el penacho luminoso. Pulido y exquisito en el vestir, repartidor de venias a los in-tegrantes de los Jurados de Conciencia, garboso en el uso de la palabra, derra-mado en metáforas aunque superficial en el análisis de la prueba. Londoño era un artista consumado en el manejo de los períodos tribunicios, en el clamoreo de notas agudas, seguido de inmediato de un descansado dominio del discurso. Fue orador, por antonomasia. Pocas veces nace un ser humano tan predispuesto para el ejercicio del verbo. Voz sonora-mente ahuecada, destello tranquilo de la mirada, regulados por un vaivén de olas todos sus movimientos.

No siempre triunfó. No ha existido en el mundo un jurista exclusivamente acu-mulador de éxitos. Vi a Londoño con su vocero Alfonso Muñoz Botero clamando por la inocencia de José Sáenz sindica-do de Homicidio Culposo. Al frente del salón en donde ellos debutaban, César Montoya Ocampo y Gabriel Echeverri Ja-ramillo asistían a Carlos Tulio Ángel se-ñalado como autor de un crimen agrava-do. Al defendido por el dueto prestigioso, los Jurados lo declararon responsable por un delito bagatela, y al señor Ángel los jurados lo absolvieron por unanimidad.

Hernando Lozano Palacio era orador cantarino, rigurosamente analítico de la prueba, expositor versado en sabidurías jurídicas. Era yo un aburrido magistrado

Ariel ortiz correa.

de la Sala Laboral del Tribunal de Caldas que miraba con envidia a quienes debu-taban en el foro. Tomé la decisión de esca-parme de tan honrosa jerarquía judicial, dejando en mis compañeros Samuel Me-jía Rivera y Néstor Ramírez Vélez el en-cargo de innovar las jurisprudencias que tenían qué ver con el empleo y sus infini-tas ramificaciones. Me hice nombrar fis-cal de un Juzgado Superior. Era Joaquín Hidalgo su titular, hombre magro, suave-mente moreno, con decantadas virtudes cristianas. Recuerdo con placidez que la primera audiencia pública como abo-gado litigante la hice con Ramón Marín Vargas. Ambos éramos defensores en la misma causa.

¿Por qué descendí -voluntariamen-te- de la magistratura a una fiscalía? Me toca retornar a Lozano Palacio. Fui su admirador. Me agradaba su decencia, el cubrimiento riguroso de sus compromi-sos profesionales, sus alegatos redacta-dos con finura perfecta, pero sobre todo, -sobre todo- su desempeño como orador forense. Su cuerpo era de líneas roma-nas, lacio su pelo, blanca su piel, segu-ros sus pasos, prosopopéyico y efusivo. Cuando el público sabía que Lozano iba a intervenir, la sala foral se convertía en un bullicioso hervidero humano. Efecti-vamente era un maestro para desbaratar las imputaciones, oportuno para encara-mar la voz a fin de concitar expectativas, diestro para manejar con desprecio los expedientes inquisitivos.

Increíble. Mi debut como fiscal lo hice frente al miedoso trío de Hernando Lo-zano Palacio, Carlos de la Cuesta Betan-cur y Jaime Chávez Echeverri. Mis ojos tenían la dimensión de la sorpresa y un escalofrío aprehensivo entumecía mis nervios. Por la connotación de los defen-sores, la sala y los corredores del Palacio Nacional se apiñaron de sus fervientes aplaudidores. Fue aquella una semana de intenso ardor tribunicio. Incansable Montoya en la acusación, con energías de potro, y unos litigantes sabios y marru-lleros que entre zalemas y felicitaciones mentirosas se devoraron al primíparo fiscal. Tengo un exacto perfil de cada uno. Lozano inteligente y olfativo, Betan-cur izquierdoso y solapado, Chávez soca-rrón y carnavalesco.

Un capítulo especial se merece Pedro Nel Jiménez. Era un gárrulo ostentoso. Anchos los músculos de su cara, caída la papada, profunda la capacidad interna de su garganta, cuadrado su pecho pujante, de barítono su voz. Era un monólogo via-jero que iba regando palabras en casca-da con moroso regusto autoadmirativo. Era un narciso de la frase. Jiménez en las tribunas de la ley no creaba premisas y

deducciones, no le encontraba las aristas a la prueba. ¡Cantaba! Se escuchaba a sí mismo con deleite y se autoaplaudía con egolatría placentera. A base de música verbal ganaba los debates.

