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Page 1: EL SECRETO ADMIRABLE DEL SANTÍSIMO ROSARIO
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EL SECRETO ADMIRABLE

DEL

SANTÍSIMO ROSARIO

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LICENCIA DE LA ORDEN

IMPRIMI POTEST

Thomas Fernández, S.J.

Praep. Prov. Legionensis

LICENCIA ECLESIÁSTICA

NIHIL OBSTAT

EL CENSOR,Lic. Fortián Solá Moreta Pbro.

Barcelona, 17 de junio de 1929

IMPRÍMASE

JOSÉ, Obispo de Barcelona

Por mandato de su Excia. Itma.

Dr. Francisco M.ª Ortega de la Lorena

Canc. Scrio

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EL SECRETO ADMIRABLE

DEL

SANTÍSIMO ROSARIO

POR

SAN LUIS MARÍA GRIGNIONDE MONTFORT

TRADUCIDO DEL FRANCÉS

POR DON ILDEFONSO NORIEGA

Y DON MATÍAS JOVE

REVISADO I ANOTADO

POR EL PADRE NAZARIO PÉREZ, S.J.

SOCIEDAD GRIGNION DE MONTFORT C/. Jonqueres nº18, 8º C

FUNDACIÓN MONTFORT

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ISBN: 978-84-9825-381-8Depósito legal B-39.271-2008Imprime: Índice, S.L.,Fluvià, 81 08019 Barcelona

COMBEL EDITORIAL - 2008

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PRESENTACIÓN DE ESTA EDICIÓN

Los escritos de San Luis Mª. Grignion deMontfort no necesitan presentación ni recomen -dación alguna. Pero el tema de este libro sí que loprecisa, por desgracia. ¡Se ha pretendido tantodesacreditar, ridiculizar y desterrar de la piedadpopular el rezo del Santo Rosario!

Y, sin embargo, en Lourdes, en Fátima, enBeauraing y en Banneux –por no mencionar másque apariciones aprobadas por la Iglesia– laVirgen se aparece con el rosario en las manos yrecomienda, exhorta y hasta pide que se le obse -quie con esta práctica de devoción. ¿Qué tendrá,pues, el Rosario que tanto agrada a la VirgenSantísima? A un buen hijo le habría de bastarconocer el deseo de su madre para que se esforza -ra en complacerla. Pero además son los mismosPapas los que nos recomiendan encarecidamenteesta devoción. Baste recordar a León XIII con susencíclicas anuales sobre este tema, a Pío XII quecasi repitió lo mismo, Juan XXIII (que afirmabaque desde pequeño había rezado cada día elRosario entero), Pablo VI, y el actual Pontífice queva siempre con el rosario en la mano.

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Y es que el Rosario no es más que una sínte -sis de la Historia de la Salvación en todos aque llosmisterios en que María está al lado de Jesús parti-cipando viva y eficazmente en la salvación de loshombres. Y con el recuerdo de estos mis terios lainvocamos con las palabras del Ángel en laAnunciación-Encarnación y le suplicamos reitera-damente nos proteja durante toda la vida y enespecial a la hora de la muerte. Nos asocia mos ala «Esclavita del Señor» y la acompaña mos hastaque la veamos en la gloria para que con Jesús nosponga la corona que hayamos merecido. ¡No esmaravilloso recorrer todos los días, en compañíade la Madre del Redentor, el camino de nuestra sal-vación!

Lee, pues, el librito que te presentamos, lector,y medítalo. Y que esta meditación te haga reci tarcon devoción, gozo y fruto todos los días de tuvida esta oración tan del agrado de ti y de miMadre celestial.

P. Francisco de P. Solá, S. J. Director de la Sociedad Grignion de Montfort

Barcelona, 11 de febrero de 1982, festividad de Nuestra Señora de Lourdes

Nota: En esa nueva edición de SEPTIEMBRE 2008, hemos queri-do conservar la misma presentación.

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PRÓLOGO

¿Tuvo el Santo Montfort el propósito depublicar este opúsculo, o al menos deseaba quellegara a salir a la luz pública, en la pri mera opor-tunidad? No cabe dudar de ello, al leer lo queviene a ser el prefacio de su libro, las tres rosas,puestas aparte, que ofrece a los sacerdotes, a lospecadores y a las almas devo tas, y el capullo derosa que reserva para los benjamines de la fami-lia de Cristo: los niños.

En la primera dice: «Ministros del Altí simo...,permitidme presentaros la rosa blanca de estelibro, para poner en vuestro corazón y vuestraboca las verdades que expongo con sencillez... Siyo creyera que la experiencia que Dios me hadado de la eficacia de la pre dicación del SantoRosario para la conver sión de las almas pudieradecidiros a predi carlo..., yo os diría las conversio-nes maravi llosas que he logrado mediante supredica ción; pero me contento con presentarosen este opúsculo algunos ejemplos antiguos biencomprobados. Únicamente he intercalado envuestro obsequio algunas citas latinas de bue nosautores que demuestran lo que explico al puebloen francés.»

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¿Por qué entonces no se ha publicado el librohasta ahora? Contestaremos ante todo, y es unarazón grave para personas de fe, que la hora deDios no había llegado.

Ocurre con los libros de los santos, como conlos santos mismos, que aparecen en el tiempopreciso, señalado por la Providencia para realizarun gran bien. El Santo Montfort estaba predesti-nado a combatir el jansenismo al comenzar elsiglo XVIII. Su Tratado de la Verdadera Devoción ala Santísima Virgen, hallado en la mitad del sigloXIX, debía contri buir a robustecer el movimientoque impele a las almas a María y favorecer el res-peto y la confianza hacia tan buena Madre.

Hoy toca el turno a El Secreto Admirable delSantísimo Rosario, porque la lucha entre laInmaculada y Satanás, y entre las razas de la unay del otro, es más enconada que nunca y va a sermás terrible todavía, por lo cual es preciso quenosotros, los fieles soldados de María, empuñe-mos el arma que ha de darnos la victoria, es decir,el Santo Rosario.

¿Y quién nos predicará el Rosario mejor queMontfort, que fue y es todavía, en expresión de laIglesia, el «Predicador excelente»? Durante losaños de su vida apostólica lo implantó en todas lasparroquias en que dio misiones. Sus ejemplos, susescritos, sus mismas imágenes, nos excitaban ya aamar y practicar una devoción que él estimabasobremanera. El Santo Montfort apareció siemprea los ojos de todos como el apóstol del Rosario.

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Y ahora es preciso, por las circunstancias queatravesamos, que predique por medio de su librotan amada devoción.

Montfort con su voz recia y elocuente, cla -mará a los cristianos de nuestros días: «¡A lasarmas! ¡Tomad con una mano la Cruz y elRosario con la otra y combatid con valor por lamás noble de las causas: por el honor de Dios y lagloria de su Madre!»

Dícese que León XIII, impresionado por lavida y los escritos de Montfort, cuya beatifica ciónpreparaba, se sintió vehementemente movido arecomendar a la cristiandad el rezo del Rosario.Efecto análogo ocurrirá a los que lean con fe estelibro. El Santo Montfort les hará saborear sudevoción predilecta y les ins pirará el abrazarlacon amor.

Fuera del motivo sobrenatural apuntado,contribuyó a retardar la impresión del SecretoAdmirable el hecho de que el Santo, al compo -nerlo aprovechara extensamente la obra deldominico Antonino Thomas, impresa en Reims elaño 1698, bajo el título de Rosal mís tico de laSantísima Virgen, o Santo Rosario ideado porSanto Domingo; porque no sola mente tomó lasideas, sino que reprodujo lite ralmente numerosospasajes de la misma obra. De ahí que se dudara siconvenía editar, al amparo del nombre del SantoMontfort, un trabajo que era debido en parte aotro. Sin embargo, después de larga reflexión,nos hemos decidido a ello. ¿Por qué? Porque el

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libro que ofrecemos al público es en realidad untrabajo personal de Montfort. El Santo autorescogió de la obra del dominico los pasa jes quecreía más a propósito para hacer bien y los orde-nó más armónicamente. Su libro presenta unaspecto sugestivo y original: es una corona místi-ca, de la que cada capítulo es una rosa. El lectorpuede así ornar con cincuenta y tres rosas mara-villosas la frente de su Soberana.

Montfort ha sacado de una obra un pocofarragosa y abultada un compendio suelto y con-ciso, sembrado de reflexiones prácticas, enrique-cido con capítulos enteramente nuevos del BeatoAlano de la Roche, etc.

Finalmente, una razón de peso es que, gra ciasa la influencia de Montfort, las ideas adop tadaspor él y recibidas del dominico Antonino Thomasvan a tener un tan glorioso destino como segura-mente no habría soñado su autor. Bajo el nombreamado y conocido de Montfort, cundirán esasideas por el mundo entero para alimentar la pie-dad mariana de innumerables multitudes. Si seeditara El Rosal Místico, la obscuridad de suautor le proporcionaría un éxito dudoso, mien-tras que, sin la menor vacilación, predecimos alSecreto Admirable del Santo Rosario un éxito cier-to y brillante.

Si una persona cualquiera pretendiese hacerun compendio del Rosal místico, un opúsculomás sencillo y adecuado para la generalidad delos fieles, nadie tendría reparo que oponer a ello.

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Por el contrario, se alabaría el proyecto y se darían gracias al autor. Pues bien, es un santo elque se ha impuesto ese sacrificio y ha tomado esetrabajo, y por lo tanto hemos de aplaudir su ini-ciativa. Publicar su Secreto es participar de susmiras. Al examinar el manus crito original, hechocon letra segura y esme rada, se ve que está con-feccionado con amore. El amor guiaba la plumadel Santo, el amor a su querida Madre del cielo,que él ansiaba honrar, y el amor a sus hermanos,que aspira a conquistar para su devoción favori-ta. Piensa esto, lector, al recorrer estas páginas.Pide al Santo que transfunda a tu alma lossentimien tos que animaban la suya. Dile que teayude a saludar a María con el ángel Gabriel y aatra er, por esa súplica, sobre la tierra, la graciaque te santifique y quebrante la cabeza de la ser -piente infernal.

Por el avemaría el pecado se destruirá, Por el avemaría toda gracia nos vendrá.

San Lorenzo del Sevre, 1.º de octubre de1911, fiesta del Santo Rosario

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PRÓLOGO

DE LA EDICIÓN CASTELLANA

Por primera vez sale a luz en nuestra lenguaEl Secreto Admirable del Santísimo Rosario, cono-cido en Francia desde 1911 y hasta enton cesinédito. Desde que por primera vez lo leí mos,fluctuábamos entre el deseo de traducir lo paraprovecho de las almas y el temor de que no fueratan bien recibido como los otros escritos de nues-tro Santo, y pudiera menosca bar algo su famaentre los ya prevenidos con tra el nombre deMontfort, sobre todo si se precian de críticos. Elcelo de dos fervorosos esclavos de María y queri-dos amigos nuestros ha vencido nuestra indeci-sión: ellos han tra ducido con exactitud y correc-ción la obrita; y nosotros lo hemos revisado concariño; y le hemos añadido unas pocas notas quetal vez basten para explicar algún punto o satisfa-cer a algún reparo de crítica histórica.

Claro está que en cuanto a la doctrina teoló -gica y ascética ningún reparo se ofrece: es másllana y más escasa que en otros libros del Santo yfue aprobada como todos sus escritos para el pro-ceso de beatificación. Mas sí se ofrecerán algunas

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dificultades en los hechos históricos, o ejemplos,que llenan gran parte de la obra. Pues, aunquenuestro escritor era por carácter y por virtudgrande enemigo de toda falsedad y condena confrase irónica en el Tratado de la VerdaderaDevoción a los devotos presuntuosos, a los queapoyan su presunción en historias verdaderas ofalsas, «que para ellos es lo mismo», fióse en estelibrito de la autoridad del Beato Alano de laRoche, bas tante acreditado entonces, pero muydiscutido después.

No sólo los Padres Bolandos, sino tambiénescritores de la misma orden de Santo Domingo,como el Padre Echard, desconfia ban no poco delas revelaciones de este piado so autor, teniéndolaspor invenciones o algo semejante a parábolas. Sedudaba hasta de que el culto del Beato Alano estu-viera recono cido por la Iglesia. Hoy, sin embargo,el erudi to Padre Getino, tan conocedor de la his-toria de su esclarecida Orden, no duda en llamarBeato a Alano de la Roche; y reconoce que «comomístico, como hombre de revelaciones acredita-das en una vida ejemplar, mereció cré dito demuchos»; si bien añade que «no puede tener paranosotros asentimiento ciego e incondicional», yaque «en los estados místi cos es fácil la ilación y semezclan fácilmente con las comunicaciones divi-nas los prejuicios humanos y las maneras deexpresión hiperbó licas»1

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1. «¿Fue Santo Domingo fundador del Rosario?» CienciaTomista, T. XXIV.

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Sirva, pues, de norma este prudente juiciopara saber a qué atenerse respecto a los ejem plosque el Santo Montfort aduce en este libro, tomán-dolos del Padre Thomas, que a su vez los copiadel Beato Alano.

En todo caso, la doctrina que de ellos dedu ceel Santo Montfort es muy sólida. Si alguno nocree prudente admitir estos hechos como histo-rias, tómelos como parábolas.

Prevenido el lector acerca de este punto, deimportancia secundaria para el fin de la obri ta,creemos que la leerá con mucho gusto, edi -ficación y provecho. Si no hay en ella ideas tannuevas y sublimes como en el Tratado de laVerdadera Devoción, el Secreto de María o el Amorde la Divina Sabiduría y en la Carta a los Amigosde la Cruz; hay novedad en el modo de exponerasunto tan conocido como las exce lencias delRosario, y elocuencia popular y llena de unción,que delata al fervoroso misio nero, siempre abra-sado en el amor de Nuestra Señora y en perpetualucha con los jansenistas y protestantes.

Haga el Santo Apóstol de María que en sulibro aprendamos a manejar esta arma exce lentedel Santísimo Rosario, en que tanto con fía laIglesia para triunfar de sus enemigos.

Carrión, fiesta de Nuestra Señora de Lour des,1928

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ROSA BLANCA

A LOS SACERDOTES

1. Ministros del Altísimo, predicadores de laverdad, clarines del Evangelio, permitidme que ospresente la rosa blanca de este librito para intro-ducir en vuestro corazón y en vues tra boca las ver-dades que en él se exponen sencillamente y sinaparato. En vuestro cora zón, para que voso trosmismos emprendáis la práctica santa del Rosarioy gustéis sus frutos. En vuestra boca para que pre-diquéis a los demás la excelencia de esta santapráctica y los convirtáis por este medio. Guardaos,si no lo lleváis a mal, de mirar esta práctica comoinsignificante y de escasas consecuencias, comohace el vulgo y aun muchos sabios orgu llosos; esverdaderamente grande, sublime, divina. El cieloes quien os la ha dado para convertir a los pecado-res más endurecidos y los herejes más obstinados.Dios ha vinculado a ella la gracia en esta vida y lagloria en la otra. Los santos la han ejercitado y losSoberanos Pontífices la han autorizado.

¡Oh, cuán feliz es el sacerdote y director dealmas a quien el Espíritu Santo ha revelado estesecreto, desconocido de la mayor parte de loshombres o sólo conocido superficialmente! Silogra su conocimiento práctico, lo recitará todoslos días y lo hará recitar a los otros. Dios y suSantísima Madre derramarán copiosa mente la

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gracia en su alma para que sea ins trumento de sugloria; y producirá más fruto con su palabra, aun-que sencilla, en un mes que los demás predicado-res en muchos años.

2. No nos contentemos, pues, mis queridoscompañeros, en aconsejarlo a los demás: es nece-sario que lo practiquemos. Bien podremos estarconvencidos de la excelencia del Santo Rosario,mas si no lo practicamos, poco empe ño se toma-rá quien nos oiga en cumplir lo que aconsejamos,porque nadie da lo que no tiene «Caoepit Jesúsfacere et docere». Imitemos a Jesucristo, quecomenzó por hacer aquello que enseñaba.Imitemos al Apóstol, que no conocía ni predicabamás que a Jesucristo crucificado: y eso es lo queharéis al predicar el Santo Rosario, que, segúnmás abajo veréis, no es sólo un compuesto depadrenuestros y avemarías, sino un divino com-pendio de los misterios de la vida, pasión, muer-te y gloria de Jesús y de María. Si creyera yo quela experiencia que Dios me ha dado de la eficaciade la predicación del Santo Rosario para conver-tir a las almas os pudiera determinar a predicar-lo, a pesar de la moda contraria de los predicado-res, os diría las conversiones maravillosas que hevisto venir con la predicación del Santo Rosario;pero me contentaré con relatar en este compen-dio algu nas historias antiguas y bien probadas. Ysola mente en servicio vuestro he insertado tam-bién algunos textos latinos de buenos autores queprueban lo que explico al pueblo en francés.

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ROSA ENCARNADA

A LOS PECADORES

3. A vosotros, pobres pecadores y pecado -ras, un pecador mayor todavía os ofrece estarosa enrojecida con la Sangre de Jesucristo,para haceros florecer y para salvaros. Los impí-os y los pecadores impenientes claman todos losdías: «Coronémonos de rosas.» Coronémonosde rosas, cantemos también nosotros, coroné-monos con las rosas del Santo Rosario. ¡Ah, quédiferentes son sus rosas de las nuestras! Son lasrosas de ellos sus placeres carnales, sus vanoshonores y sus riquezas perecederas, que muypronto se marchitarán y perecerán; mas lasnuestras (nuestros padre nuestros y avemaríasbien dichos, junto con nuestras obras de peni-tencia) no se marchita rán ni pasarán jamás y suresplandor brillará de aquí a cien mil añoscomo al presente; las pretendidas rosas de ellosno tienen sino la apariencia de tales, en realidadno son otra cosa que espinas punzantes durantela vida por los remordimientos de conciencia,que los atormentarán en la hora de la muerte(con el arrepentimiento) y los quemarán duran-te toda la eternidad, por la rabia y la desespera-ción. Si nuestras rosas tienen espinas, son espi-nas de Jesucristo que Él convierte en rosas. Sipunzan nuestras espinas, es sólo por algún

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tiempo; no punzan sino para curarnos del peca-do y salvarnos.

4. Coronémonos a porfía de estas rosas delparaíso recitando diariamente el Rosario; es decirtres rosarios de cinco decenas cada uno o tresramos de flores o coronas: 1.° para hon rar las trescoronas de Jesús y de María, la corona de graciade Jesús en su encarnación, su corona de espinasen su pasión y su corona de gloria en el cielo, y latriple corona que María recibió en el cielo de laSantísima Trinidad; 2.º para recibir de Jesús y deMaría tres coronas, la primera de mérito durantela vida, la segunda de paz a la hora de la muerte, yla tercera de gloria en el paraíso. Si sois fieles enrezarle devotamente hasta la muerte, a pesar de laenormidad de vuestros pecados, creedme, recibi-réis una corona de gloria que no se marchitarájamás. Aun cuando os hallaseis en el borde delabismo, o tuvieseis ya un pie en el infierno; aun-que hubieseis vendido vuestra alma al diablo, auncuando fueseis unos here jes endurecidos y obsti-nados como demonios, tarde o temprano os con-vertiréis y os salvaréis, con tal que (lo repito ynotad las palabras y los términos de mi consejo)recéis devotamente todos los días el Santo Rosariohasta la muer te, para conocer la verdad y obtenerla contri ción y el perdón de vuestros pecados.

Ya veréis en esta obra muchas historias degrandes pecadores convertidos por virtud delSanto Rosario. Leedlas para meditarlas.

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ROSAL MÍSTICO

A LAS ALMAS DEVOTAS

5. No llevaréis a mal, almas devotas, alum -bradas por el Espíritu Santo, que os dé un peque-ño rosal místico, bajado del cielo para ser planta-do en el jardín de vuestra alma: en nada perjudi-cará las flores odoríferas de vuestra con -templación. Es muy oloroso y enteramente divi -no, no destruirá en lo más mínimo el orden devuestro jardín; es muy puro, bien ordenado y loconduce todo al orden y a la pureza; crece hastauna altura tan prodigiosa, adquiere una tan vastaextensión, si se le riega y cultiva como convienetodos los días, que no sólo no estorba, antes con-serva y perfecciona todas las restantes devocio-nes. Vosotros que sois espirituales me compren-déis bien; este rosal es Jesús y María en la vida, enla muerte y en la eternidad.

6. Las hojas verdes de este rosal místico re -presentan los misterios y gozos de Jesús y deMaría; las espinas, los dolorosos; y las flores, losgloriosos; los capullos son la infancia de Jesús yde María; las rosas entreabiertas representan aJesús y a María en los sufrimientos; las abiertasdel todo muestran a Jesús y a María en su glo riay en su triunfo. La rosa alegra con su her mosura:Ved aquí a Jesús y María en sus miste rios gozo-sos; pica con sus espinas: ved aquí a Jesús y

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María en sus misterios dolorosos; rego cija con lasuavidad de su aroma: vedlos, en fin, en sus mis-terios gloriosos. No desprecies, pues, mi plantaexcelente y divina: plantadla en vues tra alma,adoptando la resolución de rezar el Rosario.Cultivadla y regadla rezando fielmente todos losdías y haciendo buenas obras y veréis cómo estegrano que parecía tan pequeño llega rá a ser conel tiempo un árbol grande, donde las almas pre-destinadas y elevadas a la contem plación haránsus nidos y morada para guar darse a la sombrade sus hojas de los ardores del sol, para preservar-se en su altura de las bestias feroces de la tierra ypara ser, en fin, delicada mente alimentadas consu fruto, que no es otro que el adorable Jesús, aquien sea honor y glo ria por los siglos de lossiglos. Amén. Dios solo.

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CAPULLO DE ROSA

A LOS NIÑOS

7. A vosotros, amiguitos míos, os ofrezco unhermoso capullo de rosa; es el granito de vues trorosario, que os parecerá tan insignificante. Mas¡oh, qué precioso es ese granito! ¡Qué admirablees ese capullo! ¡Cómo se desarrolla rá si rezáisdevotamente vuestra avemaría! Mucho seríapediros que rezarais el Rosario todos los días;rezad por lo menos diariamente un tercio delRosario con devoción, y será una linda corona derosas que colocaréis en las sie nes de Jesús y deMaría. Creedme; y escuchad una hermosa histo-ria, y no la olvidéis.

8. Dos niñas, hermanitas, estaban a la puer -ta de su casa rezando devotamente el SantoRosario. Aparéceseles una hermosa Señora, lacual se aproxima a la más pequeña, que tenía deseis a siete años, la toma de la mano y se la lleva.Su hermana mayor la busca llena de turbación y,desesperada de poder encontrarla, vuelve a sucasa llorando. El padre y la madre la buscan tresdías sin encontrarla. Pasado este tiempo, laencuentran a la puerta con el rostro alegre ygozoso. Le preguntan de dónde viene y contestaque la Señora a quien rezaba el Rosario la habíallevado a un lugar muy hermoso y le había dadoa comer cosas muy buenas y había colocado en

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sus brazos a un Niño bellísimo. El padre y lamadre, recién convertidos a la fe, llamaron alPadre Jesuita que los había instruido en ella y enla devoción del Rosario y le contaron lo que habíaocurrido. De sus propios labios lo hemos sabidonosotros. Aconteció en el Paraguay.

Imitad, amados niños, a estas dos fervoro sasniñas; rezad todos los días, como ellas, el Rosario,y mereceréis así ver a Jesús y a María: si no enesta vida, después de la muerte, durante la eterni-dad. Amén.

Sabios e ignorantes, justos y pecadores, gran-des y pequeños, alaben y saluden día y noche conel Santo Rosario a Jesús y a María. Saludad aMaría, que mucho ha trabajado en medio de vosotros (Rm. 16, 6).

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EL SECRETO ADMIRABLE DELSANTÍSIMO ROSARIO

PARA CONVERTIRSE Y SALVARSE

PRIMERA DECENA

Excelencia del Santísimo Rosarioen su origen y en su nombre

Primera Rosa

LAS ORACIONES DEL ROSARIO

9. El Rosario comprende dos cosas, a saber:la oración mental y la oración vocal. La ora ciónmental del Santo Rosario es la medita ción de losprincipales misterios de la vida, muerte y gloriade Jesucristo y de su Santísima Madre. La ora-ción vocal del Rosario consiste en decir quincedecenas de avemarías precedi das por un padre-nuestro y terminadas por un gloria. Se meditan ycontemplan las quince virtudes principales queJesús y María han practicado en los quince mis-terios del Santo Rosario.

En la primera parte, que consta de cinco dece-nas, se honran y consideran los cinco misteriosgozosos; en la segunda, los cinco miste rios doloro-

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sos; y en la tercera, los cinco miste rios gloriosos[entre los misterios gozosos y dolorosos el PapaJuan Pablo II ha añadido los cinco misterios lumi-nosos]. De este modo, el Rosario es un compuestosagrado de oración mental y vocal para honrar eimitar los misterios y las virtu des de la vida, muer-te, pasión y gloria de Jesucristo y de María.

Segunda Rosa

ORIGEN DEL ROSARIO

10. El Santo Rosario, compuesto en su fondoy substancia de la oración de Jesucristo y de lasalutación angélica –esto es, el padrenuestro y elavemaría– y la meditación de los misterios deJesús y María, es sin duda la pri mera oración y ladevoción primera de los fie les, que desde losapóstoles y los discípulos se transmitió de sigloen siglo hasta nosotrosl.

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1. Según las investigaciones de los historiadores ecle -siásticos, no parece que pueda hoy admitirse lo que aquí diceel Santo Montfort sobre la antigüedad en el uso del avemaría.Hasta el siglo XII no hay testimonio alguno de que se rezara elavemaría, si no es como antí fona en la liturgia. Antes de SantoDomingo se citan sólo cuatro o cinco casos de fieles que reza-ran el ave maría. El Santo fue el primero que consta mandararezar e! avemaría en sus Constituciones, y sus discípu los losprimeros de quienes tenemos noticia que propa garon la devo-ción de rezar series de avemarías meditando los misterios yjuntando el rezo con genuflexiones, al modo que rezaba Santo

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11. No obstante, el Santo Rosario, en la for -ma y método que lo recitamos al presente, sólofue inspirado a la Iglesia en 1214 por la SantísimaVirgen, que lo dio a Santo Domingo para conver-tir a los herejes albigenses y a los pecadores.Ocurrió en la forma siguiente, según cuenta elBeato Alano de la Roche en su famoso libro titu-lado De dignitate Psalterii2. Viendo SantoDomingo que los crímenes de los hombres obsta-culizaban la conversión de los albigenses, entróen un bosque próximo a Tolosa y pasó en él tresdías y tres noches en continua oración y de peni-tencia, no cesando de gemir, de llorar y de mace-rar su cuerpo con disciplinas para calmar la cóle-ra de Dios; de suerte que cayó medio muerto. LaSantísima Virgen, acompañada de tres princesasdel cielo, se le apareció entonces y le dijo; «¿Sabestú, mi querido Domingo, de qué arma se ha servi-do la Santísima Trinidad para reformar elmundo?» «Oh Señora, respondió él, Vos lo sabéismejor que yo, porque después de vuestro Hijo

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Domingo, según nos lo repre senta el arte de su tiempo. Confundamento, pues, la voz de los Sumos Pontífices, de acuer-do con la tradición, nos señala a Santo Domingo como fun-dador del Rosario, aunque no enseñara él a rezarIo precisa-mente en series de diez avemarías y distribuyendo comoahora la medi tación de los misterios. Ésta no se fijó hasta e!siglo xv.

Véanse sobre todo este asunto los interesantes artí culosdel P. Getino, O.P. (en Ciencia Tomista, t. XXIV y XXV). «¿FueSanto Domingo fundador del Rosario?»

2. De la dignidad del salterio de María; es decir, del Rosario.

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Jesucristo fuisteis el principal instrumento denuestra salvación.» Ella añadió: «Sabe que lapieza principal de la batería fue la salutaciónangélica, que es el fundamento del NuevoTestamento; y por tanto, si quieres ganar paraDios esos corazones endurecidos, reza mi salte-rio.» El Santo se levantó muy consolado y, abra-sado de celo por el bien de aquellos pueblos,entró en la Catedral. En el mismo momento,sonaron las campanas por intervención de losángeles para reunir a los habitantes, y al princi piode la predicación se levantó una espantosa tor-menta; la tierra tembló, el sol se nubló, los repe-tidos truenos y relámpagos hicieron estre mecer ypalidecer a los oyentes; y aumentó su terror al veruna imagen de la Santísima Virgen expuesta enlugar preeminente, levantar los bra zos tres veceshacia el cielo, para pedir a Dios venganza contraellos si no se convertían y recu rrían a la protec-ción de la Santa Madre de Dios.

El cielo quería por estos prodigios aumentarla nueva devoción del Santo Rosario y hacerlamás notoria. La tormenta cesó al fin por las ora-ciones de Santo Domingo. Continuó su discursoy expli có con tanto fervor y entusiasmo la exce-lencia del Santo Rosario, que los moradores deTolosa lo aceptaron casi todos, renunciaron a suserro res, y en poco tiempo se vio un gran cambioen la vida y las costumbres de la ciudad3.

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3. Ninguna de estas maravillas refieren los antiguos histo-

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Tercera Rosa

EL ROSARIO Y SANTO DOMINGO

12. Este milagroso establecimiento delSanto Rosario, que guarda cierta semejanza conla manera en que Dios promulgó su ley sobre elmonte Sinaí, manifiesta evidentemente la exce-lencia de esta divina práctica. Santo Domingo,inspirado por el Espíritu Santo, pre dicó todo elresto de su vida el Santo Rosario con el ejemplo yla palabra, en las ciudades y en los campos, antelos grandes y los peque ños, ante sabios e ignoran-tes, ante católicos y herejes. El Santo Rosario–que rezaba todos los días– era su preparaciónpara predicar y su acción de gracias de haber pre-dicado.

13. Un día de San Juan Evangelista en queestaba el Santo en Nuestra Señora de París rezan-do el Santo Rosario, como preparación a la pre-dicación, en una capilla situada tras el altarmayor, se le apareció la Santísima Virgen y ledijo; «Domingo, aunque lo que tienes preparado

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riadores de la Orden de Santo Domingo, y por eso los críticosdesconfían, Téngase en cuenta, sin embar go, que SantoDomingo no tuvo ningún biógrafo con temporáneo. Los quenarraron su vida lo hicieron den tro del cuadro general de lahistoria de su Orden, donde no cabían tantos pormenores.

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para predicar sea bueno, he aquí, no obstante, unsermón mucho mejor que yo te traigo.» SantoDomingo recibe de sus manos el libro donde esta-ba el sermón, lo lee, lo sabo rea, lo comprende, dagracias por él a la Santísima Virgen. Llega la horadel sermón, se enfervoriza y, después de no haberdicho en alabanza de San Juan Evangelista sinoque había merecido ser custodio de la Reina delCielo, dice a toda la concurrencia de grandes ydoctores que habían venido a oírle –habitua dostodos a discursos floridos– que no les hablará conpalabras de sabiduría humana, sino con la senci-llez y la fuerza del Espíritu Santo. Y, efectivamen-te, les predicó el Santo Rosario explicándolespalabra por palabra, como a niños, la salutaciónangélica, sirvién dose de comparaciones muy sen-cillas, que había leído en el papel que le habíadado la Santísima Virgen.

14. He aquí las mismas palabras del sabioCartagena, tomadas por él del libro del BeatoAlano de la Roche titulado De Dignitate Psalterii.

El Beato Alano afirma que Santo Domingo ledijo un día en una revelación; «Hijo mío, tú pre-dicas, pero, para que no busques las ala banzas delos hombres antes que la salvación de las almas,escucha lo que me sucedió en París. Debía predi-car en la magnífica iglesia dedicada a la bien-aventurada María y quería hacerlo de un modoingenioso, no por orgullo, sino por la influencia ydignidad del auditorio. Según mi costumbre,oraba recitando mi sal terio (es decir, el Rosario),

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durante la hora que precedía a mi sermón, encierta capilla tras el altar mayor, y tuve un rapto.Veía a mi amada Señora la Madre de Dios, quetrayéndome un libro me decía; ‘‘Domingo, aun-que el sermón que has decidido predicar esbueno, te traigo aquí otro mejor.’’

