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Wilkie Collins CAZADOR CAZADO
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Wilkie Collins [=] Cazador cazado

Sep 04, 2015

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Cuento de misterio
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  • Wilkie Collins

    CAZADOR CAZADO

  • 1

    Del inspector jefe Theakstone, del Departamento de Investigaciones, al sargento Bulmer, de la misma oficina. Londres, 4 de julio de 18...

    Sargento Bulmer: Esta es para informarle que

    se le necesita para ayudar a resolver un caso

    importante que requiere la cooperacin de un

    hombre de su experiencia. Me har usted el favor

    de pasar al joven portador de esta carta el asunto

    en el cual est usted ocupado actualmente. Le dar

    usted todos los pormenores del caso, tales como

    estn; le har saber los progresos que ha hecho (si

    es que los hay) para descubrir la persona o

    personas que robaron el dinero. Deje que l haga

    lo que mejor pueda con el caso que, hasta este

    momento, usted ha tenido entre manos. A l le

    pertenecer la responsabilidad, o el xito si lo lleva

    a buen trmino.

    Hasta aqu, las rdenes que tena que darle.

    Ahora, algo en confidencia para usted, acerca

  • 2

    del hombre que lo reemplazar en este asunto. Su

    nombre es Matthew Sharpin, y se le presenta la

    oportunidad de entrar en las Fuerzas sin previa

    preparacin; depende de su inteligencia

    permanecer en ellas. Usted me preguntar cmo

    consigui este privilegio; lo nico que puedo

    decirle es que alguien sumamente influyente lo

    respalda. Una persona a quien, tanto usted como

    yo, preferimos no nombrar. El joven de quien le

    hablo ha sido pasante de un abogado; tiene una

    elevada opinin de s mismo, y es tan engredo

    como mezquina y socarrona es su apariencia.

    Segn dice, deja su antigua ocupacin y se pasa a

    la nuestra por su propia voluntad y preferencia.

    Usted no creer esto ms que yo. Mi opinin es

    que se ha enterado de algn secreto perteneciente

    a un cliente de su patrn, que lo convierte en

    persona poco grata para tenerla en la oficina; al

    mismo tiempo, esto le da cierto poder sobre su

    empleador, el cual no podra despedirlo sin

  • 3

    peligro. Yo creo que darle esta oportunidad es lo

    mismo que darle dinero para silenciarlo. Como

    quiera que sea, el seor Matthew Sharpin se

    ocupar ahora del asunto; si su actuacin se viera

    coronada por el xito, ya lo veo metiendo su

    inquisidora nariz en nuestras oficinas y asuntos,

    tan ciertamente como que hay Dios. Todo esto se

    lo digo para que no le d ningn motivo de queja

    con el que pudiera ir a la Jefatura y dejarlo a usted

    en mal lugar. Atentamente suyo, FRANCIS

    THEAKSTONE

    Del seor Matthew Sharpin al inspector jefe Theakstone. Londres, 5 de julio de 18...

    Estimado seor: Despus de haberme visto

    favorecido con las instrucciones necesarias por

    parte del sargento Bulmer, me permito llamarle la

    atencin sobre ciertas directivas que he recibido

    relativas a los informes que, sobre mi futura

    actuacin, he de preparar para su estudio por la

  • 4

    Jefatura.

    El objeto de que me dirija a usted, y de que

    usted examine lo escrito por m antes de llevarlo a

    la Superioridad, es, segn se me ha dicho,

    concederme el beneficio de su consejo, si llego a

    necesitarlo (y me atrevo a esperar que no ser ste

    el caso), en cualquier momento de mis

    actuaciones, dada mi poca experiencia.

    Las extraordinarias circunstancias del asunto

    en que estoy ocupado me impiden ausentarme del

    lugar en que fue cometido el robo, mientras no

    haga algn progreso en el descubrimiento del

    ladrn, de suerte que no puedo consultar

    personalmente con usted: De ah la necesidad en

    que me veo de escribirle sobre varios detalles que

    sera preferible, tal vez, tratar personalmente. Esta

    es, si no me equivoco, la situacin en que nos

    hallamos colocados. Consigno mi impresin al

    respecto a fin de que podamos entendernos

    perfectamente desde el principio, y quedo su

  • 5

    atento y seguro servidor, MATTHEW SHARPIN

    Del inspector jefe Theakstone al seor Matthew Sharpin. Londres, 5 de julio de 18...

    Seor: Usted ha empezado perdiendo tiempo,

    tinta y papel. Los dos sabamos perfectamente bien

    nuestras respectivas posiciones cuando lo mand

    con mi carta al sargento Bulmer. No haba la

    menor necesidad de repetirlo por escrito. Haga el

    favor, en lo futuro, de emplear su pluma para el

    asunto que se le ha encomendado.

    Son tres los informes que usted debe

    escribirme. Primero, debe hacer un resumen de las

    instrucciones que le dio el sargento Bulmer, para

    demostrarme que no se le olvida nada y que est

    completamente familiarizado con el caso que se le

    confa. Segundo, debe informarme qu se propone

    hacer. Tercero, debe referirme por escrito cada

    progreso que haga (si es que hace alguno) da por

    da, y, si es necesario, hora por hora. Ese es su

  • 6

    deber. En cuanto al mo, cuando yo quiera que

    usted me lo recuerde, se lo avisar. Mientras tanto,

    lo saluda, FRANCIS THEAKSTONE

    Del seor Matthew Sharpin al inspector jefe Theakstone. Londres, 6 de julio de 18...

    Seor: Usted es un hombre de edad,

    naturalmente inclinado a estar un poco celoso de

    los jvenes que estn en la plenitud de la vida y de

    sus facultades mentales. En esas circunstancias, es

    mi deber no tomar demasiado a pecho sus

    pequeos defectos. Tampoco me ofendo por el

    tono de su carta; le doy el beneficio de mi

    generosidad natural, y borro de mi memoria su

    impertinente comunicacin. En una palabra,

    inspector jefe Theakstone, lo perdono, y paso a

    otra cosa.

    Mi primer deber es darle un informe completo

    de las instrucciones que he recibido del sargento

    Bulmer. Helas aqu segn mi versin.

  • 7

    * * *

    En el nmero 13 de la calle Rutherford, en

    Soho, existe un comercio de papelera atendido

    por un seor Yatman, casado y sin hijos. Adems

    del seor Yatman y su seora, los otros ocupantes

    de la casa son: un hombre soltero de apellido Jay,

    que vive en la habitacin del frente del segundo

    piso; un comerciante que ocupa una de las piezas

    del altillo y una persona para todo servicio, que

    tiene su cama en la pieza de atrs de la cocina.

    Una maana por semana viene una suplente

    para ayudar en la limpieza. Estas son las personas

    que tienen habitualmente libre acceso al interior

    de la casa.

    El seor Yatman ha estado en los negocios

    durante varios aos, llevando sus asuntos en

    forma prspera, hasta adquirir una envidiable

    posicin. Desgraciadamente, empez a especular

    para acrecentar el monto de su fortuna. Hizo

    inversiones audaces, y la suerte se volvi contra l

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    en forma tal que, hace apenas dos aos, se

    encontr convertido otra vez en hombre pobre.

    Todo lo que salv del naufragio de su fortuna

    fueron doscientas libras.

    A pesar de que el seor Yatman hizo lo que

    pudo frente a las circunstancias, dejando de lado

    varios lujos y comodidades a los que l y su esposa

    estaban acostumbrados, vio que no podran

    ahorrar nada de lo que le daba la papelera. El

    negocio iba declinando de ao en ao, a causa de

    competidores que trabajaban ms barato. As

    estaban las cosas hasta la ltima semana; el nico

    remanente de la fortuna del seor Yatman lo

    constituan las doscientas libras que consigui

    salvar del derrumbe. Esta suma estaba depositada

    en un banco en forma de capital comn.

