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LA REDACCIÓN DE LA HISTORIA VERDADERA DE BERNAL Herón Pérez Martínez* EL COLEGIO DE MICHOACÁN RELACIONES 91, VERANO 2002, VOL. XXIII
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LA REDAC C - colmich.edu.mx

Jul 06, 2022

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LA REDACCIÓN DE LAHISTORIA VERDADERA DE BERNAL

H e r ó n P é r e z M a r t í n e z *E L C O L E G I O D E M I C H O A C Á N

R E L A C I O N E S 9 1 , V E R A N O 2 0 0 2 , V O L . X X I I I

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L PROBLEMA

Al margen de la discusión aún en curso1 sobre la natu-raleza del tipo textual y los rasgos que lo configuran,me propongo en las páginas que siguen, explorar el

proceso de redacción de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva

E

El presente ensayo se propone mostrar el proceso de redacción dela Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de BernalDíaz del Castillo y los distintos formatos que el texto fue toman-do al calor de acontecimientos externos que lo circundan y que levan dando la forma que hoy tiene. Se parte del supuesto demos-trable de que, redactada la Historia verdadera inicialmente, bajo lamotivación de un anticortesianismo económico, como una admi-nistrativa probanza de méritos, Bernal encuentra una fuerte moti-vación para iniciar una nueva redacción bajo otros cánones tex-tuales, el formato más desarrollado y más literario de las obras dehistoria, con la entrada en escena de la Hispania victrix de Lópezde Gómara, cuyo relato de la conquista de México se centra des-medidamente en Cortés. Con ello, la obra de Bernal sigue variasrutas redaccionales que la conciben con distintos nombres y bajodistintos moldes textuales: un anticortesianismo moderado de Ber-nal que emplea los moldes de la “crónica” y la “historia” en unaredacción que tiene lugar entre 1575 y 1584; un anticortesianismoradical, que empieza en 1575 y se prolonga hasta principios delsiglo XVII que, presente no sólo en el manuscrito de Guatemalasino en el Códice Alegría, constituye una tradición guatemalteca ali-mentada por los familiares de Bernal que se atiene las viejas pau-tas textuales de las administrativas probanzas de méritos y em-plea los moldes de las ambiguas relaciones; finalmente, el textoenviado a España por Bernal en 1575 sigue sus propios cauces re-daccionales y da pie a otra historia redaccional en las conocidasfalsificaciones de los mercedarios (Bernal, redacción, género lite-rario, historia, copia, discurso).

* [email protected] Véase, para esto, G. Genette, “Géneros, tipos, modos”, en Miguel A. Garrido Ga-

llardo (compilación de textos y bibliografía), Teoría de los géneros literarios, Madrid, ARCO/LIBROS, 1988, pp. 183 a 233.

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L A R EDACC IÓN DE L A H I S TOR IA V E RDADERA DE B E RNA L

Según estas opiniones panhistoricistas, los textos que salen de lapluma del buen historiador dan cuenta objetivamente de los hechos talcual suceden en la realidad y expresan, por tanto, verdades. Y al contra-rio: los escritos literarios sólo dicen falsedades y mentiras. En este tipode parámetros, a blanco y negro, entre historia y literatura, verdad y fal-sedad, ciencia y ficción, realidad y mito, se ha movido la discusión sobreel tipo textual de la obra bernaldiana. El punto de vista que subyace aeste ensayo –luego de admirarse de que a principios del siglo veintiunotodavía exista ese tipo de historiadores– se atiene al principio de quenada de cuanto pasa por el tamiz del lenguaje es “objetivo” ya que, poruna parte, todo conocimiento es de índole lingüística y, por otra, “que larealidad se construye socialmente y que la sociología del conocimientodebe analizar los procesos por los cuales ésto se produce”.4 La realidad,pues, que sirve de referente a nuestra experiencia y, por ende, a nuestrolenguaje es una construcción cultural como nuestro lenguaje mismo através del cual llegamos a construirla. Al fin de cuentas, como dice Bar-thes citando a Nietzsche, “ ‘no hay hechos en sí. Siempre hay que em-pezar por introducir un sentido para que pueda haber un hecho’ [...] elhecho no tiene nunca una existencia que no sea lingüística”.5

Nos proponemos aquí acercarnos al texto bernaldiano bajo el su-puesto de que no sólo no fue escrito de una sola sentada, sino de que enel largo proceso de su escritura de casi medio siglo y por la intervenciónde varias manos se atuvo a modelos diferentes de entre los tipos textua-les que en el siglo XVI estaban en uso para dar cuenta a los europeos delas cosas de la conquista; que estos modelos son empleados por Bernalde manera sucesiva, a medida que entra en contacto con libros de esa ín-dole. El conjunto de las tradiciones de transmisión del texto bernaldianonos indican, así, que en los casi cincuenta años que duró su escritura, laHistoria verdadera fue redactada varias veces y que, al final, fue someti-da a una revisión general llevada a cabo probablemente por su hijoFrancisco Díaz del Castillo quien mantiene el punto de la versión inicialrobustecido ya para entonces por el anticortesianismo que le vino a Ber-

HERÓN P É R EZ MART ÍNEZ

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España de Bernal Díaz del Castillo bajo el supuesto de que, redactadainicialmente bajo la motivación de un anticortesianismo económico, en-cuentra para su segunda redacción una fuerte motivación, con la entra-da en escena de López de Gómara cuya historia se centra desmedida-mente en Cortés; ello desata en Bernal otro tipo de anticortesianismo queredunda literariamente en su obra: en pos de ese anticortesianismo, Ber-nal cambia el cliché textual de su obra que, por esa razón, agrega unnuevo encono contra Cortés a la energía vital de que nace.

Además de eso,2 no faltan hoy estudiosos de la obra bernaldiana de-seosos de colocar el texto del soldado escritor en otros casilleros: si sedice que Carlos Fuentes ubica la obra de Bernal, en Valiente mundo nue-vo, entre las novelas más que entre los libros de historia, es sólo paradeclarar que obras como la de Bernal “deben considerarse como textospuramente retóricos, pues los cronistas tenían como propósito funda-mental la persuasión, y hacia ese objetivo dirigían todos sus esfuerzos”.3

El problema del tipo textual de la obra de Bernal, finalmente, equivaleal problema de la tradición en cuyo seno debe leérsela y plantea de nue-va cuenta el problema ya viejo de la contraposición entre historia y lite-ratura.

El tema del casillero que debe ocupar la obra bernaldiana, en efecto,revive convicciones arraigadas y dichas a voz en cuello sin recato porlos pan historicistas actuales de corte positivista que no sólo contrapo-nen el discurso histórico al literario, sino que asientan, en un alarde su-premo de ignorancia, que mientras el relato literario se mueve en ununiverso de falsedad, el discurso histórico es objetivo, veraz y científicopor atenerse asépticamente a los hechos y porque la “ciencia” históricaobedece sólo a los parámetros de la “realidad” al ser una exposición “ra-cional” de los “hechos”, no contaminada por elementos subjetivos.

2 Alfonso Mendiola, en su Bernal Díaz del Castillo: verdad romanesca y verdad historio-gráfica, México, Universidad Iberoamericana, segunda edición, 1995, hace fluctuar la obrabernaldiana entre los consabidos de la historia y la literatura aunque asiente que el mo-delo de historia a que se atiene Bernal esté más cerca de la literatura que de cualquierotro campo (p. 79).

3 Gerardo Ramírez Vidal, “Retórica y colonialismo en las crónicas de la conquista”,en Arribas Rebollo y otros, Temas de retórica hispana y renacentista, México, UNAM, 2000, pp.69ss.

4 Op. cit., p. 135 Roland Barthes, “El discurso de la historia”, en El susurro del lenguaje. Más allá de la

palabra y la escritura, Barcelona Paidos, 1994, pp. 174ss.

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Según estas opiniones panhistoricistas, los textos que salen de lapluma del buen historiador dan cuenta objetivamente de los hechos talcual suceden en la realidad y expresan, por tanto, verdades. Y al contra-rio: los escritos literarios sólo dicen falsedades y mentiras. En este tipode parámetros, a blanco y negro, entre historia y literatura, verdad y fal-sedad, ciencia y ficción, realidad y mito, se ha movido la discusión sobreel tipo textual de la obra bernaldiana. El punto de vista que subyace aeste ensayo –luego de admirarse de que a principios del siglo veintiunotodavía exista ese tipo de historiadores– se atiene al principio de quenada de cuanto pasa por el tamiz del lenguaje es “objetivo” ya que, poruna parte, todo conocimiento es de índole lingüística y, por otra, “que larealidad se construye socialmente y que la sociología del conocimientodebe analizar los procesos por los cuales ésto se produce”.4 La realidad,pues, que sirve de referente a nuestra experiencia y, por ende, a nuestrolenguaje es una construcción cultural como nuestro lenguaje mismo através del cual llegamos a construirla. Al fin de cuentas, como dice Bar-thes citando a Nietzsche, “ ‘no hay hechos en sí. Siempre hay que em-pezar por introducir un sentido para que pueda haber un hecho’ [...] elhecho no tiene nunca una existencia que no sea lingüística”.5

Nos proponemos aquí acercarnos al texto bernaldiano bajo el su-puesto de que no sólo no fue escrito de una sola sentada, sino de que enel largo proceso de su escritura de casi medio siglo y por la intervenciónde varias manos se atuvo a modelos diferentes de entre los tipos textua-les que en el siglo XVI estaban en uso para dar cuenta a los europeos delas cosas de la conquista; que estos modelos son empleados por Bernalde manera sucesiva, a medida que entra en contacto con libros de esa ín-dole. El conjunto de las tradiciones de transmisión del texto bernaldianonos indican, así, que en los casi cincuenta años que duró su escritura, laHistoria verdadera fue redactada varias veces y que, al final, fue someti-da a una revisión general llevada a cabo probablemente por su hijoFrancisco Díaz del Castillo quien mantiene el punto de la versión inicialrobustecido ya para entonces por el anticortesianismo que le vino a Ber-

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España de Bernal Díaz del Castillo bajo el supuesto de que, redactadainicialmente bajo la motivación de un anticortesianismo económico, en-cuentra para su segunda redacción una fuerte motivación, con la entra-da en escena de López de Gómara cuya historia se centra desmedida-mente en Cortés; ello desata en Bernal otro tipo de anticortesianismo queredunda literariamente en su obra: en pos de ese anticortesianismo, Ber-nal cambia el cliché textual de su obra que, por esa razón, agrega unnuevo encono contra Cortés a la energía vital de que nace.

Además de eso,2 no faltan hoy estudiosos de la obra bernaldiana de-seosos de colocar el texto del soldado escritor en otros casilleros: si sedice que Carlos Fuentes ubica la obra de Bernal, en Valiente mundo nue-vo, entre las novelas más que entre los libros de historia, es sólo paradeclarar que obras como la de Bernal “deben considerarse como textospuramente retóricos, pues los cronistas tenían como propósito funda-mental la persuasión, y hacia ese objetivo dirigían todos sus esfuerzos”.3

El problema del tipo textual de la obra de Bernal, finalmente, equivaleal problema de la tradición en cuyo seno debe leérsela y plantea de nue-va cuenta el problema ya viejo de la contraposición entre historia y lite-ratura.

El tema del casillero que debe ocupar la obra bernaldiana, en efecto,revive convicciones arraigadas y dichas a voz en cuello sin recato porlos pan historicistas actuales de corte positivista que no sólo contrapo-nen el discurso histórico al literario, sino que asientan, en un alarde su-premo de ignorancia, que mientras el relato literario se mueve en ununiverso de falsedad, el discurso histórico es objetivo, veraz y científicopor atenerse asépticamente a los hechos y porque la “ciencia” históricaobedece sólo a los parámetros de la “realidad” al ser una exposición “ra-cional” de los “hechos”, no contaminada por elementos subjetivos.

2 Alfonso Mendiola, en su Bernal Díaz del Castillo: verdad romanesca y verdad historio-gráfica, México, Universidad Iberoamericana, segunda edición, 1995, hace fluctuar la obrabernaldiana entre los consabidos de la historia y la literatura aunque asiente que el mo-delo de historia a que se atiene Bernal esté más cerca de la literatura que de cualquierotro campo (p. 79).

3 Gerardo Ramírez Vidal, “Retórica y colonialismo en las crónicas de la conquista”,en Arribas Rebollo y otros, Temas de retórica hispana y renacentista, México, UNAM, 2000, pp.69ss.

4 Op. cit., p. 135 Roland Barthes, “El discurso de la historia”, en El susurro del lenguaje. Más allá de la

palabra y la escritura, Barcelona Paidos, 1994, pp. 174ss.

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nal de la Hispania victrix de Francisco López de Gómara con lo que eltexto bernaldiano adopta un estilo fundamental apologético.

El resultado final es que la obra de Bernal fluctúa entre dos tipos tex-tuales y dos motivaciones diferentes que, sin embargo, confluyen en ellay se robustecen recíprocamente: entre el formato de la escritura ad-ministrativa de las probanzas de méritos para lograr un bienestar eco-nómico que el autor considera justo; y el molde de un tipo textual másliterario, como la historia y la crónica, impulsado por la visión de la con-quista de México expresada por Francisco López de Gómara quien noatribuye todo el mérito de la proeza a Hernán Cortés sino que ponderadesmesuradamente sus méritos. Bernal lleva a cabo la segunda redac-ción de su obra con la idea de corregir punto por punto los excesos go-marianos al paso que equilibraba méritos y recompensas entre cada unode los sencillos héroes que conformaban la tropa de Cortés.6 El resulta-do es un tipo textual híbrido: una historia apologética construida sobreun discurso administrativo.

LA TEXTUALIDAD DE LA CONQUISTA

Uno de los más importantes problemas planteado en todo este asuntoes de tipo lingüístico. En el siglo XVI, en efecto, a raíz de la conquista ycolonización de tierras americanas, tuvo lugar la creación y, en algunoscasos, el desarrollo de una serie de tipos textuales y discursos que te-nían como objetivos informar en Europa sobre la realidad americana: lagente, las exuberantes tierras nuevas, la fauna y, en general, una reali-dad rica, variada y desconocida para los conquistadores. Todo ello con-figura una especie de “semiosfera”, para usar el término acuñado porIuri M. Lotman en sus trabajos sobre semiótica de la cultura,7 con un ba-

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gaje de sentido que alimenta toda la textualidad de la época a la par quela delimita, y que constituye el verdadero ámbito de sentido en el que es-tas escrituras nacen y se desarrollan. Hubo, así, cartas de relación, infor-mes a los que se llamaba relaciones, crónicas, listas de batallas, libros dehistoria.

La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España8 de Bernal Díazdel Castillo, importante muestra de esa textualidad, es además un buenobservatorio para estudiar de cerca las dificultades que afrontaron lostipos textuales que dieron cuenta de la hazaña americana con una tipo-logía textual tan movediza a causa del cúmulo de presiones sociales, po-líticas, ideológicas y administrativas hacia sus autores, por una parte, ysobre todo ante las fuertes presiones que una realidad exuberante y des-conocida ejercía sobre la lengua española de principios del siglo XVI: unalengua más bien pobre, alimentada por una realidad muy austera. En elcaso de la obra de Bernal, la escasez de moldes lingüísticos y textualesfue una de las causas principales de que no sea una obra escrita bajo unsolo modelo y de una sola sentada. Otra causa puede encontrarse en elcarácter de Bernal, en su condición de hombre de baja cultura y, sobretodo, en sus ambiciones y personalidad. La Historia verdadera de la con-quista de la Nueva España es, en efecto, producto de una serie de meta-morfosis que va sufriendo en el larguísimo proceso de su hechura a te-nor de la bibliografía que fue cayendo en manos de su autor, BernalDíaz del Castillo.

6 Véase la comparación explícita que hace Fernando Navarro Antolín, en su ensayo“Equivalencias y análisis comparativo entre el De orbe novo de Juan Ginés de Sepúlveday la Verdadera historia... de Bernal Díaz del Castillo”, en Juan Gil y José María Maestre,Humanismo latino y descubrimiento, Sevilla, Universidad de Cádiz/Universidad de Sevi-lla, 1992, pp. 93ss.

7 Véase, por ejemplo, La semiosfera I. Semiótica de la cultura del texto, Madrid, Fróne-sis/Cátedra/Universitat de Valencia, 1996.

8 Para el estado actual de la investigación sobre la obra de Bernal Díaz del Castillo,puede verse Herón Pérez Martínez, “Autógrafos y apógrafos: el texto de la Historia ver-dadera”, en Historia verdadera de la conquista de la Nueva España escrita por Bernal Díaz delCastillo. Estudios críticos, México, Miguel Ángel Porrúa librero-editor, 1992, pp. 99- 120;véase, igualmente, Herón Pérez Martínez, “¿Cuál es el texto auténtico de la Historia ver-dadera?”, en Relaciones, vol. XII, núm. 48, otoño de 1991, pp. 67-87. Véase asimismo HerónPérez Martínez, “La guerra y la paz en la obra bernaldiana”, en Alberto Carrillo (editor),La guerra y la paz. Tradiciones y contradicciones de nuestra cultura, Zamora, El Colegio de Mi-choacán, 2002. La investigación fundamental sobre esto la ha hecho Carmelo Sáenz deSantamaría. Véase, sobre todo, su edición crítica: Bernal Díaz del Castillo, Historia ver-dadera de la conquista de la Nueva España, edición crítica por Carmelo Sáenz de Santamaría,Madrid, IIH de la UNAM/Instituto “Gonzalo Fernández de Oviedo” del CSIC/UniversidadRafael Landívar de la Nueva Guatemala, 1982. En lo sucesivo, será citada como Sáenz deSantamaría.

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nal de la Hispania victrix de Francisco López de Gómara con lo que eltexto bernaldiano adopta un estilo fundamental apologético.

El resultado final es que la obra de Bernal fluctúa entre dos tipos tex-tuales y dos motivaciones diferentes que, sin embargo, confluyen en ellay se robustecen recíprocamente: entre el formato de la escritura ad-ministrativa de las probanzas de méritos para lograr un bienestar eco-nómico que el autor considera justo; y el molde de un tipo textual másliterario, como la historia y la crónica, impulsado por la visión de la con-quista de México expresada por Francisco López de Gómara quien noatribuye todo el mérito de la proeza a Hernán Cortés sino que ponderadesmesuradamente sus méritos. Bernal lleva a cabo la segunda redac-ción de su obra con la idea de corregir punto por punto los excesos go-marianos al paso que equilibraba méritos y recompensas entre cada unode los sencillos héroes que conformaban la tropa de Cortés.6 El resulta-do es un tipo textual híbrido: una historia apologética construida sobreun discurso administrativo.

LA TEXTUALIDAD DE LA CONQUISTA

Uno de los más importantes problemas planteado en todo este asuntoes de tipo lingüístico. En el siglo XVI, en efecto, a raíz de la conquista ycolonización de tierras americanas, tuvo lugar la creación y, en algunoscasos, el desarrollo de una serie de tipos textuales y discursos que te-nían como objetivos informar en Europa sobre la realidad americana: lagente, las exuberantes tierras nuevas, la fauna y, en general, una reali-dad rica, variada y desconocida para los conquistadores. Todo ello con-figura una especie de “semiosfera”, para usar el término acuñado porIuri M. Lotman en sus trabajos sobre semiótica de la cultura,7 con un ba-

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gaje de sentido que alimenta toda la textualidad de la época a la par quela delimita, y que constituye el verdadero ámbito de sentido en el que es-tas escrituras nacen y se desarrollan. Hubo, así, cartas de relación, infor-mes a los que se llamaba relaciones, crónicas, listas de batallas, libros dehistoria.

La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España8 de Bernal Díazdel Castillo, importante muestra de esa textualidad, es además un buenobservatorio para estudiar de cerca las dificultades que afrontaron lostipos textuales que dieron cuenta de la hazaña americana con una tipo-logía textual tan movediza a causa del cúmulo de presiones sociales, po-líticas, ideológicas y administrativas hacia sus autores, por una parte, ysobre todo ante las fuertes presiones que una realidad exuberante y des-conocida ejercía sobre la lengua española de principios del siglo XVI: unalengua más bien pobre, alimentada por una realidad muy austera. En elcaso de la obra de Bernal, la escasez de moldes lingüísticos y textualesfue una de las causas principales de que no sea una obra escrita bajo unsolo modelo y de una sola sentada. Otra causa puede encontrarse en elcarácter de Bernal, en su condición de hombre de baja cultura y, sobretodo, en sus ambiciones y personalidad. La Historia verdadera de la con-quista de la Nueva España es, en efecto, producto de una serie de meta-morfosis que va sufriendo en el larguísimo proceso de su hechura a te-nor de la bibliografía que fue cayendo en manos de su autor, BernalDíaz del Castillo.

6 Véase la comparación explícita que hace Fernando Navarro Antolín, en su ensayo“Equivalencias y análisis comparativo entre el De orbe novo de Juan Ginés de Sepúlveday la Verdadera historia... de Bernal Díaz del Castillo”, en Juan Gil y José María Maestre,Humanismo latino y descubrimiento, Sevilla, Universidad de Cádiz/Universidad de Sevi-lla, 1992, pp. 93ss.