Dimensiones Distintas tenían otros penalistas

Luis Carlos Giraldo, exministro de justicia, descrestaba con su voluminosa biblioteca jurídica. Era metódico y tran-quilo, catedrático y husmeador de las corrientes nuevas de la criminalística universal. Defendimos con éxito a “Ga-zapera” un locuaz comerciante de Belal-cázar, y compartimos otras responsabili-dades, obviamente penales.

Jose J. González era un azaroso debu-tante. Moreno él, de vocablos directos, sorpresivo en aspavientos. Para darle base a una legítima defensa, inesperada-mente esgrimía un machete y daba unos soberbios planazos sobre el escritorio, causando terror entre las partes y páni-co en el asombrado público que asistía al debate.

Jaime Chávez Echeverri tenía virtudes contrapuestas. Aparentemente disipado, escondía la madurez profunda del le-trado. Triunfó como abogado casacio-nista. Garboso en la tribuna, hiriente en la polémica.

Era brillante Néstor Iván Ospina. Abo-gado salamineño. Había acreditado rápi-damente su bufete en la ciudad de Mani-zales. Decente y cristalino en su conducta personal, eficaz en la presentación de sus tesis, inspirado en sus exposiciones. Fui su compañero en algunos compromisos y de él me queda un recuerdo venerante. Un cáncer prematuro tronchó su parábo-la triunfal.

Tiene Caldas en el comienzo del Siglo XXI un elenco destacadísimo de aclama-dos penalistas. César Augusto López profesoral y sustantivo, maestro en ca-sación, Horacio Gutiérrez Estrada orador de soberbio penacho, Ariel Ortiz Correa de inteligencia penetrante, José Fernando Ortega recursivo, con la malicia adivina-toria del litigante, Aristides Betancur un corpulento híbrido de exuberante sangre europea y hemoglobina criolla, rotundo en su lenguaje jurídico y Ramiro Henao Valencia un guerrero del foro, que tran-sita con éxito por todas las provincias de este departamento, desplazándose también con clamoroso eco por otros tin-glados del país. Ramiro Henao Valencia, cuando debuta, es un espectáculo. Lo vi salir en una audiencia celebrada recien-temente en Bogotá casi en hombros como un torero, aplaudido por unas ba-rras frenéticas

*[email protected]

Dibujo de ramón marín vargas por un hijo suyo.

FotoS|Archivo

LA PAtriA|PAPeL

SALmón

Fernando Londoño Londoño

Jaime chávez echeverri.

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|54|PAISAJE CULTUR AL CAFETERO| |PAISAJE CULTUR AL CAFETEROdomingo 3 DE mARZO DE 2013 domingo 3 DE mARZO DE 2013

Unas danzas son de más o menos origen antioqueño. Otras, coinciden en algún punto o tienen similitudes con las antioqueñas. Algunas ya no existen. Por Caldas, lo caldense y los caldenses.

Julián Bueno Rodríguez* Papel Salmón

El folclor es uno de los índices más claros y seguros de la identi-dad y la historia de una región, pues su

proceso de surgimiento, evolu-ción y maduración lo llevan a cabo las comunidades dentro de períodos que pueden abar-car desde un mínimo de 25 años (lo que tarda una generación en configurarse) hasta un número indeterminado de siglos. El fol-clor permite interpretaciones in-contestables del carácter de una comarca, mediando su correcto conocimiento y verificación.

Dentro del folclor, la danza es mi especialidad. Para el presente análisis de la danza caldense me basaré en mis investigaciones hechas a partir de 1972, aplica-das a montajes con las Danzas del Ingrumá, y también en las inves-tigaciones de Gildardo Tapasco Calvo y de Rubiel de Jesús Ari-capa Tapasco, importantes cul-tores de la parcialidad indígena de Cañamomo y Lomaprieta, de Riosucio y Supía.

Para efectos de sustentar lo planteado desde un comienzo, clasifico la danza tradicional cal-dense y su mayor, menor o nin-guna relación con Antioquia, de la siguiente manera.

Danzas De más o menos eviDente origen antioqueño

De las casi 40 danzas calden-ses que he investigado, clasifica-do, recuperado y montado con las Danzas del Ingrumá, sólo dos

AntioquiA en el AlmA de CAldAs iii

La danza tradicional caldense y su procedencia en relación con Antioquia

pueden tener algún origen antio-queño. Son las Vueltas Amorosas y las Vueltas Remedianas.