    Hace ocho das, el seor Yatman y el seor Jay

    conversaron acerca de las dificultades que en

    estos tiempos entorpecen el comercio en todas sus

    ramificaciones. El seor Jay, que vive de lo que le

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    producen los artculos que manda a diversos

    diarios (accidentes, querellas; en una palabra,

    artculos a centavo la lnea), dijo a su casero que

    esa maana haba odo comentarios desfavorables

    acerca de los bancos que aceptan depsitos en

    forma de capital comn. Esos rumores ya haban

    llegado a odos del seor Yatman por otros

    conductos. Estas noticias, confirmadas por su

    inquilino, alarmaron al seor Yatman, ya que

    decidi sacar cuanto antes el dinero depositado en

    el banco.

    Como era un poco tarde, lleg justo a tiempo

    para que se lo entregaran, antes de cerrar el

    banco.

    Recibi el dinero en la siguiente forma: un

    billete de cincuenta libras, tres de veinte libras,

    seis de diez libras y seis de cinco libras. Pidi el

    depsito en esta forma porque pensaba invertirlo

    en prstamos de poca importancia entre los

    pequeos comerciantes de su distrito, algunos de

  • 10

    los cuales estn en situacin apremiante en estos

    momentos. Las inversiones de esta ndole

    parecieron al seor Yatman ser ahora las ms

    seguras y provechosas.

    Guard el sobre con el dinero en un bolsillo, y

    al llegar a su casa pidi una caja de lata que aos

    atrs usara para guardar valores, la cual, segn

    crea recordar, era del tamao exacto para

    contener los billetes. Durante largo rato buscaron

    la caja en vano; el seor Yatman pregunt a su

    esposa si saba dnde estaba. La pregunta fue oda

    por la sirvienta, que en ese momento llevaba la

    bandeja con el t para el piso alto, y por el seor

    Jay, que en ese instante bajaba para ir al teatro. Al

    fin, la caja fue encontrada por el empleado del

    negocio. El seor Yatman coloc los billetes de

    banco en ella, la cerr con un candado y se la

    guard en un bolsillo del abrigo, no quedando

    muy oculta, ya que era un poco grande para ser

    guardada en tal lugar. El seor Yatman

  • 11

    permaneci toda la tarde en el piso alto de su casa;

    no recibi visitas, y a las once de la noche se fue a

    acostar, poniendo la caja con los valores, junto con

    su ropa, en una silla al lado de la cama.

    Cuando l y su esposa despertaron a la

    maana siguiente, la caja haba desaparecido. El

    posible canje de esos billetes fue detenido,

    avisando al Banco de Inglaterra, aunque hasta ese

    momento nada se haba odo de ellos.

    Hasta aqu, las circunstancias del caso son

    perfectamente claras. Ellas demuestran que el

    robo debi de ser cometido por alguna persona

    que vive en la casa. Por esto las sospechas recaen

    sobre la sirvienta, el dependiente, o sobre el seor

    Jay. Los dos primeros estaban en antecedentes de

    la bsqueda de la caja, y aunque no supieran para

    qu se la necesitaba, era muy probable que

    supusieran que era para guardar dinero. Los dos

    tuvieron oportunidad de ver la caja que sobresala

    del bolsillo de su patrn; la sirvienta, cuando

  • 12

    retir la bandeja con el servicio de t, y el

    empleado, cuando fue a entregarle las llaves del

    negocio, antes de retirarse por ese da. Al verle la

    caja en el bolsillo, pueden haber inferido que el

    seor Yatman pensaba llevarla a su dormitorio esa

    noche.

    Por otra parte, el seor Jay saba, despus de la

    conversacin de esa tarde acerca de los bancos,

    que el seor Yatman tena un depsito de

    doscientas libras en uno de ellos; tambin saba

    que, al separarse, su casero tena la intencin de

    retirar en seguida el dinero. Cuando despus oy

    las preguntas relativas a la caja, era lo ms natural

    que supusiera que el dinero estaba ya en la casa, y

    que la caja era requerida para guardarlo. Claro

    que el hecho de que l saliera de la casa antes de

    que la caja se encontrara, lo descarta como

    sabedor del lugar en que el seor Yatman pensaba

    guardarla durante la noche. Lgicamente, si el

    seor Jay cometi el robo, tiene que haber entrado

  • 13

    en el dormitorio despus que el seor Yatman se

    hubo acostado, y sin saber a ciencia cierta si lo iba

    a encontrar o no.

    Al hablar del dormitorio, me acuerdo de la

    necesidad de hacer notar su situacin en la casa, y

    de lo fcil que es entrar en l a cualquier hora de

    la noche.

    Esta habitacin se encuentra en la parte de

    atrs del primer piso. A causa del miedo que la

    seora Yatman tiene a los incendios (que le hace

    temer el quedar apresada por las llamas en su

    habitacin en caso de incendio al no poder abrir

    una puerta cerrada con llave), su marido est

    acostumbrado a no cerrar jams la puerta del

    dormitorio; por lo dems, los dos confiesan tener

    un sueo profundo. De aqu se desprende que una

    persona con intenciones aviesas que quisiera

    penetrar en ese dormitorio, correra muy poco

    riesgo; con dar vuelta a la manija de la puerta, sta

    se abrira, y agregando un poco de precaucin, los

  • 14

    ocupantes de la pieza no despertaran. Este detalle

    es de suma importancia, ya que fortalece nuestra

    conviccin de que el dinero fue robado por alguna

    de las personas que habitan en la casa, sin que sea

    necesario que posea la experiencia de un ladrn

    profesional.

    Estas fueron las circunstancias, tales como le

    fueron referidas al sargento Bulmer, cuando fue

    llamado para descubrir al ladrn y, si le era

    posible, recuperar el dinero. Sus averiguaciones

    fallaron al no producir ni la menor evidencia

    contra las personas de las cuales era lgico

    sospechar. Cuando se les inform del robo

    cometido, procedieron como lo haran personas

    ajenas al hecho. El sargento Bulmer opt, desde el

    principio, por hacer las indagaciones en la forma

    ms discreta posible; comenz por aconsejar al

    seor Yatman y a su seora que demostraran no

    tener la menor duda ni desconfianza respecto de

    las personas que habitaban bajo su mismo techo.

  • 15

    El sargento Bulmer decidi ocuparse l mismo en

    observar las idas y venidas de estas personas, y

    adems averiguar las costumbres, secretos y

    amistades de la sirvienta para todo trabajo.

    Durante tres das y tres noches estuvo el sargento

    Bulmer vigilndola, ayudado por un empleado de

    investigaciones tan competente como l; el

    resultado fue nulo; no encontraron nada que

    pudiera arrojar ni la ms ligera sombra de

    sospecha sobre la muchacha.

    El mismo sistema de averiguacin us para

    con el dependiente; en este caso tuvo ms

    dificultades debido a lo poco que saba del

    hombre, pero despus de aclarar algunos detalles,

    y aunque no tuvo la completa seguridad (como en

    el caso de la joven), lleg a la conclusin de que

    era ajeno al robo de la caja con el dinero.

    Lgicamente, despus de estos

    procedimientos, las sospechas recaen sobre el

    pensionista, seor Jay.

  • 16

    Cuando me aperson al sargento Bulmer con

    la carta de presentacin, ste ya haba hecho

    ciertas averiguaciones respecto al joven

    pensionista. El resultado de stas no lo favorece

    mucho que digamos. Sus costumbres son

    irregulares; frecuenta sitios poco recomendables y

    sus amistades son personas de carcter disoluto.