7 Véase, por ejemplo, La semiosfera I. Semiótica de la cultura del texto, Madrid, Fróne-sis/Cátedra/Universitat de Valencia, 1996.

8 Para el estado actual de la investigación sobre la obra de Bernal Díaz del Castillo,puede verse Herón Pérez Martínez, “Autógrafos y apógrafos: el texto de la Historia ver-dadera”, en Historia verdadera de la conquista de la Nueva España escrita por Bernal Díaz delCastillo. Estudios críticos, México, Miguel Ángel Porrúa librero-editor, 1992, pp. 99- 120;véase, igualmente, Herón Pérez Martínez, “¿Cuál es el texto auténtico de la Historia ver-dadera?”, en Relaciones, vol. XII, núm. 48, otoño de 1991, pp. 67-87. Véase asimismo HerónPérez Martínez, “La guerra y la paz en la obra bernaldiana”, en Alberto Carrillo (editor),La guerra y la paz. Tradiciones y contradicciones de nuestra cultura, Zamora, El Colegio de Mi-choacán, 2002. La investigación fundamental sobre esto la ha hecho Carmelo Sáenz deSantamaría. Véase, sobre todo, su edición crítica: Bernal Díaz del Castillo, Historia ver-dadera de la conquista de la Nueva España, edición crítica por Carmelo Sáenz de Santamaría,Madrid, IIH de la UNAM/Instituto “Gonzalo Fernández de Oviedo” del CSIC/UniversidadRafael Landívar de la Nueva Guatemala, 1982. En lo sucesivo, será citada como Sáenz deSantamaría.

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ba aquí de esta manera, porque hay mucho que ponderar en ello que nosé cómo lo cuente: ver cosas nunca oídas, ni aún soñadas, como veía-mos”.

En esto radica el más importante problema lingüístico que se les pre-senta tanto a Bernal como a los demás cronistas e historiadores de laconquista de estas tierras por los españoles: cómo contar cosas nuncaoídas, ni siquiera soñadas, para las que no tenía palabras a la mano y nitampoco los clichés adecuados; cosas, en suma, de una realidad muchomás exuberante que aquella que subyacía a la versión de la lenguaespañola de que eran portadores los conquistadores. Hoy ya se conocela manera como Bernal respondió su problema léxico: forzando el viejoy rudimentario vocabulario traído por los conquistadores y construidosobre la más pobre y árida realidad española mediante un vastísimoproceso de traducción intralingüística;10 empleando varios de los meca-nismos que la misma lengua tiene implícitos como la metaforización, lacontrastación y el uso de símbolos; construyendo verbalmente, con nue-vas acuñaciones léxicas y adopciones de vocablos nativos la nueva reali-dad americana. La estupefacción y el asombro, pues, generan un discur-so, una retórica y, en suma, un hablar basado en el desborde semántico.Como sucede en el capítulo XCI, “nombrar” las cosas que aún no teníannombre en las viejas categorías de la lengua se convirtió, a la par que unacto elemental de lenguaje, que en un acto de señorío y colonización:una manera de tomar posesión de ese mundo, como sucede en el viejomito jahvista del paraíso terrenal, en el desfile organizado por Yahweh“para que el hombre les pusiera nombre”.11

Bernal, como usuario obligado del lenguaje nuevo ya para entoncesnovohispano, no sólo actualiza, en la medida de lo posible, el viejo vo-cabulario castellano, sino que va registrando los nombres con los que

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La conquista y colonización de los pueblos mesoamericanos, bien sesabe, puso en crisis el sistema lingüístico y textual de los conquistado-res: puso de manifiesto su incapacidad lingüística. Esta incapacidad lin-güística tiene que ver directamente a un gran caudal de palabras que alser incorporadas, de distintas maneras y por distintas vías, al flujo léxi-co de la vieja lengua de Castilla enriquecen el léxico español del sigloXVI; indirectamente, el problema tiene que ver con una insuficiencia nomenos apremiante de tipos textuales disponibles y aptos para dar cuen-ta puntualmente de la realidad y de las necesidades lingüísticas emer-gentes: la tipología discursiva vigente en la sociedad española parainformar, describir y narrar según las distintas necesidades de una ad-ministración que tuvo que adaptar su textualidad a las necesidades na-cientes. A la insuficiencia léxica, en efecto, hay que añadir la falta decasilleros adecuados al discurso que emerge al fragor de la hazaña de laconquista y colonización y del que la obra de Bernal es una muestra pri-vilegiada.

LÉXICO Y DISCURSO EN EL ESPAÑOL SIGLO XVI NOVOHISPANO

Para los españoles del siglo XVI el haberse topado de buenas a primerascon las tierras americanas fue, desde luego, un auténtico descubrimien-to. Impresionan, por ejemplo, los malabarismos que hace el jesuita Joséde Acosta en su Historia natural y moral de las Indias9 para hacer caber larealidad americana dentro de los estrechos moldes de la cosmovisióneuropea. Una de las cosas que más impresionan, en cambio, en la Histo-ria verdadera es la sensación de novedad y frescura que desprende. Eltexto de Bernal es, en primera instancia, un panegírico al mundo reciéndescubierto: todo le parece fantástico a Bernal. Ha sido muy comenta-da, por ejemplo, la estupefacción que produce a los españoles la vista dela ciudad de México: “nuestros soldados decían –dice Bernal– que siaquello que veían si era entre sueños, y no es de maravillar que yo escri-

9 Edición preparada por Edmundo O’Gorman, segunda reimpresión, México, Fondode Cultura Económica, 1985.

10 Para una información completa sobre los conceptos y términos actualmente usa-dos en traductología, véase el excelente libro de Amparo Hurtado Albir, Traducción y tra-ductología. Introducción a la traductología, Madrid, Cátedra, 2001. A este propósito, véase p.26.

11 Gen 2, 19-20. Con respecto a las implicaciones lingüísticas del “poner nombre” auna cosa, véase Manuel Alvar, “Bernal Díaz del Castillo”, en Historia de la literatura hispa-noamericana, tomo I, época colonial, Madrid, Cátedra, 1982, p. 131.

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ba aquí de esta manera, porque hay mucho que ponderar en ello que nosé cómo lo cuente: ver cosas nunca oídas, ni aún soñadas, como veía-mos”.

En esto radica el más importante problema lingüístico que se les pre-senta tanto a Bernal como a los demás cronistas e historiadores de laconquista de estas tierras por los españoles: cómo contar cosas nuncaoídas, ni siquiera soñadas, para las que no tenía palabras a la mano y nitampoco los clichés adecuados; cosas, en suma, de una realidad muchomás exuberante que aquella que subyacía a la versión de la lenguaespañola de que eran portadores los conquistadores. Hoy ya se conocela manera como Bernal respondió su problema léxico: forzando el viejoy rudimentario vocabulario traído por los conquistadores y construidosobre la más pobre y árida realidad española mediante un vastísimoproceso de traducción intralingüística;10 empleando varios de los meca-nismos que la misma lengua tiene implícitos como la metaforización, lacontrastación y el uso de símbolos; construyendo verbalmente, con nue-vas acuñaciones léxicas y adopciones de vocablos nativos la nueva reali-dad americana. La estupefacción y el asombro, pues, generan un discur-so, una retórica y, en suma, un hablar basado en el desborde semántico.Como sucede en el capítulo XCI, “nombrar” las cosas que aún no teníannombre en las viejas categorías de la lengua se convirtió, a la par que unacto elemental de lenguaje, que en un acto de señorío y colonización:una manera de tomar posesión de ese mundo, como sucede en el viejomito jahvista del paraíso terrenal, en el desfile organizado por Yahweh“para que el hombre les pusiera nombre”.11

Bernal, como usuario obligado del lenguaje nuevo ya para entoncesnovohispano, no sólo actualiza, en la medida de lo posible, el viejo vo-cabulario castellano, sino que va registrando los nombres con los que

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La conquista y colonización de los pueblos mesoamericanos, bien sesabe, puso en crisis el sistema lingüístico y textual de los conquistado-res: puso de manifiesto su incapacidad lingüística. Esta incapacidad lin-güística tiene que ver directamente a un gran caudal de palabras que alser incorporadas, de distintas maneras y por distintas vías, al flujo léxi-co de la vieja lengua de Castilla enriquecen el léxico español del sigloXVI; indirectamente, el problema tiene que ver con una insuficiencia nomenos apremiante de tipos textuales disponibles y aptos para dar cuen-ta puntualmente de la realidad y de las necesidades lingüísticas emer-gentes: la tipología discursiva vigente en la sociedad española parainformar, describir y narrar según las distintas necesidades de una ad-ministración que tuvo que adaptar su textualidad a las necesidades na-cientes. A la insuficiencia léxica, en efecto, hay que añadir la falta decasilleros adecuados al discurso que emerge al fragor de la hazaña de laconquista y colonización y del que la obra de Bernal es una muestra pri-vilegiada.

LÉXICO Y DISCURSO EN EL ESPAÑOL SIGLO XVI NOVOHISPANO

Para los españoles del siglo XVI el haberse topado de buenas a primerascon las tierras americanas fue, desde luego, un auténtico descubrimien-to. Impresionan, por ejemplo, los malabarismos que hace el jesuita Joséde Acosta en su Historia natural y moral de las Indias9 para hacer caber larealidad americana dentro de los estrechos moldes de la cosmovisióneuropea. Una de las cosas que más impresionan, en cambio, en la Histo-ria verdadera es la sensación de novedad y frescura que desprende. Eltexto de Bernal es, en primera instancia, un panegírico al mundo reciéndescubierto: todo le parece fantástico a Bernal. Ha sido muy comenta-da, por ejemplo, la estupefacción que produce a los españoles la vista dela ciudad de México: “nuestros soldados decían –dice Bernal– que siaquello que veían si era entre sueños, y no es de maravillar que yo escri-

9 Edición preparada por Edmundo O’Gorman, segunda reimpresión, México, Fondode Cultura Económica, 1985.

10 Para una información completa sobre los conceptos y términos actualmente usa-dos en traductología, véase el excelente libro de Amparo Hurtado Albir, Traducción y tra-ductología. Introducción a la traductología, Madrid, Cátedra, 2001. A este propósito, véase p.26.

11 Gen 2, 19-20. Con respecto a las implicaciones lingüísticas del “poner nombre” auna cosa, véase Manuel Alvar, “Bernal Díaz del Castillo”, en Historia de la literatura hispa-noamericana, tomo I, época colonial, Madrid, Cátedra, 1982, p. 131.

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que en cada una de las fases de su escritura se atiene a un tipo textualdistinto? En caso afirmativo, ¿quedaron en ella vestigios de sus diferen-tes identidades?

Son varios los documentos que mencionan el hecho de que Bernalescribió una “historia” de la conquista española. Ahora bien: el de la his-toria, como diremos más adelante, es en tiempos de Bernal un géneromuy cercano a la literatura. Hoy se sabe que la empezó a escribir, proba-blemente, entre 1552 y 155412 y que sus intereses iniciales distaban mu-cho de ser literarios: en 1551 Bernal había regresado a Guatemala de susegundo viaje a España cuyo objetivo principal era lograr mejores pre-bendas y un mejor trato basado en los servicios prestados como soldadoconquistador. Instalado, por entonces, en su casa de la calle Real de laciudad de Guatemala empezó a escribir su “memorial de las guerras”como parte de una probanza de méritos que esta vez sí tuviera resultados.

Se trataba, en suma, de hacer un recuento de las batallas en que sehabía hallado, de las proezas en ellas realizadas y, por consiguiente, delos méritos que a causa de ello tenía y por los que esperaba ser recom-pensado convenientemente por la Corona como ya lo habían sido otros,entre los que Bernal tenía en mente especialmente a Cortés, su jefe enesa empresa. Ese era el tipo de escritos en que por entonces Bernal se ha-llaba inmerso y con los que tenía contacto: nada extraño, entonces, quele proporcionaran el molde para su escritura. En principio, pues, la His-toria verdadera de la conquista de la Nueva España es un texto que desde elpunto de vista del tipo textual tenía la forma de una lista. Formaba partede los modelos textuales administrativos, las llamadas probanzas deméritos, textura, en el caso de los soldados, consistía en hacer un re-cuento de las guerras y batallas en que habían participado: un “memo-rial de las guerras”, lo llamará Bernal. Este es el primer molde de la obrade Bernal y ésta, por tanto, la primera forma que tuvo.

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los colonizadores y él han hecho frente a la necesidad lingüística denombrar y recrear la realidad recién descubierta ya para poder hablarde ella, ya, desde luego, como un acto de dominio. Viejos vocablos sonutilizados para denominar realidades que, si bien son análogas a las ori-ginales, son también y sobre todo distintas: son los mecanismos norma-les del desborde semántico que tienen lugar en cualquier proceso normalde denominación: las metáforas y, en general, los tropos son mecanis-mos usuales para domesticar una realidad que desborda la cuadricula-ción lingüística existente; la domesticación fonética y la incorporaciónde los nombres que ya tienen las cosas nombradas: el conquistador es-pañol oye las palabras mesoamericanas “desde” sus moldes acústicos,primero, y tras asumirlas de oídas las incorpora. Dependiente de lo an-terior es el asunto de los géneros textuales disponibles: la hazaña deldescubrimiento y conquista de estas ricas tierras planteó a la textuali-dad y al discurso español del siglo XVI problemas nunca antes vislum-brados. La lengua española había desarrollado algunos como la histo-ria, la crónica y los anales; el discurso administrativo generó otros:Bernal, hombre de pocas letras, impulsado por la doble pasión contraCortés centrada en la injusta compensación por los méritos de guerra yen haberse arrogado los méritos de su tropa, construirá un texto híbri-do que tiene la estructura y pretensiones de una administrativa y monó-tona probanza de méritos pero que se convierte en una historia, tras lahuella de López de Gómara, pero narrada con la viveza y frescura dequien estuvo presente y que de todo ello fue testigo.

¿QUÉ FUE LO QUE ESCRIBIÓ BERNAL?

El lector contemporáneo que a principios del siglo XXI lee la obra bernal-diana, al conocer la historia del texto, así sea someramente, aún padecelas mismas perplejidades que, parece, aquejaron a su autor y aún leparece válido preguntarse ¿Qué fue lo que escribió Bernal? ¿Qué tradi-ción textual empleó para escribir su Historia verdadera? ¿En qué medidalos tipos textuales vigentes a mediados del siglo XVI influyeron en la es-critura de Bernal? ¿Es la Historia verdadera una obra que va buscando sutradición textual al paso que se va escribiendo? Es, por tanto, ¿una obra

12 La fecha probable en que Bernal escribió su memorial puede fijarse con cierta se-guridad pues Alonso de Zorita, oidor de la Audiencia de los Confines de primavera del53 a fines de abril del 57 refiere en su Historia de la Nueva España cuando el oidor Bernalle dijo “que escribía la historia de aquella tierra, y me mostró parte de lo que tenía escrito;no sé si la acabó, ni si ha salido a luz”. Citado por Ramón Iglesia en El hombre Colón yotros estudios, México, FCE, 1986, p. 142.

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que en cada una de las fases de su escritura se atiene a un tipo textualdistinto? En caso afirmativo, ¿quedaron en ella vestigios de sus diferen-tes identidades?

Son varios los documentos que mencionan el hecho de que Bernalescribió una “historia” de la conquista española. Ahora bien: el de la his-toria, como diremos más adelante, es en tiempos de Bernal un géneromuy cercano a la literatura. Hoy se sabe que la empezó a escribir, proba-blemente, entre 1552 y 155412 y que sus intereses iniciales distaban mu-cho de ser literarios: en 1551 Bernal había regresado a Guatemala de susegundo viaje a España cuyo objetivo principal era lograr mejores pre-bendas y un mejor trato basado en los servicios prestados como soldadoconquistador. Instalado, por entonces, en su casa de la calle Real de laciudad de Guatemala empezó a escribir su “memorial de las guerras”como parte de una probanza de méritos que esta vez sí tuviera resultados.

Se trataba, en suma, de hacer un recuento de las batallas en que sehabía hallado, de las proezas en ellas realizadas y, por consiguiente, delos méritos que a causa de ello tenía y por los que esperaba ser recom-pensado convenientemente por la Corona como ya lo habían sido otros,entre los que Bernal tenía en mente especialmente a Cortés, su jefe enesa empresa. Ese era el tipo de escritos en que por entonces Bernal se ha-llaba inmerso y con los que tenía contacto: nada extraño, entonces, quele proporcionaran el molde para su escritura. En principio, pues, la His-toria verdadera de la conquista de la Nueva España es un texto que desde elpunto de vista del tipo textual tenía la forma de una lista. Formaba partede los modelos textuales administrativos, las llamadas probanzas deméritos, textura, en el caso de los soldados, consistía en hacer un re-cuento de las guerras y batallas en que habían participado: un “memo-rial de las guerras”, lo llamará Bernal. Este es el primer molde de la obrade Bernal y ésta, por tanto, la primera forma que tuvo.

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los colonizadores y él han hecho frente a la necesidad lingüística denombrar y recrear la realidad recién descubierta ya para poder hablarde ella, ya, desde luego, como un acto de dominio. Viejos vocablos sonutilizados para denominar realidades que, si bien son análogas a las ori-ginales, son también y sobre todo distintas: son los mecanismos norma-les del desborde semántico que tienen lugar en cualquier proceso normalde denominación: las metáforas y, en general, los tropos son mecanis-mos usuales para domesticar una realidad que desborda la cuadricula-ción lingüística existente; la domesticación fonética y la incorporaciónde los nombres que ya tienen las cosas nombradas: el conquistador es-pañol oye las palabras mesoamericanas “desde” sus moldes acústicos,primero, y tras asumirlas de oídas las incorpora. Dependiente de lo an-terior es el asunto de los géneros textuales disponibles: la hazaña deldescubrimiento y conquista de estas ricas tierras planteó a la textuali-dad y al discurso español del siglo XVI problemas nunca antes vislum-brados. La lengua española había desarrollado algunos como la histo-ria, la crónica y los anales; el discurso administrativo generó otros:Bernal, hombre de pocas letras, impulsado por la doble pasión contraCortés centrada en la injusta compensación por los méritos de guerra yen haberse arrogado los méritos de su tropa, construirá un texto híbri-do que tiene la estructura y pretensiones de una administrativa y monó-tona probanza de méritos pero que se convierte en una historia, tras lahuella de López de Gómara, pero narrada con la viveza y frescura dequien estuvo presente y que de todo ello fue testigo.

¿QUÉ FUE LO QUE ESCRIBIÓ BERNAL?

El lector contemporáneo que a principios del siglo XXI lee la obra bernal-diana, al conocer la historia del texto, así sea someramente, aún padecelas mismas perplejidades que, parece, aquejaron a su autor y aún leparece válido preguntarse ¿Qué fue lo que escribió Bernal? ¿Qué tradi-ción textual empleó para escribir su Historia verdadera? ¿En qué medidalos tipos textuales vigentes a mediados del siglo XVI influyeron en la es-critura de Bernal? ¿Es la Historia verdadera una obra que va buscando sutradición textual al paso que se va escribiendo? Es, por tanto, ¿una obra

12 La fecha probable en que Bernal escribió su memorial puede fijarse con cierta se-guridad pues Alonso de Zorita, oidor de la Audiencia de los Confines de primavera del53 a fines de abril del 57 refiere en su Historia de la Nueva España cuando el oidor Bernalle dijo “que escribía la historia de aquella tierra, y me mostró parte de lo que tenía escrito;no sé si la acabó, ni si ha salido a luz”. Citado por Ramón Iglesia en El hombre Colón yotros estudios, México, FCE, 1986, p. 142.

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México primero que Cortés cuatro o cinco días; por manera que vine prime-ro que el mismo Cortés a descubrir Nueva España dos veces, y como dichotengo, me hallé a tomar en tomar la gran ciudad de México y el quitarles elagua de Chapultepeque, y hasta que se ganó México no entró agua dulceen aquella ciudad.

El ejemplar conservado por la referida versión Guatemala, pues, esun documento en toda regla que delata los objetivos por los que se es-cribe: una especie de competencia con Hernán Cortés en los beneficiosobtenidos de la corona como pago por los servicios de la conquista.Como hemos señalado, este propósito parece dominar, de principio afin, la tradición textual guatemalteca de la Historia verdadera. Además deésto, Bernal se inclina, andando el tiempo, hacia otras ambiciones: estosintereses parecen ceder lugar a nacientes pretensiones historiográficasdel autor. Empero, el camino recorrido por el texto bernaldiano paratransformarse del texto administrativo que inicialmente era al texto lite-rario que llegó a ser pasa por una serie de tipos textuales intermedios,de tipo híbrido, la “crónica” y la “relación”, que lo afectaron.

En suma, como dice Walter Mignolo,15 no se encuentra en Bernal“una clara posición con respecto a la actividad escriptural que empren-de”. Bernal asume su escritura, sucesivamente, como una probanza deméritos, memorial de guerras, relación, crónica y, finalmente, historia.De esta manera, pasada la etapa en que la considera una modesta escri-tura administrativa, la eleva a los niveles de la textualidad literaria y,así, va dando a su obra, indistintamente, los nombres de “relación”,“crónica” e “historia”.

