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Vida Maravillosa de San Luis María Grignion de Montfort.

Jul 15, 2015

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Yurina Pinto
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Page 1: Vida Maravillosa de San Luis María Grignion  de Montfort.
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AGNES RICHOMME

Vida maravillosa de SAN LUIS MARIA DE MONTFORT

Fundador: Hijas de la Sabiduría, Compañía de María, Hermanos de San Gabriel

La doctrina y la praxis de nuestro Santo están enteramente centradas en la imitación del altruismo radical de Jesús y de María y, por consiguiente, en una alegre entrega de todo lo que somos a Jesús por las manos de María, como esclavos de amor de los dos y de nuestro prójimo (Filp2,7; Lc 1,38; Gál 5,13). Los que, siguiendo a Juan Pablo II (cuyo lema, "Soy todo tuyo", está sacado del Nº. 233 del Tratado de San Luis M. de Montfort), hacen suya esta desinteresada doctrina, tienen el derecho de inscribirse gratuitamente en la "Cofradía de María Reina de los Corazones", para lograr las 1,000 Santas Misas de salud que se dicen por ellos cada mes, y las numerosas indulgencias plenarias que el Papa les otorga. El Registro de los inscritos de tal Cofradía está en la misma dirección desde la cual difundimos este librito.

P. Luciano Ciciarelli De Berardinis, misionero Montfortiano

DIRECCIONES ÚTILES

EN EL PERU: Misioneros Montfortianos, Jr. Pacasmayo 566, Lima 1, Tel. 251228. - Seminario Monfortiano, Av. Colonial 426, Lima 1, Tel. 250336. Hijas de la Sabiduría, Av. J. C. Mariátegui 267-Jesús María, Lima 11 Tel. 715645. - Hermanos de San Gabriel, Parroquia San Luis de Montfort, Naña, Lima 08, Tel 971970.

EN COLOMBIA: Seminario Mayor Montfortiano, Carrera 3 - Nº 5 - 81, Santa Fe de Bogotá, Tel. 3330843. EN ARGENTINA: Misioneros Montfortianos, Calle Trinidad 1637, 1829 Fiorito, Buenos Aires, Tel. 2401539. EN ECUADOR: Misioneros Montfortianos, El Guabo, Machala (El Oro).

EN NICARAGUA: Misioneros Montfortianos, Santo Tomás, Chontales.

EN ESTADOS UNIDOS: Misioneros Montfortianos, 101 - 18 104 Street, Ozone Park, N.Y.114I6.

EN ESPAÑA: Misioneros Montfortianos, Calle Boltaña 39-3ºC, Madrid 22.

EN OTROS PAÍSES: Los Misioneros Montfortianos trabajamos también en Alemania, Australia, Austria, Bahamas', Bélgica, Brasil; Canadá, Croacia, Dinamarca, Filipinas, Francia, Haití, Holanda, India, Indonesia, Inglaterra, Irlanda, Islandia, Italia, Lesotho, Madagascar; Malawi, Mozambique, Papuasia, Portugal, Suiza, Uganda, Zaire, Zambia...

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1 San Lorenzo-sur-Sèvre. ¿Una pequeña ciudad como muchas otras? No, una pequeña ciudad muy particular, que no tiene comparación con ninguna otra. Una ciudad que parece como recogida en la contemplación de lo que ha pasado en ella. Una ciudad donde se respira un aire más liviano, donde vibra en todo instante el repique de alguna campana; un aire en el que parece flotar siempre un Avemaría. ¿San Lorenzo-sur-Sèvre? Una ciudad santa

2 El viajero que nada sabe, se sorprenderá al ver elevarse hacia el cielo, en ese pueblo, varios campanarios. Primeramente, el de la Iglesia parroquial, que tiene la solemnidad de una basílica. Luego, la fina torre que domina y señala a lo lejos la admirable capilla de la Casa Madre de esas queridas Hermanas de Hábito gris y blanca toca, que se encuentran en todas partes donde hay que aliviar, instruir, amar y que se llaman las Hijas de la Sabiduría.

3 Una torre cuadrada de muy buen aspecto, constituye el centro y, ciertamente, el alma de un armonioso conjunto de edificios, agrupados con el nombre de "Pensionado San Gabriel". Ahí, más de mil niños se preparan a su vida de hombres, instruidos y guiados por maestros que los comprenden y que ellos aman: los Hermanos de San Gabriel. Estos Religiosos de cuello azul y blanco, eran habitualmente conocidos en las parroquias, los pensionados y las instituciones de sordomudos y de ciegos.

4 De una colina vecina, se descubre un campanario más, y una grande y sólida casa, que es de los Padres de la Compañía de María. También se les llama "Monfortianos", y he aquí lo que nos explica este, aspecto especial de San Lorenzo-sur-Sèvre. Es aquí en efecto, donde vino a morir en pleno trabajo misionero, un hombre tan extraordinario" como sencillo, Un hombre que ha hecho de toda su vida, un don total, siempre renovado en Jesús por María, un hombre que ha convertido con su palabra y su ejemplo, a millares de sus semejantes: San Luis María Grignion de Montfort.

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5 Es a causa de este hombre, de este Santo, que la pequeña y tranquila ciudad de San Lorenzo ve afluir hacia ella, grandes peregrinaciones, venidas de toda Francia y también del extranjero. Es a causa de él, que se han radicado en San Lorenzo (para irradiar desde ahí, al mundo entero) aquellos que lo hacen revivir en las formas de apostolado que le fueron tan queridas: los Misioneros Monfortianos, las Hijas de la Sabiduría y más tarde los Hermanos de San Gabriel, llamados en otro tiempo del Espíritu Santo.

6 Luis Grignion nació en Bretaña, en Montfort-sur-Meu, el 31 de Enero de 1673. Sus padres habían perdido hacía poco tiempo, su primer hijo, muerto a los cinco, meses. Luis será por lo tanto, el mayor de esta numerosa familia, compuesta de 8 niños y 10 niñas. Su padre es abogado en Montfort, profesión que no le proporciona los recursos necesarios para mantener su hogar.

7 Pronto deberán instalarse en el campo, donde por lo menos, los productos de la tierra los ayudarán a vivir. De temperamento colérico y violento, Juan Bautista Grignion no es un padre tranquilo, y a menudo el pequeño Luis verá llorar a su querida mamá. Esta, que se llamaba Juana, educaba a sus hijos lo mejor que podía, a pesar de las dificultades que muchas veces sufrían.

8 Luis nació en un hogar cristiano y fue al día siguiente de su nacimiento, que lo llevaron a la Iglesia de San Juan, su parroquia, donde el Bautismo lo hizo hijo de Dios. Le buscaron como nodriza a "la madre Andrea", una buena campesina de los alrededores. Desde el principio de su vida, en pleno campo, Luis guardará el amor a la naturaleza y a la soledad, donde se encuentra al Señor más fácilmente que en el tumulto de la ciudad.

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9 Ese atractivo se desarrollará, cuando habite con todos los suyos, en la casa de Bois Marquer", en la parroquiá de Iffendic, donde pronto se trasladará la familia Grignion. Parecé que fue su mismo Párroco quien le dio los primeros elementos de instrucción. Y desde ese momento, Luis se manifiesta como un niño especialmente dotado y muy valiente. Estudia con gran ardor y demuestra mucha inteligencia.

10 Sobre todo, se ve desde ya en él, las señales de lo que será verdaderarnente la marca de su vida: un espíritu misionero muy desarrollado. Aún cuando muy pequeño todavía, trataba de consolar a su mamá de los arrebatos paternales, lo hacía con palabra y argumentos, que nunca se habría esperado de un niño tan pequeño, y que demuestran ya, como dice uno de sus biógrafos, "que el Espíritu de Dios mismo, se los ponía en la boca".

11 Ama a sus padres, sobre todo a su madre. Ama también tiernamente a sus hermanos y hermanas, especialmente a Luisa Guyonne. A veces la llevaba aparte para rezar el Rosario. Y si la pequeña vacila un poco en dejar sus juegos, le hace pequeños regalos para decidirla y le dice con tono convincente: "Serás muy bella y todo el mundo te amará, si amas mucho al buen Dios". Es ya el apóstol, el misionero el que habla.

12 No es con los años que adquirirá hacia la Santísima Virgen ese amor extraordinario, que lo coloca en la primera fila de los amigos de Nuestra Señora, es en realidad desde su infancia que el corazón de Luis esta como naturalmente vuelto hacia María. Todo lo que habla de Ella: relatos, estatuas en las esquinas de las calles, peregrinaciones, le encanta Ya de muy joven tiene la costumbre de llamar a María su madre, su "buena Madre"

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13 No Le reza solamente en momentos determinados: La hace presente en toda su vida, en todo lo que piensa y hace. Se dirige a Ella con una sencillez infantil, pidiéndole todo lo que necesita, tanto en lo material como en lo espiritual. ¡Pero aún más! habla de Ella sin cesar a sus hermanos y hermanas; para todos es un jefe que arrastra con su palabra y con su ejemplo, hacia Jesús por María.

14 Luis tiene once años. Es el momento de estudios serios; entra al Colegio de Renes, se aloja en casa de uno de sus tíos, Capellán de la iglesia de San Salvador. Este colegio era muy importante, contaba con tres mil alumnos más o menos. Muy pronto Luis se clasifica a la cabeza, pues es un trabajador incansable. Desde muy niño había tomado la costumbre de luchar contra todo lo que impidiera su deseo de perfección. Esta lucha la sostendrá toda su vida, con una indomable energía .

15 Los estudiantes de esta inmensa escuela, son muy diversos, hay de todo ... quizás más malos que buenos. El, que quiere conservarse puro y fuerte, necesita válor: a Luis no le falta. Sobre todo que él tiene una confianza sin límites en su "buena Madre", y es Ella quien le inspira interiormente toda su conducta. Luis ve un día a un compafiero pobre y harapiento, del cual se burlan una banda de muchachos malos. EI, sin temor a las burlas, se declara a su amigo

16 Después tuvo una idea: todos esos alumnos ricos que se burlan del pobre, sería mejor que lo ayudaran y Luis hizo una colecta para ese pobrecito. Con lo que recogió, fue donde el sastre: "Este es mi hermano y el suyo -le dijo-. Hice una colecta en mi colegio para conseguirle un terno: si no es suficiente, ¿Ud. podría agregar lo demás?". Por supuesto que no era suficiente, pero el sastre, conmovido, aceptó la pequeña suma para vestir al pobre narapiento

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17 Durante poco tiempo, Luis prosiguió sus estudios viviendo donde su tío. En 1686, toda la familia Grignion se traslada a Rennes, para que los demás niños puedan también recibir instrucción. Luis se hace profesor de sus hermanos menores. Y la época, de las vacaciones vuelve a traer a la alegre pandilla a Bois-Marquer, de la que guardan tan buenos recuerdos y dondé se puede jugar con toda libertad. Luis reencuentra con alegría sus rincones de soledad para el estudio y la oración.

