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¿CÓMO NOS TOCA LA GUERRA? Compilación Número 2 Maestría en Desarrollo Rural. Seminario de Problemas Rurales Segundo semestre, 2007
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Feb 07, 2018

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¿CÓMO NOS TOCA LA GUERRA?

Compilación Número 2

Maestría en Desarrollo Rural. Seminario de Problemas Rurales

Segundo semestre, 2007

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TABLA DE

CONTENIDO

Presentación

1. Y si a mi me preguntan…

2. ¿Cómo me afecta individual y colectivamente?

3. Una imagen de guerra

4. Esta chiquita es mi esperanza

5. La guerra me toca cada día…

6. Chispas de violencia en Macheta

7. Para que conozca la selva

8. Mi vivencia del conflicto en zona de García Rovira

9. Ni todo lo malo es tan malo, ni todo lo bueno es tan bueno

10. Una amnesia colectiva

11. Relatos familiares

12. Crónicas que no deberían existir, que no tendrían por que ser

contadas

13. La guerra: la sombra acompañante en mis sitios de trabajo

14. La incursión

15. Lo que nos cuesta la guerra

16. La guerra: reflejo evidente de los vacíos individuales y colectivos

17. Víctimas por amor

18. Pesca blanca en mares del Pacífico

19. Estas conmigo o contra mí

20. ¿Cómo criar hijos en medio del conflicto armado?

21. Una buena plaza para camellar

22. Todavía tengo miedo

23. Bárbara María Santos

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1

PRESENTACIÓN

Esta es la segunda cartilla que recoge las crónicas sobre ¿Cómo nos

toca la guerra?, elaboradas para la asignatura de Problemas Rurales por

los estudiantes del primer semestre de la Maestría en Desarrollo Rural,

del segundo semestre lectivo del 2007.

Son elaboraciones hechas a partir de las vivencias, experiencias o

reflexiones del cómo han percibido, experimentado o conocido a través

de otros, este proceso de conflicto y violencia en nuestro país.

El ejercicio, realizado en un estilo libre y muy personal, busca ser un

espacio diferente de reflexión de un tema que toca de diferente manera

a cada uno de los estudiantes, pero que además de ser una actividad

académica, intenta ser un esfuerzo colectivo de recuperación de la

memoria histórica de nuestra realidad, atravesada por el conflicto y sus

manifestaciones de violencia: desplazamiento, pobreza, exclusión y en

la mayoría de los casos, desesperanza.

Pero igualmente, es la posibilidad de encontrar experiencias y

reflexiones vitales y de construcción de otros sueños y opciones de un

¡mundo mejor!.

La cartilla se ha organizado de manera fortuita, pues todos y cada una

de las crónicas, en sí misma, tienen un gran valor e importancia para

este trabajo de memoria colectiva, y que en muchas oportunidades, son

acontecimientos vividos y/o guardados sin la posibilidad de compartir.

Los nombres, sitios y ciertos detalles han sido modificados por sus

autores. Se ha utilizado seudónimo para algunas crónicas y otros

aparecen sin autor, con el fin de guardar la confidencialidad de los

mismos.

Solo nos queda agradecer a todos y cada uno, por el esfuerzo y

dedicación hecha en estas elaboraciones, pero sobre todo, el

sentimiento y la emotividad manifiesta en las mismas crónicas y el

hecho de compartir estas crónicas con el resto del grupo y demás

posibles lectores.

Finalmente, esperamos su entusiasta lectura, igualmente los aportes y

sugerencias que nos ayude a ir recopilando y socializando este

ejercicio, que semestre a semestre hemos realizado y que, siempre

hemos deseado, se convierta en una publicación de permanente

construcción colectiva.

www.fuenterrebollo.com/Picasso/pinturas/campe...

María Teresa Barón Cruz y Flor Edilma Osorio Pérez

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2

1.

Y si a mi me preguntan Por: Ofelia

Y si a mi me preguntan como me ha tocado la guerra para una asignatura que se

llama problemas rurales, a quien recurriría? Afortunadamente ni yo ni nadie de mi

familia ha sido victima directa de esta dolorosa guerra que día a día azota a mas

inocentes y deja arruinadas las condiciones psicológicas y sociales de millones de

corazones. El escenario imaginario de la guerra en Colombia es el campo, a pesar de

que este desenfrenado hecho violento este buscando trascender el sector rural al

urbano, la desolación, tristeza, marginalidad y pobreza es evidente principalmente en

las comunidades rurales. Aquellas personas que todos y cada uno de los días de su

vida trabajan para llevar una vida digna y llena de bienestar son golpeados por el

estruendo de una guerra interminable que solo deja heridas que para muchos aun no

cicatrizan. Yo se que una crónica que ayude a demostrar como a todos nos ha tocado

la guerra permite identificar que hay quienes realmente la viven estando dentro de

ella, y otros quienes simplemente la ven como un observador mas, realmente mi

crónica no es tan ilustrativa y representativa como cualquier otra, pero soy conciente

que esta guerra nos toca a todos, seguramente a unos mas que a otros y son muchos

los efectos de ella, personalmente tratare de mencionar algunos de los hechos que

fueron mas impactantes para mi…

¿Muerte política o social?

Soy Bogotana, nacida en el año de 1985. Seria mentirosa si dijera que mi niñez fue

dolorosa, por lo contrario nunca percibí alguna necesidad o carencia, los primeros

años de mi vida fueron tan comunes como la de cualquier otro niño que nunca estuvo

cerca de la guerra, juegos e ingenuidades… obviamente una niña de 4 años como yo

en el año de 1989 nunca pensó en ver el noticiero, leer el periódico o escuchar la

radio y saber que es lo que estaba pasando en el país. Pero fue ese año, el 18 de

agosto, que alcance a deslumbrar la tristeza causada por un asesinato, no lo recuerdo

precisamente bien, simplemente observaba como Tía amparo lloraba mientras miraba

en la televisión la primicia: habían asesinado a un personaje cuyo apellido era Galán,

para ese entonces al parecer este señor seria el próximo presidente de la nación.

Obviamente no estaba en la capacidad de indagar porque el asesinato había

ocasionado tanta conmoción en mi tía, sabiendo yo que ese señor no tenia ningún tipo

de familiaridad con ella, ¡y mucho menos el motivo por el cual le habían quitado la

vida!, en todo caso desde ese momento duele saber como aun después de casi 20 años

encuentran la cabeza de este siniestro plan que marco a muchos Colombianos

(Incluyendo Tía Amparo), ¿como hubo tanta gente y tanta maldad detrás de la muerte

de un líder político que le apostaba a la soberanía de un país cansado de mas de 40

años de guerra e injusticias?

¿Qué tan placentero es matar?

Cuando se es niño, no hay cosa mas grata que lleguen las vacaciones de Diciembre,

no solo porque se deja de estudiar y obviamente se reciben regalos por doquier, si no

también porque uno se puede quedar en casas diferentes a la propia, el Diciembre de

1993 no fue la excepción a estas condiciones, me encontraba yo en casa de mis

primas, viendo televisión, después de una tarde llena de juerga y diversión, Mi tío

quien acababa de llegar cambia el canal que estábamos viendo, ¿Para que? Para ver

como habían acabado con un capo de la mafia y la muerte: Pablo escobar.

Obviamente que yo ya había escuchado de este señor, tenia yo 8 años y desde que

tenia uso de razón a este señor lo buscaba todo el mundo, era asesino, narcotraficante,

corrupto, PODEROSO, tenia entendido también que adicional a estos defectos era

una persona que había ayudado a mucha gente en Medellín. Si Pablo escobar fue

noticia en vida, Fue noticia en Muerte y aun sigue siendo noticia con los efectos de su

guerra, como no me iba tocar el hecho de que el bloque de búsqueda el cual había

intentado atrapar a este personaje por mucho tiempo, carcajeara y posara para una

foto con el cuerpo yerto de Pablo escobar en el tejado de una casa en un barrio de

estrato medio en Medellín, ¿como no? Ver el grado de desfiguración en el quedo su

rostro después de su muerte. Pensar que detrás de el habían tantos rostros como el de

el ahora, de verdad que fue escalofriante esta noticia, llena de incertidumbre y duda,

¿porque, arregla la vida de tantos la muerte de otros? Evidentemente en este país la

vida cada vez valía menos. Un capo de la mafia dominaba la vida y la muerte de

muchos, inclusive un narcotraficante como lo fue Pablo Escobar domino en algún

momento la dinámica de la economía del país del país. Realmente Colombia estaba

en guerra.

AUC: silenciadores del pueblo.

El 14 de Agosto del año 1999, con 14 años de edad, estudiando en el Colegio Cafam,

cursando grado décimo; me dirijo hacia el salón de clases, Mi compañera un poco

exaltada me pregunta si se de la muerte de Jaime Garzón, ¿Pero como?, ¿mataron a

Jaime Garzón? ¿El de Zoociedad? ¿El Humorista que creo un personaje tan

espontáneo como Heriberto de la calle? Era realmente increíble, la guerra trascendía

lo político. Estaba tocando la puerta de los que daban alegría al País y le enseñaba a

reírse de si mismo, los noticieros solo tenían claro que el asesinato había sido causado

por un par de sicarios en una motocicleta y que al parecer el ya había sido amenazado

varias veces. ¿Como no? Si todos sabíamos que garzón estaba mas untado del

proceso de Paz que el mismo comisionado para ella, y quizás todo este acercamiento

a la guerra lo incluyó dentro de ella para ser el blanco de muchos. Castigar la

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impunidad con la que este caso ha sido llevado no es el objetivo de este escrito, pero

evocar el sentimiento de impotencia al ver como la guerra esta arrastrando con todo

es realmente conveniente. Fue realmente doloroso observar como millones de

personas repudiaban el hecho; desde emboladores hasta políticos aglomerados en la

plaza Bolívar, llorando por el que fue y dejo de ser como consecuencia de la guerra,

actualmente todavía es inevitable para mi sentir tristeza al pasar en frente del sitio del

asesinato de este mártir de la paz cerca de Corferias.

Educación en medio del conflicto

Toda la vida me gusto todo lo relacionado con los animales y el campo, por obvias

razones decidí escoger la zootecnia como mi carrera profesional, nunca tuve otra

opción mas para estudiarla que la Universidad Nacional de Colombia, para nadie es

mentira que el hecho de ser una universidad subsidiada por el Estado hace que la

calidad de su educación este dentro de las mejores del país, ingresé en el año 2001,

consciente de el entorno al que me tendría que someter, la Universidad Nacional es

un constante escenario de enfrentamientos y luchas políticas, realmente creo que es la

universidad que mas manifiesta su discrepancia con las injusticias sociales y

políticas, el espíritu revolucionario que caracteriza los estudiantes de la “nacho” no es

en vano. Escuchar un petardo en medio de un salón de clase y desalojar el campus en

muy poco tiempo, explica el desorden social causado por la guerra, observar como

mínimo dos o tres veces al mes hay parados docenas de antimotines frente de la

universidad preparados para una lucha inminente, en el mejor de los casos con

mangueras de agua sometidas a fuerte presión, y en el peor con balas que dan muerte

a los manifestadores. ¿O que decir de la muerte del activista Carlos Giovanni blanco

en el año 2001 durante una manifestación por la guerra en Afganistán? ¿No es guerra

cuando los medios oficiales de Colombia prácticamente ignoraron el hecho? Eso es

guerra, caminar por la Plaza Che, con los ojos llorosos por efecto de los gases

lacrimógenos o en su defecto atemorizada por la cercanía en la que caen las

denominadas “papas bomba” (En alguna ocasión sentí tan cerca una… casi rompe mi

tímpano), hay que vivir para contarlo. Mientras no haya un acercamiento a la justicia

social, nunca dejara de existir grupos de resistencia y revelación.

La masacre de Bojayá

Como seguramente lo mencione al comenzar este escrito, la guerra ataca los lados

mas sensibles e inofensivos del país, el 2 de mayo del 2002 la guerra cerco la vida de

300 personas pertenecientes a la comunidad Afro colombiana en un recinto sagrado

de Bojayá al norte del Choco, esta catástrofe a parte de quitarle la vida a mas de 100

personas y ocasionar graves heridas a otras tantas, produjo tristeza, desolación e

inclusive hambre a quienes sobrevivieron tras este enfrentamiento entre las FARC y

las Autodefensas presentes en la Región. Este atentado cobro la inocencia de más de

40 menores de edad presentes en el municipio, quienes con sus respectivas familias

encontraron en la iglesia un posible amparo y consuelo tras varias horas de

enfrentamiento, sin embargo un fusil de las FARC les arrebato sus sueños a algunos y

sus familias a otros. Es difícil creer que después de un hecho tan desgarrador en un

municipio cuyo nombre fue escuchado solo cuando muchos de sus habitantes yacían

bajo los escombros de una iglesia, la guerra no solo cobro vidas inocentes, hoy día

muchos sobrevivientes desplazados y marginados por este evento han buscado el

sustento en las grandes urbes cercanas al lugar, para verse enfrentados a una

desgarradora pobreza adicional a las heridas morales que esta guerra les ocasiono

hace 5 años. En alguna emisión del noticiero, Días después de la masacre, fue

notificado que muchos de los cuerpos victimas de la masacre debían sen enterrados

en fosas comunes, la guerra les quito la vida, además de sus nombres para poder al

menos ponerlos en una lapida, la familia aseguraba el miedo de visitar sus familiares

en el cementerio, el camino a el estaba minado, lo que imposibilitaba su transito…

¿Qué se defiende con la guerra? Finalmente las victimas (en este caso los afros

colombianos) son precisamente las personas por las que se lucha en este país de

injusticias.

El árbol en llamas

La trágica noche del 7 de febrero del 2003 permitió identificar que la guerrilla FARC

no se limitaba al camino duro de las trochas rurales. El efecto terrorista de esta

organización había logrado infiltrarse en uno de los sitios más exclusivos de la

capital: CLUB EL NOGAL. Pasadas las 9:00 de la noche de este día ya era noticia

que el club había sido blanco de un ataque de las FARC mediante un carro bomba,

sus perdidas eran incalculables, en estas horas de la noche era cuando mas visitado

era este sitio, ¿Qué pretendía este ataque guerrillero? ATERRAR, como tantos de los

siniestros daños que esta organización ha causado al país, dejó de tener ideales y

resistencias a las injusticias sociales, se convirtieron en buscadores obsesivos del

poder, a causa de lo que fuese. Ver la noticia conmociono, el resultado no eras mas

que escombros, heridos y perdidas humanas: de inocentes, que como yo hasta ese

entonces pensaron que la guerra jamás les iba a tocar. Lo peor de esto es que quien

entro los explosivos al club, fue también victima de las FARC, pues el, un joven de

26 años, profesor de squash, fue una de las victimas, los detonantes de la explosión

funcionaron mucho antes de lo previsto, sin dar tiempo para que el saliera del club, de

verdad que no se quería testigo vivo. Pese a todo este aterrador hecho lo mas triste es

ver como hace poco en una edición de la revista semana dan testimonio de vida los

sobrevivientes de este fatídico momento, leer como uno de ellos narra el momento en

que su hijo de no mas de 9 años era absorbido por las llamas, hasta morir. O como

una joven mujer pierde el sentido del gusto por el estruendo que le causo perdidas en

las terminales de miles de neuronas. Leer el testimonio de tantos que perdieron no

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una sino dos extremidades, realmente toca no solo los corazones de ellos, también los

de millones que sufrimos mientras vivimos la guerra.

Concluyendo…

Definitivamente la guerra nos toca a todos, no hace mucho tiempo, estuve realizando

mis prácticas profesionales en una camaronera ubicada en el municipio de la Barce

del departamento de Sucre. Estaba rotundamente prohibido salir de la empresa a

menos que presentase algún aval por el grupo paramilitar líder de esa época en dicha

zona, estaba yo interna dentro de la camaronera 5 días y descansaba 2 en Cartagena,

para llegar a mi sitio de descanso me podía movilizar solo en lancha, pese a ello en

alguna ocasión salí de la camaronera de manera terrestre (con el permiso respectivo).

El Panorama fue realmente desgarrador, el concepto de pobreza no era significativo

en esta zona, era realmente miseria lo que explicaba la vida de estas personas, niños

afro descendientes en altos grados de desnutrición, marginados por el gobierno,

ONG, instituciones publicas y otras entidades que profanan su objetivo en el

bienestar social de las comunidades rurales, Estas Familias estaban a merced de las

Autodefensas, eran ellos quienes dominaban la dinámica social y económica de estos

terrenos. ¿Y si por algún motivo esta zona era blanco para un ataque guerrillero?

¿Dónde se iban a refugiar tantos inocentes? Sus casas verdaderamente no les

ofrecerían ningún tipo de protección. Es mas, estoy segura que un enfrentamiento en

esta zona jamás seria noticia en nuestro país, ningún periodista, reportero o algo que

se le parezca se atrevería a dar noticia desde esta zona. Es triste saber que así como la

Barces en el departamento de Sucre, hay varias zonas en el país, poblaciones rurales

realmente olvidadas, marginadas y sometidas a “dictaduras militares locales”.

La guerra me toca y nos toca a todos y a cada uno de los colombianos, evidentemente

siempre habrá un motivo para que los actores de la guerra la ejecuten, cobrando la

vida, lo sueños y el futuro de muchos inocentes.

2

¿Cómo me afecta individual y colectivamente? Por Arce

El presente análisis de cómo nos (me) afecta la guerra, he decidido realizarlo en dos

partes: como me afecta individualmente y como me afecta dentro del colectivo.

Como me afecta individualmente?: Son múltiples las formas en las que la guerra

me ha venido afectando como individuo. Son situaciones que se han vuelto

cotidianas, que difícilmente (algunas de ellas), las identificamos como afectación

proveniente de dicho conflicto, pues se han convertido en algo cotidiano que lleva a

que se “normalice” en nuestras vidas.

La forma más evidente en que influye en mi vida en los actuales momentos, tiene que

ver con mi trabajo en la finca en zona rural del municipio de Argelia, ubicado sobre

la cordillera occidental en el Norte del Valle del Cauca. La presencia allí de grupos

paramilitares los cuales vienen siendo financiados por el denominado “Cartel del

Norte del Valle” , así como la menos frecuente, pero históricamente latente de la

guerrilla de las FARC, hace que para desplazarme a esta zona deba tener en cuenta:

Horario de salida y regreso (diurno en lo posible para ambos casos), vehículo en el

que me traslado ( lo más sencillo posible), gente con la cual trabajo (sus antecedentes

en la región), adquisición de predios (no constituirme en “terrateniente” y mucho

menos visible), visitas al casco urbano del municipio (Argelia) la menor cantidad de

veces posible (buscando esa “invisibilidad”), cambio de rutas de traslado, entre otras.

Uno de los predios adquiridos por mí para adelantar un proyecto de reforestación en

esta zona, después de frecuentarlo durante los primeros ocho años de manera

periódica (semanalmente los sábados), he debido dejarlo en control de un tercero,

(durante los últimos dos años), debido a los continuos rumores de desplazamiento de

grupos armados (distintos al Ejército ó Policía), por la zona. Inclusive en algunas

ocasiones, afirman que han preguntado por mí. Durante el presente año 2.007 lo he

visitado únicamente en dos oportunidades y de manera muy breve.

Durante el año 1.999, fue secuestrado un tío político mío (el esposo de una hermana

de mi Madre) en zona rural de Tuluá en el centro del Valle del Cauca. Durante trece

(13) meses estuvo retenido por el ELN, en la zona montañosa de la cordillera central,

en límites entre el Valle y Tolima. Fue liberado, previo pago de “rescate” a dicha

organización. Naturalmente este evento afectó significativamente a la familia y sus

consecuencias en lo económico y psicológico aún se perciben.

