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Homenaje a Bruno Brandt y Alonso Pérez Díaz. Cementerio Municipal de Santa Cruz de La Palma 4 de noviembre de 2021 Transcripciones de los discursos del alcalde de Breña Baja y de la alcaldesa de la Villa de Mazo Discurso del alcalde de Breña Baja, Borja Pérez Sicilia Dignísimas autoridades, Sras. y Sres.: Atraído por las descripciones que su propia hermana, Gerti, viajera incansable y curiosa periodista, le había relatado del archipiélago canario, en 1924 desembarca en el puerto de Santa Cruz de La Palma, capital de la isla, un joven alemán, natural de Berlín, pertrechado con su paleta y pinceles de pintor. Bruno Brandt, «notable acuarelista», según le denomina entonces la prensa, llega a Canarias y, muy pronto, su prolongada estancia en La Palma y, años después, en Tenerife marcará para siempre los destinos de la pintura en las islas. Con Brandt se introduce una nueva concepción interpretativa del paisaje, en la que priman novedosas técnicas de aplicación del color y que propiciará la asunción, por parte de los artistas insulares, de algunos métodos de vanguardia. La entrada en Canarias de este nuevo lenguaje, el expresionismo alemán, hallará pronta respuesta entre los pintores de Santa Cruz de Tenerife, Breña Baja y Santa Cruz de La Palma, principales enclaves donde Brandt vivió. Bruno Brandt representa a este prototipo de pintor-artista-viajero ajeno a la conceptualización de los nacionalismos, entendidos como acotaciones cerradas o compartimentadas, exhibiendo, en su lugar, un panorama vital y una actitud ante el arte y el paisaje que avanza más allá de la patria chica. Bruno Brandt articula su labor creadora y su propia existencia como un «hombre sin patria ni ley», feliz expresión del patrimonio fraseológico popular que sintetiza y explica con rotundidad un modo de ser y de vivir. A Bruno Brandt debe la isla de La Palma el primer paso decisivo hacia la conversión de la Caldera de Taburiente en asunto artístico. Bien es verdad que con anterioridad a su llegada a la isla en 1924, otros viajeros, casi siempre extranjeros (científicos e intelectuales), exploraron el Gran Cráter, dejándonos un importante patrimonio iconográfico conformado por fotografías y dibujos a plumilla. Pero, sin duda, la producción de Brandt en este tema dio un giro notable respecto de estos precedentes: primero, por su defensa de la pintura al natural, alejada de los ensayos de gabinete que prevalecieron con anterioridad; segundo, porque sus acuarelas de la Caldera no buscaron un retrato paisajístico al uso sino una interpretación emocional de aquella «visión inusual», según la definió en 1890 el geógrafo británico John Whitford. Su violencia en la aplicación del color contribuyó a destacar el «halo de misterio» y «majestuosidad» que envuelven la Caldera: las escarpadas laderas y vastos precipicios, la rica variedad vegetal de aquella megalópolis emergida del seno de la tierra, «modelando iglesias, palacios, bancales, mezquitas, sinagogas y templos; y adoptando tonos oscuros, marrones y negros, que denotan antigüedad y melancolía». Después de Brandt vendría la escuela paisajística palmera de los años ’40, redescubridora de la Caldera como tema pictórico y entre cuyos miembros más sobresalientes se encuentran González Suárez, Quico Concepción, Juan Fernández, Mario Baudet, Siro Manuel o Basilio Galván.
