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chacao 16 de octubre de 2010 [con fotografías de lisbeth salas]
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Líneas en la vastedad | Tributo lector a Guillermo Sucre

Mar 28, 2016

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Willy McKey

Tributo lector a la obra del maestro Guillermo Sucre, organizado por ReLectura y El Salmón - Revista de Poesía, siempre con el apoyo de Cultura Chacao. Tuvo lugar en el Centro Cultural Chacao el 16 de octubre de 2010, con gran afluencia del público y la presencia de importantes figuras del pensamiento y la literatura nacional. En este evento, además, el maestro Sucre leyó su poema "El regreso", texto que le da título a su nuevo poemario.
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Page 1: Líneas en la vastedad | Tributo lector a Guillermo Sucre

chacao 16 de octubre de 2010

[con fotografías de lisbeth salas]

Page 2: Líneas en la vastedad | Tributo lector a Guillermo Sucre
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Borges es sobre todo el creador-lector; su obra está fundada en la literatura misma; su experiencia es esencialmente verbal, estética. Pero si cada texto suyo incide alusivamente sobre otros textos, no es por afán de erudición, sino para iluminar y hacer sensible la idea de que todos los autores son un solo autor, todas las obras una obra única. La literatura es para Borges un único e incesante discurso que cada autor en su tiempo no hace sino retomar… El Borges que reflexiona en sus relatos y en sus ensayos es el mis-mo que medita ensimismada o fervorosamente en sus poemas… En uno y otro plano, la actitud de Borges tiende a ser la misma: problematizar nuestra relación con el mundo: fundar, quizá, otro; buscar una trascendencia a través de lo esencial.

[...]El secreto para Borges está en el hombre y es el hombre mismo. En otras palabras, en el centro del laberinto borgiano no hay sino un secreto clave; ese secreto no es una revelación última ni una verdad absoluta: lo que encierra es el secreto mismo. Lo que vale del secreto no es lo que oculta, sino los caminos (o la experiencia) que conducen a él. Así, el secreto es infinito, pero su infinitud se identifica con la propia vida, con la existencia del hombre. De igual modo, el Libro borgiano es infinito y circular como el mundo: no lo escribe un hombre, sino las sucesivas generaciones de los hombres. El infinito, entonces, deja de ser una prisión fatalmente impuesta para convertirse en una prisión aceptada y asumida; en cierta manera, es también una libertad.

En Borges, el poeta (1967). Lectura de RodRigo Blanco c.

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Nunca me ha sido posible explicar, razonada o razonablemente, lo que he querido expresar cuando he hablado de la transparencia. No voy ahora a intentar esa explicación imposible. Apenas si re-unir algunas notas en torno del tema. La resignación, pues.Al solo enunciarla, la palabra transparencia me evoca de inmediato algo luminoso; no en el sentido de destello sino de luminosidad: un objeto no bañado por la luz, sino rodeado por la luz. No se tra-ta tampoco de lo que nos refleja, sino de lo que vemos. El cristal, no el espejo: una imagen vista a través; nítida, pura, absoluta en sí misma. Una imagen que es imagen; un rostro que es un rostro sobre todo por sus ojos, por su mirada.La apariencia como ser, el ser como apariencia: ¿será eso la trans-parencia? Pero no todo lo que nos parece —clara y distintamen-te— es transparente.Es verdad, relacionamos la transparencia con ciertas materias o ciertos elementos del mundo —espontáneamente, casi por simple iluminación, no por clarividencia. El agua, el aire, el cielo —cuando la luz crea en él un espacio, cual-quiera que sea la estación— la copa —si alta y no muy densa, ba-lanceándose, mejor, más intensamente— de los árboles; grandes redes esparciéndose, circulares, sobre la superficie lisa y en reposo de un río; la ciudad, el rincón de una ciudad —calle de adoquines y musgo o enladrillada, el ramaje sobre los muros de un solar— surgiendo el amanecer y nosotros despertando. Materia que es ma-teria, fluyente. Imágenes, no símbolos.

