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Centro de Investigaciones de la Facultad de Arquitectura , CIFA Universidad de los Andes IDCT - Los Cerros: Paisaje e Identidad Cultural 2 LOS CERROS: PAISAJE E IDENTIDAD CULTURAL Identificación y valoración del patrimonio ambiental y cultural de los cerros orientales en Santa Fe de Bogotá CIFA Dirección general Arquitecto Juan Luis Isaza Londoño CIE CENTRO DE INVESTIGACIONES ESTETICAS Coordinador - investigador del estudio Arquitecta - paisajista Diana Wiesner Ceballos EQUIPO PROFESIONAL Director de proyecto Arquitecto Camilo Salazar Ferro Investigadores Arquitecto Juan Pablo Ortiz Suarez Arquitecta Catalina Useche Mariño Asesores Antropóloga Mónika Ingeri Thérrien Johannesson Arquitecto - urbanista Lorenzo Fonseca Martínez Cartografía Digital Arquitecto Maurix Suárez Rodríguez
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LOS CERROS: PAISAJE E IDENTIDAD CULTURAL … · Un nuevo concepto de ciudad y su planeación. Los cerros como espacio público. 1970-1980 ... con la ciudad y su desarrollo a lo largo

Oct 14, 2018

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LOS CERROS: PAISAJE E IDENTIDAD CULTURAL Identificación y valoración del patrimonio ambiental y cultural de los cerros

orientales en Santa Fe de Bogotá

CIFA Dirección general

Arquitecto Juan Luis Isaza Londoño

CIE CENTRO DE INVESTIGACIONES ESTETICAS

Coordinador - investigador del estudio Arquitecta - paisajista Diana Wiesner Ceballos

EQUIPO PROFESIONAL

Director de proyecto

Arquitecto Camilo Salazar Ferro

Investigadores Arquitecto Juan Pablo Ortiz Suarez Arquitecta Catalina Useche Mariño

Asesores Antropóloga Mónika Ingeri Thérrien Johannesson Arquitecto - urbanista Lorenzo Fonseca Martínez

Cartografía Digital Arquitecto Maurix Suárez Rodríguez

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LOS CERROS: PAISAJE E IDENTIDAD CULTURAL Identificación, valoración y apropiación del patrimonio ambiental y cultural de los cerros orientales en Bogotá

INDICE

1. PRESENTACIÓN 2. INTRODUCCIÓN

2.1. Objetivos 2.2. Antecedentes 2.3. Enfoque 2.4. Alcances 2.5. Metodología

2.5.1. Forma de Trabajo 2.5.2. Actividades Realizadas

2.6. Delimitación del área de estudio 3. GEOGRAFIA DE LOS CERROS

3.1 Los cerros orientales y su entorno geográfico 3.2 Geomorfología, geología, topografía y suelos 3.3 Cobertura vegetal, flora y fauna 3.4 Hidrología 3.5 Clima

4. LUGAR Y MEMORIA

4.1. Lugar, ritual y ceremonial

4.1.1. Los muiscas, una sociedad dispersa en el territorio 4.1.2. El intercambio comercial y las rutas indígenas 4.1.3. Los rituales muiscas: santuarios y entierros 4.1.4. La llegada de los conquistadores: imposición de una nueva cultura 4.1.5. El paisaje natural: identidad de los muiscas

4.2. La espada, la urbs y la cruz toman el territorio

4.2.1. La apropiación del territorio 4.2.2. La despensa de la ciudad 4.2.3. Caminos e intercambio: hay otro paisaje más allá 4.2.4. Un espacio para el culto 4.2.5. La definición del paisaje colonial

4.3. Siglo XIX: Dos fortificaciones dominan la ciudad

4.3.1 Implicaciones de la economía en el desarrollo 4.3.2 La expansión urbana comienza a apropiarse de los cerros 4.3.3 La República y la ilustración

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4.3.4 Reafirmación de los hitos religiosos 4.3.5 La ciudad continua de espaldas a los cerros

4.4. El siglo XX. Los cerros límite oriental de la metrópoli

4.4.1. La nueva ciudad. 1900-1920 4.4.2. Regulación del territorio. 1920-1950 4.4.3. La idea de la ciudad moderna. Los cerros son reconocidos como paisaje de

la ciudad 1950-1970 4.4.4. Un nuevo concepto de ciudad y su planeación. Los cerros como espacio público.

1970-1980 4.4.5. La metrópoli de hoy. El Abuso urbano de los cerros. 1980-2000

5. PAISAJE E IDENTIDAD CULTURAL

5.1 Significado 5.1.1. El paisaje cultural como patrimonio de la ciudad 5.1.2. La urbanización 5.1.3. El medio natural como telón verde patrimonial

5.2 Identificación de proyectos y propuestas 5.2.1. Programas para la valoración y recuperación del medio natural 5.2.2. Programas para incentivar la apropiación y la identidad cultural. Los cerros como bien público

6. BIBLIOGRAFIA 7. ANEXOS 7.1. Anexo 1: Normativa existente relacionada con los cerros orientales. 7.2. Anexo 2: Listado de planos. 7.3. Anexo 3: Listado iconográfico. 7.4. Anexo 4: Álbum fotográfico. 7.5. Anexo 5: Cuadro de estudios y proyectos sobre los cerros orientales. 7.6. Anexo 6: Cuadro síntesis de competencias institucionales. 7.7. Anexo 7: Especies de fauna asociada a los cerros orientales. 7.8. Anexo 8: Fichas bibliográficas.

8. PLANOS

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1. PRESENTACIÓN El presente documento es el resultado del estudio “Los cerros: paisaje e identidad cultural”, estudio realizado por el Centro de Investigaciones de la Facultad de Arquitectura (CIFA) de la Universidad de los Andes para el Instituto Distrital de Cultura y Turismo. Este estudio de carácter histórico tuvo como enfoque central el papel y significado de los cerros orientales en la historia de Bogotá. Para el logro de este propósito se desarrollaron temas que apoyaron su realización, como fueron los aspectos geográficos, el medio natural y su situación actual, los cuales permitieron la elaboración de un diagnóstico de la relación de la ciudad y los cerros hoy, y formular una serie de propuestas hacia su futuro. El tratamiento general de los diferentes temas logró definir la orientación general de la investigación como una aproximación a los cerros como patrimonio, entendido este como la suma de elementos y eventos que se han sucedido a lo largo de la historia y que le han dado a este lugar, los cerros orientales, un significado y una identidad cultural. El estudio buscó entonces la identificación de este patrimonio, el cual es considerado como uno de los elementos de mayores posibilidades para la recuperación de la memoria de la ciudad. Se pretende con esto, acercar la ciudad a su historia mediante el reconocimiento de este patrimonio e identificar los mecanismos por los cuales los habitantes podrían encontrarse alrededor del mismo, como aquel objeto privilegiado de la estructura urbana. A partir de ahora, se tratará de entender cómo hacer compatible el desarrollo de la ciudad con la conservación del medio y cómo aprovecharlo como espacio público recreativo y educativo para sus habitantes. Este enfoque permitió establecer las relaciones que los cerros orientales han tenido con la ciudad y su desarrollo a lo largo de la historia, ya que no sólo han sido el telón verde de fondo que completa la imagen de Santa Fe de Bogotá, sino que desde probablemente el origen de la ocupación humana, han sido escenario de múltiples eventos e hitos del paisaje; para el ciudadano, permanente elemento de referencia y orientación. Adicionalmente son fuente importante de recursos vitales para el sustento de la estructura urbana, pues representan una porción importante del capital orográfico e hídrico y contienen valores representados en relictos de bosques y subpáramos de gran relevancia histórica y biológica en la Sabana de Bogotá. Para la comprensión de la importancia de los cerros como patrimonio fue necesario su estudio y valoración desde diferentes temáticas de trabajo, las cuales se abordaron de

forma jerárquica, teniendo como punto central la investigación histórica; Lugar y

Memoria, síntesis de la relación entre los habitantes y los cerros en el tiempo. De esta

manera el medio natural, Geografía de los Cerros y las propuestas para el futuro,

Paisaje e Identidad Cultural, se apoyaron en la primera. Los temas técnicos que debió abordar el estudio, se trataron de forma sencilla para obtener resultados comprensibles por un amplio y diverso grupo de lectores.

El capítulo dedicado a la Geografía de los Cerros se abordó como una introducción al estudio y tiene el propósito de localizar geográficamente el área de trabajo, hacer un recuento de su historia geológica y describir las características físicas más relevantes que se encuentran en la actualidad. La profundización sobre los aspectos geográficos

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del medio natural se realizó sobre el área delimitada para el trabajo. Sin embargo, la lectura de la extensa morfología de la metrópoli contemporánea y la Sabana sobre la que se localiza fue indispensable en la identificación de los diferentes fragmentos que conforman la unidad ambiental de los cerros orientales.

Para la realización del capítulo central del estudio, Lugar y Memoria, se definieron cuatro períodos de acuerdo con las más relevantes transformaciones de la ciudad y su relación con los cerros, periodos que abarcan toda la historia del desarrollo urbano desde su origen hasta nuestros días. Estos son: i) Los Muiscas, rito y ceremonial; ii) La colonia: La espada, la urbs, y la cruz toman el territorio (Siglos XV a XVIII); iii) El siglo XIX: Dos fortificaciones que dominan la ciudad y; iv) el siglo XX: El límite de la metrópoli. Este capítulo comienza con la descripción del territorio indígena que encuentran los conquistadores a su llegada a la Sabana, en la que se destacaban los ritos y ceremonias de carácter religioso, profundizando en los diferentes usos y apropiaciones que los bogotanos han dado a los cerros en los diferentes periodos desde la fundación hasta nuestros días. Este estudio se realizó por medio del análisis de variables, que con diferentes dimensionamientos de acuerdo a cada periodo histórico (época indígena, conquista y colonia, siglo XIX y siglo XX), arrojaron datos sobre las formas de uso, valoración, apropiación y transformación del espacio de los cerros. La aproximación a los cerros como patrimonio implicó la utilización de instrumentos de análisis histórico y urbano que dieron cuenta del desarrollo de la ciudad sobre su territorio y permitieron plantear relaciones con otros aspectos de la sociedad urbana. Estos análisis buscaron la valoración de este patrimonio, basada en la identificación del medio natural, los elementos urbanos primarios y las permanencias, tales como paisajes, zonas de reserva forestal, trazados, espacios públicos, edificios y usos significativos, entre otros. Mediante el desarrollo de los dos primeros capítulos se obtuvo un diagnóstico que permitió la identificación de la situación actual y un recuento de los usos, las costumbres y los lugares patrimoniales, lo cual permitió establecer el enunciado de una serie de planes y programas hacia el futuro, contenidos en el capítulo final:

Paisaje e Identidad Cultural. Con la identificación de estas acciones al futuro, que buscan una apropiación masiva de los cerros por parte de los habitantes de la ciudad, se propone partir de la “la intervención sobre enclaves míticos, con el ánimo de operar una reapropiación del valor histórico del lugar”1. Se tratará entonces de retomar el sentido histórico sobre lugares significativos, buscando el valor urbano del mito, como expresión de nuestra época. Estas acciones se mapificaron mediante la construcción de una planimetría que cubre los cerros orientales en la región y el área de estudio, que da cuenta de los diferentes momentos del desarrollo urbano de la ciudad, y en la cual se localizan los lugares relevantes y se delimitan las diferentes áreas identificadas en estudios especializados.

1 Ezquiaga, José María, Ex-director de urbanismo de la Comunidad de Madrid, España, en entrevista personal.

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2. INTRODUCCION

Este estudio es el producto del contrato realizado entre el Instituto Distrital de Cultura y Turismo y la Universidad de los Andes, cuyo objeto fue: “Realizar un estudio histórico sobre el papel y significado que han tenido los cerros orientales en el desarrollo de Santa Fe de Bogotá”.

2.1. Objetivos

Generales

Realización de un estudio histórico que diera cuenta del uso y apropiación que los ciudadanos han hecho de los cerros orientales para determinar el papel y significado que éstos últimos han tenido en la historia de Bogotá y la posición que podrían adoptar en el futuro.

Particulares

Identificación, mediante los estudios físicos e históricos, del patrimonio que constituyen los cerros orientales.

Reconocimiento y valoración de los cerros orientales como patrimonio natural y urbano y como paisaje cultural de Santa Fe de Bogotá y sus habitantes.

Propuesta de planes y programas para fomentar una nueva actitud de los entes públicos y privados frente a los problemas de conservación de los valores patrimoniales de los cerros.

Creación un documento acorde con el fin último del estudio: una publicación.

2.2. Antecedentes

En Colombia el tema de la valoración y conservación del patrimonio viene siendo discutido hace bastante tiempo, con énfasis en la última década, en especial desde su mención explícita en la Constitución Política de 1.991 que asume la cultura como fundamento de la nacionalidad y exige una protección y tratamiento especial de los bienes ambientales y patrimoniales. Por otra parte, el debate sobre la conservación de las áreas naturales ha pasado de los lugares abiertos y aislados de las estructuras urbanas, como los parques naturales y reservas forestales, al interior de las ciudades, como quedó consignado en la Ley 388 de 1.997 que incluyó el componente natural como elemento fundamental en la elaboración y puesta en marcha de los Planes de Ordenamiento Territorial de todos los municipios del país. En el caso de Santa Fe de Bogotá, con las políticas de la Alcaldía actual en torno a la conservación y creación de espacios libres, espacio público, parques urbanos, zonas verdes y recuperación de los cerros orientales, se está proponiendo la valoración del medio natural como patrimonio de todos los ciudadanos. En síntesis, el tema del medio natural y su presencia en la ciudad es un aspecto determinante del debate sobre el desarrollo urbano

1 y su valoración se ha convertido en la base de una alternativa al

modelo de ciudad actual. Esta coyuntura de la nueva cultura sobre la conservación del medio natural en las ciudades que actualmente se presenta en nuestro país, abre la posibilidad de construir

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un enfoque diferente sobre la ciudad y la actitud de los ciudadanos frente a sus recursos naturales, enfoque que permita una nueva valoración de este patrimonio de todos en función de las exigencias y características de la cultura urbana y el desarrollo de la ciudad en la sociedad contemporánea. Este es un momento apropiado para la reflexión sobre los valores del medio natural de los cerros orientales como patrimonio de los bogotanos y del papel que éstos pueden jugar al revertir tendencias generalizadas de subvaloración de lo existente y de legados culturales de las sociedades anteriores. Los estudios que hasta la fecha se han realizado sobre los cerros orientales, abarcan de forma particular diferentes aspectos, en su mayoría de carácter técnico, sobre temas específicos de las áreas de estudio y sus condiciones actuales. En los últimos años se han realizado varios de estos conducentes a establecer las condiciones actuales de los cerros y sus posibilidades de desarrollo como parte de la estructura urbana: El estudio realizado por el Centro de Planificación Urbana de la Universidad de los Andes, CPU, en 1.991: “Plan de Ordenamiento Físico del Sistema Orográfico y del Borde Oriental de Bogotá”, el elaborado por la firma Consorcio Alvarado During Sociedad Anónima, CADSA, Gestiones y Proyectos de en 1.997: “Estrategias de Ordenamiento para las zonas rurales de las localidades de Usaquén, Chapinero, Santafé y San Cristóbal”; y los “Criterios de ordenamiento y diseño urbano de los Cerros Orientales” elaborado por el arquitecto Carlos Cubillos Camacho en 1.998, todos contratados por la Administración Distrital, buscaron determinar las diferentes áreas que conforman la totalidad de los cerros con el objeto de calificarlas y establecer las condiciones para su desarrollo futuro. De esta forma se establecieron zonas de conservación ambiental, de riesgo, de reserva forestal, agrícola y de desarrollo urbano, entre otras. Aunque el objeto de los estudios mencionados era formar parte de la norma que rige para Bogotá, ninguno de los tres se convirtió en Acuerdo del Distrito por lo que su trascendencia debe medirse en la medida del conocimiento aportado y no en su objeto final. Es importante mencionar también dentro de estos estudios, aquellos realizados por la Corporación Autónoma Regional, CAR, con la dirección del profesor Thomas Van der Hammen, que identificaron las condiciones actuales de los cerros y propusieron, desde el punto de vista de la conservación de los recursos naturales, perspectivas de desarrollo hacia el futuro. En cuanto a los estudios históricos tomados como punto de partida para el presente proyecto de investigación, en su mayoría se refieren al desarrollo de la ciudad en su totalidad o tratan temas especializados y particulares. Se destacan los trabajos realizados por el arquitecto Carlos Martínez, el historiador Alfredo Ortega, la Fundación Misión Siglo XXI, el historiador Germán Mejía y algunos trabajos de carácter antropológico, en especial aquellos realizados por los antropólogos Karl Langebeak y Eduardo Londoño sobre la sociedad muisca en el siglo XVI. Por otra parte, también se han realizado pequeñas investigaciones y proyectos puntuales sobre diferentes áreas de los cerros que han permitido identificar valores y nuevas posibilidades de uso. Dentro de estos estudios se encuentran los realizados por la Fundación Parque Museo del Páramo, Fundación Bachaqueros y proyectos tales como “El plan maestro para el Parque Nacional”, realizado por la CAR en 1.989, sumados éstos a numerosos estudios y publicaciones del Departamento Administrativo del Medio Ambiente, DAMA.

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Con base en estos estudios, entre otros, además de la revisión realizada sobre los libros de cronistas y sobre archivos iconográficos, se propuso la construcción de este estudio que da cuenta de la historia de la ciudad a partir del papel y significado que han tenido los cerros orientales en su desarrollo.

2.3. Enfoque

Santa Fe de Bogotá se formó en el piedemonte de los cerros orientales y ha ido expandiéndose hacia el norte, sur y occidente, predominantemente a lo largo de las laderas. Desde las descripciones de los cronistas coloniales y las iconografías más antiguas conocidas, encontramos a los cerros como el telón de fondo que sumado al desarrollo de la estructura urbana y al sistema que comprende la Sabana de Bogotá conforman el paisaje de la ciudad. Los cerros orientales son un componente esencial de la ciudad ya que han sido testigos de su desarrollo y han permanecido en el tiempo. Son, en términos del arquitecto y teórico italiano Aldo Rossi un elemento primario2. De esta manera los cerros son de capital importancia para la ciudad porque poseen un sentido estructurante dentro de la dinámica urbana a lo largo de su historia, le otorgan una cualidad específica y la conforman. Por sus características físicas de localización y permanencia forman parte de la ciudad como paisaje y de la memoria colectiva como hecho cultural y patrimonial. Los cerros de Bogotá son un hecho natural y geográfico que pertenece al sistema orográfico de la cordillera de los Andes. A su vez, están relacionados directamente con la historia social, cultural y urbana de la ciudad, por lo que ha sido necesario utilizar un modelo de observación y conceptualización que nos permitiera entender esta doble condición que los constituye. De esta manera los cerros son entendidos en este estudio como una porción de territorio en el cual interactuan de manera simbiótica los hechos artificiales construidos por el hombre y los hechos pertenecientes a la naturaleza3. Los Cerros Orientales son hoy en día el lugar que alberga lo natural y las transformaciones que sobre este hecho ha realizado el hombre. A su vez, son paisaje pues son en primer término un hecho eminentemente visual y como cosa visual es a su vez cultural por ser los hombres los que interactuan con el medio y lo conforman4.

2 Los cerros orientales forman parte de los elementos primarios, “ya que participan de la evolución de la ciudad en el tiempo de manera permanente, identificándose a menudo con los hechos que constituyen la ciudad”. Estos elementos primarios se consideran relevantes en cada una de las partes de la ciudad porque poseen un sentido estructurante dentro de la dinámica urbana, le otorgan una cualidad específica a los espacios que ocupan y conforman por su persistencia en el tiempo e individualidad en la imagen física. Es decir, que por sus características físicas de localización y permanencia forman parte de la ciudad como hecho físico y de la memoria colectiva como imagen urbana. Para el estudio de los elementos primarios de la ciudad es indispensable el análisis y valoración específica de cada hecho singular en su historia y su relación con la estructura urbana, entendiendo de esta forma las permanencias

físicas como clave de lectura del pasado, del presente y del futuro de la ciudad. En: Rossi, Aldo; “La arquitectura de la

Ciudad”, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1972. 3 Para acercarnos a una definición de naturaleza se puede utilizar por ejemplo la incluida por Enzio Manzini en su libro Artefactos: “naturaleza es el conjunto de fenómenos y leyes que constituyen la base para que lo artificial se produzca”

En: Manzini Enzio, “Artefactos, Hacia una nueva ecología del ambiente Natural”, Experimenta ediciones Madrid, 1992. 4 Se puede hablar de los cerros como paisaje visual, como territorio que puede ser percibido para el disfrute estético, y también como paisaje cultural, “como extensión de territorio experimentada por el hombre según sus rasgos culturales

y condicionada por su capacidad física de percepción”. En Ministerio del Medio Ambiente; “Guía metodológica para la

elaboración del estudio del medio físico”, MOPT, Madrid, España.

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En los últimos estudios adelantados a escala mundial por la UNESCO se han incluido nuevas categorías de valoración de los recursos naturales que contemplan visiones de carácter más local, que tienen que ver con la interacción entre los pueblos y el medio ambiente en el que viven. Ejemplo de estas nuevas categorías son los Paisajes Culturales5 a los cuales se los entiende como resultado de esa interacción y que basan su significado en la imagen que combina medio natural con intervenciones realizadas por uno o varios grupos humanos a lo largo del tiempo. Por lo tanto, es diferente la valoración de paisajes que están sujetos a una transformación permanente por ser expresión del vínculo entre una cultura viva y su entorno geográfico natural, de otros que como los parques naturales, adquieren un gran valor debido a sus propias características. Para que los paisajes que conforman el medio ambiente de una comunidad adquieran valor se deben entender como “un activo patrimonial y como un recurso cultural no renovable”6

.

En consecuencia, para el presente estudio los cerros fueron considerados como

paisaje cultural, asociado a una manera particular de ocupación del territorio heredada de los indígenas y de los modelos impuestos por los conquistadores, esta última más cercana a la ciudad contemporánea ya que es la que organiza el paisaje por medio de señales físicas sobre hechos geográficos destacados con el fin de fundar, imponer y caracterizar un medio natural. Adicionalmente a ser considerados como un paisaje cultural fue necesario entender los cerros orientales como un bien publico7, es decir como cualquier cosa que puede utilizarse libremente, sin haber adquirido previamente derechos específicos de uso en una transacción. Esta condición de pertenencia que una comunidad posee sobre un hecho físico lo convierte en patrimonio8, entendido de acuerdo a lo consignado en la

5 El tema de los Paisajes Culturales en Colombia se ha trabajado únicamente desde el Ministerio de Cultura. Este

concepto está explicado en: Pizano, Olga; Cortés, Rodrigo; “Paisajes culturales: territorio y cultura en la cordillera

de los Andes”. Sin Publicar. 6 Pizano, Olga; Cortés, Rodrigo .Op. cit.pág. 6 7 CIFA/ CPU, Universidad de los Andes: “Estrategia Nacional para el manejo del Espacio Público en Colombia”. CPU, Universidad de Los Andes, Agosto de 1998. Sin Publicar. 8 Para comprender los cerros como patrimonio se requiere de una definición precisa. De esta manera el estudio se

enfoca hacia el termino Patrimonio Cultural, que se define: “como el conjunto de los valores más representativos y originales de una sociedad que la destacan y diferencian frente a otras culturas” (En: Subdirección de Patrimonio,

Colcultura: documento introductorio a la exposición “Patrimonio Urbano en Colombia”, Colcultura, Subdirección de Patrimonio, 1997). Al patrimonio cultural pertenecen las tradiciones, manifestaciones y creaciones que representan los valores de una comunidad, su cosmovisión y sus ideales. Este contiene manifestaciones de diversa índole: el paisaje, sus elementos, su ritmo y equilibrio; lo musical, oral y literario; los bienes inmuebles, las bellas artes, los utensilios y objetos creados por la mano y la mente del hombre; las costumbres, mitos, ritos y lo lúdico en la sociedad y sus grupos; vestigios arqueológicos, prehistóricos o históricos; y los elementos o espacios construidos por el hombre, surgidos siempre con la doble y simultánea condición de satisfacer una necesidad y expresar unos ideales, elementos que van desde lo

arquitectónico hasta lo urbano”. Precisando aun más el término encontramos el patrimonio cultural inmueble que contiene también diversas instancias ”la rural; la estructura productiva, de transporte, o almacenamiento; las obras de infraestructura, como caminos, puentes, sistemas de riego, defensa de la naturaleza y hasta transformaciones del mismo paisaje; …” (En: Subdirección de Patrimonio, Colcultura: documento introductorio a la exposición “Patrimonio Urbano en Colombia”, Colcultura, Subdirección de Patrimonio, 1997)., Subdirección de Patrimonio, 1997). Indagando aún un poco más se llega a la conclusión de que los cerros además de ser patrimonio cultural inmueble son

patrimonio arquitectónico y urbanístico, pues en la clasificación hecha por el “Manual para reglamentar Poblados de

Interés Patrimonial”, propone una división del área urbana en tres componentes: casco urbano consolidado, área de expansión del casco urbano y entorno natural no edificable. “Este entorno natural entendido como un espacio diferente dentro del área urbana requiere ser protegido y tratado como un espacio natural no edificable. Aquellas condiciones geográficas y naturales en que toda población se ha implantado, deben ser valoradas. Todo asentamiento está rodeado de un entorno con características ambientales, paisajísticas y naturales que hacen parte del patrimonio, estos

constituyen el espacio natural patrimonial”. (En Cortés, Rodrigo; Del Castillo, Juan Carlos; “Manual para

reglamentar Poblados de Interés Patrimonial, Subdirección de Patrimonio, Colcultura, 1995. Pag. 18.

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“Política Cultural para los Centros Históricos y el Patrimonio Inmueble”9, elaborada por Colcultura en 1.990 como los bienes humanos, naturales, infraestructurales y culturales de una nación o comunidad. Es decir al ver el paisaje como patrimonio de la ciudad y sus habitantes, se lo entiende como un sistema complejo de recursos naturales y culturales conformado a lo largo de la historia que tiene una estrecha relación de significado y uso con sus habitantes y que por lo tanto debe valorarse y protegerse como tal. Para comprender la noción de patrimonio es necesario no limitarse a considerar la ciudad como cosa en sí misma, sino la ciudad y sus elementos en cuanto es percibida por sus habitantes. De esta forma es comprensible el patrimonio como aquel elemento que permite satisfacer la necesidad de reconocer y estructurar nuestro entorno por sus hondas raíces en el pasado y que “puede proporcionar la materia prima para reivindicar los símbolos y los recuerdos colectivos de comunicación de los habitantes de la ciudad”10 Además de ser un elemento primario y un hecho paisajístico, patrimonial y urbano los cerros son un hecho físico–geográfico con bienes procedentes de la naturaleza aún sin transformar por el hombre, y como tal un recurso natural11, indispensable para el desarrollo sostenible12 de la ciudad y sus habitantes. El paisaje cultural conformado por los cerros orientales de Bogotá, es entonces uno de los recursos fundamentales para el desarrollo y sostenibilidad de la ciudad. De su valoración y conservación depende en gran medida la calidad de vida de los habitantes de la ciudad así como sus posibilidades de desarrollo hacia el futuro13. Esta valoración partió en este estudio de la importancia local de los cerros para la ciudad incluyendo su representatividad para la cultura que los ha habitado y usado a lo largo de la historia, “por lo que debe estar enfocada a lograr una relación productiva, equilibrada y sostenible con un medio, - que es frágil por definición -, por parte de una cultura que se ha esmerado en aprender a convivir con él”14.

9 Barco, Carolina; Cortés, Rodrigo; Niño, Carlos; Salazar José: “Política Cultural para los Centros Históricos y el

Patrimonio Inmueble”. Colcultura, OEA, Bogotá, 1.990

10 Lynch, Kevin; “La imagen de la ciudad”. Gustavo Gili reprints, Barcelona 1.998. 11 Se entiende para este estudio como recurso natural los “aspectos del ambiente que facilitan la satisfacción de las necesidades humanas y el alcance de los objetivos sociales. Cualquier cosa que es útil para algo. Recursos naturales o bienes naturales son los bienes procedentes de la naturaleza no transformada por el hombre, entre los que se incluyen al agua, el aire, el paisaje, la vida silvestre, etc., en cuanto son capaces de satisfacer las necesidades humanas”. En:

Ministerio del Medio Ambiente: “Guía para la elaboración de estudios del medio físico” Glosario. MOPT , España, 1998. 12 El desarrollo sostenible es el proceso de mejora económica y social que satisfaciendo la necesidades y los valores de diferentes grupos sociales mantiene al mismo tiempo las opciones futuras, conservando los recursos y la diversidad de los ecosistemas. La Comisión Mundial del Medio Ambiente y el Desarrollo lo definió como “el desarrollo que satisface las necesidades del presente, sin comprometer la capacidad de que las futuras generaciones puedan satisfacer sus propias necesidades”. 13 El tema del medio ambiente se ha venido estudiando con gran auge en los últimos años, con especial atención dentro de los campos de la valoración y protección de los recursos naturales que rodean o se localizan al interior de las ciudades. Estos recursos, en el caso de las ciudades colombianas, son de gran diversidad y heterogeneidad, pero se encuentran en peligro por diferentes motivos tales como su explotación indiscriminada, su uso inadecuado y el auge de la urbanización, entre otros, lo cual hace que se requiera de un tratamiento especial para su conservación. Por otra parte el medio ambiente, la diversidad natural y la sostenibilidad son elementos primordiales en el desarrollo hacia el futuro de las ciudades. Estos elementos constituyen el pilar fundamental sobre el que se apoyan nociones como la calidad de vida y la competitividad que hacen de las ciudades elementos participativos de las dinámicas actuales. 14 Pizano, Olga; Cortés, Rodrigo Op. cit.pág. 6.

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El estudio aquí presentado propone entonces, mediante el estudio histórico y la descripción de la situación actual, (teniendo como punto central siempre las relaciones de los habitantes con los cerros a lo largo del tiempo), un modo de acción sobre la memoria que debe recordar el pasado haciéndolo vibrar en el presente: pero no un pasado cualquiera, un pasado localizado y seleccionado para fines vitales, en la medida en que puede directamente contribuir a mantener y preservar la identidad de una comunidad, pues el patrimonio histórico y geográfico de los cerros orientales tiene relación directa con el tiempo vivido y con la memoria. Este estudio sobre los cerros orientales entendidos como patrimonio natural y paisaje cultural de Bogotá, tiene el interés de vincular los cerros de forma directa en la cultura y la ciudad contemporánea. Se abordó desde la visión patrimonial sobre este importante hecho geográfico, como aquel elemento perteneciente a la ciudad y su historia y por lo tanto cargado de significados para sus habitantes. Con esto se buscó una orientación particular de los diferentes temas - histórico, social, urbano -, buscando la identificación y valoración de elementos relevantes presentes en los cerros, con el objeto de enunciar planes y programas que potencien su significado y permitan su uso y apropiación por parte de los habitantes de la ciudad.

El enfoque definido para el capítulo dedicado al medio natural, Geografía de los

Cerros, fue el de exponer de manera general los aspectos geográficos y naturales que componen los cerros orientales: localización del territorio, geología, morfología, clima, cobertura vegetal, fauna e hidrología. El desarrollo de estos aspectos está enfocado como un estudio histórico en el cual se resaltaron los cambios o transformaciones que los diferentes componentes enunciados han tenido a través del tiempo, por la acción de fuerzas naturales o por el hombre. Cada componente se relacionó con el desarrollo urbano de Bogotá, identificando el papel y significado que ha tenido en este proceso y la importancia que los habitantes le han dado a lo largo del tiempo. Con el diagnóstico síntesis obtenido, se realizó una identificación y valoración de los aspectos geográficos y naturales más relevantes existentes hoy en día, lo cual contribuyó a la elaboración de los planes y programas para el futuro.

Por su parte, para el capítulo que se ocupa del recuento histórico, Lugar y Memoria, el enfoque definido fue el mostrar la relación de la ciudad construida y sus habitantes con los cerros en el tiempo, entendiendo como el hombre y sus maneras de ocupación han transformado dicho entorno, para convertirlo en el paisaje testigo de esta apropiación cultural. Así, se abordó un análisis que se basó en la siguiente pregunta: ¿Cuales han sido las maneras en que los habitantes de Santa fe de Bogotá han valorado, apropiado y transformado los cerros desde la fundación de la ciudad hasta nuestros días?. Este cuestionamiento fue la base para enfocar de manera general los cuatro períodos históricos estudiados.

En síntesis, el presente estudio se centró en comprender los procesos que han conformado el paisaje actual, su identidad, su estructura y el significado en la historia de Bogotá.

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2.4. ALCANCES

Los alcances obtenidos en el presente estudio están resumidos en los siguientes

puntos :

- Recuento histórico

Se desarrolló un análisis histórico de los cerros orientales en relación con la ciudad y sus habitantes, cubriendo cuatro periodos históricos (indígenas, colonia, siglo XIX y siglo XX) lo cual permitió una visión global de su conformación y desarrollo.

- Identificación de costumbres, hitos y valoración.

El trabajo hizo especial énfasis en la identificación de las maneras como los hombres han utilizado, valorado y dejado sus huellas sobre los cerros a lo largo de la historia. Estas manifestaciones de diferente carácter facilitaron la reconstrucción histórica propuesta.

- La problemática del desarrollo urbano La historia del desarrollo urbano fue una de las directrices básicas que facilitaron el entendimiento del área de estudio. Así como los cerros conforman la imagen y el límite de la ciudad, es ésta y su desarrollo la que transforma y caracteriza los cerros. Este trabajo desarrolla la mirada en el tiempo de un hecho natural que ha sido transformado y definido por un artificio, la ciudad.

- Diagnóstico situación actual El estudio realiza un diagnostico de la situación actual de los cerros. Este estado de cosas se fundamenta en los conceptos y la información histórica recopilada, que sumada a los datos y hechos consignados en estudios recientes permite una idea clara de la realidad que se nos presenta .

- Identificación de programas Para obtener una visión total del problema, se realizó un recuento de los programas, planes, desarrollos, normativa y competencias administrativas que involucran los cerros y su territorio.

- Concientización sobre los problemas y potencialidades del territorio de los cerros.

- Mapificación de los temas pertinentes al estudio.

- Organización del material iconográfico y fotográfico.

Los resultados anteriores permitieron concluir y detectar una serie de problemas y potencialidades que sirvieron para enunciar acciones sobre el futuro de los cerros y su relación con la ciudad.

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2.5. METODOLOGIA

2.5.1. Forma de trabajo

a. Identificación de las fuentes de información Inventario de los estudios técnicos (ambientales e históricos), bibliografía, archivos y expertos a entrevistar. b. Recopilación de la información (ambiental e histórica) Revisión bibliográfica y de estudios, elaboración de fichas de investigación, realización de entrevistas, visita a archivos y organización del material (bibliográfico e iconográfico) c. Organización del documento de acuerdo a la información Realización del índice de trabajo, marco teórico y definición de temas. d. Elaboración de los capítulos dedicados al medio natural y al recuento histórico. Desarrollo de los capítulos sobre las características generales de los cerros en el área de estudio y el significado de los mismos en la historia de Bogotá. e. Determinación de las condiciones actuales de los cerros y su relación con la ciudad Elaboración del diagnóstico del estado actual y conclusiones f. Enunciado de las perspectivas y acciones hacia el futuro Formulación de planes y programas para el próximo milenio

2.5.2. Descripción de actividades realizadas

a. Identificación de las fuentes de información

Una primera definición del ámbito y orientación del trabajo, permita realizar la identificación y un inventario de los estudios técnicos más recientes, de la bibliografía e iconografía histórica y de los archivos a consultar. Paralelamente se realizó un listado de los autores de estos estudios y de otros expertos para la realización de entrevistas y se diseñaron las fichas bibliográficas y las fichas para las entrevistas.

b. Recopilación de la información

Revisión de los centros de documentación. Se visitaron los centros de documentación que contenían información de utilidad para el estudio de acuerdo a su enfoque. En cada uno, se revisaron los listados de bibliografía existentes y se realizó una ficha bibliográfica por centro, en donde se listaron aquellos documentos que serían revisados individualmente.

Revisión de la documentación. Se realizó una segunda visita a los centros de documentación para la revisión de cada uno de los documentos que contenían información relacionada con los cerros orientales y se elaboró una ficha bibliográfica para cada uno. Paralelamente se realizó la revisión de los estudios técnicos recientes sobre la situación actual de los cerros orientales y se seleccionó la información escrita y la cartografía de acuerdo al enfoque del proyecto de investigación.

Preparación de la cartografía

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Se realizó la recopilación de la cartografía e iconografía base para la elaboración de la planimetría del estudio. Se solicito a las diferentes entidades (Departamento Administrativo de Planeación Distrital, DAPD, Centro de Estudios para el Desarrollo Económico, CEDE, de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, arquitecto Carlos Cubillos, consultor, CADSA y Thommas van der Hammen), las bases planimétricas en medio digital. Se realizó un inventario de planos antiguos y de la aerofotografía incluida en los textos históricos, en el Instituto Geográfico Agustín Codazzi y en el CD recientemente editado por el Instituto Distrital de Cultura y Turismo, IDCT. Se realizó el plano base para el desarrollo de la planimetría del estudio

Mediante el análisis y valoración de la información, esta se clasificó de acuerdo a los componentes natural, urbano y patrimonial.

c. Organización del documento de acuerdo a la información

Primer borrador del índice de temas. Paralelo al proceso de revisión bibliográfica se organizó el estudio por temas. Para el desarrollo del estudio se contempló su división en dos aspectos fundamentales: i) recuento y análisis de la evolución histórica de la ciudad y su relación con los cerros orientales desde diferentes aspectos (sociales, formales, económicos, de significado) y; ii) situación actual de los aspectos naturales del área delimitada para el estudio

Segunda revisión bibliográfica y cartográfica Se identificó la información faltante para continuar con el estudio, se procedió a la búsqueda de esta información y a la realización de nuevas fichas bibliográficas, organizadas esta vez de acuerdo a los temas de trabajo establecidos. Se revisó el material cartográfico existente, tanto de carácter histórico como técnico, se definieron los planos a reconstruir a partir de los estudios y el índice de planos a entregar en el informe final.

Elaboración del primer informe Una vez analizada la información, se procedió a la revisión del primer índice y a la elaboración del informe de investigación.

d. Elaboración de los capítulos dedicados al medio natural y al recuento histórico. Con base en la documentación recopilada, la cual esta representada en textos, material iconográfico, planos y testimonios tanto técnicos como históricos, se procedió a clasificar la información de acuerdo al enfoque del estudio. Para el desarrollo de los primeros capítulos históricos fue de capital importancia las crónicas históricas que permitieron ilustrar las ideas y conceptos planteados por el estudio.

e. Determinación de las condiciones actuales de los cerros y su relación con la ciudad

Teniendo en cuenta los conceptos e ideas desarrollados en los capítulos anteriores, sumado a los planes, proyectos, normativa, competencias administrativas y a la recopilación de los estudios recientemente elaborados, se realizó un trabajo de análisis y de descripción cuantitativa y cualitativa de la situación actual del área de estudio, lo cual permitió la composición de un diagnóstico que diera cuenta de los diferentes aspectos estudiados.

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f. Elaboración de la planimetría y clasificación de la información iconográfica. Con base en la información planimétrica preparada y su clasificación, se elaboró una planimetría compuesta por veinticinco (25) planos que apoya los capítulos del medio natural y el recuento histórico. Paralelamente de recopiló y clasificó el material cartográfico de carácter histórico y actual que ilustra el estudio. Toda esta información se realizó en medio magnético para facilitar su consulta y reproducción.

f. Enunciado de las perspectivas y acciones hacia el futuro El estudio plantea una serie de acciones posibles hacia el futuro sobre los cerros orientales. Estos planteamientos son una serie de enunciados que aparecen como el resultado del estudio histórico y de la síntesis que sobre el medio natural se realizó. Las ideas expuestas en este capitulo tienen como fin el de abrir un espacio futuro de análisis, discusión y debate sobre el sostenimiento y desarrollo de los cerros en relación con la ciudad.

2.6. DELIMITACION DEL AREA DE ESTUDIO

Los cerros orientales sobre los cuales se asienta la ciudad de Bogotá, pertenecen al sistema montañoso de los Andes. La sabana de Bogotá se levanta sobre la cordillera oriental a 2.600 m.n.m.m. y está limitada naturalmente por los cerros que alcanzan hasta 3.700 m.n.m.m. Santa Fe de Bogotá mantiene una relación de dependencia con la sabana y el sistema montañoso que la rodea, no sólo al nivel del paisaje sino también como potencial ya que en estos encuentra espacio para algunos de sus servicios principales, como las áreas recreativas y para el abastecimiento, en especial en lo referente a las reservas de agua para parte de la población. La ciudad ha tenido que proveerse a lo largo de la historia, de otras reservas de agua como son el embalse de San Rafael, Chingaza y Tibitó las cuales no se encuentran dentro del área de estudio. Esta premisa ha llevado a relaciones materiales, de uso y de significado de los habitantes con el territorio que rodea la ciudad, lo cual ha implica una permanente reflexión sobre la región en general. El presente estudio acogió, en el costado norte, oriental y sur, el límite definido por la Ley 133 de 1976, Acuerdo 30 de 1976 del Ministerio de Agricultura, la cual delimitó los cerros orientales de Bogotá o “Bosque Oriental de Bogotá” y los declaró Area de Reserva Forestal Protectora; para el costado occidental se tomaron los límites definidos por Planeación Distrital para el Plan de Ordenamiento Territorial de los Cerros Orientales. Por consiguiente los límites quedaron definidos de la siguiente manera:

Por el norte: Límite del Distrito Especial, quebrada Torca, desde la Carrera 7a hasta la cota 3000, limitando con el Municipio de Chía.

Por el oriente: El límite oriental del Distrito Capital, desde la quebrada Torca hasta el cruce del boquerón de Chipaque con la carretera a Oriente. Se incluye el valle del río Teusacá, limitando con los municipios de La Calera, Choachí y Ubaque.

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Por el sur: Cruce de la Carretera a Oriente con el Boquerón de Chipaque.

Por el occidente: Desde la quebrada Torca, al norte, por la Carrera 7a hasta la Calle 94. Continua por la avenida Circunvalar desde la calle 94 hasta la intersección con la vía a oriente y por esta hasta encontrarse con el boquerón de Chipaque. Limita con el municipio de Usme.

El estudio realizó un recuento y descripción de la variación que han tenido los límites físicos a lo largo de la historia de la ciudad, con el objeto de comprender el manejo que las diferentes administraciones de la ciudad le han dado para su incorporación al proceso de planeación.

1 Este debate cobra especial importancia en esta época por la coyuntura de los municipios y su obligación de realizar

Planes de Ordenamiento Territorial.

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3. GEOGRAFIA DE LOS CERROS La descripción física del área que se desarrolla en este capítulo, se abordó dentro de los parámetros establecidos en los objetivos de la investigación. Las condiciones particulares del lugar determinaron la necesidad de profundizar en el conocimiento de algunos factores que fueron importantes para la identificación de valores patrimoniales e históricos. Este capítulo, que aborda las condiciones del medio natural de los cerros orientales en el área de estudio, está basado principalmente en información extractada de los siguientes estudios:

Consorcio Alvarado During Sociedad Anónima, CADSA, Gestiones y Proyectos - DAPD, “Estrategias de Ordenamiento para las zonas rurales de las localidades de Usaquén, Chapinero, Santa Fe y San Cristóbal”, 1998.

Centro de Planificación y Urbanismo, CPU (Hoy Centro de Investigaciones de la Facultad de Arquitectura, CIFA)- Universidad de los Andes, “Plan de Ordenamiento Físico del Sistema Orográfico y del Borde Oriental de Bogotá, 1991.

Departamento Administrativo de Planeación Distrital, D.A.P.D. “Criterios de ordenamiento y diseño urbano de los cerros orientales”, 1998.

VAN DER HAMMEN, Thomas, “Plan ambiental de la Cuenca alta del río Bogotá”, Bogotá, 1998.

3.1. LOS CERROS ORIENTALES Y SU ENTORNO GEOGRÁFICO Los cerros orientales hacen parte del sistema montañoso colombiano. Este sistema orográfico está ubicado en el extremo norte de la Cordillera de los Andes, que atraviesa Sur América desde Chile hasta Colombia y Venezuela, bordeando la costa Pacífica. Al entrar a Colombia, la cordillera se divide en tres ramales: occidental, central y oriental. El Oriental nace en el Macizo Colombiano y al llegar al norte se divide nuevamente en dos: la Cordillera de Mérida (que termina en Venezuela) y otro ramal que termina en la península de la Guajira. La cordillera Oriental se caracteriza por ser la más ancha de las tres, formando en su parte central una serie de altiplanos y terrazas de acarreo, que llegan a tener hasta 250 km. de ancho. Los mayores altiplanos son los de Bogotá (la Sabana), Fúquene y Sogamoso (los tres de origen fluvio-lacustre).(Thomas Van der Hammen).1 La Sabana de Bogotá, ubicada en el departamento de Cundinamarca, es el más grande de estos altiplanos, con una extensión de 4.270 hectáreas. Conforma una unidad2 geológica y geográfica junto con los cerros y páramos que la rodean y la Cuenca Alta del río Bogotá3, hasta la salida del río del altiplano. Algunos de los cerros más importantes, que hacen parte de esta unidad son: los cerros de Guacamayas, Juan Rey y Doña Juana y la cuchilla del Gavilán, ubicados al sur y que limitan con la parte norte del Macizo de Sumapaz, que se comunica con la Sabana a través del valle

1 VAN DER HAMMEN, Thomas, “Plan ambiental de la Cuenca alta del río Bogotá”, Bogotá, 1998.

2 “La unidad del área está dada por su geografía, geología, hidrogeología y su hidrología. En estos términos, una acción en cualquier parte del área puede tener influencia sobre grandes extensiones de toda la cuenca”. En: Van der Hammen, Thomas, Op. cit. pág 10. 3 Hacen parte de la Cuenca Alta: toda la cuenca hidrográfica del río y sus afluentes entre los que se cuentan las subcuencas de los ríos Bojacá, Subachoque, Frío, Tuesacá, Tunjuelo, Tominé, Checua, Neusa y un gran número de microcuencas de quebradas. Van der Hammen, Op.cit. , pág10.

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del río Tunjuelo4. En los costados oriental y occidental aparecen dos ramales cordilleranos paralelos a su eje, en donde están ubicados, entre otros, los páramos de Cruz Verde, Siecha (que pertenece al Macizo de Chingaza), Guerrero y el Tablazo; hacia el noroccidente se encuentran los cerros de Suba. Otro elemento geográfico importante de la Sabana, en su límite suroccidental, es el Salto del Tequendama, lugar por donde el río Bogotá sale del altiplano. En el costado oriental de la Sabana se encuentran los cerros orientales, con una altura que varía entre los 2.800 y los 3.600 m.s.n.m.m, en una continuación del Macizo de Sumapaz; comienzan en el sur-oriente de la Sabana, en el Boquerón de Chipaque, conformando en primera instancia los páramos de Cruz Verde, Choachí y Verjón; continúan hacia el norte formando boquerones, picos y páramos de menor altura, como el cerro de la Teta, la cuchilla del Zuque, los cerros de Monserrate y Guadalupe, el Alto de los Cazadores, el cerro del Cable, el páramo La Cumbrera y los boquerones de San Francisco y San Cristóbal, hasta dilatarse en la planicie a la altura de La Caro. Durante su recorrido conforman, en su costado oriental, los valles de Teusacá y de Sopó, que limitan con el Macizo de Chingaza. 3.2. GEOMORFOLOGÍA, GEOLOGÍA, TOPOGRAFÍA Y TIPOS DE SUELO El conocimiento de las variables relacionadas con la tierra es fundamental para comprender el reparto de los usos del suelo, sus influencias y sus repercusiones. De esta forma se busca comprender los procesos naturales que han ocurrido a través del tiempo. Hace cien millones de años, durante el período Cretáceo5, toda la Sabana de Bogotá y sus alrededores estaban cubiertos por el mar. Su profundidad fue disminuyendo poco a poco durante la etapa final del periodo Cretáceo, formando en las partes menos profundas depósitos de arena y sal. Estas formaciones6 son las que hoy conocemos como Grupo Guadalupe7. Aproximadamente hace 65 millones de años, el mar desapareció de la Sabana. La zona se convirtió entonces en una planicie costera cubierta de pantanos y desembocaduras de ríos, donde se acumularon arenas, arcillas y restos de vegetación8 que hoy en día pertenecen a la formación Guaduas. Al finalizar el Cretáceo y comenzar el Terciario, la Sabana se encontraba en la zona tropical, es decir al nivel del mar, con afluencia de ríos que depositaban arcillas, arenas

4 El macizo de Sumapaz hace parte del Distrito Capital, siendo de gran valor ambiental para este por ser una de las principales fuentes de agua de la ciudad, junto con el Macizo de Chingaza. Además, por su gran valor ecológico hace parte de las reservas naturales del país. Guhl, Ernesto, “Los páramos circundantes de la Sabana de Bogotá”, Jardín Botánico Jose Celestino Mutis, 1982, pág 37. 5 El período Cretácico forma parte de la era Mesozoica. Comenzó hace 144 millones de años y terminó hace aproximadamente 79 millones de años. Durante esta época América y Africa formaban un solo continente, que luego se separó, dando paso al océano Atlántico. En: Blyth, Francis, “Geología para ingenieros”, Editorial Continental, Bogotá, 1989. 6 Una formación geológica es un cuerpo de estratos rocosos formado generalmente por uno o varios tipos de rocas. En: Blyth, Op.Cit. 7 El grupo Guadalupe está conformado por las formaciones Arenisca Dura, Plaeners, Arenisca Labor y Arenisca Tierna. Este grupo abarca un 53% del área de los cerros orientales. Además, estas formaciones están compuestas por diferentes arcillas, arenas y rocas, utilizados como materiales de construcción y que dan origen a numerosas canteras a lo largo de los cerros. CADSA-DAPD, Estrategias de Ordenamiento para las zonas rurales de las localidades de Usaquén, Chapinero, Santafé y San Cristóbal”, Bogotá, 1998. Sin publicar, pág47. 8 Estos restos formaron los mantos de carbón o Turbas, hoy explotados en varios lugares de la Sabana. Van der Hammen, Op.Cit.