Aparte de esta retención realizada por este grupo guerrillero, a los pocos meses de

liberado, fue secuestrado un tío (hermano de mi Padre), quien se dedica a la política

en el departamento del Magdalena. Esto sucedió durante los últimos meses del año

2000 y fue efectuado por un grupo paramilitar que opera en inmediaciones de la

Sierra Nevada de Santa Marta.

En el presente, es continua mi preocupación tanto por mi seguridad personal como

por la seguridad de mis familiares y amigos. Esto afecta ciertas iniciativas de

inversión en el campo e inclusive en zonas urbanas, puesto que ningún sector de este

país, esta libre de la amenaza latente que representan estos grupos.

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Igualmente me preocupa la exposición en la que viven los miembros de los cuerpos

de seguridad del estado (Ejército y Policía), pues continuamente estamos viendo

reportes ó escuchando noticias (muchas veces como simples estadísticas) con

respecto a las bajas en estos organismos, sin considerar que detrás de cada una de

estas “cifras” hay madres, hermanos, hijos, abuelos, amigos, etc. Lo mismo aplica

para aquellos integrantes de grupos ilegales que caen abatidos en medio de este

conflicto.

Si aparte de la confrontación Fuerzas Armadas – Grupos Guerrilleros – Grupos

Paramilitares, le sumamos el narcotráfico (difícilmente diferenciable de estos dos

últimos, ya que sus asociaciones son cada vez más comunes), el panorama se

complica mucho más. En municipios como Cartago ha sido muy común la ocurrencia

de homicidios, dado el accionar de estos grupos delincuenciales. Muchos ex

compañeros de colegio y amigos ó sus familiares han sido asesinados en eventos

relacionados directa ó indirectamente con esta actividad.

Al graduarnos del bachillerato, fuimos pocos los que continuamos con estudios

técnicos ó universitarios. Esto lo definiría por dos factores:

a. Un grupo muy limitado de los estudiantes del colegio contaba con los medios

económicos para pagar una matrícula en una universidad privada y mucho menos si

se tenían que desplazarse a otra ciudad (Cali ó Pereira), pues en esa época (1.987),

no teníamos presencia de universidades en Cartago.

b. El nivel educativo en donde estudiamos era mediocre, por lo que los resultados del

ICFES de muchos de nuestros compañeros de estudio, no eran competitivos, en

aras de aspirar a ingresar a una universidad pública, en donde la “lucha” dada la

escasa oferta, exige tener unos logros académicos sobresalientes.

Para completar este desolado panorama, los referentes de la época eran críticamente

perversos. Los modelos de éxito eran los capos del narcotráfico del momento, así

como aquellos que llevaban una “carrera vertiginosa hacia el éxito”. Muchos de los

primeros fueron asesinados y de la segunda “ola” ó “camada” recientemente

extraditadas. Era muy sencillo tener contacto con algún miembro de estas

organizaciones, que en el pasado había sido amigo de la cuadra, del colegio, etc. Esto

llevo a que varios de mis ex compañeros terminaran integrando bandas de sicarios,

cocineros (trabajando el laboratorios), testaferros, y todos los demás niveles posibles,

existentes en estas organizaciones. La aspiración de muchos de ellos fue el ascenso a

capo de algún amigo cercano, con el fin de “ser llevados” en dicho ascenso.

¿Cómo me ha afectado dentro del colectivo?: La guerra es costosa; en numerosos

frentes. Más impuestos para financiar a las Fuerzas Armadas; desviación de recursos

que podrían ser para inversión social, infraestructura, etc., se destinan al conflicto.

Esto hace más marcado nuestro atraso, no solo frente al mundo desarrollado, sino

frente a otros países de la región (estilo Chile, Costa Rica, Panamá, entre otros)

quienes destinan sus esfuerzos individuales y colectivos a otros frentes, los cuales

traen progreso y bienestar colectivos.

El desplazamiento de las zonas rurales a las urbanas de importantes grupos de la

población, hace que se pierda un importante potencial productivo en dicha zona rural

y este se convierta en, desempleo, miseria, inseguridad y caos urbanístico y social en

los centros urbanos (entre otros efectos). Este panorama me afecta como individuo,

pues no alimenta el alma este cuadro. Más bien la lastima. La Guerra (y toda forma

de violencia) siempre la he considerado como la forma más irracional de “resolución”

de las diferencias entre la especie humana.

El potencial que para el desarrollo de la nación hemos derrochado por el conflicto ha

sido demasiado alto. En el solo plano turístico, es inconmensurable este efecto, pues

países con atractivos menores al nuestro, perciben ingresos por este rubro, por miles

de millones de dólares al año. Ni que decir en el plano industrial, agrícola,

agroindustrial, etc.

Esto significaría vivir en una nación con mejores indicadores económicos y sociales

que los que tenemos en la actualidad.

En el nivel municipal, la evidente penetración del narcotráfico en la actividad política

ha llevado a que su financiación y amenazas, hayan sido determinantes en la elección

de los alcaldes y muchos de los concejales que han pasado por esta corporación

durante los últimos años. Eso nos ha convertido en un municipio saqueado en

prácticamente todos sus frentes, con muy poco margen de maniobra para la denuncia,

dado el poder amedrentador de estas organizaciones político-criminales.

Dado lo anterior, esto tiene mucho que ver con que en la actualidad este municipio

presente graves falencias en temas como salud, educación, obras públicas, seguridad,

infraestructura de servicios públicos en general, etc.

3.

Una imagen de guerra Por: Moreliana

La reunión transcurría lenta, evacuando uno a uno los puntos de orden del día,

pasaron los informes e iniciamos el análisis de contexto del pueblo, en el que se

analizaban las condiciones de orden público, los últimos hechos y las implicaciones

que ellos tenían para las actividades que debían realizarse en lo inmediato para

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6

atenuar los efectos del conflicto. Esta era una de las sesiones ordinarias del consejo

de gobierno, en el que participábamos habitualmente como invitados, representantes

del proyecto PADEMER, el cual se ejecutaba en las diferentes subregiones del

municipio, y por esto nos constituíamos en una interlocutores importantes para

decidir algunas acciones en aras de viabilizar los diferentes procesos que en el

municipio se desarrollaban.

Aquella semana había estado llena de hechos de violencia en la que habían sido

víctimas miembros de la comunidad y líderes de procesos. El ambiente era pesado y

debían hacerse esfuerzos para mantener el ánimo de quienes trabajaban en campo,

porque el temor y la impotencia se habían vuelto una constante en aquel año. Pero,

como algunos dicen: todo lo que está mal es susceptible de empeorar…

La conversación llevó a una reflexión sobre los cambios en los roles que se habían

generado en los líderes campesinos, debido a la agudización del conflicto en esta

zona del departamento (oriente antioqueño), que desde 1999 había visto complejizar

el panorama, por la entrada en acción de los grupos paramilitares que desde otras

regiones habían desarrollado una avanzada para lograr el control territorial de una

zona históricamente dominada por la guerrilla. Los Elenos habían iniciado desde la

década de los ochenta una presencias permanentes en la región con el frente Carlos

Alirio Buitrago y más tarde, en los noventa el noveno y el 47 frente de la FARC,

habían hecho irrupción fuerte, con nuevos niveles de agresividad.

Lo que se observaba, entonces era una marcada polarización del municipio, pues los

habitantes de la zona baja eran considerados guerrilleros o por lo menos

colaboradores. Por otro lado, los de la zona alta o tierra fría, eran calificados de

¨paracos¨, de esa manera los unos y los otros tenían restringida su movilidad entre las

diferentes veredas, algunas familias que tenían ¨tierrita¨ en las dos zonas debieron

mal vender una de ella o por lo menos dejar de ir, otros prefirieron salir del

municipio, para evitar malos entendidos con los grupos armados.

Las diferentes rutas de transporte entre la cabecera municipal y las veredas, se

convertían en una prueba al coraje y la resistencia sicológica para los pobladores,

porque en todas ellas se presentaban retenes de los diferentes grupos armados, que

interrumpían el viaje, en algunos casos para requisar los equipajes, en otros para bajar

y ajusticiar a cualquiera de los pasajeros, acusado de colaborar con el grupo contrario.

Muchos líderes fueron muertos de esa manera. Lo que des estimulaba la participación

en cualquier proceso. Pero, curiosamente, esta lógica generó un efecto interesante en

el cambio de roles, porque las mujeres, tradicionalmente de muy bajo perfil en las

organizaciones comunitarias se vieron obligadas a asumir cargos de dirección y

participar de manera más activa en las reuniones y eventos convocados por las

diferentes instancias. En aquellos días las mujeres se vieron con mayor nivel de

representación y sus responsabilidades cambiaron, porque ellas corrían menos riesgos

en esos desafortunados retenes en los que la muerte y el miedo eran compañeros

permanentes.

La discusión había girado, entonces hacia la definición de estrategias para

acompañara a estas nuevas líderes y la comunidad, para que sobrellevaran mejor la

situación.

De repente, el silencio de la tarde se vio interrumpido por una algarabía similar a la

de un grupo de amigos que festejan el triunfo de su equipo en un partido de fútbol, un

camión de escalera se acercaba la plaza principal entre gritos y la corneta del vehículo

anunciando la llegada del equipo triunfador. Los participantes en la reunión nos

paramos de nuestras sillas y corrimos al balcón del segundo piso de la alcaldía en que

nos encontrábamos, todos miramos espantados hacia el camión escalera que había

parqueado justo en frente del edificio en el que nos hallábamos. Vimos como fueron

arrojados desde el camión cinco cuerpos vestidos de camuflado, cuatro hombres y

una mujer habían sido ¨dados de baja¨ en combate en una de las veredas del

municipio. Los miembros del ejército, se veían agotados pero felices. Este era su

trofeo.

En medio del reguero de tela camuflada, embarrada y ensangrentada resaltaban, unas

manos blancas y sus uñas maquilladas de color rojo y un cabello largo, rubio y

ondulado de una mujer joven. Una mujer, que perdió su vida en una guerra que quién

sabe cuánto entendía.

El espanto colectivo duró unos minutos, que se hicieron eternos, entre ver las figuras

de los soldados que se movían alegremente, los vecinos, niños y adultos que se

amontonaban presurosos alrededor de los cadáveres, en medio del desconcierto y la

curiosidad y descifrar en aquella escena dantesca, que nuestro papel era intervenir

para que la tarde retomara las imágenes cotidianas y no se viera el pueblo obligado a

estos impactos que marcan hitos, por lo menos en la memoria de quien los vive.

Cinco o seis meses antes el pueblo había padecido la irrupción de un grupo

paramilitar que había masacrado en las calles a veinte personas entre los cuales se

contaban mujeres, niños y ancianos. Un mes más tarde, y como represalia de lo

anterior (según se dice), las FARAC había hecho una toma que duró cerca de treinta

horas, en las que otras 23 personas habían fallecido. Tres meses más tarde, siete

campesinos habían sido asesinados en otra vereda, por paramilitares mientras hacían

sus labores de campo. Decenas de personas habían sido victimas de muerte selectiva

en los retenes de los grupos.

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Era entonces necesario que la fuerza pública agregara una más a la colección de

imágenes de muerte que este pueblo tenía. Los niños de primaria, en sus actividades

escolares habían llegado a expresar que tenían miedo a crecer… para qué crecer

cuando ser grande es morir.

El glorioso comandante del operativo subió al segundo piso en busca del alcalde para

dar el parte de victoria, en su última gesta. Los cuerpos mientras tanto tirados en el

pavimento, el comandante feliz pide que se le sirva coca – cola… la directora de

desarrollo comunitario le informa de forma tajante que no hay… y le ordena que lleve

los cuerpos a la morgue de manera inmediata. El comandante reclama, por qué no se

le da valor a su logro, ellos luchan para devolverle la paz al pueblo y es así como se

lo agradecen… no recogerá los cuerpos… el conductor de la escalera quiere irse ya,

no puede permanecer más tiempo allí, la directora de desarrollo comunitario les pide

llevar los cuerpos a la morgue, pero y quién los sube, los soldados ni riesgos…

Los medios de comunicación esperan en la morgue para reportar en la emisión de la

noche el éxito local generado en el combate.

Al fin, los suben de nuevo al camión de escalera, los cuerpos desaparecen de la

vista… pero se quedan en el recuerdo de los niños y viejos que con terca curiosidad

no quitan los ojos de encima…

El tema de las mujeres y el liderzazo… serán para otro día, ahora hay que enterrar a

los muertos.

p.d. esta situación es real ocurrió en un municipio del Oriente Antioqueño en el 2001.

4.

Esta chiquita es mi esperanza Por: Bucéfalo

Cuando formularon esta pregunta, me di cuenta que nunca me la había hecho, y luego

pensé qué hecho de mi vida, qué me hizo conocer la guerra, tal vez fueron varias

situaciones, pero en esta ocasión les relataré mi viaje al Cauca.

Estaba en la Universidad Nacional en V semestre, era el mundo de las ideas y las

teorías, sentí que necesitaba ver más allá, por eso decidí incluir mí nombre en un

intercambio estudiantil con la Universidad de Cauca, cuando llegué allí las clases

eran cero teoría y mucha práctica con las comunidades y los gobiernos locales del

departamento, en una clase decidimos con una amiga hacer un trabajo sobre el

desplazamiento forzado en Popayán, aunque no conocíamos mucho nos contactaron

con “Richard” un caucano de la costa pacifica de quien nos dijeron, era el personaje

para nuestro trabajo.

Él tenía una organización de destechados en inmediaciones de la gobernación del

Cauca, hasta allí fuimos en busca de respuestas para nuestro trabajo; cuando nos

presentamos y le explicamos nuestra visita, nos miro y se rió, nos dijo que si

queríamos saber qué era el desplazamiento forzado tendríamos que ir a verlo.

Concertamos la visita al otro día para llevarnos algunos sitios y conversar con la

gente de un asentamiento.

Al llegar, no pude disimular mi sorpresa por lo que veía en aquel lugar, casas

construidas con restos de fique plásticos y palos, otras en tablas y tejas de zinc,

muchas sin puertas, los caminos llenos de barro de donde sacaban agua a través de

mangueras. Caminé por el sitio entre hombres, mujeres y niños que allí habitan,

Richard entró en una de esas casas y luego nos invito a que pasáramos, estaba reunido

un grupo de niños con sus mamás, las saludé, también había funcionarios de ICBF

que explicaban la importancia de la nutrición de los niños.

Mientras estas personas hacia su labor me acerqué a una mujer, le pregunté por su

nombre y cómo había llegado hasta allí, ella me dijo que era viuda y antes de llegar al

barrio Las Orquídeas en Popayán, vivía con su esposo en una vereda llamada

Moscopan en el municipio de Puracé, le tocó salir de allí con su hija luego que su

esposo desapareció.

Ella narró que su esposo, como todos los días, fue a trabajar en un cultivo a dos horas

de camino, pero al caer la tarde no volvió; ella al ver que no regresaba fue a buscarlo

y le dijeron que por allí había pasado la guerrilla y se llevó a todos los hombres del

lugar; volvió a su casa y empacó sus cosas por miedo a que les pasara lo mismo a ella

y a su hija. Decidió irse para Popayán a empezar de nuevo su vida.

Mientras ella contaba yo sentía un nudo en la garganta y tuve muchas ganas de llorar.

Ella siguió contando, anotó, - creo que mi marido está muerto porque nunca volví a

saber de él –.

Contó que cuando llegó a Popayán que fue muy duro empezar sola;

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- Tuve que pasar por momentos difíciles -, enseguida miró a su hija y me dijo, - esta

chiquita es mi esperanza para seguir adelante.

De un momento a otro cambio su rostro y acabamos de conversar sobre lo que le

paso, hablamos de cosas menos dramáticas, mucho más simples, tuve tiempo para

reflexionar sobre la violencia, las madres solas y sobre mi vida.

De regreso hasta la casa donde vivía, pensé en esa mujer y en ese sitio que

acabábamos de dejar, eran espacios y rostros de la guerra.

En sus caras cuando hablan de lo que les paso, de cómo fueron desplazados está la

huella tragedia, se desplazan y reviven esos hechos.

Ha pasado mucho tiempo de mi viaje a Popayán pero ese evento señaló lo que hoy

continúo haciendo, trabajar con el tema del desplazamiento forzado, siento que aún

debo trabajar más en terreno con comunidades en riesgo de desplazamiento o

asentamientos de desplazados.

5.

La guerra me toca cada día… Por: Enlazadora de mundos

Inicié el día con el sinsabor de estar viajando justo el

día de la madre, hacia la ruta Villavicencio-

Arauquita. Durante el recorrido pase por Yopal,

Tame, Saravena y finalmente luego de 12 horas de

camino, llegue alrededor de las 2 de la tarde a

Arauquita.

En Arauquita regularmente me hospedo en la oficina

del proyecto familias guardabosques, que esta

ubicada a media cuadra del parque principal, la

iglesia y la alcaldía. Uno de mis compañeros de

trabajo debía esperarme y acompañarme a la oficina de familias Guardabosques, sin

embargo no llegó, en su lugar vino Sagrario, uno de los técnicos de acompañamiento

y extensión social TAES que trabaja conmigo, me llevo a su casa a las afueras del

pueblo donde descansé, comí algo y me dedique a ayudar a hacer tareas a las hijas de

Sagrario mientras pasaba la tarde.

Pensé en ir a misa de 6 p.m., sin embargo las tareas de las niñas un estaban aun sin

terminar y decidí quedarme… a las 6:30 p.m. se escucho un gran estruendo, Sagrario

cerró la puerta y todos guardamos silencio, momentos mas tarde se corrió el rumor

que habían puesto una bicicleta bomba cerca de la Iglesia.

Ah! Otra vez, empezaron…, Sagrario trató de tranquilizarnos, no nos permitió salir

de la casa y comentó que este tipo de eventos ya se han tornado comunes, y cumplen

con la función de mantener a la población atemorizada y en constante incertidumbre,

el miedo es una de las formas en que los actores armado hacen sentir su poder y a

través del cual logran mantener delimitados sus territorios.

Esa noche escribí: otra vez el miedo se cuela por las rejas de la ventana y deambula

por las calles solitarias este pueblo, bumm, de un solo golpe se va la tranquilidad y la

confianza en el otro.. y también para algunos se va la vida…”

Me sentí tan vulnerable, desde la seguridad de mi chinchorro, pensaba que solo por

una casualidad me libré de ser uno de los heridos, pude incluso morir, así sin razón

alguna como mueren tantos en este país; en esos momentos se llega a sentir que la

vida no tiene ningún valor, que otros pueden disponer de la vida y la libertad de las

personas sin el menor escrúpulo, que eso pasa todos los días en este país y seguimos

tan felices como siempre.

Dos meses atrás cuando iniciábamos el acompañamiento social del programa familias

guardabosques, el comandante de la estación de policía nos mando a llamar, no dijo “

…se les recomienda no frecuentar sitios públicos, informar de sus movimientos fuera

del casco urbano y de cualquier actividad sospechosa que se encuentre en las

veredas…” ¿A que se refería con “sitio publico”? la calle, el parque, la iglesia, la

plaza de mercado?. En ese momento no lo entendí, pero ahora cuando no me siento

segura en ninguna parte cuando siento temor al cruzar por el parque, cuando se que

debo medir mis palabras y no hablar de temas políticos o relacionados con el

conflicto casi en ninguna parte, empiezo a comprender y me pregunto ¿a esto es lo

que se llama “seguridad democrática?.

Se siente un dolor de país enorme, yo lo viví por una semana… pero para los

habitantes de este pueblo ya hace parte de su cotidianidad. Pareciera que se

acostumbran a la zozobra, sin embargo en sus rostros se nota le cansancio, se nota

que quisieran despertar de este mal sueño. Muchos han tenido que abandonar la zona,

pues el costo de no estar de acuerdo y no seguir las directrices de los grupos armados

es en muchos casos la vida.