En “Entretextos”. Lectura de alfRedo chacón

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Lo indudable para el escritor es que la verdadera realidad con que se enfrenta es la realidad del lenguaje. Si para todo ser humano los límites de su mundo son los de su lenguaje, es obvio que este hecho resulta todavía más dominante en la experiencia del escri-tor. Este no sólo sabe que lo que dice y la manera de decirlo son, finalmente, una y la misma cosa; aun sabe que el valor de lo que dice reside sobre todo en cómo lo dice. Así, la pasión central que lo mueve pasa primero por el lenguaje. Esta pasión implica, por supuesto, el gusto o el placer de las palabras, pero sería errado confundirla con la mera búsqueda de un estilo “bello” o “perfec-to”. Se trata de algo más tenso o dilemático: no el ejercicio de una idolatría sino de la lucidez: un continuo debate entre la fascinación y el rechazo, entre el reconocimiento y la crítica.

[...]

Nunca como ahora –se ha dicho– hemos tenido tantas palabras y, sin embargo, sentimos que nos faltan las palabras. Si el equívoco parece dominar nuestra época, uno de sus síntomas es la prolifera-ción verbal: inflación del lenguaje que no logra ocultar otra preca-riedad, espiritual, más profunda. Muy pocos son los que se curan de la “palabrería” aunque confiesen o se propongan no fiarse ya en palabras. De ahí que de la duda más o menos razonable frente al lenguaje (“words, words, words”) se haya pasado en nuestro tiem-po a la ferocidad casi subversiva (“chillen, putas”, “hazlas, poeta, haz que se traguen todas sus palabras”).

En La máscara, la transparencia (1975). Lectura de Michaelle ascencio

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Escribo con las palabras que tienen sombra pero no dan sombraapenas empiezo esta página la va quemando el insomniono las palabras sino lo que consuman es lo que va ocupando la realidad-el lugar sin lugarla agonía el juego la ilusión de estar en el mundo

la ilusión no es lo que hace la realidad sino la ráfaga escindida-simulacros donde ocurren las ceremonias intercambios de fulgoresdel vacío del deseo

ya no hay sitio para la escritura porque ella es el sitio mismo-de lo que se borrano descubrimos el mundo lo describimos en su terca elusión

ya no volveré al mar pero el mar vive en esa ausencia que es elmar cuando la palabra lo dicey se derrama sobre la página como una manoya no estaré en el bosque sino en la hoja que escribo y entreveosu ramaje pasa el vientoya no habrá más verano sino ese sol que devora a la memoriay viene la gran noche de la arena que cubre los ojos y sólopodemos leer lo que no estaba escrito

En La vastedad (1990). Lectura de elena caRdona

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¿Cuál es su método, señor? Todo libro de crítica literaria, por supuesto, debe tenerlo. Pero lo que yo puedo decir a este respecto es muy poco y probablemente no aclare nada, sobre todo a los entendidos. He se-guido más a los textos que a sus autores. Por ello, pienso, me decidí por el título: la máscara, la transparencia. ¿No tiene también algo mis-terioso? Lezama Lima, de quien lo tomo, ve en estos dos términos la alternativa que se le presenta al poeta para hacerse invisible y dejar que su obra hable por él. Esa alternativa y las diversas técnicas que suscita, conducen, sin embargo, a un mismo punto: la aparición del lenguaje. Toda poesía adquiere sentido a partir de su lenguaje y de la conciencia que el poeta tenga de él. Esa conciencia nace, entre nosotros, con los poetas modernistas: hicieron del idioma poético un cuerpo realmen-te sensible, liberándolo del roñoso conceptualismo; al mismo tiempo prepararon una actitud crítica frente a todo poder verbal. Una y otra cosa se han intensificado en nuestra poesía contemporánea. Seguir las aventuras de esa doble conciencia frente al lenguaje: quizá éste ha sido el método de mi libro.

