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- -r\ !' ALAN PAULS I Elpudor del . pornilgrafor EDITORIAL SUDAMERICANA BUENOS AIBES
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El pudor del pornógrafo

Jun 27, 2015

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Julio Ariza
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Page 1: El pudor del pornógrafo

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ALAN PAULS I

Elpudor del. pornilgrafor

EDITORIAL SUDAMERICANABUENOS AIBES

Page 2: El pudor del pornógrafo

\r\tl LLr(Q-l -1 1?, 'LG,481Y ?,.3

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II\l\J

LIBRARY

UAR 2 ó 2004

"A menudo pienso durante muchas horasúnicamente en el cartero. Tiene que llegar .

eorreo, pienso. ¡Correo! ¡Correo! ¡'JVoúrci¿sJ Al-gún dla llegaró una carta que no te defraudará,¿De quién? No serla agradable, querido doctor,abrir una cart¿ y decirse: ¡Vaya, voy a morir el241',

\

"No quibiera otra cosa que tenerte tomadade l¡ mano y sentir tu proqimidad. ¿Modestodeseo? Y sin embargo no rasga ni la lejanfa nild noehe."

,lil;

IMPRESO EN LA ARGENTINA

Quefu hccho el dePósito qac Previe'nc to by 77.721t. @ lilSIh EditorinlSufumirü:arn Soóúedd Antnimqcol|¿ Humbc¡to Io 6tl, Buetrr,s Airca

ISBN 960'0?{111il

Page 3: El pudor del pornógrafo

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1

Ursula solfa esperarme en el amplio parque que seextiende frente p mi easa. Convencida de que en sole-dad mi trabajo gan'abe'en efieiencia y rapidez, hablaelegido el panque porque desde alll -por un¿ ra¡z6nposician&l- le era posible divisar el peque[o balcónde mi casa, una blanea saliente eon r;ja; a h que yome asomaba a fin de apacigr¡ar con gestos su erpecta-tiva. Entre carta y carta, yo salfa al aire y perm¿ne-cla alll unos minutos, fijado en la contemplación de supequefla silueta, Qüe ella acomod¿ba eon decoro eRuno de los descoloridos banpos del p¿rque. Cuandoella alzaba los ojos hacia el balcón (su cabeza parda,en la que los reflejos del sol se entrelazaban, ascendfálevemente como si yo la hubiese ll¿mado eon silen-ciosa consigna), yo intentaba haeerme entender pormedio de contorsiones corporales. Ursula se incorpo-raba de pronto, creyendo sin duda que lo que yo teanunciaba con mi aparición en el balcón era el térmi-no de una nueva jornada de trabajo. ¡Cuánto me cos-taba entonces disuadirla: expliearle eon ademanesque me mostraba ante ella con el solo objeto de pre-servar nuestro contaeto!

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10

Más tarde el trabcio aumentó; las eartas comenz4-

ron a llegar por paquetes que un fatigado cartero

abandon"f,, dlscuidadamentl frente a mi puerta. En-

tonces ursula modificó sensiblemente su forma de es-

perar. En una ocasión, aprove.ehando le p?ull 98gsvezmás estrecha entre una carla y otra, sall al balcón

con la intención de ofreeerme a ella, 8la que imagins-

ba ya exasperada por la espera, mirando insistente-mrnt" h¿cia el balión comó quien aguafda la salida

de un llder religioso. Pero' para mi sorpresa, ellA no

estaba alll. Queá¿ unos "instantes como enclavado en

el banco en el que sorla sentarse, detenido en la mor}sa verifieacién de su ausencia, hasta que mis oios'

desplazóndose lentos por toda la exten¡ión det par-

que, fueron a dar a uni zontlateral, sombrfa; allf dis-'

tinguieron la masa compacta de unos árboles agita-

dOs por el viento Y, .reeortad¿ contra ellos' una

*an*h, viva, una siiueta en l¿ qUe reconocieron el

cuerpo de Ursula.Sf¡bitos interrogantes me asaltaron3 ¿por qué alll' a

gué obedecfa ese lnesperado cambio de posición, 9uéefectos desencadenaria? La respuesta de este f¡ltimo

me serla dada de inmediato, spenas intentara des'

cifrar aquella mancha rojiza que se debatla en F zona

p"nurbiosa: conforme a esta arbitrafl -r9disp9-$

ción del espacio, resultaba que yo pos*la de ell¡ una

visión ruyr relativa claridad me facilitaba el acceso Isus detalies; pero he aqul que ella, al dirigirlg yo mis

enfáticos geslos con sus correspondientes significs-

dos, no p"i"cla cap az de recogerl,os, alejada mi figura

- al parecef - d; los llmitás de su campo visual.

Quedábamos, por asl decir, desconectados utio del

- |.,:EL PuDoR DEL PonNocnAro 11

otro: ¡ro^to eI lozo óptbo gue noe encú,etwbol Obser'vóndola desde el balcón, me pareela estar ,'frente A

-

uno de esos vidrios que permiten la visión de qülenestá detrás, impidiendo sin embargo que este reco-nozca a qulen lo contempla, dado que eso que el que

contempla toma por vidrio (por transparencia), soloes para el contemplado una superficie opaca.

Desde entonces, Ursula nunca volvió a interrumpirmi trabajo. Sin duda debido al creciente nfimero decart¿s que yo recibl¿, y tambié:¡ a gierto hastlo deri-vado ,de la espera, prefirió aparecer, enigmática' en

aquellas rófagas de visión, como üna suerte de piezApiincipal camuflada en elemento accésorio. Ftqg*en-los dsContemplaeión: pegue[os cu¿dros de los que elcuerpo de Ursul¡, enfund¿do en vestidos de coloresextravagantes, hacl¿ su propio escenario, el lugar desu expocieión,

Nobescribiré aquf lo que de ella pude constatar en

aquellas visiones; diré, sl, que si bien ella quedaba

marginada del sentido de mis "envlos" 0os gestos

que yo improvisaba a falta de un sistema de cOmuni''cación más eonveniente), no por ello parecfa molestspor'la contemplación unilateral a la gue ella misma,cambiando su postura en relación al balcón, ge hablaentregado, sino todo lo eontrario: de est¿ visión $oloñh, que Ie era del todo imposible correspondef, IJf-sula supo sin dud¿ explotar las peculiaridades.

ALAN PAULS

Ii ir.I,

,1,'i.

Page 5: El pudor del pornógrafo

[*fr

2

Peculiar fue, en verdad, la forma en que Ursula

sprovechó aquella modificación de nuestro vlneulo;'óptico"; aún encerrada en el marco de mi campo vi-

,uil, el heeho de que su nueva posición me excluyera

del royo pareció cbnferirle un derecho que no esperó

muchó üómpo pars comenz1t a ejereer. La primera

vez)habiendo vb salido al.balcón y dirigido mi mirada

hacia la zona 'ieste" del farque, zoBa cuyas sombras

n¿da bueno auguraban, "n

ñsca de la silueta de mi

UrsUla, a la que - eomo siempf€ - esperaba ell-

eontrar rbclinada contra l¡r ruinosa casilla, €D postura

iaog"ida y como abandonada al frescor de la tarde, eI

,espáctóculo qué seofreció a mis ojos reveló entl9 rye-detalles el i"tm"o de un trastorno. Reconócf on,aqueila silueIa colorida a mi Ursula, pero fue su pos-'tura anorm¿I, la variaeión e¿si imperceptible de al-

:grto miembno de su cuerpo amado, lo que obtigó a fi-,í"r, mi ¿tención de un modo inusual en el desarrollo

áe h escena. En efeeto, una transformación se h¿bla

op"i.d;, HIerfuima, en su cuerpo' en la armoniosa

¿'isp*ición-de sus miembros, transformaeión cuyas

repercusiones interiores no supe en ese inst¿nte eva-

ioi" con ta debida prudencia, y cuya señ¿l mós nftida'

EL PUDOR DEL PORNOGRAFOa.

13

más, por decirlo de algrtn modo, uiiibte, consistl¿ enel hecho de que Ursula yaela sentada en el piso, a lasombra de un árbol de voluminoso troneo, sentada ycon la delicada espalda apoyada eontra aquel, inmóvil'todo su cuerpo a no ser por la tenue vibración de unade sus piernas, que ella se ocupaba de mantenerabiert¿s y flexionadas, como aprestadas a un parto,vibración que me parecla destinada a, Íozar un muslocon otro bajo la débil resisteneia del vestido' que se

entrelazaba y jugueteaba en sus tobillos desnudos. Amedida que Ursula prolongaba su ejercicio, cuyo re-gocijo no era ajeno a su cambio de ubicaeión en el par-que,- ni al hecho de que, des$e mi lugar, arln he eraposible asistir a s'Us- demostraciones, las inciertaslensaciones que experimentaba, extratlas para ml enaquellos escareeos primitivos, debieron hallar en'elruave tejido que envolvla su cuerpo un obstáculo pa-

ra su prosec¿ción, ya que de otra forma no se hubieraexplicado que con ayuda de sus dos manos, antes al- )

zadas sobre su cabe ?,a, en contaeto directo con la ru-gosidad del enorme tronco, mi Ursula se abocara concuidado a la tarea de &rremangar su pollera hastadesnudar sus piernas a la altura de la mitad de losmuslos, que aquel rítmieo vaivén no dejaba de aproxi- \

mar uno al otro en un concertado dispositivo mecáni-co. Arretnangada la molesta prenda, desnudadas lasdos piernas en incesante fricción, Ursula procedió en-

tonces a extenderlas sobre el piso de tierra, abrién-dolas en una asombrosa areada y volviendo a

eerrarlas impetuosamente, aceleración que levantóon torno del cuerpo recostado una gran nube de pol-vo, polvo negruzco y ensuciador detrás del cual toda

Page 6: El pudor del pornógrafo

\.-

14 ALAÑ PAuLs:

mi ursula derapareció vlctima de un prodigioso_efec'

to teatraL;;;bahda por un designio sobre el qle

fo, desde el balcón, incapa z de conjurarlo, comenzaba

a interrogsrme.

1$I

3

reeibl tu imprevista carta, Ursula, hace unos pocos

minutos, tiempo necesario par¿ sobreponefme',¿ la

sorpresa y ¿l cabo dgl cual ya estaba sentado escri-

biéndote la re$puest¿. No tieneo ya'nada que temer,

amor: tui'lfneas se hallan en mi poder, tu carta no se

ha extraviado, Y yo eelebro el feliz momento en que

ge te ocurrió eicribirme. "Par¿ sustituir la espera",

me escribes; pero ¿por qu9 recurres a un¿ justificis-

ción que yo sérfa incapa z de pedirüe? No tengo nada

que preguntarte acerea de tu decisión, nada scerca

rie hI rizones que te han estimulado a adopt¿rla¡ Pe-ro ya que th mslas comunicas, ¿qué me queda a rnf si'no apliudirlaslEl tiempo que tú pgrmaneclss en el

psrqu€, ¡ la espera de mis noticias h menudo tan pe-

nosamente enviadas que tú no aleanzabas a enten-

derlas), era Un tiempo perdido, X no veo cuál pueda

ler la objeción al hecho. de que tú hayas resuelto¡bandonAt ese preCario rirodo de ponernos "en eon-

tacto".¡Enhorabuenl, Ursulat Pues tu cart¿ ha cafdo

¡oúre ml como desde l¿s nubes (yo no la eEperaba: es-

pero diariaménte otro tipo de cartas, que son'l¿s que

Page 7: El pudor del pornógrafo

nos obligaron a suspender nuestros encuéntros),

cuando ya -comenz¿ba a inquietarme el destino de

nuestr r\iiiirón. Fue como si tri hubieses c,aptado el

deseo que en ml comenzaba p desnertarse' Y'-lpenasconvocado, reclamaba urgeriie satisfacción. Y tanto

el tono como el contenido, Ursula, l€ otorgan a tu car-

ta eI valor de preómbulo para una ulterior correspon-

dencia que taÍ vezestreche aún más nuestro vfnculo.

Entre ttl y Yo, una pubrta comienza a abrirse o al me-

nos ambos tenemos la mano sobre el picaporte. Yqué

nos sea dado descubrir del otro lado, eso depe-nderá '

del curso que siga nuestro intercambio' Todo lo que

sé,Ursul","'quehabiendopuestorep€ntinofinaesas ,.sesiones de contemplación mútua" a tr¿vés de

las cuales uno pretendla sab"r todo del otro, se habla

vuelto para ml'imperiosa la necesidad de encontrar elq *o¡o qup nos permitiera introducirnos' por¿sl decir,

uno "o "i

otro. y ese camino, th lo has hallado y me lo

propones para que yo también tome cartas en el

¿ronto. Itlrnejorable camino, ursul¿,9ü€ sin embargo

no creo póa"t recorrer sin tropezar, aquí { "ll{: con

cierto, ar.ollos. Como tú s¿bes, con mi "trabajo" ten-

go ya suficiente correspondencia Pa.{a leer y contes-

í"t. (¡Oh, not No lo diie para que te enfadases' rni

amor, mi ausente, sino- para confiarte con toda fran-

queza'las penurias de mi situación, de la que ttt-1o:5Y--

tienes por qué participar, perg sí estar al tanto' ¿Me , ,

prometes nó odscarte? Deberh |abe.r atgírn P:fq: :

poder tachar lo que uno ha escrito sin qle el otro lo

advierta.) comprenderás entonces que frente a tus

envlos yo habtS d" tomar una serie de medidaq a fin

de que no se mezclen eon los otros, de los que-terno la

EL PUDOR DEL PORNOGRAFO T7

contaminación. Además, aeostumbrado ya a contes-tar ese tipo de cartas, me ato¡menta la idea de que

ante las tuyas no sepa ya qué decir (¡porque es

tanto!) Adivino que no lograré transcribir con fluideznada de lo que previamente componga'dentro de unorden. Es cierto que mi memoria es débil, pero inclu-so la mejor de las memorias serla incapaz de ayudar-me a transcritqir con exactitud. un párrafo, por pe-

queño que sea, pensedo y retenido de antemano; pues

dentro de eada frase hay transicioqes que deben per-

manecer en suspenso con anterioridad a, su redac-ción. Cuando me siente luego, con el objeto de escri-bir la retenida frase, no veré sino fragmentos que es-

tarán alll, y que no lograré atravesar ni sobreP4gar

con la mirada. Si siguiera et dictado de mi indolenciano haría otra cosa que tirg la pluma. ¡Y Yo, Ursula, sihay algo que quiero - añora que es el momento de

enun.iár nuestros deseos -, €s que trl no pierdas n8-

da, ni el trozo más insignificante de lo que tengo para

decirte!Además: si por una parte te he tranquilizado ase-

gurándote que tu earta ha llegado' por otra habré de

confesarte que tus preoeupaciones no carecen de fun-damento. Por lo tanto, si realmente está en nuestrodeseo el llevar adelante esta "eorrespondeneia" (¡qué

extratla me suena esa palabra: como de otra épocat)'

nos aseguraremos de que cada carta goce de todas las

medidaé de seguridad. eon' qüe seamos capaees de

preservarla; eunque ¿qué mejor gsrantla que entre-gártela a ti personalmente, verdad? Pero si asl fuera,it a ml nada me apartase de nosotros' entonces ¿quénecesidad habrla de escribirnos? Te confieso lo que

1,6 ALAN PAULS

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Page 8: El pudor del pornógrafo

18 ALAN PAULS

yo harl¿ si fuese el cartero: si yo fuese el e¿rtero en-cargado de llevar esta carta a tu casa, no d.ejarfa quenadie me contara el paso, que nada me impidiera atra-vesar en llnea rect¿ todas las habitaciones hasta ll€-gar a ti y depositar la carta en tu propia mEno. ¡En tupropia manol Pero debes gaber, Ursula, que pese a todos los "inconvenientel" que te he citado, poso a lostemores que me asaltan, ardo en deseos de abrir esapuerta en euya cerradura juntos la llave hemos intro-ducido; puert¡ detrás de la cual encontr¿remos lo queuno desóa para el otro y para ambos: ¿la felicida¿f

Bien, amor, €l tiernpo apremia. Debo volver a mis"otras" eartas, aunque tbdo mi deseo me arragtre ha"cia la tuya, sobre la que en este instante pongo mimano para sentir que la poseo.

PD. Una pregunür; casi al mismo tiempo que guardoesta carta dentro del sobre: ¿de quién fue la ideade eseribirme? ¿Tuya, o de alguien a quien, tlle-gado I ti, tú diste parte de la singularid¿d denuestra situación?

4/

¡cuántas cosas nos separsr, Ursula, cuántas cosa$

hechas de palabras, cuántas palabras que no pose'

emos! Y entre las palabras: ¡cuántas irrelevantes,qué sorprendente cantidad de insignificaneias! Si no

furta pór el extraflo y tenaz poder que tienp,n-de dis'

tanci¡rnos, por el empefto que ponen en diferir el

;;;.on'ti que soüamos una y otra ve?.,las archiva-

rla cono a un viejo traje que ye comienza a traicionarlas verdaderas iormas del cuerpo. Harla con ellas(¡oh, cómo lo deseo, Ursulal) una pulpa informe, lae

aplastarla y entremeuclarla de m¿neras tan diversas'que nadie serla eepaiz de reeonocer lue$o en ellas el

resto de ningfin mensaje.Pero, ¡ayt, ellas no me dejary fne sujetan, Y si acaso

hago algtln gesto que denuncia imprudentemente mis

inhneiónes para con ellas, de inmediato se produce

un revuelo, una agftación general de lrs cosas: otravezel üimbre que suena, otra vez una ristra de cartas

esperándome en el eseritorio -Y la desolación se

apodera de ml y rindo mis fuerzas al desigual comba-

te.Pero ttt y yo bien sabemos que no 8e trata solo de

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u

\

22 ALAN PAULs

respuesta. ¿Desde dónde la envfas? ¿Cuóles son lasprecauciones que tomas psra evitar que ella sucumbade un modo u otro al poder de las "influencias" que tehe mencionado, "influeneias'l qüe sutilmente en tornoa nosotros tejen su peligroso cereo?' Es tarde. Esta invoeación debe llegar a su fin. Haysobre mi escritorio cantidades de cartas que esperanmi respuesta: innumerables espfritus deseoncertadoqaguardando.una luz que gufe su camino. Yó, Ursula,yo soy el seflalado: ¡sobre mis hombros pega la res-ponsabilidad de iluminar a los extr¡viados! No puedoabandonarlos, aunque tri te quejes de que ocupen unadesmesurada parte de mi tiempo. Todo mi tieñpo, enrealidsd, no está lleno sino de palabras - palabrasque mi amor por ti ordena y seleceiona y- Que nuncadirón con todas los lctru la inmensidad que las inspi.rB, ¡oh Ursulat

Q

b

adorada, distante Ursula:Debes saber que las cartas ya no me deian en liber-

üad ni siquiera por unos rninutos: debo enüonces 8ce'

lerar et ritmo qu€ sigue mi lectur¿ (que, como tú sa'.

bes, suele ser desdichadamente lento), y spresurartambién la velocidad que mi pulso imprime sobre el

eseribir.Pero contigo todo es distinto, para ti arrancg tit*-

po de mis en[ranas: tus cartas desfilan ante mis ojos

nn" y mil vec€s, y a cada leetura me parece eomo si

durante el breve tiempo que tu earta ha pasado el-cerr¿da en el cajón (eñ ml escritorio poseo un caión

exelusivamente destinado I guardar lo que tú me

escribes), una mano invisible, ls fuerza de nuestros

inmensos deseog, agregara' entre llneas nuevas fra-

ses, ¡frases'llenas de esperanzas y sueflol qu9 ereo no

haber leldo antest ¿Te áas cuenta, urgula, hasta qué

,itt6os puede arrastrarrne la necesidad de hallar-

me junto a tif Pero: ¿cómo sortear los infinitos obstó'

culos que se interponen? Pienso en el tiempo' amor'

en el,tiempo que tlrdarla en llegar "

tir en el tiempoq;" ;nt t"para, y exporimento la horrible sensación

Page 10: El pudor del pornógrafo

24 ALAN PAULS''l

de su brevedad: he caleulado apenas diez, quinee mi-nutos a lo sumo. Y esüa brevedad ds horribie porquees ercesiva: todo tiempo, por fugaz que sea, sé mesp8reee interminable en relación con la intensidad demi deseo de llegar junto a ti; supera mis fuerzas yaplaza mis deseos mós imperativos... Tú sabes de I¿scondiciones en las que.me eneuentro, y tal pausa-por mfnima que sea- se torna asf desc¿bellida.