    Est en deuda con todos los comerciantes con los

    cuales trata, y adems le debe un mes de alquiler

    al seor Yatman. La semana pasada se le vio

    hablando con un boxeador, y ayer por la tarde,

    cuando lleg, daba muestras de haber tomado

    bastante alcohol. En una palabra, a pesar de que el

    seor se hace llamar periodista en virtud de los

    artculos de poca monta que manda a los

    peridicos, demuestra ser un joven de maneras

    vulgares y malos hbitos; nada se le ha podido

    descubrir hasta ahora que redunde en beneficio

    suyo.

    Este es el resumen de lo que me comunic el

  • 17

    sargento Bulmer, hasta en sus detalles ms

    pequeos. No creo que usted pueda encontrar

    ninguna omisin; adems, me parece que, a pesar

    de los prejuicios que tiene contra m, no dejar de

    reconocer que nadie le ha presentado un informe

    ms claro y completo.

    Mi segunda obligacin es consignar lo que yo

    me propongo hacer.

    En primer lugar, empezar por tomar las cosas

    en el punto en que las dej el sargento Bulmer. De

    acuerdo con lo dicho anteriormente, no tengo que

    preocuparme de la sirvienta, ni del dependiente,

    ya que no existe ninguna duda acerca de la

    inocencia de estas personas en el caso actual. Me

    queda por probar la culpabilidad del seor Jay,

    porque antes de dar el dinero por perdido debo

    asegurarme que es ajeno al robo.

    El plan de campaa que voy a seguir cuenta

    con la plena aprobacin de los dueos de la casa.

    Me propongo llegar hoy all aparentando ser un

  • 18

    joven que busca una pieza para alquilar. Se me

    mostrar la habitacin trasera del segundo piso;

    pienso instalarme ah esta misma tarde,

    adoptando la personalidad de un hombre que

    viene del campo y piensa radicarse en Londres,

    siempre que encuentre un buen empleo en alguna

    casa de comercio u oficina respetable. Quiere

    decir que vivir en la habitacin contigua a la

    ocupada por el seor Jay. Como la pared divisoria

    es un delgado tabique recubierto de yeso, me ser

    muy fcil hacer un pequeo agujero por el que

    podr verlo y oirlo cuando reciba visitas; mientras

    permanezca en la casa, yo estar en mi puesto de

    observacin; cuando salga, ir en su seguimiento.

    Empleando estos medios de vigilancia, creo que

    llegar a tener la completa seguridad de si el seor

    Jay sabe algo de los billetes de banco.

    No s lo que usted pensar de mi plan de

    observacin; a m me parece audaz y simple a la

    vez. Con esta conviccin termino este

  • 19

    comunicado, con plena seguridad y confianza en

    el futuro. MATTHEW SHARPIN

    Del seor Matthew Sharpin al inspector jefe Theakstone. 7 de julio.

    Seor: No habiendo sido honrado con

    ninguna respuesta a mi ltima carta, creo, a pesar

    de todo, haberle producido una buena impresin

    con ella. Sintindome recompensado por este

    silencio que interpreto como seal elocuente de

    aprobacin, procedo a relatarle los progresos

    realizados en las ltimas veinticuatro horas.

    Estoy confortablemente instalado en la

    habitacin contigua a la ocupada por el seor Jay,

    y me agrada decir que he practicado dos agujeros,

    en lugar de uno, en la pared divisoria. Mi natural

    sentido del humor me ha llevado a la

    extravagancia de ponerles nombre: el observador

    y el auricular. El nombre del primero se explica

    solo; el del segundo se debe a un pequeo cao de

  • 20

    metal que he insertado en l, que me da la ventaja

    de or mientras miro; esto se debe a la forma curva

    que le he dado al tubo, de modo que uno de sus

    extremos me lo aplico a la oreja. As es que,

    mientras veo al seor Jay, tambin puedo or lo

    que dice.

    El ingenio, virtud que he posedo desde mi

    niez, es lo que me ha impelido a hacer este

    segundo agujero, adems del que fue objeto de mi

    primera conversacin con la seora Yatman.

    Esta seora, inteligente, sencilla y de modales

    distinguidos, ha estudiado y comprendido todos

    mis planes con un entusiasmo e inteligencia

    dignos de ponderar. La seora Yatman, que siente

    mucho afecto por su marido, lamenta ms el

    estado actual de pesadumbre de ste que la

    prdida del dinero; por lo tanto, dedica todas sus

    energas a levantar el espritu del seor Yatman,

    que presenta un miserable estado de postracin.

    El dinero, seor Sharpin me deca ayer

  • 21

    la seora Yatman, con lgrimas en los ojos , el

    dinero puede ser recuperado, haciendo economa

    o dedicndose al negocio. Es el estado lamentable

    de mi marido lo que me hace desear con ansiedad

    el descubrimiento del ladrn. Tal vez me

    equivoque, pero desde que usted entr en la casa

    renacieron mis esperanzas; adems, creo que

    usted es el hombre ms indicado para descubrir a

    ese malvado.

    Yo acept este cumplido, con la firme

    conviccin de que tarde o temprano lo iba a

    merecer con toda justicia.

    Volvamos al asunto, es decir, a mi puesto de

    observacin y audicin.

    He pasado varias horas divertidas mirando al

    seor Jay, que aunque rara vez est en casa, segn

    me ha dicho la seora Yatman, hoy no ha salido

    en todo el da. Para mi modo de ver, esto es

    sospechoso; adems, esta maana se ha levantado

    tarde (mala seal en un hombre joven), y perdi

  • 22

    despus un tiempo considerable en bostezar y en

    quejarse de dolor de cabeza. Como todos los

    hombres desordenados, no comi casi nada en el

    desayuno; despus fum una pipa, una sucia pipa

    de arcilla, que cualquier caballero se sentira

    avergonzado de poner entre sus labios. Cuando

    termin de fumar, tom pluma, tinta y papel, y se

    dispuso a escribir, lanzando un gemido al

    sentarse, no s si de remordimiento por haber

    robado el dinero o por otra cosa. Despus de

    escribir unas pocas lneas (estoy demasiado lejos

    para leer lo que escribe), empez a silbar algunos

    aires populares; me queda por averiguar que stos

    no sean claves para comunicarse con sus

    cmplices. Al cabo de un rato de distraerse con sus

    silbidos, comenz a pasear por la habitacin,

    detenindose a veces para agregar una palabra o

    dos a lo que haba escrito. Momentos ms tarde, se

    acerc a un armario y sac algo con mucho

    cuidado; yo aguc mi vista para no perder ni un

  • 23

    solo detalle, pero, al darse vuelta y quedar frente a

    m, result que lo que haba sacado del armario

    era una botella de brandy! Acto seguido se sirvi

    un poco del contenido de la botella, despus de lo

    cual esta despreciable persona se tir en la cama y

    se durmi a los cinco minutos.

    Durante dos horas estuve oyendo sus

    ronquidos, hasta que un golpe dado en la puerta

    de la habitacin vecina me llam a mi puesto de

    observacin. El seor Jay se levant y abri la

    puerta con sospechosa rapidez.

    El visitante result ser un muchachito de cara

    no muy limpia, que al entrar dijo:

    Por favor, seor; lo estn esperando.

    Inmediatamente se sent en una silla muy alta

    para l, y se qued dormido. El seor Jay lanz un

    juramento, se at una toalla mojada a la cabeza y,

    volviendo a su papel, empez a escribir lo ms

    rpidamente que le permitan sus dedos; de vez en

    cuando volva a mojar la toalla y se la ataba de

  • 24

    nuevo a la cabeza. As estuvo durante tres horas,

    al cabo de las cuales dobl sus papeles y se los

    entreg al muchacho despus de despertarlo,

    dicindole:

    Vamos, dormiln, vete rpido. Si ves al

    patrn, dile que tenga el dinero listo para cuando

    yo vaya a buscarlo.