El texto de Bernal ha pasado de ser una textualidad administrativa,y a este propósito perteneciente al campo nocional de la historia, a losnobles ámbitos de la literatura cuando se reviste con el gafete de “cróni-ca”: desde luego, su estructura textual es, sin duda, la de una crónica.Sin embargo, no hay tipos textuales puros y menos dentro de la litera-tura a que da lugar en el siglo XVI el inusitado espectáculo del descubri-miento y conquista de América por los españoles; se echa entonces

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Hacia ello apunta el hecho de que la más antigua mención del escri-to tenga lugar en el contexto, cabalmente, de una “probanza de servi-cios”. Ello tiene lugar el 4 de junio de 1563 y es a favor de una hija dePedro de Alvarado. En ella se dice de Bernal: “pasadas muchas cosasque este testigo tiene escritas en un memorial de las guerras, como per-sona que a todo ello estuvo presente...”13 En este 1563, pues, se dice queBernal, por entonces de 67 años, tiene ya escrito un texto que oficial-mente describe como “un memorial de las guerras” de conquista.

Cómo era este “memorial” y, por tanto, cual era la forma del primiti-vo escrito bernaldiano lo podemos ver en el capítulo CCXII que en la ver-sión Guatemala aparece como un texto independiente con un título pro-pio: “memoria de las batallas y reencuentros en que me he hallado” que,desde luego, requiere urgentemente de un buen trabajo de crítica tex-tual. Ya Sáenz de Santamaría señala que la versión de Guatemala corres-pondiente a ese capítulo, el de los dos licenciados que le piden prestadaa Bernal su copia recién sacada en limpio, es la “segunda redacción,preparada por don Francisco”.14 El “Memorial”, en todo caso, tiene laforma de un escueto recuento de las batallas, en forma de un listado sinrelatos ni descripciones, en que participó el soldado Bernal Díaz delCastillo.

Bernal empieza con las batallas en que participa cuando vino conFrancisco Hernández de Córdova hasta la guerra de las higueras enHonduras con Cortés. El texto guatemalteco sobrepasa con mucho laversión de Remón en que Bernal suspende su recuento de batallas conestas palabras:

no cuento otros muchos reencuentros, porque sería nunca acabar, ni digocosas de grandes peligros en que me hallé y se vió mi persona. Y tampocoquiero decir cómo soy uno de los primeros que volvimos a poner cerco a

13 El documento ha sido publicado en las ediciones de Ramírez Cabañas de la Historiaverdadera, op. cit., tomo segundo, p. 433.

14 Op. cit. p. 658. El capítulo, por lo demás, tiene una serie de problemas de crítica tex-tual aún por resolver: hay cercanías evidentes entre el borrador de Guatemala y la ver-sión Remón. El texto principal de Guatemala muestra el sentido de algunas de las correc-ciones sufridas por el texto.

15 “Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista”, en Historia de laliteratura hispanoamericana, tomo I, época colonial, Madrid, Cátedra, 1982, p. 82.

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México primero que Cortés cuatro o cinco días; por manera que vine prime-ro que el mismo Cortés a descubrir Nueva España dos veces, y como dichotengo, me hallé a tomar en tomar la gran ciudad de México y el quitarles elagua de Chapultepeque, y hasta que se ganó México no entró agua dulceen aquella ciudad.

El ejemplar conservado por la referida versión Guatemala, pues, esun documento en toda regla que delata los objetivos por los que se es-cribe: una especie de competencia con Hernán Cortés en los beneficiosobtenidos de la corona como pago por los servicios de la conquista.Como hemos señalado, este propósito parece dominar, de principio afin, la tradición textual guatemalteca de la Historia verdadera. Además deésto, Bernal se inclina, andando el tiempo, hacia otras ambiciones: estosintereses parecen ceder lugar a nacientes pretensiones historiográficasdel autor. Empero, el camino recorrido por el texto bernaldiano paratransformarse del texto administrativo que inicialmente era al texto lite-rario que llegó a ser pasa por una serie de tipos textuales intermedios,de tipo híbrido, la “crónica” y la “relación”, que lo afectaron.

En suma, como dice Walter Mignolo,15 no se encuentra en Bernal“una clara posición con respecto a la actividad escriptural que empren-de”. Bernal asume su escritura, sucesivamente, como una probanza deméritos, memorial de guerras, relación, crónica y, finalmente, historia.De esta manera, pasada la etapa en que la considera una modesta escri-tura administrativa, la eleva a los niveles de la textualidad literaria y,así, va dando a su obra, indistintamente, los nombres de “relación”,“crónica” e “historia”.

El texto de Bernal ha pasado de ser una textualidad administrativa,y a este propósito perteneciente al campo nocional de la historia, a losnobles ámbitos de la literatura cuando se reviste con el gafete de “cróni-ca”: desde luego, su estructura textual es, sin duda, la de una crónica.Sin embargo, no hay tipos textuales puros y menos dentro de la litera-tura a que da lugar en el siglo XVI el inusitado espectáculo del descubri-miento y conquista de América por los españoles; se echa entonces

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Hacia ello apunta el hecho de que la más antigua mención del escri-to tenga lugar en el contexto, cabalmente, de una “probanza de servi-cios”. Ello tiene lugar el 4 de junio de 1563 y es a favor de una hija dePedro de Alvarado. En ella se dice de Bernal: “pasadas muchas cosasque este testigo tiene escritas en un memorial de las guerras, como per-sona que a todo ello estuvo presente...”13 En este 1563, pues, se dice queBernal, por entonces de 67 años, tiene ya escrito un texto que oficial-mente describe como “un memorial de las guerras” de conquista.

Cómo era este “memorial” y, por tanto, cual era la forma del primiti-vo escrito bernaldiano lo podemos ver en el capítulo CCXII que en la ver-sión Guatemala aparece como un texto independiente con un título pro-pio: “memoria de las batallas y reencuentros en que me he hallado” que,desde luego, requiere urgentemente de un buen trabajo de crítica tex-tual. Ya Sáenz de Santamaría señala que la versión de Guatemala corres-pondiente a ese capítulo, el de los dos licenciados que le piden prestadaa Bernal su copia recién sacada en limpio, es la “segunda redacción,preparada por don Francisco”.14 El “Memorial”, en todo caso, tiene laforma de un escueto recuento de las batallas, en forma de un listado sinrelatos ni descripciones, en que participó el soldado Bernal Díaz delCastillo.

Bernal empieza con las batallas en que participa cuando vino conFrancisco Hernández de Córdova hasta la guerra de las higueras enHonduras con Cortés. El texto guatemalteco sobrepasa con mucho laversión de Remón en que Bernal suspende su recuento de batallas conestas palabras:

no cuento otros muchos reencuentros, porque sería nunca acabar, ni digocosas de grandes peligros en que me hallé y se vió mi persona. Y tampocoquiero decir cómo soy uno de los primeros que volvimos a poner cerco a

13 El documento ha sido publicado en las ediciones de Ramírez Cabañas de la Historiaverdadera, op. cit., tomo segundo, p. 433.

14 Op. cit. p. 658. El capítulo, por lo demás, tiene una serie de problemas de crítica tex-tual aún por resolver: hay cercanías evidentes entre el borrador de Guatemala y la ver-sión Remón. El texto principal de Guatemala muestra el sentido de algunas de las correc-ciones sufridas por el texto.

15 “Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista”, en Historia de laliteratura hispanoamericana, tomo I, época colonial, Madrid, Cátedra, 1982, p. 82.

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parecen a las historias en su estructura cronológica, ambas son suceso-ras de los “anales”, nombre que se da, desde Tácito, al informe de lascosas pasadas. Sin embargo, hay de cosas pasadas a cosas pasadas. Ha-cia el siglo XVI las palabras “crónica” y “anales” ya tienden a desapare-cer y a ser sustituidas por la palabra “historia” que, para ello, toma al-gunos de sus rasgos textuales: la historia empieza por ocuparse pun-tualmente de cosas pasadas, como los anales, sin la exigencia, sin em-bargo, de que el historiador sea testigo de vista en ellas. En efecto, hastaentonces se llama “historia” la narración y exposición de las cosas pasa-das que “el autor de la historia vió por sus propios ojos y da fe de ellas,como testigo de vista”. Como había dicho San Isidoro de Sevilla en susEtimologías,19 en una primera acepción de la palabra “historia”. Al res-pecto dice que “historia” es “la narración de hechos acontecidos, por lacual se conocen los sucesos que tuvieron lugar en tiempos pasados. Elnombre de historia deriva en griego de historieîn, que significa “ver” o“conocer”. Y es que entre los antiguos no escribía historia más que quienhabía sido testigo y había visto los hechos que debían narrarse”.

Ese es justamente el alegato de Bernal en el capítulo I de la tradiciónguatemalteca: las cosas que cuenta son dignas de mejor retórica y elo-cuencia; él no las tiene, pero fue testigo de ellas porque estuvo presente:“yo vi y me hallé en ello presente peleando, como buen testigo de vistayo lo escribiré”. Y censura en los capítulos siguientes a quienes, comoLópez de Gómara, escriben historia sin ser testigos de vista. Él, Bernal,en cambio, escribe

lo que yo me hallé y vi y entendí y se me acordare, puesto que no vaya conaquel ornato tan encumbrado y estilo delicado que se requiere, yo lo escri-biré con la ayuda de Dios con recta verdad, allegándome al parecer de sa-bios varones, que dicen que la buena retórica y pulidez en lo que escribie-ren es decir la verdad, y no sublimar y decir lisonjas a unos capitanes yabajar a otros, en especial en una relación como ésta que siempre ha de ha-ber memoria de ella.

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mano de un vocablo en vías de desaparición, sacándolo del cementeriode términos medievales en que yacía también “anales, palabra de fre-cuente uso latino. Me refiero al vocablo “crónica” sobre el que dice Wal-ter Mignolo: “para denominar el informe pasado o la anotación de losacontecimientos del presente, fuertemente estructurados por la secuen-cia temporal. Más que relato o descripción la crónica, en su sentido me-dieval, es una ‘lista’ organizada sobre las fechas de los acontecimientoque se desean conservar en la memoria”.16

¿RELACIÓN, CRÓNICA O HISTORIA?

Cinco años después de aquella probanza de servicios, en 1568, en cam-bio, Bernal dice en la misma Historia verdadera, que en ese momento está“trasladando” su texto al que ahora llama “esta mi relación”.17 Pareceque el de “relación” es el segundo modelo del texto bernaldiano. Sinembargo, antes de que el texto definitivo, según la versión enviada a Es-paña en 1575, se convirtiera en “historia”, pasa una época de incerti-dumbre en que es llamado “crónica”, sobre todo entre los parientes deBernal. Si bien el término “crónica” es cercano, en la historia de la tex-tualidad española, al de “historia”, al que de hecho precede, en el ordende aparición de estos casilleros en la historia del texto bernaldiano, “re-lación” es más antiguo que “crónica” que, como decía, tanto en la tex-tualidad española como en la mente de Bernal está más cercano al de“historia”: López de Gómara, Jovio e Illescas son llamados “cronistas”y Bernal quiere que su escrito se parezca a lo que ellos escriben.

En la historia de la textualidad española, en efecto, la “historia” des-plaza a la “crónica” como actividad narrativa.18 Si bien las crónicas se

16 Walter Mignolo, op. cit. p. 75. Allí mismo, Mignolo cita a Jerónimo de San Joséquien en su Genio de la historia, publicada en 1651, llama “corónica” a “la historia difusade alguna República eclesiástica, religiosa o seglar ajustada a los años”.

17 Historia verdadera, cap. 210: “hasta este año de mil quinientos sesenta y ocho, queestoy trasladando esta mi relación.”

18 Véase, para todo ésto, Walter Mignolo, “Cartas, crónicas y relaciones del descu-brimiento y la conquista”, en Historia de la literatura hispanoamericana. Tomo I, Época colo-nial, Madrid, Cátedra, 1982, pp. 57 – 116.

19 San Isidoro de Sevilla, Etimologías, edición bilingüe preparada por José Oroz Reta,introducción general por Manuel C. Díaz y Díaz, Madrid, BAC, 2 tomos, 1982, véase tomoI, p. 359.

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parecen a las historias en su estructura cronológica, ambas son suceso-ras de los “anales”, nombre que se da, desde Tácito, al informe de lascosas pasadas. Sin embargo, hay de cosas pasadas a cosas pasadas. Ha-cia el siglo XVI las palabras “crónica” y “anales” ya tienden a desapare-cer y a ser sustituidas por la palabra “historia” que, para ello, toma al-gunos de sus rasgos textuales: la historia empieza por ocuparse pun-tualmente de cosas pasadas, como los anales, sin la exigencia, sin em-bargo, de que el historiador sea testigo de vista en ellas. En efecto, hastaentonces se llama “historia” la narración y exposición de las cosas pasa-das que “el autor de la historia vió por sus propios ojos y da fe de ellas,como testigo de vista”. Como había dicho San Isidoro de Sevilla en susEtimologías,19 en una primera acepción de la palabra “historia”. Al res-pecto dice que “historia” es “la narración de hechos acontecidos, por lacual se conocen los sucesos que tuvieron lugar en tiempos pasados. Elnombre de historia deriva en griego de historieîn, que significa “ver” o“conocer”. Y es que entre los antiguos no escribía historia más que quienhabía sido testigo y había visto los hechos que debían narrarse”.

Ese es justamente el alegato de Bernal en el capítulo I de la tradiciónguatemalteca: las cosas que cuenta son dignas de mejor retórica y elo-cuencia; él no las tiene, pero fue testigo de ellas porque estuvo presente:“yo vi y me hallé en ello presente peleando, como buen testigo de vistayo lo escribiré”. Y censura en los capítulos siguientes a quienes, comoLópez de Gómara, escriben historia sin ser testigos de vista. Él, Bernal,en cambio, escribe

lo que yo me hallé y vi y entendí y se me acordare, puesto que no vaya conaquel ornato tan encumbrado y estilo delicado que se requiere, yo lo escri-biré con la ayuda de Dios con recta verdad, allegándome al parecer de sa-bios varones, que dicen que la buena retórica y pulidez en lo que escribie-ren es decir la verdad, y no sublimar y decir lisonjas a unos capitanes yabajar a otros, en especial en una relación como ésta que siempre ha de ha-ber memoria de ella.

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mano de un vocablo en vías de desaparición, sacándolo del cementeriode términos medievales en que yacía también “anales, palabra de fre-cuente uso latino. Me refiero al vocablo “crónica” sobre el que dice Wal-ter Mignolo: “para denominar el informe pasado o la anotación de losacontecimientos del presente, fuertemente estructurados por la secuen-cia temporal. Más que relato o descripción la crónica, en su sentido me-dieval, es una ‘lista’ organizada sobre las fechas de los acontecimientoque se desean conservar en la memoria”.16

¿RELACIÓN, CRÓNICA O HISTORIA?

Cinco años después de aquella probanza de servicios, en 1568, en cam-bio, Bernal dice en la misma Historia verdadera, que en ese momento está“trasladando” su texto al que ahora llama “esta mi relación”.17 Pareceque el de “relación” es el segundo modelo del texto bernaldiano. Sinembargo, antes de que el texto definitivo, según la versión enviada a Es-paña en 1575, se convirtiera en “historia”, pasa una época de incerti-dumbre en que es llamado “crónica”, sobre todo entre los parientes deBernal. Si bien el término “crónica” es cercano, en la historia de la tex-tualidad española, al de “historia”, al que de hecho precede, en el ordende aparición de estos casilleros en la historia del texto bernaldiano, “re-lación” es más antiguo que “crónica” que, como decía, tanto en la tex-tualidad española como en la mente de Bernal está más cercano al de“historia”: López de Gómara, Jovio e Illescas son llamados “cronistas”y Bernal quiere que su escrito se parezca a lo que ellos escriben.

En la historia de la textualidad española, en efecto, la “historia” des-plaza a la “crónica” como actividad narrativa.18 Si bien las crónicas se

16 Walter Mignolo, op. cit. p. 75. Allí mismo, Mignolo cita a Jerónimo de San Joséquien en su Genio de la historia, publicada en 1651, llama “corónica” a “la historia difusade alguna República eclesiástica, religiosa o seglar ajustada a los años”.

17 Historia verdadera, cap. 210: “hasta este año de mil quinientos sesenta y ocho, queestoy trasladando esta mi relación.”

18 Véase, para todo ésto, Walter Mignolo, “Cartas, crónicas y relaciones del descu-brimiento y la conquista”, en Historia de la literatura hispanoamericana. Tomo I, Época colo-nial, Madrid, Cátedra, 1982, pp. 57 – 116.

19 San Isidoro de Sevilla, Etimologías, edición bilingüe preparada por José Oroz Reta,introducción general por Manuel C. Díaz y Díaz, Madrid, BAC, 2 tomos, 1982, véase tomoI, p. 359.

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la Historia General y Natural de las Indias de Fernández de Oviedo cuen-ta entre sus modelos a Plinio y a Cicerón,23 así la Historia verdadera deBernal recoge el concepto de historia principalmente de sus contempo-ráneos, aunque haya leído a Julio César, en el sentido de “memoria delos hechos notables del pasado”.24 Así, una de las razones principalesque da en su prólogo es “porque haya fama memorable de nuestras con-quistas”.

Dentro de ese sistema textual español del siglo XVI, el término “cró-nica” implicaba más rigor cronológico. Ya se usase para designar el in-forme del pasado ya para referirse a la anotación de hechos del presen-te, el término “crónica” resaltaba la estricta estructuración cronológica,la puntual secuencia temporal, de los hechos narrados. En ese sentido,Bernal siempre, sobre todo en sus intenciones originales, tenía esa pre-tensión con respecto a su escrito: por eso en la tradición guatemalteca setiene afecto a llamar “crónica” al escrito bernaldiano: además, cuandoempieza a escribirla los textos pertenecientes al mismo campo nocionalse llamaban “crónicas”. Desde el punto de vista textual, una “crónica”

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En tiempos de Bernal, pues, aún estaba vigente ese uso que el térmi-no ‘ιστορια tenía en la antigua Grecia: el historiador tiene como obliga-ción “ver o formular preguntas apremiantes a testigos de vista”20 sobrelos hechos que narra. De acuerdo con ello, Bernal cree tener derecho aescribir una historia, y cree también que López de Gómara y los que es-criben no lo tienen: por eso el título de “historia verdadera”. El concep-to griego de “historia”, sin embargo, no incluye el rasgo del tiempo: lahistoria no se ocupa de las cosas del pasado, para eso están los “anales”.Además, si el concepto de “historia” no conlleva el componente tempo-ral, se explica la razón de títulos como “historia natural y moral”, comoel de José de Acosta. Don Sebastián de Cobarruvias,21 unos años antesde que Remón publicara la primera edición de la obra bernaldiana, re-coge la acepción que del vocablo “historia” era usual en tiempos de Ber-nal “es –dice– una narración y exposición de acontecimientos passados,y en rigor es de aquellas cosas que el autor de la historia vió por sus pro-pios ojos y da fee de ellas, como testigo de vista, según la fuerça del vo-cablo `istorìa, apo tou `istorein, quod est spectare vel cognoscere”.

Este concepto de historia está implícito, como hemos dicho, en lasreclamaciones que hace Bernal a López de Gómara, principalmente, aJovio e Illescas. Se trata de una ‘istorìa en el sentido que el término grie-go tiene, por ejemplo, en Jenofonte: sólo puede escribir “historia” quienha visto o quien se ha informado con rigor en “buenos originales y au-tores fidedignos de aquello que narra y escrive”, como dice Cobarruvias.Por una parte, es fácil mostrar que para Bernal crónica e historia ya sonsinónimos. La crónica se ha convertido en historia. Lo mismo pasa, porejemplo, con fray Bartolomé de las Casas: en el erudito prólogo que an-tecede a su Historia de las Indias, luego de disertar sobre los motivos quetiene para escribir su obra a la que llama reiteradamente “historia” con-cluye: “y así esta corónica podrá engendrar menos fastidio”.22 Así como

20 Walter Mignolo, op. cit., p. 75.21 Tesoro de la Lengua Castellana o Española. Primer Diccionario de la Lengua. (1611), Ma-

drid/México, Ed. Turner, 1984.22 Poco se sabe de los vínculos de Bernal con Las Casas. Bernal conoce muy bien a

Las Casas y menos sabemos nada del improbable conocimiento que el exobispo de Chia-pas hubiera podido tener de Bernal. Bernal, sin embargo, sustenta una actitud anti Las

Casas en su Historia verdadera. Cito sólo el episodio de la matanza en Cholula: tras su re-lato Bernal se pregunta por “las grandes crueldades que escribe y nunca acaba de decirel señor obispo de Chiapas”. Empero, el mismo Bernal cree Las Casas no tiene noticia deél. Así lo dice en una carta al obispo de Chiapas, fechada el 20 de febrero de 1558, que seconserva entre las cartas y documentos de la Audiencia de Guatemala. En ella el cronistaempieza diciendo: “ya creo que V.S. no terná noticia de mí, porque según veo que escritotres veces é jamás e abido ninguna respuesta, é tengo que no abrá recibido ninguna car-ta”; y, luego de quejarse y solicitar la intervención de Las Casas para que se declare per-manente el puesto que ocupa en el cabildo guatemalteco y otros asuntos y quejas, Bernaldice a fray Bartolomé: “pues V.S. es padre y defensor destos proves yndios”. Las Casashabía regresado de manera definitiva a España desde 1547 y había renunciado a su obis-pado en 1551. Sin embargo, pese a que no sólo coinciden en su interés por los indios, sinoen su concepto de historia y hasta en la idea que ambos tienen de lo que debe contenerun prólogo. En el importante prólogo de Las Casas a su Historia de las Indias, estudiadopor Lewis Hanke, se desarrolla un concepto de historia muy cercano al de Bernal: Las Ca-sas ofrece una erudita concepción de lo que se ha entendido por historia.