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y gravilla, hoy formaciones denominadas Bogotá, Regadera y Usme. Durante esta época se presentaron algunos movimientos tectónicos que contribuyeron a la conformación de pequeños cerros. Sin embargo, la mayoría de lo que es hoy la cordillera se encontraba en zonas bajas y planas, conectadas con los valles del Magdalena y los llanos. La historia de la Sabana corresponde entonces al período cuaternario, durante el cual ocurrieron las glaciaciones que forman el paisaje actual, aunque las formaciones como zonas de acumulación fluviolacustre comenzaron en el Terciario. Hace aproximadamente 10 millones de años sucedió un primer levantamiento de la cordillera oriental con lo que la Sabana de Bogotá quedó aislada de los llanos y el valle del Magdalena. Los movimientos tectónicos continuaron provocando deslizamientos de lodo, que dieron origen a la formación Marichuela. Hace 3 millones de años ocurrió el levantamiento final de la cordillera oriental y la Sabana alcanzó su altura actual (2.600 m.s.n.m.m.). Durante esta época, la parte plana de la Sabana se comenzó a hundir formando una cuenca que recibía las aguas del río Bogotá y sus afluentes que, al acumularse, formaron la gran Laguna de la Sabana, cuyo nivel de agua llegaba aproximadamente hasta la cota 2.600 m.s.n.m.m. Los sedimentos lacustres que se formaron durante esta época son conocidos como formaciones Subachoque y Sabana. Hace 50.000 años las lluvias diminuyeron y una gran cantidad de agua comenzó a salir por el Salto del Tequendama. Entonces, la laguna comenzó a secarse hasta desaparecer hace unos 30.000 años. Con su desaparición se conformaron los valles del río Bogotá y sus afluentes, que conforman la actual Sabana de Bogotá. Como resultado de todos estos procesos de transformación, los cerros orientales adquirieron una serie de características morfológicas y geológicas que se describen a continuación: En la Sabana de Bogotá se encuentran dos grandes estructuras morfológicas, cuyo origen está relacionado con los diferentes procesos de formación del sistema orográfico:

Una zona plana o ondulada, (donde existió la laguna hace 50.000 años).

Una zona montañosa producto de los plegamientos y movimientos tectónicos. La zona montañosa del costado sur oriental está a su vez dividida en tres bloques morfoestructurales:

Bloque oriental, que corresponde a lo que llamamos “cerros orientales”.

Bloque central hundido, que corresponde a la depresión de Usme y del valle del río Tunjuelo.

Bloque occidental, que corresponde a los cerros del suroccidente, meseta de Pasquilla.9

Dentro de la estructura de los cerros los plegamientos y las fallas son características muy importantes. Formados durante los movimientos tectónicos compresivos del

9 Cubillos-DAPD, “Criterios de Ordenamiento de los Cerros Orientales” 1998, sin publicar, pág15.

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período terciario, los principales son la Anticlinal10 de Bogotá, en dirección norte-sur y el Sinclinal11 del Teusacá, a lo largo del río Teusacá. Por otro lado se encuentran la Falla12 de Bogotá, en dirección norte-sur, las fallas Chicó, Usaquén, Cedritos, Torca y La Floresta en dirección este-oeste y la Falla del Teusacá en la hoya del mismo nombre13. Estas fallas son una de las causas de inestabilidad en el terreno14 que generalmente generan cuencas de quebradas y ríos. El bloque oriental o cerros orientales está compuesto, como se describió en el recuento histórico, por rocas sedimentáreas de edades Cretácea y Terciaria. Las más antiguas son las de la formación Chipaque que conforman el núcleo, sobre las cuales se sobreponen diferentes formaciones como Guadalupe, Guaduas, Cacho, Bogotá, Regadera y Usme, ubicadas en diferentes puntos a lo largo de los cerros. Las rocas sedimentarias que conforman las formaciones son utilizadas como material de extracción: arena de peña, recebo, piedra ornamental, arcilla y conglomerados cuarcifíticos15. Debido a la explotación de estos materiales, en los últimos años se han transformado considerablemente grandes zonas del norte y sur de los cerros orientales. Esto no solo implica la transformación de su morfología, sino que también conlleva a la aparición de zonas de riesgo por deslizamiento y en general, a la inestabilidad del terreno. Ver mapa No 5 de geología del presente estudio. Otro aspecto característico de los cerros es su topografía. Las pendientes existentes varían a todo su largo dividiendo el costado occidental en tres zonas: en el norte (desde Usaquén hasta Torca) se encuentran pendientes muy ligeras y onduladas, cuya inclinación varía entre el 12 y el 50%; en la zona central de los cerros (desde Guadalupe hasta Usaquén) aparecen las mayores pendientes, superiores al 50%; hacia el sur (desde el Boquerón de Chipaque hasta Guadalupe) también se encuentran fuertes pendientes, aunque no tanto como en el centro.16 Ver mapa de topografía No 6 del presente estudio. Los tipos de suelos son también resultado de las formaciones geológicas que al interactuar con la cobertura vegetal y las condiciones climáticas adquieren ciertas características propias. En los cerros, el lento proceso de degradación de la materia orgánica y la conformación geológica hace que los suelos sean muy ácidos y poco fértiles.17 La clasificación física de los suelos se describe en cuatro asociaciones desarrolladas a partir de materiales del cretáceo (ya descritos), a saber: asociación monserrate ( la cual ocupa un 75% aproximadamente del área de estudio y está distribuido entre los 2750 y 3200m.s.n.m.m), asociación Cabrera- Cruz Verde (la cual

10 Anticlinal o antiforma, es un pliegue arqueado de los estratos de la corteza, cuyos limbos o flancos se inclinan separándose unos de otros y las rocas que forman su parte central o núcleo son más antiguas que los estratos exteriores. En: Blyth, Op.Cit. 11 Sinclinal o sinforma, es un pliegue en el cual los flancos se inclinan mutuamente entre si, y los estratos que conforman el núcleo del pliegue son más jóvenes que los que están debajo de ellos. Blyth, Op.cit. 12 Fallas son fracturas en las cuales ha tenido lugar el desplazamiento relativo de los dos lados de la ruptura. Blyth, .Op.cit. 13 Una descripción más técnica y detallada de estas fallas y plegamientos se encuentra en el documento: CADSA-DAPD, Op.Cit.“ 14 Aunque la existencia de fallas aumenta la posibilidad de riesgo por inestabilidad del terreno, esta depende además de otra serie de variantes como el tipo de suelo que lo conforma, los procesos de transformación a los que se ha sometido cada zona, y el grado de erosión o degradación entre otros. Entrevista con el ingeniero forestal Diego Rubiano, consultor de la Universidad de los Andes. 15 DAMA: “Los cerros de Santa Fe de Bogotá”, Bogotá, 1992. 16 Cabe anotar que la topografía de altas pendientes es definitiva para limitar el crecimiento urbano. 17 Jardín Botánico Jose Celestino Mutis: “Guía Ecológica Páramo La Cumbrera”. Folleto de divulgación.

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ocupa un 8% y se distribuye entre los 2800 y 3100 m.s.n.m.m.), Serie Coluvios (Cuya ocupación es del 2% y se distribuye en las localidades de Chapinero y Santa Fe), y Asociacion Páramo Usme-Guasca( Cuya ocupación es del 13% aproximadamente y se distribuye sobre una altitud superior a los 3100m.s.n.m.m). Existe también una clasificación agrológica dada por las características que determinan la aptitud de la tierra para uso agrario( entre ellas están su productividad, cualidad para ser laboreadas y de conservación). Según el estudio de CADSA-DAPD, se han establecido ocho categorías a nivel de clase. Las tierras de las primeras cuatro clases (de I a IV) son apropiadas para ser cultivadas, las clases V,VI y VII son aptas para el desarrollo de plantas nativas de la zona y la clase VIII no ofrece una utilidad inmediata y requiere de prácticas costosas para su recuperación( solo se recomienda su uso para vida silvestre).18 Al analizar los aspectos geológicos y morfológicos de los cerros como son la existencia de fallas y plegamientos, las intervenciones urbanas que afectan la estabilidad del terreno, la predominancia de fuertes pendientes que influyen en la fragilidad de la vegetación existente y en la tendencia a la erosión del terreno19 y el tipo de suelos ácidos y poco fértiles se llega a la conclusión de que gran parte del área (un 97% del total del área de estudio20) no es apta para las actividades agrícolas ni urbanas. En el mapa No. 7 del presente estudio se pueden observar la clasificación de riesgo geotécnico por deslizamientos activos(basados en el estudio realizado por CADSA-DAPD) establecen un 13% aproximado del área con riesgo alto, 65% con riesgo medio y 22 % con riesgo bajo. Es esencial entonces, la conservación, preservación y restauración, considerando el importante papel que juegan los cerros en la ciudad y la Sabana como reserva natural y paisaje cultural; como lo resalta el Departamento Administrativo del Medio Ambiente, DAMA en un reciente estudio: “Es fundamental entender que los cerros son el único patrimonio y recurso natural proporcional a las dimensiones y crecimiento de Santa Fe de Bogotá, si no lo recuperamos y lo preservamos estaremos abocados a un futuro de contaminación y polución irreversible...”21. A esta observación vale la pena aclarar que los procesos de contaminación son resultados de los procesos de artificialización producidos por el hombre, con la recuperación de los cerros como pulmón verde de la ciudad se lograra en cierta medida mitigar estos impactos. La mayoría de los estudios consultados concluyen en dar prioridad de recuperación a aquellas áreas con mayor degradación ( como la localidad de Usaquén), congelar el avance de urbanizaciones en áreas de riesgo y en rondas hídricas, recuperar morfológicamente las áreas de canteras y reservar las áreas rurales de los cerros como parques contemplativos o recreativos.

18

CADSA-DAPD.Op Cit. Pág.61 19 Las pendientes mayores al 25% son por lo general muy frágiles y susceptibles a la erosión, sobre todo si no se conserva su capa vegetal. Cubillos-DAPD. Op.cit. pág17 20 Estos datos y porcentajes fueron tomados del estudio sobre los cerros orientales: CADSA-DAPD: Op.Cit. 21 DAMA. Op.cit.

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3.3. COBERTURA VEGETAL, FLORA Y FAUNA Las características anteriormente mencionadas influyen, junto con las diferentes alturas y el clima, en la conformación de la flora y fauna de los cerros. Para entender su estado actual y los peligros y potenciales que la rodean es necesario entender los procesos de transformación por los que ha atravesado (paralelos a los cambios sufridos por las estructuras geológicas y morfológicas). Durante los procesos de transformación sufridos por la Sabana y los cerros a través de los diferentes períodos, su cobertura vegetal atravesó por diversas etapas. Los orígenes de la flora actual datan del comienzo del período Cuaternario22, hace 2,5 millones de años, cuando la Sabana estaba aún cubierta de agua. En esta época se produjeron grandes cambios climáticos llamados hoy en día glaciales e interglaciales, que consistían en el periódico enfriamiento y calentamiento de la atmósfera . Con el enfriamiento de la Sabana surgió, en los alrededores de la laguna, una vegetación característica del actual páramo y subpáramo (la cual se describe más adelante); y las partes más altas (desde los 2.800 m.s.n.m.m. hacia arriba) se cubrieron de nieves perpetuas y glaciares. Los páramos estaban además poblados por grandes animales como los mastodontes, caballos americanos, venados y otros. Con el comienzo del siguiente interglacial (el Holoceno) hace 13.000 a 10.000 años, la temperatura subió y la Sabana adquirió un clima similar al que tiene hoy en día. El altiplano y los cerros cambiaron su vegetación, predominando entonces el bosque andino alto en donde abundaban especies como: corono (Bellucia axinanthera), espino(Duranta mutisii), raque (Vallea stipularis), mano de oso (Oreopanax floribundum), gomo (Cordia dentata) y encenillo (Weimannia tormentosa). En las zonas planas y el piedemonte se formaron bosques de palo blanco y raque. El occidente y sur de la Sabana se caracterizaron como zonas secas donde predominaba el matorral xerofítico23. La Sabana estaba entonces poblada por animales como el venado, el oso de anteojos y otros mamíferos pequeños, los cuales permanecieron hasta la llegada de los conquistadores. Durante el período de ocupación de las culturas prehispánicas esta vegetación se conservó, especialmente en las zonas de los cerros y páramos. Las zonas planas fueron transformadas desde ese momento para adaptarlas a los cultivos y viviendas. Sin embargo conservaban aún grandes zonas de bosques y algunas especies de fauna nativa, en especial alrededor de los pantanos y lagunas. Los mamíferos grandes como el mastodonte y el caballo americano ya habían sido exterminados por las primeras tribus nómadas (grupos de cazadores – recolectores) que habitaron la Sabana hace aproximadamente 12.000 años. A la llegada de los conquistadores se encontraban en los cerros solo venados, conejos y otros animales de menor tamaño24.

22 El período cuaternario forma parte de la era Cenozóica. La última época de este período se denomina pleistoceno que se caracteriza por el progresivo enfriamiento de la tierra, llamado glaciaciones, lo que ocasionó que se formaran grandes mantos de hielo en las zonas más altas y en las más septemtrionales. Las glaciaciones fueron interrumpidas periódicamente por episodios llamados interglaciales, durante los cuales las temperaturas subieron. Actualmente nos encontramos en el interglacial Holoceno, que comenzó hace aproximadamente 10.000 años. Estos ciclos climáticos tienen una duración de 100.000 años. Blyth, Op.Cit. 23 Este nombre se le da a las plantas adaptadas a un medio seco. Ven der Hammen, Op.Cit. 24

Karl Langubaek, antropólogo director del CESO, Centro de Estudios Socio Culturales e Internacionales, conferencia realizada en la Universidad Javeriana, Santa Fe de Bogotá,1999.

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Con la llegada de los conquistadores comenzó la deforestación de las laderas de los cerros: toda la leña utilizada para cocinar se extraía de los partes altas (subpáramos), al igual que la madera utilizada para la construcción de casas, iglesias y muebles. Posteriormente, especialmente durante el presente siglo, se utilizaron grandes áreas de los cerros (hacia los extremos norte y sur de la ciudad)25 para la extracción de arenas, arcillas y gravilla, lo cual llevó a el exterminio total de la vegetación primaria en estas zonas. Sumado a todos estos procesos extractivos está la expansión urbana que ha ido poco a poco invadiendo toda la zona del piedemonte. Producto de estas intervenciones es el deterioro casi total del bosque natural primario26 y de la fauna existente en él. Además, como consecuencia de estas transformaciones y de la construcción de vías, el ramal de los cerros orientales que originalmente hacía parte del sistema ecológico Sumapaz-Chingaza, ha quedado aislado de este “convirtiéndose en un subsistema frágil y aislado en proceso de degradación, con vegetación secundaria en el mejor de los casos y población de especies foráneas y zonas de pastos en el resto de la zona”. 27 Los diferentes pisos térmicos de los cerros han dado origen a diferentes ecosistemas, cada uno con sus propias especies de fauna y flora. Para definir mejor el estado actual de la cobertura vegetal y fauna de los cerros, se tomó la clasificación de los ecosistemas realizada por los estudios anteriormente citados :

Páramo: “Se refiere a regiones montañosas de los Andes Ecuatoriales Húmedos por encima del límite superior del bosque. Se distingue por sus condiciones ambientales extremas, una gran influencia biológica y física, suelos ácidos, alta nubosidad y baja temperatura (4°C y 9°C)”.28 Se encuentra únicamente en Colombia y Ecuador a una altura entre los 3.300 y 4.200 n.m.s.n.m.; tiene una precipitación alta y poca evaporación por lo que son fuente de agua y lugar de origen de ríos y lagunas. “La importancia de los páramos dentro del sistema montañoso radica en su valor ambiental y ecológico, nacimiento y sostenedor de varias redes hidrográficas, es decir, regulador de los ciclos de agua en las cabeceras de los ríos.”29 Su vegetación es abierta30 caracterizada por el predominio de Frailejones (Espeletia cf. grandigflora), Cardosanto (Puya sp.) y Paja de Páramo (Calamagrostis effusa). Predominan también arbustos y matorrales como el Quiche(Tillandsia spp.), la Puya (Puya goudotiana), la Flor de Harina, las Uvas de anís( Cavendishia cordifolia )y una gran cantidad de líquenes y musgos

25 Los lugares de extracción de materiales se desplazaban a medida que la ciudad se iba expandiendo. De esta manera, prácticamente toda la ladera y piedemonte de los cerros, desde el centro de la ciudad hasta la calle 170, al norte, fueron en algún momento utilizados como canteras o chircales. Estas zonas son después urbanizadas, la mayoría de las veces con vivienda informal. 26 La Vegetación Natural Primaria o Bosques Naturales son aquellos que son producto de la dinámica ecológica y que evolucionan hacia estadios sucesionales climáxicos; tardan aproximadamente 50 años en llegar al climax. Bosque Secundario es: un bosque en procesos de recuperación por sucesión natural después de intervenido por causas humanas o naturales. Bosque Plantado es: aquel resultante de la actividad humana directa, es decir, plantados por el hombre. En: CADSA-DAPD: “Estrategias de Ordenamiento para las zonas rurales de las localidades de Usaquén, Chapinero, Santa Fe y San Cristóbal”, Bogotá, 1998. Sin publicar. Pág72. 27 DAPD, Cartilla del Espacio Público, Bogotá, 1993. Capítulo sobre el Sistema Orográfico. 28 DAPD, Op.cit., pág70. 29 DAPD, Op.cit., pág172. 30 Es decir que se compone de especies de poca altura y distanciadas unas de otras. CADSA-DAPD, Op.Cit.

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cuya función es la reserva de agua31. Se pueden encontrar en los páramos “lagunas de origen glacial con vegetación acuática y semiacuática”32.Las almohadillas de Plantago rigida es una de las plantas más típicas.33 La mayoría de esta vegetación es secundaria, solo en algunas zonas de las partes más altas se puede encontrar aún vegetación primaria.

La fauna del páramo es escasa, se encuentran solo mamíferos pequeños como curíes (Cavia porcellus) y conejos( Sylvilagus brasiliensis); anteriormente existían mamíferos de mayor tamaño como los Cusumbos, pero han ido desapareciendo. La población de aves es mayor: se encuentran Tiranidos terrestres ( Muscisaxicola alpina) y Furnaridos (Leptasternura andicola y sillaxis spp.), además de aves de pantanos y lagunas como las Caucas( Gallinago sp) y los Patos (Anas flavirostris). 34 En el extremo suroriental de los cerros se encuentran los páramos de Cruz Verde y el Verjón. Más al norte hay otros páramos menores (subpáramos o paramillos35) como los de Usaquén, La Cumbrera, Monserrate y Guadalupe. Al igual que toda la vegetación de los cerros, la zona de páramos se encuentra en grave peligro de extinción debido a la expansión de la ganadería y los cultivos de papa, actividades para las cuales se realizan quemas y talas de bosque en amplias zonas36. Solo unas pequeñas porciones de estos páramos están protejidos por parques naturales privados como son el Parque Natural el Verjón, en el páramo del mismo nombre y el Parque Museo el Páramo, en el páramo de la Cumbrera. Así mismo, el costado occidental de los páramos de Cruz Verde y el Verjón se encuentra en alto grado de deterioro y su vegetación natural ha sido sustituida por bosques de pinos que afectan la vegetación natural sobreviviente; el costado oriental, más pendiente y de difícil acceso, está cubierto casi por completo de bosques primarios y secundarios. Bosque Andino Alto: está ubicado entre los 2.750 y 3.200 n.m.s.n.m., con una temperatura entre los 9°C y 12°C; se caracteriza por su bosque de vegetación alta y cerrada (opuesta a la de los páramos) con Bosques de encenillo (Weimannia tormentosa), y de otras especies como el pegamoscos(Befaria), gaque (Clusia), canelo (Drymis), Espino (Duranta), Arrayán (Eugenia) y Uva (Macleania), entre otros. Tiene además un nivel de humedad alto (entre 900 y 1500 mm anuales) y una gran variedad de plantas: “En un área de 500 m2 en este tipo de bosque es fácil encontrar de 50-60 especies de plantas”.37

31 Los líquenes y musgos absorben y retienen toda la humedad producida en el páramo (similar a la acción de las esponjas), que gracias a la poca asoleación, permanece acumulada, dando origen al nacimiento de ríos y lagunas. 32 Van der Hammen, Thomas. Op.cit. pág 27. 33

Ernesto Guhl, “Los páramos circundantes de la sabana de Bogotá”. Jardín Botánico José Celestino Mutis. Litografía Arco. Santa Fe de Bogotá, Colombia. 1982 34

Tomado de CADSA-DAPD .Op.cit. pág.93. 35 Localizado entre los 3200 y 3600 n.m.s.n.m. Dominado por arbustos que colinda en su límite inferior con el Bosque Andino y en su zona superior con el Páramo. Se caracteriza por la variedad de arbustos achapanados con hojas muy pequeñas y adaptadas a las condiciones de sequía: CADSA-DAPD: “Estrategias de Ordenamiento para las zonas rurales de las localidades de Usaquén, Chapinero, Santa Fe y San Cristóbal”, Bogotá, 1998. Sin publicar. pág70. 36 Los cultivos de papa causan un fuerte proceso de degradación en los suelos. Por lo tanto, una vez utilizado el terreno en un cultivo de papa, este queda inutilizado para cualquier uso agrícola por períodos hasta de 5 años. Esto implica que para el desarrollo de estos cultivos es necesario habilitar constantemente nuevas zonas. Por otra parte, estas actividades agrícolas se han visto forzadas a desplazarse a las zonas más altas debido a la presión de los desarrollos suburbanos que se han generado en los últimos años. Van der Hammen, Op.Cit. 37 Van der Hammen, Thomas. Op.cit. 1. pág 32

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Sobre los cerros orientales se encuentran algunos reductos de este bosque (secundarios) en la zona de Torca y en las cuencas altas de los ríos San francisco y San Cristóbal. Este bosque también ha sido afectado por los cultivos, en especial los de papa, las quemas, la tala de bosques y la plantación de bosques de especies foráneas como pinos y eucaliptos. La desaparición de la vegetación alta en estas zonas contribuye a lo que Van der Hammen llama una “paramización” de estas áreas, que consiste en la expansión de la vegetación abierta de pastos y frailejones, especies que por estar fuera de su hábitat natural (páramo), no pueden sustituir a las especies naturales de esta zona de bosque y por lo tanto contribuyen en su deterioro. Aunque este tipo de bosque ha sido muy afectado y ha desaparecido la mayoría de la fauna que lo poblaba, en los reductos de bosque secundario que quedan se encuentran mamíferos pequeños como ratones forestales, murciélagos nectarívoros, marsupiales, comadrejas y zorros. También se encuentran en estos bosques alrededor de 58 especies de aves. Bosque Andino Bajo: aparece en las laderas bajas de los cerros, entre los 2.550 y 2.750 n.m.s.n.m.; al igual que el Bosque Andino Alto, estos bosques están formados por una gran diversidad de especies (de 50-70 especies por 500 m2). En los cerros orientales, entre Chapinero y Monserrate y en la zona de Torca, se encuentra el bosque mano de oso (Oreopanax floribundum) y gomo (Cordia dentada). Además de estas dos especies, en esta zona se encuentran trompeto (Bocconia frutescens), espino (Barnadesia spinosa), cedrillo (Phyllantus salviaefolius), Raque (Vallea stipularis) y Helechos (Jamesonia imbricata), entre muchos otros. En los potreros o zonas de pastos que quedan luego de la tala de bosques, la fauna es muy pobre y sólo se encuentran algunas comadrejas, ruchos y cánidos en aquellos lugares donde hay cercas vivas o reductos de bosque en las cercanías. En cuanto a las aves, existen mirlas negras( Turdus fuscater gigas), golondrinas (Stretoproche zonaris albicincta), cernícalos y chirlobirlos (Sturnella magda meridionalis).

La desaparición de estos bosques, al igual que de la cobertura vegetal del resto de los cerros, es muy perjudicial para todo el sistema de la Sabana:

” Directamente relacionado con la desaparición de la vegetación original, se encuentra la desaparición de los elementos de la fauna... ya que los ecosistemas son portadores de la biodiversidad y con ellos desaparece gran cantidad de las especies...”38.

Además de esto, la vegetación afecta directamente el sistema hídrico:

“La destrucción de los bosques naturales de los cerros tiene relación directa con la desaparición de aguas superficiales (quebradas), la disminución de la infiltración de aguas hacia el agua subterránea y la erosión y degradación de suelos.”39

38 Van der Hammen, Thomas. Op.cit. pág 32 39 Van der Hammen, Thomas. Op.cit. pág 53

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Así mismo, la extracción de las aguas subterráneas de la parte plana reduce el nivel freático superior que se encuentra en los cerros, disminuyendo la capacidad de estos de alimentar ríos y quebradas que nacen en ellos, es decir que los cerros actúan como zonas de recarga de los acuíferos de la sabana y los riachuelos recogen los excedentes de agua. Otro peligro que corren los cerros, además de la deforestación, es la siembra de especies foráneas. Ejemplo de esto son los bosques de pino que evitan el crecimiento de cualquier tipo de especie nativa en sus alrededores, acabando con la fauna y flora originales del área. Por otro lado, en los páramos la siembra de pinos es contraria a su naturaleza ya que esta no es una zona de bosques y el proceso de acumulación de agua se ve inmediatamente interrumpido. Además, las zonas plantadas con estas especies (pinus spp. y eucaliptus spp.) prácticamente no albergan ningún tipo de fauna. Solamente en algunos bosques de eucaliptus se encuentran colibríes( Lesbia nuna goidii). Por último, los incendios también afectan gravemente los bosques existentes, sobretodo si no se tienen medidas de prevención para controlarlos a tiempo. Teniendo en cuenta que “Colombia es el centro más importante de la vegetación y flora de páramo que son únicos en el mundo y necesitan protección especial”40, es necesario pensar en mecanismos de protección para estas zonas. Para esto Van der Hammen propone como primera medida la prohibición de las actividades de ganadería y agricultura y un intensivo proceso de reubicación y educación de la población en aquellas zonas donde puedan llevar a cabo sus actividades, sin perjudicar los páramos y reservas de agua: “su dedicación única debe ser la producción de agua y la conservación de flora y fauna”.41 Todas estas medidas son necesarias para lograr la recuperación y protección de la flora y fauna características de los cerros. En el anexo No 6 del presente estudio se hace referencia a un listado recopilado por la Universidad de los Andes, el cual se enumera un listado de fauna asociada al área de estudio. 3.4. HIDROLOGÍA El agua juega un papel fundamental en el clima y condiciona la existencia de vida. El análisis y comparación de sus procesos - calidad, cantidad, localización y contaminación – debe ser considerado para conocer la capacidad potencial y encontrar los efectos negativos que por ciertas acciones puedan limitar su disponibilidad al futuro. El sistema hídrico es uno de los componentes más importantes de los cerros orientales. Desde las épocas prehispánicas hasta la actualidad, el agua (lagunas, ríos y quebradas) ha sido un elemento central dentro del proceso de desarrollo de los diferentes pobladores de la Sabana. La mayoría de los ríos y quebradas nacen en los páramos y subpáramos de Cruz Verde y el Verjón; desde allí descienden hacia la planicie conformando diferentes

40 Colombia es uno de los cinco países del mundo que tienen páramos. Van der Hammen .Op.cit. pág 28. 41 Van der Hammen, Thomas. Op.cit. 1. pág 128

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cuencas y subcuencas. De acuerdo con la localización y distribución de las fuentes hídricas los cerros pueden ser divididos en cuatro zonas:

Valle del río Teusacá: localizado hacia el oriente de los cerros, detrás de Bogotá. El río Teusacá nace en el páramo del Verjón, desarrolla su cuenca a lo largo del valle del mismo nombre y continua su recorrido hacia el valle del Sopó. Esta cuenca es de gran importancia para la ciudad por ser una de las fuentes de alimento del Embalse de San Rafael en el municipio de La Calera.

Por su cercanía a la ciudad, esta zona sufre en el momento una alta presión por parte de desarrollos suburbanos. Un alto porcentaje de la zona ha sido predializado y desarrollado con vivienda, sin respetar las rondas del río y sus quebradas afluentes, ni tener en cuenta su importancia para la estabilidad de la corriente hídrica. Tanto a estos procesos como a los procesos de deforestación debe prestarse gran cuidado, dado que por los desarrollos constructivos que muchas veces se sitúan en nacimientos de agua que alimentan el río, se ha disminuido el caudal en un porcentaje no inferior al 20%. El costo ambiental para la ciudad es entonces muy alto, en contraste con el beneficio de unos pocos.

La parte sur de los cerros (páramo de Cruz Verde hasta Monserrate) es una de las zonas con más fuentes hídricas del país. Entre ellos cabe resaltar los siguientes:

La cuenca del río San Cristóbal, que nace en el páramo de Cruz Verde

y posteriormente se convierte en el río Fucha, que continua su recorrido a través de la ciudad hasta desembocar en el río Bogotá. Durante su recorrido hacia la Sabana recibe una gran cantidad de afluentes (el San Francisco y el San Agustín, entre otros) que aumentan su caudal considerablemente. Su cuenca alta se destaca por conservar una gran zona con reductos de bosque secundario que se han mantenido en muy buen estado gracias a la protección del acueducto.

La subcuenca del río San Agustín nace en el cerro de Guadalupe y

desciende hasta la ciudad a la altura de la calle 6, donde el río está canalizado hasta su desembocadura en el río Fucha. Originalmente se llamaba río Manzanares y cambió su nombre a raíz de la construcción del convento de San Agustín sobre sus orillas. Durante la colonia jugó un papel muy importante ya que fue una de las primeras fuentes de agua del acueducto de la ciudad.

También se encuentra en esta zona la subcuenca del río San

Francisco, el cual también se origina en el páramo de Cruz Verde y desciende por el Boquerón del San Francisco, entre Monserrate y Guadalupe, llegando a la ciudad cerca del Chorro de Padilla, donde es canalizado hasta su desembocadura en el Río Fucha. Algunas quebradas afluentes de este río son: la Cabana, la Osa, Plazuela, Laureles, San Bruno, San Blas y Ramajal, muchas de las cuales ya han perdido su caudal. Su papel histórico fue también muy importante: marcó el límite norte de la ciudad en sus orígenes y, junto con el San Agustín,

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jugó un importante papel en el desarrollo del acueducto bogotano. Su nombre prehispánico era “Vichacá” y también cambió su nombre gracias a la construcción del convento de los franciscanos sobre sus orillas.

La zona central de los cerros (Parque Nacional hasta Santana Oriental, calle 106) cuenta también con numerosas fuentes hídricas, aunque de menor tamaño. Algunas de estas son:

La principal es la quebrada Arzobispo que nace por detrás del Alto del

Cable y desciende hacia el altiplano por el Boquerón del Arzobispo, entrando a la ciudad a través del Parque Nacional donde forma la hermosa cascada de La Ninfa. Al llegar a la carrera quinta es canalizado (canal de la 39) y sigue su camino por entre la ciudad hasta desembocar en el río Juan Amarillo, el cual a su vez es afluente del Río Bogotá. Sus aguas fueron utilizadas durante la colonia para los acueductos de San Victorino y Las Nieves.

Las quebradas, las Delicias, la Vieja, los Rosales, el Chicó y los

Molinos, también se encuentran en esta zona. Todas ellas al llegar a la ciudad son canalizadas y se convierten en receptores de aguas negras, perdiendo todas sus cualidades ambientales. Las quebradas las Delicias y La Vieja fueron utilizadas para el acueducto de Chapinero a comienzos de siglo.

Hacia el norte de los cerros (Santana Oriental hasta la urbanización Floresta de la Sabana en el sector de Torca) las quebradas disminuyen en cantidad y tamaño debido a los cambios en la pendiente del terreno y a la lejanía de los páramos. Sólo se encuentran pequeñas quebradas, algunas de estas gravemente afectadas por los desarrollos urbanos (canteras y urbanizaciones), por la pérdida de vegetación y por la contaminación. Estas son: Santa Bárbara (o Trujillo), Delicias del Carmen, el Cóndor, el Cedro, San Cristóbal, la Cita, la Floresta y Torca.

La contaminación del agua es un factor altamente negativo para todos los ecosistemas de la Sabana. Ríos como el San Cristóbal o Fucha y el Juan Amarillo reciben aguas negras durante la mayor parte de su recorrido por la ciudad, convirtiéndose en alcantarillas abiertas y afectando la vegetación que los rodea, los asentamientos humanos vecinos y el sistema hidrológico del que hacen parte. Estudios realizados para la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá42 demuestran que quebradas como las Delicias se encuentran contaminadas con desperdicios orgánicos. Así mismo, la tala de bosques en las partes altas de los cerros, donde se originan estos ríos y quebradas, y las disminución de sus rondas han conducido a una reducción de sus caudales y en algunos casos a su desaparición. Actualmente se realizan estudios ambientales para la recuperación de algunas de las quebradas, principalmente para su revegetalización y recuperación de vegetación nativa.43

42

Cesar Valdiri, Ingeniero Forestal Estudio para la quebrada las Delicias. Santa Fe de Bogotá. 1998. 43

EEAAB- Ingenieria Ambiental IGEODESIA “Plan de ordenamiento ambiental para la quebrada la Vieja”. Estudio en curso. Santa Fe de Bogotá,1999.

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Diversos estudios hablan de los niveles de contaminación de aguas, suelos, atmósfera y paisaje (contaminación visual), que se presentan en el área de estudio, dentro de las áreas más degradadas por contaminación se encuentra la zona de la Calera.44 3.5. CLIMA La Sabana de Bogotá tiene un clima de montaña tropical, subhúmedo, de lluvias cenitales. Al interior de esta, la posición de los cerros orientales y la presencia de corrientes cálidas y frías influye fuertemente en la creación de microclimas. Los cerros sirven como barrera a las corrientes de viento provenientes de los llanos y del valle del Magdalena, los cual afecta tanto el régimen de lluvias, como la temperatura promedio de las zonas. Así mismo, la presencia de boquerones en algunos puntos crea nuevos microclimas en sus áreas de influencia, por lo general más húmedos. Se pueden diferenciar claramente tres microclimas diferentes en la Sabana:

Sub húmedo – húmedo: localizado en los alrededores de Bosa, con un ciclo bianual de lluvias y una precipitación menor a los 600 mm, árido, poco fértil y con poca vegetación. Estas características se deben a que esta es la zona donde las corrientes cálidas de los llanos y el Magdalena ejercen una mayor influencia. Era en esta zona donde habitaban la mayoría de las comunidades prehispánicas, seguramente por que era la más sana y cálida de la Sabana.

Húmedo: localizado hacia el oriente y norte de la Sabana (mayoría de los cerros orientales), con un ciclo bianual de lluvias, una precipitación entre los 600 mm y los 1200 mm y cubierto de vegetación herbácea. La presencia de boquerones a lo largo de los cerros hace que dentro de esta área se creen zonas de mayor humedad o con mayor influencia de los vientos y corrientes.

Pre húmedo: localizado al suroriente de la Sabana (páramo de Cruz Verde y alrededores), es la zona más húmeda de la Sabana con un ciclo anual de lluvias, una precipitación mayor a los 1200 mm y abundante vegetación.

En general, los meses más lluviosos son abril, mayo, junio, octubre y noviembre, y los más secos enero, febrero, julio, agosto y septiembre. La temperatura varía de acuerdo con la altura oscilando entre los 6ºC y los 13ºC.45 Como se vio anteriormente, cada uno de los sistemas y ecosistemas de la Sabana están íntimamente relacionados entre sí, de tal manera que si alguno reduce su capacidad o desaparece, lleva a la gradual desaparición o transformación de los otros (flora, fauna, suelos, clima, etc.). Por tal motivo es necesario conocer cada uno y considerar planes y programas que ayuden a una recuperación integral de todo el sistema ya que la protección de los cerros, junto con todos sus ecosistemas, no es un beneficio único de esta zona sino que afecta a toda la Sabana (sus humedales, ríos, estabilidad del terreno, etc.) Thomas Van der Hammen es muy claro a este respecto en su “Plan Ambiental de la Cuenca Alta del Río Bogotá” en el que incluye, entre otras recomendaciones que:

44

Moncayo Jimenez,E. Perfil Ambiental de Santa Fe de Bogotá. Corporación Misión Siglo XXI.1996. 45

Van der Hammen, Op.Cit.

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“La conservación de la biodiversidad y el medio ambiente requiere el desarrollo de un plan amplio de reforestación de los cerros, en el que el Bosque Andino Alto cubrirá buena parte de todos los cerros, y el Bosque Andino Bajo fajas amplias que conecten la zona de Bosque Andino Alto con la planicie de la Sabana. Formará estos bosques así parte de una “Estructura Ecológica Principal”... Las áreas que todavía presentan bosques naturales necesitan urgentemente protección como Reserva o Parque Natural.” 46

Así como la protección de los bosques de los cerros es indispensable para mantener el equilibrio en el resto de la Sabana, el control de la contaminación y de la extracción de aguas subterráneas en la parte plana es urgente para la conservación del sistema hídrico de los cerros (y por tanto, de la fauna y flora):

“Al explotar el agua subterránea, el nivel freático desciende, cada vez menos agua sale superficialmente por los ríos: lo que sacamos en los pozos de agua ya no sale por los ríos”.47

46 Van der Hammen, Thomas. Op.cit. 1. pág61 47 Van der Hammen, Thomas. Op.cit. 1. pág88

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4. LUGAR Y MEMORIA 4.1 LUGAR: RITUAL Y CEREMONIAL 4.1.1 Los muiscas, una sociedad dispersa en el territorio El territorio que comprende actualmente el Distrito Capital estaba ocupado, antes de la conquista, por la sociedad muisca. Este grupo habitaba en el altiplano que abarca parte de los actuales departamentos de Cundinamarca y Boyacá, desde Pasca y Fusagasugá, en el sur, hasta el cañón del Chicamocha, al norte. Con respecto a la distribución y organización política de la sociedad muisca dentro del territorio a la llegada de los conquistadores, hay divergencias debido a la existencia de diferentes versiones entre los cronistas de la época, únicas fuentes primarias de estos hechos. Algunos antropólogos como Ana María Falchetti han concluido que la estructura política de los muiscas estaba organizada en torno a dos grandes reinos:

“..., al norte, los dominios del Zaque, quien gobernaba desde Hunza (Tunja); y al sur, las tierras del Zipa, quien tenía su centro de gobierno en Muequetá (Bacatá), hoy Funza”1,

Esta versión se considera una visión españolizada de una organización sociopolítica, que era totalmente diferente a la existente entonces en Europa en el momento de la conquista. Otras visiones antropológicas se inclinan hacia un esquema más disgregado de cacicazgos con dominio sobre determinadas regiones y grupos de población existiendo, eso si, algunos más poderosos que otros. Al respecto se refiere el antropólogo Eduardo Londoño:

“Los muiscas que poblaban el altiplano cundiboyacense estaban organizados en cacicazgos o jefaturas independientes aunque interrelacionadas (Bogotá, Tunja, Duitama y Sogamoso) cada uno de los cuales abarcaba un número variable de cacicazgos subregionales y locales. A su vez, el Cacique gobernaba sobre un número variable de Capitanías, cuyos jefes se llamaban, según su jerarquía, Sybyn o Uta” 2.

Por su parte, Miguel Triana menciona otros cacicazgos importantes en las zonas limítrofes, que seguramente hacían parte de los otros grandes cacicazgos3. Sin embargo, estas divisiones políticas no respondían a divisiones físicas en el territorio. Los diferentes cacicazgos se ubicaban en los valles y zonas planas a lo largo de la Sabana, generalmente separados unos de otros por cerros y montañas. Ejemplo de esto son los cerros orientales, los cuales al parecer servían de límite entre el cacicazgo

1 Falchetti, Ana María; “El Territorio Muisca a la llegada de los Españoles”; en “Razón y Fábula”. No.30, 1972. pag 39. 2 Londoño, Eduardo; “El lugar de la religión en la organización social muisca”; en “Boletín del Museo del Oro”. No.40, 1996. pag.63. 3 Algunos de estos cacicazgos mencionados por Miguel Triana eran: Pasca, Subachoque, Cáqueza, Teusacá, Fosca, Guasca, Pacho y Simijaca. En: Triana, Miguel, “La Civilización Chibcha”, Editorial Carvajal y Cia. Cali, 1922/72. pag.161

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de Guatavita y el de Bogotá4. El dominio de un Cacique era sobre una determinada población dispersa que generalmente habitaba en áreas rurales cerca de sus labranzas y que podía estar mezclada con familias pertenecientes a otra capitanía o cacicazgo5. En la Sabana de Bogotá habitaba y dominaba el Cacique de Bacatá, que vivía en el lugar que hoy conocemos como Funza. Los cacicazgos menores y las capitanías que estaban bajo su dominio ocupaban el resto de la sabana en chozas aisladas y pequeñas aldeas, conformando el paisaje que Quesada a su llegada llamó “El valle de los Alcázares”6. La mayoría de la población estaba ubicada en la zona sur occidental de la sabana (la zonas de Soacha, Bosa y Fontibón) ya que el resto del territorio eran áreas excesivamente húmedas y pantanosas, a diferencia del clima seco y sano de esta zona. En el piedemonte de los “cerros orientales” al parecer no había ningún asentamiento importante. A partir de los estudios arqueológicos realizados y de las crónicas de viajeros y residentes, tanto de la colonia como de la época republicana, se han identificado algunos de estos asentamientos, como aquel localizado en la zona donde se fundó Santafé en 1.538, en la falda del cerro de Guadalupe, lugar en el que parece existía un pequeño poblado llamado por los indios Teusaquillo, sitio de baño de los Zipas. También se han encontrado algunos rastros arqueológicos en la zona del barrio del Chicó, en Usaquén y en el barrio Santana, al nororiente de la ciudad. Hacia el costado oriental de los cerros, es decir en el valle del Teusacá y Sopó, habitaban grupos indígenas sujetos al cacicazgo de Guatavita: Teusacá, Suaque7, Sopó y Guasca entre otros. Más al sur, hacia el boquerón del río Negro, estaban los cacicazgos de Ubaque, Choachí y Cáqueza. Se han encontrado numerosas muestras arqueológicas en este valle, especialmente en el costado oriental entre Sopó y Meusa y en la zona de Ubaque.8 4.1.2 El intercambio comercial y las rutas indígenas Los cacicazgos, aunque independientes políticamente, estaban interrelacionados entre si, especialmente a través del comercio. El antropólogo Karl Langebaek9 afirma en su estudio sobre los caminos del piedemonte de los cerros que los muiscas eran autosuficientes en sus necesidades alimenticias. Es decir que no necesitaban, para su alimentación básica, de productos de otros grupos indígenas; esto gracias a su ubicación sobre el altiplano y su extensión sobre algunos sectores de tierra templada

4 Si se observan y comparan los mapas realizados por numerosos antropólogos e historiadores sobre la ubicación de los diferentes cacicazgos, se puede concluir que en todos estos mapas los cerros orientales no estaban incluidos dentro del área de ninguno de los cacicazgos, eran mas bien límite entre ellos. 5 Cada individuo pertenecía a una u otra Capitanía y Cacicazgo por herencia matrilianeal. “la pertenencia a ellas se transmitía de madre a hijo y de tío a sobrino hijo de hermana mayor”. La relación de estas familias con su cacique respectivo se basaba en la ofrenda mutua de tributos y en la realización de trabajos en los cercados del cacique”. En: Londoño, Eduardo. Op. cit. 2, pag.64. 6 “En ella se destacaban numerosas aldeas – Suba, Tuna, Tibabuyes, Usaquén, Teusaquillo, Cota, Engativá, Funza, Fontibón, Techo, Bosa y Soacha... – y palacios compuestos por bohíos rodeados por dos o tres empalizadas concéntricas, semejantes a los alcázares árabes del sur de España... Este “Valle de los Alcázares” que con las sierras nevadas de la Cordillera Central en el horizonte dio pie para el nombre de Nuevo Reino de Granada. En: Londoño, Eduardo; “Los Muiscas: una reseña etnohistórica con base en las primeras descripciones”. Página de Internet Museo del Oro. 7 Velandia relata la existencia de estos asentamientos: “En lugar no precisado hubo dos pueblos aborígenes; Teusacá y Suaque, los cuales en el siglo XVI fueron encomiendas...”. En: Velandia, Roberto; “Enciclopedia Histórica de Cundinamarca”. Biblioteca Autores Colombianos, Bogotá, 1979, pag 1.452. 8 Langebaek, Carl; “Los Caminos del Piedemonte”, Universidad de los Andes, Bogotá, 1.997. pag.58 9 Antropólogo, Director del CESO, Centro de Estudios sociales e Internacionales, Universidad de los Andes.

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en el piedemonte, lo cual les permitía producir diferentes tipos de alimentos.10 Sin embargo, tenían una constante relación comercial con las culturas vecinas (Panches, Guanes, etc.) que consistía principalmente en productos de lujo como algodón, coca, madera, pieles y oro que intercambiaban por mantas, adornos de oro, sal y esmeraldas, esta últimas extraídas por ellos en diferentes zonas de su territorio.11 El intercambio, tanto interno como externo, se realizaba por medio de caminos a través de las montañas y boquerones o por los valles y los rios, cuando era posible. De estos no hay ninguna evidencia o rastro arqueológico anterior al siglo XVI pues se cree que los caminos indígenas eran simples trochas peatonales que han desaparecido con el paso del tiempo. Sólo se tiene conocimiento de caminos a partir del siglo XVI, cuando comenzaron a construirse los caminos reales. A pesar de no haber rastros de las rutas prehispánicas, con seguridad este fue uno más de los usos que tuvieron los cerros, ya que así como eran límite entre los cacicazgos, era a través de ellos que se comunicaban unos grupos con otros. Junto con los productos agrícolas, la alimentación muisca estaba basada en la carne, en especial de venados, curíes y conejos que encontraban en los cerros:

“..., páramos a quienes el rigor de los fríos hizo inhabitables y sirven de morada a mucha abundancia de ciervos, conejos, dantas y gatos monteses donde la inclinación de la caza halla interés y desahogo.”12

También extraían de los montes plantas medicinales y sagradas como el Nogal, árbol al que consideraban sagrado, y el borrachero que utilizaban como alucinógeno, este último mencionado en el siguiente aparte de Alexander Von Humbolt:

“Los indios preparaban una bebida mágica con la semilla del borrachero, una veces para ver arder las guacas (tumbas que esconden tesoros de los antepasados indígenas)... la bebida se llama Tongo.”13

4.1.3 Los rituales muiscas: santuarios y entierros. La importancia que los muiscas daban a la religión, los ritos y ceremonias y los lugares donde los practicaban, da una idea sobre el papel que jugaban los cerros y las montañas en esta cultura. Los indígenas ocupaban para sus viviendas y labranzas las zonas planas de la sabana:

10 Al interior de los Muiscas, el intercambio de bienes alimenticios y de lujo era mucho mayor: “..los de Teusacá cambiaban papas y leña por mantas "chingas", a su vez les servían para obtener algodón en Suesca, Ubaté y territorio panche. En la Sabana de Bogotá, por su parte, los indígenas de Cajicá llevaban mantas, sal y ollas de barro para conseguir algodón en Pacho y en territorio panche. De otro lado, los Llanos Orientales y las cuencas bajas interandinas de los ríos Garagoa y Negro también figuran como áreas productoras de algodón. Parece que los intercambios de algodón y mantas al extremo sur del territorio Muisca no fueron muy comunes. (Se mencionan algunos intercambios de algodón y pieles en Pasca y Fusagasugá)”. En: Langebaek, Carl. Op.cit. 8 11 Respecto al comercio tanto interno como externo también se refiere Triana: “La sal era el eje económico de todo el comercio Chibcha. (Zipaquirá, Nemocón, Sesquile) Otra industria importante era la de la alfarería. (Ráquira). Las mantas tenían como objeto de retribución y presente, más importancia y aplicación que la moneda, la cual solo se usaba en los tratos. Los indígenas de la Sabana se proveían de algodón en Fusagasuga y Cáqueza, los de Tundama, Soatá y Ubaté en el mercado de Sorocotá. La industria de la platería (oro) estaba radicada principalmente en la intercordillera, al oriente de la Sabana de Bogotá,... , los súbditos de Guatavita eran los más hábiles joyeros.” En: Triana, Miguel. Op.cit. 3 pag. 161 12 Langebaek, Carl; “Los Muiscas siglo XVI”. Banco de la República, Bogotá, 1.987, pag.70. 13 Flota Mercante Grancolombiana, “Alexander von Humboldt”. Publicismo y Ediciones, Bogotá, 1982, pag.43a

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”La mayor parte de las evidencias disponibles sugieren, en todo caso, que las áreas agrícolas más importantes fueron las partes planas no inundables de los valles fríos, las cuales fueron utilizadas con el fin de obtener cosechas fuera de riesgos de erosión, poca fertilidad y gran inversión de trabajo que implica laborar en tierras de pendiente”14.

Los cerros rara vez eran ocupados. Estos eran considerados lugares sagrados donde se ubicaban los santuarios más importantes y los lugares ceremoniales, como ocurre en otras culturas.