    El muchacho hizo una mueca y desapareci.

    Estuve tentado de seguir al dormiln, pero me

    pareci ms prudente quedarme observando las

    acciones del seor Jay. Media hora despus se

    puso el sombrero y sali; naturalmente, yo hice lo

    mismo. Al bajar la escalera, me encontr con la

    seora Yatman, que se dispona a subir; tenamos

    un arreglo previo por el cual ella se encargara de

    registrar la pieza del seor Jay cuando estuviera

    ausente, y siempre que yo me encontrara ocupado

    en su seguimiento. En esta ocasin vi que se diriga

    a la taberna ms prxima y peda dos costillas de

    cordero. Yo me sent a una mesa cercana a la suya

  • 25

    y ped lo mismo que l. Antes que pasaran dos

    minutos, un joven de aspecto sospechoso, que

    estaba sentado a otra mesa, se levant y, tomando

    su vaso, se dirigi hacia donde estaba el seor Jay

    y se sent con l; yo aparent estar enfrascado en

    la lectura de mi diario, poniendo mis cinco

    sentidos en escuchar la conversacin de los dos

    hombres.

    Jack ha estado aqu preguntando por usted

    dijo el joven desconocido.

    Dej algn mensaje? pregunt el seor

    Jay.

    S contest su interlocutor . Me dijo

    que si lo vea le dijera que tena especial inters en

    verlo esta noche y que pasara a las siete por la

    calle Rutherford.

    Muy bien dijo el seor Jay . Llegar a

    tiempo para verlo.

    Despus de esto, el joven de aspecto

    sospechoso termin su oporto y, diciendo que

  • 26

    tena prisa, se despidi de su amigo (tal vez su

    cmplice) y sali a la calle.

    A las seis y veinticinco minutos y medio (en

    estos casos hay que ser muy exacto hasta en los

    minutos), el seor Jay termin sus costillas y pag

    su cuenta. A las seis y veintisis minutos y tres

    cuartos yo termin mi comida y pagu mi cuenta.

    Diez minutos despus yo entraba en la casa de la

    calle Rutherford, siendo recibido por la seora

    Yatman. Su rostro encantador tena una expresin

    melanclica y desilusionada que me apen ver.

    Me temo que no ha encontrado nada

    sospechoso en la habitacin del pensionista dije

    yo.

    Mrs Yatman sacudi la cabeza en forma

    desalentadora y suspir lnguidamente; fue un

    suspiro que me entristeci y me hizo sentir envidia

    del seor Yatman.

    No se desanime dije con una suavidad

    que pareci emocionarla . He odo una

  • 27

    conversacin misteriosa y s algo de una cita de

    aspecto culpable; espero ver grandes

    acontecimientos desde mi puesto de observacin

    esta noche. Por favor, no se alarme; pero creo que

    estamos al borde de un descubrimiento.

    Mi entusiasta devocin por mi deber se

    sobrepuso a mis tiernos sentimientos, as que la

    mir... le hice un guio... me desped y me alej.

    Cuando me instal en mi puesto de

    observacin, el seor Jay estaba haciendo la

    digestin, sentado en una poltrona y fumando su

    pipa. En la mesa haba dos vasos, una jarra con

    agua, y la botella de brandy. Eran cerca de las

    siete; a la hora exacta lleg el hombre llamado

    Jack. Pareca nervioso; en realidad, demostraba

    gran agitacin. La satisfaccin de prever una

    jornada fructfera me inund de pies a cabeza.

    Con gran inters mir por mi lugar de

    observacin, y vi que el visitante se haba sentado

    dando de frente a mi campo visual. Estos dos

  • 28

    villanos de aspecto abandonado se parecan tanto

    entre s que, vindolos juntos, separados apenas

    por la mesa, llegu a la conclusin de que eran

    hermanos. Jack era el ms limpio y cuidado en el

    vestir de los dos, debo reconocerlo. Es tal vez uno

    de mis defectos el llevar la justicia y la

    imparcialidad hasta su lmite; donde el vicio

    queda redimido, lo reconozco siempre.

    Qu pasa ahora, Jack? pregunt el

    seor Jay.

    No te das cuenta por mi cara? dijo Jack

    . Mi querido amigo, la espera es peligrosa;

    terminemos con el riesgo y el temor pasado

    maana.

    Tan pronto? Bien; si ests listo, yo

    tambin. Pero, estar lista Esa-Otra-Persona?

    Ests seguro?

    El seor Jay mostr una desagradable sonrisa

    al hablar y acentu las palabras esa otra persona

    con marcado nfasis. No me cabe la menor duda

  • 29

    acerca de la existencia de un tercer rufin en este

    asunto.

    Puedes encontrarte con nosotros maana

    dijo Jack . As podrs juzgar por ti mismo.

    Puedes estar a las once de la maana en Regents

    Park, y buscarnos en la vuelta que desemboca en

    la avenida.

    All estar dijo el seor Jay . Quieres

    un poco de brandy con agua? Para qu te

    levantas? Ya te vas?

    S, me voy contest Jack . El hecho es

    que estoy tan inquieto que no puedo quedarme

    tranquilo ni un minuto. Aunque te parezca

    ridculo, estoy presa de una constante excitacin

    nerviosa; el pensamiento de que en el momento

    menos pensado nos pueden sorprender, no me

    abandona. Se me ocurre que cada hombre que me

    mira dos veces es un espa...

    Al or estas palabras, me pareci que las

    rodillas se me doblaban; nada ms que una gran

  • 30

    fuerza de voluntad me mantuvo en mi puesto de

    observacin. Le doy mi palabra de honor acerca

    de esto.

    Tonteras! exclam el seor Jay, con la

    audacia de un criminal inveterado . Hasta este

    momento hemos guardado el secreto, y lo

    seguiremos guardando hasta el fin. Toma un trago

    de brandy con agua, y te sentirs tan seguro como

    yo.

    Jack rehus el brandy con firmeza, y con ms

    firmeza an persisti en retirarse.

    Tratar de distraerme caminando. Y

    acurdate, maana a las once en Regents Park, al

    lado de la avenida.

    Con estas palabras de despedida, sali; su

    descuidado pariente se ri con grosera, y volvi a

    tomar la pipa.

    Yo me sent al borde de la cama, temblando

    de excitacin. Me resultaba evidente pensar que

    no se haba hecho ningn intento por cambiar los

  • 31

    billetes de banco; y quiero agregar que el sargento

    Bulmer era de esta misma opinin cuando dej el

    caso en mis manos. Que conclusin debo sacar

    de la conversacin oda por m, y consignada ms

    arriba? Que es evidente que la cita concertada

    para maana ser para repartirse el dinero y

    estudiar la forma ms segura de cambiar los

    billetes al da siguiente; a mi modo de ver, el seor

    Jay es el jefe en este asunto, y ser probablemente

    el encargado de cambiar el billete de cincuenta

    libras. Por consiguiente, maana lo seguir a

    Regents Park, y tratar de colocarme lo ms cerca

    posible para or lo que digan y, sobre todo,

    enterarme si es que conciertan alguna otra cita.

    Para esto necesito la ayuda de dos asistentes,

    por si los cmplices se alejan en distintas

    direcciones; en ese caso, estos subordinados me

    servirn para hacer seguir a los dos ladrones de

    menor importancia. Es natural agregar que si los

    bribones se alejan juntos, estos ayudantes

  • 32

    constituirn nada ms que una reserva; siendo yo

    ambicioso por naturaleza, deseo que el xito de

    aclarar el robo me pertenezca a m solo.