23 Véase Edmundo O’Gorman, Cuatro historiadores de Indias, México, Alianza EditorialMexicana/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Col. Los noventa núm. 25, 1989,pp. 41-67. Véase, igualmente, Walter Mignolo, op. cit., p. 81.

24 Walter Mignolo, op. cit., p. 80.

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la Historia General y Natural de las Indias de Fernández de Oviedo cuen-ta entre sus modelos a Plinio y a Cicerón,23 así la Historia verdadera deBernal recoge el concepto de historia principalmente de sus contempo-ráneos, aunque haya leído a Julio César, en el sentido de “memoria delos hechos notables del pasado”.24 Así, una de las razones principalesque da en su prólogo es “porque haya fama memorable de nuestras con-quistas”.

Dentro de ese sistema textual español del siglo XVI, el término “cró-nica” implicaba más rigor cronológico. Ya se usase para designar el in-forme del pasado ya para referirse a la anotación de hechos del presen-te, el término “crónica” resaltaba la estricta estructuración cronológica,la puntual secuencia temporal, de los hechos narrados. En ese sentido,Bernal siempre, sobre todo en sus intenciones originales, tenía esa pre-tensión con respecto a su escrito: por eso en la tradición guatemalteca setiene afecto a llamar “crónica” al escrito bernaldiano: además, cuandoempieza a escribirla los textos pertenecientes al mismo campo nocionalse llamaban “crónicas”. Desde el punto de vista textual, una “crónica”

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En tiempos de Bernal, pues, aún estaba vigente ese uso que el térmi-no ‘ιστορια tenía en la antigua Grecia: el historiador tiene como obliga-ción “ver o formular preguntas apremiantes a testigos de vista”20 sobrelos hechos que narra. De acuerdo con ello, Bernal cree tener derecho aescribir una historia, y cree también que López de Gómara y los que es-criben no lo tienen: por eso el título de “historia verdadera”. El concep-to griego de “historia”, sin embargo, no incluye el rasgo del tiempo: lahistoria no se ocupa de las cosas del pasado, para eso están los “anales”.Además, si el concepto de “historia” no conlleva el componente tempo-ral, se explica la razón de títulos como “historia natural y moral”, comoel de José de Acosta. Don Sebastián de Cobarruvias,21 unos años antesde que Remón publicara la primera edición de la obra bernaldiana, re-coge la acepción que del vocablo “historia” era usual en tiempos de Ber-nal “es –dice– una narración y exposición de acontecimientos passados,y en rigor es de aquellas cosas que el autor de la historia vió por sus pro-pios ojos y da fee de ellas, como testigo de vista, según la fuerça del vo-cablo `istorìa, apo tou `istorein, quod est spectare vel cognoscere”.

Este concepto de historia está implícito, como hemos dicho, en lasreclamaciones que hace Bernal a López de Gómara, principalmente, aJovio e Illescas. Se trata de una ‘istorìa en el sentido que el término grie-go tiene, por ejemplo, en Jenofonte: sólo puede escribir “historia” quienha visto o quien se ha informado con rigor en “buenos originales y au-tores fidedignos de aquello que narra y escrive”, como dice Cobarruvias.Por una parte, es fácil mostrar que para Bernal crónica e historia ya sonsinónimos. La crónica se ha convertido en historia. Lo mismo pasa, porejemplo, con fray Bartolomé de las Casas: en el erudito prólogo que an-tecede a su Historia de las Indias, luego de disertar sobre los motivos quetiene para escribir su obra a la que llama reiteradamente “historia” con-cluye: “y así esta corónica podrá engendrar menos fastidio”.22 Así como

20 Walter Mignolo, op. cit., p. 75.21 Tesoro de la Lengua Castellana o Española. Primer Diccionario de la Lengua. (1611), Ma-

drid/México, Ed. Turner, 1984.22 Poco se sabe de los vínculos de Bernal con Las Casas. Bernal conoce muy bien a

Las Casas y menos sabemos nada del improbable conocimiento que el exobispo de Chia-pas hubiera podido tener de Bernal. Bernal, sin embargo, sustenta una actitud anti Las

Casas en su Historia verdadera. Cito sólo el episodio de la matanza en Cholula: tras su re-lato Bernal se pregunta por “las grandes crueldades que escribe y nunca acaba de decirel señor obispo de Chiapas”. Empero, el mismo Bernal cree Las Casas no tiene noticia deél. Así lo dice en una carta al obispo de Chiapas, fechada el 20 de febrero de 1558, que seconserva entre las cartas y documentos de la Audiencia de Guatemala. En ella el cronistaempieza diciendo: “ya creo que V.S. no terná noticia de mí, porque según veo que escritotres veces é jamás e abido ninguna respuesta, é tengo que no abrá recibido ninguna car-ta”; y, luego de quejarse y solicitar la intervención de Las Casas para que se declare per-manente el puesto que ocupa en el cabildo guatemalteco y otros asuntos y quejas, Bernaldice a fray Bartolomé: “pues V.S. es padre y defensor destos proves yndios”. Las Casashabía regresado de manera definitiva a España desde 1547 y había renunciado a su obis-pado en 1551. Sin embargo, pese a que no sólo coinciden en su interés por los indios, sinoen su concepto de historia y hasta en la idea que ambos tienen de lo que debe contenerun prólogo. En el importante prólogo de Las Casas a su Historia de las Indias, estudiadopor Lewis Hanke, se desarrolla un concepto de historia muy cercano al de Bernal: Las Ca-sas ofrece una erudita concepción de lo que se ha entendido por historia.

23 Véase Edmundo O’Gorman, Cuatro historiadores de Indias, México, Alianza EditorialMexicana/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Col. Los noventa núm. 25, 1989,pp. 41-67. Véase, igualmente, Walter Mignolo, op. cit., p. 81.

24 Walter Mignolo, op. cit., p. 80.

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rración o informe que se hace de alguna cosa que sucedió”. El vocablorelación, por tanto, se usa en la literatura de conquista del siglo XVI en elsentido de informe, pero también en el de relato. En el caso de las Cartasde relación de Cortés, predomina el deber de informar; en Bernal, encambio, el placer del relato.

“Relación” no sólo es el nombre más frecuente con que es designadala obra bernaldiana y, digamos, uno de los más tardíos, que Bernal da asu obra: la atraviesa de principio a fin. Compite, claro está, con el de“historia” que, sin embargo, considera el de mayor rango dentro de losnombres de casilleros disponibles en su tiempo para colocar su escrito.En todo caso, parece quedar claro a estas alturas que Bernal va llaman-do a su obra según el tipo textual que tiene más a la mano de cuantoscirculaban en su ámbito: probanzas de méritos y memorial de las gue-rras, son casilleros que le provienen de sus contactos con lo administra-tivo; relación, crónica e historia, en cambio, son categorías que provie-nen de la textualidad culta de la época. Bernal tiene contacto inmediatocon las primeras y se va familiarizando con las segundas estimuladopor su escrito: al hablar de él o al mostrarlo a los individuos cultos conque rodea. Los primeros le completan el texto recordándole cosas queha omitido o corrigiéndoselo. Los segundos lo organizan y le dan tonoy estilo. De todo ello quedan huellas en la obra que nos ha llegado. Esasucesión en las denominaciones, en efecto, no sólo indican la perpleji-dad del escritor sino que constituyeron un verdadero proyecto que sub-yace al escrito y que lo fue armando hasta dejarlo tal cual nos ha llegado.

El de las “relaciones” era, por lo demás, un tipo textual que el autorde la Historia verdadera conocía bien: en el prólogo del texto que mandaa España en 1575 dice que Cortés “hizo relación en una carta que escri-bió de México al serenísimo emperador don Carlos V”. Pero ya para en-tonces Bernal llama a su texto, sin más, “mi historia”. Además, se pres-taba muy bien tanto para los fines prácticos que él perseguía como paradar cauce a sus ambiciones literarias. Para mostrar que la “relación” lesirvió de molde, no basta, sin embargo, con hacer un recuento de las ci-tas. Es preciso señalar que el término “relación” se encuentra entre lasdenominaciones más antiguas del propio texto bernaldiano. Voy a po-ner un ejemplo que, sin embargo, se podría multiplicar: las versionesmás antiguas llaman “relación” al mismo texto que las versiones más

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más que el relato o descripción de hechos; la crónica tiene la forma, enuso en el medioevo, de “una ‘lista’ organizada sobre las fechas de losacontecimientos que se desean conservar en la memoria”.25 Hubo, entodo caso, crónicas que parecían historias y viceversa: los tipos textualespuros no existen. En todo caso, para Bernal la “crónica” está cerca de suproyecto original: su “memorial de las guerras” no está lejos de las cró-nicas, al viejo estilo. En todo caso, para el soldado escritor todos esos ti-pos textuales fueron conocidos en forma de libros que efectivamentecirculaban en su época y a los que tuvo acceso. Ellos fueron los moldesde las metamorfosis de su texto.

La Historia verdadera tiene, desde luego, el apego textual de una cró-nica al espacio y al tiempo. Pero como en todo lo relacionado con el des-cubrimiento y la conquista, ante lo inusitado de la experiencia, hay queencontrar formas de expresión heterodoxas. Es una crónica, sí, pero esmucho más que eso. De allí las fluctuaciones de Bernal en cuanto alnombre. Entre la tipología textual del español del siglo XVI las crónicastendían a la historia: ya no se sujetaban a la austera y rígida estructuradel informe cronológico sino que se habían deslizado hacia el pulidodiscurso salido de la retórica. Su obra es también una historia y ese fue,finalmente, el nombre por el que se decide su autor cuando la llama His-toria verdadera.

Pero la Historia verdadera es llamada reiteradamente “relación”: estenombre dado por Bernal a su texto lo atraviesa de principio a fin entodas las versiones que tenemos de ella: es que Hernán Cortés está pre-sente siempre en la Historia verdadera primero por razones económicas yluego también por razones literarias y de veracidad histórica a través delas obras de los cronistas como López de Gómara que presentan las co-sas sólo desde el punto de vista cortesiano.26 El sentido que este vocablotiene en el siglo XVI es el de un relato. Cobarruvias define el términocomo el actus referendi, sin más. Por algo el Diccionario de autoridades diceregistra para el siglo XVI la siguiente acepción del vocablo relación: “na-

25 Ibid.26 En el ensayo de Navarro Antolín, arriba citado, aparece cuánto estuvo presente

Cortés en todas las crónicas que sobre la conquista de México se escribieron el siglo XVI

como puede verse en el De orbe novo de Ginés de Sepúlveda.

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rración o informe que se hace de alguna cosa que sucedió”. El vocablorelación, por tanto, se usa en la literatura de conquista del siglo XVI en elsentido de informe, pero también en el de relato. En el caso de las Cartasde relación de Cortés, predomina el deber de informar; en Bernal, encambio, el placer del relato.

“Relación” no sólo es el nombre más frecuente con que es designadala obra bernaldiana y, digamos, uno de los más tardíos, que Bernal da asu obra: la atraviesa de principio a fin. Compite, claro está, con el de“historia” que, sin embargo, considera el de mayor rango dentro de losnombres de casilleros disponibles en su tiempo para colocar su escrito.En todo caso, parece quedar claro a estas alturas que Bernal va llaman-do a su obra según el tipo textual que tiene más a la mano de cuantoscirculaban en su ámbito: probanzas de méritos y memorial de las gue-rras, son casilleros que le provienen de sus contactos con lo administra-tivo; relación, crónica e historia, en cambio, son categorías que provie-nen de la textualidad culta de la época. Bernal tiene contacto inmediatocon las primeras y se va familiarizando con las segundas estimuladopor su escrito: al hablar de él o al mostrarlo a los individuos cultos conque rodea. Los primeros le completan el texto recordándole cosas queha omitido o corrigiéndoselo. Los segundos lo organizan y le dan tonoy estilo. De todo ello quedan huellas en la obra que nos ha llegado. Esasucesión en las denominaciones, en efecto, no sólo indican la perpleji-dad del escritor sino que constituyeron un verdadero proyecto que sub-yace al escrito y que lo fue armando hasta dejarlo tal cual nos ha llegado.

El de las “relaciones” era, por lo demás, un tipo textual que el autorde la Historia verdadera conocía bien: en el prólogo del texto que mandaa España en 1575 dice que Cortés “hizo relación en una carta que escri-bió de México al serenísimo emperador don Carlos V”. Pero ya para en-tonces Bernal llama a su texto, sin más, “mi historia”. Además, se pres-taba muy bien tanto para los fines prácticos que él perseguía como paradar cauce a sus ambiciones literarias. Para mostrar que la “relación” lesirvió de molde, no basta, sin embargo, con hacer un recuento de las ci-tas. Es preciso señalar que el término “relación” se encuentra entre lasdenominaciones más antiguas del propio texto bernaldiano. Voy a po-ner un ejemplo que, sin embargo, se podría multiplicar: las versionesmás antiguas llaman “relación” al mismo texto que las versiones más

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más que el relato o descripción de hechos; la crónica tiene la forma, enuso en el medioevo, de “una ‘lista’ organizada sobre las fechas de losacontecimientos que se desean conservar en la memoria”.25 Hubo, entodo caso, crónicas que parecían historias y viceversa: los tipos textualespuros no existen. En todo caso, para Bernal la “crónica” está cerca de suproyecto original: su “memorial de las guerras” no está lejos de las cró-nicas, al viejo estilo. En todo caso, para el soldado escritor todos esos ti-pos textuales fueron conocidos en forma de libros que efectivamentecirculaban en su época y a los que tuvo acceso. Ellos fueron los moldesde las metamorfosis de su texto.

La Historia verdadera tiene, desde luego, el apego textual de una cró-nica al espacio y al tiempo. Pero como en todo lo relacionado con el des-cubrimiento y la conquista, ante lo inusitado de la experiencia, hay queencontrar formas de expresión heterodoxas. Es una crónica, sí, pero esmucho más que eso. De allí las fluctuaciones de Bernal en cuanto alnombre. Entre la tipología textual del español del siglo XVI las crónicastendían a la historia: ya no se sujetaban a la austera y rígida estructuradel informe cronológico sino que se habían deslizado hacia el pulidodiscurso salido de la retórica. Su obra es también una historia y ese fue,finalmente, el nombre por el que se decide su autor cuando la llama His-toria verdadera.

Pero la Historia verdadera es llamada reiteradamente “relación”: estenombre dado por Bernal a su texto lo atraviesa de principio a fin entodas las versiones que tenemos de ella: es que Hernán Cortés está pre-sente siempre en la Historia verdadera primero por razones económicas yluego también por razones literarias y de veracidad histórica a través delas obras de los cronistas como López de Gómara que presentan las co-sas sólo desde el punto de vista cortesiano.26 El sentido que este vocablotiene en el siglo XVI es el de un relato. Cobarruvias define el términocomo el actus referendi, sin más. Por algo el Diccionario de autoridades diceregistra para el siglo XVI la siguiente acepción del vocablo relación: “na-

25 Ibid.26 En el ensayo de Navarro Antolín, arriba citado, aparece cuánto estuvo presente

Cortés en todas las crónicas que sobre la conquista de México se escribieron el siglo XVI

como puede verse en el De orbe novo de Ginés de Sepúlveda.

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Como ya he señalado en otro lugar, los principales retoques redacciona-les que al escrito de Bernal insertó su hijo Francisco Díaz del Castillo fueque Bernal apareciera a la misma altura o, mejor aún, más arriba queHernán Cortés. Son muchas las huellas de esa redacción. Cito sólo, aguisa de ejemplo, el ya mencionado capítulo CCXII: comparando el bo-rrador que conservó la versión Guatemala con el texto propuesto porella misma. En tanto que el borrador, junto con el texto remoniano se re-fieren al contenido de la obra bernaldiana como “las heroicas hazañasque hizo el Marqués del Valle que en esta relación escribo”29 el texto co-rregido prefiere decir “los hechos y hazañas que hicimos en compañíadel valeroso marqués Cortés”. De principio a fin, pues, Bernal y susamanuenses tienen en mente a Cortés y sus Cartas de relación.

En suma, pues, su primitivo escrito que relataba las batallas tenidasal lado de Hernán Cortés hasta culminar con la conquista de México yque en muchas de sus partes había sido completado y corregido, en1568 estaba siendo terminado su traslado en limpio: tiene lugar en eseproceso una metamorfosis en los moldes: el viejo “memorial de las gue-rras” toma el modelo textual de las crónicas, primero, sin sacar de su ho-rizonte las “relaciones” de Cortés. Por tanto, ese pasar en limpio no fuenada tranquilo: en su transcurso tuvo lugar la transformación más im-portante. Por influencias de la Historia general de las Indias de López deGómara, su modesto escrito adquiere el rango de “historia” y no sólode “historia”, a secas, sino de “historia verdadera” para contraponerlaa la “historia falsa” de López de Gómara y demás. Al agregarle el adje-tivo “verdadera” a su historia, Bernal centrará definitivamente su aten-ción en que su texto sea una “historia”, se atiene al medieval conceptode “historia” y enfoca sus baterías a quienes escriben historias sin habersido testigos presenciales. En palabras suyas según la versión Guatema-la, su obra fue escrita “en respuesta de lo que han dicho y escrito perso-nas que no lo alcanzaron a saber ni lo oyeron ni tener noticia verdaderade lo que sobre esta materia hay, propusieron, salvo hablar al sabor desu paladar”.

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recientes llaman “historia”. El ejemplo está tomado del célebre capítuloXVIII cuando narra cómo se topa, de buenas a primeras, con López deGómara y su Historia general de las Indias a la que denomina “historia”.Bernal dice: “estando escribiendo esta relación, acaso vi una historia debuen estilo, la cual se nombra de un Francisco López de Gómara, quehabla de las conquistas de México y Nueva España...”

En efecto, Bernal aproxima su escrito, en un segundo momento, aluniverso híbrido de las “relaciones”. Como hemos señalado en nuestroestudio, “El arte literario de la Relación de Michoacán”,27 con el vocablo“relación” se designó en el siglo XVI una textualidad híbrida que aunqueno totalmente marginada de lo literario, el placer del relato, estuvo coar-tada por la pretensión de informar tanto oficial como oficiosamente, porlas razones que sea. De esta manera, el valor ilocutivo de la informaciónenvuelve al horizonte literario del relatar en cuyo estatuto están cifra-dos este tipo de textos como la Relación de Michoacán. En concreto, el vo-cablo “relación” se usa en la textualidad hispánica del siglo XVI, forjaday bruñida en el fuego de la conquista y la colonización, en el sentido deun relato que agrega a sus fundamentales funciones del placer literariodel relato las funciones administrativas del informe: ese es el sentido delvocablo en textos tan importantes como las Cartas de relación de Cortés,28

la Relación de las cosas de Yucatán del también franciscano fray Diego deLanda, las Relaciones geográficas de Indias y, en general, las relacionesde la Conquista y la colonización como la referida Relación de Michoacán;están marcadas por la función informar sobre cualquiera de las funcio-nes literarias que indudablemente tenían.

Para Bernal, las “relaciones” estuvieron siempre en el horizonte vis-to el pleito que su escrito mantuvo hasta el final con Hernán Cortés.

27 En Moisés Franco (coordinador de edición y estudios), Jerónimo de Alcalá, Relaciónde las ceremonias y rictos y población y gobernación de los indios de la provincia de Michoacán,El Colegio de Michoacán/ Gobierno del Estado de Michoacán, 2000, pp. 82ss.

28 Entre los escritos de Cristóbal Colón, por ejemplo, mientras que el informe del pri-mer viaje adopta la forma de “diario” los de los viajes segundo, tercero y cuarto llevanel título de “relación”. Véase Cristóbal Colón, Textos y documentos completos, edición deConsuelo Varela, Nuevas cartas, edición de Juan Gil, Madrid, Alianza, 1997. Un géneroafín es el de los memoriales que, sin embargo, tenían un matiz jurídico que los hacía dis-tintos funcional, textual y discursivamente de las relaciones.

29 El texto remoniano dice: “las heroicas hazañas que hizo el Marqués del Valle, de loque en esta relación escribo”

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Como ya he señalado en otro lugar, los principales retoques redacciona-les que al escrito de Bernal insertó su hijo Francisco Díaz del Castillo fueque Bernal apareciera a la misma altura o, mejor aún, más arriba queHernán Cortés. Son muchas las huellas de esa redacción. Cito sólo, aguisa de ejemplo, el ya mencionado capítulo CCXII: comparando el bo-rrador que conservó la versión Guatemala con el texto propuesto porella misma. En tanto que el borrador, junto con el texto remoniano se re-fieren al contenido de la obra bernaldiana como “las heroicas hazañasque hizo el Marqués del Valle que en esta relación escribo”29 el texto co-rregido prefiere decir “los hechos y hazañas que hicimos en compañíadel valeroso marqués Cortés”. De principio a fin, pues, Bernal y susamanuenses tienen en mente a Cortés y sus Cartas de relación.