La primera interpretación de las Vueltas Amorosas que pude observar en un sector rural de Riosucio, en 1972, se debió a una familia que había inmigrado de Andes, suroeste antioqueño, ha-cía veinte años, es decir, 1952. A partir de entonces pude compro-bar una considerable tradición preexistente de la misma danza en otros sectores de Riosucio y Supía. La antigua tradición de éste último pueblo establecía que fueran bailadas en las fiestas de matrimonio.

La versión que las Danzas del Ingrumá han difundido a lo largo de 40 años contempla un ensamblaje de figuras de proce-dencia antioqueña con otras pro-piamente caldenses, ligadas por un ritmo y un espíritu comunes.

Por otra parte, el gentilicio remedianas significa de Remedios. Ésta es una población antioque-ña de donde vinieron mineros al actual occidente caldense en el Siglo XIX. Sin embargo, en Antio-quia no hay rastros de la música de las Vueltas Remedianas, que es una variante de contradanza, ni de su coreografía. En cambio, se bailaban en el resguardo indíge-na de La Montaña, en Riosucio, durante los velorios de angeli-to, es decir, de niños pequeños muertos. Razón por la cual, pese a su nombre, deben ser conside-radas como una variante neta-mente caldense de una danza de presunto origen antioqueño.

Danzas hasta algún punto coinciDentes con otras que han existiDo en antioquia, sin que sea posible alegar proceDencia antioqueñaEl Sapo, Los Monos, El Galli-

nazo, El Guala*, Destrós o Espan-tasueño**, Marcha y Siotís. De to-das estas, se sabe de la existencia de la tonada caldense de El Sapo en Antioquia. Mas no es posible comprobar que su interpretación

coreográfica, conocida por mí en el resguardo de La Montaña en la década de 1970, corresponda a otra u otras, equivalentes o pa-recidas, que pudieron existir en aquel departamento. En Salami-na, norte caldense, sí pude com-probar su vigencia danzada con figuras propias.

De Los Monos se conocen co-plas coincidentes en Antioquia, sin que vayan acompañadas por las dos tonadas caldenses que retomó Ingrumá, en ritmos de contradanza lenta y torbellino. Mucho menos es posible imagi-nar que la manera de bailarse allá haya sido la misma contem-plada en la tradición caldense. Además recuérdese que en el Tolima Los Monos son una de las danzas tradicionales más alegres y bellas.

Tanto El Sapo como Los Monos, si bien parecen tener origen africano en el Culto a la Selva, su evolu-ción en Caldas las llevó a impregnarse de profundas actitudes indí-genas del Culto a la Tierra.

El Gallinazo es propio de co-munidades negras y puede es-tar relacionado con una danza africana yoruba del buitre. Lo tuvimos en Guamal, Supía, y es un rito amoroso de carácter má-gico. Antioquia, por su parte, ha tenido El Gallinacito y Los Galli-nacitos con un desarrollo teatral que los acerca más a Los Goleros de la Costa Atlántica. Y aunque hay en Caldas coplas muy pare-cidas a las que aparecen en An-

tioquia, las tonadas difieren notablemente.

Lo mismo podría decirse de El Guala de la parcialidad de Caña-momo y Lomaprieta, en Riosucio y Supía. Además, la organología de las dos danzas caldenses es autóctona y poco tiene que ver con organologías de las correspondientes danzas antioqueñas. Como cu-riosidad, considérese que la palabra guala, que de-signa un tipo de gallinazo al igual que en el Tolima, no existe en Antioquia, donde se dice guale.

El Destrós (corruptela idiomá-tica por ‘de Strauss’), la Marcha y el Siotís llegaron a Colombia a partir de 1820, procedentes de la Europa nórdica, como conse-cuencia de la independencia na-cional que buscaba y afirmaba con fuerza lo no español. Esto, pese a que el pasodoble español es una variante de las marchas austríaca y prusiana. El Siotís, llamado en Caldas Siotís Caleño y Tiotís, fue llamado en Antioquia simplemente Caleño, haciendo inconfundible el hecho de que les llegó del Valle del Cauca, aun-que también Chotís, adquiriendo un carácter pantomímico que lo diferencia de las variantes cal-denses. Además se acercó por el último nombre mencionado a la denominación española de Chó-tis. Más claramente, la danza de origen escocés retomada por los alemanes y difundida desde la Europa nórdica produjo la famo-sísima variante madrileña que no pierde, respecto de las ver-siones colombianas, su indirecto parentesco, algo más debido al común origen que a una influen-cia propiamente española.

