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Matza Delincuencia y Deriva

Jun 03, 2018

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    sociologa y polticaserie rumbos tericos

    Dirigida por Gabriel Kessler

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    Traduccin de Teresa Arijn

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    David Matza: una mirada originalsobre el delito juvenil 11

    Gabriel Kessler

    Prefacio 17

    Agradecimientos 19

    Introduccin a la edicin de 1990 21

    1. El delincuente del positivismo 35Desarrollos de la criminologa positivista 51Demasiada delincuencia 64Deriva delictiva: una imagen alternativa 72

    2. La subcultura de la delincuencia 77La situacin de arresto 86

    La situacin de imputacin 89La eleccin de las vctimas 91La situacin de minoridad 93La situacin de entrevista 96La situacin grupal 100La subcultura de la delincuencia:

    una visin alternativa 111

    La neutralizacin 112La convergencia subterrnea 115

    ndice

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    3. La negacin del delito 119La intencin y el estatus de minoridad 121La intencin y el sentido comn 124

    Defensa propia 128Insania 138

    Accidente 142La convergencia subterrnea 149

    4. La sensacin de injusticia 159La justicia y sus componentes 163El conocimiento 166La coherencia 171La sensacin de incoherencia

    y la justicia individualizada 173La competencia 204Piedad 207Ineficacia 217

    5. Costumbre, ilcito e injusticia 221Virtud, mitigacin y conmensurabilidad 225Crimen consensual y prohibicin 230

    Vicio y conmensurabilidad 233Prohibiciones de estatus y comparacin 237Crimen e ilcito 243Las prerrogativas de la vctima 248La negacin de la vctima 250

    6. La deriva hacia la delincuencia 255Entrar en infraccin 256

    Voluntad y preparacin 258La preparacin y el componente conductual 260La preparacin y el componente aprensivo 261

    Voluntad y desesperacin 264

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    David Matza: una mirada originalsobre el delito juvenil

    Gabriel Kessler

    La serie Rumbos tericos propone un libro que, cuandofue publicado en los Estados Unidos de los aos sesenta, repre-sent una importante ruptura con las formas habituales de pensarel delito juvenil, an hoy vigentes tanto en la academia y en laopinin pblica como en las polticas de Estado de gran partedel mundo y de Amrica Latina en especial. David Matza es con-siderado un autor de culto, por obra de una serie de textos enque, solo o junto con G. Sykes, elabor una explicacin novedosaal respecto, y que luego retomaran autores tales como Howard

    Becker en Outsiders o Jack Katz en Seductions of Crime,1

    otro librodestacable por sus hiptesis originales sobre la fenomenologa delos hechos de violencia, y, en forma ms reciente, por la crimi-nologa cultural britnica, sin duda la corriente ms novedosa ycreativa en este campo de estudios.

    Pero la obra de Matza (y en particularDelincuencia y deriva) ge-ner fascinacin no slo entre los estudiosos del delito, ya quesus ideas siguen siendo objeto de inters para quienes exploran

    temas centrales de la investigacin social, como la relacin en-tre discurso y accin, la conformacin de identidades plurales,el interrogante sobre las subculturas y las formas de apropiacinprofana de la ley y sus principios, entre otras cuestiones.

    Delincuencia y deriva constituye una crtica a las teoras expli-cativas del delito juvenil vigentes en su poca, gran parte de las

    1 Vanse H. Becker (1963), Outsiders, Nueva York, The Free Press [ed.cast.: Outsiders: hacia una sociologa de la desviacin, Buenos Aires, SigloXXI, 2009] y J. Katz (1988), Seductions of Crime. Moral and SensualAttractions in Doing Evil, Nueva York, Basic Books.

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    cuales no perdieron influencia en el presente. As, por ejemplo,se diferencia de la difundida nocin de innovacin de RobertK. Merton, segn la cual el delito era un camino alternativo, una

    suerte de atajo obligado para quienes tenan vedado el acceso alos medios legtimos de alcanzar los objetivos culturales hegem-nicos, especialmente el xito econmico y el consumo. Se distan-cia tambin de las teoras subculturales de cuo funcionalista,paradigma de gran importancia en la dcada de 1950 y 1960. Talcomo sealan Downes y Rock,2la subcultura para autores como

    Albert Cohen y otros era considerada una forma de solucionarlos problemas que planteaba la estructura social a aquellos gruposque por edad, condicin social o pertenencia tnica no podanacceder a las promesas de una sociedad falsamente meritocrtica.Dentro de ese marco tendra lugar un proceso de socializacindiferente al de la cultura convencional y, sobre todo, en francaoposicin a los valores dominantes. Matza asimismo discrepa enparte con la idea de la asociacin diferencial que sostena EdwinSutherland, de la Escuela de Chicago, para quien el delito se

    aprenda grupalmente.Basado sobre aos de trabajo de campo y con una gran agu-deza analtica, Matza pone en cuestin supuestos de estas y otrasteoras. En primer trmino, refuta la hiptesis de la diferencia-cin, caracterstica de lo que l llama criminologa positivista.En lugar de la hiptesis de una adscripcin a valores y principiosantagnicos respecto de los convencionales, seala que quiencomete infracciones puede adherir a los mismos valores, princi-

    pios morales y preceptos que el resto de la sociedad. As, efec-ta una primera operacin incmoda para una criminologa yuna opinin pblica preocupadas por mantener una distanciamoral insalvable entre quienes quiebran la ley (o, mejor dicho,determinadas leyes) y quienes no. En otros trminos: rebate quese haya producido un proceso de socializacin diferencial en los

    2 D. Downes y P. Rock (1998), Understanding Deviance. A Guide ToThe Sociology Of Crime And Rule Braking, Oxford, Oxford UniversityPress [ed. cast.: Sociologa de la desviacin, Barcelona, Gedisa].

