Top Banner

of 32

Guillermo Enrique Hudson - Marta Riquelme

Jul 11, 2015

Download

Documents

Welcome message from author
This document is posted to help you gain knowledge. Please leave a comment to let me know what you think about it! Share it to your friends and learn new things together.
Transcript

IMPRIMIR

MARTA RIQUELME (Del M. S. de Seplveda) G. E. HUDSON

Editado por

elaleph.com

2000 Copyright www.elaleph.com Todos los Derechos Reservados

2

www.elaleph.com Marta Riquelmedonde los libros son gratis

ILejos de los caminos frecuentados por viajeros, duerme la provincia de Jujuy, en el corazn de este continente. Es la ms apartada de nuestras provincias, y est separada de los pases del Pacfico por la gigantesca Cordillera de los Andes; es una regin montaosa y poblada de bosques, de trridos calores y fuertes tormentas; las nicas vas de comunicacin que tiene este enorme territorio con el mundo exterior son unas cuantas carreteras apenas ms grandes que caminos de herradura. Los habitantes de esta regin tienen pocas necesidades; no ambicionan progresar, y nunca han variado su manera de vivir. Los espaoles tardaron largo tiempo en conquistarlos; y hoy da despus de tres siglos de dominacin Cristiana, todava hablan el quichua y se alimentan en gran parte con patay, una especie de pasta dulce confeccionada del fruto del algarrobo; emplean, as mismo, como bestias de carga, la llama, regalo de sus antiguos seores, los incas. Lo dicho hasta aqu es de comn conocimiento, pero nada saben los de afuera del carcter peculiar del pas, o de la laya de cosas que acontecen dentro de sus confines, siendo Jujuy para ellos slo una regin muy lejana, contigua a los Andes, a la cual el progreso del mundo no afecta. Ha querido la Providencia darme un conocimiento ms ntimo del pas, y ste ha sido para m, desde hace muchos aos, una gran afliccin y penosa carga. Pero al tomar la pluma, no lo hago con objeto de quejarme de que todos los aos de mi vida se consumen en una regin donde todava se le permite al gran enemigo de la humanidad poner en tela de juicio la supremaca de Nuestro Seor, y que pelea en lucha igual con sus discpulos; mi nico objeto es precaver -y quiz tambin consolar- a los que me suceden aqu en mi ministerio y vengan a esta iglesia de Yav, ignorando las medidas que se tomarn para matar susalmas. Y si yo asentara en esta relacin cualquier cosa que pudiera perjudicar a nuestra santa Religin, debido a nuestro pobre entendimiento y nuestra poca fe, ruego que el pecado 3

www.elaleph.com G. E. Hudsondonde los libros son gratis

que cometo en ignorancia se me perdone, y que este manuscrito perezca milagrosamente sin que nadie lo haya ledo. Curs teologa en el famoso Seminario de la ciudad de Crdoba, y en el ao 1838, habiendo cumplido veintisiete aos, fui nombrado cura de una pequea parroquia en la lejana provincia ya mentada. La costumbre de obedecer que me inculcaron de muchacho mis maestros los jesuitas, hizo que ya aceptara este mandato sin murmurar y aun con aparente regocijo. Pero me llen de pena, aunque deb sospechar que algn duro destino de tal naturaleza me fuera designado, viendo que en el Seminario me hicieron estudiar el quichua, lenguaje que hoy da slo se habla en las provincias andinas. Con amargo mas secreto pesar me arranqu de todo lo que haca la vida amena y apetecible -la sociedad de muchos amigos, las bibliotecas, la hermosa iglesia donde haba ido a misa- y de aquella renombrada universidad que ha prestado a los turbulentos anales de nuestro desdichado pas cualquier lustre de saber y poesa que posean. Mis primeras impresiones de Jujuy no fueron muy alentadoras. Despus de un fatigoso viaje que dur cuatro semanas -los caminos eran malos y el pas estaba muy revuelto por aquel tiempo -, llegu a la capital de igual nombre que la provincia, un pueblo de unos dos mil habitantes. De all prosegu a mi paradero, un casero llamado Yav, situado en la frontera nordeste, donde nace el ro del mismo nombre, al pie de aquella cadena de montaas que, desprendindose de los Andes hacia el Este, separa a Jujuy de Bolivia. Sufr una gran decepcin con la laya del lugar al que haba venido a vivir. Yav era un pueblecito desparramado de unas noventa almas, ignorantes, apticas la mayor parte indios. A mi desacostumbrada vista, el pas pareca consistir en una confusin informe y desolada de rocas y gigantescas montaas, comparadas con las cuales las famosas sierras de Crdoba llegaban a parecer meras lomas, y de vastos y lbregos montes, cuyo silencio sepulcral slo era interrumpido por el grito salvaje de algn ave peregrina, o por el sordo ruido atronador de una lejana catarata. Luego que me hube dado a conocer a la gente del pueblo, me puse a obtener informes del pas la redonda; pero al cabo de poco 4

www.elaleph.com Marta Riquelmedonde los libros son gratis

tiempo, empec perder toda esperanza de poder encontrar alguna vez los lmites circundantes de mi parroquia. El pas era salvaje, y estaba habitado nicamente por unas pocas familias, muy separadas como todo despoblado, me era en sumo desagradable, pero como con frecuencia tendra que hacer largas excursiones, resolv aprender lo ms posible de su geografa. Luchando constantemente por vencer mis propias inclinaciones, que congeniaban ms bien con una vida sedentaria y estudiosa, me propuse ser muy activo; y habindome procurado una buena mula, empec a hacer largas caminatas todos los das, sin llevar un baqueano, y con slo una brjula de bolsillo para no perderme. Jams he podido vencer mi aversin a desiertos silenciosos, y en mis largas excursiones evitaba los tupidos montes y profundos valles, siguiendo, en cuanto fuera posible, por la abierta llanura. Un da, habiendo ido a unas cuatro o cinco leguas de Yav, encontr creciendo solitario, un rbol de gran tamao, y sintindome sofocado por el calor, me ape de la mula y me tend a su amena sombra. Se oa venir de su follaje un continuo susurro de lechiguanas, pues el rbol estaba en flor, y este arrullo calmante me produjo aquella tranquilidad de animo que conduce insensiblemente al sueo. Estaba, sin embargo, an lejos de quedarme dormido, con ojos entornados, cuando, de repente, desde la densa frondosidad, sobre mi cabeza, reson un grito, el ms terrible que jams haya odo ser humano. La voz era como la de un mortal, pero expresaba un grado de agona y desesperacin ms all de lo que podra sentir cualquier alma viviente, y me hizo la impresin que slo poda haberlo producido alguna anima en pena, a la cual se le hubiera permitido vagar por breve tiempo por la tierra. Se siguieron grito tras grito, cada cual ms fuerte y terrible que el anterior, y de un salto me puse de pie, el pelo erizado y brotndome, de puro susto, un profuso sudor por todo el cuerpo. Lo que originaba aquellos gritos enloquecedores permaneci invisible a mis ojos; y, por ltimo, corriendo a mi mula, mont de un salto en ella y no dej por un momento de azotar a la pobre bestia durante todo el camino a casa. En llegando a Yav, mand buscar a un tal Osuna, un indio rico que hablaba el castellano y que era muy respetado en el pueblo. Por la 5