18 Vuelve a encontrar, ya grandes, a los pequeños vecinos que reunía en torno a él, siendo niño, para dictarles el catecismo y rezar con ellos el Rosario. El mismo es ya un joven, su piedad y su seriedad aumentan cada día. Para su Confirmación ha querido agregar a su nombre el de María. Más tarde, como a San Luis le gustaba llamarse Luis de Poissy, en recuerdo del lugar .de su Bautismo, Luis Grignion sé nombrará con gusto "de Montfort". Es el nombre que conservará para la posteridad.

19 En el colegio de Rennes, encuentra a 2 verdaderos amigos, quienes siempre permanecerán muy unidos a él. Juan Baustista Blain, lo seguirá pronto a San Sulpicio. Más tarde, él escribirá la vida de Luis María (como también, después la de San Juan Bautista de La Salle). Claudio Poullard des Places, fundará la Congregación de los Padres del Espíritu Santo. Mientras tanto, con sus compañeros, forman un simpático trío y se apoyan mutuamente. Juntos rezan, juntos visitan a los enfermos.

20 Pues ya existen entre los estudiantes, pequeños grupos que consagran gustosos, una parte de su tiempo, a la caridad. Ya sea en el hospital San Iván, o en sus miserables viviendas, los enfermos se alegraban de ver llegar a esos jóvenes llenos de vida que les aportaban, junto con algunas golosinas, lo mejor de su corazón. Era para ellos un rayo de sol que los calentaba. Siempre Luis María les leía y comentaba el Evangelio, les hablaba de la Santísima Virgen Y rezaba con ellos.

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21 Un dia que visitava el hospital la señora Grignion reconoce a una pobre mujer. Le pregunta: "¿Quién la trajo aquí?" "Es su hijo, señora, el que me consiguió la entrada y que hizo que me trajeran en una silla", le contestó. ¡Qué feliz estaría el corazón de esa mamá de constatar así la caridad de su hijo mayor!

22 En la iglesia de San Salvador hay una estatua llamada Nuestra Señora de los Milagros. Se dice que durante la guerra de Cien Años, mientras la ciudad era sitiada, de repente sanaron las campanas a medianoche. Los habitantes estupefactos acudieron; la estatua se ilumina, levanta las manos y señala un lugar. Cavaron y hallaron un explosivo colocado por los enemigos. Fortalecidos por este milagro, los sitiados atacan y libran su ciudad. Luis María, que pasa cada día delante de San Salvador, no deja nunca de entrar, para saludar al mismo tiempo al Señor y a Nuestra Señora de los Milagros.

23 Pero, mientras más transcurre el tiempo, más desea consagrarse totalmente a Dios como Sacerdote. ¿Quizás el señor Grignion había deseado que su hijo lo sucediera? Lo cierto es que Luis sufrió, algunas veces, violentas escenas, en las que su padre se mostraba muy duro. El estudiante, después de hacer un gran esfuerzo para no contestar a su padre, demasiado encolerizado, se refugia en una oración más ferviente y también en la penitencia voluntaria.

24 El padre cede por la dulzura de Luis María: será Sacerdote. Como una buena persona, amiga de la familia, le da a entender que quizás le podría conseguir una beca para el Seminario de San Sulpicio en París, de inmediato se toma decisión: irá a París. Tiene 19 años. Su buena mamá le prepara un bolso con su ropa, le da diez escudos, y Luis María se va por el camino, sin saber que comienza así, una serie de viajes, siempre caminando a pie, por supuesto, que sólo terminarán con. Su muerte.

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25 Es duro, a pesar de todo, dejar a los suyos por muchos años y Luis María siente dolor en el corazón; se ha terminado la vida familiar ... Reaccionando contra la emoción que lo oprime, apretando fuertemente su Rosario en la mano, se pone a cantar. En la primera encrucijada, se encuentra con un pobre harapiento. Le da todo su bolso, con su ropa. Sintiéndose más liviano, continúa su camino, pero he aquí un segundo pobre y no puede dejarlo pasar sin darle algo

26 A éste le da sus diez escudos; la alegría crece en él. Unos kilóm\ltros más adelante es un tercer encuentro ... Esta vez no tiene nada. ¡Sí tiene!- Su propio vestido en buen estado, que cambia por los harapos del mendigo. Cuando ya lo ha dado todo, se siente lleno de alegría. Cayendo de rodillas hace la promesa de no poseer nunca nada. Puede seguir á Jesús, habiéndolo "dejado todo" como dice el evangelio.

27 Seguirá ahora hasta la muerte, tomado de la mano de la Santísima Virgen María. Pero París está lejos y Luis María pronto siente hambre. Como un verdadero pobre, mendiga su pan. En la noche se tiende en cualquier rincón o bajo un cobertizo por el camino. Así, día tras día avanza, cantando o rezando el Rosario. Tiene los pies hinchados y heridos, pero canta siempre.

28 Camina bajo la lluvia que lo empapa y el viento que lo hiela, cantando siempre. Y mientras su cuerpo sufre y padece, la Santísima Virgen se hace tan dulce y maternal con él, que su alma se inunda de alegría. Su apariencia es bastante lastimosa, cuando llega a las afueras de la capital. Hace diez días, que ha dejado Rennes. Mojado, embarrado, enflaquecido, tiritando en sus andrajos; sólo encuentra abrigo en una caballeriza.

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29 Cuando se presenta, al día siguiente, a la buena persona que deberá conseguirle la beca para el Seminario, ésta no puede reconocer en ese mendigo, al distinguido joven que vió en Rennes. Encontrándolo demasiado original, vacila en hacerlo entrar en San Sulpicio y lo coloca en un Seminario para los pobres, donde tendrá además los mismos cursos. Luis María se siente feliz, lo único que vale, solamente para él, es su preparación al Sacerdocio.

30 Muy pronto se da cuenta el Superior, que su nuevo alumno es un santo; lo aniina en su devoción a María y en su espíritu de penitencia. Luis María vive en la mortificación con alegría, pero se preocupa principalmente de cumplir bien sus deberes de estado. Trabajador incansable, como lo era en Rénnes, sus progresos son asombrosos y pronto llega a ser el más brillante alumno.

31 En 1693 sobreviene una gran hambruna. Aún el precio de su modesta pensión en el Seminario de los pobres, difícilmente puede pagarla la bienhechora de Luis María. Los jovenes sufren hambre. El Superior no sabe cómo alimentarlos. Con un plato en la mano, Luis María, va a ponerse a la cola de los mendigos, a los cuales se les reparte sopa en las esquinas de las calles. A menudo encuentra el medio de compartir su escasa ración con alguno más pobre que él.

32 Habiendo adivinado su madre que su hijo pasa necesidad, le envía un día una sotana nueva. De inmediato él se la regala a un Sacerdote, aunque la suya está hecha jirones. Le pasa treinta centavos a un colega pará que le compre una de ocasión. "¿Es una broma?" le :dice el otro. "¡Se necesita mas!" "Muy bien, si el comerciante se niega, dele los treinta centavos a un pobre!". Fue lo que sucedió; pero al volver con las manos vacías donde Montfort, el colega supo que durante ese tiempo, alguien le había traído justo el precio de una sotana de ocasión.

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33 Como la escasez continuaba, Luis María acepta de velar a los muertos, para ganar algún dinero. Su pensión ya no la pagan y el Superior tendría él derecho de despedirlo. "¿Qué habria sido de ustéd, le dijeron después, si el P.de Barmondière lo hubira despedido?" - "Nunca lo pensé, respondió, mi apoyo está en Dios". Dios respondia a tanta confianza filial con gracias cada vez más numerosas.

34 Así fue como nuestro seminarista iba tres o cuatro veces por semana, a pasar la noche velando a los muertos. Eran ocho horas que Luis Maria organiza así: las cuatro primeras horas reza de rodillas cerca del difunto y su oración es tan profunda, que permanece inmóvil. Las dos horas siguientes, hace una lectura espiritual. Las dos horas últimas las dedica a estudiar.

Después, como si nada hubiera pasado, vuelve al Seminario a comenzar su dia normal.

35 Felizmente tiene muy buena salud y mucha vitalidad, incluso está dotado de una gran fuerza: levanta fácilmente fardos muy pesados, con gran admiración de sus compañeros que lo estiman. Pues, si es muy duro para sí mismo, con,los demás es todo caridad. Como su Superior le pide de mezclarse a la alegria de todos en los recreos, él selecciona chistes y juegos de palabras que hacen reír, y se esfuerza para que su conversación sea "alegre y entretenida".

36 Su aplicación heroica y su vida de extrema mortificación, terminaron por minar su salud. Cayó enfermo y hubo que llevarlo al hospital. Pálido, teniendo sólo un soplo de vida, en un murmullo reza sin cesar Avemarias y es tal su agotamiento que sólo se espera verlo morir. Pero de repente, él mismo anuncia que muy pronto sanará. En efecto, algunos días después, vuelve al Seminario donde reanuda sus estudios y su vida anterior. Añade a su trabajo una formación artística que más tarde le servirá mucho.

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37 Ya en Rennes había demostrado verdaderos dones para el dibujo, la pintura y aún la escultura. Con el trabajo, esos dones se desarrollarán. Se conservan todavía en San Lorenzo -sur-Sèvre (donde sus queridas Hijas de la Sabiduría) y en otras partes, ciertas estatuas de Nuestra Señora que salieron de sus manos. ¡Nuestra Señora! Ella es cada día más su Madre y objeto de toda su ternura. También es para él una gran alegría, tomar el camino de Chartres con un compañero, para la tradicional peregrinación, que le había sido encomendada por todo el Seminario.

38 Adelantándose a Péguy y a grandes grupos de estudiantes que van allá en cada Pentecostés, Luis María, caminante de Nuestra Señora, recorre los caminos que conducen a Ias torres de la catedral de Chartres. Ante Nuestra Señora, pasa el día como embelesado, en éxtasis. Regresa de Chartres más fortalecido, más decidido a convertirse, formado por las manos de María, en un verdadero Sacerdote del Señor, pues la hora del Sacerdocio muy pronto llegará para él.