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Foto: Taller resolución de conflictos vereda Puerto Nuevo –Arauquita.

La ONG que nos presidió, salió de la zona porque secuestraron a uno de los

profesionales de apoyo social. Sin embargo aquí estamos, la única protección con que

se cuenta es le respaldo y confianza que se ha ganado con la comunidad, cada mañana

al salir a recorrer las veredas el equipo de trabajo sabe que su trabajo es quizá la única

forma como el estado hará presencia en estas regiones tan lejanas y que seguramente

el indicador más valido de una buena gestión es contar con la protección de la misma

comunidad.

Esa semana al desarrollar el taller de ”resolución de conflictos” sentí que las familias

llevan tanto tiempo conviviendo en medio de la guerra eran el mejor ejemplo de que a

través sus actos de resistencia civil, representados en seguir ahí, en apostarle a

procesos de desarrollo productivo legales, de confiar en la institucionalidad, abren la

posibilidad de llegar a soluciones creativas que partan del compromiso solidario de

todos de lograr la paz al menos en el “metro cuadrado” que nos rodea.

Una semana mas tarde luego de terminar las actividades de acompañamiento

previstas regresé a Bogotá; acá encuentro la otra cara del conflicto: los desplazados.

Esas personas que sintieron su vida y su libertad vulneradas y decidieron dejarlo todo

y buscar una opción de VIDA, en la ciudad capital.

Las historias de desarraigo, de persecuciones, asesinatos llegan todos los días a mi

sitio de trabajo, las personas esperan encontrar respuesta a sus múltiples necesidades,

sin embargo pese a la gestión que se realiza muchas veces no se alcanza a ofrecer el

apoyo que las familias requieren. Escuchar esas historias, evidenciar las necesidades,

visitar a las familias en sus humildes viviendas y reconocer en cada uno de ellos un

ser humano que es mucho mas que una preocupante cifra estadística, me hace

comprometerme cada vez mas en la construcción de opciones reales para tratar de

ayudar al menos en parte a que estas familias cuenten con las herramientas necesarias

para tener un nivel de vida mas digno.

Foto. Visita domiciliaria Localidad Rafael Uribe Uribe –Bogotá

Dicen los mayas que soy Enlazadora de mundos, que en mi reside el poder de la

muerte, esta entendida como la posibilidad de cerrar ciclos, de morir a la cosas que ya

no se necesitan para dar espacio a que surjan nuevas respuestas. Por eso me dejo tocar

todos lo días por la guerra, para que ese dolor me permita ayudar a cerrar esos ciclos

de tanto sufrimiento y deje abierta la puerta a la esperanza.

“A los treinta y dos años

Necesité todo mi coraje

Para sobrevivir la prueba

Reteniendo la única virtud

Que merece la pena guardar intacta

OPTE POR LA VIDA”

“Martha” mujer desplazada

6.

Chispas de violencia en Macheta Por: Rigoberto

La cruda ola de violencia desatada a nivel nacional en Colombia, tristemente salpico

lugares apartados, recónditos, pacíficos y laboriosos con tanta furia que cubrió de

tristeza y desolación, aquellos pequeños pero atractivos remansos de paz, donde

hombres, mujeres niños, ancianos compartían con tranquilidad actividades, aciertos y

desaciertos del diario vivir.

Esta es la trágica historia ocurrida durante el año 2002 a esta humilde población,

sumida en la incertidumbre por episodios de violencia y perturbación social.

Machetá, noble localidad cundinamarqués, ubicada al nororiente del departamento,

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vía alterna hacia los llanos orientales, próspera por las aguas termales, sus paisajes, su

gente amable, hospitalaria y trabajadora y a escasos 50 minutos de la ciudad capital

-Hechos: se recrudece la inseguridad en el país. Una de las únicas vías tranquilas es

abruptamente alcanzada por dicha inseguridad. A principios del segundo trimestre del

año 2002 comienzan los asaltos (las mal llamadas pescas milagrosas) a los medios de

transporte masivo que de Bogota conducen al Valle de Tenza y, es justamente en el

trayecto comprendido entre el sitio denominado el Sisga y Machetá donde se

desarrollan una serie de actos perturbadores, sembrando el caos y la zozobra.

Comienza entonces el calvario. A lado y lado de la carretera en las cunetas y potreros

aparecen NN de todas las condiciones sociales, a juzgar por sus vestiduras, sin

discriminación de sexo ni edad. Se suman a estos sucesos, el silenciamiento de las

personas que fatigadas en compañía de sus pequeños hijos y parejas se disponen a

descansar, quizás por que los consideran testigos oculares de dicha maldad. Luego

aplican la brillante idea de establecer retenes contra la ley en los q los viajeros son

seleccionados y conducidos hacia el monte o a otros vehículos en calidad de

secuestrados como ocurrió con el entonces alcalde de la cuidad boyacense de Guayata

y otras personas mas; en otros casos sencillamente fueron desaparecidos.

Se convirtieron entonces algunas veredas, después de someter a sus habitantes, en el

corredor vial entre la ciudad de bogota y las poblaciones de Manta, Gachala, Ubala,

Gacheta y los llanos orientales. Convirtieron también a niños hombres y mujeres en

cómplices y como si fuera poco ocuparon sus viviendas para pernoctar.

Resultan en el casco urbano luego, notificaciones escritas, llamadas telefónicas y

amenazas extorsivas. Surgen los rumores de que algunos ciudadanos son obligados a

contribuir con los frentes 54 y 37 de las FARC que eran los que hacían presencia en

la región. Para enfrentar esta situación, según comentarios, hicieron presencia

algunos grupos paramilitares llamados grupos de limpieza (AUCC) que

desencadenaron instigación, intimidación y muerte.

Las victimas: hubo alrededor de 12 o 13 NN en el trayecto Machetá - Sisga. Entre las

victimas machetunas podemos contar a Benur tribaldos (32 años) joven padre de 4

estudiantes, transportador escolar. Luz garcía (30 años) joven mujer ama de casa,

madre de 3 pequeños niños. Los hermanos Félix y Antonio salcedo (25 y 27 años)

humildes campesinos miembros de familia, Gloria Hernández 28 años ama de casa,

campesina trabajadora del agro, madre de 3 pequeños hijos, Fidel y José García,

padre e hijo. Humildes campesinos, asesinados y desmembrados. La lista continúa,

esto es solo para hacerse una idea de cual difícil fue la época, sin contar las victimas

del secuestro.

Consecuencias: alta deserción escolar, crisis económica, destierros familiares,

desolación en los campos, luto, orfandad y tristeza en los niños q no entendían q

sucedía con sus madres padres, hermanos y familiares.

Limitación en las actividades económicas, silencio extremo de las personas y falta de

comunicación, dispersión familiar, secuelas de pánico, terror y desconfianza,

restricción y limitación del servicio de transporte intermunicipal.

7.

Para que conozca la selva Por ABDUL

El día primero de noviembre de 1998 se dio la toma guerrillera en Mitú - Vaupés, que

ha sido catalogada como la más sanguinaria y desastrosa para la población civil en

este territorio. Eran un poco menos de las cinco de la mañana un día lunes recuerdo,

yo estudiaba en el colegio José Eustaquio Rivera y cursaba décimo grado, también

recuerdo que tenía muy buena aceptación en el grupo de compañeros y compañeras

en el cual habían indígenas (Cubeos, Guananos, Desanos y un grupo de indígenas

cruzados con colonos que les denominan Curripaco, si mal no estoy), un par de

compañeros muchas veces entre chanza y chanza me decían costeño cuando entremos

en el pueblo lo vamos a llevar para que conozca la selva ya que a usted le gusta tanto

andar en las comunidades. Y yo les decía que se calmaran conmigo, que a mí me

gustaba ir a las comunidades pero a conocer su cultura y a comer fariña, chive y

caparro mas no a pasar trabajo ni peligro. Entre risas y rizas ellos me decían fresco

que con nosotros se aprende y se divierte.

Nunca dude que esos compañeros anduvieran en malos pasos pero a esa edad no le

prestaba atención ni le daba trascendencia a sus comentarios. Lo cierto es que ese

primero de noviembre amaneció una tronco de balacera y lo más tenebroso para mi

eran las explosiones de los cilindros ya que la onda que causaban era enorme y

estruendosa. Además una casa vecina se cayó por la onda que produjo la detonación

de un cilindro de esos. Esa familia aun no creo que hayan superado esa pérdida

materia ni sentimental ya que un par de días después nos enteramos que uno de los

niños de la casa le cayó una pared encima y no le dio tiempo de evadirla, perdiendo

de esta manera la vida.

A las seis de la mañana más o menos entre tantas asomadas que uno se daba por los

bordes del interior del baño donde nos refugiamos mi hermano su esposa y mi

sobrina vimos como llevaban amarrados en una filita a los policías que se rindieron

en el combate, es que eran alrededor de dos mil guerrilleros para unos cincuenta

policía más o menos, en realidad no se su numero exacto por que nunca me detuve a

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contarlos pero sé que no eran muchos. Lo ciertos es que muchos de ellos siguen

secuestrados, algunos muertos en cautiverio, el subintendente Frank Pinchao que el

otro día se escapo y relato su drama por las noticias.

Como a las seis y media se metieron unos guerrilleros a la casa y nos dijeron que

saliéramos para el colegio el Internado que era de curas y monjas porque ya los

aviones del Ejército habían salido de la base e iban a bombardear todo, nosotros de

inmediato salimos y nos sumamos al resto de población civil que también habían

recibido el mismo mensaje. Pero cuando estábamos cerca del Internado llegaron los

aviones y comenzó el fuego entre los aviones y los guerrilleros, en ese momento creo

a todos nos dio la sensación de que hasta ahí llegábamos pero fue cuando todo el

mundo comenzó a correr para entrar al Internado, en esa carrera también observe a

una de las compañeras que cada rato me la montaban. Ella tenía su fusil y su

uniforme, ahí si que medio fue miedo por sus comentarios en el colegio.

Una vez allí, el cura a cargo del colegio saco muchas sabanas blancas y en la mitad de

la cancha de fútbol hizo algo como una cruz enorme con sabanas para que los aviones

miraran y se dieran cuenta que estaba la población civil, eso funciono. Cuando ya

eran como las tres de la tarde habían mucho heridos de las FARC y establecieron un

salón de atención médica dentro del internado entonces ya los aviones cada vez más

cerca dejaban caer las bombas de donde estábamos nosotros. Recuerdo que una

bomba cayó en la parte de atrás de la caseta donde estábamos todos y fue entonces

cuando dije: bueno mi hermano, no quiero morir y menos en estas condiciones. Otra

más cerca y ahí si comenzó el llanto de muchos. Yo trate de escribir algo así como

que unas palabras con un clavo que encontré en el piso para que si algún día las

encontraban mi mamá y mi papá supieran cuanto yo los quería, pero cuando estaba en

esas llego un guerrillero y nos dijo que saliéramos todos para nuestras casas pero

rápido porque el avión estaba abasteciéndose de combustible y no tardaba y que la

cosa se pondría peor en cuanto al bombardeo y a el peligro de nuestra vidas; ese

colegio quedo en mal estado y las clases se suspendieron por un tiempo. Muchas de

las personas que estaban eran trabajadores del sector público y privado en Mitú,

tiempo después salieron y no volvieron por la inseguridad que quedo en el pueblo.

Todos salimos corriendo pa´la casa de cada uno pero el combate siguió por tres días

ya que el Ejército no podía entrar porque estaba rodeado el pueblo, en esos tres días

fueron muchas la imágenes que pude ver hasta el punto que cuando el Ejercito entro

por Brasil y se comenzó a sentir una sensación de que ya todo había pasado comencé

a entrar en un shock y no podía hablar. Demore tres días así con la lengua embola.

Finalmente yo empaque todas mis cosas y salí en el avión Hércules con un suéter de

la Defensoría del Pueblo que me dio el Defensor del Pueblo y un certificado de

desplazado, así pude llegar a Villavicencio, estaba un señora amiga esperándome,

luego me desplace hacia Medellín, estuve como tres días donde mi hermano y salí

nuevamente para Cereté en donde me daban por muerto, hasta el punto que los

dueños del colegio donde estudie el bachillerato llevaron unas flores y unas memorias

a la casa y me iban a ofrecer una misa pero mi mamá le dio las gracias y les dijo que

gracias a Dios ya yo estaba en Medellín y que en un par de días estaría en casa.

Lo que si aun recuerdo con cierta melancolía es que en el avión venia también un

muchacho que salió por que perdió algunos familiares y me dijo que se iría para

Bogotá pero que allá no tenia familia y no sabía el destino que le esperaba pero

prefería seguir vivo que morir en el pueblo, espero que su destino haya sido el mejor

y este trabajando, estudiando qué se yo. Pero que no sea un indigente o ladrón por

que eso a parte de engrosar los índices de inseguridad cobra una vida más en esta

amarga realidad que muchos colombianos terminan por vivir.

Hoy en día rondan con frecuencia por mi mente muchas de esas imágenes pero de

inmediato busco que hacer para sacarlas de mi pensamiento porque de agradables no

tienen nada y por eso no son buenas recordarlas.

El pueblo quedo destruido, saqueado, los colegios y muchos negocios suspendieron

sus actividades dejando grandes pérdidas económicas y sociales en la población, esto

ha incidido mucho en el desarrollo de esta ciudad.

Por otra parte la llegada del Ejército a esta zona ha disparado muchos casos de

embarazo en las indígenas de este pueblo por lo que se convierte en un fenómeno

social. Pues el hecho de una persona tener hijos con un soldado lo deja entre la

espada y la pared con otros grupos al margen de la ley, y con una zozobra todo el

tiempo que termina en mucho casos ocasionando severos problemas psicológicos.

8.

Mi vivencia del conflicto en zona de Garcia Rovira

En 1986, tuve la oportunidad de hablar, quizás mejor decir, de escuchar a un

combatiente o guerrillero del frente Efraín Pabón Pabón del Ejército de Liberación

Nacional, en el sitio denominado río Colorado del municipio de Concepción,

provincia de García Rovira, departamento de Santander; donde por más de dos horas

le escuche detenidamente los planteamientos, que hasta la fecha no se porque no le

debatí. Hoy en la tranquilidad de mi apacible hogar creo y casi estoy seguro que fue

por miedo, pero este día sirvió para comprender que unos nuevos actores del conflicto

armado que vivía Colombia en esa época se estaba acercando cada vez más a nuestra

tranquila García Rovira; como anécdota de este primer encuentro con la subversión es

haber escuchado por varios minutos un discurso anti- imperialista y con todos los

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improperios que se le podían dar a una nación como Norte América y escuchar frases

como: ¨tenemos que sacar esos hijueputas gringos de Colombia¨ y lo decían con una

vehemencia, que era casi creíble, pero cuando de tanto hablar, su cuerpo necesita un

líquido para saciar la sed, pide a la señora de la tienda ¨señora me puede traer una

coca cola ¨, para mi quien lo había escuchado por más de hora y media casi callado

completamente, esta frase me dejó desconcertado y con muchas preguntas, entre ellas

¿Por qué quieren sacar esos malditos gringos del país, pero consumen con gran gusto

sus productos?, claro que ese día no le hice la pregunta y ya sabrán

porque……miedo.

Con el paso de los meses, y por mi condición de estudiante de la universidad de

Málaga Santander, y con mi trabajo de asistencia técnica particular en toda esta zona

de García Rovira, podía desplazarme libremente por todo este territorio y me fui

dando cuenta que este núcleo pequeño de subversivos que había visto la primera vez,

iba creciendo y conquistando territorio, en ese momento con mucha complacencia de

las comunidades rurales, quizá por el abandono estatal al que ha sido sometido este

territorio, sirvió como caldo de cultivo para la expansión de este grupo guerrillero. El

ELN toma el control territorial de García Rovira teniendo influencia en la toma de

decisiones de los entes gubernamentales y en sí en toda las acciones de la sociedad, y

digo en todas porque se presentaron casos donde se involucraron hasta en asuntos de

pareja y cosas que para nosotros como cuasi profesionales ya se salían de lo que

creíamos podía intervenir un grupo armado, pues se estaban involucrando en cosas

muy domésticas, hay que decir que esta expansión, se dio de una forma donde se

involucraron métodos de violencia como la intimidación y el asesinato de quienes se

oponían a sus planteamientos.

Para 1990, hace presencia fuerte las FARC con el frente 45, llegando a tener disputas

territoriales con el ELN, desplazando a este último por su número menor de

combatientes y menor poderío militar, el conflicto se agudizó más y nosotros los

asistentes técnicos, se nos fue complicando el desarrollo de muestro trabajo, ya que

nos vimos involucrados en un lleva y trae razones sin saber si quiera las incidencia

que estas iban a tener sobre las personas involucradas. Las FARC introdujo otro

componente hasta ese momento muy poco conocido que fue el hecho de involucrar

personas civiles en los negocios de la organización; este fenómeno trajo

desplazamiento, rivalidades entre familias y desconfianza entre los miembros de la

región, pues todos se convertían, para éste que era ¨un gran negocio¨ en posibles

¨sapos¨ a los cuales tocaba aplicarles algún correctivo que podía ser la amenaza, el

desplazamiento o la muerte.

Terminado los años noventa, sale elegido como Alcalde Municipal de Concepción el

señor Argemiro Reyes y un poco más del año de estar gobernando, fue asesinado por

las FARC en una de las veredas de Concepción; yo en ese momento ya me

encontraba trabajando como director de la UMATA del municipio de Molagavita y

sentimos muy de cerca la muerte de este mandatario, y lo sentimos más cuando esto

aceleró el proceso de llegada de los paramilitares con el frente bloque central Bolívar

de las AUC, este nuevo actor en el conflicto de García Rovira aumentó el

desplazamiento, el miedo y la zozobra al igual que la desconfianza de los habitantes

de la provincia, pues al haber ya un actor netamente antagónico a la subversión de

izquierda hizo que el movimiento por el territorio para nosotros los técnicos se hiciera

más restringido y más riesgoso.

Una de mis últimas experiencias en la región de García Rovira como un actor

influyente en la comunidad, pues mi cargo como Director, me permitía relacionarme

con las administraciones municipales, con los campesinos, pero también teníamos

varios encuentros con los tres actores armados que se asentaron en le territorio de

García Rovira, esta última experiencia a la que hago referencia es cuando en el año

2003 finalizando el mes de octubre en el parque del municipio de Molagavita,

llegaron las AUC, nos amenazaron y acusaron de auxiliadores de la guerrilla,

acusaciones sin ningún fundamento y que afortunadamente no paso a acciones de

hecho. Pero ese día sucedió otro acontecimiento que aceleró mi renuncia como

director y mi radicación en la ciudad de Bucaramanga. Ese día me quitaron mi

motocicleta, en la cual fueron hasta una vereda, sacaron un señor que lo acusaron de

no se sabe que cosas, lo subieron en mi moto, hasta cerca del municipio y luego lo

asesinaron.

9.

Ni todo lo malo es tan malo, ni todo lo bueno es tan bueno

Por: Usagi T.

Quisiera comenzar este escrito comentando que es un poco difícil escribir sobre el

tema. He reescrito varias veces las frases y párrafos, quitando unos y poniendo otros,

porque se me hace difícil encontrar la forma de anotar hechos muy graves, de forma

que no suene como si los estuviera simplificando o quitándole importancia, así como

hay cosas que he decidido quitar porque me recomendaron no anotar. Sólo quisiera

mencionar que todos somos personas, y aunque a veces es muy fácil juzgar a los

demás, aquí en Casanare he aprendido que no todo lo que parece malo es tan malo, ni

todo lo que a primera vista parece bueno, es tan bueno. Todo es relativo.