www.elaleph.com G. E. Hudsondonde los libros son gratis

noche vino a verme, y entonces le cont el trance tan extraordinario que me haba acontecido ese mismo da. No se aflija, padre -repuso-; eso que ust ha oido es el kaku. Entonces supe por l que el kaku es un ave que frecuenta los montes ms lbregos y apartados, y que tiene fama entre los indgenas por su terrible grito. Me inform, igualmente, que kaku era el antiguo nombre del pas, pero la palabra haba sido mal deletreada por los primeros exploradores y escrita Jujuy, y, por ltimo, se haba conservado este vocablo corrompido. Todo esto que oa entonces por vez primera es histrico; pero cuando prosigui a informarme que el kaku es un ser humano metamorfoseado, y que espritus compasivos transforman en estas lgubres aves a mujeres y a veces a hombres, cuyas vidas han sido obscurecidas por grandes sufrimientos y calamidades, le pregunt, un tanto desdeosmente, si l, un hombre educado, crea tales absurdos. -No hay un hombre en todo Jujuy -repuso que no lo crea. -sa es una mera asercin -dije-; pero demuestra a qu lado se inclina usted. Sin duda que la supersticin respecto al kaku es muy antigua, y nos ha venido junto con el quichua de los aborgenes. Transformaciones de hombres en animales se hallan generalmente en todas las religiones primitivas de la Amrica del Sur. Por ejemplo, relatan los guaranes que, una vez, huyendo de un incendio que se produjo por haber topado el sol con la tierra, mucha gente se arroj al ro Paraguay, y fue al instante transformada en capibaras y caimanes; mientras que otros, que treparon a los rboles, -fueron chamuscados y ennegrecidos por el fuego, y vuelto monos. Pero sin ir ms all de las tradiciones de los incas, se cuenta que, despus de la primera creacin, toda familia humana que habitaba las faldas de los Andes fue transformada en grillos por un demonio que le tena enemistad al Creador. Por todo el continente, estas antiguas creencias estn muertas o moribundas; y si la leyenda del kaku todava tiene crdito aqu entre el vulgo slo es debido a la situacin aislada de esta regin, que est ceida por grandes montaas, y a no tener trato con los pases vecinos. 6

www.elaleph.com Marta Riquelmedonde los libros son gratis

Percibiendo que mis argumentos no haban producido ningn efecto, empec a encolerizarme y le pregunt cmo l, un cristiano, se atreva a profesar su creencia en una fbula engendrada en la imaginacin corrompida de los gentiles. Se encogi de hombros y repuso: -Yo slo he dicho lo que nosotros, en Jujuy, sabemos ser un hecho. Lo que es, es, y aunque ust hable hasta maana, no lo puede cambiar, por muy letrao que sea. Su respuesta me produjo un extrao efecto. Por primera vez en mi vida me sent acometido de la sensacin de clera en toda su fuerza. Ponindome de pie, me pase por el cuarto agitadamente, gesticulando y golpeando la mesa con las manos, y entonces, sacudiendo los puos cerca de su rostro, con ademn amenazante, y empleando un lenguaje violento, impropio de un discpulo de Nuestro Seor Jesucristo, reprend la ignorancia degradante y la brbara condicin mental rancia de la gente con quien haba venido a vivir, y, ms particularmente, de la persona que tena ante m, que se preciaba de tener cierta educacin, y debiera haber estado libre de las supersticiones del vulgo. Mientras le amonestaba de esta manera, l permaneci sentado, fumando un cigarrillo, dejando escapar de sus labios espirales de humo y observndolas elevarse hacia el techo; su arrogante y estudiada indiferencia encon mi rabia, hasta tal punto que apenas pude refrenar el deseo de arrojarme a l y derribarlo al suelo con una de las sillas con asiento de junco que haba en la habitacin. Sin embargo, tan pronto como se fue Osuna, sent un remordimiento abrumador por haberme portado de un modo tan indecoroso. Pas toda la noche en oracin y vertiendo lgrimas penitenciales, y resolv, en adelante, velar muy estrictamente sobre m mismo, ahora que se haba revelado el secreto enemigo de mi alma. No pude haber tomado esta resolucin ms a tiempo. Hasta aqu, yo me haba considerado una persona de disposicin un tanto plcida y benigna; el cambio repentino a nuevas influencias, y tambin, tal vez, un secreto fastidio con mi suerte, haban desarrollado mi verdadero 7

www.elaleph.com G. E. Hudsondonde los libros son gratis

carcter; ste habase vuelto en sumo grado impaciente, y propenso a repentinas y violentas explosiones de clera, durante las cuales no acertaba muy bien a refrenar la lengua. Esta continua vigilancia sobre m mismo, y la lucha con mi depravada naturaleza, que se haban hecho necesarias, eran la causa de slo la mitad de mis males. Descubr que mis parroquianos, casi sin excepcin, tenan aquella misma ndole torpe y aptica, respecto a cosas espirituales, que tanto me ha exasperado en el tal Osuna, y que ha obstruido todos mis esfuerzos por hacerles el bien. Esta gente, o, ms bien dicho, sus progenitores, abrazaron el Catolicismo hace siglos; pero jams ha penetrado bien en sus corazones. Es con ellos todava cosa superficial, y si sus espritus, medio gentlicos, fueron profundamente conmovidos, no fue por el relato de la Pasin de Nuestro Seor Jesucristo, sino por alguna creencia supersticiosa heredada de sus progenitores. Durante todos los aos que he pasado en Yav, jams he dicho misa, jams predicado un sermn, jams he hablado de la consolacin de la fe, sin punzarme el pensamiento que mis palabras eran intiles; que estaba regando la roca done ninguna semilla podra germinar, y gastando mi vida en intiles esfuerzos, por ensear la Religin a corazones empedernidos. Cuntas veces no me han venido a la memoria aquellas palabras de nuestro santo y muy docto padre Guevara, donde se queja de las dificultades que encontraron los primeros misioneros jesutas! Cuenta cmo se trataba de impresionar a los chiriguanos con el peligro que corran si rechazaban el Bautismo, describindoles su estado futuro cuando fueron condenados al fuego eterno del infierno. A lo cual ellos respondieron que no les inquietaba aquello, sino que, por el contrario, les regocijaba grandemente or que aquellas futuras llamas seran inapagables, pues ello les ahorrara infinita molestia, y que si acaso hallaban el fuego demasiado clido, se alejaran a adecuada distancia. Tan difcil era para sus gentlicas inteligencias comprender las solemnes doctrinas de nuestra fe!

8

www.elaleph.com Marta Riquelmedonde los libros son gratis

IIMi conocimiento del quichua, adquirido slo a fuerza de estudiar vocabularios, no me sirvi gran cosa al principio. Hall que no poda conversar con la gente sobre asuntos caseros, y esto fue un gran estorbo en mi camino, y me afligi por ms de una razn. No tena libros ni cosa alguna en echar el tiempo o recrearme, y de qu aprovechar el tiempo o recrearme, y de consiguiente, busqu con avidez a las pocas personas del lugar que hablaban en espaol, pues siempre he sido de carcter muy sociable. stas eran slo cuatro: un hombre muy viejo, que muri a poco que yo llegara; Osuna, a quien le haba tomado un aborrecimiento invencible, y otras dos, que eran mujeres, la viuda de Riquelme y su hija. De esta nia debo ocuparme algo extensamente, pues que es de su suerte, en particular, que trata esta narracin. La viuda de Riquelme era pobre, siendo su nica hacienda una casa en Yav. sta tena un huerto de buen tamao, que produca una abundante provisin de frutas y legumbres, y bastaba para alimentar, a la vez, a algunos pocos chivos, de modo que estas dos mujeres saca suficiente con que vivir -sin lujo- de su porcin de terreno. Eran de pura sangre espaola; la madre estaba prematuramente envejecida y acabada; Marta, la hija, quien tena poco ms de quince aos cuando yo llegu a Yav, era la cosa ms linda que jams hubiera visto, aunque en esto puede que yo haya estado predispuesto pues slo la vea al lado de las indias de color atezado y pelo tieso, y comparada con sus rostros vulgares, la cara de Marta era anglica. Sus faces eran regulares; su tez blanca, pero de aquel moreno plido que se repara en algunos cuyas familias han vivido durante generaciones en pases tropicales. Los ojos, sombreados por largas pestaas, eran de aquel matiz violado que se ve algunas veces en gente de raza espaola, ojos que hasta que se les observa atenta parecen negros, mente. Pero la flor de su belleza y su gloria principal era su cabellera, extremadamente larga, lustrosa y de un color dorado oscuro... causaba verdadera admiracin! 9

