Top Banner

of 72

Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

Jul 07, 2018

Download

Documents

Fede Hanssen
Welcome message from author
This document is posted to help you gain knowledge. Please leave a comment to let me know what you think about it! Share it to your friends and learn new things together.
Transcript
  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    1/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    1

    Denes Martos

    EL REY

    DE LAS

    ESTRELLAS

    Cuentos

    Segunda Edición Electrónica: 2014

    lanuevaeditorialvirtual.blogspot.com 

    http://www.lanuevaeditorialvirtual.blogspot.com.ar/http://www.lanuevaeditorialvirtual.blogspot.com.ar/http://www.lanuevaeditorialvirtual.blogspot.com.ar/

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    2/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    2

    INDICE 

    EL REY DE LAS ESTRELLAS ............................................................................................................................... 3 

    LA ISLA DE LAS COSAS PERDIDAS ................................................................................................................. 18 

    EL CENTINELA ............................................................................................................................................... 35 

    EL SABIO Y LAS ANTORCHAS ........................................................................................................................ 44 

    EL SANTO Y SUS PERROS .............................................................................................................................. 54 

    EL MAGO DE LAS LUCES ............................................................................................................................... 61 

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    3/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    3

    EL REY DE LAS ESTRELLAS

    El viento soplaba por la llanura en ráfagas alternadas por brevesmomentos de calma. Era como si estuviese haciendo un trabajorutinario del que a veces se cansaba y tuviese que secarse el sudor dela frente para, luego de un suspiro de resignación, seguir soplando.

    El viento tenía sus buenos motivos. Venía peinando esa llanura consu aliento desde hacía miles y miles de años. Barriendo la nieve eninvierno, trayendo las nubes en verano, acariciando las flores en

    primavera y haciendo ondular los pastos del otoño. Conocía todos losresquicios de esa llanura; sus cañadones, sus ríos, sus suavesdesniveles, sus cañaverales, sus bosques y sus praderas. Habíapasado por los fuegos de miles y miles de campamentos, de miles ymiles de hombres que por allí habían marchado haciendo temblar latierra bajo los cascos de cientos de miles de caballos.

     Y en todo ese tiempo la llanurahabía permanecido siendosiempre la misma. Siempre igual

    a sí misma. Siempre con losmismos colores:inmaculadamente blanca eninvierno, increíblemente verde en

     verano, multicolor en primavera y suavemente amarillenta enotoño. A la llanura no leimportaba lo que los hombreshicieran sobre ella. No le

    importaba que galopasen sobre su superficie, que los ganados

    consumieran su pasto o que bebiesen sus aguas. No le importaba queejércitos imponentes se enfrentasen y las crueles batallas dejasen elsaldo de muchos guerreros durmiendo en sus entrañas. A la llanurani siquiera le molestaba que, a veces, algunos hombres arañasen susuperficie para llenar las cicatrices con semillas que se harían

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    4/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    4

    plantas; plantas que se cosecharían durante el verano y se volveríana plantar a la primavera siguiente. A la llanura todo eso no leimportaba demasiado porque sabía que, llegado el invierno, la nievelo cubriría todo y bajo su pesado vestido blanco tendría tiempo paradescansar. Y luego, al derretirse la nieve, se cicatrizarían las heridas,

     volvería a crecer el pasto, los ríos y los arroyos llevarían el agua atodas partes, el pasto sería verde otra vez, volverían a abrirse laspequeñas flores multicolores y la vida estallaría de nuevo a todo lolargo y ancho de esa inmensa superficie. Los hombres podían influirmuy poco en todo eso.

     Aún así, últimamente, la llanura sentía que el movimiento de loshombres había aumentado. Venían desde el Este, desde otras

    llanuras todavía más inmensas, y en enormes cantidades. Algunosempujados por otros. Algunos empujando a otros. Algunos huyendode otros y algunos persiguiendo a otros. El hecho es que, de algunaforma y por toda una serie de razones, sobre la llanura se habían

     juntado casi todos. Guerreros con sus rápidos caballos y, sobreenormes carromatos, mujeres, niños y ancianos; perros, ganado,enseres, armas, carpas, alfombras. Todo había confluido sobre lallanura. Y en el centro de todo ese movimiento, como núcleoaglutinante y conductor de ese enorme mar de personas, había

    llegado un hombre extraordinario, rey de un pueblo de formidablesguerreros.

    Su nombre era Atila. Loshombres de su estirpe sehacían llamar “ jun”. LaHistoria los conocería como“los hunos”. Jinetesfabulosos de unos corcelesincreíblemente rápidos y

    resistentes, eran capacespasarse días enteros sobreellos. En su momento,sorprendieron a más de unoapareciendo de repente en

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    5/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    5

    un momento en el que se los creía muy lejos porque eran capaces decabalgar día y noche, durmiendo arriba del caballo, comiendo arribadel caballo, viviendo – literalmente – sobre sus caballos mientrasdurara la campaña. Arqueros temibles, no solo disparaban desde susmonturas con admirable puntería sino que, además, habíandesarrollado un arco cuya potencia sobrepasaba largamente a la desus contemporáneos. Y eran rápidos. Muy rápidos. Venían como unhuracán y se iban como un tornado. Conocían mil triquiñuelas en elcombate; prácticamente cada una de sus maniobras era una trampa.No en vano media Europa terminó rezando el Padrenuestrorematando con “... y líbranos del mal y de las flechas de los hunos.

     Amén. 

    Los pueblos amedrentados al rey Atila lo llamaron “el Látigo de Dios”. Como si Dios lo hubiese enviado para castigar a los Hombrespor vaya uno a saber qué culpas. Y el apodo no era del todo justo.Era, por cierto, el rey de un pueblo de duros guerreros pero no había

     venido a castigar a nadie. Simplemente buscaba un lugar para vivircon su gente. Un lugar con agua y praderas. Un lugar para el ganado,para los caballos y para los seres humanos.

     Además, su pueblo no era el único al cual conducía. A los hunos seles habían unido muchos pueblos más: gépidas, ostrogodos, alanos,

     búlgaros, hérulos y varios otros. Ninguno de ellos destacadoprecisamente por su mansedumbre.

    Pero Atila, por todo lo que sabemos de él, era de costumbresextremadamente modestas. La monarquía no se le subió nunca a lacabeza. Si bien exigía rescates en oro, su vaso era de madera tallada.

     Aun cuando el botín de guerra de los hunos hubiera alcanzado paraconstruir fastuosos palacios, Atila nunca dejó de vivir en una tiendade campamento como el resto de sus hombres. Instruido en eldesbordante lujo de Bizancio, ciudad en la que se crió y se educó

    estando allí como rehén del Emperador, cuando volvió a sus tierrasno llevó consigo el decadente refinamiento de la gran ciudad. Paragran desconsuelo y desencanto de los bizantinos que especularoncon haber educado a un futuro aliado, Atila, una vez de regreso a supatria, prefirió ser un rey guerrero. El jefe de un pueblo en

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    6/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    6

    movimiento en busca de un hogar permanente. El portador de laEspada de Dios.

    Lo de la Espada de Dios tiene su historia.

    *.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*

    Según la leyenda, allá, al principio de los tiempos, el Señor de losEjércitos forjó una espada para los hijos de la llanura. Sin embargo,no la entregó de inmediato. Su voluntad fue que los hijos de lallanura maduraran, aprendieran y se hicieran verdaderos hombresantes de recibir esa espada por lo que dispuso que pasaran tres vecessetenta y siete años antes de que la tuvieran. Y naturalmente, pasó el

    tiempo, Atila se convirtió en rey siguiendo las huellas de su padre, ylos tres veces setenta y siete años llegaron a su término.

     Así, un buen día, estando Atila en su campamento conferenciandocon sus más allegados, irrumpió en la gran carpa el veteranoguerrero Bulchu trayendo de la mano a un jovenzuelo de unos once odoce años. Todas las miradas se dirigieron a ellos, sobre todo porqueBulchu, en su otra mano, traía algo extraño envuelto en unos paños.

     Ante la muda pregunta de los ojos del rey, el curtido guerrero relatósu historia:

    – Mi rey. Esta mañana, al alba, salí de caza y a poco andar di con lashuellas de lo que debía ser un enorme ciervo. Espoleé a mi caballo ylo alcancé algo más adelante pero yo, que puedo acertarle a unapaloma en vuelo, le erré todas las flechas que le disparé. Estuvimosasí un largo rato, el ciervo escapándose de mis flechas como si seestuviera burlando de mí y yo persiguiéndolo cada vez más enojadocon mi falta de puntería; hasta que, de pronto, desapareció entreunos matorrales y no lo volví a ver. No me quedó más remedio quedar la pieza por perdida y ya estaba regresando a casa cuando me

    encontré con este jovencito que venía corriendo. Pero creo que mejorserá que él mismo cuente lo que pasó.

    El jovencito, visiblemente cohibido por la presencia del rey y detantos grandes guerreros, comenzó a hablar con voz apenas audible.

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    7/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    7

    – Hoy saqué mi rebaño a pastar al campo y al rato descubrí que unode mis terneros rengueaba. Me fijé y descubrí que tenía herida unade sus patas. Busqué lo que podía haberlo lastimado y de prontoencontré un pedazo de hierro afilado saliendo de la tierra. Alprincipio no hice nada y me alejé de allí pero después pensé quepodía llegar a lastimar a otro de mis animales, así que volví parasacarlo. Ustedes no me creerán, pero cuando llegué, el hierro estabamucho más salido y se veía que era la punta de una espada. Unaespada muy brillante; tan brillante que me asusté y salí corriendo.Bulchu me encontró y...

    – ...y después de enterarme de lo que había pasado, fui a ver esa cosaextraña. – completó el

    guerrero– Para cuando llegamos allugar, la espada estaba ya casicompletamente fuera de latierra. Solamente una partequedaba enterrada, así que laliberé y la miré por todoslados. Era una espada tanextraordinaria que enseguida

    me di cuenta de quesolamente un gran rey seríadigno de empuñarla así que la

    traje hasta aquí.

    Bulchu retiró los paños que la cubrían y puso la espada a los pies de Atila. El rey de los hunos la tomó, la levantó, y la espada brilló ycentelleó con un fulgor tan intenso que casi enceguece a todos lospresentes.

    En ese momento, en medio del gran silencio producido por elasombro general, se escuchó la voz del anciano Torda, el más viejo ysabio mago de los hunos.