Es un hecho que mientras vivimos en la ciudad, no nos damos cuenta de la guerra que

vive nuestro país, sino en las noticias. Es muy diferente sentirse afligido por lo que

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sucede “muy lejos” de donde vivimos, a presenciarlo y vivirlo en una zona que ha

sido tan atacada por la violencia como Casanare.

Sólo hasta cuando entré en confianza, fue que me empecé a enterar de aquellas

aterradoras situaciones que se vivieron en el departamento cuando estaban bajo el

mando de las tropas de autodefensas provenientes de diferentes regiones del país.

He hablado del tema con ganaderos, campesinos y personas de bajos recursos que

viven en el pueblo de Trinidad, y aunque el recuerdo es bastante amargo, es evidente

la fortaleza y la capacidad de superación de momentos difíciles que tienen estas

personas, y ese empuje que los mueve a querer mejorar la situación y sacar adelante

sus vidas.

Cuando intenté indagar por testimonios con algunas personas en el municipio, mi

esposo (nacido, criado y de familia 100% triniteña) me aconsejó no tocar el tema

abiertamente, y mucho menos ahora en campaña política. Me dijo que aún estaba el

tema latente, y que era peligroso ponerme de “metida” a indagar a personas

desconocidas. Además, a las pocas personas (de confianza) que les pedí un testimonio

para grabar o anotar, les pareció que era mejor no hacerlo, que uno nunca sabía dónde

podían parar esos escritos (o grabaciones) y que podíamos meternos en problemas.

Esto es porque, aunque los paramilitares ya se desmovilizaron en Casanare, hoy día

hay muchachos que siguen por esos pasos, reorganizando las ahora llamadas “águilas

negras” u otros grupos. Además, ya se han visto por ahí guerrilleros vestidos de civil,

haciendo observaciones e indagaciones (el pueblo es tan pequeño, que todos se

conocen y saben en qué andan). Así que me decidí por anotar en este escrito algunos

relatos que he escuchado durante los cuatro años que llevo en la zona.

He tenido la oportunidad de recorrer y conocer casi todo el norte de Casanare, hasta

los sectores más alejados. Aunque varios de los ganaderos tuvieron en algún

momento sus autodefensas (que eran los trabajadores de las fincas armados), para

evitar ataques y secuestros de la guerrilla, también es cierto que cuando llegaron los

paramilitares (o “macetos” como son llamados) éstos se convirtieron en un gran

problema para todos. Muchas personas (desde el que más tenía hasta el más pobre)

tuvieron que dejar sus tierras por amenazas y varios más perdieron seres queridos y lo

poco que tenían en manos de estos grupos armados. Otros, sin pensar en las graves

consecuencias, se unieron a ellos, ayudando a cometer delitos contra sus propios

vecinos y conocidos de toda la vida.

El primer testimonio lo recibí hace tres años de un muchacho de veinte años al cual

llamaban “el duende”, cuyo compañero era un muchacho de dieciséis años

proveniente del Chocó, al cual llamaban “el negro”, los cuales eran parte del bloque

de las autodefensas que estaba en el norte de Casanare. Ellos estaban asentados en la

finca en donde estábamos realizando una investigación de campo. Aquí hay que

aclarar que ellos estaban allí no por que el dueño de la finca lo quisiera, sino porque

si no los acogían, todos en la finca podían meterse en problemas graves.

Aunque mi compañera de trabajo y yo varias veces les decíamos que era mejor que

no nos contaran ese tipo de cosas (por evitarnos problemas) ellos siempre terminaban

por llegar al tema, diciendo que ya estaban aburridos y que querían marcharse, pero

que era muy difícil escaparse. Ellos decían que todo había sido muy bueno, hasta que

el ejército empezó a perseguirlos, y que ahora sí estaba peligroso el asunto, y que por

eso querían marcharse ya.

Cuando volvimos a los ocho días a la finca, después de haber tomado datos en las

fincas de los alrededores, solo estaba “el duende”, y su compañero había sido “dado

de baja” en un enfrentamiento con el Ejército, cuando estaban realizando un retén.

En ciertas ocasiones escuché algunas personas contando acerca de los retenes que

realizaba esa gente, y cómo asesinaban brutalmente a las personas por la sola

sospecha de ayudar a la guerrilla o por que habían desobedecido. Y es que aquí todas

las personas, en algún momento, han tenido que ver con alguno de los dos grupos: si

ayudaban se metían en problemas con el otro bando, y si no ayudaban, era peor.

Una vez, a un conocido le tocó ir a recoger a un lugar lejano el carro que le habían

quitado en un retén, y cuando lo recogió, éste estaba untado de sangre. Según lo que

dicen, en los retenes quitaban los vehículos para cargar a sus heridos después de un

enfrentamiento.

Alguna vez iba en un bus, y un señor empezó a hablarme. Después de haber tocado

varios temas, él terminó contándome que un hermano suyo estaba en la guerrilla, y

que no sabía si estaba vivo o muerto. Él suponía que estaba vivo, porque hacía poco

se había encontrado un muchacho reinsertado, que le había contado que su hermano

estaba bien. Debido a que su hermano estaba en la guerrilla, este señor estuvo a punto

de morir varias veces en los retenes de los paras, y una vez estuvo encerrado más de

tres días observando cómo asesinaban a varias de las personas que viajaron con él en

el bus. Según él, ellos tomaban las cédulas y comparaban con una lista que tenían.

Las personas en las listas eran quienes se quedaban en el retén, y después de

confirmar su identidad, eran asesinados. Según el señor, quienes estaban en las listas

eran quienes ayudaban a los guerrilleros y quienes “hacían males por ahí”. Fue este

señor quien me contó acerca del “cementerio” de los paras en una finca que ahora

está abandonada. Allí era donde enterraban (en una fosa) todas las personas que

asesinaban.

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14

Hace pocos días, tuve la oportunidad de ayudar a organizar los papeles a algunas

personas víctimas de la violencia que iban a pedir la reparación, y me encontré con

una mujer cuyo hijo se había ido como paramilitar cuando tenía catorce años. La

señora cuenta que el muchacho volvió a los dos años de haberse ido, porque estaba

cansado y las cosas no habían sido como se las habían pintado. Según la señora, a los

muchachos se los llevan fácil porque las armas y el dinero los atrae. Sin embargo, a

los dos días de haber vuelto a su casa, “esa gente” llegó por el muchacho y se lo

llevaron. Al mes, el muchacho había sido “dado de baja” por el Ejército, en una

redada que hicieron. Yo le ayudé a organizar los papeles, pero el abogado le advirtió

a la señora que muy probablemente no le darían la reparación. La señora no sabía

cómo hacer entender que su hijo estaba allá forzado, y que por culpa de esa gente se

lo habían matado. Y así, cuando llegó de Yopal, me comentó que efectivamente, le

habían negado la ayuda.

Otro caso fue de una señora que había sido amenazada, junto con su esposo. A él lo

desaparecieron y ella tuvo que irse del municipio. Hacía pocos días había vuelto,

nunca puso la denuncia y le daba miedo pedir la reparación. Es más, quien me contó

el caso fue una amiga de ella, porque le daba miedo que la vieran haciendo esas

vueltas. La amiga me dijo que trató de convencerla, diciéndole que el proceso no

tenía problemas, que ya esa gente no estaba por acá, y que si las iban a matar por

pedir esa ayuda, pues tenían que matarlas a todas, porque ya estaban cansadas de

quedarse calladas. Sin embargo, la afectada nunca fue a Yopal a pedir la reparación.

A pesar de que todavía escuchamos de redadas del Ejército, y vemos de vez en

cuando subiendo (desde el río Meta hacia Paz de Ariporo) camionadas de cuerpos

“dados de baja” en estas redadas, los que vivimos aquí sentimos que la situación está

bajo control, y confiamos mucho en las fuerzas militares aquí presentes.

Yo personalmente agradezco mucho a los muchachos que están en el Ejército,

realizando tanto esfuerzo por mantener las cosas bajo control, arriesgando sus propias

vidas. La mayoría de los muchachos que están en el Ejército son casanareños, y pasan

por momentos muy duros mientras están en servicio.

Alguna vez tuve la oportunidad de trabajar con un muchacho que había estado en el

Ejército y que se había enfrentado varias veces contra tropas de la guerrilla. Él me

contaba que sentía odio por la Cruz roja, porque después de los enfrentamientos los

paramédicos de esta entidad atendían primero a los guerrilleros que a los muchachos

del Ejército. Según lo que me contó, a causa de esta preferencia, él perdió varios de

sus compañeros de tropa, y una vez casi se muere él mismo. Esta situación fue la que

hizo que él se retirara del Ejército, porque se suponía que si él estaba allí, era porque

quería proteger a los colombianos de estos grupos armados ilegales, y no era justo

que prefirieran atender a los delincuentes que a los que estaban protegiéndolos.

Este mismo muchacho me comentaba que era muy difícil estar caminando tantos

días, aguantando hambre, y que en muchos lugares donde llegaban no les daban ni

agua. Según él, esto sucedía porque los grupos ilegales amenazaban a la gente que

ayudara al Ejército, y que por tanto era una pelea desigual, porque a ellos les tocaba

aguantar hambre (porque no podían robar ni una res) mientras que los otros se la

pasaban llenitos porque sí podían delinquir sin problemas.

Hace poco hablé con otro muchacho que trabajó conmigo y ahora está en el Ejército,

él me comentó que la situación ha cambiado: ahora ellos andan a caballo (donados

por todas las fincas del municipio) y la gente en las fincas los recibe muy bien. Es

más, las personas les colaboran mucho con información valiosa, porque según él, “ya

no les da miedo hablar”.

Por ahora la situación está tranquila aquí en el municipio. Según los triniteños, desde

que Uribe es presidente, y llegaron las Fuerzas Militares al municipio, todo ha

mejorado notablemente y pueden dormir tranquilos. Pueden movilizarse sin

problemas y hacer negocios sin esperar que les quiten lo poco que tienen. Ahora sí

pueden meterse en créditos porque saben que lo que compran y trabajan con esa plata

nadie se las va a quitar. Así como me dijo un señor hace poco, “ahora lo que trabajo

sé que es para mi, no para que me lo quiten”. Muchas personas han vuelto a sus

finquitas, y los que se habían radicado en Villavicencio o Bogotá, están regresando.

Es más, ahora yo puedo viajar sin problema desde aquí hasta Bogotá, Bocas del Pauto

(Trinidad, Casanare) y Primavera (Vichada) por tierra sin sentir temor alguno, y

disfrutando del paisaje. Aunque para muchos la seguridad democrática no sea lo

máximo, yo si pienso que si no se hubiera hecho lo que ya se ha hecho, las personas

por acá nunca hubieran podido recuperar la tranquilidad, y nunca hubiera existido el

espacio para que se dieran los debates que en esta época de campañas políticas se han

dado, en búsqueda de los siguientes pasos a dar para mejorar la calidad de vida de los

triniteños.

10.

Una amnesia colectiva Por: Waikú

He estado dándole vueltas a este asunto de la crónica, porque realmente si son varios

los hechos que me tocan de la guerra, algunos más dolorosos, otros más personales y

otros, que me gustaría compartir en algún momento (realmente es una necesidad)

pero considero que aún no es el momento, me falta sanar algunas heridas…

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Sin embargo, un hecho de guerra, creo que el primero de muchos fue en la inspección

especial de Puerto Nariño en el municipio de Saravena, departamento de Arauca, en

el año de 1988, si no estoy mal, mis padres vivían en ese pueblito, olvidado y

pequeñito; estábamos mi hermana y yo en unas vacaciones de mitad de año yo tenía

17 años y, mi hermana 13; en el pueblo existía en ese entonces una división muy

interesante (la verdad hoy con otras comprensiones y experiencias no entiendo como

convivían) medio pueblo era de las FARC otro medio de los ELENOS y mi familia y

yo. Las razones por las que mi familia llegó allí un par de años antes, fueron

estrictamente de índole económica, el día que mi papá aceptó ir administrar una

droguería a Puerto Nariño se desplazó desde una ciudad grande e importante de este

país (motivado por su espíritu aventurero y conquistador), nadie en la familia sabía

dónde diablos quedaba eso y mucho menos imaginarse vivir allí en un futuro

cercano¿?.

Desde hacía varios días se rumoraba una toma guerrillera pero como en esos pueblos

del llano el “chisme” es la forma usual y normal de comunicación algunos estaban

“preparados” y otros como nosotros no entendíamos que significaba ni sabíamos lo

que estaba pasando. Un día entre semana el comandante de la estación de policía fue

a nuestra casa (en donde había droguería “atendida por su propietario” ya para ese

entonces y, una peluquería que era atendida por mi madre) el hombre llegó con toda

la calma del mundo, sacó su pistola ¿o rea un revolver? bueno… finalmente no se que

era, descargó los cartuchos sobre la mesa y pidió que le regaláramos un tinto, luego

mandó por una cerveza y empezó a hablar de él, de su familia, de sus sueños, de lo

que haría cuando saliera de allí, en fin, realizó una reflexión introspectiva en voz alta;

luego de un par de horas de monólogo frente a mi familia y a mí se retiró, nosotros

por supuesto quedamos mudos y aturdidos ante aquella expresión pública de

sentimientos.

Sobre el medio día, pasaron otros policías diciendo que cerráramos los negocios

(vivíamos en la calle del comercio con locales que tenían entradas separadas a las

viviendas) y que nos alejáramos de las puertas y de las ventanas que no debíamos

salir escucháramos lo que escudáramos. Total así se hizo, por lo menos en lo que a mi

familia y a mi respecta, las casas en esa cuadra estaban construidas todas en material

y el sitio más seguro era el patio, alejado de las ventanas y resguardado por las demás

viviendas, en el patio quedaba la cocina como es costumbre en los diseños de las

viviendas de esa zona. Allí estuvimos por largas horas mientras en el techo de zinc

caían los cartuchos de las ametralladoras, se podían oír los disparos y nos

estremecieron varias explosiones, se sentían los gritos de los guerrilleros, los gritos

de los policías y los de algunos pobladores “todos conocidos por supuesto”, que no

sabemos por que terminaron involucrados, bueno… es decir, ahora sí lo se.

Como a las cinco de la tarde, todo se calmó, algunas familias perdieron sus hijos en

aquella toma, otras quedaron huérfanas y todos los demás realmente asustados. La

guerrilla entró al Puerto en canoas por la quebrada Madre vieja, con explosivos y un

buldózer El ELN comandadas por Alonso, tumbaron el puesto de policía, cuando

terminó la toma (entiendo que cuando lograron vencer a la ley) nos reunieron a todos

en el kiosco del parque (nos sacaron de nuestras casas diciendo que era una reunión

obligatoria, entraban y requisaban las casas para asegurarse de que todo el mundo

(hasta los niños y especialmente los jóvenes que estábamos allí escucháramos al

comandante y que no se quedara nadie dentro, -“que comportamiento tan extraño,

teniendo en cuenta que en ninguna casa había teléfono, ni luz y en ese entonces no

conocíamos el celular”-; el kiosco era el lugar de reunión para asambleas y demás

“cosas importantes”), el comandante Alonso, nos informó con un lenguaje que me

impresiono mucho (Yo pensaba que los guerrilleros eran hombres cultos, bien

educados, que sabían lo que querían, ese día me encontré con un campesino igual a

los demás que había visto muchas veces en El Puerto, mal hablado, mal vestido y con

una expresión en los ojos no se me olvidará jamás); nos habló de la revolución, del

daño que le hacía la plaga (la policía) a la lucha y que tuviéramos mucho cuidado de

prestar servicios a la plaga y que las niñas plagosas lo iban a pagar porque tenían

varios radios (informantes infiltrados) y varios sapos en el pueblo que estaban al

frente de todo. Para ese entonces existía presencia muy fuerte de la coordinadora

guerrillera y hacía muy poco tiempo, habían logrado avances importantes en las

negociaciones del paro del 82 en Saravena, es decir, las células estaban activas y así

estuvieron durante un largo tiempo.

Luego de esa “reunión” el tema no se volvió a tocar y la vida en el Puerto continuó

con toda la normalidad del mundo padeciendo una amnesia colectiva, como si jamás

hubiese ocurrido nada; la ausencia de la policía (nunca supimos que pasó con los 15

hombres que había en el puesto de policía) duró hasta el 2002 que regresaron a hacer

soberanía. Seis años después aún en ausencia de la policía me nombraron como la

primera autoridad del pueblo con el cargo de Inspector especial de policía de Puerto

Nariño, bien, pero esa es otra historia.

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11.

Relatos familiares Por: Otto

Crecer en un mundo impregnado de cuentos, historias y anécdotas de adultos es una

experiencia interesante en la vida de una niña, ver que el mundo es algo a veces

mágico cuando las historias giraban en torno a mitos, leyendas, fantasmas, castigos

divinos a pecados mortales; o en ocasiones empezar a vislumbrar que la realidad

fuera de las seguras paredes de casa no es tan amable, segura y llevadera porque hay

personas que sin tener claro el porqué no quieren a las otras y las buscan, las

persiguen, las lastiman, las botan, las desplazan. Ese fue un componente importante

de la historia familiar que se transmitió a mi generación a partir de los relatos de mis

padres, tíos, abuelos, de lo que fue su vida en una etapa tan convulsa de la historia

colombiana como las décadas de los años 40 y 50.

Esas historias transcurrieron en la región del país conocida como Eje Cafetero, en los

pequeños pueblos que constituían la „red urbana‟ de la época que a manera de

corredor, de supervivencia, fue usando las difíciles cuchillas de la Cordillera Central.

En esos fríos y poco densamente poblados municipios se dieron procesos de violencia

política partidista entre los rojos liberales a los cuales pertenecían las familias de mis

padres, cada una separada por kilómetros y visiones una más rural y otra menos

campesina, y sin embargo unidas por el mismo sino trágico: pertenecer, guardando

una rara fidelidad, a un partido político que no ocupó cargos de poder en muchos

años, y que por tanto fue víctima de persecución de sus integrantes.

Todas esas historias de vida, que no eran hasta escucharlas parte de la mía, se

volvieron inevitablemente pieza clave de mi imaginario, me familiaricé con los

apodos de personajes tan siniestros como los „chulos‟ o la „chulavita‟ o los „pájaros‟,

y dentro de ese grupo y en un lugar destacado despiadado asesino y por tanto famoso

„Cóndor‟ y ni qué decir de las horribles prácticas de las que daban cuenta tales

historias de sala y comedor en la hora del tradicional „algo‟ paisa, momento en el cual

se reunían las visitas en las casas propia y de familiares y amigos.

El testimonio de violencia del que fueron víctima mis ancestros más cercanos pasaba

de los relatos generales de tortura y masacre como las prácticas del „corte corbata‟, la

abierta de vientre de las señoras embarazadas con peinilla y machete, las violaciones

–y uno apenas si entendía que eso significaba algo muy malo para cualquiera- a

hombres, mujeres y niños. Y de esas generalidades escabrosas, creo que disfrutadas

en el contexto de una cultura judeo-cristiana de sacrificios, castigos y sangre, se

pasaba fácilmente a la „competencia‟ por determinar quiénes sufrieron más por

cuenta de esa violencia político partidista, si la familia materna o la paterna, ambas

perseguidas, desplazadas, forzadas a dejar propiedades, inversiones, afectos y sueños

en los filos de las frías montañas cafeteras.

Todos esos sucesos relatados, definitivamente constituyeron parte de mi infancia,

pero más allá de sus efectos sobre mi poco desarrollada capacidad de imaginar, se

constituyeron en un antecedente y en parte del ADN cultural que me transmitieron las

múltiples indicaciones, reglas y normas de la crianza. Frases como „la vida es dura‟,

para ver a Dios hay que morir primero‟, el trabajo es tan duro que le pagan a uno por

hacerlo, „hay que trabajar duro‟, „hay que economizar‟ , „hay que pensar en las vacas

flacas‟, y la clásica frase que remataba cualquier posibilidad de obtener aquello que

uno deseaba y que económicamente no estaba al alcance de las posibilidades

materiales de la familia, la sentencia de „a usted no le tocó nada a nosotros sí que nos

tocó duro‟, por mencionar solo algunas.