www.elaleph.com G. E. Hudsondonde los libros son gratis

La sociedad de aquellas dos mujeres, rebosando de dulzura y simpata, pareca que iba a ser una gran dicha para m, y estaba con ellas muy a menudo; pero pronto descubr que, por el contrario, iba a traer un nuevo amargor a mi existencia. El amor cristiano que senta por aquella hermosa chiquilla, fue degenerando poco a poco en una pasin mundana, de tan dominante poder, que todos mis esfuerzos por arrancarla de mi pecho fracasaron. No puedo describir mi desdicha durante los largos meses en que luch vanamente con aquella pasin pecaminosa, durante los cuales pens muchas veces, con el corazn lleno de amargura, que mi Dios me haba abandonado. El temor que llegara el tiempo en que se revelaran mis sentimientos, aument hasta tal punto que, por ltimo, para evitar tan grande mal, me vi precisado a dejar de ir a la nica casa en Yav que visitaba con placer. "Qu habr hecho, por Dios!, que merezca ser perseguido tan cruelmente por el demonio?", era el constante clamor angustioso de mi corazn. Ahora s que aquella tentacin fue slo una parte de aquella larga y desesperada lucha, en la que los siervos del prncipe de la potestad del aire estaban empeados en vencerme. Durante cinco aos, este conflicto no dej d ser un constante peligro, un perodo que a m magn pareci haber durado no menos de medio siglo; pero sabiendo que la ociosidad es madre de todos los vicios, estaba ocupado de continuo; pues cuando no haba algo que me llevara fuera de Yav, trabajaba en casa con mi pluma, llenando de este modo muchos tomos, que ms tarde puedan servir para aclarar un poco la importante cuestin, desde el punto de vista histrico, de la dominacin cisandina de los incas y de su efecto sobre las naciones conquistadas. Cuando Marta lleg a tener unos veinte aos, corri la voz en Yav que haba prometido su mano a un tal Cosme Luna, y es preciso decir algunas palabras sobre esta persona. Como tantos jvenes sin medios o empleo, y sin deseos de trabajar, era un inveterado jugador, y se lo pasaba rodando de pueblo en pueblo, y en ir a las carreras de caballos y a las rias de gallos. Yo haca mucho tiempo que lo consideraba como la misma peste; bajo un agradable exterior, era un 10

www.elaleph.com Marta Riquelmedonde los libros son gratis

ente vil con todos los vicios imaginables, y sin una sola virtud compensadora; fue, por consiguiente, con el ms profundo dolor que supe que Marta le haba prometido su mano. La viuda, que, naturalmente, estaba muy contrariada con la eleccin de la moza, vino lamentndose donde m, a rogarme con lgrimas en los ojos que la ayudara a persuadir a su hija a que rompiera un compromiso que presagiaba para ella una vida de infortunios. Pero con aquel sentimiento oculto en el fondo de mi corazn, que siempre luchaba por hacerme caer y arrastrarme a mi ruina, no me atrev a ayudarla, aunque de buena gana hubiera dado mi mano derecha por salvar a Marta de tal calamidad. La tormenta que produjo en mi pecho esta noticia no se moder un solo instante mientras se hacan los preparativos para la boda. Tuve que abandonar mi trabajo, porque no poda ni pensar; ni aun mis ejercicios religiosos, todos juntos, sirvieron para disipar por un momento la furia que se haba apoderado de m. Noche a noche me levantaba de la cama y me paseaba por mi cuarto, horas enteras, tratando en vano de rechazar las insinuaciones de algn demonio que me instaba, de continuo, a que tomara medidas violentas contra el mozo. Se sugeran a mi magn centenares de medios de matarlo, y cuando los haba rechazado todos y haba rogado a Dios de rodillas que perdonara mi carcter pecaminoso, me levantaba maldicindole mil veces ms que antes. Mientras tanto, Marta no vea nada malo en Cosme, porque el amor la haba cegado. Era joven, buen mozo, poda tocar la guitarra y cantar y tena aquel modo suave y travieso en la con que siempre halaga a las mujeres. Por versacin otra parte, vesta bien, y era generoso con su dinero del que pareca estar bien provisto. A su debido tiempo se casaron, y Cosme, no teniendo casa propia, se vino a vivir en Yav, con su suegra. Entonces sucedi lo que yo haba previsto. Gast todo su dinero, y sus nuevas relaciones no tenan nada sobre lo que pudiera echar mano para vender. Era demasiado vanidoso para vos, y la pobre gente de Yav no jugar por centa tena plata que arriesgar; no poda, o no quera, trabajar, y la vida ociosa que 11

www.elaleph.com G. E. Hudsondonde los libros son gratis

pasaba empez a fastidiarle. Volvi a sus antiguos hbitos, y luego lleg a ser cosa comn con l ausentarse de su casa durante cinco o seis semanas a la vez. Marta se vea muy desdichada, pero no se quejaba, y por nada quera or una palabra contra Cosme, pues cada vez que regresaba, la gran belleza de su mujer era como una cosa nueva para l, ponindolo a los pies de Marta y hacindolo por un corto tiempo su ferviente y amante esclavo. Por ltimo, fue madre. Me alegr por ella, pues ahora, con el nio que ocupara sus pensamientos, el abandono de Cosme sera ms soportable. Se hallaba ausente cuando naci su hijo; se haba ido, segn noticias, a Catamarca, y durante tres meses no se tuvieron noticias de l. Era un perodo de desrdenes polticos, y necesitndose hombres para el ejrcito, se tomaba a toda persona que se hallara vagando por el pas, sin legtima ocupacin, para el servicio militar. Y esto era lo que le haba acontecido a Cosme. Al cabo, Marta recibi una carta de l, dicindole que lo haban llevado a San Luis y pidindole que le mandara doscientos pesos, pues con esa cantidad podra obtener su exencin. Pero le era imposible a ella juntar el dinero; ni tampoco poda irse adonde l, pues la salud de su madre iba rpidamente descaeciendo, y Marta no poda abandonarla al cuidado de extraos. Todo esto le explic ella a Comne en la carta que le escribi, que tal vez jams llegara a sus manos, pues no hubo contestacin. Por ltimo, muri la viuda de Riquelme; entonces Marta vendi la casa y el jardn y todo cuanto tena, y llevando can ella a su hijito, fue a buscar a su marido. Viajando primero a Jujuy, ella, en compaa de otras mujeres, se uni a un convoy que estaba para emprender un viaje a las provincias del Sur. Pasaron varios meses, y entonces lleg la funesta noticia que el convoy haba sido sorprendido por los indios, y todos los que viajaban con l, asesinados. No me espaciar aqu en describir la angustia que inund mi corazn al conocer el triste fin de Marta; me esforc a creer que hubiera terminado su zozobrosa vida, aunque mis vecinos solan asegurarme que los indios nunca mataban a las mujeres ni a los nios.