Por eso, ursula, mi más ferviente deseo es que am-bos aproveehemos hasta la más imaginaria posibili-dad de acercamieúto, lo que trl has hecho m¿ri"illosa-mente, antieipándote a mi,ruego, tl enviarme en tuúltima carta esta fotografla que, al parecer, por loque puedo distinguir en el fondo sobre el eual tu in-comparable cuerpo se recorta, te hiciste tomar en elparque, deseosa seguramente de mitigar de algunaforma la espera a la que no yo, tpor Dios!, sino esteterrible trabajo mfo, nos condena. sft es el parque, nohay dudas. Veo alll, a tus espaldss, €l tronco monu-mental del órbol que hablas elegido para que yo teeontemplara desde mi balcón, €l mismo troneo contrael cual dfas pasados, antes de que interrumpiéramosaquella modalidad, decidiste sentarte con lai piernasmuy abiertas y el vestido recogido hasta las rodillas.Doy gracias al cielo, Ursula, por haber heeho que elfotógrafo que tuvo a su cargo esta fotografla ilágaraen otro momento y se evitara asl el extra4oespeetáculo que tú seguramente brindabas a riqojos, y solo a ellos. (Porque trl no podlas verme a ml,¿verdad?)

En cuanto a la foto, te ves hermosa como siemprb,Ursulr, x aunque el color no sea rnuy bueno y pare zea,

EL PUDOR DEL FORNOGRAFO 26

haber padecido el torpe rigor de los empleados de

correo que transporüaron hasta mf tu sobre, puede

advertirse en tus mejillas el resto ya empalidecido de

un rubor cuyb origen deberás explicarme en cartasposteriores, si es que lo deseas, asl como justificar los

á"racostumbrados pliegues gü€, en la zona inferior,afean considerablemente tu apostllra... fuY gué

puedes decirme de la singular sonrisa que turba tuslabios? ¿Dirlas que se trata de la sonrisa eon que

sueles regalar la contemplación de los dichosos fo-tógfafos que eliges para ser tomada como modelo?

¿Has p,,rcibido ya eómo, de qué modo pérfido y mali-cioso, sobre la comisura izquierda de tu boca, asomaun pequeño eolmillo, producto sin duda de algún eo-

mentario obsceno que tu hermosura suscitó en ese

"fotóglafo"?)Basta: tantas preguntas acabarán por cansarte. Y

si pudieras imaginar por un momento la eantidad que

no puedo formular, ya sea porque nunca me a,lcanza-

rla el tiempo, o porque nunca habrá suficiente papel ytinüa para'eseribirlas, seguramente desistirlas de le-

er yA miS eartAs... Todos mis sueños, Ursula, estánat¿dos indisolublemente a lo imposible. Quisiers' porejemplo, que mi mano comiera a una velocidad tanextraordinaria que me fuera posible escribir todo loque tengo para decirte; quisiera disponer de una má'quina que registrara por escrito cada uno de mis pel'samientos en el orden en que se presentan a mi esillritu y solo en ese orden; una máquina que exeluyeratanto la omisión como la seleceión; Un artefacto dota'do del poder sobrenatural de decirlo todo sin olvidarnAda, ni siquiera lo más insignificante... Pero, ¡ay, Ur'

Page 11: El pudor del pornógrafo

26 ALAN PAULS

sula!, ¿es que la realidad reserva algun lugar par¿ s€-mejante instrumento? ¿Y qué sentido tieng gasüar¡- no gasüar sino: ¡despilfarrart- todas mis fuerzasen eldeseo de tal instrumento, desolada inveneión deuna mente sublevada contra las ligaduran que la en-cadenan al régimen despótico del escribir?

Por eso, Ursula, eualquier signo tuyo me llena defelicidad. Por eso la dedicatoria que egcribiste sobreel borde derecho de la fotograffa representa para mlel punto en que mós eercs estamos uno del otro, el lu-gar en que tod¿s las dlst¡ncias pareeen abolirse,euando en realidad solo se suspenden...

Tengo miedo: un miedo nepentino, Ursul¿. ¿Llega-rá esta carta que ahora escribo eon pulso febril, 8ün-que en el camino deba pasar por las sueias manos dequienes la'llevarán hasüa ti?; ¿llegará aunque alguienque nos desea mal se inmiscuya y desgarre nuestraintimidad, develando nuestros secretos? Apenas lahaya echado al buzón, el tenor me llevar f el eneierroy s la desesperación. ¿Cuándo enviarás la respuesta?¿No puedes lograr que algún bonocido, alguien qué te

. deb¿ algún fbvor, alguien de quien tú puedas exigirlotodo sin temor al rech Lzo,se eneargue de transportarnuestra eorrespondencia? Nada- me harfa más feliz.Ño hay seguridad ninguna para mf. El miedo meacorrala y por las noches busco avivar las escasasfuerzar que me quedan en la contemplación de tu fo-tografla. Ella me permite sobrevivir hasta la llegadade tu siguieñte carta.

Adióg, omor mfo, te deseo una budna noehé. Temoque mi earta, plagada de padecimientos, perturbe tudescanso. Deseo estar presente en tus sueños; pero

' Et PuDoR DEL PoRNocRAFo 2?

no cotno el hornbre qusioso y débil que firm¿ estas

cartas, sino eomo ese hombre que ofreee dulcemente

su cuello a._tus labios piira luego protegerte entre sus

brazos.

Page 12: El pudor del pornógrafo

6

tni ursula:tQué delicioso enojo advierto en tu cartal Al leerla

no puedo evitar imaginar todo tu cuerpo puesto alservieio de tus palabras, tu rostro teñido de un ruborque quisiera estar preseneiando en persona, a tu la-do, como si juntos eonfabuláramos contra un tereero.Pero el destinatario de esa eólera soy yo o, eomo túme escribes, mi tácíta negativa a informarte acercade mi "trabajo".

¡Amor mfo! ¿No erees que semejante minucia es in-digna de obstruir la flui dezde nuestra comunicaeión?Y sin embargo pones tanto énfasis en Ia cuestión queestoy easi dispuesto a ereer que las eartas qu"diariamentb recibo, eartas QUe, mal que me pese,constituyen el principal sustento de mi penosa exis-tencia, son más importantes para ti que para ml mis-mo. ¿Es posible? ¡Ah, Ursulal Si trl supieras..j

De mi "trabajo" puedo confesarte algo que supon-go te aterrará: me siento cada vez más absorbid,o poré1. Uno de mis aislados entretenimientos de solitarioeonsiste en representármelo a veees bajo formasextrallas, a la manera de esos diagramas que los eien_

EI, PUDOR DEL PORNOGRAFO

tíficos utilizan para eselarecer sus reflexioneg. Unade estas representaeiones quizá sirva para darte unaidea aproximada: mi "trabajo" es eomo un perfectomecanismo de s¿c ci6n de cuyo eomplejo engranaje micuerpo no es sino la principal fuente de aldmentwihnEsas cartas, Ursula, esas carradas de cartas que,,re-cibidas, van apropiándose de mis energfas, seadhieren como ventosas a mi piel y con invisibles la-bios extraen de mis arterias la sangre que yo solosaerificarla sin vacilar para encontrarme eontigo,aunque fuera apenas unos segundos.

Pero esa sangre, amor mlo, esa sangre .que l?t 9?{-tas extraen de ml sin piedad, yo la recupero milagro-samente al leer las tuy&s, al proaeerrne tú dé tus nt>ticias... Ya lo ves: lo que aquellas me quitan, tú me lodevuelaes purificado, redoblado én su vigor. Es comosi tú, dadora anónima y desinteresada, te ofrecierasincondieionalment e' a rescatar de la agonla a estepobre cadáver desangrado que soy. Es el flujo'ince-sante de tus cartas lo que permite que yo me manten-ga aún en pie, y que por mis venas arln eireule lasangre que me anima.

Te empeltas en una queja infantil ¡y por ello mismotan adorablel Al interrogarme tan insistentementeacerca de.mi trabajo, demuestras un desmedido inte-rés bemejante al de un verdadero "hombre de cien-cia") por saber sobre este insecto que se aferra a misvenas pa{a vaciarlas sin delatarse; y yo siento que sime dpcidiera a narrarte alguna de las cartas quediariamente solicitan mi respuesta, si bien estarfa asfeumpliendo satisfactoriamente con un urgente pedi-do tuyo, al mismo tiempo, y esto desde uT punto de

29

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30 ALAN PAut s

vist a mb, estarla ocupando de un modo íúebülo unespacio y un tiempo que mi erplritu eonéidefa in-violablee y sagfados - un elpacio y un tiempo que Eo'

lo eoncibo destinados a inüercambiar palabrag referi-, dab exelusivamente a nosotros dos, y que no podrla

dedicar a otro.propósito sin sentir que cometo ünapenosa transgregión...

Setrata,además,enes8s..eart88,,[esllcitoquelas nombremos eon la misma palabra que designa I

i nuesüra correspondencia?), de asuntos en su m¿yorfai sucios, X de los-que me eostarla gran esfu etzo hablar'i te. A vdces, él hedor que despiden esog papeluehos

(¡hedor de toda una clvilizaeión, mi querida, de la qup

a menudo nos siento tan aislados!) es tan pen'et vttt;e,

gue termina por asquearme a ml mismo. ¡A ml, quepor frecuqntarlo asiduamente me crefa inmune I sus

tufosl Me escriben, afnor mlo (ly cómo me cuecteescribir acerea de ello, transmitlrtelot), de lrs cbsas

más abyectas que tú puedas imaginar (aunque de elloyo nunca te creerfa capazh detallan eon deleite sus

variadas abominaciones! ya sea para pedirme consc-jo, o bien ofreeiendo sus erperienc'iU como eiempbpara los demás "desorientados" que, acUden I mf en

.,''busea de una gula... i

- ]Y tü amor tto,-nada menos que tú, me pües que

no te deje ol morgen dv estas terribles narraeione¡t

¡Y'no sélo me lo pides, gino que no vaciles en enojarteante mi negativa I concedértelol Entiende, Ursuhmfa" que si yo eondescendiera en algtln momento I re-ferirtl al menos una parte, una simple lfnea, de lo que

me llega, I eomunicártelo d ti que esperas mis ngti'sias, me hundirfa-en la sombrfa vergüewa de quien,

r! ' ''\

V EL PUDOB DEL FONNOGBATO '81

t

vfctima dd un impulso atroz, viola la correspondenciaajena...-

Pero ys es suficiente. Antes de ac¿bar: ¿qué hay de

ese "ntens¿jero" que dices haber encontrado, al que

propones entreguemos nuestras eartas, y del gue' se-

gún afirmabas en tu último fragmento, ya menos ell-fadada, tal como se puede notar claramente en tyescritura, que lenta y sin qpererlo se suavba...r f8 Do

me cabrá sospech¿r?Nd te rlas, amor mlo, no te rfas; en estos momentos

es psrs ml una cosa espantosamente seríe el sigUien-

te deseot ¡si estuvieras aquf!

Page 14: El pudor del pornógrafo

7

tu mensajero llegó pop fin, en el mismo momentoen gue, inquietos por la inusual espera, mis pensa-mientos comenzaban a impacientarse. Pero he aqulque tu tardanza se debió a que finalmente resolvisteacudir I esa "persona de eonfianza", en quien has de-legado la responsabilidad de trasladar de aqul a allónuestras cartas. Person¿ de la que, p€se a tus obser-vaciones, muy elogiosas para con ella y de serena con-fianza en su honest¿dnd, lamento no poder manifes-tarme por entero satisfecho.

Utilizss, psra designarlo, la expreiiOn 'lpersona deconfianza", expresión que asl dicha result& a mis ojosbastante oscur& Pero tú escribes más abajo: "Se tra-ta de un hombre (...) al que podemos entregarnos sinvacilar, ciegamente". ¿Debo tom¿r entonees esta fra-se eomo aquello sin lo cual la expresión t'persona deconfianza" carece de sentido? Si es asf, amor mfo, noveo con claridad, el significado eonereto que trl le eon-fieres al término "entregarnos", y más arln eonside-rando los variados contextos en que aparece. Escri-bes: "al que podemos entrdigarnos eiegamente", paraluego deeir: "entrégalc a él tu earta sin miedo

/,

EL PUDoR DEL PoRNocRAFo 33

alguno"; y finalmente; "no tenemos por qué entreg(trr-nios al hedor que tú mencionas".

En efeeto, yo eseribf esa palabra "hedor", que túahora vincülas en una misma frase con este "enttre-garnos" euyo sentido, preso en esta nueva relaciónque así tú estableees, se me eseapa; pero cuando lo

,escriblaludfaaalgoquett1noeesábasdepedirmey

eü€, al apropiarte de esta palabia en cuestión, "he-dór", no deberías haber perdido de vista - pedido alque yo juré nunca aceeder y cuya improeedencia creo.haber dejado sentada de manera irréversible en miearta.

De modo que: ¿cómo tomar esta "entrego", que tú di-- /

ces puede ser cic,ga y sin riesgos, dado que Wra ü¿ estemensajero eonstituye una "persona de confianra"?

Desearla en verdad conocer las razones que te hanllevado a tan entusiasta disposición de ánirño, y cuyavalidez no pongo en'duda; pero, con todo, no-puedodejar de inforrnarte aeerea de los aconteeimientosque rodearon la aparición de este "mensajero"; por-que todas mis dudas derivan precisamente del carác-ter peculiar de tales aeontecimientos, y Do, como.sos-pecho que estarás suponiéndolo tú ahora, Ursula, alleer estas líneas, de mi naturaleza asustadiza. !.

Esta "persona de eonfia nza" (no hago otra eost quecitar tug propins palnbras, Ursula) llegó justamenteeuando me hallaba sujeto a una'carta de la que noeonseguía urdir-una respuesta eonvineente. Relefdassus rlltimas líneas, había esbozado el comienzo de miréplica, que distaba mueho de ser lo que yo deseobo.En ese instante, digo, sonó el timbre. Comprenderósmi estupor, Ursula mía, si piensas en el aislamiento al

Page 15: El pudor del pornógrafo

.l

84 'ALaN PAtrLs

que yo mismo me he eonfinado y en el heeho de que-he eliminado toda posibilidad. de reeibir visitas. Con

las dos últimas frases de la carta dan zándorne en lacabeza, abrí la puerta. No era el cartero, ni la mujerque me provee de alimentos, sino un hombre joven,alto, algo quebradizo, vestido con un impeeable trajeneg¡o. Dirás: ..Y bien: ¿qué?"- La particularidad de

este "hombre", impeeable traje negro' presencia de-

maerada, consistía en que ocultaba sys ojos bajo unneglo antifa z, tan negro como el traje que le colgabaholgadamente del cuerpo. , oo r .

¿Te das euenta, amor mío? ¡Un antifaz! Voy a abrirla puerta (puesto que han tocado el timbre y estoyaquí sold, siempre meditando lo recientemente leldo,y ¿qué me encuentro? Un hombre disfr azado; un mo-

nigote en quien la apostura y la seriedad del trajeque viste parecen perteneeer a otro, ridiculizados en

el contraste con el burdo antífaz.Pregunto, mi ambr: ¿era necesario? No me refiero

al mensajero como tal, función que creo imprescin-dible para nuestro tráfico de cartas, sino ala cora del"hombre de eonfia nza" a quien tú quieres que yo meentregu,e: ¿era necesario gue ese antif.ag me impi'diera ver su verdadero rostro, hacla falta todo ese ri-dículo carnoufh,ge?

Desde la puerta, desde su antif.az, me sonreía. Yosupuse que no era otro que el mensajero del que túhablas hablado. Pero no-lo sab lq no estaba segurp deque fuera el "hombre de confianza". ¿Cómo el'ihombre de confia nza" llevaría un antifaz? ¿Qué cla'se de eonfianza depositarías tú en alguien que velarasu rostro eon un antif.az negro?

EL puDon DEL poRNocRAFo 86

Durante el tiernpd que tardé en reponerme dd Iasorpresa, observé nuevo s detallps, pequefledes, cosi-tes de nada, eomo por ejemplo la asombrosa palide¿qué contrastaba con el traje lueüuoso, la palidez delas lnanos entrel azadas sobre el pubis, las aureolasvioláceas que cercaban sus ojgs, el color tenue deaquellos labios, esa textura rugosa, como rasgada, dela boea, 8l cuerpo delgado, casi raqultico envuelto en-el traje negro de solapas puntiagudas, los hombroslevantados y reetos, como vértices de un atmazén demadera"..

Observado en sus detalles, en sus partes (porquepareela haberse quedado quietb para que yo lo obser-aq,se), se adelantó, entrendo en la habitaeión eon unpaso amplio, lleno de solemnid&d, que yo no interrunt-pf . Un a véz adentro, buseó en sus bolsillos y ertrajouns carta, entregóndomeln sostenida con los dedos.'pulgar e lndiee y alejando de éstos a los demás dedos,que se arqueaban eomo huyendo de la siniestra eom-binación digital. lQué delgad ez de dedos, la de aquelhombre! iQué delgadez, la de los dedos que me [en-dieron tu carta, Ursula querida!

La sens&eión de poseer una earta tuya me expulsófuera de allí por un momento; pero la impasibilidadeon que el rnensajero se mantenfa sin hablar en la ha-bitación,'de pie junto a mi escritorio, a corta distan-cia del papel donde un anónimo confidente exhiblapara mí sus "experiencit$", desnudándose en ma-eabro relato, e igualmente próximo a la hoja donde yohabla comen zado a bosquejar una respuesta ineierta(porque: ¿qué tenía yo para responder a aquella exhi'bición?) volvió a atraer mi ateneión.

Page 16: El pudor del pornógrafo

ALAN PAULS

"Comprendl entonces, ¡oh Ursula!, que- este"hombre de confianza" a quien tú te entregarlas, "si

. 'fuera preciso, con los ojos cerrados y maniatada", €$-

. peraba; y haciendo demasiado visible su espera me

incolhodaba, alll parado como un siru'tente; pero no' eom o cualqu,í,er sirviente, sino como un tipo especial

de sirviente, una clase de la que él constitula el pri-mer y único representante, una clase compuesta pgrun solo elemento: é1, paliducho, enfermizo, las ropaschorreándole de los huesos como de una pereha, él se

hablradueñado del papAl de sirviente y -no resulta.l; ba difícil ¿dvertirlo - estaba dispuesto a desempe-

ü- narlo no de cualquier forrl&, tampoco de la forma ho,

ü

ll ni de guantes blancos en las manos. "Tiene su estilo",

[ , ' pensé en un momento. Un estilo de sirviente distintot. de todos los dernás. Me pareció, mi Ursula, recono-

li cerle un estilo de sirviente macabro. ¿Sabes lo que in-

!1 tento decir? ¿Has visto esas manos, ese rostro, esos

J , pómulos salientes, esas sdmbras abalanzándose

il.' nY" sus ojos? ¿No parec€, & deeir veriad, un cadú"

If fue necesario que yo devanara mis sesos para hallar

fl : la fórmula; é1, seraicinl, me informó que tú esperabas

I una respuesta de mí. "Ursula espera una respuesta

I de usted", fue lo que dijo. Dijo "tlrsula"; no: "la sefl,o-

I raUrsula", lo que confirmó los privilegios de su estir-

F ' , pe. Mencionó tu nombre .con gran naturalidad, como

[;' ' ii su léxico estuviera acostumbrado a contar con él

I con rel¿tiva frecuencia. Antes de contestarle, le re-i cordé tus palabras. "LJrsul¿i me ha dicho que usted esi,

It

¡

EL PUDOR DEL PORNOGRAFO 87'\

un hombre de confia nza" , dije. Me di euenta de queyo nd habla dieho "la señ,oro Ursula", como debí,deeiren caso de que hubiera querido que él se retraetasede su omisión,anterior o cobrase conciencia de su fal-ta. "Nadie debe üener seeretos Wra rnl", dijo, reeal-eando las dos últimas palabras en lugar de poner én-fasis en,"secretos", eü€ a mi juicio era más importan'te en aquel enunciado vanidoso. El segula esperando:€ra como si en mi presencia efeetuase un ejereicio deesper& "V& a tener que esperrr", dije. Porque deblaleér tu carta, Ursula, la carta que me hablan entrega-do los dedos huesudos. El sonrió, abriendo un poeolos labios "tajeados, detrás de los cuales brillaronblanqulsimos dientes que pareclan reeién eolocados.Sonrió cuando yo le dije que esperara, Ursula. Al"hombre de eonfianza" le gusüo esperar. ¿No es algoextraño? A una persona, rüorrnal el hecho de esperarpuede no perüurbarla mayormente; pero de alll a que1". g,rctp, de alll I que encuentre cierto placer en espe-rar... ¿Sabes qué me dijo enüonces, después de apro-ximarse, de reducir la distancia que nos separaba?Dijo que cuando yo tuviese la respuesta lista la arro-jase por debajo de la puerta, eu€ él pasarla a reco-gerla. Ni una palabra más, Ursula: "Cuando ustedtenga su respuesta lista, arrójela por,'debajo de lapuerta; yo pasaré a reeogerla", dijo. Eso diio,sonriendo, mientras las palabr as pareclan brotarlede los dientes. Al despedirse no hubo revereneias, e(>

mo era de prever: la suya fue una retirada de sirvien-te, acompañada del silencio de toda retirada de sir-vidnte, p€fo al mismo tiempo hubo algo que la dife-

, renciaba de cualquier retirada de sirviente, y era,

Page 17: El pudor del pornógrafo

gB " ALAN BAuLsI

ctreo, el hecho de que sns dientes hubiesen tenido laú,ltima p,Inb*u. Desapareció üras un portazo que no

resonó, absorbldo por el sepulcrol silencio que hablaereado nuestra eonversación; y yo quedé junto alesCritorio con tu e¿rta en las manos' y por vezprime-ra mis pensamientos se entretuvieron en otr¡ eosa

¿ntes de desgarrar el sobfe...Portodasestasr8zones,Ursula,¿noteresultatl8-

tural, incluso prudeneial, el que yo me interrognreaeerea del sentido de la entrega que tú me reclamasen tus cartas? Además: ¿no tengo yo el dereeho de

preguntarte g úi por ese hombre? ¿De dónde lo cono.rri¿Sabes ,itgoi*.t.a de su palíd"r,las razones de

su raquitigmo, las c¿usas que lo han impulsado Iaceptar el papel que tú le has ofrecido? üQué tipo de

vlneulo te ata a él? ¿Es que te debe algo? ¿Es que hayalgo en tu pasado qqe af¡n no me'has ddcho? No, amor,no estoy conforme con esta gituación, sunque sé concerteza que no te ha guiado sino la mejor de las int€Il-eiones. En euanto al ;hombre de confia nza" rposee laterrible virtud de despertar en ml el demonio de lainterrogación. .