En suma, pues, su primitivo escrito que relataba las batallas tenidasal lado de Hernán Cortés hasta culminar con la conquista de México yque en muchas de sus partes había sido completado y corregido, en1568 estaba siendo terminado su traslado en limpio: tiene lugar en eseproceso una metamorfosis en los moldes: el viejo “memorial de las gue-rras” toma el modelo textual de las crónicas, primero, sin sacar de su ho-rizonte las “relaciones” de Cortés. Por tanto, ese pasar en limpio no fuenada tranquilo: en su transcurso tuvo lugar la transformación más im-portante. Por influencias de la Historia general de las Indias de López deGómara, su modesto escrito adquiere el rango de “historia” y no sólode “historia”, a secas, sino de “historia verdadera” para contraponerlaa la “historia falsa” de López de Gómara y demás. Al agregarle el adje-tivo “verdadera” a su historia, Bernal centrará definitivamente su aten-ción en que su texto sea una “historia”, se atiene al medieval conceptode “historia” y enfoca sus baterías a quienes escriben historias sin habersido testigos presenciales. En palabras suyas según la versión Guatema-la, su obra fue escrita “en respuesta de lo que han dicho y escrito perso-nas que no lo alcanzaron a saber ni lo oyeron ni tener noticia verdaderade lo que sobre esta materia hay, propusieron, salvo hablar al sabor desu paladar”.

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recientes llaman “historia”. El ejemplo está tomado del célebre capítuloXVIII cuando narra cómo se topa, de buenas a primeras, con López deGómara y su Historia general de las Indias a la que denomina “historia”.Bernal dice: “estando escribiendo esta relación, acaso vi una historia debuen estilo, la cual se nombra de un Francisco López de Gómara, quehabla de las conquistas de México y Nueva España...”

En efecto, Bernal aproxima su escrito, en un segundo momento, aluniverso híbrido de las “relaciones”. Como hemos señalado en nuestroestudio, “El arte literario de la Relación de Michoacán”,27 con el vocablo“relación” se designó en el siglo XVI una textualidad híbrida que aunqueno totalmente marginada de lo literario, el placer del relato, estuvo coar-tada por la pretensión de informar tanto oficial como oficiosamente, porlas razones que sea. De esta manera, el valor ilocutivo de la informaciónenvuelve al horizonte literario del relatar en cuyo estatuto están cifra-dos este tipo de textos como la Relación de Michoacán. En concreto, el vo-cablo “relación” se usa en la textualidad hispánica del siglo XVI, forjaday bruñida en el fuego de la conquista y la colonización, en el sentido deun relato que agrega a sus fundamentales funciones del placer literariodel relato las funciones administrativas del informe: ese es el sentido delvocablo en textos tan importantes como las Cartas de relación de Cortés,28

la Relación de las cosas de Yucatán del también franciscano fray Diego deLanda, las Relaciones geográficas de Indias y, en general, las relacionesde la Conquista y la colonización como la referida Relación de Michoacán;están marcadas por la función informar sobre cualquiera de las funcio-nes literarias que indudablemente tenían.

Para Bernal, las “relaciones” estuvieron siempre en el horizonte vis-to el pleito que su escrito mantuvo hasta el final con Hernán Cortés.

27 En Moisés Franco (coordinador de edición y estudios), Jerónimo de Alcalá, Relaciónde las ceremonias y rictos y población y gobernación de los indios de la provincia de Michoacán,El Colegio de Michoacán/ Gobierno del Estado de Michoacán, 2000, pp. 82ss.

28 Entre los escritos de Cristóbal Colón, por ejemplo, mientras que el informe del pri-mer viaje adopta la forma de “diario” los de los viajes segundo, tercero y cuarto llevanel título de “relación”. Véase Cristóbal Colón, Textos y documentos completos, edición deConsuelo Varela, Nuevas cartas, edición de Juan Gil, Madrid, Alianza, 1997. Un géneroafín es el de los memoriales que, sin embargo, tenían un matiz jurídico que los hacía dis-tintos funcional, textual y discursivamente de las relaciones.

29 El texto remoniano dice: “las heroicas hazañas que hizo el Marqués del Valle, de loque en esta relación escribo”

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Otros, por la misma necesidad compelidos, conociendo que las cosas quepor sus propios ojos vieron y en que se hallaron presentes no son ansí decla-radas ni sentidas como la integridad de la verdad contiene, con celo de quela verdad no parezca, de quien por dictamen de ley natural todos los hom-bres deben ser defensores, posponen por la declaración y defensión della lapropia tranquilidad, descanso y reposo, mayormente sintiendo que por se-mejante solicitud suya impiden a muchos gran perjuicio; otros muchossabemos haber sido a quien la grandeza, dignidad y numerosidad de lasobras y hechos en sus tiempos acaecidos, viéndolos ocultados y cubiertoscon niebla de olvido, habiendo respecto a la utilidad común, que, descu-biertas, dellas esperan seguirse, porque se manifiesten, convida y solicita oinduce a querer escribirlas.32

Como hemos señalado, Bernal hace suyos estos mismos motivos enel prólogo del capítulo primero de la versión guatemalteca: es el concep-to de historia al que se suscribe. En su exposición de motivos, se puedendistinguir dos tipos. Por un lado la defensa de los intereses de los solda-dos contra los detractores de la “verdad”; por otro, la difusión y conser-vación de tamaña empresa. En el primer caso se trata de defensa. Aun-que ya la palabra “historia”, en la época, implique la responsabilidad dela veracidad, Bernal la recalca con el adjetivo “verdadera”: lo que él es-cribe es una “historia verdadera”, enfrentada explícitamente a las histo-rias falsas. Las Casas da una impresionante lista de historiadores a quie-nes movió el interés por la verdad. Bernal se adscribe a esta tradición:su obra es, por tanto, una apología y, aunque en prosa, tiene tintes de lasepopeyas cortesanas nacidas al abrigo de la tradición caballeresca.

La Historia verdadera es ante todo una “respuesta”33 a quienes sin sa-ber, ni haber visto, “ni tener noticia verdadera” hablan “a sabor de supaladar por oscurecer si pudiesen nuestros muchos y notables servi-cios”. Defensa, pues, de la verdad contra López de Gómara y compañía;pero principalmente defensa de los propios intereses: esa es la principal

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LA HISTORIA VERDADERA COMO APOLOGÍA

Sin embargo el libro de Bernal es un libro indudablemente apologético:trata de defender con él del trato de la Corona, inadecuado a sus méri-tos, por una parte; y trata de defender su derecho a escribir la historiade los hechos heroicos en que participó y de los que fue testigo ocular.Por tanto, si de tipología textual hablamos, en su Historia verdadera Ber-nal asume un concepto de historia que las circunstancias de la obra ha-cen que se vaya deslizando hacia la apología aunque mantenga el ropa-je de una crónica épica. El vocablo griego apología vale lo mismo quedefensa o justificación de algo o alguien. Se aplica, en efecto, a los tex-tos, orales o escritos, hechos en defensa de una persona, institución, re-ligión, acción, verdad o modo de ver las cosas.30 En la textualidad occi-dental hay una larga tradición apologética: textos de defensa.

Bernal Díaz del Castillo se comporta al escribir su obra como el sol-dado que siempre fue; con otras armas lucha en otras batallas para con-quistar lo mismo por lo que siempre peleó: una justa recompensa quedisfrutar. Es obsesiva su mención del oro, de una recompensa de sus ha-zañas que nunca llega, de que a otros sí y a él no, etcétera. Su lógica, lalógica de los conquistadores,31 era la de los libros de caballería –de losque sabemos Bernal era asiduo lector–; de allí saca la convicción de quelos méritos adquiridos en las batallas dan nobleza y que la nobleza tienederechos. El viejo soldado sigue luchando por ellos: de allí que la Histo-ria verdadera tenga mucho de defensa, una permanente defensa que seva revistiendo de la diversa indumentaria que los relatos épicos teníanacuñada e iban acuñando al fragor de las circunstancias. También enesto coincide Bernal con Las Casas quien, al analizar las causas que se-gún Josefo pueden mover a alguien a escribir historias, con respecto a latercera y cuarta de ellas, dice:

30 Véase, por ejemplo, Gero von Wilpert, Sachwörterbuch der Literatur, tercera ediciónmejorada y ampliada, Editorial Alfred Kröner, Stuttgart, 1961, p. 26.

31 Ya Irving A. Leonard (Los libros del conquistador, segunda edición, México, Fondode Cultura Económica, 1979) demostró convincentemente que los sueños de los con-quistadores estaban fuertemente inspirados por las novelas de caballería.

32 Historia de las Indias, edición de Agustín Millares Carlo y estudio preliminar deLewis Hanke, 3 volúmenes, México, Fondo de Cultura Económica, Biblioteca Americana,vol. I, p. 3.

33 Versión Guatemala, cap. I.

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Otros, por la misma necesidad compelidos, conociendo que las cosas quepor sus propios ojos vieron y en que se hallaron presentes no son ansí decla-radas ni sentidas como la integridad de la verdad contiene, con celo de quela verdad no parezca, de quien por dictamen de ley natural todos los hom-bres deben ser defensores, posponen por la declaración y defensión della lapropia tranquilidad, descanso y reposo, mayormente sintiendo que por se-mejante solicitud suya impiden a muchos gran perjuicio; otros muchossabemos haber sido a quien la grandeza, dignidad y numerosidad de lasobras y hechos en sus tiempos acaecidos, viéndolos ocultados y cubiertoscon niebla de olvido, habiendo respecto a la utilidad común, que, descu-biertas, dellas esperan seguirse, porque se manifiesten, convida y solicita oinduce a querer escribirlas.32

Como hemos señalado, Bernal hace suyos estos mismos motivos enel prólogo del capítulo primero de la versión guatemalteca: es el concep-to de historia al que se suscribe. En su exposición de motivos, se puedendistinguir dos tipos. Por un lado la defensa de los intereses de los solda-dos contra los detractores de la “verdad”; por otro, la difusión y conser-vación de tamaña empresa. En el primer caso se trata de defensa. Aun-que ya la palabra “historia”, en la época, implique la responsabilidad dela veracidad, Bernal la recalca con el adjetivo “verdadera”: lo que él es-cribe es una “historia verdadera”, enfrentada explícitamente a las histo-rias falsas. Las Casas da una impresionante lista de historiadores a quie-nes movió el interés por la verdad. Bernal se adscribe a esta tradición:su obra es, por tanto, una apología y, aunque en prosa, tiene tintes de lasepopeyas cortesanas nacidas al abrigo de la tradición caballeresca.

La Historia verdadera es ante todo una “respuesta”33 a quienes sin sa-ber, ni haber visto, “ni tener noticia verdadera” hablan “a sabor de supaladar por oscurecer si pudiesen nuestros muchos y notables servi-cios”. Defensa, pues, de la verdad contra López de Gómara y compañía;pero principalmente defensa de los propios intereses: esa es la principal

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LA HISTORIA VERDADERA COMO APOLOGÍA

Sin embargo el libro de Bernal es un libro indudablemente apologético:trata de defender con él del trato de la Corona, inadecuado a sus méri-tos, por una parte; y trata de defender su derecho a escribir la historiade los hechos heroicos en que participó y de los que fue testigo ocular.Por tanto, si de tipología textual hablamos, en su Historia verdadera Ber-nal asume un concepto de historia que las circunstancias de la obra ha-cen que se vaya deslizando hacia la apología aunque mantenga el ropa-je de una crónica épica. El vocablo griego apología vale lo mismo quedefensa o justificación de algo o alguien. Se aplica, en efecto, a los tex-tos, orales o escritos, hechos en defensa de una persona, institución, re-ligión, acción, verdad o modo de ver las cosas.30 En la textualidad occi-dental hay una larga tradición apologética: textos de defensa.

Bernal Díaz del Castillo se comporta al escribir su obra como el sol-dado que siempre fue; con otras armas lucha en otras batallas para con-quistar lo mismo por lo que siempre peleó: una justa recompensa quedisfrutar. Es obsesiva su mención del oro, de una recompensa de sus ha-zañas que nunca llega, de que a otros sí y a él no, etcétera. Su lógica, lalógica de los conquistadores,31 era la de los libros de caballería –de losque sabemos Bernal era asiduo lector–; de allí saca la convicción de quelos méritos adquiridos en las batallas dan nobleza y que la nobleza tienederechos. El viejo soldado sigue luchando por ellos: de allí que la Histo-ria verdadera tenga mucho de defensa, una permanente defensa que seva revistiendo de la diversa indumentaria que los relatos épicos teníanacuñada e iban acuñando al fragor de las circunstancias. También enesto coincide Bernal con Las Casas quien, al analizar las causas que se-gún Josefo pueden mover a alguien a escribir historias, con respecto a latercera y cuarta de ellas, dice:

30 Véase, por ejemplo, Gero von Wilpert, Sachwörterbuch der Literatur, tercera ediciónmejorada y ampliada, Editorial Alfred Kröner, Stuttgart, 1961, p. 26.

31 Ya Irving A. Leonard (Los libros del conquistador, segunda edición, México, Fondode Cultura Económica, 1979) demostró convincentemente que los sueños de los con-quistadores estaban fuertemente inspirados por las novelas de caballería.

32 Historia de las Indias, edición de Agustín Millares Carlo y estudio preliminar deLewis Hanke, 3 volúmenes, México, Fondo de Cultura Económica, Biblioteca Americana,vol. I, p. 3.

33 Versión Guatemala, cap. I.

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Y volviendo a la plática, que me dijo el licenciado a quien hube prestado miborrador que para qué me alababa tanto de mis conquistas; a esto digo quehay cosas que no es bien de que los hombres se alaben a sí mismos [...] ytambién digo que los que que no lo saben, ni vieron, ni entendieron, ni sehallaron en ello, en especial cosas de guerras y batallas y tomas de ciuda-des, ¿cómo lo pueden loar y escribir, sino solamente los capitanes y sol-dados que se hallaron en tales guerras juntamente con nosotros? [...] Si yoquitase el honor a otros valerosos soldados que se hallaron en las mismasguerras y lo atribuyese a mi persona mal hecho sería y tendría razón de serreprendido. Mas si digo la verdad [...] y más la relación da testimonio deello, ¿por qué no lo diré? Y aun con letras de oro había de estar escrito.¿Quisieran que lo digan las nubes o los pájaros que en aquellos tiempos pa-saron por alto? Y, quísolo escribir Gómara, ni Illescas, ni Cortés cuando es-cribía a Su Majestad? [...]

Pero hay otro tipo de defensa más material y, desde luego, más im-portante textualmente porque es la causa real de la obra: la defensa dela recompensa debida a tan alta hazaña a quienes como Bernal han sidolos héroes de tamaña empresa. Es la fuente de la potente energía quefluye de la Historia verdadera. Pero Bernal se hace también cargo de suresponsabilidad histórica ante los hechos. En concreto pregunta: si nohablo yo del papel que tuvimos los soldados en tan grandes hazañas¿quién va hablar de ello? ¿Acaso las nubes o los pájaros que por allí pa-saron?

El interés por defender su “verdad” y de darle tintes épicos a la ha-zaña de la conquista sirve de vehículo, desde luego, a intereses más te-rrenales, más prácticos y también más mezquinos. Bernal plantea, enefecto, su escrito con esta simple lógica: “vean la grande hazaña queCortés y nosotros realizamos –no Cortés solo, como dicen los otros cro-nistas– y vean lo mal que hemos sido pagados, en especial yo que estu-ve en la empresa antes que ningún otro”. En concreto, la obra de Bernales, de principio a fin, una obra de defensa sistemática de sus interesesmediante la exposición de sus méritos; o al revés: una exposición minu-ciosa de sus hazañas, autopromoviéndose como el conquistador quetenía más méritos que nadie, pidiendo que se le recompensara en conse-cuencia. Así, al final, en el capítulo CCX, Bernal trae esta muy significa-

HERÓN P É R EZ MART ÍNEZ

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la razón de su enfrentamiento con López de Gómara y ese es el sentidode la “verdad” que tanto preocupa a Bernal. El libro culmina, como he-mos visto, con el “repartimiento perpetuo”.

Esa es la “verdad” y ese el interés por defenderla que tiene la Histo-ria verdadera. Impresiona la frecuencia con que el vocablo “verdadera” ydemás términos con él emparentados aparecen a lo largo de toda laobra. Más aún, coincidimos con W. Mignolo en que “el vocablo verda-dera tiene más peso, en este caso, que el vocablo historia”.34 Ello, a sim-ple vista, convierte la obra de Bernal en un escrito apologético cuyo ob-jetivo principal es defender “la verdad”. El principal detractor de estaverdad es, a juicio del autor, Francisco López de Gómara.35 En efecto,como el mismo Bernal lo dice en el capítulo XVII y como aparece claro entoda la obra, la Historia verdadera es escrita para enmendar la plana a Ló-pez de Gómara (Historia general de las Indias, 1552), al doctor Illescas(Historia pontifical, 1564) y a Paulo Jovio (Elogios o vidas breves de los caba-lleros antiguos y modernos, 1568).36

La moralidad detentada por Bernal, como sucede a Las Casas, noacepta la malicia de quienes conociendo la verdad la falsean deliberada-mente. Las historias falsas, a las que se enfrenta tanto Bernal como LasCasas, le hacen desconfiar: la lógica de la Historia verdadera parece darpor supuesto que quienes no han presenciado, ni vivido un aconteci-miento, ni oído de él por los testigos presenciales, no tienen noticia “ver-dadera” de él. La Historia verdadera, entonces, tiene entre sus finesdefender esa “verdad” tanto contra quienes escriben sin haber tenidoacceso a ese tipo de verdad, como contra quienes, como Cortés, habién-dolo tenido, hablan empero a sabor de su paladar.

Esta parece la idea dominante en el texto. Así, al final del capítuloCCXII, con que concluye la obra según la edición de Remón, dice Bernal:

34 Op. cit., p. 82.35 En lo fundamental, coincidimos con el diagnóstico que hace Ramón Iglesia (op. cit.,

125-138) sobre la pretendida imparcialidad de Bernal.36 De los tres, es Gómara quien más le obsesiona. Es mencionado en los capítulos XIII,

XIV, XVII, XX, XXII, XXXIV, XXXVI, XXXVII, XXXVIII, XLI, XLII, XLIII, XLIV, XLV, XLVIII, LI, LII, LVIII, LX,LXVI, LXXI, XCIV, CII, CVIII, CXXVIII, CXXIX, CXXII, CXLI, CXLII, CCIV, CCX y CCXII. Le sigue Illescas:capítulos XIII, XVII, XVIII, CXXIX, CCX y CCXII. Jovio sólo es mencionado en los capítulos XIII,XVII, XVIII y CXXIX, siempre en compañía de los otros dos.

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Y volviendo a la plática, que me dijo el licenciado a quien hube prestado miborrador que para qué me alababa tanto de mis conquistas; a esto digo quehay cosas que no es bien de que los hombres se alaben a sí mismos [...] ytambién digo que los que que no lo saben, ni vieron, ni entendieron, ni sehallaron en ello, en especial cosas de guerras y batallas y tomas de ciuda-des, ¿cómo lo pueden loar y escribir, sino solamente los capitanes y sol-dados que se hallaron en tales guerras juntamente con nosotros? [...] Si yoquitase el honor a otros valerosos soldados que se hallaron en las mismasguerras y lo atribuyese a mi persona mal hecho sería y tendría razón de serreprendido. Mas si digo la verdad [...] y más la relación da testimonio deello, ¿por qué no lo diré? Y aun con letras de oro había de estar escrito.¿Quisieran que lo digan las nubes o los pájaros que en aquellos tiempos pa-saron por alto? Y, quísolo escribir Gómara, ni Illescas, ni Cortés cuando es-cribía a Su Majestad? [...]

Pero hay otro tipo de defensa más material y, desde luego, más im-portante textualmente porque es la causa real de la obra: la defensa dela recompensa debida a tan alta hazaña a quienes como Bernal han sidolos héroes de tamaña empresa. Es la fuente de la potente energía quefluye de la Historia verdadera. Pero Bernal se hace también cargo de suresponsabilidad histórica ante los hechos. En concreto pregunta: si nohablo yo del papel que tuvimos los soldados en tan grandes hazañas¿quién va hablar de ello? ¿Acaso las nubes o los pájaros que por allí pa-saron?

El interés por defender su “verdad” y de darle tintes épicos a la ha-zaña de la conquista sirve de vehículo, desde luego, a intereses más te-rrenales, más prácticos y también más mezquinos. Bernal plantea, enefecto, su escrito con esta simple lógica: “vean la grande hazaña queCortés y nosotros realizamos –no Cortés solo, como dicen los otros cro-nistas– y vean lo mal que hemos sido pagados, en especial yo que estu-ve en la empresa antes que ningún otro”. En concreto, la obra de Bernales, de principio a fin, una obra de defensa sistemática de sus interesesmediante la exposición de sus méritos; o al revés: una exposición minu-ciosa de sus hazañas, autopromoviéndose como el conquistador quetenía más méritos que nadie, pidiendo que se le recompensara en conse-cuencia. Así, al final, en el capítulo CCX, Bernal trae esta muy significa-

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la razón de su enfrentamiento con López de Gómara y ese es el sentidode la “verdad” que tanto preocupa a Bernal. El libro culmina, como he-mos visto, con el “repartimiento perpetuo”.