12

www.elaleph.com Marta Riquelmedonde los libros son gratis

Cada golpe que diera un cruel destino a esa infeliz mujer me haba traspasado el corazn; y durante los aos siguientes, cuando los puebleros haban dejado por mucho tiempo de hablar de Marta, me levantaba con frecuencia en el silencio de la noche e iba a la casa que ella haba habitado, y pasendome bajo los rboles del jardn, donde tantas veces habamos departido juntos, me abandonaba a mi dolor, que el tiempo pareca incapaz de mitigar.

13

www.elaleph.com G. E. Hudsondonde los libros son gratis

IIIMarta no haba muerto; pero lo que le aconteci despus de su partida de Yav fue lo siguiente: Cuando los indios atacaron al convoy con el cual ella viajaba, slo mataron a los hombres, cautivando, a la vez, a las mujeres y a los nios. Al repartirse ellos el botn, le arrancaron de los brazos al niito, que en ese largo y latigoso trayecto por el desierto, con la perspectiva de una cruel esclavitud, le haba servido de consuelo, y se lo llevaron a un lugar distante, y desde ese momento lo perdi enteramente de vista. La compr un indio que poda pagar una hermosa cautiva blanca, y luego la hizo su mujer. Para Marta, una cristiana, la esposa de un hombre al que amaba demasiado bien, este terrible destino que le sobreviniera fue insoportable. Tambin estaba loca de pena por la prdida de su hijito, y dejando una noche obscura y borrascosa la toldera de los indios, se escap. Vag por el desierto varios das y noches, sufriendo grandes fatigas y asustada todo el tiempo de los jaguares; por fin, los indios la hallaron murindose de hambre, y sin ms fuerzas para huir de ellos. Su dueo, cuando le fue devuelta, no le tuvo ninguna compasin; la at a un rbol que creca al lado de su toldo, y all todos los das la azotaba desnuda, para satisfacer su furia salvaje, hasta que la pobre mujer estuvo a punto de morir de sus extremados sufrimientos. Tambin le cort el pelo, y trenzndolo, hizo con l una faja, que siempre llevaba a la cintura, trofeo dorado que, sin duda, le gan gran honor y distincin entre sus compaeros. Cuando hubo aniquilado enteramente de esta manera el espritu de Marta, y la hubo reducido a la ms completa debilidad, la solt del rbol; pero le at a su vez un leo al tobillo, de modo que slo con gran fatiga, y arrastrndose con la ayuda de las manos, poda ella hacer el trabajo diario que le impona su dueo. Slo fue cuando hubo pasado un ao cautiva y haba dado a luz un niito, que termin el castigo y le desataron el leo. El amor maternal que senta por esta criatura de padre tan feroz, era el nico consuelo de Marta. En esta cruel 14

www.elaleph.com Marta Riquelmedonde los libros son gratis

servidumbre se le consumieron cinco aos de su msera existencia, y slo los que conocen el carcter duro, hosco e inhumano del indio, pueden imaginarse lo que fue para Marta ese perodo, sin la simpata de sus semejantes, sin esperanza y sin otro placer que el de amar y acariciar a su propio hijo salvaje. Era ya madre de tres de stos. No teniendo an muchos meses el nio menor, Marta haba ido un da a cierta distancia de la toldera a buscar lea, cuando una mujer, tambin de Jujuy, y cautiva, vino corriendo donde ella, pues haba estado esperando una oportunidad para hablarle. Aconteci que esta mujer haba logrado persuadir a su marido a que la llevara a su casa en el pas cristiano, y tambin haba obtenido su consentimiento de llevarse a Marta, a quien le haba tomado un gran cario. La expectativa de escaparse llen de gozo el corazn de la pobre Marta; pero cuando supo que de ningn modo podra llevar a los nios, entonces empezo una lucha cruel en su pecho. Rog amargamente que le permitieran llevar a sus chicos, y, por ltimo, vencida por su insistencia, la otra cautiva, muy mal de su grado, consinti en que se llevara al menor de los tres. A poco, lleg el da arreglado para la fuga, y Marta, con el nio en brazos, fue al monte, donde encontr a sus amigos. Luego se montaron en sus caballos y empez el viaje, que deba durar muchos das, durante los cuales haba de padecer de hambre, sed y cansancio. Una noche muy obscura atravesaban un campo montaoso y arbolado, y estando Marta tan cansada que a duras penas poda mantenerse en la silla, el indio, con afectada solicitud, la alivi del nio que siempre llevaba en los brazos. Pas una hora, y entonces ella, acercndose a su lado, se lo pidi, a lo que l repuso que se le haba cado en el ro que haban atravesado haca rato, haciendo nadar sus caballos. No pudo darnos cuenta muy claramente de lo que acontenci despus de eso. Slo recordaba, de una manera vaga, que durante muchos das de abrasante calor, y muchas noches de fatigoso viaje, haba clamado de continuo que le dieran su niito, cuyos gritos, pidiendo que lo salvara, pareca estar oyendo todo el tiempo. Por ltimo, termin aquel largo viaje. La dejaron en el primer poblado cristiano al que llegaron, des15

www.elaleph.com G. E. Hudsondonde los libros son gratis

pus de lo cual, viajando despacio, de pueblo en pueblo, al cabo lleg a Yav. Al principio, sus antiguos amigos y vecinos no la conocieron; pero cuando por fin se convencieron que, en realidad, era Marta Riquelme a quien tenan por delante, la acogieron como a una que hubiera tornado de la tumba. Supe de su llegada, y, apresurndome para ir a saludarla, la hall sentada al lado de afuera de la casa de un vecino, rodeada ya de casi la mitad de los moradores del pueblo. Sera posible que esta mujer fuera la Marta que en un tiempo haba sido el orgullo de Yav? Difcil era creerlo: tan hosco y quemado por el sol y la intemperie habase puesto su rostro, una vez tan blanco, tan enjuto y arrugado por el sufrimiento y las muchas fatigas que haba padecido. Su cuerpo, un puro esqueleto, estaba vestido de andrajos, mientras que su cabeza, doblegada por la pena y desesperacin, haba perdido aquella dorada cabellera, su principal adorno. Al verme llegar, se ech de rodillas a mis pies, y tomndo, besos. La tristeza que invadi mi espritu, a la vista de su desolada condicin, aadida al gozo por su liberacin de la muerte y el cautiverio, me descompusieron: fui como una caa movida del vientol, y cubrindome la cara, solloc fuertemente, delante de todos.

16

www.elaleph.com Marta Riquelmedonde los libros son gratis

IVSe hizo todo cuanto pudiera sugerir la caridad aliviar sus desdichada situacin. Una mujer para bondadosa de Yav la recibi en su casa y la visti decentemente. Pero durante un cierto perodo, nada que se hiciera sirvi para alentar su abatido espritu; continuaba llorando el nio que haba perdido, y siempre daba la impresin de estar escuchando sus plaideros gritos pidiendo, socorro. Slo se consol cuando la aseguraron que Cosme habra de llegar alguna vez. Ella lo crey, porque quera creerlo, y poco a poco fueron desvanecindose los efectos de su terrible experiencia, reemplazndolos una frebril ansia por la llegada de su marido. Con este sentimiento, que yo hice todo lo posible por avivar, viendo que era su nico remedio contra la desesperanza, vino tambin otra cosa nueva que la preocupara: la de su aspecto personal. La belleza jams podra recobran pero tena buenas facciones, y sas no podan alterarse; sus ojos tambin conservaban su color de violeta, y la esperanza le devolva algo de la expresin de antao. Por ltimo, cuando hubo estado con nosotros mas de un ao, corri un da la noticia que Cosme haba llegado; que se le haba visto en Yav y que se haba apeado de su caballo a la puerta de Andrade la tienda en la calle principal. Lo oy ella y se levant de donde estaba sentada, dando un gran grito de alegra. Por ltimo haba vuelto a ella... l la consolara! No pudo esperar que llegara. Sali a toda prisa y vol como el viento por el pueblo, y en unos pocos momentos se hall frente a la casa de Andrade, anhelante de su carrera, las mejillas arreboladas, y toda la esperanza, la vida y el fuego de su doncellez se agolparon en su corazn. All hall a Cosme, casi el mismo, rodeado por sus antiguos compaeros, escuchando en silencio y con rostro desalentado el cuento de los sufrimientos de Marta en el desierto, de su fuga y su vuelta a Yav, donde la haban recibido como si hubiese vuelto de ultratumba. De pronto la repararon all parada:

17

www.elaleph.com G. E. Hudsondonde los libros son gratis

-Aqu est la Marta, que ha llegado muy a tiempo! -gritaron, Mir a tu mujer! Cosme se apart de ellos, soltando una extraa carcajada: -Cmo! sa mi mujer, la Marta Riquelme? -grit- No, no, amigos; se engaan ustedes; la Marta muri hace tiempo en el desierto ande la he estao buscando. No hay duda de su muerte: dejenm pasar! Pas rozando a Marta, que permaneci inmvil, sin poder articular una palabra, y montando rpidamente su caballo, se alej del pueblo. Entonces ella, de pronto, volvi en s, y con un alarido de angustia, se lanz tras l, para que volviera; pero viendo que no la escuchaba, desesper y cay al suelo, sin conocimiento que la haban seguido, la recogieron y la adentro de la pulpera. Por desgracia, n dabamuerto; cuando recobr el sentido, las excusas que inventaba para exonerar al calavera que le haba desamparado. He cambiado -dijo-, he cambiado mucho... y no es raro que Cosme no pueda creer que yo sea la misma Marta de hace seis aos... En su corazn saba muy bien que no engaaba... a nadie; era patente a todos que el infame la haba abandonado. No pudo soportarlo, y cuando encontraba a conocidos por la calle, inclinaba la cabeza y pasaba de largo, hacindose la que no los haba visto. Se pasaba la mayor parte del tiempo adentro de la casa, y all permaneca sentada e inmvil horas enteras, sin decir una palabra, apoyando las mejillas en las manos y con la mirada vaga y distrada. Me desgarraba el alma verla as; la recordaba en mis oraciones, tarde y maana; emple todo argumento para animarla, aun dicindole que con el tiempo recobrara la belleza y robustez de su juvertud, y que su marido se arrepentira y volvera a ella. Estos esfuerzos no tuvieron ningn resultado. Al cabo de unos pocos das, Marta desapareci, y a Y pesar de que se le busc diligentemente en las montaas vecinas, no la encontraron. Sabiendo lo inspida y triste que haba sido su vida, privada de todo objeto de cario, pens que habra vuelto al desierto a buscar la tribu de indios, en cuyas manos haba sido cautiva, esperando tornar a ver otra vez a 18

www.elaleph.com Marta Riquelmedonde los libros son gratis

sus hijitos. Por ltimo, cuando haba perdido toda esperanza de jams verla, vino un tal Montero, trayndome noticias de ella. ste era un hombre pobre, un carbonero que viva con su mujer y sus hijos en el monte, como a dos horas de camino de Yav, y lejos de toda otra habitacin. Encontrando a Marta perdida, vagando por el bosque que la haba llevado a su rancho, y ella haba estado muy feliz de hallar dnde cobijarse, lejos de la gente de Yav, que conocan su historia; y fuera peticin de ella misma que el bueno de Montero haba venido todo ese camino a caballo, para avisarme de su seguridad. Para m fue un gran alivio or todo esto, y me pareci que Marta haba hecho muy bien en escaparse de los puebleros, que siempre andaban sealndola y repitiendo su curiosahistoria. En aquel lugar donde se haba refugiado,alejada de tristes asociaciones y lenguas chismosas, tal vez las heridas de su corazn iran poco apoco sanando, y volvera la tranquilidad de su perturbado espritu. Sin embargo, antes que hubieran pasado muchas semanas, la mujer de Montero vino a verme, trayndome muy tristes noticias de Marta. Se haba puesto cada da ms y ms silenciosa, y manifestaba querer estar sola; se pasaba la mayor parte del tiempo en algn lugar apartado, entre los rboles, donde se quedaba sin moverse, cavilando horas enteras a la vez. Ni era esto lo peor. A veces trataba de ayudar en los quehaceres de la casa, preparando el patay o el maz para la cena, o saliendo con la mujer de Montero a recoger lea en el monte; pero de repente, en medio de lo que estaba haciendo, dejaba caer el atado de lea, y, arrojndose en el suelo, prorrumpa en los gritos y lamentos ms desgarradores, exclamando en alta voz que Dios la haba perseguido injustamente, que era un Ser lleno de malevolencia, y diciendo muchas cosas contra l que era terrible or. Profundamente afligido por esto, ped que ensillaran mi mula, y acompa a la mujer de vuelta a su rancho; pero cuando llegamos, no se pudo hallar a Marta en ninguna parte. Con gusto me habra quedado a verla, y tratado una vez mas de persuadirla a que no se dejase vencer por aquel estado de desaliento; pero tuve que volverme a Yav, pues se haba declarado ltimamente 19

www.elaleph.com G. E. Hudsondonde los libros son gratis

una epidemia, esparcindose por todo el pas, de modo que rara vez pasaba un da en que no tuviera algn largo viaje que hacer, para atender a un moribundo. Muchas veces, durante aquellos das, gastado por el cansancio y falta de sueo, me apeaba de la mula y descansaba un rato, apoyado en una roca o un rbol, deseando que la muerte viniera a libertarme de tan triste existencia. Antes de dejar el rancho de Moptero, le encargu que me mandar avisar tan pronto como se encontrara Marta; pero durante varios das no tuve ninguna noticia. Por ltimo, lleg un recado, diciendo que haban descubierto su escondite en el monte, pero que no podan persuadirla a que lo dejara, o aun de hablarles; y me suplicaron que fuera, porque estaban muy inquietos por ella y no saban qu hacer. Otra vez volv a buscarla, y ste fue el ms triste de todos mis viajes, pues aun los elementos parecan estar impregnados de una inusitada lobreguez, como con el objeto de preparar mi nimo para alguna calamidad inimaginable. La lluvia, acompaada de terribles truenos y relmpagos, haba cado durante varios das, de modo que el pas estaba casi intransitable; los arroyos, crecidos por los aguaceros, retumbaban al pasar por entre los cerros, acarreando rocas y rboles, y amenazando, al atravesarlos, de arrastrarnos en su corriente a nuestra perdicin. Haba escampado; pero todo el cielo estaba cubierto de un obscuro e inmvil nubarrn, sin que por l atravesara un solo rayo de sol. Las montaas, envueltas en vapores azules, descollaban vastas y desoladas, y los rboles, en aquella atmsfera espesa e inerte, eran como figuras de rboles talladas de slida roca de negro azabache, y colocados en alguna tenebrosa regin subterrnea para burlarse de sus habitantes con una imitacin del mundo exterior. Por ltimo, llegamos al rancho de Montero, y, seguidos por toda la familia, fuimos en busca de Marta. El lugar donde se haba escondido se hallaba en un tupido monte, a una media legua del rancho, y siendo la subida a l empinada y dificultosa, Montero tuvo que ir adelante, a pie, conduciendo mi mula por la rienda. Por fin llegamos al lugar donde la haban encontrado, y all, a la sombra de los 20

