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1 Emilio Lospitao EL “PRIMADO” DE PEDRO VERSUS INSTITUCIÓN DEL PAPADO (Apología sobre el papado) http://restauromania.wordpress.com
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EL “PRIMADO” DE PEDRO - | Publicación digital de ... · Estos apologistas dan por hecho que la roca era Pedro y ... hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia,

Nov 12, 2018

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Emilio Lospitao

EL “PRIMADO” DE PEDRO

VERSUS

INSTITUCIÓN

DEL PAPADO

(Apología sobre el papado)

http://restauromania.wordpress.com

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ÍNDICE I Nota al lector ..................................................................................................................... 3

II Introducción ....................................................................................................................... 3

III El primado desde la eclesiología neotestamentaria................................................ 4

IV El primado desde el testimonio de la patrística .................................................... 12

V El primado desde la exégesis bíblica ........................................................................ 16

VI Conclusión .......................................................................................................................... 20

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I NOTA AL LECTOR La institución del papado cuenta con demasiados siglos de historia como para abordar el tema apologéticamente en unas breves páginas, como aquí hacemos. No obstante, en el presente trabajo, aun cuando superficial, consideramos algunos aspectos apologéticos concernientes a la institución del papado para que el lector inicie su propia investigación. Es posible que para quienes la institución del papado forme parte de su fe, incluso crea que de ello dependa su propia salvación, la idea de investigar el origen y el desarrollo de dicha institución, cuestionándola, les pueda parecer un pecado. Sin embargo, nunca sale más fortalecida la fe y las convicciones que cuando indagamos e investigamos acerca de sus raíces, su desarrollo y su evolución histórica. La tesis de este breve trabajo es que el papado, como institución, está ausente en las páginas del Nuevo Testamento y en la historia de la iglesia apostólica. Sólo después de su germen y desarrollo, pasados los cuatro primeros siglos, los textos pertinentes que se evocan adquiere algún significado. Pero los cristianos de las primeras centurias ignoraban acerca de esta institución tal como está estructurada hoy así como las pretensiones que reclama. Por lo demás, instamos al lector a llegar hasta el final de este trabajo. II INTRODUCCION La Iglesia Católica Romana fundamenta la doctrina del papado esencialmente en el texto de Mateo 16:13-19, concretamente en los versos 18 y 19, que rezan así: "Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que destares en la tierra será desatado en los cielos". En este texto fundamenta no sólo el llamado primado de Pedro, sino también la sucesión apostólica, la doctrina de la infalibilidad del Papa, los títulos de Sumo Sacerdote, Vicario de Cristo, Príncipe de los pastores, etc., y otros dogmas acerca del papado. Otro texto invocado pertinente al papado es Juan 21:15-17. En la apología sobre la defensa y la justificación del primado de Pedro y, como consecuencia, del papado, los apologistas católicos citan situaciones o eventos en los cuales consideran que Pedro actuó como primado universal de la Iglesia. Así pues, afirman que Pedro presidió el concilio de Jerusalén (Hechos 15), que fue el fundador de la iglesia de Antioquía de Siria, en la cual fue obispo hasta que partió hacia Roma; que fue el primer obispo de la iglesia de Roma, que la visita que el apóstol Pablo le hizo en Jerusalén fue en atención de su primado (Gálatas 1:18-19), etc. Con el presente trabajo deseamos invitar al lector a reconsiderar los textos y situaciones que ofrecen el Nuevo Testamento para analizarlos de la manera más críticamente posible en aras de la mejor exégesis del texto. A priori nos atrevemos a decir que, de una lectura simple de los textos pertinentes, los fundadores de la iglesia en Antioquía de Siria fueron "unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús", pero no Pedro. Y que fueron Bernabé y Pablo quienes estuvieron allí un año con la iglesia ya fundada, y "enseñaron a mucha gente" (Hechos 11:19-26; 13:1-3). Es cierto que Pedro estuvo en aquella iglesia durante un tiempo indefinido, pero ignoramos cuál fue el propósito de dicha estancia o visita (Gálatas 1:11 sig.). Por otro lado, no hay certeza de que Pedro fundara la iglesia de Roma o que fuera su primer obispo. Lo que sabemos por la tradición es que Pedro murió mártir allí, como asimismo el

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apóstol Pablo. Posteriormente se creyó que, porque estos Apóstoles habían muerto allí, fueron ellos quienes habían fundado la iglesia. Pero esto sólo son suposiciones de la tradición. Con respecto a esta suposición, sería muy extraño que Pablo escribiera, antes de su martirio, una carta a la iglesia de Roma y no hiciera ninguna mención de Pedro si éste hubiera sido el primer obispo de esta iglesia, aun cuando manda saludos a 27 personas concretas, entre hombres y mujeres (Romanos 16). También sería extraño que dirigiera su carta "a todos los que estáis en Roma" y no la dirigiera a Pedro si éste era el primado de la Iglesia (Romanos 1:1-7). En cuanto a que Pedro presidiera el concilio de Jerusalén resulta algo forzado ya que el texto, explícitamente, dice que fue Jacobo quien expuso las conclusiones del concilio y cerró dicho concilio (Hechos 15:13-29). Hemos observado que algunos apologistas católicos hacen decir a Mateo "sobre ti edificaré mi iglesia", cuando el texto dice "sobre esta roca edificaré mi iglesia". Pero creemos que dicha afirmación se basa en una conclusión precipitada más que en una crítica contextualizada del texto mismo. Estos apologistas dan por hecho que la roca era Pedro y no su confesión: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente", como la mayoría de los Padres de la Iglesia de los dos primeros siglos creyeron. Metodología apologética

Por otro lado, creemos que la discusión sobre el primado de Pedro y, en particular, sobre el papado no puede consistir sólo en la interpretación de un texto bíblico, o en la pura semántica de cualquier término, y mucho menos recrear la apología del papado desde la institución ya establecida, sino todo lo contrario: el tema se debe discutir desde atrás hacia delante en el tiempo. Creemos que la discusión debe partir: a) De la eclesiología de la edad apostólica; b) Del concepto que la patrística de los primeros siglos tuvo sobre dicho "primado"; y c), De cómo entendieron los mismos Apóstoles la frase: "sobre esta piedra edificaré mi iglesia". Pero la eclesiología neotestamentaria, especialmente, es la que debe primar sobre cualquier elemento anecdótico que registre la historia de la iglesia pos apostólica, y especialmente si dicho elemento anecdótico pertenece a siglos posteriores al reconocimiento del cristianismo como religión oficial por el Imperio romano. La institución del papado, que germina y se desarrolla a partir del siglo IV, tiene una explicación sociológica, religiosa y, especialmente, política, al margen de lo estrictamente teológico. No tenemos ningún reparo en aceptar un primado de Pedro (primero entre iguales), y el liderazgo de una cabeza visible en la Iglesia Católica Romana, se llame Papa o de cualquier otra manera, pero de esto a las pretensiones del papado hay escollos difíciles de salvar. III EL PRIMADO DESDE LA ECLESIOLOGÍA NEOTESTAMENTAR IA La organización eclesiástica que hallamos en el Nuevo Testamento parece ser de carácter puramente local, compuesta por una pluralidad de Ancianos [obispos] (Hechos 14:23; 20:17, 28; Filipenses 1:1; Tito 1:5), denominado posteriormente Presbiterio (1 Timoteo 4:14). Las iglesias de la época apostólica presentan un carácter autónomo en su forma de gobierno y parecen no depender de otro Presbiterio que no sea el suyo propio. Al menos en el primer