Tengo arln tantas cosas que decirte y que pfegun. ,

tarte, pero la masa de eosas que deeir es al¡n mós

. grqnde y más diffcil que la distancia real qu9_nos se-

pare, X ¿mbas parecen ser inveqcibles. Más Inevaldrfa ser el vigilante noeturno de iu sueño, y no ellejano enamorado que soy.

'(EL PUDoB D.EL poBNocRAFo 'gg

PD. Sufro, querid¿, de solo p€nsar que esos dedos es-pantosamente delgados te entregar án a ti mi ear-ta, la mism¿ que Xo, a mi vez,le habré entregadoI él no sin reiquemores...

Page 18: El pudor del pornógrafo

, ,1"

8.En la prodigiosa debilidad del escribir, he salido ull ,

instante al balcón. El enmascarado ha de estar ron-dand,o por los alrededores, si es que está verdadera-mente dispuesto a recoger puntualmente las cartasque escribo para Ursuls, Y a haeérselas llegar en elmenor tiempo posible.

Mi amada ha tolerado mal las preguntas que estenuevo protagonista de nuestra correspondencia des-

pertó en mi esplritu, preguntas que aecedió a contes-lar, sin embargo, en una sola carta, eon un lenguaieirónico y burlón del qüe no pude menos que sos'pechor, " l,Te atreves a dudar de é1, un amigo de la in-fancia, ür hombre ante el cual no hay seereto algunoque no pueda ser develado, un hombre que conoce de

ml lo güe, exc€ptuándote, nadie sabe?", me escribeen un tono no exento de indignación. "¿Sabes qué,me

dijo", escribe, "euando le propuse lo que eontigo, trasmucho deliberar, convinimos? Sus ojos se abrieron de

admiración y dijo, estrechándome en sus btazos, diio:"Nada me harla más feliz", y luego volvió a deeir, con

los ojos llenos de lógfim&s, que en aerdad, nada lo ha-

tfa-más feliz". IJrsula afirma que todas mis "especula-

EL puDon DEL poRNocRAFo 4L

ciones acerca de la sonrisa, el color de la piel, lbcomplexión de su cuerpo, y los demás detoll,es queconforman su aspeeto" no son más que "divagacionespropias de un enfermo obsesionado por visio¡es fan-t¿smales". Tales sus palabrss, glle hablan sido eseri- .

taq con visible energía, porque sobre el final de cadafrase la tinta se volvía aún más oscura e intensa, des-tacando involuntariamente algunas palabras en per-juicio de otras.

La suave brisa que flotaba en el balcón pareció dar-'me cierta tranquilidad. Al fln de cuenta,s, hac(omosfeli¿ a alguien. Ya lo aseguraba Ursula en su carta, y,a deeir verdod, yo no hubiera podido contradgeirla alcontemplar el rostro del m.ensajero en nuestros fuga-ces encuentros, al asistir i una suerte de desvaneci-miento de su palidez. Entregada la carta que él deblaencargarse de transportar hasta Ursula, sus óseasmejillas se pigmentaban, las negruzcas sombras desus ojos pareclan retroceder; y se hubiera dicho quetodo su cuerpo, habitualmente encogido por un per-manente sentimiento de desazón, se recomponla ar-

a ' ¡ I t I ¡ al

moniosarnente en la esbelta silueta de un jov en cornotodos." Yo entendfa, aún en mi situación de sospechp,que al mensajero le gustara el heeho de que nuestracorrespondencia pasara necesariamente por su euer-

Po; es más: que este mismo hecho lo llerwra de felici-dad resultaba para mí un fenómeno curioso, peroaeeptable.

Pero si todo estaba bien, si todos nos "llenábamosde felicidad", si uno llenaba al otro a través de un ter-ceto que de estar lleno se regodeaba, ¿acaso no hablaalgo fieticio en este "eolmo de felicid&d", acaso este

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,:

,a

EL PuDoB DaL p0hr.¡ocnAro 49

infanetdlí qüo, ap¿bullado por el número de cOriipeti'dores'qu. ie disputabln el migmo tesoro y Y vlctimadp la naturalezs retralda de su propio carácter, "per-manecl¡ siempre aistado, leios de rnl, como si llevarasn su Cuerpo lOs vestigiog de una enfermed¿d mortal'de lr que quisiera preservarme". Singularrnente¡ürAlda Por ló qUe denomina en su earta "facultad de

desear en sileneio", virtud rarlsima que_ tlgll. "lllaguel Joven enserraba dentro de sf, ursula inició efi.ceCes,gestiones a fin de "haeerle saber que su deseo

silencioro por el mlo propio era eorrespondido", ges-

tiones que no tardaroo en "dar sus frutos", intensifi.cando sánsiblemente la freeuencia con que se citaban."Fue sn un¡ de esas eitas", ttre eSeribe una Ursulasareústiea a la que me parece olr relrse a carcajadas,"euando Aeonteció el sueeso del que el ¿ntifaz consti-

tuye l¡ invariable reminisceneia. H¿llándorye en.pilaUitaeión, se me irtformó que este joven, &l qu9 ha-

blr eqmenzado a dispensar cautos favores, deseabb

vertne en el acto. Ordené que subiers, I fin de que_ la

espera no lo impaeientase. Cuando penetró en_mi ha-

bilación, cref h¿berme equivoeado de persolla- No era.

egte", cscribelJrsula, "el joven tlmido y educado que

yo habla aceptado por compañla, sino un sujeto tras-

lornado pgr un¿ neeesidad urgente y bestial, para cu-

ya pronia consumación habfa subido las esclleras.iletiocedf", escribe Ursula, "pues sabfa hasta qué

extremos eiertos apetitos enajenan al hombre, pero

el joveD, demente, se'abalanzf sobre mf buscando un

cuerpo que, confi¡da en que otra habrla de ser la visi-t¿, yo habfa desdellado eubrir más spropiadamelte.Nog debatimos", escribe Ursula, "en un forceieo bru-

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: r.-

44 ALAN P¡,ULS

üal delque él intenüaba sacar partido merced al vigorde sus descontrolados múseulos, y del que yo ya me

adivinaba perdedora, más afin teniendo en cuentaque mi socavada resistencia comenzaba a librar a sus

embates ciertas zonas indefensas que él aprovechabapara rasgpñar con sus manos crispadas. Atinél',escribe Ursula, "eomo riltimo recurso antes de ceder,a clavar mis uñas en la piel de su frente y en el espa-

cio existente entre los ojos, región de su cara que me

era próxima dado güe, aproximándola a mis piernas,que él habla apartado eon violdncia y desnudado, yfrotándola desesperadamente contra la piel de rylis' muslos, era utilizada por él como el arma que le abri-rla el camino haeia el supremo blaneo de su ataque".Afirma Ursula que "ensangtentado el rostro por laprofu rdidad de las heridas, el contacto de los labiosde aquel alienado con la abundante sangre apaciguórepentinamente sus convulsiones, devolviéndolo a

esa primitiva timidez", eseribe Ursula, "dg la que yohubiera preferido que nunca saliera". A partir de en-

. tonces, escribe Ursula, "lo que entre aquel joven y yo-habfa comenzado a insinuarse tlebió, nntural,mente,limitarse a un contaeto protoeolar y distante-en cuyotranscurso el arrepentido joven evidenció su recupe-

. ración, ostentando en la zona herida un'eoqueto anti-faz negror pors que yo", eseribe Ursula, "segtln élrnismo osó confesármelo, no recordara lo pasado cadavez que lo eneontrase".

(¡Oh debilidad del escribir, que otro escribir provo' ca y alime¡rta!)H"y, en la misma carta, una tercera "explicación" \

del antifaz: versión güe, por sery todavla más clnica

I I,'

EL PUDoR DEL PoRNocRAFo 45

respecto de mis "divagaciones", no reproduciré aquí.

Baste con dejar bien sentado que el antifaz no consti-

tufa, para Uisula, motivo de inquietud, y menos de

rotp".ha, Era un "accesorio destinadO", ¡¡€ eseribió,"a ¿legrar un pocO más cada acto de entrega".

Page 21: El pudor del pornógrafo

.#.,

, EL PUDOñ QEr, PORNOGRAFO 4l

jante método de intereambio, s€ desvanr.í*ron antela brusca aparieión de nuevas series de obstáculos

- obstáculos Qü€, representados fugazmente en mi. pensamiento, resultaban ser aún más perjudicialesque los que antes nos afanábamos por evadir. Afroraque ya no debo pensar ni torturarte con mi de{eon-fianza hacia el correo (¡no sabes qué extraño es sdptirque lo que antes era terror, ahora no es más que PdSa-dittat), rutgen en ml inmediatamente nue*ras blrü-rasí nuevos peligros que "amen az&n" nuestra corres-pondencia: a veces pienso que no soy sino una má-quina de medir obstóculos, un obs taculútnetro.

No me eabe dud¿, sin embargo, de que rnis eartasllegan a destino; tengo la cert ez& de que los torrentesde pasión que diariamente vierto en ellas no se pier'den en el eamino, en el, ¡ay!, interminable camino que '

conduce a tu respuest&. De otro modo, me preguntocómo harlas tri para escribirme siguiendo ten al piede la letra lo que yo te escribo. Pero mi certidumbreno significa nada cuandq me interrogo aeerca de las

condiciones en que tú recibes mis cartas, condicionesgüe, con la aparición del "mensajero", S€ me vuelvencada yez más confusas. tQué haces tú cuando el en-

mascarado llama a tu puerta con mis noticias en Iarnano? üQué hace él antes de entregártelas? ¿,Cómodisponen el tiempo para que él esté alll cuando tútienes pronta la respuesta? ¿Permanece él en tu casa

mientris tú lees, mientras te abocas a eseribirme?

¿Presencia él toda la eeremonia de la contestaeión, oúi"n le ordenas que se retire hasta que llegue el mo''

mento? En tal caso, ¿a dónde se dirige é1, y de qué

forma te arreglas para.llamarlo?

Page 22: El pudor del pornógrafo

10

Ursula amada, me encuentro en un estado desespe-rante. Después de un dla entero consagrado a la res-puesta de mi interminable correspondencia, solo.existe en mí la sensación de un vacío y un agotarnien-to que" me reduce a la condiCión de un fantasma.Agrad ezeo, entonces, la distancia que nos separa, laimposibilidad de que tú vengas a visitarme: la solaidea de que puedas enfrentarte eon este despojo que

soy basta para desvelarme. Al final de cada jornada,mi facultad de desear está, por asl decirlo, aniquilada,y sólo pido dos cosas al cielo, las tlnicas dos quepodrían aplacar esta fatiga: la llegada de una de tus

.

cartas y algunag horas de sueflo.Pero el sueño, de un modo u otro, tro hace más que

prolongar la esclavitud que me ataa las cartas. Todaslas noches, antes de acostarme, debo poner orden enmi escritorio, clasificar las respuestas que durante eldía he redactado, escribir cada sobre cuidando de noequivocarme de destinatario Y, finalmente, colocaren mi fiehero todas las cartas recibidas. Al cabo de

este. penoso trabajo, que sé por completo inútil, yaque al dla siguiente todo deberá recomenzar y habrá

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.\l

ALAN PAULS

que volver a restablecer este orden ilusorio, deboapilar mis respuestas en una caja que deposito juntoa la eama. Te preguntarás por qué no me deshago deellasdejándolasdirectamenteenlapuertadeentra.da, antes de acostarme.. Pues bien, Ursula: en primerlugar, porque no puedo expenerme a que una sola deesas cartas se pierda; de modo que cuanto menostiempo estén fuera de mi alcanee, mayor será mi se-guridad; y en segundo lugar, mi cansancio es tal, ytan foderosa la inercia que se adueña de mismiembros, que apenap poseo la fuerza suficiente psratrasladar la gran caja desde el escritorio hasta mi ca-rna, desde donde puedo vigilarla. Entenderás cuánimposible es para ml bajar las escaleras cargando conla caja llena de cartas.

Duermo unas pocas horas, apremiado por la estric-ta iuntualidad eon que el correo suele pasar por micasa. La mayorla de las veces me despierto en rnediode la noehe, sobresaltado. La eaja está alll, tal comoyo'la he dejado al acostarme. Faltan dos horas paraque llegue el correo, de modo que intento reanudai elsueño. Pero ya no es posible, Ursula: permanezcosentado en la cama, completamente a oseuras, miran.do hacia la ventana abierta, mientras en el delirio m[ ]

cerebro imagina sin parar que me arrojo por la venta-D&, después de lo eual les toea el tumo a los automévi-les que, uno tras otro, pasan por eneima de mi euerpotendido sobre la calle desierta, ahondando y en-sanehando los dos tajos: el del cuello y el de las pier-nas. Pero, ¿por qué te digo todo esto? De nuevo sóloeon el fin de atraerte hacia ml por medio de la coÍnpa-sión.

t,r,ilil

EL PUDoR DEL PoRNocRAr'o 51

La llegada de tus cartas, eD cambio, ejerce sobre

m{ un et"cto mucho más complejO, que no sé si estaré

en condiciones de describirte. No sabes, Ursula, no

puedes darte una idea de la intensidad con que yo es'

p"to cada una de tus cartas, intensidad qle me ha-ce

pensar que solo hay una eosa de la que sin,.lugar a du.-

drr pu"áo ser eapaz,i esperar F para rlf, la impacien'

eia no es otra eosa que el pasatiempo de la espera).

Podrás imaginarte sin dificultad, entonces' la reac-

ción que.provocó en mí tu última carta, que me fue

entregadá preeisamente cuando me encontraba en

ese estado qu" describo más arrib d, y en la gue cifra-

ba todas mis esperanzas de pasar una buena noche.

Tarde f &, estaba.todavfa abocado a la tarea de con-

testar uno de los pedidos del día, cuando llaman a mi

puerta esos tlmidós golpes que nuestro "mensajero",

iesde el primer momento, adoptó a modo de carta de

presentación. Abrl la puerta y lo hice pasar. Desde su

antifa z, élme obsequiába su acostumbrado cadaveris-

rDo, una sonrisa p¿úaa, eomo de enfermo, le torcía los

Iabios. De inmediato solieité de él lo que tú me hablas

enviado. ceremonioso-, él hizo un movimiento extra-

ño con su capa negr a y extrajo de un bolsillo el incon-

fundible sobre con tu escritura y mi nombre, sobre

que al punto le arrebaté de las manos eomo si se tra'tara de un milagroso suero que debiera ingerir para

combatir una eof"rmedad mortal, y con el que volvf a

tomar asiento en mi escritorio, dispuesto a desentra'

ftar su contenido antes de reanudar mi trabajo. Pero

nuestro "mensajero" permanecla a mis espaldas, las

piernas un poco abiertas y entrelAzadas las manos, QII

un" posieión que, apenas hube comenzado la leetura

Page 24: El pudor del pornógrafo

EL PUDoR DEL t on¡¡o8RAF 0 58

de la intromisión!: ese hombre sobre el que acos-, tumbras brOmear ("un'amigo de la infancia": eres tú

la que hablas) se interponía entre nosotros, inmiscuía

su cuerpo de cadáver en el circuito de nuestras car-

tas - hecho inadmisible si consideramos que su pre-

sencia junto a ti, junto a mí, su "colaboracióD", solo

fue convocada'.on el objeto de acelerar y garantizaruna comunicación, ¡y no precisamente de obstaculi-zarla!

¿Por qué, amor, esta repentina sublevación del sir- :

viJnh?.ieorquéestebrüscoapropiarsedellug?lajeno? Nada encuentro en tu carta que me lo expli-qíe, nada hay en ella que insinrle una respuesta. Ytbm.bién me pregunto, Ursula: ¿por qué esa incorre-gible voeación elusiva que creo leer en tus cartas, Porqué bse empeño en no contestar, €tr esquivar la répli-ca, en contar otras cosas, sucesos pertenecientes a tuvida, lo sé, pero que yo no me resigno a admitirdentro de nuestra correspondencia, y menos arln en

el desgraciado estado en que me hallo..'?

¡Contarl ¿Cuánto tiempo crees trl que el "enmasea-

rado" permaneció en usurpación de puesto? ¿Cuá'nto

tiempó dirlas tú que requiere la leguperación de un

hombre qge ha "eorrido Ínucho" 'y está "muy

cansado"? TodO lo que pudieras responderme sería

inútil, porque nu"riro imensajero", "nttaldnton¿dopor no sé qué confianzu, prohijado por no sé qué im-

punidad, n-o'sólo se apropió de un lugar que no lecorrespondla, sino -y he aqul lo peor' Ursula- que

hizo dé semejante apropiación una estq'dfn, un modo

subreptiiio y canalla de quednrse alllinstalado, en si-

lencio, como un viejo mueble en desuso, ajeno a mi

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EL PUDoR DEL PoRNocRAFo 55

por aqul & recoger su respuest 8," , dijo antes de despe-

áirr", cuando ya había abierto la puerta y deslizado

afuera su volátil osamenta, la capa en perfecta

eomplicidad con las sombras. Y si hay algo que me in-

quiela, Ursula, es esa perfecta ligazfiA ese asombro-

iO enCajar del "enmAsCarado" etl la nOChe...

No puedo seguir escribiendo. El recuerdo del"mensa¡tro" es aún demasiado vivo para Íll, y la idea

de que a él deberé encargarle esta carta' que solo

contiene injurias dirigidas contra su persona' me co-

loca en uña situación diflcil, €D la que desearla que túfuerasmigufa'¿Harásesoporrrf'Ursula?¿Serásesefare que ilumina la noche, ahuyentando las tinieblas?

Page 26: El pudor del pornógrafo

Qü€, sóbre el costado derecho del parque, zolra que'

por coneentrar la sombr a y el necesario freseor' fne

extrafró hallar poeo concurrida. El primer impacto,

Ursulá, derivó del alarmapte parecido que emparen-taba su rostro con el tuyo, parecido que no residía so-

lo en el rostro y no era decididamente el produeto de

un espejismo ocasionado por la distancia, sino que se

extendía milagrosamente al cuerpo todo, a la postura

adoptada e incluso - no temo exagerar, Ursula, lo vicon mis propios ojos - a la vestimenta, que recorda-

ba fiehénté tut ropas por ti usadas en el transcursode aquellos "eneuentros". Lo juro: de no ser porque

te ralla inmovilizacia en tu easa' a la espera de mis

cartas, imposibilitada de trasladarte hasta aquí, hu-

biera podido asegurar que esa mujer eras tú, incon-

fundible y única; ¡tú, que habías retornado al viejo"método'i! Parali zado por esta analogía (tú sabes qué

raro poder ejércen las semej anzas sobre mi espíritu),no pude evitar el fijar mis ojos sobre esa figura que,

suavemente apoyacla contra el troneo, parecía ensi-

mismada, como hundida en una profunda meditación:

y debió s-er sin duda este estado de fijaeión el que me

impidió descubrir, pfoveniente del sector más aleja-

do'del bosqU€, & un segundo personaje, en este caso

masculino, que se eneaminaba cautelosamente hacia

el lugar donde la mujer se abocaba a sus reflexiones.