»Muy gozoso, cogí el libro, lo leí entero y,como María había dicho, comprendí bien queaquello era lo que convenía predicar. Le di gra ciascon todo mi corazón. Llegada la hora del sermón,tenía delante de mí la Universidad de París enmasa y un gran número de señores. Ellos oían yveían las grandes señales que por mediación míales hacía el Señor. Subo al púl pito. Era la fiesta deSan Juan, pero de tal apóstol me contenté condecir que mereció ser escogido para custodio sin-gular de la Reina del cielo; y después digo así a miauditorio: ‘‘Señores y Maestros ilustres, estáisacostum brados a escuchar sermones elegantes ysabios; pero yo no quiero dirigiros las doctaspalabras de la sabiduría humana, sino mostra rosel Espíritu de Dios y su virtud.’’ y entonces –diceCartagena siguiendo al Beato Alano– SantoDomingo explicó la salutación angélica por com-paraciones y semejanzas familiares.»

15. El Beato Alano de la Roche, como dice elmismo Cartagena, refiere otras varias apari cionesde Nuestro Señor y de la Santísima Virgen aSanto Domingo para instarle y ani marle a predi-car el Santo Rosario, a fin de combatir el pecadoy convertir a pecadores y herejes, dice: «El Beato

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Alano dice que la Santísima Virgen le reveló queJesucristo su Hijo se había aparecido después deElla a Santo Domingo y le había dicho:‘‘Domingo, me alegro de ver que no confías en tusabiduría, sino que, humilde mente, prefieres sal-var a las almas a agradar a los hombres vanos.Muchos predicadores quie ren en seguida tronarcontra los pecados más graves, olvidando queantes de dar una medici na penosa, es necesarioque tenga lugar la pre paración. Por eso debenantes exhortar al audi torio al amor a la oración,especialmente a mi angélico salterio; porque sitodos empiezan a rezarlo no es dudoso que ladivina clemencia estará propicia para los que per-severen. Predica, pues, mi Rosario.’’»

16. En otro lugar dice el Beato Alano: «Todoslos predicadores hacen decir a los cristianos lasalutación angélica, al principio de sus sermones,para obtener la gra cia divina. La razón de ello seencuentra en una revelación hecha a SantoDomingo por la bie naventurada Virgen:‘‘Domingo, hijo –le dijo–, no te sorprendas de queno tengan éxito tus predicaciones, porque traba-jas en una tierra que no ha sido regada por la llu-via. Sabe que, cuando Dios quiso renovar elmundo, envió de antemano la lluvia de la saluta-ción angélica, y así es como se reformó el mundo.Exhorta, pues, en tus sermones a rezar elRosario, y recogerás grandes frutos para lasalmas.’’ Y habiéndolo hecho así Santo Domingocon energía obtuvieron sus predicaciones notable

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éxito.» (Esto se encuentra en el Libro de los mila-gros del Santo Rosario, en el discurso 143 deJustino.)

17. He tenido gusto en copiar palabra porpalabra los pasajes de estos buenos autores enfavor de los predicadores y personas eruditas, quepudieran poner en duda la mara villosa virtud delSanto Rosario. Mientras siguiendo a SantoDomingo se predicó la devo ción del SantoRosario, la piedad y el fervor flo recían en lasórdenes religiosas que practica ban esta devocióny en el mundo cristiano; pero desde que no sehizo tanto aprecio de ese presente venido delcielo, no se ve más que pecado y desórdenes portodas partes.

Cuarta Rosa

EL ROSARIO Y EL BEATO ALANO DE LA ROCHE

18. Como todas las cosas, aun las más san -tas, en cuanto dependen de la voluntad de loshombres, están sujetas a cambios, no hay por quesorprenderse de que la cofradía del Santo Rosariosólo subsistiese en su primitivo fervor alrededorde cien años después de su institu ción. Luegoestuvo casi sumida en el olyido. Además, la mali-cia y envidia del demonio han contribuido, sinduda, a la menor estimación del Santo Rosario,

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para detener los torrentes de gracia de Dios queesta devoción atraía al mundo. En efecto, la justi-cia divina afligió todos los reinos de Europa elaño 1349 con la peste más horrible que se recuer-da, la cual desde Levante se extendió a Italia,Alemania, Francia, Polonia y Hungría y desolócasi todos estos territorios, pues de cien hombresapenas quedaba uno vivo; las poblaciones, lasvillas, las aldeas y los monasterios quedaron casidesier tos durante los tres años que duró la epide-mia.

Este azote de Dios fue seguido de otros dos; laherejía de los flagelantes y un desgraciado cismael año 1376.

19. Luego que, por la misericordia de Dios,cesaron estas calamidades, la Santísima Virgenordenó al Beato Alano de la Roche, célebreDoctor y famoso predicador de la Orden de SantoDomingo del convento de Dinan, en Bretaña,renovar la antigua cofradía del Santo Rosario,para que, ya que esta cofradía había nacido enesta provincia, un religioso de la misma tuviese elhonor de restablecerla. Este Beato Padre empezóa trabajar en esta gran obra el año 1460, despuésque Nuestro Señor Jesucristo, para determinarlea predicar el Santo Rosario, le manifestó un díaen la Sagra da Hostia, cuando el Beato celebrabala Santa Misa: «¿Por qué me crucificas tú denuevo?» «¿Cómo, Señor?», le contestó el BeatoAlano enteramente sorprendido. «Son tus peca-dos los que me crucifican, le respondió Jesucristo,

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y preferiría ser crucificado otra vez a ver a miPadre ofendido por los pecados que has cometi-do. Y me crucificas aún, porque tienes ciencia ycuanto es necesario para predicar el Rosario demi Madre y por este medio instruir y desviarmuchas almas del pecado; tú los salvarías, impi -diendo grandes males, y, no haciéndolo, eres cul-pable de los pecados que ellos cometen.» Estoscargos terribles resolvieron al Beato Alano a pre-dicar incesantemente el Rosario.

20. La Santísima Virgen le dijo también cier-to día, para animarle aún más a predicar el SantoRosario: «Fuiste un gran pecador en tu juventud,pero he obtenido de mi Hijo tu con versión, herogado por ti y hubiese deseado, a ser posible,padecer toda clase de trabajos para salvarte, pueslos pecadores convertidos son mi gloria, y parahacerte digno de predicar por todas partes miRosario.»

Santo Domingo, cuando describía a los fieleslos frutos que había conseguido en los pueblospor medio de esta hermosa devoción que les pre-dicaba continuamente, solía decir: «Estás viendoel fruto que he con seguido con la predicación delSanto Rosario; haz lo mismo, tú y todos los queamáis a María, para de ese modo atraer todos lospueblos al pleno conocimiento de las virtudes.»

Esto es en compendio lo que la historia nosenseña del establecimiento del Santo Rosario porSanto Domingo y de su renovación por el BeatoAlano de la Roche.

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Quinta Rosa

COFRADÍA DEL ROSARIO

21. No hay, hablando con propiedad, másque una cofradía del Rosario, compuesta de 150[200] avemarías; pero con relación al fervor de lasdistintas personas que lo practican hay tres cla-ses, a saber: el Rosario común u ordi nario, el Ro -sario perpetuo y el Rosario cotidiano. La cofradíadel Rosario ordinario sólo exige que se rece unavez por semana, y la del Rosario perpetuo, unavez al año; pero la del Rosario cotidiano exigerezarlo entero –es decir, las 150 [200] avemarías–diariamente. Nin guno de estos Rosarios implicaobligación bajo pecado, ni aun venial; porque lapromesa de rezarlo es completamente voluntariay de supererogación; pero no debe alistarse en lacofradía quien no tenga voluntad de cumplir esapromesa, según lo exige la cofradía, siem pre quepueda sin faltar a las obligaciones de su estado.Así, cuando el rezo del Rosario coin cida con unaacción que por nuestro estado es obligatoria, debepreferirse esta acción al Rosario por santo quesea. Cuando en la enfer medad no pueda rezarseen todo ni en parte sin exacerbar el padecimien-to, no obliga. Cuando por legítima obediencia,olvido invo luntario o necesidad apremiante no ha

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podido rezarse, no hay ningún pecado, ni aunvenial; y no deja por eso de participarse de las gra-cias y méritos de los otros hermanos y hermanasque lo rezan en todo el mundo.

Cristianos: si faltáis a este rezo por puranegligencia, sin ningún motivo formal, absolu -tamente hablando tampoco pecáis, pero per déisla participación en las oraciones, buenas obras yméritos de la cofradía, y, por vuestra infidelidaden cosas pequeñas y de superero gación, caeréisinsensiblemente en la infideli dad a las cosasgrandes y de obligación esen cial; porque «Quiendesprecia las cosas peque ñas, poco a pococaerá.»4

Sexta Rosa

EL SALTERIO DE MARÍA

22. Desde que Santo Domingo establecióesta devoción hasta el año 1460, en que el BeatoAlano de la Roche la renovó por orden del cielo,se le llama el salterio de Jesús y de la SantísimaVirgen, porque contiene tantas salu taciones angé-licas como salmos contiene el salterio de David, ylos sencillos e ignorantes, que no pueden rezar elsalterio de David, encuentran en el Rosario un

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4. Eclo., 19, 1.

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fruto igual y aun mayor que el que se consiguecon el rezo de los salmos de David: 1.° Porque elsalterio evangé lico tiene un fruto más noble, asaber: el Verbo encarnado, mientras que el salte-rio de David no hace más que predecirle; 2.° Como la ver dad sobrepasa a la figura y el cuer-po a la som bra, del mismo modo el salterio de laSantísima Virgen sobrepasa al salterio de David,que sólo fue sombra de aquél; 3.° Porque laSantísima Trinidad es la que ha compuesto el sal-terio de la Santísima Virgen o Rosario, que seintegra de padrenuestros y avemarías.

El sabio Cartagena refiere al respecto: «Elsapientísimo de Aix-la-Chapelle –J. Bessel–, en sulibro sobre la corona de rosas, dedicado al empe-rador Maximiliano, dice: “No puede afir marseque la salutación mariana sea una invenciónreciente. Se extendió con la Iglesia misma.Efectivamente, desde los orígenes de la Iglesia,los fieles más instruidos celebraban las alabanzasdivinas con la triple cincuentena de salmos daví-dicos. Entre los más humildes, que encontrabanserias dificultades en el rezo del oficio divino,surgió una santa emulación... Pensaron, y conrazón, que en el celestial elo gio –el Rosario– seincluyen todos los secretos divinos de los salmos.Sobre todo porque los salmos cantaban al quedebía venir, mientras que esta fórmula se dirige alque ha venido ya. Por eso comenzaron a llamar‘salterio maria no’ a las tres series de cincuentaoraciones, anteponiendo a cada cadena la ora-

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ción dominical, como habían visto hacer a quie-nes reci taban los salmos.”»

23. El salterio o Rosario de la SantísimaVirgen está dividido en tres [cuatro] rosarios decinco decenas cada uno; 1.° Para honrar a las trespersonas de la Santísima Trinidad; 2.° Para hon-rar la vida, muerte y gloria de Jesucristo; 3.° Paraimitar a la Iglesia Triunfante, ayudar a la militan-te y aliviar a la padeciente; 4.° Para imitar las trespartes de los salmos, cuya pri mera parte es parala vía purgativa, la segunda para la vía iluminati-va y la tercera para la uni tiva; 5.° Para colmarnosde gracia durante la vida, de paz en la muerte yde gloria en la eter nidad.

Séptima Rosa

EL ROSARIO, CORONA DE ROSAS

24. Desde que el Beato Alano de la Rocherenovó esta devoción, la voz pública, que es la vozde Dios, le ha dado el nombre de Rosario5, quesignifica corona de rosas. Es decir, que cuantasveces se reza como es debido el Rosario se colocasobre la cabeza de Jesús y de María una corona

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5. No fue, sin embargo, el Beato Alano quien inventó estenombre de Rosario, ya conocido antes; por el con trario, élquiso que se llamara salterio.

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compuesta de 153 [203] rosas blancas y 16 [21]rosas encarnadas del paraíso que jamás perderánsu hermosura ni su brillo. La Santísima Virgenaprobó y confirmó este nombre de Rosario, reve-lando a varios que le presentaban tantas rosasagradables cuantas avemarías rezaban en suhonor y tantas coro nas de rosas como Rosarios.

25. El Hermano Alfonso Rodríguez6, de laCompañía de Jesús, rezaba el Rosario con tantoardor, que veía con frecuencia a cada padrenues-tro salir de su boca una rosa encar nada, y a cadaavemaría, una blanca, igual en hermosura y buenaroma y solamente distinta en el color.

Las crónicas de San Francisco cuentan queun joven religioso tenía la buena costumbre derezar todos los días antes de la comida la coro nade la Santísima Virgen. Un día, no se sabe porqué, faltó a ella, y estando servida la cena rogó asu superior que le permitiese rezarla antes de ir ala mesa. Con este permiso se reti ró a su habita-ción; pero como tardaba mucho, el superiorenvió un religioso a llamarle; y éste le encontróiluminado con celestes resplando res y a laSantísima Virgen con dos ángeles cerca de él.Cada vez que decía un avemaría, una rosa salíade su boca, y los ángeles cogían las rosas una trasotra y las colocaban sobre la cabeza de laSantísima Virgen, que les testi moniaba su con-sentimiento. Otros dos religio sos, enviados para

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6. Hoy San Alfonso Rodríguez.

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saber la causa del retraso de sus compañeros, vie-ron este misterio, y no desapareció la SantísimaVirgen hasta que ter minó el rezo de la corona.

El Rosario es, pues, una gran corona, y el decinco decenas, una guirnalda de flores o coro nillade rosas celestes que se coloca sobre las cabezasde Jesús y María. La rosa es la reina de las flores,y del mismo modo el Rosario es la rosa y la pri-mera de las devociones.

Octava Rosa

MARAVILLAS DEL ROSARIO

26. No es posible expresar cuánto estima laSantísima Virgen el Rosario sobre todas lasdemás devociones y cuán magnánima es alrecompensar a quienes trabajan para predi carlo,establecerlo y cultivarlo y cuán terrible es, por elcontrario, con aquellos que quieren hacerle opo-sición.

Santo Domingo en nada puso durante su vidatanto entusiasmo como en alabar a la SantísimaVirgen, predicar sus grandezas y animar a todosa honrarla por medio del Rosario. Esta poderosaReina del Cielo, a su vez, no cesó de derramarsobre Santo Domingo bendiciones a manos lle-nas; coronó sus trabajos con mil prodigios y mila-gros, nada pidió éste a Dios que no obtuviera por

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intercesión de la Santísima Virgen, y –para colmode favores– Ella le sacó victorioso de la herejía delos albigenses y le hizo padre y patriarca de unagran Orden.

27. ¿Qué diría yo del Beato Alano de laRoche, reparador de esta devoción? La San tísimaVirgen le honró varias veces con su visi ta parainstruirle sobre los medios de conse guir su salva-ción, hacerse buen sacerdote, per fecto religioso eimitador de Jesucristo. Durante las tentaciones ypersecuciones horri bles de los demonios, que lereducían a una extremada tristeza y casi a la des-esperación, le consolaba y disipaba con su dulcepresencia todas estas nubes y tinieblas. Ella leenseñó el modo de rezar el Rosario, sus excelen-cias y sus frutos, le favoreció con la gloriosa cali-dad de nuevo esposo y, como arras de sus castosamo res, le puso un anillo en el dedo y un collarhecho con su pelo al cuello, y le dio también unRosario. El Abad Tritemio, el docto Cartagena, yel sabio Martín Navarro y otros hablan de él conelogio. Después de haber lle gado la cofradía delRosario a reunir más de cien mil almas, murió enZunolle, Flandes, el 8 de septiembre del año 1475.

28. Envidioso el demonio de los grandes fru-tos que el Beato Tomás de San Juan, célebre pre-dicador del Santo Rosario, conseguía con estapráctica, le redujo por medio de duros tra tos aestado de una larga y penosa enfermedad, en laque fue desahuciado por los médicos. Una nocheen que él se creía infaliblemente a punto de morir

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se le apareció el demonio en espantosa figura;pero, elevando él devotamen te los ojos y el cora-zón hacia una imagen de la Santísima Virgen quehabía cerca de su cama, gritó con todas sus fuer-zas: «¡Ayudadme, soco rredme, dulcísima Madremía!» Apenas hubo acabado estas palabras, laimagen le tendió la mano y le apretó el brazo,diciéndole: «No temas Tomás, hijo mío, yo teauxilio; levántate y continúa predicando la devo-ción de mi Rosario como habías empezado. Yo tedefen deré contra todos tus enemigos.» A estaspala bras de la Santísima Virgen, huyó el demo-nio.

29. La Santísima Virgen no favorece sola -mente a los predicadores del Rosario; tambiénrecompensa gloriosamente a aquellos que, por suejemplo, atraen a otros a esta devoción.

A Alfonso7, rey de León y Galicia, que dese -aba que todos sus criados honrasen a laSantísima Virgen con el Santo Rosario, se le ocu-rrió, para animarles con su ejemplo, llevar osten-siblemente un gran Rosario, aunque sin rezarlo,lo que bastó a obligar a todos sus cor tesanos aque lo rezaran devotamente. El rey cayó grave-mente enfermo y cuando le creían muerto fuetransportado en espíritu al tribu nal de Jesucristo,vio allí a los demonios, que le acusaban de todoslos crímenes que había cometido, y cuando iba a

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7. Alfonso IX, sin duda, aunque, que sepamos, no haymemoria de este caso en documentos españoles.

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ser condenado a las penas eternas, se presentó asu favor la Santísima Virgen delante de su divinoHijo; se trajo entonces una balanza, se colocarontodos los pecados del rey en un platillo, y laSantísima Virgen colocó en el otro el granRosario que él había llevado en su honor, jun -tamente con los que, gracias a su ejemplo, habíanrezado otras personas, y esto pesaba más quetodos sus pecados. y después, mirán dole con ojoscompasivos, le dijo: «He obteni do de mi Hijo,como recompensa del pequeño servicio que mehiciste llevando el Rosario, la prolongación de tuvida por algunos años. Empléalos bien y hazpenitencia.» El rey, vuel to en sí de este éxtasis,exclamó: «¡Oh bendito Rosario de la SantísimaVirgen, por el que fui librado de la condenacióneterna!» Después que recobró la salud pasó elresto de su vida con gran devoción al SantoRosario y lo rezó todos los días.

Que los devotos de la Santísima Virgen pro -curen ganar cuantos fieles puedan para la cofra-día del Santo Rosario, a ejemplo de estos santosy de este rey; conseguirán en la tierra la protec-ción de Nuestra Señora y luego la vida eterna.«Los que me den a conocer ten drán la vida eter-na».8

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8. Eclo 24, 31.

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Novena Rosa

LOS ENEMIGOS DEL ROSARIO

30. Pero veamos ahora qué injusticia esimpedir los progresos de la cofradía del SantoRosario y cuáles son los castigos de Dios para losdesgraciados que la han despreciado y qui sierondestruirla.

Como la devoción del Santo Rosario ha sidoautorizada por el cielo con varios prodigios yaprobada por la Iglesia en varias bulas de losPapas, sólo los libertinos, impíos y espíritus fuer-tes de estos tiempos se atreven a difamar la cofra-día del Santo Rosario o alejar de ella a los fieles.En verdad que sus lenguas están infectadas con elveneno del infierno y que son movidas por el espí-ritu maligno; porque nadie puede desaprobar ladevoción del Santo Rosario sin condenar lo máspiadoso que hay en la Religión Cristiana, a saber:la oración dominical, la salutación angélica y losmiste rios de la vida, muerte y gloria de Jesucristoy de su Santísima Madre.

Estos espíritus fuertes, que no pueden sufrirque se rece el Rosario, caen con frecuencia en elcriterio, reprobado, de los herejes, que tie nenhorror al Rosario.

Aborrecer las cofradías es alejarse de Dios y

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de la piedad, puesto que Jesucristo nos aseguraque se encuentra en medio de los que se reúnenen su nombre. No es ser buen católico despreciartantas y tan grandes indulgencias como la Iglesiaconcede a las cofradías. Disuadir a los fieles deque pertenezcan a la del Santo Rosario es ser ene-migo de la salva ción de las almas, que por estemedio dejan el partido del pecado para abrazar lapiedad. Sí, San Buenaventura dijo con razón ensu salte rio que morirá en pecado y se condenaráquien haya despreciado a la Santísima Virgen:¡Qué castigos aguardan a los que apartan a otrosde las devociones a Nuestra Señora!

Décima Rosa

MILAGROS OBTENIDOS POR EL ROSARIO

31. En ocasión en que Santo Domingo pre -dicaba esta devoción en Carcasona, un hereje sededicó a poner en ridículo los milagros y los quin-ce misterios del Santo Rosario, lo que impedía laconversión de los herejes. Dios permitió, paracastigar a este impío, que 15.000 demonios entra-sen en su cuerpo; sus parientes le llevaron al bien-aventurado Padre (Santo Domingo) para librarlede los espíritus malignos. Aquél se puso en ora-ción y exhortó a todos los presentes a rezar con élel Rosario en alta voz, y he aquí que a cada ave-

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maría la Santísima Virgen hacía salir cien demo-nios del cuerpo de este hereje en forma de carbo-nes encendidos. Después que fue curado, abjuróde todos sus errores, se convirtió y se inscribió enla cofradía del Rosario, con otros muchos compa-ñeros arrepentidos con este castigo y con la vir-tud del Rosario.

32. El docto Cartagena, de la Orden de SanFrancisco, y otros varios autores refieren que elaño 1482, cuando el venerable Padre DiegoSprenger y sus religiosos trabajaban con grancelo para restablecer la devoción y la cofradía delSanto Rosario en la ciudad de Colonia, dos famo-sos predicadores, envidiosos de los gran des frutosque los primeros obtenían con esta práctica, tra-taron de desacreditarla en sus ser mones, y comotenían talento y predicamento grandes, disuadie-ron a muchas personas de inscribirse. Uno deestos predicadores, para mejor conseguir su per-nicioso intento, prepa ró expresamente un ser-món en domingo. Llegó la hora y el predicadorno aparecía; se le esperó, se le buscó y al fin se leencontró muer to, sin haber sido auxiliado pornadie. Per suadido el otro predicador de que esteacci dente era natural, resolvió suplirle para abo-lir la cofradía del Rosario. El día y hora del ser -món llegaron, y Dios castigó al predicador conuna parálisis que le quitó el movimiento y la pala-bra. Entonces reconoció su falta y la de su com-pañero, recurrió con el corazón a la SantísimaVirgen, prometiéndole predicar por todas partes

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el Rosario con tanto brío como lo había combati-do y rogándole que le devolviese para esto lasalud y la palabra, lo alcanzó de la SantísimaVirgen, y, encontrándose súbita mente curado, selevantó como otro Saulo, cambiado de persegui-dor en defensor del Santo Rosario. Hizo públicareparación de su falta y predicó con mucho celoy elocuencia las excelencias del Santo Rosario.

33. No dudo de que los espíritus fuertes y crí-ticos de nuestros días, cuando lean las his toriasde este librito, las pondrán en duda, como hanhecho siempre, aunque yo no he hecho sinotranscribirlas de muy buenos auto res contempo-ráneos, y en parte de un libro compuesto recien-temente por el R. P. Anto nino Thomas, de laOrden de Predicadores, titulado El rosal místico.Todo el mundo sabe que hay tres clases de fe paralas diferentes historias. A las historias de laSagrada Escri tura, les debemos una fe divina; alas historias profanas que no repugnan a la razóny están escritas por buenos autores, una fe huma-na; a las historias piadosas referidas por buenosautores y en modo alguno contrarias a la razón, ala fe y a las buenas costumbres, aun que a vecessean extraordinarias, una fe pia dosa. Reconozcoque no hay que ser ni muy crédulo ni muy críti-co, y que debemos quedar nos siempre en elmedio para encontrar el punto de verdad y de vir-tud; pero también sé que así como la caridad creefácilmente todo aquello que no es contrario a lafe ni a las bue nas costumbres, «La caridad todo lo

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cree», del mismo modo el orgullo conduce anegar casi todas las historias bien justificadas conel pre texto de que no están en la SagradaEscritura.

Es el lazo de Satanás, en que han caído losherejes que niegan la tradición y donde los crí -ticos de hoy caen insensiblemente, no creyen doporque no comprenden o cuando no les agrada,sin otra razón que el orgullo y su pro pia suficien-cia.

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SEGUNDA DECENA

Excelencia del Santo Rosario por lasoraciones de que está compuesto

Undécima Rosa

EXCELENCIA DEL CREDO

34. El Credo o Símbolo de los Apóstoles –quese reza sobre la cruz del Rosario– por ser unsanto resumen y compendio de las verda des cris-tianas, es una oración de gran mérito, porque lafe es la base, el fundamento y el principio detodas las virtudes cristianas, de todas las virtudeseternas y de todas las ora ciones agradables aDios. Quien se acerca a Dios ha de empezar porcreer1, y cuanto mayor sea su fe, tanta más fuer-za y mérito en sí misma tendrá la oración y tantamás gloria dará a Dios.

No me detendré a explicar las palabras delSímbolo de los Apóstoles; pero no puedo menos

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1. Hb. 11.6. Credere enim opportet accedentem ad Deumquia est.

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de aclarar estas tres primeras palabras: «Creo enDios», que encierran los actos de las tres virtu-des teologales: la fe, la esperanza y la caridad.Tienen maravillosa efi cacia para santificar elalma y abatir a los demo nios. Con estas palabrashan vencido muchos santos las tentaciones,principalmente las que iban contra la fe, la espe-ranza y la caridad durante su vida o en la horade la muerte. Éstas fueron las últimas palabrasque San Pedro már tir escribió con el dedo sobrela arena lo mejor que pudo, cuando rota la cabe-za por un sablazo de un hereje estaba a punto deexpirar.

35. Como la fe es la única llave para entraren todos los misterios de Jesús y María ence -rrados en el Santo Rosario, conviene empezar lorezando el Credo con muy devota atención, ycuanto mayor y más viva sea nuestra fe, tantomás meritorio será el Rosario. Es preci so que lafe sea viva y animada por la caridad: es decir, quepara rezar bien el Rosario es necesario estar engracia de Dios o en busca de esta gracia; es nece-sario que la fe sea fuerte y constante; es decir, queno hay que buscar en la práctica del SantoRosario solamente el gusto sensible y el consueloespiritual, o –lo que es lo mismo– que no hay quedejarlo por que se tenga una enormidad de dis-tracciones involuntarias en el espíritu, un inexpli-cable tedio en el alma, un pesado fastidio y unsopor casi continuo en el cuerpo. No son precisosgusto, ni consuelo, ni suspiros, fervor y lágrimas,

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ni aplicación continua de la imaginación, pararezar bien el Rosario. Bastan la fe pura y la buenaintención.

Duodécima Rosa

EXCELENCIA DEL PADRENUESTRO

36. El padrenuestro u oración dominicaltiene la primera excelencia en su autor, que noes hombre ni ángel, sino el Rey de los ángeles yde los hombres, Jesucristo. Convenía –dice SanCipriano– que aquel que venía a darnos la vidade la gracia como Salvador nos enseñase elmodo de orar como celestial Maestro. La sabi -duría de este divino Maestro se manifiesta bienen el orden, la dulzura, la fuerza y la claridad deesta oración divina; es corta, pero rica en ense -ñanzas, inteligible para la gente sencilla y llenade misterios para los sabios. El padrenuestroencierra todos los deberes que tenemos para conDios, los actos de todas las virtudes y la súplicade todos nuestros bienes espirituales y corpora-les. Contiene, dice Tertuliano, el com pendio delEvangelio. Aventaja, dice Tomás de Kempis, atodos los deseos de los santos, con tiene en com-pendio todas las dulces sentencias de los salmosy de los cánticos; pide cuanto necesitamos,alaba a Dios de un modo excelen te, eleva el alma

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de la tierra al cielo y la une estrechamente conDios.

37. San Crisóstomo dice que quien no oracomo el divino Maestro ha orado y enseñado aorar no es su discípulo, y Dios Padre no escu chacon tanto agrado las oraciones que com puso elespíritu humano, sino las de su hijo, que Él nosha enseñado.

Debemos rezar la oración dominical con lacerteza de que el Eterno Padre la oirá favora -blemente, puesto que es la oración de su Hijo, alque siempre atiende, y nosotros miembros deCristo. ¿Cómo ha de negarse tan buen Padre auna súplica tan bien fundada, apoya da como estáen los méritos e intercesión de tan digno Hijo?San Agustín asegura que el padrenuestro bienrezado quita los pecados veniales. El justo caesiete veces cada día. La oración dominical contie-ne siete peticio nes por las cuales podemos reme-diar estas caídas y fortificarnos contra los enemi-gos. Es oración corta y fácil para que, comosomos frágiles y estamos sujetos a muchas mise-rias, recibamos rápido auxilio, rezándola fre-cuente y devotamente.

38. Salid de vuestro error, almas devotas quedespreciáis la oración que el mismo Hijo de Diosha compuesto y ordenado para todos los fieles;vosotros, que sólo estimáis las ora ciones com-puestas por los hombres, como si el hombre, aunel más esclarecido, supiese mejor que Jesucristocómo debemos orar. Buscáis en los libros de los

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hombres el modo de alabar y orar a Dios, como sios avergonzaseis del que su Hijo nos ha prescrito.Os persuadís de que las oraciones que están enlos libros son para los sabios y para los ricos y elRosario es sólo para las mujeres, para los niños,para el pue blo, como si las alabanzas y oracionesque leéis fueran más hermosas y agradables aDios que las contenidas en la oración dominical.Es peligrosa tentación sentir hastío de la oraciónque Jesucristo nos ha recomendado para afi -cionarse a las oraciones compuestas por los hom-bres. No desaprobamos las compuestas por lossantos para excitar a los fieles a alabar a Dios,pero no podemos sufrir que las prefie ran a la ora-ción que salió de la boca de la SabiduríaEncarnada y que dejen el manantial para corrertras los arroyos y que desdeñen el agua clara parabeber la turbia. Porque al fin el Rosario, com-puesto de la oración dominical y de la salutaciónangélica, es esa agua clara y perpetua que brotadel manantial de la gracia, mientras que las otrasoraciones que buscas y rebuscas en los libros noson sino pequeños arroyos que se derivan de ella.

39. Podemos llamar dichoso a quien, rezan -do la oración del Señor, pese atentamente cadapalabra; ahí encuentra cuanto necesita y cuan topueda desear.

Cuando rezamos esta admirable oración,cautivamos desde el primer momento el cora zónde Dios, al invocarle con el dulce nombre dePadre: Padre nuestro, el más tierno de todos los

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padres, todopoderoso en la creación, admi -rabilísimo en la conservación del universo, ama-bilísimo en su Providencia, bonísimo e infinita-mente bueno en la Redención. Dios es nuestroPadre, nosotros somos hermanos, el cielo esnuestra patria y nuestra herencia. ¿No nos inspi-rará esto, al mismo tiempo, el amor a Dios, elamor al prójimo y el desprendimiento de todo loterreno? Amemos, pues, a un Padre como ése, ydigámosle mil y mil veces: «Padre nuestro, queestás en el cielo: Vos que llenáis el cielo y la tierrapor la inmensidad de vuestra esencia, que estáispresente en todas partes; Vos que estáis en lossantos por vuestra gloria, en los condenados porvuestra justicia, en los justos por vuestra gracia yen los pecadores por vuestra paciencia que lossufre, haced que recordemos siempre nuestro ori-gen celestial, que vivamos como verdaderos hijosvuestros, que tendamos siempre hacia Vos sola-mente con todo el ardor de nuestros deseos.»

Santificado sea tu nombre. El nombre delSeñor es santo y temible, dice el profeta-rey, y enel cielo, según Isaías, resuenan las alaban zas conque los serafines aclaman sin cesar la santidaddel Señor Dios de los ejércitos. Deseamos quetoda la tierra conozca y adore los atributos deeste Dios tan grande y tan santo: que sea conoci-do, amado y adorado de los paganos, de los tur-cos, de los judíos, de los bárbaros y de todos losinfieles; que todos los hombres le sirvan y glorifi-quen con fe viva, firme esperanza y ardiente cari-

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dad, renunciando a todos los errores; en unapala bra, que todos los hombres sean santos por -que Él lo es.

Venga a nosotros tu reino. Es decir, que rei néisen nuestras almas por vuestra gracia, durante lavida, a fin de que merezcamos des pués de nues-tra muerte reinar con Vos en vuestro reino, que esla soberana y eterna feli cidad que creemos, espe-ramos y deseamos, esa felicidad que nos está pro-metida por la bondad del Padre, que nos fueadquirida por los méritos del Hijo y que nos esrevelada por las luces del Espíritu Santo.

