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Focus Lumen
Factor cero
Edgar R. Ramrez Zrate
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ndice
Prefacio4
Prlogo.14
Captulo I Amigos....18
Captulo II Verdades negadas, despedidas impuestas..40
Captulo III Un extrao individuo...59
Captulo IV Los horizontes que se aproximan70
Captulo V Un nuevo amigo.91
Captulo VI Anhelo..108
Captulo VII Cambios necesarios..135
Captulo VIII Hogar...151
Captulo IX Nuevos planes, grandes negocios...173
Captulo X Valor, orgullo y vergenza188
Captulo XI Pasos importantes...205
Captulo XII Razi.226
Captulo XIII Objetivos242
Captulo XIV Cinco corazones254
Captulo XV Sueos, miedos y realidades..279
Captulo XVI Los ideales discordantes301
Captulo XVII Aliquid Novi...316
Captulo XVIII Noche buena; madrugada trgica.331
Captulo XIX El factor cero344
Captulo XX Cantharos.362
Captulo XXI Una bestia dormida; un alma perdida..381
Captulo XXII Reminiscencias ...419
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Captulo XXIII Omar, Henry y Rita..424
Eplogo.431
Voy a encontrarte
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Gabriel logr transportarse al templo con lo poco que le quedaba de energa. Casi todo el Lumen pareca haber abandonado
su cuerpo y por un momento, sinti que el control que tena sobre l
se esfumaba. Cual coladera tratando intilmente de contener el agua.
Rpidamente se despoj de su espada y de una pistola Colt Delta
de buen tamao, y los coloc a cada lado suyo. Vesta una delgada
pero firme armadura negra que cubra parte de su pecho, hombros,
brazos y piernas. Cay sobre sus rodillas y esper varios minutos a
que sus heridas sanaran.
El sudor que corra por su negro y corto cabello y la sangre que
escurra por sus blancas y duras mejillas, le hacan sentirse un poco
ms cerca de los humanos. Ese pensamiento era el nico que le daba
nimos: se senta uno de ellos. Pareca que poda compartir un poco
de su dolor; dolor, que, sin duda, en estos momentos, era demasiado
para los mortales corazones de los hombres y mujeres que, desde
ahora, tenan que empezar de cero.
Pero l saba que todo aquello era pasajero. Pronto su dura piel
comenz a sanar con la rapidez y constancia con que las olas borran
las huellas en la arena. La sangre dej de escurrir y unas delgadas
lneas escarlatas quedaban como nica evidencia; el sudor no brot
ms. Los moretones y heridas empezaron a desaparecer y poco a
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poco el dolor fsico se desvaneci. Eso slo lo haca sentir culpable y
el pesar de su alma pareca apretarle el pecho.
Gabriel se puso de pie, sonri con irona y camin por los
pasillos del templo. Ya crece se dijo.
Aquel lugar era magnfico: paredes de mrmol, blancas como la
cera; pisos negros, brillantes y lujosos; columnas altas y talladas con
finas formas. Era, en pocas palabras, algo que los griegos podran
haber confundido con el Olimpo, lo cual, en realidad, no estara tan
alejado de la verdad.
Gabriel recorri los aposentos. Metros y metros de ostentosidad
no llamaron su atencin. Haba vivido ah toda una eternidad y eso
era para l, simplemente una casa. Ignorando varias puertas a su
paso, lleg al final del corredor. Ah, un enorme tallado de madera
descansaba solemne y pacfico frente a Gabriel.
Todo estaba oscuro, como jams lo haba estado, ya que en ese
sagrado lugar la luz jams haba desaparecido. Hasta entonces.
El grabado tena representada una especie de escena
apocalptica. En la parte superior, unos seres alados flotaban
alrededor de una figura ovalada que pareca emitir haces de luz, lo
cuales se dirigan hacia donde los humanos estaban obviamente
representados. En dicha imagen se erguan hombres de rostro y
actitud prepotente, riendo y disfrutando de excesos. Bajo ellos, varias
personas de aspecto humilde trabajaban el campo y lloraban a un
difunto. Por ltimo y al pie de aquel ornamento de madera, unos
seres fantsticos miraban hacia arriba, tratando de llegar a la
superficie, y as, alcanzar a los humanos.
Gabriel dirigi su rostro de finas facciones y sus ojos de un
peculiar y nico color naranja, a la escena que tena frente a l.
Levant uno de sus dedos y dibuj una figura en el aire. Por donde
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pasaba la punta de su dedo, una lnea dorada quedaba suspendida en
el vaco. Cuando por fin termin, una especie de pentagrama qued
estampada en el aire y aquel muro de madera se parti en dos,
formando una puerta de enormes proporciones.
Gabriel no se movi, slo se qued ah, mirando el agujero negro
e interminable que la puerta haba descubierto. Cuando por fin pudo
dar un paso, lo dio hacia atrs mientras cerraba sus ojos, llenos de
dudas y remordimientos.
-Es duro no? Tener que sellarla. Jams volver a cruzarla - pregunt una voz ronca a sus espaldas. Gabriel se dio la media vuelta y observ cmo una figura se diriga hacia l, caminando cual alma en pena. Se trataba de Rafael, su hermano mayor.
Gabriel era alto y estaba en buena forma. Incluso su fuerza sera
cientos de veces mayor a la del hombre ms poderoso del mundo,
pero, al lado del recin llegado, pareca un adolescente flacucho y
cualquiera. Rafael meda casi dos metros y era tan corpulento como
un toro. Su largo y rubio cabello, caa por debajo de sus hombros.
Llevaba una barba de candado, unas arracadas en cada oreja y una
armadura similar a la de Gabriel, slo que en color azul. Sus ojos
celestes, observaban fija y tristemente a Gabriel, quin no le devolva
la mirada, sino que lo examinaba de pies a cabeza.
Gabriel not que su hermano no tena heridas o stas ya haban
cicatrizado; quiz haba llegado ah incluso antes que l mismo.
Aunque se alegraba de verlo con vida y senta cmo parte de la
presin en su pecho desapareca, no pudo expresarlo; en cambio,
forz una sonrisa, sin nimos de seguirse lamentando.
Rafael se detuvo apenas a unos centmetros de Gabriel. Quiso
decir algo, pero se contuvo. Mir hacia el tallado de madera y suspir
ligeramente.
- Y Miguel ngel?- pregunt por fin Gabriel
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- No regres. Creo que no ha estado aqu desde el inicio de la guerra. No lo he visto. No creo que quiera ser encontrado- contest Rafael con un hilo de voz.
Gabriel levant la mirada, era como la de un nio cuya navidad
se haba cancelado: en parte colrica, en parte extraada.
-As que el muy desgraciado decidi salir por la puerta de atrs. Vaya que si me enga todo este tiempo. Pens que algo as era muy bajo para l. Rafael, lo mir. No haba una respuesta-. Bueno, qu ms da continu-. Un anticido ser ms que suficiente. Algo as puede causar indigestiones, incluso a entes como nosotros. Se tom unos momentos y reflexion-. Pero l sigue ah afuera. Puedo sentirlo.
Rafael no se movi, ni siquiera relaj su mirada un poco. Miles
de aos, le haban enseado que el ms pequeo de sus hermanos
sola esconder el dolor detrs de una careta de despreocupacin.
Tambin haba aprendido a no ir contra eso.
-Es cierto, l est ah y debo encontrarlo -dijo Rafael al fin, firme pero sin emocin. Y entonces va a tener que responderme a m por todo; por todos- sentenci Rafael.
Gabriel senta como si lo hubieran abofeteado en cada mejilla. En
toda su existencia jams haba presenciado que Rafael siquiera
cuestionara un poco la autoridad del mximo en el templo. Miguel
ngel siempre haba sido la voz de la verdad en el mundo de su
gigantesco hermano y en ese momento, a pesar de la serenidad que
aparentaba, poda sentir cmo el Lumen alrededor de Rafael se
encenda. En aquel ser querido que jams hubiera salido ni un poco
de los parmetros, hoy haba odio. Aunque no le hara mal aprender
una que otra palabrota, es un avance pens para s.
-Rafael, l no, por qu no estuvo ah? Con nosotros -pregunt en un tono ms serio. Tena que saber por qu pas lo que pas, por qu todo haba salido tan mal.
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-Gabriel, tenemos muy poco tiempo-. Fue la respuesta de Rafael, quin por fin reaccion. Camin hacia la puerta y pas las yemas de los dedos sobre el tallado de madera-. Por fin alcanzaron este lugar ellos, los Parac-tos Estos cuartos pronto se llenaran de esos seres, as que
Gabriel mir a su alrededor. Ya lo haba sentido, slo que no haba querido darlo por hecho. Su hogar dejaba de ser un lugar seguro.
-S, ya veo. Menos mal, tena casi veinte minutos sin pelear ironiz- Cul es el plan?
-Debemos escapar. Esta no es una batalla que podamos ganar aqu sentenci Rafael.
-Y, despus de eso? No es por nada, pero no se me da eso de la ociosidad.
-Ir por Miguel ngel indic Rafael, con voz severa- una vez que salde cuentas con l, buscar a Adam y a sus guerreros. Si ellos mueren, no habr ms que temer.
-Nah, t slo quieres llevarte todo el crdito se quej Gabriel-. No saba que tenas delirios de grandeza. Qu se supone que haga yo entonces, gran jefe?
-Encuentra a los sellos pidi Rafael-. Alguien debe cuidarlos y entrenarlos.
-Se supone que ese sea yo? No lo s, jefe. Mi nivel de responsabilidad recuerdas? Es tan vago como tu sentido del humor. Yo no puedo, no soy el ms indicado -dijo al final, con lapidaria seriedad.
-Yo no estara tan seguro. Gabriel, no hay nadie que los conozca mejor que t Por Andemin! exclam a forma de expresin-, Dios sabe cunto me quej de tu afinidad hacia ellos. Hoy podra sernos til.
-Dios? Creo que alguien es ms humano de lo que quiere aceptar.
-Adems -sigui Rafael- no estars solo.
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Gabriel levant la mirada, frunci el ceo y mientras se dispona
a preguntar a qu se refera, ambos lo sintieron. El tiempo se haba
terminado. Observ entonces al vaco, a ese hoyo negro que creaba la
oscuridad profunda del pasillo. Cont entre dientes y sonri.
-Vaya, deben ser cientos de ellos- se sonri Gabriel mientras se volva hacia Rafael.
-S, creo que si uno ms apareciera tendramos problemas- respondi Rafael devolviendo la sonrisa.
-Acaso eso fue una broma? se sorprendi Gabriel-. Justo en el momento menos adecuado te pones todo comediante conmigo. Mejor te concentras, viejo.