39 LLegado ese momento, Luis María está por fin en el verdadero Seminario de San Sulpicio. Aprovecha para leer mucho. Lo atrae especialmente el título de un libro. Es "La Santa esclavitud de la admirable Madre de Dios ". A fines del siglo XVII el término de esclavitud no tenía el aspecto anticuado que puede parecer en nuestros días. Ser "esclavo" de María es la fuerte expresión que usa Montfort, rindiéndole un homenaje especial a la Reina de los Corazones. Les habla a varios compañeros, con los que forma, una pequeña asociación, cuyos miembros se consagran especialmente a Nuestra Señora.

40 Se instruye más y más. Esto le es tanto más fácil, por haber sido nombrado bibliotecario del Seminario. Siempre acogedor y sonriente, cumple su papel, a la mayor satisfacción de todos. Toma por su cuenta muchas notas, que más tarde facilitarán su trabajo de misionero y escritor espiritual. No olvida a su familia, que siempre sufre problemas de dinero. Tres de sus hermanas consiguen entrar en la Abadía de Fontevrault por intermedio de él.

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41 Siempre lo han atraldo los niños. Encargado del catecismo en la parroquia de San Sulpicio, cautiva su atención, por la manera tan viva de enseñarles. Varios compañeros seminaristas, habiendo ido un dia a ese catecismo, con la intención de burlarse de él después, se sienten tan impresionados por la manera como explica, y sobre todo por el ardor que se siente en él, que muy pronto se ven obligados a salir precipitadamente, con lágrimas en los ojos. Toda su vida, tanto a los niños como a los adultos, Montfort enseñará el catecismo

42 Se prepara al Sacerdotio, esforzándose cada vez más. Avido de caridad y de penitencia, recibe con una sonrisa las burlas de aquellos que envidian y desprecian su santidad. Busca siempre como reconciliar. Es asi que se le ve, sin temor de su propia seguridad, arrojarse un dia entre dos jóvenes que desenvainaban la espada, listos a batirse en duelo, en la calle. Les habla con tanta elocuencia, que los dos adversarios olvidando sus rencores, se reconcilian de inmediato

43 Llegó el día en que fue ordenado Sacerdote: el 5 de junio de 1700, a los 27 años de edad. Celebra su primera Misa en el altar de la Santísima Virgen, en la iglesia de San Sulpicio: él estaba encargado de arreglar y adornar ese altar desde hacía algún tiempo. Su manera de celebrar el Santo Sacrificio, causó una gran impresión. Uno de los asistentes pronunciará la palabra que se repetirá muchas veces, más tarde: "Luis Marra de Montfort parecía un ángel en el altar"

44 Por fin ya es Sacerdote del Señor, ardiendo de deseo de darlo a conocer y amar por todos aquellos que aún lo ignoran. Piensa en las Misiones lejanas y especialmente en esa gran tierra de Canadá, que tanto necesita de Misioneros. Pide a sus superiores de San Sulpicio que lo envíen allá, pero se presentan dificultades que se lo impiden. ¿Qué hará entonces? Conoce a un Sacerdote que tiene un grupo de Misioneros para la diócesis de Nantes, cuyo trabajo consiste en predicar de pueblo en pueblo

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45 He aquí a Luis María que parte con ese buen Padre Levèque. Se detiene en el monasterio de Fontevrault para volver a ver a sus hermanas, encantadas con su visita. Al llegar a la casa de Nantes, encuentra una situación enredada y un gran desorden; se da cuenta de lo que habría que hacer, pero su humildad no le permite llegar como reformador. Le pide a Dios "una pequeña y pobre compañía de buenos Sacerdotes ... para ir de una manera pobre y sencilla a enseñar el catecismo a los pobres del campo y atraer a los pecadores a la devoción a la Santísima Virgen".

46 Permanece poco tiempo en esa casa mal organizada de Nantes, porque la bienhechora de sus hermanas lo invita a la toma de Hábito de una de ellas, en Fontevrault. Teniendo gran estima por el joven Sacerdote, esta señora quiere conseguirle una buena situación como canónigo. Luis María se defiende vivamente pues quiere permanecer pobre. Ella le aconseja entonces de ir a ponerse a disposición del Obispo de Poitiers; Montfort sigue el consejo, pero antes va a servir a los pobres del hospital.

47 Allí permanece durante cuatro horas, orando en la capilla, ante la gran admiración de los "pobres" que lo observan. (Los hospitales de aquel entonces servían tanto como refugio para los pobres, como para cuidar enfermos). Viendo a este joven Sacerdote pobremente vestido, se ponen de acuerdo entre ellos para hacerle una ofrenda. Se les ocurre también pedirlo como Capellán: presiente su corazón que en él encontrarán a un padre.

48 Dicho y hecho: uno de ellos que sabe escribir, redacta una hermosa carta para el Obispo. Fue así como Luis María, que acaba de pedirle al Obispo de Poitiers un puesto de Misionero itinerante, se ve, al contrario, nombrado Capellán con residencia en el hospital. Acostumbrado a decir siempre "Sí" a Dios, que habla por los acontecimientos de todos los días y por su Obispo, se entrega de todo corazón a esta "Misión" inesperada pero también interesante.

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49 Hay tanto que hacer en los hospitales de aquellos tiempos, ¡solo para que estos desdichados, sientan un poco de alivio! Cuando se ha visto el film "Padre Vicente", se puede tener una pequeña idea de lo que eran esos refugios sobre poblados de mendigos, qúe se acostaban, aún enfermos, a varios en una misma cama, donde no existía la higiene y a menudo faltaba el alimento. Era el período del hambre, y con frecuencia los pobres del hospital de Poitiers no tenían todos los días el trozo de pan, que constituía todo su alimento

50 Allí también había que poner orden y en eso se ocupó de inmédiato el Capellán. Se ocupaba de todo y no vacilaba jamás en vendar él mismo a un enfermo cubierto de llagas ulcerosas, tratando al mismo tiempo de reorganizar lo que andaba mal. Insiste para que los pobres coman sentados a la mesa todos juntos y no cada uno por su ladó, como lo hacían. Hace que les den una sopa caliente en cada comida. Se puede adivinar la alegría y el cariño de estos pobres para con su abnegado Capellán.

51 Pero, como siempre, los celos, la envidia, la maldad, se levantan contra él. Los responsabres del desorden unen sus fuerzas y no vacilan en llegar hasta.la calumnia para deshacerse de él. Se quejaron al Obispo. Le pusieron tantas dificultades a Luis María, que muy pronto tuvo que retirarse. Aun algunos de esos pobres, a los que más había ayudado -a los que les reprochaba su embriaguez y su mala conducta- se unieron a los descontentos para hacerlo partir

52 Se va pues, a hacer un retiro de ocho días, donde los jesuitas y está "lleno de una gran confianza en Dios y en su Santa Madre ..." Dios le responde a su manera, a esta confianza, permite en efecto que dos de sus principales detractores mueran uno tras otro. Además la enfermedad se propaga en forma contagiosa en el hospital, y todos los pobres estarían tan felices de volver a ver al abnegado Capellán. Sin embargo continuará el fuego bajo la ceniza y muchos seguirán poniéndole dificultades

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53 Solamente la gracia obtenida por la oración y una vida verdaderamente cristiana, solo para él, le da el remedio a esta desoladóra situación. He aqui pues a nuestro Capellán que sueña, con un grupo de piadosas mujeres, capaces de ir contra la corriente del egoísmo y del desordén. Pero ¿dónde encontrarias? Entre las mismas pobres asiladas. Así es como reúne a algunas désdi'chadas, achácosas, enfermas; pobres de cuerpo y fuerzas, pero ricas con un hermosa alma . ¡A la cabeza, como Superiora pone a una ciega!

54 Consigue que les den una salita de reunión. Colgava en la puerta un letrero: "Sabiduría". Desde hacía tiempo en éfecto, los estudios y las meditaciones de Luis María, lo han llevado a profundizar esta verdad, que Jesús, Hijo de Dios es la Sabiduria encarnada. Para él, adquirir la "Sabiduria" es en suma, lo que San Pablo llama "hacerse otro Cristo" El honra, gustoso, a nuestra Señora -lo hará más y más en adelante- como a la Madre de la Sabiduría.

55 He aqui pues, esta primera asociación de lo que se podría llamar "el desecho de la sociedad" si se la mirara con ojos no cristianos. En torno a él algunos se ríen maliciosamente y otros lo hacen abiertamente: " ¿ Dónde querrá llegar con esas pobres mujeres, dirigidas por una ciega?" El no se altera, está acostumbrado. Sabe que Dios siempre escoge lo más débil para realizar grandes cosas y que la cruz de Jesús es también una "locura" a los ojos del mundo.

56 La capilla del hospital servía de iglesia a , los habitantes de ese barrio. Pronto se corrió la voz de que el Capellán pronunciaba magníficos sermones. Cierto día Elizabeth Trichet, hija del Fiscal de Poitiers, vuelve entusiasmada asu casa y le dice a su hermana María Luisa: "¡Qúé hermoso sermón acabo de oír!" ¡Un santo! María Luisa pone oído: llamada por Dios, desde hace mucho tiempo, encuentra dificultades para responder a este llamado. ¿ Si fuera ella aver a este Sacerdote

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57 Se dirige pues, a la capilla, se arrodilla en el confesionario, y un poco temblorosa, comienza su Confesión. Pero Montfort la interrumpe: "Hija mía, ¿quién la mando para acá? - Padre, fue mi hermana ... - No, hija mía, no fue su hermana, fue la Santisima Virgen". Y María Luisa al instante entra en plena confianza con ese Sacerdote; que encontrará en ella un alma bien templada, y a la cual hará, más adelante la Fundadora de las Hijas de la Sabiduría.

58 Desde hacía mucho tiempo, ella deseaba entrar en un convento y su familia aceptaba ¡Que venga ella entonces, primero, a servir a los pobres al hospital! Llega entonces y se instala pronto: el Sacerdote la guía firmemente por los caminos de la santidad. Trabajo repugnante, humillaciones, privaciones, toda clase de sufrimientos, nada le faltará a María Luisa para ser formada como lo entiende el Padre Montfort. Se asociará primero ella, siendo de familia burguesa, al grupo de pobres y ancianas achacosas que él ha reunido y que ella servirá con toda humildad.

59 Muy pronto le dará un Hábito, esa ropa gris de las Hijas de la Sabiduría, que ella llevará sola, afrontando las burlas de la gente. Pues, mientras Luis María deja Poitiers, María Luisa permanecerá fielmente en el puesto que él le asignó, esperando la hora de Dios para la Congregación proyectada. Siempre paciente y abnegada, sin renunciar jamás, permanecerá en un doloroso aislamiento, en medio de todos ¡y esto durará diez años!