www.elaleph.com Marta Riquelmedonde los libros son gratis

rboles, hallamos a Marta, en el mismo lugar, sentada en el tronco de un rbol, empapado por la lluvia y medio enterrado bajo grandes enredaderas y masas de follaje muerto y medio podrido. La hallamos acurrucada, en cuclillas, y con su falda hecha pedazos y cubierta de barro; tena los codos apoyados en las rodillas, y sus dedos, largos y huesudos, metidos en el pelo, todo enmaraado, que le colgaba en desorden sobre la cara. A esta lamentable situacin la haban trado sus grandes e inmerecidos infortunios. Al verla, un grito de compasin cay de mis labios, y apendome de la mula, avanc hacia ella. Al aproximarme, levant sus ojos a los mos, y entonces me qued parado, pasmado de horror y asombro de lo que vi, puei; ya no eran orbes suaves de color de violeta, que hasta ltimo haban conservado su dulce expresin conmovedora; ahora sus ojos eran redondos y de salvaje aspecto, tres veces mas grande de lo que eran de ordinario, llenos de un fuego espeluznante dndoles la apariencia de los ojos de algn salvaje animal que se ve acosado. -Por Dosl -grit-.Ha perdido la razn!... Entonces, hincndome de rodillas, desat con temblorosas manos de crucifijo que tena al cuello, y trat de sostenerlo al nivel de sus ojos. Este movimiento pareci enfurecerla; los ojos dementes y desolados, de los cuales haba desaparecido toda expresin humana, tornronse dos bolas ardientes, que parecan despedir chispas de fuego; su corto pelo se eriz hasta que lleg a parecer un enorme cresta sobre la cabeza, y, de repente, bajando sus manos esquelticas, empuj bruscamente el crucifijo a un lado, prorrumpiendo a la vez en una sucesin de quejidos y gritos, que atravesaron mi corazn de angustia. Y luego, estirando hacia arriba los brazos, prorrumpi en gritos tan terribles, y expresivos de una agona tap profunda que, abrumado por ellos, me dej caer al suelo, y me cubr el rostro. Los otros, que estaban detrs de m, hicieron lo mismo', porque ningn viviente poda soportar aquellos gritos, cuyo recuerdo, aun ahora, despus de tantos aos, hace helrseme la sangre de las venas. -El kaku! El kakue! -exclam Montero, que estaba detrs, junto a m. 21

www.elaleph.com G. E. Hudsondonde los libros son gratis

Recobrando el sentido, al or aquellas palabras alc la vista, para brir que Marta ya no estaba a all. Porque en aquel mismo momento, aquellos horripilantes gritos resonaban en mis odos, despertando los ecos de las soledades montaosas, habase verificado la terrible transformacin, y Marta haba percibido por ltima vez con vista humana al hombre y la tierra. En otra forma, en aquella extraa forma del kaku, haba huido precipitadamente, para siempre, de nuestra vista, a esconderse en aquellos montes tenebrosos, que iban a ser su morada. Qu cosa hara yo, desgraciado de m, que mereciera que todas mis luchas y oraciones fueran as frustradas, y que se le hubiera permitido al espritu del poder de las tinieblas arrancar de mis manos a aquella alma desdichada? Me levant temblando del suelo, las lgrimas surcando a su antojo mis mejillas, mientras los miembros de la familia Montero me rodearon y seagarraron de mi sotana. Cerr la noche, negra cualla desesperanza y la muerte, y, hallando nuestro camino con la mayor dificultad, regresamos por el monte. Pero yo no quise quedarme con ellos en elrancho; con gran peligro de mi vida, torn a Yav, y durante todo aquel trayecto obscuro y solitario, clam a Dios, sin cesar, que me tuviera compasin. Hacia medianoche llegu en seguridad al pueblo, pero el horror que me infundieran aquella inaudita tragedia, los temores y las dudas que no osaban todava expresarse en palabras, permanecieron en mi pecho, para atormentarme. No pude dormir ni comer durante semanas. Qued hecho un puro esqueleto, y mi pelo comenz a ponerse blanco antes de tiempo. Hallndome ahora incapaz de mis deberes, y, creyendo que se acercaba la muete, ansiaba ver otra vez mi ciudad natal. Por ltimo, me escap, y, despus de muchas fatigas, llegu a Jujuy, de donde continu por cortas a Crdoba.

22

www.elaleph.com Marta Riquelmedonde los libros son gratis

V"Ay, Crdoba! Vuelvo a verte otra vez, hermosa a mis ojos, cual la nueva Jerusaln, descendiendo del cielo, aderezada como una esposa ataviada para su esposo. En este lugar, donde primero vi la luz, permtaseme ahora yacer en paz, como un nio cansado, que se queda dormido en el regazo de su madre." As apostrof a mi ciudad natal cuando, contemplndola desde la altura, por fin la vi a mis pies, ceida de purpreas sierras y resplandeciente a la luz del sol, destacndose las blancas torres de sus muchos templos entre verdosa confusin de arboledas y jardines. No obstante, la providencia orden que en Crdoba hallara vida, y no la muerte. Rodeado de viejos y queridos amigos, oyendo misa en aquella vieja iglesia, que conoca tan bien, me volvi la salud, y estuve como uno que se levanta despus de una noche de malos sueos, y que, al salir afuera, siente en la cara la luz del sol y el viento. Cont la extraa relacin de Marta a una sola persona: al padre Irala, un hombre prudente y de gran sabidura y piedad, revestido de mucho poder en la Iglesia, en Crdoba. Qued asombrado que pudiera escucharme serenamente las cosas que le cont me profiri algunas palabras consolantes; pero ni entonces, ni despus, trat de aclarar el misterio. En Crdoba pareci levantrseme aquel gran nubarrn del magn, dejando intacta mi fe; volv de nuevo a ser animado y feliz... ms feliz que jams lo hubiera sido desde que me fuera de all. As pasaron tres meses; entonces, un da, me dijo el padre Irala que ya era tiempo que me lo devolviera a Yav, pues habindose repuesto mi salud, no haba ya nada que me impidiera regresar a mi grey. Ay, aquella grey, aquella grey en la, cual slo. haba habido para m un cordero amado! Fui presa de una gran inquietud; todas aquellas dudas y temores indefinibles que se haban disipado, parecan ahora estar volviendo otra vez; le supliqu a Irala que me dispensara de mi cargo y que enviara en mi lugar a alguno ms joven: a alguien que no supiera las cosas que le 23