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siglo ningún Presbiterio local tuvo o representó alguna autoridad sobre otra iglesia que tuviera su propio Presbiterio. Y esta realidad es de vital importancia para el análisis de cualquier significación sobre el "primado" de Pedro. Qué duda cabe que los Apóstoles tuvieron una autoridad moral y pastoral sobre las iglesias en general (Hechos 8:14), y muy particularmente sobre las que ellos habían fundado personalmente (Hechos 15:36). Esa autoridad es evidente en las epístolas escritas por Pablo y por Pedro (por ejemplo 1 Corintios 4:17-19; 1 Pedro 5:12). Pero en ninguna de estas epístolas se menciona directa o indirectamente la existencia de un rango eclesiástico de la categoría del papa, o de alguna autoridad por encima de la propiamente local. Tenemos que esperar al siglo II para encontrar una organización eclesiástica ya evolucionada, en la que el gobierno de la iglesia local recae sobre un solo obispo,1 como bien da testimonio las cartas de Ignacio, obispo de Antioquía.2 Posteriormente, hallamos los Patriarcados (Jerusalén, Alejandría, Antioquía –tardíamente, Constantinopla- en Oriente, y Roma en Occidente). Después, y sólo después, se va gestando el Papado como lo conocemos hoy mediante un largo proceso histórico. El apóstol Pablo constituyó Ancianos en las iglesias que había fundado, y nunca les remitió a alguna supuesta autoridad mayor que la que ellos mismos representaban. El Apóstol les encomendaba a Dios en sus ministerios pastorales: "Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído" (Hechos 14:23), "Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor... Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros..." (Hechos 20:28-32), etc. En las muchas situaciones disciplinarias que están presentes en las epístolas de Pablo, o de cualquier otro hagiógrafo, nunca se remite a alguna supuesta autoridad más allá de la propia iglesia local. En estos casos se apela a la jurisdicción local de las iglesias o a lo enseñado por los apóstoles (1 Corintios 6:1-5; Judas 3, 17; 2 Pedro 3:1-2; etc.) El apóstol Pablo siempre escribió desde su propia autoridad apostólica: "Pablo, siervo de Jesucristo.... a todos los que estáis en Roma" (Romanos 1:1-7), "Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo... a la iglesia de Dios que está en Corinto" (1 Corintios 1:1.2), etc. Y nunca se remite a alguna supuesta autoridad mayor en cualquier situación disciplinaria o de orden de las que tenemos constancia en sus epístolas. La catequesis de Pablo parece desconocer la existencia de algún primado eclesiástico de carácter universal. Por ejemplo, cuando escribió su primera carta a los Corintios, respecto a los carismas presentes en la iglesia -el Cuerpo de Cristo-, el Apóstol escribe que "a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros...." (1 Corintios 12:28-30). Según se desprende de esta lección paulina, la primacía radicaba sobre "los apóstoles", en plural. Lo lógico hubiera sido que dijera: "primeramente el primado, o el obispo universal, o el papa, o cualquier otro nombre que dejara claro que en la Iglesia había una jerarquía de máximo rango y ministerio encarnado en una persona. La enseñanza es la misma cuando escribe a los Efesios: "Y él mismo [Jesucristo] constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros evangelistas; a

1 Remitimos al lector a ¡Restauromanía..? nº 2 sobre la organización eclesiástica de la iglesia post-apostólica. 2 Ignacio Errandonea S.I Primer siglo cristiano, Biblioteca Príncipe, Escelicer, S.A. Madrid. p. 90

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otros, pastores y maestros" (Efesios 4:11). En ambos textos, el Apóstol habla de "apóstoles", en plural, para referirse al rango más alto en la fundación de la iglesia ("edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo" – Efesios 2:20). En la iglesia de Jerusalén, donde se supone que debió estar la primera "sede papal", lo que encontramos, como en el resto de las iglesias hasta entonces fundadas, es un Presbiterio compuesto por Ancianos (Hechos 15:2), entre los cuales "Jacobo, Cefas [Pedro] y Juan" eran considerados "columnas" de la iglesia (Gálatas 2:9). El concilio de Jerusalén (Hechos 15) Creemos que el incidente más sobresaliente, y quizás único, en el cual se debería palpar el supuesto primado universal de Pedro, fue el llamado "concilio de Jerusalén".3 Es el mejor ejemplo en el Nuevo Testamento para analizar el tipo de "primado" que ejerció el apóstol Pedro en la iglesia apostólica. Algunos apologistas católicos afirman que este concilio fue presidido por Pedro en calidad de primado de la Iglesia. No obstante, creemos que una lectura crítica del texto nos permite constatar que Pedro, aun cuando interviene en dicho concilio, no asumió ninguna presidencia, ni lugar distinguido, ni tuvo la última palabra, como se espera de quien preside alguna reunión. Es decir, Pedro no presidió este concilio. Esta evidencia parece mostrar que la iglesia apostólica no supo nada del pretendido primado de Pedro, al menos como lo entiende la dogmática católica romana. Las causas que motivaron este concilio fueron básicamente dos: una de carácter teológico y otra, derivada de ésta, de carácter pastoral: a) ¿Debían los gentiles que creían en el evangelio guardar la ley de Moisés y por ende la circuncisión? b) ¿Era posible la fraternidad con gentiles convertidos al evangelio que no observaban las leyes levíticas de impureza? En primer lugar, los discípulos de Judea continuaban observando las ordenanzas de impureza según el Levítico y otras partes de la ley incluida la circuncisión. Y aun cuando los que tenían autoridad en la iglesia de Jerusalén "no les dieron órdenes", fueron maestros procedentes de esta iglesia quienes enseñaron a los gentiles convertidos en Antioquía de Siria que "si no se circuncidaban conforme al rito de Moisés, no serían salvos" (Hechos 15:1). La iglesia de Antioquía se percató de las consecuencias que la imposición conllevaba y "dispuso que subiesen Pablo y a Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles y los ancianos, para tratar esta cuestión" (Hechos 15:1-2).