    – ¡Es la Espada del Señor de los Ejércitos! ¡La Espada de Dios! ¡Se hacumplido el tiempo establecido! Mírala bien Atila. El dueño de esa

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    8/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    8

    espada será invencible. Es un arma de un poder enorme, sin rival entodo el mundo. La heredarán tus hijos y los hijos de tus hijos, perodebo advertirles algo muy serio. Antes de ceñirla todos deberánsaber una cosa: la Espada de Dios otorgará su poder sólo al que laempuñe con valor y con honor; y además, perderá completamenteese poder si derrama una sola gota de sangre de hermanos.

    *.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*

    Siguiendo las costumbres de su gente y de su época, Atila tenía variasmujeres. Pero su verdadera esposa, la realmente querida de sucorazón, era Réka, madre de los hijos que heredarían su corona:

    entre ellos Aladar, el mayor, y Chaba el menor.Muchos años después del hallazgo de la espada del Señor de losEjércitos y después de que Atila conquistara con ella un granimperio, de pronto Réka cayó gravemente enferma. Su última

     voluntad fue ser velada durante siete noches y que al alba del díasiguiente cada uno de sus hijos le diera un beso de despedida.

     Y así ocurrió. Ante la presencia de todo el pueblo – porque Réka eramuy querida por todos y no hubo nadie entre los hunos que noquisiera acompañarla – a la mañana del séptimo día cada uno de sus

    hijos se despidió de ella besándola en ambas mejillas. Cuando porúltimo le tocó el turno a Chaba, los ojos de Réka se abrieronmilagrosamente y todos pudieron oír que dijo:

    – Tú serás el rey de los hunos, hijo mío. Tu beso ha sido el máscálido. Quien ama así a su madre también ama del mismo modo a supueblo y merece la corona real. De tu padre heredarás la Espada deDios pero yo te legaré otra cosa. Mira, aquí a mi lado hay una flecha.Tómala. No preguntes nada ahora. Tan sólo tómala. Cuando teencuentres en grave situación, te será útil.

     Y habiendo dicho eso, sonrió, cerró nuevamente los ojos, y ya no los volvió a abrir.

    *.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    9/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    9

    Pasaron muchos años. Siguiendo a Atila, los hijos de la llanuralibraron victoriosamente muchas batallas. Llegaron a sacudir hastalos cimientos al poderoso Imperio Romano que tuvo que echar manoa sus mejores tropas y al mejor de sus generales para frenar suavance. El ejército huno aparecía dónde menos se lo esperaba.Libraba sus batallas con una energía insuperable que solamente elSeñor de los Ejércitos sabía conceder. Y después, de pronto, todos loshunos podían llegar a desaparecer; solamente para reaparecer enotra parte y volver a dar batalla habiendo recorrido distancias casiimposibles en un tiempo increíble.

    Pero ningún ser humano es eterno. El Señor de los Ejércitos, asícomo a veces concede su espada a alguien a quien Él elige, también

    le concede tan sólo un tiempo limitado para empuñarla. Y es elportador de la espada quien debe utilizar ese tiempo con sabiduría yrecta intención, no sabiendo nunca exactamente cuánto tiempo le hasido concedido. Y, pensándolo un poco, está bien que sea así. Lascosas realmente importantes son independientes del tiempo. Aalgunos les lleva toda una vida comprenderlas y realizarlas. Otrosnacen con el don de verlas yconcretarlas en tan sólo un par deaños. O en menos tiempo todavía.

    Pero, cuando están bien hechas,resultan ser eternas. Por eso es que,antiguamente, a quienes lograbanlegarle a la posteridad esas cosas tanimportantes y tan bien hechas queresultan eternas, se los llamabaInmortales.

     Atila se propuso construir un imperiopara su pueblo. Lo logró en la medida

    de sus posibilidades pero quizás ni élpercibió que su obra lo trascendería,perdurando mucho más allá de sufama y de su gloria. Porque el destinoquiso que, más allá de una residencia

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    10/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    10

    permanente para los hunos, Atila en realidad terminaseconstruyendo un hogar no sólo para todos los hijos de la llanura sinoincluso para los hermanos de su pueblo, los magiares, quienes mástarde, siguiendo las huellas de los hunos, ocuparon las tierras queéstos habían conquistado y las siguen habitando hasta la actualidaden lo que hoy es Hungría.

    *.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*

    Después de Atila, sus hijos no consiguieron superar sus rivalidades.Chaba fue proclamado rey de los hunos pero Aladar nunca logró

     vencer los celos que alimentaba para con su hermano menor.

     Además, entre los pueblos conquistados muchos sabían que habíauna sola forma de derrotar a los invencibles hunos y esa forma eraenfrentándolos entre sí.

    Entre quienes conspiraban y complotaban para dividir a los hunos sehallaba el avieso Detre que constantemente le insistía en secreto a

     Aladar:

    – Realmente Chaba no debería ser el rey de los hunos. Tú eres elmayor. Esa corona te correspondía a ti.

    – Fue la voluntad de mi madre, Detre – respondía Aladar – deborespetarla.

    – De tu madre sí – retrucaba insidiosamente Detre – pero ¿cualhabrá sido la voluntad de tu padre? Él nunca dijo algo al respecto ysiempre fue costumbre y ley que la corona pase del padre al hijomayor.

    Tanto insistió Detre con sus intrigas que, al final, Aladar seconvenció y decidió reclamar para sí la Espada de Dios. Envió unmensajero ante Chaba para que le dijera que le envíe la espada

    porque él, Aladar, era su legítimo dueño. Sin embargo, la respuestade Chaba fue terminante:

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    11/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    11

    – La Espada de Dios no es ni tuya ni mía, hermano. Es de los hunos.Es de todos los hunos porque para todos ellos la forjó el Señor de losEjércitos.

     Ante semejante respuesta, Aladar se enfureció. Reunió a sualrededor un enorme ejército, formado en su mayor parte porguerreros de pueblos conquistados, y se lanzó contra su hermano.

    La batalla fue tremenda. Llevaba ya tres días y tres noches decombates continuos cuando el insidioso Detre decidió enviar enforma encubierta un hechicero de su confianza al campamento deChaba. Con toda perfidia el hechicero vaticinó:

    – Si quieres vencer en esta batalla, deberás batirte en ella con la

    Espada de Dios. Sin ella no podrás nunca vencer a Aladar. Ante este augurio, al principio Chaba no supo qué decidir. Por unlado veía caer a sus fieles hunos, uno tras otro, menguándose suejército en forma peligrosa; y por el otro lado, los ancianos leales nose cansaban de advertirle: – “Deja la Espada de Dios dónde está.Recuerda la profecía del viejo Torda. Perderá todo su poder siderrama sangre de hermanos.” 

    Pero al final Chaba, sintiéndose arrinconado y sin opciones, decidió

    desoír el consejo de los ancianos. Sacó la espada de su vaina y,después de reunir lo que le quedaba de su ejército, se lanzó contra lashuestes de Aladar.

    El choque fue espantoso. En manos de Chaba la espada llameaba y brillaba con tanta intensidad que los hombres de Aladar quedabansin poder ver. El pequeño resto del ejército de Chaba avanzaba yavanzaba barriendo a sus enemigos como si fuesen las hojas caídasde un árbol en otoño y, cuando la victoria estaba prácticamenteasegurada, sucedió lo que tenía que suceder: de repente, la Espadade Dios dejó de llamear y de brillar. Por más que Chaba la blandiera,la espada se negó a cortar.

    En medio del entrevero, una gota de la sangre de Aladar habíamanchado su hoja.

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    12/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    12

    *.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*

    Fue una suerte que la mayoría del ejército enemigo no se dieracuenta de lo que había sucedido. Ante el formidable empuje de loshunos, los hombres de Aladar finalmente se dieron a la fuga y Chabaquedó dueño del campo de batalla.

    Pero fue una victoria muy amarga.

    De su gran ejército apenas si quedaba un millar de hombres de pié.Los demás, decenas de miles de ellos, yacían seriamente heridossobre la llanura y, según lo que decían los dedicados a curarlos, sólomuy pocos podían albergar alguna esperanza. A Chaba se le partía el

    corazón al ver a tantos fieles guerreros sacrificados por algo que, alfinal de cuentas, no había sido más que una estúpida y cruel luchaentre hermanos. ¿Por qué su madre había querido que él fuese el reyde los hunos? ¿Por qué había cargado sobre sus hombros esa enormeresponsabilidad? Recordó a su madre, recordó sus últimas palabras,

     y como un recuerdo traía consigo al siguiente, de pronto recordótambién la flecha que le había hecho guardar.

    Como obedeciendo a un impulso repentino, tomó esa flecha, tensó suarco, y la disparó lejos; lo más lejos que pudo. El proyectil describió

    una parábola perfecta en el aire y voló tan lejos que se perdió de vista. Tanto Chaba como los hombres a su lado estaban haciendograndes esfuerzos por tratar de determinar dónde había caídocuando, de pronto, se hizo un hueco entre las nubes que tapaban elsol y un poderoso rayo de luz iluminó el sitio en el que había caído laflecha.

    Rápidamente, los hombres cabalgaron hasta ese lugar y encontrarona la flecha clavada en una extraña planta de grandes y carnosas hojasque, al ser apretadas, segregaban un líquido blancuzco y espeso.Chaba quedó perplejo, sin comprender, pero los magos sabiossupieron inmediatamente de qué se trataba.

    – Cubre las heridas de tus hombres con estas hojas – le dijeron – y verás como todos ellos sanarán de inmediato.

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    13/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    13

     Así lo hicieron y, milagrosamente, todos los guerreros serestablecieron. Incluso hubo algunos que hasta salieron fortalecidosluego del tratamiento, con mayor vigor y más bríos que antes.

    *.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*

    Cuando todos se restablecieron, Chaba condujo a su pueblo a lasmontañas de Transilvania y convocó allí al Gran Consejo para que sedecidiera lo que harían en el futuro.

    – Volvamos y reconquistemos la tierra de Atila; – dijeron algunos – nos pertenece porque fuimos nosotros quienes la conquistamos.

    Pero la mayoría fue de una opinión distinta:– Regresemos al país de los escitas de dónde originalmentepartimos; busquemos a nuestros hermanos, los magiares, y volvamoscon ellos a ocupar juntos las tierras de Atila. Aunando nuestrasfuerzas ya nadie podrá quitárnoslas.