Danzas calDenses con similituDes respecto De

Danzas que han existiDo en antioquia

Pasillo de Salón, El Guatín, Los Toritos, Las Flores y Sainete**.

El caso más lamentable de co-pias y falsificaciones irresponsa-bles en Colombia, es quizá el del Pasillo caldense. Del pasillo difí-cilmente hay en la tradición an-

tioqueña versiones rápidas y muchísimo menos voliadas,

como decimos en el Oc-cidente caldense. Puede considerarse que en ge-neral el pasillo danza-

do antioqueño es Pasillo de Salón y es de velocidad

moderada.La tonada de El Guatín puede

considerarse como una varian-te de la antioqueña El Conejo, que es más reposada. No hay en cambio similitud ninguna con la coreografía caldense, basada en la figura de los ochos.

El trenzado de Las Flores es en realidad la modalidad caldense de una danza universal, que en Antioquia también existe, aun-que con cintas y no con flores, al igual que en muchas otras regio-

tunidad de comprobar la vigen-cia de una singular modalidad en el corregimiento de San Félix, Salamina, donde adiviné en ella la prosapia legendaria de la des-aparecida guabina antioqueña.

Danzas inexistentes en la traDición antioqueña

I) Danzas andinas con versiones que en Caldas son exclusivas: el Bambuco**, la Caña**, el Torbe-llino**.

Considerada como la danza más emblemática de la Zona An-dina colombiana, el Bambuco fue llevado a Antioquia a finales del Siglo XIX por músicos caucanos, uno de ellos José Viteri. Pero no caló como danza, ni se produjo aculturación danzada alguna que pasara allí al folclor. Antio-quia, pues, no posee en su tradi-ción folclórica el Bambuco como danza. Se sabe que la bellísima versión que difundió el maestro Jacinto Jaramillo desde la década de los 50 fue investigada por él en el Tolima, aunque la revistió de atuendo antioqueño, en una decisión puramente artística que nada tenía que ver con las predi-lecciones del pueblo paisa.

Otras regiones andinas co-lombianas que no tienen en su tradición el Bambuco danza-

nes, incluido el mismo Caldas.El tema de Los Toritos coinci-

de con la antioqueña El Toro, de la cual quedan únicamente des-cripciones literarias. No obstan-te, nada tiene qué ver esta con una danza de simpleza indígena tan característica como la cal-dense, perteneciente al resguar-do de La Montaña en Riosucio.

Una de las situaciones deca-dentes más tristes dentro del folclor antioqueño es el del Sai-nete. Existe también en Caldas con gran encanto y humor, pero sin el esplendor ancestral y cau-tivante y la riqueza coreográfica que tuvimos la suerte de apre-ciar alguna vez en el Valle del Aburrá.

Danzas coinciDentes con referencias De Danzas que

hubo en antioquia pero Desaparecieron

La Guabina. La novelística costumbrista antioqueña habla de la Guabina como una de las danzas más típicas en las fies-tas campesinas durante el Siglo XIX. Pero sus descripciones son absolutamente diferentes de la guabina caldense, propia de los resguardos indígenas de La Montaña y de Cañamomo y Lo-maprieta, que tiene un espíritu más cercano al de la guabina to-limense. Pese a todo, tuve opor-

Pasos de reina es una danza exclusivamente caldense, sin equivalentes en ninguna otra parte del país. es, también, la única danza cortesana que se aculturó en colombia, pues mezcla pas-pied francés con torbellino indígena.

el caso más lamentable de copias y falsificaciones irresponsables en colombia, es quizá el del Pasillo caldense. Del pasillo difícilmente hay en la tradición antioqueña versiones rápidas y muchísimo menos voliadas, como decimos en el occidente caldense.

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|76 | |HISTORIAdomingo 3 DE mARZO DE 2013 domingo 3 DE mARZO DE 2013PAISAJE CULTUR AL CAFETERO|

A mediados del siglo XIX la comunidad bogotana estaba dividida entre ruanetas y cachacos. Durante la violencia de mediados del siglo XX varios alcaldes del Occidente de Caldas prohibieron el uso de la ruana. Refranes.

Alfredo Cardona Tobón* Papel Salmón

Un día cualquiera, en la bru-ma de la prehistoria, un homo sapiens hizo un hue-co en el cuero de un mamí-fero y metió su cabeza por

esa abertura para protegerse de la lluvia y el frío. Entonces nació la ruana.