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    jvenes que luego cometern delitos. A decir verdad, tal comosostienen Downes y Rock, la ruptura es parcial: Matza no niega unaprendizaje ni la importancia del factor grupal, pero difiere en su

    concepcin acerca de aquello que se aprende. De all en ms sedesarrolla uno de los mayores legados de su obra (y de su trabajocon Sykes): las tcnicas de neutralizacin. Para el autor, lo que seasimila en el grupo de pares es una serie de argumentaciones quepermiten poner en suspenso la evaluacin moral negativa de lasacciones ilegales que pueden cometerse.

    Matza se diferencia de las teoras subculturales; para l, las tc-nicas de neutralizacin no son una contracultura de oposicin ocontestataria, esto es, una inversin de la valoracin hegemnicaque consistira en atribuir una calificacin positiva a los hechosilegales que la ley y la sociedad en general consideran negativos.Esas tcnicas, en cambio, estn disponibles para ser aplicadas enocasiones especficas, sin por eso refutar los principios generales.Segn su definicin, dichas tcnicas son la negacin del delitoo de la ofensa, una minimizacin del dao, una inversin de la

    culpa, una apelacin a lealtades superiores, una responsabiliza-cin trasladada a las propias vctimas.3Al desmontar cierta con-cepcin mecanicista de continuidad y coherencia general entre

    valores, actitudes y acciones, propia de las teoras de socializacintradicionales, Matza revela la complejidad que en cada coyunturapuede establecerse entre las acciones particulares y la adscripcina normas generales.

    Una vez adquiridas las tcnicas de neutralizacin, el individuo

    ve franqueada la posibilidad de cometer delitos. En esa instanciase produce la segunda ruptura respecto de las teoras criminolgi-cas, en contra de lo que el autor llama su determinismo estricto.En consonancia con la idea de una personalidad o socializacindiferente, el grueso de los paradigmas previos supone una suer-te de condicionamiento para perpetrar delitos. Ms all del pesoque cada autor le otorgue al grupo de pares, a la desorganizacin

    3 Vase G. Sykes y D. Matza (2004), Tcnicas de neutralizacin: unateora de la delincuencia,Delito y Sociedad, 20: 127-136.

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    familiar, al revanchismo por el fracaso escolar, al relajamientodel control social informal o a factores psicolgicos de distintocuo, Matza critica la concepcin implcita de una compulsin a

    la accin delictiva. Cuestiona estas teoras por sobredeterminar eldelito, al concebir una socializacin diferencial que moldeara unindividuo comprometido de manera casi continua con accionesilegales, y demuestra que no es as: por un lado, contra la idea deuna carrera delictiva que se incrementara desde la juventud hastala adultez, sostiene que en a lo largo de la vida por lo general sedesiste de las acciones ilegales. Por el otro, nota que, aun en elperodo en que se delinque, en la mayora de los casos los episo-dios son espordicos y se alternan con acciones convencionales,como la concurrencia a la escuela, la participacin social o la vidafamiliar. As, se desbarata la idea tan cara al pensamiento sobreel delito de una alteridad radical entre quienes quiebran la ley yquienes no.

    Ahora bien, de ningn modo el recurso a las tcnicas de neu-tralizacin forzara al individuo a quebrantar la ley, sino que le

    permitira ingresar a un estado que se denomina drift, deriva.La deriva es una fase en la cual los jvenes pueden quebrantarciertas leyes en determinadas ocasiones y contextos pero sin es-tar de modo alguno condicionados a hacerlo, ni mucho menos ahacerlo todo el tiempo. Se trata de un estado que, como sealael autor, se aparta tanto del libre albedro pleno como del de-terminismo estricto o duro. No es determinismo, como se dijo,porque no hay una coaccin que fuerce a delinquir; antes bien,

    las tcnicas de neutralizacin le facilitan la posibilidad de hacerlo.Tampoco es un libre albedro total, porque no cualquier indivi-duo est emplazado en la deriva. Matza restablece las condicio-nes estructurales del ingreso a ese estado y seala que acontecesobre todo en determinadas franjas subalternas de la poblacin

    juvenil. As, retoma ciertas ideas de las teoras subculturales, dadoque hay factores que hacen que para algunos sea menos posible

    adscribir a los principios y supuestos beneficios de una vida msconvencional. En ese terreno oscilante se plantea la deriva: ni unareduccin a lo social, como dira ms tarde Bruno Latour, cues-tionando teoras sociolgicas que suponen sujetos impulsados por

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    fuerzas sociales que los trascienden, ni un homo economicuscomocondicin ontolgica innata y universal que apelando slo a unclculo de costos y beneficios decide si delinquir o no.

    Sealbamos que la ruptura con las teoras subculturales eraparcial: Matza afirma que existe una subcultura del delito, peroque no consiste en una subcultura delictiva. Lejos de ser un juegode palabras, aqu radica otra de sus hiptesis ms disruptivas y va-liosas. En sus distintos trabajos asevera que existe una subculturadel delito, pero que desde su perspectiva no se caracteriza poraquello que la opone a la cultura convencional, sino ms bien porlo que la acerca a esta. En efecto, esa cultura compartira, a me-nudo en versin hiperblica, elementos presentes de forma ms omenos soterrada en la cultura hegemnica: cierta concepcin dela masculinidad, la valoracin del xito y la ganancia rpida, unaactitud ambigua de atraccin y repulsin frente a la violencia, lareaccin contra el aburrimiento de una vida austera y pautada.

    As las cosas, nos invita a analizar esa subcultura en estrecha rela-cin con guiones culturales ms generales de cada poca.