60 Tal fuerza de carácter y tal santidad forzosamente atraen la admiración y sin duda ello explica el maravilloso desarrollo de las Hijas de la Sabiduría, que hoy en día son 3.500, repartidas en todo el mundo, las qué continúan entregándose a los pobres, a los enfermos y a los niños, en el espíritu de aquella, que fue la primera en recibir y llevar con orgullo, sola, durante diez años, ese "Hábito color ceniza":' que Luis María de Montfort le impusiera

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61 Luis María debe volver a París, donde su hermana preferida, Luisa, sufre grandes dificultades por falta de plata (¡siempre!) ya río puede quedarse en lá Comunidad Religiósa donde se encuentra. Es tiempo de verano y él camino es muy duro, bajo el sol abrasador. ¿Cómo ayudar a su querida hermana? El mismo es muy·pobre ... En París golpea muchas puertas, pero sin éxito: todos se limitan a indicarle a otra persona, ni siquiera tiene para su propia alimentación ... hasta que encuentra un convento donde le dan "la parte del pobre", que 'siempre reservan para los necesitados cada día.

62 Muy agradecido, va a saludar a la buena Superiora ... y en esta ocasión encuentra a una generosa persona, que queriendo ayudar a su hermana, le facilita la entrada a las Benedictinas del Santísimo Sécramento. Con gran alivio el santo Sacerdote ya puede regresar a Poitiers. De lejos seguirá preocupádose de su hermana, escribiéndole cartas muy conmovedoras; pero tiene que apurarse, pues lo reclaman del hospital, pesar de todo lo que le hicieron sufrir.

63 Sin embargo, ya no sé quedará, ,pues las maldades y calumnias pronto vuelven a empezar. El demonio, envidioso del bien que hace el Santo, le crea toda clase de nuevas dificultades. Se atreve aun a atacarlo a él-mismo, como lo hará con otros grandes santos. Varios testigos lo vieron, en diferentes ocasiones, como si estuviera luchando con alguien muy fuerte y lo oyeron gritar, un día que parecía estar solo: " Oh Virgen Santísima, mi buena Madre, ven a socorrerme!"

64 De nuevo se va del hospital de Poitiers. Siente además, que su vocación es de predicar e instruir, de pueblo en pueblo sin quedarse nunca por mucho tiempo en ninguna parte. Vuelve nuevamente a París en busca de consejos, donde sus antiguos maestros de San Sulpicio. Sólo por carta ayudará a María Luisa Trichet a ser fiel a su vocación de Hija de la Sabiduría. Vuelve a encontrar a uno de sus dos amigos, Claudio Poullard, que acaba de abri el Seminario de Estudiantes Pobres".

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65 Luis María trata, de convencerlo que se una a él, para fundar la sociedad de Misioneros, con la cual sueña. Claudio no se siente llamado,' pero promete prepara futuros compañeros para Montfort, entre sus alumnos. Tampoco tiene mucho éxito con su otró amigo, Juan Bautista Blain. Muy molestó por su extravagancia, su confesor lo recibe muy fríamente y lo humilla delánte de todos. Blain, que siente un p;ofyndo afecto por Luis María, se aflige y sufre mucho por él.

66 En cuanto a nuestro Santo, "acepta esta humillación con su dulzura y modestia acostumbrada, regresa con la misma tranquilidad con que llega y con redoblado fervor, fruto de nuevas cruces". El mismo Juan Bautista Blain es qien describe en estas frases la actitudd_de Luis María, y se nota la admiración sin límites que siente por su amigo, considerándolo desde siempre como un auténtico santó.

67 Rechazado por los que más debían ayudarlo y aconsejarlo, Luis María se vuelve hacia Dios. Copmprende que esas desilusiones son un llamado a una unión más estrecha con su Señor. "Dios solo" no es por casualidad que escogerá esta divisa. Durante toda su vida los acontecimientos y los hombres, parecieran que están contra él, para obligarlo a vivir en toda su plenitud la confianza en Dios. Así lo comprende e intensifica su oración

68 En un cuartucho pequeñito que ocupa en una calle de París, multiplica sus oraciones y sus penitencias. Deja también desbordar su alma en páginas ardientes: "El Amor de la Sabiduría Eterna", primera obra escrita por Luis María Grignion de Montfod, se cree que la hizo en ese oscuro rincón, donde vivió algún tiempo, criticado y despreciado de muchos. Sin embargo, algunos le tienen confianza.

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69 Así es que un día le piden como un favor de ir por un tiempo a compartir la vida de un grupo de ermitaños, retirados en Monte Valeriano, y hacer lo posible por restablecer la unidad entre ellos. "Su recogimiento, su espíritu de oración, su fervor, su mortificación, impresionaron a estos buenos hermanos, que se sintieron renovados", escribe el Padre Blain en esta ocasión. Vuelve la paz, junto con la caridad. Con el corazón gozoso, regresa Luis María a su querida soledad, toda llena de la presencia de Dios y de la influencia de María.

70 Creía haber terminado con el hospital de Poitiers, pero no fue así. Había llegado una carta a la dirección del Superior del Seminario de San Sufpicio. Una carta asombrosa que comenzaba así: "Nosotros, los cuatrocientos pobres, le suplicamos humildemente, por el amor de Dios y su mayor gloria, que nos envíe nuevamente a nuestro venerable pastor, aquel que ama tanto a los póbres, al Padre Grignion... " y así continuaba en ese tono, acumulando súplicas para que Luis María vuelva a ocupar su puesto de Capellán,

71 "... Dios mío, consuélanos y perdónanos nuestros grandes pecados, que nos han traído semejante desgracia. Si pudiéramos volver a verlo, seríamos mas obedientes y fieles a nuestro Dios...," Así terminaban su carta y firmaban simplemente: "Los pobres de Poitiers". La voz de los pobres es para Montfort la voz de Dios, por eso sin tener en cuenta sus propios gustos, deja de inmediato su querida soledad, toma su bastón de caminante y parte una vez más hacia Poitiers.

72 Es tan grande el entusiasmo en el hospital que encendieron fogatas a su llegada. Pero ¡en qué triste estado encuentra su campo de apostolado! Reina el desorden, y el Capellán, que es ahora Director, tiene que estar en todo. Felizmente, nada lo detiene y cuando un pobre hombre llega al hospital "cubiertó de infección y podredumbre ... sin padres, sin amigos y rechazado por las enfermerás", Luis María se encarga de él, lo cuida, lo limpia, le brinda todo los cuidados que su estado requiere, y lo prepara a una dulce muerte entre sus brazbos.

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73 Montfort administra, reorganiza y dirige con la mayor dulzura posible. Sin embargo la maldad, con la ayuda del diablo, vuelve nuevamente. Un año después de su regreso, siente que ya no desean su presencia, por lo que piensa partir de nuevo. Le pide su parecer a María Luisa. Ella le responde: "Tiene razón, Padre, hace bien en alejarse". El alma de María Luisa Trichet era del mismo temple que la de su Padre espiritual. Sin una palabra, ella seguirá en su puesto.

74 Luis' María ¿podrá por fin ser Misionero? Comienza por sumergirse en Dios con un ferviente retiro. Después, se ofrece al Obispo para hacer Misiones en las ciudades y en los suburbios, y restaurar santuarios deteriorados. En este aspecto también se asemeja a San Francisco de Asís, entusiasta en el trabájo para "volver a levantar Ia casa del Señor, que se derrumba". Como él, irá en delanté cantando y rezando para anunciar el Evimgelió por todas partes donde pasara, llamando a todos los hombres a volver a Dios.

75 Escogió primero uno de los más pobres suburbios de Poitiers, Montbernage, donde se vive la indiferencia para con Dios y a menudo, en el odio al Sacerdote. Entregándose por entero a todos, recorre largo rato esas tristes callejuelas, entra en las casas, se interesa por la salud, bendice a los niños. Su ropa gastada, pero aún más su rostro tan humilde, siempre iluminado con una dulce sonrisa, transforman las actitudes desconfiadas y hasta hostiles. Ya dejan que se acerque a ellos. Sobre todo los niños, que al principio lo insultaban como sus padres, ahora siguen al Misionero

76 Como siempre, esa gente al sentirse amada se abre poco a poco. Montfort podrá, después de los niños, reunir a los adultos para hablarles de Jesús ¡Pero la iglesia parroquial está demasiado lejos; nunca podrán ir allá! ¡Bueno, no importa! He', 'aquí un granero que sirve de salón; lo transformarán en capilla. A pesar de su indigencia, todos estos pobres se muestran generosos. En algunos días fabrican los muebles mas indispensables. En el medio, Móntfort coloca un crucifijo

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77 Para adonar los rnuros y también llevar en procesión, hizo bordar quince estandartes, representando los quince misterios del Rosario. Su fogosa palabra trata justamente del misterio de Ia cruz y de la devoción al Rosario, Todos lo escuchan con gran atención y para que la lección penetre mejor, todos cantan cánticos compuestos por el predicador, con melodías conocidas y cuyo texto repite y ayuda a la enseñanza: La gente acude, cada día más numerosa, convidándose unos a otros

78 Con las procesiones, cánticos y Rosario en común delante de la estatua de Nuestra Señora, se renueva el interés que, transformando poco a poco los corazones, permite que penetre nuevamente en ellos la gracia de Dios. Pronto, "el buen padre", como espontáneamente lo llaman, ve llenarse su confesionario y a numerosos cristianos volver a Dios, olvidado desde el. Bautismo y su. primera Comunión. Aprovecha entonces, para hacerles, renovar las promesas del Bautismo

79 Y la "Misión" termina con la colocación de una cruz que perpetuará el recuerdo, Después de Montfort, continúa conservándose esta costumbre y es por eso que todavía se las encuentra, en los cruces de los caminos, en nuestras parroquias de la ciudad o del campo. En la ceremonia de despedida, el santo Misionero confía a la Santísima Virgen todo el barrio de Montbernage. El granero convertido en capilla es bautizado con el nombre: "Nuestra Señora de los Corazones", y Luis María regala una estátua de la Santísima Virgen, imponiendo una condición:

80 Pide qu.e algúiem se comprometa a rezar el Rosario "los domingos y días festivos" en la capilla. Un obrero del barrio se ofrece de inmediato. Santiago Goudeau (asi se llama), cumplirá su compromiso durante cuarenta años con ejemplar fidelidad. Y los habitantes de ese barrio de Montbernage, firmemente convertidos por Luis María de Montfort, seguirán siendo valientes cristianos, que sabrán dar testimonio de Cristo cuando sea necesario .