En segundo lugar, de esta primera causa se derivaba otra, de carácter pastoral. En su vivencia religiosa, los judíos convertidos, porque seguían practicando los ritos levíticos de impureza, chocaban con los gentiles convertidos, los cuales no observaban dichos ritos; antes bien, continuaban con sus costumbres paganas.

3 Remitimos al lector al boletín ¡Restauromanía..? nº 17, “Historia de un concilio”.

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El escollo principal se había salvado: no hacía falta que los gentiles guardaran la ley de Moisés (como hacían los judeocristianos), pero deberían "abstenerse" de ciertas cosas según dicha ley:

"Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre" (Hechos 15:19-20).

¿Qué papel tuvo Pedro en este concilio?

En primer lugar, los responsables de la iglesia de Antioquía, cuando quisieron solventar su problema, se dirigieron a Jerusalén, no porque allí hubiera alguna sede de superior rango eclesiástico, sino porque de allí procedía la causa de su problema: "por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros... os han inquietado" (Hechos 15:24). No obstante, aun cuando el problema hubiera tenido otra procedencia, es posible que lo hubieran discutido en Jerusalén porque allí radicaban los apóstoles. En segundo lugar, aparte de lo afirmado más arriba, los responsables de la iglesia de Antioquía no subieron a Jerusalén buscando la intervención y el dictamen de la persona de Pedro en calidad de alguna supuesta primacía apostólica sobre los demás, sino que fueron "a los apóstoles y los ancianos, para tratar esta cuestión" (Hechos 15:2). En tercer lugar, durante la reunión, Pedro participó ofreciendo su testimonio en cuanto a lo que Dios había hecho con los gentiles por medio de él (La conversión de Cornelio, Hechos 10), sin ninguna otra relevancia que implique ni directa ni indirectamente alguna autoridad sobre los demás. Intervino como uno más. "los demás callaron"

Hemos hallado a algún apologista católico diciendo que después de hablar Pedro "los demás callaron", como queriendo decir que Pedro concluyó así dicho concilio. Pero una lectura atenta parece mostrar un cuadro diferente. Veamos: El texto dice que "se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto". Después de mucha discusión, en la que libremente participaron todos cuantos tenían algo que decir, Pedro contó cómo Dios había escogido que los gentiles oyesen por su boca la palabra del evangelio y creyesen. "Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaron cuán grandes señales y maravillas había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles" (que era el tema del concilio). Es decir, la multitud calló después de hablar Pedro para escuchar a los siguientes participantes, Bernabé y Pablo. Y cuando ellos, Bernabé y Pablo, los últimos en intervenir, "callaron", o sea, terminaron de hablar, "Jacobo respondió diciendo: Varones hermanos, oídme...". Fue Jacobo quien expuso las consideraciones conclusivas del concilio y terminó la reunión con estas palabras: "Por lo cual yo juzgo.." (Hechos 15:7-25). Los demás no callaron después de hablar Pedro, sino que callaron todos incluido Pedro, para escuchar a Bernabé y a Pablo. Al releer estos textos nos viene a la mente una pregunta: Si Pedro fue reconocido en la iglesia apostólica como el primado de la Iglesia universal, ¿por qué no presidió Pedro este concilio y lo concluyó como se espera de un primado universal? "Subí a Jerusalén para ver a Pedro..." (Gálatas 1:18-19; 2:1-9).

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Se ha querido ver en este texto el primado de Pedro por el hecho de que Pablo subió a Jerusalén para verle. No cabe ninguna duda que Pablo, con su visita, estaba reconociendo el protagonismo y la influencia que Pedro tenía en la iglesia, un protagonismo que devino en constante progreso desde que se inició el grupo de discípulos alrededor de Jesús (Juan 1:35-42). Pedro fue uno de los tres discípulos íntimos de Jesús que estuvieron junto al Maestro en momentos claves: a) En la resurrección de la hija de Jairo (Marcos 5:37), b) En la transfiguración (Marcos 9:2), y c) En el huerto de Getsemaní (Marcos 14:33). Todos estos detalles respecto a la persona de Pedro, ciertamente, le otorga cierta aureola a su persona, pero no solamente a él: ¡también a Jacobo y a Juan! A Juan incluso le encomendó Jesús a su madre (Juan 19:27). Pero el hecho de que Pablo subiera a Jerusalén en esta ocasión para ver a Pedro, ¿le confiere a éste algún atributo eclesiástico superior, o indica un simple interés personal de Pablo por conocerle? Que esta visita no pasó de ser una sincera curiosidad personal de Pablo por conocer a Pedro en persona, lo evidencia el hecho de que Pablo no esperaba recibir nada nuevo de ninguno "de los que tenía reputación de ser algo" (Gálatas 2:6), pues el evangelio que él anunciaba no era "según hombre", ni lo recibió ni lo aprendió "de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo" (Gálatas 1:11-12). Y después de pasados catorce años, como una atención de cortesía, expuso "a los que tenían cierta reputación" el evangelio que él predicaba. Entre estos de "reputación" se hallaban "Jacobo, Cefas [Pedro] y Juan" (Gálatas 2:1-9) ¿No llama la atención el hecho que Pablo cite a Pedro en segundo lugar, contrario a lo habitual en el resto del NT? ¿Es normal citar en segundo lugar a una persona que goza de un rango eclesiástico superior a los demás citados? Después de su tercer viaje misionero, Pablo fue a Jerusalén "a ver a Jacobo" (Hechos 21:18), porque ésta era la persona más relevante en la iglesia de Jerusalén (y ni siquiera era uno de los doce). Pero el hecho de que Pablo fuera "a ver" a Jacobo no otorgaba a éste ninguna preeminencia por encima de los demás que tenían la misma "reputación" (Por ejemplo, Pedro y Juan, que eran considerados "columnas" de la iglesia en Jerusalén, juntamente con Jacobo). Tenemos muchas evidencias de que Pedro fue el portavoz de los doce durante el ministerio de Jesús, pero esto se debe más a su carácter extrovertido e impetuoso que a cualquier función concedida entre los doce. Esta misma cualidad personal de Pedro explica que figure siempre en primer lugar en las listas de los Evangelios y en Hechos. Sin embargo, es muy significativo que ese orden no ocurra en las epístolas de Pablo. Aparte de esto, no existe un testimonio en el NT que indique directa o indirectamente una acción de Pedro que sugiera algún tipo de supervisión, encargo u orden hacia alguna iglesia o personas. Más bien vemos que Pedro ejercía el apostolado y el trabajo de evangelista con la misma autoridad y con el mismo espíritu de servicio que los demás apóstoles (Hechos 3:1:26; 4:1-31; 9:38-42; 10:1-48). El protagonismo de Pedro, por ejemplo, en el caso de Ananías y Safira (Hechos 5:1-11) no implica ninguna supuesta autoridad por encima de los demás apóstoles, pues Pablo es protagonista de otros casos parecidos (Hechos 13:4-12; 16:17-18).