-Lo que t digas.
Gabriel, sin dejar de sonrer, tom el hombro de su hermano,
Rafael hizo inmediatamente lo mismo.
-Entonces nos vemos pronto? -pregunt Gabriel
-Tarde o temprano. Cuida los sellos- contest Rafael con una voz que denotaba tristeza disimulada.
-Cudate a ti mismo.
Gabriel termin de decir esto y se dio la media vuelta. No quera
expresar la desesperanza que en esos momentos invada toda su piel;
no era su estilo. Lo mejor era partir, saber que no haba nada ms que
decir y que haba tantas cosas por hacer. Quiz era la ltima vez que
vea a su hermano; nadie les aseguraba siquiera salir de aquel, alguna
vez, acogedor lugar. Y de pronto, cuando la nostalgia pareca entumir
sus sentidos, los vio.
Decenas de criaturas rastreras y giles se dirigan hacia ellos,
con sus ojos amarillentos fijos en los dos hermanos. Sus cuerpos
parecan estar hechos de petrleo y su piel, estaba llena de escamas
puntiagudas. Se asemejaban a sombras con volumen y movimiento
propio: Los parac-tos susurr Gabriel.
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Uno de ellos levant lo que deba ser su rostro, emiti un
extrao sonido y se movi con una rapidez fuera de lo comn en
direccin a Gabriel. Desafortunadamente para la criatura, ambos
hermanos eran todava ms rpidos.
Gabriel, con un sencillo pero gil movimiento, eludi el ataque
de la criatura. Rafael extendi su brazo y atrap entre sus dedos el
cuello del parac-to, el cual gimi de dolor. Rafael apret los dientes.
Un aura de color azul celeste, rode todo su cuerpo. Cerr su mano y
sin el menor esfuerzo, pulveriz a aquel ser.
El resto de los parac-tos tomaron esto como su bandera de
salida. Todos atacaron en bandada, soltando chillidos y brincando
enloquecidos.
Gabriel rpidamente cambi su postura. Aquella misma energa
azul, rode cada milmetro de su cuerpo. Mirando fijamente a sus
objetivos, levant los brazos. El dedo ndice de su mano derecha
apuntaba al frente, su mano izquierda sostena el brazo contrario. De
la punta de su dedo extendido, una lnea de energa sali disparada y
todo lo que tocaba a su paso, estallaba en llamas azules. Varias
criaturas fueron alcanzadas y soltaban gritos guturales.
Rafael hizo aparecer de la nada, una cadena dorada que no tena
fin. La punta era parecida a la de una flecha y responda a la posicin
de los enemigos. Se levantaba como un sabueso buscando su presa.
Lanz uno de los extremos hacia sus enemigos. La cadena, que
aparentaba tener vida propia, fue sujetando una a una a las criaturas.
Cuando tuvo un nmero considerable de ellas atrapadas, Rafael dio
un energtico tirn a su arma, la cual arrastr a los seres y los junt
en una enorme masa de negrura, para despus ser rodeados de la
extraa energa azul y desaparecer pulverizados.
Gabriel corri varios metros por el pasillo y en menos de un
segundo estaba a un lado de su espada y arma de fuego; abandonados
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por l, minutos atrs, presa de su melancola. Tom su sable y se
incorpor. Dos parac-tos se abalanzaron sobre l y fueron partidos a
la mitad con un par de giles movimientos de mueca. Se dirigi a
una de las ventanas del templo. En el jardn haba un ro de enemigos
que entraban por la puerta principal. A un lado de aquella multitud
de seres oscuros, dos sujetos con figura humanoide, cubiertos por
mantas cafs de pies a cabeza, observaban la escena.
Rafael, mientras tanto, luchaba con varias criaturas al mismo
tiempo. De potentes puetazos mandaba volar a cada sombra que
tena la mala idea de acercarse a l. Sin embargo, al segundo parecan
multiplicarse y pronto ni la fuerza del enorme rubio era suficiente
para mantener a raya a todos. Gabriel apareci sbitamente a su lado.
-Ya no estn solos, Rafael. Tiempo de ponernos en polvorosa.
-Djalos venir, quiz es el momento de saldar cuentas- respondi Rafael, a la vez que, con un poderoso abrazo, trituraba a dos Parac-tos.
Gabriel dio un paso atrs, puso la espada en su vaina, (la cual
cargaba a un costado de su pierna izquierda) elev ambas manos y
las llen de energa.
-Aleo perditus!- grit Gabriel y extendi las palmas hacia el frente; dos ondas de energa en forma de aros salieron de ellas y recorrieron aquel pasillo de principio a fin. Los parac-tos de pronto quedaron paralizados y antes de que pudieran comprenderlo, explotaron todos al mismo tiempo, dejando slo rastros oscuros de su existencia.
-Impresionante
-Definitivo fue lo ltimo que me quedaba -dijo Gabriel.
-Puedes salir de aqu? -pregunt Rafael.
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-S, ya vete, slo me estorbas -respondi Gabriel mientras tomaba nuevamente su espada. Rafael sonri y se dirigi al lado contrario de la enorme puerta de madera.
-Gabriel-dijo antes de cerrar el enorme y grabado muro.
-Lo s -contest Gabriel a la vez que miraba a su hermano de reojo. Slo vete y sella la puerta; nadie ms debe cruzarla no es un adis.
-Cudate -pidi Rafael y desapareci tras la puerta, la cual se cerr y fundi nuevamente en un solo muro.
Gabriel se arrodill unos momentos y esper. Poda escuchar los
cientos de pasos dirigindose hacia l. Senta el odio y la aceleracin
de las criaturas. Cerr los ojos y respir unos momentos. Tranquiliz
todo a su alrededor. Tena que localizar mentalmente a cada uno de
sus enemigos; sentir sus movimientos, su velocidad, su energa
extranjera.
Todo el templo apareci en su mente, cada ser que lo cruzaba se
dibuj tan claramente como si los viera en persona. Era el momento.
Se incorpor e inici su movimiento; un movimiento que un simple
humano jams habra podido ver. Demasiado rpido, demasiado gil.
Los parac-tos apenas se percataban de que algo pasaba a su lado
cuando eran atravesados por la filosa arma de Gabriel. Uno a uno,
fueron cayendo sin tener tiempo de reaccionar.
Gabriel lleg a una de las ventanas contrarias a la entrada
principal del templo. Antes de salir por ella, dio un ltimo vistazo a su
hogar. Los seres trepaban los muros, recorran los pisos y suban las
escaleras con ahnco. Todo se haba perdido. Casi sintiendo cmo el
aire le comprima la garganta y ahogando un grito de lstima,
abandon el lugar.
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Minutos despus, los dos hombres cubiertos en las mantas cafs
llegaban a la enorme puerta de madera tallada. Uno de ellos dio un
paso adelante, quedando a centmetros del grabado. Despus de
examinarlo unos momentos, se retir con elegancia la capucha que
llevaba sobre la cabeza. Su rostro de facciones toscas y sus ojos casi
completamente negros se fijaron en su compaero y torciendo la
boca en una accin que intentaba pasar por sonrisa, estir de ms la
piel de su cara, la cual tena casi la misma tonalidad de sus ojos.
-Puedes abrirla? -pregunt en una voz ronca espectral.
-No -contest el acompaante.
-Claro. Sigo sin entender la utilidad de tenerte de nuestro lado, Uriel.
El otro hombre se retir de un tirn la capucha. Su piel (de un
blanco impresionante) no anunci ningn tipo de gesto. Sus ojos
cafs se mantuvieron impasibles y su cabello corto y rojo permaneca
tan tranquilo como l.
-La buena noticia es que no te corresponde entenderlo- contest Uriel con una voz que expresaba total calma
-Ciertamente se rindi el tosco sujeto de piel morena. En ese caso, por qu no me muestras el resto del lugar? -Aunque pareca una pregunta, su tono dejaba en claro que era una exigencia. Acto seguido, pas a un lado de Uriel y se alej velozmente.
Uriel mir unos segundos ms la puerta y la toc con la yema de
sus dedos. Estaba sellada, tal y como lo pens. Sus hermanos estaban
ahora lejos de ah.
Se coloc la capucha nuevamente, dejando slo la boca al
descubierto, en la que se dibuj sutilmente una sonrisa. Dio media
vuelta y sigui al otro hombre.
La guerra slo haba concluido su primer episodio.
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Yo estuve ah desde el principio. Cuando la guerra era slo un rumor que creca como una onda en el agua: de forma expansiva pero
sin escndalo.
Empez como una simple discusin, como todas las guerras
comienzan. Un desacuerdo entre dos personas que se convirti en
una disputa entre dos naciones, y termin en una guerra mundial.
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Los humanos haban descubierto el recurso ms ilimitado y poderoso
de todos. Una energa perpetua capaz de calentar sus hogares, mover
sus autos, preparar sus alimentos, iluminar sus calles. Por fin, todos
los problemas del planeta parecan tener solucin. Llamaron a esta
energa: Lumen.
Pero los humanos, siendo quienes son, tomaron un camino
totalmente inaceptable.
El lumen era un poder inagotable de amplias posibilidades y
siempre haba estado con ellos. Les daba movimiento, conciencia,
sentimientos, fuerza. Era una de las cosas ms bsicas para su
supervivencia y nunca antes la haban notado.
Una familia fue quien comenz todo. Se dieron cuenta de los
infinitos beneficios de la energa. Aprendieron a utilizarla, moldearla,
proyectarla, manipularla en todos los aspectos y despus, le
presentaron su hallazgo al mundo en forma de una compaa: Focus
Lumen que significa: Concentrar la luz
Las grandes naciones fueron las primeras en levantar la mano.
Queran ese maravilloso poder para su beneficio. Las aplicaciones de
tal descubrimiento seran astronmicas. Eso solo poda significar
problemas; los humanos suelen recordar lo imperfectos que son.
La gente siempre ha tenido la falsa idea de libre albedro. La
realidad, oculta por los ms altos mandos, resultara estremecedora
para aquellos con ideales de autonoma. No, no existe tal cosa:
Trece, ese es el nmero de personas que toman las decisiones ms
importantes del mundo. Descubr muy tarde esa verdad, para mi
pesar.
Arbitrarios movimientos fueron tomados con la triste
complacencia del resto de la humanidad. Fue escalofriante descubrir
la naturalidad con la que las personas aceptaban direcciones tan
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peligrosas para su propio mundo. Las mismas disputas de siempre
decan con total lgica.