Sin embargo, pese a lo negativo que este relato pueda mostrar, de hecho es posible

identificar las consecuencias positivas en medio de las dificultades generacionales

que mi familia ha debido superar y es el alto sentido de satisfacción de mis padres y

tíos por brindarnos educación a las generaciones posteriores hasta un nivel más allá

de los estudios de primaria –en el caso de las mujeres- y de algunos grados de

bachillerato –en el caso de los hombres-; el acceso de nuevo a propiedades para la

familia luego de la pérdida de las fincas y casas de pueblo de los abuelos; la

recuperación de un estatus en el mundo productivo „urbano‟ por parte de mi padre y

de los tíos, luego de que los abuelos perdieron toda capacidad adquisitiva y

reconocimiento social, dada su condición de desplazados a Pereira.

El caso de mi familia, de mis abuelos y padres, se suma a los miles de casos de los

cuales puede dar cuenta la historia personal de los colombianos. En tal sentido,

documentos de política económica y social coinciden en señalar que el

desplazamiento vulnera condiciones de vida de la población en términos de sus

derechos civiles y políticos, así como económicos, sociales y culturales1.

Hay quienes consideran el desplazamiento como una de las numerosas razones por

las cuales se verifican procesos naturales de migración poblacional, sin embargo, creo

que pese a la tradición paisa de „caminantes‟ o „andariegos‟ de mis abuelos, lo que los

llevó a tener a sus hijos cada uno en diferentes poblados de la región cafetera, la

condición de traslado repentino, con traslado de sus hijos en medio de la noche, sin

bienes ni posesiones y con la única perspectiva de un hospedaje temporal en casa de

algún familiar o amigo cercano, no constituye un proceso de migración como aquel

1 Documento CONPES Nº 2804 de septiembre 15 de 1995, Pág.3

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que acostumbraban, puesto que ordinariamente sus cambios de residencia obedecían

a fuentes de empleo previamente aseguradas.

Ese proceso intempestivo ha generado también efectos no muy positivos en términos

de participación activa en política, creo que no es casual que tanto la totalidad de mis

treinta y dos primos, como mi hermano y yo no participemos activamente en política,

ni seamos miembros matriculados y activos de un partido determinado. Es una de mis

hipótesis al respecto que tal situación se debe al casi „desprecio‟ que genera la idea -

errado o no-, de violencia-abuso-corrupción-política que nos vendieron nuestros

padres y la idea de que solo gracias al esfuerzo propio se puede superar la adversidad.

12.

Crónicas que no deberían existir, que no tendrían por que ser

contadas Por: Oriana

Es muy difícil para mí sentarme a escribir sobre las diferentes situaciones o

acercamientos que he tenido con el conflicto en un país que vive permanentemente en

guerra, pero viviendo en una ciudad como Bogotá, que según un amigo está 2.600

metros mas cerca de las estrellas y más alejado de la realidad. Para mi la ciudad es un

buen vividero, que las buenas universidades, que los museos, que los conciertos de

música en todas sus variedades, que Monserrate, en fin un buen vividero del que

hasta hace algún tiempo me negaba a salir. Claro no faltaban las vacaciones donde la

tía o en donde los amigos de los papás, para Ubaté, para Guateque, Granada Meta y

otros que se configuraron como destinos turísticos en vacaciones de final y mitad de

año. Las temporada vacacional siempre finalizaba con la reflexión – el campo es muy

lindo, pero como para estar 15 días, por que más tiempo me muero de tedio-

(reflexión de mi autoría, unos años atrás).

Haciendo un paréntesis, creo que como di inicio al primer párrafo de este escrito, más

que una crónica parece un diario personal, una exposición de motivos individuales,

pensándolo bien también puede ser tanto lo primero como lo segundo, claro en un

momento documentaré con algo más de juicio y rigurosidad un tema tan serio como

la guerra, es solo que quería darme el espacio para tomarme un aire y en cierto modo

tomar algo de valor para hablar del conflicto de una manera más seria, como lo

merece este país.

Volviendo al relato ( todavía a manera de querido diario), llegó la universidad y

bueno a mi se me metió en la cabeza que si no estudiaba en la Universidad Nacional,

no estudiaría en ningún otro lugar. Y así fue entré en el año de 1997, a este

importante recinto del saber, al Alma Mater. En un momento de delirio – pienso yo –

tomé la decisión de estudiar sociología. Delirio, por que no tenía ni idea de lo que me

esperaba. Preguntas, ¿como esta carrera si servirá para algo? , ¿y si se cumple la

predicción de mi madre? – usted se va a morir de hambre estudiando eso-, o después

en semestres más avanzados, ¿será que además de hablar carreta, bien hablada

aprenderé algo mas?, estos y otros cuestionamientos rondaron mi cabeza y hasta el

día de hoy todavía me atormentan.

Sin embargo pese a todas las dudas que podían asaltarme, sin darme cuenta mi

concepto sobre lo que estaba fuera de Bogotá, sobre la vida en el campo fue

cambiando. Obvio los destinos turísticos de los que hablé hace un momento se

mantuvieron y de hecho hoy en día siguen siendo la prioridad a la hora de definir

destinos vacacionales para mi familia. Pero en aquellos semestres en donde leíamos a

Marx en dos semestres y leíamos los manuscritos económicos y filosóficos, o el

capital, y ni hablar del manifiesto del partido comunista, gracias a esos dos semestres

de concentración exclusiva y para algunos de adoctrinamiento, por que no empecé a

cuestionarme de una manera más rigurosa sobre la realidad del país, a cuestionarme

sobre el orden de las cosas y los manejos equívocos de un país cada vez más

golpeado.

Volviendo al año de 1997, año de ingreso a la Universidad, tuvimos nuestra primera

salida de campo por Antioquia y el Valle, en un bus de la universidad Nacional con

su respectivo escudo y su identificación. Pasando por Puerto Berrío, nos encontramos

con un retén del ELN. Los guerrilleros pararon el bus, hablaron con el profesor y uno

de ellos nos invitó a que nos bajáramos y que escucháramos las palabras del

comandante con una camaradería extraña, talvez por que éramos estudiantes de la

Universidad Nacional.

Efectivamente nos bajamos del bus y escuchamos por más de media hora del

comandante, era el único que no estaba encapuchado y hablaba de los logros que

habían obtenido con la comunidad en vías, educación, organización y formación

política, en medio del discurso nos ofrecieron agua de panela, mientras nosotros

escuchábamos atentos. Nosotros nos encontrábamos perplejos ante el hecho, primero

por que era la primera vez que teníamos contacto directo, frente a frente con los

guerrilleros. Sin embargo de la perplejidad pasamos al horror cuando se enteraron

que dos de las personas que se encontraban en el retén eran infiltrados paramilitares.

En ese momento, tras una secuencia de gritos que provenían de varias partes, - maten

a esos hijueputas – nos dimos cuenta que las cosas se iban a poner difíciles. Uno, dos

o tres segundos en un silencio extraño y empezaron a sentirse los disparos. – al suelo

todo el mundo- fue lo que escuchamos y así lo hicimos; en medio del pánico mientras

nos abalanzábamos hacia el suelo , unos sobre otros tratábamos de llegar

arrastrándonos hacia una especie de quiosco en el que al parecer estaríamos un poco

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más seguros. Ese momento fue realmente difícil, muchos pasamos por encima de un

señor de edad que se estaba quedando sin respiración y que además había perdido su

zapato, es como si se hubiera hecho invisible para los demás. El tiroteo duró tal vez

unos veinte minutos, no lo recuerdo con exactitud. Volvieron a pasar esos dos o tres

segundos o tal vez más, en los que dominó un silencio absoluto, nosotros nos

paramos lentamente, completamente temerosos de lo que podía pasar. Uno de los

guerrilleros nos dijo que saliéramos rápido, que todo estaba controlado. Cuando

salimos vimos los cuerpos de dos hombres extendidos en la carretera, luego nos

dijeron súbanse rápido a los buses que vamos a quemar estos carros (Se referían a

unas camionetas de una petrolera que tiene operaciones en la región). Nosotros nos

apresuramos a regresar al bus que para esa altura ya estaba pintado con la siguiente

leyenda: - ELN Frente María Cano Juramos Vencer-. Y con ese letrero más el de la

Universidad Nacional tuvimos que viajar por todo el Magdalena Medio.

Aunque esta no es la historia central a la cual me referiré en esta crónica, fue un

inicio o un despertar en la realidad de este país. Por su puesto una realidad que

indigna y deja como siempre un sabor amargo. Aunque a veces pensamos que en

medio de todo es mejor tener contacto con lo que verdaderamente sucede, para tener

los pies en la tierra y pensarse al país tal como es.

Siguiendo con mi relato en el tiempo, llegó el año 2001, año en el cual finalicé

materias en la universidad y se venía la decisión más difícil. El trabajo de grado. Con

todas las dudas, confusiones e inconformidades con las que uno termina el ciclo

académico en la Universidad, me llegó una propuesta para hacer una pasantía en el

departamento del Caquetá con la Asociación de Cultivadores de Caucho. Una

decisión difícil de tomar, más con mis antecedentes citadinos y algunas percepciones

de lo que significaba la vida fuera de Bogotá. Pero sin más preámbulo acepté y me

fui. Después de un viaje de 22 horas llegué a Florencia. 22 horas por que preciso me

fui en el bus más viejo de Coomotor Florencia y por que en ese entonces las

condiciones de la carretera después de Neiva eran malísimas. Hoy en día el trayecto

se hace más o menos en diez horas.

Para ese año nos encontrábamos en plena zona de distensión y para mi era todo un

misterio conocer San Vicente del Caguán, por todo lo que se veía y escuchaba en las

noticias. Sin embargo a pesar de todas las prevenciones creo que para ese entonces El

Caguán era sin duda la zona más tranquila, era como una isla. Obviamente para

entrar, el visitante tenía que identificarse muy bien y dejar completamente claro el

objetivo de su visita. En el parque central se ubicaba la oficina de quejas y reclamos

de las FARC – EP. Un espacio donde se solucionaban problemas desde la

construcción de carretera hasta chismes de infidelidades de las esposas o maridos; por

que los infieles también pagaban, a ellos se les sometía al castigo de ir a trabajar en la

carretera por lo menos un mes en pleno rayo del sol.

La zona de distensión era precisamente eso un espacio en el que no pasaba nada, se

vivía una tensa calma. Lo que no sucedía en los municipios del sur del departamento

o incluso en la misma Florencia, donde guerrilla y paramilitares se disputaban el

control del negocio, la producción de coca. Allí si era un verdadero riesgo estar,

municipios como Valparaíso, Curillo o Albania se convirtieron en campos de Guerra.

En Florencia las cosas no eran tan diferentes, aunque siendo la capital del

departamento, el ambiente se tornaba pesado en espacios comunes como los sitios

nocturnos en donde podía suceder el infortunio del encuentro entre dos bandos.

No recuerdo muy bien la fecha exacta, pero fue hacia el mes de diciembre, una noche

de tantas en la ciudad de Florencia. Recuerdo que ese día tenía un montón de ropa

para lavar y la verdad no tenía muchos ánimos de lavar a mano, por eso acepté la

propuesta de un compañero de trabajo que me dijo que había comprado lavadora y

que fuera sin problema. Pues dadas las circunstancias decidí hacer uso de la lavadora

del compañero y fui con dos amigas más que vivían conmigo en Florencia.

La casa de mi compañero quedaba a tan solo una cuadra del batallón del ejército en el

barrio Juan XXIII. Detalle al cual no le préstamos mucha atención, sin saber lo que

pasaría unas horas después. Efectivamente llegamos a la casa y sin más preámbulos

inicié el proceso de lavado. Cuando de pronto se empiezan a escuchar un ruido fuerte

que retumbaba en la casa. Pensamos que podía ser pólvora por que era diciembre y tal

vez se festejaba algo, decidimos salir a ver lo que sucedía, queríamos ver los juegos

pirotécnicos. Cuando salimos a la puerta pudimos ver a toda la gente que salía

corriendo y se devolvía gritando. – que entre todo el mundo a la casa que es la

guerrilla - . En medio del pánico entramos presurosos a la casa y un vecino nos conté

que la guerrilla se había tomado la cárcel y que se dirigían al batallón del ejército. –

Miércoles- ahí si reparé en que nosotros estábamos a solo una cuadra del batallón. En

ese momento el pánico se apoderó de nosotros, cuando empezamos a escuchar

explosiones muy fuertes, mi compañero nos decía, esos son cilindros bomba. – es

mejor que nos metamos debajo de las camas mientras pasa esto- nos dijo por tratar de

protegernos. Debo confesar que las piernas me temblaban y no podía pensar con

claridad; cuando estaba debajo de la cama solo podía pensar – que hago acá - .

Escuchábamos ráfagas de metralleta y de un momento a otro se fue la luz. En ese

momento nos sentíamos tan vulnerables, pensábamos que cualquier cosa podía

suceder e incluso pensábamos que se podían meter a las casas. Sin luz el silencio era

más agudo y cuando se escuchaban los disparos o algunas explosiones se escuchaban

con más profundidad, era más temeroso. Incluso alcanzamos a escuchar a una

guerrillera que gritaba: - disparen, si son tan machos- . La noche se convirtió en un

verdadero infierno, nosotros no hablábamos ya entre los que nos encontrábamos en la

casa, solo esperábamos a que en algún momento todo terminara. Y así fue como a las

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dos de la mañana todo terminó, nuevamente el silencio absoluto que domina el

ambiente. Salimos de los respectivos refugios y nos acostamos todos en una misma

cama. Todavía teníamos miedo. Luego se escuchó el ruido horrible del avión

fantasma que sobrevolaba toda la zona – la marrana le llaman -, nos dijo mi

compañero de trabajo.

El saldo, más de diez soldados muertos, no se cuantos guerrilleros y una noche

infernal que no quisiera volver a vivir, solo recordar a través de este tipo de ejercicios

que llaman otra vez a la memoria a recrear un momento difícil. Aunque físicamente

no nos pasó nada afortunadamente, la indignación, la tristeza y la vergüenza de vivir

en un país como este siguen latentes. No puedo imaginarme las noches que como esta

o tal vez peores han tenido que vivir miles de colombianos una y otra vez.

Dos meses después Pastrana le puso fin a la zona de distensión y yo tuve que

devolverme a Bogotá, por que su Plan Patriota se convirtió en una cacería de brujas

en donde pagaron personas que no tenían que ver con la guerra. Yo por lo menos

tenía donde resguardarme y podía tomar la decisión de irme y abandonar todo, volver

a los 2.600 metros en donde no pasa nada; para muchos no hubo elección.

13.

La guerra: la sombra acompañante en mis sitios de trabajo

Por: Orion

Puede que suceda como pueda que no… sin embrago en cada viaje la Virgen del

Carmen – la que acompaña a los viajeros y por tradición la devota de mi familia – es

mi compañera en cada viaje que emprendo al lugar del país donde mi lucha y mi

trabajo me conduzcan.

Jamás el secuestro significó en mi vida un motivo de preocupación. No existe en mi

familia dinero ni apellidos, y en el lugar donde vivía (a los ojos ocultos de mi

ingenuidad) es uno de los más tranquilos de Colombia: El Eje Cafetero.

Ahora por mi trabajo, debo consultar antes de viajar “si se puede ir” y “cómo esta la

situación”, para entonces planear y siempre con la compañía de una persona de la

comunidad trabajar los talleres con las personas en campo.

Uno de los viajes comienza saliendo desde Bogotá hacia Ibagué en el vuelo ejecutivo

para llegar temprano a las 7 horas de recorrido que me esperan. Son tres horas de

camino pasando por Rovira, San Antonio y Chaparral, para llegar finalmente hasta

Río Blanco, sin antes pasar durante cuatro horas por una carretera destapada que en

invierno se convierte en una pista de patinaje permanente de color chocolate, pero

con el aliciente de estar cruzando por uno de los lugares más emblemáticos, exóticos

y disputados de nuestro país: El Parque Nacional Natural Las Hermosas.

En el área nacen innumerables ríos que, desde cumbres, lagunas y glaciares, bajan por

entre valles boscosos y sabanas hasta las poblaciones de Tuluá, Palmira, Buga y

Chaparral y sus habitantes dependen de estos recursos. Uno de los sitios más

visitados es el cañón de Las Hermosas en el sur del Tolima, una depresión en donde

coinciden los ríos Amoya y Davis los cuales cuentan con gran diversidad de fauna y

flora.

Sin embargo, una descripción más geoestratégica de la zona nos puede arrojar otras

particularidades. En esta zona históricamente ha operado El Frente 21 de las FARC

que gira alrededor del cañón de Las Hermosas, un punto clave de comercio de

amapola y desde donde las Farc atacan Ibagué, Armenia, La Línea e incluso el Norte

del Valle. Es uno de los centros de comercio de látex que se extrae de la amapola y

sustancia principal con la que se produce la heroína, donde sus habitantes alternan

con cultivos como el fríjol, arveja y cítricos.

En mi recorrido me indican además el lugar por donde posiblemente Ingrid

Betancourt fue llevada y donde puede aún pasar sus días luego de su secuestro el 23

de febrero de 2002, cuando miembros de las FARC la interceptaron en el sitio El

Líbano, sobre la vía que comunica a los municipios de Montañitas y San Vicente del

Caguán. Sobre las montañas que me indicaban ya no podía ver la inmensa

biodiversidad, sino que se dibujan en mi mente grises en la distancia bañadas ya no

por los ríos Amoya y Davis, sino por la historia de dolor y sangre que llevan a

cuestas. Fueron 4 horas donde ningún vehículo cruzó ni de subida ni de bajada…

fueron cuatro horas disimulando y rogando a la Virgen del Carmen que me

acompañara.

Al llegar a Rio Blanco el panorama fue muy distinto. Cerca de 500 mujeres me

esperaban para comentarme sus ideas de negocio… jamás apareció ni la amapola ni

el látex… tampoco la arveja o el fríjol… en cambio brotaron de sus imaginarios

colectivos e individuales negocios que iban desde confecciones, especies menores,

artesanías y café. En el último grupo, 50 mujeres organizadas trabajando con las uñas,

produciendo con una tostadora simple café especial que comercializan artesanalmente

en Ibagué. Con ellas empezaría mi trabajo en el municipio.

El regreso no fue distinto… una sola carretera destapada, solo que esta vez luego de

pasar por Chaparral no tendría a mi lado la frescura del bosque de niebla; el viaje

continuaba hasta Coyaima y Natagaima donde esta ubicado el desierto de la Tatacoa,

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20

y eso fue exactamente lo que me encontré... un desierto por donde la señalización es

nula y en donde un momento la vía se bifurcaba y no existía una sola alma que nos

pudiese orientar. Aproveché el momento para turistiar un poco y tomarme unas fotos

en un túnel muy interesante de roca y arcilla. Y luego de no encontrar a nadie y

esperar bajo 36 grados de temperatura, decidimos el camino a seguir: “será por la

izquierda”.

Luego de llegar a Coyaima y de explicar el retraso por la perdida, nos consultaron por

la vía que habíamos escogido, y al indicarles el camino exaltados nos comentaron que

estaba restringido el paso por esa vía, que el día anterior habían asesinado en el túnel

a 2 personas por robarles la dotación de computadores que iban para una escuela

rural, y que semanalmente eran ajusticiadas personas ya sea por la delincuencia

común o por las FARC en ése sitio.