    EnDelincuencia y derivaMatza agrega otra clave interesante parauna comprensin alternativa de la relacin entre delito y ley. Enprimer lugar, proporciona elementos para entender la llamadaselectividad penal juvenil, es decir, el hecho de que el castigose concentre en las franjas netamente subalternas de los jvenesde sectores populares. A continuacin, y esto es lo ms novedoso,su propuesta de pensar los vnculos entre subcultura del delito

    y mundo convencional tambin tiende puentes entre elementos

    de la ley en particular, sus principios y dogmas sobre la culpa-bilidad y sobre la atenuacin o la disminucin de la culpa y laforma en que son apropiados o compartidos por quienes delin-quen, de modo que, reconfigurados, operan como tcnicas deneutralizacin.

    Estas son algunas de las claves de lectura de un libro que, comose dijo, es una rara avisen el campo de la sociologa anglosajona

    de la transgresin. Lo es porque vuelve a situar el tema del deli-to, como lo hicieron los padres fundadores de la sociologa, enel centro de la reflexin, librndose de una pesada carga: granparte de la criminologa que asoci las acciones ilegales a sujetos,

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    identidades y culturas radicalmente diferentes. La incomodidadque este libro caus en las corrientes hegemnicas de la crimi-nologa fue proporcional al soplo de aire fresco que represent

    para quienes, de los aos sesenta en adelante, se interesaron enpensar el delito y otros problemas desde nuevas perspectivas.

    As, el concepto de tcnicas de neutralizacin fue utilizado, porejemplo, para estudiar las justificaciones que a propsito de susatrocidades esgriman los perpetradores de genocidios y crmenesde lesa humanidad; la concepcin de identidad y socializacin seemparenta con miradas ms novedosas hacia actores plurales yoscilantes entre campos de accin divergentes; la apuesta por undeterminismo dbil o blando es fructfera para pensar la inci-dencia de los factores explicativos en distintas reas de las cienciassociales; la deriva como una nocin que refiere a las condicionesespecficas de posibilidad pero no a la coaccin o al condiciona-miento puede aplicarse a diversas situaciones adems del delito,

    y la forma en que los sujetos articulan normas generales con ac-ciones puntuales suponen un llamado a reconocer las particulares

    formas de negociacin subjetiva que los individuos realizan entreellos y consigo mismos para justificar sus acciones.Esta es entonces una invitacin a descubrir un libro, un autor y

    una serie de conceptos que, sin duda, pueden ser de utilidad parala siempre necesaria renovacin de nuestras maneras de pensare investigar los fenmenos sociales, un camino al que Rumbostericos se propone contribuir.

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    Prefacio

    En este libro intent desarrollar una concepcin de la de-lincuencia que en cierto modo difiere de la propuesta por la crimi-nologa positivista. Al revisar la concepcin en boga, intent situarmuchas de las observaciones empricas de los criminlogos positi-

    vistas dentro de un marco que fuera ms coherente con los supues-tos y enseanzas clsicos. El postulado principal de la criminologaclsica insiste en que el criminal sea visto dentro de un contextolegal. En consecuencia, hice hincapi en la conexinexistente entrelas ideas y prcticas de quien comete algn delito y aquellas quedominan la ley penal juvenil contempornea y su aplicacin. Esta

    conexin est expresada en la idea de neutralizacin segn la cualel vnculo con la ley es subvertido en sus propios trminosy en la deapoyo soterrado mediante la cual los agentes de la ley y la costum-bre, sin darse cuenta y con buena voluntad, consagran sus servicios

    y sus opiniones a hacer viable la neutralizacin.Al desarrollar una concepcin del delincuente clsico es decir,

    el delincuente visto dentro de un contexto legal llegu casi enforma natural, o al menos eso me gustara creer, a un retrato que

    incluye los supuestos de la criminologa clsica relacionados. As,intent expresar la idea de que los preceptos que rigen la subcul-tura de la delincuencia son slo marginalmente distintos de aque-llos que se dejan traslucir en las opiniones comunes y corrientesde la vida cotidiana en los Estados Unidos. Por otra parte, apela la concepcin clsica de la voluntad de delinquir para poderconservar el componente imposible de erradicar de eleccin

    y libertad que es inherente a la condicin de la deriva hacia ladelincuencia.

    david matza

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    Agradecimientos

    La cantidad de deudas en que incurrimos al escribir unlibro es sorprendentemente vasta. Estn los miembros de la fa-milia que soportan la pesada carga de nuestro estado de nimo,que inevitablemente oscila entre la depresin irritable y la inmer-sin mecnica en el texto; los numerosos colegas y discpulos quededican con generosidad su tiempo a analizar y criticar las ideasque luego pasan al manuscrito; y las instituciones que de diversasmaneras facilitan la observacin, el pensamiento y la escritura queconstituyen el libro. Es una notoria muestra de la verdadera ge-

    nerosidad familiar, estudiantil, acadmica e institucional: el autornunca paga las deudas en que ha incurrido: simplemente se limitaa reconocerlas.

    Muchas personas realizaron valiosos comentarios sobre distin-tas partes del manuscrito en diferentes etapas de su desarrollo.Esos comentarios fueron intelectualmente tiles y emocional-mente imprescindibles. Siempre que fue posible atend las suge-rencias de Melvin Tumen, Albert Cohen, James Short, Donald

    Cressey, William Petersen, Sheldon Messinger, Erving Goffman,Ruth Kornhauser, Philip Selznick, Aaron Cicourel, Edwin Le-mert, Irving Piliavin, Jerome Skolnick, Carl Werthman, Sally Davis

    y Marvin Scott. Si alguno de los recin mencionados no reconocelo que aparece ahora en este texto es porque tom tan en seriosus crticas al primer manuscrito que llegu a escribir lo que a mientender es un libro en esencia diferente.