Los Trece queran establecer un gnesis propio, algo que
burlara y sobrepasara las decisiones de su Dios; mostrar que haban
rebasado tan bajas expectativas. Ellos siempre anhelaron el poder de
moldear el mundo, de crear una utpica sociedad bajo el yugo total
de sus ideales. Ahora por fin, lo tenan.
Y a una indicacin suya, el Lumen fue utilizado para afirmar ms
la aberrante naturaleza del hombre. Armas con un poder que
sobrepasaban los ms escandalosos lmites de la imaginacin del ms
pesimista. Las bombas nucleares de pronto parecieron globos llenos
de agua.
No se recuerda quin realiz el primer ataque, tampoco importa
mucho. Humanos asesinaban humanos en un abrir y cerrar de ojos.
Ciudades desaparecan a la velocidad de un botn presionado.
Batallas por todo el mundo, mermaron la poblacin en cantidades
alarmantes.
Muchas regiones que solan ser un hermoso lugar para vivir se
tornaron inhabitables. Comunidades enteras se esfumaron sin dejar
nada que enterrar. En tres largos aos, el mundo cambi para
siempre. Llamaron a esta guerra: El colapso
Un nuevo gnesis.
Hay algo que pocos humanos saben. Sin ser su intencin, haban
tomado parte en una guerra que iba ms all de simples desacuerdos
humanos. Haban participado en el principio de una guerra entre dos
mundos. No puedo dejar de reprocharme las millones de personas
que perecieron sin saber la causa. Habitantes de un mundo paralelo
al humano, cegados por la envidia y corrodos por una ira sin
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justificantes, hallaron en la naturaleza blica del hombre, la
herramienta perfecta para debilitarlos.
Fueron ellos, artfices principales en la guerra. Soldados
invasores que tomaron acciones por su cuenta para desestabilizar la
sociedad humana. Entraron en cuenta de que no necesitaban hacer
mucho. Manipulables y autodestructivas eran las personas. Con el
aliciente correcto, la batalla interna de este mundo sera su victoria.
Pero con la misma velocidad con la que haban llegado, esos
seres decidieron partir. Los humanos de pronto no comprendieron el
porqu de su guerra. Ya nadie lograba recordar aquello que los llev
a pelear, a asesinar.
Y como si una pesada venda hubiera sido removida de sus ojos,
la batalla ces.
Un penoso panorama les esperaba en el horizonte. Continentes
enteros haban quedado destrozados, inhabitables. Pases
susceptibles a perderse en las profundidades del ocano a la menor
provocacin. Una inestable situacin del Lumen, mataba a las
personas que pisaban los territorios equivocados; inestabilidad
creada por las innaturales armas de esta energa. Slo parte del
continente europeo y el norte del africano, mantenan una real
posibilidad para reconstruir a la raza humana. Ochenta por ciento de
su poblacin haba desaparecido trgicamente.
Se decidi terminar con las fronteras: estpidas divisiones entre
una misma raza. Acuerdos de una renaciente sociedad, fueron
establecidos. Una nueva ciudad, smbolo de la restablecida paz y un
anhelado progreso, fue construida en el corazn de la antigua unin
europea. Esta ciudad fue llamada con el esperanzador nombre de
Oppidum Lux y fue un ejemplo de lo que el Lumen, correctamente
utilizado, poda lograr.
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Colonias de gran tamao fueron establecidas alrededor de dicha
metrpoli, creando as, la mayor organizacin distrital de la historia.
Las reglas y leyes fueron el resultado de un consenso popular a gran
escala y en menos de dos dcadas, una nueva sociedad haba
florecido.
Algunas comunidades, temiendo que una guerra as pudiera
repetirse, se rehusaron a formar parte de esta floreciente utopa.
Crearon sus propios pueblos, con sus propias lneas de conducta y
rechazaron la utilizacin del Lumen como columna vertebral de su
existencia. Fueron llamadas por la sociedad establecida como:
aldeas exteriores.
Pero detrs de esta paz y progreso, existen problemas que, como
la vez anterior, permanecen en la ignorancia de las personas.
Los creadores de este nuevo gnesis (los trece), estn
complacidos con el poder que sus decisiones les han significado y
como cualquier ser humano, quieren ms.
Aquellos seres de otro mundo, actan tambin entre las sombras
creadas por la guerra. Sus verdaderas intenciones estn a punto de
aparecer en escena.
El mundo hierve con la amenaza silente de una nueva batalla. El
mundo nuevamente, no lo sabe.
Sin embargo, perder la esperanza sera insensato en estos
momentos. Todo mal tiene su bien para hacerle frente y tengo mucha
confianza en que ste, ser lo suficientemente capaz de proteger una
nueva esperanza de vida.
Si lo sabr yo.
G.H.
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El hombre caminaba por entre las ruinas del antiguo palacio real de Parac-do. Estatuas de gran tamao, frescos deslavados por el
tiempo y grabados en las incompletas paredes del recinto, contaban
con orgullo, la leyenda de sus hroes de antao.
Pero no haba hombre o mujer representado ah. Eran bestias
glorificadas con cuerpos monstruosos que ninguna persona haba
visto en la historia de la humanidad. Nunca jams.
El cielo de aquel mundo, que se vislumbraba por entre los restos
de lo que alguna vez fue un techo, era carmes, y los soles que le
adornaban brillaban con un tinto espectral. La tierra bajo los pies del
solitario merodeador poda ser de cualquier color, pero un ojo
humano jams lo descifrara. Cmo podra?
El hombre sigui por un largo pasillo que lo condujo a unas
escaleras, que lo condujeron a las entraas de la tierra misma, que lo
conducan a su objetivo. El palacio no estaba hecho de roca, no. Era
un material negro, parecido a lo que los humanos conocan como
nix.
En las oscuras profundidades (sirvindose de una antorcha para
no tropezar) el hombre encontr por fin su objetivo: Una tumba, una
de las ms famosas en aquel mundo. Era una cripta pesada, como no
haba igual en el mundo de los humanos.
Movi con una sola mano la ceremoniosa cripta, como si sta
fuera de cartn. Asom su rostro adentro y rodeado por cenizas que
alguna vez fueron un ser de aquellas tierras, estaba lo que haba ido a
buscar: Un medalln. Pero no era cualquier medalln, no. Era el
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instrumento que habra de reactivar las esperanzas de su legado. El
medalln era de de color cobrizo. Tena el grabado de un animal
similar al guila de la tierra de los humanos, slo que no lo era.
Tom el objeto con ambas manos y sonri.
El primer paso estaba dado.
Haba gritos, risas y quejidos a su alrededor. Algunos festejaban
a cada impacto, otros slo exclamaban frases de lstima o fingida
preocupacin.
Abri los ojos slo para ver el rostro de todos. Ah estaban:
animales fcilmente impresionables, personas que haban hecho de
este tipo de actividades, el momento cspide de su semana. Haba
hombres y mujeres, jvenes y viejos. Algunos con una bebida
embriagante en la mano, otros con las nuevas drogas que se vendan
en la ciudad.
Un golpe ms dio en su rostro. El enorme, gordo y calvo hombre
que lo impactaba una y otra vez, tena la expresin llena de rabia y
petulancia. Era definitivamente un contraste con la apariencia de
David.
David no tena para nada la altura de su agresor, pero tampoco
poda avergonzarse. Era alto, s, pero slo por encima de la media,
adems, estaba en muy buena forma fsica, casi sin proponrselo,
slo haba sido as desde siempre. Tambin, a diferencia del hombre
que tena enfrente, contaba con suficiente cabello como para
considerarlo desaliado; no muy largo, pero s frondoso y alborotado,
de un color castao claro. Para desgracia de todas las chicas que se
encontraban en el lugar (las cuales sufran cada que lo golpeaban)
era bastante bien parecido. Tena un rostro ligeramente redondo
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pero compuesto de delgadas y delineadas facciones. Sus ojos eran de
un color extraamente mbar, los cuales estaban contorneados por
dos cejas bastante pobladas.
El troglodita levant a David con ambos brazos y lo lanz hacia
uno de los extremos de la jaula de acero inoxidable que los mantena
dentro del improvisado cuadriltero de pelea. David cay
pesadamente al suelo y la algaraba gobern el ambiente. El chico
levant el rostro y busc por toda la barra de aquella maloliente
cantina a sus amigos.
El primero en aparecer fue Abel. Su amigo era delgado y
espigado. Su cabello, rubio, rizado y largo, se agitaba consternado
junto con el resto de su cabeza. Sin embargo, al ver el rostro de David,
relaj su mirada y sonri de manera sarcstica. Despus de unos
segundos, grit algo que se apagaba por el agobiante ruido, pero que
David entendi como: deja ya de jugar.
A la derecha de Abel, una hermosa joven se llevaba las manos al
rostro, sacudiendo la cabeza y quejndose tambin de preocupacin.
Su cabello negro y lacio, baaba el hermoso rostro de delicadas
formas y piel morena que no pasaba desapercibido por los ebrios del
lugar. Sus grandes ojos miraban con angustia a David, casi como si
fuera la ltima vez que lo vera.
David sonri y le gui un ojo a la joven Samanta. Se levant de
un brinco e hizo unos movimientos de cuello, ms por irritar a su
enorme adversario que por incomodidad alguna. El sorprendido
Goliat no daba crdito a sus ojos. Un nio de veinte aos lo estaba
dejando en ridculo. Su boca abierta, empez a elaborar espuma, a la
vez que abandonaba la incredulidad para pasar a la ira. Se estaban
burlando de l; eso no era aceptable.
David se encontraba tan molesto como la mole frente a l. Y es
que a cada minuto que pasaba, a cada golpe que reciba, la verdad era
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ms evidente: no haba mucho que explicar, no era una persona
normal. Cualquier otro estara casi muerto.
Y sin embargo decidi darle a su contrincante, una oportunidad
ms.
Un viejo ebrio que haca ms escndalo que cualquiera en el
lugar, tom un gastado banquillo de madera que estaba a un lado de
la barra del antro aquel y se acerc tambalendose al escenario de
pelea. Con un esfuerzo sobrehumano y tratando de no irse de
espaldas, escal la reja para lanzar el banquillo al enorme hombre,
quien rpidamente lo tom y encar a David.
David ni siquiera alz la guardia, incluso puso literalmente la
otra mejilla. Pronto el banco se haca astillas al impactar su rostro. El
desaliado chico ni siquiera cay al suelo. Esta vez, la gente qued
muda. No hubo una sola exclamacin; nadie respiraba en ese
momento.
David abri los ojos y suspir pesadamente. No tena caso seguir
con aquello. Cerr el puo derecho. El hombre frente a l era no ms
que una estatua. No se iba a mover; de cualquier manera no habra
tenido mucho que hacer. El golpe impact secamente la nariz del
sujeto. El gigantesco hombre cay como roble recin talado y no se
movi ms.