www.elaleph.com G. E. Hudsondonde los libros son gratis

haba contado. Contest que por la misma razn que estaba enterado de esos asuntos, yo era la nica persona a propsito para ir a Yav. Entonces, en mi agitacin, le abr mi pecho. Le habl de aquella apata gentlica de los indgenas que yo en vano haba tratado de vencer; de las tentaciones que me haban sobrevenido; de la pasin, de la ira y del amor terrenal, y del terrible crimen que me haba sentido impulsado a cometer. Que desde que, aconteciera la tragedia de Marta Riquelme, el mundo espiritual me haba parecido resolverse en un caos donde Cristono tena poder de salvar; que en mi desesperanza y desdicha, por poco haba perdido la razn y me haba huido de all. En Crdoba me haba vuelto la esperanza, mis oraciones haban sido inmediatamente atendidas y el Salvador pareca estar cerca de m. Aqu en Crdoba, dije al cabo, haba vida, pero en el ambiente de Yav, en aquel ambiente destructor de almas, slo se hallaba la muerte. -Hermano Seplveda -repuso-, conocemos todos sus sufrimientos, y participamos en ello; sin embargo, es preciso que usted vuelva a Yav. Aunque usted, all en el campo enemigo, haya dudado quiz de la omnipotencia de Dios, cuando en me dio de la lucha lo han acosado y herido, l lo llama otra vez al frente, donde estar con usted y pelear a su lado. Es a usted a quien le incumbe, y no a nosotros, hallar la solucin de aquel misterio que lo ha perturbado; y sus palabras parecen demostrar que ya casi ha resuelto el problema. Acurdese que nosotros no estamos en este mundo para hacer nuestro placer, sino la obra del Seor; que la recompensa suprema no ser para aquel que se sienta a la fresca sombra con libro en mano, sino, para el que trabaja en el campo y sostiene las fatigas y los calores del da. Vulvase a Yav, y, nimo!, que a su debido tiempo los ojos de su corazn sern iluminados y todo se explicar. Estas palabras me consolaron un tanto, y, meditando mucho en ellas, abandon Crdoba y a su debido tiempo llegu de nuevo a mi parroquia. Al apartarme de Yav, les haba prohibido a Montero y a su mujer que dijeran una sola palabra del modo en que haba desaparecido Marta, considerando que era mejor para mi grey que no supiese nada 24

www.elaleph.com Marta Riquelmedonde los libros son gratis

del asunto; pero a mi regreso, al pasar por el pueblo, hall que todo el mundo lo saba. Por todos lados se deca que Marta se haba vuelto un kaku; y no les asombraba ni espantaba esto; era solamente algo nuevo del que podan chacharear, como de la fuga de Quiteria con su novio, o, de la pelea de Mxima con su suegra. Tenamos encima la estacin ms clida del ao, cuando era imposible hacer mucho, ejercicio o pasar largo tiempo fuera de la casa. Durante aquellos das empez otra vez a pesar sobre mi alma aquella sensacin de desaliento. Cavil en las palabras del padre Irala y rec constantemente, pero la iluminacin que l haba presagiado no me vino. Cuando predicaba, mis palabras eran para mis oyentes como un zumbido de moscas en da de verano; entraban en la iglesia y permanecan de pie o hincados en el suelo, escuchando con rostros insensibles, y saliendo otra vez con el corazn inalterado. Despus de decir la primera misa, regresaba a casa y sentndome a solas en mi cuarto, pasaba el resto del da sofocante de calor sumido en mis melanclicos pensamientos, no teniendo ninguna inclinacin a trabajar. En tales ocasiones, la imagen de Marta, en toda la hermosura de su juventud y coronada de su urea y resplandeciente cabellera, se ergua ante m y se me anegaban los ojos de lgrimas. Tambin sola recordar con frecuencia aquella terrible escena en el monte la figura acurrucada, los trapos andrajosos, los ojos encendidos de locura; de nuevo parecan aquellos gritos estridentes repercutir por todo mi cuerpo y resonar en el lbrego monte, y me levantaba sobresaltado, medio enloquecido por las horribles sensaciones que de nuevo me invadan. Y un da, mientras estaba sentado en mi cuarto, con aquellas remembranzas como nica compaa, sent de repente una voz en el corazn anuncindome que se acercaba el fin, que vena la crisis, y que para cualquier lado que cayera, all permanecera por toda la eternidad. Me alc de mi asiento, mirando fijamente ante m, como uno que ve entrar en su cuarto a un asesino con pual en mano y se dispone para la lucha que amenaza. Al instante, todas mis dudas, todos mis temores y desordenados pensamientos hallaron expresin y denostaron a gritos a mi Redentor. Clam a Dios en alta voz que me salvara, pero no acudi; 25

www.elaleph.com G. E. Hudsondonde los libros son gratis

los espritus de las tinieblas, enfurecidos por mi larga existencia, haban adueado violentamente de mi alma y la estaban arrastrando a los infiernos. Extend las manos y agarr el crucifijo de pie a mi lado, asindome a l como pudiera hacerlo un marinero de un palo en el agua, al estarse ahogando: "Soltadlo! -gritaron mil demonios a mis odos-; hollad este smbolo de una esclavitud que ha obscurecido vuestra vida y que os ha hecho un infierno de la tierra. El que muri en la cruz ya no os puede salvar; mueren miserablemente los que en l confan. Recordad a Marta Riquelme, y salvaos de su suerte mientras haya tiempo! Solt la cruz, y cayendo en las piedras, Clam al Seor en alta voz pidindole que me quitara la vida y tomara mi alma, porque slo la muerte me librara de -aquel gran pecado a que me instaban mis enemigos que cometiera. No bien hube pronunciado estas palabras cuando sent que los espritus malos se haban apartado de m, como lobos robadores que han sido espantados de su presa. Me levant y me lav la sangre de la frente donde me haba lastimado, y alab a Dios, pues ahora una gran tranquilidad inund mi corazn, y sent que l, que muri para, que todos furamos salvos, estaba all conmgo, y que su gracia me haba dado la victoria y librdome del infierno. Desde ese momento en adelante, empec a ver el significado de las palabras del padre Irala, esto es que me incumba a m, Y no a l, hallar la solucin de los misterios que me haban tenido tan inquieto y la cual, ya casi haba descubierto. Tambin vi el porqu de aquella obstinada resistencia a la Religin en las almas de la gente de Yav; y asimismo el porqu de las tentaciones que me haban acometido, de los curiosos accesos de clera y de las pasiones carnales que nunca jams haba experimentado y que haban marchitado mi corazn como vientos abrasadores, y de todos los sucesos en la trgica vida de Marta, porque todas estas cosas haban sido preparadas con una astucia diablica para hacer que mi alma se rebelara. Ya no meditaba de continuo en aquel suceso aislado de la transformacin de Marta, pues, ahora, toda la accin de aquella formidable lucha, en la que el poder de 26

www.elaleph.com Marta Riquelmedonde los libros son gratis

las tinieblas siempre pelea contra los siervos del Seor, empez a manifestarse a mi entendimiento. En la imaginacin volv a aquel tiempo, siglos atrs, cuando an no haba cado sobre este continente ni un celeste rayo de luz; cuando los aborgenes rendan culto a dioses, que llamaban en sus diversos idiomas Pachamac, Viracocha y muchos otros nombres cuyos significados seran en castellano los siguientes: El Todopoderoso, Gobernador de los Hombres, El Seor de los muertos, El Vengador. stos no eran seres mitolgicos, eran poderosas entidades espirituales, distintas una de otra en carcter; algunas de ellas deleitbanse en guerras y cataclismos, mientras que otras consideraban a sus adoradores mortales no slo con sentimientos de tolerancia, sino aun de benignidad. Y a causa de esta creencia en podero, sos seres benvolos, algunos doctos escritores cristianos han mantenido la opinin que los aborgenes tenan el conocimiento del verdadero Dios, mas, obscurecido por muchas falsas doctrinas. Esto es un error manifiesto, porque si en el mundo material no pueden mezclarse la luz y la obscuridad, mucho menos podra el Ser Supremo compartir su soberana con Belial y Moloc, o, en este continente, con Tupa y Viracocha; pero todos estos demonios, grandes y pequeos, y conocidos por varios nombres, eran ngeles de las tinieblas que se haban dividido entre ellos este nuevo mundo y las naciones, que en l moraban. Ni debe extraarnos hallar aqu un parecido a la verdadera Religin rasgos sublimes y graciosos que sugieren al Divino Artista-; porque el mismo Satans se transfigura en ngel de luz y no tiene escrpulos en apropiarse de las cosas inventadas por la Inteligencia Divina. Estos espritus tenan poder y autoridad ilimitados; su servicio era el objeto principal de los hombres; todo carcter individual y sentimientos naturales eran aplastados por un despotismo implacable, y nadie, ni en sueos, desobedeca sus decretos que eran interpretados por sus sacerdotes; pero todos los habitantes estaban ocupados en construir, en su honor, templos colosales, adornados con objetos de oro y piedras preciosas, y millares de sacerdotes y vrgenes rendan culto 27