En el siglo XVI Quevedo nos habla de ruanas y en América los encomenderos cobran los tributos en mantas de algo-dón que después se convierten en pon-chos en Chile, en zarapes en Nueva Es-paña y en muleras en las zonas tórridas.

La ruana fue una prenda que igualó a los amos con los indios mitayos, vistió a Simón Bolívar y al general Córdova, y en el siglo XX los habitantes de Nobsa, un hermoso pueblito enclavado en el al-tiplano boyacense, la tomaron como su bandera.

Los versos del poeta pereirano Luis Carlos González, dedicados a la ruana se transformaron en bambuco por la magia sonora del filadelfeño José Ma-cías. Esa canción se convirtió en un him-no que conmueve las fibras más sensibles del alma paisa; como escribe Jorge Eliecer Zapata Bonilla, esos versos son, además del sentimiento, el retrato más fiel de la gesta colonizadora del Gran Caldas; es un poema que nos lleva a las trochas en las montañas donde ruana, tiple y hacha son la trinidad que acompaña a los valientes labriegos junto con su caballejo pecoso, el perro guagüero y el calabazo con chicha.

la ruana en el imaginario popularLa ruana está entretejida en la histo-

ria colombiana; a mediados del siglo XIX la comunidad bogotana estaba dividida entre ruanetas y cachacos. Se llamaban ruanetas a los artesanos, al pueblo llano que se manifestaba contra una sociedad

EntREtEjIdA En lA hIstORIA COlOmbIAnA

La ruana: sombra fiel de los abuelos

clasista y hegemónica. Los ruanetas se aliaron con los militares y llevaron al ge-neral Melo a la presidencia; fue la prime-ra y única vez que los ruanetas contaron en el gobierno de Colombia.

Ruanetas fueron los soldados de la Independencia y las glebas de carne de cañón en las guerras civiles; con ruana se bailó La Vencedora y se sigue acom-pañando a La Guaneña y al Torbellino. Bolívar usó ruana al igual que Lleras Camargo y el “Telepadre” García Herre-ros; la ruana arropó al general Córdova y al general Uribe. Sin embargo para los cachacos, es decir, para los citadinos de chaleco y saco, la ruana se mira con desdén. Refranes como “Los perros solo muerden a los de ruana” o la “Justicia es para los de ruana” dejan mal parados a los ruanetas. El conocido dicho de que el “hábito no hace al monje” tiene su equi-valente en “la ruana no hace al arriero ni el vestido al caballero” y cuando se quie-re expresar que los entrometidos sobran recordamos el dicho que dice “Cuanto menos pulgas en la ruana menos hay para rascarse”.

En 1936, el alcalde de Bogotá Jorge Eliecer Gaitán, prohibió el uso de alpar-gates y de la ruana y a los empleados ofi-ciales, y les exigió el baño y la afeitada diaria. Esos asuntos de higiene fueron la chispa para una rebelión que sacó a Jorge Eliecer de la alcaldía. Dicen que en ese entonces, el caudillo liberal des-cubrió el poder oculto de los ruanetas y a partir de allí se convirtió en su más conspicuo y abnegado defensor.

Durante la violencia de mediados del siglo XX varios alcaldes del Occidente de Caldas prohibieron el uso de la ruana; pues bajo sus pliegues se escondía a me-nudo el cuchillo matrero y el changón asesino. Sin embargo, en 1986 los fieles del altiplano le regalaron una bella rua-na de lana al Papa Juan Pablo II y con esa prenda se ha testimoniado al afecto y re-conocimiento a grandes personalidades que han visitado a Colombia.

la versatiliDaD De la ruanaLa ruana arropa a recién nacidos sin

ajuar ni cobertores, fue sudario en las batallas; sirve de capote en potreros y corralejas y la enrollan los guapos en la

mano izquierda mientras con la derecha lanzan con furia puñaladas o macheta-zos. La ruana es un escudo que se em-papa en sangre y un pañuelo grande que bebe las lágrimas. Sirve como mantel, de tálamo nupcial y de celestina en los to-queteos furtivos de los novios. La ruana sirve de almohada y como invitada es-pecial preside las fiestas de Cucunubá, de Nobsa y de Marulanda, el “Festival de la ruana en Paipa” y las fiestas de Caramanta.