Para el momento en que todos en la cantina se daban cuenta de
lo que haba sucedido, David ya haba abandonado el cuadriltero y
se diriga hacia sus amigos, mientras, alrededor, la mayora de las
personas (si as poda llamrseles a aquellos seres) ladraban como
perros hambrientos y se quejaban de trampa. Algunos otros, escasos,
celebraban como si se hubieran ganado la lotera, cosa que estaba
muy cercana a la realidad.
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Samanta abraz a David antes de que ste pudiera decir algo. Se
quedaron unos momentos as. David levant la mirada y observ a
Abel, quien haca una especie de disimulo sarcstico. Cuando el gesto
entre ellos termin, Abel mismo les hizo una seal con la cabeza, la
cual entendieron como un salgamos de aqu. Acto seguido, suban a
unas escaleras que los conduca hacia una puerta de madera mal
pintada.
Dentro, un pequeo hombre vestido con un traje de segunda
mano que trataba de hacerlo pasar por una persona elegante, estaba
sentado detrs de un escritorio que combinaba perfectamente con el
aspecto de todo el bar. Con aire de enfado mir a los recin llegados.
Abel, que escudriaba el cuarto con pretendido inters, se acerc al
hombrecillo.
-Pues, gan Pguenos- solicit Abel, con una sonrisa de oreja a oreja.
El sujeto no dijo nada y se limit a entregarles una tarjeta de
color verde platino.
Mientras los tres amigos caminaban por la calle, las lmparas
que estaban colocadas en cada esquina de las aceras comenzaron a
encenderse. A pesar de ser poco menos que una comunidad, aquella
rea contaba con tubos de punta luminosos, lo cual le pareca una
graciosa peculiaridad a David, ya que el resto del barrio se compona
por callejones angostos y casas construidas an, con ladrillos y
cemento (cosa que para esos tiempos, resultaba arcaica).
Dichos tubos eran eso: varas colocadas de forma vertical sin
ninguna clase de bombillo. En la punta de cada poste, una esfera
flotante de luz azul iluminaba gran porcin de la cuadra. Cada que
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uno de estos utensilios se encenda, la esfera apareca de la nada y
con un alcance asombroso, pintaba de luz cada rincn.
David iba en silencio, pretendiendo como casi todo el tiempo que
escuchaba atentamente la pltica de sus dos amigos, que, como de
costumbre, discutan como pericos enjaulados. Samanta hablaba
airadamente sobre los temas de siempre. El maltrato a las tierras
exteriores, la explotacin por parte de la compaa hacia la energa
perpetua. A final de cuentas se estn robando algo que por
nacimiento es nuestro alcanz a escuchar David de la chica.
Abel, por su parte, remataba con los comentarios sarcsticos de
su muy caracterstica (y a veces francamente irritante) personalidad.
Tienes razn, Sam. De hecho cada noche siento como violan mi
espacio personal cuando alguien enciende su televisor en el cuarto de
al lado deca con un tono meramente irnico. Sin embargo, David
saba que su amigo estaba completamente de acuerdo con Samanta.
Claro que lo estaba.
David agradeca el hecho de compartir su vida con ellos. Los tres
vivan una peculiar situacin: no tenan a nadie ms en el mundo.
David conoci a Abel cinco aos atrs en Oppidum Lux (la
metrpoli ms importante y grande del planeta), una noche que sala
de uno de sus trabajos temporales que tomaba slo para alimentarse
unos das.
Despus de terminar de colocar unas cajas, (limitndose y
pretendiendo que slo poda cargar una a la vez, pues no resultaba
agradable despertar suspicacias entre sus compaeros) se despidi
de su jefe, (hombre de edad avanzada que tosa los estragos de una
cruda) quien con un gruido respondi el gesto. David, sali de la
enorme bodega llena de alimentos deshidratados y entr en un
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cuarto que haca de vestidor. Ah, tom sus pocas pertenencias de un
sucio casillero y se encamin a la salida trasera del local, la cual
conduca a un callejn hmedo y oscuro.
Cuando haba recorrido casi la mitad del tenebroso espacio,
escuch algunas sirenas y unas voces que con gritos se alertaban
unas a otras. David, extraado, levant la mirada y pudo observar
cmo tres siluetas corran en direccin a l, escapando de algo o
alguien. Ya que era poco probable que sufriera algn dao, no se
alarm y se limit a hacerse a un lado para permitirles pasar y poder
seguir con su camino. No estaba de nimos para entretenerse con un
lo que no le incumba en lo ms mnimo.
Cuando las siluetas tomaron forma, pudo observar a tres chicos
que corran alarmados mientras volteaban insistentemente sobre sus
hombros, seguramente vigilando a sus perseguidores. Dos de los
tipos parecan adultos, mientras que el tercero y ms rezagado, era
de la edad de David, quien pudo notar que el chico estaba herido y
era el ms aterrorizado de los tres.
Al momento de pasar a un lado de David, el ms joven cay
pesadamente de bruces, los otros dos apenas si se dieron cuenta de
esto y por supuesto, no se tomaron la molestia de volver por su
compaero.
-Oigan! ayuda!- grit el chico rubio que se encontraba en el suelo.
David lo mir unos momentos y observ que su nuevo
acompaante sangraba de manera alarmante.
-No van a volver -exclam David despus de unos segundos,
mientras consideraba la situacin. El chico mir a David, sobresaltado; al parecer ni siquiera se
haba dado cuenta de su presencia. David decidi seguir su camino,
no sin sentir bastante remordimiento.
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-Espera, no te vayas! No me puedes dejar aqu- dijo el chico cado, en tono de splica
-Yo no ayudo a delincuentes- respondi David, y sin embargo se detuvo dubitativo.
-Por favor
David vislumbr dos siluetas que cargaban varas luminosas
(armas de contacto utilizadas por las autoridades), eran policas y a
juzgar por la manera en que agitaban tales barras de Lumen, estaban
dispuestos a usar la fuerza. Si iba a hacer algo, tena que actuar ya.
David dio la media vuelta y se inclin para recoger al chico, a
quien, sin ningn esfuerzo levant y recarg sobre su hombro, para
despus, de un simple salto, desaparecer del callejn.
Los policas, que estaban seguros de haber visto movimiento en
aquel lugar, se detuvieron unos instantes. Vestan trajes de color
verde, ajustados a todo su cuerpo. Llevaban gafas que identificaban
movimiento, calor y proximidad del lumen de las personas. Despus
de mirar a su alrededor unos momentos, uno de ellos presion una
pantalla tctil que llevaba en el brazo izquierdo e inform que los
haban perdido. Acto seguido, siguieron rpidamente su curso.
David y el chico estaban en la azotea de uno de los edificios que
formaban el callejn. El primero, esper unos momentos antes de
decidir que los oficiales haban tomado la distancia lo
suficientemente segura como para poder hablar sin que los
escucharan, entonces se volvi para ver al otro chico. Por unos
segundos olvid lo que acababa de suceder; pero claro, las personas
normales no brincan diez metros de un salto.
El joven rubio lo miraba con ojos de plato. Ni siquiera respiraba.
Incluso algo de saliva corri por su barbilla. David, quien saba que
estaba a punto de entrar en un interrogatorio sin fin y bastante
incmodo, decidi lanzar la primera pregunta l mismo.
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-Cmo te sientes? Necesitas un doctor? -interrog secamente, a sabiendas de que era poco probable que obtuviera una respuesta a sus cuestionamientos.
-Qu demonios eres t? -pregunt balbuceando el anonadado desconocido, mientras secaba con su mano la saliva en su rostro.
De regreso en el almacn, el viejo jefe de David cur las heridas
de Abel. El hombre no hizo muchas preguntas, al parecer era algo
comn para l. Sin duda la delincuencia en esa parte de la ciudad,
relativamente comn.
Mientras el anciano se despeda y ofreca las instalaciones para
que pasaran la noche, David tomaba una taza de chocolate caliente y
pretenda estar disfrutndola a sobremanera. Not por primera vez
la apariencia de su nuevo amigo. Desaliado, s, pero definitivamente
no era circunstancial. Pareca que vesta siguiendo los pasos de una
extravagante moda. Su ropa estaba hecha de tela de aluminio (desde
que el Lumen haba permitido trabajar de diferentes maneras cada
material, los parmetros de la vestimenta y de otros muchos rubros,
se haba salido de control). l, por su parte, siempre haba vestido
telas normales y colores neutros; eran un par chistoso.
Abel agradeci al viejo, pero ste ya no escuch el gesto, haba
cruzado la puerta y salido del establecimiento.
-As que, no sabes qu eres -pregunt Abel en un tono que no haba abandonado el asombro.
-Yo dira ms bien, que no recuerdo quin soy -respondi David, haciendo un claro hincapi en la palabra quin. Era ya suficientemente difcil no entender qu suceda con l mismo, como para que un desconocido lo tratara cual fenmeno.
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-Y Qu es lo ms que recuerdas? -continu Abel, quien haba logrado contener el nerviosismo de su voz. Esta vez, incluso, sonaba intrigado.
-Pues, despert en un hospital. Nada antes de eso lo raro es -se detuvo David. No porque no quisiera seguir hablando, sino porque era resultaba bastante inquietante el slo recordarlo.
-Qu es lo raro? -apremi ya sin inhibiciones Abel, claramente dominado por la curiosidad.
-Es que el hospital, estaba solo. Vaco.
David ya no dijo ms. Era la primera vez que contaba eso. Estaba,
en esos momentos, ms en sus pensamientos que en aquella sucia
bodega. Abel observ la expresin blanca en el rostro de su salvador
y entendi muy bien que deba dar por cerrado ese tema.
Cuando por fin David dej de lado la nostalgia, se dio cuenta de
que haba pasado por alto un significativo asunto.
-Y bien? Por qu te persegua la polica? -pregunt con un tono de severidad bastante definitiva. No le agradaba la idea de ayudar a un prfugo y menos si no entenda por qu haba sido necesario.
-Bueno, es todo un mal entendido t sabes, yo estuve en el lugar equivocado, en el momento equivocado. S, todo es un, un
-Mal entendido. -Eso, exactamente eso, yo -Mataste a alguien? -Dios, no! -Violaste acaso? -No! Cul es tu problema? Eso es asqueroso. -Robaste, entonces. -Bueno, lo intentamos -Y qu tiene eso de mal entendido?