Cautelosamente, rligo, el hombre se aproximaba por

detrás, y los movimientos de su cuerpo no traslucían

sino una oscura intención que la mujer estaba incapa-

eitada para detectar, dado que, hallándose de espql-

das a éi, y de frente a mí, que la eontemplaba a medi-

da que ta iUan eereando, no par ecía dar signos de vi-

11

hoy, poeo anües de recibir tu carta (tod avlame pre-gunto por qué el "mensajero" prefirió esta vez nodarse a conocer), presencié una escena de cuyo im-pacto aún no he logrado recuperarme. Añorandoquizás aquellos singulares "contactos visuales" quesollamos mantener tiempo atrás, antes de que lacorrespondencia nos absorbiera por entero, rle con-cedl una breve pausa que aproveché para salir al bal-cón. ¿Te aeuerdas? Desde alll yo intentaba haeerteentender con gestos todo lo que ahora transcribimosenelpapel,ytúmerespondlasdesdeelparQü€,eon.testab¿s uno a uno mis ademanes. Y cuando alguna .,

de mis señales no llegaba a, ti cla¡ament€, y tú la ilIa- ,

linterpretabas y tu cuerpo me enviaba palabras in-comprensibles: ¡qUé enredo! ¿Recuerdas? Permane-

l

cfamos largo tiempo tratando de deshacer elembrollo, y en verdad pareclamos dos amantes deses- '

perados.Puesbien:laescenadelaquehablotuvolu-'gar en ese mismo parque, p@o después de mediodfa,horaenquelatemperaturaasciendeyparececalci.nai los árboles. Descubrl a la protagonista reeliRada' l'i

contra uno de los gruesos troncos que forman el bos-

Page 27: El pudor del pornógrafo

EL PLIDOR DNL PORNOGNAT'O 59

que resultaba extraflo en el comportamiento de su

cqerpo, hasta entonces de una irreproehable digni-dad, era ese desequilibrio, el hecho de que por unaparte prosiguiera tenazmente la resistencia - lo que

era evidente por las saeudidas de su pierna de'recha - y por otra no fuera ya eapaz de persistir en

ella, lo que se infería de la lasitud en que su pierna iz'quierda habfa cafdo, suspendida en el aire y en pro-nunciada abertura respecto de la otra, que conti-nuaba agitándose.

Mis sospechas, Ursula, se vieron eonfirmadas cuan-

do, habiéndose agregado el tercef protagonista, delque sólo me era visible la espalda pues enfrentaba di-rectamente a la vfctima, cuyo cuerpo sujetado yo aúndivisaba, aquella pierna izquierda, abandonada en

suave molicie, se abrió aún más, apartándose decidi.dampnte de la que resistla como para acoger (¡sí, aun'que ello te suene descabellado!) el impulso con que el

segundo verdugo se aproximaba a ella. No me extra-ñó entonces que este, disfrutando de la ayuda inapre'ciable que su eompañero le ofrecla al maniatarla, re-

solvierá rodear tal miembro laxo'ben su bttzo de"

recho y a partir de allí allzat bruscamente el cuerpode la mujer a la altura de su vientre. (Espero, IJrsula,que mi deseripcíón haya podido ponerte en situación,y que gracial a ella estés en condición de juzgar el

cuadro con lU misfna amplitud de que yo gocé al eon-

templarlo.) Desde el instante en que el segundo ver'dugó se acomodó entre las piernas de la mujer, todo

re detaruolló vertiginosamente; habiendo cesado las

piernas toda resisteneia, entrel azadas sobre la espal-

da del segundo verdugo, el.primer verdugo, hasta ese

58

da: de ¿llf qrc todo su cuerpo $e contraiera en unamueca viqlenta cuando el segundo personaie, extendiendo sus brazos por ambos costados del tronco yaprisionando fuertemente los de ella, haeiéndolostenderse y oprimiéndolos contra el tronco, la inmovi'lizó del modo más cruel e inesperado poniéndola I i

merced de sus aberrantes objetivos. Atada, pof 4sl .decir, al árbol, sujetadas sus muñecas por el vigor del j

asaltante, la mujer comen z6 a saeudir desordenadamente las piernas en unos ¡iataleos convulsivos, de

l

los que sólo obtuvo como resultado que el tenue vesti-do que llevaba se arremangara involuntariamente en

dirección de las inglqs, desnudÓndole asl los muslos. i

Absorto yo en la contemplación de tan ominoso es'peetáeulo, incapa z de adivinar el eurso que tomarlan j

los aeontecimientos, advertl que desde el seetor infe-rior de mi campo visual, ingresando en el euadro con

paso8presurado,untercerpersonajehacíasuapari=ción con la evidente finalidad de sumafse al drio inmo-vilizado en torno del árbol, dúo del que se distingula ,

con claridad el esfuerzo que la mujer efectuaba para I

liberarse, desesperado, las dos piernas desnudadasdebatiéndoseenelairetp€foencuyaténsiónrnepa.reelo ver, simultáneamente eon el arribo dei te-"eerpersonaje, un eierto aflojamiento, una suerte de eese,

como si al trabajo aloeado de uno de los miembros no

le eorrespondiera ya un idéntico trabajo en el otro, si- '"

no un cierto ablandamiento: señal de cuerpo que qu-

cumbe al dolor o se resigna. No era difícil supon€f,Ursula, que la mujer, vfetima finalmente de la malé-

vola torsión de brazos a que la sometía su primer ver- ;

dugO, comen zaba a abandonarse a su suerte, pero lo

ALAN PAUL$

Page 28: El pudor del pornógrafo

EL PUD0R DEL PORNOGRAFO ql

idea de su dimensión si piensas en la distancia que me

siparaba del lugar) prenda negra en estado de hara-

po por el feroz tironeo, que con hábil ademán el se-

gundo verdugo enüregó al prirnero para que éste, a su

lrr, en lugár de anojarla, como cualquiera su-pondríá, la conser YaFa en un bolsillo. ¡En el bolsillo!Ño les bastaba solo con arranearla, apartarla de su lu-

gar correspondiente mediante abominables tironeos,rino que aáemás la conservaban:'¡trofeo de maldad,premi,o del vilísimo ataque! Y así los dos verduBos,primero y segundo, se complementaban en el ejerci-lio d" desprender: mientras el primero' sosteniendo

a la mujer con una mano, con la otra desgarraba el

vestido a la altura del cuello, el segundo, a la vez que

con la mano izquierd4 se ocupaba de arremangar la

parte inferior hasta deseubrir el blanco vientre feme-

nino, con la mano derecha hurgaba en sl mistro, se de-

sabrochaba y desprendía a sí mismo para que vienlrecon vientre, desnudos verdugo y vlctima quedaran

enfrentados. SQué r.esto de resistencia podla pedirse

que quedara en algún miembro, Ursula, tras tamaña

"tt"tnetida? ¿Y de qué modo iustificar una sospecha

acerca de la blandura de aquellas piernas si, entrela-zadas en torno a la cintura del segundo verdugo, am-

bas formaban parte del conjunto veneido del cuerpo'

avas&llada toda voluntad de oponerse? En breves ins-

tantes la boca de la víctima se acoplÓ, de un solo gol-

pe efic az, alvientre que tanto primero como segundo

habían eontribuido a desvestir, vientre que el prime-fo, vigilando de cerca la acción' procuraba hacer

vibrar al ritmo convenido, al ritmo dó respiración; pe-

ro de aquel gfito amargo, fruto de tanto sufrir, Do fe-

60 ALAN PAULS

momento dedicado a inmov ilizer los brazos de la víc- 4

tima, liberó uno de los ellos, permitiendo que fuera .

ese miembro el que encab ezara la dudosa resistbncia

-resisteneia que no prosperó,yx que el segundover-. dugo, atento a toda'reacción, lo contuvo en el aire.an-tes de que golpease; sujetado el primer brazo, el se-gundo protagonista procedió a liberar al restanteQu€, a difereneia del pnimero, fue a apoyarse suave- *

mentesobreelhombrodelsegundoverdugo,Qüienera el encargado, ahora que el segundo protagonista

i

había abandonado su posición y función iniciales, desoportar el pesg del cuerpo de la mujer y de mante- :

nerlo en el aire contra el troneo del árbol, merced auna dura presión de su propio cuerpo sobre el de ella.

De nuevo se provocó el juego pendular de la resis-tencia, distribuido desigualmente en los dos brazos:uno de los cuales, febril, luchaba contra el poderío del

.segundoverdu8o,mientraselotro,"comoadormeci-do,iniciabaunrecorridoporsobrelanucadeaquélalque aparentemente tales maniobras divergentes ins'taban a proseguir la empresa. Empresa eue, siendodos los agresor€s, y ambos de robusta complexión,musculosos, se convertía en juego de niiios, tal comolo demostrara la facilidad con que el segundo verdu-go, respaldado por la eolaboración del primero, queahora sostenía a la mujer por las axilas, contra eltronco, introducía sus manos libres debajo del arre-m¿ngado vestido, y alll abajo de la bombacha tirone-

'

aba, furioso, haciendo que el cuerpo eada vez másinerte de la mujer cabalgara, por asl decir, espoleadopor su ardor. De tanto tironear, Ursula mla, cedió lo ',

que buscaban arrancar: una minúseula (tendrás una

Page 29: El pudor del pornógrafo

62 AI,AN PALTLs ,

.eibí yo más que sus pálidos ecos: resonancias que sinduda falsearon lo que el grito quería decir.

No te será diffcil, Ursula, informada de todo lo queanteeede, imaginar mi ánimo al retornar al trabajo,

)

después de haber sido sacudido, por asl decir, por lanotable sem ejanza que deseubrl entre aquella mujery tu figura, y por la estreeha relación que liga la esee-

l

na presenciada a las narraeiones que diariamente me ,

veo obligado a leer, narraeiones de las que tú, en estaúltima carta, pareces estar al tanto a pesar de mi ng-gativa L referlrtelas, lo cual me llena de asombro. ':,"

¿Cómo han llegado a tus ofdos? ¿Por qué subterráneo icamino las has recibido?

Ni bien abandoné mi lugar en el balcón, negándo-me a seguir observando aquel espectáculo, y me diri.gl al escritorio, donde las cartas estaban aguardándo-me, Bdveftf que por debajo de la puerta hablan desli-zado un sobre que reeonoef como uno de los tuyos y :

cuya llegada anónima no dejó de sorprenderme. Trasreeogerlo del suelo, abrf la puerta con la espera nzade toparme eon nuestro "mensajero", del que solo mellegó el sonido inequlvoco dq sus pasos huyendo esea-leras abajo. Alarmado por este nuevo "procedimien-to" que me tomaba desprevenido (a ñf, Ursul&, gue

.

ya estaba aeostumbrándome a las visitas del '*enmas.earado"), abrí de inmediato el sobr€ y, tomando asi€n- ,'

to frente al escritorio, leí tu carta.Aparentemente, aquel era un dla de imprevistos,

de modificaciones, porque: ¡qué distinta tu earta, q,uéeambiada tu voz pareeía _llegarme a través de las pa-Iabras escritas! Era como si otra persona, otra "LJrsu-la" hubiese tomado tu lugar, adueñándose de tu mano

- EL PUDoR DEL PoRNocRAFo 68,/

y de todo lo que en ti esperaba para manifestarse con

el objeto de verterse en un lenguaje nuevo'Y lo más nueao ha sido que en tu carta demostra-

ras conoeer al dedillo todo aquello que yo siempre me

ndgué a confiarte por considerarlo indigno, toda es&

masa de palabras obscenas que siempre qui$e conser-

var para iltf, como quien guarda para sl un esea'

lofriante seereto familiat. ¿Cómo ha podido ser' Ur-sula? ¿Cómo? ¿Si yo siempre intenté que en mis car-

tas tbdo ese "aipecto" pasara desapereibido, quedara

autornáticamenie excluido de nuestr& corresponden-

cia, f aun tuve que luehar denodadamente eontra tuciegá voluntad de saber. ¡saber! Y ahora que sabes:'

¿q;é has obtenido a cambio? Seguramelte nada más

que sospeehas acbrca de mi "honestidad", dudss acer-

.t ¿" *i "franqueza", Y Ult escepticismo general-re¡-

pecto det futuró de nuestra correspondencia. Todo 1o

cual es perfectarnente eomprensible para ñ1, ya que'

de no entenderlo, ¿qué me hubiera impulsado a rehu-

sar durante tanto tiempo el revelarte este "lado oscu-

ro" de mi vida? Y hasla entenderla sin dificultad el

hecho de que resolvieras suspender tus cartas, otor-garte una pausa para reflexionar y ealcular los bene-

li.ior que te . proporcionarla la continuación de

nuestro epistolario, aun con el riesgo - eon el espan-

toso riesgo, amor - de que, habiendo evaluado dete'

nidamente la situaeión, decidieras dejar de escribir'me para siempre. Y aun así lo entiendg: Ursula; pese

a qúe significirla mi calda irremediable, eualquiera

fuera tu resoluciór, yo la aceptarla sin titubear, inca-

p*z dé rebatir tus srgumentos. Para colmo, Ursula,

esa carta que tú citas en tu filtima carta, carta que

Page 30: El pudor del pornógrafo

EL PUDOR DEL PORNOGRAFO ¿

65

Y si mi énfasis te resulta excbsivo, Ursula, deberásatribuirlo a que no encontré en tu carta..signo de alar-ma alguno por este nuevo giro que ha cobradonuestro intercambio: antes bien, me pareció notarque el hecho de ser por fin partícipe de mi "trabajo",de acceder a las abominaciones que me escriben, teprovocaba una excitaeión... juvenil, una suerte de en-tusiasta curiosidad como la que invade a un novio quedescubre un dla el diario íntimo de su prometida. Pe-ro debo advertirte, Ursula, que no encontrarás alllnada "mlo", ninguna palabra que me pertenezco, nin-guna frase euya autorla pudiera yo reclamar. ¡Nada!Excepto esa sarta de "experieneias íntimas" que losdesorientados cornpulsivamente busean compartir, yque .han encontrado en mí el reeipiente ideal paraverterse. Me preguntas, querid¿ -y aqul es dondereparo en eierta enfermiza inquietud -, qué les escri-bo yo, de qué forma me las arreglo para "ayudarlos".¿Quieres que te conteste con franqu eza? Pues no losé. Ireo cada carta como sumergido en un vértigo, lassienes me laten, el pulso se aceler &, y cuando terminoprocuro perpetu¿r ese vértigo, de tal modo que mirespuesta hilvanada cabi de inmediato se asimile lomás posible a la condición de tales cartas - condiciónque deploraría si no estuviera, precisamente, atrapa-do en dicha maquinaria. Es como si, eiego, debiese di-sertar sobre lo que ignoro; entonces tomo impulso,me dejo arrastrar... y así logro contestar todas laspreguntas satisfactoriamente; tal es así que he reeibi-do cartas de algunos correspondientes que me alaba-ban por haber "sabido comprender y cornpartir la in-tensidad de mis experiencias". ¡Haber sabido! ¡Sa-

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EL PUDoR DEL PoRNocRAFo 67

caliente que me dollan los huevos y podla sentir el ti-'bio extremo de mi pija contra el muslo'; o las respues-tas gue pueden ocurrlrsete frente a semejante pre-

gunta:'Nos pasamos toda la tarde y Ia noche cojiendo

i paseándonos desnudos por la casa' Nunca gocé tan-to ¿ una mujer corno a Felisa. ¿No cree usted que es

porqüe la deseé en silencio durante. muchos años?"'- Dices, Ursula, que se te hace diffcil imaginarme le-

yendo semejante párrafo, y sin embargo una vezmásme fuerzas a leerlo, una vezmás me obligas a enfren-tar la ignominia, desplegándola ante mis ojos con to-

das las letras, sin olvidar nada. Y eE ese "ir dereeho a

la cuestión", ese certero "apuntar", lo que no deja de

preocüparme. üQué extrallas influencias pesan sobretu eabecita, amor mlo? üQué influencias sobre las que

nada puedo, y que te incitan a escribir tales cosas? Sies verdad que detrás de todo esto Se eseonde un ter-cero, alguien cuyo nombre desconozco y cuyas inten'ciones resultan pata ml diffciles de suponer' entonces

tendremos que tomar ciertos recaudos' Ursula: nos

veretnos obligados a encerrar nuestra corresponden-cia en el interior de un cerco inexpugnable' cerco que

proteja cada una de nuestras palabras y gue se enc¿r-

Sut de hacer que tanto las tuyas como las mías lle-guen I destino sin sufrir modificación alguna. Pero

[uta ello deberé contar con tu apoXo, Ursul t, Y tú me

apoyarás si abandonas esa innoble euriosidad por mi"lrabajo" de la que te acuso más arriba. El "uni-verso" que te vanaglorias de haber conocid,o a travésde la carta citada sólo me concierne a mí, asl como so-

lo yo debo hacerme cargo del sufri,miento que implicanadar diariamente en é1. ¿Sabes, Ursula, lo que signi-

'66 ALAN PAULS

ber! Estoy metido en un equlvoeo tan gfande que me

parece imposible poder salir algrln dfa de é1. , l

Me p*rmltrrás una afirmación, Ursull, X la rebati'

rás si no eoineides eon ella: creo qüe, de alguna formq,

;;; "tgunas

seliales que distingo en tu carta, tú parti'[ipr* íurnbién de esté equfvoco, y te diré por qué. Te

dedicas I deseubrir, ."ri a citar eon palabras tex-. ;

tuales, una carta que integra mi arehivo (curiosamen- i

te se trata de un envfo müy reciente que, según te he :

coqlenüado, representa el extremo a que puede llegar

elrelatodeeiertas..desviaciones''}..Leyendotuá*r.tifción, se rne dio por pensar que tal carta estaba

realmente en tu pod,ei,lo óual es imposible, ya que al

eonsultar mi arehivo comprobé que permaneela en mi

propiedad. Y repentinamente me pregunté: ¿por qué

Lr"'*inuciosidad, por qué esa pasión por detallar lo

que yo ya he leldo, por qué referirfne otra vez lo que

vo intento olvidar confinándolo al archivo? Y la res-

puesta reside en esa "participación" que te concedo,

en el entusiasmo que tu "r.ritura

delata. Evocas las

eseenas más repugnantes, las palabras más soeees;

nada en tu earta tiende a euitar, sino que- tsdo pareee I

dirigido deliberadamente a enfrentar lo más "t!t^ 1

noró de ta cuestión. Bastará con que te recuerde uno I

de los pasajes de tu carta, aquel en el que escribes: i

, iM" ur Aifln - y por eso milmo me atrae - imagi-

'

', *rie leyendo lo-que yo he deseubierto por prime,ra, Ilalt tr9 rVJ srrr¡\' ¡\t Y--

vez;imaginar tu ictilud al encontrarte con págafos

como este: ,Nos besamos largamente y con violencia,

' t ru r*ngua se meneaba rápida dentro de mi bo*_l'

Deslicé mi mano bajo el eorto vestido y froté las nal'

gas de su eulo a tr¿vés de la bombacha. Estaba tan l

Page 32: El pudor del pornógrafo

t2

¡quiero! ¡Quiero! iQuiero! ¿Es que hay alguna pa-labra en tu carta, Ursula, que no encubra esta impe-riosa necesidad, este pedido desmesurado? ¡Y no solodeslizas por lo bajo tu querer "a toda costa", sino quecada tanto lo escribes sin disimulos, desnudando suinsistente inconveniencia! No era esta la elase de co-laboración que yo esperaba de ti; al parecer, habién-dote pedido que apaeiguaras tu querer, tri no hashecho más gue aereeentarlo, malinterpretando mi so-licitud o bien desoyéndola abiertamente. ¿No te dascuenta de que, cuanto más crecen tus g@rurc, más difl-cil se torna para mí la posibilidad de satisfacerlas? Ytanto más cuanto eü€, insatisfecha con reclamarmetú, el cumplimiento de tus deseos, no vacilas en dele-gar en la figura del "enmascarado" el poder de recor-dármelo. ¿Era acaso de esta forma como te sugeríque Ie dípras parte de nuestra relación?

Pero he aqul que esta noche, €l "enmascarado" sepresenta en mi euarto, en una mano portando tu car-ta (carta que yo suponía ser una nueva serie de in-terrogantes de los que yo debla urdir las contesta-ciones) y en su cavidad bucal, incubado, tu mensaje,

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EL PUDOR DEL FORNOGRAFO TT

que habfa gonprendido quo de ellas h¿bfa surgido el

equfvoeo, sino por medio de gestos, tomándome porlos hombros, empujándome suevemente hasta sen-

tarme en el escritbrio donde yacfan las cartas(¡milesl) por responder. Me exeu$arás ante é1, Ursula,

.1

úot mi descontroh pero ¿ún ahora pársiste en mf laóólera, tl pensar en lo que debiste eondeseender I re- '

velarle para logfar que él reprodujese tu "mensaje"-Porque no irás a decirme que todo lo que él sabla eraque tú querlas saber.

lNo, Ursula! Tu carta te delata desde el principiohasta el final: ¡que tú sabeS, la carta delata, y que loque sabes es muchol Y eon lo que sabes srmas un p8'quete én forfna de carta que luego me envfas a mf, tlr-iula, que supe antes gue nadie eso de lo que ahore, slsaber, lte vanaglorias!

¡Ah, amor mfol ¿Debo repetírtelo? Es para mf untormento it en contra de tus deseos, deseos gue túmisma no vacilas en definir como "urgentes" y de los

Qü€, cualesguiera fuesen su condicién y su origen, fono sabrla impedirme la participación. Me escribes:"Sabet mús acerea de las eartas es mi deseo más uf'gente", Y me pregunto entonces: ¿Cómo podrla yo

eumplir semejante deseo si tti, por algún medio que

aún desconozco X Que, se ve' te ernpeflas bien en, ocul'tarme, te las ariegtas para procurarte "información"(y qué informacihu ¡detalles!) seerca de ese materlaldel que me eulpas por mantenerte a distancia?

