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Lidia Taillefer de Haya TRADUCTORAS INGLESAS DEL RENACIMIENTO LIDIA TAILLEFER DE HAYA Universidad de Málaga Si investigamos la historia de la traduc- tografía y la traductología anglosajonas, nos inquietarán las contadas referencias que los ensayos históricos existentes dedi- can a las traductoras. Por principio, no osamos cuestionar dichos estudios, pero nos sorprende constatar que la realidad de la traducción (historia) y su representación científica (bibliografía) no se correspon- dan. 1 Las menciones a los trabajos realiza- dos por traductoras son más numerosas en los distintos repertorios bibliográficos que en las diversas exposiciones históricas, lo que nos lleva a poner en duda, basándonos en fuentes de disciplinas afines, al menos la exhaustividad de los ensayos sobre his- toria de la traducción. Los recientes estudios literarios específi- cos sobre mujeres no sólo demuestran que existieron muchas traductoras a lo largo de la historia de la traslación inglesa, sino que la traducción llegó a ser una actividad en la que destacaron especialmente las rena- centistas. La finalidad del presente artículo será recuperar los nombres más significati- vos dentro del campo que nos ocupa, con la esperanza de que en un futuro próximo tanto estos como muchos otros se incluyan en las investigaciones correspondientes, y pueda efectuarse un análisis pormenoriza- do del cómo y el porqué la traducción se convirtió en la actividad intelectual más «adecuada» para las mujeres. Durante el Renacimiento, en Inglaterra el arte de la traducción volvió a florecer a consecuencia del apoyo de la Reforma y, por supuesto, debido a las posibilidades de difusión que propiciaba la recién inventada imprenta. Las traducciones representaban 1 Lidia Taillefer de Haya: Bibliografía anglófona de traducción y ciencias auxiliares: corpus y exa- men crítico, Tesis Doctoral dirigida por el Dr. Miguel Ángel Vega Cernuda, Madrid, Universidad Complutense un medio esencial para acceder a obras fundamentales en otros idiomas, eran el vehículo que permitía recibir tanto las nue- vas ideas que estaban surgiendo en el continente como las de la Antigüedad clási- ca. El énfasis pedagógico que caracterizó a los humanistas ingleses abarcó también a sus hijas y discípulas, aunque los objetivos de sus teorías educativas fueron en el fon- do limitados. Mientras el propósito en la enseñanza dirigida a los hombres era el capacitarlos para tener un papel en la vida pública, en el caso de las mujeres fue tan sólo el que desempeñaran una labor do- méstica. A pesar de que la tarea traductora se encontraba muy valorada, dada la gran demanda, ésta convenía considerarse lo suficientemente «femenina» para que la llevaran a cabo de forma gratuita. Son muchas las traductoras inglesas renacentistas, por lo que en este espacio esbozaremos la trayectoria de quince de ellas, las cuales contribuyeron incuestio- nablemente a crear la historia, la literatura y la cultura de su país. Comprobaremos en qué medida el trabajo de cada una llega a ser fundamental, por algún motivo concre- to, en la evolución de la traductografía y traductología anglófonas, razón por la que primará el orden cronológico. Puesto que pertenecían muchas de ellas a la corte o a la nobleza, las traductoras contaban con una excelente formación cultural, formación que constituía el punto en común a todas ellas: traducir no consiste sólo -como sabemos- en dominar dos o más idiomas, sino que es necesario tener la preparación lingüística y literaria apro- piadas. Una primera clasificación de los trabajos realizados podría basarse en los distintos tipos de traducción (religiosa o secular) que llevaban a cabo y en las dife- rentes lenguas de partida (clásicas o ro- mances) con que trabajaban. leronymus omplutcnsis 61
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Traductoras inglesas del Renacimiento

Dec 31, 2016

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Lidia Taillefer de Haya

TRADUCTORAS INGLESAS DEL RENACIMIENTOLIDIA TAILLEFER DE HAYA

Universidad de Málaga

Si investigamos la historia de la traduc-tografía y la traductología anglosajonas,nos inquietarán las contadas referenciasque los ensayos históricos existentes dedi-can a las traductoras. Por principio, noosamos cuestionar dichos estudios, peronos sorprende constatar que la realidad dela traducción (historia) y su representacióncientífica (bibliografía) no se correspon-dan.1 Las menciones a los trabajos realiza-dos por traductoras son más numerosas enlos distintos repertorios bibliográficos queen las diversas exposiciones históricas, loque nos lleva a poner en duda, basándonosen fuentes de disciplinas afines, al menosla exhaustividad de los ensayos sobre his-toria de la traducción.