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81 En un puente de Poitiers existia un pequeño oratorio dedicado a Nuestra Señora, qué las crecidas del río habían dejado muy deteriorado. Montfort, fiel a la promesa hecha al Obispo, emprende su reconstrucción. Todavia se conserva la estatua de ese oratorio. Resura también el templo de San Juan, sin preocuparse de las burlas de los que creían imposible ese trabajo. Ciertamente tuvo éxito en esta empresa, encontrando fácilmente la plata y la necesaria ayuda.

82 Así continúa sus Misiones. Terminando una de ellas, en la que se hab ía preocupado de reconciliar a las familias y de hacer que se deshicieran de los libros malos y de los cuadros indecentes, tuvo una idea: ¿si hicieran (como lo hizo San Pablo en Efeso, con los libros de magia que le traían los convertidos) una gran hoguera para quemar todos esos libros y cuadros que ensucian las almas? Esto impresionaría a la gente y sería un símbolo fácil de comprender ... antes deja implantación de la cruz .

83 El proyecto, es bien acogido. De todo el barrio traen los malos libros y cuadros. Pronto se junta un montón. Pero alguien, por hacerlo, mejor -¿o empujado por el diablo? tiene una idea no muy feliz: sin prevenir al Padre de Montfort, esta persona fabrica un maniquí, que representa al demonio, lo coloca sobre el montón y va diciendo por todas partes, que van a quemar al mismo diablo. Al momento, los envidiosos, los que están celosos del éxito de Montfort, aprovechan esta buena ocasión para perjudicarlo y corren donde el Obispo.

84 El P. de Montfort pretende quemar, al diablo en su hoguera!" El Obispo no está ahí; el Vicario General (que no le tiene mucha simpatía al santo Misionero) sale, furioso y corre a la iglesia, donde está la Misión. Sin ni siquiera informarse en cuanto a la acusación, interrumpe a Luis María en pleno sermón " y lo reprende duramente, con las palabras más humillantes y que más pueden avergonzar" escribe un historiador de ese tiempo. La asistencia, que era considerable, queda estupefacta.

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85 Desde las primeras palabras, Luis María se arrodilla, y cuando el Vicario se ha ido, se levanta, mientras todos los rostros se vuelven ansiosos hacia él: "Hermanos míos, dice con voz tranquila, nos disponíamos a implantar una cruz en la puerta de esta iglesia. Dios no lo ha querido, nuestros Superiores se oponen a ello. Implantémosla en nuestros mismos corazones, ahí estará mejor que en cualquiera otra parte" y comenzó el rezo del Rosario

86 Al día siguiente, en la Misa de c1ausura las Comuniones eran aún más numerosas de lo que se podría esperar; esto nos demuestra que el Señor se sirve más de nuestros verdaderos méritos y sufrimientos, que de los éxitos aparentes, para salvar a las almas. Esta obsesión por las almas, persigue tan fuertemente a Luis Maria, que una noche en que estaba rezando solo, en una gruta, el pensamiento de los pecados que se cometen lo hizo padecer una verdadera agonía, semejante a la que sufrió Nuestro Señor en el Huerto de los Olivos.

87 Esta gruta pronto será, el refugio de un pobre incurable sin alojamiento y que él mismo traerá en sus hombros. Otros lo seguirán, atraídos por la caridad del buen Padre. Montfort encontrará mujeres que socorran a estos desdichados y se hagan cargo de ellos. Esta gruta, en la cual tanto rezó y sufrió el Santo, se convertirá más tarde en un hospicio de enfermos incurables, bajo el cuidado de las Hijas de la Sabiduría, muy felices de seguir la misión de amor de su Padre en estos mismos lugares

88 Montfort tiene ahora un compañero, llegado de una manera inesperada: un día que confiesa en una iglesia, ve a un joven que reza un largo rato. Tiene una inspiración y se acerca a él. Maturín Rangeard, que tiene dieciocho años, le confía que ha venido a Poitiers para entrar a los Capuchinos. "Entré al azar, a esta iglesia para rezar". "No al azar, sino providencialmente" le replica el Santo, y añade sencillamente: " ¡Sígueme!"

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89 Es la misma orden que Jesús da a sus apóstoles: el resultado es que el mismo Maturín, renunciando a cualquier otro proyecto, se une inmediatamente al santo Misionero. Lo ayudará mucho en todas sus actividades de Misión, especialmente dictando el catecismo en la escuela. Murió en San Lorenzo en 1760, muchísimo después que San Luis María, tras cincuenta años de fidelidad total. Es el "Hno Maturín", el primer compañero del Santo.

90 El Señor le concedió a su Misionero el don de milagros y también de conocer los acontecimientos futuros. Un día le piden que celebre la Santa Misa por una señora que va a morir. Lo hace, pero en seguida va donde la enferma y le dice: "Señora, usted no morirá de esta enfermedad, Dios quiere que permanezca en la tierra para que continué con sus obras de caridad a los pobres". Así fue como la señora d' Armagnac sanó: vivió otros doce años entregándose más que nunca a los desdichados

91 Pero el Obispo, desde la historia de la hoguera, sospecha de Montfort. Uno de los Vicarios Generales, que lo comprendía y lo admiraba, había sido nombrado Obispo en otra diócesis. Aquellos que le ten ían envidia y no pod ían soportar su santidad, aprovechan, para calumniarlo de nuevo. El Obispo de Poitiers, cansado de todas esas historias, y presionado por los que lo rodean, decide alejar a Montfort. Le comunica que le retira la misión de predicador que le había confiado y le ruega dejar la diócesis.

92 Es un durísimo golpe para Luis María, pero lo recibe con su acostumbrada valentía. Sin embargo ¿qué hará en adelante? Es entonces cuando siente el deseo de partir a evangelizar a los paganos de lejanas tierras; pero antes quiere ir a Roma, a pedirle,consejo al Papa para no faltar a la obediencia . Se encuentra entonces con un estudiante que se prepara a la peregrinación; tanto mejor: serán dos los que caminarán hacia el centro de la cristiandad. Pero Luis María quiere viájar como los pobres.

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93 "¿Tienes dinero?" le pregunta al estudiante. - ¡Ay! no Padre, sólo tengo treinta centavos. - 'Entonces quiero ir contigo, pero a condicion que dés-enseguida a los pobres tus treinta centavos" Así, libres de,toda preocupación, parten alegreme por el camino, los dos compañeros, cantando y rezando en alta voz, mendigando "por el amor de Dios" el pan y el techo de cada día.

94 Hoy en día ir a París o de Poitiers a Roma es un juego. ¡Se han hecho tan rápidos y confortables los medios de transporte! pero nuestros dos peregrinos la cosa fue bien distinta: fatiga, cansancio, rechazo, se puede suponer lo pesado de este viaje; además había días que no tenían para comer. Habrían podido cantar: "El camino es largo, largo, largo..." Pero prefirieron sin duda este otro canto: "Pongo mi confianza en Ti, Virgen Santísima", compuesta por Montfort.

95 Al atravesar tan bellos paisajes,seguramente se sentirá más inspirado. No se conoce exactamente el itinerario de este largo viaje. En todo caso se sabe que el santo se detuvo un largo tiempo en Loreto, donde según la tradición los ángeles hab ían transportado la casita de Nazaret. Se sentía pues, "en casa desu buena Madre ". Se supone que se las arregló para detenerse también en Asís y venerar el recuerdo de San· Francisco, al cual lo unía "un parentesco de alma".

96 Son las últimas etapas: apurá el paso llegando ya a los campos romanos. De repente divisa a lo lejos la cúpula de la basilica de San Pedró; caé de rodillas derramando lágrimas de alegría y da gracias a Dios de todo corazón. Sacandose los zapatos continúa caminando con pies desnudos las últimas leguas que falta para llegar a Roma. ¡Por fin lIega, extenuado, pero inmensamente feliz! Como todo verdaderocristiano, se siente como en casa.

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97 Después de algunos dias es recibido en audiéncia por el Papá Clemente XI. Pues dijo enséguida que aperias lo vio se sintió "sobrecogido de un respéto extraordinario creyendo ver en él al mismo Jesucristo". Con gran sencillez le expone Luis Maria sus dificultades, le comunica sus deseos con respecto a las Misiones lejanas y pregunta humildemente qué debehacer. El Papa lo escucha un largo rato y muypronto se da cuenta de la satidad de este pobre Sacerdote. Pero Francia necesita apostoles de este temple.

98 "Tiene en Francia un vasto campo para , trabajar, no vaya más lejos. Enseñe con fuerza en sus Misiones la doctrina al pueblo y a los niños; hágales renovar las promesas del Bautismo". Se puedever con esto que la actuación anterior de Montfort había sido buna; ya que el mismo Santo Padre se la aconsejaba. Para darle autoridad a Luis María, el Papa le ctonfirio el título de "Misionero Apostólico".

99 Nuestro Santo está muy contento: está se guro que es el mismo Dios quien ha hablado por boca del Papa. Con el alma en paz, sólo piensa en elvasto campo que lo espera: Francia. En su bastón de peregrino coloca un crucifijo bendecido por el Santo Padre y no se separara más de él: es un instrumento de trabajo. Como San Pablo, desea mas que nunca conocer sólo a Jesús y Jesús crucificado. Conocerlo, amarlo y darlo a conocer para hacerlo amar.

100 Es verano y el sol es ardiente en Italia, pero ¿que le impórta? De nuevo se le ve anda que anda siempre mendigando y siempre feliz. Un dia que siente mucha hambre, golpea a la puerta de una parroquia. El cura tiene gente y justamente es la hora de la comida, Montfort se arrodilla humildemente y reza un Avemaría, antes de pedir. Lo toman por un loco y lo mandan a la cocina a servirse algo.

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101 Montfort se conforma perfectamente y vuelve a darle las graclas al señor cura. Este, sabiendo que viene de Roma y regresa a Francia le dice: "¿Porqué, entonces no se va a caballo?" "No es la costumbre de los apóstoles" responde el Santo queriendo darle una lección de renunciamiento a ese Sacerdote, demasiado amigo de las comodidades. Además ¡cómo habría podido conseguirse un caballo no teniendo ni un centavo en el bolsillo!

102 Así pasan los días y 1uego habían transcurrido dos meses desde que nuestro Santo dejó Roma. Ya no puede mas ... Felizmimté va llegando a la célebre abadía d~ San Martín, en Poitiers, donde lo espera el Hermano Maturín. El buen Hermano, apenas puede reconocerlo, viéndolo así "enflaquecido, extenuado, tostado por el sol.... llevando en las manos sus zapatos, con los pies heridos, el sombrero bajo el brazo y su rosario en la mano..."