    Tambin deseo expresar mi gratitud a las instituciones que, demuchas y diversas maneras, me otorgaron el tiempo y las facili-dades necesarias para escribir este libro. Esas instituciones son laFacultad de Derecho de la Universidad de Chicago y su Programa

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    de Ciencias del Comportamiento y Derecho, patrocinado por laFundacin Ford y propiciado por Dean Levi, Francis Allen, HansZeisel y otros; el Centro para el Estudio del Derecho y la Sociedad

    de la Universidad de California, dirigido y orientado por PhilipSelznick y Sheldon Messinger, y la Comisin Presidencial sobreel Delito de Menores y la Delincuencia Juvenil, cuyo apoyo finan-ciero y estmulo inicial condujeron a la formacin del Programade Desarrollo Curricular contra el Delito y la Delincuencia. Eseprograma es uno de los proyectos del Centro para el Estudio delDerecho y la Sociedad, y este libro forma parte de una serie decontribuciones que emanarn de l.

    Por ltimo, quisiera reconocer mi deuda especial con GreshamSykes. Desarroll muchas de las ideas incluidas en este libro encolaboracin con l. Si este emprendimiento independiente con-sigue hacer algn aporte adicional al tema, a Gresham Sykes le co-rresponde gran parte del crdito. Si, a pesar de todo, la empresafalla, yo soy el nico responsable.

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    Introduccin a la edicin de 1990*

    Delincuencia y deriva trata sobre la delincuencia juvenildesde aproximadamente 1956 (cuando comenc a investigar eltema entrevistando a delincuentes juveniles en un reformatoriode Nueva Jersey) hasta 1964, ao en que se public por prime-ra vez. Sin embargo, est impregnado de experiencias anteriorestrabaj en centros comunitarios del East Bronx y el East Man-hattan entre 1945 y 1953, los acontecimientos de la Depresin enel Mideast Harlem (Madison Avenue 1790) desde 1930 hasta ese21 de junio en que tuvo inicio (uno de tantos inicios) la Segunda

    Guerra Mundial y experiencias de la poca de la guerra en el EastBronx (Simpson Street 1102).Mi imagen de la delincuencia es, en cierto modo, ms vieja que

    la de James Gilbert, quien en su interesante libro A Cycle of Outragesugiere que las audiencias Kefauver fueron la fuente principal detoma de conciencia pblica en lo que atae a la delincuencia ju-

    venil. Recuerdo las audiencias Kefauver y tambin haber ledo alrespecto mientras preparaba mi tesis de doctorado, investigacin

    que estuvo basada sobre las entrevistas que realic en el HogarEstatal de Nios de Jamesburg, Nueva Jersey. Pocos aos despusacrecent mi investigacin con observaciones realizadas en el tri-bunal de menores de Chicago, en 1960. Unos pocos aos ms,destinados a la escritura, nos llevan hasta 1964, fecha en que sepublic por primera vezDelincuencia y deriva.

    * Partes de esta introduccin fueron publicadas en la edicin japonesadeDelincuencia y deriva, en 1986.

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    Entre 1956 y 1964 me dediqu a ensear y a leer la bibliografaexistente sobre criminologa, delincuencia y problemas sociales,con la mira puesta en la escritura de uno o dos textos generales;

    el segundo fue Becoming Deviant, publicado en 1969. Ahora, unasdcadas ms tarde, escribo una nueva introduccin aDelincuencia

    y deriva. Gracias a los beneficios de la edad, que aporta perspecti-va, en esta oportunidad me esforzar por situar la cuestin de ladelincuencia juvenil en cierta perspectiva histrica.

    el delincuente juvenil en la historia

    En los muchos aos transcurridos desde las victorias de los EstadosUnidos en las dos guerras mundiales, la forma de las institucionesmundiales, nacionales y sociales cambi. Dentro de este perodo,el delincuente juvenil surgi como una figura histrica; no comouna figura mayor, protagnica, sino como un personaje secun-

    dario cuya estatura ahora que est por comenzar la dcada de1990 ha adquirido prominencia periodstica e incluso poltica.Esto no quiere decir que la delincuencia juvenil haya apareci-

    do de pronto, como un fenmeno pblico, en 1918 o en 1945.Las grandes guerras del siglo XX fomentaron la combatividad,el entrenamiento blico y la violencia internacional, experienciasque luego ofrecieron un hbitat tcnico y legtimo para el reclu-tamiento de la violencia juvenil durante las pocas de paz de la

    comunidad. Las guerras mundiales y las continuas guerras que sesostuvieron desde entonces contribuyeron a remover los obstcu-los, tanto a la comunicacin como a la violencia internacionales.Por ende, se disemin la imagen del joven violento: una imagenque es central para el concepto, ms amplio, de delincuencia ju-

    venil. Por aclamacin general y con un consenso internacionalque, con razn, encontr rechazo y resistencia en nuestro pas,

    los Estados Unidos irrumpen como una potencia clave en el de-sarrollo de esta figura histrica menor. Desde Japn hasta el blo-que del Este y desde Kenia hasta Per, esa sntesis de belicosidad,robo y drogas que para Richard Cloward y Lloyd Ohlin defina

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    introduccin a la edicin de 1990 23

    la conducta y la orientacin de la delincuencia juvenil ostenta laimpronta de una importacin cultural: Nacido en los Estados Unidosde Norteamrica.

    Los Estados Unidos, a partir del estado de Illinois en 1899, for-jaron la identidad del delincuente juvenil cuando redactaron uncdigo especializado y crearon un tribunal aparte para los meno-res de edad. De 1914 a 1917, cuando la primera gran guerra delsiglo XX arrasaba Europa, los Estados Unidos y Japn, el delin-cuente juvenil ya era un concepto consumado para la ley estadou-nidense y la imagen del rufin callejero era cada vez ms visibleen los peridicos y las investigaciones acadmicas. Aunque la pre-sencia de fugitivos y vagabundos, a menudo llamados muchachoscallejeros, ya haba sido advertida en las dcadas de 1860, 1870

    y 1880, por aquel entonces bsicamente se los retrataba como j-venes infractores. Fue slo con la conformacin legal del tribunalde menores y la redaccin del cdigo de menores que aportaronlas bases para construir una identidad que el delincuente juvenilsurgi como un personaje o figura histrica del mismo calibre

    que el delincuente adulto. Y as como Philippe Aris1

    sugiri queel concepto de infancia se cre en Francia entre los siglos XVI yXVII, podemos afirmar que el delincuente juvenil no exista, enel sentido actual, antes del reconocimiento oficial del tribunal demenores.2