www.elaleph.com G. E. Hudsondonde los libros son gratis

con una pompa y grandiosidad que superaba a la del antiguo Egipto y de Babilonia. Ni tampoco cabe dudar que estos seres empleaban con frecuencia su poder para alterar el orden de la naturaleza, transformando a hombres en aves y bestias, causando terremotos que arruinaban ciudades enteras y haciendo muchas otras cosas milagrosas para demostrar su autoridad o satisfacer sus genios malvolos. Lleg el tiempo en que quiso el Ser Supremo demoler este imperio pecaminoso, empleando para ese fin aquel antiguo y frgil instrumento, despreciado de los hombres, el padre misionero, y principalmente a los de la Orden -tantas veces perseguida- fundada por Loyola, cuyo celo y santidad han sido siempre un estorbo al orgulloso y sensual. En nacin tras nacin y una tribu tras otra, los antiguos dioses fueron privados de sus reinos, siempre luchando con todas sus armas para hacer resistencia a la conquista. Y al cabo, derrotados por todas partes, y como un ejrcito que pelea en defensa de su territorio, se ha ido retirando poco a poco ante el invasor, yendo a internarse en alguna regin aparentemente inaccesible, donde se resiste hasta el ltimo; as se han retirado a este abrigado pas todos los antiguos dioses y demonios, donde, si no pueden impedir que entre la semilla de la verdad, por lo menos han logrado hacer el suelo donde cae estril como una piedra. Ni parece enteramente extrao que estos seres, en un tiempo tan poderosos, se contenten con permanecer en comparativa obscuridad e inaccin, cuando tienen al mundo entero que les ofrece campos dignos de su malvola ambicin. Pues, por grandes que sean su poder e inteligencia, son despus de todo, mortales, poseyendo -como los hombrescaracteres, capacdades y limitaciones individuales; y despus de reinar sobre un continente que han perdido posiblemente no sean aptos para servir en otra parte o no deseen hacerlo. Porque sabemos que aun en las plazas fuertes del Cristianismo, siempre hay suficientes espritus malos para hacer pecar a los hombres: naciones enteras estn bajo el dominio de herejas abominables, y toda religin espisoteada por muchos cuya parte ser en donde el gusano de ellos no muere y el fuego nunca se apaga.

28

www.elaleph.com Marta Riquelmedonde los libros son gratis

Desde aquel momento en mi ltima pelea, cuando mi magn empez a columbrar esta revelacin, me he visto libre de sus persecuciones. Ninguna pasin violenta, o impulso pecaminoso, ninguna duda o tristeza han turbado la tranquilidad de mi nimo. Me hallaba inundado de nuevo celo, y en el plpito sent que no era mi voz, sino la voz de algn poderoso espritu que hablaba a travs de mis labios y predicaba a la gente con una elocuencia de la cual yo no era capaz. Sin embargo, hasta aqu, aquella voz no ha podido ganar sus al. mas. Los antiguos dioses -aunque ya no adorados abiertamente- son siempre sus dioses, y si pudiera levantarse un nuevo Tupac Amaru para derribar los smbolos del Cristianismo y proclamar otra vez el imperio de los incas por todas partes, muchos hombres se inclinaran para adorar el sol naciente y reedificar, llenos de gozo, templos al Relmpago y al Arco Iris. Aunque los espritus errantes no pueden daarme, estn siempre cerca de m, observando todos mis movimientos y siempre esforzndose por frustrar mis propsitos. Ahora no hago caso de ellos cuando estn presentes. Mientras desde mi escritorio miro a las montaas, que cual colosal escalera se elevan al cielo, perdindose sus cumbres de vista en un hacinamiento de nubes, me parece vislumbrar vagamente la terrible sombra de Pachamac, supremo entre los antiguos dioses. Aunque estn en ruinas sus templos, donde el Faran de los Andes y sus millones de esclavos le adoraron durante mil aos, l es siempre temible. En torno suyo se agrupan otras formas colosales en sus brumosas vestiduras: el Seor de los Muertos, El Vengador, El Gobernador de los Hombres y muchos otros cuyos nombres eran en un tiempo de gran potestad en todo el continente. Se han reunido para deliberar en junta; oigo sus voces en el trueno que retumba broncamente desde los cerros, y en el viento que azota los rboles del monte ante la tempestad que se acerca. Tienen sus rostros vueltos hacia m, me sealan con sus nebulosas manos, hablan de m, aun de m, un viejo dbil y gastado! Pero no me asustan; tengo el alma firme, aun cuando mi carne est

29

www.elaleph.com G. E. Hudsondonde los libros son gratis

enferma; aunque mientras miro me tiemblan las piernas, espero ganar aun otra victoria antes que pase de este mundo. Tarde y maana oro por aquella alma que vaga perdida en el gran desierto; y ninguna voz reprende mi esperanza ni me dice que mi oracin sea ilcita. Fuerzo la vista mirando hacia el monte; pero no s si Marta Riquelme volver trayndome las nuevas de su salvacin en un sueo de la noche, o si vendr ella misma en su propia persona a la luz del da. Espero su salvacin, y cuando se cumpla, estar pronto para pasar de este mundo; pues como el viajero, cuyos labios estn desecados por abrasadores vientos, y que con la boca llena de arena ansa un trago de agua fresca, se esfuerza por ver el, trmino de su viaje en el gran desierto, as yo aguardo el fin de esta vida cuando ir donde ti, oh, mi Seor!, y hallar el ansiado reposo.

30

www.elaleph.com Marta Riquelmedonde los libros son gratis

GLOSARIOAl udo: en balde. Ay juna!: interjeccin gauchesca Bagual: caballo salvaje o maero. Carancho: ave de rapia sudamericana. Carac: tutano, mdula de los huesos. Cimarrn: animal salvaje, montaraz. Estancia: establecimiento de ganadera. Facn: pual de gaucho. Flete: caballo brioso, corredor. Lata: sable. Mate: la vasija de calabaza en la que se prepara la infusin de hierba del Paraguay, bebida clsica del gaucho; tambin se llama mate la bebida misma. Mangang: nombre guaran de la abeja cimarrn, de gran tamao. Matrero: ladrn de caballos o ganado. Matriar: robar caballos. and: nombre guaran del avestruz americano. Omb: rbol muy grande de la familia de las filotceas, muy caracterstico de la Pampa. Pago: distrito o vecindario rural. Pajuerano: forastero. Parejero: caballo de carrera de la Pampa. Pava: tetera que se emplea para el mate. Peludo: armadillo cubierto de pelo. Pericn: baile popular rioplatense. Petizo o Petiso: caballo de corta alzada. Pilcha: cada una de las piezas del recado; tambin se aplica aprendas personales. Porra: porcin de pelo enmaraado.

31

www.elaleph.com G. E. Hudsondonde los libros son gratis

Pulpera: tienda donde se venden por menor bebidas alcohlicas, y tambin comestibles. Rancho: choza con techo de paja o totora. Rejucilo: refucilo, relmpago. Retrucar: replicar, contradecir. Tranquera: puerta en un cerco hecho de trancas. Truje: traje, tercera persona singular de traer. Tosca: nombre que dan en la Argentina y en el Uruguay a una roca blanca de textura terrosa que se encuentra en casi toda la ribera del Plata.

32