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Santa Cruz de La Palma rinde un homenaje a Bruno Brandt y Alonso Pérez Díaz para perpetuar sus legados a las futuras generaciones

Nov 05, 2021

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Santa Cruz de La Palma rinde un homenaje a Bruno Brandt y Alonso Pérez Díaz para perpetuar sus legados a las futuras generaciones
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Homenaje a Bruno Brandt y Alonso Pérez Díaz. Cementerio Municipal de Santa Cruz de La Palma 4 de noviembre de 2021
Transcripciones de los discursos del alcalde de Breña Baja y de la alcaldesa de la Villa de Mazo
Discurso del alcalde de Breña Baja, Borja Pérez Sicilia
Dignísimas autoridades, Sras. y Sres.:
Atraído por las descripciones que su propia hermana, Gerti, viajera incansable y curiosa periodista, le había relatado del archipiélago canario, en 1924 desembarca en el puerto de Santa Cruz de La Palma, capital de la isla, un joven alemán, natural de Berlín, pertrechado con su paleta y pinceles de pintor. Bruno Brandt, «notable acuarelista», según le denomina entonces la prensa, llega a Canarias y, muy pronto, su prolongada estancia en La Palma y, años después, en Tenerife marcará para siempre los destinos de la pintura en las islas.
Con Brandt se introduce una nueva concepción interpretativa del paisaje, en la que priman novedosas técnicas de aplicación del color y que propiciará la asunción, por parte de los artistas insulares, de algunos métodos de vanguardia. La entrada en Canarias de este nuevo lenguaje, el expresionismo alemán, hallará pronta respuesta entre los pintores de Santa Cruz de Tenerife, Breña Baja y Santa Cruz de La Palma, principales enclaves donde Brandt vivió.
Bruno Brandt representa a este prototipo de pintor-artista-viajero ajeno a la conceptualización de los nacionalismos, entendidos como acotaciones cerradas o compartimentadas, exhibiendo, en su lugar, un panorama vital y una actitud ante el arte y el paisaje que avanza más allá de la patria chica. Bruno Brandt articula su labor creadora y su propia existencia como un «hombre sin patria ni ley», feliz expresión del patrimonio fraseológico popular que sintetiza y explica con rotundidad un modo de ser y de vivir.
A Bruno Brandt debe la isla de La Palma el primer paso decisivo hacia la conversión de la Caldera de Taburiente en asunto artístico. Bien es verdad que con anterioridad a su llegada a la isla en 1924, otros viajeros, casi siempre extranjeros (científicos e intelectuales), exploraron el Gran Cráter, dejándonos un importante patrimonio iconográfico conformado por fotografías y dibujos a plumilla.
Pero, sin duda, la producción de Brandt en este tema dio un giro notable respecto de estos precedentes: primero, por su defensa de la pintura al natural, alejada de los ensayos de gabinete que prevalecieron con anterioridad; segundo, porque sus acuarelas de la Caldera no buscaron un retrato paisajístico al uso sino una interpretación emocional de aquella «visión inusual», según la definió en 1890 el geógrafo británico John Whitford.
Su violencia en la aplicación del color contribuyó a destacar el «halo de misterio» y «majestuosidad» que envuelven la Caldera: las escarpadas laderas y vastos precipicios, la rica variedad vegetal de aquella megalópolis emergida del seno de la tierra, «modelando iglesias, palacios, bancales, mezquitas, sinagogas y templos; y adoptando tonos oscuros, marrones y negros, que denotan antigüedad y melancolía».
Después de Brandt vendría la escuela paisajística palmera de los años ’40, redescubridora de la Caldera como tema pictórico y entre cuyos miembros más sobresalientes se encuentran González Suárez, Quico Concepción, Juan Fernández, Mario Baudet, Siro Manuel o Basilio Galván.
A Bruno Brandt debemos también la comprensión del vulcanismo como origen, esencia y presencia de la identidad insular. Antes que él, la iconografía volcánica de La Palma apenas había contado con algún acercamiento, casi siempre esquemático, que buscaba retratar el «desastre» eruptivo.
Brandt fue capaz de acercarse al escenario volcánico de La Palma sin prejuicios. Era la primera vez que un volcán, apagado, muerto, vivía una nueva hora, en la que cromatismos, texturas y vegetales despertaban al lienzo tamizados por el sentimiento; de ahí que, como ningún otro tema, el volcán constituya uno de los tópicos más sorprendentes de la producción brandtiana.