A veces la ingenuidad es buena acompañante, con eso se puede hacer el trabajo sin

vivir mortificado. A pesar de las historias he regresado a Río Blanco y a Coyaima,

aunque el último regreso ya no fue tan concurrido por la época de elecciones, donde

lamentablemente en Río Blanco, la semana que viajé asesinaron a uno de los

candidatos a la Alcaldía; por lo que la reunión tuvo que realizarse de forma muy

discreta y con sólo el personero enterado de mi visita.

Un segundo viaje lo emprendo en el municipio de Guapi, Departamento de Cauca, el

cual esta ubicado en una de las regiones más ricas en biodiversidad del mundo,

contrastado con una alta desigualdad social, carencias en todos los servicios básicos y

una ineficiente por no decir nula presencia del estado en los últimos años.

Mientras que adentro en la selva de nuestra Costa Pacífica los grupos ilegales

(narcotraficantes y guerrilla) se disputan el territorio para la siembra de cultivos

ilícitos; en el casco urbano las personas mueren de una enfermedad conocida como

Leptospirosis, la cual es transmitida por los roedores que cohabitan por cientos en las

calles de Guapi, e infectan las aguas lluvias que son consumidas por sus pobladores.

Una de las mujeres que hace parte del grupo objeto de mi visita, y quien era una de

las líderes falleció la semana en que se tenían programadas las actividades,

precisamente de esta enfermedad al consumir agua contaminada con orines de rata

(recordemos que no existe servicio ni de acueducto ni de alcantarillado), y donde la

corrupción y el narcotráfico impiden el desarrollo de un lugar que en teoría tendría

todas las ventajas comparativas.

La noche en que llegamos se realizaba el velorio de la señora Amparo, un arrullo de

cánticos acompañaba las cerca de 50 personas ubicadas afuera de la casa pasando la

noche con aguardiente y tinto. Unos militares rodean las cuadras realizando su ronda

nocturna cuando de repente un estruendo como una bomba se escucha adentro de la

casa. Todas las personas salen a correr por puro instinto y memoria de situaciones de

guerra pasadas. Y aunque no se ve ni humo y se desconoce lo que pasa, las personas

no paran de correr. De pronto alguien grita: ¡no pasa nada!... es solo una bandeja!,

una simple bandeja metálica que retumbó los pisos y paredes de madera generando el

caos colectivo que finalizaría en un ataque colectivo de risa. La reacción de las

personas era normal, a solo unos kilómetros se vivió la tragedia de Bojayá, sin

mencionar cuantos casos suceden en casco urbano producto de rencillas entre

narcotraficantes.

Superado el impase por la pérdida de una de nuestras mujeres, me dirijo río arriba de

Río Guapi a tres horas en lancha desde el casco urbano hasta la vereda El Carmelo.

Allí un grupo de 30 mujeres desarrolla actividades como la extracción del piangua del

manglar, jaiba, pesca, cetrería entre otros. Son un grupo de mujeres que luchan por

obtener una fuente alternativa de recursos porque con la implementación de la

Política de Seguridad Democrática el tema de los cultivos ilícitos se pone cada vez

más difícil, adicional al ingreso del programa Presidencial de Familias

Guardabosques que busca la erradicación manual de cultivos ilícitos con el

compromiso de invertir en alternativas de negocio.

Justamente allí, reunida con la comunidad y a la hora del almuerzo, me comentan que

el año pasado estuvieron a punto de rescatar a los diputados del Valle unos

kilómetros más arriba de donde estamos ubicados, y que además algunas personas

comentan haber visto a la señora Ingrid Betancourt en los alrededores del río Guapi y

Napi.

Nuevamente la sombra del secuestro retumba en mi cabeza, con la triste coincidencia

de seguir pistas de la gran mujer que es Ingrid Betancourt, solo ella sabe cuanto ha

recorrido en estos más de cinco años, y solo Dios sabe cuando podrá regresar. Sin

embargo, procuro por eso cada día encomendar mi trabajo a Dios y confiar, porque la

guerra en mi vida se expresa a través de mi trabajo, y aunque directamente nunca ha

tocado a nadie de mi familia, me atraviesa el corazón con dolor de patria, cuando se

expresa en la muerte de líderes sociales, candidatos, mujeres y hombres vulnerables.

La guerra finalmente nos toca a todos, sea donde sea que trabajemos, estrato social,

ciudad o creencias y por eso se debe luchar por procurar en medio del conflicto

aportar desde cada pequeña acción a construir una Colombia mejor.

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21

14.

La incursión Por: Mar

Siendo un día domingo de mayo en donde el sol brillaba y el clima era despejado en

donde algunos hogares comenzaban a despertar y los mas fieles peregrinos de la oían

al padre predicar la enseñanza de las santas escrituras , de la misa de las siete nunca

imaginaban que ese día seria uno de los mas aterradores en sus vidas, pues poco a

poco se acercaban aquellos hombres vestidos con uniformes y botas pantaneras

acabadas muchas por las continuas caminatas, no se si ellos sabrían el daño que

provocarían y las vidas que bajo sus armas se irían.

Es así como el dolor llego a muchos de los habitantes de Belalcazar un pueblo

rodeado de naturaleza y con un gran río como testigo de la lucha diaria de cada uno

de sus habitantes, tornándose frío y distante sin saber que pasaría como uno mas de

los tantos que sufren con las inclemencias de grupos armados, en conde la incursión

acabo con los sueños de jóvenes, personas inocentes, madres que nunca imaginaban

que la muerte arrebataría a sus hijos, y la esperanza de muchos pobladores.

No solo las personas sufrirían si no los quince policías que tenían la obligación de

proteger a los habitantes de Belalcazar, siendo las nueve de esa mañana aparecieron

esos hombres muchos de ellos llegaron en camiones ocultos haciendo creer a los

habitantes que solo pasaban hacia el municipio vecino pero no era así, rápidamente y

sin darse cuenta muchos, comenzó un gran ruido cada vez mas cerca eran los

proyectiles que rápidamente llegaban, la gente descontrolada y con miedo corrían a

sus casas creyendo que eran lugares seguros pero muchos quedaron atrapados en la

iglesia, el parque y otros en una de las pocas tiendas grandes que tiene el pueblo.

Comenzó todo tan rápido y menos de unos minutos el pueblo estaba completamente

rodeado de estos delincuentes que disparaban a la vieja estación de policía y algunos

proyectiles se alojaban en los bultos de arena que semanas antes los policías habían

llenado que protegían alrededor de la estación, los policías acantonados y con pocas

reservas repelían el ataque subversivo esperando el apoyo que demoro un tiempo en

llegar.

Pero en otro sitio del pueblo el miedo asechaba a una mujer que solo llevaba unos

pocos meses de estar en belalcazar por cuestiones de trabajo había visto una gran

oportunidad para mejorar sus ingresos, en esos momentos entendió que lo mas

importante era su hijo y familia escondida bajo la cama de el cuarto que paga rezaba

y pedía que pronto terminara de sonar las ráfagas que escuchaba.

Mientras tanto un valiente policía salía de supuesto de vigilancia para poder avisar al

comando central que estaban rodeados pero sin ver, una bala atravesó su cuerpo y

lentamente caía bajo la mirada perpleja de la gente que estaba escondida en el gran

samán que con sus grandes ramas que parecían brazos regaban sobre el la sangre de

una persona inocente y atónitos no podían hacer nada solamente esconderse.

De un momento a otro sobre volaban helicópteros al pueblo y unos creían que todo

había acabado pero no era así pues estos hombres atinaban sus armas a los soldados

que desembarcaban en la meseta cercana al pueblo, según don Gildardo que estaba

muy cerca al sitio donde los helicópteros aterrizaban y dejaban a los soldados, uno de

ellos comentaba don Gildardo no alcanzo a tocar suelo cuando cayo muerto, es

irónico como personas que no se conocen mueren por proteger la vida de otros

comenta, pero así es este país y no podemos hacer nada.

Pero para una madre que solo tenia un hijo hombre de cuatro que eran ver lo morir

sin poder hacer nada y sentirse incompetente solo diciendo que no es justo que se lo

arrebataran, fue doloroso porque para ella era el gran orgullo, pues ayudaba a su

madre en labores tan comunes como cuidar a sus pequeñas hermanas, y un proyectil

de tantos que sin rumbo cayeron ese día precisamente acabo con su vida y las

ilusiones que esta madre tenia, se fueron con el cerrar de los ojos de su amado hijo.

Transcurridas nueve horas se silenciaron las ráfagas pero el miedo no dejaba que los

pobladores salieran y otros apenas llegaban a sus hogares dándole gracias a dios por

haberlos protegido a ellos y sus familias , mientras tanto la poca infraestructura que el

pueblo tenia estaba averiada y pasaron unos cuantos años para que las arreglaran ,

pero las marcas de esta incursión quedarían grabadas en las mentes de los afectados y

podrá pasar el tiempo que nunca olvidaran aquella mañana del domingo.

15.

Lo que nos cuesta la guerra Por: Humberto Acosta*

Son las 6:30 AM de lunes 22 de octubre. Me dirijo hacía el paradero de buses que me

transportará desde apartado hasta el corregimiento el tres (Municipio de Turbo), lugar

donde se encuentra la planta de producción de la empresa para la que trabajo.

Mientras me acomodo en el bus, pienso en todas las actividades que tengo que

realizar para esta semana y también recuerdo los múltiples compromisos que tenemos

que atender con la maestría.

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Después de 10 minutos de recorrido, de repente, el bus se detiene, en un reten del

Ejército. Nos bajamos y nos piden a los hombres hacer una fila alistando nuestro

documento de identidad. Mientras me toca el turno, le pregunto a un soldado de

apellido Berrio el porqué están realizando el reten, el me informa que estamos

próximos a elecciones y que están en alerta de cualquier situación.

Por fin termina la requisa, el bus arranca nuevamente y estoy angustiado porque voy

tarde y dentro de las múltiples actividades a realizar debo dar instrucciones a los

operarios, llamar a proveedores, llamar a los clientes, llamar a mi jefe, revisar

inventarios etc. Recuerdo nuevamente lo de la maestría, pienso a que hora voy a

realizar los trabajos de esta semana. Empiezo a pensar como hacer esta crónica, y me

pregunto ¿Cómo me afecta a mí la guerra que estamos viviendo?, y pienso que ha

pesar de haber vivido en lugares como el Putumayo y ahora en el Uraba,

considerados como zonas peligrosas por el Estado, he podido desarrollar mi trabajo y

mi vida sin que me afecte considerablemente la situación de orden público.

Estoy próximo a llegar, le pido el favor al conductor que pare en seguida de la

subestación eléctrica de EADE (Empresa Antioqueña de Energía), observo que en la

subestación hay un grupo de militares reunidos. Cruzo la vía y camino unos 100

metros para llegar a mi oficina. Al llegar reúno a los trabajadores para empezar a dar

las instrucciones de la semana.

“¿como vamos a hacer para completar el camión de madera? pregunta Luís, el

operario de la máquina preocupado por que aún no se ha podido despachar el camión

que está parqueado desde el sábado. Miro al celador y le pregunto si no llegaron

camiones de materia prima el fin de semana, este apenas mueve la cabeza

respondiendo de manera negativa la pregunta. En una región como esta es normal que

suceda algún inconveniente de última hora y no llegue un camión a tiempo, pero que

no hayan llegado ni uno de los tres posibles que debían estar en el fin de semana es

porque algo tuvo que haber sucedido.

Mientras me dirijo a mi oficina, voy buscando en el celular el número del primer

proveedor para llamarlo. “Don Felipe”, un señor negro de unos 45 años, porque no

me llegaron los camiones le pregunto. Este me informa que tuvo inconvenientes

porque en el sitio en donde estaba el camión cargando (Brisas, zona rural del

municipio Belén de Bajirá en limites con el Chocó) estuvo la guerrilla y estaban

pidiendo una colaboración y por esta razón el prefirió quedarse quieto hasta que esta

gente se fuera, porque estaban de paso. Recojo el inventario y salgo de mi oficina a

revisar las existencias. Es preocupante la situación, la materia prima se agota y los

pedidos a los clientes no dan espera.

Busco el teléfono de otro proveedor, Don Nicolás un señor Gordo y pequeño que está

ubicado al otro lado de la región, en San Pedro de Uraba, en los limites con el

Departamento de Córdoba, le pregunto que para cuando me puede enviar la madera

que necesito, este me comunica que el lo vé difícil porque la situación esta tensa por

el tema de que se acercan las elecciones y que el no va a arriesgarse hasta que estas

pasen.

No sé si lo que están hablando Don Felipe y Don Nicolás sea cierto, pero pienso que

en este país parece que todos estamos llenos de excusas para justificar nuestra

incompetencia y muchas veces nos aprovechamos de nuestra situación no solo de

guerra, sino de narcotráfico, pobreza, paz y mil males más para justificar nuestras

acciones. Sergio Boisier dice que el desarrollo requiere de modelos mentales

basados en otros paradigmas y comparto totalmente esa teoría, lo que necesitamos es

cambiar nuestra manera de pensar para poder lograr el bienestar de la sociedad en

conjunto para que esta guerra absurda que vivimos pueda llegar a tener fin algún día.

Ese mismo día, en horas de la tarde, un grupo de cinco soldados llega hasta la

empresa para que les regalen retales de madera para cocinar, el campamento se

instaló en la subestación eléctrica de EADE que queda al frente de la empresa. Les

pregunto cuánto tiempo se van a quedar y dicen que no lo saben. Mientras los

soldados recogen la leña, observo que hay uno que les da órdenes, me acerco a este y

me dice que están en alerta roja porque hay amenazas de que van a volar los puentes

que están sobre los ríos Currulao hacia Apartadó y el río Guadualito que va hacía

Turbo y que además la semana pasada hubo un hostigamiento detrás de la

subestación en donde le mataron un soldado.

En el Urabá, entre 1997 y 2004 los paramilitares generaron 60.000 desplazados

mataron 3.778 personas en enfrentamientos con la guerrilla y posicionaron a

Apartadó como el municipio de mayor índice de desplazados, es fácil pensar que

acciones como la que mencionan los soldados sean totalmente normales, lo difícil es

pensar que aun cuando estas suceden alrededor del ambiente en el que nos movemos

es tal la costumbre a estas situaciones que no nos damos cuenta cómo afectan

nuestras actividades diarias y por ende nuestra vida.

Recogiendo cada una de las experiencias en el trabajo durante este día me pongo a

analizar las diferentes historias vividas: El reten que me hizo llegar tarde al trabajo, la

incapacidad de los proveedores para hacerme llegar la materia prima con qué trabajar,

el campamento de los soldados que estaban en la subestación, el ataque que hubo a

unos pasos de la empresa; la amenaza de la voladura de los puentes. Me doy cuenta

todo lo que nos cuesta la guerra, no solo en lo económico si no en lo social, cultural,

y psicológico y que si bien para algunas personas puede pasar desapercibido, no hay

duda de que esta nos afecta profundamente.

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La guerra: reflejo evidente de los vacíos individuales y

colectivos

En un esfuerzo por responder a la pregunta: ¿Cómo nos afecta la guerra?, indago en

mi memoria en busca de algunos recuerdos que me ayuden a entender cómo me

afecta la guerra, y no puedo evitar visualizar el telón de fondo del conflicto armado

colombiano, que analizándolo bien, sólo es un escenario en donde la guerra (como

noción genérica) hace su aparición, pero es el más evidente y en el que vivimos en la

cotidianidad, bien sea como actores directos o indirectos.

Muchos colombianos y colombianas somos actores indirectos del conflicto armado

en la forma de espectadores indiferentes, ya que no habitamos áreas geográficas

conocidas como “rojas” y por tanto pareciera que a simple vista el conflicto no nos

tocara. Creo que esta apreciación es superficial en la medida en que no se contemplan

las variables históricas y contextuales, es decir, se olvida que somos el resultado de

una historia violenta, desde la llegada de los conquistadores españoles, la

conformación de la República, la separación de Panamá, el Bogotazo y otros tantos

sucesos que han marcado los imaginarios individuales y colectivos.

Lo anterior se evidencia en aquellos escenarios en los que actuamos cotidianamente:

nuestros hogares, sitios de encuentro, oficinas, iglesias, entre otros, y allí somos

testigos de manifestaciones individuales y colectivas de miedos, odios, repulsiones,

rencores y prejuicios que impiden la construcción de un proyecto de nación en el que

todos y todas podamos ejercer nuestras condiciones de ciudadanía.

Pero la guerra no sólo es sinónimo de conflicto armado: tiene múltiples facetas y en

cada una de ellas podemos ser víctimas o victimarios: la guerra por el consumo, por

los mejores empleos, por el reconocimiento académico, laboral o económico, por la

práctica de cultos, por la belleza física… en fin, hay tantos motivos por los cuales

podemos pasar de competir a chocar con nuestros congéneres sin darnos cuenta, y

ello se evidencia en una paranoia constante que nos hace seres cada vez más

agresivos y a la defensiva.

Pienso que la guerra debe entonces ser vista con nuevos ojos, en donde aprendamos a

reconocer que ésta no sólo se manifiesta en los campos de combate, ni en los retenes,

ni en las zonas “de distensión”, sino que extiende sus tentáculos hacia aquellos

lugares en donde no exista el respeto por la diferencia y la diversidad: ese sitio

incluso, puede ser en el medio de nuestros espíritus.

17.

Víctimas por amor Por: Yuya

La vida vale mucho, sobre todo cuando en ella hay personas que participan de una

manera ardua en el bienestar de los demás y ahora en el momento de recordarlas, aún

más se afianza ese sentido de amor y dolor porque ya no están.

La violencia es un concepto “intangible” hasta cuando sentimos su presencia en las

formas más abruptas e impensables, en donde las víctimas son inocentes que no

saben en qué momento se involucraron y hoy no solo las lagrimas brotan, sino todos

los sentimientos de dolor al ver que su inmolación ha sido solo injusticia.

En nuestro país en donde aún prima la vida familiar, las abuelitas son el centro de

armonía, amor, dedicación y sobre todo de mil risas que marcan el corazón. Ellas se

han forjado dentro del trabajo y el hogar permitiéndoles un dinamismo en cada una de

sus jornadas, que desde jóvenes inician y día a día perfeccionan. Mi mamá era una de

ellas, procedía de una familia humilde, en donde fue la tercera hija y contra cualquier

pronóstico negativo, fue líder en cada uno de sus objetivos. Instalada en la ciudad,

con la nueva tarea de un hogar, emprendió diferentes actividades económicas para

soportar las inclemencias diarias de la localidad.

Como logros fundamentales para ella, estaba el haber educado a sus hijas y poder

ayudar a varias personas con los sustentos para sus familias y el tener un

reconocimiento por su lucha diaria a través de sus nietos.

El poder tener una solvencia económica, es sinónimo de muchas jornadas de

sacrificio y de toma de riesgos que afianzan un capital para seguir trabajando, siendo

esto un ejemplo de la mayoría de colombianos; pero también es muestra de

“enriquecimiento económico” que vale mucho para los que les cuesta poco solo

tomar decisiones sin medir las consecuencias.

Jamás se podrá explicar como una llamada cambia la vida de una familia y más

cuando convierten en protagonistas a los menores de edad; son todos los sentimientos

juntos de miedo, rabia, inhabilidad de reacción los que de ahí en adelante marcan la

vida diaria, convertirse en una zozobra de saber quiénes son realmente nuestros

agresores y porqué hemos sido involucrados.

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Al no tener la certeza de las causas de esta situación, tampoco se puede determinar si

la conclusión de este drama fue generado por las mismas personas o por otras. Lo

único cierto es que hoy desde el cielo tenemos una Flor de María que extrañamos

mucho y que por salvar a las personas que la rodeábamos y a su agresor, vivió un

camino lleno de dolor y sufrimiento para luego decir adiós. Todo porque en un día

normal de su trabajo, ella fue agredida por alguien a quien le suplicó se salvara y no

cometiera ningún error y en respuesta él le disparó, causándole múltiples heridas que

a lo largo de tres años fueron una prueba muy dolorosa para ella y quienes la

conocimos y queríamos.