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El apostolado de la circuncisión (Gálatas 2:6-8). Sólo una vez, en la carta de Pablo a los Gálatas, Pedro es presentado como receptor de una comisión especial y personal, aun cuando es obvio que dicha comisión no fue exclusiva para él:

"Pero de los que tenían reputación de ser algo (lo que hayan sido en otro tiempo nada me importa; Dios no hace acepción de personas), a mí, pues, los de reputación nada nuevo me comunicaron. Antes por el contrario, como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión

(pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó también en mí para con los gentiles) (Gálatas 2:6-8).

En primer lugar, observemos que "los de reputación" (entre ellos Pedro) no le comunicaron nada nuevo a Pablo. Es decir, Pablo no necesitó ninguna consultoría, consejo o dirección de nadie ni siquiera de Pedro. En segundo lugar, observemos que Pablo se iguala a Pedro en dicha comisión. Es decir, si quisiéramos ver el primado de Pedro en el hecho de haber sido "encomendado para predicar el evangelio de la circuncisión" (predicar a los judíos), tendríamos que reconocer el mismo primado a Pablo porque él también había sido "encomendado para predicar el evangelio de la incircuncisión" (predicar a los gentiles), pues "el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó también en Pablo para con los gentiles". ¿Significa esto dos primados? Algunos apologistas católicos, porque consideran que la Iglesia tiene que tener una Cabeza visible que la gobierne universalmente, deducen de este texto que Pablo estaba reconociendo el primado universal de Pedro. Pero Pablo está hablando de encargos ministeriales, de ámbitos étnicos de trabajo, no de autoridad eclesiástica. Si Pablo estuviera refiriéndose a una supuesta autoridad derivada de dicho encargo ministerial, tendríamos que sacar la conclusión de que la Iglesia tenía dos "primados", uno para los gentiles (Pablo) y otro para los judíos (Pedro), y él, Pablo, estaría reclamando "su" primado. Pero no es éste el tema que Pablo está tratando. El texto no implica que hubiera dos primados, y de ello se deduce que no había ninguno, ni siquiera el de Pedro.

Pedro y la recepción del evangelio en Samaria (Hechos 8:14-15). Cuando los samaritanos aceptaron el evangelio, no fue Pedro quien envió emisarios para supervisar la obra en aquella región, como se espera de alguien que ejerce una autoridad moral y jurisdiccional en la Iglesia, sino que fue Pedro, junto con Juan, los que fueron comisionados por los demás apóstoles para tal tarea:

"Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo" (Hechos 8:14-15).

El comportamiento de los líderes de la iglesia de Jerusalén, al enviar a Pedro y a Juan con dicha misión, es coherente con el concepto que tenían de la organización de la iglesia, en la cual un supuesto primado universal está ausente. Este comportamiento, sin embargo, hubiera sido imposible en la época en que el papado estaba ya instituido y consolidado. ¿Nos

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podemos imaginar al Papa de la triple tiara, viajando a otra provincia, comisionado por los Ancianos (obispos) de la iglesia en la cual se supone que radica la sede de su papado, como un subalterno? Todo esto parece indicar que los apóstoles enviaron a Pedro y a Juan porque no sabían nada de una supuesta primacía de Pedro, al menos en la manera que lo entiende la jerarquía católica actual. Pedro es obviado en la iglesia de Jerusalén (Hechos 6:1-6). Ya hemos visto que en el concilio Pedro intervino como uno más de los participantes. Y fue Jacobo quien tuvo la última palabra en calidad de líder de la iglesia. Ahora bien, cuando fue necesaria una acción de estrategia en la obra que realizaba la iglesia, que implicaba el liderazgo de alguien en particular, Lucas dice que "los doce convocaron a la multitud de los discípulos" (Hechos 6:1-6). Este texto, como otros más, nos ofrece una visión de la organización de la iglesia en la época apostólica, en la cual Pedro queda diluido en el término "los doce". Una vez más, en vez de evidenciar el supuesto primado de Pedro, el Apóstol queda obviado. Pedro es objeto de disputa en la iglesia de Jerusalén (Hechos 10 - 11:2-4). También nos sorprendería hoy que el cuerpo cardenalicio del Vaticano reprendiera al Papa porque éste hubiera entrado en una casa de no-convertidos para anunciarles el evangelio, como hizo Pedro y por lo cual el Apóstol tuvo que dar cuenta:

"Y cuando Pedro subió a Jerusalén, disputaban con él los que eran de la circuncisión, diciendo: ¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos? Entonces comenzó Pedro a contarles por orden lo sucedido..." (Hechos 11:2-4).

Pedro es reprendido en la iglesia de Antioquia (Gálatas 2:11-14). Y algo que también nos sorprendería mucho, si ocurriera en el Vaticano del siglo XXI, es la reprimenda de la cual fue objeto Pedro por medio de Pablo por una actitud desacertada del primero:

"Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar.

Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión. Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos. Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?" (Gálatas 2:11-14).

Es verdad que el análisis de este texto confiere importancia a Pedro. Si eso mismo lo hubiera hecho otro, la cuestión hubiera pasado desapercibida. La conducta de Pedro adquirió importancia precisamente porque lo había protagonizado él. Lo cual describe la influencia que Pedro ejercía en la iglesia en general. Hasta aquí correcto.

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Otra cosa es sobredimensionar esta anécdota para concluir que la influencia que Pedro ejercía sobre la iglesia confirma que Pedro era el Papa. Sin negar dicha influencia, que la reconocemos, lo que el texto evidencia también es la posibilidad de encararse públicamente contra Pedro cuando el caso lo requería. Algo difícil de entender si Pedro era considerado en aquellos días el primado de la iglesia universal como lo entiende hoy la Iglesia Católica. ¿Creyó Pedro ser él mismo la roca?

Ciertamente, no era de esperar que el mismo Pedro reclamara para sí algún privilegio por una cuestión de humildad, pero sí se espera que dichos privilegios les fueran no sólo reconocidos, sino proclamados y enseñados en las muchas ocasiones que la apología del Nuevo Testamento propicia. Pero no es así. En principio hemos de tomar en consideración lo que Pedro creía y enseñaba acerca de quién era la Roca sobre la cual era edificada la iglesia. Cuando dio testimonio ante el concilio judío, Pedro confesó:

"Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hechos 4:11-12).

En una exposición puramente docente, Pedro enseña:

"Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sión la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en él, no será avergonzado. Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, la piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo; y: piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados" (1 Pedro 2:4-8).

Por el contrario, Pedro creyó ser él mismo un anciano más entre los demás ancianos que pastoreaban la iglesia. Más aún: el único Príncipe de los pastores que Pedro reconocía era el mismo Jesucristo, contrario a las pretensiones de los papistas que le atribuyen este título al Papa:

"Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria" (1 Pedro 5:1-4).