    Cuando la decisión fue puesta en sus manos, Chaba meditó largorato y al fin resolvió:

    – Volveremos a Escitia a buscar a los magiares. Pero no todos. Quetres mil guerreros queden aquí para que nadie pueda decir queabandonamos vergonzosamente las tierras que mi padre conquistópara nosotros.

    Ese mismo día se designaron tres mil hombres con sus familias paraque guardasen la región de Transilvania, en espera del regreso de loshunos y sus hermanos. En cuanto al resto, Chaba ordenó que antesde partir, los magos sabios encendieran un fuego, pusiesen su

     bandera al viento de lo alto de un mástil, construyesen un montículode tierra y juntasen agua en un gran odre.

    Habiéndose cumplido lo ordenado, Chaba se presentó ante los que sequedaban y les dijo:

    – No dejen nunca apagar este fuego. No arríen nunca esta bandera yasegúrense que el viento siempre la haga flamear. Cuiden esta tierra

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    14/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    14

     y repongan siempre el agua. Si en algún momento se encuentran engrave peligro yo lo sabré. Me lo dirá el fuego. Y si no es el fuego, melo dirá el aire. Y si no me lo dice el aire, la tierra lo hará. Y, si la tierrano lo hace, lo hará el agua. Sea como fuere, yo lo sabré y les juro que

     volveré hasta del Fin del Mundo si es necesario para combatir conustedes.

     Y habiendo dicho esto, enarboló la apagada Espada de Dios, la pasópor el fuego, la dejó enfriar por el aire, tocó con ella la tierra y la lavócon el agua.

     Y sucedió que el agua, consagrada por el juramento, lavó la gota desangre que había manchado la hoja y la espada volvió a brillar y a

    resplandecer como antes.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*

    Pasaron muchos años. Más de cien. Los hunos de Transilvania semultiplicaron y prosperaron. Por toda la región y aun más allá de ellafueron conocidos y reconocidos por su valentía y por su integridad.

     Aisladamente, ningún pueblo pudo con ellos durante todo esetiempo porque, si bien nunca salieron de sus montañas areconquistar la llanura, defendieron el bastión que Chaba les había

    encomendado con tanta lealtad y tanta bravura que resultaroninvencibles.

    Pero el territorio que ocupaban era codiciado por muchos otrospueblos y un día ocurrió que todos ellos se unieron para desalojar alos transilvanos. El ejército así formado en su contra fue enorme. Porcada transilvano había allí más de siete veces setenta enemigos.Comenzaron las escaramuzas preliminares y, por más que lostransilvanos se batieron con todo su coraje y determinación, por másque emplearon todas las celadas y todas las astucias que habían

    aprendido combatiendo con Atila, sus enemigos, muchísimo másnumerosos, los fueron cercando hasta que por último, al cabo delsexto día de combate, los transilvanos quedaron completamenterodeados.

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    15/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    15

    Esa noche, los más jóvenes, reunidos alrededor del fuego delcampamento y recordando la promesa que con el tiempo se habíaconvertido en leyenda, en vano miraban hacia el Este, hacia la tierrade Escitia. Los más ancianos sólo sacudían tristemente la cabeza.

    – Ha pasado demasiado tiempo. – decían – Todos los que otrorapartieron de aquí con el rey Chaba ya no pueden estar entrenosotros. La tierra debe haber recibido sus restos hace ya muchosaños. Nadie puede tener una vida tan larga.

    Pero los jóvenes seguían mirando hacia el desfiladero por dónde sehabían ido los antiguos hunos. “Lo prometió” – insistían “y nuestrosreyes jamás incumplieron sus promesas”.

    Los que más firmemente creían en la palabra empeñada por Chabase reunieron y encendieron un gran fuego. Pusieron sobre él un grancaldero con agua, desplegaron la bandera del rey de los hunos y lalevantaron a lo alto de una larga lanza para que el viento de la nochela hiciese flamear. Finalmente, clavaron sus espadas en la tierra yentonaron el ancestral Himno de los Guerreros.

     Y entonces sucedió lo extraordinario.

    Una pequeña, diminuta, casi invisible estrella se desprendió de su

    lugar, recorrió todo el arco de la bóveda del cielo y se perdió en lainmensidad del Universo. Por unos segundos nada más pasó. Pero depronto, se iluminó el fondo delhorizonte. Comenzaron a caer,primero de a una y luego encantidades cada vez mayores,las estrellas de la Vía Lácteapara terminar reuniéndosetodas allí, en el límite entre latierra y el cielo.

    Los transilvanos, al principio,no supieron hacer más queasistir, maravillados, alespectáculo. Pero luego oyeron

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    16/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    16

    algo que, primero, pareció tan sólo un murmullo que iba lentamentecreciendo en intensidad. Y así, el murmullo se hizo zumbido, elzumbido se hizo rugido y de pronto el viento trajo el ancestral gritode guerra de los hunos de Atila lanzado por cientos de miles degargantas y cientos de miles caballos galopando batieron la tierra deTransilvania hasta hacerla temblar.

     A la cabeza de todos ellos, sobre un gran caballo blanco, cabalgabauna imponente figura envuelta en estrellas. En su mano derecha

     blandía una espada que lanzaba destellos y brillaba con tantaintensidad que iluminó toda la región como si fuese de día.

    – ¡A caballo! ¡A caballo, guerreros! – gritaron de pronto los

    transilvanos. –  El Rey Chaba cumplió su palabra. ¡Que nadie digadespués que nosotros no cumplimos la nuestra!

     Y todo el ejército transilvano montó a caballo como un sólo hombre,se unió a los guerreros de las estrellas, rompieron en mil lugares elcerco de enemigos que los amenazaba y ya mucho antes de la salidadel sol todos los sitiadores habían huido, derrotados y atemorizados.

    Después de la batalla, Chaba reunió a sus transilvanos alrededor delfuego que éstos habían encendido y, una vez más, repitió su mensaje:

    – Alimenten este fuego. Pero, sobre todo, no dejen que se apague enlos corazones de cada uno. No arríen nunca esa bandera. Ténganlasiempre al tope de las lanzas y háganla flamear con el viento delentusiasmo. Cuiden y cultiven la tierra que es la que los alimentará.

     Y cuiden el agua que es la que alimentará a la tierra y tambiénapagará la sed de todos. Y no teman. Sean honrados, laboriosos,

     valientes y leales. Mientras se comporten de esa manera, el Señor delos Ejércitos me encomendará que los custodie y les juro que no losabandonaré jamás. Cuando Transilvania esté en grave peligro, yo losabré. Y, si es preciso, vendré hasta del Fin del Mundo a defenderla.

    Habiendo dicho eso, dio vuelta su soberbio caballo blanco y, seguidopor todos sus guerreros, se lanzó al galope hacia el horizonte.

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    17/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    17

    Galoparon y galoparon durante todo lo que quedaba de aquellanoche. Y cuando llegaron al punto en que la tierra se une al cielo,siguieron galopando hasta reunirse con las estrellas.

    *.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*

    Desde entonces, los niños de Transilvania aprenden de sus abuelosque la Vía Láctea no es solamente un conglomerado de estrellas.

     Varias de ellas, son realmente estrellas. Pero muchas otras sonchispas que saltan de las herraduras de los caballos cuando losguerreros hunos cabalgan por el cielo.

     Y entre todas ellas, si uno observa con mucha atención, hay una que

    es más grande y más brillante que las demás. Ésa es la del Rey Chabaque lleva en su mano la Espada de Dios y que, habiendo sido rey desu pueblo, por su lealtad y rectitud ahora Dios lo tiene a su ladocomo el Rey de las Estrellas.

    Mayo 2008

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    18/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    18

    LA ISLA DE LAS COSAS PERDIDAS

    En un paraje muy lejano, más allá del Océano y más allá del sitio enel que hasta los huracanes se cansan y se convierten en brisas, hayuna isla. Es una isla muy rara. No solamente porque el cielo essiempre azul y el agua que rodea sus costas es siempre tibia. Es raratambién por las cosas que contiene. Los bastante escasos elegidosque la han visitado cuentan que allí es adónde van a parar las cosasperdidas.

     Y no crean ustedes que sólo van las cosas que se pueden toca o usar.Si bien es cierto que – tal como pude enterarme – hay muchosanillos, pañuelos, valijas y hasta cosas increíbles como servilleteros,collares para perros y hasta pantuflas gastadas, eso, y por lejos, no estodo. En absoluto.

    Porque, ocasionalmente, en la isla también se pueden encontrarmuchas otras cosas perdidas. Cosas no necesariamente materiales.Ésas que a uno casi le da un poco de vergüenza llamarlas “cosas”.

     Aunque eso de encontrar lo inmaterial tiene sus particularidades.

     Yo lo sé porque estuve allí.Pues, han de saber que en uno de mis largos y azarosos viajes por elmundo...

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Bueno, está bien. No me miren con esa cara. Eso de mis “largos yazarosos viajes” no es del todo cierto; pero no me digan que no erauna forma clásica de empezar la historia. Aunque no sería tan

    fantasiosa como parece. Porque la verdad es que viajé bastante por elmundo; como que nací a más de quince mil kilómetros de aquí. Y es verdad que estuve en esa isla. Si bien – tengo que confesarlo – también es cierto que nunca supe exactamente cómo llegué ni,mucho menos, cómo salí de ese lugar.

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    19/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    19

    Todo empezó cuando nosatrapó esa tremendatormenta.

    No recuerdo muy bien cómofue que terminé en ese boteen medio del mar. Sólo meacuerdo que la tormentaestaba ya bastante avanzadacuando el primer oficial memandó a buscar unsalvavidas que estaba en unode los botes de salvataje.

    Recuerdo que fui a popa, mesubí al bote, en ese momentoalgo crujió, el bote se

     bamboleó, yo me pegué la cabeza contra algo y debo habermedesmayado porque lo próximo que sé es que, cuando volví a tenerconocimiento de lo que pasaba, estaba en medio de un oleaje de losmil demonios, medio amarrado por un montón de cuerdas que dealgún modo habían caído sobre mí y bamboleándome de lo lindo enese bote que subía y bajaba flotando a la deriva como un corcho.