Los recientes estudios literarios específi-cos sobre mujeres no sólo demuestran queexistieron muchas traductoras a lo largo dela historia de la traslación inglesa, sino quela traducción llegó a ser una actividad en laque destacaron especialmente las rena-centistas. La finalidad del presente artículoserá recuperar los nombres más significati-vos dentro del campo que nos ocupa, conla esperanza de que en un futuro próximotanto estos como muchos otros se incluyanen las investigaciones correspondientes, ypueda efectuarse un análisis pormenoriza-do del cómo y el porqué la traducción seconvirtió en la actividad intelectual más«adecuada» para las mujeres.

Durante el Renacimiento, en Inglaterra elarte de la traducción volvió a florecer aconsecuencia del apoyo de la Reforma y,por supuesto, debido a las posibilidades dedifusión que propiciaba la recién inventadaimprenta. Las traducciones representaban

1 Lidia Taillefer de Haya: Bibliografía anglófonade traducción y ciencias auxiliares: corpus y exa-men crítico, Tesis Doctoral dirigida por el Dr.Miguel Ángel Vega Cernuda, Madrid, UniversidadComplutense

un medio esencial para acceder a obrasfundamentales en otros idiomas, eran elvehículo que permitía recibir tanto las nue-vas ideas que estaban surgiendo en elcontinente como las de la Antigüedad clási-ca. El énfasis pedagógico que caracterizó alos humanistas ingleses abarcó también asus hijas y discípulas, aunque los objetivosde sus teorías educativas fueron en el fon-do limitados. Mientras el propósito en laenseñanza dirigida a los hombres era elcapacitarlos para tener un papel en la vidapública, en el caso de las mujeres fue tansólo el que desempeñaran una labor do-méstica. A pesar de que la tarea traductorase encontraba muy valorada, dada la grandemanda, ésta convenía considerarse losuficientemente «femenina» para que lallevaran a cabo de forma gratuita.

Son muchas las traductoras inglesasrenacentistas, por lo que en este espacioesbozaremos la trayectoria de quince deellas, las cuales contribuyeron incuestio-nablemente a crear la historia, la literatura yla cultura de su país. Comprobaremos enqué medida el trabajo de cada una llega aser fundamental, por algún motivo concre-to, en la evolución de la traductografía ytraductología anglófonas, razón por la queprimará el orden cronológico.

Puesto que pertenecían muchas de ellasa la corte o a la nobleza, las traductorascontaban con una excelente formacióncultural, formación que constituía el puntoen común a todas ellas: traducir no consistesólo -como sabemos- en dominar dos omás idiomas, sino que es necesario tenerla preparación lingüística y literaria apro-piadas. Una primera clasificación de lostrabajos realizados podría basarse en losdistintos tipos de traducción (religiosa osecular) que llevaban a cabo y en las dife-rentes lenguas de partida (clásicas o ro-mances) con que trabajaban.

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ïïculuctonta inglesas de! Renacimiento

En un primer momento, puesto que es-taba prohibida a las mujeres la lectura deliteratura imaginativa, tan sólo podían reali-zar traducciones de obras clásicas de temareligioso que les inculcaran la importanciade la piedad, herencia medieval exclusiva-mente para el sexo femenino. Dentro deeste tipo de traducción de las lenguas clá-sicas, no nos extrañará encontrar a Marga-ret (More) Roper (1505-1544), pues todoslos hijos de Tomás Moro -sin distinción desexo- estudiaron latín, griego, lógica, filo-sofía, matemáticas y religión. Muestra desu competencia traductora es el DevoutTreatise on the Pater Noster (1524) deErasmo, en el que intensifica el tono medi-tabundo y familiar del tratado latino. Hizo,asimismo, una traducción del griego al latínde la historia de la Iglesia de Eusebio, ver-sión que su hija, Mary Roper Basset (1544-1572), traduciría posteriormente, al igualque el Treatise on the Passion o An Expo-sition of a part of the passion made in Latinede su abuelo materno.