    Si el concepto cumbre que defina al criminal adulto era la faltade moral, el defecto bsico del delincuente juvenil era una falla enla socializacin, a tono con la experiencia juvenil. As, el tribunal

    de menores habra de ser un tribunal socializado que dispensaraal joven equivocado, pero no responsable en esencia, una justiciasocializada cuya funcin sera ensear y mostrar a ese joven lasinnumerables cosas que todava no le estaba permitido hacer. Alas conductas normalmente prohibidas para los adultos se sum

    1 Centuries of Childhood, Londres, Cape, 1962 [ed. cast.:El nio y la vidafamiliar en el Antiguo Rgimen, Madrid, Taurus, 1987].2 Anthony Platt, The Child Savers,Chicago, University of Chicago Press,

    1977[ed. cast.:Los salvadores del nio o la invencin de la delincuencia,Mxico, Siglo XXI, 2001].

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    una categora de delitos especficos, que fue agregada al cdigode menores: fuga del hogar, ausentismo escolar, incorregibilidad,consumo de alcohol, conduccin de vehculos, contacto sexual y

    otras por el estilo. En la poca de la guerra, los peridicos y losestudios realizados por encargo de la Fundacin Russell Sage enel lado oeste de Nueva York y en Pittsburgh documentaron el pro-blema urbano de la delincuencia juvenil en los Estados Unidos.La imagen de unos jvenes pendencieros que gritan Vmonos,rpido, que viene la patrulla comenz a formar parte del sabercomn de los estadounidenses que lean comics o peridicos en-tre la primera y la segunda guerras mundiales. Las calles de lasciudades comenzaron a estar parcialmente dominadas por mu-chachos grandes, que en realidad eran nios fuertes, a los quela opinin pblica conoca como delincuentes juveniles. Casisiempre, esos muchachos iban armados con bates y pelotas debisbol, y pasar por su territorio poda considerarse un acto de

    valenta o una peligrosa hazaa que requerira algn tributo uotra seal de apoyo.

    La importancia de la imagen de la delincuencia juvenil decaydurante los aos de la Depresin, en parte, debido a que las estads-ticas oficiales indicaban un descenso del delito juvenil y, en parte,porque la prensa y la publicidad tendan a describir a los hijos de lapobreza en trminos proletarios de cuo socialista en vez de utilizarlos peligrosos trminos clsicos de lo que en los Estados Unidos co-nocemos como la cuestin social. Pocos autores hicieron nfasisen la imagen del delincuente juvenil durante la dcada de 1930:

    por entonces el imaginario predominante de la juventud pobre re-trataba bsicamente a un muchacho proletario a veces forzado porlas circunstancias a delinquir, no a un delincuente adolescente o

    juvenil. Segn parece, la guerra suscit el acelerado desarrollo enlos Estados Unidos de la figura del delincuente juvenil; una figuraque en la primera parte del proceso, durante los aos veinte, ha-ba sido opacada por la Gran Depresin, cuyos artistas, periodistas,

    publicistas y estadistas no se dejaron impresionar por estos jvenescomo factor determinante de la historia.Por segunda vez, la guerra comenz tarde para los Estados

    Unidos, y todas las batallas se libraron del otro lado del ocano.

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    introduccin a la edicin de 1990 25

    Cuando concluy con la victoria de los Aliados, entre finales dela primavera y comienzos del verano de 1945, el fantasma de ladelincuencia juvenil en el pas tena una dimensin comparable

    a la del fantasma comunista que amenazaba a Europa. Tal comohaba ocurrido en las intermitentes guerras del pasado, el desa-rrollo del proletariado en la literatura y en la sociedad dio paso ala lgica y el espritu de la violencia internacional. Por su parte, eldelincuente juvenil resurgi y prosper entre 1941 y 1945 comofigura secundaria en el nico pas que, gracias a su gran poder,sostena un impenetrable frente interno. Los peridicos, los infor-mes y las comisiones especializadas hacan hincapi en la propa-gacin de la delincuencia juvenil en los Estados Unidos. Aquellosque crecieron en grandes ciudades seguramente recordarn laprofusin de pandillas de adolescentes, tal vez producto del lugar

    vacante dejado por los hermanos mayores que combatan en elfrente y por los padres que deban trabajar horas extra y les de-

    jaban las llaves a sus hijos para que volvieran a casa solos cuandosalan de la escuela a las 15 hs. Los periodistas destacaban, en ese

    entonces y tambin despus, que las bandas de jvenes parecanestar lideradas por tipos recios que emulaban el espritu blicoreinante. El rudo y patriota alcalde Fiorello LaGuardia, de origenitaloestadounidense y congresista de la ciudad de Nueva York des-de la Depresin hasta la Segunda Guerra Mundial y la posguerra,los llamaba pequeos Mussolinis. Si antes de la guerra la imi-tacin del espritu beligerante internacional era explcita en elbarrio neoyorquino de Harlem como ocurri con las pandillas

    de negros que peleaban contra las pandillas de italianos durantela guerra entre Italia y Etiopa, despus de la guerra el patrn deconducta dej de estar dominado por las identidades de la GuerraFra. Debido en parte a que los rusoestadounidenses eran uno delos grupos tnicos que haba perdido su identidad en los EstadosUnidos, pero principalmente a la aplastante y absoluta victoria denuestro pas en la Segunda Guerra Mundial, el patrn de imita-

    cin explcita de las tensiones y las guerras internacionales perdivigor y vigencia en el orden de posguerra iniciado en 1945.La lucha por el poder callejero era, a la vez, intra e intertnica,

    pese a que los grupos casi siempre se organizaban de acuerdo con

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    lneas tnicas. A medida que la Guerra Fra y el conflicto interna-cional se volvieron un rasgo generalizado de la poltica exterior,la delincuencia juvenil tambin se volvi un fenmeno ms ge-

    neralizado y casi incipiente. En 1984, ao muy importante paralos Estados Unidos desde una perspectiva simblica y poltica, el

    joven transgresor ya se haba transformado en una amenaza y unpeligro para los ciudadanos comunes de Nueva York y San Fran-cisco, circunstancia bien conocida por los turistas asiticos y euro-peos que visitaron los Estados Unidos en esa poca.