    No recuerdo que nadie haya gritado el consabido “¡Hombre alagua!”; ni tampoco el barco estaba a la vista cuando pude juntarsuficiente presencia de ánimo como para tratar de echar un vistazo.El cielo estaba negro, el viento soplaba enojadísimo y estar en el boteera como viajar por una montaña rusa. Supongo (pero sólo supongo)que las amarras del bote habrán estado podridas o carcomidas y seterminaron de romper cuando yo me subí. Lo que sí sé es que nohabía nadie cerca cuando todo ocurrió, de modo que en el barconadie me vio caer al mar. De hecho, por lo que me contaron después,

    tardaron horas en darse cuenta de mi ausencia.En una palabra: simplemente me perdieron. Habrá sido justamentepor eso que fui a parar a aquella isla, supongo.

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    20/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    20

    El hecho es que no puedo decir cuánto tiempo duró la tormenta. Notengo ni idea. Por lo que a mí me parece hoy, duró mucho. Y debehaber durado un buen par de horas porque, cuando empezó aamainar, yo estaba completamente agotado. Recuerdo que primeroparó el viento y después entré en una niebla que, al poco tiempo, sehizo tan espesa que desde la popa del bote uno casi no podía ver laproa. Poco más tarde el viento, de un modo más bien extraño, parópor completo. Se hizo una calma chicha en la que el mar, tan furiosocomo había estado, ahoraparecía una laguna.

    Como ya les conté: estabaagotado. En medio de esa

    calma todavía se me ocurriópensar que generalmente loshuracanes vienen en dostandas. Porque, según dicenlos que saben, son como unaespecie de círculo. Los

     vientos fuertes están en laperiferia; en el medio, en eso que algunos llaman “el ojo de latormenta”, por lo general, reina la calma. Era bastante posible que yo

    me encontrara justo en el medio de la tempestad.“Tengo que cuidarme.” – pensé – “Si la segunda me pesca con estecansancio, no voy a tener ninguna oportunidad“. La cabeza todavíame dolía horrores del golpe que me había pegado, así que, meamarré lo mejor que pude al bote, cerré los ojos con la idea deaflojarme un poco para descansar y no es que me quedé dormido:realmente creo que directamente me desmayé por segunda vez.

    Me despertó el sol. Primero tuve la sensación de un calorcito muyagradable. Después, todavía sin despertarme y medio soñando, se

    me ocurrió que algo debía andar mal: tirado en medio del océano,todo mojado, yo no podía estar sintiendo calor. No era lógico. Además, ni siquiera era verano. ¿O sí? De última, ¿en qué estacióndel año estábamos? ¿Primavera? ¿Otoño?

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    21/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    21

    Es curioso y hasta ridículo pero, sin despertarme todavía, empecé asentir una rabia tremenda por no poder acordarme de la época delaño en que habíamos estado navegando. La mente humana, al menosla mía, tiene esas cosas. “No puede ser verano” – refunfuñé – “perohace calor y ¡maldición! ¡Eso tampoco puede ser!” De pronto, measusté. Mi conciencia empezó a funcionar y me decía: “mar, agua,humedad, calor, no es verano. ¿Qué demonios está pasando aquí”. 

     Abrí los ojos y me encontré con el cielo más azul que jamás ví en mi vida.

    Me quedé un rato mirando ese cielo porque, la verdad, era unespectáculo. Después, empecé a sentir sed y se me ocurrió que en un

     bote salvavidas tendría que haber un bidón de agua por algún lado.Recorrí el bote con la vista varias veces pero me tuve que convencerde que entre “tendría que haber” y “hay” a veces existe una enormediferencia. Nada de bidón. Nada de provisiones. Una caja de

     bengalas, algunas otras cosas ... pero, de víveres: ¡nada!. O en el barco alguien se olvidó de hacer el mantenimiento de los botes o lasprovisiones se fueron al agua durante la tormenta.

    Haciendo gala del formidable optimismo que me caracteriza, pensé:“Bueno; de morir ahogado me salvé. Ahora sólo falta que me muera

    de sed y de hambre”. Así que me paré en el bote para investigar sipodía ver a mi barco, o alguna nave, o algo en absoluto aparte decielo y mar.

    El agua estaba increíblementetranquila y, cosa rara que me llamóla atención, era casi tan azul comoel cielo. El bote apenas si sehamacaba un poco. Cuando me di

     vuelta para ver a mis espaldas, casime caigo al mar de nuevo. Era paradesconfiar de un espejismo pero, silo que veía era cierto, ¡estaba

    apenas a unos metros de la costa de algo que tenía que ser una islaporque el continente no podía ser! Cerré los ojos y los volví a abrir.

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    22/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    22

    La isla seguía allí. Por favor, no se burlen, pero hasta me pellizquépara ver si no estaba dormido. Nada. La isla seguía estando. No mequedó más remedio que aceptarlo.

    Ni siquiera tuve que remar para llegar a tierra firme. Fue suficientecon bajarme del bote y caminar unos metros en el agua que no mellegaba más allá de las rodillas para terminar tirado en la arena.

    Estuve un buen rato así, casi sin poder creer en mi buena suerte.Pero después la sed me puso otra vez en movimiento. A pocos metrosde la playa empezaba la vegetación y me metí entre los árboles. Nohabré caminado ni cien metros cuando descubrí un sendero casiparalelo a la playa. “Si hay sendero, hay gente” – pensé – y me puse a

    recorrerlo. Apenas unos doscientos o trescientos metros más adelante la vi.

     Venía caminando en mi dirección y mientras más nos acercábamosmenos podía creerlo.Después de la mala suerte decaer al mar en medio de unatormenta, el destino,decididamente, se habíapropuesto compensarme con

    mi día de suerte. Era unamujer tan increíblementehermosa que cualquierintento de describirla no leharía justicia. Imaginen lamujer más fenomenalmente

     bonita que jamás hayan visto y multipliquen por tres. Nopuedo decirlo de otramanera. Caminaba comoflotando en el aire y haríafalta todo el arte de un poeta

     y de un pintor reunidos para

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    23/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    23

    solamente dar una idea de su figura. No. Renuncio. Es inútil.Simplemente no la puedo describir.

    Cuando estuvimos cerca, sonrió, y dijo tan sólo:– ¡Hola! – como la cosa más natural del mundo.

    – ¡Hola! – dije yo. A duras penas. Porque la verdad es que me habíaquedado casi mudo y eso que no me tengo por tímido.

    – ¿Llegaste bien?

    No. Eso no podía ser. ¡Eso ya era demasiado! Lo único que faltabaera que esta hermosura me dijera que me estaba esperando. Está

     bien que uno tenga su día de suerte; pero con tanta suerte de golpe

    no hay sistema nervioso que aguante.– Un poco movidito lo mío – dije, tratando de hacerme el héroe conel tono del tipo que eligió pasar por el infierno como atajo para llegarmás rápido al cielo. – Pero, bueno; llegué.

    – Pues, bienvenido. Espero que tu estadía aquí sea agradable;aunque, dime una cosa: ¿sabes dónde estás?

     Anoté mentalmente el “dime” y el “sabes”. Así que nada deargentinismos extemporáneos ni de cosas por el estilo. Mi

    atravesado lunfardo rioplatense estaría completamente fuera delugar con esta belleza. Traté de acordarme de cómo me había idohacía algún tiempo atrás en Colombia. No por la Colombia que saleen los medios sino por esa otra que vive debajo de la conocida portodos, casi como tapada, y dónde aprendí que todavía hay gentenormal, capaz de hablar un castellano mucho más pulido que el de lasupuestamente culturosa gente de otros lados que se dedica amaltratar el idioma como si lo odiara.

    – Pues no. – respondí – No tengo idea. ¿Cómo se llama esta isla?

    Porque es una isla ¿no es cierto?– Sí. Es una isla. Y se llama La Isla de las Cosas Perdidas.

    – ¿Perdón?

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    24/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    24

    Soltó una risa cristalina y repitió:

    – La Isla de las Cosas Perdidas. Sabía que te sorprenderías. Aquí es

    dónde recibimos todas las cosas que se pierden. Supimos que lagente de tu barco te había perdido, así que te esperábamos.

    – Y yo, si hubiera sabido que tendría este recibimiento, te juro queme habría hecho perder mucho antes.

    – Pues gracias. No me habían dicho un piropo así de bonito enmucho tiempo. Lamentablemente aquí no puedes venir con sóloquererlo. Alguien te tiene que perder. Y otra cosa: cuando teencuentren, ya no te podrás quedar; tendrás que irte ...

    – ¿Y si no me encuentran nunca? ¿No hay cosas que se pierden parasiempre?

    – Es distinto con las cosas y con las personas. Las cosas se quedanaquí. A veces para siempre. Las personas no. Las personas nopueden perderse para siempre. Tarde o temprano, alguien lasencuentra. O bien ... bueno ... las reclaman desde allá. – y mientrasdecía esto último su dedo índice señalaba hacia el cielo – Aunque – agregó con cierto tono de complicidad –  con las personas y con lascosas inmateriales a veces hay una pequeña trampita.

    – ¿Trampita? ¿Hacen trampa ustedes?– Nosotras no. La hacen los mismos que a veces nos visitan.

    – ¿Y eso cómo es?

    – Algunos vienen y de pronto creen encontrar amores perdidos, oseres queridos perdidos, o esperanzas perdidas, o algo parecido. Perono es tan así. Esas cosas no se pierden. Las personas las llevandentro de ellas mismas y aquí sólo descubren que las tenían. Losseres queridos se llevan en el corazón. En realidad, siempre están

    ahí. Ya sea que estén vivos o que hayan fallecido, todos aquellos quehemos amado siempre están con nosotros. A veces algunos seolvidan; pero nunca se pierden.

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    25/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    25

    Mientras caminábamos me quedé mirándola; esta vez condetenimiento. Es que no sólo era hermosa; era ... ¿cómo decirlo? ...quizás la palabra exacta podría ser “etérea”. Parecía tan liviana que la

    más leve brisa podía llevársela en cualquier momento. Mi examen visual no pareció molestarle demasiado, pero luego de unos instantesme miró y dijo:

    – Creo que sé lo que estás pensando; así que antes de que me lopreguntes déjame decírtelo. Me llamo Anahí y soy un hada.

    No sé por qué habrá sido. Supongo que después de todas las cosasque me habían pasado ya nada podía sorprenderme. El hecho es quelo tomé, quizás no como la cosa más natural del mundo, pero sí con

    cierta naturalidad. Así que un hada.

    – Creí que las hadas solamente existían en los cuentos.

    – Si existen en los cuentos es que existen, porque los cuentos existen.¿Qué demérito tiene el existir en los cuentos?