[...]Humpty Dumpty, para deslumbrar a Alice, se envanecía de poder ex-plicar cualquier poema, inventado o por inventar. Una doble ironía, quizá, de Lewis Carroll: contra el exceso interpretativo frente a la poe-sía, pero también el reconocimiento del secreto, del otro discurso que subyace en toda poesía. Los poemas mismos inventado por H. D. no sólo eran ingeniosos trabalenguas, o ideogramas; también había que leer muchos de ellos de manera invertida, a través de un espejo. Hablar de un poema supone, primero, hacer visible su texto, su trama. Pero si todo poema es espejo de sí mismo, se va volviendo luego espejeante: refleja otros poemas, que, a su vez, reflejan otros, etc. Esa cadena de reflejos, y de refracciones por supuesto, es lo que he intentado dar en relación con las obras estudiadas en este libro.

En La máscara, la transparencia (1975). Lectura de caRlos Pacheco

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LA LATA

yo estoy fuera de la literaturayo no escribo sino con sangreyo sólo escribo por raptos (de sabinas)yo desprecio el oficio cuando oficioyo no hablo de la eternidad (ella habla por mí)soy el soplo de las edades las edades del soplo el soplo sin edadetc etc etc

EL GRAN POETA

* coronado de palomas y cocodrilos era la imagen viviente de la humildad (ces’t pour cela que, dans chaque pays, existent ces dieux divers; ici le crocodile)

* saurio no pasa una mosca sin que se la trague

* adán redivivo: había dado nombres a sus dos pantuflos

En Serpiente breve (1977). Lectura de fRancisco J. PéRez

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I

Atado como siempre a tu simetría de oscuro ríoque fluye entre mis manos.

Ya no hay girasoles en tu pecho,sino lágrimas y otras caídas hojasdel árbol de la noche. Y más espesa,más silenciosa, aferrada a esos pequeñosamuletos que ha destruido el tiempo,y a las palabras: ¡oh redes vacías!

Una ráfaga de tu olor me precipita, sin embargo:después de un viento grave me atempera.Herido más tarde como un tigrepor el celo de la tierra,me sacudo las mojadas hojas que me dejas.Tu cabellera y grandes arañas en mis ojospervierten luego mi reposo. Y nuevamentesoy el movimiento de los días,el movimiento de los árboles,el movimiento de las hojas del otoñorecién extinguido.

En Mientras suceden los días (1961). Lectura de gina saRaceni

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EL ÚLTIMO DOMINIO

Arrebatados como por un gran viento andamos por la tierra hostiles dispersossin encontrar la claridad, la quietud.

Hechos al rigor, la privación, la desnudez, los dichosos,qué nos ha extraviado en la busca de la luzo cuál luz nos ha enceguecido que ya no vemos su justo dominio: lo que no es destello sino transparencia de la sombra.O conocimos demasiado en la Madre el asentimiento y el asiento de la fragilidadsin descubrir en el ritmo de su desamparo la pausa y en la pausa lo que el movimientoavanza sin moverse.

Vástagos del insomnio, el ojo fijo que sólo mira en el vértigo su reflejo,menos que hojas en la llamarada sé la sequía,raíces que el vientre de la tierra arroja para que nunca más arraiguenno el follaje sideral, no el íntimo árbol de la noche iluminado hasta sus confines,los que nacieron en lo sagrado y fueron luego sus mendigos eso somos ahora.

Page 11: Líneas en la vastedad | Tributo lector a Guillermo Sucre

Por qué no hemos perecido como todo lo que pertenece a la intemperie.O cada pérdida nos regresa al origen, cada sufrimientoes un pasaje a la otra cara del espejo, imagen de las resurrecciones, estepa de la inocencia.

*

Los seres no sabemos ya reconocer la belleza.

La belleza es devastadora y quienes la vislumbran no llegarán a borrar de sus ojos la tormenta.

Así los amantes van cosiendo la pasión a sus propias cicatrices.

Rituales y magnéticos, la lanza y el disco, nada los aparta del laborioso centro que es su destino.

Giran en el cuadrante del lecho, son el sol ardoroso y la luna floreciente, mar de leva y playas asoladas. Amanecen con los dorados polvos de Zeus, seres que ya no se pertenecen a sí mismos,metáforas del furor que los devuelve a la piedad y a la dulzura.

Page 12: Líneas en la vastedad | Tributo lector a Guillermo Sucre

El agua que pule las piedras los ha dejado límpidos, sorben sus heridas, las besan con gratitud como una gracia que ya no esperaban.