Este arte menor permitido a las mujeresse convertiría en un arma de doble filo. Conel paso del tiempo, fue precisamente lo quefacilitó el que ellas tomaran partido en lascontroversias religiosas, dado que habíantraducido numerosas obras que discutíanproblemas de la fe y que tuvieron una im-portancia trascendental para la época. Lasexta y última mujer de Enrique VIM, Ca-therine Parr, además de encargar traduc-ciones importantes para la Reforma Protes-tante Anglicana {como el Nuevo Testamen-to de Coverdale), apoyó a sus hijastras enesta actividad. En cuanto a Mary Tudor(1516-1558), en 1548 publicó su traducciónde la paráfrasis de Erasmo del «Evangeliosegún San Juan» gracias a su madrastra.Por lo que respecta a Elizabeth Tudor(1533-1603)/' el que llegara a dar nombrea uno de los períodos literarios más prolífi-cos de Inglaterra, muestra su competenciacomo escritora. Sus obras prueban su do-

minio del latín, del griego y de vanas len-guas romances, pues tras componer elBook of Devotions en inglés, durante ladécada de 1570 lo tradujo al francés, italia-no, latín y griego. Otras de sus traduccio-nes fueron Mirror of the Sinful Soul (Le Mi-roir de ¡Ame Pécheresse) de Margarita deNavarra, «Triumph of Eternity» de Petrarca,el segundo coro del Hercules Oetaeus deSéneca, Art of Poetry de Horacio, On Cu-riosity de Plutarco y Consolation of Philoso-phy de Boecio, llevando a cabo esta últimacon 60 años.

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2Sandra M. Gilbert y Susan Gubar (eds.) TheNorton Anthology of Literature by Women TheTradition in English. Nueva York/Londres, W W.Norton & Company, 1985, pp 28-30

Mary luoor [154

Ya las hijas de Cooke, tutor de EduardoVI, realizaron traducciones de obras religio-sas marcadamente reformistas. De hecho,Anne Cooke Bacon (1528-1610) tradujo delitaliano los Sermons (1550) de BamadineOchine sobre la elección y la predestina-ción (reeditados en 1564. con un prefaciodedicado a su madre) y la defensa latina dela Iglesia Anglicana, An Apologie or ans-weare in defence of the Churche of Englandconcerning the state of religion used in the

leronvmus

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same (1564) del obispo John Jewell,3 ver-sión clave para su establecimiento y unmagnífico ejemplo del arte de la traducciónrenacentista: traducción económica, preci-sa y fluida. Por otro lado su hermana, Eli-zabeth Cooke (Hoby) Russell (1540-1609),traduciría del francés el tratado sobre elsacramento de John Ponet, A Way of Re-conciliation.

1585-90) inocido

Al igual que los humanistas, los reforma-dores protestantes también jugarían unpapel fundamental permitiendo que apare-cieran -aunque hasta cierto límite- escritosde autoras inglesas. La falta de autoría y decreación que se otorgaba a la traducción, alconsiderarla una mera transposición que norequería un esfuerzo intelectual, las llevó ala necesidad de comunicarse primero víaprefacios y luego a través de escritos pro-pios que dignificarían su labor. A su vez,con los años, el latín y el griego dieron pasoa las lenguas romances. Entre las traducto-

ras que tienen como lengua de partida elfrancés encontramos a Dorcas EglestoneMartin (siglo XVI), que vertió especialmenteoraciones, meditaciones, versos de salmose instrucciones religiosas. En The Monu-ment of Matrones (1582), antología deobras devocíonales dirigida a mujeres,Thomas Bentley ya recogía algunos traba-jos de escritoras como el de Martin, con elsiguiente título: An Instruction for Christiansconteining a fruitful and godlie exercise, aswell in wholsome and fruitfull praiers. as inreverend discerning of Gods holieCommandements and Sacraments. Tam-bién Anne Vaughan Locke (Dering Prowse)(1556-1590), autora epistolar con gran in-fluencia protestante, tradujo del francéstanto los Sermons upon the Songe of Eze-chias (1560) del reformador religioso Calvi-no como Of the Markes of the Children ofGod (1590) de John Taffin. Esta última in-cluye una dedicatoria a la Condesa deWarwick, en la que describe cómo sesiente una escritora e instructora religiosa:

Everie one in his calling is bound lo doo so-mewhat to the furtherance of the holie bui-ding; but because great things by reason ofmy sex. I may not doo, and (hat which I may.I ought to doo. I have according to my due-tie, brought my poore basket of stones to thestrengthening of the walles of lurusaiem"

Ya en la segunda mitad del siglo XVI, elpersistente interés que se tenía hacía laAntigüedad consigue que esta época dejede ser un coto cerrado para las mujeres,que se adentran en la traducción tanto deobras seculares, literarias (teatro, narrativay poesía) como de ensayos.