¿Creyeron los autores del NT que Pedro fuera la roca?

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El apóstol Pablo, en el mismo estilo que Pedro, dice:

"Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu" (Efesios 2:19-22).

Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo" (1 Corintios 3:11).

Ningún autor del NT enseña, explícita o implícitamente, que Pedro fuera la roca donde se edifica la iglesia. El papel de los Apóstoles

Sin ninguna duda, la iglesia "madre" (Jerusalén) debió ejercer una autoridad no pequeña sobre las demás iglesias de Judea (Hechos 8:14) extendiéndose incluso hasta Antioquia de Siria (Hechos 11:22; ver Gálatas 2:12). Sin embargo, después de la vida de los Apóstoles, esta autoridad se buscó no en la persona de un supuesto primado universal, sino en los escritos apostólicos. Estos escritos se convirtieron en "la" autoridad para la posteridad del Cristianismo. En las grandes discusiones teológicas, en los concilios de los primeros siglos, se invocaba los escritos de los Apóstoles para demostrar y defender las proposiciones teológicas favoritas. De hecho, la formación del Canon del Nuevo testamento tuvo como propósito fundamental, entre otros, el reconocimiento de una autoridad a la cual apelar en materia de doctrina y fe. Necesitaban saber qué escrituras gozaban de autoridad apostólica. IV EL PRIMADO DESDE EL TESTIMONIO DE LA PATRÍSTICA 4 Después de la época apostólica, ¿qué pensaban los Padres de la Iglesia y los apologistas de los primeros siglos sobre el primado de Pedro, es decir, antes que el obispo de Roma fuera acumulando poder religioso, patrimonial y, especialmente, político? El católico Launoy compuso una lista con las opiniones de los Padres sobre la frase "sobre esta piedra edificaré mi iglesia" y encontró que había 17 Padres a favor de la interpretación de que Pedro era la "roca". Otros 44 Padres creían que era “la fe” que Pedro confesó. Otros 16 pensaban que era Cristo mismo. Y 8 creían que se trataba del conjunto de los Apóstoles. Lo que sigue es el testimonio de algunos de estos Padres: Orígenes5 sostuvo que la roca es todo discípulo fiel de Cristo: "Mas si creéis que toda la Iglesia fue edificada por Dios sobre Pedro únicamente, ¿qué me diréis de Juan, el hijo del trueno, o de los demás apóstoles? ¿O nos aventuraremos a decir que las puertas del infierno no prevalecerán en contra de Pedro, pero prevalecerán en contra de los demás apóstoles y de 4 "Concilios", Tom.II, págs. 802-803, de Javier Gonzaga.- Internacional Publications, Gran Rapids, Michigan –USA 1966. 5 Orígenes (185-254)Teólogo y exegeta bíblico.

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aquellos que son perfectos? Las palabras en cuestión... ¿no se dicen acaso de todos y cada uno de ellos?" Cipriano escribió: "Nadie entre nosotros se proclama a sí mismo obispo de obispos, ni obliga a sus colegas por tiranía o terror a una obediencia forzada, considerando que todo obispo por su libertad y poder tiene el derecho de pensar como quiera y no puede juzgarlo otro, lo mismo que él no puede juzgar a otros". Este comentario lo expuso en su controversia con Esteban, a la sazón obispo de Roma, sobre la validez del bautismo de los herejes en el concilio africano de septiembre del año 256, actuando Cipriano como presidente de dicho concilio. Y comentando expresamente Mateo 16:16, escribe: "Lo mismo eran los demás apóstoles que Pedro, adornados con la misma participación de honor y potestad". Jerónimo dice: "Pero vosotros decís que la Iglesia está fundada sobre Pedro, aunque lo mismo se dice en otro lugar de todos los apóstoles, y todos reciben el Reino de los cielos, y la solidez de la Iglesia está establecida igualmente sobre todos" San Agustín6 interpreta "sobre esta roca" en el sentido de "sobre mí mismo, Cristo, porque Cristo es la Roca". Crisóstomo7 explica las palabras de Mateo 16:16 así: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia", es decir, sobre la fe de tu confesión". Ambrosio8 sostenía que "la fe es el fundamento de la Iglesia, porque no de la persona humana de San Pedro, sino de la fe se dijo que las puertas del infierno no prevalecerían en contra de ella". Cirilo de Alejandría9 afirmó: "...la roca, una alusión a su nombre (el de Pedro), como la inconmovible y firme fe del discípulo sobre la cual la Iglesia de Cristo se funda y establece". Hilario10 escribió: "Sobre esta roca de la confesión se edifica la iglesia... Esta fe es el fundamento de la Iglesia (Haec fides Ecclesiae fundamentum est). Como podemos ver, el dogma del primado de jurisdicción universal e infalibilidad doctrinal del papa, no tiene tampoco fundamento patrístico. La mayoría de los Padres de la Iglesia de los cuatro primeros siglos no entendieron que Pedro fuera la roca, sino la confesión de Pedro: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente", esta es la Roca donde se edificaría –y se edifica- la Iglesia. Si las pretensiones del papado, según la Iglesia Católica Romana, hubieran gozado de un consenso desde la edad apostólica, ¿cómo entender que figuras tan reconocidas como las citadas pusieran en entredicho dichas pretensiones? ¿Cómo iban a contradecir una doctrina tan vital para la unidad y la estructura eclesiástica de la iglesia universal? Y si lo hicieron, ¿por qué no fueron reprobados, según la costumbre de la iglesia con sus anatemas contra los herejes?

6 Agustín de Hipona (354-430), teólogo cristiano, padre y doctor de la iglesia. 7 Juan Crisóstomo (349-407), doctor y padre de la iglesia. Nació en Antioquia de Siria. 8 Ambrosio (340-397), padre y doctor de la iglesia. Nació en Tréveris. Fue nombrado obispo de Milán en el 474. 9 Cirilo de Alejandría (376-444), obispo y teólogo cristiano. Nació en Alejandría de donde fue elegido patriarca en el año 412. 10 Hilario (461-468), fue arcediano de la iglesia de Roma.

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La validez de los concilios

Según el Derecho Canónico de la Iglesia Católica Romana (cánones 22-229), para que un concilio sea legítimamente ecuménico se requieren tres condiciones: a) Que el concilio sea convocado por el papa; b) Que esté presidido por él mismo o por un representante suyo; c) Que sea confirmado por la misma autoridad del romano pontífice. Sin embargo, sólo ocho concilios papales de la Edad Media (del I de Letrán al de Vienne y el V Lateranense) el de Trento y el Vaticano I reúnen estas condiciones. No obstante, los siete primeros concilios ecuménicos que conoce la Historia fueron convocados, presididos y reconocidos sin la intervención directa de los papas. En cuanto a la convocatoria, todos los grandes concilios de la antigüedad se reunieron por voluntad expresa de los emperadores, sin que fueran consultados necesariamente los obispos romanos de antemano. Es más, si en alguna ocasión el obispo de Roma consideró oportuno convocar un concilio, tuvo que solicitarlo (como cualquier otro prelado) del emperador, como lo hizo Inocencio I en el caso de Crisóstomo, y León I después del sínodo del año 449 llamado "Latrocinio"11 ¿Cómo, pues, devino el papado?