*

La claridad no nace del abismopero cuando aparece la claridad es ella lo que no abisma.

Cuál es ese rostro que se ahonda en el éxtasiso cuál éxtasis entreabre sus labios y por un instantepara siempre deja fluirla ráfaga del goce, esa música que nada precipita, nada retiene.

Amantes, se han amado sólo por esa visión semejante a una condena.

Palpitan las ostras de los mares, se abrevan las brevas de los bosques nupciales.Cada mano en lo efímero planta el cambiante tatuaje de los cuerpos.

Que se gloríe en esa piel blanquísima el esplendor al que la vida obedece.

Pero también, pero también que la heráldica de unos ojos despliegue siempreel único verano, aves de la profundidad y de la gracia,

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sol y alero, casa del ausente.

*

La vastedad del minuto, el relámpago de los años, en el empañado cristal de la memoria la dicha o la herida,los amantes celebran otra historia.

Nada los espera y al final ellos nada esperan.

Los pájaros emigran y regresan, pauta de las estaciones.Los ríos fluyen al atardecer menos deslumbrantes y siempre amanecen.Los soles conocen la trama de los bosques y la balanza de los mares.

Sólo los amantes viven la justicia de los espacios dados a la desmesura y a la desolación.

No renacerán como el rosal entre enamoradas cenizas pero el viento que sople sobre ellas removerá algún día su fragancia.

La marchitez, la previsible muerte los asombran como cuando niños vemos el mar azul y las arenas doradas.

En La segunda versión (1994). Lectura de gaBRiela KizeR y Willy McKey

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DonDe los demás no vense detiene la mirada que soy.Sin ilusión, sin presunción.Dejo el misterio como carnadade peces de otro mar sagradoque nunca fue mi reino.Pierdo fondo, es verdad.Hace agua la conciencia.Y lo que digo es cosa de empezara decirlo de nuevo.Cosa de nunca acabar.Sufro la hipnosis, la refracción,la dilataciónde otra mirada que ya no soy.Y de este espejismo surge acasomi lenguaje, el que nadiesabe al menos que construyocon desdén.

En La mirada (1970). Lectura de RoBeRto MaRtínez BachRich

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¿Cuantas no son ya las palabras que, en mi país, han sido pervertidas por este alegre desenfado? Entre otras muchas, vivimos en la indefen-sión de las palabras. Parecerá algo sin importancia. Sin embargo, de esta indefensión se alimenta, en gran parte, el malestar general que hoy vivimos.No me interesa dilucidar si en Venezuela se escribe o se habla bien o mal (no soy un gramático, ni tampoco pertenezco a la Academia de la Lengua, para juzgarlo). Lo que parece evidente es que se escribe y se habla con desvergüenza. Hemos perdido el sentido viril de las pa-labras. Y no es difícil que así lleguemos a ser un pueblo sin carácter, manipulable y voluble, hasta farisaico. Lo que, en verdad, no somos y, más bien, rechazamos profundamente.Desde que en febrero de 1992 se produjo el primero de los dos golpes de Estado que ha sufrido el país, nuestros más conspicuos intelectua-les han hecho lo posible y lo imposible por abrirle camino a la cons-piración militar, adoptando sus mismos argumentos, sustentando sus mismos objetivos y, por tanto, justificándola, o atenuando su horror o su alevosía para quizá propiciar otra. Si hasta ahora no han llegado a legitimarla públicamente del todo, es por la sencilla y muy pragmática razón de que no ha triunfado. Pero para hacerla triunfar se han valido impunemente de cuanto una democracia les ofrece, y aun con privile-gios. Han recurrido a todos los medios salvo el asumir una responsabi-lidad o un mínimo de arrojo ¿o riesgo? La megalomanía los preservó, eso sí, de incurrir en tales excesos. Y, tal como los militares que se al-zaron sólo fueron valientes después de rendirse casi sin combatir y de haber sacrificado a sus subalternos o a civiles indefensos, ellos apenas han resultado ser unos maestros de la intriga y del chantaje.