    8 de julio. Agradezco la pronta llegada de mis dos

    subordinados; me temo que no sean hombres muy

    hbiles, pero no importa, ya que estar cerca de

    ellos para dirigirlos.

    Lo primero que hice esta maana fue hablar

    con el seor Yatman y su seora para explicarles

    la presencia de los extraos en la casa. El seor

    Yatman (aqu, entre nosotros, es un pobre

    hombre), se limit a sacudir la cabeza y dar un

    gemido. Mrs. Yatman (qu mujer superior!) me

    favoreci con una encantadora mirada plena de

    inteligencia.

    Oh seor Sharpin! exclam la seora

    Yatman con desaliento . La presencia de esos

    dos hombres me da la impresin de que usted

  • 33

    empieza a tener dudas sobre su xito.

    Yo me permit hacerle un guio (ella es muy

    comprensiva y no se ofende por tal cosa), y le

    expliqu, en forma despreocupada, que estaba

    equivocada.

    Porque estoy seguro del xito mand

    llamar a esos hombres. Tengo la absoluta certeza

    de recobrar el dinero, y esto no solamente por lo

    que a m me concierne, sino tambin por el seor

    Yatman y por usted.

    Acentu con nfasis estas ltimas palabras.

    Oh seor Sharpin! dijo la seora

    Yatman otra vez, al mismo tiempo que sus mejillas

    enrojecan.

    Con pudor volvi a inclinar la cabeza sobre su

    costura. Yo me sent en ese momento capaz de ir

    al fin del mundo por esta mujer, siempre que al

    seor Yatman se le ocurriera morirse.

    Envi a mis dos subordinados a que me

    esperaran en el portn de Regents Park que da

  • 34

    sobre la avenida; media hora despus, sala yo

    detrs del seor Jay.

    Los dos cmplices fueron puntuales. Me

    sonrojo al anotar lo que viene ms adelante. El

    tercer bribn, la misteriosa otra persona que los

    dos hermanos nombraron en su conversacin, es

    una mujer! Y lo que es peor, una mujer joven;

    para colmo de males, joven y bonita. De hoy en

    adelante, dejar de resistirme a la creencia

    general, esto es, a la conviccin de que en un

    hecho delictuoso siempre hay de por medio una

    persona del sexo dbil. Renunciar a las mujeres...

    exceptuando a la seora Yatman.

    El hombre llamado Jack ofreci su brazo a la

    mujer, mientras el seor Jay se colocaba al otro

    lado de sta, y as reunidos empezaron a caminar

    despacio a la sombra de los rboles. Yo los segua

    a conveniente distancia, y mis dos subordinados

    ms atrs.

    Lamento decir que me era imposible

  • 35

    acercarme lo suficiente como para or lo que

    decan, sin despertar sospechas; lo nico que pude

    inferir por sus ademanes, es que trataban un

    asunto de sumo inters para ellos. Despus de

    transcurrido un cuarto de hora, dieron vuelta en

    forma imprevista, desandando el camino

    recorrido; mi presencia de nimo no me abandon

    en esta emergencia. Hice seas a mis ayudantes

    para que siguieran de largo, y yo me ocult detrs

    de un rbol; al pasar cerca de m, o al nombrado

    Jack que se diriga al seor Jay con estas palabras:

    Digamos maana por la maana a las diez

    y media; y por favor, ven en taxi. Mejor ser que

    no nos arriesguemos tomando uno en este barrio.

    El seor Jay contest algo que no alcanc a or,

    y al llegar al lugar elegido para la cita de esa

    maana, se despidieron con una efusividad que

    me enferm. Yo segu al seor Jay, mientras mis

    subordinados lo hacan tras los otros.

    En lugar de ir a la calle Rutherford, el seor

  • 36

    Jay se dirigi al Strand. Penetr en una casa de

    poco respetable apariencia, y que, a pesar del

    letrero colocado en su puerta en el que se lea el

    nombre de un peridico, a m me pareci ms bien

    un receptculo de bienes robados.

    Despus de permanecer adentro unos pocos

    minutos, sali con su inseparable silbido; un

    hombre menos discreto que yo lo hubiera

    arrestado all mismo. Pero tena que atrapar

    tambin a sus cmplices, y adems haba que

    esperar la cita concertada para la maana

    siguiente. Es raro encontrar un aplomo semejante,

    en circunstancias tan difciles en un joven

    principiante como yo, que estoy comenzando y

    tengo que hacerme una reputacin como

    detective de la polica.

    De all, el seor Jay se dirigi a un caf y se

    entretuvo leyendo revistas mientras fumaba un

    cigarro. Yo opt por hacer lo mismo. Del caf se

    dirigi a su taberna, donde orden las infaltables

  • 37

    costillas. Yo entr y ped lo mismo. Cuando

    termin, se dirigi a su alojamiento; y cuando yo

    termin me dirig al mo. Por lo que observ, tena

    sueo y se acost a dormir la siesta; despus de

    orlo roncar por un rato, yo tambin tuve sueo y

    me acost a dormir la siesta.

    Mis dos subordinados vinieron al da siguiente

    temprano a darme su informe.

    El hombre llamado Jack dej a la mujer al

    llegar a la puerta de una villa de respetable

    apariencia, no lejos de Regents Park. De ah dobl

    a la derecha y se intern en una calle suburbana

    donde hay varios comercios y penetr en una casa

    abriendo la puerta con su propia llave; al hacer

    esto mir en derredor, deteniendo su mirada en

    mis dos ayudantes que iban por la vereda de

    enfrente. Hice que se quedaran en mi habitacin

    por si los necesitaba y yo me instal en mi puesto

    de observacin.

    El seor Jay estaba vistindose, tratando en

  • 38

    todo lo posible de mejorar su aspecto; esto es lo

    que yo esperaba, ya que un hombre con tipo de

    vagabundo difcilmente pueda presentarse, sin

    despertar recelos, a cambiar un billete de

    cincuenta libras. A las diez y cinco minutos,

    terminaba de cepillar su gastado sombrero y de

    borrar las manchas de sus guantes con miga de

    pan. A las diez y diez sala a la calle

    encaminndose a la parada de taxis ms prxima;

    yo y mis subordinados bamos detrs, casi

    pisndole los talones.

    El tom un taxi y nosotros lo seguimos en otro;

    el da anterior no pude or el lugar a dnde iran,

    pero pronto vi que se dirigan hacia el portn que

    se abre sobre la avenida.

    El taxi del seor Jay dobl lentamente hacia el

    parque; hice que el nuestro se detuviera antes de

    entrar, y yo me decid a seguirlo a pie. A los pocos

    metros se detuvo el otro taxi, y vi aparecer entre

    los rboles a los dos cmplices; stos subieron al

  • 39

    auto, que dobl rpidamente hacia la salida. Yo

    corr a mi taxi y orden al conductor que siguiera

    al otro vehculo en cuanto nos pasara.

    El hombre sigui mis instrucciones con tan

    poca inteligencia, que tema que nuestros

    perseguidos sospecharan algo. Habran pasado

    unos tres minutos (durante los cuales volvimos a

    recorrer el camino anterior), cuando se me

    ocurri mirar por la ventanilla, para ver a qu

    distancia iba el otro taxi del nuestro; al hacerlo vi

    dos sombreros que se asomaban y dos caras que

    me miraban.

    Me recost en mi asiento, sintindome

    invadido por un sudor fro; la expresin es

    grosera, pero es la nica que indica claramente

    mis condiciones en ese momento.