Brandt incide en unos casos en la marcada «soledad» que le inspiran estos páramos, en otros nos descubre cráteres emancipados de su condición destructiva, capaces de albergar ahora en sus empinadas laderas de lapilli bosques de pinos, gigantes de riente vida que llenan de verdor aquellos «sepulcros de carbón», como llamó a los volcanes de Fuencaliente la escritora cubana Dulce María Loynaz apenas unos años después. Otras veces, «la eminencia hecha de pulido azabache» sobresale al fondo del yermo; delante, una pequeña hacienda de viñedo y palmeras vigila el sueño de aquel monstruo de fuego que fue el Volcán de San Antonio.
El acto que celebramos en esta mañana es una deuda que la ciudad de Santa Cruz de La Palma y por extensión la isla de La Palma había contraído con el artista, que colocó el paisaje isleño en el mapa plástico europeo. Asimismo, se obliga con tantas propuestas que a lo largo del tiempo han tratado de restablecer un decoro a la tumba donde reposan sus restos. Bruno Hugo Albin George Brandt falleció en su domicilio del Cantillo, Breña Baja, el 1 de julio de 1962 a las veintidós horas, como consecuencia de «miocarditis con arteriosderosis de la aorta», tal y como consta en su acta de defunción, cuyo asiento fue declarado por su amigo y discípulo pintor Eustaquio Sicilia Pérez.
Hace unos años, el Ayuntamiento de Breña Baja cuya alcaldía ostento se preocupó de dar voz y de honrar su talento artístico concediéndole su nombre a una de las calles del barrio de San Antonio por acuerdo plenario de 2004.
Según se especifica en el asiento correspondiente del Cementerio Municipal, Bruno Brandt fue inhumado en el Cementerio Civil el día 2 de julio siguiente, en una fosa en tierra, fila 5ª, fosa 16ª, con las señas equivocadas de «Bruno Hugo Abreu». Años antes, su hijo Pedro Brandt Jensen, de un año de edad, registrado como «Pedro Brandt Feusen», también había recibido sepultura en una fosa en tierra, situada en la fila última, fosa 1ª, de esta misma parcela, tras su fallecimiento en el Hospital de Nuestra Señora de los Dolores el 25 de abril de 1950. Aunque el testimonio de Isabel Gómez Salazar —quien por ese entonces ejercía como auxiliar administrativa en el Registro General de Documentos del Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma— nos descubrió una escena distinta, cargada de dramatismo: el propio Bruno Brandt se había presentado delante de las Casas Consistoriales con su hijo en brazos, ya sin vida, trasladado directamente desde su residencia de Breña Baja, suplicando: «¿No hay nadie que entierre a mi niño?». Sea como fuere, los restos mortales de ambos reposan juntos en esta parcela del Cementerio Civil de Santa Cruz de La Palma de cuyo mantenimiento se ocupó, mientras vivió, su amigo y mecenas el comerciante Manuel Brito Cabezola, según el testimonio de Luz Yanes Acosta.
Al menos desde 1982, pasados ya veinte años del fallecimiento del artista, la Corporación Municipal de Santa Cruz de La Palma mostró interés por valorar su figura dando su nombre a alguna calle de la ciudad, atendiendo a su condición de «alemán de origen, pintor de proyección universal y palmero de adopción». Pero tiempo después la idea fue deshechada, literalmente, «por no ser palmero», lo que evidenciaba, según denunció Antonio Manuel Díaz Rodríguez, «un desconocimiento absoluto de la personalidad de Bruno Brandt y su vinculación a la isla donde reposan sus restos, que lo acreditan como palmero de adopción para honra y gloria de La Palma».
Dos años más tarde, el 16 de octubre de 1984, en el acto inaugural de la exposición dedicada al pintor organizada por la desaparecida Caja General de Ahorros de Canarias en su sede de la avenida El Puente, el mismo Antonio Manuel Díaz Rodríguez fue uno de los primeros en manifestar: «La tumba de nuestro pintor permanece olvidada, sin ninguna señal que la identifique»; y en proponer la instalación de un «túmulo digno en su sepulcro». Desde entonces hasta la actualidad, muchas han sido las voces que se han pronunciado en el mismo sentido, reivindicando una sepultura acorde con la relevancia de su personalidad artística.