    – ¡Ninguno por supuesto! – me apresuré a corregir, sabiendo queacababa de embarrarla por hacerme el ingenioso – Lo que pasa esque nunca me imaginé que terminaría metido en un cuento. Dicho

    sea de paso: mi nombre es Dénes.– Hola Dénes.

    – Hola Anahí

     Y los dos tuvimos que reírnos.

    *.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.

    En la Isla de las Cosas Perdidas no hay ninguna gran ciudad. Las

    hadas viven en ... Ahora que lo menciono. ¿Saben una cosa? Notengo ni idea dónde viven las hadas. De algún modo, simplementeestán. Están allí. Viven allí; en la isla. En toda la isla. No mepregunten si hacen cosas tan pedestres como comer, dormir,

     bañarse, cambiarse de ropa, peinarse o maquillarse. La verdad es

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    26/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    26

    que no lo sé. Supongo que no. De hecho, ahora que hago memoria,no vi a ninguna de ellas haciendo nada de eso. Probablemente lashadas son así. No tienen necesidad de esas horribles y tediosasrutinas que consumen casi la mayor parte de la vida de las mortalescomunes.

     Y si alguno de ustedes mepreguntara cómo es la Isla endetalle, le diría que essimplemente un grandioso,hermoso, paisaje. Un paisajelleno de sorpresas, rincones casiescondidos, árboles imponentes,

    senderos misteriosos, arroyos unpoco caprichosos, floresincreíbles, algunas lomadas,algunas grutas y algunascavernas; pero en general lo quetiene es luz; mucha, mucha luz.

     Y, por supuesto, están las cosasperdidas.

    No crean que están en un lugardeterminado, almacenadas, apiladas, etiquetadas, catalogadas yregistradas. No hay nada de eso, en absoluto. No existe nadaparecido a un depósito o algo semejante. Las cosas están por todoslados. Recorriendo la isla uno sencillamente las encuentra. Están enel hueco de un árbol, sobre una roca al lado de un arroyo, en lahierba de una pradera, en una gruta, en el fondo de una laguna llenade camalotes, medio escondidas entre un macizo de petunias, dentrodel edificio de un molino de viento o puestas como al descuido sobrela tabla de una mesa grande de madera tallada ubicada a la sombra

    de un roble enorme.En un momento dado, paseando por la isla, se me ocurriópreguntarle a Anahí:

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    27/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    27

    – ¿Qué cosas se pierden en general? ¿Hay algunas que se pierdenmás que otras?

    – ¡Oh! ¡No te puedes ni imaginar las cosas que pierde la gente! Desde botones de camisa hasta valijas con más de cincuenta mil dólares. A veces hasta nosotras mismas nos asombramos.

    – ¿Valijas con más de cincuenta mil dólares? ¿Quién es el idiota quepuede perder eso?

    – Vamos. No seas despectivo. Eso no está bien. Hay gente que tieneproblemas. Hay ciertas enfermedades que vienen con la edad ... Haycasos de amnesia grave.

    – Todo lo que quieras; pero yo no llevaría una valija con cincuentamil dólares si tuviera un problema de ésos.

    – Suponiendo que supieras que tienes el problema. Hay gente quepadece alguna de esas enfermedades y no lo sabe. O no quiereadmitirlo hasta el día en que le pasa una cosa así.

    – Bueno, sí, está bien. Pero de cualquier manera no me imaginocomo alguien puede simplemente aparecer un día y decir: “¿Sabenqué? Acabo de perder una valija con cincuenta mil dólares”. No meentra en la cabeza. Te digo algo: yo no perdería una valija con ese

    montón de plata. Seguro que no.– ¿Alguna vez tuviste en la mano una con tanto dinero?

    – Bueno ... eemm ... ¿la verdad? ... No. Nunca tuve tanta plata enabsoluto.

    – ¿Y entonces cómo sabes que no la perderías?

    Le quedé debiendo la respuesta y sintiéndome bastante estúpido.Pero me lo tenía merecido. Esas cosas me pasan por bocón. De modoque hice lo único que podía hacer de una manera más o menoselegante: cambié de tema.

    – ¿Y los sueños perdidos?

    – No los tenemos aquí. En realidad, los sueños no se pierden.

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    28/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    28

    – No me refiero a los que uno sueña cuando está dormido sino a losotros; a los que uno tiene a lo largo de la vida.

    – Esos son los que menos se pueden perder.– ¿Y por qué?

    – Pues porque los sueños, igual que la esperanza, no se pierden. Essólo eso. Las personas no pierden sus sueños; en general,únicamente renuncian a seguirlos soñando. Y, cuando no es así, losmodifican. El joven sueña con ser rico. Después, más adelante, sueñacon ser poderoso. Cuando madura, sueña con ser necesario. Y al finalse da cuenta de que su verdadero sueño es llegar a ser sabio. Enrealidad, no son sueños distintos. Es el mismo sueño soñado de

    distintas maneras.– ¿Y soñar con ser amado?

    – Es sólo una de las más hermosas variantes del sueño de sernecesario.

    – Bueno, tengo que admitir quesiempre me gustó pensar quesoy útil para algo.

    – Es otra forma de sernecesario. Síntoma de que estásmadurando.

    – ¿Y te parece que podría llegara ser sabio?

    – Quien sabe ... En granmedida, eso depende de ti.

    – ¿Por qué? ¿Qué hay que tenerpara ser sabio?

    – Básicamente tres cosas:compromiso con la verdad, perseverancia en su búsqueda y unenorme deseo de entenderla.

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    29/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    29

    – ¿Y amor?

    – El amor por la sabiduría es necesario, pero no alcanza. Además,

    eso que los hombres llaman filosofía es sólo otro nombre para eldeseo de comprender. Los filósofos en realidad no aman lo quesaben. Aman el camino que los llevó a saber lo que saben y, sobretodo, aman todo lo que creen que todavía les falta por saber.

     Además, por regla general, el amor hace falta para ser bueno, nopara ser sabio.

    – Y eso quiere decir que puede haber sabios malos.

    – No. Hay personas malas que saben mucho. Pero no hay sabiosmalos. Los sabios no pueden ser malos.

    – Y eso ¿por qué?

    – Es un poco difícil de explicar. Una persona puede llegar a sabermucho y una persona que sabe mucho puede ser mala. Pero no todaslas personas que saben mucho son sabias. El saber y la sabiduría, enrealidad, son dos cosas distintas. Una cosa es saber mucho acerca delmal y otra cosa muy distinta es comprenderlo. La sabiduría tepermite comprender y lo que pasa es que el mal, una vezcomprendido, deja de ser una opción. Por el otro lado, la sabiduría,

    la verdadera sabiduría, es algo así como un premio especial a todauna vida dedicada a la verdad. Y ese premio no es en realidad algoque uno alcanza. Es algo que se recibe. Y solamente Dios puededarlo.

    – Perdóname, todo eso será muy cierto pero basta con echarle unamirada al mundo para convencerse de que el mal está por todoslados.

    – Es cierto. Pero no todo el mal es obra de la gente mala. Además, lasmalas personas, las verdaderamente malas, tampoco son tantas

    como generalmente se cree. Y tampoco tienen tanto poder comomuchos suponen. Las personas realmente malas no saben hacernada; sólo son capaces de destruir lo que otros construyeron.

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    30/72

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    31/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    31

    No sabría precisar con exactitud cuánto tiempo estuve en total allí enla isla. La impresión que tengo es la de un tiempo bastante largo;aunque sé que eso es muy relativo porque el tiempo que pasa afuera,en el mundo, tiene una medida muy distinta del que pasa dentro deuno mismo. De alguna forma, hay como dos relojes que nuncasincronizan. Cinco, diez o quince años en el reloj del mundo puedenparecer relativamente poco tiempo. En lo objetivo, apenas sialcanzan para construir un adolescente. Pero en lo interior, dado elcaso, esos mismos escasos años cronológicos a veces hasta puedenalcanzar para formar una persona sabia.

     Yo lo sé. Conocí a una de esas personas. Y no sólo la conocí sino quela tuve y la sigo teniendo guardada en mi corazón.

    Tanto que, a veces, hasta me duele.

    Llegó a sabio a la edad en que otros recién empiezan a descubrir quehay cosas que vale la pena comprender y falleció a los años en queesos otros apenas si comienzan a mirar el mundo con ojos de adulto.

     Algunos quizás pensaron que vivió poco. Mi hada probablementediría que, si llegó a sabio, entonces vivió exactamente el tiempo quetenía que vivir.

     Y creo que el hada tendría razón. La vida se mide con el reloj interno

    del que la vive; no con el reloj del otro que la mira pasar.Con todo, aún sabiendo por lo que el hada me dijo que no loencontraría en esa isla, tengo que confesar que lo busqué igual.Hubiera dado cualquier cosa por encontrarme con él. De haberloencontrado, entre muchas otras cosas le hubiera preguntado cómohizo para llegar a ser sabio en tan poco tiempo. Y también le hubierapedido que me ayude. Porque a mí eso de la sabiduría seguramenteme va a costar una buena pila de años más que a él.

    Si es que recibo ese premio algún día en absoluto.

    Pero es como dijo mi hada: las personas no pueden perderse parasiempre y esa persona que yo llevaba conmigo en el corazón y quehubiera querido encontrar allí en la isla, en realidad no estabaperdida.

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    32/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    32

    Sólo estaba en otra parte.

    Quizás esperando un reencuentro para el que yo todavía no estoy

    preparado.Pero, así y todo, ¿qué quieren que les diga? Hubiera dado cualquiercosa por volverlo a ver . . .

    *.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.

     Y un buen día, de repente, me di cuenta de que estaba de nuevo en el bote. Empapado hasta los huesos; con un frío que me hacía temblartodo el cuerpo y una tremenda sensación de vacío en la boca del

    estómago. Recuerdo que me pasé la mano por la boca y, cuando lamiré, tenía los dedosensangrentados.

    Recuerdo también en formamuy vaga y confusa que oígritos; chapoteos; golpes; elruido de un motor. ¿O fueron

     varios motores? La verdad esque no lo sé. Alguien gritó:

    – ¡Está vivo! Y no estoy seguro, pero juraríaque también escuché la voz de

    mi viejo amigo Adrián haciendo algún comentario amable como:

    – Yerba mala nunca muere. . .

    O algo por el estilo.