    Nos han descubierto! dije dbilmente a

    mis dos subordinados.

    Ellos me miraron atnitos. Mis sentimientos

    variaron de la desesperacin al colmo de la

  • 40

    indignacin en un instante.

    La culpa es del conductor. Bjese alguno de

    ustedes y dle un buen golpe.

    En lugar de obedecerme (tendr que

    consignar esta falta de disciplina en el

    Departamento Central), los dos se asomaron para

    mirar por la ventanilla; antes de que yo los

    pudiera atajar, ellos se haban vuelto a sentar.

    Estaba por dar rienda suelta a mi indignacin,

    cuando vi que me miraban en forma rara y me

    decan:

    Por favor, seor, mire hacia la calle.

    Hice lo que me decan. El taxi de los ladrones

    se haba detenido.

    Dnde? A la puerta de una iglesia!!!

    El efecto que este descubrimiento puede tener

    sobre una persona comn, no lo s; pero, siendo

    yo profundamente religioso, me llen de horror.

    He ledo a menudo que los criminales son astutos

    y no tienen principios, pero el atreverse a penetrar

  • 41

    en una iglesia para despistar a sus perseguidores

    fue para m un sacrilegio sin precedentes en los

    anales del crimen.

    Para la mente superficial de mis subordinados,

    aquello no tena tal vez ninguna importancia;

    pero para m, que vea ms all de la apariencia

    inocente de esos dos hombres y esa mujer bien

    vestidos que entraban en una iglesia, la escena

    tena otro significado ms siniestro que el que

    pudieran haber encontrado mis ayudantes. Por

    esto se ve que el aspecto exterior de las cosas no

    tiene ningn poder sobre m. Bajando del auto

    penetr en la iglesia seguido de uno de mis

    hombres; a mi otro ayudante lo envi a la puerta

    de la sacrista. Jams encontrar usted

    desprevenido a su humilde servidor Matthew

    Sharpin! Subiendo a la galera nos dirigimos hacia

    el sitial del rgano, para mirar a travs de las

    cortinas. Estaban abajo, y aunque parezca

    increble, estaban sentados tranquilamente en un

  • 42

    banco.

    Antes de que yo alcanzara a tomar una

    determinacin sobre el camino a seguir, apareci

    por la puerta de la sacrista un clrigo con sus

    vestiduras de ceremonia; le segua un aclito.

    Sent que mi cerebro empezaba a girar, y se me

    nubl la vista. Robos cometidos en sacristas

    desfilaron por mi memoria; tembl por el clrigo,

    y hasta llegu a temblar por el empleado.

    El sacerdote se situ frente al altar, los tres

    cmplices se le acercaron, mientras el ministro de

    Dios abra su libro y empezaba a leer.

    Qu?, preguntar usted.

    Le contesto sin el menor titubeo: las primeras

    lneas del oficio matrimonial.

    Mi subordinado tuvo la audacia de mirarme y

    despus se tap la boca con un pauelo; yo no le

    hice el menor caso. Al descubrir que el llamado

    Jack era el novio y que Jay era el padrino de la

    boda, sal de la iglesia seguido por mi ayudante y

  • 43

    me reun con el otro a la puerta de la sacrista.

    Muchos, en mi situacin, hubieran pensado que

    haban cometido una terrible equivocacin; yo no

    senta ninguno de estos sntomas, ni tampoco

    disminuida mi propia estimacin. Y ahora,

    despus de tres horas del descubrimiento, mi

    mente permanece, me alegra decirlo, tan

    tranquila como antes.

    En seguida de reunirme con mis hombres

    fuera de la iglesia, di a conocer mi intencin de

    seguir al otro taxi, a pesar de lo ocurrido. Tena

    mis motivos para ello. Mis dos ayudantes se

    quedaron sorprendidos ante mi decisin, y uno de

    ellos tuvo la impertinencia de decirme:

    Por favor, seor, a quin seguimos? A un

    hombre que ha robado dinero, o a uno que ha

    robado una esposa?

    El otro hombre, vulgar, festej la ocurrencia

    del compaero, rindose. Los dos merecen una

    seria reprimenda; ya me asegurar de que la

  • 44

    reciban.

    Una vez terminada la ceremonia, sus tres

    protagonistas volvieron a subir en el taxi, y el

    nuestro (que estaba convenientemente oculto en

    la esquina) comenz a seguirlo con nosotros

    dentro.

    Los vimos que se dirigan a la estacin

    terminal del South-Western Railway; la nueva

    pareja compr boletos para Richmond, pagando

    con medio soberano, cosa que me priv el placer

    de detenerlos; ya que no lo hicieron con billetes de

    libra. Al separarse del seor Jay lo hicieron con

    estas palabras:

    No olvides la direccin: Babylon Terrace,

    nmero catorce. Te esperamos a cenar de hoy en

    una semana.

    El seor Jay acept riendo, y agreg que volva

    a su casa para ponerse cmodo y sucio otra vez

    por el resto de la jornada. Debo agregar que lo

    segu, y puedo asegurar que se puso cmodo y

  • 45

    sucio otra vez (para usar su desagradable

    lenguaje), y as est hasta este momento.

    Ya s lo que las personas que juzgan a la ligera

    los actos del prjimo dirn de mi actuacin;

    asegurarn que a travs de toda mi investigacin

    me equivoqu en la forma ms absurda,

    agregando que las conversaciones sospechosas

    odas por m, se referan nicamente a las

    dificultades y peligros que significa para una

    pareja de novios el casarse a escondidas. Para

    aseverar lo que digan no tienen ms que recurrir

    a la escena de la iglesia.

    Esto lo dejar pasar sin discutir. Ahora bien;

    de lo ms profundo de mi sagacidad har una

    pregunta que mis enemigos no podrn contestar,

    pero que yo, como hombre de mundo, encuentro

    de fcil respuesta.

    Dejando de lado la ceremonia nupcial, qu

    pruebas tengo yo de la inocencia de estas tres

    personas? Ninguna. Al contrario, tengo ms

  • 46

    motivos que antes para sospechar del seor Jay y

    de sus dos cmplices. Un caballero que va a pasar

    su luna de miel en Richmond necesita dinero; y un

    caballero que tiene deudas con todos sus

    proveedores necesita dinero. Es sta una

    imputacin injustificable de malos designios? En

    nombre de la moral y buenas costumbres, le niego

    justificativo alguno al hecho; esos dos hombres se

    combinaron para robar una mujer: muy bien

    pueden haber robado el dinero. Me mantengo en

    mis creencias estrictas en cuanto a la virtud, y

    desafo a cualquiera a que me mueva un

    centmetro de mi posicin.

    Hablando de virtud, debo agregar que habl

    con el seor Yatman y su seora acerca de las

    conclusiones a que yo haba llegado. En un

    principio, esta encantadora mujer no comprendi

    mi lnea de razonamiento, y sacudiendo la cabeza

    se uni a su marido en prematuras lamentaciones

    por la prdida del dinero. Una pequea y

  • 47

    cuidadosa explicacin de mi parte, y un poco de

    atencin de parte de la seora Yatman, la hicieron

    cambiar de opinin. Ahora est de acuerdo

    conmigo en que la ceremonia clandestina no

    disminuye en nada las sospechas que recaen sobre

    el seor Jay, el llamado Jack, o sobre la fugitiva

    dama. Pcara audaz, fue el trmino usado por mi

    preclara amiga al hablar de esta mujer.

    Consigno esta frase con el solo fin de hacer ver

    que la seora Yatman no ha perdido su confianza

    en m, y su marido tampoco; al contrario, me han

    prometido tener plena fe en el futuro.