Abel tamborileaba ansioso sus dedos en la pequea mesa que
tena a un lado de l. David, que observaba la incmoda situacin en
la que haba metido a su compaero, sinti pena por el estado en que
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se encontraba y no pudo contener una carcajada. Abel frunci el ceo
sorprendido y obviamente ofendido; no pareca comprender el
humor en aquello.
-Me hayas chistoso? -pregunt Abel, con el tono ms severo que pudo presentar.
-No, lo siento -respondi David mientras controlaba poco a poco su risa- es slo tu expresin.
-Y qu tiene de malo mi expresin? -definitivamente el comentario no lo haba hecho sentirse mejor.
-Simplemente me parece que no tienes mucha idea de cmo llegaste hasta aqu. Ahora s puedo creer que estabas en una situacin equivocada.
Abel dio un resoplido con la nariz y desvi su mirada con aire
ofendido. David entendi esto y guard compostura. Con toda la
seriedad que pudo manejar, mir directamente a Abel.
-Y qu estaban tratando de robar? -cuestion David -Es, era No tiene importancia -respondi Abel, al tiempo que
su postura haba cambiado. Ya no estaba molesto, pareca preocupado.
-Bueno, si t lo dices acept despus de unos momentos David, entendiendo que no era el momento-. En unos das me ir de Oppidum Lux. No acostumbro pasar mucho tiempo en un solo lugar. Si quieres puedes venir, no creo que sea buena idea que te quedes aqu.
Abel levant la mirada confundido. Al principio trat de decir
algo pero no lo logr. Finalmente asinti con la cabeza y esboz un
humilde intento de sonrisa. David devolvi el gesto.
-S, creo que lo mejor, por el momento, es que no me quede rondando cerca de la ciudad.
-Bien, mientras tanto deberas descansar. Tu pierna lo necesita. -dijo David mientras se incorporaba y se dispona a salir de la habitacin.
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-Tu jefe, no tiene miedo de que un delincuente duerma aqu? -pregunt Abel con un tono que intentaba denotar gratitud. David sonri a esto, apag la barra de lumen que iluminaba el cuarto y sali de ah, sintindose extraamente aliviado de no tener que seguir su errante camino, por s solo.
Samanta miraba preocupada a David, como tratando de
encontrar la ms mnima expresin de dolor en su rostro; ste puso
los ojos en blanco. Mientras tanto, Abel sac una tarjeta de su
pantaln que despus desliz varias veces (murmurando
maldiciones) frente a una pequea pantalla que funcionaba como
cerradura de la puerta del destartalado hotel donde estaban
hospedados y que se mostraba reacia a cooperar.
Despus de un par de docenas de intentos, la pantalla reconoci
la tarjeta y la puerta se recorri automticamente, dejndolos pasar.
Samanta y David entraron en la habitacin, mientras que Abel qued
atrapado cuando la puerta se cerr sorpresivamente.
David tom la tarjeta de las manos de su amigo y trat de abrirla
desesperadamente, deslizndola una y otra vez por la cerradura
ptica.
-brela! -Eso intento! Vamos, pedazo de chatarra! -Voy a perder el brazo! -No seas exagerado!
Samanta rea a carcajadas al momento en que David, de un jaln,
abri la puerta y cay encima de Abel, quien de un pujido anunci
que se haba quedado sin aire.
Despus de un ao de pasar de colonia en colonia juntos, Abel y
David se haban vuelto inseparables. Adems, combinando las
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habilidades nicas de David y la pericia para hacer dinero de Abel,
haban descubierto la forma de ganarse la vida: las peleas
clandestinas.
Fue ah donde conocieron a Samanta.
Era una prctica comn que se realizaba a escondidas de las
autoridades, pero tambin con el consentimiento de algunas, que
claro, se adjudicaban su tajada y disfrutaban de un buen fin de
semana de violencia sin sentido. Las peleas se llevaban a cabo en las
colonias circundantes a Oppidum Lux, (nunca sucedan dentro de
ella, pero s lo suficientemente cerca para que los ciudadanos con
capital de la metrpoli, pudieran ir y apostar)
Esa noche, un auditorio funcionaba como coliseo improvisado
para dichas peleas. David se encontraba en uno de los tneles que
daban al escenario. Se asom para poder ver al pblico. Jams haba
visto tanta gente reunida. Gradas llenas de cientos de personas que
gritaban y apoyaban. En los asientos baratos y ms alejados, haba
pequeos y pintorescos robots flotantes que tomaban las apuestas.
En cambio, las personas con lugares ms privilegiados, contaban con
una especie de pantalla tctil, donde no slo apostaban su dinero,
sino que adems podan ver las caractersticas de los peleadores, as
como un clculo de Lumen, lo cual les daba una idea del dao que
sufran los contendientes, al igual que la resistencia restante de cada
luchador.
Despus de unos minutos, Abel lleg a su lado, sonriendo y
visiblemente emocionado.
-Bien, vamos contra el Demoledor- anunci Abel con un gesto de felicidad.
-El Demoledor exactamente qu tiene de emocionante que vaya a pelear contra un tipo apodado el Demoledor? -pregunt David mientras segua observando las gradas.
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-Bueno, es que era contra l o contra el Asesino as que -Claro -Vamos, David. Si ganamos esta, tendremos suficiente capital
como para vivir todo un ao.
David se encontraba inmerso en aquella exagerada multitud y no
dijo nada. Incluso ignoraba por completo la pelea que se llevaba a
cabo. No representaba ningn inters para l.
-Cmo es posible que haya tanta gente? Pens que estas cosas estaban prohibidas. -pregunt por fin David.
-Viejo, si hay algo que debes saber sobre los que hacen las reglas, es que son quienes ms las rompen. Creme, les gusta tener las manos sucias.
En ese momento un enorme holograma colocado en la parte ms
elevada del recinto que haca de presentador, anunci con fuegos
artificiales al ganador de la contienda.
-Nos toca. Muy bien, recuerda que las personas no estn acostumbradas a ver un hombre invencible. As que, de vez en cuando, haz como que te duele entendido? Incluso, dales la idea de que ests a punto de perder y BUM! -dijo Abel, a la vez que representaba sus palabras con acciones
-Bum? -S, BUM. T sabes, un golpe, o lo que sea que hagas. -Ah, s claro.
Gritos de algaraba y emocin recibieron al Demoledor, quien
pas al lado de David sin si quiera mirarlo. Segundos despus, el
holograma hara lo suyo presentndolo con un grito atronador.
-El terror del cuadriltero, el Apocalipsis en persona, la mano derecha de Lucifer, el nico y jams equiparable
-Vaya que tiene apodos -dijo David al tiempo que asomaba la cabeza para ver la presentacin.
-EL DEMOLEDOR! -termin el presentador
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- Y su retador, nuevo en competencias, su debut y seguramente su despedida, reciban a ACERO!
-Acero?- pregunt David frunciendo el ceo. -No tuve mucho tiempo de pensar en eso s? Ahora sal y
haznos ricos -orden Abel, ignorando el descontento de su amigo.
David sali del Tnel y camin rumbo al escenario. Todo mundo
en las gradas abucheaba y gritaba maldiciones. Obviamente nadie
haba apostado por l. Abel caminaba a su lado y sonriendo, le dio
dos pulgares arriba. David puso los ojos en blanco y subi al
cuadriltero.
Su contrincante ya estaba ah, haciendo seas de prepotencia y
saludando al pblico con exageradas flexiones de bceps. Era un tipo
enorme, de dos metros y con una musculatura grotesca. Llevaba una
mscara de color plateado y unos pantalones que combinaban Tiene
que estar bromeando pens David. Y sin embargo, a su lado, el chico
era un completo alfeique. Eso no le ayudara mucho al guerrero
plateado de cualquier manera.
A unos metros de la pelea a empezar, un sujeto elegantemente
vestido analizaba a los contendientes. Su cabello estaba pintado por
algunas canas y fumaba un enorme puro de espantoso aroma. A su
lado, una hermosa joven le serva una copa de brandy. Era Samanta,
quien pareca increblemente miserable de estar ah.
-T qu crees, hermosa? El pequeo parece especial -cuestion el acaudalado hombre, sin observar siquiera a la chica.
-No lo s, seor -dijo framente Samanta y observ unos segundos en direccin al cuadriltero. El hombre la mir de reojo y le hizo una sea con la mano para que se retirara, ella asinti levemente con la cabeza y se alej.
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David mir a los ojos de su contrincante, accin que le oblig a
subir la mirada varios centmetros. El rferi, un hombre de edad
media tambin hologrfico, balbuceaba unas reglas y al final les pidi
que se dieran la mano. David estir el brazo y su contendiente lo
sujet. Antes de que el primero se pudiera dar cuenta de nada, ya se
encontraba siendo lanzado por los aires e impactndose en una
esquina. Cuando se levant, pudo ver cmo el enmascarado se diriga
a l, envistindolo frico con el hombro. David no hizo ni una mueca.
El pblico se volva loco a cada golpe que David reciba. El
enorme luchador lo tom por los hombros y lo proyect de una
esquina a otra. David cay sobre su estmago; estaba abrumado y los
golpes no tenan nada que ver con ello. Era la multitud, los vtores,
todo a su alrededor.
De pronto, una silueta apareci frente a l. Era Abel, quien
rpidamente haba corrido alrededor del cuadriltero para hablarle.
-Cmo ests? -pregunt Abel agitadamente -Bien -contest David -No deberas. -Disculpa? -Haz como que te duele recuerdas? -Ah, s. Claroooo
Esto ltimo lo dijo mientras era cargado por el enmascarado
fortachn y era vctima de una aparatosa llave de lucha. Despus de
varios minutos de una aparente masacre y una muy limitada
actuacin de sufrimiento por parte de David, Abel se dirigi a l con
gritos que eran disimulados por la algaraba reinante.
-Ya, acbalo! -grit Abel -Bien -afirm David mientras que el enorme hombre se
acercaba a donde yaca. -Pero pgale suavemente!- dijo Abel -Suavemente? pregunt David
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-Suavemente? pregunt el luchador plateado, confundido -S! suavemente!
David levant el puo y calcul mentalmente el impacto que
estaba a punto de realizar. Su frente se arrug mientras agitaba la
mano tratando de preparar un golpe suave Cmo demonios se da
un golpe suave? se cuestion.
Pero ya no tuvo tiempo de ms. El Demoledor estaba a unos
centmetros de l e instintivamente David solt un puetazo lo ms
medido posible. El luchador enmascarado estaba terminado.
Segundos despus y tras haber recorrido todo el cuadriltero de lado
a lado debido al golpe, yaca inconsciente en el piso. La gente pronto
abucheaba y la proyeccin anunciaba sorpresivamente, la victoria de
David.