    La cuestión es que me sacaron del bote, me llevaron al barco ydespués de un par de días el médico de a bordo consiguióconvertirme de nuevo en un ser humano relativamente normal.Está bien. Notarán que dije “relativamente”. No crean que no me doycuenta.

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    33/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    33

    Sea como fuere, lo que el médico no consiguió fue sacarme de lacabeza el recuerdo de la Isla de las Cosas Perdidas.

    Mientras estaba tirado en la cama, recuperándome, repasé una y otra vez mi historia. La tormenta, la isla, mis sensaciones, las charlas conmi hada ... ¿A quién le iba a poder contar todo eso? En aquélmomento pensaba que a nadie. Durante mucho tiempo creí quenunca se lo contaría a nadie. Era demasiado fantástico. Demasiadoincreíble. Sabía de antemano que todos me dirían que lo soñé; queestuve delirando por la fiebre; que todo eso no puede ser verdad; queesas cosas no existen. Que lo mío es sólo un cuento.

     Y sin embargo . . .

    Es como dijo mi hada: si algo puede existir en un cuento, entoncesexiste. Porque los cuentos existen. Porque los cuentos son esa partede la realidad que realmente vale la pena contar. La Historia sinhistorias es tan sólo una colección de datos; una lista de personajes,fechas, batallas y acontecimientos. La realidad sin cuentos no es másque una fría secuencia cronologías. La vida, la verdadera vida, estáen lo que vale la pena contar. Y uno de los secretos de saber vivir la

     vida es hacerlo viviendo a pleno aquellas historias que despuésmerecen ser relatadas. Aunque, a veces, no sean historias alegres ni

    divertidas.Por eso me puse hoy a contarles mi historia. Y también porque,aparte y más allá de lo que les acabo de contar, debo confesar que esoque no encontré en la Isla de las Cosas Perdidas lo terminéencontrando de todos modos. Aunque también es cierto que eso fue

     bastante después.

    Fue cuando me di cuenta de que en la isla no sólo no estaba esapersona que conocí y que llegó a ser sabia en tan poco tiempo, sinoque tampoco hubiera podido encontrar allí la esperanza de volver a

    encontrarme algún día con ella. Y no la hubiera podido encontrar enla isla porque esa esperanza no estaba perdida. Tal como me loexplicó el hada, estaba dentro de mí al igual que el recuerdo de esapersona. Yo mismo estaba llevando conmigo las dos cosas de unlugar a otro.

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    34/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    34

    Es que en la isla no hay esperanzas perdidas. Y no las hay por lamisma razón por la que tampoco hay sueños perdidos: porque laEsperanza no se pierde.

    No la pierden ni siquiera los que desesperan. Porque incluso ellospueden hacerla renacer alimentándola con un poco de Fe.

     Y si eso termina por no funcionar del todo, lo único que hay quehacer es agregarle a la Fe una gran dosis de Caridad.

    Con eso, la Esperanza se recupera.

    Créanme: es infalible.

    Porque la Fe, la Esperanza y la Caridad son tres hermanitas que

    siempre van juntas.

    Julio 2007

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    35/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    35

    EL CENTINELA

    Era de noche y hacía frío. Mucho frío. El negro del cielo formaba unpesado contraste con los puntos de luz de millones de estrellas que loperforaban. Una luna enorme lo miraba todo con fría indiferenciacircular y su alumbrado fantasmagórico se reflejaba sobre el blancomar de nieve que, excepto algunos negros islotes que podíaninterpretarse como avanzadas del bosque durmiendo sobre elhorizonte, proponía un ambiente sepulcral; como anunciando alguna

    inminente tragedia.

    El centinela se sacó los gruesosguantes y se sopló las manos enun gesto tan instintivo comoperfectamente inútil. Con treintao cuarenta grados bajo cero, latemperatura de su propio alientoera como un fósforo prendido enmedio de un glaciar.

    Miró a su alrededor y sesorprendió al darse cuenta de que, en lugar de cumplir con su teóricamisión de vigilar y observar cualquier movimiento inusual, estabasimplemente mirando el paisaje. Una irregularidad disciplinaria que,de seguro, no figuraría jamás en el libro de guardia. A menos que alenemigo se le ocurriese atacar justo en ese momento, en cuyo caso sífiguraría. O quizás ni aún así. Quizás si el enemigo atacaba noquedaría nadie para anotar nada en el libro de guardia.

    Cerró los ojos y escuchó. Si la iluminación era sepulcral, el silenciodirectamente parecía de ultratumba. Pensó que eso era consecuenciade la nieve. La nieve amortigua los ruidos. En otoño no se puedecaminar por un bosque sin hacer ruido. Las hojas caídas, las ramassecas, lo delatan a uno. Solamente en las viejas novelas de vaqueros

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    36/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    36

    existieron silenciosos indios que, con livianos mocasines de cuero dealce, eran capaces de moverse por el bosque en perfecto silencio. Enla vida real del centinela las cosas se presentaban muy distintas. Conpesados borceguíes y todo el equipo cargado, sólo en inviernohubiera sido posible desplazarse en silencio. Y aún así, alguna correa,algún herraje, algún arma, alguna bayoneta y hasta alguna aspirinaen su caja habría hecho algún ruido. Y en medio de un silencio total,hasta el más pequeño tintineo hubiera sonado como un disparo.

    No. Decididamente no había enemigos en la cercanía. Además: ¿aqué imbécil se le hubiera ocurrido salir a atacar posiciones enemigas

     justo en una noche como ésa? Una noche así era como para quedarse

    en casa, al calor de un buen fuego. Quizás con una buena copa en lamano. Quizás hasta con una buena mujer. Quizás parafraseando aaquél caballero inglés que habría dicho que todo lo que un hombrenecesita es un buen perro, una buena mujer y un buen vaso de

     whisky.

    Pues esa noche, el buen caballero inglés – pensó el centinela – decididamente no hubiera sido feliz. No había una sola mujer (y nihablar de una buena mujer) en al menos cincuenta kilómetros a laredonda. La mezquina provisión de pésima grapa que uno de los

    hombres del pelotón había conseguido contrabandear y traer consigo ya se había terminado hacía dos semanas. Y en cuanto a un buenperro... El centinela observó el paisaje. No. No sólo no había perros.Ni siquiera había lobos aullándole a la luna, como lo habríarequerido en forma obligada cualquier melodrama escrito como Diosmanda.

    Dios. Sí. Uno hasta tenía ganas de preguntarse qué podía estarhaciendo Dios en noches como ésa. O qué podía estar pensandocuando, como había sucedido meses atrás, sobre esa misma llanura y

    en esos mismos bosques entonces aún no cubiertos de nieve, lascriaturas hechas a su imagen y semejanza se dedicabanfrenéticamente a la ardua tarea de despedazarse los unos a los otros.

     Y todo ¿por qué? Pues, porque...

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    37/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    37

    El centinela se atascó en su línea de pensamiento. Sí. ¿Por qué enrealidad? Hacer kilómetros y más kilómetros a marchascompulsivas, cavar trincheras como un topo histérico; arrastrarse enmedio de cuanta espina se le ocurrió inventar a la naturaleza; comerpoco, de a ratos y mal; sentir la lengua reseca y la garganta ardiendopor la sed; tener todos los músculos del cuerpo casi petrificados defrío; soportar el miedo con temblores de estómago cuando el aireresulta invadido por balas y esquirlas que, silbando furiosas, lo

     vienen a buscar a uno. Y uno sobrevive solamente si tiene la suertede que toda esa porquería no lo encuentre. O quedar herido yempezar con la gangrena para que un médico devenido en carniceroampute lo que sobra para salvar lo poco que queda. Y salvarlo ¿para

    qué? ¿Para terminar lisiado y volver a casa, con lo poco que queda,siendo un perfecto inútil? ¿Recibir una medalla al heroísmo y pasar aser el tullido del pueblo por el resto de tu condenada existencia?

    No. Los únicos héroes verdaderos son los héroes muertos. O los locostan condenadamente desquiciados que hasta tienen la increíblesuerte de no cruzarse nunca con un pedazo de metal volando por elaire. Los primeros entran en los libros de historia. Los segundos seconvierten en los hombres populares que seducen a las mujerespopulares. Los otros; los tullidos, los amputados, los que vuelven con

    fatiga de combate, los que se despiertan de noche gritando; esos nocuentan. Como máximo alguien los sacará a pasear en un desfile paramayor gloria de la Patria. Pero la verdad es que ya no servirán nicomo elemento decorativo en la utilería de los homenajes patrióticos.

    ¿Y todo para qué? Para nada. Para que dentro de diez, veinte ocincuenta años alguien invente una guerra en algún otro lugar – o,dado el caso, hasta en el mismo lugar – y todo empiece de nuevo.Con otras armas más perfeccionadas en el difícil y dudoso arte dedestrozar a un semejante, con otros pretextos (probablemente tan

    sólo más estúpidos), pero con la misma crueldad, con la misma saña,con la misma ciega, furibunda y descontrolada ambición deprevalecer sobre el otro por medio de la muerte del otro.

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    38/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    38

    ¿Y Dios? Es curioso. Pero Dios parece venirlo tolerando desde hacepor lo menos dos millones y medio de años. El centinela de prontorecordó un libro de antropología que había leído en su juventud. Enuna de sus páginas aparecía el cráneo de un humanoide que, según laopinión de los que dicen que saben, habría vivido hacía unos 40.000años atrás. El cráneo estaba destrozado y perforado, muyprobablemente por una piedra. Sí. El fenómeno no era nada nuevo.

     Venía repitiéndose desde la noche de los tiempos y, casi con absolutaseguridad, seguiría repitiéndose hasta el día del Juicio Final.

    El centinela volvió a ponerse los guantes y se puso a caminar parahacer su ronda. Lo hizo en parte para combatir el frío con un poco de

    movimiento pero en parte, también, en forma mecánica. Porque, sitodo era así, no podía dejar de tener la sensación de que no teníasentido. Nada tenía sentido.

    El conflicto no tenía sentido. Un par de señores en alguna partedecide de pronto atacar a otro par de señores en otra parte. Ydespués de eso te sacan de tu casa, te meten en un uniforme, teenchufan un arma y una tonelada de municiones, te cargan en untransporte, te tiran en medio del campo te dicen: “Si aparece alguno

     vestido de una manera diferente a la suya, mátelo. Porque si no lo

    mata, el otro lo va a matar a usted”.Eso no tenía sentido. ¿Para qué matarlo? Bueno. En realidad, paraque el otro no me mate. Pero ¿por qué habría él de querer matarme?El centinela no pudo reprimir la mueca de algo que podría haber sidouna sonrisa. Es un poco obvio ¿no es cierto? Al otro le habrán dichoexactamente lo mismo...