“Tres modos había de ofrendar: en los santuarios de los campos; en los templos y en las lagunas, arroyos, peñas y cerros”.15

Especialmente se daba importancia religiosa a las lagunas, sobre todo aquellas ubicadas en las partes altas de las montañas, a donde los muiscas solían hacer peregrinaciones y competencias deportivas con el fin de visitar los diversos santuarios. La importancia que tenían las lagunas dentro de la religión muisca responde al papel protagónico de la diosa del agua dentro del conjunto de deidades:

“Según el cronista Simón, las lagunas eran los principales santuarios de estos indios..., Sie o Sia llamaban a esta divinidad sublime, a quien adoraban en la laguna de Siecha.”16 Más adelante Triana corrobora la importancia de estas lagunas: “... Pero se puede asegurar que todos los depósitos de agua, por pequeños que fueran, constituían para los muiscas otros tantos santuarios de adoración a la diosa Agua”17.

Además de las lagunas, los cerros eran también lugar de ceremonias y ritos de adoración al sol “Xue”:

“En el equinoccio de primavera... como oblación simbólica bañaban a los niños, los azotaban y los despachaban con una mochila al hombro a que discurrieran por los montes en busca de frutos naturales, cuya recolección les indicaba por su cuantía lo abundante de la cosecha. Al cabo de un mes había carreras de

14 Langebaek, Carl. Op.cit. 11, pag.54 15 Langebaek, Carl. Op.cit. 3 pag.161. 16 Además de la laguna de Siecha, existían otras lagunas sagradas protagonistas de numerosas leyendas: La leyenda de la Cacica de Guatavita, la de Bachué en la laguna de Iguaque, la de los caimanes de oro de la laguna de Teusacá, etc. En: Langebaek, Carl. Op.cit. 3, pag.75. 17 Triana en su libro sobre la Civilización Chibcha menciona otras ceremonias y rituales relacionados con el agua: Para el nacimiento de los hijos: amarraban un trapo bañado en leche materna y lo arrojaban a la laguna simbolizando al recién nacido. Unos jóvenes debían lanzarse a buscarlo antes de que se desamarrara, si lograban hacerlo, esto era señal de un buen futuro para el bebé. Al recién nacido le cortaban el pelo y lo arrojaban al agua, esto fue tomado por los conquistadores como una especie de bautizo. Baños: los indios de la altiplanicie los usaban como recurso terapéutico y como piadosa ritualidad a las lagunas. Por ejemplo, el lugar de baño del cacique de Chía era la fuente de Tíquisa, el cacique de Bojacá se bañaba en la laguna de Tena (Pedropalo) y Teuasaquiyo era el sitio de baño del Zipa de Bacatá. Al llegar las mujeres a la pubertad se realizaba la siguiente ceremonia: "Por medio de dos filas de honor se conducía al baño de consagración a la diosa Sia, para iniciarlas bajo su amparo en la vida de la mujer." Después de lo cual se realizaba una gran fiesta. Las mujeres en cinta para dar a luz se retiraban solas a la orilla de un río, donde se bañaban con su hijo inmediatamente después del parto. La consagración de los Jeques también se hacia mediante un baño solemne, para estar purificados en una vida de penitencia. Algunos Caciques disponían que al morir se arrojasen sus cuerpos y riquezas al seno de las lagunas. En ciertas ocasiones se desviaba el cauce de los ríos para hacer allí las sepulturas de los grandes Jeques, volviendo después a cubrirlas con las aguas. “Todo esto demuestra que la vida de los Chibchas estaba consagrada, desde la cuna hasta el sepulcro, a la providencia de la buena diosa Sie”. En: Triana, Miguel. Op.cit. 3 pags. 18 y 78

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mancebos por los cerros, y el cacique premiaba a los vencedores...”18 En otras ocasiones, “Cuando el año era seco y amenazaba el hambre, se sometían los jeques a un ayuno riguroso que duraba algunos días, terminado el cual, subían a un cerro destinado al culto del sol...”19.

Junto con los relatos indígenas contados por los cronistas de los siglos XVI y XVII, se han encontrado múltiples huellas de antiguos santuarios y tesoros escondidos en boquerones y peñascos al suroriente de los cerros orientales:

“En el picacho que domina la laguna de Ubaque había ocultado sus tesoros el cacique de la región...”20

También relata Triana:

“En el rincón sureste de la altiplanicie chibcha, en el boquerón de Chipaque, hay un adoratorio en el paso que conduce a la cuenca del río negro que entra a la llanura con el nombre de Guayuriba. Esta cuenca la ocupaba el poderoso cacique de Ubaque, tributario del Zipa. Allí también hay piedras pintadas cerca de Fosca, por donde se dice que entró Nemqueteba.”21

Los numerosos relatos hechos por los cronistas reafirman la tesis sobre el papel religioso y místico de los cerros en la sociedad muisca. Los cerros orientales de Santafé seguramente hacían parte de estos lugares sagrados, a pesar de que por la lejanía de los asentamientos no hayan construido allí santuarios ni enterramientos, como si se han encontrado en otros cerros del territorio colombiano. Correr la Tierra Una de las ceremonias más conocidas, relacionada con la adoración a las lagunas era la de “Correr la tierra”, que Triana relata de la siguiente manera:

“Fiesta de todos los caciques Chibchas en honor del agua... coronaban los montes y las altas cumbres la infinita gente que corría la tierra, ... , salían del valle de Ubaque , ...,y la gente de Guatavita, Tunja y Ramiquirí comenzaban desde la laguna grande de Guatavita; por manera que estos santuarios se habían de visitar dos veces. Duraban estas fiestas 20 días o más, había además varios ritos, uno de ellos le venía al demonio su granjería, demás de que todo lo que se hacía era en su servicio. Había en este término de tierra que se corría otros muchos santuarios y enterramientos; pues era el caso que descubriendo los corredores del cerro donde había santuario, partían con gran velocidad a él, cada uno por ser el primero y ganar la corona que se daba por premio y por ser tenido por más santo". Una vez finalizada la carrera, se reunían todos los indígenas en torno a la laguna de Guatavita en donde realizaban grandes fiestas y ceremonias.

Freyle también se refiere a esta ceremonia de la siguiente manera:

18 Triana, Miguel. Op.cit. 3 pag. 121 19 Triana, Miguel. Op.cit. 3 pag.121 20 Triana, Miguel. Op.cit. 3 pag. 185 21 Triana, Miguel. Op.cit. 3 pag. 223 .

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“Tenían señalados cinco altares o puestos de devoción, muy distintos y apartados los unos de los otros, los cuales son los siguientes: el primero era la laguna grande de Guatavita...; el segundo altar era la laguna de Guasca, que hoy llamamos Martos; el tercer altar era la laguna de Siecha, el cuarto era la laguna de Teusacá (que se cree es la del Verjón hoy en día), que también tiene gran tesoro, según fama, porque se decía tenía dos caimanes de oro...; y el quinto la laguna de Ubaque o de Carriega.... Desde la laguna de Guatavita, que era la primera y primer santuario, hasta la de Ubaque, eran los bienes comunes..., había como tengo dicho en este término de tierra que se corría, otros muchos santuarios y enterramientos, pues era el caso que en descubriendo los corredores del cerro donde había santuario, partían con gran velocidad a él.”22

Si se observa en un mapa la localización de las lagunas que hacían parte de esta ceremonia, se puede deducir que dentro del territorio que Triana llama “tierras comunes” estaba incluido el valle de Teusacá o por lo menos los cerros que lo rodean, como corredor entre la laguna de Teusacá o el Verjón y la de Siecha. Seguramente los páramos al oriente de Bogotá hicieron parte de estos recorridos sagrados que se realizaban periódicamente y en los que participaban tanto los indios de Guatavita como los de Bogotá. 4.1.4 La llegada de los conquistadores, imposición de una nueva cultura

“La conquista desmembró pronto las unidades mayores y cambió el esquema social prehispánico por el régimen de encomiendas. Sin embargo, gracias a que el reparto de éstas aprovechó el nivel de cacicazgos locales –dando a un español un cacique local con los indios que tuviera a su mando– la sección inferior de la estructura social se conservó casi intacta durante todo un siglo”.23

Aunque es cierto que el sistema inicial impuesto por los conquistadores conservó la estructura social existente, también procuró desde un comienzo congregar a los indígenas en “pueblos de indios”, encomiendas y posteriormente en resguardos.24 Con este fin fueron trasladados miles de indios de sus lugares de origen a nuevos asentamientos, o a poblados de indios ya existentes, cerca de las ciudades fundadas. Tal es el caso de los indios de Teusacá y Suaque, a quienes el Oidor Luis Enríquez trasladó en 1.600 al nuevo pueblo de Usaquén donde se conformó un resguardo indígena hasta 1.776, cuando estos mismos indígenas fueron trasladados a Soacha y se erigió en el antiguo pueblo una parroquia de blancos en 1.790. Las tierras del resguardo fueron vendidas a particulares,25 conformando años más tarde haciendas como la de Santa Bárbara. En la zona en que habitaban en un comienzo los indígenas de Teusacá se conformó una hacienda llamada La Calera (en algunos planos aparece como Patronato de los Tovar26) y posteriormente en 1778, se fundó una parroquia de blancos.

22 Freyle Rodriguez, Juan; “El Carnero”; Editorial Imprenta Nacional, Bogotá, pag.72. 23 Londoño, Eduardo. Op. cit. 2. pag. 64 24 Se debe recordar que estos solían estar dispersos, cerca de sus áreas de cultivo y no congregados en grandes aldeas, a la manera del modo de vida europeo de esa época. 25 Velandia, Roberto. Op. cit. 7, Tomo I, pags. 1.452 y 1.460. 26 Carrasquilla, Juan; “Quintas y Estancias de Santa Fe y Bogotá”. Editorial Presencia, Bogotá, 1989.

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En cuanto a la sociedad muisca, esta fue constantemente atacada por los conquistadores, quienes consideraban como uno de sus principales deberes el convertir a los indígenas al cristianismo y salvarlos de las herejías que cometían al rendir culto al demonio, que era como consideraban todos los ritos paganos que estos realizaban. Los santuarios existentes fueron saqueados y destruidos, en medio del angustioso afán de los conquistadores por reunir grandes riquezas para llevar a España, y los adoradores paganos perseguidos sin descanso.

“Los adoratorios que solían estar en campos y cerros pasaron a esconderse en las casas y bohíos – despensas de los indios”.27

Para apropiarse del papel sagrado de los cerros orientales los misioneros españoles construyeron santuarios y símbolos cristianos en las cimas de estos cerros, convirtiéndolos en lugares de peregrinación y símbolos del nuevo poder que regía sobre la zona. Simbología de los cerros que aún prevalece entre los habitantes de la ciudad de hoy en día. 4.1.5. El paisaje natural: identidad de los muiscas En síntesis, el valor cultural que tenían los cerros y las montañas dentro de la sociedad muisca, era como parte de una naturaleza viva superior a la raza humana, compuesta por dioses inspirados en los elementos naturales más representativos: el agua, el sol, la luna, la rana y los árboles, entre muchos otros, a los cuales era necesario adorar, respetar y en algunos casos hasta imitar. Era una sociedad totalmente diferente a la que implantaron los conquistadores a su llegada, es decir, a aquella visión occidental que se tenía en el siglo XVI en donde la naturaleza era un elemento salvaje que era función del hombre dominar y moldear a imagen y semejanza suya. Aunque los cerros continuaron siendo destino de peregrinaciones y se ubicaron sobre éstos hitos religiosos y culturales, su valor como elemento natural pasó a un segundo plano, primando ahora toda creación humana y adquiriendo valor sólo en la medida en que pudieran ser útiles a dichas creaciones.

2727 Londoño, Eduardo. Op. cit. 2, pag. 64

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4.2. LA ESPADA, LA URBS Y LA CRUZ TOMAN EL TERRITORIO

4.2.1 La apropiación del territorio

Nuevos ojos miran el territorio Después de un viaje colosal que se inició el 5 de abril de 1.537 en Santa Marta, con una duración de once tortuosos meses bajo las inclemencias de un medio agreste y hostil y habiendo perdido 430 hombres, Gonzalo Jiménez de Quesada y sus hombres superaron la cordillera y una vez en la cima observaron el espléndido escenario del país muisca y su sabana. El 5 de abril de 1.538 llegaron a Suba en donde contemplaron el paisaje que se describe a continuación:

“Un panorama lleno de numerosas labranzas y muchos humos en señal de población, comarca rica y bien abastecida, surcada por colinas, bosques, praderas y ríos”

1 .

”Desde las lomas de este sector atisbaron buena parte de la altiplanicie y la vista de los numerosos y apretados bohíos les inspiró la denominación que les dieron, y que desde ese entonces se hizo célebre : El Valle de los Alcaceres”

2.

Tras una corta escala de recuperación, Quesada procedió a la conquista del pueblo muisca. De inmediato tomo posesión de la capital del zipasgo de nombre Bacatá. En realidad Bacatá, más que un asentamiento urbano como los que hoy conocemos era simplemente un caserío ubicado en las cercanías del hoy Funza, en donde habitaba el zipa Tisquesusa, autoridad máxima de la región.

3

El zipa una vez se percato de la presencia de los conquistadores, para proteger a su pueblo huyó inteligentemente con el tesoro real y dispersó a sus pobladores, dejando el caserío sin ningún atractivo para los españoles. Esta estratagema le propinó a Quesada un primer fracaso en su afán de conseguir fortuna. Afectado por este insuceso partió con su tropa a la conquista del territorio norte del reino muisca, dirigiéndose hacia Somondoco, Tunja y después a Sogamoso. En esta travesía logró obtener un importante tesoro que subió el ánimo de la tropa. De Sogamoso partió hacia Neiva en busca de un supuesto templo con columnas de oro que nunca encontró. Desilusionado, cansado, sin las suficientes armas y pertrechos, regresó al ya conquistado campamento de Bacatá, los primeros días del mes de Junio de 1538. Quesada bautizó este campamento con el nombre de “Nuestra Señora de la Esperanza”, sitio que contaba con los recursos básicos que requerían los españoles para fundar asentamientos: agua, leña, gente natural, materiales de construcción, tierras de ganadería y labranza. Pero su localización no era buena para la defensa militar:

1 Martínez Carlos; “Santafé de Bogotá Capital del Nuevo Reino de Granada”. Fondo de Promoción de la Cultura

Banco Popular, Bogotá, 1.987. pág 34 2 Fundación Misión Colombia; “Historia de Bogotá”; Tomo 1 Colonia. Salvat – Villegas Editores, Bogotá, 1.989. pág 91

3 Julian Vargas en la Historia de Bogotá describe de la siguiente manera el asentamiento de Bacatá : que no era

propiamente un conjunto urbano en el sentido del vocablo. Pues el máximo nivel que los muiscas habían alcanzado en materia de desarrollo urbano era el de una cierta aglomeración en torno aun cacique “Fundación Misión Colombia. Op.cit.

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“ Su ubicación desamparada y escueta en la planicie no se prestaba para la defensa en caso de que una coalición de tribus la asaltara. De la difícil protección ya tenían noticias los peninsulares. Porque acaecía, poner los indios fuego durante la noche para quemar en ellos a los cristianos. Y esto lo hicieron tres o cuatro veces y los cristianos estaban ya recatados de esto“

4.

Si el campamento escogido no cumplía con las facilidades necesarias para guarecerse de los posibles ataques indígenas, era indispensable buscar otro espacio

5 que

permitiera una adecuada protección militar y que contara además con los recursos naturales necesarios para su subsistencia. Ante esta imperiosa necesidad, como narra Aguado

6, Quesada procedió en primera instancia a consultar a los naturales, para que

fueran ellos los que propusieran el lugar adecuado para la futura ocupación española; pero como era lógico estos no se comprometieron en esta decisión y tan sólo ofrecieron ayuda en mano de obra para la construcción

7. Por lo tanto Quesada decidió

delegar la búsqueda del lugar a dos de sus subalternos; la primera comisión se dirigió al occidente de Bacatá, la segunda en dirección de los cerros orientales. Esta última, que estaba bajo el mando de Pedro Fernández de Valenzuela encontró un caserío que los indios llamaban Teusaquillo, situado en la falda del cerro de Guadalupe, que cumplía cabalmente con las condiciones que se buscaban: aguas abundantes, leña, tierras para siembra, protección contra los vientos, mano de obra indígena y sobre todo, una implantación apropiada para la defensa militar. Este pequeño asentamiento era una residencia de recreo del Zipa, ubicada “a lado y lado de la quebrada de San Bruno, afluente del río San Francisco, a la altura de la actual carrera 2 con calle 13”

8. El informe favorable fue presentado por el capitán e

inmediatamente Quesada tomo la decisión de ocupar el nuevo espacio cerca a los cerros e instalar allí la sede del ejercito conquistador.

Como se vio en las crónicas descritas, lo que realmente maravilló a los conquistadores del territorio muisca, desde el momento en que pisaron esta tierra, era el llamado Valle de los Alcáceres, lo que hoy se conoce como Sabana de Bogotá y no los cerros que la conformaban. De hecho los primeros campamentos españoles se asentaron en la sabana y fue la azarosa desprotección de ésta lo que los llevó a cambiar de sitio. De esta manera la primera valoración que los españoles dieron a los cerros orientales fue la de aprovechar sus características naturales y topográficas para protegerse.

9 El

microclima que proveían Guadalupe y Monserrate, sumado a la protección de sus laderas, ayudaron, junto con las demás cualidades ya mencionadas, para valorar

4 Martínez Carlos Op. cit.. 1 pág. 37.

5 Espacio según su etimología quiere decir lugar franqueado para la población o el campamento. En: Heidegger, Martin:

“Construir, Habitar y Pensar”. 6 “El general informó a los asistentes, que los españoles querían permanecer en la tierra y vivir en ella, y tenían

necesidad de sitio bueno y acomodado en que hiciesen sus casas ; y que ellos (los indios) se lo señalasen y desen de su mano, tal cual convenía. Los principales le dieron por respuesta......., y que ellos mismos lo buscasen , lo

escogiesen y eligiesen, pues había de ser sitio para su habitación,”. En: Aguado, Pedro de; “Recopilación Historial”, Bogotá, 1956. 7 “Que hacer las casas tomaban a su cuenta, pero tomar el sitio lo señalasen ellos a la suya pues tenían tierra harta de

donde escoger”. En: Fray Pedro Simón en: “Noticias Historiales de las conquistas de tierra firme en las Indias

Occidentales”. Bogotá, 1.953. 8 Fundación Misión Colombia, Op. cit. 2, Tomo I Colonia. Pág. 92

9 “Fueron pues consideraciones eminentemente estratégicas, primordialmente defensivas......las que decidieron al

general a aceptar a Teusaquillo para mudar la posición del cuartel”. En: Martínez Carlos; “Bogotá sinopsis sobre su

Evolución Urbana”, Escala Editorial, Bogotá, 1976. Pág 18

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positivamente los cerros orientales y tomar la decisión de establecer allí el campamento militar definitivo. Escribió Aguado:

“Desde su posición destacada era fácil a simple vista dominar gran extensión de la planicie, observar las actividades de los indios y prevenirse en caso de una emergencia bélica... Esa posición estratégica contaba además con flancos poco accesibles que la protegían naturalmente (los cerros) contra el alcance de las flechas”

10.

Adicionalmente, el arquitecto e historiador colombiano Carlos Martínez, en su libro Bogotá sinopsis sobre su evolución urbana plantea que fue la perfecta condición estratégica de Teusaquillo la que llevó a los españoles ya diezmados a tomar posesión de este territorio. Cabe anotar que fue ante todo un asiento militar y no una ciudad en lo que estaba pensando Quesada, es decir, un lugar transitorio escogido por los españoles a la espera de la fundación de la futura ciudad.

La espada toma posesión. Una palabra y un trazo sobre la tierra abren mundo

Cuando Quesada estaba planeando el viaje para adquirir la potestad y los recursos necesarios para la fundación, - de hecho el conquistador alcanzó a partir rumbo a Santa Marta -, se enteró que iban hacia Bacatá, por el occidente Belalcázar y por el oriente Federman. Después del rápido retorno de Quesada y un cordial recibimiento a los otros dos conquistadores, lo que implicó acuerdos y arreglos amigables, los recién llegados decidieron quedarse y tomar como base la guarnición de Quesada para acometer la conquista. Belalcázar tenía experiencia en la fundación de ciudades y comprendía la importancia que tenía para la campaña de conquista y evangelización la fundación de una importante capital en este territorio. Los españoles eran conscientes que dentro del proceso de conquista y población, la fundación de ciudades era de capital importancia, pues abría la posibilidad para que nuevas maneras de habitar, y por ende de dominio, se dieran en este territorio; era la forma para que un nuevo imaginario basado en tres instrumentos fundamentales: la espada, la cruz y la Urbs

12 poblara el espacio.

Belarcazar convenció entonces a Quesada y a sus hombres de poner en obra la fundación, una vez cumplidos los requisitos urbanísticos y legales del caso. Al permanecer Belalcázar, Federmán y sus hombres en el ” Valle de los Alcáceres” la falta de caballos, armas y pertrechos que tenía la expedición de Quesada, quedó solucionada. Las precauciones defensivas ya no eran primordiales. En resumidas cuentas, la espada triunfó en este territorio; era el momento de imponer la urbs y su más fuerte pilar y sustento: la cruz. Desde la posición elevada de Teusaquillo, que permitía una observación panorámica y dominante de la sabana, convinieron Quesada y Belalcázar que el terreno ideal para proceder al trazado urbanístico era una porción casi plana, con una suave pendiente, que quedaba justo abajo de la guarnición militar en el punto donde el cerro de Guadalupe se diluye en la sabana.

10

Martínez, Carlos. Op. cit. 9, pág. 19 12

Fundación Misión Colombia, Op. cit. 2, Tomo 1 Colonia, pág. 90.

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PLANO DE VICENTE TALLEDO Y RIVERA Fuente: Martínez Carlos, ”Santa Fe Capital del Nuevo Reino de Granada”, Editorial Banco Popular.Bogotá,1987.B.C.3

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“Al observar el panorama desde la dominante posición del cuartel en el viejo Teusaquillo, se encontró que el terreno más conveniente a un despejado desarrollo urbano era justamente el que quedaba un poco abajo...”

13

Una vez escogido el lugar se procedió a pronunciar la palabra que nombrara este espacio, cuyo sonido hizo eco en los cerros: “Santafé”. Ahora, el agrimensor toma en su mano el instrumento e inicia la escritura del nuevo trazado sobre la tierra y es justo en ese momento cuando se evidencia su forma, cuando aparece el 27 de abril de 1.539 Santafé. Partiendo del lugar que corresponde hoy a la Plaza de Bolívar, se procedió a implantar un trazado en forma de damero que constaba de 27 manzanas cuadradas, destinando la cuadra central para el poder religioso y civil y dejando un espacio vacío (futura Plaza Mayor), cuya fachada oriental la ocupará la iglesia principal. De acuerdo a las leyes de indias, el centro del trazado urbano debía ser ocupado por el poder religioso, “Cuando repartáis por suertes la tierra en heredad, apartéis una porción para Jehová. Ezequiel (45,1)”.

“El terreno elegido para la fundación de Santafé tuvo, como quedó demostrado, una topografía, netamente demarcada por linderos naturales”

14.

Sus límites quedaron perfectamente definidos por los accidentes topográficos existentes con lo cual el papel que jugaron los cerros para la definición espacial de la ciudad fue fundamental. Se podría decir que los cerros y los accidentes naturales que le son propios contextualizaron y definieron los límites del trazado de Santafé. Aunque sus límites estaban regidos por los accidentes naturales, el acto de ocupación por medio del trazado en Damero fue un hecho eminentemente artificial; este trazado era implantado por los españoles sobre cualquier territorio a ocupar (en América), sin que sus características geométricas y espaciales cambiaran de un lugar a otro. Este trazado de forma topológica, cartesiana y abstracta que permitía el crecimiento indefinido sobre el terreno, era un sistema eficiente, mental y artificial, cuya finalidad última era la de crear el espacio posible para albergar las actividades mítico - religiosas, económicas, sociales y el legitimado imaginario español. El trazado en cuadrícula se acomodó a los accidentes naturales existentes que se convirtieron en límites que representaban el lugar hasta donde llegaba lo natural y comenzaba el escenario de lo artificial, lo español y católico. Todo lo que no perteneciera a esta condición, que estuviera previamente “domesticado”, quedaba afuera, en el mundo del “otro”. Como se verá más adelante, la naciente ciudad diluiría sus límites hacia la sabana (espacio que fue domesticado desde los primeros años de la colonia) y por el contrario daría la espalda a los cerros (lugar agreste y hostil). La ciudad colonial quedó entonces limitada; por el occidente el trazado llegaba hasta la hoy carrera 10a, que presentaba un profundo barranco producto de los desbordamientos del río Vichacá (hoy San Francisco); por el norte y sur el lindero estaba conformado por los ríos Vichacá y Manzanares (hoy San Agustín) respectivamente, y por el oriente limitaba con la hoy carrera 5a, que es donde ocurre el incremento de la pendiente de los cerros orientales, en la falda del cerro de Guadalupe. De esta manera la ladera del cerro de Guadalupe, que albergó el

13

Martínez, Carlos. Op. cit. 1, pág. 24. 14

Martínez, Carlos. Op. cit. 9, pág 64.

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campamento de Quesada, pasó de ser espacio para la habitación y el campamento, a ser el límite de la ciudad. Los terrenos hacia el oriente se convirtieron en la dehesa oriental y por ende en paisaje circundante, territorio no incluido en el terreno de la urbanización de la naciente Santafé. Cuando los cerros se consolidan como un territorio no urbano y por ende no humano, se convierten en un lugar no domesticado y por ende sometido a una valoración diferente. Cabe anotar que para la tierra urbanizable se tuvieron en cuenta las más obvias condiciones de eficiencia, razón por la cual el sector pendiente de los cerros no se consideró por no ser el más adecuado para el desarrollo del trazado. Anotó el cronista Simón:

”Lo que hizo determinar la fundación de aquel sitio, fueron las comodidades que en el se hallaron que son las que debe tener una población cuerdamente poblada, porque el suelo tiene la altura que ha menester para que corran las aguas sin empantanar las calles y plazas y le falta, la que no ha menester que hiciera las calles dificultosas de andar”

15.

Por otra parte, los trazados españoles preveían la protección militar como una de las características importantes que debía cumplir una ciudad; por lo tanto, el resguardo que los cerros prestaban al asiento militar de Teusaquillo lo heredó entonces la nueva fundación, por lo que los cerros orientales además de ser el límite principal de la naciente ciudad, continuaran siendo la barrera defensiva más importante. Al respecto Martínez comenta:

“A estas ventajas añadió el sitio ocupado por Santafé su vecindad a los cerros llamados más tarde Monserrate y Guadalupe. Prestaron estos sus flancos como murallas protectoras y como escenario maravilloso para la exaltación urbana. A su contribución protectora y de ornato agregaron los cerros la calidad de almacenes abastecidos de materiales”

16 .

El cronista Gaspar T Mollien escribía en 1823 :

“Quesada escogió bien el emplazamiento de la ciudad que habría un día de dominar una gran parte de la cordillera. Situada a media ladera de dos montañas que le abrigan de los vendavales que soplan del este, se abastece de aguas siempre frescas y puras, y domina el llano en forma que le permite defenderse de los enemigos que pudieran venir por ese lado...”

17

Además de lo expresado por cronistas y leyes de la época en donde se valoraba en primera instancia la protección militar, existen otros autores que la consideraban como algo secundario, como es el ejemplo de Julian Vargas Lesmes, citado en la “Historia de Bogotá”:

“Otro factor que siempre se tuvo presente fue que el sitio elegido (Teusaquillo) ofreciera facilidades para guarecer la futura urbe contra posibles ataques de los indígenas. Desde luego, esta consideración se tuvo en cuenta para la fundación

15

Martínez, Carlos. Op. cit. 9, pág 31 16

Martínez, Carlos. Op. cit. 9, pág 32 17

Mollien, Gaspar; “Viaje por la República de Colombia”, Imprenta Nacional, Bogotá. pág 178.

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de Santafé en las estribaciones de los cerros. No obstante todo hace suponer que en la elección de dicho paraje pesaron más otras razones, tales como la ya mencionada del agua y otros materiales, como la piedra y la leña, así como la protección contra los vientos”

47 .

Murallas protectoras contra fuertes vientos Adicionalmente, los cerros de Monserrate y Guadalupe contribuyeron fundamentalmente en el clima de Santafé. El carácter lluvioso de la ciudad se debe a que dichos cerros detienen las nubes cargadas de agua que llegan por el occidente, obligándolas a descargar su contenido en torrenciales aguaceros. Carlos Martínez explica que los factores y las características orográficas y atmosféricas de los cerros, le fijan a Santafé tres micro - climas en zonas perfectamente definidas.

18 En la época

colonial esto tuvo especial influencia sobre la ciudad, como lo comenta un importante geógrafo del siglo XIX:

“Los aires calientes de las selvas del Magdalena y de las tierras despejadas del Socorro y Vélez, levantan vapores acuosos, los cuales se dirigen después a Chiquinquirá y Muzo. La diferencia de temperatura que se encuentra en los páramos (de los cerros orientales), rompe el equilibrio de las capas atmosféricas y determina las corrientes del aire que se dirigen de Ubaté y de Pacho a Zipaquirá y luego a Bogotá. Lo propio sucede con las capas atmosféricas que se levantan en las tierras cálidas del Magdalena, y de los cerros de la mesa de Juan Díaz y Guaduas, las cuales acarrean e introducen por los boquerones o depresiones de la cordillera, los torbellinos de vapores que producen las lluvias venidas del occidente”.

19

Los cerros de Monserrate y Guadalupe protegían entonces la ciudad de los vientos y nubes cargadas de humedad provenientes de oriente y a la zona donde se implantó el trazado sólo la alcanzaba una fina llovizna; “a esta le daban los bogotanos el nombre de páramo, la que se hacia pertinaz durante los meses de junio, julio y comienzos de agosto”.

20

De los cerros orientales y propiamente de la zona de San Cristóbal, bajaba a la ciudad una corriente fría que los santafereños consideraban saludable; se conocía esta corriente en la época colonial como “los vientos de Ubaque”, pues bajaba del páramo ubicado en la parte sur del cerro de Guadalupe. “Los indios del tiempo de la Conquista decían que debían recibirse con la boca abierta,”

21

Los anteriores testimonios corroboran que los cerros de Monserrate y Guadalupe, por ser las murallas protectoras de la ciudad, retienen las diversas corrientes de aire, lo cual contribuyó a determinar el régimen de lluvias y la temperatura que reinaba en la Santafé colonial. Otros cronistas, como José María Salazar en 1.810, escribieron también sobre este particular clima:

47

Fundación Misión Colombia, Op. cit. 2, Tomo 1 Colonia. pág 92 18

Martínez, Carlos. Op. cit. 9, págs 9-10. 19

Pérez; “Geografía física y política del distrito federal”, Op.cit. pág 15. 20

Pérez, Op. cit. 19, pág. 15 21

Pérez, Op. cit. 19, pág. 15

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“La ciudad de Santafé está construida al pie de un ramo de la gran cordillera que atraviesa nuestras poblaciones y va a caer luego en las costas del Norte, a la falda de dos montañas escarpadas que la terminan por la parte oriental, cuya altura aunque bastante considerable no toca el término de la congelación. El aspecto de las montañas, aunque bastante sombrío cuando llega a cargarse de nieves, da en el buen tiempo un golpe de vista majestuoso, sirve de contraste a la igualdad de la campiña y proporciona a nuestros ojos el placer de la variedad. Por este medio la población está protegida de los vientos de oriente, que de otro modo la batirían sin intermisión quedando indefensa por sus cuatro costados, siendo su clima muy desapacible por esta circunstancia. Las aguas corren libremente en fuerza del declive de la posición.” (pie de página)

Agua abundante baja de la sierra Como ya se mencionó, los ríos que bajaban de los cerros, San Francisco y San Agustín, se convirtieron en los límites morfológicos de la ciudad colonial. Adicionalmente, estos fueron fundamentales para el sostenimiento de la ciudad, ya que de ellos se sacó el agua de consumo doméstico y la fuerza de sus corrientes sirvió para mover las maquinarias de algunas incipientes formas de producción, en especial de molinos localizados sobre sus orillas. Además, fueron utilizados para dar una solución parcial a los agobiantes problemas de aseo que tuvo Santafé desde finales del siglo XVII . Un importante número de cronistas de la época comentó acerca de la riqueza hídrica que tenía Santafé; hablaban acerca de los espléndidos ríos que estaban en inmediaciones de la ciudad, que en su totalidad provenían de los cerros orientales. Según estos cronistas, los ríos ayudaban a conformar un magnífico escenario natural y daban las condiciones adecuadas para la vida urbana; Fray Pedro Simón escribió en 1623:

“Abúndala principalmente de aguas que se descuelgan de la serranía de sus espaldas, el uno llamado de San Francisco porque pasa por cerca de su convento y en lengua de la tierra Vicachá, y el otro llaman de San Agustín por lo mismo, que cogen en medio la principal parte de la ciudad... Agua dulcísima y saludable.”

Por su parte Pedro Pablo de Villa Mayor escribió en 1720:

“Goza de claras aguas que ofrecen al refrigerio las entrañas de cordilleras de sus altos montes, las cuales divididas en arroyos, sirven a la común limpieza, y conducirlas con industria por cañerías se humillan y elevan en muchas pilas, para derramarse liberales en caños, distribuidos al común bien y utilidad de todos los conventos, plazas y casas señalados”.

22

22

Universidad Distrital; “Bogotá 450 años, de los orígenes al descubrimiento”. Universidad Distritral, Bogotá 1.998. Pág. 176

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47

“Los dos ríos que cruzaban la ciudad eran el San Francisco y el San Agustín. Otros dos riachuelos que también bajaban de los cerros por la zona sur eran el San Juanito y la Calera, los cuales influyeron de manera secundaria en la vida urbana. Además existían otros pequeños arroyos y quebradas, algunos de los cuales eran: las quebradas del Hoyo de Venado, la de Guadalupe, la de San Bruno, la de mi Padre Jesús, la del Zanjón, la del Aserrío, la del Teñidero y la del Soche. Finalmente, otros ríos como el Arzobispo, al norte y el Fucha al sur, sirvieron también como abasto de aguas desde épocas coloniales”

23.

El río San Francisco era el principal de la ciudad. Conocido por los muiscas como Vicachá, fue llamado San Francisco desde mediados de siglo XVI, por la localización del convento de los franciscanos sobre sus orillas, en lo que hoy es la Avenida Jiménez entre carreras 7a y 8a

24. Este río, con su profundo lecho de orillas escarpadas

e irregulares, se convirtió en muralla al separar entre sí las parroquias de la Catedral, las Nieves y San Victorino y convirtió estos sectores en mundos distintos, pues sólo hasta muy entrado el siglo XIX se construyeron suficientes puentes que facilitaron la comunicación entre ellos

25. Así mismo, dicha corriente fue utilizada para alimentar el

primer acueducto de la ciudad. Comentaron Javier y José Vergara sobre el río San Francisco:

“Nace este río en la laguna del Verjón, ubicada entre los páramos de Choachí y Cruz Verde al oriente de Bogotá. Luego de Cruzar los cerros por el boquerón, desciende rápidamente y profundizaba su lecho al entrar en la ciudad por la parte alta de la parroquia de las Nieves. Un poco más abajo aumenta su caudal al recibir el agua de tres quebradas que nacían en las faldas del cerro de Guadalupe: la del Hoyo del Venado, al oriente de la Quinta de Bolívar, la de Guadalupe aproximadamente a la altura de la carrera 3a con calle 16 o 17 y la de San Bruno sobre la Jiménez entre la 4a y la 5a. Continuaba luego su curso hasta llegar a la altura de la actual carrera 9a con Jiménez, donde comenzaba a formar una ligera curva que, luego de pasar cerca de la plazuela de San Victorino, se prolonga hasta la plaza de los Mártires y desde allí, seguía en línea recta hacia el sur hasta la calle 6a, donde giraba bruscamente al occidente y recibía frente a la Quinta de Ninguna Parte las aguas del río San Agustín”.

26

“De los ríos que cruzaban la ciudad, el río Manzanares era el segundo en importancia. Después cambió su nombre por el de San Agustín, debido a la construcción en su orilla del convento y la iglesia de los agustinos a la altura de las actuales carrera 7a con calle 7a. El río nacía en el cerro de Guadalupe y antes de entrar al casco construido se alimentaba, primero de la quebrada Manzanares y luego de la Peña, además de otras pequeñas acequias. Su curso seguía la dirección de la actual calle 7a desde su origen hasta la carrera 9a, y allí se dirigía en leve diagonal hacia el sur hasta alcanzar la carrera 10a con calle 6a, y por esta seguía hasta desembocar en el San Francisco. Los dos ríos unidos continuaban su marcha al occidente, pasaban el sitio de Aranda, donde

23

Mejía Pavoni, Germán; “Los Años del Cambio”. Sin publicar, Pág. 62 24

Olivos, Andrés; “Los Ríos y puentes de Santafé de Bogotá”. Bogotá. pág. 102 25

Mejía, Germán. Op. cit. 23, pág. 62 26

Vergara, Francisco Javier; Vergara, Francisco José; “Almanaque guía”, Bogotá, 1.881. pág. 56

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un puente de factura colonial daba paso en el camino a Facatativa, e iban a desembocar luego en el río Arzobispo”.

27

“El diseño de la ciudad ha sido en gran parte condicionado por la naturaleza... Se puede decir que el San Francisco determinó el crecimiento de la ciudad y el principal barrio o parroquia ,el de la Catedral, esta delimitado por su tributario el San Agustín. “

28

Entonces, estos dos ríos determinaron en gran forma el ordenamiento espacial de la ciudad colonial ya que marcaron los límites a tres de los cuatro costados de la parroquia principal, la Catedral (el cuarto costado estaba señalado por las laderas del cerro de Guadalupe), que se organizó alrededor de la Plaza Mayor. De esta manera, las otras tres parroquias se ordenaron con relación a la principal, mediante los límites que demarcaban los ríos San Francisco y San Agustín

29. En muchos sectores de la

ciudad el lecho de los ríos era profundo y sus orillas separadas a tal distancia que se hacía necesario la construcción de puentes para cruzarlos, pero la administración colonial no fue expedita en esta materia. Santafé contaba con 10 puentes cuando terminaron las guerras de independencia: de ellos 4 sobre el río San Francisco, 5 sobre el San Agustín y uno sobre la quebrada de San Juanito

30. Por lo tanto, el

aislamiento entre las parroquias de la ciudad colonial era evidente; había que recorrer grandes distancias para encontrar un puente que permitiera la conexión.

“Dejaron los Españoles al servicio de Santafé algunos puentes... porque sin ellos los diferentes sectores de la ciudad entre si y de ella misma con las regiones con las que tenía intercambio de bienes y servicios, se encontraban frecuentemente aislados”.

31

El abastecimiento de agua El uso de los ríos estuvo relacionado principalmente con el aprovisionamiento de agua de la ciudad. En los primeros años la provisión de agua se obtuvo en Santafé de la manera más rudimentaria y primitiva; los indios al servicio de los conquistadores la traían hasta la casa de estos en grandes cántaros que cargaban sobre sus hombros haciendo penosos recorridos de hasta un cuarto de legua

32. Una vez la ciudad fue

creciendo, se necesitó solucionar la provisión de agua potable y para este fin se hizo imprescindible la construcción de pilas y acueductos, que tomaban sus aguas de los ríos que nacen en los cerros orientales. Pero no toda el agua que se utilizaba en la zona construida era tomada de estos ríos, pues al interior de la ciudad existían nacimientos que fueron transformados en fuentes públicas. De los ríos San Francisco, San Agustín, Arzobispo y Fucha y de algunas otras quebradas, fueron tomadas las aguas que alimentaban los primeros acueductos de la ciudad.

27

Pérez, Op. cit. 19, pág,10. 28

Holton; “La Nueva Granada, Banco de la República”, Bogotá, 1.981. Pág. 161 29

Universidad Distrital, Op. cit. 22. Págs 63 y 176 30

De la Rosa, Moisés; “Calles de Bogotá”. Pág. 321 31

Martínez, Carlos. Op. cit. 9, págs. 144-148. 32

Fundación Misión Colombia, Op. cit. 2, Tomo 2, Colonia, pág. 37

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49

” La primera pila que tuvo Bogotá estaba ubicada en la plaza Mayor, tomaba aguas del Río San Agustín. Para llegar hasta la plaza atravesaba una zona abundante en arbustos de Laurel, de allí tomo el nombre de acueducto de los Laureles”

33. “La obra fue lenta en extremo, sufrió varias interrupciones y solo

hacia 1738 quedó concluida”. 34

La Real Audiencia preocupada por el mal estado de las aguas del río San Francisco, pues en la parte alta estaban siendo utilizadas aguas para la fuerza motriz de varios molinos y como lavandería publica, prohibió que sus aguas se siguieran usando de la misma manera, mediante el siguiente acuerdo de 1.557:

“... de aquí en adelante, en ningún tiempo, se monte molino en le río San Francisco desde el puente hacia arriba... que no se lave río arriba ni se echen ningunas inmundicias para que dicho río este limpio”. (pie de página)

Ante el fracaso del acueducto del río San Agustín, optó entonces el cabildo por un segundo acueducto, valiéndose de las aguas del río Fucha. En la reunión del Cabildo del 5 de enero de 1.589, es decir, cinco años después del mandato del oidor Salazar, aclararon los cabildantes:

“Que lo mejor era traer agua del río Fucha, servicio que debía complementarse con la construcción de un arca y almacén para recoger el agua por la propia acequia de la fuente, y ejecutar y limpiar los caños, para lo cual es necesario la cal, ladrillo y aceite y estopas y otras cosas.”

35

Para la ejecución del acueducto el cabildo ordenó :

“Los regidores de aguas se junten esta tarde para supervigilar que se encañe el agua del río Manzanares con la que viene del río Fucha por ser ambas pocas, separadas, y necesitarse reunirlas para el abastecimiento de la ciudad.”

36

En el año de 1.665 se procedió a la construcción de un tercer acueducto, que debería surtir de agua la parroquia de las Nieves. El párroco Cuadrado Solanilla, pidió al cabildo la construcción de una pila así :

“Es mucha la necesidad de traer agua corriente a este vecindario, al centro de este porque hay muchas panaderías que se proveen de fuentes que por ser muy distantes las mujeres que van a tomarla corren peligro”

37

Finalmente la pila se construyó, tomando aguas del río San Francisco por medio de un caño abierto. El cuarto acueducto se adelantó bajo el gobierno del virrey Solís, el cual permitiría normalizar el suministro de agua a la ciudad.

33

EAAB- ESP, Universidad externado de Colombia; “El agua en la historia de una ciudad”. Bogotá, 1.997. pág. 38 34

EAAB, Op. cit. 33, pág. 38 35

Fundación Misión Colombia, Op. cit. 2, Tomo 3 Colonia, pág. 138 36

Ortega Ricaurte, Enrique; “Cabildos de Santafé de Bogotá”, Archivo Nacional de Colombia. Bogotá. Pág. 149 37

Ortega Ricaurte, Daniel; “Cosas de Santafé de Bogotá”. Academia Colombiana de Historia, Biblioteca Eduardo Santos, Editorial ABC. Bogotá, 1.959, pág. 132

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50

”Para tal finalidad se construyó una bocatoma en el río San Francisco a la altura del Boquerón y se excavó la acequia que condujo el agua hasta el viejo estanque situado en inmediaciones de la iglesia de Egipto. Esta obra promovió la explanación de este recorrido, obra que por su ubicación y hermosa vista de la ciudad ascendió espontáneamente a la categoría de paseo. Paseo de la Agua Nueva se le llamó y aunque no fue muy concurrido recibió más tarde el distintivo de paseo Bolívar, distintivo que todavía conserva”.

38 “El acueducto

bajaba por la calle 10 hasta la Plaza Mayor. De este se alimentaban el chorro de Egipto y el del Señor Hoyos”

39.

“El Día del señor San Fernando Rey y Patrono de España, miércoles 30 de mayo de 1757, corrió el agua nueva a la pila de la plaza Mayor, traída del boquerón, a el fomento del Excelentísimo señor Virrey de este reino don José Solis y Folch de Cardona (que Dios guarde) y su Excelencia subió a verla echar, por la tarde, con todos los señores ministros, Contadores y otros caballeros y mucho gentío.”

40

Existió un quinto y último acueducto en la Santafé colonial, el acueducto de San Victorino, que tomaba agua del río Arzobispo y llegaba a la plaza por medio una acequia abierta. La pila fue realizada con planos del arquitecto Fray Domingo de Petrés.

“Los vecinos ansiosos de tener unan pila en su plaza, presentaron en 1.680 una petición con el ruego de obtener ese servicio, y apenas en 1793 pudo el cabildo satisfacer tan justas aspiraciones”

41

El Ingeniero Manuel H Peña, comentaba sobre los problemas de provisión de aguas en esta época en Santafé:

“Los acueductos son de mala construcción, consistiendo en un canal excavado al aire libre en las tomas de agua de algunos de ellos y prolongado hasta cierta extensión. Este canal se convierte en una cañería de piedras redondas o apenas recortadas colocadas sin cimiento alguno o con mala mezcla de cal grasa y arena, en las cercanías de la ciudad: con mal cimiento, dentro de la ciudad misma, dando lugar a evaporaciones, infiltraciones y pérdidas de más de la mitad del agua aprovechable, absorbiendo los residuos de las materias orgánicas y excrementicias del suelo permeable, y dando origen a enfermedades del estómago, sobre todo en las épocas de calor”

42.

Moviendo engranajes Las corrientes de los ríos que bajaban de los cerros, en especial la del río San Francisco, prestaron otros servicios a la ciudad, además de los ya mencionados. Entre ellos se destaca la utilización de la energía hídrica para mover los molinos de trigo y la

38

Fundación Misión Colombia. Op. cit. 2, Tomo 1 Colonia, pág. 282 39

EAAB, Op. cit. 33, pág. 38 40

Tiempos Coloniales; “El Diario de Vargas Jurado”. Bogotá, 1902. Pág. 62 41

Fundación Misión Colombia. Op. cit.. 2, Tomo 1 Colonia, pág. 139 42

EAAB, Op. cit. 33, pág. 40

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maquinaria utilizada en diversas fábricas como curtiembres y chircales. Pedro Briceño, inició en 1.547 la industria molinera con el primer molino movido por fuerza hídrica montado por él, en la parte alta del río San Francisco. fray Pedro Simón escribió en 1623:

“En el San Francisco están las moliendas de trigo, por ser capaz para eso, por que el otro (San Agustín) más es de pluvias que de natural origen”.

Lucas Fernández de Piedrahita en 1.666 comentó:

“El río San Francisco es tan provechoso que forma una acequia con que dentro del circulo de la población muelen ocho molinos”. (pie de página)

Otra de las industrias coloniales que tuvieron que ver con los cerros orientales y sus ríos, fue la de curtiembres. Esta actividad se “inicia en 1.542 y se deduce del acta del cabildo fechada el 7 de diciembre de ese año y que dice textualmente: Cristóbal Toro pidió junto al río ( San Francisco) para hacer una tenería ; se le proveyó un lugar”

43.

Esta industria fue importante para la Santafé colonial, pues las pieles curtidas se requerían para diferentes utensilios como zapatos, sillas y aperos de montar, taburetes, canapés y otros mobiliarios domésticos. Cabe anotar que las aguas de estos ríos eran también utilizadas por los centenares de lavanderas que iban regularmente a sus orillas

44. Fue una actividad tan importante en

Santafé que el barrio de Las Aguas, que era cruzado por el río San Francisco, “recibía el nombre de Barrio de las lavanderas”

45. Este oficio continuó hasta bien entrado el

siglo XIX. 46

4.2.2 La despensa de la ciudad

La madera y la leña En la historia colonial los cerros orientales fueron importantes para la construcción física y para el sustento de la ciudad; de ellos se tomaron por largos años la leña para las cocinas e incipientes industrias de Santafé y los más importantes materiales de construcción. De hecho la construcción de la ciudad se debió al aporte que hicieron los bosques, piedras y arenas de las laderas de los cerros orientales. Por su cercanía al trazado fundacional, fueron el depósito ideal de materias primas básicas para la construcción de los edificios religiosos, civiles y de vivienda en la ciudad. Carlos Martínez escribió sobre la importancia de la madera para construir y de la leña para cocinar durante esta época, en el siguiente aparte:

43

Fundación Misión Colombia. Op. cit. 2, Tomo 1 Colonia. Pág. 126 44

Mejía, Germán; Op. cit. 23, pág. 73 45

García, Juan Crisostomo, 1.833. En: Martínez, Carlos; “Bogotá Reseñada por cronistas y viajeros ilustres”. Editorial Escala. Bogotá. Pág. 100 46

Esta misma nota de prensa comenta el daño que a la salud pública causaba el lavado de ropas en los ríos de la ciudad...”La urgencia de establecer lavaderos públicos en esta ciudad, cuya salubridad afecta, quizás más que ninguna otra causa, la falta de agua limpia para el efecto, la forma bárbara en que se hace y la promiscuidad que resulta de

contactos y humores pestilentes...”. En: El Telegrama, No 1938, Abril 13 de 1893; “Tranvías y Lavanderos”.

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“Los cerros orientales fueron un almacén abastecido de materiales, los más indispensables en primera instancia a la empresa de levantar casas y edificios... Los Bosques dieron leña para cocinas, tejares, herrerías y fundiciones, y todas las maderas empleadas en la construcción. Se surtieron los colonizadores de la paja de los cerros para techar, conforme a la técnica de los naturales se utilizó en numerosas construcciones. Tal fue la contribución de la serranía para los modestos programas arquitectónicos de Santafé. Un aporte de pronto empleo y económico por lo abundante e inmediato”

48 .