Hágase tu voluntad en la tierra como en elcielo. Sin duda, nada puede sustraerse a las dispo-siciones de la divina Providencia, que tiene todoprevisto y arreglado antes del suce so, ningún obs-táculo es capaz de impedirle el fin que se ha pro-puesto, y cuando pedimos a Dios que se haga suvoluntad, no es que tema mos, dice Tertuliano,que alguno se oponga eficazmente a la ejecuciónde sus designios, sino que aceptamos humilde-mente cuanto le plugo ordenar respecto a nos-otros; que cum plimos siempre y en todas lascosas su santa voluntad, manifiesta en sus man-damientos, con tanta prontitud, amor y constan-cia como los ángeles y bienaventurados le obede-cen en el cielo.

40. Danos hoy nuestro pan de cada día.Jesucristo nos enseña a pedir a Dios cuanto nece-sitamos para la vida del cuerpo y la del alma. Porestas palabras de la oración domini cal confesa-

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mos humildemente nuestra miseria y rendimoshomenaje a la Providencia, decla rando que cree-mos y queremos obtener de su bondad todos losbienes temporales. Bajo el nombre de pan pedi-mos lo que es indispensa ble para la vida, exclu-yendo lo superfluo. Este pan lo pedimos hoy, esdecir, que limitamos al día nuestras solicitudes,confiando a la Providencia el mañana. Pedimos elpan de cada día, confesando así nuestras necesi-dades siempre en aumento y mostrando la conti-nua dependencia en que estamos de la proteccióny socorro de Dios.

Perdona nuestras ofensas, como tambiénnoso tros perdonamos a los que nos ofenden.Nuestros pecados –dicen San Agustín yTertuliano– son deudas que contraemos con Dios,y su justicia exige el pago hasta el último cénti-mo. Por tanto tenemos todas esas tristes deudas.A pesar del número de nuestras iniquidades,acerquémonos a Él confiadamente y digámoslecon verdadero arrepentimiento: «Padre nuestro,que estás en el cielo, perdónanos los pecados denuestro cora zón y de nuestra boca, los pecadosde acción y de omisión que nos hacen infinita-mente culpa bles a los ojos de vuestra justicia;porque, como hijos de un padre clemente y mise-ricordioso, perdonamos por obediencia y porcaridad a nuestros ofensores. Y no permitas que,por infi delidad a vuestras gracias, sucumbamos alas tentaciones del mundo, del demonio y de lacarne. Y líbranos del mal, que es el pecado, del

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mal de la pena temporal y de la pena eterna quehemos merecido.»

¡Amén! Palabra de gran consuelo que es, diceSan Jerónimo, como el sello que Dios pone al finde nuestras súplicas para asegurarnos de que nosha escuchado, como si Él mismo nos respondie-se: «¡Amén! Sea como pedís, cierta mente lohabéis conseguido», pues tal es el sig nificado dela palabra ¡Amén!

Decimatercera Rosa

EXCELENCIA DEL PADRENUESTRO

(Continuación)

41. Honramos las perfecciones de Dios encada palabra que decimos de la oración domi -nical. Honramos su fecundidad con el nombre dePadre. Padre que tenéis desde la eternidad unHijo que es Dios como Vos mismo, eterno, con-substancial, que es una misma esencia, unamisma potencia, una misma bondad, una mismasabiduría con Vos, Padre e Hijo que amándoosproducís al Espíritu Santo, que es Dios, tres per-sonas adorables que son un solo Dios.

¡Padre nuestro! Es decir, Padre de los hom -bres por la creación, por la conservación y por laredención. Padre misericordioso de los pecado-res. Padre amigo de los justos, Padre magnífico

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de los bienaventurados. Que estás. Por esta palabra admiramos la in -

mensidad, la grandeza y la plenitud de la esen ciade Dios, que se llama con verdad «El que es»: esdecir, que existe esencialmente, necesa riamente yeternamente, que es el Ser de los seres, la causade todos los seres; que encierra eminentementeen Sí mismo las perfecciones de todos los seres;que está en todos por su esencia, presencia ypotencia, sin estar ence rrado en ellos. Honramossu sublimidad, su gloria y majestad en estas pala-bras: que estás en el cielo, es decir, como sentadoen vuestro trono, ejerciendo vuestra justicia sobretodos los hombres.

Adoramos su santidad deseando que su nom-bre sea santificado. Reconocemos su sobe ranía yla justicia de sus leyes ansiando la lle gada de sureino y que le obedezcan los hom bres en la tierracomo lo hacen los ángeles en el cielo. Creemos ensu Providencia rogándole que nos dé nuestro pande cada día. Invo camos su clemencia pidiéndoleel perdón de nuestros pecados. Reconocemos supoder al rogarle que no nos deje caer en la tenta-ción. Nos confiamos a su bondad esperando quenos librará del mal. El Hijo de Dios, que glorificósiempre a su Padre por sus obras, ha venido almundo para que le glorifiquen los hombres y lesenseñó la manera de honrarle con esta ora ciónque Él mismo se dignó dictarles. Debemos, pues,rezarla con frecuencia, con atención y con elmismo espíritu que Él la compuso.

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Decimacuarta Rosa

EXCELENCIA DEL PADRENUESTRO

(Conclusión)

42. Cuando rezamos atentamente esta divi -na oración, hacemos tantos actos de las más ele-vadas virtudes cristianas cuantas palabras pro-nunciamos. Diciendo: Padre nuestro, que estás enel cielo, hacemos actos de fe, adora ción y humil-dad; y deseando que su nombre sea santificado yglorificado, aparece en noso tros un celo ardientepor su gloria.

Pidiéndole la posesión de su reino, practica -mos la esperanza. Deseando que se cumpla suvoluntad en la tierra como en el cielo, mostra mosespíritu de perfecta obediencia. Al pedir le el pannuestro de cada día, practicamos la pobreza deespíritu y el desasimiento de los bienes de la tierra.Rogándole que nos perdo ne nuestros pecados,hacemos un acto de arre pentimiento; y perdonan-do a los que nos ofen dieron, ejercitamos la miseri-cordia en su más alta perfección. Pidiéndole soco-rro en las ten taciones, hacemos actos de humil-dad, de pru dencia y de fortaleza. Esperando quenos libre del mal, practicamos la paciencia. En fin,pidiéndole todas estas cosas no solamente paranosotros, sino también para el prójimo y para

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todos los fieles de la Iglesia, hacemos ofi cio de ver-daderos hijos de Dios, le imitamos en la caridad,que alcanza a todos los hombres, y cumplimos elmandamiento de amar al prójimo.

43. Detestamos todos los pecados y obser -vamos todos los mandamientos de Dios cuan doal rezar esta oración siente nuestro corazón deacuerdo con la lengua y no tenemos ningu naintención contraria al sentido de estas divi naspalabras. Pues cuando reflexionamos que Diosestá en el cielo –es decir, infinitamente elevadosobre nosotros por la grandeza de su majestad–,entramos en los sentimientos del más profundorespeto en su presencia; y, sobrecogidos de temor,huimos del orgullo, abatiéndonos hasta el anona-damiento. Al pro nunciar el nombre del Padrerecordamos que debemos la existencia a Dios pormedio de nuestros padres, y del mismo modonuestra instrucción por medio de los maestros,que representan aquí, para nosotros, a Dios, dequien son vivas imágenes; y nos sentimos obli -gados a honrarles, o –por mejor decir– a hon rar aDios en sus personas, y nos guardamos muy biende despreciarlos y afligirlos.

Cuando deseamos que el santo nombre deDios sea glorificado, estamos muy lejos de pro -fanarlo. Cuando miramos el reino de Dios comonuestra herencia, renunciamos en abso luto a losbienes de este mundo; cuando since ramenterogamos para nuestro prójimo los bie nes quedeseamos para nosotros mismos, renunciamos al

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odio, a la disensión y a la envi dia. Pidiendo a Diosnuestro pan de cada día, detestamos la gula y lavoluptuosidad que se nutren de la abundancia.Rogando a Dios ver daderamente que nos perdo-ne como nosotros perdonamos a nuestros deudo-res, reprimimos nuestra cólera y nuestra vengan-za, devolvemos bien por mal y amamos a nues-tros enemigos. Pidiendo a Dios que no nos dejecaer en el peca do en el momento de la tentación,demostra mos huir de la pereza y que buscamoslos medios de combatir los vicios y buscar nues-tra salvación. Rogando a Dios que nos libre delmal, tememos su justicia y somos felices por queel temor de Dios es el principio de la sabi duría.Por el temor de Dios evita el hombre el pecado.

Decimaquinta Rosa

EXCELENCIA DEL AVEMARÍA

44. La salutación angélica es tan sublime,tan elevada, que el Beato Alano de la Roche hacreído que ninguna criatura puede compren derlay que sólo Jesucristo, hijo de la Santísima Virgen,puede explicarla. Tiene ori gen su principal exce-lencia en la Santísima Virgen, a quien se dirigió,de su fin, que fue la Encarnación del Verbo –parala cual se trajo del cielo– y del arcángel SanGabriel, que la pronunció el primero.

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La salutación resume en la síntesis más con -cisa toda la teología cristiana sobre la SantísimaVirgen. Se encuentra en ella una alabanza y unainvocación. Encierra la ala banza cuanto forma laverdadera grandeza de María; la invocación com-prende todo lo que debemos pedirle y lo que de subondad pode mos alcanzar. La Santísima Trinidadha reve lado la primera parte; Santa Isabel, ilumi-nada por el Espíritu Santo, añadió la segunda; yla Iglesia en el primer Concilio de Éfeso en 4302,ha puesto la conclusión, después de condenar elerror de Nestorio y de definir que la SantísimaVirgen es verdaderamente Madre de Dios. ElConcilio ordenó que se invocase a la SantísimaVirgen bajo esta gloriosa cualidad, expresada porestas palabras: «Santa María, madre de Dios,ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la horade nuestra muerte.»

45. «La Santísima Virgen María fue aque lla aquien se hizo esta divina salutación para llevar a

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2. Dando por cierta una conjetura de San Pedro Canisio,había llegado a ser opinión corriente en tiem po del SantoMontfort –y todavía la sostienen no pocos– que la segundaparte del avemaría se añadió en el Concilio de Éfeso. Mejorestudiada hoy la cuestión, puede decirse que sustancialmentela fórmula «Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros»es todavía más antigua, como se ven en las liturgias siriaca,copta y etíope y en las letanías de la romana; pero como adi -ción a la salutación angélica no consta que se usaran estaspalabras hasta mucho después, y sólo desde el siglo XVI se hanaceptado constantemente. (V. Cartas Crítico-literarias sobre elavemaría, por el M. I. Sr. Dr. Juan Ayneto, canónigo de Lérida,c. vr.)

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cabo el asunto más grande e impor tante delmundo, la Encarnación del Verbo Eterno, la pazentre Dios y los hombres y la redención del géne-ro humano. Embajador de tan dichosa nueva fueel arcángel Gabriel, uno de los primeros príncipesde la corte celestial. La salutación angélica con-tiene la fe y la espe ranza de los patriarcas, de losprofetas y de los apóstoles; es la constancia y lafuerza de los mártires, la ciencia de los doctores,la perse verancia de los confesores y la vida de losreli giosos.» (Beato Alano) «Es el cántico nuevo dela ley de gracia, la alegría de los ángeles y de loshombres, el terror y la confusión de los demo-nios.»

«Por la salutación angélica, Dios se hizo hom-bre, y la Virgen Madre de Dios; las almas de losjustos salieron del limbo, las ruinas del cielo serepararon y los tronos vacíos se ocu paron denuevo, se perdonó el pecado, se nos dio la gracia,curáronse las enfermedades, resucitaron losmuertos, se llamó a los deste rrados, se aplacó laSantísima Trinidad y obtu vieron los hombres lavida eterna. En fin, la salutación angélica es elarco iris, el emblema de la clemencia y de la gra-cia dadas al mundo por Dios.» (Beato Alano)

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Decimasexta Rosa

BELLEZAS DE LA SALUTACIÓN ANGÉLICA

46. Aun cuando no hay nada tan grandecomo la Majestad Divina, ni nada tan abyectocomo el hombre –considerado como pecador–,sin embargo, esta Majestad Suprema no des deñanuestros homenajes; se complace cuando canta-mos sus alabanzas. Y la salutación del ángel esuno de los cánticos más hermosos que podemosdirigir a la gloria del Altísimo. «Entonaré un cán-tico nuevo».3 Este cántico nuevo que David predi-jo se cantaría a la venida del Mesías es la saluta-ción del Arcángel. Hay un cántico antiguo y uncántico nuevo. El antiguo es el que cantaron losisraelitas en reconocimiento de la creación, laconservación, la libertad de su esclavitud, el pasodel Mar Rojo, el maná y todos los demás favoresdel cielo. El cántico nuevo es el que cantan loscristianos en acción de gracias por laEncarnación y por la Redención. Como estos pro-digios se realizaron por la salutación del ángel,repetimos esta salutación para agradecer a laSantísima Trinidad estos beneficios inestimables.Alaba mos a Dios Padre, porque tanto amó al

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3. Sal 144 (143), 9.

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mundo que llegó a darle su único Hijo para sal-varle. Bendecimos al Hijo porque descendió delcielo a la tierra, porque se hizo hombre y porquenos ha redimido. Glorificamos al Espíritu Santoporque ha formado el cuerpo purísimo de Jesús,que fue la víctima de nuestros pecados. Con esteespíritu de agradecimiento debemos rezar lasalutación angélica, acompañándola de actos defe, esperanza, amor y acción de gracias por elbeneficio de nuestra salvación.

47. Aunque este cántico nuevo se dirigedirectamente a la Madre de Dios y encierra suselogios, es, no obstante, muy glorioso para laSantísima Trinidad, porque todo el honor querendimos a la Santísima Virgen vuelve a Dios,causa de todas sus perfecciones y virtudes. DiosPadre es glorificado porque honramos a la másperfecta de sus criaturas. El Hijo es glo rificadoporque alabamos a su purísima Ma dre. ElEspíritu Santo es glorificado porque admiramoslas gracias de que fue colmada su Esposa.

Del mismo modo que la Santísima Virgen,con su hermoso Magnificat, dedica a Dios las ala-banzas y bendiciones que le tributa Santa Isabelpor su eminente dignidad de Madre del Señor,envía también inmediatamente a Dios los elogiosy bendiciones que le hacemos por la salutaciónangélica.

48. Si la salutación angélica da gloria a laSantísima Trinidad, es también la más perfec taalabanza que podemos dirigir a María.

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Santa Matilde, deseando saber por qué mediopodría testimoniar mejor la ternura de su devo-ción a la Madre de Dios, fue arrebata da en espíri-tu, y se le apareció la Santísima Virgen llevandosobre el pecho la salutación angélica escrita enletras de oro, y le dijo: «Sabe, hija mía, que nadiepuede honrarme con una salutación más agrada-ble que la que me ofreció la Beatísima Trinidad,por la cual me elevó a la dignidad de Madre deDios. Por la palabra «ave», que es el nombre deEva, supe que Dios, con su omnipotencia, mehabía pre servado de todo pecado y de las mise-rias a que estuvo sujeta la primera mujer. El nom-bre de María, que significa «Señora de luz», indi-ca que Dios me llenó de sabiduría y de luz, comoastro brillante, para iluminar el cielo y la tie rra.Las palabras «llena de gracia» expresan que elEspíritu Santo me colmó de tantas gra cias, quepuedo comunicarlas con abundancia a quieneslas piden por mediación mía. Diciendo «el Señores contigo», se me recuerda el gozo inefable quesentí en la Encarnación del Verbo divino. Cuandose me dice «bendita tú eres entre todas las muje-res», alabo a la divina misericordia, que me elevóa tan alto grado de felicidad. A las palabras: «ben-dito es el fruto de tu vientre, Jesús», todo el cielo seregocija de ver a Jesús, Hijo mío, adorado y glori-ficado por haber salvado a los hombres.»

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Decimaséptima Rosa

FRUTOS MARAVILLOSOS DEL AVEMARÍA

49. Entre las cosas admirables que la Santí -sima Virgen reveló al Beato Alano de la Roche –ysabemos que este gran devoto de María confirmócon juramento sus revelaciones–, hay tres másnotables: la primera, que es señal probable einmediata de eterna reprobación tener negligen-cia, tedio y aversión a la saluta ción angélica, queha reparado el mundo; la segunda, que los quesienten devoción a esta salutación divina tienengrandes probabilida des de predestinación; la ter-cera, que los que han recibido del cielo el favor deamar a la Santísima Virgen y servirla por afectodeben cuidar con el mayor esmero de continuaramándola y sirviéndola hasta que Ella los coloqueen el cielo, por medio de su Hijo, en el grado degloria conveniente a sus méritos (Beato Alano).

50. Todos los herejes, que son hijos del dia -blo, y que llevan las señales evidentes de la repro-bación, tienen horror al avemaría; apren den elpadrenuestro, pero no el avemaría y preferiríanllevar sobre sí una serpiente antes que unRosario.

Entre los católicos, los que llevan el signo dela reprobación no se cuidan apenas del Rosario,

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son negligentes en rezarlo o lo rezan con fasti dioy precipitadamente.

Aunque yo no aceptara con fe piadosa lo reve-lado al Beato Alano de la Roche, mi expe rienciame basta para estar persuadido de esta terrible ydulce verdad. Yo no sé, ni veo con claridad cómoes que una devoción aparente mente tan pequeñapuede ser señal infalible de eterna salvación, y sudefecto, signo de repro bación; y no obstante,nada más cierto. Nosotros mismos vemos quequienes en nues tros días profesan las doctrinasnuevas conde nadas por la Iglesia4, a pesar de supiedad apa rente, descuidan la devoción delRosario y con frecuencia lo separan del corazónde quienes les rodean, con los pretextos más her-mosos del mundo. Se guardan muy bien de con-denar abiertamente el Rosario y el escapulario,como hicieron los calvinistas; pero su manera deconducirse es tanto más perniciosa cuanto mássutil. Hablaremos de ello a continuación.

51. Mi avemaría, mi Rosario o mi corona, sonmi oración preferida y mi muy segura pie dra detoque para distinguir a los que van diri gidos porel espíritu de Dios de los que están bajo la ilusióndel espíritu maligno. He conoci do almas queparecían volar, como las águilas, hasta las nubes,por su sublime contemplación, y que, no obstan-te, eran desdichadamente engañadas por eldemonio, y sólo pude descu brir sus ilusiones al

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4. Los jansenistas.

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verlas rechazar el avemaría como algo que resul-taba poco para ellas.

El avemaría es un rocío celeste y divino que,al caer en el alma de un predestinado, le comuni-ca admirable poder para producir toda clase devirtudes; y cuanto más regada está el alma poresta oración, más se ilumina su espí ritu, más seabrasa su corazón y fortifica con tra sus enemigos.

El avemaría es un dardo penetrante e infla -mado, que, unido por un predicador a la palabrade Dios que anuncia, le da fuerza para atravesary convertir los corazones más duros, aun cuan dono tenga el orador extraordinario talento naturalpara la predicación. Ésta fue la secreta arma que,como dejo dicho, enseñó la Santísima Virgen aSanto Domingo y al Beato Alano para convertir alos herejes y a los pecadores.

Éste es el origen de la práctica de los pre -dicadores de rezar un avemaría al principio desus predicaciones, según asegura San An tonino.

Decimaoctava Rosa

BENDICIONES DEL AVEMARÍA

52. Esta divina salutación atrae sobre noso -tros la bendición abundante de Jesús y María,porque es principio infalible que Jesús y Maríarecompensan magnánimamente a quienes les

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glorifican: devuelven centuplicadas las bendi -ciones que reciben: «Amo a los que me aman...enriquezco a aquellos que me aman y colmo susbodegas.» (Prov 8, 17 ... 21). Es lo que clamanclara mente Jesús y María: «Amamos a quienesnos aman, los enriquecemos y colmamos susbodegas.» (2 Cor 9, 6).

«Los que siembran bendiciones, recogeránbendiciones.» Ahora bien, rezar debidamente lasalutación angélica ¿no es amar, bendecir y glori-ficar a Jesús y María? En cada avemaría decimosuna bendición doble, una a Jesús y otra a María:«Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendi-to es el fruto de tu vientre, Jesús.» Por cada ave-maría rendimos a María el mismo honor queDios le rindió, saludándola con el arcángelGabriel. ¿Quién podrá creer que Jesús y María–que tantas veces hacen bien a quienes les maldi-cen– lancen maldición contra quienes les honrany bendicen con el avemaría?

La Reina de los cielos, dicen San Bernardo ySan Buenaventura, no es menos agradecida ycortés que las personas de más alta condición delmundo; las aventaja en tal virtud como en todaslas demás perfecciones y no dejará que la honre-mos respetuosamente sin damos el ciento poruno. María –dice San Buenaven tura– nos saludacon la gracia si la saludamos con el avemaría.

¿Quién podrá comprender las gracias y ben -diciones que operan en nosotros el saludo y lasmiradas benignas de la Santísima Virgen?

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Desde el momento en que oyó Santa Isabel elsaludo que le hacía la Madre de Dios, fue llena delEspíritu Santo, y su niño saltaba de gozo. Si noshacemos dignos del saludo y la bendición recí-procos de la Santísima Virgen, seremos sin dudallenos de gracia, y un torrente de consue los espi-rituales inundará nuestras almas.

Decimanona Rosa

FELIZ PERMUTA

53. Está escrito: «Dad y se os dará.»Tomemos la comparación del Beato Alano: «Si yoos diese cada día ciento cincuenta diaman tes, ¿nome perdonaríais aunque fuerais mi enemigo?¿No me otorgaríais como a amigo todas las gra-cias posibles? ¿Queréis enriquece ros con bienesde gracia y de gloria? Saludad a la SantísimaVirgen, honrad a vuestra bonda dosa Madre.»

«El que honra a su Madre, la SantísimaVirgen, es como el que atesora». (Si 3, 5)

Presentadle, al menos, cincuenta avemaríasdiariamente, cada una de las cuales contienequince piedras preciosas, que le son más agra -dables que todas las riquezas de la tierra. ¿Qué nopodréis esperar de su liberalidad? Ella es nuestraMadre y nuestra amiga. Es la Empe ratriz delUniverso, que nos ama más que todas las madres

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y reinas reunidas amaron a hombre alguno, por-que, como dice San Agustín, la caridad de laVirgen María excede a todo el amor natural detodos los hombres y de todos los ángeles.

54. Nuestro Señor se apareció un día a SantaGertrudis contando monedas de oro; ella tuvocuriosidad de preguntarle qué conta ba. «Cuento–respondió Jesucristo– tus avema rías: son lamoneda con que se compra mi paraíso.»

El devoto y docto Suárez, de la Compañía deJesús, estimaba de tal modo la salutación angé -lica, que decía que con gusto daría toda su cien -cia por el precio de un avemaría bien dicha.

55. El Beato Alano de la Roche se dirige asía la Santísima Virgen: «Que quien te ama, ohexcelsa María, escuche esto y se llene de gozo:

»El cielo exulta de dicha, y de admiración latierra, cuando digo Ave, María.

»Satán huye temeroso y el infierno tembloro-so, cuando digo Ave, María.

»Mientras aborrezco al mundo, en amor deDios me inundo cuando digo Ave, María.

»Mis temores se disipan, mis pasiones se apa-ciguan, cuando digo Ave, María.

»Se aumenta mi devoción y alcanzo la con -trición cuando digo Ave, María.

»Se confirma mi esperanza, mi consuelo seagiganta, cuando digo Ave, María.

»Mi alma de gozo palpita, mi tristeza se disi -pa, cuando digo Ave, María, porque la dulzura deesta suavísima salutación es tan grande que no

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hay término apropiado para explicarla debida-mente, y después que hubiera uno dicho de ellamaravillas, resultaría aún tan escondida y pro-funda que no podríamos des cubrirla. Es corta enpalabras, pero grande en misterios; es más dulceque la miel y más pre ciosa que el oro. Es precisotenerla frecuente mente en el corazón para medi-tarla y en la boca para decirla y repetirla devota-mente.»

Refiere el mismo Beato Alano, en el capítu loLXIX de su Salterio, que una religiosa muy devo-ta del Rosario se apareció después de su muerte auna de sus hermanas y le dijo: «Si pudiera volvera mi cuerpo para decir sola mente un avemaría,aun cuando fuera sin mucho fervor, por tener elmérito de esa ora ción, sufriría con gusto cuantosdolores padecí antes de morir.» Hay que advertirque había sufrido durante varios años cruelesdolores.

56. Miguel de Lisle, Obispo de Salubre, dis -cípulo y colega del Beato Alano de la Roche en elrestablecimiento del Santo Rosario, dice que lasalutación angélica es el remedio de todos losmales que nos afligen, con tal que la recemosdevotamente en honor de la San tísima Virgen.

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Vigésima Rosa

BREVE EXPLICACIÓN DEL AVEMARÍA

57. ¿Estáis en la miseria del pecado? Invocada la divina María; decirle: «Ave», que quiere decir:«Os saludo con profundo respeto, oh Señora, quesois sin pecado, sin desgracia.» Ella os librará delmal de vuestros pecados.

¿Estáis en las tinieblas de la ignorancia o delerror? Venid a María; decidle: «Ave, María», esdecir: «Iluminada con los rayos del sol de jus -ticia». Ella os comunicará sus luces.

¿Estáis separados del camino del cielo?Invocad a María, que quiere decir: Estrella delmar y Estrella polar que guía nuestra navega ciónen este mundo. Ella os conducirá al puer to deeterna salvación.

¿Estáis afligidos? Recurrid a María, que quie-re decir: «mar amargo», que fue llena de amargu-ras en este mundo, al presente cambiada en marde purísimas dulzuras en el cielo. Ella convertirávuestra tristeza en alegría y vuestras afliccionesen consuelos.

¿Habéis perdido la gracia? Honrad la abun -dancia de gracias de que Dios llenó a la SantísimaVirgen; decidle: «Llena de Gracia y de todos losdones del Espíritu Santo.» Ella os dará sus gracias.

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¿Os sentís solos y abandonados de Dios?Dirigíos a María y decidle: «El Señor es conti gomás noble e íntimamente que en los justos y lossantos, porque eres con Él una misma cosa; pues,siendo tu Hijo, su carne es tu carne, y, dado queeres su Madre, estás con el Señor por perfectasemejanza y mutua cari dad.» Decidle, en fin:«Toda la Trinidad Santísima está contigo, puesTú eres su Templo precioso.» Ella os colocarábajo la pro tección y salvaguardia de Dios.

¿Habéis llegado a ser objeto de la maldiciónde Dios? Decid: «Eres bendita entre todas lasmujeres y de todas las naciones por tu pureza ygran poder; Tú cambiaste la maldición divi na enbendición.» Ella os bendecirá.

¿Estáis hambrientos del pan de la gracia y delpan de la vida? Acercaos a la que ha lleva do elpan vivo que descendió del cielo; decidle:«Bendito es el fruto de tu vientre, que conce bistesin detrimento de tu virginidad, que lle vaste sintrabajo y que diste a la vida sin dolor. Sea bendi-to Jesús, que rescató del cautiverio al mundo, quecuró al mundo enfermo, resucitó al hombremuerto, hizo volver al desterrado, justificó alhombre criminal, salvó al hombre condenado.»Sin duda tu alma será saciada del pan de la gra-cia en esta vida y de la gloria eter na en la otra.Amén.

58. Concluid vuestra oración con la Iglesia, ydecid: «Santa María, santa en cuerpo y alma,santa por tu abnegación singular y eterna en el

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servicio de Dios, santa en calidad de Madre deDios, que te ha dotado de una santidad emi nente,como convenía a tan infinita dignidad. Madre deDios y también Madre nuestra, nues tra Abogaday Mediadora, Tesorera y Dispen sadora de las gra-cias de Dios, procúranos prontamente el perdónde nuestros pecados y nuestra reconciliación conla Majestad divina. Ruega por nosotros, pecado-res, pues tienes tanta compasión con los misera-bles, que no desprecias ni rechazas a los pecado-res, sin los cuales no serías la Madre del Salvador.Ruega por nosotros ahora, durante el tiempo deesta corta vida frágil y miserable; ahora, porquesólo nos pertenece el momento presente; ahora,que estamos acometidos y rodeados noche y díade poderosos y crueles enemigos, y en la hora denuestra muerte, tan terrible y peligrosa, en quenuestros espíritus y nuestros cuerpos estaránabatidos por el dolor y el terror; en la hora denuestra muerte, en que Satanás redoblará susesfuerzos por nuestra eterna perdición; en esahora en que se decidi rá nuestra suerte dichosa odesgraciada para toda la eternidad. Ven en auxi-lio de tus pobres hijos; Oh Madre compasiva,abogada y refugio de los pecadores; aleja de nos-otros en la hora de la muerte a los demonios, ene-migos y acu sadores nuestros, cuyo aspecto horro-roso nos espanta. Ven a iluminamos en las tinie-blas de la muerte. Condúcenos, acompáñanos altribunal de nuestro Juez, tu Hijo, intercede pornosotros para que nos perdone y nos reciba en el

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número de sus escogidos en la mansión de la glo-ria eterna.» Amén: Así sea.

59. ¿Quién no admirará la excelencia delSanto Rosario, compuesto de dos parte divi nas:la oración dominical y la salutación angé lica?¿Hay oraciones más gratas a Dios y a laSantísima Virgen, más fáciles, más dulces y mássaludables para los hombres?

Tengámoslas en el corazón y en la boca parahonrar a la Santísima Trinidad, a Jesucristo nues-tro salvador y a su Santísima Madre. Además, alfin de cada decena es conveniente añadir el GloriaPatri, etc., es decir: Gloria al Padre y al Hijo y alEspíritu Santo, Dios, por todos los siglos de lossiglos5. Así sea.

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5. «El Gloria Patri es una feliz innovación en el rezo delRosario. ¿No podría atribuirse al mismo Santo Montfort?»(Nota del editor francés.)

No podemos admitir esta suposición, pues el domini co Juande Muylly, que escribía en 1240, testifica que ya entonces seañadía el «Gloria» a las decenas del Rosario. (V. EnciclopediaEspasa, vol. 52, p. 350.)

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TERCERA DECENA

Excelencia del Santo Rosario en la meditación de la vida y pasión

de Nuestro Señor Jesucristo

Vigésimaprimera Rosa

LOS QUINCE MISTERIOS DEL ROSARIO

60. Misterio es una cosa sagrada y difícil decomprender. Las obras de Jesucristo son todassagradas y divinas, porque es Dios y hombre almismo tiempo. Las de la Santísima Virgen sonmuy santas, porque es la más perfecta de laspuras criaturas. Se llaman, con razón, las obrasde Jesucristo y de su Santa Madre, mis terios, por-que están repletas de maravillas, de perfeccionese instrucciones profundas y sublimes, que elEspíritu Santo descubre a los humildes y a lasalmas sencillas que le honran. También puedenllamarse las obras de Jesús y María flores admi-rables, cuyo olor y hermosu ra sólo conocen quie-nes se acercan a ellas, las olfatean y las abren pormedio de una atenta y seria meditación.

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61. Santo Domingo dividió la vida de Jesu -cristo y la de la Santísima Virgen en quince mis -terios que nos representan sus virtudes y prin -cipales acciones, como quince cuadros cuyos tra-zos deben servimos de regla y ejemplo para ladirección de nuestra vida1. Son quince antor chaspara guiarnos en este mundo, quince bri llantesfocos para conocer a Jesús y María, para conoce-mos a nosotros mismos y para encender el fuegode su amor en nuestros corazones, quince hogue-ras para consumirnos completa mente con suscelestes llamas.

La Santísima Virgen enseñó a SantoDomingo este excelente método de orar y le orde-nó predicarlo para despertar la piedad de los cris-tianos y hacer revivir el amor de Jesucristo en suscorazones. También lo ense ñó al Beato Alano dela Roche. «Es una ora ción muy útil –le dijo–, esun obsequio que me agrada mucho, el rezo deciento cincuenta salutaciones angélicas. Y lo esaún más, y harán aún mucho mejor, quienesrecen las salutaciones meditando la vida, pasióny gloria de Jesucristo, porque esta meditación es

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1. No consta que Santo Domingo hiciera esta divi sión dequince asuntos para los misterios del Rosario que no aparecefijada hasta siglos más tarde. Lo que sí puede admitirse es queSanto Domingo enseñó a medi tar los misterios de la vida deCristo al rezar el Rosario, como parece por algunas pinturas deFray Angélico y por las ilustraciones del tratadito «Sobre losnueve modos de orar del señor Santo Domingo», que es muyantiguo. (V. P. Getino, «¿Fue Santo Domingo fundador delRosario?», Ciencia Tomista, XXIV.)