Y al final de todo es ver de cerca cómo la justicia, el servicio de salud y la misma

sociedad cobra las víctimas más inocentes, de un conflicto que sabemos de su inicio

pero no de su final y como los esfuerzos más grandes no solo de dolor, sino de

súplica no encuentran eco y son las lágrimas el mejor acompañante en el momento de

ver lo indefensos que somos ante hechos que evitamos y tropezamos sin querer.

18.

Pesca blanca en mares del pacífico Po : Monelle

Eran las 11:30 de la noche de un día tan tranquilo como cualquiera, de pronto golpes

consecutivos en la puerta me despertaron de sopetón. -Octavio, Octavio, ábrame. -

¿Quién es? Respondí mientras mis pies rozaban el piso húmedo y frío de la madera

buscando las chanclas en la oscuridad turbia de una noche lluviosa, como transcurren

más de 300 de las 365 noches del año en este pueblo de la región tropical húmeda

ubicado en la selva colombiana. Ya preocupado por la angustiada voz que insistía al

otro lado de la puerta y que aún no lograba reconocer pero que me sonaba muy

familiar, logré calzar mis pies y encontrar la linterna, que siempre dejo al lado de la

almohada, pero que precisamente anoche, no sé en qué momento se calló debajo de la

cama. -Ábrame y le cuento lo que nos pasó, estoy vivo de milagro. Con la linterna en

mis manos logré encender el poco destello de luz que desprendían las desgastadas

baterías, abrí la puerta e iluminé el rostro pálido y tembloroso de Jairo. 2

Con sus ropas húmedas que olían a mar y sus brazos temblorosos me abrazó, con sus

manos arrugadas y frías, me estremeció con fuerza e incredulidad, como si quisiera

reconocerme mientras despertaba de un sueño que se había convertido en pesadilla y

del cual deseaba despertar y sentir que sólo fue un sueño. Su rostro pálido y su

2 El nombre de este personaje, como el de todos los de los personajes, fue cambiado por

seguridad de los mismos.

expresión auguraban que algo terrible le había pasado. Luego de un reconocimiento

exhaustivo, casi llorando empezó a contarme su experiencia.

“¿Se acuerda que hoy a las nueve y media de la noche íbamos a vender los doscientos

kilos de coca que habíamos encontrado? Pues sí señor, imagínese que al llegar a

Nabugá, la playa donde nos habíamos puesto cita con “Tutú” el tipo que nos hizo el

contacto con los duros de la plata, envés de encontrar plata ¡lo que encontramos fue

bala! así como le estoy contando, ¡bala de esa que le atraviesa el cuerpo a la gente y

la manda al otro lado del túnel! Esa gente nos engañó, nos robaron toda la coca, nos

encendieron a bala y se fueron; sí, yo sé que esto suena a película gringa Octavio,

pero fue verdad, tal como le digo…nosotros estamos vivos de milagro, un milagro de

Diosito que es tan grande y no lo desampara a uno”.

Era ya casi la media noche, cada palabra y cada gesto de Jairo me asustaban más, el

tema de la pesca blanca en La Bahía se estaba convirtiendo en una bomba de tiempo,

si hacemos un poco de memoria este fenómeno está pasando hace ya más de 5 años y

en los últimos tres años se ha convertido en el actor más importante de la economía

local. Y cómo no se va a convertir la coca en el ingreso más importante de la

economía local, si por la venta de un kilo de coca un pescador puede comprarse hasta

833 kilos de pescado y por la venta de un kilo de pescado a duras penas el mismo

pescador se puede comprarse otro kilo de pescado. Pero como la coca no se encuentra

por kilos, ni por libras sino por pacas, cada paca contiene una arroba, es decir, 25

libras que equivalen a 62 millones de pesos. Mientras que el pescado sí se encuentra

por libras, kilos, y con mucha suerte también por arrobas, la diferencia radica en que

la arroba de pescado cuesta 75 mil pesos. Y no sigamos haciendo cuentas para no

decepcionar a los pocos que aún siguen creyendo en el trabajo digno contra los

trabajos ilícitos.

Pero escúcheme bien Octavio, venga le sigo contando todo lo que pasó en este

pedacito de noche que casi acaba con nuestras vidas, sí, no era sólo la lancha de

nosotros, eran 7 más cargadas con toda la mercancía habíamos cogido, en total eran

200 kilos de coca, que llevábamos esa noche. En cada lancha muy atentos y en pie,

firmes como a la espera de una orden, estábamos los cuatro o cinco tripulantes

dueños de su propia mercancía, porque no era sólo yo, éramos en total como 32

hombres cargados con 200 kilos de cocaína.

Nosotros salimos de la bahía faltando 15 minutos para las 8 de la noche, menos mal

que no estaba la patrullera, la lancha del ejército que ronda La Bahía todas las noches,

por que es así, estaríamos ya presos, claro que mejor presos que muertos!!. El

ambiente era casi perfecto de no ser por una leve llovizna que salpicaba el mar y que

auguraba una tormenta, pero la tormenta fue de bala y no de agua. Todo iba

marchando bien, según lo previsto. Las 8 lanchas, una detrás de otra, atravesaron la

boca de La Bahía sin ninguna dificultad, luego nos agrupamos de dos en dos, para

acompañarnos en el recorrido. Íbamos riendo y hablando sobre lo primero que

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haríamos al otro día con la plata que le tocara a cada uno. Los motores iban a toda

marcha por eso nos demoramos solamente 20 minutos para llegar al punto de

encuentro con los compradores.

Cuando llegamos al punto acordado con “Tutú” le bajamos la velocidad a los

motores, fuimos encendiendo una que otra linterna dando señal de nuestra presencia,

mientras buscábamos la lancha que nos esperaba para hacer el negocio. El poco

reflejo de la luna hacía contraste con las pequeñas olas que se levantaban en el mar

por el vaivén de las lanchas y estos dos elementos lograban iluminar el borde de las

lanchas y diferenciar las siluetas de los hombres que estaban en cada una de

embarcaciones. Mientras avanzábamos fuimos identificando con la complicidad de la

incipiente luna dos botes más grandes que nuestras lanchas, hombres vestidos con

ropas negras, armas cortas y largas que salían de las siluetas de los cuerpos todos de

piel morena, cómplices de la noche y de la clandestinidad, como el negocio mismo de

la coca. Sí Octavio, los vimos y nos tranquilizamos, pero cuando nos fuimos

acercando, fuimos descubriendo la potencia de sus armas, todas las lanchas tenían los

motores prendidos, como si estuvieran siempre listos para arrancar, pero nosotros

pensábamos que era una estrategia para evadir a los militares si se llegaban aparecer.

Intercambiamos un saludo y mandaron a una lancha más pequeña, de esas que

inflables que flotan sobre el mar y que tienen pequeños motores fuera de borda. Este

pequeño bote era el encargado de recoger toda la mercancía y transportarla a los botes

de los motores prendidos. Nosotros nada podíamos hacer, ellos eran los de la plata y

los de las armas. De dentro de uno de los botes salía una voz de mando decía: “no se

preocupen en este negocios las cosas son así: ustedes nos entregan y luego nosotros le

entregamos a ustedes, tranquilos”.

Yo seguía atento escuchando las palabras de Jairo, entre silenciaos de suspensa y

pausas largas de Jairo yo también no alcanzaba yo a imaginar a este grupo de

hombres trabajadores, luchadores y rebuscadores del pan diario para sus familias, en

medio de la nada con un grupo de matones armados hasta las narices dispuestos a

todo por quedarse con esos 200 kilos de coca, cuyo valor era de 500 millones de

pesos. Pero el afán de dinero rápido y fácil, hacía bailar hasta el mono y ellos no eran

la excepción. Jamás midieron las dimensiones de ponerse cita nocturna y en medio de

la nada con personas que viven y trabajan en la clandestinidad, porque no nos

digamos mentiras, finalmente estos hombres pescadores y que últimamente se han

dedicado a la pesca blanca, son hombres trabajadores nunca traficantes, por eso

actúan de manera ingenua y sin prevenciones, el negocios de ellos no es matar ni

traficar, ellos sólo aprovechan las oportunidad que les da la vida de conseguir unos

pesos de más para disfrutar de los privilegios del dinero por unos pocos días, sí,

porque como dicen por ahí el dinero fácil no dura.

Y es que La Bahía se había convertido en un lugar privilegiado desde que las

corrientes y los vientos del sur la favorecieron sus aguas llevando toda o gran parte de

la coca que queda en el mar luego de los bombardeos del ejército a las lanchas

rápidas que salen a diario desde los distintos rincones del sur del pacífico colombiano

cargadas de coca con rumbo hacia distintos lugares Centro América y Estados

Unidos, a veces estas corrientes parecieran motivadas por plegarias de los mismos

pescadores que ruegan al cielo para que bombardeen abajo (en el sur) y arrimen a las

orillas de arriba (en el norte) unas cuantas pacas de coca para abastecer al pueblo de

plata. Porque cuando es temporada de coca o temporada de pesca blanca nadie puede

saborear un pargo rojo, un atún, una cherna; porque aunque todos los días todas las

lanchas salen a pescar y usted desde la playa puede ver cantidad de puntos negros en

el mar augurio de que llegará mucho pescado esa tarde, no se confunda que sí,

efectivamente están pescando, no precisamente peces sino coca.

Bueno Jairo, termine contarme que ya me tiene en ascuas, qué pasó al final, cuente

pues.

Pues imagínese que luego como de 10 minutos de espera y de haber entregado toda la

coca, salió un hombre corpulento y con un arma que yo jamás había visto. Iluminó

con una linterna bien potente todas las lanchas de un extremo a otro y dijo con voz

enérgica y determinante, a mi no me gustó esto porque el tipo estaba muy armado, y

gritó: “Liquídeme esta gente”, nosotros nos quedamos por pocos instantes quietos, no

sabíamos si era que nos iban a pagar de una o qué? El cuento es que pasados esos

segundos salieron tres tipos más armados y al tiempo que levantan sus armas en

posición para disparar y gritan “al agua Hp‟s…” desde ahí yo sólo escuché disparos y

gritos de todos mis compañeros que nos tiramos al agua como pudimos, el agua era

nuestra única salvación…..nos zambullimos en el agua muertos del susto y viendo el

final del túnel en nuestras narices, yo tragué agua hasta más no poder, salía, tomaba

aire y volvía a meterme, y así sólo veía salir cabezas y volver a meterse en el agua y

cuando arrancaron en sus lanchas, nos reconocimos todos, cuando salimos a flote y

no volvimos a sumergirnos sino para llegar a la orilla de la playa. Nos sorprendimos

al darnos cuenta que todos estábamos con vida. Yo sí pensé que habían matado a

alguno de mis compañeros.

Luego caminamos por la playa, hasta llegar al pueblo, muertos del susto nadie

pronunció palabra, nadie dijo nada, yo con el primero que hablo es con usted. Con

nadie más y déjeme decirle una cosa Octavio yo jamás en mi vida volveré a meterme

en esas cosas ilegales y clandestinas, cuando uno se mete en esas cosas la vida de uno

está en las manos de esos hampones y a ellos nada les importa más que su plata… así

me muera de hambre junto con mi familia, nunca vuelvo a pescar coca!!

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Ya pasada más de la media noche…Jairo, al volver a pensar en lo que les había

pasado esa noche, volvía a temblar del miedo y agradecía a Dios, por haberlo salvado

de ésta y prometía no volver a hacer este tipo de negocios, mientras otros

seguramente siguen soñando la pesca blanca.

19.

Estas conmigo o contra mí Por: Mariela

Transcurría el año 2005, en aquel momento trabajaba en un programa de seguridad

alimentaría en la localidad 20 de Bogotá, Sumapaz, un territorio rural lleno de agua,

naturaleza, tranquilidad, y de personas de distintas partes del país que llegaron a estas

tierras en busca de un terruñito en el cual tener una familia y hacer realidad sus

sueños, a través de este trabajo puede conocer la historia de muchas de estas

personas, y descubrir que en medio de esta guerra, son muchos los que no pueden

hacer realidad sus sueños y que la historia que de niña me enseñaron de guerras entre

los malos y los buenos no es ni tan clara ni tan cierta.

Un día me cogió la oscuridad haciendo una visita a la escuela de Animas Altas en el

corregimiento de Nazareth, puesto que Don Gabriel en compañía de su esposa Ana,

contó historias de la zona de manera agraciada y envolvente hasta que nos dieron las

11:00 pm, cuentan que cuando la guerrilla se retiró militarmente de la zona, en una

noche apareció el ejército en diferentes casas de los habitantes, les hicieron subirse en

unos camiones a 50 campesinos, cuando emprendieron camino se detuvieron y

pusieron dentro del camión munición, armamento y granadas, cuando llegaron a la

ciudad los inculpaban de ser guerrilleros vestidos de civil, dicen que afortunadamente

el padre del pueblo y la comunidad realizaron movilizaciones y exigieron respeto a su

condición como población civil, puesto que sólo así lograron que 2 meses después

salieran 49 de la cárcel, esta historia en mi mente transcurrió como algo asombroso

en el momento pero que luego se queda en el cajón de los recuerdos.

La historia contada fue confirmada hacia el mes de abril del mismo año, cuando me

encontraba en el corregimiento de San Juan –un lugar que probablemente por las

reducidas temperaturas es muy silencioso-, dicho día percibí mayor silencio del

normal, a la vez nunca había visto tal congregación de personas en el pueblo, en

horas de la noche llegaron 3 ataúdes, cuando pregunto a Eliécer ¿qué ocurre? –un

habitante de la vereda Santo Domingo- me dice que eran 3 jóvenes que se fueron el

jueves santo a pescar truchas y no llegaron a sus casas por lo cuál las familias los

buscaron, estos aparecieron en el batallón de Fusagasuga vestidos de uniforme

militar, con muestras de tortura, el ejército decía que eran guerrilleros, casi no los

entregan, los familiares tuvieron que presionar bastante para lograr que sus hijos

fueran enterrados de forma digna y con los vestidos que corresponde; cuando asistí

esa noche al velorio realizado en el salón comunal me llamó la atención el silencio en

este lugar, nadie rezaba, nadie hablaba, pero también era un silencio que hablaba de

dolor y rencor.

Con el paso del tiempo, sin darme cuenta, fui sintiendo mucho temor de encontrarme

con el Ejército sola, sobre todo cuando me cogía la noche; probablemente sea porque

para la población los malos eran ellos y efectivamente yo percibía una actitud

agresiva, porque para el ejército los campesinos eran facilitadotes de la guerrilla;

recuerdo una noche en la cuál recogía muestras de plantas en las zonas más boscosas

de la vereda Capitolio junto a 2 compañeros, el medio de transporte era una moto que

tenía insuficiente gasolina para transportarnos a 3 personas hacia el alojamiento,

llovía bastante y me hallaba por la carretera de San Juan en la que el ejército

circulaba bastante, ese día sentí miedo, temor por mis dos compañeros, opté por

decirles que se fueran en la moto, yo preferí irme a pie, creo que si el recorrido

normal a pie duraba una hora yo me demoré treinta minutos porque mis piernas me

impulsaban por sí solas.

Pasaron 2 años, en este tiempo entré a trabajar al sur de Bogotá con una agencia de

cooperación de ayuda humanitaria, la situación se me pone de presente nuevamente

cuando un día, en un barrio de Ciudad Bolívar, en horas de la tarde, la señora Lala me

ofrece un tinto y me comenta un poco acerca de sí misma:

Hace tres años su vida transcurría en un municipio en límites entre Casanare y

Boyacá, en aquel momento vivía con 4 hijos menores de edad, este lugar en algún

momento fue controlado por la guerrilla, la señora Lala tenía una tienda a orillas de la

carretera, cuando la guerrilla iba de paso, compraba productos en la tienda. Un día,

sorpresivamente a la casa de la familia llegó el ejército, este detuvo a Lala junto con

29 campesinos más, el mismo día el ejército les dijo que tenían que ponerse el

uniforme camuflado, cuenta ella que no quiso aceptar “por el hecho de ser

campesinos no somos bobos, nosotros sabemos que ustedes nos utilizan para

mostrarle a sus jefes su trabajo”, un militar le dijo “los tiene muy bien amaestrados

la guerrilla”. Doña Lala fue llevada a la cárcel del Buen Pastor puesto que se acusaba

como colaboradora de la guerrilla, tuvo que dejar sus hijos y su esposo, sucedidos 6

meses en la cárcel logró que le dieran casa por cárcel, ella escogió irse a Bogotá

donde una hija para que el tiempo de 3 años se le cumpliera en esta casa, Lala

recuerda con especial tristeza la muerte de su mamá ya que no pudo asistirla en la

enfermedad y tampoco pudo ir al entierro, hoy transcurren los últimos días de la

condena en casa de su hija, al lado de sus hijos espera cumplir la condena, dice “yo

no podía negarle a la guerrilla la venta de una gaseosa porque ellos tienen armas y

podían decir que yo estaba en contra de ellos….,la guerrilla nos fregó cuando se

retiraron y llegó el Ejército para atropellarnos”, vive con la incertidumbre de que al

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salir por un rato de casa la llamen del INPEC a verificar su estadía, cuenta que con lo

sucedido desea que sus hijos no vuelvan al pueblo porque corren el riesgo de ser

reclutados por algún grupo.

En Colombia hay una guerra hace varias décadas, esta funciona con la lógica del

control territorial de los actores armados a nivel militar, político y social,

garantizando así su misma seguridad y el bloqueo al surgimiento de posibles

opositores, de manera que la población civil que desea mantenerse al margen o

manejar una postura neutral puede ser vista como un peligro para el grupo armado

presente, esto por supuesto bajo el estigma de estas conmigo o contra mi. Entretanto,

en las noticias hubo 3 jóvenes que sumaron a la estadística de guerrilleros muertos en

combate mientras para los habitantes del Sumapaz asesinaron a 3 seres que eran

amigos, vecinos y familiares; doña Lala continuará esperando a cumplir su pena para

visitar a su familia y para poder “salir a un parque a comer helado con sus hijos” y

yo por lo pronto, construyo mi que hacer en torno a la continuación de la vida de los

afectados por la guerra.

20.

¿Cómo criar hijos en medio del conflicto armado? Por: Lian

Por allá en los años sesenta, siendo una niña, viajábamos de un frío páramo en

Antioquia a las calurosas llanuras del San Jorge, en Córdoba; eran los viajes que mis

padres hacían en vacaciones escolares buscando las mejores tierras para su negocio

del ganado.

Yo tenía como 7 años cuando en una de nuestras fincas en Córdoba, vi como mi papá

se reunió con unos señores, que nunca había visto y que resultaron siendo

guerrilleros. A mi me explicaron que ellos estaban pidiendo dinero y comida para los

menos favorecidos del pueblo.

A esa edad que a uno le digan eso, solo pueden despertarse sentimientos de simpatía

para con esos “señores”.

La simpatía que yo comenzaba a sentir hacía esos señores contrastaba con la antipatía

que sentía por los otros señores que nos detenían durante el recorrido entre Antioquia

y Córdoba; nos requisaban, pedían papeles, preguntaban para donde íbamos una y

otra vez; perdíamos mucho tiempo en la vía; además nos desacomodaban de un

campero Willys maltrecho que tenía mi papá, y donde íbamos mi padres, mis tías y

mis seis hermanos; la única manera de acomodarnos nuevamente era a través de los

saltos que daba el pobre carro.

Cada vez que veíamos a esos señores, vestidos de verde, todos nos poníamos de mal

genio, sobre todo mi mamá. Mi papá nunca tenía todos los papeles en regla,

afortunadamente su sonrisa salía a flor de piel para enfrentarlos.