-Hay que salir de aqu, Acero -sugiri Abel dando un salto y subiendo al escenario.
Ya en los vestidores, que no eran sino un cuarto de loza blanca
cubierta por algunos casilleros oxidados y destartalados, Abel
tomaba agua desesperadamente, como si fuera l quien acababa de
pelear hace unos momentos. Fue entonces cuando David not que su
amigo llevaba ropa deportiva excntricamente decorada y
marcadamente brillante por el aluminio. No pudo evitar rer.
Abel se paseaba de un lado a otro de la habitacin, mientras,
tranquilamente, acomodado en una banca hecha de un plstico
transparente y resistente, David lo vea andar.
-Te dije suavemente se quej por fin Abel, sin dejar de moverse como pelota de ping pong.
-Fue lo ms suave que pude. -Casi le arrancas la cabeza. -Lo cual no habra sido tan malo. Viste lo que llevaba en ella?
Abel estaba a punto de responder, cuando alguien irrumpi en la
habitacin. Era el hombre de buen vestir y de obvia ostentosidad que
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haba estado en las gradas viendo la pelea, sin embargo, para los dos
amigos, era alguien de identidad desconocida. El tipo estaba
escoltado por dos sujetos de imponente estatura y que tenan rostros
que parecan labrados en piedra; ambos vestan de manera elegante,
pero definitivamente ms discretamente que su protegido.
La joven Samanta entr al final, con pasos tmidos y sin levantar
la mirada. Llevaba un vestido rojo de una sola pieza que le cubra
hasta por debajo de las rodillas y unos guantes transparentes de
aspecto chistoso. David pudo notar el nerviosismo en su cara, adems
de un par de moretones.
El aparente magnate, daba bocanadas grandes a su tabaco. Una
sonrisa apareci en sus labios y se acerc a unos pasos de David y
Abel. David se puso de pie y cubri a su amigo.
-Felicidades por esa -congratul el pomposo sujeto con un tono irnico- impresionante demostracin.
-Gracias. Usted es? -respondi framente David. -Claro, pero no me he presentado, qu rudeza de mi parte. Mi
nombre es Zacaras Bert. Soy dueo de algunos negocios en la metrpoli, un amante del dinero si as lo quieren -bram con petulancia el hombre. Los dos amigos no respondieron a esto y slo lo miraron con seriedad. El tipo continu-. Desafortunadamente, tu pasada pelea me cost, bueno, bastante del dinero que tanto adoro.
-Lamento or eso -se disculp David con tono prudente- pero creo que un hombre de negocios como usted, comprende los riesgos de apostar.
-S, en efecto, pero vers, yo soy alguien que no deja nada a la suerte, que siempre va a lo seguro. Y para desgracia ma y ahora, claro, suya, t no eras esa opcin segura.
David senta cmo Abel se pona cada vez ms ansioso a sus
espaldas. Era una clara seal de que algo no iba bien. Si alguien
conoca a este tipo de personas, era su amigo, que estaba a punto de
hiperventilacin en esos momentos. David pudo notar tambin que la
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chica acompaante de aqul macabro tro, se morda el labio y estaba
casi temblando.
-Pues bien, me he visto en la necesidad y claro, la curiosidad, de venir a conocerlos. Adems, he venido a cobrarles -explic Zacaras para despus aspirar ms de su tabaco. David mir sobre su hombro. Esto no iba a terminar bien, saba que era poco el riesgo que l corra, pero no estaba seguro de poder proteger por completo a Abel e incluso a aquella pobre chica. Tena que ser cauteloso-. Claro que, es una suma bastante considerable; mustrales nia.
Samanta extendi las manos y de sus guantes incoloros se
proyect una imagen grfica de los gastos. En la parte central de
dicha proyeccin, un conteo de nmeros ascendentes apareci, el
cual se detuvo al marcar la cifra de diez mil quinientos crditos.
Samanta movi uno de sus dedos ndices y la cifra se desglos en
varios costos.
-Vern, la cifra de arriba es lo que me deben por la apuesta, los nmeros al fondo representan el costo de mi luchador. As es, Demoledor trabaja para m, lo que por supuesto me lleva al siguiente punto -dijo Zacaras con una sonrisa bravucona, al tiempo que le haca una seal a Samanta, quien baj sus manos y la proyeccin desapareci- Yo soy, a final de cuentas, una persona compasiva y con intereses nobles. Podra desaparecer esa, excesiva deuda claro, pero todo en nombre de un trato que nos convenga a ambos.
-Quiere que pelee para usted -adivin David, sin un pice de emocin en su voz.
-Vaya, no slo eres fuerte, tambin bastante listo. Puedes tener lo quieras. Te pagar bien, siempre y cuando sigas ganando.
David mir a la chica. Al ver las marcas en su rostro, se dio
cuenta de lo que significaba trabajar para aquel sujeto. Por primera
vez, Samanta levant la mirada y lo observ a los ojos unos
momentos, para despus, avergonzada, regresar a su postura
anterior. Zacaras, por supuesto, not esa pequea escena. Empuj a
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la chica en direccin de David, quien, sorprendido, apenas pudo
sujetar a la joven.
-La quieres a ella? Qudatela. Puedes tener a quien quieras si eliges correctamente. Y bien qu me dices? -pregunt emocionado, Zacaras.
-No me interesa trabajar para usted, lo lamento mucho, tampoco tenemos el dinero para pagarle. Abel solt un pequeo gemido al escuchar tales palabras, sin embargo, David continu-. Creo que su problema de capital no es nuestro problema -determin el muchacho, al mismo tiempo que trataba de encontrar la manera ms rpida de salir de ah; realmente el panorama no era esperanzador.
-Ya veo -escupi Zacaras y furioso, lanz su puro al suelo, apagndolo con la punta de sus muy caras botas-. Es una lstima. Mtenlos.
Los dos escoltas de Zacaras, sacaron del interior de sus
elegantes trajes, dos armas de color azul nen y apuntaron
directamente a Abel y David. David empuj a su amigo y a la chica
con los antebrazos y ambos salieron despedidos a los lados. Los
guardaespaldas tardaron un poco en comprender esto y David
aprovech para embestirlos con el hombro. Los tipos perdieron el
balance y cayeron sobre sus espaldas, llevndose a Zacaras con ellos.
ste ltimo grit furioso y tom una de las armas de sus compinches,
disparando a diestra y siniestra en direccin de David, quien se tir al
suelo y sujet una de las patas de aquella banca transparente, para
acto seguido, lanzarla a la montaa humana que estaba frente a l. El
mueble golpeo directamente en la cabeza del acaudalado hombre y
ya no se movi ms
Uno de los enormes guardaespaldas trat de levantarse pero fue
detenido por Abel que, con una sonrisa burlesca, le apuntaba en el
rostro.
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-Quieto amigo. Se siente tan bien decir eso. Pens que sonara ms ridculo, pero deb ser un hroe de accin a algo as en mi otra vida- dijo un emocionado Abel, que pareca ya haber olvidado su miedo.
-Salgamos de aqu, hroe -orden David, mientras golpeaba al guardaespaldas en el rostro, dejndolo sin consciencia.
Ambos amigos brincaron los cuerpos inmviles de sus agresores
y salieron rpidamente de la habitacin. Despus de unos segundos,
David volvi a entrar y mir a Samanta.
-Te quedas? -pregunt un sonriente David
Samanta se qued esttica unos momentos, pero despus de
mirar el cuerpo inerte de su patrn, se puso de pie y sigui a David.
Abel corra por un pasillo oscuro del aquel recinto, pronto se vio
alcanzado por David y Samanta.
-Dnde estabas? -pregunt agitado Abel. -Pues
Abel se dio cuenta entonces de la presencia de la chica.
-David, creo que nos sigui. Oye t, sabes que nos ests siguiendo?
-Cllate, Abel -imper David- Te encuentras bien? -le pregunt a su nueva compaera.
-S. -Cmo te llamas? -Samanta. -Samanta, qu hacas con esos sujetos? -Necesitaba comer -contest tmidamente Samanta -Como todos. Por cierto, hablando de eso, el miedo me da
hambre -se quej Abel -El miedo y otras tantas cosas- ri David
Samanta no pudo ms que sonrer, y por primera vez en mucho
tiempo lo haca con honestidad.
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David miraba fijamente el cielo. Estaba en el balcn de su
modesta habitacin. Aspir fuertemente el aire fro del desierto en el
que se encontraba el hotelucho aquel y admir el paisaje a su
alrededor. Arena, piedras y alguno que otro cactus, componan la
regin. Un tmido coyote sali de su guarida y rpidamente
desapareci detrs de una enorme roca. La guerra haba
desestabilizado los ecosistemas en casi todo el mundo. Muchos seres
vivos haban tenido que adaptarse a las nuevas condiciones que los
ataques con Lumen haban dejado a su paso. Entre ellos, los
humanos. David calcul que se encontraban en una colonia que
cubra una parte de lo que antes era Alemania. Dio la media vuelta y
entr a su habitacin.
Samanta dorma en la cama que se encontraba al fondo del
cuarto. Su cabello caa graciosamente sobre su rostro, el cual se
mova al ritmo de la placida respiracin de la chica. Abel, por su
parte, dorma en el sof a mitad de la habitacin. Haba empaques
plateados de comida y restos de papas fritas por doquier. Una de sus
piernas sala del mueble y sus brazos cubran la frente del desaliado
rubio. Roncaba tan escandalosamente como hablaba.
David los mir unos momentos y sonri. Cerr la puerta del
balcn y se dirigi a su propia cama. Esos das eran los ms felices de
su extraa vida. Por lo menos de lo que recordaba de ella.
Fuera del hotel, una mujer cubierta de pies a cabeza por una
manta caf, observaba el balcn que hace unos momentos estaba
ocupado por David. De pronto, una especie de energa negra
acompa a un recin creado agujero en el aire. De l, sali un
hombre alto, de piel oscura y ojos penetrantes del mismo tono. Vesta
con una manta similar a la de la mujer.
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-Por fin Ava, por fin -exclam con una gruesa voz el recin llegado.
La mujer se descubri la cabeza. Un cabello rojizo se sacudi
sobre su bello rostro debido el aire glido de la regin. Como
respuesta a su compaero, slo esboz una amplia sonrisa.
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David abri los ojos. Su cabeza lo estaba matando y en su pecho haba una opresin que le impeda respirar. Se incorpor
dando tientas alrededor ya que sus ojos tardaron en acostumbrarse a
la luz. No saba cunto tiempo haba pasado dormido.