“A las sencillas estructuras de la cubierta se ataban manojos de paja. Eran estos, y aún lo son en algunas localidades frías, fajos de una planta gramínea propia de las tierras altas y que en Santafé surtieron los cerros de Guadalupe y Monserrate”

49.

“Bosques enteros, aledaños a Santafé, fueron descuajados para proveer maderas ordinarias destinadas a la construcción. Se emplearon rollizas y con resistencias apropiadas para andamios, entramados, cerchas, enmaderado de los techos y como vigas de entrepisos.”

50

La leña extraída de los cerros orientales era un producto de primera necesidad en Santafé, ante todo para la cocción y horneo de los alimentos. Era de tal importancia para el sustento de la ciudad, que en la primera mitad del siglo XVI se fijó un servicio obligatorio a las comunidades indígenas para aportar a la ciudad una cuota determinada en cargas de leña, que recibió el nombre de mita de leña. Más tarde se abolió la mita y aparecieron numerosos leñateros independientes cuyo oficio era proveer de leña y carbón vegetal a Santafé

51 .

Como parte de la excursión que el cronista Holton realizó al boquerón del San Francisco, presentó la siguiente descripción sobre los leñeros :

“ En seguida empezó a llover y como mi salud no estaba para aguantar impunemente un aguacero, tuvimos que dar vuelta y regresar, y allí, recostada a la roca, estaba tratando de descansar una pobre mujer. En la mano tenía un largo cayado y en la espalda un atado de chamizas casi tan grande como ella. Esto es un espectáculo muy común en Bogotá donde utilizan muy poco carbón mineral y venden leña en atados... Estuve tentado, al verle el vestido raído, los pies descalzos y la cara aterida del frío, de darle diez centavos por el atado y tirarlo al río, pero ella lo hubiera sacado del agua para venderlo otra vez.”

52

Cabe anotar que la leña que se tomaba de los cerros orientales, además de servir para las labores domésticas, también fue importante para varias industrias en Santafé. Una de estas industrias fue la de fundición de metales que utilizaba carbón vegetal,

48

Martínez, Carlos. Op. cit. 9, pág. 32 49

Martínez, Carlos. Op. cit. 9, pág. 199 50

Martínez, Carlos. Op. cit. 1, pág. 201 51

Fundación Misión Colombia. Op. cit. 2, Tomo 3 Colonia. pág. 26. 52

Holton, Op. cit. 28. Págs. 232-233. No hay precisión sobre la fecha en que se produjo esta expedición, según el arquitecto Carlos Martínez en la introducción, (página 7) de su libro Bogotá reseñada por cronistas y viajeros ilustres precisa : No dejó Holton sobre cuanto tiempo residió en Bogotá ; sobre su llegada al país consigno los renglones siguientes : “Mi primera vista de la Nueva Granada fue el 21 de agosto de 1852. He aquí querido lector una fecha que debe aceptar ; recuérdela bien ; tal vez no encontrará otra a lo largo de este libro”.

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subproducto de la leña, el cual se tomaba como recurso energético para la fundición. El carbón vegetal es un combustible de gran poder calorífico que se obtenía en la época colonial primariamente, mediante hornos en los que se amontonaba la leña para formar conos amparados de la intemperie con un manto de tierra para obtener una combustión incompleta. Este material intervino con excelentes desempeños en la vida de Santafé, ya que además sirvió para fundir el oro, la plata, el cobre y el hierro.”

53

Otra de las industrias relacionadas con la leña extraída de los cerros, fue la de la pólvora, actividad exclusivamente oficial que se sirvió también del carbón vegetal como uno de los componentes primordiales para su proceso productivo. La primera fábrica de Santafé fue inaugurada por el virrey Messía de La Zerda en 1.768. En el plano de la ciudad elaborado por Domingo Esquiaqui en 1.791 figura esta fábrica, localizada en la parte suroriental de la ciudad, sobre las orillas del río Fucha

54. Aparece también en el

urbanograma de Morata de 1.772, como un edifico de gran magnitud. Continua comentando Martínez:

“De España vinieron los expertos polvoreros. También los loceros, porque el transporte de la pólvora a largas distancias requiere de ánforas torneadas y vidriadas, al calor del carbón vegetal”. (pie de página).

Los chircales y canteras En la descripción del entorno geográfico de Santafé se destacó el aporte inmediato, sencillo y económico que proveyeron los cerros orientales. Los ricos estratos de arcilla ubicados a lo largo de los cerros orientales estimularon la fabricación de ladrillos para muros, pisos, tejas, utensilios y vasijas diversas. El español se atuvo en gran medida a la contribución de esos materiales a su alcance y que por su rusticidad inmediata impusieron sencillas medidas arquitectónicas. En el pie de monte se encontraron los bancos de arcillas, arenas y en los ríos materiales pétreos de acarreo

55.

La industria de ladrillos y tejas, cuyos primeros locales se ubicaron en las laderas del cerro de Guadalupe, en especial en el barrio de Santa Bárbara, fueron las primeras industrias extractivas que tuvieron lugar en los cerros orientales. El arquitecto Carlos Martínez escribió sobre el desarrollo de esta industria los siguientes apartes:

“La historia de esta industria se inicia al amanecer mismo de la ciudad de Santafé. Las actas del cabildo santafereño informan que Gregorio López fue el introductor de la técnica relacionada con la elaboración de ladrillos y otros productos cerámicos destinados a la construcción. López para su loable empeño obtuvo del cabildo, el 12 de septiembre de 1541, “donde hacer horno para tejar, solar, estancia”. ....En el curso de los años, surgieron otros alfareros que instalaron sus tejares a lo largo del pie de monte del cerro de Guadalupe, muy rico en arcillas y en abundantes bosquecillos de chircas. Chirca es un vocablo chibcha con el que los naturales designaban al arbolito euforbiáceo de ramas y troncos grisáceos.”

56 “La capa vegetal de los cerros permitía el

53

Martínez, Carlos. Op. cit.. 1. Pág. 126 54

Mejía, Germán. Op. cit. 23, pág. 129 55

Mejía, Germán. Op. cit. 23, pág. 199 56

Martínez, Carlos. Op. cit. 1, pág. 126.

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crecimiento en abundancia de estos bosquecillos de chirca, este es un arbusto delgado de no mas de 2.50 metros de altura pero de gran poder calorífero

57”.

La conformación geológica de esta parte de los cerros orientales, sumado a la existencia de la chirca, permitió el desarrollo de los llamados chircales en esta parte de la ciudad. La palabra chircal, de legítimo arraigo Santaferño, perdura hasta nuestros días para designar el lugar donde se fabrican adobes, ladrillos y tejas de elaboración manual. Otros cronistas referencian también la existencia y el desarrollo de estos chircales :

“También se saca de las entrañas de los cerros y de los escarpes de los ríos un excelente gres que sirve para los enlosados,...

58.”

“La conformación geológica de la parte baja de sus laderas facilitó el hecho de que Bogotá fuera vista desde lejos o desde la cima de los montes como un mar de techos de teja, y que el piso de muchas de las casas estuviera cubierto de enlozados elaborados con tierras arcillosas provenientes de tales lugares (los cerros) .

59 ”

“Los cerros de oriente eran fuente de muchas de las materias primas de la ciudad. En ellos se encontraban, entre otras, rocas de arenisca arcillosa de dos clases: una muy blanda de fácil laboreo, que se aplica a construcciones, y otra muy dura (guijarro), destinada generalmente a pavimentos y a obras de mampostería ordinaria, arenisca silicia, carbonatos de cal y de magnesia (dilomías), arenas arcillosas y silicias de muy buena calidad para morteros: carbones , betunes.”

60

Los árboles y arbustos eran el único medio posible para obtener durante la colonia energía calórica, situación que generó una indiscriminada tala de árboles que llegó a agotar los recursos vegetales y dejar las laderas de los cerros orientales desprovistas de verde, como lo muestran las diferentes iconografías de la época, condición de devastación que continuó hasta los primeros años del presente siglo.

“...pero el aspecto de Bogotá es triste lo mismo de lejos que de cerca, pues sus alrededores están desprovistos de arboles que pudieran velar, hermoseándola, la monotonía de las laderas desnudas de las montañas que las enmarcan, cuyos tintes grises o sombríos se confunden con los de las pesadas techumbres de teja que tienen todas las casas...”

61.

4.2.3. Caminos e intercambio comercial: hay otro paisaje mas allá Salvo por el interés manifiesto de los naturalistas y el valor religioso de las montañas, los cerros de oriente no fueron para los residentes de la ciudad sitio de paseo sino de

57

Martínez, Carlos; “Apuntes sobre el Urbanismo en el Nuevo Reino de Granada”. Bogotá, 1.967, pág. 64 58

Crónicas de L.R 1.803 59

Mejía, Germán. Op. cit. 23, pág. 199 60

Mejía, Germán. Op. cit. 23, pág. 199 61

Le Moyne Augusto; “Viajes y estancias en América del Sur”. Bogotá, 1.834, pág. 78

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peregrinación 62

. Los paseos se realizaban hacia las llanuras, buscando la vega de los ríos, no los cerros orientales. Sin embargo, un lugar que llamaba mucho la atención a los extranjeros, aunque pocos entraron en el, era el boquerón del río San Francisco. Holton describió este espacio así :

“El camino sube rápidamente hasta que queda encajonado en la montaña, y a la iglesia de Monserrate, a la izquierda , desaparece de la vista.... Finalmente llegamos a un desfiladero tan estrecho que para seguir tuvimos que trepar por un cerro rocoso al sur del sendero..... Los pobres campesinos siguen el lecho de la quebrada cuando esta no está muy crecida, para evitarse el cruel ascenso y descenso por esas escalas de guijarros siempre húmedos... El paisaje que nos rodea es el más agreste y magnífico que recuerdo haber visto. Por más de una milla los desfiladeros son tan escarpados que no se puede pensar en escalarlos y la hondonada es demasiado estrecha para construir una carretera.

A través de esta estrecha garganta llega gran parte de las provisiones que se consumen en Bogotá, cargadas sobre los hombros de hombres y mujeres y sobre los lomos de bueyes. A todas horas del día y en especial el viernes por la mañana (día de mercado), fluyen por la hondonada leña, carbón, trigo, aves, trementina de frailejón en los recipientes de las hojas y hasta plátanos de las regiones cálidas que hay al otro lado de las montañas.”

63

Por el cañón pasaba una trocha bastante frecuentada por indios y mestizos la cual comunicaba a Santafé con los asentamientos de oriente y los páramos ubicados en las alturas de los cerros Orientales. El arquitecto e historiador Carlos Martínez escribió a acerca de estas conexiones con oriente:

“En el plano de Santafé en 1,797 elaborado por Carlos Cabrer se señala con el nombre de Camino a Fómeque. Por éste acudían labranza, aves, huevos y flores. No tuvo mayor importancia económica porque los territorios no sobresalían por sus adelantos agropecuarios. Bajo el gobierno del virrey Solís se adecuó y prolongó este sendero hasta Villavicencio, cabecera de los llanos, región prácticamente desconocida entonces sin geografía y sin historia.”

64

De los caminos reales, se tiene certeza de que existían por lo menos tres que cruzaban los cerros orientales: en 1.605 Juan de Borja mandó a construir un camino entre Bogotá y los llanos a través de Cáqueza, siguiendo un camino indígena existente que llegaba a la sabana a través del boquerón del río San Francisco ; otra ruta, salía del boquerón del San Francisco y bajaba por Choachí, Fómeque y Quetame; saliendo por Usme existía otro camino que comunicaba con los llanos a través de río Blanco

65.

Posteriormente, más hacia el norte existió un camino real que subía por la cuenca de la quebrada la Vieja y otro más que subía a la altura de Usaquén, los cuales se unían en la cima con otro que iba de Choachí al sur de Sopó y Guasca.

62

Mejía, Germán. Op. cit. 23, pág. 199 63

Holton, Op. cit. 28, pág. 165 64

Martínez, Carlos. Op. cit. 1, pág. 201 65

Langebaek, Carl; “Los Caminos del Piedemonte”. Universidad de los Andes. 1.997. Sin publicar

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MAPA URBANOGRAMA DE MORATA 1772 MARTINEZ, Carlos, Santa Fe Capital del Nuevo Reino de Granada, Editorial Banco Popular, Bogotá, 1987. B.C.3

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4.2.4. Un espacio para el culto Monserrate y Guadalupe contribuyeron a formar el paisaje urbano de Santafé, un paisaje lleno de actividad. La relación de los habitantes con los cerros tutelares empezó a consolidarse al ritmo de las transformaciones urbanas. Aún más, la vinculación de los cerros con la urbe se fundó en profundas creencias y prácticas religiosas que tenían su origen incluso desde la ocupación indígena.

66

Como se vio en el apartado anterior, los muiscas tuvieron una íntima relación de carácter ritual y mágico con los cerros orientales. La montaña para los indios, era por su elevación, lo más próximo al cielo, el centro del mundo y del cosmos; la montaña simbolizaba la residencia de las divinidades solares y las cualidades superiores del alma, por esto era sagrada. Las lagunas en lo alto de los cerros y los ríos eran motivo de adoración, lugar de múltiples rituales y significaban el nacimiento de su civilización. A su vez el árbol es el símbolo de la vida en perpetua evolución cósmica, muerte y regeneración. Relaciona los tres niveles del mundo (raíces), la superficie de la tierra, (tronco y ramas) las alturas, que atraídas por la luz ascienden hasta el cielo. Los árboles eran símbolo de los poderes femeninos de la procreación. Toda la energía vital de la tierra estaba representada en la montaña, sus aguas y sus árboles.

67

A los conquistadores, misioneros y cronistas les llamó la atención esta particular relación que mantenían los indios con los cerros y la naturaleza. Gonzalo Jiménez de Quesada en su Epítome comentó :

“Cuanto a lo de la religión, digo que en su manera de errar, son religiosísimos.......Tienen sin esto infinidad de ermitas en montes, en caminos y en diversas partes. Tienen muchos bosques y lagunas consagradas en su falsa religión, donde no dejan cortar un árbol ni tomar una poca agua, por todo el mundo En estos bosques van a hacer sacrificios y entierran oro y esmeraldas en ellos; lo cual está muy seguro que nadie los tocará en ello, porque pasaría que luego se habían de caer muertos. Lo mismo es lo de las lagunas, las que tienen dedicadas a sus sacrificios, que van allí y echan mucho oro y piedras preciosas que quedan perdidas para siempre.”

68

Juan López de Velasco también comento en 1572:

“...son grandes idólatras, y todo cuanto procuran adquirir es para ofrecer a sus santuarios, que tienen muy escondidos y encubiertos en las montañas, y así reciben mal la doctrina cristiana.”

69

Pero la fundación de Santafé no puso fin a la creencia muisca de adorar ciertos lugares en las montañas, más aún las prácticas mágico - religiosas continuaron y los senderos que conducían a las lagunas sagradas siguieron funcionando hasta bien entrado el siglo XVII. Durante la primera época (segunda mitad del siglo XVI) fue preocupación esencial y prioritaria de las autoridades españolas el adoctrinamiento de

66

Mejía, Germán. Op. cit. 23, pág. 199 67

Molina Luis F; “Cerros, Humedales y Areas Rurales”. DAMA, 1997. 68

Parte del “Epítome de la conquista del nuevo Reino de Granada”, que se le atribuye a Gonzalo Jiménez de Quesada. 69

Martínez, Carlos; “Bogotá reseñada por Cronistas y viajeros ilustres”. Fondo Editores, Bogotá, 1.978. pág. 21

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los indígenas en la Fe cristiana. Para los jerarcas del gobierno era claro que sólo difundiendo y arraigando entre los aborígenes los fundamentos del cristianismo y enseñándoles la lengua castellana, podría contarse con ellos como verdaderos vasallos de la corona. Dentro de la lenta pero incesante campaña de las autoridades por incorporar definitivamente a los aborígenes a los esquemas de la civilización occidental y cristiana, hubo un énfasis muy marcado en la erradicación de las prácticas rituales asociadas a la idolatría y el culto de las falsas deidades prehispánicas

70. Una de las

estrategias llevadas a cabo para imponer la fe cristiana y la civilización occidental a los indígenas, fue la de colonizar el paisaje de la ciudad con todo el poder constructivo y representativo del imaginario católico, el cual se impuso de manera monumental en todos los puntos cardinales de la ciudad y de manera destacada en los cerros orientales. Dentro de la estructura urbana, las iglesias y conventos sobresalían con gran fuerza en la imagen de la ciudad. El papel de estas construcciones como verdaderos hitos urbanos no resultó únicamente en el gran número de éstas, sino también en la manera en que estos edificios rompían la uniformidad del paisaje urbano

71. Por ello un testigo

afirma ”que con sus respectivas cúpulas y torres animan la vista de la ciudad” 72

. Al predominio de las construcciones religiosas en el paisaje, debemos agregar que ellas fueron las únicas construcciones realmente diferenciadas dentro del conjunto de la arquitectura colonial. Varios de los principales edificios públicos apenas se distinguían de las viviendas; otras fueron ubicadas en viviendas que se adaptaron para el fin institucional.

“Los edificios destinados a oficinas del gobierno o a servicios públicos, como los ministerios, la aduana, el correo, la casa de la moneda y lo que se llamaba el palacio del presidente no se diferencian en nada de las casas de los particulares a no ser por los escudos que había encima de la puerta de entrada o por la garita de los soldados que montaban guardia.”

73

Escribió también Carlos Martínez sobre el tema :

“Las características naturales del medio geográfico tuvieron para la urbanística de Santafé notables influencias, pero la de las creencias religiosas fue más poderosa. Aquellas le dieron clima, paisaje y recursos, y esta, carácter y fisonomía, mediante las numerosas capillas, iglesias y conventos. Avanzada la Colonia, para el viajero que se acercaba a la ciudad, el espectáculo de las torres y espadañas, que destacaban sus siluetas en la masa oscura de los cerros, le prometía una urbe y rica y adelantada.”

74

70

”Puesto que los indios que eran sorprendidos en el ejercicio de su culto pagano sufrían penas que para ellos eran la máxima deshonra, tales como la pérdida de los cabellos y de la manta conque se cubrían.” En: Fundación Misión Colombia. Op. cit. 2, Tomo 4 Colonia, págs. 10-11 71

Mejía, Germán. Op. cit. 23, pág. 178 72

Cartas Escritas desde Bogotá; citado por Mejía, Germán. El autor de esta cita es anónimo Op. cit. 23, pág. 94 73

Le Moyne, Op. cit.. 61, pág. 118 74

Martínez, Carlos, Op. cit.. 1, pág. 90

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Además de influir las construcciones religiosas sobre el paisaje urbano, tuvieron impacto también sobre el paisaje natural. Al construir sobre los espacios naturales (como los cerros) se lograba, por medio de nuevos símbolos, reemplazar unas prácticas mágico - religiosas por otras. Estos nuevos símbolos artificiales proponían cambiar la manera en que los indígenas se relacionaban con los accidentes naturales, con el fin de transformar el territorio y domesticarlo bajo los parámetros españoles a legitimar. Los ríos principales de la ciudad cambiaron su nombre indígena o pagano por un nombre asociado al imaginario cristiano. Ejemplos de estos cambios de nombre son el de Vichacá por el de San Francisco, el del Manzanares ( no se conoce el nombre indígena de este río) por San Agustín en 1575 y el del Fucha por el de San Cristóbal, este último por la pintura que de este santo se realizó en esta época sobre una gran piedra en la parte alta de su curso, la cual sólo se borró hasta entrado el siglo XIX

75. El

río Arzobispo, ubicado en los terrenos del norte de San Diego, tomó su nombre de una quinta que en sus orillas poseía la jerarquía eclesiástica. La imposición de estos nombres, entre otros, demuestra la manera contundente en que los españoles impusieron su imaginario sobre el espacio prehispánico. Los ríos, para los españoles, eran importantes para el sostenimiento de la ciudad, pero para los indígenas eran de carácter sagrado. Al cambiar el nombre, con el paso tiempo y la consolidación de las nuevas costumbres religiosas, el importante significado muisca se fue diluyendo hasta desaparecer, quedando como legítimo y único el imaginario más fuerte: el católico. Un cronista escribió al respecto:

“El invasor les había quitado a los indios cuanto poseían. Ya no podían adorar al sol y las aguas en las altas montañas”

76 .

Otro de los ejemplos del proceso de imposición de este imaginario, fue cuando Juan de Castellanos, en 1.520, consideró que el bosque nativo era un criadero de pestilencias y por esta razón encargó a varias cuadrillas para que lo destruyeran. En 1.575 el gobierno español emprendió una caza en contra de los nogales por ser el árbol que adoraban los indios

77 .

Otras de las formas de domesticar el territorio por parte de los españoles, de suma importancia para esta investigación, fue la costumbre cristiana de fundar ermitas en las soledades de los cerros. Algunos cronistas e historiadores escribieron acerca de la fuerte imagen que representaban las iglesias y conventos en el paisaje natural y urbano de Santafé:

“La iglesia fue el mayor pilar de la sociedad colonial y el catolicismo llenó uno a uno casi todos los intersticios del vivir cotidiano, desde el nacimiento hasta la muerte....Las iglesias llegaron a ser los más grandes casatenientes, y en conjunto poseían más de la mitad del suelo sabanero.”

78

75

Pérez, Op. cit. 19 pág. 10 76

Forero, Manuel José; “Bogotá 450 años De los Orígenes al Deslumbramiento”. Universidad Distrital, Bogotá 1988. Pág. 118 77

Molina Sánchez, Gonzalo; “Guía de Arboles”. DAMA. Editorial Tercer Milenio, Bogotá. 1.997 78

Fundación Misión Colombia, Op. cit. 2, Tomo I Colonia, pág. 29

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“Desde los primeros días de la conquista habían fijado los soldados fundadores de Bogotá sendas cruces sobre las cúspides de las eminencias de Monserrate y Guadalupe.”

79

La tradición española aunada, o mejor sobrepuesta, a la creencia indígena dio lugar a la construcción de pequeñas capillas tanto en el pie de monte como en la cumbre de los cerros orientales, además de una serie de pequeñas celdas donde en siglos pasados vivían ermitaños o penitentes y en que los peregrinos descansaban y pasaban la noche.

80

“No pasaron desapercibidos de los santafereños los altiplanos de los cerros como lugar indicado para hincar una cruz o para levantar ermitas y oratorios; pusieron manos a la obra en 1556 con una capilla bien encumbrada sobre el nivel de la plaza mayor, para venerar en ella una imagen de la huida a Egipto.”

81

“.....Los dos cerros que le sirven de guardianes de nombre Guadalupe y Monserrate fueron coronados por los españoles con dos conventos ungidos bajo las mismas advocaciones; el de Guadalupe desapareció destruido por un terremoto, el de Monserrate existe y es frecuentado por numerosos viajeros y peregrinos.... A quien se acerca a Bogotá por el occidente se le presenta la ciudad como un alud de casas y torres que hubiera roto el dique de un embalse situado detrás de los cerros de Guadalupe y Monserrate y bajara cubriendo la planicie... capillas de las cuales la de la Peña y la de Egipto, situadas a cierta altura del cerro de Guadalupe, son lugares de romería y desde las que se domina una espléndida vista.”

82

“Al observar el urbanograma de Morata se hacen presentes, en los repliegues de los cerros, vistosas capillas..... Se nota el predominio del artista por destacar sobre el espléndido telón de fondo proporcionado por las masas imponentes de los cerros, las torres, cúpulas y espadañas de como expresión manifiesta de entrañables sentimientos religiosos. Si se hiciera caso omiso del papel que desempeñaron esos afectos se carecería de la clave para comprender el cometido del edificio religioso en esta ciudad sin cafés, sin teatros, sin parques ni jardines públicos y sin siquiera el circo de toros tan propio para la expresión emotiva de los españoles. Indiferente les era el mudo mundano, lo puramente terrenal, y a la mano tenían las naves de las iglesias que se desempeñaban como centros de vida diaria; y eran a la vez fuentes de alivios espirituales; aulas a las que se a acudía a recibir o a fortificar las enseñanzas cristianas; ámbito se ungía al recién nacido, se desposaba a los jóvenes y se encomendaban al cielo las almas de los difuntos”.

83

Lo imponente y numeroso de las construcciones de carácter religioso en el trazado de la ciudad, sumado al cambio de nombre de los accidentes geográficos y las intervenciones en el paisaje de los cerros tutelares conformaron, en conjunto, la

79

Ibañez, Pedro María; “Crónicas de Bogotá”. Editorial ABC, Bogotá, 1.891 Tomo 1. Pág. 214 80

Steuart; “Narración de una expedición”. Bogotá, pág 177. 81

Martínez, Carlos, Op. cit.. 9, pág 46 82

Conselheiro Lisboa, 1853. En: Martínez, Carlos. Op. cit.. 69, pág. 80 83

Martínez, Carlos, Op. cit.. 9, págs. 58-59.

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estrategia capaz de transformar el paisaje desconocido, hostil y ajeno, en el paisaje conocido, doméstico y del mundo hispánico. Estas intervenciones en el conjunto urbano y paisajístico, aseguraban a los recién llegados la manera de implantar de una vez y para siempre su poder y sus costumbres. Santafé tenía en sus extramuros de oriente, al terminar la época colonial, la ermita de Belén, la de Egipto y la iglesia de Las Aguas; más arriba sobre las faldas de Guadalupe, la ermita de La Peña; y aun más arriba otras dos en las cimas de Monserrate y Guadalupe, destruida la última por los terremotos que asolaron la ciudad a fines del decenio de 1820. Además, hacia el sur, en la parte alta del llano que separa la ciudad del río Fucha, existió una recoleta de los Dominicos, San Vicente, ya en ruinas para principio del siglo XIX.. Las asociaciones mágico - religiosas de los habitantes con los cerros explican esta abundancia de lugares de peregrinación y adoración . Monserrate y Guadalupe estaban rodeados de un halo de misterio que era reproducido por las leyendas que se contaban una y otra vez, o por las fervientes creencias en tesoros ocultos que, protegidos por almas en pena o el demonio, podían sin embargo ser hallados al señalar los fuegos fatuos el lugar donde se encontraban. Al respecto escribió un viajero hacia comienzos del decenio de 1830:

“Cien veces he oído narrar que según una tradición de los indios, había un ciervo de oro de tamaño natural enterrado desde la llegada de los españoles al país; en una caverna de las montañas que protegen a Bogotá, situada en línea recta con el emplazamiento que ocupa la catedral y que, siempre de acuerdo con la tradición, algunas noches se ven ir y venir llamas en derredor de aquella cueva misteriosa.”

84

La ermita de la Peña fue inicialmente construida en un sitio mas alto que el actual, en el cerro de Guadalupe, en el lugar en el que la virgen se apareció a un habitante de la ciudad, sitio en donde se encontraron unas estatuas milagrosamente esculpidas en la roca, según lo establecido en la tradición; luego de ser trasladada la ermita al cerro de los Laches, “en el sitio se coloco una gran cruz que se domina en toda la ciudad”

85.

Holton escribió con relación a estas estatuas:

“Dejando atrás las goteras de la ciudad, subimos hasta la iglesita de La Peña, donde estaban las estatuas milagrosas de la sagrada familia y la imagen de un ángel que lleva la custodia donde se guarda la hostia consagrada. Son las imágenes más veneradas que vi en la Nueva Granada. Cuentan que un indio las encontró en un pico casi inaccesible de la montaña, esculpidas en la roca......vistieron las imágenes llamativamente y las colocaron en el camarín, donde siguen haciendo milagros.”

86

“En Monserrate la ermita en su cima guarda la imagen del señor caído, objeto frecuente de peregrinación individual, así como masiva una vez al año y

84

Le Moyne , Op. cit. 61, pág. 123 85

Ortega Ricaurte, Daniel. Op. cit.. 37, pág. 123 86

Holton, Op. cit.. 28, pág 237

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rodeada de grandes festividades. Cerca de esta ermita estaba el chorro milagroso, fuente de agua perenne que maravilla a todos los habitantes”

87.

Por su parte Steuart escribió sobre Guadalupe :

“La edificación que fue demolida por el terremoto, cuyo impacto fue tan tremendo que lanzó montaña abajo una inmensa masa de material a una plataforma de la montaña, entre otras cosas, la imagen de piedra de Nuestra Señora que sin embargo, no sufrió daño alguno de la informal modalidad de su descenso. Los monjes difundieron la noticia tal como si hubiese sido un milagro, y una creencia se vio fortalecida aún mas por el hecho de que la mañana siguiente la misma imagen, mostrando su incalificable predilección por la antigua morada, había regresado durante la noche al sitio acostumbrado.”

88

Se podría seguir mencionando muchas otras creencias y prácticas asociadas a los cerros, pero no se haría más que repetir los ejemplos anotados. Sin duda, la percepción que del lugar construido tenían los habitantes estaba asociada con lo que era entendido como sobrenatural. La creencia de que las soledades de los montes son propicias para las manifestaciones divinas y la idea de que la altura significa cercanía al cielo, estaba profundamente arraigada en la mente de los santafereños

89.

4.2.5. La definición del paisaje colonial

A pesar de la importancia de los caminos que unían a la ciudad con las provincias de oriente, desde el punto de vista paisajístico y desde una perspectiva contraria, Santafé fue un balcón sobre la Sabana. Las circunstancias climáticas de su ubicación hacían de esta ciudad un punto gris y encapotado que miraba hacia un occidente luminoso, con extensos sembradíos de trigo que reflejaban su color de Sabana produciendo deliciosos matices

90 .

La red de caminos que cruzaba los cerros unía estratégicamente a la ciudad con otro paisaje, otro mundo que quedaba a sus espaldas. Cuando desde la ciudad se miraba al oriente solo escarpadas montañas componían el paisaje. Por ello, el mundo atrás de ella desaparecía. Este hecho explica aún más el nudo existente entre la ciudad y la sabana y da razón del generalizado argumento de que la ciudad dependía en su mayoría de lo que la planicie le entregara, sin olvidar la otra relación de dependencia que existía con los llanos, los páramos y el piedemonte sobre el que estaba recostada la ciudad

91. Algunos cronistas escribieron sobre la relación preponderante que jugaba

la sabana para conformar la imagen de la ciudad :

“La ciudad está construida entre la serranía que le cubre las espaldas y la extensa sabana que le muestra el horizonte, es decir su ubicación recuerda un anfiteatro”

92

87

Steuart. Op. cit.. 50, pág 177 88

Le Moyne. Op. cit. 61, pág 182 89

Mejía, Germán. Op. cit. 23, pág 58 90

Fundación Misión Colombia, Op. cit. 2, Tomo I Colonia, pág. 28 91

Pérez. Op. cit.. 19, pág. 10 92

Gosselman, Carl August; “Viaje Por Colombia”. Banco de la República, Bogotá, pág. 198

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“Todo viajero se demora para ver la ciudad por ser esta del mismo color sombrío de la montaña que se yergue detrás.... cuyas amplias proporciones dominan la sabana.”

93

“Esta plantada la ciudad de Santafé al remate y casi en los llanos de las espaldas de las sierras que es la cordillera... Esta cordillera que es tan prolongada que comenzando desde el mar del norte... Es de agradable vista porque la eminencia que tiene sobre la sabana que tiene en frente en forma de medio circulo, la señorea toda hasta parar la vista... Abúndala principalmente de aguas que se descuelgan de la serranía de sus espaldas... La mitad de la ciudad a la parte de la sierra es de suelo mas enjuto que la otra mitad por tener fuentes, manantiales de buenas aguas que nacen dentro de muchas casas.”

94

Al fin de cuentas la sabana predominaba sobre las montañas por ser la tierra plana, fértil y luminosa que tanto maravilló a los españoles a su llegada. El tan ponderado “Valle de los Alcaceres” era descrito invariablemente como una comarca bella y “regalada de los favores de la primavera”. Innumerables textos desde la colonia hasta el siglo XIX hablan sobre el verdor de sus praderas, la abundancia de sus cultivos, las enormes fincas ganaderas y la variedad de la fauna y la flora. La ocupación de Teusaquillo, actual “plaza del Chorro de Quevedo, que sirvió como resguardo militar ubicado en la parte alta del territorio, permitió al campamento una importante visión panorámica sobre la planicie

95. De esta situación de dominio visual

se desprendió otra forma de valoración de los cerros que estaba arraigada en una costumbre paisajística que tiene su raíces en el momento mismo en que el oficial de Quesada escogió este lugar como el propicio para la futura población. Por lo tanto, Santafé miraba hacia la Sabana porque los cerros lo obligaban a ello y es la condición de dominio visual sobre ésta la que llevó a los españoles a valorar el piedemonte por encima de esta para implantar la ciudad, pues su ventaja comparativa desde el punto vista militar estaba en dos razones básicas: la primera era el resguardo que proporcionaban los cerros a la espalda del campamento y la segunda, sin duda, era la posibilidad de mirar sin barreras hacia la planicie:

“Tierra buena, Tierra buena, tierra donde se ve gente vestida, tierra buena desde la cual se podía ver el valle del Magdalena”

96.

Esta altiplanicie fría, de vegetación pequeña, anegada de ríos y lagunillas recordaba en cierto modo algunos parajes de la madre patria que tanto añoraban los colonizadores.

“Esta obstinada preferencia hacia la sabana es el reflejo en Santafé de la marcada costumbre castellana de preferir la llanura abierta a los bosques

97.

93

Holton Isaac, Op. cit.. 28 94

Le Moyne. Op. cit. 61, pág. 96 95

“Una plazoleta asentada sobre la cota 2660m posición prominente, aparejada al frente por flancos pendientes a la manera de atalaya permite registrar en toda su amplitud el panorama sabanero...”. En: Martínez, Carlos, Op. cit. 9, pág 42 96

“El mirador de Bogotá. En: Diario El Espectador, 8 de abril de 1.997 97

Mejía, Germán. Op. cit. 23, pág. 76

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PLANO DE CARLOS CABRER 1897 MARTINEZ, Carlos, Santa Fe Capital del Nuevo Reino de Granada, Editorial Banco Popular, Bogotá, 1987. B.C.3

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Una vez dejó de ser importante el control militar para los españoles, se transformó la necesidad estratégica de protección en la arraigada costumbre visual de mirar hacia la planicie, hacia el horizonte lejano, hacia la única forma posible de volver a Europa, el río Magdalena.

“La planicie un mar de verdura haciendo oleajes, surcado por argentinas cintas perdiéndose con sus azuladas montañas en el horizonte, dominadas por las melenas de nieve de los gigantes montes de la cordillera central, rodeadas de nubes de armiño y rosa...”

98

En resumen, el lugar donde fue construida la ciudad ocasionaba que esta tuviera una gran amplitud hacia de horizonte. El plano inclinado que forma las estribaciones de Guadalupe permitió a los ciudadanos y visitantes una magnífica vista de la Sabana y sus lejanos límites. El panorama solo era interrumpido por una que otra casa, los muros de algún convento o las torres de las múltiples iglesias. Los cerros catalogados así como extramuro de la ciudad, fueron el sitio ocupado por las personas que se dedicaban a las actividades manuales y artesanales. Los artesanos como los agricultores para los españoles peninsulares, eran oficios de carácter manual propios de plebeyos y moros, en cambio la ganadería, que se practicaba principalmente en la sabana era oficio de señores, bien visto por las clases sociales mas altas. Así pues el habitante de los cerros será el otro, el indígena y el mestizo artesano, quien para elevar su condición dentro del régimen colonial debió emigrar a la ciudad y el lugar para su ocupación fue el que le permitieron: los cerros, por ser estos un territorio de baja valoración para la clase dominante. El desarrollo urbano en los cerros durante estos siglos se caracterizó por que desde “los tiempos de la conquista la ciudad de Santafé quedo circundada por un collar de resguardos y asentamientos de indios a los cuales se les adjudicaron tierras altas en Usaquén , Teusaquillo etc.”

99. De esta forma se consolidaron zonas específicamente

habitadas por indígenas, como la de Pueblo Viejo al extremo oriente y suroriente100

.

Estos asentamientos quedaban justo en el piedemonte de el cerro de Guadalupe, en el lugar que otrora ocupó y valoró estratégicamente Quesada con su campamento conquistador, y que para el final de la época colonial va a ser un territorio desvalorado y por ende ocupado por aquellos que lo habitan por mera necesidad

101.

La ciudad se constituyó entonces exclusivamente en el lugar donde las leyes humanas y divinas son custodiadas y por ende se deslindan de lo natural de lo salvaje, lo boscoso. Se introdujo así un aligeramiento de la densidad boscosa, en virtud de la cual apareció el escenario adecuado para que lo civilizado se produjera.

99

Carrasquilla, Juan Carlos; “Quintas y Estancias de Santafé”. Fondo de Promoción de la Cultura Banco Popular, Bogotá, 1.989. 100

“A la parroquia de Santa Barbara, se le asignó para congrua el pueblo de indios de Sisvativá y Teusaquillo por feligresado. El pueblo se Sisvativá según tradición estaba en la margen izquierda del río Fucha, en la hacienda llamada San Vicente. En la serranía al oriente de San Cristóbal, sobre la quebrada el Soche”. Ibañez, Pedro. Op. cit.. 79, pág. 268 101

“Aunque en la ciudad hubo zonas pobladas exclusivamente por indígenas, dicho grupo étnico se hallaba diseminado por toda la ciudad debido esencialmente a que muchos de ellos, especialmente de sexo femenino, estaban dedicados a prestar servicios domésticos en las casas de los blancos.” En: Fundación Misión Colombia. Op. cit. 2, Tomo 4 Colonia, pág. 16

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¿Y que significa dejar ese claro en el bosque, ese lugar flanqueado? Significa que en ese espacio aparece, se materializa, se funda el centro de un nuevo mundo (el mundo civilizado) y todo lo que queda afuera (ese ambiente agobiante), se convierte en caos neutro y sin forma. Así pues, el espacio civilizado

102 (la ciudad colonial ) es el espacio

comprendido para el español , es el lugar ya entendido, en el cual puede dejar sus miedos afuera; es le lugar donde se pude estar seguro en el mundo, es desde donde el puede mirar sin ningún temor, es el espacio propio de lo doméstico.

102

Carlos fuentes en una entrevista que apareció en el diario El Tiempo el 18 de abril de 1999, plantea la diferencia

existente en la historia de América Latina entre” lo civilizado” refiriéndose a lo Europeo o Norte Americano y “la barbarie” como lo indígena, autóctono, natural etc.

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4.3 DOS FORTIFICACIONES DOMINAN LA CIUDAD 4.3.1 Implicaciones de la economía en el desarrollo Las diferencias sucedidas durante el siglo XIX en la ciudad, con respecto al periodo anterior, están marcadas fundamentalmente por el gran aumento de la población que no correspondió con el crecimiento de la estructura física1. Esta escasa actividad de la construcción y el aumento de la población se debió sobretodo a las numerosas guerras ocurridas en el país durante todo el siglo, las cuales llevaron al estado y la sociedad a una prolongada crisis económica2. Por esto a pesar de que la población se quintuplicó, el área urbana se incrementó muy poco durante este siglo, lo que llevó a una fuerte densificación del casco urbano y a una utilización mucho más intensa de los inmuebles y predios que existían desde siglos anteriores. Hacia comienzos de este siglo los inmuebles se localizaban sobre grandes predios en una larga sucesión de espacios abiertos. Estos espacios, patios y solares donde abundaban árboles y cultivos que suplían la carencia total de parques y jardines públicos en la ciudad, se convirtieron pronto en espacios construidos. Aparecieron así habitaciones con dimensiones mínimas sobre los antiguos solares y las casonas subdivididas para el alquiler. Se convirtió en algo común el que los dueños de las grandes casas, los habitantes más pudientes de la capital, dividieran la planta baja en pequeños locales o piezas, denominados “tiendas”, que alquilaban para ser habitación de las clases más populares. Esto conllevó a que convivieran en el mismo inmueble los estratos sociales más diversos. Con la excepción de los barrios de Egipto, Las Cruces y San Diego, donde los moradores vivían en chozas pajizas, la gran mayoría del sector pobre de la población vivía en tiendas. Estas tiendas, tipología que se reprodujo en todos los barrios de la ciudad, contaban con sólo una puerta hacia la calle, sin comunicación hacia los espacios abiertos del interior y ningún tipo de servicios. Esto trajo insalubridad extrema en toda la ciudad que redundó en constantes epidemias, situación que se convirtió en el motivo principal y centro de acción de los planes de gobierno de la diferentes administraciones durante parte importante de este siglo y de comienzos del siguiente. El otro motivo principal del bajo incremento en la extensión de la ciudad, en especial durante la primera mitad del siglo, fue el que la institución eclesiástica era el mayor propietario de finca raíz, convirtiéndose en obstáculo para el desarrollo urbano. Consciente de este hecho, en 1.861 el presidente Tomás Cipriano de Mosquera expidió el decreto sobre la “desamortización de bienes de manos muertas”, por medio del cual se trasladaron al dominio del estado todos los bienes de la iglesia para su remate y puesta en circulación3. Con esto se consiguió cambiar el uso de inmuebles significativos en la ciudad y abrir al desarrollo urbano grandes predios, sobre todo en la periferia, llegando a 1 Según los censos realizados en la época, la ciudad pasó de tener 21.000 habitantes en 1.800 a 100.000 en 1.900 y más

de 120.000 en 1.910, con un incremento de la estructura física menor al 60%. Censo Dane. 2 Durante el siglo XIX se sucedieron ocho guerras civiles, catorce civiles locales, dos internacionales, tres golpes de cuartel

y la guerra de los mil días, hacia finales del siglo. 3 Según la tesis de Sergio Arboleda, en la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, la desamortización se

realizó en muy pocos años (el 80% entre 1.862 y 1.864) y los bienes ascendieron a 1.128 predios de los 5648 existentes en la ciudad. Citada en: Fundación Misión Colombia; “La Historia de Bogotá”, Tomo 1, Siglo XIX. Villegas Editores, 1989, Tomp SXIX. pag. 25

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afectar cerca del 20% de toda el área de la ciudad. Sobre los cerros, se encontraban varias propiedades de la iglesia que habían contribuido a su protección de los desarrollos urbanos, los cuales también fueron puestos en circulación. Gracias al decreto del presidente Mosquera, que se convirtió en la única reforma urbana en la historia de la ciudad, se inició la modernización fiscal del estado y surgió el sistema financiero moderno. La mezcla social que tuvo lugar en la ciudad durante gran parte del siglo XIX, producto de lo antes descrito, generó situaciones de hacinamiento que afectaban a toda la población en general, sin importar su condición social. Esta fue la principal causa por la cual las clases pudientes comenzaron a buscar un lugar sobre el cual construir nuevas viviendas y huir de este nocivo ambiente en el cual se había convertido el casco urbano consolidado. Hacia las últimas décadas de este siglo surgió la urbanización de Chapinero, localizada originalmente sobre los predios de la hacienda del mismo nombre, a considerable distancia de la ciudad tradicional, que presentaba las condiciones ambientales perdidas en los últimos años. Era un lugar con condiciones naturales óptimas, -bosques, multitud de quebradas, pequeños lagos- y con amplios espacios para construir nuevas viviendas, denominadas quintas, para aquellas clases pudientes que ya no lo podían hacer al interior de la ciudad tradicional. Además de las crisis económicas ocasionadas por las guerras y del estancamiento en el desarrollo al interior y en la periferia de la ciudad, hubo un tercer factor que frenó el crecimiento urbano de la ciudad. Infortunadamente, el territorio sobre el que Bogotá se asienta siempre ha sido propenso a los movimiento telúricos que varias veces durante el siglo XIX azotaron la ciudad, el más fuerte sucedido en 1.826. Estos terremotos hicieron que la arquitectura fuera en su mayoría compuesta de casas de un solo piso construidas con grandes muros para soportarlos, inmuebles que debieron ser reparados y reconstruidos varias veces. Ejemplo de esto fueron la iglesia de Santo Domingo y la ermita de Guadalupe, localizada en la cima de uno de los cerros tutelares de la ciudad, que se reconstruyó varias veces a raíz de estos movimientos de la tierra.

“El 13 de diciembre de 1.858 fueron puestas por el Ilustrísimo Arzobispo Herrán las primeras piedras de la ermita de Guadalupe, edificada sobre la cumbre del cerro del mismo nombre...”4

La ermita anterior, construida en 1.656, había sido arruinada por el temblor de 1826. La nueva ermita a que hace alusión Ibáñez nunca se construyó en su totalidad. Además de la capilla de piedra, estaban proyectadas dos torres destinadas ambas para observatorio astronómico y una cruz monumental, las cuales nunca fueron llevadas a cabo. Si en la primera mitad del siglo la ciudad no fue prácticamente intervenida, en la segunda y gracias a las acciones del presidente Mosquera entre otras, hubo un importante número de obras de infraestructura realizadas por la Administración. Se destacaron el mejoramiento en los servicios públicos, la realización de equipamientos urbanos, el mejoramiento de algunas calles existentes y la realización de varias nuevas vías. En las últimas dos décadas del siglo, bajo la influencia inglesa, se comenzaron a construir paseos y alamedas en los límites de la ciudad que buscaban crear espacios de encuentro para ser utilizados en el tiempo libre de los habitantes y mejorar la relación de la ciudad con su entorno. Se realizaron así, la extensión del Paseo Bolívar, la Alameda de la carrera

4 Ibañez, Pedro María; “Crónicas de Bogotá”. Imprenta La Luz, Bogotá, pags.393-394

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13 y algunos espacios recreativos y de descanso que incluyeron los cerros como parte de la estructura urbana, como fue el Parque Centenario5, terminado en 1.883 para la celebración de la efeméride del nacimiento del libertador. Con estas obras, la ciudad fue sometida a una primera “modernización” en un corto lapso de tiempo. Las obras, que por primera vez se apartaban de la trama homogénea que existía hasta entonces, señalaron el desarrollo urbano de la ciudad durante el siglo XX. Se destacaron como origen de la ciudad futura las alamedas, el barrio de Chapinero y la corona de equipamientos de la periferia, entre los que se encontraban el matadero, el panóptico y la zona de los hospitales, hacia el sur. El desarrollo urbano, que durante la mayor parte de este siglo fue incipiente, empezó a ser significativo hacia la última década. Las calles y carreras que se habían trazado desde el origen en forma de tablero de ajedrez, se desviaron en su prolongación como resultado del choque de la nueva urbanización con la topografía de los cerros. Las carreras tomaron la curvatura de las líneas de nivel empezando así a condicionarse la trama urbana, lo cual se acentuaría de aquí en adelante. La construcción de puentes sobre los ríos y quebradas y de caminos sobre la periferia, iba extendiendo el trazado urbano, apropiándose de las zonas rurales aledañas. Esta expansión urbana, aunque limitada, se produjo en todos los costados de la ciudad; comenzaron entonces a desarrollarse o densificarse barrios como Egipto y Las Aguas al oriente, La Perseverancia y Chapinero (declarado barrio de Bogotá en 1.875) al nororiente; Las Cruces al sur y San Victorino al occidente. En 1.882 se erigieron las Parroquias de Nuestra Señora de las Aguas y Egipto al oriente de la ciudad, sobre la ladera de los cerros y se fijaron los límites urbanos, siendo el oriental la parroquia de Choachí. Desde la segunda mitad del siglo, la ciudad creció hacia tres de sus costados apoyada sobre los cerros orientales que continuaron siendo la despensa para el abastecimiento de agua y materiales de la ciudad. La apropiación de terrenos en la periferia por parte de particulares, para usufructuar los beneficios de sus ventas, impidió que la ciudad creciera libremente y de acuerdo a las intenciones de sus administradores. Sin embargo, hacia mediados del siglo el gobernador de la provincia, Pastor Ospina, solicitó al Cabildo el orientar el crecimiento de la ciudad hacia los ejidos de San Victorino6, con el objeto de equilibrar la ciudad que tenía ya una denotada dirección de crecimiento sobre el eje norte sur y aprovechar los terrenos planos, “más aptos para la urbanización”. Posteriormente en la década de los años 60s, el general Mosquera volvió a proponer los mismo, en un proyecto que tampoco se concretó7. Para la segunda mitad del siglo, la necesidad de control sobre el crecimiento urbano se hizo apremiante. Es así como en 1.875 se aprobó el que puede ser considerado primer código urbanístico de la ciudad, que por medio de una normativa definió el crecimiento y la expansión urbana. 5 Desaparecido en la década de los 60s con la construcción de la calle 26.