En “Los cuadernos de la cordura” (Abril, 1993). Lectura de Vicente lecuna

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Ya uno sólo tiene derecho a muy pocas cosas Sé o algo me lo hace saber que no puedo hablar de la felicidad. Abandoné mi casa y no he vuelto a ellala cubrirán ahora las hiedras y en aquel traspatio ni fuego ni mano que lo encienda algún día la borrarán las lluvias y no estaré allí para levantarla de nuevo (qué nos hace partir y cómo podemos partir)

Cómo entonces siquiera mencionar esa palabra que necesita del amparo de una fidelidad para ser real Pero sé o creo saber que la felicidad existe justamente allí donde no existe que mantener el calor de su ausencia prepara (si) no su des-tello su limpidez Así pues no puedo hablar de la felicidad pero puedo callarme en ella recorrer su silencio la vasta memoria de no haberla tenido

La felicidad ahora me doy cuenta no es el tema de un discurso sino el discurso mismo un discurso que siempre se aparta de su tema o que después de haber sido descubre discurreque debe ser escrito de nuevore volver a ella quiere vagabundear y quedarse no con lo que nombra sino en lo que nombra olvidando que sólo es palabras

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Todo empieza en un río y una ciudad reverberando sobre una roca. Al atardecer ya está en el malecón, las piernas colgando sobre las aguas. Es junio o julio o igualmente agosto y el río casi desborda por la ciudad. Los pescadores hacen molinetes con sus atarrayas, las despliegan: casi aéreas, circulares, figuras perfectas que transparentan otro espacio; lentamente van cerrándose al penetrar las aguas. Apenas perdura la luz. Apenas el río...

y encontrando apenas las palabras que hacen de ese olvido no el remolino sino la transparenciavocálica el acantilado el espejo que es pez la fijafugacidad

El exilio es también ese equívocoque sin embargo nunca esquivamos ni equivocamos una nueva lenta profundidadla piel que mira la mirada que repasa en la piel del mundolas arenas con que se frota al despertar al sol o a la muerte

Todo lo que piensa lo va grabando su silencio en un mármol blanco. Ha venido a la vieja aduana de ladrillos, donde están los almendros, y desde allí contempla el amanecer sobre el río: una barca sola sube o baja en el rebalse del atracadero; las torcazas vuelan o están suspendidas. Sabe que algún día ya no estará allí. Tiene ahora catorce años y todo lo ha perdido. Quiere fijar la luz, transparentar el río. No se conoce ese aire o esa luz para sobrevivirlos. Esa piel de las piedras, cálida, ya no volverá a tocarla. levanta la mirada. Un rostro ya tostado por el sol, ya también absorto. Un dios. Lo siente: hay un dios con él. O hay un dios que es él, que está en él. Solitario y hostil. Un adolescente que conoce la muerte.

En En el verano... (1976). Lectura de Rafael castillo zaPata

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RetRato en 1987a Mafer

Antes que las aguas que sólo sabemos que sonel Río porque una frágil estela las recorre-es la misma lancha de la infancia;

antes que en las costas al fondo vayamos discer-niendo a la ciudad -los brotes de tosco verde,el manchón blanco de las casas, sus piedras;

antes que ese cielo se vuelva noche, estrelladosilencio -unas nubes blanquísimas ya lo cubreny el azul se distancia, casi desaparece,

veo tu rostro que me ve, marcado por el dolory también la dicha, veo tus ojos que la luzo la brisa rasgan, veo tu pelo que realza

la blancura de tu tez, el azul intenso del jeanderramándose sobre tu cuerpo, el ancho cinturónciñendo tu cintura, y veo tu boca, sus labios

que se cierran como imponiendo su claridaden vilo del instante de una larga memoria,un rescoldo o una historia trágica,

veo en fin a la dama sin armiño, la muchachaque se deja tomar una foto frente a Angosturacasi por piedad, por elegancia, reverencia,

casi para no ser un retrato sino un paisaje,esas aguas ahora densas, o más hondas, esaciudad atormentada por sus ruinas, y fluircon la limpidez de una pasión a la intemperie.

En La segunda versión (1994). Lectura de agustín silVa-díaz

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chacao 16 de octubre de 2010

[con fotografías de lisbeth salasy el apoyo de Cultura Chacao]