Esa es la “verdad” y ese el interés por defenderla que tiene la Histo-ria verdadera. Impresiona la frecuencia con que el vocablo “verdadera” ydemás términos con él emparentados aparecen a lo largo de toda laobra. Más aún, coincidimos con W. Mignolo en que “el vocablo verda-dera tiene más peso, en este caso, que el vocablo historia”.34 Ello, a sim-ple vista, convierte la obra de Bernal en un escrito apologético cuyo ob-jetivo principal es defender “la verdad”. El principal detractor de estaverdad es, a juicio del autor, Francisco López de Gómara.35 En efecto,como el mismo Bernal lo dice en el capítulo XVII y como aparece claro entoda la obra, la Historia verdadera es escrita para enmendar la plana a Ló-pez de Gómara (Historia general de las Indias, 1552), al doctor Illescas(Historia pontifical, 1564) y a Paulo Jovio (Elogios o vidas breves de los caba-lleros antiguos y modernos, 1568).36

La moralidad detentada por Bernal, como sucede a Las Casas, noacepta la malicia de quienes conociendo la verdad la falsean deliberada-mente. Las historias falsas, a las que se enfrenta tanto Bernal como LasCasas, le hacen desconfiar: la lógica de la Historia verdadera parece darpor supuesto que quienes no han presenciado, ni vivido un aconteci-miento, ni oído de él por los testigos presenciales, no tienen noticia “ver-dadera” de él. La Historia verdadera, entonces, tiene entre sus finesdefender esa “verdad” tanto contra quienes escriben sin haber tenidoacceso a ese tipo de verdad, como contra quienes, como Cortés, habién-dolo tenido, hablan empero a sabor de su paladar.

Esta parece la idea dominante en el texto. Así, al final del capítuloCCXII, con que concluye la obra según la edición de Remón, dice Bernal:

34 Op. cit., p. 82.35 En lo fundamental, coincidimos con el diagnóstico que hace Ramón Iglesia (op. cit.,

125-138) sobre la pretendida imparcialidad de Bernal.36 De los tres, es Gómara quien más le obsesiona. Es mencionado en los capítulos XIII,

XIV, XVII, XX, XXII, XXXIV, XXXVI, XXXVII, XXXVIII, XLI, XLII, XLIII, XLIV, XLV, XLVIII, LI, LII, LVIII, LX,LXVI, LXXI, XCIV, CII, CVIII, CXXVIII, CXXIX, CXXII, CXLI, CXLII, CCIV, CCX y CCXII. Le sigue Illescas:capítulos XIII, XVII, XVIII, CXXIX, CCX y CCXII. Jovio sólo es mencionado en los capítulos XIII,XVII, XVIII y CXXIX, siempre en compañía de los otros dos.

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Historia verdadera de la tradición caballeresca. Son muchos ya los críticosque han puesto de manifiesto el lenguaje caballeresco que campea en laobra bernaldiana. No son pocos los pasajes en que no sólo el arte narra-tivo de Bernal sino hasta el mismo ideal de los conquistadores se resuel-ve en términos de las novelas de caballería. Por ejemplo, en el contextode una charla, su amigo Antonio de Medina38 dice a Bernal con relaciónal viaje de Hernández de Córdoba: “bien sé que pasastes muchos traba-jos, y así es descubrir tierras nuevas para ganar honra. Su Majestad oslo gratificará [...] volved otra vez en la armada que hago, que yo man-daré al capitán Juan de Grijalva que os haga mucha honra”. “Ganarhonra”, “dar honra”, etcétera es el premio buscado también por quienesluchan en los libros de caballerías: la honra es la antesala de la recom-pensa. Así, por ejemplo, se expresa Amadís, aún en su calidad de Don-cel del Mar, luego que el rey Gandales al entregarle el anillo y la espadale hubo contado cómo fue encontrado: “me conviene más que ante ca-ballería, y ser tal que gane honra y prez”. Y cuando, por fin, encuentraa sus padres da gracias a Dios “porque así le había sacado de tantos pe-ligros para en la fin le dar tanta honra”.39

Bernal insiste, desde el primer capítulo, en que “justa cosa que estasnuestras tan ilustres se pongan entre las muy nombradas que han acae-cido”, se pondera por doquier la magnitud de la empresa realizada y lospeligros en que para llevarla a cabo se vieron los conquistadores y enconcreto Bernal; se encomia, en fin, la gloria y beneficios espirituales ymateriales que de ella se siguieron para España. Bernal, en fin, no tieneempacho en compararse con Julio César: “me hallé en más batallas queJulio César”, dice en el capítulo CCXII.

En resumidas cuentas, la Historia verdadera es, en primera instancia,una “historia” con tintes apologéticos que para cumplir con sus cometi-dos asume la responsabilidad de una “crónica” y los ropajes de “rela-ción”, en el sentido de relato, de epopeya cortesana en prosa y hasta denovela de caballería.

HERÓN P É R EZ MART ÍNEZ

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tiva recapitulación que, se puede decir sin ambages, es el hilo motor desu obra:

Y porque bastan los bienes que ya he propuesto que de nuestras heroicasconquistas han recrecido, quiero decir que miren las personas sabias y leí-das esta mi relación desde el principio hasta el cabo, y verán que ningunasescrituras que estén escritas en el mundo, ni en hechos hazañosos humanos,ha habido hombres que más reinos y señoríos hayan ganado como noso-tros, los verdaderos conquistadores, para nuestro rey y señor; y entre losfuertes conquistadores mis compañeros, puesto que los hubo muy esforza-dos, a mi me tenían en la cuenta de ellos, y el más antiguo de todos, y digootra vez que yo, yo y yo, dígolo tantas veces, que yo soy el más antiguo ylo he servido como muy buen soldado a su Majestad, y diré con tristeza demi corazón, porque me veo pobre y muy viejo y una hija para casar y los hi-jos varones ya grandes y con barbas y otros por criar, y no puedo ir a Cas-tilla ante su Majestad para representarle cosas cumplideras a su real servi-cio y también para que me haga mercedes, pues se me deben bien debidas

Bernal, pues, nunca oculta ni tiene mayor empacho en decir clara-mente que lo que busca con su historia es una recompensa a la altura dela hazaña realizada como soldado. No andaba, pues, muy errado eljuicio de Solís. Como dice muy bien Ramón Iglesia, “de contínuo se la-menta por su pobreza y desamparo, en desacuerdo con los datos docu-mentales que poseemos referentes a la última época de su vida, que escuando extrema las lamentaciones”.37

Sin embargo, el ropaje con que se envuelve a esta apología tienetambién elementos sacados de las epopeyas cortesanas nacidas como la

37 Op. cit., p. 129. En realidad los lamentos de Bernal son un estribillo en todos sus es-critos. Véase, por ejemplo, la carta que envía a fray Bartolomé de las Casas en donde dice:“estoy viejo y muy cargado de hijos, é de nietos, é de muger moza, é muy alcanzado portener probe tasación”. Lo mismo dice al emperador Carlos V en carta fechada en Santia-go de Guatemala el 22 de febrero de 1552 y lo mismo dice reiteradamente en su Historiaverdadera. Véase, simplemente, las quejas en que abunda el capítulo CCX, a punto de con-cluir su libro. Por ejemplo: “estamos muy viejos y dolientes de enfermedades, y lo peorde todo muy pobres y cargados de hijos e hijas por casar, y nietos, y con poca renta, y asípasamos nuestras vidas con trabajos y miserias”.

38 Cap. VII.39 Véase Garci Rodríguez de Montalvo, Amadís de Gaula, Edición de R. Tenreiro, Mé-

xico, Ed. Origen/Ed. OMGSA/Proyectos editoriales, 1984, pp. 16 y 33.

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Historia verdadera de la tradición caballeresca. Son muchos ya los críticosque han puesto de manifiesto el lenguaje caballeresco que campea en laobra bernaldiana. No son pocos los pasajes en que no sólo el arte narra-tivo de Bernal sino hasta el mismo ideal de los conquistadores se resuel-ve en términos de las novelas de caballería. Por ejemplo, en el contextode una charla, su amigo Antonio de Medina38 dice a Bernal con relaciónal viaje de Hernández de Córdoba: “bien sé que pasastes muchos traba-jos, y así es descubrir tierras nuevas para ganar honra. Su Majestad oslo gratificará [...] volved otra vez en la armada que hago, que yo man-daré al capitán Juan de Grijalva que os haga mucha honra”. “Ganarhonra”, “dar honra”, etcétera es el premio buscado también por quienesluchan en los libros de caballerías: la honra es la antesala de la recom-pensa. Así, por ejemplo, se expresa Amadís, aún en su calidad de Don-cel del Mar, luego que el rey Gandales al entregarle el anillo y la espadale hubo contado cómo fue encontrado: “me conviene más que ante ca-ballería, y ser tal que gane honra y prez”. Y cuando, por fin, encuentraa sus padres da gracias a Dios “porque así le había sacado de tantos pe-ligros para en la fin le dar tanta honra”.39

Bernal insiste, desde el primer capítulo, en que “justa cosa que estasnuestras tan ilustres se pongan entre las muy nombradas que han acae-cido”, se pondera por doquier la magnitud de la empresa realizada y lospeligros en que para llevarla a cabo se vieron los conquistadores y enconcreto Bernal; se encomia, en fin, la gloria y beneficios espirituales ymateriales que de ella se siguieron para España. Bernal, en fin, no tieneempacho en compararse con Julio César: “me hallé en más batallas queJulio César”, dice en el capítulo CCXII.

En resumidas cuentas, la Historia verdadera es, en primera instancia,una “historia” con tintes apologéticos que para cumplir con sus cometi-dos asume la responsabilidad de una “crónica” y los ropajes de “rela-ción”, en el sentido de relato, de epopeya cortesana en prosa y hasta denovela de caballería.

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tiva recapitulación que, se puede decir sin ambages, es el hilo motor desu obra:

Y porque bastan los bienes que ya he propuesto que de nuestras heroicasconquistas han recrecido, quiero decir que miren las personas sabias y leí-das esta mi relación desde el principio hasta el cabo, y verán que ningunasescrituras que estén escritas en el mundo, ni en hechos hazañosos humanos,ha habido hombres que más reinos y señoríos hayan ganado como noso-tros, los verdaderos conquistadores, para nuestro rey y señor; y entre losfuertes conquistadores mis compañeros, puesto que los hubo muy esforza-dos, a mi me tenían en la cuenta de ellos, y el más antiguo de todos, y digootra vez que yo, yo y yo, dígolo tantas veces, que yo soy el más antiguo ylo he servido como muy buen soldado a su Majestad, y diré con tristeza demi corazón, porque me veo pobre y muy viejo y una hija para casar y los hi-jos varones ya grandes y con barbas y otros por criar, y no puedo ir a Cas-tilla ante su Majestad para representarle cosas cumplideras a su real servi-cio y también para que me haga mercedes, pues se me deben bien debidas

Bernal, pues, nunca oculta ni tiene mayor empacho en decir clara-mente que lo que busca con su historia es una recompensa a la altura dela hazaña realizada como soldado. No andaba, pues, muy errado eljuicio de Solís. Como dice muy bien Ramón Iglesia, “de contínuo se la-menta por su pobreza y desamparo, en desacuerdo con los datos docu-mentales que poseemos referentes a la última época de su vida, que escuando extrema las lamentaciones”.37

Sin embargo, el ropaje con que se envuelve a esta apología tienetambién elementos sacados de las epopeyas cortesanas nacidas como la

37 Op. cit., p. 129. En realidad los lamentos de Bernal son un estribillo en todos sus es-critos. Véase, por ejemplo, la carta que envía a fray Bartolomé de las Casas en donde dice:“estoy viejo y muy cargado de hijos, é de nietos, é de muger moza, é muy alcanzado portener probe tasación”. Lo mismo dice al emperador Carlos V en carta fechada en Santia-go de Guatemala el 22 de febrero de 1552 y lo mismo dice reiteradamente en su Historiaverdadera. Véase, simplemente, las quejas en que abunda el capítulo CCX, a punto de con-cluir su libro. Por ejemplo: “estamos muy viejos y dolientes de enfermedades, y lo peorde todo muy pobres y cargados de hijos e hijas por casar, y nietos, y con poca renta, y asípasamos nuestras vidas con trabajos y miserias”.

38 Cap. VII.39 Véase Garci Rodríguez de Montalvo, Amadís de Gaula, Edición de R. Tenreiro, Mé-

xico, Ed. Origen/Ed. OMGSA/Proyectos editoriales, 1984, pp. 16 y 33.

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le agrega al nombre de López de Gómara los de Illescas y a Jobio: vistasambas tradiciones, hay claros indicios a lo largo del texto bernaldianode que la fórmula “Gómara, Illescas y Jobio” es tardía y forma parte delas incrustaciones con que fue modificada la versión de 1575, ya porBernal viejo y casi ciego, ya por su amanuense, probablemente su hijoFrancisco.42

Hay aquí, pues, una situación muy importante con respecto al tipotextual: en el proceso de pasar en limpio su viejo “memorial de las gue-rras” agregándole o enmendando en él todo lo que sus coetáneos le pi-den, Bernal entra en contacto con el universo textual de las crónicas ycon sus autores los “cronistas” a quienes asume como modelos en esafase. Además de las ya mencionadas, hay que llamar la atención sobreotras curiosas diferencias que este célebre capítulo XVIII ofrece al lectorentre la más tardía versión guatemalteca y la versión remoniana, mástemprana: mientras que en la versión Guatemala Bernal llama a su es-crito, antes de 1568, “esta mi coronica” y se refiere a López de Gómara,Illescas y Jovio como “coronistas”, en la versión de Remón, enviada aEspaña en 1575, Bernal llama a su escrito “esta relación” y a la obra deLópez de Gómara la denomina “historia”. Pese a ser una versión másreciente, el texto guatemalteco conserva denominaciones más antiguas.De hecho, estos son los tres tipos textuales que rondaron la cabeza deBernal cuando abandona los modelos administrativos de las probanzasde méritos y los memoriales: crónica, relación, historia fueron moldessiempre presentes en el acto de escribir de Bernal.

En efecto, según el manuscrito de Guatemala, López de Gómaraatraviesa, de principio a fin, la Historia verdadera. La fórmula “Gómara,Illescas y Jobio”, en cambio, aparece sólo en los capítulos XIII y XVIII. Enel capítulo XVII, por ejemplo, aparecen los tres personajes en el mismo

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LOS MODELOS DE BERNAL

La Historia verdadera es un texto forjado al fragor de una serie de textoshermanos de entre la producción generada por la conquista y coloniza-ción de estas tierras. Digamos, para efectos de nuestro asunto, que Ber-nal mientras escribía, redactaba, pasaba en limpio o corregía su escrito,fue tomando modelos alternativos. Así, su primitivo “memorial” tomóinicialmente como su modelo textual a la “crónica” y se propuso con-vertirlo en eso, una “crónica”, lo atestigua el célebre capítulo 18 en don-de, según la versión de Guatemala, se refiere a él con ese nombre: “es-tando escribiendo en esta mi coronica”.40 Como ya hemos señalado,quedará claro, por los testimonios que aquí aportamos, que el nombrede “crónica” está ligado a la tradición guatemalteca del texto: así gusta-ban en llamarlo los familiares de Bernal.

En eso estaba, en efecto, cuando cayó en sus manos por casualidadla Historia general de las Indias de López de Gómara.41 El ingreso de Ló-pez de Gómara en la redacción de la Historia verdadera fue determinantepara ella: funciona para Bernal como una fuerte motivación redaccional,en la medida en que se propone contar lo que realmente pasó frente a loque considera “mentiras” de Gómara; y, por esa razón y ese mecanismo,su “memorial de las guerras” toma la forma y pretensiones de un librode “historia”. Son curiosas e importantes las diferencias en el capítuloXVIII entre la tradición remoniana y la guatemalteca: en tanto que la ver-sión remoniana sólo habla de López de Gómara, el texto de Guatemala

40 Nótese que la versión remoniana dice “estando escribiendo esta relación”.41 El texto más antiguo parece mencionar sólo la historia de López de Gómara. Co-

rrecciones más tardías, sin embargo, incluyeron también a Jobio e Illescas. Los tres repre-sentan una versión de la conquista de México basada en las Cartas de relación de Cortés.Las enmiendas de Bernal viejo y su familia, su hijo Francisco probablemente, sostienenla tesis de que la conquista no la hizo Cortés, sino un puñado de soldados capitaneadospor él. Bien se sabe que la Historia pontifical de Gonzalo de Illescas fue publicada en Due-ñas en 1565 y los Elogios de Paulo Jobio, publicada originalmente en latín, no apareció enespañol sino en la edición de Granada en 1568. Demasiado tarde. Esto contradiría, ade-más, el dato ya recabado de que en 1568 estaba terminando Bernal de pasarla en limpio.Hay una posible solución: la inclusión, en el capítulo XVIII, de Jobio e Illescas al lado deGómara es tardía.

42 Este capítulo ha sido la cruz de quienes han pretendido fijar a partir de él las fechasen que se escribió la Historia verdadera. Véase lo que al respecto dicen don Genaro García(op. cit., p. XLV) y Ramón Iglesia (op. cit. p. 140ss). En el manuscrito de Guatemala hay unamención de estos mismos escritores en los capítulos XIII (Remón, en cambio, menciona aLópez de Gómara y a Gonzalo Fernández de Oviedo). Y en el cap. XIV sólo se mencionaa Gómara. Sáenz de Santamaría (op. cit. p. XIX) comenta al respecto: “la Historia de Gó-mara aparece en Zaragoza en 1552, sale de nuevo en Medina en 1553 y es retirada de lacirculación en 1554”. En este paréntesis llegaría a manos de Bernal.

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le agrega al nombre de López de Gómara los de Illescas y a Jobio: vistasambas tradiciones, hay claros indicios a lo largo del texto bernaldianode que la fórmula “Gómara, Illescas y Jobio” es tardía y forma parte delas incrustaciones con que fue modificada la versión de 1575, ya porBernal viejo y casi ciego, ya por su amanuense, probablemente su hijoFrancisco.42

Hay aquí, pues, una situación muy importante con respecto al tipotextual: en el proceso de pasar en limpio su viejo “memorial de las gue-rras” agregándole o enmendando en él todo lo que sus coetáneos le pi-den, Bernal entra en contacto con el universo textual de las crónicas ycon sus autores los “cronistas” a quienes asume como modelos en esafase. Además de las ya mencionadas, hay que llamar la atención sobreotras curiosas diferencias que este célebre capítulo XVIII ofrece al lectorentre la más tardía versión guatemalteca y la versión remoniana, mástemprana: mientras que en la versión Guatemala Bernal llama a su es-crito, antes de 1568, “esta mi coronica” y se refiere a López de Gómara,Illescas y Jovio como “coronistas”, en la versión de Remón, enviada aEspaña en 1575, Bernal llama a su escrito “esta relación” y a la obra deLópez de Gómara la denomina “historia”. Pese a ser una versión másreciente, el texto guatemalteco conserva denominaciones más antiguas.De hecho, estos son los tres tipos textuales que rondaron la cabeza deBernal cuando abandona los modelos administrativos de las probanzasde méritos y los memoriales: crónica, relación, historia fueron moldessiempre presentes en el acto de escribir de Bernal.

En efecto, según el manuscrito de Guatemala, López de Gómaraatraviesa, de principio a fin, la Historia verdadera. La fórmula “Gómara,Illescas y Jobio”, en cambio, aparece sólo en los capítulos XIII y XVIII. Enel capítulo XVII, por ejemplo, aparecen los tres personajes en el mismo

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LOS MODELOS DE BERNAL

La Historia verdadera es un texto forjado al fragor de una serie de textoshermanos de entre la producción generada por la conquista y coloniza-ción de estas tierras. Digamos, para efectos de nuestro asunto, que Ber-nal mientras escribía, redactaba, pasaba en limpio o corregía su escrito,fue tomando modelos alternativos. Así, su primitivo “memorial” tomóinicialmente como su modelo textual a la “crónica” y se propuso con-vertirlo en eso, una “crónica”, lo atestigua el célebre capítulo 18 en don-de, según la versión de Guatemala, se refiere a él con ese nombre: “es-tando escribiendo en esta mi coronica”.40 Como ya hemos señalado,quedará claro, por los testimonios que aquí aportamos, que el nombrede “crónica” está ligado a la tradición guatemalteca del texto: así gusta-ban en llamarlo los familiares de Bernal.