6 Fundación Misión Colombia, Op.cit. 3, Tomo 1 siglo XIX, pag. 23

7 La descripción de este proyecto está consignada en un artículo publicado en el periódico el Colombiano del 23 de

Noviembre de 1.861, y que en algunos de sus apartes consigna: “ (se construirá)... un magnífico plano que por orden del ciudadano Presidente de la Unión se está formando al occidente de Bogotá. Es un pensamiento feliz. Con hermosas plazas, con calles de 16 varas de ancho, inclusas 3 de cada lado para aceras., levantadas. Esta nueva ciudad será la obra de pocos años porque todo ocurre a favorecer su formación. Quedará dividida de la actual por toda la anchura de la Alameda (actual carrera 13), que será una grande y hermosa avenida”. Citado en: Fundación Misión Colombia, Op.cit. 3, Tomo 1 Siglo XIX, pág. 30

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Finalizando el siglo la ciudad no había variado su forma de crecimiento y sus límites urbanos de forma drástica; al contrario, este proceso puede considerarse como una continuidad de los desarrollos de la colonia. Hacia el sur, oriente y occidente los límites continuaban siendo prácticamente los mismos; hacia el norte se insinuaba un cambio que tenía lugar mucho más al norte de la ciudad tradicional, el barrio de Chapinero, sitio en un principio de peregrinación, lugar que los bogotanos visitaban para “respirar aire puro” y construir las primeras quintas de los más pudientes ciudadanos. Con su localización a considerable distancia de la ciudad consolidada hacia el norte y la construcción de la línea del tranvía y del Hipódromo, se empezó a definir la forma lineal de crecimiento urbano y la sectorización social que marcaría su destino en cuanto a localización de estratos económicos al norte y sur. 4.3.2. La expansión urbana comienza a apropiarse de los cerros En el Plano elaborado por Agustín Codazzi en 1.852, se presta una especial atención a la ocupación de la trama urbana y su relación con el territorio, ilustración clara de la relación que estableció la ciudad durante el siglo XIX con la región sobre la que se localiza. En este plano, a diferencia de la planimetría del siglo XX, la plaza Mayor (luego de Bolívar) está localizada en el centro de la composición, con lo cual se insinúa una igual relevancia a toda la periferia urbana. Dentro de esta periferia están desarrollados en detalle los accidentes geográficos de los cerros, los ríos y quebradas y la ocupación del piedemonte mediante construcciones aisladas. Se aprecian los molinos y gran cantidad de inmuebles que se desarrollaron desde el casco urbano hacia las cotas altas de los cerros por los cauces de los ríos San Francisco y San Agustín. También se aprecia la Quinta de Bolívar como el inmueble “formal” más al oriente de la ciudad. Aunque la forma de expresión del plano no permite ver con claridad la cobertura vegetal, esta no parece existir, por lo menos en lo que a los cerros se refiere. La ocupación de estos ilustrada en el plano de Agustín Codazzi, está descrita en las siguientes crónicas, la primera citada en la Historia de Bogotá y extractada del periódico el símbolo en 1.865 y la segunda de Pedro María Ibáñez en su libro “Crónicas de Bogotá”:

“... Por el oriente todas las faldas de los cerros están llenas de casitas que no existían ni en tiempo de la verdadera Colombia; y el camino que conduce de la ciudad a La Peña, de 10 años a esta parte, está literalmente cubierto de casas humildes, pero que no por eso dejan de ser casas”.8

“En aquellos años se hallaba incrustada en el extremo norte del barrio de Las Nieves una colonia de gentes perdidas, verdadera putrefacción de la ciudad, conocida con los nombres de Santa Lucía o Pueblo Viejo, reducida cité donde reinaban todos los vicios que degradan a la humanidad. Ocupaba una manzana cerrada por muros de tierra, cortada por angostas y tortuosas vías llamadas calles del Suspiro, del Silencio, de la Esperanza, de la Polka, de la Peña, etc., a las cuales daba entrada una sola puerta, abierta sobre la calle 23...”9

8 Fundación Misión Colombia, Op.cit. 3, Tomo 1, Siglo XIX. Pag. 27

9 Ibañez. Op.cit. 4 , Pag. 376.

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PLANO DEL AGUSTIN CODAZZI FUNDACION MISIÓN COLOMBIA, Historia de Bogotá, 10 Tomos, Editorial Villegas Editores, Bogotá, 1989. B.F.20.

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Como se deduce de las crónicas y el plano mencionado, estos asentamientos se dieron de forma desordenada y espontánea, esparcidos sobre pequeños caminos y ocupados

por la gente más pobre de la ciudad. José Manuel Marroquín describe una de estas zonas, el Alto de San Diego, en su novela “Amores y Leyes”:

“... separa la parte civilizada y hasta elegante de la ciudad, de la población que se asienta en el Alto de San Diego, población más rústica, más primitiva y más pobre que muchas de las que yacen perdidas en nuestras soledades andinas... La principal de las vías por las cuales se puede subir es un sendero angosto, abierto y trillado por los pies de los transeúntes, y que las lluvias y otras aguas traen a mal traer, formando de trecho en trecho pequeñas torrenteras... Toda el área de aquel suburbio es desigual: no puede darse por ella diez pasos hacia ninguno de los puntos cardinales, sin subir o bajar. No faltan los pajares en que el piso se vea cortado bruscamente por barrancos profundos... Estando las más de las viviendas esparcidas sin plan y sin orden en aquel suelo nudoso, el sendero principal y los subalternos que en él desembocan son sinuosos e irregulares... Apenas se descubre entre las habitaciones alguna que no haya sido construida con despojos de otras...”10

Pero la zona oriental localizada en los extramuros de la ciudad, no sólo era un lugar para vivienda, sino que se había convertido en zona industrial; se construyeron entonces fábricas de loza y de tejidos en donde antes había molinos y una nueva fábrica de pólvora. Algunos de estos edificios fabriles se convirtieron posteriormente en parte del campus de la Universidad de los Andes.

“Desde febrero de 1.832 se había fundado en Bogotá la Sociedad de Industria Bogotana, ...con el objeto de montar una fábrica de loza fina... Esta se empezó a construir al oriente del barrio Santa Bárbara (en el sitio en que los jesuitas expulsados por Carlos III tuvieran una alfarería, hoy extremo oriental de la calle 5)... D. Benedicto Domínguez, asociado con otras personas, estableció fábrica de papel en la carrera 1 (calle a espaldas de Las Aguas)”, después otros señores montaron allí una fábrica de tejidos de lana.11. “Obedeciendo a la Ley 139 de 1.888, compró el gobierno también en la carrera 1a, el sólido edificio donde existió la fábrica de papel, para fundar casa de las hermanas de Buen Pastor”.12

El resto de los cerros hacia el norte y sur de la ciudad existente hacían parte de las grandes haciendas en que estaba dividida toda la sabana. Haciendas como la Merced, el Arzobispo (hoy Parque Nacional), Chapinero, el Chicó, Santa Ana, Santa Bárbara (que correspondió a lo que era anteriormente el resguardo de Usaquén, cuyos indios fueron trasladados en 1.797 a los resguardos de Bosa y Soacha), Contador y La Calera (o Patronato de los Tovar), incluían dentro de sus terrenos los cerros, llegando por lo general hasta la divisoria de aguas. Sin embargo, estas tierras de los cerros no tenían un gran valor comercial por su topografía que impedía los cultivos y los desarrollos urbanos. Ejemplo de esto fue la división por herencia de la hacienda Chapinero, con la cual Juan C. Carrasquilla afirma que “el cerro no valía nada entonces”:

“Se adjudica a los tres antes mencionados, la tierra comprendida en el cerro según los linderos que expresan las escrituras (los páramos denominados “El Chapinero”,

10

Ibañez, Op.cit. 4. 11

Ibañez, Op.cit. 4, pags. 332-333. 12

Ibañez, Op.cit. 4, pag. 462.

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llamados más tarde San Luis y Santo Domingo, abarcan a lo ancho de la cuchilla más baja hasta la alta; y a lo largo desde el río Arzobispo hasta la parte superior del Chicó y la Cabrera), la que por ser indivisible la poseerán de mancomún declarándose incluso su valor en las estancias que se les han asignado según lo han convenido”. 13

Por otra parte, en esta epóca la ciudad disponía de los mismos caminos de comunicación con la región de la colonia, pero ahora sostenidos mediante peajes14. Las carreteras regionales localizadas sobre los cerros no cambiaron mucho, ya que el comercio al oriente no se incrementó. Son prácticamente las mismas vías que desde la Colonia existían: la de Cáqueza (Santafé – Chipaque – Cáqueza) y la de Choachí (Santafé – Choachí – Fómeque), este último descrito por Le Moyne en 1880 en las siguientes líneas:

“Se salía por una de las calles altas, un barranco abierto por aguas entre Monserrate y Guadalupe, cruzaba el páramo de donde salían dos caminos hacia Choachí. Para llegar a Cáqueza se pasa por Yomasa”. 15

Como ya se mencionó, la relación de la ciudad con la región circundante, en la que se cuentan los cerros, al igual que durante la colonia se basó fundamentalmente en el abastecimiento de materiales y de agua, razón por la cual durante todo el siglo los cerros siguieron siendo de primordial importancia para el desarrollo y construcción de la ciudad, aunque continuaron como una sombra gris a la que se le estaban agotando los recursos. La falta de agua detiene el desarrollo

Otro de los hechos que marcó el siglo XIX en el desarrollo de la ciudad y su relación con el territorio, fue el problema de abastecimiento de agua, ya que durante todo este tiempo los mecanismos de aprovisionamiento del líquido fueron rudimentarios e insuficientes: por otra parte, su manejo pasó varias veces de manos del estado a manos de particulares, lo que produjo numerosos inconvenientes producto de la mala fe de quienes en los diferentes momentos estuvieron a cargo de su manejo. Desde comienzos del siglo, fecha en que se construyeron los primeros acueductos, la ciudad utilizaba para su abastecimiento las corrientes de los ríos que bajaban de los cerros de oriente, en especial el Arzobispo, el San Francisco y el Manzanares, afluente este último del San Agustín de donde salía la tubería que llevaba el agua a las pilas. Hasta la década de los años treinta el agua era administrada por el Cabildo, fecha en que pasó por primera vez a manos de particulares por el déficit de entonces en las finanzas públicas. Debido a que el interés de los particulares era solo lucrativo, durante los siguientes años el estado de las cañerías y las pilas se deterioró hasta el extremo de hacerse necesario su recuperación por parte de la Administración.

13

Carrasquilla Botero, Juan Carlos; “Quintas y estancias de Santafé y Bogotá”. Editorial Presencia, Bogotá, 1989, pag.196. 14

En la Ley 9 de 1.867 se definieron los Caminos del Estado así: Bogotá – Villavicencio, pasando por Chipaque, Cáqueza y Quetame. Cruz Verde – Bogotá, pasando por Quetame, Ubaque y Fómeque. Choachí – Bogotá, pasando por el río Fómeque y el boquerón de Bogotá Choachí – Guasca, pasando por el Puente de Ají. “Declárese la ramificación del Camino de Oriente la calle que partiendo del punto denominado Los tres Puentes, sigue en dirección a la Quinta de Bolivar y se refunde en el camellón situado en la parte oriental de la ciudad de Bogotá”. 15

Citado en: Langebeak, Carl:, “Los caminos del piedemonte”, Universidad de los Andes, Bogotá, 1998. Sin publicar

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Esto se repitió nuevamente hacia mediados de siglo, época en la cual el sistema de abastecimiento de aguas fue cedido nuevamente a particulares para su administración mantenimiento y en este caso, ampliación. El contrato que se firmó por 99 años se suspendió 3 años después por el incumplimiento de los contratantes16. Esto conllevó que hacia mediados de siglo la ciudad sufriera de una crónica escasez de agua. Hacia finales de la década de los años setenta el Municipio volvió a firmar un contrato para la construcción de un acueducto en tubería de hierro para llevar el agua a presión y de un gran depósito de agua, esta vez con un ciudadano norteamericano. Nuevamente el incumplimiento del contratante frustró las esperanzas de la ciudad. Hasta entonces, según crónicas y estudios, la falta de agua detenía el desarrollo urbanístico de la capital. En 1.886, fecha que marca el comienzo de la nueva etapa del abastecimiento de agua en la ciudad, se estableció otro contrato con particulares, esta vez los señores Ramón B. Jimeno y Antonio Martínez, con el objeto de establecer en Bogotá y Chapinero un acueducto en tubería de hierro y usufructuarlo por los siguientes 70 años17. En este contrato el Municipio les traspasó todos los derechos sobre las corrientes de agua que abastecían la ciudad y las redes que estaban en servicio a los dos personajes mencionados. En 1.888 se concluyó la primera etapa, que consistía en dos tuberías de hierro que atravesaban las calles 9 y 11 y un estanque con capacidad para 4 millones de litros localizado sobre los cerros en las postrimerías del barrio Egipto. Con estas obras el acueducto fue inaugurado oficialmente, pero dos años más tarde un derrumbe en los cerros, por donde estaba la tubería principal de abastecimiento dejó por más de siete meses a la ciudad sin agua. Finalmente, y por medio de una tubería colgante, el problema de abastecimiento fue solucionado una vez más. Decía en el Correo Nacional del 14 de Enero de 1.891:

“Entre tanto continúan los derrumbes de los cerros, haciéndose más difícil la reparación del daño, continúa la población sumida en el mayor conflicto, pululando por las calles en busca de agua, agrupándose en verdaderos enjambres alrededor de las únicas fuentes antiguas”18.

Al problema de los acueductos se sumaba el que las fuentes de donde se tomaba el agua se encontraban contaminadas, pues no se ejercía control alguno sobre ellas y cuando llegaban al acueducto ya contenían toda clase de desechos, pues habían pasado por lugares donde los animales pastaban, algunos molinos y zonas donde las lavanderas trabajaban. Pocos años más tarde, el problema de abastecimiento de agua fue solucionado parcialmente cuando la empresa construyó otros dos tanques de almacenamiento sobre los cerros orientales, uno en La Quinta de Bolívar y otro en el sitio denominado Molino del Cubo. Sin embargo, los problemas con la empresa privada de los señores Jimeno y Martínez que había efectuado los trabajos del acueducto continuaron hasta la segunda década del siglo XX como se verá más adelante.

16

Fundación Misión Colombia, Op.cit. 3, Tomo 1, Siglo XIX. pag. 38. 17

Fundación Misión Colombia, Op.cit. 3, Tomo 1, Siglo XIX. pag. 41 18

Citado en: Fundación Misión Colombia, Op.cit. 3, Tomo I, siglo XIX, pag, 44

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PLANO GRAVADO POR M BRANCHO Y J MARTINEZ EN 1848 FUNDACION MISIÓN COLOMBIA, Historia de Bogotá, TOMO 5,Página 21. Editorial Villegas Editores, Bogotá, 1989. B.F.20.

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Así como sucedió con el agua y el acueducto, hacia los últimos años del siglo XIX, los demás servicios públicos fueron intervenidos por el estado. En esta misma década se emprendió la construcción del primer alcantarillado de la ciudad, ya que hasta entonces las aguas negras corrían por el centro de las calles y desbordaban en los ríos San Francisco y San Agustín, que en ese entonces atravesaban la ciudad al descubierto. Para estos años se empezó la canalización de estos dos ríos con los que se les destinó a convertirse en colectores de aguas negras. En la segunda mitad de esta década se construyeron varias líneas de tranvía y se terminaron las primeras de ferrocarril, entre ellas la del norte que corría paralela a los cerros, por la hoy Avenida Caracas y Autopista Norte. También en estos años se construyó el primer alumbrado público de la ciudad a base de gas, para lo cual se autorizó la explotación, por parte de una empresa privada, de una mina de carbón en las inmediaciones de la capilla de la Peña, sobre el cerro localizado al oriente de la ciudad de entonces.

“En el mes de Abril de 1.876 se vio, por primera vez, alumbrada la ciudad con luz producida de gas de hulla”.19

En los últimos años de este siglo, las necesidades de los habitantes y las nuevas ideas de los gobernantes dieron el primer impulso fuerte de modernización a la ciudad. Fue en estos años en que los principales servicios fueron intervenidos de forma drástica y cuando llegaron aquellos que nunca habían hecho presencia en la ciudad. La ciudad entró así al siglo XX con una imagen distinta y con los rasgos definidos de lo que sería el desarrollo urbano en adelante. 4.3.3. La república y la ilustración

“Al oriente se levanta la serranía que limita la Sabana, llena de quiebras, ondulaciones y colinas, especie de muralla colosal, cubierta de un verde sombrío, que defiende el caserío de los fríos vientos de Oriente; en ella abundan sitios salvajes y los puntos de vista encantadores. En las cumbres de estos cerros una vegetación raquítica, pequeños bosques casi vírgenes, de color oscuro y severo, dispersos en grupos irregulares, cierran el paisaje. Abajo en las colinas y faldas salpicadas de habitaciones, se ve el alegre tapiz de gramíneas, que se continúa en la vasta extensión de la Sabana...”20

Los comienzos del siglo fueron los tiempos de la Ilustración, época en la que hubo un marcado interés por las ciencias, en especial en Europa. En territorio colombiano, este movimiento intelectual llegó a través de importantes personajes que como Mutis, emprendieron proyectos científicos de gran envergadura, que según algunos historiadores, fueron el germen de los movimientos independentistas21. Así, hacia finales del siglo XVIII es iniciada la denominada “Expedición Botánica” (1.783-1.816) la cual tiene

19

Ibañez. Op.cit., pag.422 20

Ibañez, Op.cit., Pag.480 21

En el comienzo de la Expedición Mutis subió a Monserrate y Guadalupe “las primeras especies que estudió fueron la “befaria Resinosa” (pega-pega) y la Espeletia Grandiflora (frailejón) cuyo nombre honra el Virrey Espeleta. En: Guhl, Ernesto; “Los páramos circundantes de la Sabana de Bogotá”, Jardín Botánico José Celestino Mutis, Bogotá, 1982.

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numerosos seguidores. Igualmente se recibe la visita de Humboldt en 1.801, quien es recibido por Mutis y enterado de todos los avances de la Expedición. El único testimonio físico de esta época que se conserva en la ciudad de hoy, es el Observatorio Astronómico, construido bajo el auspicio de Mutis, permanente lugar de trabajo del sabio Caldas. Cuando Humboldt estudia los cerros de Monserrate y Guadalupe en 1801 identifica, entre otras las siguientes especies:

“El Lysanthus grandiflorus, la Segesbekia, la Alstonia theiformis, la Espelettia (frailejón), la Castilleja, Lebelia, Wintera granadenis, Weinmania pinnata, Eriaula, Hippia, Dichondra, Melasthoma de corolas amarillo y púrpura, la Rothmania y numerosas Syngenesistes sobre su césped de Cryptógamas, de Lichen paschalis... sobre una capa vegetal negra como la de los Alpes suizos. ...La montaña de Monserrate es más pobre en vegetales, más árida, más caliente (entra más adelante en el Llano y más expuesta al sol austral) que Guadalupe”.22

Pero aunque existió un gran interés por estas especies de la sabana, por los nuevos descubrimientos y su valor comercial (como la Quina y el Té de Bogotá), no hubo uno particular por los cerros como conjunto natural. Con estos movimientos científicos, reflejos de la ilustración europea, no se valoraron las cuencas ni tampoco se inventarió en detalle la flora de los cerros de la ciudad, por lo que es difícil determinar su incidencia en el conjunto de la expedición. Además, para el comienzo de este siglo los cerros estaban desprovistos de naturaleza y altamente erosionados, ya que habían sido sometidos a una fuerte explotación de leña, piedras y arena desde la fundación de la ciudad. Sólo a mediados de siglo se despertó un primer interés por la vegetación de los cerros y se realizaron algunas campañas de arborización y de prohibición de la tala en las cuencas de los ríos, esto debido sobre todo a los problemas de abastecimiento de agua. Lo anterior se puede constatar con la iconografía y planimetría de la época, que es respaldada con las impresiones de los diferentes cronistas que visitaron a Bogotá y que coincidieron en varios aspectos, entre otros la sorpresa por el extremo aislamiento de la ciudad de los mares, por la gran altura y por la cercanía y tamaño de los cerros tutelares que tenían un aspecto “gris y desolador”. 4.3.4. Reafirmación de los hitos religiosos A pesar de los embates de la ilustración, la vida citadina continuaba siendo muy sencilla y no existía prácticamente ningún tipo de eventos que sacaran a los capitalinos de su rutina diaria. Las plazas continuaron siendo, durante la mayor parte del siglo, el punto de encuentro y de actividad de la ciudad. La Plaza Mayor, en torno a la cual se concentraban las autoridades civiles y eclesiásticas, las viviendas más importantes y, desde mediados del siglo, el edificio comercial de las Galerías de Arrubla, era el corazón de la ciudad. Por esto la ausencia de parques y jardines, así como de proyectos para la construcción de algún tipo de espacios recreativos en la periferia, no fue prioridad de la Administración durante la mayor parte del siglo. Es decir, a pesar del crecimiento poblacional y de los grandes cambios industriales y sociales sucedidos en otras partes del mundo, la sociedad bogotana continuaba viviendo el mundo colonial.

22

Flota Mercante Grancolombiana; “Alexander von Humboldt”, Publicismo y Ediciones, Bogotá, 1982, pag.50.

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Sin embargo, los paseos a las afueras de la ciudad eran una costumbre arraigada desde tiempos de la colonia. Los bogotanos realizaban con especial afluencia visitas a Chapinero, el sur y los cerros de la ciudad, estos últimos visitados con mayor asiduidad en los meses de Agosto para aprovechar los vientos que hicieran volar las cometas. Sobre los cerros predominaban la subidas a Agua Nueva, Egipto y Belén, además de las consabidas peregrinaciones a Monserrate y Guadalupe.

“La devoción ha construido capillas sobre las faldas de la cordillera al pie de la que está situada Santafé, las ermitas de Belén, Egipto, Guadalupe y Monserrate. Estas dos últimas las más elevadas, están separadas por un valle estrecho, formado al parecer por un temblor de tierra. Es más un valle que una garganta. Las capillas de Guadalupe y Monserrate se divisan desde la entrada de la Boca del Monte, y uno cree ver dos fortificaciones que dominan la ciudad”.

Sin embargo, desde la perspectiva de la urbanización, los cerros no fueron prácticamente transformados, por el contrario aún eran considerados como un territorio no apto para el crecimiento urbano, parte de atrás de la ciudad, lugar de habitación de la población más pobre de la ciudad y por lo tanto predios con poco valor. Existen testimonios de la época que dan cuenta de este territorio abandonado por la ciudad, dejado a “la mano de Dios”:

“Como dato curioso diremos que desde los lejanos tiempos coloniales, hasta 1.861, se enterraban los suicidas en un agreste sitio, en las faldas del Guadalupe, llamado Las Tapias de Pilatos”23.

“Repetidas veces durante las guerras civiles se libraron batallas en el boquerón de San Francisco, los guerrilleros llegaban por detrás (Guadalupe y Monserrate) a atacar la ciudad: En la mañana del 8 de septiembre de 1.876 la diana de la guerrilla de Guasca despertó a los habitantes de la ciudad; batía sus banderas azules y blancas en la cumbre de los cerros de Monserrate y Guadalupe; parte de la guerrilla bajó hasta las ruinas del antiguo templo de este nombre. ..Se combatió, como en 1.854, al oriente de la Quinta de Bolivar, en el Boquerón y en las faldas del Guadalupe, con denuedo por ambas partes”.24

4.3.5. La ciudad continua de espaldas a los cerros El significado de los cerros para los bogotanos durante el siglo XIX, fue una extensión de lo sucedido durante la colonia en casi todos los sentidos. La ciudad siguió creciendo hacia la sabana y dando la espalda a los cerros. Tan sólo el problema del abastecimiento de agua llamó la atención de Administración y particulares por la recuperación de la arborización y la protección de las cuencas, lo cual redundó en esfuerzos aislados, dirigidos más que todo a la reforestación de las laderas de los cerros de Guadalupe y Monserrate y los cursos de los ríos Arzobispo, San Francisco y San Agustín. Los cerros continuaron siendo una fortificación que resguardaba a la ciudad “por detrás”, un lugar gris y árido al cual se podía subir a una peregrinación o a mirar el verdadero paisaje digno de ser visto: la Sabana y el sistema montañoso que se sucedía hacia el occidente de la misma. Los cerros, aunque siempre han sido paisaje de la ciudad, no fueron valorados como tal durante este siglo, no existió una cultura que propiciara su recuperación e

23

Ibañez. Op.cit. 4, pag. 197. 24

Ibañez. Op.cit. 4, pag. 432.

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impidiera el deterioro y por el contrario continuó la explotación de sus recursos, conllevando a la desaparición de parte importante de su cobertura natural.

“La ciudad de Bogotá, circuida de bosques de alturas gigantescas está adosada a una muralla de rocosas casi verticales. En dos de sus ápices, a una altura de 650 metros, están las ermitas de Guadalupe y Monserrate que semejan nidos colgados de riscos. Subí a ellas para medirlas barométricamente; desde allí se disfruta una admirable perspectiva sobre toda la llanura montuosa y hacia los nevados de la cordillera del Quindío, que se divisa al frente. El paisaje general es grandioso, pero melancólico y yermo. Las ermitas de Guadalupe y Monserrate, cuya altura iguala casi la del Etna, están a dos mil pies sobre la ciudad y no por eso dejan de ser objetos de frecuente peregrinaje...”25

“Contemplar desde allí nuestra espléndida Sabana, en cuyo último término aparecen radiantes los nevados de Santa Isabel, Quindío y Tolima, prueba inequívoca de la diafanidad y pureza de nuestra atmósfera”26.

Por último, con la aparición de Chapinero se repitió la historia de la fundación en relación con los cerros, al localizar el asentamiento en la parte más elevada de la sabana, “dominando” el territorio, encontrando protección y teniendo a la mano los materiales de construcción, la leña para cocinar y el agua. Chapinero marcó un patrón de desarrollo que se repetiría en buena parte del siglo XX, el del barrio aislado, unido a la ciudad por una vía y localizado sobre el eje norte – sur.

25

Alejandro von Humboldt, 1801. Citado en: Martínez, Carlos, “Bogotá reseñada por cronistas y viajeros”, Fondo Editores, Bogotá, 1978, pág.36. 26

Fundación Misión Colombia, Op.cit., Tomo 2, Siglo XIX. Pág. 39

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4.4. LÍMITE ORIENTAL DE LA METRÓPOLI 4.4.1. La Nueva Ciudad. 1900 - 1920 El crecimiento urbano

Desde la fundación los cerros orientales han marcado la historia de la ciudad, es durante el siglo XX que estos condicionan de forma significativa el desarrollo urbano al orientar y limitar el crecimiento y al quedar incluidos en la morfología de la ciudad, mediante la desviación de las calles del damero original y la generación de algunos de los espacios libres más significativos. Por otra parte, con el intenso crecimiento ocurrido a lo largo de este siglo, los cerros se han convertido en punto de referencia obligatorio para la orientación en una ciudad que crece de forma acelerada y dispersa sobre una extensión de territorio considerable. Este siglo, está marcado entonces por un desarrollo urbano a gran escala tendido desde los cerros hacia la Sabana.

“Colocada la ciudad al pie de las faldas de la serranía, que en forma de anfiteatro la protege en el lado oriental, las calles y carreras que en principio se trazaron a modo de tablero de ajedrez, se resintieron en algunas partes de los excesos de pendiente e insensiblemente, con el desarrollo y ensanche, principalmente de sus carreras que van en dirección de norte a sur, fueron tomando la curvatura de las líneas de nivel, con lo cual quedó irregular el plano de la ciudad”1.

El cambio en la ciudad, que coincide con el nuevo siglo, se ve claramente en el paso de una estructura compacta, desarrollada a partir de la extensión del damero original al pie de las laderas de los cerros de Monserrate y Guadalupe, a otra cuyo patrón es nuevo y completamente distinto: el barrio, unidad autónoma que surge aislada sobre el territorio, no necesariamente como continuidad del tejido tradicional. El crecimiento de este siglo es por lo tanto disperso sobre la Sabana entre los cerros y el río Bogotá con especial tendencia hacia el norte, empezando a conformar una estructura paralela a los cerros orientales que desbordó rápidamente el espacio colonial y republicano. Desde el comienzo del siglo, los constructores de la ciudad se extendieron más sobre la superficie que hacia las alturas, sobre parcelas distantes entre sí y con respecto al damero tradicional. Por esto, para el estudio de Santa Fe de Bogotá y su desarrollo durante el siglo XX ha sido importante el tener en cuenta la relación que la ciudad estableció desde su origen con el lugar geográfico sobre el cual se emplazó, y la localización estratégica sobre el mismo. Un lugar configurado por la presencia de elementos naturales, que como los cerros y el sistema hidrográfico han dejado y dejarán sus huellas en el trazado de la ciudad. La situación estratégica militar que dio origen a la fundación de Santafé todavía persistía en el desarrollo urbano de comienzos del siglo XX, ubicándose principalmente en la zona alta de la Sabana, al pie de los cerros. Seguía siendo una necesidad el control del paisaje, mediante la ocupación de los mejores territorios, lo que desde muy temprano valorizó las zonas del piedemonte, ligeramente inclinadas y despreció aquellos territorios

1 Ortega, Alfredo; “Arquitectura de Bogotá”. L. Fas Producciones Editoriales, Colección faccimilar Proa. Bogotá, 1.988,

pág. 36

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más planos y más empinados2. Es un modelo de estratificación de la trama urbana que con sus constantes variaciones se definiría a lo largo de este siglo. El escenario de comienzos de siglo está marcado por la desproporción que había tenido lugar durante el siglo anterior entre el alto crecimiento de la población y el mínimo ensanche del casco urbano. Esta sobrepoblación que ocupó prácticamente el mismo espacio que existía a principios del siglo XIX, conllevó a grandes problemas de higiene al interior de la ciudad que se intensificaron en las primeras décadas de este siglo. El Doctor Manuel Lobo, Director de Higiene y Salubridad de la ciudad, citado en la “Historia de Bogotá”, plantea el siguiente diagnóstico:

“Los habitantes de las ciudades necesitan amplios espacios de la ciudad para respirar aire puro. En este sentido las condiciones de Bogotá han desmejorado mucho en los últimos tiempos. Las habitaciones construidas en la época de la Colonia y en los primeros lustros de la vida independiente, aunque un poco bajas de techo y provistas de anchos corredores que impedían la entrada de sol a las piezas, tenían varios patios grandes con jardines y solares donde abundan los árboles. Esto estaba de acuerdo con las costumbres conventuales de la época. Poco importaba a los moradores de entonces que las calles fueran estrechas y tortuosas y que no hubiera plazas y parques; dentro de su casa tenían donde pasearse y darse baños de sol. Además las salidas al campo eran muy frecuentes. Con el aumento de la población esas antiguas casas van modificándose y desapareciendo. De una casa antigua se hacen dos modernas, reduciendo los patios y suprimiendo los solares. Entre tanto que las casas estrechas en su interior, las angostas calles españolas continúan con sus antiguas dimensiones y las plazas y parques no aumentan en la proporción que debieran”. “….Es regla admitida por los higienistas que en toda aglomeración humana debe destinarse para jardines y parques por lo menos un diez por ciento de la superficie ocupada; bien sabemos cuan escasos son estos en la ciudad y que no se piensa de modo serio en ampliarlos. Por 246 hectáreas ocupadas por la población de Bogotá (exceptuando Chapinero), hay 15.5 de parques, eso contando algunos tan pequeños como el de San Ignacio y el de Camilo Torres”. “En la periferia de la ciudad se están urbanizando terrenos y es rara la parte en donde se han dejado espacios destinados para plazas y jardines. No pensamos en el porvenir de la ciudad y de la raza…”3.

2 Este patrón de valorización de la zona alta de la Sabana y de desvalorización de la cuesta de los cerros y la zona más

baja, cercana al río Bogotá, va a perdurar durante casi todo el siglo en el desarrollo de la estructura de la ciudad. 3 Diario El Tiempo, 27 de Mayo de 1.914. Citado en: Fundación Misión Colombia; “Historia de Bogotá”. Salvat – Villegas

Editores. Bogotá 1.989. Tomo 1 Siglo XX. Pág. 24.

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PLANO DE ALBERTO BORDA FUNDACION MISIÓN COLOMBIA, Historia de Bogotá, TOMO 9,página 21, Editorial Villegas Editores, Bogotá, 1989. B.F.20.

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Como se explicó en el capítulo anterior, durante el siglo XIX se presentó un alto crecimiento de la población que en las últimas décadas se incrementó considerablemente lo cual se reflejó en un crecimiento de la ciudad hacia todas las direcciones, con el cual comienza la ocupación de los cerros orientales por desarrollos urbanos. Lo que durante un siglo había sido un incremento mínimo en el área de la ciudad4, empezó a convertirse en un crecimiento acelerado. La ciudad creció entre 1.905 y 1.912 más de 1.5 veces, tres más de lo que había crecido en todo el siglo anterior, llegando en 1.927 a tener más de 1.100 hectáreas y 200.000 habitantes, con lo cual su densidad se redujo casi a la mitad (172 habitantes por hectárea). La estructura urbana empezó entonces a crecer no sólo rápidamente sino también de forma distinta a como lo había hecho durante toda su historia, mediante la creación de nuevos barrios, unidos por vías a la ciudad tradicional, y la ocupación de áreas hasta entonces no consideradas aptas para desarrollos urbanos como entonces eran los cerros orientales. Ejemplo de este hecho fue el origen del barrio La Perseverancia. Leo Kopp, fundador de Bavaria, fabrica de cerveza, ayudó a sus empleados para que adquirieran algunos terrenos en el sector oriental, denominado entonces “Altos de San Diego”. Allí se empezó a desarrollar entonces un pequeño barrio que en un principio de llamó “Unión Obrera” y que posteriormente se convirtió en la hoy “Perseverancia”, uno de los primeros barrios de origen “formal”, localizado sobre un territorio empinado en los cerros. La idea de Leo Koop era facilitar la adquisición de vivienda y ahorrar tiempo de desplazamiento a los obreros de la fábrica de Bavaria, localizada en el hoy “Parque Central”. En este barrio el fundador de Bavaria estimuló la autoconstrucción, que desde entonces empezó a proliferar en nuestra ciudad. La aparición de barrios obreros y de bajos estratos en las laderas de los cerros orientales fue, sin embargo, objeto de lamentaciones por parte de la Administración y de aquellos pocos que veían en los cerros un mayor potencial para el futuro.

“Las pendientes de las colinas próximas de la ciudad, con su arboleda de gigantescos Eucaliptos y su panorama soberbio, se dejaron para los suburbios de mala fama como el de la perseverancia”5.

Para entonces, el déficit de vivienda era ya pronunciado en la ciudad, especialmente en los sectores populares. En la “Historia de Bogotá”, en el capítulo referido al desarrollo urbano durante el Siglo XX, afirma Fabio Zambrano que para la década de los años veinte había en Bogotá 18 barrios obreros, en general en condiciones precarias; la mayoría de estos localizados sobre la falda de los cerros orientales, en el denominado “Paseo Bolívar” (que se extendía desde el Parque de la Independencia al Barrio Egipto), “vasta zona urbana situada al oriente de la ciudad sobre las estribaciones de Monserrate y Guadalupe”. Algunos de los barrios descritos por Zambrano eran6:

Unión Obrera, o Perseverancia, habitado por cerca de mil familias, con muy limitados servicios.

4 Según los censos de la época la ciudad pasó de 203 hectáreas, en 1.797 a 320 hectáreas en 1905, a pesar de haber

quintuplicado su población, de 21,000 a 100.000 habitantes. 5 Kathleen Ramoli, 1.944. Citada en: Martínez, Carlos: “Bogotá Reseñada por Cronistas y Viajeros”. Fondo Editores,

Bogotá, 1978. pag.162. 6 Fundación Misión Colombia; “Historia de Bogotá”, Salvat – Villegas Editores. Bogotá, 1.989. Tomo 2 Siglo XX.

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Bavaria, contiguo al anterior hacia el norte (entre las hoy calles 29 y 32 y al oriente de la carrera 5ª), la mayor parte sin acueducto ni alcantarillado.

Barrio San Ignacio de Loyola 1 (entre calles 26 y 27, carrera 4ª, al oriente), conformado por casas y locales sin acueducto ni alcantarillado.

Barrio San Ignacio de Loyola 2 (al lado del anterior) “La calidad de las construcciones es pésima; en su mayoría son pajizas y algunas con tabiques hechos de pedazos de tablas… el mejor saneamiento de este barrio sería su demolición…”

San Luis, con más de 350 casas (frente a la hoy calle 19).

San Martín, con 400 casas, (al sur del anterior), sin servicios.

San Miguel, al sur del anterior y sin ningún orden. “Formado por casas levantadas al azar… chozas pajizas de una o dos habitaciones, en que viven amontonadas familias numerosas… Pueden calcularse a ese desastroso conglomerado obrero unos 800 habitantes”.

Egipto – La Peña, (entre calles 9ª y 11ª, de la carrera 1ª al oriente), sin servicios.

Las Aguas (de las calles 16 a 22, desde la 1ª, hasta el Paseo Bolívar), sin alcantarillado y sólo con las fuentes de agua públicas.

Chiquinquirá, (entre calles 13 y 15 de la 2ª al oriente), sin servicios.

Belén (entre calles 7 y 5, al oriente de la carrera 3ª), ocupaba un terreno pendiente y pedregoso, sin servicios.

Todos estos desarrollos urbanos para obreros sin servicios, con gran insalubridad, carencia de aguas, alcantarillado, aseo y vigilancia y localizados en el terreno más inclinado de la ciudad, sobre los Cerros. Lo cual demuestra una vez más la falta de interés de la Administración y las clases pudientes por los sectores aledaños a los cerros y su tratamiento ya tradicional como “parte de atrás” de la ciudad. Para dar una idea de las precarias condiciones de salubridad de estos barrios, cabe mencionar que fue el sector de Bogotá más azotado por la epidemia de gripa de 1.918. Por esta caótica situación, que además convirtió al sector en guarida de ladrones y asaltantes, en 1.925 fueron iniciados los trabajos de saneamiento del Paseo Bolívar y los barrios obreros allí localizados. Ese mismo año el Concejo de la ciudad autorizó a la Alcaldía el suscribir un préstamo para la compra de los predios del Paseo Bolívar y otros lotes en diferentes lugares con el objeto de reubicar la población del sector, tarea difícil ya que a pesar de las malas condiciones de vida los habitantes se negaron a abandonar sus viviendas.

“Dominando la ciudad y sin alcantarillado ni servicio de acueducto, todos los detritus de ese núcleo de población tan considerable, llegan al centro de la ciudad, se esparcen por todos los puntos cardinales y la infestan. La aglomeración de personas que viven esos ranchos de vara de tierra, pugna contra la moral, la higiene y la salubridad. Aun por el aspecto meramente humanitario y caritativo, es necesario acabar con ese estado de cosas, pues no es posible, que en la capital de la República, exista un barrio o un sitio, donde se dan cita el crimen, la miseria y la insalubridad”7.

Paralelo al crecimiento de la ciudad central y de sus “suburbios” ocupados por barrios marginales, continuaba el desarrollo de Chapinero, conjunto urbano que marcó definitivamente el destino de la estructura de la ciudad. Chapinero tuvo su origen en las

7 Memoria Municipal, 1.927. Citado en: Fundación Misión Colombia, Ibid 6, Tomo 1. pág. 33.

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últimas décadas del siglo XIX, pero ya para el cambio de siglo contaba con los principales servicios públicos como agua, luz, transporte por tranvía de mulas y vigilancia. Era un barrio destinado a las clases sociales más altas de la ciudad, que mediante la construcción de casas quintas sobre los predios de una antigua hacienda localizada a más de 4 kilómetros de la ciudad existente, había iniciado la urbanización de los territorios más elevados de la Sabana hacia el norte. Este desarrollo, que ocupó el pie del cerro del cable, haló pronto el crecimiento urbano, localizado en un principio sobre las hoy carreras 7ª y 13ª, vías que conformaron el límite de la Sabana con los cerros. Para finales de los años 20s, Chapinero ya era un barrio consolidado que contaba con algunos equipamientos comerciales y escolares importantes, como el Gimnasio Moderno. Se había ya trazado además, la Avenida de Chile, que unía en ese entonces la Calle 13, con la carrera 7ª, perpendicular a los cerros.

“Bogotá crece a ojos vistas, y ha englobado en su extenso perímetro el barrio campestre de Chapinero en las faldas de San Cristóbal; se extiende por la Sabana y trepa las alturas de Egipto y del Agua Nueva, con rapidez que tiene poca cuenta con los indispensables trabajos de higienización”8.

Por su parte, la naciente industria de la construcción empezó a desplazarse hacia el norte y sur de la ciudad tradicional. Es en 1.909 cuando se fundó en el sitio llamado “Siberia” la fabrica de Cemento Samper, sobre la carretera del nor-oeste que une a Bogotá y Sopó. Al poco tiempo fue instalado el cable aéreo Siberia – Contador, que salía de la fábrica y atravesaba los cerros hasta llegar a la carrera 7a con calle 134. También en estos años surgió la zona alfarera del entonces denominado Barrio Colorado, al oriente de la carrera 7ª, entre calles 40 y 65 (donde posteriormente se desarrollaron barrios como el Mariscal Sucre, el Paraíso y la parte alta de Chapinero). Con el incremento de la población se agudizaron las desigualdades entre los barrios de la clase alta y los de las clases obreras, desigualdades que se hicieron evidentes con la localización de las clases pudientes al norte y las populares al sur, desde las primeras décadas de este siglo. Esto se ve reflejado en diferentes artículos de prensa e informes del Concejo de la ciudad en los que se acusó a la Administración del abandono al que estaba sometida la ciudad de la calle 6ª hacia el sur y de centrar todas las obras públicas en el norte9. Esta localización marginal de los estratos que surgió en este periodo sobre el sector de estudio, es algo que se repetirá durante todo el siglo XX, a partir de la valorización y desprestigio de áreas urbanizables al norte y sur de la ciudad, según sus condiciones para el desarrollo. Esta estratificación de la tierra denota la intención por el control del poder en la ciudad por determinadas clases sociales, que desde la fundación está presente y que debido a intereses particulares, dejó áreas de la ciudad con grandes potenciales abandonadas y destinadas a la explotación y al consiguiente deterioro de sus recursos naturales. Cabe anotar que desde el comienzo del siglo se presentaron diferencias entre intelectuales y profesionales, con respecto a la Administración, sobre la valoración de los cerros como lugar privilegiado y de grandes recursos. Las ideas que de aquí surgieron se verán en los diferentes proyectos planteados en décadas siguientes, como fueron los de Brunner y Le Corbusier, curiosamente ambos extranjeros.

8 Antonio Gómez Restrepo, 1.918, citado en Martínez, Carlos. Ibid. 5. pag.141.

9 Como ejemplo puede nombrarse la diferencia de densidades entre sectores de la misma ciudad: para finales de los años

50s la Perseverancia contaba con 1760 habitantes por hectárea y La Cabrera con apenas 50.

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Dotación de servicios En las primeras décadas de este siglo, tuvieron lugar algunas obras públicas en las afueras del casco urbano consolidado, que pretendieron dotar a la ciudad de los equipamientos básicos que cualquier capital debería tener. Se realizaron entonces el matadero y la Estación de la Sabana, ambos sobre la calle 13 hacia el occidente, se amplió el cementerio central y sobre las estribaciones de los cerros, al norte de la ciudad tradicional, se construyó el antiguo Panóptico (hoy Museo Nacional) y los parques Centenario y de la Independencia, ambos conmemorativos de los 100 años de la república. La situación de insalubridad de la ciudad era igual en invierno o verano y las epidemias se repetían con frecuencia alarmante. El principal problema que aquejaba a Bogotá hacia principios de siglo, causante de gran parte de las epidemias, era el abastecimiento de agua, ya que no sólo las redes eran insuficientes sino los cauces de donde tradicionalmente se abastecía la ciudad estaban contaminados y disminuyendo considerablemente por la tala indiscriminada que desde la fundación se hizo sobre los cerros.

“La ciudad de Bogotá, la antigua Santafé de la edad colonial está situada al pie de los cerros de Monserrate y Guadalupe, dos colinas abruptas que dominan la población con su sombra terrosa y con la escarpada rudeza de su estructura. Ya hemos visto de cómo, a pesar de la prodigalidad con que los yacimientos de carbón de piedra se hallan repartidos en toda la zona central de tierra colombiana, el combustible primitivo de los bosques puede hacer competencia victoriosa a la hulla industrial”10.

Dentro de las pocas y aisladas acciones de recuperación de los cerros y la salubridad pública, deben destacarse las emprendidas por el Acueducto, protagonista desde principios de siglo de la conservación de los recursos naturales de los cerros. Desde 1.888 funcionaba en Bogotá una compañía privada de acueducto que tomaba el agua de los ríos Arzobispo y San Francisco, prestando siempre un irregular servicio con aguas poco puras, lo cual consta en los diferentes informes de la época. En 1.913 y debido entre otras cosas, a un informe redactado por la Oficina de Higiene Municipal en que se da cuenta de la situación del agua de consumo diario en la ciudad desde sus orígenes en los cerros, el Municipio decidió tomar acciones y se propuso nuevamente comprar el acueducto. De este informe vale la pena reproducir el siguiente aparte que describe el estado del agua que llega a la ciudad:

“Resulta que las aguas de las diversas fuentes que forman el río San Francisco, son pisoteadas por las gentes y animales que transitan por aquella región (los cerros orientales). Faltan puentes y hay caminos, como el de Choachí, que debieran desviarse…”11.

10

Alberto Gutiérrez, 1.912, citado en Martínez, Carlos. Ibid. 9. pag. 134 11

El Tiempo, 27 de Junio de 1.913, citado en Fundación Misión Colombia, Ibid 6, Tomo 1. pag. 61.

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En 1.914 luego de numerosos intentos, el Municipio compró el acueducto e inició nuevas obras de ampliación, solicitando a la Academia Nacional de Medicina la colaboración para el saneamiento de las aguas. La Academia sugirió entonces la necesidad de comprar las hoyas de los ríos vecinos y emprender un urgente trabajo de reforestación, debido a que las fuentes estaban contaminadas y sus nacimientos estaban localizados al interior de predios privados, lo cual dificultaba su control sanitario. Esto sucedió sólo hacia finales de la década de los años veinte, cuando el municipio inició la compra de estos predios, siendo los primeros aquellos localizados en las hoyas hidrográficas de los ríos San Francisco, San Agustín y San Cristóbal y las quebradas de las Delicias y La vieja (se compran en total cerca de 7.000 fanegadas)12. Estas compras significaron el desalojo de más de 4.000 vecinos del lugar, número significativo de habitantes para la época en mención. Al mismo tiempo que la compra de predios se sucedía, se produjo un primer proceso de reforestación, se localizaron sobre los cerros casetas proveedoras de cloro para purificar el agua y se estableció la necesidad de la canalización de los ríos San Francisco y San Agustín.

“Entre las mejoras acometidas recientemente a favor de la raza, figuran la adquisición de las zonas hidrográficas de los lechos de los riachuelos que proveen a la ciudad de agua potable, la arborización y aislamiento de las mismas y la instalación de plantas de cloro para la purificación de las aguas, con lo que se ha disminuido la propagación de la fiebre tifoidea y de otras enfermedades de análogo origen, que deberán desaparecer completamente, cuando esté perfeccionado nuestro rudimentario sistema sanitario. En efecto: a pesar del adelanto obtenido, falta mucho por hacer a favor de la salubridad, pues subsisten aun en las faldas que rodean la ciudad, las covachuelas inmundas, que no solamente por razones de higiene y moralidad debieran demolerse, sino por conveniencia pública, como que son focos infecciosos que dominan la población y ocupan el lugar en donde debieran construirse magníficas residencias de recreo que cuenten con el Paseo Bolívar como acceso y tienen un magnífico panorama desde esta altura”13.

Posteriormente y en la búsqueda de una solución a los problemas de agua de la ciudad, algunas compañías extranjeras realizaron estudios, por medio de los cuales se optó por escoger al río San Cristóbal como el más indicado para cubrir las nuevas necesidades de agua de la ciudad. En 1.923 se iniciaron los trabajos para el transporte de las aguas hacia la ciudad que incluían los tanques de Vitelma, la tubería, los filtros y las plantas de purificación, todas estas obras de gran magnitud. Pocos años más tarde, hacia final de la década de los años treinta ya se estaba pensando en nuevas soluciones para traer agua a Bogotá, esta vez desde el río Tunjuelito y mediante la construcción del embalse del Neusa. Otra de las obras importantes realizadas por la Administración Municipal y el Acueducto durante las primeras décadas del siglo, fue la canalización de los ríos San Francisco (hoy Avenida Jiménez) y San Agustín (hoy calle 6ª) que para finales de la década de los años treinta, ya estaba finalizada.