El Catolicismo antiguo estaba organizado episcopalmente en torno a la autoridad moral de varios patriarcados. Tres de estos se hallaban en Oriente: Jerusalén, Antioquía y Alejandría. En Occidente sólo había uno, el de Roma. Cuando la sede del imperio se trasladó a Constantinopla, esta ciudad adquirió el rango de patriarcado alcanzando así el número de cuatro en Oriente. El obispo de Roma era el único patriarca en Occidente, y esto favorecía poderosamente su protagonismo. Javier Gonzaga, en su obra "Concilios",12 resume las causas que favorecieron la institución del papado y la preeminencia de la iglesia de Roma sobre las demás iglesias occidentales:

1 La destrucción de Jerusalén, que rompió el centro natural de la Cristiandad a donde hasta entonces habían sido elevadas las cuestiones más importantes (Hechos 15) y motivó la dispersión del más importante núcleo de dirigentes cristianos.

2 El carácter cosmopolita de la ciudad de Roma, que prestó a la Iglesia de la capital del Imperio su carácter representativo y universal.

3 El martirio de Pedro y de Pablo en Roma, que ligó los nombres de los insignes apóstoles a la Iglesia de la capital, según la costumbres de la época, que daba más importancia a la sucesión sacramental que a la doctrinal. De ahí se seguiría, probablemente, la creencia legendaria de que estos mismos apóstoles habían fundado la Iglesia de Roma.

4 El traslado de la capitalidad de Roma a Constantinopla, que dejó a la Iglesia romana en plena libertad de movimientos para desarrollar su propia hegemonía eclesiástica sobre Occidente.

5 El hecho de que Roma fuese el único patriarcado occidental. De ahí que los emperadores residentes en Constantinopla ensanchasen los poderes jurisdiccionales del obispo de Roma para que, en nombre de la autoridad imperial, dirigiese la disciplina eclesiástica en Occidente y hasta la civil y

11 Gonzaga, Javier. Concilios, Tomo I, página 112-113. Internacional Publications, Gran Rapids, Michigan -USA- 1966 12 Gonzaga, Javier. Concilios.- Internacional Publications, Gran Rapids, Michigan -USA- 1966.

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política. El código de Justiniano vino a legalizar este estatuto especial de la sede romana. Hasta aquí, no obstante, los privilegios de que goza la Cristiandad romana tienen que ver más con su sede que con su obispo; atañen más a la Iglesia de Roma en su conjunto que a los papas romanos en particular. Su importancia es la que se deriva de circunstancias históricas, geográficas y políticas y no es hasta el siglo III, cuando en Roma se oye por primera vez que su Iglesia es la sede de Pedro de manera especial. Si la teoría romanista respondiese a la verdad, los hechos históricos se hubieran producido en sentido inverso; primero la importancia del obispo de Roma, por su carácter de Vicario de Cristo, y luego, en lugar secundario, el valor circunstancial de la ciudad en donde tal obispo resida. El orden histórico, sin embargo, sigue la línea opuesta de las tesis papales.

6 Las invasiones bárbaras, que separaron todavía más a Roma tanto de la Cristiandad oriental como del control imperial de Bizancio. La coronación de Carlomagno por el papa León sella esta separación y provee a la sede romana de más medios seculares con los que desplegar su influencia. Hasta entonces, la primacía de Roma, en líneas generales, fue desarrollada de conformidad –y dentro de los límites- del orden episcopal existente en la Iglesia antigua. A partir de ahora, las pretensiones papales chocarán cada vez más con el concepto de la Iglesia Católica antigua hasta producir la ruptura con Oriente cuya Cristiandad quiere permanecer fiel al mismo.

7 Las donaciones de extensos territorios que los reyes francos hicieron a los papas. Esto inauguró la historia de los Estados Pontificios, o poder temporal de los papas, que convierten aún más a la sede romana en un reino de este mundo.

8 La proliferación de documentos (especialmente las "Decretales Pseudo-Isidorianas") espurios, apoyando las pretensiones romanas, que dieron el soporte teórico a éstas y las promovieron al mismo tiempo. El deseo de los obispos de verse libres del poder feudal multiplicó estas falsificaciones mediante las cuales el episcopado se declaraba sujeto sólo al romano pontífice. Así acabó la curia romana con el sistema episcopal tradicional y dio fin en Occidente al régimen Católico antiguo. En su lugar, las poderosas y pujantes órdenes religiosas (Cluny, sobre todo) sirvieron de ejército avanzado para la realización de los planes romanos.

9 La romanización de las liturgias y usos canónicos tradicionales de las otras Iglesias de Occidente, que terminó con la independencia de éstas.

10 La irrupción del Islam en regiones de larga tradición cristiana, que sirvió indirecta –y hasta paradójicamente, si se quiere-, a los fines del Papado. La conquista musulmana acalló la voz independiente de las importantes iglesias de África y, por un tiempo, la de España. Le hubiera resultado muy difícil, por no decir imposible, a Roma el conseguir la completa sumisión de Alejandría y Cartago (por no citar más las dos Iglesias más importantes), exponentes, juntamente con la Cristiandad oriental, del Catolicismo conciliar antiguo. Sin el Islam, no hubiera habido Reconquista en España y, por consiguiente, la voz vigorosa de la Iglesia de los concilios de Toledo se hubiera añadido al testimonio de las otras cristiandades católicas antiguas. El consenso unánime del norte de África, España, Siria y Arabia, entre otros pueblos, hubiera hecho imposible la hegemonía papal.

11 La teología escolástica, que tomó de las Decretales espuria la base para su doctrina sobre el papa. La misma teología de Tomás de Aquino, se resiente de la influencia de estos documentos medievales, de los que saca muchas de las

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supuestas citas patrísticas con que formular la teología romana de la Iglesia. Con todo, el eminente dominico fue víctima, no fautor, del engaño. Esta teología, falseada en su misma base, se impuso a toda la Cristiandad occidental.