En la picaresca refranera la ruana tie-ne un lugar especial. “Se lo puso de rua-na” hace intuir un matón que convierte en ropa de trabajo a un pobre diablo ultrajado; “por debajo de la ruana” es la disciplina repetida por los corruptos con el erario y la plata ajena.

En la zona paisa la ruana es misógina pues rara vez se le ve con las mujeres, en cambio en Boyacá, Nariño y Cundina-

marca la ruana se envuelve voluptuosa en las curvas de las labriegas que al lado de sus ruanetas echan parejo azadón en sus parcelas.

Con el nombre de la ruana se identifi-can restaurantes y almacenes y el bam-buco interpretado por Garzón y Collazos y otros famosos conjuntos musicales se ha internacionalizado en la voz de Palo-ma San Basilio.

La abuela de pañolón y el abuelo de ruana es la estampa que guardamos con cariño e infinito respeto en los cofres fa-miliares, de colores oscuros y rara vez color blanco. Apenas ahora se está come-tiendo el sacrilegio de tejerla con rojos y otros colores subidos pues la ruana es símbolo de austeridad, de fuerza espar-tana, de trabajo y empeño

*http://www.historiayregion.blogspot.com

Foto|Archivo LA PAtriA|PAPeL SALmón

habitante de marulanda (caldas) en su ruana.

do, son Santander, Risaralda y Quindío, posiblemente porque se perdió en el transcurso de las generaciones y no porque no lo hubiesen tenido. Y, curiosa-mente, dos antiguos baluartes de esta danza, Boyacá y Valle del Cauca, infortunadamente también la perdieron y no han podido recuperar versión algu-na auténtica en sus grupos or-ganizados.

Hay en Antioquia coplas de La Caña, que también aparecen en otras comarcas colombianas. Pero no hay allá supervivencias comprobadas de una correspon-diente danza, como sí las hay en cambio en el Tolima, donde su ritmo es coincidente con uno de los más característicos de los que existen en Caldas, aunque no sucede igual con sus tonadas más tradicionales.

El Torbellino del resguardo de La Montaña guarda similitudes con el desaparecido Torbellino a Misa de Cundinamarca. El de Cañamomo y Lomaprieta se acerca al caucano y el vallecau-cano por el hecho de que sólo tienen de torbellino el nombre: musicalmente son bambucos.

Pero es realmente curioso ver cómo en Antioquia el torbe-llino perdió su nombre, aunque dejó una huella al rojo vivo en su música guasca, hasta el punto de que los antioqueños no han podido reconocerlo en tonadas por el estilo de Échele candela al monte, tan popular y propia en el Viejo Caldas como allá.

Recientemente se han dado en llamar en Antioquia tales tona-das Baile bravo, nombre que por lógica contundente no puede aplicarse como distintivo a rit-mo alguno. Pero es diciente el

el carácter de los pasillos Ventiao, Arriao y Toriao se configuró en el encuentro del caucano con el indio del occidente caldense. La idiosincrasia antioqueña no acepta danzas de un carácter bélico tan acentuado y obvio como el de éstas.

hecho de que tales piezas musi-cales hayan sido propias de las candentes fiestas campesinas así denominadas: bailes bravos.

II) Danzas de las cuales hay contrapartes en otras zonas colom-bianas: la Danza**, la Polca** y la Mazurca.

Hay en el Chocó en versio-nes tradicionales totalmente distintas de las caldenses, mas no en otros sectores de la Zona Andina colombiana. Claro que la Polca ha sido cultivada mu-sicalmente en ella sin lograr arraigo en el folclor, y hay que reconocer que cuando del Siglo XIX al XX la popularidad de su baile disminuyó, su nombre se olvidó y algunas muestras que permanecieron en repertorios que a su vez superaron el paso de una generación a otra, co-menzaron a ser confundidas con la Marcha. Un buen ejemplo es la pieza titulada Filabene. Por su parte, la Danza conserva im-portancia suma exclusivamente musical en la generalidad andi-na colombiana.

III) Danzas exclusivamente cal-denses: Pasillo Arriao, Pasillo Ventiao, Pasillo Toriao**, Vals Andino, El Ocho*, El Trabuco*, Caña de Tiples, Pasos de Reina, El Galope, Danza de los Som-breros, Danza de las Palomas,

Los Perros**, Las Mariposas*, Vueltas de Cañamomo y Loma-prieta*, Vueltas Ceremoniales, La Severiana, Son de las Vacas, Baile de los Angelitos, Las Pesa-rosas, La Despedida, La Molida, La Fuertiada, La Borrachera, Arandito de las Bendiciones, Diablos con Cencerros, Danza de las Capas, Danza del Sol** y Danza de la Luna**.