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el alma de tales oraciones.» En efecto, el Rosario,sin meditar los misterios de nuestra salvación,sería casi como un cuerpo sin alma, una excelen-te materia, sin su forma peculiar que la distinguede las demás devociones.

62. La primera parte del Rosario se compo nede cinco misterios; el primero es el de laAnunciación del Arcángel Gabriel a la SantísimaVirgen, el segundo el de la Visitación de laSantísima Virgen a Santa Isabel, el tercero es elde la Natividad de Jesucristo, el cuarto el de laPresentación del Niño Jesús en el templo y la puri-ficación de la Santísima Virgen, el quinto el delEncuentro de Jesús en el templo entre los docto-res. Se llaman misterios gozosos a causa del gozoque proporcionaron a todo el universo. LaSantísima Virgen y los ángeles fueron llenos dejúbilo en el dichoso momento de la Encamación.Santa Isabel y San Juan Bautista se colmaron dealegría con la visita de Jesús y María. El cielo y latierra celebraron el naci miento del Salvador.Simeón fue consolado y regocijado cuando reci-bió a Jesús en sus bra zos. Los doctores estabanarrebatados de admi ración al oír las respuestasde Jesús; y ¿quién podrá expresar la alegría deMaría y de José al encontrar a Jesús después detres días de ausen cia?

63. La segunda parte del Rosario se compo -ne también de cinco misterios, que se llamanmisterios dolorosos, porque nos representan aJesucristo abrumado de tristeza, cubierto de lla-

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gas, cargado de oprobios, de dolores y de tor -mentos. El primero de estos misterios es el de laoración de Jesús y su Agonía en el Huerto de losOlivos, el segundo su Flagelación, el tercero suCoronación de espinas, el cuarto el de la Cruz acuestas y el quinto el de la Crucifixión y muertesobre el Calvario.

64. La tercera parte del Rosario contieneotros cinco misterios, llamados gloriosos, por quecontemplamos en ellos a Jesús y María en eltriunfo y en la gloria. El primero es el de laResurrección de Jesucristo, el segundo suAscensión, el tercero el de la Venida del Espi rituSanto sobre los Apóstoles, el cuarto la glo riosaAsunción de la Virgen y el quinto su Coronación.

He ahí las quince olorosas flores del rosalmístico, sobre las cuales las almas piadosas sedetienen como diligentes abejas, para recoger eljugo admirable y producir la miel de una sólidadevoción.

Vigésima segunda Rosa

LA MEDITACIÓN DE LOS MISTERIOS

NOS CONFORMA A JESÚS

65. El principal cuidado del alma cristiana escaminar hacia la perfección. «Sed fieles imi -tadores de Dios, como hijos suyos queridísimos

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que sois», nos dice el gran Apóstol. Esta obliga-ción está comprendida en el decreto eterno denuestra predestinación como el único mediodebidamente ordenado para con seguir la gloriaeterna. San Gregorio de Nisa dice gráficamenteque somos pintores. Nues tra alma es el lienzosobre el cual debemos aplicar el pincel; las virtu-des son los colores que deben prestarle belleza; yel original que debemos copiar es Jesucristo, ima-gen viva que representa perfectamente al Padreeterno. De modo que, así como un pintor, parahacer un retrato al natural, pone el original antesus ojos y a cada pincelada vuelve a mirarlo, delmismo modo el cristiano debe tener siempre antesus ojos la vida y las virtudes de Jesu cristo, parano decir, hacer ni pensar nada sino conforme aÉl.

66. Para ayudarnos en la obra importante denuestra predestinación, la Santísima Virgen orde-nó a Santo Domingo exponer a los fieles querecen el Rosario los misterios sagrados de la vidade Jesucristo, no solamente para que le adoren yglorifiquen, sino principalmente para que regu-len su vida y sus acciones con sus vir tudes. Ahorabien, de igual manera que los hijos llegan a imi-tar a sus padres viéndoles y conversando con ellosy aprenden su lengua oyéndoles hablar, como unaprendiz consigue dominar su arte viendo traba-jar a su maestro, así también los fieles cofradesdel Rosario, considerando seria y devotamentelas virtudes de Jesucristo en los quince misterios

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de su vida, se hacen semejantes a su Maestro divi-no, con el auxilio de su gracia y por la intercesiónde la Santísima Virgen.

67. Si Moisés ordenó al pueblo hebreo departe de Dios mismo que jamás olvidase los bene-ficios de que había sido colmado, con mayorrazón el Hijo de Dios puede mandarnos que gra-bemos en nuestro corazón y tengamos constante-mente ante nuestros ojos los miste rios de su vida,de su pasión y de su gloria, puesto que son bene-ficios con que Él nos ha favorecido y con los cua-les mostró el exceso de su amor por nuestra sal-vación. «¡Oh vosotros que pasáis por el camino,mirad y ved si hay dolor comparable a mi dolor,que sufro por vosotros!»2 «Acordaos de mi pobre-za y vida errante, del ajenjo y amargor que sufrípor vosotros en mi pasión.»3

Estas palabras y muchas otras que pudiéra -mos recordar, nos convencen sobradamente de laobligación en que estamos de no conten tarnoscon rezar vocalmente el Rosario en honor deJesucristo y de la Santísima Virgen, sino ir medi-tando al mismo tiempo sus miste rios sagrados.

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2. Lm 1, 12. 3. Lm 3, 19.

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Vigésima tercera Rosa

EL ROSARIO, MEMORIAL DE LA VIDA Y MUERTE

DE JESÚS

68. Jesucristo, el divino esposo de nuestrasalmas, nuestro dulcísimo amigo, desea que recor-demos sus beneficios y los estimemos sobre todaslas cosas. Tiene gloria accidental, como tambiénla Santísima Virgen y todos los santos del cielo,cuando meditamos con afec tuosa devoción losmisterios sagrados del Rosario, que son los másvisibles efectos de su amor a nosotros y los másricos presentes que pudo hacernos, pues por ellosgozan de la glo ria la Santísima Virgen y todos lossantos.

La Beata Ángela de Foligno pidió un día aNuestro Señor que le indicara con qué ejerci ciopodía honrarle más. Y apareciéndosele en laCruz, le dijo: «Hija mía, contempla mis lla gas.»Aprendió de este amable Salvador que nada le esmás agradable que la meditación de sus sufri-mientos. Después le descubrió las heridas de sucabeza y varias circunstancias de sus tormentosY le dijo: «He sufrido todo esto por tu salvación,¿qué podrías hacer que iguale mi amor por ti?»

69. El Santo Sacrificio de la Misa honra infi-nitamente a la Santísima Trinidad, porque repre-

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senta la pasión de Jesucristo Y por medio de ellaofrecemos los méritos de su obediencia, de sussufrimientos y de su sangre. Toda la corte celes-tial recibe con la Santa Misa gloria accidental, yvarios doctores, con Santo To más, nos dicen, porla misma razón, que el cielo se alegra de laComunión de los fieles, porque el SantísimoSacramento es un memo rial de la pasión y muer-te de Jesucristo, y por él participan los hombresde estos frutos y adelantan en el negocio de susalvación.

Ahora bien, el Rosario –rezado con la medi -tación de los misterios sagrados– es un sacrifi ciode alabanzas a Dios por el beneficio de nuestraRedención y un devoto recuerdo de los sufrimien-tos, muerte y gloria de Jesucristo. Es, pues, ciertoque el Rosario causa gloria, cierta alegría acci-dental a Jesucristo, a la San tísima Virgen y atodos los bienaventurados, porque no deseanmás, para nuestra dicha eterna que vernos ocupa-dos en un ejercicio tan glorioso para nuestroSalvador y tan salu dable para nosotros.

70. Nos asegura el Evangelio que un peca dorque se convierte y hace penitencia causa alegría atodos los ángeles. Si es suficiente para alegrar alos ángeles que un pecador deje sus pecados yhaga penitencia, ¿qué alegría, qué júbilo serápara toda la corte celestial, qué gloria para elmismo Jesucristo, vernos en la tierra meditardevotamente y con amor sus abatimientos, sustormentos y su muerte cruel e ignominiosa? ¿Hay

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nada más eficaz para tocarnos y llevarnos a sin-cera penitencia?

El cristiano que no medita los misterios delRosario demuestra gran ingratitud haciaJesucristo y la poca estima que hace de cuan to eldivino Salvador ha sufrido por la salva ción delmundo. Su conducta parece decir que desconocela vida de Jesucristo, que pone poco cuidado enaprender lo que ha hecho, lo que ha sufrido parasalvarnos. Este cristiano puede temer que, nohabiendo conocido a Jesucristo, o habiéndoleolvidado, lo rechace el día del juicio con estereproche: «En verdad te digo que no te conozco.»

Meditemos, pues, la vida y sufrimientos delSalvador durante el Santo Rosario, aprenda mos aconocerle y reconocer sus beneficios para que Élnos reconozca como hijos y ami gos suyos en eldía del juicio.

Vigésima cuarta Rosa

LA MEDITACIÓN DE LOS MISTERIOS DEL ROSARIO

ES UN GRAN MEDIO DE PERFECCIÓN

71. Los santos hacían objeto principal de suestudio la vida de Jesucristo, meditaban sus virtu-des y sufrimientos, y por este medio lle garon a laperfección cristiana. San Bernardo empezó poreste ejercicio, que continuó siem pre. «Desde el

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principio de mi conversión –dice– hice un ramode mirra compuesto con los dolores de miSalvador, puse este ramo sobre mi corazón pen-sando en los azotes, las espinas y los clavos de lapasión y aplicaba todo mi ingenio a meditartodos los días estos misterios.»

Éste es también el ejercicio de los santos már-tires; nos admira la forma como triunfa ron de losmás crueles tormentos, ¿de dónde pudiera veniraquella admirable constancia de los mártires,dice San Bernardo, sino de las llagas deJesucristo, acerca de las cuales hací an ellos fre-cuente meditación? ¿Dónde estaba el alma deestos generosos atletas cuando su sangre corría ysu cuerpo era triturado por los suplicios? Su almaestaba en las llagas de Jesucristo, y estas llagas loshacían invenci bles.

72. La Santísima Madre del Salvador ocupótoda su vida en meditar las virtudes y sufri -mientos de su Hijo. Cuando oyó a los ángelesentonar en su nacimiento cánticos de alegría,cuando vio a los pastores adorarlo en el esta blo,se llenó de admiración y meditaba sobre todasestas maravillas. Comparaba las grande zas delVerbo encarnado con sus profundos abatimien-tos; la paja y el pesebre, con su trono y con el senode su Padre; con el poder de un Dios, con la debi-lidad de un niño; su sabidu ría, con su sencillez.

La Santísima Virgen dijo un día a SantaBrígida: «Cuando contemplaba la hermosura, lamodestia, la sabiduría de mi Hijo, mi alma se sen-

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tía transportada de alegría, y cuando considerabaque sus manos y sus pies habían de ser atravesa-dos con clavos, vertía un torren te de lágrimas,partiéndoseme el corazón de dolor.»

73. Después de la Ascensión de Jesucristo, laSantísima Virgen dedicó el resto de su vida a visi-tar los lugares que este divino Salvador había san-tificado con su presencia y con sus tormentos. Allímeditaba sobre el exceso de su caridad y los rigo-res de su Pasión. Ése era también el ejercicio con-tinuo de María Magdalena durante los treintaaños que vivió en la Sainte-Baume4. En fin, SanJerónimo dice que ésa era la devoción de los pri-meros fieles. Iban, de todos los países del mundo,a Tierra Santa, para grabar más profundamenteen sus corazones el amor y el recuerdo delSalvador de los hombres con la vista de los obje-tos y lugares por Él consagrados con su nacimien-to, sus trabajos, sus sufrimientos y su muerte.

74. Todos los cristianos tienen una sola fe,adoran a un solo Dios, esperan una misma felici-dad en el cielo; sólo conocen un media dor, que esJesucristo; todos deben imitar este modelo divinoy para ello considerar los mis terios de su vida, susvirtudes y su gloria. Es un error imaginarse que lameditación de las verdades de la fe y de los mis-terios de la vida de Jesucristo es sólo para los

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4. La Sainte Baume (Santa Cueva) es una gruta situa da en laProvenza, donde es tradición que Santa María Magdalena pasólos últimos años de su vida.

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sacerdotes, religiosos y aquellos que se han retira-do fuera del mundo. Si los religiosos y eclesiásti-cos están obligados a meditar acerca de las gran -des verdades de nuestra santa religión, para res-ponder dignamente a su vocación, los seglaresestán igualmente obligados, a causa de los peli-gros que tienen diariamente de per derse. Deben,pues, armarse con el frecuente recuerdo de lavida, de las virtudes y de los sufrimientos delSalvador, que nos represen tan los quince [veinte]misterios del Santo Rosario.

Vigésima quinta Rosa

RIQUEZAS DE SANTIFICACIÓN ENCERRADAS

EN LAS ORACIONES Y MEDITACIONES

DEL ROSARIO

75. Jamás podrá nadie comprender el teso roadmirable de santificación que encierran las ora-ciones y los misterios del Santo Rosario. Estameditación de los misterios de la vida y muerte deNuestro Señor Jesucristo es, para todos los que lapractican, manantial de maravillosos frutos. Hoyse quieren cosas que espanten, que conmuevan,que produzcan en el alma impresiones profun-das. Y ¿qué hay en el mundo más conmovedorque la historia maravillosa de nuestro Redentor,desarrollada en quince [veinte] cuadros que nos

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recuerdan las grandes escenas de la vida, la muer-te y la gloria del Salvador del mundo? ¿Qué ora-ciones son más excelentes y sublimes que la ora-ción domini cal y el Ave del ángel? En ellas seencierran todos nuestros deseos y necesidades.

76. La meditación de los misterios y ora -ciones del Rosario es la más fácil de las ora -ciones, porque la diversidad de virtudes y estadosde Jesucristo que en ellos se estudian, recrea yfortifica maravillosamente el espíritu e impide lasdistracciones. Los sabios encuen tran en estas fór-mulas la doctrina más profun da y los pequeñoslas instrucciones más fami liares.

Es preciso pasar por esta sencilla medita ciónpara elevarse al grado más sublime de contem-plación. Tal es la opinión de Santo Tomás deAquino y el consejo que nos da cuan do dice quees necesario ejercitarse de ante mano, como en uncampo de batalla, en la adquisición de todas lasvirtudes, de las que son modelos perfectos losmisterios del Rosario; porque es ahí –dice el sabioCayetano– donde adquirimos la unión íntima conDios, sin la cual la contemplación es sólo una ilu -sión capaz de seducir a las almas.

77. Si los falsos iluminados de nuestros días–los quietistas– hubieran seguido este consejo, nohubieran tenido tan vergonzosas caídas, ni causa-do tantos escándalos en cues tiones de devoción.Es una engañosa ilusión del demonio creer quepuedan componerse oraciones más sublimes queel Pater y el Ave.

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Habituándose a estas divinas oraciones, queson el sostén, la fuerza y la guardia del alma,reconozco que no es necesario rezarlas siemprevocalmente, ya que la oración inte rior en ciertomodo es más perfecta que la vocal; pero os asegu-ro que es muy peligroso, por no decir pernicioso,abandonar volunta riamente el rezo del Rosariobajo el pretexto de una unión más perfecta conDios. El alma sutilmente orgullosa, engañada porel demo nio meridiano, hace todo cuanto puedeinte riormente para elevarse al grado sublime delas oraciones de los santos, y desprecia y deja poresto sus antiguos rezos, buenos en su sen tir parala generalidad de las almas. Se hace sorda a lasoraciones y la salutación de un ángel y aun a laoración que un Dios ha hecho, practicado y reco-mendado: «Sic ora bitis: Pater noster oraréis así»,y de este modo va cayendo de ilusión en ilusión,de precipi cio en precipicio.

78. Créeme, amado cofrade del Rosario,¿quieres llegar a un alto grado de oración sinafectación y sin caer en las ilusiones del demo nio,tan frecuentes en las personas de oración? rezadiariamente, si puedes, el Rosario, o al menosuna parte de él.5

¿Has llegado a él por la gracia de Dios? Siquieres conservarte en él y crecer en la humil dad,

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5. «Cualquiera –justo o pecador– que acuda a ella con devo-to respeto no será engañado ni devorado por el demonio infer-nal.» Revelaciones de Santa Catalina de Siena. (Nota del Autor).

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conserva la práctica del Rosario, porque un almaque rece el Rosario todos los días jamás será for-malmente herética, ni será enga ñada por eldemonio; es una afirmación que rubricaría conmi sangre. Si, no obstante, Dios, en su infinitamisericordia, te atrae, en medio del Rosario, tanpoderosamente como a algunos santos, déjatearrastrar por su atracti vo, deja a Dios actuar yorar en ti y recitar el Rosario a su manera, y queesto te baste en aquel día. Pero si sólo estás en lacontempla ción activa u oración ordinaria dequietud, de presencia de Dios y de afecto, tendrásmenos excusa para dejar el Rosario, y, rezándolo,lejos de retroceder en la oración y la virtud, teserá maravillosa ayuda y la verdadera escala deJacob, de quince [veinte] escalones por los cualesiréis de virtud en virtud, de luz en luz, y llega réisfácilmente, sin engaños, hasta la plenitud de laedad de Jesucristo.

Vigésima sexta Rosa

EL ROSARIO, ORACIÓN SUBLIME

79. Guardaos de imitar la obstinación deaquella devota de Roma de quien tanto hablanLas maravillas del Rosario. Era una persona tandevota y tan fervorosa que confundía con susanta vida a los religiosos más austeros de la

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Iglesia de Dios. Deseaba consultar a SantoDomingo. Se confesó con él, y le impuso porpenitencia rezar solamente un Rosario, y comoconsejo, rezarlo todos los días. Se excu só dicien-do que ella tenía todos sus ejercicios reglados,que llevaba cilicio, que tomaba disci plina variasveces por semana, que hacía tan tos ayunos y nosé cuántas penitencias. Santo Domingo le instareiteradamente a seguir su consejo, pero ella noquiere; se retira del con fesionario como escanda-lizada del proceder de su nuevo director, que que-ría persuadirla a una devoción que no le agrada-ba. He aquí que, estando en oración, y arrebata-da en éxtasis, vio su alma obligada a comparecerante el Supremo Juez. San Miguel alza la balan-za, pone sus penitencias y otras oraciones en unplatillo, y en el otro sus pecados e imperfec ciones;el platillo de las buenas obras no puede contra-rrestar al otro; ella, alarmada, pide misericordia;se dirige a la Santísima Virgen, su abogada; Elladejar caer en el platillo de las buenas obras elúnico Rosario que –por peni tencia– ha rezado; yfue tanto su peso que con trarrestó el de los peca-dos; la Santísima Virgen la reprendió al mismotiempo por no haber seguido el consejo de su ser-vidor Domingo de rezar el Santo Rosario todoslos días. Cuando volvió en sí, fue a arrojarse a lospies de Santo Domingo, le contó lo ocurrido, lepidió perdón por su incredulidad y prometiórezar el Rosario todos los días. Por este medio,llegó a la perfección cristiana, a la gloria eterna.

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¡Aprended de aquí, personas de oración, la fuer-za, el precio y la importancia de esta devo ción delSanto Rosario con la meditación de sus miste-rios!

80. Nadie más elevado en la oración queSanta Magdalena, que era transportada al cielopor los ángeles siete veces al día, que había esta-do en la escuela de Jesucristo y de su SantísimaMadre; y, sin embargo, cuando pidió a Dios unbuen medio para adelantar en su amor y llegar ala más alta perfección, el arcán gel San Miguelvino de parte de Dios a decirle que no sabía deotro que considerar, por medio de una cruz, quecolocó delante de su cueva, los misterios doloro-sos que ella había presen ciado.

Que el ejemplo de San Francisco de Sales, elgran director de las almas espirituales de su tiem-po, os estimule a pertenecer a tan santa cofradía,pues, a pesar de ser santo, hizo voto de rezar elRosario completo todos los días de su vida.

San Carlos Borromeo lo rezaba tambiéntodos los días y recomendaba encarecidamen teesta devoción a sus sacerdotes, a sus semi naristasy a todo su pueblo.

El Beato Pío V6, uno de los Papas más emi -nentes que gobernaron la Iglesia, rezaba todos losdías el Rosario. Santo Tomás de Villanueva,Arzobispo de Valencia, San Ignacio, San Francis -co Javier, San Francisco de Borja, Santa Teresa

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6. Hoy San Pío V.

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de Jesús, San Felipe Neri y muchos otros gran-des hombres, que no cito, han ejercitado estadevoción. Seguid su ejemplo: vuestros directoresquedarán descansados, y si los infor máis de losfrutos que podéis sacar de él, se apresurarán aanimaros a ello.

Vigésima séptima Rosa

BENEFICIOS DEL ROSARIO

81. Para animaros aún más a esta devociónde las almas grandes, añado que el Rosario, reza-do con la meditación de los misterios: 1.º noseleva insensiblemente al perfecto conoci mientode Jesucristo; 2.º purifica nuestras almas delpecado; 3. nos permite vencer a nuestros enemi-gos; 4.º nos facilita la práctica de las virtudes; 5.º nos abrasa en amor de Jesucristo; 6.° nos pro-porciona con qué pagar todas nuestras deudascon Dios y con los hom bres; y, en fin, nos consi-gue de Dios toda clase de gracias.

82. El conocimiento de Jesucristo es la cien-cia de los cristianos y la ciencia de la sal vación; seremonta, dice San Pablo, sobre todas las cienciashumanas en precio y en excelencia: 1.º por la dig-nidad de su objeto, que es un hombre-Dios enpresencia del cual todo el universo no es tansiquiera una gota de rocío o un granito de arena;

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2.° por su utilidad; las ciencias humanas nos lle-nan sola mente del viento y humo del orgullo; 3.°por su necesidad; porque no podemos salvarnossino tenemos el conocimiento de Jesucristo, y elque ignore todas las demás ciencias se salvará,con tal que esté iluminado con la ciencia deJesucristo. ¡Dichoso Rosario, que nos propor -ciona la ciencia y el conocimiento de Jesu cristo,haciéndonos meditar su vida, su muer te, supasión y su gloria! La reina de Saba, admirandola ciencia de Salomón, exclamaba: «Dichosos tuscriados y sirvientes, que están siempre en tu pre-sencia y oyen los oráculos de tu sabiduría»; peromás dichosos son los fieles que meditan atenta-mente la vida, las virtudes, los sufrimientos y lagloria del Salvador, por que adquieren de estemodo el perfecto cono cimiento en que consiste lavida eterna.7

83. La Santísima Virgen reveló al BeatoAlano que, tan pronto como Santo Domingo pre-dicó el Rosario, los pecadores empederni dos seconvirtieron y lloraron amargamente sus críme-nes, los mismos niños hicieron peni tenciasincreí bles y el fervor fue tan grande, por doquie-ra que se predicó el Rosario, que los pecadorescambiaron de vida y edificaron a todo el mundocon sus penitencias y su enmienda de vida. Sisentís vuestra conciencia cargada con algún peca-do, coged el Rosario, rezad una parte en honor de

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7. Jn 17, 3.

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algunos misterios de la vida, pasión o gloria deJesucristo y estad persuadidos de que, mientrasmeditáis y hon ráis estos misterios, Él, en el cielo,mostrará sus llagas sagradas a su Padre, abogarápor vosotros y os obtendrá la contrición y el per -dón de vuestros pecados. Él dijo un día al BeatoAlano: «Si esos miserables pecadores rezasen fre-cuentemente mi Rosario, participa rían de losméritos de mi pasión, y, yo, como su abogado,calmaría la divina justicia.»

84. Esta vida es de guerra y tentaciones conti-nuas. No tenemos que combatir a enemi gos decarne y sangre, pero sí a las potencias mismas delinfierno. ¿Qué mejores armas podemos tomarpara combatirlos que la ora ción dominical, quenuestro gran Capitán nos ha enseñado; la saluta-ción angélica, que ha ahuyentado a los demonios,destruido el peca do y renovado el mundo; la medi-tación de la vida y de la pasión de Jesucristo, queson pen samientos que debemos tener habitual-mente presentes, como manda San Pedro, parade fendernos de los mismos enemigos que Él havencido y que nos atacan diariamente? «Desde queel demonio –dice el Cardenal Hugo–, fue vencidopor la humildad y la pasión de Jesucristo, apenaspuede atacar a un alma que medita estos miste-rios, o, si la ataca, es derro tado vergonzosamente.»«Vístanse de la armadura de Dios» (Ef 6, 2).

85. Pertrechaos, pues, con estas armas deDios, con el Santo Rosario, y quebrantaréis lacabeza del demonio y viviréis tranquilos con tra

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todas sus tentaciones. De ahí resulta que aun elRosario material es tan terrible al dia blo, que lossantos se han servido de él para encadenarle yarrojarle del cuerpo de los pose sos, según atesti-guan varias historias.

86. Cierto hombre –refiere el Beato Alano– había ensayado inútilmente toda suerte de devo-ciones para librarse del espíritu maligno, quehabía tomado posesión de él. Resolvió ponerse alcuello la camándula, y con esto se alivió. Perocuando se la quitaba era atroz mente atormenta-do por el demonio, por lo cual resolvió llevarlonoche y día, y así logró alejar para siempre aldemonio, que no podía soportar tan terrible cade-na. El Beato Alano asegura que libró a un grannúmero de pose sos poniéndoles un Rosario alcuello.

87. Al Padre Juan Amat, de la Orden deSanto Domingo, predicando la cuaresma en unlugar del reino de Aragón, le trajeron una jovenposesa, y después de haberla exorcizado variasveces inútilmente, le puso al cuello su Rosario,ella comenzó a dar gritos y aullidos espantosos,diciendo: «¡Quitadme, quitadme estos granos queme atormentan!». Por fin, el Padre, compa decidode ella, le quitó el Rosario del cuello. La nochesiguiente, cuando este Padre estaba des cansandoen su lecho, los mismos demonios que poseían ala joven vinieron a él furiosos para apoderarse desu persona, pero con su Rosario, que tenía fuerte-mente cogido en la mano, a pesar de los esfuerzos

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que hicieron para quitárselo, los golpeó y arrojó,diciendo: «¡Santa María, Virgen del Rosario,amparad me!» Cuando a la mañana siguiente iba ala iglesia, encontró a la desgraciada joven aúnposesa; uno de los demonios que estaban en ellaempezó a decir, burlándose del Padre: «¡Ah her -mano! ¡Si no hubieras tenido tu Rosario, ya tehabríamos arreglado!» Entonces el Padre arro jóde nuevo su Rosario al cuello de la joven diciendo:«Por los sacratísimos nombres de Jesús y María,su santa Madre, y por la virtud del SantísimoRosario, os mando, espíritus malignos, salir deeste cuerpo inmediatamen te»; en el acto tuvieronque obedecer y quedó libre la joven. Estas histo-rias ponen de relieve la fuerza del Santo Rosariopara vencer toda clase de tentaciones de los demo-nios y toda clase de pecados, porque las cuentasbenditas del Rosario los ponen en fuga.

Vigésima octava Rosa

SALUDABLES EFECTOS QUE PRODUCE

EL MEDITAR LA PASIÓN

88. San Agustín asegura que no hay ejerciciotan virtuoso y útil para la salvación como pensarcon frecuencia en los sufrimientos de NuestroSeñor. San Alberto Magno, maestro de SantoTomás, supo por revelación que el solo recuerdo

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o la meditación de la pasión de Jesucristo es másmeritorio para el cristiano que ayunar durante unaño todos los viernes a pan y agua, o tomar disci-plina –aun de sangre– todas las semanas, o rezartodos los días el salterio. ¿Cuál no será el méritodel Rosario, que conmemora toda la vida ypasión de Nuestro Señor?

La Santísima Virgen reveló al Beato Alano dela Roche que, después del Santo Sacrificio de laMisa, que es la primera y más viva memoria de lapasión de Jesucristo, no hay devoción más exce-lente y meritoria que el Rosario, que es como unasegunda memoria y representación de la vida ypasión de Jesucristo.

89. El Padre Dorland refiere que la Santí -sima Virgen dijo un día al venerable Domingo(cartujo), devoto del Santo Rosario, que residíaen Tréveris el año 1481: «Cuantas veces rezan losfieles, en estado de gracia, el Santo Rosario con lameditación de los misterios de la vida y pasión deJesucristo, obtienen plena y comple ta remisiónde sus pecados.»

También dijo la Santísima Virgen al BeatoAlano: «Sabed que, aun cuando hay gran can -tidad de indulgencias concedidas a mi Rosa rio,yo añadiré muchas más por cada parte de él enfavor de aquellos que lo recen sin pecado mortal,de rodillas, devotamente; y a quienes perseverenen la devoción del Santo Rosario, en estas condi-ciones y meditaciones, les con seguiré, en premiode este servicio, plena remi sión de la pena y de la

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culpa de todos sus pecados al fin de su vida. Yque no te parezca esto increíble; es fácil para mí,pues que soy la Madre del Rey de los cielos, queme llama llena de gracia, y, como llena de gracia,haré también amplia efusión de ella sobre misque ridos hijos.»

90. Santo Domingo estaba tan persuadido dela eficacia y los méritos del Santo Rosario, que noponía otra penitencia a los que confesa ba, comoya hemos visto en la historia de la dama romanaa quien puso por penitencia un solo Rosario. Losconfesores deberían también, para seguir el ejem-plo de este gran Santo, man dar a los penitentesrezar el Rosario con la refle xión de los misteriossagrados, prefiriendo esa a otras penitencias demenor mérito y que no son tan agradables a Dios,ni tan saludables para avanzar en el camino de lavirtud, ni tan efica ces para impedir la caída en elpecado; además de que rezando el Rosario seganan muchísi mas indulgencias que no estánconcedidas a otras muchas devociones.

91. «Ciertamente –dice el Abad Blosio–, elRosario, con la meditación de la vida y pasión,resulta muy agradable a Jesucristo y la SantísimaVirgen y muy eficaz para obtener lo que se desea.Podemos rezarlo tanto por noso tros como poraquellos que nos fueron enco mendados y portoda la Iglesia. Recurramos, pues, a la devocióndel Santo Rosario en todas nuestras necesidades,y obtendremos infalible mente lo que pidamos aDios para nuestra sal vación.»

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Vigésima nona Rosa

EL ROSARIO, INSTRUMENTO DE SALVACIÓN

92. No hay nada más divino, en opinión deSan Dionisia, nada más noble, ni más agrada blea Dios que cooperar a la salvación de las almas yderribar las máquinas del demonio que intentaperderlas; éste fue el motivo por el cual descendióel Hijo de Dios a la tierra. Derrocó, en efecto, elimperio de Satanás con la funda ción de la Iglesia,pero este tirano rehizo en parte sus fuerzas, y enlos siglos XI, XII y XIII ejercía cruel violencia sobrelas almas con la herejía de los albigenses, por losodios, disen ciones y vicios abominables quehacía reinar en el mundo.

¿Cuál sería el remedio para tan graves males?¿Cómo derribar las fuerzas de Satanás? LaSantísima Virgen, protectora de la Iglesia, diocomo medio eficaz para apaciguar la cóle ra de suHijo, para extirpar la herejía y refor mar las cos-tumbres de los cristianos, la cofra día del SantoRosario. Los hechos lo compro baron: se reavivó lacaridad, se volvió a la fre cuencia de los sacramen-tos como en los pri meros siglos de oro de la Iglesiay se reforma ron las costumbres de los cristianos.

93. El Papa León X dice en su bula que estacofradía fue fundada en honor de Dios y de la

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Santísima Virgen, como un muro para conte nerlas desgracias que iban a caer sobre la Iglesia.

Gregorio XIII dice que el Rosario fue inspi -rado como favor especial de la Santísima Virgenpara abrimos más fácilmente el cielo.

Pablo III y el Beato Pío V declaran que elRosario fue establecido y dado a los fieles paraprocurarles con más facilidad el descanso y elconsuelo espirituales.

¿Quién despreciará el ingreso en una cofra díainstituida con tan nobles fines?