    La actitud del comn de la gente hacia las calles urbanas, do-cumentada en las encuestas de victimizacin, era de completacautela. La gran mayora de los adultos consideraba que la lle-gada de la noche era sinnimo de peligro, tanto en las ciudadesgrandes como en las pequeas. Las imgenes cinematogrficasde La naranja mecnicaconvergan con las deFuerte Apachey conlas postales de Berln occidental en cierto modo, ms domesti-cadas pero tambin ms corruptas que aparecan en Yo, Cristina

    F. para fomentar una visin que coincida plenamente con la

    opinin pblica. El fracaso de la socializacin haba producidoun fenmeno de delincuencia juvenil y un nuevo modo de inci-vilidad reuna a los predecesores nihilistas en el escenario de lahistoria.

    La etapa del rpido paso hacia delante dado por la figura deldelincuente juvenil en tiempos de guerra no contradice las teo-ras sociales tradicionales acerca de la evolucin histrica de latendencia delincuencial entre los jvenes, definida y dotada de

    esencia legal en 1899 en los Estados Unidos mediante la creacindel tribunal de menores y la redaccin del cdigo especfico. Msan, la distincin entre la poca de guerra y la poca de paz se vol-

    vi cada vez ms tenue en el pas, cuyo orden de posguerra supoconjugar la preparacin para la permanente Guerra Fra con doslargas guerras en Corea y Vietnam, sin mencionar las numerosas

    y breves incursiones blicas en Amrica Central. La cada vez ms

    generalizada poca de guerra, combinada con la capacidad con-tinua de mantener un frente interno impermeable a los ataques,otorg al delincuente juvenil local un lugar muy especial en losanales de violencia estadounidenses.

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    La prevalencia de la delincuencia juvenil aument a paso len-to entre las dos grandes guerras, probablemente ayudada por eldespilfarro econmico y la prohibicin de consumir bebidas alco-

    hlicas (o Ley Seca) que signaron la dcada de 1920, y tambindecay un poco con la Depresin de los aos treinta, un decenioque se caracteriz por la radicalidad poltica y la depresin psi-colgica. La imagen acabada de este tipo de delincuencia sloemergi con la llegada de la guerra decisiva por la dominacinmundial y la victoria absoluta de los Estados Unidos sobre la ma-

    yor parte del mundo de posguerra. Hacia la dcada de 1950, lapsiquiatra ya haba desarrollado una versin del joven modernocomo delincuente juvenil y tambin haba concebido la paradig-mtica figura del rebelde sin causa. El emptico mote de Ro-bert Lindner fue adoptado por Hollywood en esa misma pocapara lanzar al estrellato a James Dean en una pelcula del mismonombre. Dean, uno de los ms importantes hroes de culto de lahistoria estadounidense del siglo XX, lleg a encarnar la figuradel delincuente juvenil. Muri como haba vivido en el cine y en

    la vida real: como un joven smbolo del poder y el mpetu adoles-cente contenido. Tan importante como la creacin de este hroepopular cinematogrfico fue el espectculo de una cultura ansio-sa por conocer y adular al delincuente juvenil. Incluso ms queen James Dean, a quien reemplaz, el smbolo del delincuente

    juvenil fue determinante en la figura de Elvis Presley.Entre las visiones provistas por la idea de que la desorganizacin

    social fue, en lneas generales, producto de la modernizacin y

    ms especficamente, de la guerra, hay un tercer asunto que tam-bin puede considerarse parte del proceso unitario que conduceal ascenso de la delincuencia juvenil. Todos los pasos clave de su de-sarrollo en los Estados Unidos son apenas meros aspectos de unanica lnea de evolucin, un tipo peculiar de evolucin entendidapor la cultura moderna y de masas como transicin. Los pasoshistricos que condujeron a la creacin del rtulo y la figura de la

    delincuencia juvenil incluyen la desorganizacin social que siguia la modernizacin, la institucin legal de un cdigo de menoresy un tribunal de menores, la permanente economa de guerra y,por ltimo, el ascenso de la sociedad y la cultura de masas. Todos

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    y cada uno de los aspectos de este proceso histrico subyacen a losprocesos sociales y psicolgicos que lanzan a la juventud hacia losmbitos de la delincuencia. Este lanzamiento es, precisamente, el

    tema deDelincuencia y deriva. As, esta introduccin histrica al li-bro propone una revisin de los tiempos modernos, poca en queel surgimiento del delincuente juvenil resulta notorio y previsible.