En 1550 por primera vez una mujer,Joanna Fitzalan Lumley (1537-1577), tra-ducía una obra de teatro, Iphigenia at Autis,versión resumida en prosa de la tragediagriega de Eurípides. Aunque probablemen-te la realizó a partir de una edición bilingüegríego-latín de Erasmo, su aportación fueimportante dado el creciente apego por lo

^Apologia pro Ecclesia Anglicanae, 1562.

4 Claire Buck (ed ) «Of the Markes of the Chil-dren of God», Women's Literature A-Z. Londres,Bloomsbury, 1994.

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Traductoras inglesas del Renacimiento

clásico. La elección del tema también esdigna de mención, pues elimina la mayoríade los coros para centrar la atención sobrela decisión patriótica de la hija de Agame-nón, sacrificarse casándose con un troyanoal que no conoce en beneficio de su pue-blo.

Los prefacios brindaron a algunas tra-ductoras la oportunidad de justificar valien-temente su escritura, incluso empleandotradicionales recursos de humildad. Ejem-plo de ello es el prefacio de Margaret Tyler(siglo XVI) a su traducción A Mirrour ofPrincely Deeds and Knighthood (1578) deDiego Ortúñez de Calahorra,5 el último delos libros de caballerías que disfrutó deamplio éxito comercial. Además de ser unade las primeras traductoras inglesas enacometer una obra secular, con este tipode composición defendía no sólo su dere-cho a traducir un romance caballerescosino también el de las escritoras en generala trabajar más allá de los confines de laliteratura devocional. Su razonamientomuestra tanto la popularidad del género,como el que las mujeres se considerabanpor los autores un potencial consumidor delmismo.

And thus much concerning the present story,that it is neither unseemly for a woman todeal in, neither greatly requiring a less staidage than mine ise

Supuso un avance el que Mary SidneyHerbert, Condesa de Pembroke (1561-1621),7 colaborara junto a su hermano, SirPhilip Sidney. Sobre 1580 ambos comen-zaron la traducción poética de los bíblicosPsalms of David. Sidney vertió los cuarentay tres primeros y los 107 restantes Herbert,al ser aquel asesinado. Es una de los pri-meras y más brillantes colecciones religio-sas en verso tras la Reforma, que basa suimportancia especialmente en lo que serefiere a versificación y salmodia isabelina,al emplear 164 tipos de estrofas distintas y

Espejo de Príncipes y Caballeros, 1555.6Claire Buck (ed.): «Tyler, Margaret», o. cit.7Sandra Gilbert y Susan Gubar (eds.): o cit.,

pp 31-35.

94 métricas diferentes. En cada salmoHerbert combinó con cuidado la forma y elsentido conforme a las nociones renacen-tistas del decoro poético. La traducción sehizo famosa en copias manuscritas, puesno llegó a publicarse hasta pasados dossiglos (1823). El porqué es una cuestiónque dejamos abierta. Del francés tradujo ADiscourse of Life and Death de Plessis duMornay (1592) y el drama senequista TheTragédie of Antonie (1590) de Robert Gar-nier, en cuya versión añade algunos poe-mas corales de composición propia. Suobra no sólo influiría en el trabajo de suscoetáneos, sino que además representa laprimera mujer que se rebela contra la acti-vidad traductora renacentista como puroejercicio mecánico (habilidad), más quecomo arte (creación)-.

Ya en el siglo XVII, un caso excepcionalrepresentaría Elizabeth Tanfield Cary, LadyFalkland (1585-1639), quien desde niñadestacaría por su dominio del francés, es-pañol, italiano y latín. De hecho, con doceaños, Cary ya había contraído una grandeuda con los sirvientes por suministrarlevelas en secreto para poder leer de noche.En 1626, tras convertirse al catolicismo, sumarido la abandonó y le negó la custodiade sus ocho hijos, dejándola prácticamenteen la indigencia. A pesar de haber traduci-do todas las obras de Jacques Davy y ha-ber compuesto en verso diversas hagio-grafías, himnos a la Virgen y obras de tea-tro, se conservan muy pocas de sus tra-ducciones. No obstante, Reply del CardinalDu Perron, que el rey Jacobo ordenó que-mar públicamente, ha sobrevivido. Tam-bién perdura una versión inacabada de TheHistory of King Edward II, incluida la Historyof the Most Unfortunate Prince King Edwardthe Second, Harleian Miscellany (1808),mal atribuida a Henry Cary. Elizabeth Tan-field Cary, al llevar su rebeldía a la práctica,es castigada con el ostracismo de su obra.