Hoy, por iniciativa de la Concejalía de Patrimonio Cultural y de la Concejalía de Cementerio del Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, esta demanda histórica se ha convertido, por fin, en una realidad. El túmulo a Bruno Brandt es un proyecto del diseñador gráfico Juan Alberto Fernández Pérez, del Estudio DeAquello, autor, entre otras obras, del Mirador Literario dedicado a San Mao en la Fajana de Barlovento. El trabajo, de líneas sencillas, rememora el volumen prismático de una tumba en fosa de tierra, de planta rectangular, abierta en su interior para contener distintas piedras de colores que ponderan el poder sugestivo de su pintura, de amplia y rica paleta. La estructura ha sido fabricada por el Taller de Esculturas y Fundición Artística Esculturas Bronzon, abierto en 1984 en San Cristóbal de La Laguna.
Termino con un poema de la poeta palmera Maiki Martín Francisco, galardonada con el Premio Internacional de Poesía «Ciudad de Santa Cruz de La Palma» en el año 2000:
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Discurso de la alcaldesa de la Villa de Mazo, Goretti Pérez Corujo
Dignísimas autoridades, Sras. y Sres.:
Entre las personalidades que mayor influencia ejercieron en la vida social y política de La Palma durante la primera mitad del siglo XX, la figura del abogado, alcalde de Santa Cruz de La Palma y diputado nacional D. Alonso Pérez Díaz constituye sin duda una de las personalidades más sobresalientes gracias a la relevancia que alcanzaron sus mociones y propuestas para el desarrollo educativo y socio-económico de La Palma, a su extraordinaria capacidad de liderazgo, a su competencia como orador —que le valió una merecida fama en el ámbito regional— y a un talante político integrador, pacífico y entratega. La atracción que ejerció entre sus coetáneos propiciaría incluso la composición de coplas que se hicieron populares, como la que cantaban por las calles sus correligionarios ponderando su genio como dirigente:
«Tenerife tiene un faro que a los navegantes guía; La Palma tiene otro faro que es Alonso Pérez Díaz».
Hijo de la Villa de Mazo, donde nació el 11 de junio de 1876, su vocación política deviene en parte de la de su padre, Alonso Pérez Sánchez, teniente de las Milicias Provinciales de La Palma, capitán graduado de Infantería y alcalde de Mazo, y debe también mucho a la trayectoria de su hermano mayor, Pedro Pérez Díaz, quien, como él, además de centrar sus estudios universitarios en el campo del Derecho, orientó su ideología hacia planteamientos reformistas, liberales y antimonárquicos, influenciado por las enseñanzas de su maestro Francisco Giner de los Ríos.
Estudiante universitario en Madrid entre 1895 y 1904, que lograría satisfacer con la obtención de sendos licenciatura y doctorado en Filosofía y Letras y en Derecho, el restablecimiento definitivo de Alonso Pérez Díaz en La Palma tuvo varias trayectorias. En primer lugar, su labor profesional le llevaría a ser considerado por sus coetáneos como el letrado más popular de la sociedad palmera de principios de siglo, gracias en gran medida a la atención que prestó a personas de toda clase y condición. En segundo lugar, su etapa como docente en el claustro de profesores del Colegio Privado de Segunda Enseñanza de Santa Catalina y su preocupación por las Misiones Pedagógicas años después le permitirán, por una parte, participar activamente y conocer de primera mano la realidad educativa palmera de esos años y, por otra, transmitir su ideario político a su alumnado. En tercer lugar, su implicación en la vida cultural de la ciudad, especialmente en las filas del Ateneo Cultural y de la Sociedad Amor Sapientiae, a la que ya estaba afiliado desde su juventud, le habilitará para promover distintos proyectos de instrucción y campañas de revalorización de algunas personalidades históricas isleñas hasta entonces olvidadas o poco ponderadas.