94. El Padre Domingo, cartujo, muy devo todel Santo Rosario, vio un día el cielo abierto y atoda la corte celestial ordenada admirable mente.Oyó cantar el Rosario con arrebatadora melodía,honrando en cada decena un misterio de la vida,de la pasión o de la gloria de Jesucristo y de laSantísima Virgen. Y advirtió que, cuando pro-nunciaban el nombre sagrado de María, hacíanuna inclinación de cabeza, y al de Jesús, hacíantodos una genuflexión, y daban gracias a Dios porlos grandes beneficios concedidos al cielo y a latierra mediante el Santo Rosario. Vio igualmentea la Santísima Virgen y a todos los santos que pre-sentaban a Dios los Rosarios que los cofradesrecitaban en la tierra y que rogaban por cuantospracticaban esta devoción. Vio también innume-rables coro nas de bellísimas y olorosas flores pre-paradas para los que rezan devotamente el SantoRosario, los cuales, cuantas veces lo rezan, sehacen una corona con la que serán engalanados

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en el cielo. La visión de este devoto cartujo estáen conformidad con la que tuvo el discípu loamado cuando vio una multitud innumera ble deángeles y santos que alababan y bende cían aJesucristo por cuanto ha hecho y sufrido en elmundo por nuestra salvación; y ¿no es esto lo quehacen los cofrades del Rosario?

95. No hay que figurarse que el Rosario essólo para las mujeres, los niños y los ignorantes;es también para hombres, y para los más gran deshombres. Tan pronto como Santo Domingo diocuenta al Papa Inocencio III de la orden quehabía recibido del cielo para establecer estacofradía, el Santo Padre la aprobó, exhortó aSanto Domingo a predicarla y quiso ser asocia doa ella8. Los mismos cardenales la abrazaron congran fervor, de suerte que López no dudó en escri-bir: «Ningún sexo, ninguna edad, ninguna condi-ción puede sustraerse a la devoción del Rosario.»

Así se ven en esta cofradía toda clase de per -sonas: duques, príncipes, reyes, lo mismo queprelados, cardenales, Soberanos Pontífices.

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8. Niegan muchos críticos que hubiera cofradías delRosario anteriores al Beato Alano de la Roche, y si así fuera nopodrían admitirse las que según se dice fundó Santo Domingoy aprobó Inocencio III. Probó, sin embargo, el Padre Mamachila existencia de Cofradías de Nuestra Señora en los conventosdominicos de Italia, ya en el siglo XIII, que según las prácticasque usaban podían muy bien ser del Rosario, aunque no lle -varan este nombre. Tal vez sería así también la de Palencia,cuya fundación se atribuye a Santo Domingo (V. EnciclopediaEspasa, S.V. «Rosario».)

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Larga sería su enumeración para este compen -dio, y si ingresas, querido lector, en esta cofra día,tendrás parte en su devoción y sus gracias sobrela tierra y en su gloria en el cielo. «Cum quibusconsortium vobis erit devotionis, erit et commu-nio dignitatis»9.

Trigésima Rosa

PRIVILEGIOS DE LA COFRADÍA DEL ROSARIO10

96. Si los privilegios, las gracias y las indul -gencias hacen recomendable a una cofradía,puede afirmarse que la del Rosario es la másrecomendable que tiene la Iglesia, puesto que esla más favorecida y enriquecida con indul gencias;y desde su institución apenas hay Papa que nohaya abierto los tesoros de la Iglesia para gratifi-carla.

Como el ejemplo persuade mejor que laspalabras y los beneficios, los SoberanosPontífices no han podido expresar mejor la esti-ma en que tenían a esta santa cofradía que aso-ciándose a ella.

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9. «Asociado con ellos en la devoción, lo estamos también enla dignidad.»

10. León XIII ha modificado el catálogo de las indul gencias.Lo conservamos aquí como recuerdo. Véanse al final de estelibro las indulgencias actuales.

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He aquí un pequeño resumen de las indul -gencias concedidas a la Cofradía del SantoRosario, confirmadas de nuevo por nuestro PadreSanto el Papa Inocencia XI el día 31 de julio de1679, recibida y autorizada su publica ción por elArzobispo de París el 25 de sep tiembre del mismoaño:

1.° En el día de ingreso en la cofradía: indul -gencia plenaria.

2.° En la hora de la muerte: indulgencia ple -naria.

3.° Por el rezo de cada una de las tres partesdel Rosario: diez años y diez cuarentenas.

4.° Por cada vez que pronuncien devotamen -te los santos nombres de Jesús y María: siete díasde indulgencia.

5.° A los que devotamente asistan a la proce -sión del Santo Rosario: siete años y siete cua -rentenas.

6.° A los que, verdaderamente arrepentidos yconfesados, visiten la capilla del Rosario en laiglesia en que esté establecida, los primerosdomingos de cada mes y las fiestas de NuestroSeñor y de la Santísima Virgen: indulgencia ple-naria.

7.° A los que asistan a la Salve: cien días deindulgencia.

8.° A los que devotamente y para dar ejemplolleven sin reserva el Santo Rosario: cien días deindulgencia.

9.° A los cofrades enfermos que, no pudien do

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ir a la iglesia y habiendo confesado y comul gado,recen durante el día el Santo Rosario, o al menosuna parte: indulgencia plenaria el día señaladopara ganarla.

10.° Los Sumos Pontífices, por su gran libe -ralidad hacia los cofrades del Rosario, les handado la facultad de ganar las indulgencias de lasestaciones de Roma visitando cinco altares yrezando ante cada uno de ellos cinco veces elpadrenuestro y el avemaría por la prosperidad dela Iglesia. Si sólo hay un altar o dos en la iglesiadonde está establecida la Cofradía, reza rán vein-ticinco veces el padrenuestro y avema ría ante estealtar.

97. Gran favor ciertamente para los cofra desdel Rosario, pues la visita de las iglesias de lasestaciones de Roma lleva aparejados consi goindulgencias plenarias, librar almas del pur -gatorio y muchas otras grandes remisiones quelos cofrades pueden ganar sin trabajo, sin gas tos,sin salir de su país; y aun si la Cofradía no estáestablecida en el lugar que habitan los cofrades,pueden ganar dichas indulgencias visitandocinco altares de otra iglesia cualquie ra, segúnconcesión de León X.

He aquí los días en que pueden ganarlas,determinados y fijos para los que habitan fuerade Roma, por decreto de la SagradaCongregación de Indulgencias, aprobado pornuestro Santo Padre el Papa el 7 de marzo de1678, que ordenó sea inviolablemente observa do:

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Todos los domingos de Adviento; los tres díasde las cuatro Témporas; la vigilia de Navidad, enla Misas de media noche, de la aurora y del día;las fiestas de San Esteban, San Juan Evangelista,Santos Inocentes, Circuncisión y Reyes; losdomingos de Septuagésima, Sexagésima,Quincuagésima, y desde el miércoles de Cenizatodos los días hasta el domingo de Cuasimodoinclusive; los tres días de Rogativas, el día de laAscensión, la vigilia de Pentecostés y todos losdías de la octava y los tres días de las cuatroTémporas de septiembre.

Amados cofrades del Rosario, hay aúnmuchas más indulgencias. Si queréis verlo, leedel Sumario de las indulgencias concedidas a loscofrades del Rosario. Allí veréis los nom bres delos Papas, el año y otros particulares que no esposible consignar en este resumen.

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CUARTA DECENA

Excelencia del Santo Rosario demostrada por las maravillas que

Dios ha hecho en su favor

Trigésima primera Rosa

BLANCA DE CASTILLA - ALFONSO VIII

98. Santo Domingo, al visitar a Doña Blan ca,reina de Francia, que en los doce años que lleva-ba de casada no había tenido hijos, y esta ba afli-gida sobremanera, le aconsejó que reza ra elRosario todos los días para lograr del cielo la gra-cia de tener descendencia. Así lo hizo la reina, ysu petición fue oída el año 1213, en que nació suprimogénito, que fue lla mado Felipe. Pero lamuerte se lo arrebató, y más que nunca acudióella a la Santísima Virgen, y distribuyó gran can-tidad de Rosarios en la Corte y en varias ciudadesdel reino para que Dios la colmase con una com-pleta bendi ción. Y esto sucedió el año 1215, enque vino al mundo San Luis, gloria de Francia ymode lo de reyes cristianos.

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99. Alfonso VIII, rey de Aragónl y de Cas tilla,fue, a causa de sus pecados, castigado por Dios devarias maneras, y se vio obligado a reti rarse a unaciudad de uno de sus aliados. EncontrándoseSanto Domingo en la misma el día de Navidad,predicó, según su costumbre, el Rosario y las gra-cias que se obtienen de Dios por esta devoción, ydijo, entre otras cosas, que los que lo rezan devo-tamente obtendrán la vic toria sobre sus enemigosy recobrarán todo lo perdido. El rey advirtió bienestas palabras y envió a preguntar a SantoDomingo si era cier to cuanto había predicado. ElSanto respondió que no había que dudar, y le pro-metió que si quería practicar esta devoción yapuntarse en la Cofradía, vería los efectos.Resolvióse el rey a rezar todos los días el Rosario,continuó así durante un año, y el mismo día deNavidad, después de rezarlo se le apareció laSantísima Virgen y le dijo: «Alfonso, hace un añoque me sirves devotamente con el Rosario. Vengoa recompensarte. Sabe que he obtenido de miHijo el perdón de todos tus pecados. Aquí tienesesta camándula. ¡Te la regalo! Llévala siemprecontigo y jamás podrán perjudicarte tus enemi -gos.» Desapareció, dejando al rey muy consola do;volvió él a su casa llevando en la mano el Rosario,y viendo a la reina le contó lleno de gozo el favorque acababa de recibir de la Santísima Virgen, le

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1. Así en el texto; pero sin duda es errata: debe decir deLeón.

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tocó los ojos con el Rosario y recobró la vista, quehabía perdido. Algún tiempo después, habiendoel rey reunido algu nas tropas, con ayuda de susaliados atacó osa damente a sus enemigos, lesobligó a devolver las tierras y a reparar sus domi-nios, los arrojó de ellos enteramente, y fue tanafortunado en la guerra que de todas partes ibansoldados para combatir bajo su mando, porquelas victorias parecían seguir por todas partes susbatallas. No debe sorprendernos, porque noentraba jamás en batalla sino después de haberrezado un Rosario de rodillas; había hecho ingre-sar en la Cofradía a toda la corte y exhortaba asus ofi ciales y familiares a ser devotos delRosario. La reina se obligó igualmente y los dospersevera ron en el servicio de la Santísima Virgeny vivie ron piadosamente.

Trigésima segunda Rosa

DON PERO2

(Beato Alano, c. LII)

100. Santo Domingo tenía un primo, llama doDon Pero o Pedro, que llevaba una vida muy diso-

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2. El original dice Don Pérez, con manifiesto error en la tra-ducción. Tal vez el Beato Alano, cuyo texto no hemos podidover, diga «Dominus Pérez», el señor Pérez.

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luta. Habiendo oído que el Santo predica ba lasmaravillas del Rosario y que muchos se conver tíany cambiaban de vida por este medio, dijo: «Habíaperdido la esperanza de mi salvación, pero hayque tener valor, es pre ciso que yo oiga a ese hom-bre de Dios.» Asistió, pues, un día al sermón deSanto Domingo. El Santo, al verle, redobló suardor en atacar todos los vicios y rogó a Dios,desde lo íntimo de su corazón, que abriese los ojosde su primo para que conociera el estado misera -ble de su alma. Don Pero se asustó desde luego,pero no se resolvió a convertirse; volvió, sinembargo, a la predicación del santo, y éste, viendoque este corazón endurecido no se con vertiría sinalgo extraordinario, gritó en alta voz: «SeñorJesús, haced ver a todo este audi torio el estado enque se encuentra el que acaba de entrar en vuestracasa.» Entonces todo el pueblo vio a Don Perorodeado de una multi tud de diablos en forma debestias horribles que le tenían atado con cadenasde hierro; huyeron todos, unos por aquí, otros porallá, y fue para él espantoso verse objeto del horrorde todo el mundo. Santo Domingo hizo que todosse detuvieran, y dijo a Don Pero: «Conoced, des-graciado, el deplorable estado en que os encon-tráis; arrojaos a los pies de la Santísima Virgen.Tomad este Rosario, rezadlo con devo ción y arre-pentimiento de vuestros pecados y resolveos acambiar de vida.» Se puso de rodi llas, rezó elRosario y se sintió movido a con fesarse, lo quehizo con una gran contrición. El Santo le ordenó

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que rezase todos los días el Santo Rosario, y élprometió hacerlo y se ins cribió en la Cofradía; sucara, que antes había asustado a todos, al salir dela iglesia aparecía brillante como la de un ángel.Perseveró en la devoción al Santo Rosario, llevóuna vida arre glada y murió dichosamente.

Trigésima tercera Rosa

UN ALBIGENSE POSESO

101. Predicando Santo Domingo el Rosariocerca de Carcasona, le llevaron un hereje albi -gense poseso; el Santo le exorcizó en presencia deuna gran muchedumbre; se cree que le escu -chaban más de doce mil hombres. Los demo niosque poseían a este miserable estaban obli gados aresponder, a su pesar, a las preguntas del Santo,que les hizo decir:

1.° Que eran quince mil los que había en elcuerpo de aquel miserable, porque había ata cadolos quince misterios del Rosario.

2.° Que con el Rosario, que él predicaba, lle -vaba el terror y el espanto a todo el infierno, y queera el hombre que más odiaban en todo el mundoa causa de las almas que les quitaba con la devo-ción del Rosario.

3.° Revelaron otra porción de particulari -dades.

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Santo Domingo arrojó su Rosario al cuellodel poseso y les preguntó a cuál de los santos delcielo temían más y cuál debía ser más amado yhonrado por los hombres. A esta pre gunta pro-rrumpieron en gritos tan espantosos que lamayor parte del auditorio cayó en tierra sobreco-gida de espanto. Entonces los espíritus malignos,para no responder, lloraban y se lamentaban deun modo tan lastimero y con movedor quemuchos de los asistentes, movi dos por naturalpiedad, lloraban también. Los demonios decíanpor boca del poseso con voz lastimera:

«¡Domingo! ¡Domingo! ¡Ten piedad de noso -tros! ¡Te prometemos no hacerte daño! Tú que tie-nes compasión de los pecadores y misera bles, ¡tenpiedad de nosotros! ¡Mira cuánto padecemos!¿Por qué te complaces en aumen tar nuestraspenas? ¡Conténtate con las que ya padecemos!¡Misericordia! ¡Misericordia! ¡Mi sericordia!»

102. El Santo, sin inmutarse por las dolien -tes palabras de estos desgraciados espíritus, lesrespondió que no cesaría de atormentarles hastaque hubieran respondido a la pregunta. Dijeronlos demonios que contestarían, pero en secreto yal oído y no delante de todo el mundo. Insistió elSanto, ordenándoles que hablasen muy alto. Losdiablos no quisieron decir pala bra a pesar de laorden que les había dado, y entonces el Santo,puesto de rodillas, hizo a la Santísima Virgen estaoración: «Oh excelentísima Virgen María, por lavirtud de tu salterio y Rosario, ordena a estos ene-

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migos del género humano que contesten a mipregunta.»

Hecha esta oración, una llama ardiente salede las orejas, la nariz y la boca del poseso y hacetemblar a todos, pero a nadie hace mal. Entonceslos diablos exclamaron: «Domingo, te rogamos,por la pasión de Jesucristo y por los méritos de susanta Madre y los de todos los santos, que nospermitas salir de este cuerpo sin decir nada, por-que los ángeles cuando tú quieras te lo revelarán.Nosotros somos embus teros. ¿Por qué quierescreernos? No nos ator mentes más, ten piedad denosotros.» «Des graciados sois» dice SantoDomingo, y, arro dillándose, dirigió esta oración ala Santísima Virgen: «Oh dignísima Madre de laSabi duría, acerca de cuya salutación, de quéforma debe rezarse, ya queda instruido este pue-blo, te ruego para la salud de los fieles aquí pre-sentes que obligues a estos tus enemigos a queabier tamente confiesen aquí la verdad completa ysincera.»

Apenas había terminado esta oración, cuan -do vio cerca de él a la Santísima Virgen, rodea dade una multitud de ángeles, que con una varillade oro que tenía en la mano golpeaba al demonio,diciéndole: «Contesta a la pregunta de mi servi-dor Domingo.» (Hay que advertir que el pueblono veía ni oía a la Santísima Virgen, sino sola-mente a Santo Domingo.)

103. Entonces los demonios comenzaron agritar, diciendo:

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104. «¡Oh enemiga nuestra! ¡Oh ruina y con -fusión nuestra! ¿Por qué viniste del cielo a ator -mentarnos en forma tan cruel? ¿Será preciso quepor ti, ¡oh abogada de los pecadores, a quienessacas del infierno; oh camino seguro del cielo!,seamos obligados –a pesar nuestro – a confesardelante de todos lo que es causa de nuestra con-fusión y ruina? ¡Ay de nosotros! ¡Maldición anuestros príncipes de las tinie blas!

»¡Oíd, pues, cristianos! Esta Madre de Cristoes omnipotente, y puede impedir que sus sier voscaigan en el infierno. Ella, como un sol, disipa lastinieblas de nuestras astutas maqui naciones.Descubre nuestras intrigas, rompe nuestras redesy reduce a la inutilidad todas nuestras tentacio-nes. Nos vemos obligados a confesar que ningunoque persevere en su ser vicio se condena con nos-otros. Un solo suspiro que Ella presente a laSantísima Trinidad vale más que todas las oracio-nes, votos y deseos de todos los santos. La teme-mos más que a todos los bienaventurados juntosy nada podemos contra sus fieles servidores.

»Tened también en cuenta que muchos cris -tianos que la invocan al morir y que deberíancondenarse, según las leyes ordinarias, se sal vangracias a su intercesión.

»¡Ah! Si esta Marieta –así la llamaban en sufuria– no se hubiera opuesto a nuestros desig niosy esfuerzos, ¡hace tiempo habríamos derribado ydestruido a la Iglesia y precipitado en el error y lainfidelidad a todas sus jerarquí as! Tenemos que

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añadir, con mayor claridad y precisión –obligadospor la violencia que nos hacen–, que nadie quepersevere en el rezo del Rosario se condenará.Porque Ella obtiene para sus fieles devotos la ver-dadera contrición de los pecados, para que losconfiesen y alcan cen el perdón e indulgencia deellos.»

Entonces Santo Domingo hizo rezar elRosario a todo el pueblo muy lenta y devota -mente, y a cada avemaría que el santo y el pue -blo rezaban –¡cosa sorprendente!–, salían delcuerpo de este desgraciado una gran multitud dedemonios en forma de carbones encendi dos. Ycuando salieron todos los demonios y el herejese vio completamente libre, la Santísima Virgendio, aunque invisiblemente, su bendi ción a todoel pueblo, que con ello experimen tó sensible-mente gran alegría. Este milagro fue causa de laconversión de gran número de herejes, queincluso se inscribieron en la Cofradía del SantoRosario.

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Trigésima cuarta Rosa

SIMÓN DE MONTFORT, ALANO DE LANVALLAY, OTERO

(Beato Alano, II p., c. XVII)

105. ¿Quién podrá contar las victorias queSimon, conde de Montfort, ganó a los albigen sesbajo la protección de Nuestra Señora delRosario? Fueron tan notables que jamás ha vistoel mundo cosa parecida. Con quinientos hombresdesbarató un ejército de diez mil herejes. Otra vezcon treinta venció a tres mil. Después, con milinfantes y quinientos de caballería, hizo pedazosel ejército del rey de Aragón, compuesto de cienmil hombres, per diendo solamento ocho solda-dos de infantería y uno de caballería.

106. ¡De cuántos peligros libró la Santí simaVirgen a Alano de Lanvallay, caballero bretón quecombatía por la fe contra los albi genses! Un díaque se hallaba rodeado por todas partes de ene-migos, la Santísima Virgen lanzó contra ellosciento cincuenta piedras y le libró de sus manos.Otro día en que había nau fragado su navío y esta-ba ya próximo a sumer girse, esta bonísimaMadre hizo emerger cien to cincuenta colinas, porencima de las cuales llegó a Bretaña; y en memo-ria de los milagros que había hecho en su favor la

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Santísima Virgen, como recompensa del Rosarioque dia riamente le rezaba, fundó en Dinan uncon vento para religiosos de Santo Domingo y,des pués de hacerse él mismo religioso, muriósan tamente en Orleans.

107. Igualmente Otero, soldado bretón deVaucouleurs, hizo huir compañías enteras deherejes y de ladrones con su Rosario y con la espa-da al brazo. Sus enemigos, después de ven cidos, leaseguraron haber visto resplandecer su espada, yalguna vez en su brazo un escudo que tenía graba-das las imágenes de Jesucristo, la SantísimaVirgen y los santos y que, al mismo tiempo que lehacía invisible, le daba fuerza para atacar.

En cierta ocasión, con diez compañías ven cióa veinte mil herejes sin perder ninguno de sus sol-dados, lo que impresionó de tal modo al generaldel ejército enemigo, que fue en busca de Otero,abjuró de sus herejías y declaró que le había vistocubierto de armas de fuego durante el combate.

Trigésima quinta Rosa

EL CARDENAL PEDRO

(Beato Alano, IV p., c. LXX)

108. El B. Alano refiere que un Cardenal lla-mado Pedro, del título de Santa María del Tíber,instruido por Santo Domingo, su ínti mo amigo,

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en la devoción del Santo Rosario, se interesó porella de tal modo que fue su panegirista y la incul-caba a todos cuantos podía. El Cardenal fueenviado como legado a Tierra Santa entre los cris-tianos cruzados que combatían a los sarracenos,e hizo tales pro sélitos en el ejército cristiano–practicando todos esta devoción para conseguirel auxilio del cielo– en un combate, con sólo tresmil triunfaron sobre cien mil.

Ya hemos visto que los demonios temen infi -nitamente al Rosario. Dice San Bernardo que lasalutación angélica les quebranta y hace estreme-cer a todo el infierno. El Beato Alano asegurahaber conocido varias personas que se habíanentregado al diablo en cuerpo y alma y que habí-an renunciado al bautismo y a Jesucristo y que,después de abrazar la devo ción del SantoRosario, fueron libertadas de su tiranía.

Trigésima sexta Rosa

UNA MUJER DE AMBERES, LIBERTADA

DE LAS CADENAS DEL DEMONIO

109. En el año 1578 una mujer de Amberesse entregó al demonio, firmando el acta de entre-ga con su sangre. Algún tiempo después se arre-pintió, y como sintiera gran deseo de reparar elmal que había hecho, buscó un con fesor pruden-

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te y caritativo para conocer el medio de librarsedel poder del diablo. Encon tró efectivamente unsabio y virtuoso sacerdo te que le aconsejó busca-se al Padre Henry, director de la Cofradía delSanto Rosario del convento de Santo Domingo,para que la ins cribiese en la Cofradía y la confe-sara; y así se lo pidió, pero en vez del Padreencontró al demo nio bajo la forma de un religio-so que la reprendió severamente y le dijo que nin-guna gracia podía esperar de Dios, ni había modode revo car lo que había firmado; lo cual la afligiómucho. Pero no perdió por completo la espe -ranza en la misericordia del Señor, volvió a bus-car al Padre y encontró nuevamente al dia blo,que la rechazó como en la ocasión ante rior; masrepitiendo por tercera vez el intento, permitió elSeñor que encontrase al Padre Henry, a quienbuscaba, el cual la recibió con caridad, exhortán-dola a confiar en la bondad de Dios y hacer unabuena confesión; la admi tió en la Cofradía y leordenó que con frecuen cia rezase el SantoRosario. Y un día, durante la Misa que el Padrecelebraba por la mencio nada mujer, la SantísimaVirgen obligó al dia blo a devolverle la cédula fir-mada; y quedó así libertada por la autoridad deMaría y la devo ción al Rosario.

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Trigésima séptima Rosa

UN MONASTERIO, TRANSFORMADO POR EL ROSARIO

110. Un señor que tenía muchos hijos, acce-diendo a la vocación religiosa de una de las hijas,la ingresó en un monasterio que se encon traba ala sazón completamente desarreglado, pues lasreligiosas sólo respiraban vanidad y fri volidad. Elconfesor, hombre fervoroso y devo to del SantoRosario, deseando dirigir a esta joven religiosa ala práctica de vida más perfec ta, le ordenó rezartodos los días el Rosario en honor de la SantísimaVirgen, meditando la vida, pasión y gloria deJesucristo. Le agradó a ella mucho esta devocióny poco a poco fue aborreciendo el desarreglo desus hermanas y empezaron a gustarle el silencioy la oración, a pesar del desprecio y burlas de lasotras religio sas, que interpretaban su fervorcomo gazmo ñería. Habiendo ido por aquellosdías a visitar el monasterio un santo Abad, tuvouna extraña visión mientras oraba; le pareció veruna reli giosa en oración en su celda ante unaSeñora de admirable hermosura, acompañada deun coro de ángeles, los cuales con flechas encen-didas arrojaban a la multitud de demonios quepre tendía entrar; y estos espíritus malignos huíana las celdas de las demás religiosas, en figura de

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sucios animales, para excitarlas al pecado, en elcual muchas de ellas consentían.

Conoció el Abad por esta visión el mal espíri -tu de este monasterio, creyó morir de pena, llamóa la joven religiosa y la exhortó a la per severancia.Reflexionando sobre la excelencia del SantoRosario, resolvió reformar a estas reli giosas contal devoción; adquirió para ello her mosos rosa-rios que regaló a todas las religiosas persuadién-dolas de que lo rezasen todos los días y prome-tiéndoles, si así lo hacían, no violentar las paraque se reformasen. Recibieron compla cidas losrosarios y prometieron rezarlo con esa condición.¡Cosa admirable!: poco a poco deja ron sus vani-dades, se dieron al recogimiento y al silencio y enmenos de un año pidieron ellas mismas la refor-ma. El Rosario pudo en sus corazones más de loque hubiera conseguido el Abad con sus exhorta-ciones y su autoridad.

Trigésima octava Rosa

LA DEVOCIÓN DE UN OBISPO ESPAÑOL

AL SANTO ROSARIO

111. Una condesa española, instruida porSanto Domingo en la devoción del Rosario, lorezaba diariamente con maravilloso adelanto enla virtud. Como aspiraba a la vida de perfec ción,

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pidió cierto día a un Prelado y célebre predicadoralgunas prácticas de perfección. Este Prelado ledijo que antes era preciso le declarase el estado desu alma y sus ejercicios de piedad, y ella contestóque el principal era el Rosario, que rezaba todoslos días, meditando los misterios gozosos, doloro-sos y gloriosos con gran fruto espiritual para sualma. El Obis po, entusiasmado al oír explicar lasraras ense ñanzas encerradas en los misterios, ledijo: «Hace veinte años que soy doctor en teolo-gía, he leído muchas y excelentes prácticas dedevo ción, pero no he conocido nada más fructífe-ro ni más conforme al cristianismo. Quiero imita -ros; predicaré el Rosario.» Y así lo hizo, y con taléxito, que al poco tiempo pudo ver un gran cam-bio de costumbres en su diócesis: muchas conver-siones, restituciones y desprendimien tos caritati-vos; el libertinaje, el lujo y el juego cesaron;comenzaron a florecer la paz en las familias, ladevoción y la caridad. Cambio tanto más admira-ble cuanto que este Obispo había trabajadomucho para conseguirlo y hasta entonces inefi-cazmente.

Para inculcar mejor la devoción al Rosario,llevaba siempre uno muy hermoso, y enseñán -dolo al auditorio decía: «Sabed, hermanos míos,que el Rosario de la Santísima Virgen es tan exce-lente que yo, que soy vuestro Obispo, doc tor enteología y en ambos derechos, me glorio de llevar-lo siempre como el más ilustre signo de mi epis-copado y doctorado.»

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Trigésima novena Rosa

SANTIFICACIÓN DE UNA PARROQUIA

POR EL ROSARIO

112. El rector de una parroquia de Dina -marca contaba frecuentemente, para mayor glo-ria de Dios y con gran gozo de su alma, quehabía obtenido en su parroquia un resultadoanálogo al de este Obispo en su diócesis. «Habíapredicado –decía– sin éxito alguno las materiasmás atrayentes y más provechosas. No habíafruto alguno. Al fin me resolví a pre dicar elSanto Rosario y expliqué su excelencia y supráctica, y puedo asegurar que, desde que mipueblo gustó esta devoción, he visto un cambioevidente en seis meses: tan cierto es que estadivina oración tiene especial poder para moverlos corazones e inspirarles horror al pecado yamor a la virtud.»

La Santísima Virgen dijo un día al BeatoAlano: «Así como Dios ha escogido la saluta ciónangélica para la Encarnación de su Verbo y parala Redención de los hombres, así quienes deseenreformar las costumbres de los pueblos y regene-rarlos en Jesucristo deben honrarme y dirigirmela misma salutación. Yo soy –añadió– el caminopor el cual vino Dios a los hombres, y es necesa-

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rio que obtengan de Jesucristo la gracia y las vir-tudes, por mi mediación.»

113. Yo, que esto escribo, he aprendido porexperiencia propia la fuerza de esta oración paraconvertir los corazones más endurecidos. Heencontrado algunos en los que las más terriblesverdades predicadas en una misión no habíanhecho impresión alguna; y en cambio, habiendoadquirido, por consejo mío, la cos tumbre derezar diariamente el Santo Rosario, se convirtie-ron y se dieron a Dios.

He podido observar la enorme diferencia decostumbres entre pueblos y pueblos de las parro-quias donde di misiones pues mientras unos, porhaber abandonado la práctica del Rosario, habí-an vuelto a cacr en las malas cos tumbres, otros,por haberla conservado, con servaban también lagracia de Dios y adelanta ban todos los días en lavida cristiana.

Cuadragésima Rosa

ADMIRABLES EFECTOS DEL ROSARIO

114. El Beato Alano de la Roche, el PadreJuan Dumont, el P. Thomas, las crónicas de SantoDomingo y otros autores, que fueron muchos deellos testigos oculares, refieren un gran númerode conversiones milagrosas de pecadores y peca-

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doras después de veinte, trein ta o cuarenta añosen el mayor desorden, nada había podido conver-tirlos, y que se convirtie ron por esta maravillosadevoción. Por temor a extenderme demasiado, nolas referiré. Tampoco he de referirme a las que yomismo he visto; todas las omito por diversasrazones.

Caros lectores, si practicáis y predicáis estadevoción, aprenderéis por propia experiencia, yexperimentaréis felizmente, el efecto maravillo sode las promesas hechas por la Santísima Virgen aSanto Domingo, al Beato Alano de la Roche y acuantos hagan florecer esta devoción que le es tangrata, que instruye a los pueblos en las virtudesde su Hijo y en las suyas, inicia en la oraciónmental y conduce a la imitación de Jesucristo, ala frecuencia de los sacramentos, a la prácticasólida de las virtudes y toda clase de buenasobras; a ganar preciosas indulgencias que lospueblos ignoran porque los predicado res de estadevoción apenas han hablado de ellas, contentán-dose con hacer del Rosario un sermón a lamoderna, aunque sólo cause muchas veces admi-ración y ninguna instruc ción.

115. En fin, me contento con deciros con elBeato Alano de la Roche que el Rosario esmanantial y depósito de toda clase de bienes:

1.° Los pecadores obtienen el perdón. 2.° Las almas sedientas se sacian. 3.° Los que están atados ven sus lazos deshe-

chos.

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4.° Los que lloran hallan alegría. 5.° Los que son tentados, la tranquilidad. 6.° Los pobres son socorridos. 7.° Los religiosos son reformados. 8.° Los ignorantes, instruidos. 9.° Los vivos triunfan de la vanidad. 10.° Y los muertos alcanzan la misericordia

por vía de sufragio. «Quiero –dijo un día la Santísima Virgen al

Beato Alano– que mis citaristas3 obtengan la gra-cia y bendición de mi Hijo durante su vida, en lahora de la muerte y después de ella. Quiero que sevean libres de todas las esclavi tudes y sean reyesverdaderos, con la corona en la cabeza y el cetroen la mano, y alcancen la vida eterna. Amén.»

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3. Los devotos del salterio de María, puesto que los salmosse acompañaban con la cítara.

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QUINTA DECENA

De cómo debe rezarse el Rosario

Cuadragésima primera Rosa

PUREZA DE ALMA

116. No es la duración, sino el fervor denuestras oraciones lo que agrada a Dios y le ganael corazón. Una sola avemaría bien dicha tienemás mérito que ciento cincuenta mal dichas. Casitodos los católicos rezan el Rosario, al menos unaparte o algunas decenas de avemarías. ¿Por qué,pues, hay tan pocos que se enmienden de suspecados y adelanten en la virtud, sino porque nohacen las oracio nes como es debido?

117. Veamos, pues, el modo de rezar paraagradar a Dios y hacernos santos.

1.° En principo, es preciso que la persona quereza el Santo Rosario se halle en estado de graciao al menos resuelta a salir del pecado, pues la teo-logía nos enseña que las oraciones y buenas obrashechas en pecado mortal son obras muertas queno pueden ser agradables a Dios ni merecer la

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vida eterna. En este sentido está escrito: «Nocorresponde a los pecadores alabar» (Si 15, 9).