103 Podrá por fin el, pobre peregrino descansar un poco y sobre todo sumergirse en la oración ahi en el favoráble silencio de la abadía, antes de seguir con su tarea de Misionero? No podrá, pues el diablo vela,y también sus antiguos enemigos. Tan pronto supo el Obispo, el regreso del Padre de Montfort, le mandó decir que dejara la diócesis. El Santo, hubiera podido defenderse, hablar de su entrevista con el Papa. Una estadía en su querido hospital le haría muy bien ... así como a María Luisa, pero sin vacilar se aleja de Poitiers.

104 Despedido de la diócesis de Poitiers por las intrigas de algunos, se irá lejos: Francia es grande y decide partir a Bretaña. Vúelve a ponerse en camino, con el Hno. Maturín, hacia el célebre santuario de Nuestra Señora en Saumur. Pasando por Fontevrault, quiere volver a ver a su hermana. Pero el malicioso Misionero, a quien la Hermana portera no reconoce, pide primero, "una limosna por el amor de Dios", La Hermana, quisiera saber quién es este Sacerdote, pero no lo consigue.

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105 Avisada la Madre Abadesa, tampoco logra saber quién es El le dice: "Importa poco mi nombre; no es por mi, sino por el amor de Dios que le pido una caridad". Molesta, la Superiora, lo despide sin darle nada, mientras las Hermanas en el recreo comentan el incidente. En la descripción que hacen de él, Silvia exclama: "¡Pero si es mi hermano!" Corren rápido a alcanzarlo, le piden mil disculpas, rogándole que vuelva al monasterio; pero el Santo se niega a volver y dice:

106 La Madre Abadesa no quiso hacer la caridad por el amor de Dios; ahora me la ofrece por amor a mí. Se lo agradezco". Siguió su camino sin querer oír más, dando a entender así a las Religiosas que la verdadera caridad "no debe hacer diferencia entre las personas" como dice Santiago, sino ser para todos, sin excepción y sin esperar recompensa.

107 Decide con mucho agrado hacer una peregrinación al Monte San Miguel. Llegan pues. Con el Hno. Maturín se aloja en una cabaña de pescadores. A medianoche, despierta con los gritos y blasfemias de unos borrachos que pelean groserámente. Se levanta sin vacilar, va donde los bebedores, les reprocha sus blasfemias y no sin dificultad lográ echarlos fuera; a menudo hará esto, sin tener jamás miedo y arriesgando su vida.

108 Los dos viajeros admiran largo rato la espléndida basílica llamada con justa razón "la maravilla". Para Montfort este alto en el santuario del Arcángel fue una velada de oración. Se recogió muy profundamente para llenarse al máximo de Dios y asi entregarlo a todos los que encuentra. Puesto que se encuentra en su propia diócesis, llega enseguida a Rennes. Se instala en una habitación modesta, no queriendo molestar a su familia y para quedar más libre en su apostolado.

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109 Acepta sólo una comida en casa de sus queridos padres y antes de sentarse a la mesa él mismo junta en un plato, "para los pobres", una gran porción de las cosas ricas preparadas para él. Su fama de gran predicador lo había precedido a Rennes, entonces dio un testimonio de humildad a todo un auditorio que ha venido a oírle un día por pura curiosidad. Arrodillándose en un reclinatorio; en medio de la iglesia, les anuncia que hará sencillamente su oración.

110 Al oir esto la gente no está nada contenta, sintiendo haberse molestado para nada. Pero el Santo comienza a rezar en alta voz y su corazón, lleno del fuego del amor, pasa en sus palabras, comunicándose al auditório. Pronto ya no habrá a su alrededor simples curiosos, venidos sólo por snobismo, sino verdaderos cristianos, que sienten fundirse su corazón de arrepentimiento y de caridad. Termina.da su oracion, Montfort principia el rezo del Rosario y jamás habían sentido una impresión tan grande, los que escuchaban un sermón que no era sermón.

111 Dirigiéndose a Dinán, Luis María se detiene en el pueblo de su anciana nodriza, cérca de Montfort-sur-Meu. Le pide a la Madre Andrea hospitalidad "por el amor de Dios" sin dar su nombre, para él y para el Hno. Maturín; como estaba irreconocible, fue rechazado. Un anciano muy pobre, por el contrario, lo recibe cordialmente y pronto lo reconoce y va a contar que es el Padre Grignion quien ha llegado. Con gran desesperación viene la anciana Madre Andrea a pedirle disculpas y a suplicarle que vuelva donde ella. Luis María aceptó su comida, pero empezó a decirle:

112 ''Madre Andrea, usted me cuida mucho a mí, pero, para otra vez, sea caritativa. Olvídese del Padre Grignion, él no merece nada; piense en Jesucristo que lo es todo y El es quien está en los pobres. El Santo repite esta misma lección en toda circunstancia: la verdadera caridad no consiste en amar a tál o cual persona que nos gusta, sino en amar a todo el mundo, principalmente a los más necesitados, a los más pobres. Esta lección debemos recordarla siempre y sobretodo practicarla.

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113 En Dinán Luis María hará algo parecido con uno de sus hermanos que era Dominicano. Este Reverendo Padre está encargado de la sacristía en el convento y es a él que Luis María le pide autorización para celebrar la Misa, Ilamándolo "mi querido hermano". El Religioso no lo reconoce y se siente molesto de que lo llame "hermano", ya que así les dicen a los que no son Sacerdotes, y le pasa a Montfort los ornamentos más gastados que encuentra.

114 En la ciudad encuentra al Hno. Maturín y le pregunta "¿Cómo se llama este Sacerdote? - Montfort, responde el Hermano - ¡Noconozco ese nombre"! - ¿Conocerá quizás a Luis Grignion? replica maliciosamente el Hno. Maturín. - ¡Pero entonces, es mi hermano!" Se adivina lo que pasa al día siguiente en la mañana: el Dominico pide disculpas, reprochando amablemente a Lúis María de no darsea conocer

115 "¡Bueno! lo he llamado 'miquerido hermano' ¿no lo es acaso?" sonríe Montfort. El Religioso, ciertamente comprende la lección de modestia y esta vez le da a Luis María los más hermosos ornamentos del convento para celebrar la Misa esa mañana. Catecismo, prédicas ceremonias y todas las habituales actividades del santo Misionero, se desarrollan en Dinan. También hace reuniones de soldados y forma grupos para asegurar la perseverancia en la oración cuando él se váya.

116 El Hermano portero del convento donde se aloja lo ve llegar una noche con un pesado bulto y lo oye repetir: "¡Abrale a Jesucristo!" Luis, María carga en su espalda a un pobre cubierto de úlceras que yacía en la calle. Lo lleva a su propia habitación, lo acuesta en su cama pasa toda la noche cuidándolo. Pero tiene que partir de Dinan, pes ahora lo reclaman en muchas parroquias. Todo el mundo comienza a darse cuenta de la gran santidad del Misionero

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117 En esa ocasión, se junta a un grupo de Sacerdotes que misionan en la región de Saint-Brieuc. Durante siete a ocho meses, Luis María evangelizará toda esa zona. En La Chèze, reedifica, ayudado por los entusiasmados habitantes, una capilla dedicada a Nuestra Señora de la Piedad, que estaba en ruinas. Los milagros son innumerables a su paso. Una madre le trae a su hija enferma y el santo Sacerdote se la devuelve rebosante de salud asegurándole que nunca más padecerá esa enfermedad. Otros enfermos de fiebres, sanan al beber un poco de agua en la cual el Santo ha colocadouna insignia del Santo Nombre de Jesus.

118 Sobre todo para los hambrientos, multiplica los alimentos, como en otro tiempo lo hiciera Nuestro Señor. Un día llega con una banda de pobres donde una viuda de humilde condición. Ella levanta los brazos al cielo y muestra toda su riqueza: un pan y dos o tres libras de carne. Montfort, sin turbarse, instala a todá esa cantidad de gente, el mismo les sirve y distribuye a cada uno, según su hambre. Después ... todavía queda tanto pan y carne, como había al principio. Otro día multiplica el trigo en el granero de una granja:

119 "No podemos darle pan para sus pobres, ya no nos queda nada de trigo", le dice una buena campesina. - ¡Vaya a barrer su granero y tráigam,e todo lo que tenga!" Ella trae algunos puñados, dandóselos gustosa al hombre de Dios. Cuando sube a su granero en la noche, encuentra ahí un gran montón de trigo, lo suficiente para alimentar a todos los suyos durante seis meses y hacer abundantes limosnas a los pobres.

120 Estas Misiones de La Cheze y de los alrededores, promueven tanto entusiasmo, que como homenaje de especial agradecimiento a María, Montfort hizo prender fogatas durante nueve días, en las colinas vecinas, al son de cánticos. Bella conclusión de las actividades de aquel que, a imitación de su Maestro, se esforzaba, con su palabra y más aún con su santidad irradiante" en reavivar en las almas el fervor del amor a Dios y al prójimo.

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121 Sigue así Montfórt, en Saint-Brieuc, predicando, confesando, rezando y preocupandose de los pobres. Se ha conservado el recuerdo que él "alimentaba a más de doscientos enseñándoles el catecismo y rezando con ellos. El Rosario". Pan del cuerpo y pan del alma. El sabe muy bien que no basta sólo con ayudar a la miseria material y socorrer los cuerpos hambrientos; descuidar las almas creadas por Dios y hechas para conocerlo y amarlo, sería olvidar lo principal "lo único necesario", como dice el Evangelio. Luis María no lo olvida.

122 Sin duda, hacía largo tiempo que el Santo no había sufrido molestias; pero su vida debía estar perpetuamente marcada por la cruz. Como él mismo dijo un día: "¿No hay cruz? ¡Qué tal cruz!" Pronto principian las dificultades respecto a él, en el pequeño grupo de Misioneros; se le reprocha su originalidad. Sin poder decirlo, se le reprocha todavia más, sus éxitos con las multitudes, éxitos que dejan a los demás Misioneros un poco en la sombra ... ¿un poco envidiosos quizás?

123 Es preciso entonces, que vuelva a seguir su camino solitario como Sacerdote. Lo acompaña siempre el fiel Hno. Maturín, además uno recién llegado, el Hno. Juan. Luego se instalan los tres en una pequeña ermita que domina la ciudad de Montfort. Habitarán en ella 8 meses, irradiando desde, allí sobre los pueblos de los alrededores, restaurarn la capilla de San Roque y edificarán un calvario. Entre dos Misiones los tres compañeros volverán con alegría a su querida ermita de San Lázaro, para de nuevo sumergirse en el silencio Y el retiro.