¿Dónds, Pues, estús, Ursula? ¿Dónde estaré segurode hallarte, cuando te busque? ¿En el saber' en la lg'norancia, o en la triste ostentación que, digimulándo-se, asf se manifiesta al esplritu? ¿Córno puedes pedir-

70 ALAN PAULS

que él no titubeó en comunicarme apenas le hube

aUierto la puerta. Y tu mensaie, Ursula, salió de su

boca tal eomo tú, sin duda, lo depositaste en ella:"Ella quiere saber", ttto comunicó el "mensajefo". Yen su rostro no habfa ninguna expresión, ningún ras-go que se agudizara en desmedro de otro, ninguna in-[enciOn de-refleiar nada; apenas ese irreproducibleenunciado, ese presente: "yo quierO saber", Y comoyo tard¿se en reaccionar, él aprovechó pars reiterarll "mensaje" que supuestamente tú, a modo de suple'mento verbal, le hablas encomendado transmitirme:"Ella quiere saber". ¡T{t querlas sabert - y yO (obser-

vB, Ursula, cómo mi esplritu, I pesar de todos estos

infortunios, permanece fiel a lo único que ama incon'

- dicionalmente: tu nombre), ingenuo' crédulo, ato[ta-do por ese presente que el enmascarado usaba, crelgU€ tl¡ estabas allf, en algún lado, e¿ ese ,nornento,

matizando la espera con las ganas de saberl ¡Sl! ¡Aun'que parczea increlble, Ursula' spareeiste en mi men-

fr, aill, esperando que yo bajara a encontrarme eoR'

tigol Y ¿qué iba a haeer sino bajar tropezando las

etcaleras, acudir eOrriendo A. tu encuentro? Pero l¿decepción fue tan gfande como la eufori4, squella alno hillarte en la puerta de entrada, esta al imaginar'te esperándome alll donde no habrlas de estar, ¡Ah'presente enganoso!

De rnodo que ouando volvl a subir, toda mi desilu-sión se virtió como ira sobre el "mensajero" que, €x-

ceptuando ligerlsirnos carnbios, no se habfa movido

do la posición en qqe mi vertiginosa esctpada lo ha-

bla dejado -ira que el "entnasearado" se esfoní poratenuar no mediante palabras, ya que er¿ evidente

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72 ALAN PAULS

me "más", "más" €n cuanto al saber sobre mis cartas,si luego en las tuyas te regodeas citándolas con pun.tos y eomas, como si tú fueras la destinataria de esos

atroees envíos?Infringiré pues, por un instante, mis propias leyes

de Silencio, para ilustrar lo descabellado de tu pedidoeon la ayuda de una vieja carta de la que pasaré a

narrarte ciertos detalles significativos. Se trata delrelato de una mujer joven güe, perseguida por elaburrimiento, decidió convocar en su domicilio a sus

tres más "fntimos" amigos, amigos que no tardaronen acudir ala cita, alarmados seguramente por la ur-gencia que ella evidenció al llamarlos, y de los queella pensaba eon ra;z6n obtener ciertos beneficios."Reunidos mis tres amigos", me eseribió ella, matu-fiado su nombre bajo un sobrio "Elisa", "pasamos loscuatro al living de mi casa, por el que yo paseé cubier-to el cuerpo con una ligera thnica de seda, tejido que,

antes que cubrir, anunciaba, y del que ellos, sentadosfrente a ml, no consegulan despegar los ojos, ávidospor verificar de un modo más concreto si lo que aellos se hs permitia ver concordarla en verdad con loque más tarde libremente se les ofrecerla. Culminadomi pavoneo, euya lunción se reducla a'poner en si-tuaeióh'a mis turbados amigos, tomé asiento frente a

ellos, cruzando las piernas de manera tal que el deba-jo de mis muslos no pasara para ellos desapercibido,cuidando bien de eihibir la parte de la carne en laque la liga cava su surco tornándola asl de un colormás rojizo que el del resto del muslo. IJna vez alll ubi-cada, envié a dos de mis 'inVitados'a preparar algo de

beber, orden cuyo eumplimiento exigió que ambos s'e

EL PUDoR DEL poRNocRAFo 73

retiraran, no sin oposición, a la eocina, dejándome asolas, transitoriamente, con el más joven-de lbs tresQUe, sentado en absurda postura, estaba atareado sinduda en disimular lo que la visión que a sus ojos mispiernas ofrecla habfa suscitado en él: efecto inme-diato del que quise a toda costa asegurarme, para locual, aprovechando la ausencia de los otros dos, lo lla'mé a tgmar lugar a mi lado, lo que é1, enrojeciendo re-pentinamente, hizo no sin vacilación, viniendo a sen-tarse en el mismo sillón en que yo me hallaba, pero auna distaneia que imposibilitaba toda comprobación.Lo obligué I acercarse", me escribla Elisa, "hastaestrechar nuestros respeetivos cuerpos; el mío, alque notaba ardiendo bajo la leve trlnica; el de é1, enerupeión bajo la ropa, erupción de la que hacla deno-dados esfuerzos por no traicionar los signos.Estrechados, habiendo yo descrüzado completamen-te mis largas piernas y'habiéndolas abierto de par enpar, me aboqu é a susurrarle al oldo ciertas palabrasde las que conoclala efieacia, palabras que él recibió,por fin, con una sonrisa, aeompañándose con un gestodel btazo derecho que deslizó primero sobre mishombros desnudos, luego por mi talle, enseguida porlos contornos de mi cadera, hasta posarlo finalmentesobre mi muslo dereeho, para eomen zar alll a arre-mangar con delicadeza la falda de la túnica. Incapazde resistirme a semejante iniciativa, cuya eonsuma-ción habla esperado además con ardor, e inclinándo-me ligeramente sobre é1, lleúé una de mis manos alsector donde suponla que mis atractivos y su explora-ción manual estarlan surtiendo efecto, sector al queaccedl tras desabrochar unos euantos botones inopor-

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EL PUDOR DEL PORNOGRAFO 76

cuatro", escribfa Elisa, eerebral y regocijada, "engta-nados por la precisién de nuestros movimienüos^ rnovi obligada, vislumbr¿ndo que de aquella situaciónnos serla imposible extraer un disfrute mayor, a di-solver eI cu¿dro, invitóndolos a pasar eonmigo ¿l dor-mitorlo, donde el espacio permitla una eombinatoriamás plena. Fue diffcil arrancarlos de rus diferentes,complementaiias aetividades; pero como , enten-dieran que la invitación solo apuntaba a un perfec-eionamiento, y no I una interrupción, acordaron sus-pender el intenso trajln para reanudarlo en el sitio ¿lque yo aspiraba a trasladarlos. Ya en el dormitorio",escribfa Elisa, ¡en el dormitoriol, "todo escapó a micontrol, todo se desaforó, todo a la violenta pasión se

rindió: ne habfa terminado yo de penetr¿r en el euar-to -los tres venlan I mis espaldas*, cuando sentf

ere, a la altura de los muslos unos brazos titánicos a

mf se aferraban, empujándome h¿cia el lecho dondecafmos en desord€r, yo y el que me habfa atae¿do pordetrás, cuya cqra me fue imposible ver; en el scto, losotros dOs se reunieron con nosotros, eomo en una por-fecta maquin¿ria; y mientras mi tr¿sero asaltante se

ocupaba de despojarme de la ttlnica, rápid¿mente losotios dos tornaban posición: uno, resbalando por de-

bejo de mi euerpo, en sentido inverso al gue yo elta.b¿, h¿sta obtener de su reptar lo que buscaba: bebercon ¡us taüios mis innobles unciones, mientrat conviolencia sus manbs logratran en mi propia bocs encE'jar Io qué deqeaban, con furor de bestia; un tparatoenofme cuyos l¿tidos estremecfan, tremendos; elotro, más brutrl, despl¿zando de un golpe el que en ellecho me h¡bfa tumb¡do, procedió ¡ abrir ni¡ piernar

74 ALAN PAUTS

. tunos y donde tropecé con lo que habls sospechado,

sólo gúe dotado dé una sorprendente dimensión. No.

ac¿baba yo de proteger entre mis dedos aquel mons-

truo orgulloso, cuando por la puerta de la coeina re-

apareciéron los otros dos invitados trayendo e¡r las

manos unos vssos que el estupor no tardó en derri'bar, haciéndolos trizas en el süelo. Y comb mi joven

pu¡tenaire", escribla Elisa, "se atareara febril a l¿S

violentas caricias a las que sometla mi muslo desnu-

dado, dedicando simultáneamente su bocs a lamer mi

cuello, fui yo la que tuvo que pedir a los dos restantes

que sg sumaran at ¡uego, pedido del que ellos, al pare'

.¿r, tri¡uieran sabiáo preJcindir,.ya que de inmediato

los tuve frente ¿ ñ1, uno acuclillándose en la abertura

de mis piernas, el otro introduciendo sus rápidas ma'

nos en el interior de la't{¡nica, donde palpó derespera'

do mis senos. En cuestión de segundos, pues",-escri' ,

';á-ñig, v aqul viene lo ejemplirizador, Ursula, lee

bien, ,'mi cuerpo era desbordado por una delicioss si-

multaneidad ar asaltos de los que no querla perder

ninguna ventaja, y pera cuyo favorecimiento mi euer-

po se adaptaba aios reclamos de los tres violadores

que, con habilidad de expertqs, se distribufsn eguit¡'tivamente los placeres: ót m¿s joven' cuyl mano ha-

bla progresado hasta encontrar, erguidt, itPonente'mi fuenir de deleite, frotándol¿ entre sus dedos unts'

dos; el que, aeuclillado entre mis piernas abiertas, h¿-

bía ,u*Lrgido su cab ezabajo la túnica arrernangada,

dando de azotes con su lengua eontra mi encendido

matorrah el tercero, cuy-o tremendo vigor sentla yo

en la furiosa presión eJercida sobre mis senos, Ju-

gueteando con los pezones encantAdos' Asf los

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EL PUDoR DEL poRNocRAFo 77

Porque otra eartade las que he recibido aparece ci-tada literalmente- en la tuya; otra vez eonocesnombres y apellidos, detalles, narraciones güe, en¡principio, solo a ml estaban destinadas. ¿Cómo es po-sible? ¿Cómo reincides habiéndome sumido Xa, con tucarta anterior, en la peor de las ineertidumbres? ¿Através de qué oscuras operaeiones has logrado pe-netrar en rni archivo, saeando a luz lo que yo hubieradejado morir en la oscuridad?

Me hablas, esta vez, de Dora Diamante, cuyo casodemuestras manejar eon conoeimiento de causa almencionarme morbosa y detenidamente cada una desus "hazañas". ¿De dónde has sacado su nombre, dedónde la earta, si ella permanece aún en mi archivotal como yo la eoloqué, aunque tal vezun poco arruga-da (como si una rnano invasora la hubiese tocado)? Yno te limitas únicament e & "describirla", o psrafrase-ar desde la distancia sus propias palabras, sino eü€,esta véi, v h" aqul lo que me asombra de ti, pareeesdeleitarte con lo que te encargas de retransmitirme.üQué, si no ese deleite, se desprende de frases como:"¿Has pensado algun& vez en el casi infinito abanieode posibilidades que se abre a una mujer eüe, comoDora Diamante, se ofreee desnudn t toda improvisa-ción amorosa, sin otro bagaje que el inmenso peso desus deseos? ¿No resulta notable eü€, tan pronto comosu marido se ocultó en el interior del armario,cumpliendo asl el paeto que ambos, de perfeeto gra-do, habl¿n eonvenido, y dejando a su mujer 'a solas'eon la primera vlctima de las improvisaciones, unamujer de deslumbrante belleza que habla acudido aDora con el objeto de hacerse haeer por ella un vesti-

76 LAN PAULS

hASta el extremo de desgsrrarlas, lo que arrancó demi boca un grito suficientemente sostenido para quela senteneia que allf se alojaba, a punto de verters€, Yque pertenecla al que en ese mismo instante se entro-metla con su lengua en mi regocijado tesoro, fueradespedida, posibilitando que viniese a rellenar su lu-gqr la que de mi trasero habla sido injustamente de-

salojada por el que, tras haber humedecido con minu-cioso euidado mi entrada posterior, faena para la cualel que lamía la principal habla prestado valiosa ayu-da, se empeftaba en incrustar en ella su magistral,aeerada lanza: Bloqueadas todas las salidas de mi€uerpo", escribla Elisa, ¡bloqueada!, "todo mi orga'nismo convertido en una máquina de absorber, relle'nada hasta lo hltimo, aquf, allá, adelante, abajo yatrás, meta pujo y meta fricción, lancé entonces elgrito", escribla, rellenada, "el grito de '¡Más, Más,Más!!!"'

De más está aclarar, Ursula, que el referirte a ti es-

te relato "privado" solo encuentra su plena justifica-ción en esa última palabra repetida tres veces, pa-

labra eü€, oh coincidencia, figura también reiteradaen tu pedido, y de la que te aferras eiegamente. En tucaso, como en el de la protagonista de la bochornosaorgfa, tal palabreia sobru Sl, está de más tanto enuna boca como en otra b hasta aquí, Ursula, llega micomparación, quiero que lo sepas): en la'de aquella

- por estar, segfin sus propias palabras, "rellenada has-

ta lo último"; en la tuya, por fin, debido a que, sabién-dolo todo, no eoncibo la posibilidad de que sepas más.

¿Con qué derecho me pides acreeentar tu saber, si elque tu carta revela casi supera al mío propio?

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\i

EL PLIDOR DEL POR¡.IOGRAFO 7g

"fatuidad de todo límite"! ¿Cuándo com enz.óesta ce-guera tuya, amor rnlo, euándo se produjo - rile pre-gunto - el sutil desvlo que ahora, cada vea más, eon-duee tus c¿rtas haeia la adhesiótu alejándolas de laparáfrasis? Porque tu simpatla rcspecto de todo estematerial que has recibido me induce a pensar, ¡desca-bellado!, que bien pudieras tú ocupar el lugar de lasprotagonistas de tales narraciones; lugar eu€, lejosde inspirarüe repulsa, pareee atraerte peligrosamen-te. ¿Entiendes, amor, lo que este pens¿miento signifi-ca para ml? ¡Trl, en el lugar de Dora Diamante! Tú, enla apologla del desenfreno. Ttl: ¡ignominiosat

Por lo tanto, te pediré que suprimas de tus próxi-mas cartas todo reclamo acerea de mi "trabajo". Pa-rece magia, Ursula: cuanto más me pides saber, ycuanto más firme es mi negativa a satisf¿cerüe, másinformación psreces ser crpaiz de recoger. [Serácuestión, quizá, de comen zat a cambiar el método?)Lo que sl puedo asegurarte es que el dla en que des-cubra a quien ha violado mi arehivo, mi silencio, todala dignidad que yo rne obstinaba en preservar ennuestra correspondencia, ese dla me desconocerás:pasaré a tu lado, pero la furia desdibujará mi rostro,y trl no tendrás tiempo de detenerme.

18 ALAN PAUTS

. I -!^ -¡-¡¡rll s¿r¿¡Ardó

j

do, ella experimentara en su 'propig cyg-rPo', ie,qor^da- ,

;;;;;p.['u'as,l8definitivafatüidaddetodollmite,sensaciónqueellanodudóenponerenpróctieacuan.do, habienáo arrnudado & su amiga y lraPiéndose co

r

loeado las dos en posición tal que iu marido, desde la i

prqu"ña abertura de la puerta del armario, púdiera ;

,ont"*plarlas actuar coo libertad, 'av8ncé hacit Ju'

lia y pote mis manos sobre sus senos' cuyos P"tgn:talertados alcanzaban el tamaño de una moneda. Julia

no se movió, solo cerró los oios y echó suavemente la

eabeza hacia atrás. Fue enton.ur cuando, presintien- '

do la aetividad febril a la que se entregaba mi esposo

dentro del armario, vretima de la contemplación' su-

surré al oído de Julia: (qué magnlfico par de tetas

tienesD, susurro cuya intensidad me encargué de-ql'

llegaseaoldosdemiespo3o,yalqu9^aeompaf1é.ju.gando eon los pezones ersuidos de JuHa. Julia orien'

l'Strrru- vv--

tó mi eabeza en direcciónáe etlos y los hundió, por asl

decir, en mi boca, ¿no has intentado, solo por un mo-

mento, poo€rte *o ál lugar d"l esposo' espectador pri-

vilegiado de la ,r."nt que las dos rnujeres, en el

cent-ro del cuarto, silenciosamente le dedicaban, e

imaginar'8unquefueraporun-ossegund9.,lanatura-lezade sus sentimientos euando, por la.abertura de le

pu"ti", divisó a su,mujer-desabroctrylo I $P:lt-lt5v-r!'t-'--al¡ ¡ La - l¡ L¡¡

dose de ropa, para lueio dedicarse a'iugar con la her-

mosa, negfa, peluda Joneha de Julia, en cuyo horno ,

notardééninirodueirenterorutodemisdedos'?Esaes la rlnica manera' creo YO", esCfibe$, "de fesponder

a semejantes relatos"." : , !

¡Y tti, Ursula!, tfi te embarcss en la tarea de impa¡'

tirme conse¡osl ¡Túr Qü€ en todo esto no ves sino la :

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EL PUDOR DEL PORNOGRAT'O 81

que resulta para ml replicarte en el extraño períodopor el que atraviesa nuestra correspondencia), alen-t¿do por la idea de que con mi respuesta tu recientepostura sufrirá alguna modificación benévola, en elacto recibo la siguiente eue, lejos de adecuarse a miseirpectativas, parece insisüir en la tónica que yodeploro, insistencia cuyos efectos sobre mi esplrituserían mucho más leves si a ella no viniera a acoplár-sele, como es el caso ahora, otra carta, perteneeienteesta vez a mi "trabajo", en cuya natutaleza adviertociertos rastros que la tornan "sospechosa". Más "sos-pechosa" sin duda que el resto, cuyo contenido' aunhabiéndome yo negado a revelártelo, oscuramentehas descifrado. Y en la expresión "más so.spechosa"debes leer, Ursula, "digna de serte referida". No"digna'] en el sentido d^ algún supuesto valor moraldel eüe, descubierto en ella, mereeerías partieipar, si-no en el sentido de que exige que tú tomes parte en loque describe. ¡Hasta qué punto es esta carta "digll&",que me impulsa voluntariamente a transmitlrtela,pervirtiendo así mi más precioso juramento!

Juramento del que tú, en tus riltimas cart&s, y conprogresivo énfasis, te has empeñado en prescindirpor considerarlo "en exceso pudoroso", o porque a

través de él vislumbrabas en ml una secreta inten-ción de rnantenerte al margen de esta "parte impor-tante de tu vida" 0as comillas indican que eres tú laque habla). Pero en tu último envlo, que el'lenrnasca-rado" se preocupó por entregarme sin rnostrar Ia ca-

ra, llegas al extremo de simular el respeto de dichojuramento, cuando en realidad por debajo lo violas de

la forma más desfachatada. ¿Acaso creíste que en el

13

¿es que acaso este acontecer de las cosas no se in-terrumpirá nunca? ¿No pueden los fenómenos dejarde ocurrir, aunque fuera por un fnomento, apenas eltiempo suficiente para que yo recobre el aliento y, re-agrupando las "defensas" en torno a mi asediadocuerpo, pueda hacer frente al fenómeno que no tarda-rá en presentarse?

Porque si hay algo que está mirwndo mis fuerzas,Ursula, las que tú sabes que ya por naturaleza, son es-:asas, es esta sucesión, este implacable encadenarsele los hechos. ¡Interminable! A menudo me siento,

trente a esta lógica de los sucesos, como si me hallarapresenciando una extraña pellcula euyas imágenesdesfilan a un ritmo tal, que no habiendo terminado yode descifrar la última, y& debo ocuparme de la si-guiente. Asl van aumentando las cosas que escapan ami comprensión; asl una sobre otra las dudas se acu-mulan en desordenadci'aeoplamiento.