Ni la alabanza, ni la salutación angélica, niaun la oración enseñada por Jesucristo son agra-dables a Dios cuando salen de la boca de un peca-dor impenitente: «Populus hic labiis me honrat,corautem eorum longe est a me» (Mc 7,6).1

Esas personas que ingresan en mis cofradí as,dice Jesucristo, y rezan todos los días el Rosarioo una parte de él sin contrición algu na de suspecados, me honran con los labios, pero su cora-zón está muy lejos de mí.

He dicho «o al menos resuelta a salir delpecado»:

1.° Porque si fuera necesario estar absoluta -mente en gracia de Dios para hacer oraciones quele fuesen agradables, se seguiría que los que estánen pecado mortal no deberían rezar, a pesar deque tienen más necesidad de ello que los justos; ypor tanto, no debería aconse jarse nunca a unpecador que rezase el Rosario, ni una parte de él,porque le sería inú til, lo cual es un error condena-do por la Iglesia.

2.° Porque si con voluntad de permanecer enel pecado y sin intención alguna de salir de él seinscribiese en una cofradía de la SantísimaVirgen, o rezase el Rosario, o una parte de él, u

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1. «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazónestá lejos de mí.» (Versículo 13 del cap. 29 de Isaías, que elSeñor recoge.)

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otra oración, se haría del número de los fal sosdevotos de la Santísima Virgen y de los devotospresuntuosos e impenitentes que bajo el mantode la Santísima Virgen, con el esca pulario sobresu cuerpo y el Rosario en la mano, gritan: «¡Santay bondadosa Virgen, yo te saludo, oh María!» y noobstante crucifican y desgarran cruelmente aJesucristo con sus pecados y caen para su desgra-cia de las más santas cofradías de la SantísimaVirgen a las llamas del infierno.

118. Aconsejamos el Santo Rosario a todo elmundo: a los justos, para perseverar y crecer engracia de Dios, y a los pecadores, para salir de suspecados. Pero no agrada ni puede agra dar a Diosque exhortemos a un pecador a hacer del mantode protección de la Santísima Virgen un mantode condenación para ocultar sus crímenes y cam-biar el Rosario, que es el remedio de todos losmales, en veneno mortal y funesto. «La corrup-ción de lo mejor es lo peor.» Es necesario serángel de pureza, dice el sabio Cardenal Hugo,para acercarse a la Santísima Virgen y rezar lasalutación angélica. Ella hizo que un impúdicoque rezaba, por regla general diariamente, elRosario pudiera ver hermosos frutos en un vasomanchado de inmundicias; y como se sintiera élhorrorizado, le dijo la Señora: «He ahí como mesirves: me presentas rosas bellísimas en un vasosucio y corrompi do. Juzga si pueden resultarmeagradables.»

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Cuadragésima segunda Rosa

ES NECESARIO REZAR CON ATENCIÓN

119. No basta para rezar bien expresarnuestra súplica con la más hermosa de las ora -ciones, que es el Rosario, sino que es precisohacerlo con gran atención, porque Dios oye lavoz del corazón más bien que la de la boca. Orarcon distracciones voluntarias sería gran irreve-rencia que haría nuestros Rosarios infructuososy nos llenaría de pecados. ¿Cómo osaremos pedira Dios que nos oiga, si no nos oímos nosotrosmismos y si mientras suplica mos a esta impo-nente majestad, ante quien todo tiembla, nos dis-traemos voluntariamente a correr tras de unamariposa? Es alejar de uno la bendición de estegran Señor, convir tiéndola en la maldición lanza-da contra los que hacen la obra de Dios connegligencia. (Jr 48, 10).

120. Cierto que no se puede rezar el Rosariosin tener alguna distracción involun taria, y aunes difícil decir un avemaría sin que la imagina-ción siempre inquieta quite algo de la atención;pero sí se puede rezar sin distracciones volunta-rias, y para disminuirlas y fijar la atención, debenponerse todos los medios. A tal efecto, poneos enla presencia de Dios, creed que Dios y su

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Santísima Madre os miran, que vuestro ángel dela guarda está a vuestra derecha y recoge vuestrasavemarías como otras tantas rosas, si son bienrezadas, para hacer una corona a Jesús y María,y que, por el contrario, el demonio está a vuestraizquierda y merodea alrededor para devorarvuestras avemarías y anotarlas en su libro demuerte, cuando no son dichas con atención,devoción y modestia. Sobre todo, no dejéis deofrecer los decenarios en honor de los miste rios yde representaros en la imaginación a NuestroSeñor y a su Santísima Madre en el misterio queconsideréis.

121. Se lee en la vida del Beato Hermann, dela Orden de los Premonstratenses, que cuandorezaba el Rosario con atención y devo ción, medi-tando sus misterios, se le aparecía la SantísimaVirgen radiante de luz, de hermo sura y de majes-tad. Pero después se le enfrió la devoción y reza-ba el Rosario a la fuerza y sin atención; se le apa-reció entonces con el sem blante alterado, triste ysevero. Como el Beato Hermann se sorprendierade tal cambio, díjo le la Santísima Virgen: «Mepresento a tus ojos como estoy en tu alma, puestú me tratas sola mente como una persona vil ydespreciable. ¿Qué fue de aquellos tiempos enque me salu dabas con respeto y atención, medi-tando mis misterios y admirando mis grande-zas?»

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Cuadragésimatercera Rosa

HAY QUE COMBATIR VIGOROSAMENTE

LAS DISTRACCIONES

122. Así como no existe oración más meri -toria para el alma y más gloriosa para Jesús yMaria que el Rosario bien rezado, no hay tam -poco nada más difícil que rezarlo bien, con perse-verante atención principalmente por las distrac-ciones que vienen como naturalmente de la fre-cuente repetición de la misma súplica. Cuando sereza el oficio de la Virgen San tísima, los siete sal-mos o cualquier otra ora ción que no sea elRosario, el cambio o diver sidad de términos deque se componen tales oraciones detiene la ima-ginación y recrea el espíritu, dando al alma, con-siguientemente, facilidad para rezarlas bien. Peroen el Rosario, como son siempre los mismospadre nuestros y avemarías y combinados de igualmodo es bien difícil no cansarse, no dormirse yno dejarlo para seguir otros rezos más recre ativosy menos molestos. Esto es lo que hace que senecesite infinitamente más devoción para perse-verar en el rezo del Santo Rosario que en ningunaotra oración, aunque sea ésta el salterio de David.

123. Y aumentan esta dificultad nuestraimaginación, tan inquieta que ni un solo momen-

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to está en reposo, y la malicia del demonio, taninfatigable para distraernos e impedir nuestraoración. ¿Qué no hará contra nosotros este espí-ritu malo, mientras nosotros rezamos el Rosariocontra él? Durante la oración aumenta el hastío,las distracciones y el decaimiento. Y cuandohemos terminado de orar entre mil trabajos y dis-tracciones, nos deprime de diversas maneras y seburla de nosotros, diciéndonos: «No has hechonada meritorio, tu Rosario nada vale, mejor tefuera trabajar y ocuparte en tus negocios; pierdesel tiempo en rezar tantas oraciones vocales sinatención; media hora de meditación o una buenalectura valdría mucho más. Mañana, que no ten-drás tanto sueño, rezarás con más atención, dejael resto de tu Rosario para ma ñana.» De estemodo, el diablo, con sus arti ficios, consigue quese abandone el Rosario más o menos por comple-to o siquiera que se dude y se difiera.

124. No lo creais, amados cofrades delRosario, y tened valor; pues aunque durante todoel Rosario haya estado vuestra imagina ción llenade distracciones e ideas extravagan tes, si lashabéis procurado desechar lo mejor posibledesde el momento en que os apercibis teis de ello,vuestro Rosario es mucho mejor, porque es másmeritorio y tanto más meritorio cuanto más difí-cil; y es tanto más difícil cuan to resulta natural-mente menos agradable al alma estar lleno de lasenojosas mosquitas y hormigas de las distraccio-nes que recorren nuestra imaginación, a pesar de

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nuestra voluntad, no dejando así al alma tiempopara gustar lo que dice y reposar en paz.

125. Si es preciso que luchéis durante todo elRosario contra las distracciones, combatidvalientemente con las armas en la mano; es decir,continuando el Rosario, aunque sin gusto ni con-suelo sensible; es un terrible pero saludable com-bate para el alma fiel; si rendís vuestras armas, esdecir, si dejáis el Rosario, estáis vencidos, y en losucesivo el demonio, vencedor de vuestra firme-za, no os dejará en paz, y en el día del juicio osreprochará vues tra pusilanimidad: «El que es fielen las cosas pequeñas lo será también en las gran-des.» (Lc 16,10). El que es fiel en rechazar laspequeñas distracciones durante una breve ple -garia será también fiel en las cosas grandes.Nada, en efecto, más cierto que este principio,pues el Espíritu Santo es quien lo ha dicho. Valor,pues, buenos servidores y fieles siervos deJesucristo y de la Santísima Virgen, que habéistomado la resolución de rezar el Rosario diaria-mente. Que la multitud de mos cas, yo llamo así alas distracciones que os hacen la guerra mientrasrezáis, no sea capaz de obligaros indignamente adejar la compa ñía de Jesús y María en la queestáis al rezar el Rosario. (Pondré después losmodos de dismi nuir las distracciones.)

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Cuadragésima cuarta Rosa

CÓMO DEBE REZARSE EL ROSARIO. EJEMPLO

126. Después de invocar al Espíritu Santopara rezar bien el Santo Rosario, poneos unmomento en la presencia de Dios y ofreced lasdecenas, del modo que veréis más adelante.

Antes de empezar la decena, deteneos unmomento, más o menos prolongado, según eltiempo de que dispongáis, para considerar el mis-terio que celebréis en la decena, y pedid siempre,por ese misterio y por la intercesión de laSantísima Virgen, una de las virtudes que mássobresalgan en el misterio o aquélla de que osencontréis más necesitados. Tened cuidado,sobre todo, con las dos faltas que ordinariamentecometen todos los que rezan el Santo Rosario. Laprimera es no formar intención alguna al rezar elRosario, de mane ra que si les preguntáis por quélo rezan, no sabrían responderos. Por eso debéistener siempre presente al rezar el Rosario algunagracia que pedir, alguna virtud que deseáis prac-ticar o algún pecado de que queréis veros libres.La segunda falta que comúnmente se comete alrezar el Rosario es no tener otra intención, des-pués de empezado, si no es la de acabarlo pronto.Esto proviene de considerar el Rosario como algo

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oneroso, que pesa mucho cuando no se ha reza-do, sobre todo si se ha hecho ya de ello así comoun deber de conciencia o cuando se nos haimpuesto por penitencia o como a nuestro pesar.

127. Da compasión el ver cómo reza elRosario la mayor parte de las gentes; lo dicen conprecipitación vertiginosa y aun omiten parte delas palabras. No osarían cumplimen tar de talmodo al último de los hombres, y no obstante sellega a creer que Jesús y María estarán con ellomuy honrados...

Después de esto, ¿cabe asombrarse si las mássantas oraciones de la Religión Cristiana quedansin fruto alguno; y si después de rezar mil y diezmil Rosarios no es uno más santo?

Detén, querido cofrade del Rosario, tu pre -cipitación natural al rezarlo y haz algunas pausasen medio del padrenuestro y del ave maría, comolas que señalo aquí con una cruz:

Padre nuestro, que estás en el cielo, � santifi -cado sea tu nombre. � Venga a nosotros tu reino.� Hágase tu voluntad así en la tierra como en elcielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día, � per -dona nuestras ofensas, � como también noso trosperdonamos a los que nos ofenden, � no nosdejes caer en la tentación � y líbranos del mal.Amén.

Dios te salve, María, � llena eres de gracia, �el Señor es contigo; � bendita tú eres entre todaslas mujeres � y bendito es el fruto de tu vientre,

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Jesús. �Santa María, Madre de Dios, � ruega por

nosotros, pecadores, � ahora y en la hora denuestra muerte. Amén.

Os costará trabajo al principio hacer estasparadas por la mala costumbre contraída derezar precipitadamente, pero un decenario dichocon pausa os será más meritorio que miles deRosarios sin detención, sin reflexio nar.

128. El Beato Alano de la Roche y otrosautores, entre ellos Belarmino, cuentan que unbuen sacerdote aconsejó a tres hermanas, peni-tentes suyas, que rezasen diaria y devota mente elRosario, durante un año, sin faltar ningún día,para tejer un hermoso vestido de gloria a laSantísima Virgen; y que éste era un secreto que elcielo le había comunicado. Las tres hermanas lohicieron así durante un año, y el día de laPurificación, al atardecer, cuando ya estaban reti-radas, entró en su habitación la SantísimaVirgen, acompañada de Santa Catalina y de SantaInés, llevando la Santísima Virgen un vestido res-plandeciente de luz, sobre el cual se leía, escritopor todas partes con caracteres de oro: «AveMaria, gratia plena.» La Santísima Virgen aproxi-móse a la cama de la primogénita y le dijo: «Yo tesalu do, hija mía, que tan bien y tan frecuen te -men te me saludaste. Vengo a agradecerte los her -mosos vestidos que me hiciste.»

Diéronle también las gracias las dos santasvírgenes que la acompañaban y las tres desa -

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parecieron.Una hora después, la Santísima Virgen vol vió

con sus dos compañeras a la misma habita ción,vestida con un traje verde, pero sin oro y sin lumi-nosidad, se acercó al lecho de la segun da herma-na y le dio gracias por el traje que le había hechorezando su Rosario; pero como ella había visto ala Santísima Virgen apa recerse a su hermanamayor con mucha mayor brillantez, pidióle larazón de ello. «Es –res pondió María– que me hizomejor vestido, rezando el Rosario mejor que tú.»

Una hora más tarde, aproximadamente, apa-recióse la Santísima Virgen por tercera vez a lamás joven de las hermanas, vestida con un hara-po sucio y roto, diciéndole: «¡Oh hija mía!, así mevestiste; yo te lo agradezco.»

La joven, cubierta de confusión, exclamó:«¡Oh Señora mía! Perdón os pido por haberosvestido tan mal, dadme tiempo para haceros unhermoso traje rezando bien el Rosario.»Desaparecida la visión, contó la afligida joven asu confesor cuánto le había ocurrido, y éste laanimó a rezar durante un año el Rosario con másperfección que nunca, cosa que ella hizo. Al cabodel año, el mismo día de la Purificación, laSantísima Virgen, también acompañada de SantaCatalina y Santa Inés, que llevaban coronas, yvestida con hermosísi mo traje, se les apareció alatardecer y les dijo: «Estad seguras, hijas mías,del reino de los cie los, donde entraréis mañanacon gran alegría.» A lo que respondieron las tres:

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«Preparado está nuestro corazón, amadísimaMaestra, nuestro corazón está preparado.» Lavisión desapare ció. Aquella misma noche se sin-tieron enfer mas, llamaron a su confesor, recibie-ron los últimos sacramentos y dieron las graciasa su director por la santa práctica que les habíaenseñado.

Después de Completas se les apareció denuevo la Santísima Virgen acompañada de ungran número de vírgenes, e hizo vestirse con túni-cas blancas a las tres hermanas, que, luego deesto, murieron, mientras cantaban los ángeles:«Venid, esposas de Jesucristo, recibid las coronasque os están preparadas desde la eternidad.»

Aprended de esta historia varias verdades:1.° Cuán importante es tener buenos directo-

res que inspiren santas prácticas de piedad y par -ticularmente el Santo Rosario; 2.° la impor tanciade rezar el Santo Rosario con atención y devo-ción; 3.° cuán benigna y misericordiosa es laSantísima Virgen con los que se arre pienten delpasado y proponen enmendarse; 4.° cuán liberales en recompensar durante la vida, en la hora dela muerte y en la eternidad los pequeños serviciosque con fidelidad se le hacen.

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Cuadragésima quinta Rosa

HAY QUE REZAR EL ROSARIO CON MODESTIA

129. Añado que es preciso rezar el SantoRosario con modestia; es decir, en cuanto sepueda, de rodillas, con las manos juntas y entreellas el Rosario. No obstante, en caso de enferme-dad puede rezarse en la cama; de viaje, puederezarse caminando, y si por algu na enfermedadno se puede estar de rodillas, puede rezarse en pieo sentado. Puede también rezarse trabajando,cuando no es posible dejar el trabajo, para satisfa-cer los deberes de la profesión, porque el trabajomanual no siem pre es contrario a la oraciónvocal. Confieso que nuestra alma, por su limita-ción, cuando está atenta al trabajo de las manos,lo está menos a las operaciones del espíritu, talescomo la oración; pero, sin embargo, de impo nerlola necesidad, tiene también su precio esta oraciónante la Santísima Virgen, que recompensa más elbuen deseo del corazón que el acto exterior.

130. Os aconsejo dividir el Rosario en trespartes y tres tiempos diferentes del día, es pre -ferible dividirlo así a rezarlo todo de una vez.

Si no podéis encontrar tiempo suficiente pararezar el tercio seguido, rezad una decena aquí y laotra allá y podréis arreglaros de modo que, a

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pesar de vuestras ocupaciones y negocios, antesde acostaros, hayáis rezado el Rosario completo.Imitad en eso la fidelidad de San Francisco deSales, quien, cierto día que se hallaba muy cansa-do por las visitas que había hecho, cuando eranya muy cerca de las doce de la noche, recordó quele faltaba por rezar algunas decenas del Rosario,e inmedia tamente se puso de rodillas y las rezóantes de acostarse, a pesar de todas las respetuo-sas reconvenciones que su capellán, viéndole tancansado, le hizo para que aplazase hasta la maña-na siguiente lo que quedaba por rezar. Imitad lafidelidad, modestia y devoción de aquel santoreligioso que, según refieren las crónicas de SanFrancisco, tenía por costum bre rezar un Rosariocon mucha devoción y modestia antes de comer,como más arriba contamos.

Cuadragésima sexta Rosa

REZAD EL ROSARIO EN COMUNIDAD Y A DOS COROS

131. De cuantos modos hay de rezar elRosario, el más glorioso para Dios y saludablepara el alma, como también el más terrible parael diablo, es salmodiarlo o rezarlo públi camente ados coros.

Dios se complace en las asambleas. Todos lossantos y bienaventurados reunidos en el cielo le

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cantan incesantemente alabanzas. Los justos dela tierra, reunidos en varias comuni dades, le rue-gan colectivamente día y noche. Nuestro Señoraconsejó expresamente tal práctica a susApóstoles y discípulos, prome tiéndoles quecuantas veces se reuniesen dos o tres en su nom-bre se encontraría en medio de ellos para rogaren su nombre y rezar la misma oración. ¡Quédicha estar en compañía de Jesús! Sin embargo,para poseerle basta con reunirse a rezar elRosario.

¡Estar en compañía de Jesucristo! He ahí larazón por la que los primeros cristianos se reuní-an tan a menudo, a despecho de las per -secuciones de los emperadores, que les prohi bíancongregarse. Preferían exponerse a la muerte afaltar a sus asambleas, en las que estaban ciertosde tener en su compañía a Jesús.

132. Este modo de oración es más saluda bleal alma:

1.° Porque el espíritu está ordinariamentemás atento en la oración pública que en la ora -ción en privado.

2.° Cuando se reza en comunidad, las ora -ciones de cada individuo se hacen comunes atoda la asamblea y no forman todas juntas másque una sola oración; de suerte que si algún par-ticular no reza tan bien, otro que lo hace mejorcompensa su falta; el fuerte sostie ne al débil, elfervoroso enardece al tibio, el rico enriquece alpobre, el malo pasa entre los buenos. ¿Cómo

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vender una medida de cizaña? Únicamente mez-clándola con cuatro o cinco fanegas de trigobueno.

3.° Una persona que reza el Rosario sola tienesolamente el mérito de un Rosario; pero si lo rezacon treinta personas, adquiere el mérito de trein-ta Rosarios. Tales son las leyes de la oraciónpública. ¡Qué ganancia! ¡Qué ventaja!

4.° Urbano VIII, muy satisfecho de la devo-ción del Rosario, que se rezaba a dos coros enmuchos lugares de Roma, especialmente en elconvento de la Minerva, concedió cien días deindulgencia cuantas veces se rezara a dos coros:Toties quoties. Éstos son los términos de su breveque empieza: Ad perpetuam rei memo riam, año1626. Así que todas las veces que se reza en comu-nidad se ganan cien días de indulgencia.

5.° Esta oración pública es más poderosapara apaciguar la ira de Dios y alcanzar su mise-ricordia que la oración particular, y la Iglesia,dirigida por el Espíritu Santo, se sirvió de esaforma de oración en los tiempos de miserias ycalamidades públicas.

El Papa Gregorio XIII declara en una bulaque es forzoso creer piadosamente que las ora -ciones públicas y las procesiones de los cofra desdel Santo Rosario habían contribuido mu cho aobtener de Dios la gran victoria que los cristianosganaron en el golfo de Lepanto sobre la armadade los turcos el primer domingo de octubre delaño 1571.

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133. Luis el Justo, de feliz memoria, sitian doLa Rochela, donde tenían los herejes revolu -cionarios sus fuertes, escribía a la Reina, sumadre, para que se hiciesen oraciones públi caspor la prosperidad de su ejército. La Reina resol-vió organizar Rosarios públicos en la igle sia delos Hermanos Predicadores del barrio de SanHonorato de París, lo que cumplió con el mayoresmero el señor Arzobispo. Se empe zó esta devo-ción el 20 de mayo de 1628. Asistieron la ReinaMadre y la Reina Regente, así como el Duque deOrleans, los eminentísi mos señores Cardenalesde la Rochefoucault y Berulle, muchos prelados,toda la corte y una multitud innumerable de pue-blo. El señor Arzobispo leía en alta voz las medi-taciones sobre los misterios del Rosario y empe-zaba a continuación el padrenuestro y el avema-ría de cada decena, que los religiosos y asistentescontestaban. Después del Rosario, llevaron enprocesión la imagen de la Santísima Virgen, can-tando sus letanías. Continuóse esta devo cióntodos los sábados con admirable fervor y bendi-ción evidente del cielo, pues el Rey triun fó sobrelos ingleses en la isla de Re y entró victoriosamen-te en La Rochela el día de Todos los Santos delmismo año; lo que demuestra la fuerza de la ora-ción pública.

134. En fin, el Rosario rezado en comuni dades mucho más terrible para el demonio, pues seconstituye por tal medio un cuerpo de ejércitopara atacarle. Triunfa, algunas veces con facili-

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dad, de la oración particular, pero si ésta se une ala de los demás, entonces con gran dificultadpodrá conseguir su propósito. Es fácil romperuna varita, pero si la unís a otra y hacéis un haz,no podréis romperla. «La fuerza, cuando se une,se hace mayor.». Los soldados se unen en cuerpode ejército para combatir a sus enemi gos, losmalos se unen con frecuencia para sus excesos ysus bailes, los mismos demonios se unen paraperdernos; ¿por qué, pues, los cris tianos no hande unirse para estar en compa ñía de Jesucristo,para apaciguar la ira de Dios, para alcanzar sugracia y su misericordia y para vencer y abatirmás poderosamente a los demonios?

Amados cofrades del Rosario, sea que viváisen la ciudad o en el campo, cerca de la iglesiaparroquial o de una capilla, id a ella al menostodas las tardes y, con permiso del señor rector dedicha parroquia y en compañía de cuantos lo de -seen, rezad el Rosario a dos coros; haced lomismo en vuestra casa o en la de un parti cularcualquiera del pueblo, si no tenéis la comodidadde la iglesia o capilla.

135. Es una santa práctica que Dios, por sumisericordia, estableció en los lugares en que dimisiones, para conservar y aumentar el fruto eimpedir el pecado. En esas villas y alde as, antes deestablecer el Rosario, sólo bailes, excesos, disolu-ción, inmodestias, juramentos, querellas y divisio-nes se veían; únicamente se escuchaban cancio-nes deshonestas y palabras de doble sentido. Al

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presente no se oyen más que los cánticos y la sal-modia del padrenues tro y el avemaría, sólo se vensantas compañí as de veinte, treinta, cien y máspersonas que cantan como religiosos alabanzas aDios en una hora determinada. Hay también luga-res en que diariamente se reza el Rosario encomunidad en tres tiempos del día. ¡Qué ben -dición del cielo! Como por todas partes hay répro-bos, no dudéis de que hay en los lugares dondevivís algunos malos que desdeñarán de venir avuestro Rosario, que os ridiculizarán quizás y aunharán cuanto puedan, con sus malas palabras yejemplos, para impediros continuar este santoejercicio; pero tened entendido que como talesdesgraciados han de estar para siempre separadosde Dios y de su paraíso en el infierno, es precisoque aquí anti cipadamente, en la tierra, se separende Jesucristo y de sus servidores y siervas.

Cuadragésima séptima Rosa

REZAD DIARIAMENTE EL ROSARIO CON FE, HUMILDAD Y CONFIANZA

NECESIDAD DE LA ORACIÓN

136. Separaos de los malos, pueblo de Dios,almas predestinadas, y para escapar y sal varos deen medio de los que se condenan por su impie-

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dad, indevoción y ociosidad, decidíos, sin perdidade tiempo, a rezar con frecuencia el SantoRosario, con fe, con humildad, con confianza ycon perseverancia. Quien piense seriamente en elmandato de Jesucristo de que oremos constante-mente, según su ejemplo, por las inmensas nece-sidades que tenemos de la oración a causa denuestras tinieblas, igno rancias y debilidades y dela multitud de nuestras enemigos, no se contenta-rá, ciertamente, con rezar el Rosario una vez alaño, según ordena la Cofradía del RosarioPerpetuo, ni todas las semanas, como la delRosario ordi nario prescribe, sino que lo rezarátodos los días, sin faltar uno, como la cofradía delRosario cotidiano señala, aunque no tenga otraobligación que la de salvarse.

Oportet, es precioso, es necesario, semperorare, orar siempre, et non deficere, no cesar deorar.

137. Son éstas palabras eternas de Jesu -cristo, que es forzoso creer y practicar, bajo penade condenación. Explicadlas como que ráis, contal que no las expliquéis a la moda, a fin de nopracticarlas a la moda. Jesucristo nos dio su ver-dadera explicación en los ejem plos que nos hadejado: «Os he dado ejemplo para que, como yohe hecho, así hagáis vosotros.» (Jn 13,15). «Pasótoda la noche en oración a Dios.» (Lc 6,12). Comosi el día no le bas tase, empleaba la noche en laoración. Con frecuencia repetía a sus Apóstolesestas dos palabras: «Vigilate et orate» Velad y

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orad; la carne es débil, la tentación próxima yconti nua. Si no oráis constantemente, caeréis.Como quiera que creyeron que lo que NuestroSeñor les decía era sólo de consejo, interpreta ronequivocadamente estas palabras y por eso caye-ron en la tentación y en el pecado, aun estando encompañía de Jesucristo.

138. Si quieres vivir, amado cofrade, a lamoda y darte a la moda; es decir, si transiges concaer de vez en cuando en pecado mortal, pensan-do confesarte después, si evitas los pecados gro-seros y escandalosos y conservas las aparienciasde la hombría de bien, no son necesarias tantasoraciones, ni que reces tan tos Rosarios; unapequeña oración por la mañana y por la tardeunos cuantos Rosarios más que te sean impues-tos en penitencia y algunas decenas de avemaríasdichas en el Rosario de cinco misterios, a paso decarga y cuando te vinieren en gana, son bastantepara aparecer ante el mundo como cristiano. Sihicieras menos, te acercarías al libertinaje; sihicieras más, te aproximarías a la excepción, a lagazmoñería.

139. Pero si, como verdadero cristiano quedesea de veras salvarse y caminar por el sen derode los santos, quieres no caer de ningún modo enpecado mortal, romper todas las liga duras y apa-gar todos los dardos encendidos del diablo, esnecesario que reces siempre como enseñóJesucristo. Por tanto, es necesa rio, al menos, quereces diariamente el Rosario u otras oraciones

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equivalentes. Y repito «al menos» porque ése seráel fruto que consegui rás rezando el Rosario todoslos días: evitar todos los pecados mortales y ven-cer todas las tentaciones, en medio de los torren-tes de ini quidad del mundo, que arrastran confrecuencia a los más seguros; en medio de lasespesas tinieblas, que ciegan con frecuencia a losmás iluminados, en medio de los espíritus malig -nos, que, más diestros que nunca y con menostiempo para tentar, lo hacen con mayor habili dady éxito.

¡Oh, qué maravilla de la gracia del SantoRosario! ¡Poder escapar del mundo, del demo nioy de la carne y salvaros para el cielo!

140. Si no queréis creer lo que os digo creeden vuestra propia experiencia. Yo os pregunto sicuando sólo hacíais un poco de oración, como sehace en el mundo y del modo que ordina riamen-te se hace, podíais evitar faltas groseras y grandespecados que por vuestra ceguera os parecíanpequeños. Abrid, pues, los ojos, y para vivir ymorir santamente, sin pecados, al menos morta-les, orad siempre, rezad todos los días el Rosario,como lo hacían en otro tiempo los cofrades alestablecerse la Cofradía. La Santísima Virgen, aldárselo a Santo Domingo, le ordenó que lo reza-se e hiciera rezar todos los días; y el Santo norecibía en la cofradía a nin guno como no estuvie-ra resuelto a rezarlo dia riamente. Si, ahora, no seexige, en la Cofradía del Rosario ordinario, másque un Rosario por semana, es porque el fervor se

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ha apagado y se ha enfriado la caridad. De aquí sededuce que puede decirse de quien reza mal: «Alprincipio no fue así» (Mt 19, 8).

Es preciso también advertir tres cosas.141. La primera, que si deseáis inscribiros

en la Cofradía del Rosario cotidiano y partici parde las oraciones y méritos de los que están en ella,no basta con ser inscrito en la Cofradía delRosario ordinario o tomar solamente la resolu-ción de rezar el Rosario todos los días; es precisoademás dar vuestro nombre a los que tienenpotestad para inscribiros; y es conve niente confe-sar y comulgar en la ocasión de ser recibidoscofrades por esta intención. La razón de la men-cionada advertencia consiste en que el Rosarioordinario no envuelve el cotidiano, pero elRosario cotidiano implica el ordinario.

Lo segundo que debe tenerse en cuenta es:que no hay, absolutamente hablando, ningúnpecado, ni aun venial, en dejar el Rosario dia rio,ni el semanal, ni el anual.

Y lo tercero, que cuando la enfermedad, obe-diencia legítima, necesidad u olvido invo luntarioson causa de que no podáis rezar el Rosario, nodejáis por eso de tener su mérito y no perdéis laparticipación en los Rosarios de los otros cofra-des; y por tanto no es necesario en absoluto queal día siguiente recéis dos Rosarios para suplir alque habéis faltado, sin culpa vuestra según yosupongo. Si, no obs tante, la enfermedad os per-mitiera rezar una parte del Rosario, debéis rezar-

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la. «Felices tus servidores, que estan siemprejunto a ti.»2. «Felices los que habitan en tu casa,te alabarán sin cesar»3: Bienaventurados, ohJesús, Señor nuestro, los cofrades del Rosariocoti diano, que todos los días están alrededorvues tro y en vuestra casita de Nazaret, alrededorde vuestra cruz sobre el Calvario y alrededor devuestro trono en los cielos, para meditar y con -templar vuestros misterios gozosos, dolorosos ygloriosos. ¡Oh, qué felices son en la tierra por lasgracias especiales que les comunicáis y quédichosos serán en el cielo, donde os alabarán demodo especial por los siglos de los siglos!

142. Además es preciso rezar el Rosario confe, según las palabras de Jesucristo: «Creditequia accipietis et fiet vobis»4: Creed que recibi-réis de Dios lo que le pidáis, y os escuchará. Osdirá: «Hágase como has creído» (Mt 8,13). «Sialguno necesita sabiduría, que la pida a Dios confe, sin desconfiar, rezando el Rosario, y se ledará.» (St 1, 5-6).

143. Es también necesario rezar con hu -mildad, como el publicano que estaba con las dosrodillas en tierra, y no con una rodilla en el aire osobre un banco, como los mundanos; estaba alfondo de la iglesia, y no en el santua rio, como elfariseo; tenía los ojos bajos hacia el suelo, sin

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2. 1 R 10, 8.3. Sal 84 (83), 5.4. Mc 11, 24.