Por otro lado, Lucy Hutchinson (1620-1671),8 tras la muerte de su marido en lacárcel, escribió Memoirs of the Life of Colo-

van Hoof: Histoire de la traduction enOccident, Paris, Duculot, 1991, p 137

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net Hutchinson, biografía -curiosamente nopublicada hasta 1806- digna de admiraciónpor la cantidad de datos y opiniones acercade la Guerra Civil inglesa, lo que demues-tra el papel activo que desempeñaron lasmujeres en este evento. Además de tradu-cir parte de la Aeneid de Virgilio y De rerumnatura de Lucrecio, también escribiría Onthe Principles of the Christian Religion(1816).

Fue en 1663 cuando Katherine Philips(1631-1664),9 prolífica poeta y dramaturgagalesa conocida por «Orinda», se convierteen la primera traductora que consiguió po-ner en escena una obra de teatro. Esto tuvolugar en Londres, con su traducción dePompey del francés Corneille. Philips llegóa ser considerada en su época la poetaideal por su modestia a la hora de elegir lostemas, en contraposición a Aphra Behn,dato que refleja que el trabajo de las muje-res seguía juzgándose aún por su conteni-do en vez de por su valor artístico. La ma-yor parte de su poesía la compuso Philipspara ocasiones o personas concretas, apli-cando en muchos de sus poemas el len-guaje convencional del amor cortés paraamistades entre mujeres:

Our hearts are mutuall victims lay'd,While they (such power in friendship ly's)are Altars, Priests, and off rings made,And each heart which thus kindly dy'sGrows deathless by the sacrifise.10

Para finalizar, la culminación de la tra-yectoria traductológica llevada a cabo porestas mujeres tiene lugar a finales del Re-nacimiento, pues la teoría de la traducciónen prosa fue obra de Aphra Behn(1640-1689),11 a quien Virginia Woolf des-tacó como la primera mujer inglesa que seganaba la vida escribiendo.12 Poeta, dra-

maturga y novelista, tradujo además lasEpístolas de Ovidio, ya publicadas porDryden. También realizó la traducción dedos obras de Fontenelle, Entretiens sur lapluralité des mondes y U histoire des ora-cles, la primera de las cuales fue toda unanovedad, al tratarse de un trabajo de divul-gación científica con un estilo claro y senci-llo. Behn acomete el trabajo en principiopor el éxito del original, pero la razón prin-cipal de su elección se debe a que uno delos supuestos autores de esta obra era unamujer. Su intento es doblemente significati-vo: en primer lugar, supone abordar unaparcela que sus contemporáneos habíandejado de lado para centrarse en la traduc-ción poética; y, en segundo, también a dife-rencia de ellos su lengua de partida es elfrancés, lengua que considera más difícilde traducir al inglés. Esta afirmación le dapie a una reflexión en torno a la génesis ydesarrollo de las distintas lenguas euro-peas.

El presente recorrido a lo largo de lahistoria de la traslación anglosajona duran-te el Renacimiento, la exposición de la ac-tividad «secreta» llevada a cabo por lasmujeres acarrea consecuencias a laspuertas del siglo XXI. A pesar de que fue-ron muchas las traductoras inglesas, ape-nas constan referencias a ellas. Por tanto,podríamos concluir que ello es reflejo deque nuestra historiografía aún se encuentraen una etapa inicial, pues la historia de lamujer -en cualquier área de conocimiento-siempre ha ¡do a la zaga, por lo que esperentorio que se realicen investigacionesque ayuden a actualizarla.

Sandra M.cit., pp. 81-82.

Gilbert y Susan Gubar (eds), o.

10 Claire Buck (ed.), o. cit.,Sandra M. Gilbert y Susan Gubar, o. cit., pp.

87-94.12 Virginia Woolf: A Room of One's Own, San

Diego/Nueva York/Londres, HBJ Publishers,1957, p. 69.

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