    Se vuelve ms fcil comprender por qu el surgimiento de la so-ciedad de masas y la cultura de masas completa el proceso histricode desregular a masas de jvenes del orden regimentado si se haceuna rpida revisin del cambiante significado de la teora de masas

    y se recupera su uso original, que en su momento fue soslayadopor la resea periodstica y la nueva perspectiva acadmica. Haciala poca en que la teora de masas lleg a tener una connotacinmoderna asociada con Ortega o Lederer, el viejo orden tambalean-te y el quebrantado viejo rgimen ya haban padecido la desorga-nizacin social de finales del siglo XIX, las reformas progresistasdel cambio de siglo y una guerra mundial. Las antiguas masas delsocialismo evolucionista siempre haban sido concebidas en trmi-

    nos lo suficientemente laxos para permitir un lnguido reconoci-miento de Untermensch.*Reducida por el marxismo al concepto delumpenproletariado, la idea de una categora de humanidad otray adems peligrosa era ms patente en Nietzsche y continuaba,aunque rara vez celebraba, las elucubraciones de sesgo instintualde Sigmund Freud. En la dcada de 1920 cuando el as llamadomarxismo occidental lo criticaba todo, pero se exasperaba espe-cialmente con el marxismo sovitico, y cuando surgi una rama de

    teora crtica no marxista la percepcin popular de la sociedad demasas con una cultura de masas comenz a influir en el pensamien-to intelectual. Existen numerosas versiones de la teora de masas, yaqu no haremos un intento sistemtico de resear las variantes, ta-

    *

    Untermensch(subhombre en alemn) era un trmino empleadopor la ideologa nazi para referirse a lo que consideraba personasinferiores, particularmente a las masas del Este, es decir, judos,gitanos, polacos, serbios y otros pueblos eslavos, como rusos y bielo-rrusos. [N. de T.]

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    rea que por lo dems realiz admirablemente William Kornhausermuchos aos atrs.

    Originariamente, el punto de partida de la teora de masas fue

    un cambio percibido en la naturaleza del sistema de clases. Esepensamiento inicial, que no estaba bien desarrollado en ningnaspecto, no desempe un papel demasiado importante en lasformulaciones posteriores, que no slo implicaban un cambiosino la desaparicin total de las clases sociales, con la consiguien-te desaparicin de la cultura; esto dejaba pura y exclusivamen-te en manos del Estado la formacin de una sociedad de masas.Slo mucho despus, en algunas formulaciones de la sociedadpostindustrial, la teora de masas retorn a las discordias origina-rias respecto de un cambio fundamental en el sistema de clases.

    Adems, las primeras versiones de esta teora en Alemania no es-taban adecuadamente situadas para observar el surgimiento delas fuerzas dinmicas que alteraran el viejo sistema de clases ensus fundamentos. Los Estados Unidos estaban tanto ms adelan-tados que Europa con respecto a la implantacin de un sistema

    de clases basado sobre la educacin. Pero a fines de la dcada de1920, la Unin Sovitica ya se haba transformado en un verdade-ro rival y estaba a la vanguardia de la educacin de las masas. Sinembargo, los sistemas de clases de la democracia estadounidense

    y el socialismo sovitico diferan del modelo sovitico de una so-ciedad sin clases sociales y del modelo estadounidense de unasociedad abierta. La retrica inspiradora de las superpotencias enciernes opac el surgimiento de un nuevo sistema de clases basa-

    do sobre la educacin y el conocimiento tcnico. En realidad, elsistema de clases basado sobre la educacin no era abierto en susprocedimientos ni produca una sociedad sin clases. Ni capitalistani socialista en sus principios, el nuevo sistema de clases basadosobre la educacin comparti rasgos de rutina con los dos y fuepunto de convergencia entre esos dos sistemas por dems rivales ybeligerantes despus de 1945. Sustentado en la educacin masiva,

    este sistema del siglo XX constituye la forma bsica de la sociedadde masas y de la cultura que de ella deriva. El delincuente juvenilno es ms que un subproducto, una falla no tan accidental, dedicho sistema de clases moderno y dinmico.

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    El componente de educacin masiva del sistema de clases ac-tual puede ser negado e incluso visto como una mera imitacincultural, una nueva va de transmisin del viejo sistema de clases

    basado sobre la propiedad privada. O, en cambio, puede ser vistocomo el nuevo sistema de clases de la sociedad moderna. Peroen uno y otro caso el delincuente juvenil encarna el fracaso de laeducacin escolar, ya sea en el sentido usual de los muchachos declase baja que quedan en el camino (como los describen AlbertCohen o William Chambless) o bien como indicador de un des-tino de clase baja para los muchachos de clases ms acomodadas

    y tambin para los que nacieron as (como los describen ArthurStinchecombe y Kenneth Polk). (El lector podr encontrar unaconceptualizacin ms exhaustiva de la delincuencia juvenil comorebelin contra el sistema educativo en Delinquency and Authorityde Carl Werthman, y en Racial Oppresion and School Delinquencyde

    Anthony Lemelle.) Pero tanto ms bsico que el fracaso educativoy la trayectoria de clase baja, incluso para los jvenes ricos quedelinquen (varones o mujeres) que no logran adaptarse a la con-

    formidad y los logros que impone el sistema escolar, es ese otroque desempea un papel diferente y realmente fundamental enla imagen de la delincuencia juvenil basada sobre la sociedad demasas estadounidense. La figura del otro de las masas es msominosa, ms peligrosa incluso que la interpretacin clasista delas clases peligrosas que propone la mayor parte del capitalismoeuropeo. Pero incluso en muchos pases europeos, y ciertamenteen Inglaterra, el temido otro (o el irlands otro) de las ma-

    sas era interpretado y expresado en trminos raciales. Sin embar-go, en los Estados Unidos fue donde esta tendencia a escindir lasmasas de las clases trabajadoras fue ms all debido a la esclavitud,la conquista de los pueblos indgenas y la inmigracin provenien-te de Asia y el sudeste europeo.