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atreverse a mirar al cielo, y no con la cabezalevantada, mirando acá y allá, como el fariseo; ygolpeaba su pecho confesándose pecador ypidiendo perdón (Lc 18, 13), y no como el fari -seo, que se vanagloriaba de sus buenas obras,despreciando a los demás en sus oraciones.Guardaos de la orgullosa oración del fariseo quele volvía más endurecido y maldito; imi tad, encambio, la humildad del publicano en su ora-ción, que le obtuvo la remisión de sus pecados.Tened cuidado en no tender a lo extraordinario yde no pedir y desear conoci mientos extraordina-rios, visiones, revelacio nes y otras gracias mila-grosas que algunas veces se han comunicado aciertos santos en el rezo del Rosario. La fe sola essuficiente en la actualidad, puesto que elEvangelio y todas las devociones y prácticas depiedad son enteramente eficaces. No omitáisjamás la más mínima parte del Rosario en vues-tros desalientos, sequedades y decaimien tos inte-riores; eso sería señal de orgullo e infi delidad;sino, como bravos campeones de Jesús y María,sin ver, sentir, ni gustar nada, rezad en medio detoda vuestra sequedad el padrenuestro y el ave-maría, pensando lo mejor que podáis en los mis-terios. No deseéis los bombones y golosinas delos niños para comer vuestro pan cotidiano, ypara imitar con más perfección a Jesucristo ensu agonía, prolongad vuestro Rosario cuandotengáis más trabajo para rezarlo; para que puedaaplicarse a vosotros lo dicho de Jesucristo cuan-

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do estaba en la agonía de la oración: oraba máslargamente. (Lc 22, 43).

144. En fin, orad con mucha confianza, fun-dada en la bondad y liberalidad infinita de Dios yen las promesas de Jesucristo. Dios es un manan-tial de agua viva que afluye al cora zón de los queoran. Jesucristo es el pecho del Padre Eterno,lleno de gracia y de verdad; el mayor deseo delPadre Eterno con relación a nosotros es comuni-carnos las aguas saluda bles de su gracia y miseri-cordia; y exclama: Venid a beber de mis aguas (Is55, 1) por la oración; y cuando no se le pide, selamenta de que se le abandona: «Me han abando-nado a mí, la fuente de agua viva.» (Jer 2, 13).

Se proporciona un gran placer a Jesucristopidiéndole sus gracias; y mayor satisfacción toda-vía que procura a las madres naturales dar a sushijos el néctar de sus pechos. La ora ción es elcanal de la gracia de Dios y a modo de pechomaternal de Jesucristo. Si no se acude a ellacomo deben hacerlo todos los hijos de Dios,Jesucristo se queja amorosa mente: Hasta ahoranada me habéis pedido: pedidme y os daré, bus-cadme y me encontraréis, llamad a mi puerta,que yo os la abriré (Mt 7, 7; Jn 16, 24). Y para ani-maros más a rogarle con confianza, empeña supalabra de que el Eterno Padre nos conce derácuanto le pidamos en su nombre: en el nombre deJesús.

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Cuadragésima octava Rosa

PERSEVEREMOS EN NUESTRA DEVOCIÓN

AL ROSARIO

145. Pero a nuestra confianza unamos enquinto lugar la perseverancia en la oración. Sóloel que persevera en pedir, buscar y llamar recibi-rá, encontrará y entrará. No basta con pedir aDios una gracia durante un mes, un año, diezaños, veinte; no hay que enojarse «et non defice-re», «y no desfallecer», es preciso pedir hasta lamuerte y estar resuelto a obte ner lo que se pidepara la salvación o a morir, y aun es preciso unira la muerte la perseve rancia en la oración y laconfianza en Dios y decir: «Etiam si occidet mesperabo in eum»5: Aun cuando quisiera darme lamuerte, espera ría en Él y de Él lo que pido.

146. La liberalidad de los ricos y grandes delmundo muéstrase previniendo por sus beneficioslo que necesitan los demás, aun antes que se lopidan; pero Dios, por el contra rio, muestra sumagnificencia en hacer buscar durante muchotiempo y hacer pedir las gra cias que quiere con-ceder, y cuanto más precio sa es la gracia quequiere otorgar, más tiempo difiere su concesión:

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5. Sic. Pero Job, dice: «Etiam si occiderit me, in spe rabo.»

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1.° Para aumentarla de ese modo.2.° Para que quien la reciba la tenga en gran

estima.3.° Para que tenga cuidado de no perderla

después de recibida; porque no se estima mucholo que en un momento y con poco tra bajo se con-sigue.

Perseverad, pues, amados cofrades del Rosa -rio, pidiendo a Dios por el Santo Rosario todasvuestras necesidades espirituales y corporales, yparticularmente, la divina Sabiduría que es untesoro infinito. «Thesaurus est infinitus» (Sab 7,14); y tarde o temprano la obtendréis infalible -mente, con tal que no lo dejéis ni perdáis ánimosdurante vuestra carrera.

«Grandis enim tibi restat via» (1 Re 19, 7).Porque aún os falta mucho camino por reco -

rrer, muchos malos tiempos que atravesar,muchas dificultades que remover, muchos enemi-gos que vencer, antes de reunir tesoros bastantespara la eternidad, muchos padre nuestros y ave-marías para adquirir el Paraíso y ganar la coronahermosísima que espera todo fiel cofrade delRosario.

«Nema accipiat coronam tuam» (Ap 3, 11):Cuidad que otro más fiel que vos en rezar bien ydiariamente su Rosario no os la quite. «Coro namtuam»: era vuestra, Dios os la había pre parado yla teníais casi ganada con vuestros Rosarios bienrezados, y por haberos detenido en tan hermoso

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camino, por donde camina bais tan deprisa,«currebatis bene» (Gál 5, 7), otro que os adelan-tó, llegó el primero, otro más diligente y más fieladquirió y pagó con sus Rosarios y buenas obraslo preciso para comprar esta corona. «Quid vosimpedivit?» (ibíd.). ¿Quién os ha impedido tenerla corona del Santo Rosario? ¡Ah, los enemigosdel Santo Rosario, que son muchos!

147. Creedme, solamente alcanzarán esacorona los esforzados que la arrebatan violen -tamente, «violenti rapiunt» (Mt 11, 12). No sonestas coronas para los medrosos que temen lasburlas y amenazas del mundo, ni tampoco paralos perezosos y holgazanes que rezan el Rosariocon negligencia o a la fuerza o por rutina y conintervalos, según su fanta sía; no son estas coro-nas para los cobardes que se descorazonan ydeponen las armas cuando ven a todo el infiernodesencadenado contra su Rosario.

Si queréis, amados cofrades del Rosario,entrar al servicio de Jesús y María rezando diaria-mente el Rosario, preparad vuestra alma para latentación (Si 2, 1). Los herejes, los libertinos, loshom bres de bien del mundo, los semidevotos yfalsos profetas, de acuerdo con vuestra corrom -pida naturaleza y el infierno todo, os presenta ránterribles combates para obligaros a aban donaresta práctica.

148. Para preveniros contra los ataques, notanto de los herejes y libertinos declarados comode la «gente buena» –según el mundo–, y aun de

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las personas devotas a quien esta práctica noagrada, vaya escribirte con senci llez algo de loque a diario dicen y piensan:

«¿Qué querrá decir este charlatán?» (Hch 17,18) «Vamos, persigamos al justo, que nos moles-ta y se opone a nuestra forma de actuar.» (Sb 2,12) ¿Qué quiere decir este gran rezador deRosarios? ¿Qué es lo que musita a horas? ¡Quéholgazanería! No hace otra cosa que rezarRosarios, mejor le fuera trabajar, sin divertirsecon tantas santurronerías. ¡Claro que sí! ¡No haymás que rezar el Rosario, y las alondras caerántostadas del cielo! ¡El Rosario nos traerá algobueno para cenar! Dijo Dios: Ayúdate y te ayuda-ré, ¿para qué atolondrarse con tantas oraciones?«Brevis oratio penetrat coelos.» Bastan un padre-nuestro y un avema ría bien dichos. Dios no nosimpuso el Rosa rio. Es bueno cuando se tienetiempo, pero no tendremos menos facilidad desalvarnos por eso. ¡Cuántos santos hay que no lorezaron nunca! Hay gentes que juzgan a todo elmundo por su medida, indiscretos que todo lo lle-van al extremo, hay escrupulosos que encuentranpecado donde no lo hay y dicen que todos los queno recen el Rosario se condenarán. Rezar elRosario es bueno para mujercillas ignoran tes queno saben leer. ¡Rezar el Rosario! ¿No es mejorrezar el Oficio de la Santísima Virgen o los sietesalmos? ¿Hay nada tan hermoso como esos sal-mos, dictados por el Espíritu Santo? ¿Os habéishabituado a rezar el Rosario todos los días?

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¡Humo de paja que poco durará! ¿No sería mejorecharse encima menos carga y ser más constan-te? Vaya, queri do amigo, creedme, haced bienvuestra ora ción por la mañana y por la noche,trabajad por Dios durante el día, Dios no os pidemás; si no tuvieseis, como tenéis, que ganaros lavida, pudiera pasar que os distrajeseis en rezar elRosario; podéis rezarlo los domingos y fies tas avuestra elección, pero no en los días labo rables;tenéis que trabajar. ¡A qué un Rosario tan grandecomo el de las mujeres! Yo los he visto de unadecena, que vale tanto como el de quince dece-nas. ¡Qué! ¡Llevar el Rosario en la cintura!, ¡quégazmoñería!; os aconsejo poner lo al cuello comohacen los españoles. Ésos son grandes rezadoresde Rosarios; llevan uno grande en una mano y enla otra un puñal para dar un golpe traidor. Dejad,dejad esas devociones exteriores, la verdaderadevoción está en el corazón, etc.

149. Muchas personas hábiles y grandesdoctores, pero espíritus fuertes y orgullosos, noos aconsejarán quizá el Santo Rosario; os lleva-rán más bien a rezar los siete salmos peni -tenciales o algunas otras oraciones. Si algún con-fesor os puso de penitencia rezar un Rosariodurante quince días o un mes, os basta confesa-ros con uno de esos señores para que os cambiela penitencia en otras oracio nes, ayunos, misas osermones. Aun si consul táis sobre lo mismo aalgunas personas de ora ción de ésas que hay en elmundo, como no conocen por experiencia la

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excelencia del Rosario, no solamente no lo acon-sejarán a nadie, sino que disuadirán de ello a losdemás, para aplicarlos a la contemplación comosi el Rosario y la contemplación fuesenincompati bles y como si tantos santos que fuerondevo tos del Rosario no hubieran llegado a la mássublime contemplación.

Vuestros enemigos domésticos os atacarántanto más cruelmente cuanto más unidos estéiscon ellos. Quiero decir: las potencias de vuestraalma y los sentidos de vuestro cuerpo, las distrac-ciones del espiritu, el tedio de la voluntad, lassequedades del corazón, los decaimientos y enfer-medades del cuerpo, todo esto, de concierto conlos espíritus malignos que se mezclan con ellos,os gritará: deja tu Rosario, es él quien te da dolorde cabeza; «Deja tu Rosario, que no hay obliga-ción nin guna de rezarlo, bajo pena de pecado; almenos reza sólo una parte, tus penas son unaseñal de que Dios no quiere que los reces, ya lorezarás mañana que estarás mejor dispuesto»,etcétera.

150. En fin, amado hermano, el Rosariocotidiano tiene tantos enemigos, que conside rocomo uno de los más insignes favores de Dios lagracia de perseverar en su devoción hasta lamuerte.

Perseverad vosotros, y tendréis la coronaadmirable preparada en el cielo a vuestra fide -lidad (Ap 2, 10).

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Cuadragésima novena Rosa

OBSERVACIONES SOBRE LAS INDULGENCIAS

151. A fin de que, al rezar el Rosario, ga néislas indulgencias concedidas a los cofrades delSanto Rosario, es conveniente hacer algu nasobservaciones sobre las indulgencias.

La indulgencia, en general, es una remisión omoderación de las penas temporales debidas porlos pecados actuales, por la aplicación de lassatisfacciones sobreabundantes de Jesu cristo, dela Santísima Virgen y de todos los santos, queestán encerradas en los tesoros de la Iglesia.

La indulgencia plenaria es una remisión detodas las penas debidas por el pecado; la no ple-naria, como de cien, mil años, más o menos, es laremisión de tantas penas como hubiéramos podi-do expiar durante cien o mil años si hubiéramoshecho durante ese tiempo, proporcionalmente,las penitencias enumera das en los antiguos cáno-nes de la Iglesia.

Ahora bien, estos cánones ordenaban, para unsolo pecado mortal, siete y algunas veces diez yhasta quince años de penitencia, de suerte queuna persona que hubiera cometido veinte pecadosmortales debía hacer, por lo menos, siete vecesveinte años de penitencia, y así sucesivamente.

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152. Para que los cofrades del Rosario ganenlas indulgencias, es preciso:

1.° Que estén verdaderamente arrepentidos yque hayan confesado y comulgado, como dicenlas bulas de las indulgencias.

2.° Que no tengan afecto alguno al pecadovenial, porque subsistiendo el afecto al pecadosubsiste la culpa, y subsistiendo la culpa no seperdona la pena.

3.° Es preciso que hagan las oraciones y bue -nas obras que señalan las bulas.

Cuando, según la intención de los Papas, sepuede ganar una indulgencia parcial, por ejem-plo, de cien años, sin ganar la plenaria, no siem-pre es necesario –para ganar la parcial– haberconfesado y comulgado. Es lo que suce de con lasindulgencias otorgadas al rezo del Santo Rosario,a las procesiones, a los Rosa rios benditos, etc.

No despreciéis estas indulgencias.153. Flammin y un gran número de autores

refieren que una distinguida señorita llamadaAlejandra, milagrosamente convertida, e ins critaen la cofradía del Rosario por Santo Domingo, sele apareció después de muerta y le dijo que esta-ba condenada a setecientos años de purgatoriopor varios pecados que había cometido y hechocometer a varios con sus vanidades mundanas, yle rogó que la ali viase e hiciese que la aliviasencon sus oracio nes los cofrades del Rosario; así lohizo el Santo. Quince días después se reaparecióa Santo Domingo más brillante que un sol, pues

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en tan corto tiempo había sido libertada por lasoraciones que los cofrades del Rosario hicieronpor ella. Advirtió también al Santo que venía departe de las almas del Purgatorio para exhortarlea continuar predicando el Rosario y hacer demodo que sus parientes las hicieran partícipes desus Rosarios, por lo cual ellas les recompensaríanabundantemente cuando llegaran a la gloria.

Quincuagésima Rosa

154. A fin de facilitar el ejercicio del SantoRosario, he aquí varios métodos para rezarlo san-tamente, con la meditación de los miste rios gozo-sos, dolorosos y gloriosos de Jesús y María. Osdetendréis en el que más os agrade, y aun podéisvosotros mismos formar particu larmente otro,como han hecho muchos san tos personajes.

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MÉTODOS DEVOTOS

de recitar el Santo Rosario y atraer la gracia de los misterios de la vida, pasión y gloria de Jesús y María

PRIMER MÉTODO1

OFRECIMIENTO DEL ROSARIO

Yo me uno a los santos del cielo y a los jus tosde la tierra, oh Jesús mío, para alabar dig -namente a vuestra Santísima Madre y a Vos enElla y por Ella. Y renuncio a cuantas distrac -ciones sufra durante este Rosario.

Os ofrecemos, Señora, el Credo para honrarvuestra fe mientras vivisteis en la tierra y pedi rosque nos hagáis partícipes de esa misma fe.

Os ofrecemos el padrenuestro, Señor, paraadoraros en vuestra unidad y reconoceros comoprincipio y fin de todas las cosas.

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1. Este método es algo diferente del que se ha divul gado portodas partes. El Santo lo modificó después; aquí aparece talcual está en el manuscrito del Rosario.

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Os ofrecemos, Trinidad Santísima, tres ave-marías, para agradeceros todas las mercedes quehabéis hecho a María y las que nos habéis hechoa nosotros por su mediación.

[Credo], un padrenuestro y tres avemarías,gloria, etc.

OFRECIMIENTO PARTICULAR

DE LAS DECENAS

Misterios gozosos

1.ª decena. – Os ofrecemos esta primera dece-na, Señor nuestro Jesucristo, en honor de vuestraEncarnación. Y os rogamos, por este misterio ypor la intercesión de vuestra santa Madre, unaprofunda humildad de corazón.

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. Gracias del misterio de la Encarnación, des -

cended a mi alma y hacedla verdaderamentehumilde.

2.ª decena. – Os ofrecemos, Señor nuestroJesucristo, esta segunda decena en honor de laVisitación de vuestra santísima Madre a su primaSanta Isabel. Y os pedimos, por este misterio ypor la intercesión de María, una perfecta caridadcon nuestro prójimo.

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. Gracias del misterio de la Visitación, des -

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cended a mi alma y hacedla verdaderamente cari-tativa.

3.ª decena. – Os ofrecemos esta tercera dece-na, oh Jesús niño, en honor de vuestro santo naci-miento. Y os pedimos, por este misterio y porintercesión de vuestra santa Madre, el desasi-miento de los bienes de la tierra y el amor a lapobreza y a los pobres.

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. Gracias del misterio de la Natividad, des -

cended a mi alma y hacedla pobre de espíritu.4.ª decena. – Os ofrecemos, Señor nuestro

Jesucristo, esta cuarta decena en honor de vues-tra Presentación en el templo por manos deMaría. Y por este misterio y por la interce sión devuestra santa Madre, os pedimos el don de sabi-duría y la pureza de corazón y de cuerpo.

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.Gracias del misterio de la Purificación, des -

cended a mi alma y hacedla verdaderamentesabia y pura

5.ª decena. – Os ofrecemos, Señor nuestroJesucristo, esta quinta decena en honor de habe-ros recobrado María en medio de los doc torescuando os había perdido. Y os pedimos, por estemisterio y por intercesión de Ella, nuestra con-versión y la de los herejes, cismáti cos e idólatras.

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. Gracias del misterio de Jesús hallado en el

templo, descended a mi alma y convertidla.

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Misterios dolorosos

6.ª decena. – Os ofrecemos, Señor nuestroJesucristo, esta sexta decena en honor de vues traAgonía mortal en el Huerto de los Olivos. Y ospedimos, por este misterio y por la inter cesión devuestra santa Madre, una perfecta contrición denuestros pecados y entera con formidad a vuestrasanta voluntad.

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. Gracias de la Agonía de Jesús, descended a mi

alma y hacedla verdaderamente contrita y confo-me con la voluntad de Dios.

7.ª decena. – Os ofrecemos, Señor nuestroJesucristo, esta séptima decena en honor de vues-tra santa Flagelación. Y os pedimos, por este mis-terio y por la intercesión de vuestra santísimaMadre, perfecta mortificación de nuestros senti-dos.

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. Gracias de la Flagelación de Jesús, descen ded

a mi alma y hacedla verdaderamente mor tificada.8.ª decena. – Os ofrecemos, Señor nuestro

Jesucristo, esta octava decena en honor de vuestradolorosa Coronación de espinas. Y os pedimos,por este misterio y por la intercesión de vuestrasanta Madre, un gran desprecio del mundo.

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. Gracias del misterio de la Coronación de espi-

nas de Jesús, descended a mi alma y hacedla ver-daderamente opuesta al mundo.

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9.ª decena. – Os ofrecemos, Señor nuestroJesucristo, esta novena decena en honor de vues-tra Cruz a cuestas. Y os pedimos, por este miste-rio y por la intercesión de vuestra santísimaMadre, paciencia para llevar la cruz detrás de Vostodos los días de nuestra vida.

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.Gracias del misterio de la Cruz a cuestas, des-

cended a mi alma y hacedla verdaderamen tepaciente.

10.ª decena. – Os ofrecemos, Señor nuestroJesucristo, esta décima decena, en honor de vues-tra Crucifixión en el Calvario. Y os pedi mos, poreste misterio y por la intercesión de vuestra san-tísima Madre, gran horror al peca do, amor a laCruz y buena muerte para noso tros y para cuan-tos están ahora en la agonía.

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. Gracias del misterio de la Pasión y Muerte de

Jesucristo, descended a mi alma y hacedla verda-deramente santa.

Misterios gloriosos

11.ª decena. – Os ofrecemos, Señor nuestroJesucristo, esta undécima decena en honor devuestra triunfante Resurrección. Y os pedi mos,por este misterio y por intercesión de vuestra san-tísima Madre, una fe viva.

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.

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Gracias de la Resurrección, descended a mialma y hacedla verdaderamente fiel.

12.ª decena. – Os ofrecemos, Señor nuestroJesucristo, esta duodécima decena en honor devuestra gloriosa Ascensión. Y os pedimos, poreste misterio y por la intercesión de vues tra san-tísima Madre, una firme esperanza y un grandeseo del cielo.

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. Gracias del misterio de la Ascensión de

Jesucristo, descended a mi alma y hacedla ver -daderamente celeste.

13.ª decena. – Os ofrecemos, Espíritu Santo,esta decimotercera decena, en honor del mis teriode Pentecostés. Y os pedimos, por este misterio ypor intercesión de María, vuestra fiel esposa, ladivina sabiduría para conocer, gustar y practicarla verdad y hacer partícipe de ella a todo el géne-ro humano.

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. Gracias de Pentecostés, descended a mi alma

y hacedla verdaderamente sabia según Dios.14.ª decena. – Os ofrecemos, Señor nuestro

Jesucristo, esta decimocuarta decena en honor dela Inmaculada Concepción y de la Asunción devuestra santísima Madre, en cuerpo y alma a loscielos. Y os pedimos, por estos misterios y por suintercesión, una verdadera devoción a Ella, parabien vivir y morir.

Un padrenuetro, diez avemarías, gloria. Gracias de la Inmaculada Concepción y de la

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Asunción de María, descended a mi alma y hace-dla verdaderamente devota de María.

15.ª decena. – Os ofrecemos, Señor nuestroJesucristo, esta decimoquinta y última decena enhonor de la Coronación de vuestra santísi maMadre en los cielos. Y os pedimos por este miste-rio y por la intercesión suya, el progreso y la per-severancia en la virtud hasta la muer te y la coro-na eterna que nos está preparada. Os pedimos lamisma gracia para todos nues tros bienhechores.

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.Os pedimos, oh buen Jesús, por los quince

misterios de vuestra vida, Pasión, muerte y gloriay los méritos de vuestra santísima Madre, queconvirtáis a los pecadores, auxi liéis a los agoni-zantes, libertéis a las almas del purgatorio y nosdeis a todos vuestra gracia para bien vivir y moriry vuestra gloria para veros cara a cara y amarosdurante la eternidad. Así sea.

Dios sólo.

AMPLIACIÓN RECOMENDADA POR JUAN PABLO II

Misterios Luminosos

El Papa, probablemente tuvo en cuenta laobra de San Luis María Grignion de Montfort:«Com pendio de la vida, pasión y muerte de Nues -tro Señor Jesucristo y de la Gloria de Jesús y Ma -ría en el Santo Rosario», para desarrollar los nue-

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vos misterios de Luz o luminosos. Pues estos cincomisterios están allí contenidos en el apartado VI,correspondiente al 5° misterio de Gozo: «Hallazgode Jesús en el templo». Hay allí para cada una delas avemarías, la siguiente honra o intención:

1.ª Para honrar su vida oculta, laboriosa yobediente en la casa de Nazaret.

2.ª Para honrar su predicación y su hallazgoen el templo entre los doctores.

3.ª Para honrar su ayuno y tentaciones en eldesierto.

4.ª Para honrar su bautismo por San JuanBautista.

Actual 1.er misterio de Luz.5.ª Para honrar su predicación admirable.

Actual 3.er misterio de Luz.6.ª Para honrar sus milagros portentosos.

Actual 2.° misterio de Luz.7.ª Para honrar la elección de sus doce

Apóstoles y los poderes que les da.8.ª Para honrar su transfiguración maravi -

llosa.Actual 4.° misterio de Luz.

9.ª Para honrar el lavatorio de los pies a susApóstoles.

10.ª Para honrar la institución de la SagradaEuca ristía.

Actual 5.° misterio de Luz.

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PRIMER MÉTODO (continuación)OFRECIMIENTO PARTICULAR

DE LAS DECENAS

16.ª decena – Os ofrecemos, Señor nuestroJesucristo, esta decimosexta decena en honor devuestro humilde Bautismo en el Jordán. Y ospedimos, por este misterio y por la intercesión devuestra santísima Madre, una vivencia de nues-tras promesas del Bautismo.

Un padrenuestro, diez avemarías, gloriaGracias del Bautismo del Señor, descended a

mi alma y hacedla verdaderamente consecuente ala voluntad de Dios.

17.ª decena – Os ofrecemos, Señor nuestroJesucristo, esta decimoséptima decena en honorde vuestra primera manifestación en Caná deGalilea. Y os pedimos, por este misterio y por laintercesión de vuestra santísima Madre, una con-fianza plena en Su intercesión.

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.Gracias de la Boda de Caná, descended a mi

alma y hacedla verdaderamente entregada a laSantísima Virgen.

18.ª decena – Os ofrecemos, Señor nuestroJesucristo, esta decimoctava decena en honor devuestro anuncio del Reino de Dios. Y os pedimos,por este misterio y por la intercesión de vuestra

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santísima Madre, una docilidad total a la palabrade Dios.

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.Gracias del anuncio del Reino de Dios, des-

cended a mi alma y hacedla verdaderamente con-versa de corazón.

19.ª decena – Os ofrecemos, Señor nuestroJesucristo, esta decimonona decena en honor devuestra trans figuración. Y os pedimos, por estemisterio y por la intercesión de vuestra santísimaMadre, una esperanza firme de la gloria conJesús.

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.Gracias de la transfiguración en el monte

Tabor, descended a mi alma y hacedla verdadera-mente animosa para llevar la cruz.

20.ª decena – Os ofrecemos, Señor nuestroJesucristo, esta vigésima decena en honor de lainstitución de la Santísima Eucaristía. Y os pedi-mos, por este misterio y por la intercesión devuestra santísima Madre, sentirnos amados deJesús.

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.Gracias de la institución de la Santísima

Eucaristía, descended a mi alma y hacedla verda-deramente amante de todos los hermanos.

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SEGUNDO Y MÁS BREVE MÉTODO

PARA CELEBRAR LA VIDA, MUERTE Y GLORIA

DE JESÚS Y MARÍA, REZANDO EL SANTO ROSARIO, Y PARA DISMINUIR LAS DISTRACCIONES

DE LA IMAGINACIÓN

A cada avemaría de cada diez, hay que añadiruna palabrita que nos traiga a la memoria el mis-terio que se celebra en la decena; añadir estapalabra a la mitad del avemaría, después delnombre de «Jesús».

«Y bendito es el fruto de tu vientre...»

Misterios de Gozo – Lunes y SábadoJesús encarnado, en la 1.ª decena.Jesús santificador, en la 2.ª.Jesús pobre niño, en la 3.ª.Jesús sacrificado, en la 4.ª.Jesús santo de los santos, en la 5.ª.

Misterios de Dolor – Martes y ViernesJesús agonizante, en la 6.ª.Jesús azotado, en la 7.ª.Jesús coronado de espinas, en la 8.ª.Jesús cargado con la cruz, en la 9.ª.Jesús crucificado, en la l0.ª.

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Misterios de Gloria – Miércoles y DomingoJesús resucitado, en la 11.ª.Jesús que sube a los cielos, en la 12.ª.Jesús que te llena del Espirítu Santo, en la 13.ª.Jesús que te resucita, en la 14.ª.Jesús que te corona, en la 15.ª.

Misterios de Luz – JuevesEn las decenas recomendadas por el Papa Juan

Pablo II, la Sociedad Grignion de Montfort aconse-ja decir:

Jesús bautizado, en la 16.ª.Jesús que se manifesta Dios, en la 17.ª.Jesús que te proclama el Reino de Dios, en la

18.ª.Jesús transfigurado, en la 19.ª.Jesús que se te da Hombre y Dios verdadero,

en la 20.ª.

Después, al fin de la primera corona, se dice:Gracias de los misterios gozosos, descended a

nuestras almas y volvedlas verdaderamente santas.

Al fin de la segunda corona, se dice:Gracias de los misterios dolorosos, descended

a nues tras almas y hacedlas verdaderamentepacientes.

Al fin de la tercera corona, se dice:Gracias de los misterios gloriosos, descended a

nuestras almas y hacedlas eternamente bienaven-turadas.

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Al fin de la cuarta corona, se dice:Gracias de los misterios luminosos, descended

a nuestras almas y hacedlas verdaderamente misio-neras.

Así sea.

REGLAS PRINCIPALES DEL SANTO ROSARIO

1.ª Hacerse apuntar en el libro de la cofradía,confesarse, comulgar y rezar el Santo Rosario esemismo día si se puede.

2.ª Llevar una corona o rosario bendito.3.ª Rezar el Santo Rosario todos los días, o a

lo menos todas las semanas.4.ª Confesarse y comulgar –si se puede– los

primeros domingos de mes y asistir a las pro -cesiones del Santo Rosario.

Tened en cuenta que ninguna de estas reglasobliga bajo pecado.

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ÍNDICE DE LAS INDULGENCIAS DEL SANTÍSIMO ROSARIOl

PRIMERA PARTE

Indulgencias propias de los cofrades

I

A LOS QUE SE INSCRIBEN EN LA COFRADÍA

1. Indulgencia plenaria si, después de confe -sarse y comulgar, son recibidos en la Cofradía.(Gregorio XIII, Gloriosi, 15-7-1579.)

2. Indulgencia plenaria si, inscritos legíti -mamente y confesándose, reciben la SagradaComunión en la iglesia o capilla de la Cofra día,rezan la tercera parte del Rosario y ruegan por lasintenciones del Sumo Pontífice. (San Pío V, Con -sueverunt, 17-9-1569.)

Nota. – Los que se inscriben en la Cofradíapueden ganar estas indulgencias el día mismo de

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1. Publicado por orden de León XIII, el 29-8-1899.

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la inscripción o el domingo o día festivo inmedia-tamente siguiente. (S. C. I. Indulgen cias 25-2-1848.)

II

A LOS QUE REZAN EL ROSARIO

A. – En cualquier tiempo del año

3. Indulgencia plenaria, una vez en la vida, sirezan el Rosario según los Estatutos de laCofradía durante la semana. (Inocencio VIII, 15-10-1484.)

4. Si rezan el Rosario entero, ganan todas lasindulgencias que se conceden en España a losque rezan la corona de la Bienaventurada VirgenMaría. (Clemente IX, Esponi nobis, 22-2-1668.)

5. Indulgencia de cincuenta años, una vez aldía, rezando la tercera parte del Rosario en lacapilla del Santísimo Rosario o por lo menosdelante del altar de dicha capilla, o si viven fuerade la ciudad donde está erigida la Cofradía, encualquier iglesia u oratorio públi co. (Adriano VI,Illius qui, 1-4-1523.)

6. Indulgencia de diez años y diez cuarente -nas, si tres veces a la semana rezan el Rosario,por cada vez. (León X Pastoris aeterni, 6-10-1520.)

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7. Indulgencia de siete años y siete cuaren -tenas por cada semana, si rezan el Rosario ente-ro. (San Pío V, Consueverunt, 7-9-1569.)

8. Indulgencia de cinco años y cinco cuaren -tenas cada vez que, rezando el Rosario, digandevotamente, en la salutación angélica, el nom-bre de Jesús. (Pío IX, Decreto S. C. Indul gencias,14-4-1856.)

9. Indulgencia de dos años rezando el Rosarioentero durante la semana, distribuido en tresdías, por cada uno de esos tres días en que rezanla tercera parte del Rosario. (Clemente VII, Etsitemporalium, 8-5-1534.)

10. Indulgencia de trescientos días si rezan latercera parte del Rosario. (León XIII, 29-8- 1899.)

11. Indulgencia de cien días cada vez quemuevan a otros a rezar la tercera parte delRosario. (León XIII, 29-8-1899.)

12. Indulgencia de trescientos días, una vez aldía, si los domingos o días festivos asisten en unaiglesia de la Orden de Predicadores2 al ejerciciode rezar o cantar procesionalmente cada una delas decenas del Rosario, delante de los respectivosmisterios pintados en la pared o en cuadros. (S.C. Indulgencias, 21-5-1892.)

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2. Dominicos.

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B. – En ciertas fiestas y días del año

13. Indulgencia plenaria, en la fiesta de laAnunciación de la Bienaventurada Virgen María,confesando, comulgando y rezando el Rosario.(San Pío V, Iniunctum nobis, 14-6-1566.)

14. Indulgencia de diez años y diez cuarente-nas, en las fiesta de la Purificación, Asunción yNatividad de la Beata Virgen María, rezando elRosario. (San Pío V, lug. cit.)