12

Mediante el Acuerdo Municipal No. 8 de 1915 se regula la compra o expropiación de las hoyas hidrográficas de Bogotá por parte del Municipio. 13

Ortega, Alfredo. Op. cit. 1. pág. 88

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Los paseos tradicionales. Infortunadamente desde entonces, como hoy en día sucede, la inseguridad que ya se había apoderado de la ciudad ahora lo hacía de los caminos que unían a Bogotá con su región. Las propiedades rurales padecían de inseguridad y la periferia urbana y los caminos eran fortines de las bandas de asaltantes. Los cerros, como borde limítrofe de la ciudad no escapaban a estos problemas. En Egipto, en la década de los años veinte, la situación era tan difícil que se llegó a impedir la entrada de la policía al sector. En las faldas de los cerros operaban parte de las bandas de malhechores y se localizaban los destiladores clandestinos de aguardiente. Estos hechos nos hacen pensar que la inseguridad en Santa Fe de Bogotá no es un fenómeno reciente. (pag. 75) Durante esta época fueron tradición en la ciudad los paseos hacia las afueras, en busca de las zonas verdes que cada vez escaseaban mas en el interior del casco urbano. Estos caminos llevaban, entre otros destinos, hasta Chapinero y algunos altos localizados más al norte y occidente. También se volvió común ir a visitar las nuevas obras de la Administración, como los Tanques de Vitelma y de San Diego localizados sobre los cerros. Iconografía y planimetría de comienzos de siglo

Si la escasa planimetría existente sobre Bogotá en siglos anteriores hacía referencia a los cerros orientales (ver planos de 1.790 a 1.850), con el paso del tiempo la ciudad no sólo dio espalda a estos en la realidad física y social, sino también en su representación. Es así como contrastan los planos elaborados hasta la primera mitad del siglo XIX, con aquel realizado por Carlos Clavijo en 1.894, representación con la cual el plano de la ciudad perdió casi por completo la referencia de los cerros. Esto se ratificó con el plano arreglado por el ingeniero Alberto Borda en 1.910, en el cual hasta los nombres de los cerros tutelares (Monserrate y Guadalupe) son ignorados por prestar una especial atención al desarrollo sobre la Sabana. Cabe anotar también sobre este plano, que aunque las crónicas, artículos periodísticos e informes oficiales demuestren lo contrario, los desarrollos urbanos localizados sobre los cerros no aparecen, ignorando su existencia en esta representación. En las imágenes fotográficas de comienzos de siglo y posteriormente en las primeras aerofotografías de la ciudad, pueden apreciarse los cerros como un marco natural sin árboles y erosionado, sobre el cual se localizó gran parte de la industria extractiva de materiales para la construcción y los desarrollos urbanos ocupados por los habitantes más pobres. Esto permite entender la visión de los cerros que en ese entonces tenían los bogotanos como “la despensa” de la ciudad, el lugar de abastecimiento de agua y materiales y por lo tanto, muy lejano a esa concepción de paisaje o lugar de reserva de recursos. Esto se hace evidente en las crónicas y periódicos de la época, que la mayor parte de las veces que mencionaban los cerros lo hacían para referirse a sus problemas, tales como la falta de agua, los desarrollos urbanos con condiciones insalubres y su consiguiente peligro para la “ciudad baja” y la inseguridad, entre otros, y nunca para resaltar sus excepcionales condiciones naturales. Por lo tanto, es claro que en las primeras décadas del siglo, al igual que lo que venía sucediendo anteriormente, los cerros seguían siendo contemplados como parte de la ciudad en la medida en que abastecían el agua de consumo cotidiano y los materiales de construcción, pero no existía aún ningún

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tipo de planeación sobre su futuro y el de sus recursos naturales básicos. Son prácticamente inexistentes las referencias de la época en que se considera el potencial de los cerros para el futuro de la ciudad o en las que se enuncian acciones para su recuperación. La relación de los cerros con los habitantes de la ciudad en las primeras décadas del siglo era similar a lo sucedido durante el periodo anterior, a pesar de los cambios sucedidos en su estructura urbana. Hasta entonces, y como producto del desarrollo de una sociedad cerrada sobre sí misma, los cerros continuaban siendo sinónimo de deterioro, insalubridad, inseguridad, al mismo tiempo que eran lugar para el abastecimiento de los recursos básicos de la ciudad. La localización de la población menos favorecida y de parte importante de la industria de la construcción, gran depredadora de los recursos naturales sobre los cerros, muestran un claro desinterés de la administración y las clases pudientes por estas áreas de las afueras de la ciudad. Los pocos programas de recuperación y conservación emprendidos resultan de esfuerzos aislados que hasta esta época no lograron generar una cultura que permitiera cambiar la relación de los habitantes con su entorno. La depredación continuó hasta bien entrado el siglo y sólo en acciones posteriores se emprendió una decidida recuperación. 4.4.2. La regulación del territorio. 1920 - 1950 Una actitud decidida de la administración: el origen de la planeación de la ciudad. Durante los siglos XVIII y XIX las ciudades se ahogaron entre sus murallas; los jardines y espacios libres privados se redujeron al máximo por lo que empezaron a construirse paseos en la periferia y a determinarse zonas de parques para el paseo y descanso de los habitantes. Dentro de estas primeras extensiones de la ciudad sobre el territorio que la rodea, tienen especial importancia los grandes parques urbanos y las áreas de reserva ambiental que buscaban proteger los recursos naturales básicos. Estas áreas surgieron como la compensación a la densificación y extensión de las ciudades. Mientras en otras ciudades del continente para comienzos de este siglo ya se habían emprendido grandes intervenciones acordes con este naciente urbanismo que pugnaba por un nuevo trazado urbano con grandes avenidas y parques, en Bogotá apenas se empezaban a discutir reformas que permitieran mejorar el ambiente. Aunque desde algunos años antes empezó a existir en la ciudad la preocupación por dotarla de infraestructura y equipamientos básicos y por definir instrumentos e instituciones para el control de su desarrollo, administración y prestación de servicios y poco tiempo después para su ordenamiento, esto sólo adquiere relevancia hacia finales de la década de los años veinte. Hasta entonces existía en la ciudad una formalización de un cierto “saber hacer” tradicional, basada en la ciudad más “ordenada”, aquella localizada entre los dos ríos, en forma de regla que incluía los procedimientos necesarios a seguir cuando se quisiera incorporar nuevos suelos para urbanizar, sin prever algún tipo de ciudad hacia el futuro. Es decir, que hasta entonces cuando era necesario que la ciudad creciera, simplemente se hacía una extensión del damero tradicional a manera de ensanche14.

14

Cortés, Rodrigo; “Del urbanismo a la planeación en Bogotá (1.900 – 1.990). Sin publicar. Pág. 16

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Este sistema dejó de operar en la medida en que en la ciudad se generaron nuevas formas de crecimiento y ya las normas existentes no eran suficientes15. Hacia mediados de la década de los años veinte y bajo la dirección del ingeniero Enrique Uribe Ramírez se elaboró el “Plano de Bogotá Futuro”16, que utilizó como base para su construcción estudios anteriores realizados por los estudiantes de la Escuela de Ingeniería y por la Casa Pearson, firma internacional vinculada desde años atrás a la Administración de la ciudad. Este plano permitiría desarrollar de forma planeada la ciudad en una extensión de 15 kilómetros, llegando al costado norte hasta Usaquén, al sur hasta el barrio San Cristobal y teniendo como límite a todo lo largo de la ciudad los cerros orientales17. El plano era una gran prolongación de la retícula colonial en forma de damero con manzanas cuadradas (100m x 100m. aproximadamente) en dirección norte, sur y occidente. Esta primera malla estaba entrecruzada con una segunda retícula ortogonal girada a 45 grados que contenía un sistema de vías cada 600m, en cuyos cruces se localizarían los equipamientos colectivos (iglesias, teatros, plazas, etc.) Con este plano se proponía la incorporación de las áreas urbanas desarticuladas, como en ese entonces se encontraba Chapinero, a una sola estructura urbana generada a partir de la ciudad tradicional. Con el Plano de Bogotá Futuro se concretó una alternativa a la ineficiencia de los instrumentos tradicionales para incluir en la ciudad las urbanizaciones dispersas por el territorio y los elementos geográficos que la rodeaban, ya que introdujo el límite como figura urbana lo que lleva implícito además del control de la forma urbana, la protección del suelo que rodea la ciudad. La idea de ciudad presente en el momento de la aprobación de la propuesta del Bogotá Futuro, por parte del Concejo de Bogotá, era la de una gran capital que crecería hasta multiplicar varias veces su área en poco tiempo y que por lo tanto debería planearse y diseñarse de forma diferente a cómo se venía haciendo. Sus relaciones internas y con su periferia deberían cambiar y ser formalizadas bajo el imperativo de definir la Bogotá del futuro. Sin embargo, el Plano de Bogotá Futuro no tuvo la relevancia que se merecía y tan sólo quedó implícito en el desarrollo de algunos barrios aislados que parecen seguir sus preceptos. Hacia finales de los años veinte llegó a Bogotá el arquitecto austríaco Karl Brunner quién propuso nuevos conceptos urbanos para la ciudad que entre otras cosas proponían una nueva relación de la estructura urbana con su entorno natural. En 1.929 Brunner fue nombrado director del Departamento de Urbanismo, con lo cual se inició una etapa profesional dentro del urbanismo de la ciudad. La obra de Brunner en el Departamento no se basó en un plano de la ciudad que marcara las directrices generales de desarrollo, como en su momento lo hizo Bogotá Futuro. Por el contrario, los proyectos urbanos de Brunner eran fragmentos de ciudad que se pegaban a lo que ya existía, proponiendo, por medio de intervenciones en los alrededores, consolidar el área central y su relación con el entorno construido y natural. Se incluyen en estas obras el barrio Santafé, el Luna Park, Ciudad Jardín del sur, el Centenario, y hacia los cerros el barrio Bosque Izquierdo, el Parque Nacional y las propuestas para la recuperación y diseño del Paseo Bolívar que proponía desarrollar toda una urbanización de baja densidad junto con un parque con

15

Para contrarrestar parcialmente esto, en 1.917 se creó la Sociedad de Embellecimiento Urbano, teniendo como uno de sus propósitos el de hacer cumplir algunas normas que se infringían de forma impune. En 1.919 se fundó en Chapinero la Sociedad de Mejora Públicas con actividades similares a la antes mencionada. 16

Cortés, Rodrigo; “Historia de la Planeación en Bogotá”, sin publicar. 17

Aunque desde este momento los cerros eran considerados como límite oriental de la ciudad, aún no se había definido una cota o marca específica para definir este límite.

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caminos y recorridos que permitieran a la población disfrutar de una extensa zona verde a pocos pasos de sus viviendas. Aunque este proyecto nunca se realizó si se hicieron mejoras menores al paseo existente y en 1.936 se expulsaron definitivamente los obreros que vivían en la zona18. Todas estas intervenciones promovían una integración entre la ciudad y la naturaleza del entorno, generando una calidad ambiental que Brunner consideraba esencia de la urbanización. Durante este periodo aparecieron numerosos barrios de diferentes estratos, todos ellos localizados sobre vías de comunicación, que consolidaron el ensanche que nunca había tenido la ciudad. Si se observa con detenimiento el plano de la ciudad para la promoción del barrio Teusaquillo en 1.933, se pueden ver las obras con las cuales Brunner “tejió” un ensanche uniéndose a aquellos barrios que aún permanecían aislados. Se ve también que sobre los cerros no hay ocupaciones nuevas hacia el norte, excepto un incipiente desarrollo sobre Chapinero alto, en contraste con un fuerte incremento de los desarrollos hacia el sur con barrios localizados en las estribaciones de la carretera de oriente. Por último, llama la atención la forma en la cual están dibujados los cerros en este plano, de los cuales sólo se incluyen Monserrate y Guadalupe (resaltados), excluyendo el resto de los cerros, a pesar de la dimensión de la ciudad de entonces y su localización paralela al piedemonte. Para los años treinta los terrenos localizados en la periferia urbana sobre los cerros, en especial hacia el norte, estaban abandonados por parte de la Administración, a excepción de Monserrate sobre el cual se observa la construcción del funicular y algunas áreas reforestadas. En las aerofotografías existentes entre los años 1938 y 1950 se pueden apreciar numerosas canteras, chircales y galpones para el procesamiento de materiales en amplias áreas de los cerros, limítrofes a la ciudad. En el sector comprendido entre el barrio la Merced y la calle 72, hacia el norte y oriente, incluyendo el área que ocupa hoy en día el barrio el Paraíso, existía un área altamente erosionada y numerosos puntos de extracción y almacenamiento de materiales de construcción (ladrillo y piedra en especial). En 1.944, como otro paso más de la Administración en el intento por dar un norte a la ciudad, se adoptó el Plan de Ordenamiento de Bogotá llamado Soto-Bateman, que se constituyó en el primer instrumento concreto de planificación urbana. El plan introdujo el concepto de zonificación, concibiendo por primera vez el espacio público a escala de la ciudad al introducir la Zona de Reserva de Areas Verdes, en la cual estaba incluida el sector de los cerros orientales. Este es el primer instrumento con que contó la ciudad para la protección de sus áreas de reserva ambiental. Las zonas verdes Bajo la administración del presidente Olaya Herrera empezó a hacerse realidad el proyecto de un gran parque para Bogotá, que para entonces no contaba con un espacio verde de características y dimensiones urbanas. El lugar que se escogió para localizar el parque fue la parte sur del área dedicada a la explotación de canteras, al oriente de la carrera 7ª y hacia el sur del río Arzobispo, entre calles 35 y 39. Aunque no hay certeza absoluta, parece ser que el diseño del parque que en 1.933 fue inaugurado fue obra de

18

Según informes de la Alcaldía, el Paseo Bolívar era habitado a mediados de la década de los años 30s por alrededor de 17.000 personas que formaban 4.500 familias que habitaban de a dos por vivienda.

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los arquitectos Karl Brunner y Pablo de la Cruz. En este diseño se vio por primera vez en la historia de la ciudad la intención de integrar la estructura urbana a los cerros y a sus cuerpos de agua. El sector oriental del parque fue concebido desde el principio como un pulmón para la ciudad, por lo que desde el momento en que surgió se produjo un gran impacto ambiental que lo convirtió en germen de la recuperación de los recursos naturales de los cerros. Paralelamente se construyeron otros dos parques de origen privado: el Luna Park, al sur de la ciudad, que desapareció debido al desarrollo urbano y el Parque Gaitán Cortés que aún existe en el suroriente de la ciudad. Esto muestra el interés de la Administración de la ciudad en este tiempo por incorporar al desarrollo urbano las zonas verdes localizadas en su periferia como espacios recreativos, tal como había sucedido en las ciudades europeas durante siglos anteriores. Producto de estas ideas reformadoras, en 1.935 se empezaron a planificar las obras para el cuarto centenario de la ciudad, dentro de las que se destacó la exposición internacional del Parque de la Independencia, límite en ese entonces de la ciudad tradicional al oriente y refuerzo del nuevo concepto de entendimiento de los cerros como potencialidad de generación de espacios públicos y recreativos para la ciudad. Las obras para la exposición internacional de 1.938 fueron un acierto del que infortunadamente, con la ampliación de la Calle 26 en los años sesenta, no quedan más que fotografías y crónicas, al igual que lo sucedido con el parque centenario. Otra de las obras importantes realizadas durante este periodo en el área de estudio fue la construcción de la carretera que une a Bogotá con el municipio de La Calera en 1.938, pavimentada solamente en los años setenta. Este mismo año se construyó la Media Torta, teatro creado por el Alcalde Jorge Eliecer Gaitán para la diversión de los estratos populares y construido con una donación de la colonia británica. Son también de estos años los primeros programas de reforestación con cierta envergadura, tales como los realizados en las laderas de los cerros de Guadalupe y Monserrate y en las estribaciones del naciente Parque Nacional. En 1.948, con motivo de la conferencia panamericana se realizaron varias obras públicas y algunos inmuebles tales como las Residencias el Nogal, en el borde de los cerros sobre la carrera 7ª con la calle 77 y el célebre restaurante “el venado de oro”, famoso durante varias décadas y hoy convertido en la clínica Roosevelt, localizado sobre los cerros de la ciudad, en el sector central, cerca de carretera que conduce a Choachí. En este periodo convivieron dos actitudes contradictorias con respecto a los cerros por parte de los habitantes y la administración de la ciudad; por una parte la estructura urbana continuó en su crecimiento explotando y deteriorando los recursos naturales y mineros de los cerros sin consideración alguna, desarrollando nuevos barrios sobre algunos sectores de topografía empinada y marcando claramente la estratificación esbozada en décadas anteriores (norte – sur). Los habitantes de la ciudad no emprendieron ninguna acción de recuperación significativa19 y por el contrario se siguieron valorando más los suelos planos hacia la Sabana, a pesar de que muchos de ellos no tenían condiciones mínimas para la urbanización. Por otra parte, aunque sin continuidad alguna, los planes, programas y proyectos de la administración empezaron a contemplar los cerros como parte de la

19

La única acción que buscaba la protección de este bien público fue una normativa de 1.945 expedida por Jorge Eliecer Gaitán que prohibía los chircales en el centro de la ciudad y declaraba zonas alfareras en San Cristóbal y la carretera a Villavicencio, en el sur.

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ciudad y a darse cuenta de la inminente necesidad de establecer puntos de conexión entre la trama urbana y este espacio natural. Monserrate y Guadalupe, hitos religiosos En lo referente a tradiciones, fiestas populares y paseos sobre el área de los cerros orientales, sólo existían aquellos relacionados con el culto a los santuarios de Monserrate y Guadalupe, que eran también utilizados como miradores urbanos, lugares desde los cuales “se puede ver a la perfección la ciudad”, nuevamente recalcando la ya tradicional forma de excluirlos de la ciudad.

“Para tener la mejor vista panorámica de Bogotá, de la Sabana y también hacia las montañas al oriente, hay que subir a una de las capillas que coronan las cimas gemelas de Guadalupe y Monserrate”20.

Con los terremotos sucedidos en 1.917 en Bogotá hubo destrozos de consideración en numerosos inmuebles de la ciudad y se destruyó una vez más la ermita localizada sobre el cerro de Guadalupe, edificación que nunca volvió a ser reconstruida. Como parte del terremoto se generaron diferentes leyendas acerca de los hechos sucedidos, como lo narran D. Ortega y F. Zambrano. Hacia finales del mismo año se produjo un incendio forestal de gran magnitud en la falda del cerro de Monserrate que condujo al convencimiento popular de que este cerro tutelar era en realidad un volcán que pronto haría erupción y destruiría la ciudad. En 1.929 se inauguró la estación del funicular para el ascenso a Monserrate21, lugar que siempre ha sido objeto de culto por parte de los bogotanos. Para estas décadas era visitado por numerosos creyentes, en especial en diciembre cuando eran organizados paseos dominicales dirigidos por los numerosos estudiantes que habitaban la ciudad. Desde años atrás Monserrate se había convertido en lugar tradicional para el folclor y los usos populares que, los domingos y festivos, convertían el camino al santuario en una mezcla de devoción y diversiones de diferente índole. Escribió un cronista en 1.935:

“El milagro comienza en la plazoleta donde todo es inocente y todo ríe. Se ve en los puestos de traficantes de reliquias. En las ventas de caldos de gallina y chocolates. En el bullicio de todas las gentes que sienten en lo íntimo la satisfacción indiscreta de sentirse muy arriba, sobre el cerro más grande de la ciudad, cerca del Señor, libres de rencores, mientras abajo la rutina y el perjuicio trajina y persevera”22.

20

Loraine Petre, F. 1.904. Citado en: citado en Martínez, Carlos. Ibid. 5. pag. 125. 21

En 1.955 entró en funcionamiento el Teleférico. 22

El Tiempo, 12 de Marzo de 1.935. Citado en: Fundación Misión Colombia, Ibid 6, Tomo 2 Siglo XX, pág. 32

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PLANO PROMOCIONAL DE TEUSAQUILLO FUNDACION MISIÓN COLOMBIA, Historia de Bogotá, TOMO 9,página 21, Editorial Villegas Editores, Bogotá, 1989. B.F.20.

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4.4.3 La idea de una ciudad moderna. Los cerros son reconocidos como paisaje

de la ciudad. 1950-1970 Los problemas de la ciudad se incrementaron con el tiempo, haciéndose más complejos, por lo cual se tuvo la necesidad de buscar soluciones diferentes a las hasta ahora aplicadas. Estos problemas, de diversa índole, condujeron a la modernización de las infraestructuras y servicios y a la introducción de ideas provenientes del denominado urbanismo moderno, que propugnaba entre otras cosas, el establecimiento de una nueva relación de lo urbano con el entorno natural. La situación que se presentaba en los cerros mostraba también el gran desarrollo de la ciudad. Como puede verse en los diferentes vuelos aerofotográficos que cubren desde finales de los años cuarenta hasta mediados de los cincuenta, para entonces se habían desarrollado varios equipamientos como la Escuela de Caballería, en la calle 100 arriba de la carrera 7ª, el seminario Mayor en la calle 94, el colegio San Bartolomé en la calle 34, la Universidad de los Andes en la calle 19 y varias parcelaciones para vivienda sobre la carretera a oriente. Se aprecia también numerosas canteras sobre el área de Usaquén (hoy barrio las Delicias del Carmen), la calle 170 (hoy barrio Santa Cecilia), el camino a La Calera, un nuevo camino de subida al cerro de la Teta, construido con motivo la localización de las antenas de comunicación y el camino al Guavio; varias zonas, como la quebrada de la vieja continúan siendo víctimas de la deforestación. Para 1.945 la situación de parte importante de la población de Bogotá era precaria y existían numerosos lugares de habitación que no contaban con servicios ni infraestructura, muchos de ellos ubicados en los cerros. Esta situación hizo necesario el planeamiento de la ciudad hacia el futuro por medio de un plan regulador, figura que tenía por objeto el ordenar la expansión física que para ese entonces era caótica; la figura del plan regulador estaba incluida entonces en la legislación nacional como una obligación para las ciudades23. El Plan Piloto y la dictadura militar

En 1.946 la población llegó a 500.000 habitantes. Para 1.947, aprovechando la obligación constitucional por realizar un plan, es traído por primera vez a Bogotá el máximo exponente de la arquitectura y el urbanismo moderno Le Corbusier, quien se encargó de la elaboración del Plan Piloto para la ciudad, que fue adoptado en 1.951, momento en que la expansión de la ciudad seguía siendo incontrolable. Con el esfuerzo que implicó la llegada de Le Corbusier a Bogotá por parte de la Administración de la ciudad, se ve una actitud decidida por establecer una estrategia a gran escala para el problema urbano y por primera vez, para las relaciones de la ciudad con la región en la rodea. La visión inicial que Le Corbusier tuvo de la ciudad en su primera visita, puede sintetizarse en el siguiente aparte, consignado en sus escritos de viaje:

23

Esto se repetirá solamente 50 años después, con la Ley 388 de 1.997, Ley que obliga a la realización de Planes de Ordenamiento Territorial a todos los municipios del país.

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“Visto desde Monserrate a 3.000 mts. es el más extravagante de los destinos! ¿Por qué una ciudad aquí, por qué una gran ciudad?. Pues porque es una capital. Fue una capital en el corazón de las Américas. Tan en medio de los Andes, como en el centro, o como en la periferia al borde del mar. Capital = fortín del poderío del “sello” real (Madrid), tesoro que debe ser protegido de las eventualidades”24.

El Plan Piloto sería el punto de partida para la elaboración de un Plan Regulador ya que sentaba las bases para el crecimiento y desarrollo de la ciudad y para articularla dentro de un sistema regional natural y de abastecimiento. El Plan estableció un perímetro urbano fuera del cual se prohibía cualquier tipo de urbanización, zonificó la ciudad y fijó zonas de importancia ambiental entre las que se encontraban los cerros orientales. Proponía contener la extensión de la ciudad, ordenar su crecimiento con zonas de uso único (vivienda en las periferias norte y sur) y densidades decrecientes hacia la periferia, manteniendo lo que se consideraba en ese entonces “natural”: la ocupación de la franja del borde de la Sabana contra los cerros debería ser con vivienda ya que “cuenta con las mejores condiciones de orientación, vistas, régimen de vientos y conexiones viarias”25. El plan traducía los principios del movimiento moderno en cuatro escalas en las que se destacaba la regional, cuya premisa era la de prever un futuro equilibrado para la ciudad dentro del sistema regional, la Sabana, lo cual no coincidió con las ideas de los gobernantes del momento. Por esta razón, quedaron a la deriva las relaciones de la ciudad con los recursos naturales que la rodeaban.

“En todas partes reinarán el espíritu de la ciudad, la escala humana, la diversidad y la unidad. Se desarrollará así una verdadera sinfonía arquitectural y paisajística. La montaña servirá de fondo a la composición”26.

Dentro del sistema ambiental y de articulación con la región, el plan contemplaba el manejo de los cerros y las rondas de los ríos; proponía, por medio de las rondas de quebradas y ríos, el conectar el sistema montañoso del oriente de la ciudad con el río Bogotá, al cual le daba la definición de “parque lineal”. Con el Plan Piloto y el Plan Regulador, elaborado por Wienner y Sert, se buscó una nueva relación de la ciudad con la región y en particular con los cerros. Se propuso entonces la valoración de estos como la gran reserva ambiental de la ciudad, parte de todo un sistema general y como patrimonio de los bogotanos. Es constante en los dibujos y apuntes de Le Corbusier su idea de los cerros como telón de fondo, como paisaje cultural de la ciudad. A partir del Plan Piloto se oficializó en la ciudad el perímetro urbano y el trazado del Plan Vial, elementos que se convirtieron en medio para concretar una política que expresase objetivos generales sobre la forma de la ciudad. Así, el Plan estableció elementos que pasaron a cumplir el papel de potenciales organizadores de la forma urbana. Dentro de estos adquirieron presencia la forma lineal, las vías y los accidentes geográficos como son las escorrentías, los ríos y pantanos y los cerros. Aquí, el concepto de límite esbozado en planos por el Plano de Bogotá Futuro, se convirtió en uno de los principales elementos ordenadores de la forma urbana. Sin embargo, a pesar de las recomendaciones de los planes mencionados, el manejo de los cerros quedó relegado

24

Le Corbusier Sketchbooks, vol. 2, 1.950 – 54. The architectural History Foundation, New York, MIT Press. Citado en: Cortés, Rodrigo. Ibid 15. Pag. 25 25

Rodrigo Cortés: “Historia de la Planeación en Bogotá”, Sin publicar. 26

Le Corbusier; “Plan Directeur de Bogotá, 1.959”. Citado en: Cortés, Rodrigo. Op. Cit. 15, pág. 27

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como barrera para el crecimiento de la ciudad, mediante únicamente la imposición de una cota de servicios y la generación de vías periféricas. Esto conllevó a que durante esta década las únicas acciones que se adelantaron para la recuperación de los cerros se sucedieron sin articulación alguna entre si, como fueron los programas de reforestación realizados por lo general con especies importadas como el pino y el urapán. La llegada de la dictadura (1953 - 1957) no permitió que el Plan Regulador pudiera ser adoptado por la ciudad por lo que tan sólo fueron retomadas parcialmente algunas de sus recomendaciones, a manera de proyectos aislados. Las obras más relevantes desarrolladas por la dictadura en Bogotá, sobre todo en barrios obreros, fueron localizadas fuera de las zonas identificadas en el Plan e incluso fuera del perímetro urbano27. Desde 1.951 se mencionaba la necesidad de convertir a Bogotá en Distrito Especial, recomendando la anexión a la ciudad de los municipios de Usme, Bosa, Fontibón, Engativa, Suba y Usaquén, delimitando la zona urbana y creando una corporación para la salvaguarda de los recursos naturales de la Sabana (con lo cual por primera vez se siente a nivel administrativo esta necesidad, reforzando lo consignado en el Plan Piloto), esto sólo se concreta con la Dictadura hacia 1.955. Otras de las obras relevantes emprendidas por el régimen militar en el área de estudio son el Hospital Militar, en la calle 45 con carrera 5, iniciado en 1.953 y la construcción de la Avenida 26 en 1.957 con la cual desaparecieron el parque Centenario y parte del parque de la Independencia. Con la llegada de la televisión y el fortalecimiento de la radio, también durante el periodo de la dictadura, se localizaron las principales antenas sobre los cerros de la ciudad (en los cerros de la Teta y el Cable) y la Estación Cien de Policía en la parte baja del cerro el Cable, al norte de la ciudad de entonces. El mejoramiento de los servicios públicos y la protección del medio natural

Con el crecimiento urbano descontrolado el problema de abastecimiento de agua para la ciudad seguía incrementándose con el tiempo. En 1.945 la Administración decidió tomar nuevas medidas para gestionar la compra de algunos predios sobre los cerros y poner en práctica el programa de reforestación de las cabeceras de los ríos San Francisco, San Cristóbal, Arzobispo y Los Rosales además de otras quebradas menores. Durante la década de los años cincuenta se vio la necesidad de modernizar las entidades administrativas de la ciudad. Se crearon entonces empresas como la de Acueducto y Alcantarillado, fundada en 1.955, que inició posteriormente, en la década de los años sesenta, la compra de parte importante de los predios localizados en las laderas de los cerros con el objeto de protegerlos ambientalmente. En 1.959 se constituyó la Empresa de Energía Eléctrica y años antes se había creado la Empresa de Teléfonos de Bogotá28. En 1.960 se amplió el área del parque Nacional hasta 260 hectáreas que cubren desde su trazado original hasta el camino de peregrinación a Monserrate, con lo cual se empezaron

27

Dentro de las principales obras realizadas por la Dictadura en Bogotá, vale destacar el Aeropuerto el Dorado, el CAN, el hotel Tequendama y el edificio Bochica, estos dos últimos primeras piezas delo que luego sería el Centro Internacional. 28

Fundada en la 1.940

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a concretar diversos programas de reforestación y proyectos de recuperación. Las primeras medidas que se tomaron tuvieron que ver con la compra de los predios y el desalojo de los colonos localizados allí. Aunque la compra de predios se hizo efectiva, los colonos continúan hoy en día ocupando predios al interior del Parque. En 1.968, según Acuerdo Distrital se decretó al parque como Reserva Forestal Protegida. Decía en un periódico de la época:

“En el caso especial de Bogotá, la ciudad es propietaria de 6.000 hectáreas que lindan con el área urbana, ocupadas por el hermoso bosque de las hoyas de San Francisco y San Cristóbal. Debería ser convertida en Parque Nacional. Además la ciudad posee una cadena de cerros de belleza extraordinaria, que han contribuido a determinar su forma urbana y sus características propias”.

En la medida en que la ciudad fue creciendo en el sentido norte – sur, los cerros adquirieron mayor protagonismo al tener una posición privilegiada, paralelos al sentido de mayor desarrollo de la ciudad. Sin embargo, en este periodo durante el cual la Administración de la ciudad tomó conciencia de la importancia de los cerros y su protección, las acciones sobre los mismos fueron aisladas y algunas veces contradictorias; se emprendieron la compra de predios y programas de reforestación y conservación; paralelamente se sucedieron la localización de las antenas y torres de energía en la parte alta de los cerros (antenas) y la realización y promoción de proyectos tales como la Avenida de los Cerros que por su trazado afectaría parte importante de los recursos naturales e incentivaría los desarrollos de urbanizaciones, en especial, de estratos altos. En 1.961 se creó la Corporación Autónoma Regional, CAR, cuyo objeto principal es el de velar por la conservación de los recursos naturales de la región de la Sabana y de los valles de Ubaté y Chiquinquirá. Después en 1976 el INDERENA, por medio del Acuerdo 30, le dio tratamiento de Area de Reserva Forestal Protectora a los Cerros Orientales29 y en 1.977 delegó a la CAR el manejo y protección del área de los cerros orientales que se encuentra fuera del perímetro urbano y al interior del Distrito. Dos años más tarde la CAR, con el Acuerdo 33 de 1979 definió la zonificación de estos Cerros y los usos del suelo de los mismos como de “vocación netamente conservacionista y forestal”. Un nuevo ajuste en la planeación Entre la década de los años cincuenta y sesenta, la ciudad continuaba creciendo de forma acelerada30, por lo cual su planeación debió ajustarse nuevamente, convirtiéndose en un instrumento flexible, adaptable a los constantes cambios dentro de la estructura urbana. El documento “La Planificación en Bogotá: 1.964”31, se preocupó entonces más por definir la forma de desarrollo para cada parte de la ciudad – densidad, equipamientos, etc.-, por fijar normas y procedimientos, que por definir de manera rígida la forma y la estructura urbana. En concordancia con el Plan Piloto, este documento desarrolló un nuevo Plan Vial mucho más amplio que ocupaba una porción mayor de territorio, dentro del cual se

29

Según el Decreto-Ley 2.811 de 1974, sobre el cual se basa el INDERENA para el Acuerdo 30 de 1976, define en el Artículo 204 las Áreas Forestales Protectoras así: Son áreas que deben estar conservadas permanentemente con bosques naturales o plantados para proteger, en este caso, los recursos hídricos principalmente. 30

La tasa de crecimiento urbano de la ciudad para las décadas de los años cincuenta y sesenta fue una de las más altas del mundo: 6.8%. 31

Base de este documento fue el trabajo realizado en los primeros años de la década de los 50s, por un grupo de arquitectos liderado por el entonces Director de Planeación, el arquitecto Carlos Martínez

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incluyeron los anillos viales que son hoy en día la base del plan vial de la ciudad. Sin embargo, este documento desconoció la proliferación de barrios clandestinos que por esta época tuvieron un desarrollo muy importante, sobre todo en la periferia de la ciudad articulados a las vías de salida; la mayoría de estos barrios estaban localizados en la vía a Usme y la carretera a oriente, al sur de la ciudad en las estribaciones de los cerros. Es sobre todo de la década de los años sesenta, el gran auge de los desarrollos urbanos sobre los cerros, hacia el norte, centro y sur de la ciudad. Aparecen hacia el norte los desarrollos de Chapinero Alto, Rosales, Emaús, Santa Bárbara Alta y Santa Ana, entre otros, dedicados a los estratos más altos de la ciudad, lo que muestra una alta valoración de estos terrenos considerados entonces exclusivos y destinados a una población privilegiada. También aparecieron equipamientos escolares como el Gimnasio Femenino y la Universidad Javeriana. En el centro tuvieron lugar programas de vivienda masiva de carácter social que se localizaron en áreas colindantes con los cerros como son los proyectos de las Torres Jiménez de Quesada (calle 18),( que se han convertido con Monserrate y la plaza de Bolívar en elementos de identidad de la ciudad), las Torres de Fenicia (calle 22), las Torres Blancas (calle 26) y las Torres del Parque (calle 27) y se empezaron a desarrollar asentamientos de origen ilegal como los barrios el Paraíso y el Mariscal Sucre. Hacia el sur los desarrollos se localizaron sobre el comienzo de Ciudad Bolívar dando origen a una ocupación indiscriminada de los cerros en la siguiente década. Son en su mayoría de origen ilegal, producto de la explotación de terrenos de la periferia de la ciudad por parte de los denominados urbanizadores piratas. 4.4.4. Un nuevo concepto de ciudad y su planeación. Los cerros como espacio

público. 1970 – 1980 Para finales de la década de los años sesenta la ciudad se encontraba en un proceso expansivo de gran magnitud, por lo que se hizo necesario otro cambio en el modelo de planeación de la ciudad. Se impuso entonces en el país el desarrollo de la denominada planeación económica que cambió nuestras ciudades y su relación con el entorno, a pesar de que este no estuvo nunca incluido de manera implícita en los planes32. Uno de los principales contenidos de esta nueva forma de planificación, era el de acelerar el crecimiento de las ciudades como una de las condiciones para salir del subdesarrollo. Para esto se permitió la expansión de las grandes ciudades y se aceleró de forma drástica el proceso de urbanización. Es de aquí donde surgió un nuevo sistema de financiación especial que canalizaba el ahorro privado hacia la construcción de vivienda, el denominado sistema UPAC. Para Bogotá se realizó el estudio denominado Fase II (1972), que propuso como elemento de desarrollo la densificación de la estructura existente (con bloques de mayor altura), lo cual implicaba una estricta definición del perímetro urbano y de servicios por fuera del cual debería impedirse todo desarrollo, promoviendo a su vez un cinturón verde de contención de la ciudad. Paralelamente se impulsaron también programas que buscaban integrar a la ciudad los barrios marginales mediante la construcción de vías de penetración y redes de servicios.

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Este modelo de planeación estaba liderado por el economista norteamericano Lauchlin Currie.

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La Avenida de los Cerros Desde comienzos de los años setenta, durante el gobierno de Misael Pastrana (1.970 – 74), se retomó la idea de construir una avenida perimetral por el oriente de la ciudad, sobre los cerros. Esta avenida, que había sido propuesta durante la alcaldía de Gaitán Cortés (1.961 – 66) y en el plan regulador, no fue incluida en el plan vial de 1964, por lo que su construcción no era considerada primordial para la ciudad.

“Repito: la Avenida de los Cerros estaba en el renglón 16...”33. Posteriormente, en la administración de Carlos Albán Holguín /1.970 – 73) se realizó el estudio: Plan Integral de Desarrollo Urbano de la Zona Oriental de Bogotá (PIDUZOB):

“En la última parte de mi administración examinamos con cuidado que la zona oriental mostraba un gran deterioro en relación con el resto de la ciudad.... Ante esta situación le presentamos al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) un programa integral para la zona. Se trataba de algo novedoso. Se suponía por aquel entonces que la cota máxima de 2.700 m. era inmodificable y que a partir de allí no se prestaría jamás servicio de agua. Pero resulta que trescientos metros más arriba ya vivían centenares de miles de personas..., a finales de 1971 presentamos el programa al Banco.... Se trataba de algo complejo. Había nueve subprogramas dentro de los cuales el de la Avenida de los Cerros era apenas uno más”.34

El PIDUZON buscaba dictar normas para preservar las condiciones ecológicas y urbanísticas de la Zona Oriental y proponer el desalojo de parte de la población que ocupaba esta área. El préstamo fue aprobado en 1973, año en que, por medio del Acuerdo 5 del Concejo de Bogotá, se aprobó la modificación del trazado de la Avenida Oriental (respecto al planteado por Gaitán Cortés) y se reglamentaron sus zonas aledañas.35 El Acuerdo 5 trata algunos de los temas incluidos en el PIDUZOB:

“El Paseo Bolívar actual, entre el Chorro de Padilla, Puente Holguín y la Plaza de Egipto, conservará estrictamente su condición de vía institucional, paisajística, turística y recreativa, de tránsito limitado integrado a la zona histórica…”.

También se declaró “zona de interés público, no edificable, destinada a bosque y parque”, la comprendida entre el entonces Paseo Bolívar o carretera de circunvalación a la altura de la Quinta de Bolívar a la Plaza Egipto, de la carrera 1 hacia el este. Todas las zonas verdes existentes en el Paseo Bolívar se incorporarían en el denominado “Bosque oriental de Bogotá”. Para esto se continuaría con la erradicación de canteras y chircales dentro del área urbana, en especial aquellos localizados sobre las laderas de los cerros, se declararían zonas verdes no edificables a todas aquellas comprendidas en el área localizada al oriente del Paseo Bolívar, en el trayecto comprendido entre las calles 72 y 11 y las zonas libres localizadas al oriente de la carretera circunvalación en el sector comprendido entre la calle 11 y la carretera a Villavicencio y se declararía la zona del

33

Palabras de Emilio Urrea, alcalde de Bogotá durante la administración Pastrana. Citado en: Mosca, Juan; “Bogotá, Ayer, Hoy y Mañana”. Villegas Editores, Bogotá, 1987. Pág. 195. 34

Palabras de Carlos Albán Holguín Alcalde de Bogotá 1970 -1973. Tomado de Mosca, Juan. Op. Cit. 36, pág. 195 35

Ver anexo sobre la normativa de los cerros. Acuerdo 5 de 1973.

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barrio Egipto, como de interés histórico. En cuanto a la denominada Avenida Oriental, comprendida entre la calle 100 con carrera 7ª y el Parque el Tunal:

“En la mayor parte de su recorrido servirá como límite urbano oriental de la ciudad. Será una vía escenográfica, una vía parque, para lo cual se harán estudios de integración urbana, de paisajismo y de influencia de la vía”. 36

Durante más de cinco años se desató una fuerte polémica en torno al préstamo y su destino: La Avenida de los Cerros. Durante la alcaldía siguiente, Palacio Rudas (74 – 75), en el gobierno de López Michelsen (1.74 – 78), se rechazó el préstamo del BID y se llevó el problema al Senado y Concejo hasta paralizar la obra por completo:

“El propio Concejo de Bogotá intervino en la fuerte polémica desatada por la administración del alcalde Palacio Rudas, para lo cual creó una comisión que presentó un informe absolutamente desfavorable a la construcción de la Avenida. Allí, se consideró que esa construcción era claramente “inconveniente”, ya que “compromete los intereses de la ciudad” de suerte que pedía al Alcalde que: “proceda en forma inmediata a ordenar que se suspenda indefinidamente la construcción”.37

A pesar de la fuerte polémica que generó la Avenida de los Cerros, el PIDUZOB38 se convirtió en el principal programa de acción para las administraciones de Bogotá entre los años 73 y 78, con lo cual se consolidó el nuevo interés de la ciudad por la zona oriental y los cerros. Solo hasta 1978, bajo la alcaldía de Hernando Durán Dussan (1.978 – 1,982) se retomó la construcción de esta avenida que fue terminada posteriormente por las administraciones de Ramirez Ocampo (1.982 – 84) e Hisnardo Ardila (1.984 – 85), a comienzos de los años 80s. La otra acción importantes realizada durante la administración de Hernando Durán Dussán sobre los cerros orientales, fue un programa de reforestación emprendido en común acuerdo con la CAR y el Acueducto, que consistió en la siembra de miles de pinos y urapanes en las laderas occidentales, desde los límites con el desarrollo urbano hacia las cotas más altas. Este programa, que no tenía relación alguna con el PIDUZOB, fue de gran importancia para los cerros, en especial en el mejoramiento de su imagen y papel como telón verde de la ciudad. Desarrollo y urbanización de sectores rurales y de conservación Hasta 1.973, según puede verse en las aerofotografías de la época, las áreas rurales de los cerros no tenían ningún tipo de desarrollo urbano. Las vías existentes eran únicamente las que comunicaban a la ciudad con Choachí y La Calera. En Monserrate y Guadalupe se aprecia un fuerte incremento de las áreas recuperadas por medio de programas de reforestación y es de esta época la aparición de los puntos de venta ambulante sobre el camino de asenso al Santuario de Monserrate.

36

Ver anexo sobre la normativa de los cerros. Acuerdo 5 de 1971. 37

Cortés, Rodrigo. Ibid 15, pag. 55 38

En 1.982 se formuló la segunda etapa del Piduzob, esta vez dirigida a la recuperación de los cerros del sector sur en el área de Ciudad Bolívar.

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Hacia el norte los asentamientos de origen ilegal localizados sobre los cerros como son San Cristobal, La Cita y Barrancas llegaban sólo hasta el perímetro de servicios. La explotación de canteras en este sector estaba llegando a su mayor producción, lo cual empezaba a generar un nuevo tipo de desarrollo subnormal en sus bordes. Se inició también un nuevo modelo de desarrollos ilegales, ahora con estratos altos (Santa Ana oriental y nuevos desarrollos en Chapinero Alto y Rosales) que contaban con un suelo de condiciones urbanas aceptables al estar cercano a la ciudad central. En el centro aparecieron equipamientos educativos como la Universidad Externado, en el borde oriental del centro histórico. Entre los años de 1.973 y 1.982, aparecieron vías departamentales y carreteras que facilitaban la accesibilidad a diferentes zonas, incluyendo el páramo de Cruz Verde; hacia el norte apareció una vía carreteable que unió la calle 170 con La Calera. Esto, sumado al incremento de la población en la ciudad entre otros motivos, hizo que existiera un rápido incremento del uso residencial, con vivienda de diferentes estratos sobre el área de los cerros, hasta entonces de carácter rural. Hacia el norte, en la Floresta de la Sabana, se construyó la vía que llega hasta la reserva forestal de la CAR, lo cual convirtió a la zona en un área propensa a los nuevos desarrollos e intensificó la explotación de canteras en la zona de Usaquén, especialmente en los sectores de Barracas y San Cristóbal. Por su parte en el centro, sobre el cerro de Monserrate se empezaron a establecer viviendas permanentes por parte de los comerciantes localizados sobre el camino de asenso al santuario y con el mejoramiento de la vía que conduce a Choachí, se intensificó la división de predios llegando a rangos hasta de una hectárea y a la creación de canteras para su ampliación y mantenimiento. Los asentamientos que surgieron como puestos de ventas sobre el corredor vial a La Calera, con la regularización y pavimentación de la vía se expandieron, convirtiéndose en desarrollos de vivienda de estratos bajos, depósitos para materiales de construcción y actividades recreativas como discotecas. Durante este periodo y luego de mucho tiempo en el desarrollo de la ciudad, nuevamente se produjo una mezcla de estratos altos y bajos, que por lo general se localizaron de forma clandestina sobre los cerros. En el norte surgieron barrios populares sobre los sectores de Chapinero, Usaquén y San Cristóbal, que se intercalaban con las urbanizaciones más exclusivas de la ciudad. Ejemplo de esto son los barrios El Paraíso, el Mariscal Sucre y el Calderón Tejada, ubicados en la localidad de Chapinero y que se desarrollaron en la década de los 70s cuando comenzó a desaparecer la actividad extractiva en esta zona y los terrenos quedaron abandonados, situación que fue aprovechada por los invasores. En el centro se intensificó la ocupación por vivienda de estratos populares en especial sobre el sector de los Laches, al oriente del centro histórico. Hacia el sur seguían existiendo chircales en los barrios Pardo Rubio, San Martín, Sucre, Vitelma, San Cristóbal, Guacamaya y Molinos del Sur, entre otros. Por su parte, la cuenca del río Teusacá, seguía siendo hasta entonces, una zona rural con pocas construcciones, manteniendo su productividad agrícola y sus grandes predios que no tenían un rango menor de 20 hectáreas. A partir de la década de los años ochenta, con la intensificación del desarrollo urbano se aprecia un cambio de valoración de los cerros por parte de los habitantes de la ciudad.

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Ahora los terrenos urbanizables más accesibles se convierten en lugares apetecidos por los estratos altos y por los urbanizadores piratas. Sin embargo, la apropiación de los cerros por parte de los ciudadanos no puede darse de una forma masiva, ya que cada vez una mayor parte del espacio se privatiza, haciendo difícil el acceso. Junto con esto, los sectores de carácter público son presas de la inseguridad y el abandono por parte de las autoridades, hecho que no solo ha persistido a través de los años sino que con el tiempo se ha incrementado. Por su parte la Administración, intensificó en estos años la recuperación ambiental de los cerros, por medio de programas de protección y reforestación. La expansión de la ciudad sucedida en las décadas de los años setenta y ochenta reforzó la estructura existente al localizarse principalmente en las periferias de los tentáculos de crecimiento, con la característica adicional de una elevada proporción de los desarrollos clandestinos. La ciudad siguió creciendo con el mismo patrón de desarrollo en todas direcciones, apareciendo desarrollos sobre los cerros cada vez más desvinculados de la estructura urbana existente. 4.4.5. La metrópoli de hoy. El abuso urbano de los cerros. 1980 – 1.999 Las acciones y actuación de la Administración cambiaron nuevamente de estrategia al asumir que la planificación de Bogotá debería centrarse en establecer las normas para canalizar y controlar la acción del sector privado. Esto implicó el abandono de la planificación de la ciudad y su sustitución por una normativa como único elemento guía para el desarrollo urbano, determinando la asignación de tratamientos que recomendaban acciones específicas para las distintas partes de la ciudad. Con los acuerdos 7 de 1.979 y 6 de 1.990 se subordinaron las decisiones urbanísticas y arquitectónicas al mercado inmobiliario, lo cual llevó al reconocimiento de una fuerte lucha entre los particulares por adquirir las localizaciones más privilegiadas dentro del espacio urbano. Con éstos acuerdos la planeación de la ciudad se redujo a un conjunto de procedimientos que regulaban las relaciones entre los propietarios, los productores y comercializadores del espacio urbano y el estado. La innovación en el Acuerdo 6, con respecto a su antecesor, estuvo en “descubrir” el carácter colectivo del espacio de uso público (vías, andenes, plazas, parques, rondas de ríos, cerros, etc.) y deducir de allí el papel ordenador del territorio urbano. De aquí que la articulación del espacio público, en lo que se denomina su estructura, componga el primer nivel de zonificación. Sin embargo, la normativa expedida no propuso ningún plan de acción sobre el espacio público y los elementos naturales, por lo cual con el paso del tiempo la falta de acciones y de valoración sobre el mismo han conllevado a un deterioro alarmante de los recursos ambientales de la ciudad contemporánea. En la década de los años ochenta con la culminación de la Avenida Circunvalar de Oriente y de otras obras del Plan Vial como el par vial que rodea al centro de la ciudad y la Calle 170, la accesibilidad a varios sectores de los cerros a lo largo de la ciudad se facilitó. Con esto, los nacientes desarrollos se consolidaron, se incrementó su ocupación, se rectificaron vías y se construyeron algunos equipamientos, como las canchas deportivas localizadas en el centro cerca al Chorro de Padilla.

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También tuvieron lugar en este periodo algunas obras para complementar la oferta de servicios públicos de la ciudad. Dentro de estas están las diferentes redes de energía y las obras del acueducto como la tubería del silencio, que atraviesa los cerros por el túnel de los Rosales para traer el agua desde San Rafael a Bogotá; esta tubería desemboca en un inmenso tanque construido en predios del Parque Nacional. Para entonces se proyectó por la CAR la extensión de las obras de infraestructura del Parque mediante el proyecto del Plan Maestro elaborado por el arquitecto Pedro Mejía en 1.988. De este parque se construyeron sólo parcialmente algunas obras como la Plaza del Silencio, sobre el tanque y parte de las construcciones deportivas. Entre 1.982 y 1.996 según estudio aerofotográfico, el crecimiento de los desarrollos suburbanos sobre el área de los cerros sobrepasó por primera vez el perímetro de servicios. Hacia el norte los barrios de la Floresta de la Sabana, Serrezuela, Bosque de Medina, Santa Bárbara Alta, Soratama, Santa Cecilia y Cerro Alto, empezaron a saturar la zona. Sobre algunas vías nuevas al norte y las quebradas de la Vieja y Rosales, el incremento de conjuntos y condominios de estratos altos han causado nuevas talas de árboles y amenazan sobre predios de importante valor natural. Es de resaltar la morfología de todos estas estructuras, sin importar el estrato al cual pertenezcan, que se desarrollan de manera informal, a partir en una sola calle de acceso desde una de las vías principales de la ciudad, la mayoría de las veces la carrera 7ª y que se va desenvolviendo irregularmente de acuerdo a las curvas de nivel; en su extensión, va repartiendo a las diferentes construcciones en forma de “espina de pescado”. En el sector de Chapinero, sobre la circunvalar se localizan nuevos barrios de origen informal y hacia el norte en la cuenca de la quebrada Rosales y en el Camino de Tauro, sobre la carretera a La Calera, se aprecian numerosas construcciones aisladas de estratos altos, construidas de manera ilegal más arriba de la cota de servicios. Para el comienzo de la década de los años noventa, el desarrollo urbano sobre las áreas rurales y de protección de los cerros se intensificó. Aparecieron entonces urbanizaciones y asentamientos de diferentes estratos como Montearroyo, Sierras del Moral, y las partes altas de Santa Ana, Santa Bárbara y Bosque de Medina, todos desarrollos de estratos altos, y numerosas urbanizaciones informales sobre la salida a Villavicencio. Al costado opuesto del cerro, sobre la cuenca del río Teusacá, producto de la normativa flexible que municipio de La Calera tiene sobre el sector, en los últimos años se ha incrementado considerablemente la subdivisión de los predios y la construcción de viviendas sobre todo el valle, amenazando el equilibrio ambiental de este importante recurso vital de la ciudad. El estudio de CADSA39 reúne datos técnicos en los cuales se evalúa la problemática ambiental de los cerros desde la inestabilidad hidrológica, la inestabilidad geotécnica y la contaminación los cuales evidencian una problemática ambiental y peligro de desastre en porcentajes. El 32% del área de estudio presenta un peligro de desastre alto, el 62% presenta un peligro de desastre medio y el 6% presenta un porcentaje bajo de desastre. Los cerros: el futuro ambiental de la metrópoli

En resumen, el crecimiento de la zona urbana de Santa Fe de Bogotá tiende a saturar las áreas de expansión al interior del perímetro urbano, llegando a las áreas rurales sin ningún control. Actualmente se presentan zonas de vivienda consolidada (Egipto,

39

DAPD-CADSA. Op. Cit. Pág.139.