No está por demás aclarar que el carácter de los pasillos Ventiao, Arriao y Toriao se con-figuró en el encuentro del cau-cano con el indio del Occiden-te Caldense. La idiosincrasia antioqueña no acepta danzas de un carácter bélico tan acen-tuado y obvio como el de éstas. Y aunque el Vals haya sido tan cultivado musicalmente en la Colombia andina, solamente en el Viejo Caldas fue aculturado con gran fuerza y carácter por el campesino y el indígena.

antioquia tiene sus propias Danzas

Basta con citar danzas tan ca-racterísticas como el Danzón y la Redova, pertenecientes a la tra-

dición de la comunidad de San Andrés de Girardota; la Candan-ga de Santa Fe de Antioquia; el Bunde de Giraldo y Santa Fe de Antioquia; y la Cachada, tam-bién de Girardota. A esto agre-go las modalidades regionales de Gallinacitos y Vueltas Antio-queñas. No alcanzo a compren-der, pues, cómo algunos grupos de danzas colombianas se dan a la tarea de pretender o suponer que las danzas caldenses son en su generalidad antioqueñas.

Debo confesar que no sé qué clase de ritmo es el rotulado, quizá desde los años 60, como Son paisa. No descarto que se trate de alguna variante guasca o de una modalidad del torbe-llino, bautizada así al no acertar a descubrir bajo ropajes evolu-cionados más o menos autóc-tonos del mestizaje, el espíritu original de la indígena danza del viento

*Escritor.Próxima entrega: Lo antioqueño en Caldas.

*Recuperadas y proyectadas escénicamente sólo por grupos de Cañamomo y Lomaprieta.**Recuperadas y proyectadas escénicamente tanto por las Danzas del Ingrumá como por grupos de Cañamomo y Lomaprieta.

Sin asterisco: recuperadas y proyectadas escénicamente sólo por las Danzas del Ingrumá.

FotoS|corteSíA JuLián Bueno|PAPeL SALmón

La danza El Gallinazo es propia de comunidades negras y puede estar relacionada con una danza africana yoruba del buitre. Lo tuvimos en Guamal, Supía, y es un rito amoroso de carácter mágico.

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|director NICOlás REstREpO EsCObAR | EDItORA GlORIA luZ áNGEl EChEvERRI|DIsEñO vIRGIlIO lÓpEZ ARCE|circuLA con LA PAtriA toDoS LoS DominGoS |crA 20 no.46-35. teL 878 1700 |imPreSión: eDitoriAL LA PAtriA S.A |e-mAiL: [email protected]

domingo 3 DE mARZO DE 2013PUBLICACIONES|

COnVOCAtORIAImpRE(CI)sIOnEs

RECOmEndAdO

una película de Amour

Juan Carlos Acevedo Ramos* Papel Salmón

Julián Chica Cardona, es un escritor de vieja data. Es caldense, radicado desde hace más de 20 años en la ciudad de Pereira. Es educador, periodista, historia-dor, coordinador de talleres literarios, gestor cultu-ral y literario, investigador en las áreas de tanatolo-

gía, novelista premiado nacionalmente con su ópera prima Mi querida enemiga, novela que le significó ser el ganador del Premio Nacional de Novela Ciudad de Pereira en 2011, his-toriador y poeta.

Su recorrido vital está cifrado por la literatura, la histo-ria y la acción desde y para difundir la literatura regional, en pocas palabras el humanismo es leiv motiv en la vida de Chica Cardona Y hablo precisamente de su humanismo porque a eso le apunta su nuevo libro de poemas Ciudades de agua.

La poesía que encontramos en él es la continuación de una búsqueda que comenzó en 1993 cuando publicó su pri-mer libro de poemas Zodíaco de flechas. Sin rendirse conti-núo el camino con Antipoemario (2005) un nuevo libro don-de nos recordaría al monumental poeta chileno Nicanor Parra cuando en el lejano 1954 publica su célebre Poemas y antipoemas y ahora regresa con su nuevo libro Ciudades de agua, que el lector sentirá como un breve homenaje a uno de los cuatro elementos.