V EL PRIMADO DESDE LA EXÉGESIS BÍBLICA (Mateo 16:13 -19) En el fondo, todos los apologistas, tanto católicos como protestantes, reconocen que éste es el texto sobre el que cae toda la apología del papado. Esta declaración de Jesús contiene varios elementos que debemos diferenciar y analizar por separado. Primeramente es importante tener en cuenta el contexto en que ocurre. Jesús ha preguntado, no a Pedro, sino a todos los discípulos quién creen ellos que es él. Y Pedro, como solía hacer en otras ocasiones, como portavoz del grupo, ha respondido sin dudar: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente". En respuesta a esta confesión, Jesús dice lo siguiente:

a) "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

b) "Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.

c) "Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; d) "Y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares

en la tierra será desatado en los cielos". Esta declaración de Jesús nos lleva a formularnos tres preguntas:

a) ¿Quién era la roca sobre la cual Jesús iba edificar su iglesia? b) ¿En qué consistía y cómo usó el Apóstol la "llaves del reino de los cielos"? c) ¿Qué prerrogativa era la de "atar y desatar"?

La apología católica romana, desde la premisa que Pedro fue el primer Papa, encadena una serie de pretensiones acerca del papado. Así, de este texto concluyen que Pedro era la "roca" sobre la cual la iglesia iba a ser edificada; por otro lado, como esta primacía no podía terminar en Pedro, ello implica una sucesión vitalicia que encarnan los sucesores de Pedro (Los Papas). Además, dicen, al hacer las veces de Cristo en la Tierra, es el Vicario de Cristo. Es también Sumo Pontífice porque tiene en su poder todos los poderes espirituales de la iglesia universal. Es también el Príncipe de los Pastores, luego todos los obispos le deben obediencia. Por otro lado, es infalible en sus declaraciones cuando afectan a toda la iglesia en asuntos de fe y doctrina. Pero, nos preguntamos, ¿es esto así?

"Sobre esta roca edificaré mi iglesia"

Es cierto que Jesús había cambiado el nombre de Simón por el de Pedro. También es cierto que "pedro" significa "piedra" o "roca". Sin embargo, no es cierto, como algunos apologistas católicos afirman, que Jesús hubiera hecho este cambio de nombre justo antes del episodio verbal en el camino de Cesarea de Filipo: ("sobre esta piedra..."). Jesús había cambiado el nombre del Apóstol cuando se conocieron por primera vez (Juan 1:35-42), antes incluso de

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ser llamado al discipulado (Marcos 1:16-20) y ser elegido Apóstol (Marcos 3:13-19). Si Jesús hubiera hecho el cambio de nombre como preámbulo de la declaración: "yo también te digo que tú eres Pedro...", la relación entre "Pedro" y "roca" tendría otra significación apologética. Pero los sucesos no ocurrieron así, y la frase de Mateo no exige que la roca sea Pedro. ¿Quién era la “roca” sobre donde se edificaría la iglesia?

Jesús, después de la confesión de Pedro, dijo a éste: "Y yo también te digo, que tú eres Pedro". Hasta aquí lo que constatamos es un reconocimiento recíproco de quién eran quién. Pedro ha confesado que Jesús es el Hijo del Dios viviente. Jesús ha confesado que el discípulo era Pedro. Tan verdadero era que el discípulo era Pedro, y no otro, como que Jesús era el Hijo de Dios, y no otro. No obstante, ni siquiera Jesús alaba a Pedro por dicha confesión, sino que le considera "bienaventurado" porque Dios se lo había revelado: "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos" (Mateo 16:17). Pero el centro neurálgico de este episodio verbal en el camino de Cesarea de Filipo no fue la persona de Pedro, ni siquiera fue la declaración de Jesús que estamos tratando, sino la declaración de Pedro: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente". Sobre esta declaración de fe se edificaría la iglesia. Sobre esta confesión se abrió el reino de los cielos en el día de Pentecostés y en todo lugar que se predicó –y se predica- el evangelio. El Apóstol de los gentiles declara: "Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo" (Romanos 10:8-9). En la conversión del etíope eunuco, éste respondió a la pregunta de rigor respecto a la divinidad de Cristo: "Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios" (Hechos 8:37).13 La teoría de que Pedro era la "roca" no fue utilizada ni argumentada hasta que el obispo de Roma reclamó para sí el gobierno espiritual de la iglesia universal. Y esta reclamación no se produjo hasta que el obispo de Roma fue adquiriendo el poder y la autoridad que el emperador le fue otorgando, especialmente cuando éste cambió la sede del Imperio a Constantinopla. El cisma de la Iglesia Ortodoxa Griega tiene su origen precisamente en la disputa entre el obispo de Roma, como el patriarca de Occidente, y el obispo de Constantinopla, en calidad de patriarca de Oriente, después de que la sede del Imperio fuera trasladada a aquella ciudad. A raíz del traslado de la sede imperial, Roma dejó de ser el centro político del Imperio, pero se convirtió en la capital eclesiástica de la Cristiandad occidental. Si el obispo de Roma se cree cabeza de la iglesia universal porque allí había radicado hasta entonces la sede del Imperio, también tiene derecho de ser la cabeza de la iglesia el obispo de Constantinopla una vez que dicha sede imperial se encontraba ahora en esta ciudad. Este era el argumento del patriarca de Constantinopla. Esta disputa, que duró siglos, acabó en el año 1054 con la división entre la Iglesia Ortodoxa Griega (Iglesia Oriental) y la Iglesia Católica Latina o Romana (Iglesia Occidental). Es decir, nunca la Cristiandad antigua creyó en las pretensiones del papado, al contrario: estas pretensiones dividieron la iglesia

13 Creemos que apologéticamente no cambia nada el hecho de que este verso no esté en algunos códices autorizados.

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"Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos"

Esta declaración de Jesús reviste formalmente una comisión especial y exclusiva para el apóstol Pedro. Ahora bien, ¿en qué consistía las llaves y cuál era el reino del cual habla Jesús? ¿Qué jurisdicción tenía esta prerrogativa? ¿En qué consistió? Algunos apologistas católicos citan Isaías 22:15-25 para ilustrar el sentido que tiene la figura de las llaves del texto de Mateo. Según el texto de Isaías citado, Sebna era tesorero y mayordomo del reino, pero había caído en desgracia y fue condenado al destierro. Su lugar lo ocupó Eliaquín. En el relato de Isaías, las llaves tiene sentido de gobierno y autoridad terrenal porque se trata de un reino, una tesorería y una mayordomía terrenal. En el caso de Pedro las "llaves" tienen que ver con un reino "que no es de este mundo", es espiritual, aun cuando las personas que lo forman están en este mundo. El caso que hallamos en el texto de Isaías no tiene nada que ver con la iglesia. Son dos conceptos distintos. En el primer caso se trata de un reino terrenal, en el segundo caso se trata de un reino espiritual. Las llaves, figuradamente, puede significar tanto autoridad como simplemente privilegio. En el contexto de Pedro, a la luz del NT y de la historia apostólica, las llaves fueron más un privilegio en el servicio del evangelio, que una supuesta autoridad sobre la iglesia. El privilegio de Pedro es evidente en el Nuevo Testamento: él inauguró, abrió, el reino de los cielos, la iglesia, mediante su primer sermón a los judíos y la predicación del evangelio al primer gentil, Cornelio (Hechos 2 y 10). La supuesta autoridad de las "llaves", sin embargo, brilla por su ausencia. Pedro usó las llaves predicando el evangelio, y como consecuencia de su predicación tres mil personas "entraron" en el reino. Ahora bien, las puertas del reino fueron abiertas una vez para siempre. Desde entonces, "el Señor añade a la iglesia los que han de ser salvos" (Hechos 2:47), es decir, entran en el reino ya abierto e inaugurado, y así hasta que él venga otra vez. Pedro no necesitó usar más esas llaves, el reino quedó abierto e inaugurado para siempre. Fue su privilegio, no su autoridad. No fue él quien añadía a la iglesia las personas que iban a ser salvas, sino el Señor. La Iglesia era edificada sobre Cristo mediante el reconocimiento de que El era "el Hijo del Dios viviente", es decir, lo que Pedro había confesado en el camino de Cesarea de Filipo. No hay ningún testimonio en el NT en el cual podamos percibir que Pedro hiciera uso figurado de esas llaves aparte de su primer sermón. Absolutamente ninguno. Todo su trabajo y actividad queda dentro del ámbito evangelístico y pastoral en iguales condiciones que los demás apóstoles. Y cuando se espera algún protagonismo de Pedro, en calidad de alguna supuesta primacía, Pedro queda obviado en el colectivo de los doce. "Lo que desatares en la tierra"