En eso estaba, en efecto, cuando cayó en sus manos por casualidadla Historia general de las Indias de López de Gómara.41 El ingreso de Ló-pez de Gómara en la redacción de la Historia verdadera fue determinantepara ella: funciona para Bernal como una fuerte motivación redaccional,en la medida en que se propone contar lo que realmente pasó frente a loque considera “mentiras” de Gómara; y, por esa razón y ese mecanismo,su “memorial de las guerras” toma la forma y pretensiones de un librode “historia”. Son curiosas e importantes las diferencias en el capítuloXVIII entre la tradición remoniana y la guatemalteca: en tanto que la ver-sión remoniana sólo habla de López de Gómara, el texto de Guatemala

40 Nótese que la versión remoniana dice “estando escribiendo esta relación”.41 El texto más antiguo parece mencionar sólo la historia de López de Gómara. Co-

rrecciones más tardías, sin embargo, incluyeron también a Jobio e Illescas. Los tres repre-sentan una versión de la conquista de México basada en las Cartas de relación de Cortés.Las enmiendas de Bernal viejo y su familia, su hijo Francisco probablemente, sostienenla tesis de que la conquista no la hizo Cortés, sino un puñado de soldados capitaneadospor él. Bien se sabe que la Historia pontifical de Gonzalo de Illescas fue publicada en Due-ñas en 1565 y los Elogios de Paulo Jobio, publicada originalmente en latín, no apareció enespañol sino en la edición de Granada en 1568. Demasiado tarde. Esto contradiría, ade-más, el dato ya recabado de que en 1568 estaba terminando Bernal de pasarla en limpio.Hay una posible solución: la inclusión, en el capítulo XVIII, de Jobio e Illescas al lado deGómara es tardía.

42 Este capítulo ha sido la cruz de quienes han pretendido fijar a partir de él las fechasen que se escribió la Historia verdadera. Véase lo que al respecto dicen don Genaro García(op. cit., p. XLV) y Ramón Iglesia (op. cit. p. 140ss). En el manuscrito de Guatemala hay unamención de estos mismos escritores en los capítulos XIII (Remón, en cambio, menciona aLópez de Gómara y a Gonzalo Fernández de Oviedo). Y en el cap. XIV sólo se mencionaa Gómara. Sáenz de Santamaría (op. cit. p. XIX) comenta al respecto: “la Historia de Gó-mara aparece en Zaragoza en 1552, sale de nuevo en Medina en 1553 y es retirada de lacirculación en 1554”. En este paréntesis llegaría a manos de Bernal.

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diremos que Bernal tiene en 1568 dos ejemplares de su texto uno de loscuales actúa como “borrador”46 y el otro hace las veces de “copia en lim-pio”. Sin embargo, hoy por desgracia no se conoce ninguno de los dos,ni en el estado actual de la crítica textual bernaldiana hay una idea acep-table sobre la naturaleza de ese proceso. Sin embargo, los testimoniosque nos han quedado nos muestran una versión totalmente influida porla obra de López de Gómara, la tradición madrileña de Remón; y unaversión guatemalteca despreocupada de asuntos de género y totalmenteocupada en dejar a Bernal como un gran conquistador al parejo de JulioCésar y de Cortés. A este respecto, sólo es posible aventurar algunas hi-pótesis. No más. El texto enviado a España el 15 de marzo de 1575, alconsejo de Indias, por don Pedro de Villalobos presidente de la audien-cia de Guatemala y del que Remón saca su versión, lleva muchas tacha-duras y correcciones. “Va en muchas partes testado”, advierte Bernal enel prologuillo improvisado que se vio obligado a escribir cuando se lepresentó por fin la oportunidad de enviar su texto a España para ser pu-blicado.

Desde luego, a esas alturas, ya había quedado atrás la escritura ad-ministrativa y el texto tenía para entonces otras pretensiones: el texto seva deslizando, ya en el nivel de las crónicas, relaciones e historias, de unmenos a un más que parece ser la “historia de buen estilo” de López deGómara. En el capítulo CCXII de la versión remoniana dice, en efecto,que la hazaña de la conquista no es inferior a las cosas que cuenta JulioCésar y que él, Bernal, escribe “para que digan en los tiempos venide-ros: ésto hizo Bernal Díaz del Castillo, para que sus hijos y descendien-tes gocen las loas de sus heroicos hechos, como agora vemos las famas

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orden pero de esta manera: “Francisco López de Gómara y las del doc-tor Illescas y las de Jovio”. Gómara aparece con Illescas en el capítuloCCX, tres veces en el borrador del capítulo CCXII y una vez en el texto de-finitivo de ese mismo capítulo. Illescas y Jobio, en cambio, aparecen jun-tos sin Gómara en el capítulo CXXIX.

De acuerdo con el análisis caligráfico del manuscrito,43 la escriturade los veintiún primeros capítulos –que es la misma que la del capítuloCCXII– es, a decir de Sáenz de Santamaría, “probablemente la más mo-derna del manuscrito”44 y no puede ser atribuida a Bernal. Del CXV enadelante “los folios de Guatemala han sido renovados y presentan laortografía A1”.45 Finalmente, en los tres casos en que en el manuscritode Guatemala aparecen juntos Gómara, Illescas y Jovio, la edición deRemón omite a Illescas y a Jovio. En el capítulo XVII, en cambio, en vezde ellos aparece “Gonzalo Hernández de Oviedo”. En conclusión, la in-corporación de Illescas y Jobio al lado de Gómara es, al menos, poste-rior a 1568 y, más probablemente, es posterior a 1575. Probablemente sederivó de una nueva trascripción que se hizo del manuscrito, ya muer-to Bernal, bajo la supervisión de su hijo Francisco. Con ocasión de ella,tuvo lugar el remozamiento de la sección A1. El trío Gómara, Illescas yJovio no aparece junto en Remón. Se puede concluir, sin problemas, queel dato de que Bernal terminó de sacar su sacar su copia en limpio hacia1568 es exacto.

LAS COPIAS Y EL BORRADOR

Aquí se presenta el problema de las dos copias y el “borrador” tan im-portante en las historia del texto bernaldiano. Sin entrar en más detalles,

43 Véase Sáenz de Santamaría, op. cit. pp. XIV-XV.44 Sáenz de Santamaría, op. cit., p. XXVI.45 Ibid. La escritura que designa Sáenz Santamaría como A1 incluye los folios 1-17, 98-

101, 115-117, 266-267, 268-288, 298 y 299. Según este investigador “la sección A1 pudierahaber sido caligrafiada por el escribano Juan Ruiz Centeno, algunas de cuyas actas nota-riales que llevan fecha de 1596 parecen de la misma mano que la sobre dicha sección” (op.cit., p. XVI)

46 Hay, en el problemático capítulo CCXII, un pasaje en que el mismo Bernal habla deun “borrador”. Como se sabe, en el manuscrito de Guatemala este capítulo tiene dos ver-siones una de las cuales, tachada en el manuscrito, ha corrido mundo con el rótulo de“borrador”. En ella, precisamente, hay el siguiente texto: “como acabé de sacar en limpioesta mi relación, me rogaron dos licenciados que se las prestase por dos días [...] y yo lespresté un borrador”. En la principal del mismo capítulo, la otra versión, también se re-fiere a un texto de la Historia verdadera llamándolo “mi borrador”. Sin embargo, no sabe-mos a qué “borrador” se refiere. Estamos en 1568 y Bernal debió tener aún el “borrador”del cual había estado sacando en limpio su texto.

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diremos que Bernal tiene en 1568 dos ejemplares de su texto uno de loscuales actúa como “borrador”46 y el otro hace las veces de “copia en lim-pio”. Sin embargo, hoy por desgracia no se conoce ninguno de los dos,ni en el estado actual de la crítica textual bernaldiana hay una idea acep-table sobre la naturaleza de ese proceso. Sin embargo, los testimoniosque nos han quedado nos muestran una versión totalmente influida porla obra de López de Gómara, la tradición madrileña de Remón; y unaversión guatemalteca despreocupada de asuntos de género y totalmenteocupada en dejar a Bernal como un gran conquistador al parejo de JulioCésar y de Cortés. A este respecto, sólo es posible aventurar algunas hi-pótesis. No más. El texto enviado a España el 15 de marzo de 1575, alconsejo de Indias, por don Pedro de Villalobos presidente de la audien-cia de Guatemala y del que Remón saca su versión, lleva muchas tacha-duras y correcciones. “Va en muchas partes testado”, advierte Bernal enel prologuillo improvisado que se vio obligado a escribir cuando se lepresentó por fin la oportunidad de enviar su texto a España para ser pu-blicado.

Desde luego, a esas alturas, ya había quedado atrás la escritura ad-ministrativa y el texto tenía para entonces otras pretensiones: el texto seva deslizando, ya en el nivel de las crónicas, relaciones e historias, de unmenos a un más que parece ser la “historia de buen estilo” de López deGómara. En el capítulo CCXII de la versión remoniana dice, en efecto,que la hazaña de la conquista no es inferior a las cosas que cuenta JulioCésar y que él, Bernal, escribe “para que digan en los tiempos venide-ros: ésto hizo Bernal Díaz del Castillo, para que sus hijos y descendien-tes gocen las loas de sus heroicos hechos, como agora vemos las famas

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orden pero de esta manera: “Francisco López de Gómara y las del doc-tor Illescas y las de Jovio”. Gómara aparece con Illescas en el capítuloCCX, tres veces en el borrador del capítulo CCXII y una vez en el texto de-finitivo de ese mismo capítulo. Illescas y Jobio, en cambio, aparecen jun-tos sin Gómara en el capítulo CXXIX.

De acuerdo con el análisis caligráfico del manuscrito,43 la escriturade los veintiún primeros capítulos –que es la misma que la del capítuloCCXII– es, a decir de Sáenz de Santamaría, “probablemente la más mo-derna del manuscrito”44 y no puede ser atribuida a Bernal. Del CXV enadelante “los folios de Guatemala han sido renovados y presentan laortografía A1”.45 Finalmente, en los tres casos en que en el manuscritode Guatemala aparecen juntos Gómara, Illescas y Jovio, la edición deRemón omite a Illescas y a Jovio. En el capítulo XVII, en cambio, en vezde ellos aparece “Gonzalo Hernández de Oviedo”. En conclusión, la in-corporación de Illescas y Jobio al lado de Gómara es, al menos, poste-rior a 1568 y, más probablemente, es posterior a 1575. Probablemente sederivó de una nueva trascripción que se hizo del manuscrito, ya muer-to Bernal, bajo la supervisión de su hijo Francisco. Con ocasión de ella,tuvo lugar el remozamiento de la sección A1. El trío Gómara, Illescas yJovio no aparece junto en Remón. Se puede concluir, sin problemas, queel dato de que Bernal terminó de sacar su sacar su copia en limpio hacia1568 es exacto.

LAS COPIAS Y EL BORRADOR

Aquí se presenta el problema de las dos copias y el “borrador” tan im-portante en las historia del texto bernaldiano. Sin entrar en más detalles,

43 Véase Sáenz de Santamaría, op. cit. pp. XIV-XV.44 Sáenz de Santamaría, op. cit., p. XXVI.45 Ibid. La escritura que designa Sáenz Santamaría como A1 incluye los folios 1-17, 98-

101, 115-117, 266-267, 268-288, 298 y 299. Según este investigador “la sección A1 pudierahaber sido caligrafiada por el escribano Juan Ruiz Centeno, algunas de cuyas actas nota-riales que llevan fecha de 1596 parecen de la misma mano que la sobre dicha sección” (op.cit., p. XVI)

46 Hay, en el problemático capítulo CCXII, un pasaje en que el mismo Bernal habla deun “borrador”. Como se sabe, en el manuscrito de Guatemala este capítulo tiene dos ver-siones una de las cuales, tachada en el manuscrito, ha corrido mundo con el rótulo de“borrador”. En ella, precisamente, hay el siguiente texto: “como acabé de sacar en limpioesta mi relación, me rogaron dos licenciados que se las prestase por dos días [...] y yo lespresté un borrador”. En la principal del mismo capítulo, la otra versión, también se re-fiere a un texto de la Historia verdadera llamándolo “mi borrador”. Sin embargo, no sabe-mos a qué “borrador” se refiere. Estamos en 1568 y Bernal debió tener aún el “borrador”del cual había estado sacando en limpio su texto.

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Por consiguiente, si la estructura y conformación del texto ha adqui-rido ya las pretensiones de un libro de historia, las correcciones induci-das en el por los familiares de Bernal seguían tratando de conseguir pre-bendas. Es decir: continuaban teniendo los mismos fines que el escritooriginal. De cualquier manera, dentro de esta tradición existe la convic-ción de que hay una versión genuina, la guatemalteca, y una versión fal-sificada, la española, a causa de las llamadas “interpolaciones merceda-rias” como se conocen a una serie de interpolaciones que sufre el textobernaldiano, probablemente de manos de un fraile mercedario, parazanjar a favor de esa orden un pleito sobre primacías de religiosos enGuatemala. En todo este punto de vista, el texto de Bernal se asumecomo un documento que recoge los hechos apegados a la verdad ymuestra lo que realmente sucedió. En otras palabras, las correccionesdel ejemplar que se quedó en Guatemala y que fundamentalmente coin-cide con el manuscrito que lleva ese nombre regresan, a la postre, al tipotextual de origen: la Historia verdadera, más que historia u otra cosa deíndole literaria, es un documento que prueba los méritos de Bernal Díazdel Castillo y sus descendientes.

La historia del texto, por lo que hace al manuscrito remitido a Espa-ña en 1575 queda, al parecer cerrada en el entendido de que ese textopadeció dos tipos de alteraciones: las de Remón, mientras preparaba lapublicación del escrito; y las falsificaciones que Sáenz de Santamaríallama “la gran interpolación mercedaria”.49 El género textual de este es-crito es propuesto por el propio Bernal en el prólogo apresurado queescribió al mandar el manuscrito: se trata de una “muy verdadera y cla-ra historia” estructurada sobre el fantasma de López de Gómara. El otro

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y blasones que hay en tiempos pasados de heroicos capitanes, y aún demuchos caballeros y señores de vasallos”.47

Los testigos externos parecen sugerir que luego de toda la labor re-daccional y de corrección de Bernal él guardó un ejemplar sobre el cualsiguió escribiendo, probablemente por medio de un amanuense, comopromete en el prólogo del manuscrito remoniano, y corrigiéndolo paraadaptarlo de nueva cuenta al propósito primitivo de la probanza de mé-ritos y de que conforme a los servicios prestados por Bernal a la Coronasea recompensado él y su familia: la tradición guatemalteca no perdiónunca de vista lo importante de la empresa. A saber: que se le hicierajusticia a la familia. De allí que la historia del “borrador” u “original”,como aparece llamado en la tradición guatemalteca, sea la historia, almismo tiempo, de las operaciones, para un cambio de género, sufridaspor ese ejemplar que hoy habría que identificar tanto con el manuscritoGuatemala como con el llamado Manuscrito Alegría.48

47 Cfr. Sáenz de Santamaría, op. cit., p. XIX, nota 8. Ese manuscrito es hoy conocido porla crítica como el “manuscrito Remón” para distinguirlo de la edición de 1632.

48 Se llama así a la tercera versión de la Historia verdadera que apareció en público aprincipios de la década de los treinta del siglo XX. También se le conoce como códice deMurcia. Lo de Manuscrito Alegría le fue puesto en honor de don José Alegría, su dueño.Aunque tiene importantes parentescos con el texto remoniano pues, como la versión delmercedario, carece también él de los capítulos CCXIII y CCXIV; tiene parecidos más signifi-cativos con el texto guatemalteco; sin embargo, también contiene tales variantes propiasque ha llegado a ser tenido, en el estado actual de cosas, como un testigo independientede los otros dos. Sin embargo, son muchas más sus cercanías al texto guatemalteco: el có-dice de Murcia llena los espacios en blanco de este testigo. Comparado con él, empero,el códice de Murcia parece redaccionalmente mejor cuidado. Sus diferencias parecenreducirse, en gran medida, a corregir ciertos vulgarismos redaccionales del texto guate-malteco. Entre las variantes únicas que recoge, puedo citar, a guisa de ejemplo, aqueltexto del capítulo CLIII, omitido por los otros dos testigos, que dice: “de manera que demás de veinticuatro mil amigos que traíamos, no quedaron en todos tres reales sino obrade docientos amigos, que todos se nos fueron a sus pueblos”. Y entre sus preferencias re-daccionales se puede decir que corrige, en pos de una versión culta, las formulacionesvulgares de la versión guatemalteca. Entre ellas, se pueden mencionar, a guisa de ejem-plos, las siguientes: prefiere el culto “de” en vez de los vulgares contractos “al” y “del”antes de apellidos. Así, dice “de Cortés” en vez de decir “del Cortés” como dice el Gua-temala; igualmente dice “de Narváez” en vez de decir “del Narváez”. Prefiere decir “losde a caballo”, en vez del vulgar “los de caballo”; escoge la expresión culta y legalizante

“mandado de su rey” en vez de la más militar y concreta, “mando de su rey”. El texto deMurcia, además, corrige sistemáticamente una de las características del español de Ber-nal. En efecto, Bernal muestra una marcada y desde hace tiempo reconocida tendencia aromper la tradicional correspondencia de tiempos, el códice de Murcia tiende, por el con-trario, a restaurar la consecutio temporum. Como muestra, baste la siguiente: mientras elmanuscrito de Guatemala dice “y ansí como le besaban las manos se fueron cada uno asu posada”, el documento de Murcia enmienda: “y ansi como le besaron las manos sefueron cada uno a su posada”. El texto de Murcia, finalmente, elimina algunas de las con-junciones que tanto proliferan en los escritos de Bernal.

49 Para detalles, véase Sáenz de Santamaría, op. cit., pp. XXIIss.

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Por consiguiente, si la estructura y conformación del texto ha adqui-rido ya las pretensiones de un libro de historia, las correcciones induci-das en el por los familiares de Bernal seguían tratando de conseguir pre-bendas. Es decir: continuaban teniendo los mismos fines que el escritooriginal. De cualquier manera, dentro de esta tradición existe la convic-ción de que hay una versión genuina, la guatemalteca, y una versión fal-sificada, la española, a causa de las llamadas “interpolaciones merceda-rias” como se conocen a una serie de interpolaciones que sufre el textobernaldiano, probablemente de manos de un fraile mercedario, parazanjar a favor de esa orden un pleito sobre primacías de religiosos enGuatemala. En todo este punto de vista, el texto de Bernal se asumecomo un documento que recoge los hechos apegados a la verdad ymuestra lo que realmente sucedió. En otras palabras, las correccionesdel ejemplar que se quedó en Guatemala y que fundamentalmente coin-cide con el manuscrito que lleva ese nombre regresan, a la postre, al tipotextual de origen: la Historia verdadera, más que historia u otra cosa deíndole literaria, es un documento que prueba los méritos de Bernal Díazdel Castillo y sus descendientes.

La historia del texto, por lo que hace al manuscrito remitido a Espa-ña en 1575 queda, al parecer cerrada en el entendido de que ese textopadeció dos tipos de alteraciones: las de Remón, mientras preparaba lapublicación del escrito; y las falsificaciones que Sáenz de Santamaríallama “la gran interpolación mercedaria”.49 El género textual de este es-crito es propuesto por el propio Bernal en el prólogo apresurado queescribió al mandar el manuscrito: se trata de una “muy verdadera y cla-ra historia” estructurada sobre el fantasma de López de Gómara. El otro

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y blasones que hay en tiempos pasados de heroicos capitanes, y aún demuchos caballeros y señores de vasallos”.47

Los testigos externos parecen sugerir que luego de toda la labor re-daccional y de corrección de Bernal él guardó un ejemplar sobre el cualsiguió escribiendo, probablemente por medio de un amanuense, comopromete en el prólogo del manuscrito remoniano, y corrigiéndolo paraadaptarlo de nueva cuenta al propósito primitivo de la probanza de mé-ritos y de que conforme a los servicios prestados por Bernal a la Coronasea recompensado él y su familia: la tradición guatemalteca no perdiónunca de vista lo importante de la empresa. A saber: que se le hicierajusticia a la familia. De allí que la historia del “borrador” u “original”,como aparece llamado en la tradición guatemalteca, sea la historia, almismo tiempo, de las operaciones, para un cambio de género, sufridaspor ese ejemplar que hoy habría que identificar tanto con el manuscritoGuatemala como con el llamado Manuscrito Alegría.48

47 Cfr. Sáenz de Santamaría, op. cit., p. XIX, nota 8. Ese manuscrito es hoy conocido porla crítica como el “manuscrito Remón” para distinguirlo de la edición de 1632.