Fue entonces cuando lo not: no recordaba nada, y no solamente
cmo haba llegado ah. Realmente su cabeza estaba vaca. Mir a
todos lados, desesperado. Se encontraba en una habitacin al parecer
de hospital. Vesta solamente una bata y tena conectados a su pecho
y cabeza, varios sensores. Una pantalla proyectada en la pared junto
a su cama, mostraba los signos vitales de su cuerpo, los cuales
parecan estarse saliendo de control rpidamente junto a su
respiracin. En una tableta, al costado, apareca simplemente el
nombre David; su nombre quiz? No, no tena idea de quin era, o
por qu estaba, al parecer, internado.
Trat de pedir ayuda, pero de su garganta no sali una sola
palabra. Desesperado, dej la cama y cay de bruces. Casi al borde de
las lgrimas, intent mover sus extremidades, las cuales respondan
lentamente o casi nada. Cuando por fin pudo ponerse de pie, camin
como si lo estuviera aprendiendo a hacer. Con paso lento, se dirigi a
la puerta de la habitacin, la cual se desliz a un lado dejndolo
pasar.
Una y otra vez, intent gritar algo, lo que fuera, obteniendo el
mismo frustrante resultado siempre: nada.
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Al salir de la habitacin, se encontr con un pasillo largo y
blanco, con puertas similares a la de su habitacin y, frente a ellas,
una hilera de ventanas que daban a un oscuro exterior. Haba
camillas flotantes que, por sus posiciones, parecan abandonadas
haca apenas unos segundos. Batas iguales a la que vesta el chico,
estaban regadas por todo el suelo.
No poda controlar su respiracin; estaba en pnico. Trataba de
recordar algo, lo que fuera, pero su mente permaneca en blanco. El
dolor en su cabeza se agudiz. Quiz demasiado.
Y de pronto ya no pudo ms: cay sobre sus rodillas y se apret
el pecho, ansioso. Solt un grito casi silente y los cristales de las
ventanas reventaron al unsono.
David despert con un grito ahogado. Mir a su alrededor y
tard unos segundos en recordar dnde estaba. El cuarto del hotel ya
se encontraba iluminado por los rayos del sol que entraban
tmidamente por el balcn. Aparte de eso, todo segua como lo haba
dejado hace unas horas. Los ronquidos de Abel lo tranquilizaron,
simplemente por ser un sonido familiar.
Esos sueos se haban presentado desde aquel da, el primero
del que tena memoria. Pero haca ya meses que no sucedan. Lleg
incluso a pensar que lo haba superado. Una sensacin de
desesperacin le invadi al comprobar lo contrario. Ese da en el
hospital era el primero en su memoria, antes de eso, no tena nada. Le
tom poco de tiempo entender que su fuerza y resistencia eran
sobrenaturales, comparadas con el del resto de las personas. No slo
no recordaba quin era, sino que lo nico que saba con seguridad, es
que era un fenmeno. Cmo es que haba llegado a ese lugar y qu
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haba sucedido con l para transformarlo de esa manera mientras
dorma? Eran preguntas que le torturaban a menudo.
-Televisor -orden en voz alta. Una pantalla apareci en el muro frente al sof donde dorma Abel, quien despert de un salto.
-Yo no lo tengo! -grit Abel sorprendido y aun sumergido parcialmente en sus sueos. David se sent a su lado, riendo entre dientes.
-As que, inocente hasta que se pruebe lo contrario -pregunt David con una sonrisa.
-Te maldigo a ti y a los que tengan la desgracia de llevar tu apellido- dijo Abel adormecido e irritado, despus, un poco avergonzado, rectific-. Erh, lo siento. Ya descubriremos cul es.
En la televisin, un hombre anunciaba las noticias del da
anterior. A David siempre le haba parecido graciosa la manera en
que daban los reportajes. La silueta de un hombre apareca
desvanecida sobre las imgenes de los acontecimientos, mientras que
el espectro relataba los hechos como si los estuviera vendiendo.
Y desafortunadamente, tuvimos que despedirnos del ltimo tigre de
bengala en el planeta. En otras noticias, Joel Nichols anunci la
creacin de una nueva planta de apoyo para la distribucin de la
energa en algunas de las aldeas exteriores por parte de su empresa
Focus Lumen. Esto a pesar de la negativa de los pobladores a
utilizar el Lumen de esa manera. Joel Nichols afirm que
-Y tienen toda la razn -apoy Samanta, la cual se levant al escuchar la noticia y miraba atentamente el televisor. David y Abel dieron un salto, sorprendidos por la presencia repentina de su amiga.
-Ahora ves que no tiene gracia? -le recrimin Abel a David; ste neg rpidamente en respuesta.
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-Lo siento, no quise asustarlos. Quin es ella? -pregunt Samanta, apuntando a una hermosa joven que se encontraba sentada al lado de Joel Nichols en la conferencia de prensa.
-Es la hija del tal Joel, su nombre es Tessa. -contest rpidamente Abel. David y Samanta se miraron divertidos.
-Un fan? -pregunt David -Y quin no? La has visto en traje de bao? De cualquier
manera, tambin he escuchado que es una atleta, de las mejores del mundo. Probablemente la nica persona que podra patearte el trasero y es una chica -dijo Abel, levantndose y dirigindose al bao, desde donde continu-. Es hermosa, rica y puede defenderme de ti; es la chica perfecta. Tomar un bao y despus buscaremos algo de desayunar, muero de hambre.
David neg con la cabeza levemente en seal de exasperacin y
continu viendo las noticias. La hermosa chica de la T.V. daba
tambin anuncios corporativos, mientras elegantemente sonrea a
todas las preguntas que le lanzaban, por ms odiosas que fueran. Era
buena en ello, al parecer heredera a futuro de la compaa y
fieramente entrenada en el pretencioso arte de las relaciones
pblicas.
-Ejem -exclam Samanta; nunca haba sido buena con las sutilezas.
-S, Sam? -Tuviste otro sueo de esos verdad? -inquiri Samanta,
posando sus grandes ojos con ternura y seriedad en David, el cual, agradeca el gesto, sin embargo, no se senta con nimos de hablar de ello en esos momentos, o cualquier otro momento en todo caso.
-Qu nunca duermes? -David -Lo digo en serio, cada noche que pasa, t lo escuchas. -Bueno es un poco difcil dormir cuando gritas de esa manera.
Tendras que ser sordo, o ser Abel. -Estoy bien -contest David un poco fastidiado
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-Puedes contarnos. Quiz nos de alguna pista de -Dije que estoy bien, Sam!- exclam casi en grito David.
Samanta baj la mirada y no dijo nada ms, desde el bao un
golpe se escuch; claramente Abel se haba dado cuenta de todo.
-Yo tambin estoy bien -grit Abel
Siempre pasaba lo mismo, y cada vez, David se senta terrible al
respecto. No slo por tratar mal a Samanta, sino porque realmente no
era algo que fuera de su agrado recordar. Por lo menos no hasta que
tuviera ms informacin sobre l mismo.
Samanta asinti dbilmente y desvi su mirada al televisor.
-Sam, lo siento, yo -Lo s -respondi Samanta con una sonrisa en el rostro. La
sonrisa ms honesta y pura que David haba conocido jams, esa que siempre lo haca sentir mejor-. Nos lo dirs cuando ests listo. Mientras tanto, slo tenemos que seguir buscando no? -afirm la chica, con franca alegra, como si no acabaran de gritarle en lo absoluto. David asinti y devolvi la sonrisa. Saba que para nada haba logrado el mismo efecto con la suya, pero era lo ms que poda hacer.
Lo mejor que haban encontrado era un pequeo restaurante
dos calles abajo y con un enorme anuncio publicitario justo en el
techo del establecimiento, que emita con sonidos e imgenes, la
campaa de una mejor vida en Oppidum Lux, la ms grande
metrpoli del mundo, capital del planeta.
El establecimiento era singular. Con mesas que mostraban
anuncios luminosos de todo tipo, los cuales, cambiaban cada diez
segundos. Al entrar, una mesera de mediana edad les dio
alegremente los buenos das y los condujo a una de las mesas cerca
de las grandes ventanas que rodeaban el local. Aparte de ella y un
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gordo cocinero que se asomaba desde una ventanilla de entrega, el
lugar pareca estar solo.
Cuando se sentaron, tres mens hologrficos aparecieron frente
a los chicos y comenzaron a tararearles los especiales del da con una
voz caricaturesca, sin embargo, el men de Abel pareca tener
problemas y parpadeaba, impidindole leer o escuchar algo.
-Parece que la tecnologa tiene un problema contigo -apunt David mientras lea los platillos
-Eso parece, Qu demonios es una mbursa?! -exclam Abel irritado.
-Creo yo, que una hamburguesa, o quiz una morsa -ironiz Samanta. Abel le sonri sarcsticamente.
-Eso es todo, no quiero vivir en un mundo donde esta mujer haga bromas -dijo Abel al momento en que entrecerraba los ojos para tratar de entender algo de su defectuoso men.
David levant la mirada cuando tres sujetos entraban al
restaurante. La amable mesera los salud de la misma alegre manera,
detalle que al parecer, haban decidido ignorar. Se sentaron en el
extremo contrario a David y los dems. Slo se quedaron ah, sin
mirarse entre ellos o decir palabra alguna. Iban vestidos
idnticamente: pantalones negros abombados con bastantes cierres y
bolsas; botas militares, adems de chalecos que parecan demasiado
gruesos para el calor que se senta en la regin.
-Y, a dnde vamos ahora? -pregunt Abel quin haba decidido darle la victoria a su men hologrfico.
-Hmm? -exclam David, volviendo la atencin a su propia mesa.
-Bueno, ya terminamos esta regin de colonias, creo que es momento de pensar en buscar por otros lados -continu Abel, mientras le daba un golpe a la mesa, ocasionando que su lista de alimentos desapareciera de una vez.
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-Pues, quiz debamos ir al sur, no hemos visitado esa zona -contest rpidamente David
-S, lo hemos hecho. David, pronto se nos van acabar las opciones y no habr ms que aceptarlo -dijo tmidamente Samanta.
-No vamos a ir a Oppidum Lux, Sam -determin David -Pero -Sam, David tiene razn, no sabemos si -interrumpi Abel. -Yo creo que podemos encontrar ms pistas, sobre ti, sobre tu
pasad -exclam Samanta -Pues no vamos a correr ese riesgo -dijo en tono definitivo
David. Samanta se qued pensativa unos segundos, buscando la mejor manera de contraatacar, pero decidi que sera en otra ocasin cuando lo volvera a intentar.
Los chicos haban pasado el ltimo ao yendo de colonia en
colonia, buscando furtivamente alguna pista del pasado de David.