¿Qué prerrogativa era ésta? ¿Fue una prerrogativa exclusivamente para Pedro, o por extensión a todos los apóstoles y a la iglesia misma? El mismo evangelista, Mateo, refiere esta prerrogativa de forma colectiva, concretamente a toda la iglesia: "Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo" (Mateo 18:15-18).

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Este texto evidencia contundentemente que esa prerrogativa no fue exclusiva de Pedro, sino de todos los apóstoles y, por extensión, a toda la iglesia. Hallamos dos casos, de diferente naturaleza, los cuales podemos relacionar con esta prerrogativa: a) El caso de Elimas el mago en la isla de Chipre, y b) El caso de la muchacha que tenía un espíritu de adivinación. En ambos casos no fue Pedro, sino Pablo quien intervino: "Ahora, pues, he aquí la mano del Señor está contra ti, y serás ciego" (Hechos 13:11), "[Pablo] se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella" (Hechos 16:18). En ambos casos el juicio se produjo. Otro caso, muy diferente, fue el de Simón el mago quien quiso comprar con dinero el don del Espíritu Santo. Su condición espiritual le enajenó de las bendiciones del evangelio, y ni siquiera Pedro pudo cambiar (atar o desatar) su estado espiritual, sino que lo dejó a la gracia de Dios en función de su propio arrepentimiento: "Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón" (Hechos 8:9-22). En conclusión, si el poder de atar y desatar es una prerrogativa de la iglesia, el uso de esa potestad tiene que ver más con un acto disciplinario que con alguna otra autoridad, pero siempre se da en el contexto de la iglesia local toda vez que la autoridad instituida no abarcaba más ámbito, ni moral ni geográfico. "Pastorea mis ovejas" (Juan 21:15-17). El primado de Pedro se ha querido ver en este texto, como si la comisión fuera singular y exclusiva para el apóstol Pedro. Pero lo que Jesús le dice al Apóstol tiene un contexto: la restauración de Pedro. Pedro había negado tres veces al Maestro cuando se encontraba en el patio del Sumo Sacerdote durante el juicio religioso que se llevó a cabo contra Jesús. Basta leer a Lucas para comprender el estado moral y espiritual en el que se encontraba Pedro después de aquellos sucesos:

"Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó. Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente" (Lucas 22:60-62).

En este contexto de restauración pastoral debemos situar la significativa inclusión específica de Pedro en la convocatoria de los discípulos para reunirse con Jesús, según el evangelio de Marcos:

"Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea" (Marcos 16:7).

Cuando, por fin, se hallaban todos reunidos, después de haber comido, Jesús se aproximó a Pedro y le habló en estos términos:

"Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos. Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me

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amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas" (Juan 21:15-17).

Estas mismas “recomendaciones” que Jesús dirigió a Pedro, pudieron ser dichas a cualquiera de los doce sin que ello implicara algún rango de superioridad sobre los demás, y mucho menos cuando dichas recomendaciones formaban parte de una restauración espiritual. Confundir una restauración pastoral, después de haber negado tres veces al Señor, con un "ascenso" de rango sobre los demás discípulos, creemos que es sacar las cosas de su contexto. El encargo de Jesús es netamente pastoral y no tiene ninguna connotación diferente del encargo que se le supone para los demás discípulos. ¿Acaso los demás apóstoles no debían apacentar a la grey, o pastorear a la iglesia igual que Pedro?

¿Depende la legitimidad de la iglesia de la sucesión apostólica?

Un argumento muy difundido en la apología popular católica es que la legitimidad de la Iglesia Católica Romana, como la Iglesia única verdadera, se basa en la sucesión directa de los apóstoles, especialmente de Pedro como primer obispo de la iglesia de Roma. Aun en el supuesto de que Pedro hubiera sido el primer obispo de la iglesia de Roma (Lo cual no tiene ningún fundamento, salvo que fue martirizado y muerto allí, como también Pablo), y la lista de los siguientes obispos de dicha iglesia fuera cierta, eso no justifica nada. La legitimidad de la Iglesia no depende de una supuesta sucesión de cargos eclesiásticos, sino de la fidelidad de la Iglesia a las enseñanzas de Cristo y de los Apóstoles. La Iglesia se "edifica sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo" (Efesios 2:20). Dondequiera que se reúnan dos o tres en el nombre de Cristo, y obedezcan sus mandamientos, allí está la iglesia verdadera porque entre ellos está Cristo mismo (Mateo 18:20). VI CONCLUSIÓN Creemos que de la persona de Pedro, con sus grandezas y sus miserias, y el papel que ejerció en la Iglesia durante su vida, a la institución del papado, con las pretensiones que defiende, existen profundas diferencias que sólo la buena voluntad y el espíritu de profunda concordia de sus interlocutores pueden conseguir con éxito ese diálogo verdaderamente ecuménico donde Cristo sea glorificado. Por ello, elogiamos y valoramos positivamente el talante conciliador y la capacidad de diálogo de los cristianos, cualquiera que sea su denominación, que mantienen abierto el debate ecuménico en pro de un entendimiento recíproco, en un marco de avenencia y amistad, a pesar de las diferencias teológicas que les separan sus respectivos credos. Sin embargo, creemos también que las buenas intenciones del ecumenismo no deben simplemente obviar los contingentes apologéticos que les distingue; antes bien, en la distensión de amistad y comprensión que le caracteriza, deberían propiciar y potenciar la investigación histórica y teológica de tales contingentes.