Pero sin duda el logro de mayor trascendencia en la biografía de Alonso Pérez Díaz fue su carrera política, primero, a nivel local como alcalde del Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, irónicamente durante la Dictadura de Primo de Rivera, lo que contradecía su espíritu de izquierdas y en un corto periodo que apenas duraría medio año. Luego vendrá lo más sobresaliente de su actividad pública: su faceta política de alcance nacional como diputado, ya declarada la Segunda República, cuya acta ganó en dos elecciones seguidas integrado en el Partido Republicano Palmero, alidado entonces con el Partido Republicano Tinerfeño, ambas formaciones, adscritas al Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux.
De estos años son los mayores logros conseguidos gracias a su capacidad de gestión y estrategia de diálogo incluso entre sus adversarios, lo que para La Palma significó lo que se dio en llamar «una prosperidad no soñada» que se tradujo en beneficios en ámbitos tan variados como la educación, las comunicaciones marítimas y el desarrollo portuario así como la aprobación de nuevos planes de carreteras y la fundación de nuevos centros de enseñanza, sobresaliendo las escuelas de educación primaria y la instauración definitiva del tan ansiado Instituto de Enseñanza Media, cuya sede actual lleva su nombre desde 1978.
La ruptura entre los republicanos, que daría lugar a dos formaciones distintas, no le beneficiaría pese a su intento, fallido, de reunificar a los tinerfeños, de manera que en las elecciones de 1936 la adversidad de los resultados no le permitió renovar su acta de diputado.
Con el alzamiento militar del 18 de julio de 1936, su vida dio un giro radical, siendo apresado y deportado a Tenerife. Su proyección pública le afectaría en sendos juicios que se incoaron en su contra. Su pertenecencia a la Masonería —concretamente a la logia Abora 331, donde militó con el nombre simbólico de Demócrito—, proscrita por Decreto desde el golpe de Estado, imposibilitó defintivamiente su libertad, pese a las varias solicitudes cursadas al efecto. Su estado de salud propiciaría su traslado a Las Palmas de Gran Canaria para ser atendido finalmente en la Clínica San Roque, donde fallecería «en circunstancias confusas» —según revelación de su biógrafo Cirilo Velázquez Ramos—, el 17 de octubre de 1941. Precisamente en 2021 conmemoramos el octogésimo aniversario de su óbito.
Desde entonces, el traslado de sus restos mortales desde Gran Canaria hasta La Palma se convertirá en una aténtica odisea y acabará por convertirse en una forma de represión más que sumar a los últimos cinco años de prisión que padeció. Así, pese a las autorizaciones otorgadas por el Gobierno Civil de Las Palmas de Gran Canaria fechadas en 1957 y 1958, las autoridades
palmeras del Franquismo se negaron a aceptar el entierro de sus cenizas en el panteón Familiar Pérez Díaz por la relativa inmediatez de los hechos de su fallecimiento y, en definitiva, como una forma más de escarmiento, de tratar de hacer olvidar e incluso de hacer desaparecer de su figura. Paradójicamente, su muerte no sólo mantuvo su memoria perenne, sino que, además, acabaría por convertirle en mártir de la causa republicana.
Cuando hoy contamos con una Ley de Memoria Histórica, resulta significativa la pericia de sus cenizas, que viajaron en una maleta y fueron depositadas en un domicilio hasta que, por fin, fueron inhumadas oficialmente el 24 de noviembre de 1982.
Como alcaldesa-presidente del Ayuntamiento de Villa de Mazo constituye un honor asistir a la inauguración de esta lápida colocada a la entrada del Panteón de la Familia Pérez Díaz, en recuerdo de la figura de uno de los hijos más preclaros de la historia de nuestro municipio, que le ha honrado otorgando su nombre a la Biblioteca Pública Municipal situada en la plaza principal, denominada Pedro Pérez Díaz y emplazada, según disposición testamentaria en su casa familiar, y cuya Corporación Municipal había nombrado en vida, por acuerdo de 7 de agosto de 1932, Hijo Predilecto del Municipio.
Muchas gracias por su atención.