Haban visitado registros y fotos de desaparecidos. Toda leve pista
que pudieran encontrar en el camino, la seguan con mpetu. Pero
pronto fue ms que claro lo intil que aquello resultaba.
De cualquier manera, esa bsqueda les haba dado un propsito
ms all de simplemente sobrevivir y David agradeca con todo el
corazn, el esfuerzo que sus amigos ponan a todo eso. No permitira,
sin embargo, que Abel o Samanta pusieran en la lnea su propia
seguridad.
La atenta mesera se acerc con una tablilla de color azul
metlico y con su caracterstico tono amable, pregunt a los tres
amigos qu plato les serviran.
-Quiero una mbursa -orden en tono serio Abel; la mesera lo mir confundido.
-Ignrelo, triganos tres hamburguesas y jugo de naranja -pidi Samanta, a lo que la mesera asinti alegremente y marc las rdenes en la tablilla que cargaba.
-Odio el jugo de naranja -exclam Abel.
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-Lo s -dijo Samanta y se volvi a David Al sur? -Al sur -contest David, sonriente y feliz de que la idea del viaje
a la metrpoli se suspendiera de nuevo.
Una hermosa mujer de cabello rojo y que no aparentaba ms de
veinticinco aos, entr al establecimiento. Alta, de piel
extraordinariamente clara y de ojos penetrantes, los cuales clav
fijamente en David, para, despus, lanzarle una sonrisa. Vesta de
manera provocativa, con una falda corta y una blusa no muy discreta.
David no devolvi el gesto, no pudo, de pronto comenz a
sentirse mal, como si todo el lugar hubiera comenzado a dar vueltas.
La chica se sent en la mesa contigua a los tres extraos sujetos.
David senta cmo si la cabeza le fuera a reventar y un sudor fro
recorri su espalda. Se disculp con sus amigos y se dirigi al bao.
Samanta y Abel lo miraron, preocupados.
David entr al bao; era bastante grande para el pequeo
establecimiento. Se recarg frente al lavadero, sobre el cual haba un
espejo de mediano tamao. Examin su rostro cubierto de lneas de
sudor y poros totalmente abiertos. Senta palpitaciones y el oxgeno
no pareca ser suficiente; luchaba por mantener la conciencia. Jams
se haba enfermado en su vida, por lo menos en lo que recordaba de
ella. Nunca le haba dado ni siquiera un catarro. El dolor fsico era
algo que desconoca, por lo cual, esto lo alarmaba de sobremanera.
Un sonido le hizo darse la media vuelta. Alguien haba entrado al
bao y cerraba la puerta tras de s. Era la atractiva chica que haba
llegado al restaurante minutos atrs, la cual continuaba con su
extraa insistencia de mirarlo ansiosa y alegre, como si verlo fuera lo
mejor que le haba pasado en la vida.
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La chica se acerc a un confundido David, quien no poda
articular palabra; el dolor estaba limitando hasta las ms bsicas de
sus reacciones.
-Eres t -dijo de manera radiante la pelirroja, con una sonrisa que era excesivamente intrigante.
-Quin soy yo?... Quin eres t? -pregunt entrecortadamente David.
-No hay mucho tiempo para las explicaciones. Ser mejor que nos apresuremos. Hay personas que te quieren muerto -aclar apresuradamente la recin llegada-. Mi nombre es Ava, y estoy aqu para ayudarte.
-Disculpa? -exclam David, olvidando unos segundos su malestar.
-Ven con nosotros, te contar todo en el camino -prometi Ava a un sorprendido David.
David no daba crdito a todo lo que estaba sucediendo. Por un
lado pareca que su cuerpo estaba a punto de desbaratarse y por otro,
una desconocida le haba anunciado que alguien lo quera muerto.
Pero por qu a l? No era nadie, nadie lo conoca. O eso crea. De
qu carajos iba todo aquello?
-Creo que me confundes con alguien ms -exclam David, casi sin poder mantenerse en pie.
-S que eres t, porque parece que ests a punto de vomitar las entraas afirm la chica, con cierto tono de humor.
-Con riesgo de sonar repetitivo Disculpa? -pregunt David con los ojos desorbitados.
-Se debe a tu energa -continu la pelirroja haciendo uso de su encantadora sonrisa-. Tu dolor actual, me refiero. Ahora, podemos quedarnos aqu, platicarlo y dejar que te asesinen, o puedes venir conmigo y aclararlo despus.
-Y vivir? -Es ms probable. -Mis amigos.
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-Lo siento, no pueden venir. -Entonces yo no voy. -Quieres morir? -Creo que esto es slo una muy mala broma.
Sin embargo, algo le deca que la mujer hablaba muy en serio,
por ejemplo, el dolor que haca sentir a su estmago como una
bomba de tiempo. La chica endureci sus facciones. Obviamente una
negativa no entraba en sus planes.
-Bueno, desafortunadamente debo llevarte, as que si no es por las buenas -determin la chica. De repente, uno de los hombres uniformados irrumpi en el bao, abriendo la puerta de una patada-. Llvatelo -orden la hermosa joven. A lo que el tipo rpidamente reaccion apuntndole a David con una enorme arma de Lumen. David sonri.
-Lamento decirles que -Y yo lamento interrumpirte, cario. Dime una cosa, tus
amigos son igual de indestructibles? -pregunt Ava mientras sala del bao. David, despus de superar la sorpresa que le causaba el hecho de que alguien adems de sus amigos, supiera de su condicin, se apresur a seguirla, vigilado de cerca por el hombre armado.
Los otros dos hombres apuntaban a Samanta y Abel, los cuales,
aterrados y confundidos miraron a David cuando ste entraba al
comedor. La mesera y el cocinero, yacan inconscientes en el piso.
-David! -grit Abel. Uno de los hombres lo golpe con el extremo de su arma en la nariz, obligndolo a caer de rodillas. Samanta se inclin rpidamente para ayudarlo.
David tuvo suficiente, no iba a permitir que lastimaran a las
nicas personas importantes en su vida. Sujet rpidamente el arma
del tipo que le apuntaba y le propin un puetazo que hizo que el
hombre saliera disparado. Rpidamente se abalanz sobre los dos
que amenazaban a sus amigos, pero antes de que pudiera llegar, Ava
lo sujet del cuello. David luch, pero no pudo soltarse. Aquella chica
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era ms fuerte que l! Ava esboz una sonrisa que expresaba lstima,
y lo proyect sobre una de las mesas.
Haba sentido el golpe, lo que era ms increble, le haba causado
dolor; eso tambin resultaba ser una novedad. David no se poda
incorporar; aunado al impacto, los otros malestares parecan
incrementarse. Ava lo sujet de la camisa y lo levant sin ninguna
dificultad. David ya no tena nada con qu defenderse.
El chico not que la desconocida sostena una especie de
medalln color cobre con su mano libre. El objeto tena una
apariencia muy desgastada y un tallado al que le crey encontrar
forma de guila. Se dio cuenta de que cuando ese artilugio se
acercaba a l, el dolor incrementaba.
-Nos vamos! Mntelos! -grit la chica a sus subordinados, los cuales se preparaban a obedecer, subiendo las armas, sin apartar la mire de Samanta y Abel, quienes estaban locos de confusin.
Ava se dirigi a la puerta del local y la abri de un puntapi.
Cuando subi la mirada pudo ver cmo un arma le apuntaba
directamente al rostro. David observ tambin al recin llegado. Era
un joven que rondaba la misma edad que l. Su cabello era corto y
negro, sus ojos eran de un color extraamente naranja y
definitivamente estaba en buena forma fsica. Vesta una chaqueta de
cuero blanca con detalles en negro, unos pantalones de mezclilla muy
desgastados, un par de tenis que parecan de otra poca y un collar
que sostena un colguije de cristal en forma de gota. El arma que
apuntaba era poco comn, nada parecida a las que cargaban los otros
sujetos o a cualquiera que David hubiese visto en su vida. Era
plateada, con mango de madera, alargada y muy escandalosa; no
pareca utilizar lumen para funcionar.
Sin embargo, lo ms extrao de aquel tipo, era que llevaba lo que
pareca ser una especie de espada envainada, sujeta a la cintura.
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-Hola, cario. Lo siento, el abogado dijo que los nios se quedan conmigo -bram el extrao joven.
-Gabriel! Cmo es qu? -Bam! Ava no pudo terminar la frase. El chico le haba disparado en la frente sin pensarlo dos veces. Ella cay pesadamente, con un extrao resplandor azul cubrindole el rostro.
-Por qu siempre peleamos? -dijo en tono de burla Gabriel, despus tom a David y lo hizo a un lado.
Los dos compinches de Ava comenzaron a dispararles rfagas de
Lumen. Gabriel extendi su brazo y una barrera de color azul
apareci frente a l, en la cual, las descargas de energa se estrellaron
y desvanecieron.
Abel aprovech esto para tomar una de las sillas y quebrar la ventana
ms cercana a l. Tom a Samanta de los brazos y le ayud a salir por
ah.
Gabriel sonri perezosamente a sus atacantes, los cuales,
furiosos, seguan disparando. Dio un paso hacia delante y antes de
que los dos mercenarios pudieran reaccionar, ya se encontraba
frente a ellos, habindose desplazado ms rpido que un parpadeo. El
chico en chaqueta los toc en el pecho y ambos salieron despedidos
hacia atrs.
David se incorpor y sali por la puerta principal del lugar para
encontrarse con sus amigos. Sin embargo, un sujeto ataviado con una
manta caf ya los tena capturados con sus dos enormes brazos. Era
un sujeto alto, de piel oscura y ojos completamente negros.
David, furioso, corri hacia ellos pero Ava apareci sbitamente
frente a l, extendi el brazo y lo derrib nuevamente sin ningn
problema. La mujer puso su pie en la garganta del muchacho, el cual
luchaba intilmente por liberarse.
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-Sultalos -David alcanz a escuchar. Era el tal Gabriel, quien haba sacado su espada y ahora amenazaba a la pelirroja colocndosela justo en la garganta.
-Gabriel, hace cuanto que no nos vemos? -pregunt el sujeto de piel oscura.
-Dcadas, y aun as no parece suficiente, Baltasar. Por todos los cielos, s que eres feo -rezong Gabriel mirndolo de reojo, sin perder de vista a Ava.
David crey haber entendido mal. Acaso haba dicho dcadas?
Era imposible.
Samanta y Abel haban dejado de pelear. Por ms que lo
intentaran, no haba forma de escapar de ese par de brazos que
parecan hechos de acero.
Las pocas personas que pasaban por aquellos rumbos, miraban
incrdulos la escena. Una seora de edad avanzada, se