Y debo confesarte, Ursula, que la llegada de cadauna de tr¡s cartas no escapa a dicha "aeumulación";porque ni bien respondo lb Éltima que el "mensajero"me tra heeho llegar (bien éabes, además, lo costoso

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EL PUDOR DEL PORNOGRAFO 83

se me agolpa y me urge decir todo euanto tengo qub

deeirte, como una mu*hedumbre que quiere entrar ¿l

mismo tiempo por una estreeha puerta." ¡Pero el que

ii '*uchedu*ürr" no consiga aüravesar la "estrecha

fuerta" no significa, Ufsula, qul trl estés capacitada

pai¿ seleccionar, de entre los elementos que cofnp¡¡

nen esa ln8sa, aquellos gue creeg tnerecen entrart ¡Lopactado violadoí y es eso, precisamente, lo que haces

ln tu hltimq envlo: ¡un desvlol Porqü€, no obstante

afirmar que dejarás de lado aquello gue yo he califiea-

do com oio que no debe decirse (por lo menos aquú en

este lugar),-y ?pesar de que tu estilo adquiere un to-

no máB so$egadó, como el de los primeros tiempos, tu

carta no dejá de ser una carta dnfraetora. ¡Infraetora'por inconclúsal Has enviado un& carta sin final, sin si-

' quiera continuaeión: un& carta que asl eomo da co'

mienao se interrumpe abruptaniente, ¡¿bortada! Y

este aborto de earta, ¿qué es lo que contiene sino la

evidencia misma de qué tras infringido la ley d*-l de'

cirlo todo, ley que er8, por asl decirlo, la fuente de vi-

da que nutrirla nuestra correspondeneia? Porque de

pronto dices, y en rnedio del silencio empiezas a de'

.lt, t asl eo*ó arrancas-, $el mismo modo en'gue te

arrancas I ti misma del enmudecimiento, asl tecallas, r;r r."rr"Jio que arnenaza con ser dicho. Por lo

tanto, Ursula, üQué quiere$ trl que piense.acerca de

esa sorpresiva mutilCción con qle caltlFas (¿o preser-

vas?) lo que tienes que decir? Y lo más interes¿nte de

toao rrridr justamente en la naüuralezade tal mutila'

;ió", jmutiüción punitiva -o preservativa? ¿Mutilrr-

ción piofiláótica o dict¡torial?M; escribes:

.No quiero mós. Aceptaré tus rauo-

82 ALAN PALII,Si

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"aseetismo" de tu carta yo no leerla más que tal asee-tísmo? ¿Cómo pudiste pensar que alll donde escriblas"aceptaré tus razones" yo leerla solo que aceptarlasmis razones? No, amor mlo; si asl lo hiciste, si presu-pusiste en mf tan poca lucidez, si de mi espíritu sólotuviste en cuenta la capacidad que tiene de ence-guecersefrentealoinmediato,debodecirtequehaserrado el camino. Y te diré por qué. Porque allf dondeafirmabas observar una ley - la de rni sileneio, en :

verdad tantas veces ultrajada - r er realidad no ha-elas sino violar otra, cuya relación con la presunta-mente."respetada" ("aeeptaré tus razones") no puedo

:

tolerar que desconozcas. ¿Me preguntarás de qué leyhablo, qué ignorado jurimento iraigo ahora a colá-ción? (¡Traición!) Pues bien: no hago sino referirme alo que, Bn un principio, h¿blamos establecido eomq elprecepto básieo de nuestra eorrespondeneia z el de de-'ctmoslo todo. ¿Recuerdas? ¿Sobrevive atin esa ley entu memoria? Si de ella se ha borrado, seré yo quien seencargará de regucitarla; porquó sin ella todo eorreel riesgo de desmoronarse, las palabras (escritas o-por escribir) de perder su efecto, el mundo de desapa-recer. Habfamos convenido, eomo en riguroso pacto,intenta¡ deeirlo todo, aun sabiendo lo imposible desemejante pretensión. Y tal imposibilidad, que yoacepté siempre, no te atribuye de ningún rhodo el de-recho a desistir de aquella ambicióní antes bien, te si-tú¿ en la postura de esfotzarte por aleanz&r ese pun-to ideal que, alean zado, tornarla inritil toda inteneiónde seguir diciendo. ;

Pero:¡quédiferenciaüntreelprincipioylosfina-'les! "Algunas veees, ignoro cuál pueda ser el motivo, ',

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84 ALAN PAULS

nes. Penetrará,en mí, límpido, el flujo que desaloje demi espfritu las innobles preoeupacionés, los intérro-gantes eon los que me obstiné Ln atormentarte. Tucarta llegó en. el momento en que de mi euerpo eiarrepentimiento tomaba posesión, y en ella leí ló queé1, el arrepentimiento, dentro de rí, removiéndosecomo un inquieto peseado, procedía a advertirme.Las lfneas finales, QUe profetizan una horrorosa me_tamorfosis (escribes: 'ese dfa rne deseonocerás'), bas-taron para evoear en mi euerpo un desgarramientodel que ya no recordaba los signos, x QUe, abriéndosepaso por mis entrañas, aportó, ardiente tras el dolor,una maravillosa sensaeión de alivio.

"Lefda tu earta, en la que también te interrogabasacerca de la parte que de todo esto decidl darle a ,Don

Máscara' (asf es como lo llamo yo; ¿no es divertido?),procedl a esclsreeer eon é1, en persona -ya quemientras lel él permaneció a mi lado, lejos de tu car-ta, desde luego - , esa partieipaeión que tú pareeesjuzgar 'equlvoea'. 'Don Máseara' escuchó atentamen-te mi exposición, al eabo de la cual, aproximándose yarrodillándose frente a mf, que me eneontraba senta-da, eon la earta en las manos, aseguró que sóln toma_r(n de nuestro situacihn ta parte qu¿ yo aceptaraentregarlp".

Allf, o mejor dicho aquí, inconcluye tu carta; en es-ta euriosa palabra, "entregarle", se interrumpe el flu_jo de palabras, flujo de arrepentimiento, de peniten-eia y de lamento. Y "se interrumpe" no quiere decir:¡finalizal;no aeaba, por est4r ausentes de ella los pun_tos, señales de todo final, y al no acabar su límite esalgo así eomo un abismo, üD abismo. Ursula, &l que

EL PUDoR DEL PoRNocRAFo 85

me asomo pa,ra t)er. No te preguntaré "en lugar dequé dejaste aquí ese abismo"; sino "hacia qué direc-ción iban encaminadas tus palabras psra tener queinterrumpirse". Y es precisamente en este lugar don-de viene a acoplarse la otra carta. Una vez enterada,entenderás quizá el" sentido que le atribuyo a seme-jante cópula. '

Cuenta su autora, una mujer que asegura habermeescrito en más de una oportunidad, eneubiertosiempre su nombre por ligeras alteraciones, QUe¡hallándose sentada en el escritorio de su esposo, &lque aeudla a menudo pera leer ciertos "documentos"secretos que lo aludlan, y que aquel se ocupaba de de-jar al aleanee de ella, sabedor del inaplaeable interésque les prestaba, tuvo la ocurrencia de componer apartir de ellos un prolijo "inventario" que detallaseexhaustivamente las diversas "estr&tegias amoro-sas" consignadas al eorrer cle la pluma en aquellos"doeumentos". "Me atrafa", escribe, "la idea de reeo-lectar estos vohimenes sagrados que reúnen todo mi'pasado'y el de mi marido, para luego enviárselos conel objeto de que usted pudier a participar de ellos".

Aprovechando la ausencia de su esposo, el prlncipede Carmasor&, la mujer, que se hace llamar Lisa, eo-

menz6 a frecuentar eon metódieo rigor aquelloscuadernos, de los que "extraería toda la sabidurfaque ambos pusimos al servieio del plaeer". En-elaustrada en el estudio, no tardó en experimentarbajo los efectos de la lectura las mismas sensacionesque la habían estremecido cuando tanto ella eomo elprlneipe protagonizaran lo que ahora ella vela porescrito. Durante horas su mirada se paseaba con agi-

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i1

EL PUDOR DEL PORNOGRAFO gT

eorportrdo al 'infortne' que ya le enviaré: el calor me

tr¿ oUtigado a vestir'?pen¿s un tenue camisón negto,

debajo del cual he eonservadp mi ropa interior, con-

junto del que percibo ün reflejo voluptuoso en las ll-neas Qüe, óUrá del prlncipe, persisten bajo mis ojos.

Resueita a acabar ys con lo que emprendf cono un ri-guroso 'tr¿bajo', y disuadida de la espe,r9;nna de ser

lorprrndida pbr h visita de mi esposo, al_qu.e en-reali-

dad'yo sorprlnderla por haber sabido adivinar su yi-

sita, rne il abocado de lleno I corregir las diversas

partes en que he fragment¿do los escritos. Para ello",

lscribe, "h-e tomado asiento en la silla que hace juego

con el escritorio, de modo tal que la puerüa por la que

se ingresa al estudio, que por preéaución he desistido

de cerror con llave, sehaúa a mis espaldas, fuera del

campo de mi visión, actualmente consagrada I rete'ner irs palabras escritas sobre las páginas. A este

hecho se debe, sin duda, que la vigoross mano fnsscu-

lina que ahora mismo ha aparecido por un costado de

la silla y se posa sobre uno de mis pechos mn violenta

presión, deipierte en ml a, la vel?, la sorpresa y el

estremecimlento; l¿ primera porque al hallarme de

espaldas a la ,puerta, dedicada a la lectura de los ma'-

ntrscritos, no ire sido capaz de advertir la apertura de

la puert¿ y el ingreso al estudlo del que de la activa

mano m pbttador; er segundo porque, habiendo el in'vasor Uurlado mi soshñida espera irrumpiendo ligi'losamente en el estúdio cuando yo habfa ya deíado de

esperarlo, el asalto que !u mrno ¿eomete sobre mis

p".t os se ha tornado doblemente súbito; doblemente,

porque si yo no eontaba ya con su visita' tampoco con-

iaua coñ qu. él aprourcú¿rfa la posibilidad de que yo

86 ALAN PAULS ' --

taeión por las "delieiogas páginas", saltando de llñflparte a otra e imaginando desenfrenada las posibles

combinaeiones que sin duda "Aumentarfan sensible' l

mente la intensidad de aquellas experiencias fe'gistradas". L¿s tardes de encierro fueron derlvando ,r

en un ejercicio solitario que aproveehaba de aquel itrabajo clasificatorio para procurarse un disfrute sin ;

Itmites¡ "Cómo evitar el instintivo earnino de ml ma' i

ro, al leer lo gue mi m¿rido habla coneignado en ,

aquellos cuadernos;'Contemplé eon miradas infla*s' i

dis esos tesoros expuestos a mi vista. Alejé 3u mano

con besos ardientes y puse mi lanzt efl ristre. La pa-

"seé sin violencia por la hendidurs' de arriba a rbaio.Entonces la puse sobre la entrada misrna y la hundf lo l

mús suavemente posible'. ¿Cómo evitar que mi mano

aeuda de inrnediato a ¿oáde debe scudir' colno si

fuera ella la gue lee las páginas y no ¡nis ojos, como si ,

deseara repróducir sobre mi cuefpo la voluptuosidad '

de esas narraciones?"Al cabo de unos dfas, en cuyo transcurso recorrió'

todas aquellas páginas secretas y se libró a infinid"d ,

. de soliloquios earnales, Lisa comen z6 a lamentar que ,

semejantls prácticas tuviesen lugar en Eusencia delprlncipe., Durante eierto tiempo 'esperó coR ardqr

i¡.on ardor de-manfal) que el prlncipe de Carmasontr

s4biéndola deseosa de ser sorprendida en medlo de

aquellos "&bandonos", creyera sorprenderla potte'

trando en el estudio, cu&ndo en realid¡d era el prfnei'pe quien serla ¡¡torprendidol por Bu mujerr {ü3 loaguardaba ¿nsiosamenJe.""Hoy",

escribe Lisa, "hó permaneeido encefradlen el estudio, revisando viejas anotaciones que'he in-

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88 ALAN PAULS

abandonase la espera. Estremecimiento,,, prosigueLisa, y aquf su escritura vacila, pierde pie, "qu" él sa-be perfeetamente cómo aprovechar, daáo qu; sus dos.brazos, Qü€ se han deslizado por debajo de-mis axilashasta ganar las dos firmes turgencias que abultan ba-jo el corpiño, estrujándolas como si buscaran &rr&r-car el tejido que las encubre, de ningún modo me im-piden seguir tanto la eseritura eomo la lectura deesos afanados manuscritos euyos efectos sobre ml elr intruso demuestra conocet *úy bien y de los que es-pera sin duda extraer el más precioso jugo. Libera-dos del corpiño que las manos han sabidó dlspreridersin estorbar mi aetividad, los brazos enérgicor del in-vasor' en cuya fort aleza reeon ozeo la del prfncipe, sededican a palpar mis pechos, & cuyos pezones el movi-miento parece imprimir una deliciosa dilatación. Mo-vimiento que no impide la variación de la postura delpríncipe y que más bien él util iza a modo de impulsopara colocarse, sin eximir a un pecho de los juguóteosa los que lo somete (mientras con el otro biaáo tomaapoyo sobre mi muslo dereeho, &l que eneuentra des-nudo bajo el escritorio), para colocarse finalmente ahoreajadas entre mis piernas (¡arrodillado!), cuya im-pereeptible abertura él ha sabido propiciar acót."n-do sus dedos a lá zona en que mis inglés hten bajo lajuntura de la bombacha, y de la que ahora se apro-vecha para insinuar todo su peso contra mi vient"e.Resulta por demás evidente que el príncipe, eono-ciendo el fragmento de manuserito en el qüe mi vi-sión se ha detenido, saeudida, piensa valersé ¿" él pa-ra obtener de sus movirúientos lo qug busca; frag-mento gü€, al eompás de mi lectura sileneiosa, él se

NocRAFo 89

pone a recitar eon vozentrecortada, al mismo tiernpoque sus dos manos, sujetdndo con fuerza los rebordesde :mi bombaeha, intentan hacerla bajar para desnu-dar lo que en el manuscrito la lengua sabia del prfnci-pe explora con lengüetazos ágiles, de arriba haciaabajo. Pero encontrándose con la involuntaria resis-'teneia de los tejidos, las manos no han encontradomejor solución que de$garrar, mereed & los enlo-queeidos tirones, los rebordes del ealzfin gü€, cbfdos,permiten entrever el color blanco de la carne alll don-de comienza el pardo matorral de vello. Matorral cu-yas frondas, en el manuscrito, el prlncipe no vaeila endespejar para facilitar el ingreso de su dolmen,gallardo instrumento cuya entradar en el manuscrito,parece arrastrarnie a la locura. Locura que el mismoprfncipe, ahora, s€ empeña en promover, para lo cual,tras despojarme del arraneado calzón, toma mis pier-nas en eada mano y abiertas las extiende rectas deba:jo del escrltorio, apoyándolas sobre sus hombros demanera que mi mano continúe libre construyendo es-tas frases y mi ojo alerta registrando los detalles conque el manuserito despliega la eseena. Y si en la págl-nE", eseribe Lisa, visiblemente sobresaltada, "el dol-men se ha abierto paso a través del tupido vello envirtud de sueesivos, violentos frotarnientos con lasrugosidades de la hendldura, frotamiento a cuyo rit-mo mis quejidos se exhalan, aqul el prlneipe hunde elencendido rostro en el hueco de los muslos que él mis-mo se encarga de mantener cuidadosamente aparta-dos, rostro de euyo conjunto no es diffcil advertir queel prlncipe privilegiq un órgano cuya movilidad lovuelve apto para abrirse camino y que demuestra

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1

90 ALAN PAULS

manipular eon maestrfa, ayudado por las dlid¿s ütl-tuosidades que de mi gfuta manan. Conseiente deque el asedio con que su lengua me eerca se duplicaen el que la ininterrumpida lectura fne evoca., el prfn. ',,

cipe yergue su cuerpo suavemente,'euid¿ndo de no :i

mover la mesa sobre la que yaee el manuserito y l¿ ,l

cartr que no dejo de escribir, hasta hacer coincidir su -ipreeioia herramienta, brillante de uneiones y enarde.cidaporlosfuriososmanot8zoseonlosqueélmigmola azuza, con la zona de la que acaba de retirarse solopara reincidir eon la herramienüa adeeuada. ?.owguel', la graffa se hace confusa,'las palabras se super- ;

ponen, "en, el manuscrito, al mismo tiempo, está sien-doinundadapor.miflujovital',segtinpalabrasdelprlnciP€,delquemeafanopornoperderniunasolagota y cuyo dérramamiento'en su interior' me incttia aullar eomo una 'yegua'. He aquf que ahora el prfn-cipe, cuya vozha vuelto a recitar lo que mis oios rele- i

en üna y otra vez sln saciarse nunca, orientando suimponente verga eon ayuda de una de sus manos, ha ,terminado por hundirla de un solo golpe allf donde,en el manuscrito, la lav¿ arde h¿sta el desvansci-miento, y allf mismo la remueve, la resaea y la reme-te, febril, procurando que mi mirada no se aparte unsolo instante de las llneas ert las que el chorro sigUe

invadiendo, rotas las eselusas, l¡ gruta gue él perfo' l

ra. Tiro la pluma !..."¡El acabóse! ¿No resulta'llamativo, Ursulo, que los

'

puntos suspensivos en los que esta carta ge interrum'pe, dejando al lector boquiabierto y a lr espera; Pre'sagian elocuentemente el desenlace gue ellOs mismos l

re eneargan de truncar, omitiéndolo? Truncada por

EL PUDoR DEL PoRNoGRAFTI 91

omisióu ls cart¿ sin embargo no suprime lo qu9 por

!u progresión estó destinada a decir. No sucede ¿sf

ñh iuya, donde la inconclusión funciona de una for'ma por completo distinta. Porque si bien tanto'unacomb h otr¿ me dejan con la boca abbrta, como a la

árp"tt de un bocadó que no llegaró, frente a la prime'ra yo dispongo de cierta "respuesta", mientfas que

frelte a ú se!¡unda quedo sin palabras, Como quien

dice: mudo.Mudo, fvsle en realidad la pena seguir eseribien-

do? Pfegpnta gue, tras evaluar el estado de nuestro

lnterc¿mbio y ias eada vez más incontrolables viola-

ciones que en su transcurso se han producido, no dejo

de formularme, y de la que te pido pienses una res'puesta. Olvida, Ursula, todos mis anteriores pedidos;

ieprlltalos como si proviniesen de un en&morado que

tu ausencia hubiese empujado al desvarlo. Toda tuagudeza, todo tu amor, toda tu inquietud deben apli-

.itt" ahora a la resolución de este interrogante, en el

que creo reside nuestra única posibilidad de sostener

li monstruosa máquina que sin querer hemos cons'

truido, y cUX& necesidad, pese a sngustiarme, me im'pulsa a solicitar tan urgente ayuda de tu parte.

1

Segurafnente la lectura de esta carta te llenará de

un furor gue acabArá por cegarte. Pero como ya es

imposible volver atrái, borrar lo escrito, te ruego

qu; olvides también todo lo que en esta se dice, y que

te limites a reflexionar acerca de este legltimo pedi-

do que humildemente elevo a ti. Deja de lado, si es po'

sibló, hs suposiciones gue puedan comprometer turectitud, las alusiones que se atrevan a sospeeharte

culpable de crlmenes de los 9üe, en reolidad, no poseo

Page 44: El pudor del pornógrafo

L4

un día entero ha transcurrido, Ursula, desde queconfié mi últíma carta al "nensajero", y no he recibi-do nada de ti. Pero esto no debe preoeuparte; tómatetodo el tiempo que requiera tu decisión. Porque: ¿aqué atribuir la ausencia de noticias sino a la reconfor-tante evidencia de la responsabilidad con que hasocupado el lugar que te concedí?

¡Debiste verme cuando enüregué la carta al "en-mascarado"! Habfu depositado tanta esper& nza enella, y mi arrepentimiento por algunas afirmacionesque allí se me hablan escapado era tan grande, queapenas hubo. entrado al cuarto me abalancé sobre élx, poniéndole la carta entre las manos, lo abr aeé eonfuerza contra mi cuerpo. ¡Hubieras visto la expresiónque sé adueñó de su rostro euando, tras abtazarlo, be-sé una y otra vez sus manos, las manos que aferrabanturbadas la carta y que yo había convertido en objetode adoraeiónr porque a través de ellas tú recibirías mipedido, y & través de ellas me contestarías! Esas ma-nos: ¡eómo han l'crecido" desde la primera vez que lasvi! Y su cuerpo, el cuerpo del "mensajero": ¿notastequé extraordinaria modificaeión ha sufrido? En el

t:1t1

92 al,AN PAULS l

prueba alguna. Se trata ahora de decidir de qué parte,se coloca uno, y cuál es la parte eü€, de aquí en máslnos tocará jugar. Nuestra eorrespondencia, que has-lta no hace mucho tiempo formó parte de mí y de la re-laeión que nos une, aparece ahora ante mis ojos como"la parte enfermo de un cuerpo que habrá que extir--par si se quiere salvar el todo, si del todo se quierepreservar la armonla y la salud.

Quedo, amor, pendiente de tus noticias, de las que,espero me des parte de la forma que tú prefieras. Eneste rnomento, todo es eontingente excepto tu deci-sión.

Page 45: El pudor del pornógrafo

15

con el tiernpo erece mi nuevo enemigo - enemigoeontra el eual tod¿ lucha es estéril. ¡Tres dlas y nadalTe ruego no juzgues est¡ exclamación como la apre'miante exigeneia de un epresuramiento cuyss funes-

tas eonseeuencias ambos sabrlamos prever. Solo que

tres dlas separado de ti, aleiado, por asl decir, de tuvoztconstituyen un lapso de tiempo que supera la c8'pacidad de mi esPera.

'Imaglname, Ursula, dquf encerrado, debatiéndomeen la vana tentativa de satisfacer a mis confidenteg,cuyas cartas continúan llegándome como pequeños

eslabones de una cadena que va cerrando su clrculo ami alrededor.

En un rapto de desesperaeión, h€ llegado a interro-gar al "enmascarado" aeerca de este tiempo de silen=

óio, del gue supuse gue él conoeerfa quizás algrln de'talle revelador. Pero a mi ansiedad, él opuso una

mueca de ignorancia y abrió sus brazos robustecidosen gesto de disculpa.