    En vez de negarse mutuamente, estas dos interpretaciones delas masas interactuaron en los Estados Unidos, y as comenz a

    existir, a partir de la Guerra Civil o de Secesin que estableciel capitalismo tanto a escala nacional como poltica, un segundoproletariado inusualmente numeroso, mucho menos integrado

    y mucho ms voltil que el trabajador perteneciente a una clase

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    social definida y con empleo regular. La masa racial de personasarrojadas a cruzar el ocano por procesos polticos y econmi-cos interactu con la masa de clase baja generada por el fracaso

    educacional. La base previa cre los fundamentos o la concienciacolectiva el alma de las masas, y el desarrollo posterior com-plet la mentalidad del tipo social. As, el delincuente juvenil delos ltimos tiempos surge en contra de la alfabetizacin funcionalexigida por el sistema de clases basado sobre la educacin. Y aun-que el meollo de la base racial todava sea para los Estados Unidosel tercer mundo que incluira el sudeste europeo junto con fri-ca, Amrica Latina y Asia, la mentalidad trasciende la imagen delas masas concebida en tiempos de la Primera Guerra Mundial.Despus de esa guerra, las nuevas masas crecieron dentro de unaexperiencia educativa que, mediante la competicin estructura-da, somete a los nios a una prctica educacional que afecta, sino gobierna, sus oportunidades futuras en la vida. Por lo tanto,que sea un sistema de clases legtimo depender de la creencia enuna movilidad social restrictivamente representada por la estruc-

    tura educacional. Por lo tanto, no es la validez sino la invalidezde la educacin como medio de movilidad social lo que testimo-nia su poder e importancia. El hecho de que las clases ricas siganexistiendo, a pesar de que el sistema de clases basado sobre laeducacin brinde iguales oportunidades a todos los nios, bastapara silenciar, o al menos desviar, las crticas racionales. En estecontexto avanza, a grandes zancadas, el joven delincuente. Conpalabras tomadas de una cancin popular, el delincuente juvenil

    que fracas en la escuela grita: No queremos su educacin!.Esta actitud tal vez no sea tan antiintelectual como ciertos admi-radores potenciales del punky de otras culturas jvenes parecentemer. Anthony Burgess, en 1985, muy perceptivamente hace quesus jvenes que se rebelan contra el sistema educativo ingls ha-blen latn, comulgando de ese modo con la crtica a la insipidezde la alfabetizacin funcional que propugna la educacin moder-

    na. Pero al observador no instruido le resultar imposible estable-cer una distincin crtica entre educacin e inteligencia; para l,el delincuente juvenil no es ms que un vndalo, un brbaro quecombate la cultura y que constituye una amenaza para todos, no

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    slo para los propietarios de los edificios. Caer en esa idealizacinromntica puede ser un error fundamental, dado que, como figu-ra histrica, el delincuente juvenil esuna figura romntica tanto

    en los hechos como en la prctica. Esta es la visin, muy til porotra parte, que aporta Hobsbawm en Rebeldes primitivos. El rebeldeprimitivo, o rebelde sin causa, no puede triunfar en su rebelin

    y es, en ese sentido, una figura irremediablemente romntica.La teora social de la delincuencia es hoy rechazada por la po-

    ltica social conservadora del gobierno estadounidense. La acade-mia, cumpliendo su papel, ha pasado de la muy limitada visin delos aos cincuenta y sesenta a una posicin de derecha radicaliza-da para la cual hasta la ms ligera muestra de empata hacia la de-lincuencia juvenil es sinnimo de sentimentalismo barato, y cual-quier intento de comprender la pobreza moderna es equiparablea una traicin. En vez de rechazar el consenso neoconservador,los socialistas y los liberales tendran que regocijarse, sobre todoaquellos que son socilogos de profesin. Dado que la situacinnos lleva a oponernos conjunta y sinceramente a la ortodoxia de

    la ley y el orden, existe la posibilidad de que juntos forjemos unaautntica teora social de la delincuencia juvenil a travs de la cualla autocomprensin de esa figura histrica posibilite la autotrans-formacin y tambin la transformacin, ms dudosa, de la historiasubsiguiente. Es con ese espritu como presento al lector japons,

    y ahora al lector estadounidense, un libro escrito durante un pe-rodo en que la teora social subyacente a un texto no parecarequerir una elaboracin explcita. As, no es posible rastrear las

    causas fundamentales de la delincuencia juvenil en el sistema le-gal per se, como a veces queda tenuemente implcito en el texto

    y a menudo explcito en los comentarios de sus intrpretes, quesupieron apreciarlo y denostarlo por igual. El sistema legal pue-de funcionar como causa inmediata (si utilizamos una distincincomn al estudio de las guerras). Pero las causas de fondo, a mientender, fueron analizadas por las versiones crticas y a veces no

    tan crticas de la teora social o sociolgica estndar. La desorgani-zacin social, la guerra y la sociedad de masas subyacen al tribunalde menores que regula directamente y, por lo tanto, acelera oexpide, la deriva hacia la delincuencia.

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    Entre el orden y la anarqua existe un componente decrecientede eleccin humana. As, elegir la anarqua, como hace el jovenque delinque, es la mejor opcin moral a pesar de las desventa-

    jas obvias que conlleva. Decir que ningn ser humano cree real-mente en los valores de la delincuencia es una perogrullada cuyotrasfondo es, no obstante, verdadero. Ms all de la destructividadque caracteriza a la masa de delincuentes juveniles, tambin exis-te en ellos una conciencia, siempre elusiva, de verdadera revo-lucin. Los vientos de 1848 retornaron en 1968 a Pekn, Pars,Praga y Berkeley, California. La verdad de la revolucin es ser laexpresin de una humanidad creativa cuyo potencial destructivoes esperable, y por lo tanto igualmente expresivo, cuando las fuer-zas poderosas de la ley y el orden conspiran en estado de guerracontra las masas. Cuando ese estado de guerra contra los pobres ylos jvenes cese por fin, la anarqua prefigurada por el delincuen-te juvenil tal vez ya no ser necesaria. Hasta entonces, y podraser para siempre, podemos estar seguros de que continuaremos

    viviendo este fenmeno al que llamamos delincuencia juvenil.

    Agradezco a Cynthia Mahabir y Martn Snchez Jankowsky porlas numerosas y estimulantes conversaciones sobre la naturalezacontempornea y multinacional de la delincuencia juvenil.