124 En la pequeña capilla, delante del altar de Nuestra Señora, han instalado un rosario monurrental cuyas, cuentas son "del tamaño de una nuez", lo que permite a varias personas rezarlo al mismo tiempo. Sin embargo. en la pequeña comunidad no siempre tienen qué comer. Cierto día, los dos buenos Hermanos están un poco tristes, ¡es porque no han almorzado! A medio día han rezado el Benedictus, han hecho una lectura y después dado gracias. Es un menu verdaderamente insuficiente

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125 Llega pronto la noche y habrá la misma comida. "¡Confiania!confianza!", repite el Padre, que tiene una fe inquebrantable en la Providencia. Con mucha razón, pues antes de la hora de sentarse a la mesa, llega un campesino de los alrededores, quien tuvo la repentina idea de traer enseguida, un canasto de provisiones a la ermita de San Lázaro. Gran alegría y agradecimiento dilatan los corazones de los tres compañeros

126 EI Padre no se preocupa nunca de si mismo, pero la Providencia lo protege. Pasando por una calle, oye gritos desde, una casa: es un hombre que golpea duramenente a su mujer. Montfort se precipita entre ellos. Furioso, el hombre levanta el hacha contra el Santo. La mujer grita aterrada, pero el hacha no cae, El brazo del hombre queda rígido en el aire por una fuerza misteriosa y sólo puede insultar a Luis Maríla. Dios ha retenido el brazo criminal

127 Habiendo su familia vuelto al pueblo, Lúis María acepta de ir a comér, pero con la condición de que se haga una abundante cena, donde pueda llevar a "sus amigos". Se prepara entonces una larga mesa y se le espera, un poco intrigados. A la hora fijada, llega Montfort, rodeado de un grupo de pobres, cojos, ciegos y desvalidos de todo género. Menos mal que el señor y la señora Grignion poseen un corazón verdaderamente cristiano y todo el mundo rodea a los pobres y los festeja. Los padres de Luis María deben sentirse orgullosos de la caridad de su hijo.

128 Sin embargo, muy pronto deben dejar la región y esta vez Montforfy sus compañeros se dirigen a Nantes. Al pasar por la Plaza Real de esta ciudad, encuentran un grupo de oficiales que discuten Montfort oye unos juramentos y no pudiendo soportarlo, se dirige inmediatamente hacia ellos; en términos tan délicados y firme, que el culpable, tocado por la gracia, se arrodilla delante de todos y pide perdón por sus blasfemias. ¡Qué gran influencia puede tener un santo!

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129 Continuan las predicaciones para; llamar a los fieles, el hermano Maturín sale en la tarde, atravesando viñas, tocando la campanilla y cantando a toda voz: "Escuchen, está abierta la Misión, vengan todos, mis buenos amigos, vengan a ganarse el Paraiso La gente acude y muy pronto la poderosa palabra del Paore los cautiva. Por todas partes tiene el mismo éxito: A su paso se suceden los prodigios y su fama de santidad aumenta más y rnás. Se cuenta la historia de un campo estéril, convertido en tierra fértil por su oración.

130 Se cuenta también lo de aquel hombre, el único que rehusó de ir a la Misión, a quien le cayó un rayo en su casa. Algunos hán sorprendido al Santo, conversando "con una Señoraa radiante de Luz". En efecto la Santísima Virgen, esta "buena Madre" que él ama tant, se le aparecía y conversaba con él. Una cristiana que en la Confesión había callado tres faltas, recibe como penitencia, que debe l.avar un pañuelo blanco, que tiene tres manchas.

131 E xtrañada de no poder quitar las manchas, de repente comprende y volviendo al confesionario, se acusa de los tres pecados ocultos; las manchas del pañuelo enseguida desaparecen fácilmente. Un día Montfort es atacado por unos rnalhechores, que ban jurado matarlo. Lo esperan en una encrucijada y se arrojan sobre él. Felizrnente parecen unas personas armadas de palos y lo libran.

132 Pero como ellos quieren castigar inmediatamente a los bandidos, el Santo les suplica: "Queridos hijos, no les hagan ningún daño, ellos son más dignos de compasión que Uds. y yo". Los señores de ,la Chevrolière piden al Padre una Misión. Pero ellos no están en buena armonia con el cura de la parroquia, lo que acarrea grandes dificuitades al Santo: allí donde reina la división, a menudo es el diablo que se entromete. Un día que Montfort prédica en esa parroquia, el cura se pone a criticarlo en alta voz.

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133 Llega hasta decir a los asistentes, que ellos pierden el tiempo viniendo a los ejercicios de la Misión. Al igual que en Poitiers, el Santo se pone de rodillas. Después baja del púlpito, saluda respetuosamente al señor cura y hace cantar el Te Deum ante el Santísimo, asegurándole a uno de sus amigos, que con esta humillaci.ón se ha llenado de "una alegria que no sabríaexpresar".

134 El Hno. Pedro, recién llegado a la pequeña comunidad, cae enfermo durante la Misión. Su estado es grave y le dan la Unción de los Enfermos. Después de haberle preguntado si tiene fe, el buen Padre le dice: "Pedro, ¿quieres obedecerme? - ¡De todo corazón! le contesta éste. - Te mando que te levantes dentro de una hora y que vengas a servir a la mesa". Cuando después de la ceremonia, los Misioneros vienen a almorzar, encuentran en pie y muy sonriente, al que estaba moribundo en la mañana.

135 Montfort es cada vez más conocido y, naturalmente, amado y venerado por unos, criticado y calumniado por otros. Una generosa señora de Nantes, le regala una casita que llamará una "Providencia". Vive en ella con sus Hermanos cuando está de paso en la ciudad, Pero su vida es misionar sin cesar. Ah í está, en Bouguenais, predicando desde el púlpito, cautivando como de costumbre, toda la atención del auditorio. De repente se detiene bruscamente y con un tono muy distinto, grita: "¡Que vayan dos hombres a salvar a mi asno que se está ahogando!"

136 Varios hombres se precipitan y alcanzan a salvar al asno del agua. Al ver la gente, los dónes tan especiales que Dios concede al Santo Misionero, escuchan cada vez con más atención sus consejos. Hay muchos que se convierten y hacen una buena Confesión. Todos lo veneran como a un santo, que Dios ama e ilumina en forma verdaderamente visible, aun sobre cosas tan secundarias, como la caída del asno, lo que él supo inmediatamente.

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137 Como lo hemos visto, a Montfort le gusta mucho implantar crucés en recuerdo de las Misiones y de las gracias recibidas en ellas. Hace mucha tiempo que sueña con un calvario monumental, como el que tienen los ermitaños del Monte Valerianó, que se viera de muy lejos y atrajera a las multitudes. Con este objeto ha comprado un gran Cristo, muy expresivo. En Pontchâteau hay tierras sin cultivar que parecen prestarse a la realización de su proyecto y ahí lo hará.

138 Habla de ello con tanta elocuencia, que todos los habitantes de la región se entusiasman y, así como en los antiguos tiempos de las catedrales ofrecen sus brazos y sus bienes, ya que el buen Padre piensa en algo grande. Después de haber escogido un hermoso lugar, donde se descubre un vastísimo horizonte, comienzan las excavaciones. Se trata en efecto, de elevar allí una verdadera colina, sobre la cual serán colocadas las tres cruces. Las estatuas de Nuestra Señora, de San Juan, de Santa María Magdalena, completarán el cuadro. La oora es de gran envergadura; incluso cavan zanjas para proteger de los animales la santa colina.

139 Los obreros voluntarios llegan no solamente de los alrededores sino de lejos... y aún del extranjero. También se detienen algunos peregrinos, en camino hacia un santuario, para ofrecer uno o varios días de trabajo. Se adivina qué corriente de valentía, de verdadera caridad, provoca este trabajo común, al cual todos cooperan gustosos. Se cuentan hasta quinientas personas trabajando el mismo día. Hacen saltar las gigantescas rocas; buscan el más hermoso castaño para la cruz de Jesús.

140 A ratos trabajando en el taller o preocupándose de pedir en las granjas para alimentar a los obreros, Montfort estaba en todo, para todos. Así llega el día de la inauguración. Desde la víspera acude la gente de todas partes para asistir a la ceremonia. Desde diez leguas de distancia se ven las tres cruces dominando la colina. ¡Qué bella fiesta se espera! ¡Pero lamentablemente no se realizará! El calvario de Pontchâteau no será bendecido, pues por decisión del.Rey llega una orden del. Obispo que lo prohibe.

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141 ¿Qué había pasado? Siempre la misma cosa. Los envidiosos, los malos; inspirados por Satanás, fueron a contarle que esta colina artificial podía ser transformada en peligrosa fortaleza. en caso de desembarque del. enemigo. El rey, Luis XIV firma Ia orden de destruir el calvario. "El Señor ha permitido que se haga, permite también que sea destruído: ¡bendito sea su santo Nombre!" así dice el pobre y santo Padre de Montfort En efecto fue demolido por una compañía de soldados, pero reconstruido más adelante.

142 los sucesores de San Luis María; son ahora los que lo cuidan, y son incontables las conversiones que se realizan en él. Bien se puede atribuir estas gracias a esos veinte mil obreros voluntarios de Cristo, que trabajaron sin tener la dicha de ver su obra coronada de éxito y más aún al Santo, quien con la misma sonrisa recibía las muestras de afecto como también las más duras humillaciones. Jamás se cerró su corazón. Lo vemos ahora entregándose por entero durante la gran inundación de Nantes, a fi nes del año 1710.

143 Se teme afrontar la violencia de la corriente y los infortunados que están en mayor peligro corren el riesgo de quedar aislados y sin ayuda. Viendo a Montfort en la barca, se tranquilizan. "Uds. no morirán, les dice a los barqueros, síganme ... " y se realiza el salvamento sin accidente. Encontrando un día a unos obreros y soldados que peleaban en un ,juego por dinéro, -se arr.oja-entre ellos, los separa y de un fuerte puntapié rompe la mesa de juego. Los soldados le piden que la pague

144 Evidentemente el Santo no tiene dinero. Lo arrestan entonces con intención de encarcelarlo. Montfort, radiante, toma la delantera y con paso firme camina rezando en alta voz el Rosario. Uno de sus amigos, encontrándose con el cortejo, inmediatamenté lo libra, con gran decepción del Santo: "Mi alegría habría sido perfecta. si hubiera tenido la dicha de ser encarcelado por Jesucristo", dice alegremente. Siendo invitado a misionar a la diócesis de, La Rochelle, parte nuestro Santo a La Garnache. Lo esperan en la iglesia donde acude mucha gente.