Sabemos que el agua simboliza entre las estaciones al invierno y ahí es donde aparece la poética de este libro que es emociones, sentimientos, reflexiones y voces para el que no tiene voz.

El autor lo ha dividido en cuatro capítulos. “Ojo de agua”, que nos recuerda el hermoso verso de Baudelaire cuando dice: Tus ojos de agua para beber en prisión… Luego, “De lotos y la vida” que nos pone en escena al oriente leja-no y su tradición poética. Nos encontramos ya con el tercer capítulo que es “Del amor y las ausencias”, aquí el juego de contrarios hace presencia, el amor es de dos, la ausencia de uno. Terminamos con “Babilonia”, que es el regreso al caos, a la pérdida de la esperanza, al mundo real.

Si pudiéramos adentrarnos un poco en los poemas, me atrevería a decir que en el libro Ciudad de agua, su autor busca un tono reflexivo, así confesional para hacernos sa-ber como lectores que un mundo afuera se desmorona y

música con tempo colombiano

La Biblioteca Nacional realiza cada año el ciclo de con-ciertos “Música con tempo colombiano”, y para la pro-gramación de 2013 se hará énfasis en el fortalecimiento de organizaciones que trabajen en procesos de creación, memoria y circulación del acervo documental musical.

Las agrupaciones preferiblemente incluirán en sus reper-torios obras que reposen en las colecciones del Centro de Documentación Musical. La fecha de cierre es el próximo 30 de abril. Informes en http://www.mincultura.gov.co/?idcategoria=51248

Camilo Gómez Gaviria* Papel Salmón

Siempre hay que estar prevenido cuan-do se va a ver una película del austria-co Michael Haneke; sobre todo, no hay que dejarse engañar por el título. La profesora de piano, por ejemplo, (Gran

premio del jurado en Cannes 2001) no es una historia sobre la dicha y el placer de la música: por el contrario, aborda el tema del masoquismo; Funny Games (literalmente “juegos graciosos”) tra-ta por su parte el tema de la violencia como una mera entretención; La cinta blanca, (Palma de Oro en Cannes 2009) cualquier cosa excepto la inocencia que este símbolo representa… en esta misma línea, Amour (Palma de Oro en Cannes 2012 y Óscar a la mejor película extranjera) a pesar de su título, no es propiamente la película que podría esperarse un espectador ávido de historias de amor.

No pretendo sugerir que el nombre de la pelí-cula haya sido escogido de forma irónica ni que sea inapropiado. ¡De ninguna manera! Al contra-rio, resulta bastante acertado. Y esto, a pesar de que traicione las expectativas que podemos tener -acostumbrados como estamos al estereotipo que las películas mainstream nos han inculcado- sobre lo que en cine corresponde a una historia de amor.

Teniendo esto en cuenta, la primera adver-tencia sobre Amour es que no es una película para todo el mundo. En pocas cintas se ha visto el amor yuxtapuesto de forma tan cruda con la enfermedad y la muerte. No se trata entonces, tampoco, de una historia de amor romántico, un Liebestod como el de Tristán e Isolda -una “muer-te de amor”- entre jóvenes amantes: en la cinta de Haneke, el matrimonio que interpretan Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva es el de una pareja de ancianos. Tal vez es la cotidianidad que refleja esta película y su profunda verdad lo que hace que Amour sea tan sincera.

Al terminar de ver la película, es probable que más de un espectador se pregunte si realmente es necesario ir a un cine para salir de él con la sensación de desazón que esta cinta provoca. Sin embargo, pienso que tratándose de una película de Haneke la experiencia no está de más.

P.D. Es una lástima que Emmanuelle Riva no haya ganado el Óscar al que fue nominada. Su ac-tuación, representando el papel de una mujer de edad y enferma, no incluía en ningún momento grandes gestos, ni gritos coléricos, ni manoteos histriónicos. Al contrario, era una actuación con-tenida, al igual que los sentimientos que expresa-ba, como si brillara hacia adentro más que hacia el exterior. En resumen, una verdadera lección de actuación

*[email protected]

CIudAdEs dE AguA

El regreso a la poesía como reflexión de la modernidad

solo la palabra puede salvarlo. Porque para qué sirve el arte, la literatura o la pintura, el teatro o la música sino es para dejar nuestra huella en este mundo. Y eso es lo que encuentro en los poemas de Julián Chica Cardona

*EscritorCHICA Cardona Julián. Ciudades de agua. La Nueve Editorial. Manizales 2013. Pp. 100.


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