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Perseverancia, Chicó oriental, etc.), zonas de vivienda suburbana (áreas de Torca y del río Teusacá) zonas de trabajo (canteras al norte y sur) y algunas zonas de reforestación repartidas en toda la extensión del territorio, con especial énfasis sobre los predios del Acueducto al centro y sur de la ciudad. Sobre la recuperación y valoración de los recursos naturales de los cerros durante los últimos años, sólo hasta 1.976 se expidió un primer reglamento para la explotación de los chircales y las canteras que se localizaban sobre el área de estudio. Sin embargo, el control y recuperación de estos puntos de extracción de materiales han sido lentos y aún hoy en día existe una marcada erosión y un aspecto de abandono del telón de fondo de la ciudad. En cuanto a las acciones administrativas de la ciudad, en 1.990 se creó el Departamento Administrativo del Medio Ambiente (DAMA), que ha realizado varios estudios sobre los recursos naturales de la ciudad. Por medio de la Ley 99 de 1.993 fue declarada la Sabana de Bogotá y sus páramos como de interés ecológico nacional y según Acuerdo reglamentario del mismo año, fue prohibida la tala de bosques nativos en todo el territorio del Distrito Capital y creado el Comité de Protección y Vigilancia del Suelo. En 1.995 fueron cerradas numerosas canteras y emprendidos algunos programas de recuperación de la capa vegetal. Durante la administración del Alcalde Mockus (1.995 –97) los cerros volvieron a adquirir relevancia en la discusión sobre el futuro de la ciudad, tanto al interior de la Administración como con la sociedad en general. Se generaron entonces polémicas alrededor del proyecto de la Avenida Jiménez y su extensión posterior con el Camino a Monserrate, proyectos elaborados por el consorcio Salmona & Kopec y por el proyecto presentado a Planeación Distrital para el desarrollo urbano del predio denominado “Sierras del Chicó”. Los proyectos de Salmona & Kopec se encuentran aún en proceso de gestión para su realización y las Sierras del Chicó fueron declaradas zona de reserva, quedando a la espera de las últimas decisiones que se adopten por parte del Plan de Ordenamiento Territorial. En 1.998 y respondiendo a la obligación incluida en la Ley 388 de 1.997, se adjudicaron los diferentes estudios para la realización del Plan de Ordenamiento Territorial para Santa Fe de Bogotá (POT), documento que actualmente se encuentra en etapa de revisión final. Con esto, se plantea nuevamente la necesidad para la ciudad de ordenar y planear todo el territorio sobre el que se asienta y aquel destinado a la expansión urbana o a las reservas agrícolas, forestales y ambientales. Para su elaboración el Plan fue dividido en diferentes estudios temáticos realizados por consultores privados que fueron entregados a la Administración Distrital hacia finales del año pasado para su revisión y coordinación final. El estudio correspondiente a los cerros orientales, que fue elaborado por el consultor Carlos Cubillos, zonifica el área y califica los diferentes suelos según su desarrollo hacia el futuro. Según los estudios del POT y otros anteriores como el de la firma CADSA, más del 90% del área de estudio no es apropiada para cultivos. En su mayoría es sólo apta para pastos y bosques y cerca del 80% de las quebradas se han secado y las fuentes y manantiales del piedemonte han desaparecido.

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Actualmente, como alternativas a lo propuesto en los estudios previos del POT, la CAR y el profesor Tomas Van der Hammen han propuesto la prohibición total a cualquier desarrollo sobre los cerros y por el contrario la declaratoria de la totalidad del área, desde la cota 2.800 hacia arriba, y de las cuencas de los ríos y quebradas, como zona de reserva. Por otra parte el DAMA a convocado a un concurso para la elaboración de un Plan Maestro para los cerros orientales que incluye el diseño arquitectónico del parque corredor ecológico y algunas alamedas que comuniquen la ciudad con los cerros (calle 134, Parque Entre Nubes y quebrada La Vieja). Junto con esto también fue contratado por el DAMA un “Plan de Gerencia del Parque Cerros Orientales” el cual busca congregar las diferentes problemáticas de esta área de 10.500 hectáreas, tales como la vigilancia del Plan Maestro, el estado actual de las divisiones prediales, la situación socioeconómica de quienes lo habitan, ya sea legal o ilegalmente, con el fin de hallar una solución integral para los cerros y proponer una políticas generales para su manejo sostenible. En las últimas décadas se han localizado en la ciudad equipamientos de carácter público y privado sobre la periferia oriental, en el sector urbanizado más alto de las laderas de los cerros orientales; éstos equipamientos (especialmente universidades, colegios, centros de salud, parques, etc.), que con su localización han buscado una utilización más optima de un suelo no apto para la vivienda y el reducir distancias con respecto a los servicios básicos complementarios a sus usos, se han convertido en un control sobre el crecimiento urbano informal. Esto se ha dado con especial intensidad en la zona centro y algunos sectores del norte da la ciudad. Al sur, la zona se encuentra protegida ya que los terrenos que pertenecen al Acueducto se extienden desde el parque nacional hacia el sur, más allá del límite definido como área de estudio. Por otra parte, las clases dominantes han hecho nuevamente que el territorio de los cerros hacia el norte se valorice, retomado el control del paisaje y su domino visual, al construir grandes áreas de desarrollos de carácter suburbano (como aquellas localizadas sobre Torca, Fusca y la quebrada de La Vieja) o edificios de altas densidades ubicados sobre las cotas más altas del perímetro de servicios, desde el sector de Chapinero hasta Usaquén. Como conclusión, en los últimos años la concepción que la Administración y los habitantes en general tienen de los cerros ha cambiado. Por parte de la Administración se han emprendido proyectos urbanos y de conservación y recuperación ambiental que valoran los cerros como un recurso natural no renovable y como parte de la ciudad. En los últimos planes y programas se han desarrollado estudios para definir el futuro del área de acuerdo con los recursos naturales que aún subsisten y se han planteado proyectos que permitan una interrelación más cercana de los habitantes de la ciudad con los cerros orientales y una apropiación masiva de los mismos. Con el planteamiento de un gran parque en el borde oriental de la ciudad que ocupa todos los cerros y mediante la realización de proyectos puntuales en diferentes áreas, se propone un cambio de actitud de la ciudad a los cerros y su valoración como Paisaje Cultural, como identidad de los habitantes de la ciudad. Por su parte los ciudadanos, aunque mediante esfuerzos aislados, también han emprendido programas de concientización sobre la importancia de la conservación de los cerros orientales y su papel protagónico en la búsqueda de una identidad en la ciudad. Es así como han surgido asociaciones y fundaciones de carácter privado que mediante la realización de publicaciones y la creación de museos, rutas ecológicas y paseos dominicales proponen a los ciudadanos la apropiación de los cerros tutelares de la ciudad. Para esto se aprovechan las pocas vías existentes y las cuencas y valles de ríos y

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quebradas que crean puntos de acceso desde la ciudad a los cerros. Infortunadamente se han presentado grandes dificultades para el éxito de estas iniciativas, tales como la falta de una actitud decidida de la Administración para impedir los desarrollos urbanos (vivienda y equipamientos) sobre las cotas más altas, y la inseguridad reinante en todo el área de estudio que impide la apropiación masiva y el disfrute colectivo de los habitantes. Con esto se puede afirmar que ya están sentadas las bases para la valoración de los cerros como paisaje e identidad cultural de la ciudad y como elemento primordial en la generación de una identidad para los bogotanos. Falta emprender los programas y acciones que mediante la realización de proyectos concretos consoliden lo emprendido hasta la fecha.

“Tratemos imaginariamente de suprimir los cerros orientales: Bogotá se convierte en una ciudad cualquiera…Realmente son los cerros los que caracterizan la ciudad, su encanto, los que forman el marco estético de todo el complejo urbano…Punto de referencia irremplazable”.40

40

Centro de Planificación y Urbanismo, CPU, Universidad de los Andes; “Plan de Ordenamiento Físico del Sistema Orográfico y del Borde Oriental de Bogotá”. Bogotá, 1991. Sin publicar.

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5. PAISAJE E IDENTIDAD CULTURAL En la primera parte de este capítulo se describen una serie de enunciados que se presentan a manera de síntesis de la idea y significado de los cerros para los habitantes a lo largo de la historia de la ciudad y del diagnóstico de la situación actual de los cerros orientales en el área delimitada para el estudio. En la segunda parte se reúnen y desarrollan, a manera de enunciado, una serie de acciones y programas a emprender por parte del Estado, la Administración de la ciudad y la sociedad en general para la valoración, conservación y recuperación del patrimonio natural y cultural de los cerros. Estas acciones, que son extraídas de la presente investigación y de la síntesis de recomendaciones de estudios recientes, están divididas en dos: aquellas dirigidas a contener los procesos de deterioro y a promover la recuperación del medio natural y aquellas encaminadas a incentivar la apropiación del patrimonio de los cerros y a fortalecer su identidad por parte de los ciudadanos. 5.1. SIGNIFICADO 5.1.1. El paisaje cultural como patrimonio de la ciudad Desde el momento de la fundación de la ciudad por Gonzalo Jiménez de Quesada, el espacio de los cerros quedó excluido de la vida urbana y no fue contemplado como parte del futuro de la estructura de la ciudad. Esta definición del territorio concebida por los conquistadores, diferenciaba de manera contundente lo civilizado (la ciudad) de lo desconocido, (los cerros y su agreste topografía y vegetación). Desde este momento, los cerros pasaron a ser lo agreste, lo no doméstico, lo del otro. Aquel lugar de donde extraer recursos, mas no el espacio digno de disfrutar y habitar. Este concepto que marcaba una diferencia entre lo conocido y lo desconocido se sumó a la posición estratégica de la ciudad que desde su origen contemplaba, por su localización en el piedemonte, el mirar hacia la Sabana y valorar estas tierras como el recurso alrededor del cual ordenar la vida de Santa Fe, lo cual llevó a que los terrenos de los cerros no fueran precisamente los más apetecibles. Al fundar la ciudad en este lugar, se valoraron las tierras que se extendían de los cerros al río Bogotá, mientras los primeros se convertían en la espalda de la ciudad. Esta preferencia por la planicie se hizo evidente con el crecimiento de una ciudad que siempre ha avanzado mirando hacia la Sabana. En cuanto a recursos, los cerros se convirtieron desde la fundación de la ciudad, en significativo capital orográfico, hídrico y vegetal, patrimonio natural fuente de recursos vitales, escenario de múltiples eventos y murallas protectoras de la ciudad. Su composición topográfica ha sido siempre el principal componente para la conformación espacial de la ciudad hacia el oriente. Como puede apreciarse en la iconografía, sus formas han caracterizado a través de la historia el paisaje y representación de la ciudad. Han sido y son lugar de numerosos hechos históricos, religiosos y culturales que los han marcado y convertido en hitos de escala urbana para sus habitantes, por lo cual han sido protagonistas de crónicas y reseñas a lo largo de la historia. Si hoy se pide a cualquier ciudadano que eligiera una fotografía representativa de la ciudad, es muy probable que escoja alguna en la que salgan los cerros como telón de fondo.

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El valor paisajistico de los cerros constituye uno de los temas de gran importancia a tener en cuenta para reconocerlos como bien público. Según el historiador Lorenzo Fonseca1 la importancia de tener en cuenta la atmósfera que crean los cerros en relación de la ciudad debe considerarse como aspecto fundamental en la memoria de la ciudad. Los cambios cotidianos en el carácter de los cerros, desde la luminosidad de un día soleado con un fondo de cielo azul, hasta su total desaparición tras la bruma de una mañana lluviosa, con todos los matices de luz y sombra, diafanidad u opacidad, permiten definir elementos para la comprensión de la idiosincrasia urbana del citadino que tal vez no lo perciba pero lo afecta en su estado de ánimo. Los rasgos que caracterizan el paisaje como lo son su forma, dada por la topografía, los contrastes de su geomorfología, el color y textura dadas por las características de ocupación del suelo, su cobertura vegetal y la luminosidad variable le dan un enorme valor escénico. De acuerdo a lo anterior y a las conclusiones de estudios recientes, se puede afirmar que los cerros que circundan la ciudad por el oriente son el medio más reconocible de identidad para los bogotanos. Crónicas, entrevistas y conversaciones cotidianas, califican a los cerros como uno de los principales símbolos de identidad de la ciudad y permanente punto de orientación al interior de una estructura urbana de más de seis millones de habitantes, cuyo crecimiento poblacional se debe en gran medida a la migración de personas que necesitan de elementos para apropiarse de un lugar que hasta entonces les es ajeno. Con el crecimiento urbano, la necesidad cotidiana de la gran mayoría de los habitantes de desplazarse ha generado la creación de elementos de orientación al interior de la estructura urbana. Algunos de estos elementos, como los cerros tutelares de Santa Fe de Bogotá, se constituyen en hitos de orientación en la medida en que pertenecen al imaginario colectivo de muchos ciudadanos y se convierten, por lo tanto, en un aspecto común de la vida urbana. Son estos habitantes, los que con sus discursos y vivencias contribuyen a configurar el sentido de la ciudad. Desde las primeras crónicas de los conquistadores, pasando por los grandes pensadores de la ilustración como Mutis y Humbolt, hasta llegar a la iconografía actual (televisión, cine, fotografía), se ha descrito y conformado una realidad simbólica y material de la ciudad. Y a esta realidad siempre han pertenecido como constante punto de referencia los cerros orientales. En la medida en que estos han alcanzado una amplia cobertura social, o sea que son compartidos como una percepción colectiva de los ciudadanos, se han convertido en patrimonio. Esta noción de patrimonio es adecuadamente sintetizada por Nestor García Canclini y Rosa Mantecón en su artículo “Las múltiples ciudades de los viajeros”, del cual se extracta el siguiente aparte:

“El patrimonio cultural –o sea lo que un conjunto social estima como cultura propia, que sustenta su identidad y lo diferencia de otros grupos- no abarca sólo los monumentos históricos, el diseño urbanístico y otros bienes físicos; también la experiencia vivida se condensa en lenguajes, conocimientos, tradiciones inmateriales, modos de usar los bienes y los espacios...”

1 Arquitecto investigador asesor de la presente investigación ,director de la revista de arquitectura Proa,

miembro activo de la Junta de Patrimonio de Santa Fe de Bogotá.

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Este patrimonio de los bogotanos, está contenido en lo que se denomina en este estudio Paisaje Cultural, paisaje producto de la interacción del medio natural de los cerros con las sociedades que han habitado la ciudad en el tiempo. En algunos casos las modificaciones del paisaje de los cerros realizadas por el hombre han sido favorables, por ser respetuosas del medio, al valorarlo manteniendo su equilibrio. En otros casos este paisaje se ha visto afectado negativamente por los asentamientos urbanos densos o en lugares de reserva forestal y por la industria extractiva de materiales para la construcción. Para lograr una permeabilidad visual se considera fundamental que en los planes parciales que se realicen sobre los cerros se impongan servidumbres visuales en normas de ocupación para mantener el campo visual desde lugares públicos de la ciudad. La valoración y conservación de los cerros como paisaje cultural es importante para todos los ciudadanos, y debe ser aprovechada en su enorme potencialidad de recursos que contiene. 5.1. 2. La urbanización Como consecuencia de la valoración que a lo largo de la historia se ha dado al territorio de los cerros, hoy en día más de la mitad del área delimitada para el presente estudio está ocupada con usos incompatibles e inadecuados de acuerdo a sus características geográficas. Los procesos urbanos seguidos recientemente en la ciudad, han favorecido aún más la expansión de la urbanización hacia los cerros con usos privados, restringiendo cada día más el acceso al público. Aunque actualmente solo un 11% del área de estudio ha sido afectada por actividades urbanas como la vivienda formal e informal, la industria extractiva y la localización de infraestructura de servicios como antenas, túneles, líneas de alta tensión, entre otras, tienden a generar procesos de deterioro. De estas actividades urbanas, tal vez las de mayor impacto negativo en el área de estudio son la vivienda, tanto de estratos altos como bajos, y la industria extractiva. Desde las primeras décadas de fundación de la ciudad se comenzaron a poblar los cerros, en los barrios de Santa Bárbara, Las Aguas y San Diego, albergando los sectores más pobres de la población. Sin embargo, fue a partir de los años cincuenta del presente siglo que la presión urbana, formal e informal, llevó a la ocupación de una gran área del piedemonte y de las laderas de los cerros que bordean Bogotá, llegando en algunos sectores hasta la cota 3000m de altitud, cuando el límite para la prestación de los servicios se define en 2.800. El mayor problema de este proceso de urbanización de los cerros ha sido su crecimiento incontrolado sin ningún tipo de planeación y que, por lo general, no respeta límites urbanos o suburbanos, ni zonas de conservación ambiental como las rondas de los ríos o los bosques naturales. Tampoco tiene en cuenta el costo que este proceso significa para la ciudad, al extender redes de infraestructura y servicios sobre un territorio con topografía pendiente, lo cual contradice un posible desarrollo sostenible. Los tipos de urbanizaciones que se encuentran a lo largo de los cerros se pueden clasificar en dos categorías generales: desarrollos formales e informales. En cuanto a los primeros, se dividen a su vez en dos grupos: el más común, se desarrolla por lo general mediante la extensión del trazado urbano de la ciudad, con viviendas en su mayoría de

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estratos sociales y culturales altos. Estas urbanizaciones que se generaron a partir de la década de los años treinta (como el Bosque Izquierdo), pero cuyo mayor auge fue a partir de los años sesenta (como Santa Ana, Santa Bárbara, El Refugio y El Chicó), aunque legales, por lo general se han desarrollado con base en a la manipulación o incumplimiento de las normas, lo cual ha generado otro tipo de invasión de los cerros que afecta las zonas de bosques naturales, las cuencas de las quebradas y en algunos casos crea barreras que impiden disfrutar los cerros como parte visual del paisaje desde algunas zonas de la ciudad. El otro grupo de urbanizaciones formales de altos estratos se ha generado en el extremo norte de la ciudad (La Floresta de la Sabana y Torca) y en algunas zonas del borde oriental del límite urbano (Tauro); allí se han construido y se construyen aún viviendas de carácter suburbano, con amplias zonas verdes alrededor y una vía central que las comunica o con la Carretera Central del Norte o con la vía a la Calera. Estas urbanizaciones, aunque tienen menor impacto ambiental que las canteras, deben ser controladas ya que son polos de expansión que ponen en peligro las zonas de reserva forestal y carecen de infraestructura sanitaria. En el otro extremo del desarrollo se encuentran las urbanizaciones informales o ilegales de vivienda de estratos bajos, próximas a las zonas de extracción de materiales o en terrenos baldíos, cerca del área urbana. El desarrollo de urbanizaciones informales en estas zonas genera serios problemas por inestabilidad geotécnica, riesgos de deslizamiento y altos niveles de erosión, además de una gran deficiencia de servicios públicos por estar por fuera de la cota de servicios. Algunos ejemplos de este tipo de asentamientos son los barrios: Santa Cecilia, Sorotama, Bella Vista y Delicias del Carmen, ubicados al norte de la ciudad; y San Luis, San Isidro, La Sureña en la vía a la Calera. Otras zonas que han sido invadidas por urbanizaciones ilegales son sectores del Parque Nacional y las faldas de Monserrate donde se desarrollaron los barrios de El Paraíso y La Paz, que se encuentran en proceso de reubicación. Igualmente hacia el sur se han dado numerosos desarrollos ilegales de bajos estratos. Ejemplos de estos barrios son Los Laches, Gran Colombia, San Cristóbal, el Triángulo y los Alpes. Muchas de estas urbanizaciones localizadas sobre los cerros, han degradado ambientalmente grandes áreas, al ser desarrollos no aprobados por el Departamento Administrativo de Planeación Distriltal que ocupan las rondas hídricas y que construyen sin ningún control. Hitos y equipamientos Los cerros han servido, incluso desde antes de la fundación de la ciudad, como lugar de culto y expresión de actividades religiosas y de significado. Símbolos, entierros, ermitas y cruces entre otros, han sido implantados en algunas cimas, las cuales se constituyen hoy en hitos urbanos. Los más antiguos de éstos que aún se conservan, y tal vez los principales, son Monserrate, Guadalupe y La Peña. A menor escala simbólica, existen ciertos usos sobre los cerros que cobran importancia en el ámbito urbano. Son estos en su mayoría usos de carácter institucional como el núcleo formado por las universidades (Externado, Distrital, América y Andes), la escuela militar de la calle 100 y el seminario Mayor en la calle 94, entre otros, equipamientos que han conformado elementos de gran significación en la ciudad. Este uso ha logrado

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preservar y mantener con cierta calidad ambiental los recursos naturales, por su baja ocupación y por convertirse en barrera del desarrollo urbano descontrolado. Recientemente, en los lugares más altos y ocupando zonas de reserva ambiental han aparecido otros equipamientos que a diferencia de los anteriores, han incrementado la ocupación, causado congestión y contaminación ambiental y deteriorado los recursos naturales por el inadecuado manejo de la topografía, implantación, densidad de ocupación y manejo del entorno. Ejemplos de éstas son las universidades localizadas en el sector de Chapinero alto (Manuela Beltrán, Politécnico Gran Colombiano y Antonio Nariño). Por último existen otros elementos que de forma no planificada se han localizado sobre diferentes áreas de los cerros, en algunos casos áreas de conservación ambiental y con gran impacto visual sobre la ciudad. Es así como están las antenas de comunicación y las torres de energía eléctrica que en algunos casos afectan negativamente diferentes áreas por convertirse en parte de la contaminación visual y energética del sector. Por su presencia no planificada y por ser producto de las necesidades de determinados momentos, estas torres y antenas no han recibido el tratamiento que requieren por medio de la realización de un proyecto de integración que las convierta en hitos urbanos como ha sucedido en otras ciudades (Barcelona, París, etc.). Su implantación, no sólo funcional, sino con criterios de manejo estéticos y ambientales, podría constituirse en elementos favorables al paisaje y en símbolos de identidad parea los bogotanos. Sistema Vial Pocas vías cruzan los cerros de oriente a occidente, lo cual ha contribuido para su conservación. Estas son: la vía al Guavio, la vía a la Calera, la vía a Choachí, la vía Patios – Choachí y la antigua carretera a Oriente. La vía de carácter urbano de mayor impacto sobre los cerros es la Avenida de Circunvalación. En algunos puntos de la ciudad es el límite urbano oriental, pero en otros, como el norte, ha dado pie al desarrollo de nuevas urbanizaciones al oriente de la misma. Otras vías secundarias que parten de esta Avenida o de la antigua carretera a Villavicencio completan un incipiente sistema vial sobre los cerros orientales. Este sistema, mediante un adecuado y planificado manejo de perfiles y límites, podría convertirse en controlador del crecimiento urbano. Servicios públicos Los cerros son la fuente hídrica de Bogotá. Utilizando los numerosos ríos y quebradas se han creado, durante este siglo, diferentes sistemas de abastecimiento como son:

Los Embalses de Chisacá y La Regadera utilizando los ríos San Cristobal y Tunjuelito.

Embalses del Sisga, Neusa y Tominé con el agua del río Bogotá.

A través de Chingaza se abastece al 70% de la ciudad por medio del túnel de Los Rosales desde San Rafael, pasando a la Planta Wiesner y llegando al Tanque del Silencio.

Embalses de los Tunjos, Chisacá y La Regadera, son un sistema alternativo de San Cristobal.

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A nivel informal hay algunos barrios subnormales que utilizan agua de las quebradas Las Delicias, Arzobispo y La Vieja.

En la medida en que el crecimiento urbano avanza y la población aumenta, es necesario pensar en la obtención de nuevos recursos básicos como el agua y la energía. De aquí la importancia de mirar el potencial hídrico de los cerros hacia el norte (San Rafael), el sur (Sumapaz) y el oriente (cuenca del Río Teusacá), esta última fuente de agua potable que alimenta el embalse de San Rafael y que durante los recientes derrumbes parciales del túnel de Chingaza abasteció de agua a Bogotá por cerca de un año. Infortunadamente la alta ocupación por construcciones, cultivos y pastos ponen en peligro la subsistencia de esta fuente natural. Es necesario por lo tanto una recuperación de esta cuenca por parte de los ciudadanos de Bogotá. En cuanto a las redes de energía eléctrica, a través de los cerros cruzan las líneas de alta y media tensión que vienen desde Guavio y atraviesan por Torca hasta Cisco (en Santa Fe). En los cerros se encuentran también las antenas de Telecóm, sistemas de radio y comunicaciones de la Policía Nacional y de empresas de telefonía celular en varias partes, como el cerro el Cable, las repetidoras en Cruz Verde y La Calera y algunas antenas de las radiodifusoras y de la British Petroleum Company. 5.1. 3. El medio natural como telón verde patrimonial A pesar del reconocimiento que a lo largo de la historia se ha conformado respecto al valor de los cerros orientales como elemento característico del paisaje de la ciudad y como gran contenedor de importantes recursos naturales, como son el agua, la flora y la fauna (en algunos casos únicas en el país), sólo recientemente (1.976) el Estado asumió su protección al declararlas zonas de reserva (forestal y ambiental), áreas en las que es necesario proteger y conservar los elementos naturales existentes. Por su parte ese mismo año la Administración de la ciudad reglamentó la explotación de canteras y otras industrias extractivas en los límites del Distrito, lo cual no impidió el deterioro de los cerros, llegando a tener hoy en día áreas sin control y con un alto deterioro de la cobertura vegetal. Estas condiciones de deterioro se siguen incrementando hasta la fecha con el crecimiento de la ciudad, lo que implicará un costo ambiental y de recursos básicos muy alto. El manejo ambiental puede llegar a ser inmanejable si no se toman los correctivos encaminados a dirigir el ordenamiento del espacio y la racionalización de los usos sobre los cerros Realizando una síntesis de los fenómenos que afectan el medio natural del área de los cerros orientales en el perímetro del Distrito, según el estudio elaborado por la firma CADSA y el trabajo preliminar para el Plan de Ordenamiento Territorial del sector, se pueden enumerar los siguientes problemas:

La presión a la urbanización formal e informal y la expectativa respecto al desarrollo futuro de la zona, lo cual ha generado asentamientos humanos y actividades en zonas de alto riesgo geotécnico y en áreas de conservación ambiental.

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Utilización ilegal e invasión de predios para diferentes usos.

Desarrollo de áreas rurales sobre zonas de conservación ambiental, como es el caso de los cultivos de papa en las zonas de páramo.

Explotación indiscriminada de canteras

Presencia de zonas de riesgo y amenaza por procesos de deforestación y explotación minera.

Disminución de las áreas de alta significación ambiental (páramos y subpáramos, bosques de niebla, cobertura vegetal nativa, rellenos de basuras)

Contaminación generalizada (Visual: canteras, asentamientos, avisos comerciales y políticos; del aire: desechos, quemas; del agua: deterioro y contaminación de las cuencas hídricas)

Industria Extractiva Los principales factores del deterioro ambiental de los cerros provienen, como ya se mencionó, de la alta construcción de inmuebles de uso residencial e institucional y de la explotación de canteras. Según el estudio adelantado por el arquitecto Carlos Cubillos “Criterios de ordenamiento y diseño urbano de los cerros orientales”, la industria extractiva, incluyendo canteras, chircales y gravilleras, es la actividad que mayor impacto social y físico genera actualmente en el sistema montañoso de los cerros orientales, ya que ocupa un 14% de los usos urbanos y genera zonas de alto riesgo, debido esto a la forma inadecuada y poco técnica de explotación. Las arcillas y arenas que se encuentran en el piedemonte de los cerros (formación Guadalupe), han sido utilizadas desde la fundación de la ciudad como materiales de construcción, lo que ha llevado a que grandes zonas hayan sido explotadas, transformando su topografía y vegetación. Durante la colonia los chircales y tejares estaban ubicados en lo que hoy en día conocemos como Germania, Bosque Izquierdo y La Macarena. Más tarde, con la expansión de la ciudad hacia el norte y el sur, las zonas de extracción también se trasladaron. En el norte se ubicaron los chircales en toda la zona de lo que es hoy Chapinero Alto, al oriente de la carrera Séptima y hacia el sur abarcaban grandes extensiones del sector de San Cristobal y el Tunjuelo. A partir de la década de los años sesenta hasta hoy estas zonas se han desplazado hacia los extremos norte y sur de la ciudad. Hoy en día la zona de extracción más intensa, en el norte, está ubicada entre la calle 153 y la calle 193, además de otras zonas en Usaquén y la vía a la Calera. De estas se extrae arena de peña, piedra y recebo. En el sur, en la localidad de San Cristobal hay numerosos chircales, ladrilleras y fábricas de productos de gres; hacia el suroccidente se encuentra la zona del Tunjuelo, que es la zona de extracción más importante de la ciudad, congregando el 70% de la industria extractiva. Estas actividades causan gran daño paisajístico y ambiental en los cerros y afectan las fuentes de agua, desestabilizan el terreno, deterioran la cobertura vegetal y contaminan el aire. Así mismo, estos lugares se han constituido en polos de desarrollo de vivienda de estratos bajos, por lo general habitados por personas vinculadas a esta industria, que crecen sin control alguno sobre áreas consideradas de protección ambiental (ya que se ubican por encima del perímetro urbano y por lo general están cubiertas por bosques nativos). El impacto de estas actividades aumenta debido a la falta de tecnificación de los procesos extractivos y al abandono a que estas zonas se ven sometidas una vez se

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suspende esta actividad, convirtiéndose en zonas de riesgo por deslizamiento y alto grado de erosión. Zonas rurales Las zonas rurales localizadas sobre el área de estudio tienen grandes valores como reserva natural, con una alta biodiversidad y, como lo menciona el estudio de CADSA tienen el potencial (montañas, subpáramos, valles coluviales, quebradas, ríos y bosques) para ser parte de un sistema ecológico de borde que ayude a controlar la expansión de la ciudad. Sin embargo, estas zonas rurales son explotadas con actividades agrícolas que en algunos casos deterioran irreversiblemente algunas de las más importantes condiciones del medio natural. Debido a la presión de la urbanización suburbana, las actividades agrícolas (en su mayoría cultivos de papa) se han ido desplazando hacia las zonas más altas de los cerros, consideradas no aptas para cultivar, como son las zonas de páramo y subpáramo, lo cual afecta la flora y fauna del sector y la estabilidad de todos los ecosistemas de los cerros. Por otra parte la actividad agrícola que se desarrolla en el valle del Río Teusacá se ejerce sin control alguno por lo que los reductos de vegetación nativa desaparecen cada día más y los productos químicos contaminan las aguas que alimentan el embalse de San Rafael. 5.2. Identificación de proyectos y propuestas Como ya se dijo, las acciones, programas y proyectos que se presentan son extraídos de la presente investigación y de las conclusiones elaboradas por estudios recientes, en especial el de CADSA , el de Las Directrices de Ordenamiento para Los Cerros de Carlos Cubillos y el de Las Directrices de Ordenamiento para Bogotá y la Sabana, del CEDE de la Universidad de los Andes. Estas fueron divididas en dos grupos de acuerdo a sus posibilidades de realización y a las competencias institucionales para su ejecución y van dirigidas a tomar medidas que reviertan el deterioro que hasta la fecha viene sufriendo el área de los cerros orientales y a su apropiación por parte de los ciudadanos. Los proyectos identificados hasta la fecha, se resumen en un cuadro que se presenta en el anexo del presente estudio. 5.2.1. Programas para la valoración y recuperación del medio natural 1. Planificación del territorio.

Delimitación de las áreas de crecimiento urbano y suburbano El control a la expansión de las urbanizaciones, tanto formales como informales, es urgente. Por una parte se deben establecer normas en las que se defina el límite entre el área urbana y el área de reserva forestal, así como las zonas de protección de ríos y quebradas.

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Esto tiene como objeto el frenar y limitar el crecimiento urbano sobre los cerros y el valle del río Teusacá. Paralelo se debe realizar un inventario de los asentamientos urbanos localizados sobre las zonas de riesgo y de conservación para reubicar esta población. 2. Definición de áreas de manejo y tratamientos Los estudios realizados recientemente, dentro de sus recomendaciones incluyen la zonificación de los cerros con el objeto de establecer un diagnóstico preciso y proporcionar las herramientas para la ordenación del territorio. Así el estudio elaborado por CADSA definió 12 zonas que incluyen áreas de paisaje, corredores viales y parcelaciones entre otras características y el estudio de los Criterios de Ordenamiento y diseño urbano de los Cerros Orientales, elaborado por Carlos Cubillos, definió 9 zonas, también bajo criterios de ordenamiento del territorio. La zonificación del área de los cerros, que deberá establecer políticas y clasificación del suelo, permitirá declarar zonas de reserva y protección absoluta (páramo, bosques, cuerpos de agua), áreas de manejo especial y reserva natural anexas a las anteriores, entre otras. Es decir que la delimitación del áreas no debe ser política (por localidades), sino geográfica de acuerdo a sus recursos naturales y su protección. 3. Control drástico sobre la industria extractiva A pesar de la existencia de una normativa para el control y manejo de la industria extractiva, es necesaria su aplicación drástica y su revisión de acuerdo a las condiciones actuales. También es necesaria la modernización de esta industria y el control a los desarrollos urbanos que la extracción atrae a estos sectores. Considerando que la extracción de materiales es una necesidad de la ciudad que no se puede simplemente prohibir, es necesario el desarrollo de un plan estratégico para la minería. El geólogo Thomas Van der Hammen lo expone de la siguiente manera:

“Este plan debe delimitar áreas de explotación adecuadas económicamente y aceptables ambientalmente y condicionar la explotación a reglas estrictas de orden técnico y ambiental. En caso de explotaciones a cielo abierto se puede proteger el paisaje y evitar muchas molestias secundarias, dejando la fachada del cerro sin tocar y explotar detrás de esta, además de hacer un sistema de desagüe adecuado”2.

4. Prohibición de usos Los terrenos de los cerros en el Distrito Capital, según estudios técnicos, son en su gran parte de su extensión no aptos para la mayoría de los usos. Por las condiciones geológicas de pendientes y calidad de los suelos y por la vegetación de conservación, parte importante de los terrenos no son aptos para la urbanización ni para la actividad agrícola.

2 Van der Hammen, Thomas, Plan ambiental de la Cuenca alta del río Bogotá, CAR Bogotá, 1998, pag.109.

Respecto al mismo tema en los “Criterios de Ordenamiento y Diseño Urbano de los Cerros Orientales” del DAPD, se propone hacer un Plan General de Rehabilitación de Canteras y declaras esta zona de Desarrollo Prioritario, con el fin de lograr la recuperación ambiental de estas zonas y prohibir la expansión, sobre zonas nuevas, de esta actividad. Respecto a la creación de nuevas zonas de extracción existe el Artículo 4 numeral 5 de la resolución 222 del 3 de Agosto de 1994 del Ministerio de Medio Ambiente que determina las zonas compatibles con esta actividad. Esta resolución se anexa al final del documento.

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Por esto deben controlarse al máximo los desarrollos suburbanos (en especial sobre la cuenca del río Teusacá) y los cultivos en las zonas altas que ponen en peligro recursos vitales como el agua (en particular los cultivos de papa desarrollados en las zonas de páramo, áreas de gran debilidad ambiental). 5. Compra y adquisición de predios Como se vio en el apartado anterior la explotación de los terrenos de los cerros orientales por usos privados no es la única ni mejor alternativa. Sin embargo, su utilidad pública para la constitución de zonas de reserva para la protección del medio natural y los recursos hídricos y como lugar de esparcimiento y recreación para los habitantes es grande en varios sentidos: ya sea como paisaje cultural, como fuente de recursos naturales o por su valor patrimonial. Los terrenos que sobre los cerros se han mantenido en mejor estado de conservación del medio natural, han sido aquellos que pertenecen a la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá. Con el objeto de extender esta protección y poder realizar proyectos puntuales de espacio público y programas de reforestación es necesario la compra por parte de la ciudad o el estado de predios sobre los cerros y la reubicación de residentes y colonos que allí viven. 6. Realización de un plan maestro para la creación de una barrera ambiental (parques

de borde) El único acceso directo desde la ciudad a los cerros, data de la década de los años treinta; es el Parque Nacional, que con el tiempo se ha constituido en uno de los espacios urbanos de mayor significación. En la actualidad, por la disposición de terrenos vacíos, es posible, mediante la compra de predios y la realización de un plan maestro de desarrollo, la reserva del área rural de los cerros que colinda con la ciudad, como Bien Público, para la realización de un parque de borde recreativo. Este plan maestro debe estudiar los diferentes proyectos realizados hasta la fecha con el objeto de revaluarlos y plantearlos nuevamente como un gran sistema de parques y zonas de reserva que rodean a la ciudad por el oriente. Esto implicará el mejoramiento en la relación física de la ciudad con los cerros 7. Programas de reforestación con especies nativas y adecuadas para restauración

ecológica Con el objeto de recuperar la cobertura vegetal perdida desde tiempos de la colonia y recuperar los causes de agua aún existentes, es necesario emprender programas integrales de reforestación con vegetación nativa o adecuada para restablecer áreas degradadas o susceptibles de serlo. Este programa deberá empezar por recuperar los sectores de mayor degradación, tales como el área de Usaquen, recuperara áreas erosionadas y de canteras y explotación, congelar el avance de las urbanizaciones sobre las zonas de ronda de quebradas y ríos y emprender su recuperación generando corredores biológicos que recuperen las rondas hídricas desde sus nacimientos. 8. Control a la contaminación Dentro de la normativa de la ciudad deberá incluirse el control y penalización sobre la contaminación visual y de residuos sólidos y líquidos sobre el área de los cerros. Así, deberán prohibirse el vertimiento de aguas residuales de las urbanizaciones más altas y los desarrollos rurales sobre los cauces de agua, el vertimiento de basuras y controlarse

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la polusión visual y auditiva mediante el control de la publicidad y los usos comerciales incompatibles en el área. 9. Control administrativo sobre el área Paralelo a la creación de normas es necesario asignar las zonas de protección a una entidad ya sea pública o privada, que se encargue de su protección. Es necesario que se haga claridad sobre las instancias de decisión y las competencias de las diferentes entidades administrativas sobre el área de los cerros con el objeto de facilitar la realización de los diferentes planes y proyectos de recuperación. De esta misma forma, se debe procurar el centralizar toda la información y estudios realizados sobre el área para facilitar su implementación. Para el manejo administrativo y económico del área y la ejecución de programas se puede recurrir a los denominados “peajes ambientales” que apoyen el mantenimiento de parques y paseos públicos y a la implementación de multas a quienes tales árboles al interior de la ciudad, que podrían traducirse en “bonos verdes” para financiar programas de reforestación en los cerros. 5.2.2. Programas para incentivar la apropiación y la identidad cultural Los cerros como bien público Por la gran significación que han representado y representan los cerros como patrimonio de la ciudad, es necesario garantizar su preservación como paisaje cultural de la ciudad, fuente de recursos hídricos, naturales y ecológicos únicos con un valor cultural incalculable. De esta forma se reafirma la necesidad de crear un sentido de pertenencia y apropiación por parte de los ciudadanos hacia su paisaje, hacia su patrimonio. El presente estudio busca resaltar el paisaje de los cerros como potencial para la identidad de la ciudad, como patrimonio de los ciudadanos, con el objeto de que se tome conciencia de la importancia que tiene el velar por el mantenimiento integral de sus condiciones, hoy en día indispensables en la búsqueda de una mejor calidad de vida en la ciudad. Debido a las grandes distancias que se dan por la extensión de la ciudad contemporánea y a otros problemas como la falta de mantenimiento, la contaminación y la inseguridad en el área de los cerros que limita con la urbanización, hoy en día es difícil la apropiación de este espacio por parte de los ciudadanos, incluso durante el tiempo libre. Las siguientes acciones y proyectos se presentan como estrategias que permitan la apropiación de los ciudadanos de este importante espacio urbano. 1. Programas de cultura ciudadana y educación ambiental Por medio del programa de cultura ciudadana se deberán realizar acciones que busquen la concientización de los habitantes en la importancia de la conservación y recuperación de los recursos naturales de los cerros orientales. Estos programas de educación ambiental, deberán realizarse en escuelas y colegios y deberán buscar que los ciudadanos, en particular los niños, sientan los cerros como un patrimonio propio y por lo tanto ayuden en su cuidado y mantenimiento. Se deben realizar también campañas publicitarias de concienciación y creación de áreas educativas, como pequeños jardínes botánicos y viveros comunales. Por otra parte, y dentro de los mismos programas de

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cultura ciudadana, deberán desarrollarse cursos de capacitación para la prevención y control de incendios forestales. 2. Programas de promoción (demarcación) A lo largo de la historia se han creado numerosos hitos de significación urbana en el área de los cerros, los cuales representan puntos de interés cultural y turístico que puede ser aprovechados para su recuperación. Los cerros en su totalidad son un elemento importante para la identidad de la ciudad; la zona más conocida es la central en donde se localizan Monserrate y Guadalupe y el Parque Nacional, que son los hitos más representativos de los cerros en el ámbito cultural, recreativo, turístico y religioso. Sin embargo, además de estos hitos también existen otros puntos importantes que una gran parte de los ciudadanos desconoce como son el Santuario de La Peña, la iglesia de Egipto, la Media Torta, La Quinta de Bolivar, el Paseo Bolivar, el Chorro de Padilla, y las vías a Choachí y La Calera (miradores), las Sierras del Chicó, el Cerro del Cable, el Club La Aguadora (perteneciente al Acueducto) y el antiguo cable de Cementos Samper, entre otros. Es necesario la realización de diferentes programas de promoción de estos importantes hitos culturales con el objeto de que sean conocidos y apropiados por la ciudadanía en general. Algunos de estos programas pueden ser: la realización de cartilllas y catálogos, publicaciones promocionales y especializadas, recorridos culturales que faciliten el desplazamiento de la población a los cerros, demarcación de monumentos que permita su fácil acceso, publicidad (escrita radial y en televisión) y mercadeo nacional e internacional. 3. Programa de seguridad Para los ciudadanos comunes la idea de inseguridad en los cerros, que se ha incrementado en los últimos años pasando de una inseguridad esporádica a los grandes asaltos en masa, se localiza como uno de los principales impedimentos en la apropiación de esta área ya que han hecho que se vuelva “peligrosa”. Por esta razón uno de los principales proyectos que apoyan la apropiación ciudadana de los cerros es un programa que brinde la seguridad necesaria para la realización de los otros programas y proyectos. Este programa deberá implementarse con la mayor brevedad posible mediante la localización de Comandos de Atención Inmediata (CAIs) o subestaciones de policía, la organización de vecinos, la señalización preventiva de peligro en aquellas zonas que sea imposible controlar y una red de comunicación. 4. Ejecución de proyectos de espacio público (Parque Nacional, camino a Monserrate,

Parque Corredor Ecológico, parques locales) Dentro del Plan Maestro enunciado en el numeral anterior deberá planificarse la realización de diferentes proyectos, algunos de los cuales ya están aprobados y empezada su obra. Son estos el caso del proyecto de Rogelio Salmona para el camino a Monserrate y el proyecto para la ampliación del Parque Nacional del arquitecto Pedro Mejía. También se deberá incentivar la creación de parques locales en aquellos barrios de borde de ciudad que limiten con los cerros orientales. Por último, se debe apoyar el proyecto del Parque Corredor Ecológico planteado por la Alcaldía sobre toda el área de los cerros, dentro de un plan general integral que fije directrices de ordenamiento. 5. Programas de recorridos culturales (recuperación de caminos reales)

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Actualmente existen asociaciones que organizan caminatas y recorridos por los cerros, sin ningún apoyo de la Administración y corriendo grandes riesgos de seguridad. El programa propone la formalización de estas asociaciones, mediante el apoyo por parte de la Alcaldía y la organización conjunta de estos recorridos culturales. Mediante la realización de estudios arqueológicos se podrán establecer nuevos recorridos que reproduzcan los caminos reales o los recorridos indígenas. 6. Apoyo a las entidades y fundaciones privadas Además de las asociaciones mencionadas en el punto anterior, existen algunas fundaciones de carácter privado que mediante esfuerzos aislados han emprendido la recuperación de pequeñas áreas naturales de los cerros. Fundaciones como la de Museo Amigos del Páramo y la Asociación Amigos de los Cerros, han emprendido una labor loable en la protección de los páramos que es necesario apoyar por parte de la Administración de la ciudad. Así mismo, y teniendo en cuenta la limitación de recursos logísticos de la Administración se deberán establecer estrategias para incentivar entidades, asociaciones de vecinos y corporaciones de barrios de borde como vigías de los cerros que velen por los recursos naturales.

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7.1. ANEXO 1. NORMATIVA RELACIONADA CON LOS CERROS ORIENTALES

Los Cerros Orientales, por su riqueza natural, están protegidos por diversas normativas tanto a nivel local como Nacional. La existencia de estas normas es una herramienta para la protección del bien público y de los recursos naturales del país, por encima de todo interés privado. Sin embargo, aunque en las últimas décadas la conciencia ambiental de los colombianos se ha incentivado, en la medida en que se han generado leyes y normativas que protegen de una manera cada vez más eficiente los recursos naturales de la nación, esta legislación aún no es lo suficientemente fuerte y coherente; las áreas de valor ambiental que es necesario proteger (páramos, reductos de bosque nativo, cuencas hidrográficas, etc.) son cada vez menores y corren un mayor riesgo de desaparecer debido a la expansión urbana o desarrollo de actividades que no contemplan un desarrollo sostenible que respete el medio ambiente. Por esta razón, es necesario crear una conciencia general sobre la importancia de la protección de los cerros como patrimonio de la ciudad, y crear una normativa lo suficientemente fuerte y estable para proteger los recursos naturales tanto públicos como naturales, que actúe conjuntamente con programas educativos que complementen la acción de las normas.

La reglamentación que existe sobre los cerros orientales de Santa Fe de Bogotá es la siguiente:

Resolución 76 de 1977 del gobierno nacional que aprueba el acuerdo 30 del mismo año y declara como área de reserva forestal protectora a la zona.

Denominada bosque oriental de Santa Fe de Bogotá.

Acuerdo 59 de 1987 de la Corporación Autónoma Regional, CAR, por medio de la cual se expide la reglamentación de los cerros orientales de Santa Fe de Bogotá.

Resolución 2337 del 6 de agosto de 1985 de la CAR que sustrae una parte del área de reserva.

Resolución 2413 de l 17 de junio de 1993 de la CAR que también sustrae una parte del área de reserva.

A continuación se realiza una recopilación cronológica de las normas que actualmente protegen las riquezas naturales de los Cerros Orientales, y que buscan la permanencia del medio natural como parte integral de la metrópoli. 1. Constitución Política de Colombia.

La cual se refiere específicamente en los siguientes artículos a la importancia de la protección del medio ambiente natural: Artículo 58. Con relación a la función social ecológica de la propiedad. Artículo 79. Derecho de las personas a gozar de un ambiente sano, y deber del Estado de proteger la diversidad e integridad del ambiente, conservar las áreas de especial importancia ecológica. Artículo 82. Obligación del Estado de planificar el manejo y

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aprovechamiento de los recursos naturales, y garantizar su desarrollo sostenible, su conservación, restauración o sustitución.

2. S.XVI.

La Real Audiencia ordena la protección de los bosques. 3. 1830.

Simón Bolívar ordenó la siembra de 1 millón de árboles en el país. (No se hizo). 4. 1905.

Se motivó la reforestación de una franja de 50 mts. a cada lado de los ríos y prohibió destruir los árboles, arbustos y malezas de las cabeceras y márgenes de la parte alta de los ríos. Pag. 163. Libro de la historia del agua.

5. Decreto 921 de 1905. Art.1

Prohibe destruir los árboles… de las márgenes de los ríos y arroyos que suministran aguas a poblaciones del país, a 100 mts. a cada lado de estos.

6. Ley 119 de 1919 del Congreso.

Sobre la explotación de los bosques naturales.

7. Reglamento de las hoyas hidrográficas. 1931. Proteger cuencas 100 metros alrededor de las fuentes y 10 metros a cada lado del río. Si talan bosques serán obligados a replantar.

8. Ley 50 de 1931 del Congreso.

El Parque Nacional es definido como área de reserva nacional de uso público. En la sentencia del 20 de Enero de 1962 se amplía el parque hasta el borde del teleférico de Monserrate.

9. Ley 202 de 1938 del Congreso.

Por la cual se provee la repoblación forestal.

10. Ley 3 de 1961. Se crea la Corporación Autónoma Regional. CAR.

11. Ley 23 de 1973.

Por la cual se conceden facultades extraordinarias al presidente de la República para expedir el Código Nacional de Recursos Naturales y de Protección del Medio Ambiente.

12. Ley 154 de 1976 del Congreso.

Sobre conservación del paisaje. 13. Ley 9 de 1979 del Congreso.

Código Sanitario Nacional. 14. Ley 12 de 1982 del Congreso.

Obligatoriedad en la fijación de una franja o cinturón verde para ciudades

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mayores de 300.000 hab., para la conservación de recursos y control de procesos de erosión.