    Dado el giro que han tomado las cosas, me

    parece preferible, por el momento, esperar los

    consejos de usted. Espero nuevas rdenes, con la

    satisfaccin del cazador que ha matado dos

    pjaros de un tiro, ya que al seguir a los cmplices

    desde la puerta de la iglesia hasta la estacin, lo

    hice por dos motivos. Primero, los segu por

    obligacin, ya que los creo culpables del robo.

  • 48

    Segundo, por inters particular; sera una

    informacin muy valiosa para la familia o amigos

    de la joven, la que yo obtendra si descubriese el

    refugio en que la pareja pensaba ocultarse. Pase lo

    que pase, me congratulo al no haber perdido el

    tiempo; si usted aprueba mi conducta, mi plan est

    listo para ser continuado, si usted la desaprueba,

    me ir tranquilamente con mi valiosa informacin

    a la villa situada en las inmediaciones de Regents

    Park. De todos modos, el asunto coloca dinero en

    mi bolsillo, y me acredita como hombre de

    singular viveza.

    Algo ms debo agregar, y es esto: si alguien se

    aventura a asegurar que el seor Jay y sus

    cmplices son del todo inocentes en el robo de la

    caja con el dinero, y este alguien puede ser hasta

    el mismo inspector jefe Theakstone, yo lo desafo a

    que me diga quin cometi, entonces, el robo en la

    casa de la calle Rutherford, Soho.

    Tengo el honor de ser su seguro servidor,

  • 49

    MATTHEW SHARPIN

    Del inspector jefe Theakstone al sargento Bulmer. Birmingham, 9 de julio.

    Sargento Bulmer: El cabeza hueca del seor

    Matthew Sharpin ha hecho, como yo lo esperaba,

    un enredo en el caso de la calle Rutherford.

    Estando ocupado por el momento en esta ciudad,

    le escribo para que arregle usted las cosas;

    adjuntos le mando los garabatos que este infeliz de

    Sharpin califica de informes. Cuando usted

    termine de leer ese palabrero intil, llegar a la

    misma conclusin que yo; ese necio engredo ha

    buscado al ladrn en todas las direcciones posibles

    menos en la verdadera. Usted puede sealar al

    ladrn en cinco minutos. Liquide el caso en

    seguida, mandndome el informe a esta ciudad, y

    avise al seor Sharpin que queda suspendido

    hasta nuevo aviso.

    Lo saluda, FRANCIS THEAKSTONE

  • 50

    Del sargento Bulmer al inspector jefe Theakstone. Londres, 10 de julio.

    Inspector Theakstone: He ledo su carta y el

    informe. Dicen que los hombres inteligentes

    siempre aprenden algo aunque sea de un imbcil.

    Cuando termin con el quejumbroso reportaje de

    Sharpin sobre su propia estupidez, vi claramente

    el final del caso de la calle Rutherford, tal como

    usted pens que yo lo vera. Media hora despus

    me person en la casa, siendo el seor Sharpin el

    primero que encontr.

    Ha venido para ayudarme? me

    pregunt Sharpin.

    No exactamente le contest . He

    venido para decirle que queda usted suspendido

    hasta nuevo aviso.

    Muy bien contest Sharpin, sin

    demostrar que se le hubieran bajado los humos

    . S que han tenido envidia de m, y no los culpo;

  • 51

    es muy natural. Entre y pngase cmodo, yo tengo

    que ir a un asunto particular en las inmediaciones

    de Regents Park. Hasta ms ver, sargento.

    Con estas palabras se sali del paso, que era

    precisamente lo que yo deseaba.

    En cuanto la sirvienta cerr la puerta, le dije

    que avisara a su patrn que yo quera hablarle en

    privado. Me hizo pasar a la sala detrs del negocio,

    y all estaba el seor Yatman leyendo el diario.

    Vengo para hablarle del asunto del robo,

    seor le dije.

    S, s me interrumpi en la forma

    impertinente que era de esperar en un hombre

    como l . S, s, ya s; usted ha venido para

    decirme que el superhombre que hizo agujeros en

    el tabique del segundo piso se ha equivocado, y ha

    perdido el rastro del ladrn sinvergenza que me

    rob el dinero.

    S, seor; sa es una de las cosas que tena

    que decirle, pero hay algo ms que debo agregar.

  • 52

    Puede decirme quin es el ladrn? me

    pregunt ms speramente an.

    S, creo que s le contest.

    Dej el diario, y lo not ansioso y al parecer

    asustado.

    No ser mi dependiente? Espero que no

    sea.

    No, seor.

    Esa sirvienta intil? me volvi a

    preguntar.

    Es intil y desaseada. (Esto lo averig

    yo al principio.) Pero no es el ladrn.

    Quin es, entonces, en nombre del cielo?

    Se tiene que preparar para una sorpresa

    desagradable; le advierto que en el caso de que

    pierda usted los estribos, yo soy el ms fuerte de

    los dos le dije a modo de aviso. No se le ocurra

    ponerme una mano encima ya que puedo

    lastimarlo al defenderme.

    La cara del seor Yatman tom un color

  • 53

    ceniciento.

    Este individuo pusilnime haba ido

    apartndose de m a medida que yo hablaba.

    Usted me ha pedido que le nombre al

    ladrn prosegu yo. Si usted persiste en que le

    diga...

    Quiero saberlo dijo dbilmente .

    Quin fue?

    Su esposa dije firme y positivamente.

    Salt de la silla como si lo hubieran pinchado,

    y dio un golpe en la mesa tan fuerte que hizo crujir

    la madera.

    Calma, seor. Si se enoja, no sabr la

    verdad le dije a modo de consejo.

    Es mentira! Una infame y vil mentira!

    exclam, dando otro golpe sobre la mesa.

    De pronto, se desplom en la silla y empez a

    llorar.

    Cuando recobre la calma, estoy seguro que

    pedir disculpas por el lenguaje usado; mientras

  • 54

    tanto, escuche lo tengo que decirle. El seor

    Sharpin envi a nuestro Inspector un informe del

    tipo ms ridculo imaginable; anot en l, no slo

    sus estupideces, sino tambin los haceres y decires

    de su seora. En cualquier otro caso, esta nota

    habra ido a parar al canasto de papeles viejos;

    pero resulta que, en ste, la cantidad de tonteras

    escritas por el seor Sharpin llega a una

    conclusin que el cerebro simpln del escritor no

    supo ver. Tan seguro estoy de la explicacin a que

    he llegado, que me juego el puesto si no resulta

    que su seora estuvo aprovechndose del

    engreimiento y estupidez de este joven, para alejar

    las sospechas de su persona y entusiasmarlo para

    que desconfiara de los no complicados en el caso.

    Le digo esto en confidencia, y voy ms all todava;

    puedo decirle lo que su seora hizo con el dinero.

    Nadie puede mirar a su esposa, seor, sin quedar

    admirado por el gusto y elegancia de sus vestidos.

    Al pronunciar yo estas ltimas palabras, el

  • 55

    pobre hombre pareci recuperar el habla; me

    interrumpi en forma brusca, como si en lugar de

    ser un pobre comerciante fuera un duque.

    Busque otros medios para justificar la

    calumnia que ha levantado contra mi esposa

    dijo. Y agreg despus : La cuenta de su modista

    est en mi archivo de cuentas pagadas.

    Perdneme, seor, pero eso no prueba

    nada. Las modistas tienen una poco recomendable

    costumbre con la que nosotros tropezamos a cada

    rato en nuestro oficio. Una mujer casada puede

    tener dos cuentas separadas en su modista; una

    que el marido ve y paga; la otra es una cuenta

    privada, resultado de extravagancias y caprichos

    que la esposa paga cuando y como puede. De

    acuerdo a nuestra experiencia, esta cuenta se paga

    con recortes de los gastos del hogar. En su caso, su

    seora no pag ninguna cuota y, vctima tal vez

    de alguna amenaza, se encontr acorralada,

    resolvindose a pagar con el dinero de la caja.