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145 Como no aparece, envián al sacristán a buscarlo. El muchacho vuelve pronto y muy asombrado cuenta: "Lo llamé y no me respondió, está hablando con una hermosa Señora blanca, que está en el aire Dios permitía de nuevo que se viera la gran intimidad que tenía con su "buena Madre" del . Cielo, La que a menudo lo visitaba. La misión fue magnífica; todos los verdaderos cristianos se comprometieron, cada uno, a alimentar aun pobre .

146 Yendo de pueblo en pueblo, siempre con su bastón en la mano, Luis' María y sus compañeros pronto llegan á La "Rochelle. Era un feudo calvinista y por la fama del Santo, contaban,con brillantes discusiones, en el curso de las cuales, sería refutada la doctrina protestánte. Pero esa no es la manera de Montfort. El predica el Rosario y siempre el Rosario, animando a la gente a rezar cada vez más, pues la oración tiene más poder contra la herejía, que las discusiones elevadas.

147 No queriendo dejar a los protestantes el monopolio del respeto para con la Biblia, se le ocurre la idea de organizar una procesión, en la que, bajo el palio, en lugar del Santísimo, el sacerdote lleve respetuosamente el Libró Sagrado, para que todos los fieles puedan así venerarlo. Esta procesión se llevó a cabo tal como lo había pensado y produjo una fuerte impresión en todos los que participaron en ella o la vieron pasar. Muchos que vacilaban, volvieron así a la fe católica.

148 Furiosos por las conversiones, que sé mul- tiplican, deciden suprimir al Santo predicador. Con este objeto algunos herejes se las arreglan para echar veneno en el caldo que él iba a tomar. Dándose cuenta enseguida, Montfort pudo detenerse a tiempo, pero esto lo dejó enfermo y seguramente apuró su muerte. Todavía no cumple cuarenta años. ¡Qué vida tan plena! Entregado por entero ál Señor y a su tarea apostólica, ya no se pertenece; pero también ¡qué cosecha de almas!

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149 A él también le piden de ir a evangelizar la isla de Yeu. Nadie se atreve a ir allá, pues los piratas cruzan sin cesar esos lugares. Naturalmente él acepta enseguida. Se le previene que los herejes sobornaron a los tripulantes de un barco corsario. Además todos los marinos del puerto, enterados de ése peli.gro, se niegan a lIevarlo. Por fin encuentra un patrón que acepta y así pueden embarcarse. Todos, marinos y misioneros están inquietos, menos el santo.

150 A tres leguas, en alta mar, ven acercarse a toda vela dos buques corsarios. Estamos perdidos", gritan los ocupantes de la chalupa, mientras Montfort, que canta sin cesar, los anima a hacer lo mismo, pero ellos tienen demasiado miedo para poder; cantar; el Padre entonces comienza a rezar el Rosario con gran confianza y les dice: "¡Esta'mos fuera de peligro!" ¡Pero el enemigo viene hacia nosotros! Estamos perdidos ... Tengan fe, el viento puede cambiar".

151 Es lo que sucede enseguida ... Los dos buques corsarios, en la imposibilidad de avanzar más en su dirección, se ven obligados a alejarse de su presa. Esta vez, muy gustosos, todos los compañeros de viaje del Padre, cantan con él el Magnificat. La MiSión de la isla de Yeu se ve coronada por el, éxito, y.la cruz, que todavía llaman "el Calvario del Padre Montfort", quedó comp recuerdo.

152 En La Rochele, en una ermita que le ha regalado una buena señora, escribe un libro admirable: "Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen". Cuando niño, Luis María ya reunía a sus pequeños compañeros para enseñarles. Como seminarista, luego como Misionero, siempre siguió ocupándose especialmente de los niños. Desde que empezó a ser ayudado por uno o dos Hermanos, los forma en este apostolado de instrucción, tan necesario en una época en que los niños de los pobres quedaban a menudo en la ignorancia: Hno. Maturino lo hacía muy bien

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153 Muchos se preocupaban de la instrucción. Se fundaron varios institutos con este fin, como aquel de los "Hermanos de las Escuelas Cristianas". El fiel amigo de Montfort, el Padre Blain, ahora canónigo de Rouen, trabajaba por su lado para esta causa. Luis María creaba también, en los pueblos en que podía hacerla, "pequeñas escuelas". En la Rochelle, feliz el Obispo con este proyecto, le da una casa para que lo realice. Está muy deteriorada, pero el Santo se las arregla y en ocho días la escuela está lista.

154 Háy cuatro Hermanos encargados de ella, y los alumnos pronto acuden. Llama entonces a Madre María Luisa a La Rochelle para confiarle la instrucción de las niñitas. El santo Misionero tiene ahora un pequeño grupo de Hermanos con él. Las Hijas de la Sabiduría también van a desarrollarse. Pero todavía no ha encontrado Sacerdotes que acepten juntase a él para formar la Compañía de Misioneros, como siempre lo ha soñado. Entre tanto siente que sus fuerzas declinan, sabe que Dios muy pronto lo llamará.

155 Un día llega un joven Sacerdote. René Mulot, de frágil salud, medio paralizado, que vive donde su hermano cura de SanPompain, a invitarlo, a nombre de éste, a predicar en su parroquia. Mirándolo a los ojos, Montfort le dice a quemarropa: "¡Sígueme!". El desdichado joven replica: "¿Cómo podré llevar semejánte vida con mi pobre salud?" Pero el Santo sigue firme .. y René Mulot obedece. Con el tiempo, después de la muerte del Fundador llegará a ser el primer Superior General de sus Familias Religiosas.

156 El Santo predica ahóra sus últimas Misiones en esa región, que más tarde llamarán la Vendée Militar por los combates desarrollados allí durante los tristes días de la Revolución. Esta fe ardiente y tenaz, gracias a la cual numerosos habitantes de esa región prefirieron la muerte a la apostasía, bien parece una herencia del trabajo apostólico del gran Santo. He aquí al Santo llegando a San Lorenzo ... Es allí donde el Señor le ha dado cita. Es el tiempo de la Pasión. Luis María se retira a una gruta.

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157 Ahí hace dura penitencia, la Misión se desarrolla fecunda, como siempre. De repenté se anuncia la visita del Obispo. Montfort se multiplica para prepararle una bella recepción, pero se siente agotado y ni siquiera puede ir a la mesa. Es el 22 de abril de 1716. Se le ve, sin embargo, en. el púlpito, minado por la fiebre; se teme de verlo caer, pero no, llegará hasta el final. Habla de la dulzura de Jesús con acentos que conmueven al inmenso auditorio. Será éste su último sermón, pues enseguida cae en cama, mientras sus compañeros continúan la Misión.

158 Se confiesa, pide los últimos Sacramentos, dicta su testamento al Padre Mulot. Son pobres cosas que lega, pues seguramente no tiene dinero: libros, material de Misión, pequeños muebles que da ya sea a sus Hermanos, a los Sacerdotes que le han ayudado y a las parroquias que ha evangelizado. La gente, desconsolada, se turna en el pequeño cuarto, implorando una última bendición. Luis María levanta el crucifijo que jamás abandona, traza sobre ellos la señal de la cruz. De repente se oye su voz en el silencio. Canta:

159 "¡Vamos, queridos amigos míos, Vamos al Paraíso! Cualquier cosa que se gane aquí abajo En el Paraíso lo tenemos mejor". Cántico compuesto por él y que a menudo hacía cantar. Ha llegado la hora para él de realizarlo. Estrechando en su mano izquierda una estatua de la Santísima Virgen, que siempre llevaba consigo, besa el crucifijo y la estatua. Es así que muere, en plena Misión. el 28 de ,abril, a los cuarenta y tres años. Al día siguiente, 29, lo enterraban en la capilla de la Santísima Virgen de la iglesia parroquial. Más de diez mil personas lloraban

160 Duránte su vida Dios ya había manifestado con prodigios la santidad de su humilde siervo. Ahora que ha muerto, su fama crecerá más y más. Los milagros se multiplicarán. El Obispo de Poitiers, que había sido tan severo con el Santo, lo invocó y obtuvo la salud de dos enfermos. Las .Hijas de la Sabiduría se convirtieron pronto en una gran comunidad. Después de la , tormenta de la Revolución, en la que varias de ellas subieron al cadalso cantando un cántico de Montfort, se difundieron por toda Francia

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161 Los enfermos y la educación de los niños son siempre las dos grandes actividades de estas Religiosas. Si en un principio los Padres y los Hermanos demoraron, largo tiempo en unirse y organizarse, ellos forman ahora florecientes Institutos, que, prolongan en Francia y en el extranjero, la misión apostólica confiada a Luis Maria por el Papa Clemente XI. Los Hermanos de San Gabriel, que veneran a San Luis Maria como a su amado Padre, con gran éxito se aplican en imitar su celo por la formación cristiana de la juventud, bajo todos los cielos.

162 Todos aquellos que siguen al Santo, continúan realizando los grandes proyectos concebidos por él: predicaciones, cuidado de los enfermos, educación de la juventud. En muchas de nuestras parroquias, todavía se cantan numerosos canticos que él había compuesto. Si algunas veces se deben adaptar las palabras a nuestro lenguaje de hoy, las ideas que expresan son siempre actuales; amor a Jesús y a su cruz, espíritu de renunciamiento al mal y todo el mensaje del Evangelio.

163 En todas las obras del Padre de Montfort, se encuentra sobre todo ese perfume de un amor extraordinario por la Santísima Virgen, un amor basado en la comprensión de su verdadero rol para con nosotros: Madre y Mediadora, un amor que arrastra una confianza sin medida. En verdad esperaba todo de Ella para elevarse hacia Dios y aún para su vida material, y por cierto que jamás fue decepcionado Santo desde su juventud, se podría decir, Luis María de Montfort podía haber sido elevado a los altares sin tardanza e invocado públicamente.

164 Sin embargo sólo en 1888 fue beatificado y el 20 Ede Julio de 1947 fue inscrito oficialmente en el catálogo de los Santos por el Papa Pio XII. Quizás era necesario que esta canonización tuviera lugar en nuestra época y que fuera por el Papa de la Consagración al Corazón Inmaculado de María. Nos encontramos así arrastrados por el ejemplo de este gran Santo a pedir con más ardor a la Santísima Virgen que nos obtenga, por la vuelta de las almas a su Hijo, la Paz en el mundo.