    Somos solamente peones de un enorme juego de ajedrez jugado porlos grandes poderosos. ¿Y si Dios está haciendo lo mismo con

    nosotros? ¿Y si somos solamente peones del universal juego deajedrez jugado por Dios? Pero ¿por qué habría Dios de jugar alajedrez usándonos como piezas del tablero cósmico? No. Quizás esano sería la pregunta correcta. No se puede jugar al ajedrez contra

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    39/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    39

    uno mismo. Los poderosos del mundo juegan los unos contra losotros. ¿Contra quién estará jugando Dios?

    ¿Podría estar jugando contra el demonio? No. Tampoco tiene muchosentido. Un combate, cualquier combate, hasta uno incruento comoel ajedrez, sólo es posible si la victoria es incierta. Si la victoria estádeterminada de antemano el combate es una reverenda estupidez. SiDios es todopoderoso el demonio no podría ganar nunca. Y el diablopodrá ser muchas cosas pero no es estúpido.

    Pero... ¿y si Dios no quisiera ser siempre todopoderoso? ¿Y siDios permite que elijamos para hacernos responsables de nuestraselecciones? ¿Y si el Bien y el Mal están ahí para obligarnos a elegir?¿No hablan acaso los orientales del Yin y del Yang como tensionescontrapuestas cuyo punto de equilibrio constituye una de lasmáximas sabidurías? ¿No está acaso todo el cosmos compuesto porpartículas con cargas opuestas que se rechazan entre sí? ¿No es poresto que giran los planetas alrededor del sol? ¿Y si todo no es másque una eterna guerra entre lo que está bien y lo que está mal?

    Porque, si fuese así, no debería resultar muy difícil decidir de quélado uno quisiera pelear. Y hasta podría llegar a tener algo desentido. Ser el peón de ajedrez de una partida jugada por dos idiotasque un día se levantaron con ganas de aniquilar al otro no esdemasiado atrayente, por cierto. Además, en esa lucha uno nisiquiera puede elegir de qué lado está. Uno es ciudadano de un país;te encajan un uniforme y te despachan. En alguna parte hay quenacer. De modo que uno, ciudadano, es. Lo quiera o no. La patria nose elige. Se acepta.

    Pero en el otro caso no. Uno podrá ser un peón en el tablero. Oquizás, si tiene méritos suficientes, incluso alguna pieza un poco más

     valiosa. Lo bueno, en todo caso, es que puede elegir de qué lado deltablero va a participar. Y eso depende de lo que uno quiera ser en la vida y de lo que uno quiera hacer en la vida.

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    40/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    40

    Si uno quiere ser rico, poderoso, famoso, popular y aplaudido, eldiablo podría ser una buena opción. Al fin y al cabo, al menos segúnla leyenda, esas son las cosas que siempre ofrece el diablo. Pero siuno quiere ser simplemente un tipo como la gente, una buenapersona; si uno quiere hacer cosas que realmente valgan la pena,construir cosas que perduren, que sean buenas, útiles o simplementehermosas, para dejárselas a los que vendrán después, cuando uno yano esté más entre los vivos; si uno quiere ser uno de esos sereshumanos que se mencionan con respeto y se recuerdan con cariño, oal menos con gratitud, entonces la opción es otra. Quizás no la de unDios eternamente enojado, con barba en la cara y truenos en lasmanos, que castiga con fuegos eternos y vahos de azufre a los que se

    acuestan con la mujer del vecino. Pero sí podría ser la opción por unDios comprometido en una titánica lucha contra todos aquellosempecinados en convertir su hermosa creación en un chiqueroinfernal.

    El centinela completó su ronda y regresó a su punto de partida. Volvió a sacarse los guantes y se sopló las manos en el mismo gestotan instintivo como perfectamente inútil. Respiró hondo y el frío lehizo doler los pulmones. Pero esta vez el dolor no le molestó tantocomo otras veces, ni el aparente sinsentido de la guardia le irritó

    tanto como en otrasoportunidades. Si uno podíaelegir la trinchera, la guerrapodía llegar a tener sentido.

    Claro: no la guerra entre loscretinos poderosos de turno.Pero sí la otra. La que uno eligepara convertirse en el pequeñoaliado de un Dios que ha hecho

    muchas cosas buenas yhermosas.

    Como, por ejemplo, ese inmenso cielo formando un misteriosocontraste con esas millones de estrellas enviando mensajes de luz

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    41/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    41

    desde la inmensidad del espacio sideral. Como esa luna enorme quelo mira todo con su algo graciosa cara de torta y cuyo delicadoresplandor ha iluminado discretamente el beso de tantosenamorados. O como ese blanco mar de nieve que hacía de impolutaalfombra tendida ante el silencioso bosque durmiendo sobre elhorizonte y que, en la próxima primavera, dejaría de ser silencioso,dejaría de dormir, para convertirse en el ruidoso hogar de miles ymiles de seres vivientes en una magnífica explosión de vida.

    Si. Uno podía imaginarse ser el pequeño aliado del Dios de losgrandes lagos, las altas montañas, los alegres arroyos, lasimponentes llanuras y, ¿por qué no?, los buenos perros, las buenas

    mujeres y el buen whisky.

    .*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.

    El centinela se estaba volviendo a poner los guantes cuando vioaparecer desde las trincheras a su relevo.

    – ¿Alguna novedad? – preguntó el relevo, con visible cara desemidormido y obviando todo el protocolo exigido por el reglamento.

    – Sin novedad. No hay movimiento. Todo tranquilo. ¿Dormidotodavía?

    – Un poco. Lo que pasa es que venía durmiendo como un tronco.

    – La verdad: lo envidio. ¿Cómo lo consiguió?

    – ¿Quiere que le sea franco? ¿Totalmente franco?– Por supuesto

    – La pura verdad es que, cuando usted está de guardia, yo siempreduermo como un tronco.

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    42/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    42

    El centinela, halagado, no pudo menos que sonreír. Abiertamenteesta vez. Palmeó al relevo en la espalda con esa camaradería quesolamente puede producir la trinchera y, ya retirándose, comentó:

    – Eso es bueno. Porque ahora soy yo el que va a dormir como untronco.

    Mientras se retiraba, el centinela le echó un último vistazo, esta vezrealmente crítico a la gran alfombra blanca que los rodeaba. No. Esanoche el enemigo no atacaría. Y, si atacaba, pues tanto peor para él.El pelotón podía andar mal de provisiones y de comodidades peroestaba bastante bien equipado de hombres que sabían hacer lo suyo.

    ¿Y el enemigo? Y... probablemente el enemigo estaba en la mismasituación. Pero, desgraciadamente, uno en esta vida muchas veces noelige a su enemigo. A veces es elegido por un enemigo. Y esarrastrado a un combate que no eligió. Y tiene que sufrir todas lascalamidades del combate porque, como sabe todo veterano, más dela mitad de la guerra es hacer guardia y sufrir. Y además tiene quepelear aunque no quiera. Quizás hasta contra un enemigo al cual, alfinal, no podrá vencer.

    Pero, de todos modos, la victoria es incierta. Y cuando la victoria es

    incierta el combate siempre es posible. Y hay solamente dos caminospara quien resulta atacado, en una situación incierta, habiendo sidoelegido por un enemigo al que no buscó: o combate, o se convierte endesertor. Otra opción no existe. Este universo es aparentemente tan

     binario que hasta la vida misma a veces lo sitúa a uno frente aopciones binarias y excluyentes. Y muchas veces estas opciones sonextraordinariamente crueles y requieren decisiones terriblementedifíciles. Pero, en contrapartida, la vida no ofrece solamente larecompensa de una victoria posible. También ofrece la recompensa

    de la satisfacción íntima por una decisión bien tomada, llevada hastael final, con honor, responsabilidad y sentido del deber. Y, en la victoria o en la derrota, esa satisfacción vale más que todas lasmedallas del mundo. Porque aún la más insigne y prestigiosa de lasmedallas del mundo sólo vale si el que las lleva despierta en sus

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    43/72

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    44/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    44

    EL SABIO Y LAS ANTORCHAS

    El anciano se recostó contra el tronco del árbol y dejó que el verdedel pasto de la pradera inundara su mirada produciéndole esaagradable sensación de sosiego que había estado buscando y que erauna de las principales razones por las cuales en realidad habíallegado hasta allí. Era una costumbre ya arraigada en él. Casi algo asícomo un ritual. Desde pequeño, cada vez que precisaba poner susideas en orden, cada vez que necesitaba meditar o resolver algunadifícil cuestión, iba a la pradera, se recostaba contra un árbol ydejaba que el paisaje construyera un marco para sus pensamientos.

    De hecho, nunca había terminado de entender a los otros que, comoél, buscaban quizás las mismas respuestas pero desde el encierro enoscuros recintos, sombrías recámaras o lóbregos claustros dóndesólo, casi por equivocación, se extraviaba alguna que otra vez undespistado rayo de sol.

    ¿Cómo se podrá pensar desde las tinieblas? –  se había preguntado, y más de una vez, el anciano. ¿Por qué algunas personas, para tratar

    de pensar al mundo, huyen del mundo? ¿Por qué recluirse si lascuestiones a solucionar y comprender están allá afuera; les pasan alas personas que vemos y tratamos todos los días siendo que lamayoría de las veces suceden a plena luz del sol? ¿Qué valor puedetener la oscuridad y el casi total silencio si lo que uno busca es unaluz que ilumine el camino y un pensamiento hecho palabra que lodescriba con la mayor perfección posible? Si uno hace preguntas allíen dónde sólo por error se extravía un rayo de luz, muyprobablemente sólo por casualidad hallará alguna brillanterespuesta.

    Concedido: de seguro, el bullicio urbano tampoco es el marcoadecuado. La vida viene acompañada muchas veces de una cantidadcasi inmensurable de superfluidades: ruidos superfluos, apurossuperfluos, conflictos superfluos, vanidades superfluas,

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    45/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    45

    preocupaciones tan superfluas que producen úlceras gástricas hoytan sólo para demostrar mañana su casi absoluta trivialidad. A veces,es como si para acceder a la esencia de la vida hubiese que despojarlade varias capas de superficialidad insustancial. Como si la vidatratase de escapar de la comprensión humana vistiéndose coninnumerables armaduras de inútil frivolidad; armaduras que luegohay que ir quitando, una por una, para llegar al núcleo esencial que,al fin y al cabo, es lo único que importa.