Entiende, Ursula, gue lo que ohora pido de ti no es

esa respuestA que encierr& nuestro futuro' respuesta

a la qu; (coinciáo aquf con lo que imagino gue tú pien-

s! ALAN PAULS

sbrazo pude sentirlo, Ursula: ya no era un p-uflado de

huesos,.sino un fornido cuerpo, una anatomla alimen-tada y tozsgante, lejana de aquella sombra cadavéri-

ca que tanto fne habla impactado. Y ni siquiera la pa- ;

lidez del rostro ha conservado, reemplazada por un .

ruborquecontrastacómicamenteconelnegroantiÍg¡z, Te Lseguro, Ursula, que no le pregunté qué régi- ,

men alimentieio segula porque ya lo inédito de lasituación (yo abrazándolo y besándole las mano$'

¡arrodilhdóI'comosiélfueraunldoloalqueyoeneo-mendase la tarea de disipar mis sufrimientos) lo po-

nfa algo incómodo, y porque con mis abrazos, tiris

eufórióos palmoteos y mis besos habla terminado por

arrugarle ls capa (que ante semejante crecimientoeorporal, dlselo si quieres, ya comienzaa quedarle de'masiado estrecha). Lo estreché, Ursula, entre rnis

brazos lo estreché, y si te pregunta el por qué de tan'ta demostración, la razón de tanta efusividad, dlleque fue porgue de él todo mi ser dependla y porq[een sus manos yo habla delegado nuestra "superviven-eiat'.

Es imposible apartar de mi cab eza la idea de que

qulzós en este mismo instante, mientras escribo es'

tis llneas, tú estés sopesando g3svemente las .res-puestas que h¿s pensado para mi pedido. No te apre-sures, rni amor, en contestar; pero, si asf lo desess'

envl¿me Aunque sea algunas lfneas inforrnándomeaeerca del ritmo que siguen tus cavilaciones. Estoysuipendido en el vaclo, Ursula; y espeno eualquier pa

labra tuya para colgarme de ella y detener mi calda.

It

t

Page 46: El pudor del pornógrafo

96 ALAN PAULS

sas) no serla posible acceder de un dla para el otro, si-no una'frase, una palabra, algo que atóstigüe que en'el otro extremo de esta "lfnea" sigues aún incondi-cional, como el soldado en su puesto de combate. No j

pido más que una mlsera prueba, una señal que en lacerrada oscuridad de la noche condu zca a buen térmi- 'no nuestro deteriorado "viajet'. Y si la idea de escri- ';

bir te desagrada (porque quieres "distanciarte" del :

escribir para poder meditar), entonces todo lo que de-seo es que pongás en boca del "mensajero" esa mismapalabra (y esta vez no habrá equfvoess) L cuyasqm?-ra pueda yo buscar refugio, por Io menos hasta jgue llegue la hora de la respuesta definitiva. ,¡

¡Ah! Si estuvieras aquf, si estuvieras sentada en el r

sillón que hay a mi lado (en este preciso instante alar- '

go la mano izquierda y lo acerco un poco), mi cabeza,colmada por tu presencia, por tu proximidad, no , '.,

tendrla lugar para semejantes reelamos. Sl, tendrlasque estar sentada en este sillón; sf, tú, de quien puede l

que mañana me amenace una respuesta terrible, encuyo easo apartaríamos la mesa a un lado y nos da- i

rlamos la mano. .

16

por amor de Dios, ópor qué no me escribes? Ni unapalabra desde hace una semana. Es algo verdadera-mente horrible.

Page 47: El pudor del pornógrafo

r:I, -I'UDOR I)EL PTJRNU(;RA}'0

ya necesidad de"invitarte a ello, pero no obstante telo pido expresamente: no me vuelvas a escribir (¡ni

una palabra!), aettla según te lo dicte el eor az6n. Lapregunta decisiva que te formulé hace siete díasqueda contestada por tu silencio, que no pareee ofre-cer otra salida. Yo tampoco te escribiré a ti, no oirásningún reproehe más, no volverás a ser rnolestada.Solo una cosa te ruego que guardes en la memoria yes QUe, dure lo gue dure este silencio, yo, hoy comosiempre, te perteneceré al mós leae pero aerdaderollamado.

99

L7

de modo que esto es el final, Ursula, Con este silen.cio me despachas y pones fin a, mi esperanza, de re-construir los pedazos dispersos, tlnica felicidad po-sible para ml en la tierra. Pero ¿por qué este espanto-so silencio? ¿Por qué'ni una sola palabra franca? ¿Porqué desde hace una semana te ensañas conmigo de unmodo tan visible, tan espantosamente claro? Eso noes ya eompasión de tu parte, pues auñque yo fuerapara ti el más ajeno de los seres tú no podrías dejarde ver cómo sufro eon esta incertidumbre (¡tantosufro que a veees pierdo el sentido!). Y tampocopuede ser compasión lo que termina en un sileneiotal. ¿Es que en ti el pensar y el escribir son a tal pun.to incompatibles, que no eres capaz de enviarme unasllneas a lo largo de siete dlas, de eontestar aunqu€ so;lo fuera con un trazo d,e tu puño y letra esas cartas enlas que ni siquiera insisto en la decisión que tienesque tomar? ¿No te importa acaso consolai en ml ladecdicha de no haber sabido nada de ti durante tantotiempo? No eres cupaz de escribir, pero tampoco ereBcapaz de confesarme que no puedes hacerlc,. Nopuedo seguir viviendo asl. Probablemente no tenga

Page 48: El pudor del pornógrafo

18

la carta ha llegado, ¡dictada por tu eor az6n!Cuando yo ya crela desfalleeer, cuando ya nada ,r

más esperaba de ti, llegó la salvación. Salvación, Ur- :

sula, que largo tiempo te tomaste en concederme. Du- i

rante estos diez dfas, todo el universo se redujo paraml a las cartas que sin cesar segulan llegándome,¡cantidadest Y yo solo me crela capaz de leer esas co-sas, de responder eso,s preguntas, que curiosamente l

aumentaron en estricta proporción eon mi atroz pe- ,

ríodo de soledad.Hablarte de mi sufrimiento en estos días me pare- ':

ee intltil; adivino en ti el mismo sentimiento, solo que r

tú crelste necesario ocultarlo bajo tu hermético silen- ,

cio, mientras que yo no dejé de traducirlo en pa-labras. .'

Tus lfneas son duras, rli amor, frlas y austeras. ¿Esque no podlas poner un poco más de amor en tu carta,después?e diez dlas de ausencia? Pero Do, no tomesesto eomo un reproche, pofque no me asiste ningtlndereeho a hacerlo; y si tu estilo me pareee demasiadoeortante,seráporqueloqueleoaquleselproductode diez dfas de intenso reflexionar. Y del reflexionar

. EL punbn DEL PoBNoGRAFo 101

es improbable que salga el amor, ¿verdad Ursula?Porque leyendo tu carta uno se ve obligado a excla-

mar: ¡qué manera"de reflexionar! iQué prodigio depensamiento! Y hasta se te adivin &, t través del pe-pel y de las palabras eorho a través del vidrio de laventar&, atareada en la meditación, en soledad decautiverio, abierta y ofrecida solo al deseo de pensar.¡Con qué ardor habrás pensado, Ursula, en medio desemejante calor! Porque tendido en la eqma, X& sinfuerzas, Xo pensaba en ti y te "hacfa" pensendo en tucuarto, inclinada sobre mi última carta, recogiendocon uno de tus adorables deditos la gota de sudor queresbalarla lustrosa por tu frente; dedito que despuéssecarlas eon tu carfiisón, naturalmente, porque ¿quéotra prenda se podla pretender que usaias con seme-jante calor (¡y para pensar!)?

Y también ereo, Ursula, que en la superticie de tucarta puede rastrearse el camino reconido por tuacalorado reflexionar, camino signado a menudo porvariaciones de las que los cambios de tu grafla no sonmás que un ejemplo. Tal recorrido desemboca enaquél párrafo de mi carta - no Ia últitna, sino aquellaen la que yo te pedla la respuesta que tú hoy meentregas - que exclamaba, vlctima de la desazón:"¡Ah! Si estuvieras aqul, si estuvieras sentada en elsillón que hay a mi lado..." En ese excl¿ümación pare-ces haberte detenido bastante, pórque con el visibleobjeto de citarla para que yo advirtiera la importan-cia que tri le conferías, la reescribes repetidas veces'y asl mi frase "¡Ahl Si estuvieras aqul..." aparece entu carta aproximadamente siete veces. ¿Deseuido, oexceso de reflexión?

Page 49: El pudor del pornógrafo

EL puDon DEL FoRNocRAFo 104

de manera que ۟ sector aireado fuera ahora el :

corrpiendido entre tu pecho y tu bajo vientre. Posi-ción eüe, debo decirte, poco favoreció l¿ claridad deüu graff¿, euyos saltos se tornaron más pronunciados.¡Como gpitosl Y volviste I eseribir: "¡Ahl Si estuvierapagul" -cita que después de repetida se convertls enanhelo. Pero Jo, Ursula ardorosa, no padb estar olllal mismo tiempo que aqut ¡imposible escribirte yasistir, simultáneamente, 8l momento en que tri leye;ras io egcritol Me propones que nos encontremos."Tras diez dlas de anebatad¿ reflexión", escribes,"he llegado a la eonclusión de que lo mejor para nGsotros es que nos eneontremos". Tus observaeionesaeerc¿ del estado de nuestra correspondencia coinei-den con las mlas, de las que te anticipé fragmentor enaquella cartt, p€rol lencontrarnost ¿Dónd e? ¿C6mo?¿Te des cuenta de lo que esta posibilidad eneiema, miamor? ¿Alcanzas a coneebir la magnitud de semejan-te proposición? Porque si bien mi primera impresiónha sido la adhesión ineondieional I tu propuesta, laadhesión regoedjado a, tu propuesta, €D una segundainstaneia todos los temores vinieron a golpear I mipuerta; temores concernientes al lugar de nuestroencuentro, ¿ la hora, a lo que tendrlamos para dec,ir-nos, a l¿s cosss que descubrirla nuevas en ti y a lasque üú descubrirlas en ilí, I las dificultades quepodrlan presentárseme en el camino haeia nuestroencuentro. Y todos estos temores, ¿crees tri que per-menecieron afuera, esperando que yo les abriera lapuerta? No: penetraron en mi cuarto y ¿lll se han ins.'talado desde que recibl tu earta, con ellos me codeo ycon ellos aprendo a eonvivir.

en sentido inverso. Sentido guyos beneficios aprGveehaste para entreabrir Ugbramente las pierñas,

\AZ ALAN PAULs

Nada de eso. Salt¿ a la vista gu€, leyendo mi cartaal mismo tiempo gue escribfas la tuya, sumer¡nda en '

ese irrespetuoso calor, y habiendo llegado I la sen'tencia en euestión, exelamaeión cuya trascendenciaquerlas dejar bien sentada, debiste proponerte un l

cambio de posición que te proporcionara mayor como-didad y frescura, para lo cu.¿l te inst¿laste, sin duda,si no reeuerdo mal las indicaciones que hace tiempome escribiste acerca de la disposición de tu euarto, defrente a la ventart, el cuerpo extendido librementesobre el lecho, aunque no mirando haeia afuera sino '

permitiendo (eon ese movimiento al parecer involun: i

tario) que una reconfortante corriente de aire suavi'zarlel ardor exaeerbado de tus miembros inferiores.Ya al resguardo del calor (por atrós), proseguiste larespuesta que habfas interrumpido precisamente enla cita de mi exc'lamación "¡Ah! Si estuvieras aqul",reeopióndola sin darte cuenta de que ya una vez tigu'raba en tu texto, aunque con la primera modificaeiúnde tu escritura. Los efectos del ardor aplacado de-bieron ser intensos a juzgar por la soltur&, por el de'leitadop8voneodetuletra,aunqueeadatanto,enmedio de las frases, se advirtiera una suerte de crisisen la que repentinamente los trazos se volvfan rfgi-dos y tendf¿n a encimarse sobre el renglón superior.¡Espasmos de ealor, ealorfferas arcadas! Y alll, trascontinuar algunas llneas de la carta, el ardor debióreanud¿rse (porque el ardor es eomo la manfa) y tuencendido cuerpo, ¡pese a"lo sutil de la vestimenta!,cambiar otra vez de postura, coloearse "boca arriba" :

Page 50: El pudor del pornógrafo

104 i ALAN P^{ULS

Y cuando trl escribes eüe, anticipándote pruden-eialmente a los terrores que pudieran asaltarme, te

r encargarás en persorb de arreglar todo para la cita,¿crees con ello estar disipándolos? No, Ursula, esostemores me han aeompañado siempre, forman partede ml del mismo modo que el cerebro, el eorazfin o lafacultad de escribir cartas. Tanto es asl que no sé de

,nada que no me dé miedo, y la tazfinque me impulsa a'aceptir sin titubear tu propuesta es la ilusién de ere-erque,atulado,elmundodejatá,deatérrorizar.me.Por eso mi respuesta inmedibta es sl, amor, sl a loquemepropones,slaloúnicoquepuedesalvarnos,sfa que mi exclamación desdichp(a ("¡Aht ¡Si estu-vieras aqul!") deje de ser una pretensión y se eonvier-ta en la tinica realidad de nuestros cuerpos. Abando-naré todo por esa cita, amor, arrojarla al fuego todomi archivo de cartas si tti lo exigieras como condi-ción. Sólo que: ¿con qué cara me enfrentaré a,ti? Memiro al espejo y lo que alll veo es un fantaima; Do, pe-

or que eso: la sombra de un fantasma que fue ufihombre, un hombre al que tú amaste casi sin cono-eerlo. En los días que queden, amor, haré todo lo p9-

sible por rescatar a ese hombre de la cueva en la queme he convertido. Porque en estas eondieiones, si al ',

verme tú huyeras despavorida, Yo no podrla reprocharte nada.

EL PI.IDOR DEL P0RNOGRAFO 105

PD. ¿Cómo harás pata hacerme saber de tus"arreglos"? óQué lugar le eoncederás al "mensa-jero" en nuestro encuentro? Contéstame cuantoantes, amor, antes de que la esp etanza me derri-ta como a una vela.

Page 51: El pudor del pornógrafo

19

¡oh, amor, decidida Ursula, tus cartas me hacentanto bien! La resolución y la energla que percibo entu eseritura contrastan de tal modo con la incerti-dumbre permanente en la que vivo, que en sueños tepresentas a ml como una idflica fuente a la Qüe, peCe ahallarse ubicada en el centro de un parque laberlnti-eo, se llega con absoluta facilidad, como si el eaminoque hasta alll conduce estuviera indicado con señalesluminosas. Pero yo, incupaz de leer esas señales (el

mundo continuamente ofrece a mis ojos señales queno logro deseifrar), me pierdo por infinitos caminoslaterales, me interno eada vez más en senderos queno llevan a ninguna parte. Y eso es lo peor: porquemientras camino fatigosamente por esas vlas erróne-Es puedo ver, 8l mismo tiempo, I través de pequefl¡sventanillas, esa fuente a la que nunea llego; puedoverla y la veo alejarse progresivamente del lugar gnel que me encuentro, y sé que cualquier esfuerzo porvolver atrás y retomar el camino que creo acertadosolo me conducirá a un nuevo extravlo.

Pero sin embargo tú sigues allf, inmóvil, firme,mientras yo doy vueltas a tu alrededor como un ¿ni:

Y:L PUI)OR DEL PoRNocRAFo 107

mal desconeertado. Y no hay nada que yo necesitemás que esa firmeza tuya, firmeza que te aut otiza atomar deeisiones y en la que se funda toda posibili-dad para nuestro eneuentro.

¿Cuóndo será, amor, X dónde? La idea de salir soloy reeorrer la diudad me atormenta. Hace ya tantotiempo que permanezco aquí reeluido que la eiudad,las calles, las easas, todo constituye para ml el map¿de una pesadilla similar a aquella del psrque por elque vagabundeo como un extr¿njero, habl¿ndo unidioma qge nadie eonoce,

¿Me Suii"Á1,l, "*o, mfo? ¿Trtzarás para mf el ca,

mino que me conduzet sin riesgos hasta ti?

Page 52: El pudor del pornógrafo

2T

puntual, el ..enmascarado'n anunció su llegug? ? It

hora **".t" Ou. habla sido concertada' Aparetió-des-

de la or.oiiAlA en el vano de la puerla, irguiendo su

.o"rpo ,ouo¡iecido sobre'las puntas de los pies, gomo

un aristocrático mayordomo- No como-el "sirviente

*a.aUro" q;; habla sido algun L YCú,y del qu€ th-oP'¡prodigio d" saber comer, engrosar!, l"t saludables

dimensiones de su euerpo lo haulan alejado. Me llamó

la ateneión (fue lo primelg- gue él mostró, apenas

entrado) que hubiera decidido recubrir sus manos

con aqueüos gusntes blancos que le llegaban hasta el

codo (icomo ú *,tjerl) y que ¿ltocupaba de estirar

cada vez que una arruga los afeaba' -- ,

No sé por qué entievl en el uso de aquellos guantes

la garanlh dL que el "enmasearado" (porque conser-

u"b" aírn el p"i"nn" antifaz) no intervendrla en la

consumación de nuestro encuentro sino en lo estric-

tamente necesario, mlnima participaeión que yo ha-

bla dejado en manos de ursula confiando que ella

sabrlaieconoeer tanto como yo las ventajas de un en-

cuentro sin obst&ulogpero si por una parte ra "presión" del "mensajero"

't ,

ir¡r

i,

20

,

r!

i:

esta bs, amor, la tlltima carta que recibirás de lfil'

habiendo yo recibiao J"-_ti ra -trrt¡ma

d" 11i::i* ilffiJ"j"#. ;i;Jry"r .' $,L"doi _'_:l"If::u::''tal como tú, segrln ét dice, le indicaste que.lj-1":":;

,

;::?ilil;;;iilir. v en euas no diré nada que tri :

no sepas; sóio diré que T:l:o.::*t-l3"t"TlT:"ffiilfit;;;';¡;ió"; po" tn:1:-T:T::::lY" I

habrá'tiempot), has impuesto a' nuestro encuentro' i

ffitiffi"J.;'ilñ" rbro rne ha sorprendido una' l& i

que me ;"'s" ;i;á;t;;; l-: lt:ln*:f::I""*: i

lirr"n;i1"ffil;"*ión. {Aqul el "mensajero-' nrg--,,testa, pero tír sabes bien que en lo que digo no hay la

menor maldad, Di siluier" t" más mlnima sospecha')

ffi;iñ;;; piJ"r=i1".,"ré,y re lo ofrecetlril: *o-

, mo quien ofrece * pt9pi1 "iá" "-1f,t:iftli":*:I-".'lü;;;;-;;;;b á;i-.enmascarado'. El sabe .ca {

, mo llegar hasta ¿on¿e estafé esperándote". Asl lo ha- j

' ré¡ tienes mi Palabra'Tiemblo de pent"" que en poco tiempo más estare-

, mos uno junto al otio, 'i" -"tp"tios qu" i"^t^::p::"*i

ffi:;;"'J;;;; perturben nuesrras voces. No dor- |

miré hasta ese momento, mi amor: ¡no podrla sopor- ''

tar la intensidad de mis suefios! i

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110 ALAN PAULS EL PUDOR DEL PORNOGRAFO 111

se anulaba en Ia cauta cobertura de sus manos (tan

afeetas, con todo, a la acción), por'otra continuaba in-sinuándose en un extr¿ño destello que me pareclaver irradiarse de sus labios, suerte de afeminadobrillo que'desde la boquita se propagaba por todo elrostro y cuyo fundamento, el por qué del brillito,quedarla esclarecido por el papel que el "enmascara-do" desempeflarla en aquella ocasión. De gala sus la-bios, engalanado todo el cuerpo bajo la negra capague se derramaba en pliegues desde sus hombros, el :

"enmascarado" encarnaba at dedillo su función de.ea-ballero galante. ¡Con qué refinada aplicación me vis-tió, qué delicaden de movimientos al introducir mispiernas en los lujosos pantalones que é1, siguiendo lossabios consejos de Ursula, habla traldo envueltos encuidado paquetel Admirados nos conternplamos por .

fin en el espejo, donde una junto a la otra nuestras si-luetas simulaban las de dos hermanos prestos & laconquista: yo de negro de pies a cabeza; él también,sólo que con el agregado antifaa a,ecesorio que bienpodfa predisponerlo para un baile carnavalesco. El"enmascarado" dio algunas vueltas 'en torno a, nnl,

corrigiendo aqul los pequeños defectos que enconttra-ba en mi vestimenta, limpiando allá las pelusas que eltiempo habfa dejado sobre las solapas graves del sa-

eo; y en eu detenida inspeeción no dejaba de emitirentrecortadas exclamaciones de aprobación, grititos ,

de modista i no de caballero, que interrumpió depronto para asegurarme: "Está usted muy elegante".

Anoehecla, y la oseuridad se abalanzaba sobre losedificios espqrciendo una's inmensas manchas negr&s.