15. Reforma Urbana de 1989.

Primera vez en la historia del país que se define en la legislación el concepto de espacio público. Artículo 5. Definición: “Este es el conjunto de inmuebles públicos y los elementos arquitectónicos y naturales de los inmuebles privados, destinados a la satisfacción e necesidades urbanas colectivas que trasciende, por tanto, los límites de los intereses individuales de los habitantes”.

16. Ley 99 de 1993. Art.66.

“Declárese la Sabana de Bogotá, sus páramos, aguas, valles aledaños, cerros circundantes y sistemas montañosos, como de interés ecológico Nacional, cuya destinación prioritaria será la agropecuaria y forestal”.

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17. Ley 388 de 1997.

Normas de superior jerarquía: conservación de los elementos naturales, prevención de riesgos y conservación del patrimonio cultural, columna vertebral de las estrategias de ordenamiento en el área rural de los cerros orientales.

18. Ley 9 de 1989.

Artículo 5. Definición Espacio Público: “Este es el conjunto de inmuebles públicos y los elementos arquitectónicos y naturales de los inmuebles privados, destinados a la satisfacción e necesidades urbanas colectivas que trasciende, por tanto, los límites de los intereses individuales de los habitantes... Áreas... para la preservación y conservación del paisaje y los elementos naturales del entorno de la ciudad...

19. Ley 99 de 1993 del Ministerio del Medio Ambiente: mediante la cual se crea el

Ministerio del Medio Ambiente. Artículo 66. Ratifica que “Declárese la Sabana de Bogotá, sus páramos, aguas, valles aledaños, cerros circundantes y sistemas montañosos, como de interés ecológico Nacional, cuya destinación prioritaria será agropecuaria y forestal”... “El Ministerio del Medio Ambiente determinará las zonas en las cuales exista compatibilidad con las explotaciones mineras... Con base en esta determinación la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca – CAR – otorgará o negará las correspondientes licencias ambientales... Los Municipios y el Distrito Capital expedirán la reglamentación de los usos del suelo, teniendo en cuenta las disposiciones de que trata este artículo y las que a nivel Nacional expida el Ministerio del Medio Ambiente”.

20. Ley 388 de 1997.

Con referencia al Plan de Ordenamiento Territorial y a las normas de superior jerarquía para estos: conservación de los elementos naturales, prevención de riesgos y conservación del patrimonio cultural.

21. Decreto 272 de 1920 del Gobierno Nacional.

Por el cual se reglamenta la (Ley 119 de 1919) sobre la explotación de bosques nacionales.

22. Decreto 486 de 1930 de la Secretaria de Gobierno. Sanciones a quienes hicieran talas o desmontes que afectaran las aguas.

23. Decreto 182 de 1936. Art. 677 del Código Civil.

Los ríos y todas las aguas que corren por los cauces naturales son bienes de uso público… queda prohibida la explotación de los lechos de los ríos y quebradas que corren por el municipio. Multa de $50.

24. Decreto 1383 de 1940 del Gobierno Nacional.

Por el cual se adoptan medidas para la defensa y aprovechamiento de bosques.

25. Decreto 1300 de 1941 del Gobierno Nacional. Por el cual se dictan algunas medidas sobre defensa y aprovechamiento de los bosques.

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26. Decreto 1454 de 1942 del Gobierno Nacional. Sobre fomento forestal.

27. Decreto 284 de 1946 del Gobierno Nacional.

Sobre aprovechamiento forestal. 28. Decreto 2921 de 1946 del Gobierno Nacional.

Por el cual se dictan medidas sobre la explotación de bosques. 29. Decreto 2278 de 1953 del Gobierno nacional.

Sobre clasificación de bosques, zonas forestales, protectoras y de interés general. 30. Decreto 2762 de 1973 del Gobierno Nacional.

Por el cual se crea el Consejo Nacional de Previsión y Control de Incendios Forestales.

31. Decreto 2811 de 1974 del Gobierno Nacional.

Por el cual se dicta el Código Nacional de Recursos Naturales Renovables y de Protección del Medio Ambiente. Y se refiere al derecho de la comunidad a disfrutar del paisaje urbano y rural.

32. Decreto 743 de 1976 del Gobierno Nacional.

Reglamenta la explotación de canteras. 33. Decreto 877 de 1976 del Gobierno Nacional.

Por el cual se señalan prioridades referentes a los diversos usos del recurso forestal, a su aprovechamiento y al otorgamiento de permisos y concesiones y se dictan otras disposiciones.

34. Decreto 1449 de 1977 del Gobierno nacional.

Normas de Conservación de los recursos naturales por parte de los propietarios de los predios rurales..

35. Decreto 622 de 1977 del Gobierno nacional.

Marco Normativo de los Parques Naturales. 36. Decreto 1377 de 1978 del Gobierno nacional.

Sobre educación ecológica. 37. Decreto 1715 de 1978 del Gobierno Nacional.

Determina los paisajes que merecen protección, de acuerdo con el Decreto 2811 de 1974.

38. Decreto 2857 de 1981 del Gobierno nacional.

Por el cual se reglamentan las cuencas hidrográficas.

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39. Decreto 320 de 1992 del Gobierno Nacional.

Proyecta un manejo integral del sistema Orográfico y ordena la preservación de la biodiversidad, mediante la protección de las zonas de bosque y áreas verdes. Cada espacio verde debe ser parte de un sistema continuo y coherente que se integra a los usos del Distrito Capital. “Toda acción que se adelante en el borde Oriental tendrá como único fin la preservación, conservación y recuperación de sus sistemas orográfico e hídrico”. En la formulación del Plan se define el Sistema Orográfico de Santa Fe de Bogotá como “El recurso ambiental más importante de la ciudad capital y es el de mayor potencial paisajístico, de recreación y preservación del espacio público”.

40. Decreto 1791 de 1996 del Gobierno Nacional.

Por el cual se regula el aprovechamiento forestal. 41. Decreto 2340 de 1997 Gobierno Nacional.

Por el cual se adoptan unas medidas para la organización en materia de prevención y mitigación de incendios forestales y se dictan otras disposiciones.

42. Resolución 315 de 1974 del Inderena.

Por la cual se reglamentan los aprovechamientos forestales en terrenos con cota superior a 1.800 metros de altura sobre el nivel del mar.

43. Resolución 316 de 1974 del Inderena.

Por la cual se establecen vedas para algunas especies forestales maderables. 44. Resolución 76 de 1977 del INDERENA.

El INDERENA delega a la CAR el manejo y protección de los Cerros Orientales de Bogotá, y los declara Áreas de Reserva Forestal Protectora (14.000 has.)

45. Resolución 222 de 1994 del Ministerio del Medio Ambiente

Por la cual se determinan zonas compatibles para las explotaciones mineras de materiales de construcción en la Sabana de Bogotá y se dictan otras disposiciones.

46. Resolución 293 de 1998 del Ministerio del Medio Ambiente.

Por la cual se establecen términos de referencia para la elaboración del Plan de Manejo Ambiental de la sustracción de las Zonas de Reserva Forestal de la Ley 2 de 1959 y de las Áreas de Reserva Forestal.

47. Resolución 1080 de 1998 de la CAR.

Por medio de la cual se dictan determinantes ambientales para los Planes de Ordenamiento Territorial.

48. Acuerdo 8 de 1915 del Concejo de Santa Fe de Bogotá.

Compra o expropiación de las hoyas hidrográficas de Bogotá por parte del municipio. 49. Acuerdo 6 de 1932.

Estudio de hoyas hidrográficas del noreste de Bogotá.

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50. Acuerdo 50 de 1968.

Declara el Parque Nacional Reserva Forestal Protectora. 51. Acuerdo 3 de 1969 del Inderena.

Por el cual se establece el Estatuto Forestal del Instituto de desarrollo de los recursos Naturales Renovables. INDERENA.

52. Acuerdo 5 de 1973 del Concejo del Distrito Especial de Santa Fe de Bogotá.

Por medio del cual se modifican el trazado y las especificaciones de una vía del Plan Vial de Santa FeBogotá (Avenida de los Cerros), se dictan normas encaminadas a preservar las condiciones ecológicas y urbanísticas de la Zona Oriental y otras disposiciones.

53. Acuerdo 30 de 1976 del INDERENA.

Por medio del cual se le da tratamiento de Area de Reserva Forestal Protectora a los Cerros Orientales de Bogotá. Esta zona debe ser conservada con bosques y el desarrollo de oras actividades debe tener una licencia ambiental espacial.Además se expresa la necesidad de ordenación de las cuencas hidrográficas.

54. Acuerdo 7 de 1979 del Concejo de Santa Fe de Bogotá.

Zona de reserva ambiental. Areas de actividad especializada en las cuales es necesario proteger y conservar los elementos naturales existentes con mérito o mediante Acuerdo 9 de 1987.

55. Acuerdo 33 de 1979 de la CAR.

Mediante el cual se define la zonificación de los Cerros Orientales y los usos del suelo de los mismos como de vocación netamente conservacionista y forestal. Declara el Parque Nacional como zona Rural Recreacional y sus alrededores como zona Rural Protectora.

56. Acuerdo 6 de 1990 del Consejo de Santa Fe de Bogotá.

Estatuto para el ordenamiento físico del Distrito Especial de Bogotá. Ubica en primer nivel de zonificación los Cerros Orientales, incluyendo áreas rurales y suburbanas como áreas de preservación del sistema orográfico donde es necesario proteger y conservar los elementos naturales de la orografía Distrital existente y los elementos naturales entre los que se encuentran: sistema hídrico, orográfico, de parques; zonas forestales, oxigenantes, amortiguadoras y zonas de preservación de elementos estéticos naturales del paisaje.

57. Acuerdo 9 del 8 de Junio de 1990 del Concejo de Bogotá.

Se crea el Departamento Técnico Administrativo del Medio Ambiente. DAMA 58. Decreto 320 de 1992.

Decreto por el cual se adopta el Plan de Ordenamiento Físico del Borde Oriental, sur oriental, sur occidental … el sistema orográfico e hídrico de la ciudad de Bogotá D.C. Proyecta un manejo integral del sistema orográfico y ordena la preservación de la biodiversidad, mediante la protección de las zonas de bosque y áreas verdes. Cada espacio verde debe ser parte de un sistema

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continuo y coherente que se integra a los usos del D.C. “Toda acción que se adelante en el borde Oriental tendrá como único fin la preservación, conservación y recuperación de sus sistemas orográfico e hídrico”. Define el Sistema Orográfico de Santa Fe de Bogotá como “… El recurso ambiental más importante de la ciudad capital y es el mayor potencial paisajístico, de recreación y preservación del espacio público”.

59. Decreto 322 de 1992. Se adoptó el Plan de Usos del Suelo Agrícola de Santa Fe de Bogotá. Se definen cuatro categorías de manejo: Areas de reserva agrícola, Areas de reserva forestal, Areas de reserva Natural y Areas de reserva especial. Esta zonificación afecta las áreas del Distrito ubicadas en el páramo de Cruz Verde y las cuencas altas de los ríos San Francisco, San Cristobal y Teusacá.

60. Acuerdo 02 de 1993 del Concejo de Santa Fe de Bogotá.

Por el cual se dictan medidas para la protección del suelo. Artículo 2. Prohíbese la tala de árboles nativos en todo el territorio del Distrito Capital y de cualquier otra especie sin la debida autorización de la CAR. Crea un comité de protección y vigilancia del suelo.

61. Acuerdo 31 de 1996 del Concejo de Santa Fe de Bogotá.

Por el cual se adopta el Plan de Ordenamiento Físico del Borde Norte y Nororiental de la ciudad, estableciendo normas urbanísticas y las medidas para la preservación, protección y adecuado uso de las áreas que conforman el sistema.

62. Acuerdo 02 de 1997 del Concejo de Santa Fe de Bogotá.

Por el cual se adopta el Plan de Ordenamiento Físico del Borde Suroriental de la Ciudad de Santa Fe de Bogotá D.C. Artículo 3. Ámbito de Aplicación: “... Área Suburbana de preservación Cerros Orientales. Límites: Por el norte, Río San Francisco; por el sur Quebrada Yomasa; por el oriente, Cota 2.930 (N: 1.000.370, E: 1.003.340) por esta cota hasta el eje del río San Cristobal (N: 995.070, E: 995.000) aguas arriba hasta la coordenada N: 995.000. Por esta coordenada en dirección oeste hasta la intersección con la curva 3.230 por esta hasta el límite sur; por el occidente, el perímetro urbano, por este en dirección sur hasta el límite sur... Área suburbana de Vía de acceso al Distrito. Corredor vial a Choachí. Límites: corresponde a una franja de 20 mts. A lado y lado del eje de la vía, conformando una franja total de 40 mts. Partiendo desde la cota 2.800 hasta el perímetro del Distrito.... Artículo 6. Objetivos específicos del Plan: 1. Recuperar, preservar, proteger y adecuar los elementos de los sistemas orográfico e hídrico, integrándolos a los sistemas de zonas verdes y recreativas y en especial creando en el borde suroriental una barrera ambiental (Parque Corredor Ecológico), como espacio público continuo, conformada por las áreas suburbanas de reserva y preservación ambiental y las áreas rurales. 2. Detener el proceso de deterioro ambiental generado por la industria extractiva y los desarrollos subnormales, conjuntamente con las autoridades locales... 4. Reservar terrenos para servicios metropolitanos de abastecimiento y transporte en las áreas suburbanas objeto de este Acuerdo... Artículo 8. Zonas de Reglamentación. Se definieron 12 zonas homogéneas, teniendo en cuenta las características físicas, ambientales y

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la vocación de cada una de ellas: Zona 1. Río San Francisco a río San Cristobal; Zona 2. Río San Francisco a límite del Distrito... (y otras fuera del área C.O.) Artículo 10. Sistema Hídrico. Cuerpos de agua: Río San Cristobal... (entre otros fuera del área C.O.) Artículo 11. Sistema Orográfico. Constituye un recurso ambiental importante de la ciudad y el mayor potencial paisajístico, de recreación y de espacio público. Dicho sistema está conformado por los siguientes elementos: Cerros Orientales, Parque Corredor Ecológico, Cerros Surorientales, Parque Entrenubes y Parque Serafín”.

63. Cartilla del Espacio Público del DAPD. 1993.

Define el Parque Corredor Ecológico que comprende el área rural de los Cerros Orientales y Surorientales de Bogotá. Para este parque se define el uso del suelo como forestal y de recreación pasiva, por los valores ecológicos y ambientales. Las zonas de las cuencas de los ríos San Francisco y San Cristobal, con pendientes altas, deben estar cerradas al uso público, debido a su altísimo valor ambiental y a su fragilidad. Otras zonas pueden ser manejadas a través de programas de conservación en los que se admita el uso por parte de los ciudadanos. La accesibilidad al Parque Corredor Ecológico, deberá realizarse a través de ciertos puntos como son las quebradas y vías existentes y los parques de uso zonal y local.

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7.2 ANEXO 2: LISTADO DE PLANOS 1- La cordillera de los Andes

2- Aproximación regional

3- Los cerros y el territorio

4- Área de estudio

5- Geología

6- topografía / telón verde

7- Riesgos

8- Cobertura Vegetal

9- Ecosistemas

10- Hidrografía

11- Clima

12- La ciudad y los cerros en el siglo XVI

13- La ciudad y los cerros en el siglo XVII

14- La ciudad y los cerros en el siglo XIX

15- La ciudad y los cerros en 1925

16- La ciudad y los cerros en 1950

17- La ciudad y los cerros en 1975

18- La ciudad y los cerros en 1990

20- Hitos

21- Usos

22- Sistema vial

23- Estratos

24- División administrativa

25- División Predial

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ANEXO 3. ALBUM ICONOGRAFICO

1.1 Fuentes Iconográficas Fotografías antiguas sobre los cerros orientales y planos antiguos de la ciudad y los cerros. 1. Bogotá CD, Museo de Desarrollo Urbano, 1999. 2. Fundación Misión Colombia, Historia de Bogotá, Villegas Editores, 1989. 3. Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, Bogotá 1938, 1938. 4. Acuarelas de Mark, Biblioteca Luis Angel Arango. 5. Bogotá desde el Aire, Villegas Editores. 6. Bogotá: Ayer, Hoy y Mañana, Villegas Editores, 1987. 7. Sociedad Colombiana de Arquitectos, Anuario de la Arquitectura en Colombia,

Vol. 2, Jorge Plazas Editor, Bogotá, 1973. 8. Carrasquilla, Juan C., Quintas y Estancias de Santa Fe y Bogotá, Editorial

Presencia, 1989. 9. Martinez, Carlos, Bogotá reseñada por cronistas y viajeros, Fondo Editores, 1978. 10. Martinez, Carlos, Santa fe capital del Nuevo Reino de Granada, Baco Popular,

1987. 11. Mutis y la Real Expedición Botánica, Villegas Editores, 1992. 12. Montes, Lola y Eguiluz, Pedro, El Cerro: Frontera Abierta, Editorial Santillana,

Bogotá, 1996. 13. CAR, Flora de los Andes, Editorial Benjamín Villegas & Asociados.

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7.2 ANEXO 2: LISTADO DE PLANOS 1- La cordillera de los Andes

2- Aproximación regional

3- Los cerros y el territorio

4- Área de estudio

5- Geología

6- topografía / telón verde

7- Riesgos

8- Cobertura Vegetal

9- Ecosistemas

10- Hidrografía

11- Clima

12- La ciudad y los cerros en el siglo XVI

13- La ciudad y los cerros en el siglo XVII

14- La ciudad y los cerros en el siglo XIX

15- La ciudad y los cerros en 1925

16- La ciudad y los cerros en 1950

17- La ciudad y los cerros en 1975

18- La ciudad y los cerros en 1990

20- Hitos

21- Usos

22- Sistema vial

23- Estratos

24- División administrativa

25- División Predial

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7.3. ANEXO 3. ALBUM ICONOGRAFÍCO

Fuentes Iconográficas Fotografías antiguas sobre los cerros orientales y planos antiguos de la ciudad y los cerros. 1. Bogotá CD, Museo de Desarrollo Urbano, 1999. 2. Fundación Misión Colombia, Historia de Bogotá, Villegas Editores, 1989. 3. Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, Bogotá 1938, 1938. 4. Acuarelas de Mark, Biblioteca Luis Angel Arango. 5. Bogotá desde el Aire, Villegas Editores. 6. Bogotá: Ayer, Hoy y Mañana, Villegas Editores, 1987. 7. Sociedad Colombiana de Arquitectos, Anuario de la Arquitectura en Colombia,

Vol. 2, Jorge Plazas Editor, Bogotá, 1973. 8. Carrasquilla, Juan C., Quintas y Estancias de Santa Fe y Bogotá, Editorial

Presencia, 1989. 9. Martínez, Carlos, Bogotá reseñada por cronistas y viajeros, Fondo Editores, 1978. 10. Martínez, Carlos, Santa fe capital del Nuevo Reino de Granada, Baco Popular,

1987. 11. Mutis y la Real Expedición Botánica, Villegas Editores, 1992. 12. Montes, Lola y Eguiluz, Pedro, El Cerro: Frontera Abierta, Editorial Santillana,

Bogotá, 1996. 13. CAR, Flora de los Andes, Editorial Benjamín Villegas & Asociados.

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7.4. ANEXO 4. ALBUM FOTOGRAFICO.

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7.5. ANEXO 5 ESTUDIOS Y PROYECTOS SOBRE CERROS ORIENTALES

CUADRO DE PROYECTOS Y ESTUDIOS EXISTENTES, ACERCA DE LOS CERROS ORIENTALES

Entidad Contratada

Entidad Contratante

Contrato Objeto Producto

CIFA, Universidad de los Andes

Instituto Distrital de Cultura y Turismo

Estudio Histórico del Teatro al Aire Libre de la Media Torta. 1999

Investigación de carácter histórico que da cuenta del papel que ha desempeñado el teatro al aire libre de la Media Torta en la vida cultural de Santa Fe de Bogotá.

Documento y Cartografía

CIFA, Universidad de los Andes

Jardín Botánico José Celestino Mutis

Manual Verde para el área urbana y área de expansión de Santa Fe de Bogotá. 1999.

Manual Verde para el área urbana y área de expansión de Santa Fe de Bogotá, como guía científica, tecnológica y lergal que permita el ordenamiento de la arborización.

Cartografía, base de datos, SIG, Documento.

CIFA, Universidad de los Andes

D. A.P.D. Plan de ordenamiento físico del área de preservación del sistema orográfico y del borde oriental de Bogotá, Distrito Especial. 1992

Descripción físico-geográfica de los cerros orientales, zonificación paisajística, análisis de la oferta ambiental, descripción de las características socioeconómicas, urbanas y naturales de los cerros.

Cartografía, SIG, Documento.

CIFA, Universidad de los Andes

D. A.P.D. Plan de ordenamiento territorial zona sur. 1998

Desarrollo del plan de ordenamiento territorial de la zona sur de Santa Fe de Bogotá, Ciudad Bolivar y Usme.

Cartografía, SIG, Documento

CIFA, Universidad de los Andes

Fondo de Desarrollo Local del Distrito Capital

Acciones estratégicas del sector suroriental.

Formulación de un plan de acciones estratégicas para el ordenamiento físico del sector suroriental de la localidad de Santa Fe de Bogotá.

Cartografía, SIG, Documento

CIFA, Universidad de los Andes

Instituto Distrital para la Recreación y el Deporte.

Sistema Distrital de parques. 1998.

Establecer el marco físico y administrativo que debe regir sobre el desarrollo subsecuente del plan maestro de los espacios recreacionales deportivos y naturales de Santa Fe de Bogotá.

Cartografía, SIG, Documento

CIFA, Universidad de los Andes

Corporación Autónoma Regional

Estudio de la zona oriental de Santa Fe de Bogotá. 1972

Estudio sobre el desarrollo de los recursos naturales y turísticos de la zona oriental de Bogotá y su

Cartografía, SIG, Documento

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área de influencia.

Entidad Contratada

Entidad Contratante

Contrato Objeto Producto

Carlos Cubillos

D.A.P.D. Criterios de ordenamiento y diseño urbano de los Cerros Orientales. 1998

Cartografía. Documentos.

Fernando Montenegro y Perfetti Arquitectos

D.A.P.D. Plan de ordenamiento de la localidad de Usme y de los cerros de Guacamayas, Juan Rey y la cuchilla del Gavilan”.1997

Cartografía. Documentos.

Fernando Montenegro y Perfetti Arquitectos

D.A.P.D. “Instrumentos de gestión urbanística y regional de las áreas rurales de Sumapaz, Ciudad Bolívar y Usme. 1997

Cartografía. Documentos

B&C Cia. Ltda.

D.A.M.A. Identificación de Propuestas sobre los Cerros Orientales. 1999

En proceso

D.A.P.D. Plan parcial y diseño del parque Entrenubes. 1999

Diseño del borde del parque.

En proceso de contratación.

D.A.M.A. Elaboración del plan maestro del proyecto de los Cerros Orientales de Santa Fe de Bogotá. 1999.

En proceso de contratación..

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7.6. ANEXO 6 COMPETENCIAS INSTITUCIONALES

ENTIDAD COMPETENCIA NORMA MINISTERIO DEL MEDIO AMBIENTE

Ente rector en materia ambiental. Formula las políticas ambientales y otorga licencias ambientales.

Art. 5 L. 99/93

MINISTERIO DE DESARROLLO ECONOMICO

Proyecta los reglamentos relativos al espacio publico Ley 388/97.

MUNICIPIO El manejo de la gestión ambiental del municipio art. 55, 65, 66 Ley 99/93

CONCEJO MUNICIPAL

Determinar los sistemas y métodos con base en los cuales las Juntas Administradoras Locales podrán establecer el cobro de derechos por concepto del uso del espacio publico

Nal 6 art. 12 DL.1421 de 1993.

Dictar las normas necesarias para garantizar la preservación y defensa del patrimonio ecológico, los recursos naturales y el medio ambiente

Nal 7 art. 12 DL.1421 de 1993.

ALCALDE Velar porque se respete el espacio publico y su destinación al uso común.

Nal 16 art.38 DL. 1421 de 1993.

JUNTAS ADMINISTRA- DORAS LOCALES JAL

Promover las campañas necesarias para la protección, recuperación y desarrollo de los recursos naturales y del medio ambiente de la localidad.

Ley 1 de 1992.

Preservar y hacer respetar el espacio público. Reglamentar su uso para la realización de actos culturales, deportivos, recreacionales o de mercados temporales y ordenar el cobro de derechos por tal concepto, que el respectivo fondo destinara para el mejoramiento del espacio publico de la localidad, de acuerdo con los parámetros que fije el Concejo.

Nal. 6 art.69 DL. 1421 de 1993.

Permitir el uso del espacio publico a través de la expedición de permisos.

A. 9 de 1997.

Otorgar licencias para el uso del espacio publico para la instalación permanente de redes destinadas a las actividades de empresas de servicios públicos y de telecomunicaciones

D. 1192 de 1997.

Promover las campañas necesarias para la protección y recuperación de los recursos naturales y del medio ambiente en la localidad.

Nal. 10 art.69 DL. 1421 de 1993.

ALCALDES LOCALES

Dictar los actos y ejecutar las operaciones necesarias para la protección, recuperación y conservación del espacio publico, los recursos naturales y el ambiente, con sujeción a la ley, las normas nacionales , los acuerdos distritales y locales.

Ley 1 de 1992 Nal. 7 art. 86 DL. 1421 de 1993.

Permitir el uso del espacio publico a través de la expedición de permisos.

A. 9 de 1997.

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ENTIDAD COMPETENCIA REQUISI- TOS

NORMA

Otorgar licencias para el uso del espacio publico para la instalación permanente de redes destinadas a las actividades de empresas de servicios públicos y de telecomunicaciones

D. 1192 de 1997.

DEPARTAMENTO ADMINISTRATIVO DEL MEDIO AMBIENTE DAMA

Ejecutar el manejo de la gestión ambiental que le corresponde al Distrito, por su naturaleza misma y por constituir un gran centro urbano.

Arts. 55, 65 y 66 L 99/93 Art. 4 A 9/90. D. 673/95

Dirigir y coordinar el desarrollo de actividades de prevención del deterioro del espacio publico.

D. 673 de 1995.

Ejecutar los recursos provenientes del certificado de transformación urbana

A. 03 de 1997.

DEPARTAMENTO ADMINISTRATIVO DE PLANEACION DISTRITAL DAPD

Elaborar el inventario del espacio de uso publico, en coordinación con la Procuraduría de Bienes del Distrito

Art. 4 A. 9 de 1997.

Como compensación, autorizar el pago de las cesiones tipo A.

A. 062 de 1997.

Otorgar licencias de excavación en las vías publicas y el espacio publico conexo

D. 039 de 1997.

Aprobar el diseño para la instalación de los elementos que conforman una estación de red de telecomunicaciones inalámbricas.

D. 061 de 1997.

SECRETARIA DE OBRAS PUBLICAS SOP

Determinar la forma de recuperación del espacio publico cuando requiere excavación.

D. 039 de 1997.

Recibir las obras de recuperación del espacio publico por excavación.

D. 039 de 1997.

PROCURADURIA DE BIENES DEL DISTRITO.

Elaborar el inventario del espacio de uso publico, en coordinación con el Departamento Administrativo de Planeación Distrital.

Art. 4 A. 9 de 1997.

TALLER PROFESIONAL DEL ESPACIO PUBLICO

Ejerce las funciones relativas al espacio publico. Especialmente revisar los prototipos de diseño de los parques locales existentes y definir los términos de referencia para la elaboración de los nuevos, así como definir las prioridades de ejecución de los mismos.

Funciona bajo la dirección del Departamento Administrativo de Planeación Distrital.

D. 324/92. En especial el art. 18.

COMISIONES AMBIENTALES ZONALES

Supervisar el cumplimiento de la legislación ambiental vigente y de las políticas trazadas por el Consejo Ambiental de Bogotá en lo que concierne a su respectiva zona.

Lit. a) art. 1 D.228/91.

Fomentar el ejercicio de las acciones populares previstas en la ley.

Lit. b) art. 1 D.228/91.

INSPECTORES DE POLICIA

Proteger y salvaguardar las zonas de uso publico, reconocidas en los planos aprobados por el Departamento Administrativo de Planeación Distrital, las zonas, áreas y demás elementos que conforman el espacio publico de la ciudad descritos en el Plan de Desarrollo.

Nal 4. Art. 389 A. 18 de 1989..

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7.7. ANEXO 7

LISTADO DE FAUNA EN LOS CERROS ORIENTALES DE SANTA FE DE BOGOTA

El listado de fauna asociada al área de los cerros orientales se basa en un estudio en curso elaborado por la Universidad de los Andes

1. Algunas de las especies estudiadas son:

AVES

FAMILIA Nombre común

Nombre científico Habito alimenticio

LUGARES DE OBSERVACION

Trochilidae Colibrí Colibri coruscans Nectarívoro Bordes de bosques Pastizales 2100-3100 m.s.n.m.m.

Colibrí mosca Acestrura mulsant Nectarívoro Pastizales de páramo y cultivos 1500-2800 m.s.n.m.m.

Coerebidae Carbonero Diglossa humeralis Nectarívoro Piedemonte de los cerros orientales Matorrales, bosques enanos hasta la línea de árboles 2200-3400

Paramero Diglossa sittoides Nectarívoro Acacia decurrens, abutilón y fucsia arbustiva. Bordes de bosques, pastizales y jardines 1700-2800 m.s.n.m.m.

Azucarero Conirostrum rufum Nectarívoro Universidad Nacional Jardín Botánico Abutilón y mangle Matorrales, no en bosques, 2650-3300 m.s.n.m.m.

Toche Icterus chrysater Frugívoro Sangregao, gaque, roble Bordes de bosque, bosques claros, pendientes con arbustos. zonas húmedas altas. hasta 2700 m.s.n.m.m.

Maicero, tordo

Molothrus bonariensis

Frugívoro Areas cultivadas, claros de bosque (desde húmedos hasta secos) 2000 m.s.n.m.m.

Chirlobirlo Sturnella magna Insectívoro Desde el páramo, la línea de bosque hacia abajo hasta 3500 m.s.n.m.m.

Hirundinidae Golondrina bogotana

Notiochelidon murina

Insectívora Páramos y terrenos abiertos en zonas altas 2100-3500 m.s.n.m.m.

1 CIFA – Jardín Botánico José Celestino Mutis: Diseño preliminar del Manual Verde para Santa Fe de Bogotá. Junio

1999.

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Turdidae Mirla negra Turdus fuscater Frugívora Lugares altos cultivados, pastizales, matorrales en pendiente y en parches aislados de Polylepis 1400-4100 m

Buchipecosa Catharus ustulatus Frugívora Acacias, urapanes, pino de monterrey migratorio hasta 3000 m.s.n.m.m. Parque Chingaza

Mimidae Sinsonte, mirla blanca

Mimus gilvus Insectívora, ocasionalmente frugívora

En la ciudad, áreas secas abiertas, bosque seco y cactus hasta 2600 m.s.n.m.m.

Patiamarillo menor

Tringa flavipes Organismos acuáticos

Laguna de Tibabuyes hasta 2600 toda clase de agua dulce

Tyrannidae Siriri Tyrannus melancholicus

Insectívoro Toda la ciudad cables, antenas, extremos de ramas, copas de árboles campo abierto, bordes de ríos hasta 2700 m.s.n.m.m.

Petirrojo, titiribí

Pyrocephalus rubinus

Insectívoro U. Nal, jardín botánico Campo abierto seco con árboles y arbustos hasta 2600 m.s.n.m.m.

Chisga cabecinegra

Spinus spinescens Frugívoro Jardín Botánico Humedales Barrio Nicolás de Federmán (pastizales) bordes de bosque, áreas abiertas con pocos árboles y páramo 1800-3700 m.s.n.m.m.

Canario semillero

Sicalis flaveola Frugívoro (semillas)

Jardín Botánico Humedales Barrio Nicolás de Federmán (acacia decurrens, sangregao, urapanes, pastizales) savaba, pocos arbustos y árboles, bordes de bosque hasta 1000 m

Canario bogotano

Sicalis luteola Frugívoro (acacia decurrens, sangregao, urapanes, pastizales) pastizales, campos de trigo, bordes de humedasles hasta 3300 m

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Copetón Zonotrichia capensis

Frugívoro áreas cultivadas, pocos árboles y arbustos hasta 3700 m.s.n.m.m.

Arverjero pechirrojo

Pheucticus ludovicianus

Frugívoro se alimenta de árboles altos migratorio bosques secundarios, bosques ralos hasta 3800 m.s.n.m.m.

Semillero negro

Oryzoborus crassirostris

Frugívoro bordes de bosque secundario hasta 1000m.s.n.m.m.

Chisga blanca Catamenia analis Frugívoro pastizales con arbustos y pocos árboles, páramo hasta 4600 m.s.n.m.m.

Vireinidae Vireo ojirrojo Vireo olivaceus Frugívoro (ricino, caucho común) migrante hasta 3600 m.s.n.m.m.

Azulejo Thraupis episcopus

Frugívoro, insectívoro

hasta 2600 m.s.n.m.m.

Verdecejo Thraupis palmarus Frugívoro, insectívoro

anida en las copas de las palmas (palma fénix y palma de cera) hasta 2600

Cardenal pico de plata, chito

Ramphocelus dimidiatus

Frugívoro pidedemonte cerros orientales Barrio Las Cruces áreas cultivadas, bordes de bosque hasta 1500 m

Cardenal abejero

Piranga rubra Frugívoro ocasional e insectívoro

(gaque, pino de monterrey,) Nicolás de Federman (acacia decurrens, brevo) Humedales migratorio bordes de bosques 2700 m

Cardenal alinegro

Piranga olivacea Frugívoro, insectívoro

migrante bosque secundario, borde de bosque, bosques, parques, jardines hasta 2600 m.s.n.m.m.

Encapuchado rojo

Piranga rubriceps Frugívoro, insectívoro

bordes de bosques hasta 3000

Cresta roja Habia cristata Insectívoro, frugívoro

(Acacia decurrens) hasta 1800 m.s.n.m.m.

Pecho amarillo

Hemithraupis flavicolis

Frugívoros borde de bosque, bosques secundarios hasta 1000

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Thraupidae

Lechuza Tyto alba Carnívoro (urapán) zonas habitadas por humanos donde pueda cazar ratones hasta 3000

Buho bogotano

Asio flammeus Carvívoro <pastos, páramo numerosos en Sabana de Bogotá. 2600 o mas probablemente

Aguila de cabeza amarilla

Milvago chimachima

Carroñero, rapaz

campo abierto, pocos árboles hasta 2600 raramente

Sernícalo Falco sparverius Rapaz pastizales, cerca de las carreteras hasta 3200 m

Gavilán de las alas anchas

Buteo platypterus Rapaz migrante borde de bosque, bosques secundarios hasta 2800 m

Gavilán grillero, aguila pollera

Buteo magnirostris Rapaz áreas abiertas o con arbustos hasta 2500

Gallinazo Coragyps atratus Carroñero toda la ciudad hasta 2700

Carpintero Melanerpes rubricapillus

Frugívoro humedales áreas secas, manglares hasta 1700 m

Troglodytidae

Cucarachero Troglodytes aedon Insectívoro hasta 3400

Cucarachero de pantano

Cistothorus apolinari

Insectívoro humedales cerca de lagunas 2500-4000

MAMIFEROS

Nombre común Nombre científico Hábito alimenticio

LUGARES DE OBSERVACION

Ardilla Sciurus aestuans roedor Cerros

Conejo Siyvilagus brasilensis roedor Cerros, abajo del páramo

Chucha o fara Didelphis albiventris frugívora, carnívora,

Cerros, medio Humedales

Guache Nasuella olivacea Insectívoro Cerros, matorral paramuno

Murciélago Anoura geoffroyi Polinizador, Cerros Humedales

Ratas Muss sp. Roedores Humedales Pastizales Cerros

Ratones Rattus sp. Roedores Toda la ciudad

Rata de los chusques

Thrinacodus albicauda Frugívoro Humedales Cerros

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Nombre común Nombre científico Hábito alimenticio

LUGARES DE OBSERVACION

Curí Cavia porcellus Frugívoro Cerros, Páramo, humedales

Armadillo Dasypus novemcinctus Cerros, Páramo

Ardilla Sciurus aestuans roedor Cerros

Conejo Siyvilagus brasilensis roedor Cerros, abajo del páramo

Chucha o fara Didelphis albiventris frugívora, carnívora,

Cerros, medio Humedales

Guache Nasuella olivacea Insectívoro Cerros, matorral paramuno

Murciélago Anoura geoffroyi Polinizador, Cerros Humedales

Ratas Muss sp. Roedores Humedales Pastizales Cerros

Ratones Rattus sp. Roedores Toda la ciudad

Rata de los chusques

Thrinacodus albicauda Frugívoro Humedales Cerros

Curí Cavia porcellus Frugívoro Cerros, Páramo, humedales

Armadillo Dasypus novemcinctus Cerros, Páramo

REPTILES

Nombre común Nombre científico LUGARES DE OBSERVACION

Lagarto de collar negro

Stenocercus tachycephalus

Páramo de los cerros orientales

Camaleón Phenacosaurus sp. Páramo de los cerros orientales

Lagartija Proctoporus striatus Páramo de los cerros orientales

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7.8. ANEXO 8. FICHAS BIBLIOGRÁFICAS Y DE ENTREVISTAS 1.1. Revisión Bibliográfica Centros de Información. 1.1.1. Instituto Geográfico Agustín Codazzi. 1.1.2. Biblioteca Técnica de EAAB-ESP 1.1.3. Biblioteca C.A.R. 1.1.4. Biblioteca CEDE 1.1.5. Biblioteca C.I.F.A. 1.1.6. D.A.P.D. 1.1.7. Biblioteca Jardín Botánico José Celestino Mutis 1.1.8. Centro de Documentación DAMA 1.1.9. Biblioteca General Universidad de los Andes 1.1.10. Biblioteca Luis Angel Arango 1.1.10.1. Bibliotecas personales Camilo Salazar Ferro, Diana Wiesner Ceballos, 1.1.10.2. Juan Pablo Ortíz, Catalina Useche. 1.2. Fichas Bibliográficas. 1.2.1. Componente Físico - Urbano: B.F.# 1- 23 1.2.2. Componente Físico - rural 1.2.3. Componente Físico - Geográfico: B.N.# 1-7 1.2.4. Crónicas: B.C.# 1- 7 1.2.4 Entrevistas: B.E.# 1 -2

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IDCT – Los Cerros: Paisaje e Identidad Cultural 121

6. BIBLIOGRAFÍA 1. AGUADO, Pedro, Recopilación Historial, Bogotá, 1956. 2. CÁMARA DE COMERCIO DE BOGOTÁ, Bogotá: Estructura y Principales Servicios,

Editorial Imagia/ Villegas Editores, Bogotá, 1978. B.F.6. 3. CÁMARA DE COMERCIO DE BOGOTÁ, Bibliografía sobre historia de Bogotá, Cámara de

Comercio de Bogotá, Bogotá, 1988. 4. CARRASQUILLA Botero, Juan Carlos, Quintas y Estancias de Santa Fe y Bogotá, Editorial

Presencia, Bogotá, 1989. B.F.22. 5. CEDE - UNIVERSIDAD DE LOS ANDES - COLCIENCIAS, Tendencias reciententes de

ocupación territorial en Bogotá y la región. 1998 - 1999. Sin publicar. 6. CEDE UNIVERSIDAD DE LOS ANDES - CAF, Directrices de Ordenamiento territorial para

Bogotá y la región como instrumento de planeación. 1998 – 1999. Sin publicar. 7. CENTRO DE PLANIFICACIÓN Y URBANISMO, CPU UNIVERSIDAD DE LOS ANDES – CAR,

Estudio de la Zona Oriental de Bogotá, Bogotá, 1972. Sin publicar. B.F.2. 8. CENTRO DE PLANIFICACIÓN Y URBANISMO, CPU UNIVERSIDAD DE LOS ANDES, Los

Cerros de Bogotá. Urbanización o Ecología?, Bogotá, 1973. Sin publicar. B.F.15. 9. CENTRO DE PLANIFICACIÓN Y URBANISMO, CPU UNIVERSIDAD DE LOS ANDES, Plan

de Ordenamiento Físico del Sistema Orográfico y del Borde Oriental de Bogotá, Bogotá, 1991. Sin publicar. B.F.3.

10. CENTRO DE INVESTIGACIONES ESTÉTICAS, CIE UNIVERSIDAD DE LOS ANDES –

BANCO DE LA REPÚBLICA, Recuperación espacial de la Avenida Jimenez y el Parque Santander, Ediciones Uniandes, Bogotá, 1996-1999. B.F.17.

11. CORPORACIÓN AUTÓNOMA REGIONAL, Parque Nacional Olaya Herrera, Bogotá, 1989.

Folleto de divulgación. B.F.10. 12. CORPORACION PARQUE MUSEO EL PÁRAMO, Parque La Cumbrera, Bogotá, 1998.

Folleto de Divulgación. B.N.5. 13. DEPARTAMENTO ADMINISTRATIVO DE PLANEACIÓN NACIONAL – CADSA, Estrategias

de Ordenamiento para las Areas Rurales de las localidades de Usaquén, Chapinero, Santa Fe y San Cristobal, Bogotá, 1997. Sin publicar. B.F.1.

14. DEPARTAMENTO ADMINISTRATIVO DE PLANEACIÓN NACIONAL, Cartilla del Espacio

Público, DAPD, Bogotá, 1993. B.F.12. 15. DEPARTAMENTO ADMINISTRATIVO DE PLANEACIÓN NACIONAL, Criterios de

Ordenamiento de los Cerros Orientales, Bogotá, 1998. Sin publicar. B.F.5. 16. DEPARTAMENTO ADMINISTRATIVO DE PLANEACIÓN NACIONAL, PIDUZOB, Bogotá,

1973. DAPD, B.F.16. 17. DEPARTAMENTO ADMINISTRATIVO DE PLANEACIÓN NACIONAL, Planificación en

Bogotá 1964, DAPD, Bogotá, 1964. B.F.14.

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IDCT – Los Cerros: Paisaje e Identidad Cultural 122

18. DEPARTAMENTO ADMINISTRATIVO DEL MEDIO AMBIENTE – MOLINA, Cerros, Humedales y Areas Rurales, DAMA, Bogotá, 1997. B.N.4.

19. DEPARTAMENTO ADMINISTRATIVO DEL MEDIO AMBIENTE, Evaluación Propuesta:

Parque Corredor Ecológico – Cerros Orientales, Bogotá, 1994. Sin publicar. B.F.13. 20. DEPARTAMENTO ADMINISTRATIVO DEL MEDIO AMBIENTE, Los Cerros de Santa Fe de

Bogotá, Bogotá, 1992. Sin publicar. B.F.4. 21. EAAB-ESP - Universidad Externado de Colombia, El Agua en la Historia de una Ciudad,

EAAB-ESP, Bogotá, 1997. B.F.11. 22. FALCHETTI, Ana María, El Territorio Muisca a la Llegada de los Españoles, Universidad de

los Andes, Bogotá, 1972. Sin publicar. B.C.12. 23. FORERO, Manuel José, Bogotá 450 Años: De los Orígenes al Deslubramiento, Universidad

Distrital, Bogotá, 1998. 24. FUNDACION MISIÓN COLOMBIA, Historia de Bogotá, 10 Tomos, Editorial Villegas Editores,

Bogotá, 1989. B.F.20. 25. GABRIEL FONNEGRA. Mutis y la Expedición Botánica. Documentos. El Ancora Editores.

Bogotá,1983. ISN.84-89209-23-3 26. GUHL, Ernesto, La Sabana de Bogotá, sus Alrededores y su Vegetación, Jardín Botánico

Jose Celestino Mutis, Bogotá, 1981. B.N.2. 27. GUHL, Ernesto, Los Páramos Circundantes de la Sabana de Bogotá, Jardín Botánico Jose

Celestino Mutis, Bogotá, 1982. B.N.3. 28. HEIDEGGER, Martin, Construir, Habitar, Pensar, Conferencias y Artículos, Ediciones del

Serbal, Barcelona, 1994. 29. HERNANDEZ DE ALBA, Guillermo, Teatro del Arte Colonial, Editorial Ministerio de

Educación Nacional, Bogotá, 1938. B.C.6. 30. IBAÑEZ, Pedro María, Crónicas de Bogotá, Editorial ABC, Bogotá, 1891/1951. B.C.8. 31. Instituto de Desarrollo Urbano, IDU - SALMONA, KOPPEC, VALDENEBRO, Informe de

Gestión – Recuperación Ambiental del Camino a Monserrate, Bogotá, 1998. Sin publicar. B.F.7.

32. INSTITUTO DISTRITAL DE CULTURA Y TURISMO – CIFA, Recuento Histórico sobre el

Teatro al Aire Libre de la Media Torta, Bogotá, 1999. Sin publicar. B.F.18. 33. LANGEBAEK, Carl H., Los Muiscas Siglo XVI, Editorial Banco de la República, Bogotá, 1987.

B.C.10. 34. LANGEBAEK, Carl H., Por los Caminos del Piedemonte, Bogotá, 1997. Sin publicar. B.F.9. 35. LE MOYNE, Augusto, Viajes y Estancias en América del Sur, Bogotá, 1834. 36. LONDOÑO, Eduardo, El Lugar de la Religión en la Organización Social Muisca, Boletín

Museo del Oro, Bogotá, 1996. B.C.13.

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IDCT – Los Cerros: Paisaje e Identidad Cultural 123

37. LOPEZ G.,Max, Retablo Indígena, Editorial PRAG, Bogotá, 1953. B.C.1. 38. MARTINEZ, Carlos, Bogotá Reseñada por Cronistas y Viajeros, Editorial Fondo, 1978.

B.C.2. 39. MARTINEZ, Carlos, Bogotá: Sinopsis sobre su Evolución Urbana, Editorial Escala, Bogotá.

B.C.4. 40. MARTINEZ, Carlos, Santa Fe Capital del Nuevo Reino de Granada, Editorial Banco Popular,

Bogotá, 1987. B.C.3. 41. MEJIA P. Germán, Los Años del Cambio. Historia Urbana de Bogotá. 1820-1910. Tesis

doctoral. Sin publicar. 42. MOLINA, Luis F. Guia de Árboles, DAMA., Bogotá, 1997. 43. MOLLIEN, Gaspar, Viaje por la República de Colombia, Ed. Imprenta Nacional. 44. MUSEO DE ARTE MODERNO, Folleto Exposición: Karl Brunner. La Construcción de la

Ciudad como Espacio Público, Ediciones Tercer Milenio, Bogotá, 1989. B.F.19. 45. OLIVOS, Andrés, Los Ríos y Puentes de Santa Fe de Bogotá, Bogotá. 46. ORTEGA Ricaurte, Daniel, Cosas de Santa Fe de Bogotá. 47. ORTEGA Ricaurte, Enrique, Cabildos de Santa Fe de Bogotá, Archivo Nacional de Colombia. 48. ORTEGA, Alfredo, Arquitectura de Bogotá, L. Fas Producciones Editoriales, Colección

fascimilar Proa, 1988. 49. RIVERA y CÓRDOBA, Guía Ecológica del Páramo La Cumbrera, Bogotá. 1997, Folleto de

divulgación. B.N.6. 50. RODRIGUEZ F, Juan, El Carnero, Editorial Imprenta Nacional, Bogotá, 1963. B.C.9. 51. STRUVE-HAKER, Ricardo, El Santuario Nacional de Nuestra Señora de la Peña, Editorial

Bogotá, Bogotá, 1955. B.C.11. 52. TRIANA, Miguel, La Civilización Chibcha, Editorial Carvajal y Cia., Cali, 1922/1972. B.C.5. 53. USECHE, Mariano, Caminos Reales de Colombia, Editorial FEN, Bogotá, 1995. B.F.8. 54. VAN DER HAMMEN, Thomas, Plan Ambiental de la Cuenca Alta del Río Bogotá, CAR,

Bogotá, 1998. B.N.1.

55. VARGAS C., Hernando, Le Corbusier en Colombia. Publicación de Cementos Boyacá, Bogotá, 1987.

56. VELANDIA, Roberto, Enciclopedia Histórica de Cundinamarca, Editorial Biblioteca Autores

Colombianos, Bogotá, 1979. B.F.21 57. ZERDA O., Enrique, Guía de las Aves en el Jardín Botánico “Jose Celestino Mutis”,

Colección Francisco Jose de Caldas, Vol 1, Jardín Botánico Jose Celestino Mutis, Santafé de Bogotá, 1998.

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CIFA: Centro de Investigaciones de la Facultad de Arquitectura. Universidad de los Andes

IDCT – Los cerros: Paisaje e identidad cultural

7.8. ANEXO 8.

FICHAS BIBLIOGRÁFICAS Y DE ENTREVISTAS

1.1. Revisión Bibliográfica Centros de Información.

1.1.1. Instituto Geográfico Agustín Codazzi. 1.1.2. Biblioteca Técnica de EAAB-ESP 1.1.3. Biblioteca C.A.R. 1.1.4. Biblioteca CEDE 1.1.5. Biblioteca C.I.F.A. 1.1.6. D.A.P.D. 1.1.7. Biblioteca Jardín Botánico José Celestino Mutis 1.1.8. Centro de Documentación DAMA 1.1.9. Biblioteca General Universidad de los Andes 1.1.10. Biblioteca Luis Angel Arango 1.1.10.1. Bibliotecas personales Camilo Salazar Ferro, Diana Wiesner Ceballos, Juan

Pablo Ortíz, Catalina Useche.

1.2. Fichas Bibliográficas.

1.2.1. Componente Físico - Urbano: B.F.# 1- 23 1.2.2. Componente Físico - rural 1.2.3. Componente Físico - Geográfico: B.N.# 1-7 1.2.4. Crónicas: B.C.# 1- 7 1.2.4 Entrevistas: B.E.# 1 -2