48 Se llama así a la tercera versión de la Historia verdadera que apareció en público aprincipios de la década de los treinta del siglo XX. También se le conoce como códice deMurcia. Lo de Manuscrito Alegría le fue puesto en honor de don José Alegría, su dueño.Aunque tiene importantes parentescos con el texto remoniano pues, como la versión delmercedario, carece también él de los capítulos CCXIII y CCXIV; tiene parecidos más signifi-cativos con el texto guatemalteco; sin embargo, también contiene tales variantes propiasque ha llegado a ser tenido, en el estado actual de cosas, como un testigo independientede los otros dos. Sin embargo, son muchas más sus cercanías al texto guatemalteco: el có-dice de Murcia llena los espacios en blanco de este testigo. Comparado con él, empero,el códice de Murcia parece redaccionalmente mejor cuidado. Sus diferencias parecenreducirse, en gran medida, a corregir ciertos vulgarismos redaccionales del texto guate-malteco. Entre las variantes únicas que recoge, puedo citar, a guisa de ejemplo, aqueltexto del capítulo CLIII, omitido por los otros dos testigos, que dice: “de manera que demás de veinticuatro mil amigos que traíamos, no quedaron en todos tres reales sino obrade docientos amigos, que todos se nos fueron a sus pueblos”. Y entre sus preferencias re-daccionales se puede decir que corrige, en pos de una versión culta, las formulacionesvulgares de la versión guatemalteca. Entre ellas, se pueden mencionar, a guisa de ejem-plos, las siguientes: prefiere el culto “de” en vez de los vulgares contractos “al” y “del”antes de apellidos. Así, dice “de Cortés” en vez de decir “del Cortés” como dice el Gua-temala; igualmente dice “de Narváez” en vez de decir “del Narváez”. Prefiere decir “losde a caballo”, en vez del vulgar “los de caballo”; escoge la expresión culta y legalizante

“mandado de su rey” en vez de la más militar y concreta, “mando de su rey”. El texto deMurcia, además, corrige sistemáticamente una de las características del español de Ber-nal. En efecto, Bernal muestra una marcada y desde hace tiempo reconocida tendencia aromper la tradicional correspondencia de tiempos, el códice de Murcia tiende, por el con-trario, a restaurar la consecutio temporum. Como muestra, baste la siguiente: mientras elmanuscrito de Guatemala dice “y ansí como le besaban las manos se fueron cada uno asu posada”, el documento de Murcia enmienda: “y ansi como le besaron las manos sefueron cada uno a su posada”. El texto de Murcia, finalmente, elimina algunas de las con-junciones que tanto proliferan en los escritos de Bernal.

49 Para detalles, véase Sáenz de Santamaría, op. cit., pp. XXIIss.

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a tipos textuales diferentes y, por otra, que algunos elementos parecenatravesar todas esas redacciones como la pretensión de que ese escritosea un documento probatorio de los merecimientos de Bernal Díaz delCastillo y su familia, a una altura análoga a la de Hernán Cortés. Unade esas redacciones habría sido el “borrador” manuscrito de Bernal quela tradición guatemalteca externa identifica con el manuscrito de Gua-temala. Este texto habría contenido un cúmulo tan grande de tachadu-ras que apenas si habría quedado algo identificable del primitivo “me-morial”. Por lo que hace a la historia del texto, como de él ya no quedanhuellas identificables, este primer borrador aunado al proceso de sacaren limpio las dos copias referidas equivale, de hecho a la primera redac-ción. Además de otros fragmentos recuperables mediante una críticatextual acuciosa, esta primera redacción vive en los pasajes que, testa-dos en el manuscrito de Guatemala, se conservaron en Remón y, en ge-neral, se puede considerar como núcleo de esta primera redacción la bá-sica coincidencia textual entre Remón y el manuscrito.

En esta primera redacción la Historia verdadera toma su forma actual.Como ya lo apuntó Ramón Iglesia, en esta primera redacción Gómaratuvo un papel muy importante: sirvió de guía a Bernal e hizo que su pri-mitivo memorial de las guerras –de carácter más administrativo y mili-tar con Julio César como modelo– tomara la forma de una “relación”,primero, y de una crónica o historia, después. Como ejemplo del mate-rial que incluía la primera redacción y que luego fue modificado o su-primido, recojo a guisa de ejemplos dos casos. En primer lugar la yamencionada inclusión –al lado de López de Gómara– de Illescas y Jobioa quienes al momento de la primera redacción aún no había leído Ber-nal: la primera redacción sólo mencionaba a Gómara. Otro caso especiallo constituye, sin duda, el ya citado capítulo CCXII bis.52 La primera edi-ción de Remón en el siglo XVII lo incluye, la segunda y el manuscrito de

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texto, el que los guatemaltecos familiares de Bernal llamarán “borrador”y “original” siguió sus transformaciones en otra dirección: la vieja pro-banza de méritos de la que el texto largo es una ampliación del memo-rial de las guerras. A esta tradición conviene, si se trata de acercarla a laescritura culta, los nombres de “crónica” y, sobre todo, el de “relación”.

Llega hasta comienzos del siglo XIX una tradición muy fuerte y bienconservada entre los familiares de Bernal: el “borrador” guatemaltecodifiere gravemente del texto publicado en España en el siglo XVI. Hay,empero, un problema: las cualidades que dicha tradición atribuye al“borrador” bernaldiano no coinciden del todo con las característicasque, según sabemos ahora, tiene el manuscrito de Guatemala: no se pue-de decir, por ejemplo, que el manuscrito de Guatemala sea de la “letra”de Bernal y aunque, en general, recoge una versión bastante antigua dela Historia verdadera,50 no es siempre la más antigua. Tampoco se sabe siexistió otro “borrador” que se habría perdido con el paso de los años. Elúnico escrito bernaldiano que podría aspirar a eso, sería, en todo caso elya mencionado “memorial de las guerras”; a menos que ese nombrehaya sido sólo el nombre primitivo del texto guatemalteco. Llegados aeste punto, parece tener razón Sáenz de Santamaría cuando, tras decla-rar irremediablemente perdido el borrador original, asume que el ma-nuscrito de Guatemala sería sólo una copia paralela al manuscrito Re-món. En concreto, dice que

Bernal hacia 1568 concluyó de sacar dos copias de un mismo original. Eloriginal estaría escrito de su puño y letra; son restos de esta primera obralos últimos folios del manuscrito de Guatemala que parecen autógrafos. Laspaginas escritas por Bernal no pueden ser posteriores a 1567; su letra paraentonces es muy temblona.51

La copia que se queda en Guatemala, nuestro manuscrito Guatema-la, tenía la función, por tanto, que tienen todas las copias: servir derespaldo.

De acuerdo con lo anterior, el texto de la Historia verdadera pasó porvarias etapas de redacción que por una parte se circunscriben cada una

50 Cfr. C. Sáenz de Santamaría, op. cit. Suplemento, p. 56ss.51 Op. cit., p. XIX.

52 Para ello véase la edición crítica preparada por C. Sáenz de Santamaría (op. cit., p.664ss). El capítulo se titulaba “De las señales y planetas que hubo en el cielo de NuevaEspaña antes de que en ella entrásemos, y pronósticos de declaración que los indios mexi-canos hicieron, diciendo sobre ellos; y de una señal que hubo en el cielo, u otras cosas queson de traer a la memoria”.

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a tipos textuales diferentes y, por otra, que algunos elementos parecenatravesar todas esas redacciones como la pretensión de que ese escritosea un documento probatorio de los merecimientos de Bernal Díaz delCastillo y su familia, a una altura análoga a la de Hernán Cortés. Unade esas redacciones habría sido el “borrador” manuscrito de Bernal quela tradición guatemalteca externa identifica con el manuscrito de Gua-temala. Este texto habría contenido un cúmulo tan grande de tachadu-ras que apenas si habría quedado algo identificable del primitivo “me-morial”. Por lo que hace a la historia del texto, como de él ya no quedanhuellas identificables, este primer borrador aunado al proceso de sacaren limpio las dos copias referidas equivale, de hecho a la primera redac-ción. Además de otros fragmentos recuperables mediante una críticatextual acuciosa, esta primera redacción vive en los pasajes que, testa-dos en el manuscrito de Guatemala, se conservaron en Remón y, en ge-neral, se puede considerar como núcleo de esta primera redacción la bá-sica coincidencia textual entre Remón y el manuscrito.

En esta primera redacción la Historia verdadera toma su forma actual.Como ya lo apuntó Ramón Iglesia, en esta primera redacción Gómaratuvo un papel muy importante: sirvió de guía a Bernal e hizo que su pri-mitivo memorial de las guerras –de carácter más administrativo y mili-tar con Julio César como modelo– tomara la forma de una “relación”,primero, y de una crónica o historia, después. Como ejemplo del mate-rial que incluía la primera redacción y que luego fue modificado o su-primido, recojo a guisa de ejemplos dos casos. En primer lugar la yamencionada inclusión –al lado de López de Gómara– de Illescas y Jobioa quienes al momento de la primera redacción aún no había leído Ber-nal: la primera redacción sólo mencionaba a Gómara. Otro caso especiallo constituye, sin duda, el ya citado capítulo CCXII bis.52 La primera edi-ción de Remón en el siglo XVII lo incluye, la segunda y el manuscrito de

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texto, el que los guatemaltecos familiares de Bernal llamarán “borrador”y “original” siguió sus transformaciones en otra dirección: la vieja pro-banza de méritos de la que el texto largo es una ampliación del memo-rial de las guerras. A esta tradición conviene, si se trata de acercarla a laescritura culta, los nombres de “crónica” y, sobre todo, el de “relación”.

Llega hasta comienzos del siglo XIX una tradición muy fuerte y bienconservada entre los familiares de Bernal: el “borrador” guatemaltecodifiere gravemente del texto publicado en España en el siglo XVI. Hay,empero, un problema: las cualidades que dicha tradición atribuye al“borrador” bernaldiano no coinciden del todo con las característicasque, según sabemos ahora, tiene el manuscrito de Guatemala: no se pue-de decir, por ejemplo, que el manuscrito de Guatemala sea de la “letra”de Bernal y aunque, en general, recoge una versión bastante antigua dela Historia verdadera,50 no es siempre la más antigua. Tampoco se sabe siexistió otro “borrador” que se habría perdido con el paso de los años. Elúnico escrito bernaldiano que podría aspirar a eso, sería, en todo caso elya mencionado “memorial de las guerras”; a menos que ese nombrehaya sido sólo el nombre primitivo del texto guatemalteco. Llegados aeste punto, parece tener razón Sáenz de Santamaría cuando, tras decla-rar irremediablemente perdido el borrador original, asume que el ma-nuscrito de Guatemala sería sólo una copia paralela al manuscrito Re-món. En concreto, dice que

Bernal hacia 1568 concluyó de sacar dos copias de un mismo original. Eloriginal estaría escrito de su puño y letra; son restos de esta primera obralos últimos folios del manuscrito de Guatemala que parecen autógrafos. Laspaginas escritas por Bernal no pueden ser posteriores a 1567; su letra paraentonces es muy temblona.51

La copia que se queda en Guatemala, nuestro manuscrito Guatema-la, tenía la función, por tanto, que tienen todas las copias: servir derespaldo.

De acuerdo con lo anterior, el texto de la Historia verdadera pasó porvarias etapas de redacción que por una parte se circunscriben cada una

50 Cfr. C. Sáenz de Santamaría, op. cit. Suplemento, p. 56ss.51 Op. cit., p. XIX.

52 Para ello véase la edición crítica preparada por C. Sáenz de Santamaría (op. cit., p.664ss). El capítulo se titulaba “De las señales y planetas que hubo en el cielo de NuevaEspaña antes de que en ella entrásemos, y pronósticos de declaración que los indios mexi-canos hicieron, diciendo sobre ellos; y de una señal que hubo en el cielo, u otras cosas queson de traer a la memoria”.

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que aparece en la edición remoniana. Allí el cronista advierte: “tengoque acabar de escribir ciertas cosas que faltan, que aun no se han acaba-do: va en muchas partes testado, lo cual no se ha de leer. Pido por mer-ced a los señores impresores, que no quiten, ni añadan más letras de lasque aquí van y suplan...”

De esta segunda redacción tenemos como constancia las muchas ta-chaduras e interlineados del manuscrito de Guatemala que quedaron enla edición de Remón. Hubo, pues, un período de correcciones simultá-neas. Mas una vez enviado el manuscrito Remón a España, su texto que-da fijado de manera definitiva. En cambio el manuscrito de Guatemalacontinuó siendo objeto de modificaciones por el autor, primero, y porsus descendientes, después. Por consiguiente, la edición de Remón seríaun testigo más confiable del texto de la Historia verdadera en el sentidode más cercano a Bernal.

Esta corrección sistemática que Bernal lleva a cabo en ambas copiasentre 1568 y 1575, constituye, por tanto, la segunda etapa redaccional.Una tercera, las modificaciones que aún se hacen al manuscrito de Gua-temala luego de enviado a España el manuscrito Remón. Finalmente,habría una cuarta etapa redaccional llevada a cabo probablemente pordon Francisco, hijo de Bernal, de la cual hay huellas en el manuscrito deGuatemala y, desde luego, en el Códice Alegría. La crítica textual de nues-tro texto, aún incipiente, tendrá que deslindar cuidadosamente en unfuturo cada una de estas etapas y encontrar el texto más cercano posibleal bernaldiano.55 En este proceso de redacción están presentes las dosmotivaciones centrales anticortesianas de la obra bernaldiana: enmen-dar la injusticia en las recompensas por los servicios prestados en com-paración con Cortés y enmendar la plana a los cronistas como López deGómara que asumen una visión excesivamente cortesiana. El resultadoes que la Historia verdadera está escrita en un género híbrido: sobre labase de un texto administrativo se cuenta la “historia verdadera” cuyotema central es el mismo en todos, pero los estilos y formas textualesson distintos: artificiales en la escritura cortesianista, natural, auténticay llena viveza, en Bernal.

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Guatemala lo eliminan. Este capítulo, pues, debió formar parte de laprimera redacción y, por alguna razón, es eliminado.53

Está claro que Remón tuvo frente a sí el texto tachado en Guatema-la,54 y lo reproduce con pequeños toques redaccionales con que preparauna copia “corregida para imprimir”, como dirá León Pinelo. Por otrolado, es importante notar el efecto que producen los cronistas más tardeen el ánimo de Bernal: la versión primitiva hablaba, como se ha dicho,de las “heróicas hazañas que hizo el marqués del Valle”; la corrección,en cambio, habla de los “heroicos hechos y hazañas que hicimos encompañía del valeroso marqués Cortés”: al principio Cortés no es moti-vo de envidias, al final, sí. Este capítulo tachado, pues, formaba parte dela primera redacción de la Historia verdadera.

Esto nos permite responder a la pregunta: ¿qué paso con esas copiasen el período que va de 1568 a a 1575 cuando fue enviado a España elmanuscrito Remón? Ambas copias estuvieron siendo “corregidas”. Des-de luego, el manuscrito de Guatemala muestra muchas tachaduras einterlineados de muy distinta índole y de muy distinta época. En cuan-to al manuscrito Remón, una buena prueba de que contenía correccio-nes al ser enviado a España la proporciona el mismo prólogo de Bernal

53 En su “estudio preliminar” de la Historia general de las Indias occidentales y particu-lar de la gobernación de Chiapa y Guatemala del dominico Antonio de Remesal (2 tomos, Mé-xico, Porrúa, “biblioteca Porrúa” núms. 89-90, 1988), Carmelo Sáenz de Santa María da lasiguiente explicación: en la inundación que tuvo lugar una noche de septiembre de 1541en la que la Antigua Guatemala fue destruida, doña Beatriz de la Cueva, viuda de donPedro de Alvarado, muere arrastrada por las aguas. La imaginación popular, dice Sáenz,“buscó una explicación ultramundana del hecho” y la encontró: la catástrofe de la inun-dación fue un castigo divino contra doña Beatriz por no haber tenido resignación por lamuerte de su marido. Hubo varias crónicas del asunto: unas lo explicaban como produc-to desgraciado de fenómenos naturales, otros –Las Casas entre ellos–, como acto impla-cable de la “justicia divina”. López de Gómara, Historia general de las Indias, dos tomos,Barcelona, Ediciones Orbis, 1985, tomo I, 295, pasa de una a otra, etcétera. Bernal da cuen-ta de ella en este capítulo CCXII bis pero, tras la primera edición, el capítulo es eliminadoen la segunda y no dejó más rastro. La explicación de Sáenz es: “la desaparición de lasdos relaciones de Bernal de las páginas de su manuscrito significaba que los guatemal-tecos de comienzos del XVII habían decidido cubrir con reespetuoso silencio los detallesde aquella noche trágica” (tomo I, pág. LX).

54 Bernal advierte en el prólogo del texto madrileño: “va en muchas partes testado,lo cual no se ha de leer”.

55 Sáenz Santamaría (op. cit., pp. XIX-XXX) piensa en tres redacciones identificadas demanera distinta.

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que aparece en la edición remoniana. Allí el cronista advierte: “tengoque acabar de escribir ciertas cosas que faltan, que aun no se han acaba-do: va en muchas partes testado, lo cual no se ha de leer. Pido por mer-ced a los señores impresores, que no quiten, ni añadan más letras de lasque aquí van y suplan...”

De esta segunda redacción tenemos como constancia las muchas ta-chaduras e interlineados del manuscrito de Guatemala que quedaron enla edición de Remón. Hubo, pues, un período de correcciones simultá-neas. Mas una vez enviado el manuscrito Remón a España, su texto que-da fijado de manera definitiva. En cambio el manuscrito de Guatemalacontinuó siendo objeto de modificaciones por el autor, primero, y porsus descendientes, después. Por consiguiente, la edición de Remón seríaun testigo más confiable del texto de la Historia verdadera en el sentidode más cercano a Bernal.

Esta corrección sistemática que Bernal lleva a cabo en ambas copiasentre 1568 y 1575, constituye, por tanto, la segunda etapa redaccional.Una tercera, las modificaciones que aún se hacen al manuscrito de Gua-temala luego de enviado a España el manuscrito Remón. Finalmente,habría una cuarta etapa redaccional llevada a cabo probablemente pordon Francisco, hijo de Bernal, de la cual hay huellas en el manuscrito deGuatemala y, desde luego, en el Códice Alegría. La crítica textual de nues-tro texto, aún incipiente, tendrá que deslindar cuidadosamente en unfuturo cada una de estas etapas y encontrar el texto más cercano posibleal bernaldiano.55 En este proceso de redacción están presentes las dosmotivaciones centrales anticortesianas de la obra bernaldiana: enmen-dar la injusticia en las recompensas por los servicios prestados en com-paración con Cortés y enmendar la plana a los cronistas como López deGómara que asumen una visión excesivamente cortesiana. El resultadoes que la Historia verdadera está escrita en un género híbrido: sobre labase de un texto administrativo se cuenta la “historia verdadera” cuyotema central es el mismo en todos, pero los estilos y formas textualesson distintos: artificiales en la escritura cortesianista, natural, auténticay llena viveza, en Bernal.

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Guatemala lo eliminan. Este capítulo, pues, debió formar parte de laprimera redacción y, por alguna razón, es eliminado.53

Está claro que Remón tuvo frente a sí el texto tachado en Guatema-la,54 y lo reproduce con pequeños toques redaccionales con que preparauna copia “corregida para imprimir”, como dirá León Pinelo. Por otrolado, es importante notar el efecto que producen los cronistas más tardeen el ánimo de Bernal: la versión primitiva hablaba, como se ha dicho,de las “heróicas hazañas que hizo el marqués del Valle”; la corrección,en cambio, habla de los “heroicos hechos y hazañas que hicimos encompañía del valeroso marqués Cortés”: al principio Cortés no es moti-vo de envidias, al final, sí. Este capítulo tachado, pues, formaba parte dela primera redacción de la Historia verdadera.

Esto nos permite responder a la pregunta: ¿qué paso con esas copiasen el período que va de 1568 a a 1575 cuando fue enviado a España elmanuscrito Remón? Ambas copias estuvieron siendo “corregidas”. Des-de luego, el manuscrito de Guatemala muestra muchas tachaduras einterlineados de muy distinta índole y de muy distinta época. En cuan-to al manuscrito Remón, una buena prueba de que contenía correccio-nes al ser enviado a España la proporciona el mismo prólogo de Bernal

53 En su “estudio preliminar” de la Historia general de las Indias occidentales y particu-lar de la gobernación de Chiapa y Guatemala del dominico Antonio de Remesal (2 tomos, Mé-xico, Porrúa, “biblioteca Porrúa” núms. 89-90, 1988), Carmelo Sáenz de Santa María da lasiguiente explicación: en la inundación que tuvo lugar una noche de septiembre de 1541en la que la Antigua Guatemala fue destruida, doña Beatriz de la Cueva, viuda de donPedro de Alvarado, muere arrastrada por las aguas. La imaginación popular, dice Sáenz,“buscó una explicación ultramundana del hecho” y la encontró: la catástrofe de la inun-dación fue un castigo divino contra doña Beatriz por no haber tenido resignación por lamuerte de su marido. Hubo varias crónicas del asunto: unas lo explicaban como produc-to desgraciado de fenómenos naturales, otros –Las Casas entre ellos–, como acto impla-cable de la “justicia divina”. López de Gómara, Historia general de las Indias, dos tomos,Barcelona, Ediciones Orbis, 1985, tomo I, 295, pasa de una a otra, etcétera. Bernal da cuen-ta de ella en este capítulo CCXII bis pero, tras la primera edición, el capítulo es eliminadoen la segunda y no dejó más rastro. La explicación de Sáenz es: “la desaparición de lasdos relaciones de Bernal de las páginas de su manuscrito significaba que los guatemal-tecos de comienzos del XVII habían decidido cubrir con reespetuoso silencio los detallesde aquella noche trágica” (tomo I, pág. LX).

54 Bernal advierte en el prólogo del texto madrileño: “va en muchas partes testado,lo cual no se ha de leer”.

55 Sáenz Santamaría (op. cit., pp. XIX-XXX) piensa en tres redacciones identificadas demanera distinta.