Eeconocerla esa ciudad gue yo habla borrado delibe-

rada.mente de mi memoria? Dispuestos a salir, me di-rigla hacia,el éseritorio a reeoger el archivo cuando el"enmasearado", interponiéndose ágilmente en mi ca-mino, me disuadió de tal idea, mostrándome en susmanos enguantadas la única carta que ese dfa, miste-riosa coincidencia, rl€ habla llegado. Ante mi deseon-cierto (¿se atrevla él a desobedecer las instruecionesde Ursula?) dijo: "Con ésta bastará". Y como yo lo in-terr.ogara acerea de las indicaciones de Ursula, éLsonrió, €l destello se deslizó velozmente sobre loslabios sonreídos: "Ursula ha dicho que con ésta basta-rá". Dicho lo eual introdujo la carta en uno de sus bol-sillos, carta que yo ni siquiera habla atinado a revisar,sabiendo qge ese día foda respuesta rne seria impo-sible, y empujándome suavemente del brazo (¡con Jutmanos enguantadas!) me condujo hasta la puerta.

En la calle nos aguardaba un extenso áutomóvilnegro como los que se utilizan en los cortejos fú-nebres. Gentil, el "en¡nascarado" abrió la puerta tra-sera y ensayó una reverencia gue hizo que la negracapa se arrastrase desagradablemente por el suelo.tln el interior del automóvil flotaba un añejo perfume,le flores que pareela emanar del tapizado de losasientos. El "enmascarado" tomó posio,ión frente alvolante y sin pronunciar palabra alguna encendió elmotor, produciendo apenas un zumbido muy leve quehizo vibrar los vidrios de las ventanas. El automóvilse deslizú eon lentitud por ealles en las que la genteeomen zaba a raleor; sentado en el asiento trasero, lainminencia del eneuentro con Ursula me hao'ía empu-jado a estíujar los bordes de mi saco ("levita", habtadicho el "enmascarado"), de cuya ,.eleganeia"

empe-

Page 54: El pudor del pornógrafo

EL PUDOR DEL PORNOGRAFO 113

que con é1, que-en el instante de verla no la reconocí

.b*o h misma de la que para deseender me habla eol-

gado como de un ganqho, Y de alll que me desplomarapesad,ornente en el interior del oloroso automóvil,

l.on dolorl Y con el guante de él - guante que me

reclamó airado para recubrir su cadavérico garfio, X

que yo le bntregué sosteniéndolo de uno de los des-

inflados dedos blancos. lQué nerviosos estábamos!

¡El por propiciar el encuentro; yo por vislumbrarloinminente! Deseoso de evitar otro percanee' desesti-mé su segunda ayuda, X8 la mano nuevamente en-

guantada, y sall a la noehe calurosa con mi traje arru-

áado de millonario en baja. Abajo (del automóvil)'mientrasil "enmascarado" eerraba la puerta, yo ca-

miné hasta el za,guán de la casa frente a la que nos ha-

blamos detenido; desde atll eontemplé el negro cielodonde la noehe se desparramaba con indolencia: ¡lanoche, oh, que más tarde contemplarla junto ¿ mi Ur-sula! Que abatla sus penumbrosos contornos sobre elparque, cuyos órboles se elevaban...-

Pero avanzando con decisión hacia mf, el "enfnasea-

rado" con su cuerpo envuelto en la capa tapó, sf, mioscura visión: interrumpió mi éxtasis contemplativode ¡ohs! Juntos entramos a la casa, yo en prime_l lo-

gar, acatando la direceión que él me señalaba; él en-egundo térmiro, cubriéndome las espaldas con los

quejidos de murciétago de su capa. Y en el ¿seensor'

¿etáe atrás él asistió a, mi reflejo' ell el espejo

mientr¿s ascendlamos los einco pisos; espejo frente.

al que yo procuraba poner orden a mi apostura y disi-pa; los rastros de inquietud que hablan asomado a mi \

Lat". Y mientras yo me atareaba en los retoques, el

I

ALAN PAULSTLz

zaba a, sospechar. Inquieto me removla en tquellamarehita atmósfera floral, cruz&ndo y descruzando I

las piernas, anudando eon firmeza los cordones de i

mis zapatos psra luego desanudarlos, y finalmentereanudarlos. Y el "enmascarado" nada decla, en- i

cerrado en el silencio que cada tanto me enviaba a i

través del espejo retrovisor, en cuya superficiebrillosa el resplandor rojizo de sus labios se multipli-caba y me llegaba como un beso sueio. ¡Sucio beso de

,

sus labios inmóviles que ni servlan para hablar! '

Mientras la fachada de la eiudad desfilaba ignorada ,

ante mis ojos, yo me entregaba al eonsuelo de saberque si del "enmascarado" nada salla que no fuese ese :

refulgente silencio, ese mudo fulgor, era porque mi ';

Ursula asl sabia lo había dispuesto. ¡Lo sabla! Ursulaestaba detrás de aquel silencio compartido, manipü-landoloshiloscomoenigmáticatitiritera:haciendobrillar alll los labios del "éhmascarado", obligándome ;

aqulacontemplaresebrillosinuosoatravésdeles-pejo donde del rostro solo se reconocla el desfachata-do antifaz. lY la boca!C¡Irr¡¡CJto lL, Lg t rrllCa

Se volvió hacia rnf, la boca en punta como peligroso i

ariete.¿Hablamosllegado?Subocabienlodijo,bienclar¿mente se oyó: t'Hemos llegadol', y acto seguido, ldeslizando fuera del automóvil su ancho cuerpo abrió ,

mi puerta, la que era trasers, y tendió su mano en-guantada eon el objeto de ayudarme a descender, rl&-no o guante del que me aferré con desesperacióD, XBque el miedo parecla encadenarme al qsiento (¡con in- :

visibles manoplas!), y que en'el tironeo cedió desnu- :

dando la mano del "enmascarado": ¡una mano degarra y parq agatrar! Tan distinta era sin el guante l

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EL PUDOR DEL PORNOGRAFO 115

fortunada parturienta Qü€, a punto de morir, eontrafa

los múscuro, ventralei y de [a cabecera de la cama

fiera se agairaba; dale puio, dale gemir. ¡La pobrel

Conservando en todo momento ula admirable

ttnstt frla, el "enmAscArAdo" eerró la puerta con

extremo cuidado, aunque con los chillidos de la partu-

iirnta y las impre.p.iües del doctor ni una explosión

se hubiera sentido en el cuarto de parir. clav¡ndo en

ml una mirada de reconvención, el "enmascarado"

puso un ui"io paternal sgble- mis hombros y m.e guió

por un gotUtto pasillo. ¿Aué hubiera sido de ml de no

haber contado.bn gue dr rimpre estaba protegiend,o

*X espald,as? Traslornado, como un torpe di los pa-

rou qu; ,i i"nmascarado" me obligó 1 dar' ¿Con qué

cara me Presentarla ante Ursul&, X cómo le cgltarla

que la ansiedad por reunirrne'con elta me habla lleva-

do a presenciar ün infructugso parto, p?rto que tenla

lugar a pocos pasos y del que afin se olan aüenuados

los penosos quejidort El "énfnascarado" tenla en su

mano enguaniudr un manojo de llaves; eseogió Ia dup

tenla gd'u"da la letra '¡Krr, que coincidla con la puer-

ta frente a la cual hablamos llegado, y antes de intro-

ducirl& en la cerradura kursuJa, oi bienamada, allf

encerrada?) extraio la caita y me la entregó' murmu-

rando qu; me haria falta. "Le hará falta", ttlo diio' y

acto seguido abrió la puerta. con la carta apretada en

r¿ mano, entré cautelbsamente en un cuarto sumergi'

do en la más impenetrable oscuridad. cuando'quise

volverme hacia el "enmascarado", etl vez de su anti-

faztropecé con la puerta, que habla cer¡ado sin ruido

y por supuesto ¡con llavei Cerrads"' desde 3luetr¿"'

con llave].. ¿A qué habla que atribuir ta felicidad que

'f !.

11,4 ALAN PAULS

fl

"enmascarado" me contemplaba desde la falsa ce'guera del antifaz, Tfachad¿t, contorneando una muecade satisfaceión que reduplicaba el brillito labial. ¡Si-nuoso!

De pronto el ascensor se detuvo. Mi corazÓn dio un ,ivueleo, s€ suspendieron por un instante sus latidos"Tantas palabras escritas acudieron a mi mente que

me quedé sin habla, sin respiración, sin sentidos.

óQué dirfa, una vez puesto frente a Ursula, una vezreencontrados los distanciados amantes? ¿Serla tal elimpacto que me recostarla a sollozar sobre su rega-zo? ¡Ni una palabra: sólo besos! El "enmasearado"abrió la puerta del ascensor y me hizo pasar primero.Quedé inmóvil,'como paralizado, frente a una puertalisa, blanca, chata, sin asperezas ni signos que presa'giaran la espera'de Ursula en su interior. "Asl debeser", dije mienüras el "enmasearado" terminaba deeerrar las puertas del ascensor, IX empujé sin pensaraquel pedazo de cosa (¡para no repetirl) que me sepa-raba de mi amadal

Tardfa aunque bien intencionada fue la exclema-ción del "enmascarado" euando abrl la puerta; tardiaporque no impidió que yo viera lo que nadie me hablaconcedido aer: ni rastros de Ursula tras la puertatramposa que por error habla violadó, y que también.por error ofreció a mis ojos el espectáculo de una mu-jer eue, las piernas en desmesurada abertura (ambos

tobillos maniatados a las esquinas de la cama), puglla- ,

ba por parir, por extraer de sus vfsceras esa masanegruz,ca que el partero aslade la qabeza y de la quetironeaba cen desesperación, una y.otra vezsin éxito,acompaltando eon sus esfuerzos los aullidos de la in-

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116 Ar,AN PAULS

experimenté en ese momento, al verme ..ence*ado,,y "a oscuras", sino a Ia ereencia de que en alguna par_te de ese cuaito, conteniendo la resfiraciónl"*p"üa_da en que su felicidad no la delatar", Urrula me Lrp"_raba en silencio, y a ra convieciJn de que todosaquellos detatles significativos -la puerta, la oscuri-dad, Ia llave, la letra ¡'K"

- obedecfin, en realidad, ala juguetona lógica que Ursul" fr¿li" planeado paranuestro. eneuentro? porque con ursuia ú,entro, yoautomáticamente dejaba de interesarme por lo quepudiese acontecer afuera: con Ursul¿ adentro, la os-euridad lo era ya un imprevisto de mal gusto, sino elclima más apropiado para el leve ,o." que inaugura_rfa nuestro "eontacto;': yo caminarla por el euarto atienüas, €orl l+s manos extendidas, ."ir"ndo los ojoscomo si lo neeesitara, hasta que de pronto, auí, juntoa la rnsno derecha: argo que parece una rodilla; unarodilla que parece pertenécer a una pierna; una pier_na que pareee eomunicar eon una cadera; una ."d"r"que parece conducir a una einturo, güe.a su ";; de-' semboc¿ en un peeho, Qüe a su vezr" inna y desinflabajo un euell_o, que a su vezsostiene un rostror Qüe 8su vez... ¡eI de'Ursula, el de Ursuls, el de Ursula eslNo por otra razón ra oscuridad me ergitaba; ymientras caminaba tanteando el v¿cfo, manoteandosusvemente aqul y allá al aceeho de mi adorada pre-s8, sentfa erecer en mi euerpo la semill¿ de la pasión:la pasión .que al cuerpo tod; eriza. pero he aquf quetanto allá eomo acá, no eneontraba nada: no el óuerposólido' urgente de mi ursula, no algún rastro de supersoDc,_ de su perfume, no su vaz llamándome. No,de ursula, atgrln resto, algrln.fragmento, ¡no habfa

EL PUDoR DEL PoRNocRAFo LL7

¡lll nada! Y si nada hubo mientras en la oscuridadtanteé, ¡cuánto rnenos hubo al encénder la luz! Disipa-do lo oscuro que -pensaba yo: crédulo- quizá, laocultaba a mi tacto, mi mirada paseó con estupor porel euarto: ¡Vaeíol Ni siquiera muebles, el cuarto esta-ba pelado eomo una celda, y una celda era porque allíme hablan encerrado con llave, desde afuera, confi-nóndome a esas cuatro paredes intactas. ¿Dónde es-tabas.Ursula, alll donde- no había nada?

Pero de la nada algo sobresalfa, un detalle que póralgún motivo quienes habían "limpiado" aquel cuarto(que yo habla creído ocupado por mi amada) hablandejado para que yo, en mi desesperación, lo des-cubriera: allí, en línea recta, una ventana. Para seradvertida, abierts, ópsra que yo me asomase a elta?

¿Y qué me quedaba, en la horrenda soledad, sino obe-decer las instrucciones que implícitas de esa ventanase deduclan? A ella me dirigí, furioso por la traiciónde la que habla sido objeto, recontraengaflado poraquel fraude de encuentro eue, prometido, Ursula fuoel "enmascarado"?) me negaba, pagándome eon la soledad y el encierro: ¡miserables ,monedas que yo noesperabal Pero si se pretendla de ml que abriera esaventanr, no era sin duda eon la misrna intención que-me animaba al aprestarme a haeerlo. Saltaría; en elduro pavimento acabaría mi tormento de estafado; asanguinolentos trozos quedaría redueido mi euerpo,en el que toda pasión habla sido desalojada por el fu-ror.

Rápidamente me deshice de mis ropas. De uno delos bolsillos asomó el borde de la carta, eomo inaitún-dome a que la reeogiera. ¿Por qué Do, antes del

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EL PUDOR DEL PORNOGRAFO I19

contrs la baranda de tu baleón y, abiertas mis pier-nr!, me dispondré a recibir la.arremetida triunfal de

'Don Máscara'que, tomando la precaueión de izar mispiernas a la altura de su eintura y de mantenerlas allfilrmemente,sujetadas, habrá preparado eomo se de-

be su asombfoso sable, tras estrujarlo reiteradamen-te contra mi hendidura".

En efecto, leldas tales advertenciaS, no podla

rorprender la precisión eon que la operación antieipa-da se desarrollaba, PBSo a paso, er detenida progre'¡ión. Cruelmente descuartizado por lo que la cartaanuneiabA y por la escena gue ante mis ojos trans-currla, yo ignoraba ya dónde acudir a fin de formar-me una idttí aerdaderode todo cuanto aconteela en el

balcón. ¿Era la carta una detallada deseripción de loque a distaneia tenla lugar, o era aquella represe¡ta'ciOn nocturna la escrupulosa puesta en práctica de lo

que la e¿rta augurab'a? Cualquiera fuese la respues- '

ta, alll donde Ursula narraba el vigor con que el "en'mascarado" la forz¿ba y alll dOnde ella se retorcla es-

pasmódica, aqul describfa cómo "el sublime instru-mento resbala enérgicamente en mi interior't. Asl, /

mientras yo avsnzaba en la lectura, ellos no se queda'

ban atrós, y carta y espeetáeulo se eopiaban rlü:tuamente, precediéndose y sucediéndose hasta sÓl-

darse una con el otrO en perfecto engarce.

¡Se vela, se vefa! Lo que aquel juego de repeti-ciones persegula era la perpetuación de mi lugar de

testigo; la innoble pareja buscaba que yo no puilietaperdár nada del espectáeulo, ¡ni un detallel Y nadiehubiera osado poner en duda la eficacia de semejantemétodo, porque si yo deseaba privarme por un mo-

118 ALAN PAULS

sangriento desenlaee? De modo que mientras con un¿mano proeedfd a abrir la ventana, pon la otra rompf elsobre y extr¿je de él la carta en la que esperaba leer ;

aquellas aberraciones conoeidas (destinatario: ¡yanunca más!), pretéxto último que me proporcionarfael valor necesario para eonsumar mi resolución.

Pero los hechos decisivos acontecieron con ma-eabra¡imultaneidad:abiertalaventan¿,reconóefelpargue frente al cual me hallaba. desnudo, meditandomis últimas palabras, y más allá, sobrevolando las eo-pas de los árboles, la elara luz que iluminab¿ una ven-

.

tana situad a s la misma altura que la que enmarcab¿. i

mi visión, ventana que no dudé en empprentar eonaquél1adesdelaeualyomis[lo,otrora,hablaintent*do ponerme en contaeto con Ursult, Qü9 rne aguard¿- )

b¿ en el pargü€, y de la que se destacaba, recortado I

eontralaluz,elbalcón,contraeuyabarandadossi.lueü¡s humanas eran visible s, fundid,os en yrofurtdo ',,

abrazo; y si aquella evidencia visual no result¿ba sufi-eiente para eonveneerme de la verdadera f¿rsa de lagucyoer8eontemplativoprotagonista,entoneesnohabfa más que leer la earta * carta quei atln habién- idome llegado por la vla en que solla recibir el episto-lrriode..trabajo'',demostrabahabergidoescritaporla misrna gue, suponiendo hallarse en el euarto dondede hecho no estaba, ofreefa su euerpo al abrazo deaquel contorno rnasculino, figura de cuya identidad :

l¿s lfneos iniciales de la carta despejaban toda duda:"En el mismo instante en que tú abras la ventan¿ :i

qüG, Gonveneida del privilegio que signifiea ashtir aun espeetáeulo eomo el que estaré brindando, hemos ;

convenido en asignarte, yo habré apoyado mi espalda

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EL PUDOR DEL PORI-{OGRAFO L?I

iu culo erguido, estremecido por las furiosas aeometi'das d¿rl "enmasearado", hasta la fuente donde,'aun-que áerocupada, ella siente crecer un ardor del quebusca a toda eosta preservar la intensidad, para locual "hundo los dop dedos brillosos en la hendidura yon su interior los remuevo, plegándome al ritmo bes-tial con que 'Don Máscara' se aboca a la penetracióntrasera, de la que ya comienzo a vislumbrar los deli-ciosos frutos". Frutos que al parecer él está dispues-to a compartir, dado que sin interrumpir el frenéticovaivén eleva el rostro enmascarado hacia el cielo, mo-mento sublime en que el éxtasis está por inundarlo y.que motiva la caída de la máscara, punto cuya culmi-nación Ursqla se encarga de agelerar "aeompañandopor una parte los movimientos de 'Don Maseara' cohmi euerpo, y refrotándome por otra con los dedos ladiminuta y rígida protuberancia eü€, entre los enro-jecidos labios, los jugos han encendido, jugos de losque no tarda él en pereibir la hirviente temperaturay cuyas gotas preciosas cosecha colocando su manocomo guante sobre mi olla, permitiendo así que dedi-que la rnía al arte de friecionar, mientras él consumala incrustación", agitándose salvajemente entre lasnalgas urgentes de Ursula por donde deja escurrir suravia, elixir que peqe a todo ha debido fluir por el irl-terior de su culo, porque he aquí que tironeándosecon violencia, remasajeando su fuente de placer, ermedio de la crisis Ursula atina a extender uno de susbrazos por sobre el balcón, en dirección haeia "dondetú no has podido interrumpir tu mirar, y señalándotecon el dedo a través de la distancia, mientras lo quepor mi culo se ha inoculado y lo que irradia mi eufóri-

L20

mentodelavisión,allíestabalacartaparainformar-' me de aquello que me había negado a prcsenciar; y si ;

abandonaba la lectura de la carta, ¿.qué otra eosa meoftecían aquellas siluetas entrecruzadas sino la reve-laeiónbrutaldeloquehabíaintentadoignorar?¿C&rDo, me preguntaba al borde de lA demencia, cómo ha- ;, t . ?r I --l-?-l-- l-

-^-L--.' cer para no sabe! que si Ursula cambiaba de postura I

y prefería eolocarse boca abajo, suspendida sobre la .

baranda del balcón de la que sus brazos se aferraban :

y exhibiendo el tesoro de su'culo bajo el anttfaz que. r r I - 3a.l l-

se encarnvaba en lamerlo, éra fiorque "deseosa de ',

preservar el chorro que de 'Don Máseara' a punto eS-'l

tá de r¡erterse, le ofrezco a cambio mi prodigioso agu- i

jero posterior que é1, apartando eon viOlencia las nal- i

g&s, procede a lengüetear hasta obtener de él la con-

sistenciaylaelasticidadquerequiereparahundirmealll su verga"? ¿Cómo ignorar las razones por las'cuales Ursula, colgada por así decir del balcón, los ;

dos senos bailoteando blandos entre los travesaños, .

aprovecha el momento en que el "enmascarado" lu ,,

penetra para "deslizar mi mano (mientras con la otrame sostengo fuertemente de la baranda) hacia la zona

de mi cuerpo de la que el imponente instrumento no i

cesa de salir y reintroducirse, zona de la que' eon dos

dedos, aparto los untuosos bordes, no tanto para fa-',vorecer el ritmo incesante del dolmeD", al que no es

diflcil reconocer cumpliendo sin dificultades su fun- ''i

eión (¡romper la resisleneia del restringido recinto!), i

"porque sin mi ayuda la prodigiosa lanza me embuteentre mis nalgas hasta su empuñadura, sino para em- -r

beber mis dedos de la viseosa sustancia que humecta ,

el agUjero". Sustancia que se ve ella üraslada desde

. ALAN PAULS

| ,x,,

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