15. Indulgencia de diez años y diez cuaren -tenas, en las fiestas de la Resurrección,Anunciación y Asunción de la Beata VirgenMaría, rezando la tercera parte del Rosario. (SanPío V, Consueverunt, 17-9-1569.)

16. Indulgencia de siete años y siete cua -rentenas en las demás fiestas de Nuestro SeñorJesucristo y de la Beata Virgen María, en las cua-les se conmemoran los misterios del Rosario (asaber, de la Visitación, Navidad de Nuestro Señor,Purificación y Dolores de la Beata Virgen María,viernes de Pasión, Ascensión de Nuestro Señor,Pentecostés y Todos los Santos), rezando en esosdías la ter cera parte del Rosario por lo menos.(San Pío V, lug. cit.).

17. Indulgencia de siete años y siete cuaren -tenas en las fiestas de la Natividad, Anuncia ción,Asunción de la Beata Virgen María, rezandodurante la semana el Rosario entero según el Esta -tuto de la Cofradía. (Sixto IV, Pastoris aeterni, 30-5-1478; León X, Pastoris aeterni, 30-10-1520.)

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18. Indulgencia de cien días en las fiestas dela Purificación, Anunciación, Visitación, Asun -ción y Natividad de la Beata Virgen María.(León X, lug. cit.).

III

A LOS QUE VAN EN LA PROCESIÓN

DEL SANTÍSIMO ROSARIO

19. Indulgencia plenaria confesando, co -mulgando, asistiendo a la procesión el primerdomingo del mes, rogando al mismo tiempo porlas intenciones del Sumo Pontífice y visi tandoademás la capilla del Santísimo Rosa rio.(Gregorio XIII, Ad augendam, 24-12-1583.)

Nota. – Esta misma indulgencia la puedenganar los cofrades caminantes, navegantes o sir-vientes (entre los cuales se cuentan los mili taresen acto de servicio) rezando el Rosario entero; losenfermos o legítimamente impedi dos, rezando latercera parte del Rosario. (Gregorio XIII,Cupientes, 24-12-1583.)

20. Indulgencia plenaria asistiendo a la pro -cesión en las fiestas de la Purificación,Anunciación, Visitación, Asunción, Natividad,Presentación e Inmaculada Concepción de laBeata Virgen María. (Pío IV, Dum praeclara, 28-2-1561, o en otro día durante las octavas de esasfiestas, S. C. Indulgencias, 25-3-1580.)

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21. Indulgencia de cinco años asistiendo a laprocesión y dando de las limosnas de la Cofra díadotes a doncellas vírgenes para su matri monio.(Gregorio XIII, Desiderantes, 22-3-1580.)

22. Indulgencia de cien días asistiendo a laprocesión los días prescritos. (Gregorio XIII,Cum sicut, 3-1-1579.)

23. Indulgencia de sesenta días asistiendo alas procesiones ordinarias de la Cofradía, o cua-lesquiera otras celebradas con licencia delOrdinario, o también acompañando al Santí simoSacramento llevado a los enfermos. (Gre gorioXIII, Gloriosi, 15-7-1579.)

IV

A LOS QUE VISITAN LA IGLESIA O CAPILLA

DE LA COFRADÍA

24. Indulgencia plenaria confesando, comul -gando, visitando la capilla el primer domingo demes y rogando allí por las intenciones del SumoPontífice. (Gregorio XIII, Ad augendam, 12-3-1577.)

Nota. – Los cofrades enfermos que no puedenir a la iglesia ganan esta indulgencia confesan do,comulgando y rezando en casa delante de unaimagen el Rosario (esto es, la tercera parte: S. C. l.,25-2-1877, ad 6), o los siete salmos penitenciales.(Gregorio XIII, lug. cit, Ad augen dam, 8-11-1578.)

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25. Indulgencia plenaria confesando, comul -gando, asistiendo algún tiempo a la exposicióndel Santísimo Sacramento, que con licencia delOrdinario se hace el primer domingo de cada mesen la iglesia de la Cofradía, y rogando allí por lasintenciones del Sumo Pontífice. (Gre gorio XVI,Ad augendam, 17-12-1833.)

26. Indulgencia plenaria, confesando, comul-gando, visitando la iglesia o capilla de la Cofradíay rogando allí por la intención del Sumo Pon -tífice, entre las primeras vísperas y la puesta delsol de las siguientes fiestas: Natividad, Epifanía,Resurrección, Ascensión y Pentecostés; ade más,en dos viernes de Cuaresma a elegir, en la fiestade Todos los Santos y una vez durante la octavade la Conmemoración de todos los fieles difuntos.(Gregorio XIII, Pastoris Aeterni, 5-5-1582; Gre -gorio XVI, Ad augendam, 17-12-1833; S.C.I., 12-5-1851.)

27. Indulgencia plenaria, con las mismas con -diciones, entre las primeras vísperas y la pues tadel sol de las fiestas de la Inmaculada Concep -ción, Natividad, Presentación, Anunciación,Visitación, Purificación, Asunción y Siete Doloresde la Beata Virgen María (viernes de Pasión).(Gregorio XIII, lug. cit.; Clemente VIII, De Salute,18-1-1593; Gregorio XVI, lug. cit.).

Nota. – a) La indulgencia plenaria en las fies -tas de la Concepción, Natividad, Presentación,Anunciación, Visitación, Purificación y Asunciónpueden también ganarse durante la octava, pero

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una vez solamente en cada octava. (S. C. In -dulgencias, 25-2-1848.)

Nota. – b) La indulgencia plenaria en las fies -tas de la Resurrección, Ascensión, Pentecostés,Inmaculada Concepción, Natividad, Anun ciación,Visitación, Purificación, Presentación y Asuncióny la de los dos viernes de Cuaresma se puedentambién ganar visitando cualquier otra iglesia uoratorio público. (S. C. Indulgencias, 12- 5-1851.)

Nota. – c) En cuanto a los caminantes, nave -gantes, sirvientes, enfermos o impedidos legíti -mamente por otras causas, para ganar las indul -gencias concedidas a los que visitan la iglesia ocapilla del Santísimo Rosario en los días en quese conmemoran los misterios del Rosario, se hade tener presente lo mismo que se dijo de loscofrades que no pueden asistir a la procesión (n-14). (Sixto V, Dun ineffabilia, 30-1-1586.)

28. Indulgencia plenaria, con las mismas con -diciones, el domingo infraoctava de la Natividadde la Beata Virgen María. (Clemente VIII, Ineffa -bilia, 12-5-1598.)

29. Indulgencia plenaria, con las mismas con-diciones, el domingo tercero de abril, entre lasprimeras vísperas y la puesta del sol. (GregorioXIII, Cum sicut, 3-1-1579.)

30. Indulgencia de siete años y siete cuaren -tenas, confesando, comulgando, visitando lacapilla o altar de la Cofradía y rogando allí por laintención del Sumo Pontífice, en las fiestas deNavidad, Resurrección, Pentecostés, Inmaculada

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Concepción, Natividad, Anunciación, Visitación yAsunción de la Beata Virgen María, y en la deTodos los Santos. (Clemente VIII, Salvatoris, 13-1-1593 De salute, 18-1-1593.)

31. Indulgencia de cien días por cada día enque visiten los cofrades la capilla o el altar delSantísimo Rosario, rogando allí por las inten -ciones del Sumo Pontífice. (Gregorio XIII, Cumsicut, 3-1-1579.)

Nota. – a) Las religiosas que viven en clausu -ra, los jóvenes de uno y otro sexo que viven encolegios, seminarios, conservatorios y, en fin,todas las personas que viven en establecimien tosde los cuales no pueden salir libremente, y aúnmás los miembros de las sociedades cató licas,pueden ganar todas las indulgencias para las cua-les se prescribe la visita a la iglesia, o capi lla de laCofradía, si, estando inscritos legíti mamente,visitan su propia iglesia, capilla u oratorio. (S. C.Indulgencias, 11-8-1871; 8-2-1874.)

Nota. – b) Los cofrades enfermos o impedidospor cualquier causa de recibir la SagradaComunión o de visitar la iglesia pueden ganar lasindulgencias para las cuales se prescriben estascondiciones practicando alguna obra pia dosaimpuesta por el confesor.

Como en algunas fiestas se concede no sóloindulgencia plenaria, sino también otra parcial alos que visiten la iglesia o capilla del SantísimoRosario, es necesario para ganar esa otra que lavisita sea distinta.

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V

A LOS QUE VISITAN CINCO ALTARES

32. Los cofrades que visitan cinco altares decualquier iglesia u oratorio público, o cinco vecesuno o dos altares donde no haya cinco, ganan lasmismas indulgencias que ganarían si visitasen lasEstaciones de Roma. (León X, 22-5-1518.)

VI

A LOS QUE DICEN U OYEN LA MISA VOTIVA

DEL SANTÍSIMO ROSARIO

33. Los sacerdotes cofrades que celebren en elaltar del Santísimo Rosario la Misa votiva con -tenida en el misal romano, según el tiempo (lacual puede celebrarse dos veces cada semana), ylos otros cofrades que asistan a esa Misa y rue -guen a Dios en ella, ganan todas las indulgenciasconcedidas a los que rezan el Rosario entero.(León XIII, Ubi primum, 2-10-1898.)

34. A los que tienen la costumbre de celebraru oír esta Misa se les conceden todas las indul -gencias que ganan los que asisten a la procesióndel primer domingo de cada mes, una vez al mesen el día en que se confiesen y comulguen.(Clemente X, Coelestium munerum, 16-2-1671.)

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35. Indulgencia de un año a los que en lossábados de Cuaresma asisten juntamente a laMisa, al sermón de la Beata Virgen María y a laantífona «Salve Regina». (Gregorio XIII, Desi -derantes, 22-3-1580.)

VII

A LOS QUE PRACTICAN LA DEVOCIÓN DE LOS

QUINCE SÁBADOS DEL SANTÍSIMO ROSARIO

36. Indulgencia plenaria en tres sábados alarbitrio de cada uno, si durante quince sábadosconsecutivos (ya sean los que preceden a la fies tadel Santísimo Rosario, o de cualquier otro tiem-po del año) se confiesan, comulgan, visitan laiglesia de la Cofradía y ruegan allí por las inten-ciones del Sumo Pontífice. (S. C. Indulgen cias,12-12-1849.)

37. Indulgencia de siete años y siete cuaren -tenas en los otros doce sábados no comprendi dosen el número 36. (S. C. Indulgencias, 12-12-1849.)

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VIII

A LOS QUE PRACTICAN CIERTAS DEVOCIONES

DURANTE EL MES DEL ROSARIO

38. Indulgencia plenaria, un día del mes deoctubre de libre elección, confesando, comul -gando, rogando por la intención del SumoPontífice y asistiendo diez veces, por lo menos, alejercicio del mes de octubre que se suele celebraren las iglesias de la Orden de Predi cadores. (S. C.Indulgencias, 31-8-1885.)

39. Indulgencia de siete años y siete cuaren -tenas cada vez que asisten a los ejercicios que sesuelen practicar diariamente durante el mes deoctubre en las iglesias de la Orden de Predi -cadores. (S. C. Indulgencias, 31-8-1885.)

IX

A LOS QUE ASISTEN A LA ANTÍFONA

«SALVE REGINA» CANTADA

40. Indulgencia de tres años y tres cuarente -nas, en las fiestas universales de la Beata Virgen.María (S. C. Indulgencias, 18-9-1862, ad 4), en lasnatalicias de los Apóstoles y en las de los santosde la Orden de Predicadores (Clemente VIII,Ineffabilia, 12-2-1598), si asisten en la iglesia de la

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Cofradía, con vela encendida (o donde no, aña -diendo un avemaría), a la antífona «SalveRegina» que se suele cantar.

41. Indulgencia de cien días, todos los díasdel año, asistiendo al rezo de esta antífona des-pués de Completas. (Clemente VIII, lug. cit.)

42. Indulgencia de cuarenta días en todos lossábados y días festivos del año. (León X, Pastorisaeternis, 6-10-1520.)

Nota. – Los impedidos legítimamente de asis tiren la iglesia al rezo de la antífona pueden ganar lasindulgencias de los núms. 40 y 41 rezándola de ro -dillas delante de un altar o ima gen de la Beata Vir -gen María. (Clemente VIII, Ineffabilia, 12-2-1598.)

X

A LOS QUE HACEN ORACIÓN MENTAL

U OTROS EJERCICIOS ESPIRITUALES

43. Indulgencia plenaria haciendo cada día,durante un mes entero, media hora o por lomenos un cuarto de hora de oración mental, yconfesando y comulgando en un día del mes delibre elección. (Clemente X, Ad ea, 28-1-1671.)

44. Indulgencia plenaria, una vez al año en undía de libre elección, si, en memoria de los cua -renta días que estuvo Cristo Nuestro Señor en eldesierto, se ejercitan durante otros tantos días en

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la oración, mortificación y otras obras piadosas.(Pío VII, Ad augendam, 16-2-1808.)

45. Indulgencia de siete años y siete cuaren -tenas cada vez que dediquen media hora a la ora -ción mental. (Clemente X, Ad ea, 28-1-1671.)

46. Indulgencia de cien días cada vez queconsagren un cuarto de hora a la oración men tal.(Clemente X, lug. cit.)

XI

A LOS QUE VISITAN A LOS COFRADES ENFERMOS

47. Indulgencia de tres años y tres cuarente -nas cada vez que visiten a los cofrades enfermos.(Clemente VIII, Ineffabilia, 12-2-1598. )

48. Indulgencia de cien días si exhortan a loscofrades enfermos a recibir los Santos Sacra -mentos. (Gregorio XIII, Cum sicut, 3-1-1579.)

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XII

A LOS QUE RUEGAN POR LAS ALMAS DE

LOS COFRADES DIFUNTOS

49. Indulgencia plenaria, en uno de los cua trodías (4 de febrero, 12 de julio, 5 de sep tiembre, 10de noviembre) en que se suele cele brar en las igle-sias públicas de los religiosos y religiosas de laOrden de Predicadores, el oficio de difuntos, asis-tiendo a él, confesando, comul gando y rogandopor las intenciones del Sumo Pontífice. (Pío VII,Ad augendam, 11-2-1808.)

50. Indulgencia de ocho años si asisten a lasexequias siguiendo la procesión que en sufragiode los difuntos se hace cada sábado o una vez almes por el claustro o iglesia de la Cofradía.(Gregorio XIII, Desiderantes, 22-3-1580.)

51. Indulgencia de tres años y tres cuarente -nas cada vez que acompañen el cadáver de uncofrade difunto a la iglesia de la Cofradía.(Clemente VIII, Ineffabilia, 12-2-1598.)

52. Indulgencia de cien días si acompañan ala sepultura los cadáveres de los cofrades con elestandarte de la Cofradía, o si asisten a los ani -versarios que se celebran por las almas de loscofrades difuntos, rogando en ellos por las inten -ciones del Sumo Pontífice. (Gregorio XIII, Cumsicut, 3-1-1579.)

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XIII

A LOS QUE PRACTICAN CUALQUIER OBRA

DE PIEDAD O CARIDAD

53. Indulgencia de sesenta días cada vez quelos cofrades practiquen alguna obra de piedad ocaridad. (Gregorio XIII, Gloriosi, 15-7- 1579.)

XIV

A LOS MORIBUNDOS

54. Indulgencia plenaria, aplicada por unsacerdote, según la fórmula común, aun fuera de lacon fesión, si el moribundo tenía la cos tumbre derezar el Rosario durante la semana. (Inocencio VIII,13-10-1483; S. C. Indulgencias, Decreto 10-8-1899.)

55. Indulgencia plenaria si mueren teniendoen la mano la vela bendita del Santísimo Rosario,con tal que por lo menos una vez en la vida hayanrezado el Rosario entero. (Adriano VI, Illius qui,1-4-1523.)

56. Indulgencia plenaria si reciben los sa -cramentos de la Penitencia y la Eucaristía. (SanPío V, Consueverunt, 17-9-1569.)

57. Indulgencia plenaria si, contritos, invocanel Santísimo Nombre de Jesús al menos de cora-zón si no pueden de boca. (León XIII, Rescr. S. C.Indulgencias, 10-8-1899.)

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58. Indulgencia plenaria si, recibidos lossacra mentos de la Iglesia Romana y rezando laantífo na «Salve Regina», se encomiendan a laSantísi ma Virgen. (Clemente VIII, Ineffabilia, 12-2-1598.)

Nota. – Aunque se han enumerado aquí mu -chas indulgencias plenarias a la hora de la muer -te, sin embargo, según los decretos de la S. C. In -dulgencias, sólo se puede ganar una en el artícu-lo de la muerte, bajo una u otra condición entrelas varias arriba enumeradas.

XV

POR LOS DIFUNTOS

59. En las iglesias de la Orden dePredicadores, el altar del Santísimo Rosario esprivilegiado para los sacerdotes de la mismaOrden por el alma de cualquier cofrade.(Gregorio XIII, Omnium saluti, 1-9-1582.)

60. En las iglesias de la Cofradía el altar delSantísimo Rosario es privilegiado para los sa -cer dotes cofrades, no sólo en favor de los cofra-des difuntos, sino también de cualquier difunto,aunque exista otro altar privilegiado en lamisma iglesia. Aún más, si en la iglesia no hayotro altar privilegiado que el del SantísimoRosario, éste es privilegiado además para cual-

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quier sacerdo te aunque no sea cofrade y enfavor de cualquier fiel difunto. (S. C. Indul -gencias, Cameracen, 7-6-1842; Pío IX, Omniumsaluti, 3-3-1857.)

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SEGUNDA PARTE

Indulgencias comunes a los cofrades y a los otros fieles

61. Indulgencia de siete años y siete cuaren -tenas asistiendo a la procesión el primer domin -go del mes. (San Pío V, Consueverunt, 17-9-1569.)

62. Indulgencia plenaria tantas veces cuantasvisiten, el día de la fiesta del Rosario, entre lasprimeras Vísperas y la puesta del sol, la capilla dela Cofradía (o la imagen de la Beata Virgen Maríaallí expuesta: S. C. Indulgencias, 25-1-1866), enmemoria de la victoria obtenida con tra los turcosen Lepanto con la ayuda del Rosario, confesandoademás, comulgando y rogando en la capilla porlas intenciones del Sumo Pontífice. (San Pio V,Salvatoris, 5-3-1572; S. C. Indulgencias, 5-4-1869,7-7-1885.)

Nota. – Para ganar la indulgencia anteriorpuede anticiparse la confesión al viernes inme -diato precedente a la fiesta del SantísimoRosario. (León XIII, Rescr. S. C. Indulgencias, 19-8-1899.)

63. Indulgencia plenaria, en un día de la octa -va de la fiesta del Santísimo Rosario al arbitrio de

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cada uno, si, recibidos los Santos Sacra mentos,visitan la capilla del Santísimo Rosario o la ima-gen de la Beata Virgen María en ella expuesta,rogando allí por las intenciones del SumoPontífice. (Benedicto XIII, Pretiosus, 30-5-1727;S. C. Indulgencias, 7-7-1885.)

64. Indulgencia con las mismas condicionesen la fiesta del Corpus Christi y en la fiesta delsanto titular de la iglesia. (Gregorio XIII, Desi -derantes, 22-3-1580.)

Nota. – Todas y cada una de las indulgenciascontenidas en este índice pueden aplicarse porvía de sufragio de las almas del Purgatorio, aexcepción de la indulgencia plenaria en el artí -culo de la muerte. (Inocencia XI, Ad ea, 15-6-1679.)

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APÉNDICE

La Sagrada Congregación de Indulgencias,por su rescripto del 29 de agosto de 1899, recono-ció además como auténtico y permitió publicar elsiguiente

Sumario de las indulgencias concedidas a todos los fieles por la devoción

del Santísimo Rosario

1. Indulgencia plenaria, una vez al año, sicada día rezan la tercera parte del Rosario usan -do uno bendecido por un religioso de la Orden dePredicadores o por otro sacerdote delegado.(Raccolta, edición 1898, núm. 194.)

2. Indulgencia de cien días por cada padre -nuestro y por cada avemaría si rezan el Rosarioentero, o por lo menos la tercera parte, usando unRosario bendecido por un sacerdote domi nico uotro delegado. (Ibíd.)

3. Indulgencia de cinco años y cinco cuaren -tenas cada vez que rezan la tercera parte delRosario. (Ibíd.)

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4. Indulgencia de diez años y diez cuarente -nas, una vez al día, si juntamente con otros rezanla tercera parte del Rosario, ya sea en casa, ya enla iglesia o en un oratorio público o pri vado.(Ibíd.)

5. Indulgencia plenaria el último domingo decada mes si a lo menos tres veces a la sema narezan juntamente con otros la tercera parte delRosario, sea en casa, en la iglesia o en cual quieroratorio, y el domingo último indicado, recibidoslos Santos Sacramentos, visitan una iglesia u ora-torio público y ruegan allí según la mente delSumo Pontífice. (Ibíd.)

6. Indulgencia plenaria en uno de quincesábados consecutivos, elegido al arbitrio de cadauno, si en cada sábado reciben los Sacra mentos yrezan la tercera parte del Rosario, o conmemorandevotamente de otra manera los misterios delmismo. (Ibíd., núm. 197.)

Nota. – Cada vez que los fieles están legíti -mamente impedidos de hacer dicho ejercicio eldía de sábado, pueden hacerlo en domingo, sinperder las indulgencias. (Ibíd.)

7. Indulgencia de siete años y siete cuarente -nas todos los sábados no comprendidos en elnúmero anterior. (Ibíd.)

8. Indulgencia plenaria si en cualquier tiem -po del año consagran nueve días a la Reina delSantísimo Rosario, practicando en su honor algu-nos ejercicios piadosos, rezando oraciones apro-badas por la autoridad legítima, un día al arbitrio

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de cada uno entre los de la novena o de los ochoinmediatos siguientes, confesando, comulgandoy rogando según la intención del Sumo Pontífice.(Ibíd., núm. 149.)

9. Indulgencia de trescientos días en todos losdemás días de la novena practicando las devo -ciones dichas en cada uno de ellos. (Ibíd.)

A LOS QUE REZAN LA TERCERA PARTE

DEL ROSARIO EN EL MES DE OCTUBRE

El Papa León XIII (1 septiembre 1883, 20agosto 1885, 23 julio 1898) concedió perpetua -mente las indulgencias siguientes. (Raccolta,núm. 195.)

10. Indulgencia plenaria si el día de la fiestade Nuestra Señora del Rosario, u otro día duran -te la octava, reciben debidamente los Sacra -mentos, visitan alguna iglesia y ruegan por lasintenciones del Sumo Pontífice, con tal que ade-más recen en público, en algunas iglesias o enprivado, la tercera parte del Rosario el mismo díade la fiesta y cada uno de los días de la octava.

11. Indulgencia plenaria si después de la octa -va de la fiesta del Santísimo Rosario rezan la ter -cera parte del Rosario diez veces por lo menosdurante el mes de octubre, bien en público en unaiglesia, bien en privado, y en un día a su arbitrioreciben los Sacramentos, visitan una iglesia y

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ruegan allí por las intenciones del SumoPontífice.

12. Indulgencia de siete años y siete cuaren -tenas en cada uno de los días del mes de octu brerezando públicamente en una iglesia, o pri -vadamente, la tercera parte del Rosario.

Nota. – Todas y cada una de las indulgenciascontenidas en este sumario son aplicables a lasalmas del purgatorio. (Raccolta, edición citada, p.XXII, núm. 4)

ADICIÓN IMPORTANTE

AL CATÁLOGO DE INDULGENCIAS

Su Santidad el Papa Pío XI concedió indul -gencia plenaria cada vez que se rece el Rosariodelante del Santísimo Sacramento.

A.M.D.G.

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NOTA EDITORIAL

Al final de esta obra valga la siguiente consi -deración:

La terminología de Montfort y su mundo cul -tural están algo alejados de la sensibilidad con -temporánea; pero es tan rico su mensaje que seimpone un trabajo de reflexión y traducción, a finde guardar las luminosas intuiciones de Montfortsobre el Santísimo Rosario, pero inte grándolasen un marco por completo diferente. Grignion deMontfort permanece siempre como un granmaestro espiritual, con la estatura del profeta quelanza un grito de esperanza y nos interpela pararealizar una iglesia renovada, santa y misionera,donde María sea reconocida como modelo y elRosario como un camino apropiado para viviruna vida según el Espíritu del Señor.

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ÍNDICE

Presentación de esta edición . . . . . . . . . . . . . 5Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7Prólogo de la edición castellana . . . . . . . . . . 13Rosa blanca: A los sacerdotes . . . . . . . . . . . . 17Rosa encarnada: A los pecadores . . . . . . . . . 19Rosal místico: A las almas devotas . . . . . . . . 21Capullo de rosa: A los niños . . . . . . . . . . . . . 23

Primera decena

EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO ROSARIO

EN SU ORIGEN Y EN SU NOMBRE

1.ª Rosa. Las oraciones del Rosario . . . . . 252.ª Rosa. Origen del Rosario.... . . . . . . . . . 263.ª Rosa. El Rosario y Santo Domingo . . 294.ª Rosa. El Rosario y el Beato Alano

de la Roche . . . . . . . . . . . . . . .,.. 335.a Rosa. Cofradía del Rosario . . . . . . . . . . 366.ª Rosa. El salterio de María . . . . . . . . . . 377.ª Rosa. El Rosario, corona de rosas . . . . 398.ª Rosa. Maravillas del Rosario . . . . . . . . 419.ª Rosa. Los enemigos del Rosario . . . . . 45

10.ª Rosa. Milagros obtenidos porel Rosario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46

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Page 211: EL SECRETO ADMIRABLE DEL SANTÍSIMO ROSARIO

Segunda decena

EXCELENCIA DEL SANTO ROSARIO

POR LAS ORACIONES DE QUE ESTÁ COMPUESTO

11.a Rosa. Excelencia del Credo . . . . . . . . . . 51 12.a Rosa. Excelencia del padrenuestro . . . 53 13.a Rosa. Excelencia del padrenuestro

(continuación) . . . . . . . . . . . . . . . 59 14.a Rosa. Excelencia del padrenuestro

(conclusión) . . . . . . . . . . . . . . . . . 61 15.a Rosa. Excelencia del avemaría . . . . . . . 6316.a Rosa. Bellezas de la salutación

angélica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66 17.a Rosa. Frutos maravillosos del

avemaría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69 18.a Rosa. Bendiciones del avemaría . . . . . . 71 19.a Rosa. Feliz permuta . . . . . . . . . . . . . . . . 73 20.a Rosa. Breve explicación del avemaría . 76

Tercera decena

EXCELENCIA DEL SANTO ROSARIO

EN LA MEDITACIÓN DE LA VIDA Y PASIÓN

DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

21.a Rosa. Los quince misterios del Rosario 81 22.a Rosa. La meditación de los misterios

nos conforma a Jesús . . . . . . . . . 84 23.a Rosa. El Rosario, memorial de la vida

y la muerte de Jesús . . . . . . . . . . 87

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Page 212: EL SECRETO ADMIRABLE DEL SANTÍSIMO ROSARIO

24.a Rosa. La meditación de los misterios del Rosario es un gran mediode perfección . . . . . . . . . . . . . . . 89

25.a Rosa. Riquezas de santificación encerradas en las oraciones y meditaciones del Rosario . . . . 92

26.a Rosa. El Rosario, oración sublime . . . . 9527.a Rosa. Beneficios del Rosario . . . . . . . . 98 28.a Rosa. Saludables efectos que produce

el meditar la Pasión . . . . . . . . . . 102 29.a Rosa. El Rosario, instrumento

de salvación . . . . . . . . . . . . . . . . . 10530.a Rosa. Privilegios de la Cofradía

del Rosario . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108

Cuarta decena

EXCELENCIA DEL SANTO ROSARIO

DEMOSTRADA POR LAS MARAVILLAS

QUE DIOS HA HECHO EN SU FAVOR

31.a Rosa. Blanca de Castilla - Alfonso VIII . . . . . . . . . . . . . . . . 113

32.a Rosa. Don Pero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115 33.a Rosa. Un albigense poseso . . . . . . . . . . 117 34.a Rosa. Simon de Montfort,

Alano de Lanvallay, Otero . . . . . . 122 35.a Rosa. El Cardenal Pedro . . . . . . . . . . . . 123 36.a Rosa. Una mujer de Amberes,

libertada de las cadenas del demonio . . . . . . . . . . . . . . . . . 124

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Page 213: EL SECRETO ADMIRABLE DEL SANTÍSIMO ROSARIO

37.a Rosa. Un monasterio, transformado por el Rosario . . . . . . . . . . . . . . . 126

38.a Rosa. La devoción de un Obispo español al Santo Rosario . . . . . . 127

39.a Rosa. Santificación de una parroquia por el Rosario . . . . . . 129

40.a Rosa. Admirables efectos del Rosario . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130

Quinta decena

DE CÓMO DEBE REZARSE EL ROSARIO

41.a Rosa. Pureza de alma . . . . . . . . . . . . . . 13342.a Rosa. Es necesario rezar con atención 13643.a Rosa. Hay que combatir vigorosamente

las distracciones . . . . . . . . . . . . . 13844.a Rosa. Cómo debe rezarse el Rosario.

Ejemplo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14145.a Rosa. Hay que rezar el Rosario con

modestia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14646.a Rosa. Rezad el Rosario en comunidad

y a dos coros . . . . . . . . . . . . . . . . 14747.a Rosa. Rezad diariamente el Rosario

con fe, humildad y confianza.Necesidad de la oración . . . . . . . 152

48.a Rosa. Perseveremos en nuestra devoción al Rosario . . . . . . . . . . . 160

49.a Rosa. Observaciones sobre las indulgencias . . . . . . . . . . . . . . 166

50.a Rosa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168

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Page 214: EL SECRETO ADMIRABLE DEL SANTÍSIMO ROSARIO

MÉTODOS DEVOTOS DE RECITAR

EL SANTO ROSARIO Y ATRAER LA GRACIA

DE LOS MISTERIOS DE LA VIDA, PASIÓN Y GLORIA

DE JESÚS Y MARÍA

Primer método: Ofrecimiento del Rosario . . 169 Ofrecimiento particular de las decenas:

Misterios gozosos . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170Misterios dolorosos . . . . . . . . . . . . . . . . . 172Misterios gloriosos . . . . . . . . . . . . . . . . . 173Misterios luminosos . . . . . . . . . . . . . . . . 175

Segundo y más breve método para celebrar la vida, muerte y gloria de Jesús y María,rezando el Santo Rosario, y para disminuir las distracciones de la imaginación . . . . . . . 179Reglas principales del Santo Rosario . . . . . . . 181

ÍNDICE DE LAS INDULGENCIAS DEL SANTÍSIMO ROSARIO

PRIMERA PARTE

Indulgencias propias de los cofrades

I A los que se inscriben en la Cofradía . 183II A los que rezan el Rosario . . . . . . . . . . 184III A los que van en la procesión

del Santísimo Rosario . . . . . . . . . . . . . 187

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Page 215: EL SECRETO ADMIRABLE DEL SANTÍSIMO ROSARIO

IV A los que visitan la iglesia o capilla de la Cofradía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 188

V A los que visitan cinco altares . . . . . . . 192VI A los que dicen u oyen la Misa votiva

del Santísimo Rosario . . . . . . . . . . . . . 192VII A los que practican la devoción

de los quince sábados del Santísimo Rosario . . . . . . . . . . . . . . . . . 193

VIII A los que practican ciertas devociones durante el mes del Rosario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 194

IX A los que asisten a la antífona «Salve Regina» cantada . . . . . . . . . . . . 194

X A los que hacen oración mental u otros ejercicios espirituales . . . . . . . . 195

XI A los que visitan a los cofrades enfermos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196

XII A los que ruegan por las almas de los cofrades difuntos . . . . . . . . . . . . 197

XIII A los que practican cualquiera obra de piedad o caridad . . . . . . . . . . . 198

XIV A los moribundos . . . . . . . . . . . . . . . . . 198XV Por los difuntos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199

SEGUNDA PARTE

Indulgencias comunes a los cofrades y a los otros fieles . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . 201

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Page 216: EL SECRETO ADMIRABLE DEL SANTÍSIMO ROSARIO

APÉNDICE

Sumario de las indulgencias concedidas a todos los fieles por la devoción del Santísimo Rosario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203A los que rezan la tercera parte del Rosario en el mes de octubre . . . . . . . . . . . . 205Adición importante al catálogo de indulgencias . . . . . . . . . . . . . . 206

NOTA EDITORIAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 207

ÍNDICE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 209

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