  • 56

    No lo creo. Cada palabra suya es un insulto

    para m y para mi esposa.

    Tratando de salvar tiempo y palabras le

    contest:

    Se atreve a tomar el recibo de la modista

    que usted dice tener y acompaarme a la

    sombrerera donde compra su esposa?

    No muy convencido, busc el recibo y

    ponindose el sombrero se dispuso a

    acompaarme. Yo tena listos los nmeros de los

    billetes perdidos.

    Llegamos al negocio (que result ser un

    elegante local del West-End), y yo ped una

    entrevista con la encargada del comercio. No era

    la primera vez que nos bamos a encontrar en

    circunstancias como stas. En cuanto la seora me

    vio, mand llamar a su marido. Dije quin era el

    seor Yatman y el asunto que nos llevaba.

    Esto es estrictamente confidencial?

    pregunt el marido de la seora.

  • 57

    Yo asent.

    Es un asunto privado? pregunt la

    duea del comercio.

    Yo volv a afirmar.

    Tienes algn inconveniente, querida, en

    que favorezca al sargento mostrndole los libros?

    pregunt el marido.

    Ninguno, mi amor, si t ests de acuerdo

    dijo la esposa.

    Durante todo este tiempo, el seor Yatman

    pareca la personificacin del asombro y la

    desesperacin, a ms de estar completamente

    fuera de lugar. Trajeron los libros, y con un simple

    vistazo a las pginas en las que figuraba el nombre

    de la seora Yatman, confirm mis palabras

    anteriores.

    En uno de los libros estaba la cuenta arreglada

    por el seor Yatman; en el otro estaba la cuenta

    particular, tambin abonada, en la fecha del da

    siguiente al robo. La suma alcanzaba a ciento

  • 58

    setenta y cinco libras y algunos chelines, y

    abarcaba un perodo de tres aos. No haba

    anotacin de cuota alguna, y debajo de la ltima

    lnea, esta anotacin: Ultimo aviso. 23 de junio.

    Seal esto a la modista, y me contest que se

    refera al mes de junio prximo pasado, y que esa

    carta haba sido acompaada por una amenaza de

    procedimiento judicial. La seora lamentaba esto,

    pero no le haba quedado otro recurso.

    Cre que ustedes daban crditos ms

    amplios dije.

    No cuando el marido est en dificultades...

    me dijo la seora mirando al seor Yatman y

    tratando de que ste no oyera.

    Al hablar, me seal las cuentas. Las compras

    efectuadas despus que el seor Yatman se

    encontr en mala situacin eran tan

    extravagantes como en el tiempo anterior a esto.

    Si la dama economizaba en algo, no era

    precisamente en vestirse.

  • 59

    No quedaba ms que revisar el libro de caja,

    por pura frmula. El dinero fue pagado en billetes

    con numeracin exacta a la que yo tena en mi

    lista.

    Despus de esto saqu inmediatamente al

    seor Yatman de la tienda. Estaba en una

    condicin tan lastimosa que llam un taxi y lo

    acompa a su casa. Al principio rezong y llor

    como una criatura, pero despus que lo hube

    calmado, debo confesar que se disculp

    elegantemente por su primera explosin de mal

    genio. Yo, en cambio, me permit darle algn

    consejo sobre cmo deba arreglar las cosas con su

    esposa; no me hizo el menor caso, y subi las

    escaleras mascullando algo acerca de una posible

    separacin. No s qu clase de tctica usar la

    seora Yatman para salir de esta situacin;

    seguramente usar el histerismo para que el pobre

    hombre se asuste y la perdone. De todas maneras

    eso no es asunto nuestro, y, en lo que nos

  • 60

    concierne, el caso est terminado.

    Esperando sus gratas rdenes, quedo de usted

    seguro servidor, THOMAS BULMER

    P.S.: Debo agregar que al irme de la calle

    Rutherford, me encontr con el seor Sharpin, que

    vena a retirar sus cosas.

    Figrese usted me dijo restregndose las

    manos muy complacido . Vengo de la villa

    residencial, donde en el momento en que

    mencion el asunto que me llevaba, me echaron

    poco menos que a puntapis. Haba dos testigos

    que presenciaron el atropello; si no saco cien

    libras de esto, sacar mucho ms.

    Le deseo mucha suerte le dije.

    Gracias. Cundo le podr hacer el mismo

    cumplido por encontrar al ladrn?

    Cuando quiera, porque ya lo encontramos.

    Lo que me esperaba. Yo hice el trabajo y

    ustedes se llevan el premio. Es el seor Jay,

  • 61

    naturalmente.

    No le dije yo.

    Quin es, entonces?

    Pregntele a la seora Yatman; lo est

    esperando.

    Muy bien. Prefiero orlo de labios de esa

    mujer encantadora y diciendo esto, entr en la

    casa a toda prisa.

    Qu piensa de esto, Inspector Theakstone?

    Le gustara estar en los zapatos del seor

    Sharpin? A m no. Se lo aseguro.

    Del inspector jefe Theakstone al seor Matthew Sharpin. 12 de julio.

    Seor: El sargento Bulmer le ha dicho ya que

    queda usted suspendido hasta nuevo aviso. Tengo

    autoridad para agregar que en el Departamento

    de Investigaciones declinamos el ofrecimiento de

    sus servicios; tome esto como notificacin oficial

    de despido.

  • 62

    Le informo, para su inters, que esto no arroja

    una sombra sobre su persona; quiere significar

    solamente que usted no es lo bastante despierto

    para nuestra conveniencia. Si tuviramos que

    tomar un empleado nuevo, preferiramos a la

    seora Yatman.

    Su seguro servidor, FRANCIS THEAKSTONE

    ACOTACIONES AGREGADAS A LA CORRESPONDENCIA QUE ANTECEDE POR EL SEOR THEAKSTONE

    El inspector no est en condiciones de agregar

    ninguna explicacin de importancia a la ltima

    carta. Posteriormente se descubri que el seor

    Sharpin sali de la casa de la calle Rutherford

    cinco minutos despus de su encuentro con el

    sargento Bulmer. Su cara reflejaba asombro y

    terror, adems de lucir una marca roja, producida

    seguramente por una mano femenina. Hay que

    aadir que el dependiente lo oy referirse a la

    seora Yatman en forma poco respetuosa; al

  • 63

    doblar la esquina se le vio blandir un puo en

    forma vindicativa. Esto es lo ltimo que se sabe de

    l; probablemente, habr ido a ofrecer sus

    servicios a la polica de la provincia.

    De la situacin entre el seor Yatman y su

    esposa, se sabe menos an; salvo que el mdico de

    la familia fue llamado con toda premura, a poco

    de volver el seor Yatman de la modista. El

    farmacutico de la vecindad recibi la orden de

    preparar una pocin sedativa para la seora

    Yatman. Al da siguiente, el seor Yatman compr

    en el mismo comercio un frasco de sales;

    vindosele tambin en la librera circulante,

    pidiendo un libro agradable para distraer a una

    seora enferma. De esto se infiere que el seor

    Yatman no ha credo conveniente llevar adelante

    su intento de separarse de su esposa, al menos en

    la presente (y presunta) condicin del sistema

    nervioso de la sensitiva dama.

  • 64

    Who is the thief?

    The Atlantic Monthly, 1858

    Crdoba: Editorial Sur

    Apedeuteka Guinefort, 2015