    El anciano entrecruzó los dedos de ambas manos poniendo laspalmas sobre su cabeza, estiró las piernas y dejó que las rugosidadesdel tronco del árbol se hicieran sentir en su espalda. Respiró hondo.¿Por qué será que muchas personas son tan adictas a los extremos?

    ¿Por qué será tan popular aquello del “todo o nada”? ¿Por qué correra encerrarse en una celda oscura cuando lo único que se necesita estomar un poco de distancia de la locura ciudadana? Más de mil añosatrás Aristóteles se había hecho preguntas similares y había llegado ala conclusión de proponer un dorado término medio comoalternativa equilibrada a los extremos intransigentes. La propuestasiempre había resultado atrayente. En principio, un buen términomedio podía ser una opción válida ante dos locuras extremas. Pero¿era siempre la mejor opción? ¿No era acaso el famoso término

    medio muchas veces nada más que un mero pasaporte a lamediocridad? El “todo en su medida y armoniosamente” de losantiguos sabios espartanos, ¿no era acaso un simple eufemismo porno decir “ jamás te comprometas; jamás arriesgues; navegaconstantemente por el mar de las medias tintas”? 

    En algún punto de nuestra existencia, es prácticamente inevitableque la vida nos coloque ante opciones excluyentes. La pura verdad – 

     y el anciano lo sabía – es que no siempre hay términos mediosposibles. No todas las magnitudes de la vida son divisibles por dos.

    No siempre es posible lograr esas soluciones intermedias que tantoadoran aquellos que, en lugar de solucionar los problemas, losestiran, especulando con que el tiempo hallará la forma de volverirrelevante mañana lo que hoy tanto nos preocupa. No hay realmentetérminos medios entre la honestidad y la deshonestidad; entre la

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    46/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    46

    dignidad y la indignidad; entre la sinceridad y la falsedad; entre elhonor y la ignominia. Alguien dijo alguna vez que el honor es comola virginidad: se tiene o no se tiene y se lo puede perder una sola vez.

     Y así como una mujer no puede estar tan sólo parcialmenteembarazada, un hombre no puede ser tan sólo parcialmente íntegro.La integridad y el honor no admiten términos medios. Y cuando

     valores como éstos están en juego, las respuestas son siempre por sío por no.

    . . . . . . . . . . . . . . .

    Esa noche, el anciano sabía que se enfrentaría con un problema

    espinoso. El rey de la comarca, se encontraba muy enfermo y en sushoras de padecimiento, de pronto se había dado cuenta de latrivialidad de todo lo hecho hasta ese entonces. Mirando hacia atrás,había encontrado que nada de lo realizado terminaba de satisfacerlo.Había ganado batallas, había avanzado sobre otros reinosconquistando otras comarcas y había consolidado y ampliado supoderío. Había sido justo y equitativo con sus súbditos. Los habíadefendido en la adversidad; nunca exigiéndoles sacrificiosinnecesarios o tributos superfluos. Había velado por el bien de todos,sin favoritismos y sin exclusiones. Vivía con sobriedad, con un nivel

    digno de su posición pero sin ostentaciones superfluas nidespilfarros ridículos.

    Sin embargo, en lo profundo de su corazón el rey sentía un vacío.Había hecho todo lo que se esperaba de él, es decir: lo que los demáshabían esperado de él. Pero le parecía poco. Había sido un buen rey.Pero no le parecía suficiente. Por eso había acudido al anciano sabiopara que le diera consejo. ¿Qué tenía que hacer para llenar ese vacíoque, de alguna forma, oprimía su corazón y lo despertaba, noche trasnoche, para recordarle una misión no cumplida?

    El anciano conocía esa sensación. Los grandes conductores dehombres la llamaban la soledad del mando. Los grandes místicos la

     buscaban deliberadamente a fin de poner en orden sus ideas y su fe.Probablemente eso explicaba su huida del mundo. Al menos por un

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    47/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    47

    tiempo. En realidad, todos los que habían hecho grandes cosas, opasado por grandes penurias; todos los que – por alguna razón o porotra – habían sufrido mucho y se habían hecho muchas preguntas,conocían esa sensación. Ese vacío interno que tanto oprimía y queparecía tan difícil de llenar.

    ¿Qué le podía llegar a decir esa noche el anciano sabio al rey?

    Por de pronto le diría que todos tenemos una misión. La vida misma,al sernos dada, nos impone una misión, lo queramos o no. Es lamisión de vivir esa vida al máximo pleno de las posibilidades quetengamos y de las que se nos brinden. Es vivirla hasta agotarla pero,al mismo tiempo, construyendo cosas por el camino para facilitarle el

    cumplimiento de esa misma misión a los demás. Pero esa misión noes elección nuestra. Nos es dada. La vida la ofrece a todos y a todosles da la posibilidad de cumplirla porque la vida nunca nos exige másde lo que podemos dar. Esa misión es lo que las personas íntegrassienten como su Deber y es esa misión la que les da el sentido delcumplimiento del Deber. Por eso las personas auténticamenteíntegras no claman tanto por sus derechos sino por oportunidadesconcretas que les permitan cumplir acabadamente con su Deber.

    Por supuesto, también sucede que muchísimas personas caminan

    por la vida sin darse cuenta de que tienen esa misión. Con todo,algunos saben – o, por lo menos, están enterados de que la tienen.Pero incluso hay muchos que se pierden en el fárrago de lo cotidiano

     y terminan corriendo detrás de objetivos que no tienenabsolutamente nada que ver con su verdadero Deber. Con lo quemalgastan toda la vida en esas cosas superfluas que han inundadonuestra existencia, tan sólo para darse cuenta al final del camino quetodos los honores, todas las dignidades, todas las felicitaciones ytodos los reconocimientos cosechados por el camino fueronsolamente aplausos al viento.

    Otros, sin embargo, son conscientes de la misión que la vida leotorga a cada uno de nosotros. Saben que, si tienen un don – yaunque ese don no sea más que el don del zapatero de hacer buenoszapatos, o el don del carpintero de construir buenas mesas, o el don

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    48/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    48

    de sobrellevar con dignidad los problemas y las dificultades que nospresenta el destino – ese don debe ser ejercido, perfeccionado ypuesto al servicio de los demás. Aunque más no sea como ejemplopara los otros. Aunque más no sea para demostrarle a todo el mundoque se puede. Aunque más no sea para darles a los demás unpequeño punto de apoyo que les permita aprender algo que nosaben. Aunque más no sea para poner un pequeño ladrillo sobre elque otros se podrán apoyar para poner más ladrillos. Y no importa eltamaño de ese ladrillo. Ni su ubicación. No importa que sea pequeñoo grande; ni que esté en un lugar importante o secundario. Lo queimporta es que esté bien puesto y que sea sólido y confiable. Eso escumplir con nuestro Deber. Con el Deber que la vida le confiere a

    cada persona. Las personas que ponen ese ladrillo pueden sentirse yasatisfechas, con esa satisfacción que da – precisamente – el Debercumplido.

    Lo esencial es entender que la misión que la vida nos otorga no tienepor qué ser una cosa tremendamente grandiosa y extraordinaria. La

     vida no nos exige nunca más de lo que podemos dar. Las cosasgrandiosas y extraordinarias las exige de aquellos a quienes les ha

    dado, también, donesgrandiosos y extraordinarios: a

    los grandes artistas, a losgrandes sabios, a los grandesconstructores, a los grandesconductores y a los grandescreadores. Cada uno denosotros tiene el Deber quepuede cumplir. Por supuestoque eso no significa que sea fácilcumplirlo. Seguramenterequerirá esfuerzo, dedicación,

    constancia y hasta es muyposible que implique grandes sufrimientos. Pero podemos cumplirlo.Si la vida es una creación de Dios y Dios nos ha tejido a todos comoun Padre en el seno de nuestras madres, no es concebible que nosexija lo que no podemos hacer porque un padre nunca exige de sus

  • 8/18/2019 Cuentos Cuentos - Denes Martos.pdf- Denes Martos

    49/72

     

    Denes Martos El Rey de las Estrellas

    49

    hijos una tarea para la cual previamente no les ha dado la capacidadde cumplirla.

    Pero después, algunas personas se dan otra misión. Una misiónadicional. Una misión elegida voluntariamente. Una misión más allá y a veces hasta diferente de la que nos da la vida. Hay personas quese sienten capaces de hacer, de construir, de averiguar, de saber, decrear, de organizar, de conducir. Y se imponen a sí mismas unamisión. Y los grandes héroes hasta llegan a inmolarse en elcumplimiento de esa misión. Se imponen un Deber más allá delDeber que impone la vida. Quieren ir más lejos. Quieren empujarfronteras. Quieren abrir caminos, descubrir oportunidades,posibilidades, alternativas. Los impulsa un fuego sagrado que los

    lleva hasta el extremo de intentar lo imposible. O, por lo menos, loque los demás seres humanos creen que es imposible.

    Este fuego sagrado ha estado en muchas personas. En un Cristo quepredicó la vida eterna y para dar testimonio de sus palabras abrió los

     brazos y se dejó clavar en una cruz. En los esposos Curie queabrieron el camino para que tengamos acceso a la más fantásticafuente de energía jamás descubierta. En un Werner von Braun quenos abrió las puertas del espacio sideral aún en medio de unacatástrofe de muerte y destrucción. En un Pasteur que, contrariando

    casi todas las opiniones de sus contemporáneos, consiguiómostrarnos el origen de muchas de nuestras enfermedades yproblemas. En miles y miles de grandes y no siempre conocidaspersonalidades de la Historia gracias a las cuales hoy tenemos laposibilidad de saber más, de hacer más y hasta de ser mejores.

    Son esas personas las que pueden llegar a sentir el vacío interno. Esaopresión que produce el sinsabor de saber que el Deber no estáacabadamente cumplido. Que hay más para hacer. Que se podríahaber hecho más. Que las cosas se podrían haber hecho mejor. Esa

    era la situación del rey. Había cumplido con el Deber que la vida leimpusiera, pero no había conseguido cumplir con el que él mismo sehabía impuesto. En