En cada viaje que hacía en mis periodos de vacaciones, tenía nuevas revelaciones,

una de ellas era que esos señores que nos paraban en la vía, se la pasaban peleando

con los otros señores que nos visitaban en la finca de Córdoba. A esa edad no

entendía como los señores se podían matar entre sí, y que los que nos detenían en la

vía siempre resultaban muertos.

Pero el mayor temor hacia el ejército lo adquirí cuando pase de un colegio de monjas

a la universidad pública más grande de Antioquia a estudiar Zootecnia, hacia finales

de los anos 70. La universidad era un lugar de discusión y confrontación de ideas,

todos los días se daba una asamblea donde los ánimos se caldeaban después de

cuestionar las medidas económicas y las leyes que el gobierno de turno emitía; se

realizaban mítines, paros, quema de buses, enfrentamiento con el ejercito; lo más

cruel eran las encarcelaciones o cuando nuestros compañeros no regresaban; era

aterradora la brutalidad del ejercito o al menos yo lo viví así; estudiábamos en

completa zozobra. La universidad era tan grande que mientras unos estaban en clase,

otros estaban protestando y el ejercito entraba a los predios y repartía su brutalidad

quedando uno en medio del caos; muchas veces tuve pesadillas en que ellos me

perseguían y yo corría sin fin, desde ese momento los percibí como seres represivos

que solo cumplían ordenes de superiores.

A pesar de todo, también me di cuenta que los jóvenes soldados del ejercito morían

en cualquier lado de Colombia, en circunstancias desgarradoras, y a nadie les

importaba, solo sus madres lloraban sus muertes.

De esta manera se fue gestando mi temor de que mis hijos tuvieran que prestar el

servicio militar y que los usaran como soldaditos de plomo en un juego de generales.

Desde pequeña me encantaba jugar con muñecas, fui la mejor mamá de mis muñecas,

tanto que en la actualidad tengo una colección de muñequitas vestidas de todos los

colores, y en cada una de ellas veo una niña alegre y juguetona. Ser madre se

convirtió en una de las grandes prioridades en mi vida, y lo cumplí luego de

formarme profesionalmente.

Mis hijos y mi hogar, están por encima de todo, y cuando asumí la maternidad uno de

los grandes temores era tener un hijo varón que tuviera que irse a prestar el servicio

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militar. Tuve dos hijos varones. Ante esta realidad el temor cambio y la pregunta fue:

¿cómo criar hombres de bien en medio de un conflicto armado?.

Mi esposo y yo, zootecnistas, asumimos alejarnos de la familia y las comodidades de

la ciudad para criar los hijos cerca de la vida del campo. Fuimos conscientes del

hecho de que los niños pasan por diferentes etapas en su desarrollo, y cada una tiene

sus preguntas y muchas veces estas no son contestadas; casi siempre son preguntas

referidas a la vida, (preguntas sobre Dios, de dónde venimos, la función del macho y

de la hembra en la procreación, el nacimiento, el parto, la lactancia, los esfínteres, los

alimentos, la sexualidad). Considerábamos que los niños necesitan tener vida

alrededor de ellos; en las casas de las ciudades no hay mucha vida, en cambio en el

campo siempre los niños están rodeados de vida. También les gusta ver crecer

plantas, ver cómo echan flores, frutos, semillas, cómo germinan éstas.

Todo lo anterior les da respuestas oportunas, en el momento oportuno y con la mayor

sabiduría, la de la propia naturaleza; respuestas de manera eficaz, sin dañar, ni

adoctrinar; respuestas que da la naturaleza, y que en las ciudades muchas veces ni

siquiera se les presta oídos. Consideramos que esto era más importante que las clases

de tenis, natación, pintura, inglés y las piñatas de parientes y amigos. Además nuestro

desempeño profesional tenía que ser en el campo para lograr construir un patrimonio

familiar que nos permitiera, en un futuro vivir holgadamente, y que nuestros hijos

pudieran elegir, sin presiones económicas, su futuro.

Vivir lejos de las familias parentales significó que nuestros hijos vieran a los

trabajadores de las haciendas que administrábamos, como tíos, abuelos y primos.

Esto fue fundamental en su crianza. Es que esta gente y en general todas las de la

Costa, tienen una capacidad asombrosa para maravillarse con lo elemental de la vida,

para entregarse, para amar, para soñar y para comprender de forma simple los

fenómenos complejos de la vida, eso fue el bastión en la crianza de mis hijos, además

de la disciplina y del amor que les dimos y con el que siempre los rodeamos.

Y fueron esos parientes ficticios los que explicaban los acontecimientos de violencia

que a menudo se presentaban en la región donde vivíamos. Ellos se convirtieron en

los interlocutores entre mis hijos y la realidad cruel de la muerte día a día.

A mis 35 años, con dos hijos, y una carrera profesional brillante por desarrollar, tenía

que cargar con ellos, de un departamento a otro. Desde que cumplían un mes de edad,

viajaban conmigo y también lo hacían las nanas, los juguetes y toda la parafernalia

propia de unos recién nacidos.

Viajábamos en chalupa por el río grande de la Magdalena y sus afluentes;

cruzábamos trochas polvorientas para llegar a las haciendas que manejaba.

En estos incómodos, pero enriquecedores viajes, mis hijos conocieron de primera

mano, la crueldad de la guerra. Vieron los silenciosos cadáveres viajando por el río,

sin afán, sin dolientes, como si ese viaje silencioso les permitiera dejar atrás los

horrores de la violencia; y era el chalupero, en la mayoría de los casos, quien les

resolvía los interrogantes a mis hijos. Sus respuestas eran directas y simples a una

realidad que resultaba aterradora.

Las experiencias con la violencia no pararon ahí. En un viaje por carretera, del

interior a la Costa, fuimos retenidos durante varias horas, en las mal llamadas,

“pescas milagrosas”.

Mis hijos sintieron por primera vez, el sonido de las balas y la arrogancia del ser

humano. Estuvieron en medio del fuego cruzado, pero contaron con suerte al ser

rodeados por camioneros que al verlos en medio de la balacera, los cambiaron de

sitios, y los llevaron a un lugar seguro. Ni siquiera los grandes camiones se salvaron

de ser agujereados.

Mi impacto fue mayor cuando al terminar el enfrentamiento, después de seis

interminables horas de zozobra, los guerrilleros nos dejaron pasar y se despidieron de

mis hijos, como si se tratará de un juego de niños.

Por primera vez mis hijos sintieron temor, tanto que retrocedieron a su época de

bebés y solo a través de la recreación de la guerra, lo superaron.

En su escuela rural, donde la profesora no asistía regularmente a clases, montaron su

“guarnición militar”. Los frutos verdes del totumo se convirtieron en granadas de

fragmentación, y los palos de escoba, en cañones de fusil, cuyo ruido salía de la boca

de cada niño o niña. Allí se libraron las batallas mas memorables, y los bandos

cambiaban de acuerdo a vencidos y vencedores. Los trabajadores de la finca (Puchis,

Tata, Compae Elías y los demás), continuaban explicándoles la realidad de la vida.

Para esta época ya no podían viajar conmigo, y su padre se encargo de ellos. Iniciaron

la etapa formal escolar para lo cual se requirió un taxista que los llevaba de la finca al

colegio, en un recorrido diario de 50 kilómetros, pero que normalmente se convertía

en muchos más, porque el taxista hacía muchas vueltas por los barrios subnormales,

repartiendo encomiendas. Para ellos cada día era toda una película, donde supieron de

la existencia de pandillas, de muertes, de violencia contra los jóvenes; y como todo

buen cine incluye refrigerio, ellos disfrutaban de butifarras callejeras, diabolines,

casabes y avena casera. Yo no se de donde sacaba el chofer para darles merienda. El

también se encargó de ofrecerles una explicación simple y sencilla de los hechos de la

realidad.

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A todas estas mi esposo y yo nos preguntábamos si la educación que recibían, los

estaba formando adecuadamente, si todas las experiencias vividas serían abonadas a

su favor o en su contra.

Durante 15 años vivimos en el área rural de Juan Arias, Bolívar, y mis hijos habían

asumido ese sitio, como su mundo; podíamos viajar donde fuera, pero allí

aprendieron a nadar en represas, a montar en bestia, a manejar carro, a jugar béisbol y

fútbol a pie limpio, a tener amigos y enemigos, a conocer las relaciones patrono-

obrero y también aprendimos lo que es el desplazamiento.

Mi familia y yo tuvimos que irnos de ese sitio que para nosotros era el paraíso. Es

que en este país todos somos “sospechosos”. Tuvimos que irnos y parte de nuestros

bienes fueron decomisados sin razón y sin apelación.

Como explicarles a nuestros hijos que de nada sirve tener una vida ejemplar, de

respeto a los demás, de trabajar honradamente, de guardar para el futuro, si de un

momento a otro alguien decide arbitrariamente cual es el límite del bien y el mal,

imponiendo sus propias reglas que se vuelven dogmas de fe, de todas formas

recurrimos a la simplicidad de las explicaciones para que pudieren entender esta

nueva dificultad, pero aún así, es un hecho que no han podido superar.

Llegamos a otra ciudad donde tuvimos que conseguir una casa grande donde

pudiéramos recrearle el paraíso que acababan de perder, donde pudieran criar

animales, sembrar yuca, maíz y todas las semillas de flores que recogían por los

antejardines que cruzaban para ir al nuevo al colegio.

En esta nueva ciudad conocieron otra forma de violencia. Ahora las masacres,

muertes selectivas y las fosas comunes eran el pan de cada día. Aquí sus amigos

fueron el chofer del bus, el jardinero y el portero del colegio, y a través de ellos han

encontrado la información para resolver sus nuevas inquietudes sobre la violencia.

Los totumos quedaron atrás y la guerra ya no se juega en equipo, sino individual

frente al XBOX, con el modelo de Terminador, impuesto por Hollywood; una guerra

virtual para desvirtualizar la guerra real en los jóvenes.

Vemos que nuestros hijos demuestran bondad hacía el desvalido; solidaridad con los

menos favorecidos; son disciplinados y responsables con sus deberes escolares y

familiares; cariñosos con las personas y los animales; comprensivos, honrados e

independientes.

Sin embargo por más que nos esforcemos por cambiar el destino, éste nos juega

malas pasadas. El 4 diciembre de 2007, por sorteo mi hijo mayor le toca presentarse a

la Infantería de Marina a definir su situación militar.

21.

Una buena plaza para camellar Por: Tigre

Un interrogante tan claro y tan fácil de entender, puede ser muy difícil de responder,

ya que de primera intención, me he quedado sin argumentos para si quiera por lo

menos dimensionar primero si me toca o no la guerra, y luego decir cómo lo hace.

Es así como me embarqué en la tarea de transmitirle ese interrogante a algunos de

mis amigos, todos ellos profesionales de diferentes áreas, y todos habitantes de

Bogotá y de otras ciudades de Colombia. También estuve consultando información

oficial sobre el efecto de la guerra en la economía del país; todo con el ánimo de

encontrar la crónica perfecta.

También hice la pregunta a familiares que han vivido en zonas con problemas de

orden público. Y justamente ahí, en una historia que aunque la conocía y la viví de

una manera no tan directa, quizás solo por no hacerme ese interrogante de cómo me

toca la guerra, me encontré con mi primo quién decidió escribirla él mismo. Y la

expongo a continuación.

Como nos ha tocado la guerra?

Pues mi papá me llevaba a trabajar en los pueblos de los llanos para enseñarme como

podía ganarme la vida después. El Meta era la zona que más visitábamos y nos la

pasábamos por Villavicencio, Acacías, Guamal, Granada, San Juan de Arama,

Restrepo, Cumaral, Medina, San Carlos de Guaroa, y otros tantísimos que no

recuerdo ahora. En muchos de ellos no había problemas para trabajar pero había una

“plaza” (como llaman los vendedores a los pueblos pa´camellar) que según algunos

pequeños indicios era buenísima, que se podía vender en un domingo más que en

cualquier otro pueblo; el secreto del sitio es que de los pocos vendedores que lo

habían escuchado, casi ninguno iba por allá. Era cerca de la serranía de La Macarena

y se llamaba La Julia, el trayecto duró más de un día, pasamos por pueblos donde no

se veía un solo policía o un militar y que se “cerraban” con cadena por la noche para

controlar el paso de carros. Una zona bellísima por el paisaje y por la gente que era

muy amigable, a muchos los llevamos en el carro cuando nos pedían aventón en la

vía. Cuando llegamos al pueblo buscamos alojamiento y como era sábado en la

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noche, vísperas del día de mercado, casi no encontramos donde hospedarnos. Salimos

a comprar víveres para cocinarnos algo de comer pero la gente en las tiendas nos

regalaba las cosas, los plátanos, la yuca… tocó si acaso comprar algunos huevos. Al

otro día sacamos la caseta portátil que cargábamos de pueblo en pueblo y empezamos

a sacar la mercancía, mi papá se veía muy contento con las ventas, y eso que apenas

empezaba el día. Yo me ocupaba de vender sorpresas a $200 y organizar alguna

mercancía. Me llamó mucho la atención zanjas grandísimas a los costados de la vía

principal, eran trincheras pa‟ las épocas de guerra.

Un tipo vestido de camuflado, sentado en la tienda más grande del pueblo hizo llamar

a mi papá con uno de sus subalternos. Mi papá fue allá de una y luego volvió como

aburrido, sin embargo, continuamos vendiendo como si nada. Al rato vino el mismo

“mensajero” y le dijo a mi papá que mandaban a decir que si es que no habíamos

entendido que nos hacían entender, o algo así le entendí a mi papá después cuando

me contó. Ahí si nos pusimos a empacar la mercancía a toda prisa y alcanzamos a

vender afanadamente lo que la gente pedía mientras empacábamos. El jefe de

camuflado era de la guerrilla y había dicho que no podíamos quedarnos a trabajar allí,

que la situación de seguridad era muy complicada y nadie daba referencia de nosotros

como para darnos el visto bueno, así que para evitar infiltrados de los militares era

mejor que nos fuéramos. Mi papá argumentó que: ¿cómo era posible que a los indios

ecuatorianos si los dejaran trabajar (como en efecto ocurría) y a un colombiano no lo

dejaran?; el jefe se quedó pensando y no tuvo como responder, pero tampoco cedió

en su posición, nos teníamos que ir de allá y cuanto antes. Era obvio que un „neme‟

levanta menos sospechas que un colombiano cualquiera.

Salimos de La Julia como a las 10 a.m. en la misma volqueta que nos había llevado

desde el río Guayabero hasta el caserío. Ahí montamos nuevamente en una barquita

que un tipo lleva arrastrada cogido de una cuerda que va de orilla a orilla (no había

puente). Nos llevó al otro lado del río donde estaba el carro parqueado desde la noche

anterior, empacamos y nos fuimos por donde vinimos.

Otro pueblo problemático era Guamal en el Meta, allá sólo recuerdo haber ido una

vez a trabajar, pero al principio cuando iba sólo con mi papá; esa vez no hubo ningún

inconveniente. Luego trabajábamos con un muchacho del barrio de aquí de Bogotá

que era tuerto y le decíamos Negro. En una ocasión el Negro se fue sólo a camellar a

Guamal; se fue de puro obstinado porque era ya sabido por todos que de unos años

para acá el pueblo era de paras y que no dejaban casi trabajar. El resto del grupo de

vendedores nos quedamos en San Carlos, donde teníamos la “sede” durante unos

meses. Y el Negro cogió pa‟ Guamal, todos nos quedamos pensando en como le iría a

ir por allá.

En la tarde el Negro volvió y contó que lo cogieron de una apenas llegó al pueblo, y

lo encerraron en el calabozo de la estación de policía. Luego de unas horas le dijeron

que allá no podía trabajar y le tocó devolverse a las pocas horas sin haber siquiera

bajado bandera.

Y el pueblo más reconocido es Villanueva en Casanare, ¡pueblo marica!. Allá los

paracos viven pero hace años. Unos amigos nuestros, familiares de unos vecinos,

vivían felices allá hasta que los paracos llegaron como en el 98 y les dijeron que se

tenían que ir. Ante la presión de las amenazas y uno que otro muerto ya registrado en

el pueblo, Carlos y su familia se abrieron, llegaron aquí a Bogotá un tiempo y luego

se fueron a vivir a Costa Rica. Mi papá y yo alcanzamos a conocer esa casa, era

grande y bonita, y los familiares de ellos de Bogotá iban allá a pasar las vacaciones.

A Carlos y su familia los echaron como a perros, pero como nosotros íbamos era en

plan de trabajar de vez en cuando pues no había como mucho problema. Luego de

unos años el pueblo se volvió la plaza preferida de mi papá; las ventas eran

buenísimas y nos quedábamos los fines de semana completos pues el sábado la venta

también era buena. Nos acostumbramos al pueblito, era de puros „palmeros‟

(trabajadores de las palmeras), muchos eran negros que con sus familias consiguieron

mejores oportunidades aquí que en su tierra natal. Las „palmeras‟ eran severas

plantaciones de palma africana ubicadas alrededor del pueblo; eran propiedad de

tipos adinerados que tenían su trato con los paras. En el pueblo sólo había como tres

calles pavimentadas y la gente vivía pobre pero conforme.

En ese pueblo nos fue tan bien que cambiamos las temporadas decembrinas en

Villavo, donde casi siempre trabajábamos, para camellar en Villanueva. El fin del

milenio lo pasamos allá mi papá, mi mamá, mi hermana y yo. Los días de menos

ventas y mucho sol íbamos a nadar al balneario del pueblo que se llama Rancho King,

según contaban los pobladores, al pie de ese sitio estaba la base de los paracos.

Luego mi papá cayó en la cárcel un año y otro año más tuvo detención domiciliaria,

por un delito del que luego lo exoneraron totalmente. Ya no íbamos hasta Villanueva

por que mi mamá empezó a sostener la casa con un contrato que le dieron de maestra,

y mi hermana y yo todavía estábamos pequeños. Cuando mi papá salió empezó a

querer otra vez camellar independiente como siempre lo había hecho, entonces

comenzó a trabajar en un pueblo cerca de Bogotá, pero luego recordando sus buenas

épocas en Villanueva se tentó y volvió a trabajar allá con una amiga de él. El pueblito

ya había cobrado fama de pueblo “reparaco”; los paras controlaban todo y fue muy

publicitado en medios el secuestro más grande de Colombia cuando se llevaron a más

de 200 trabajadores de las „palmeras‟ y luego los liberaron a casi todos. Decían que

algunos de los trabajadores tenían asuntos pendientes con ellos.

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Todos sabíamos que era complicado que mi papá se fuera para allá pero él fue terco,

aunque le iba muy bien y vendía mucho por allá. A la amiga la amenazaron de muerte

si no se iba del pueblo, le tocó irse de una y no volvió. Pero mi papá siguió yendo;

toda la gente los había visto juntos pero parecía que no habría problema. Muchos

conocían a mi papá y a mi cuando trabajábamos años atrás, así que eso parecía ser

suficiente garantía.

Sin embargo, un 30 de agosto, cuando mi papá había salido de la pieza que alquiló

para tener su mercancía y dormir en el pueblo, y se dirigía a comer algo en la plaza de

mercado después de un domingo de arduo trabajo, un tipo se le acercó de frente y le

dio un disparo en el pecho, luego lo remató con un disparo en la cabeza y se fue.

22.

Todavía tengo miedo Por: Jack

El conflicto armado es un tema que toca a todos los colombianos de una u otra forma,

yo debe agradecer que este fenómeno no lo ha hecho directamente con migo o

alguien de mi familia, sin embargo hay muchos colombianos que han tenido que

vivir, sufrir y soportar los rigores de la guerra; algunos han podido sobrevivir y

contarlo, otros lamentablemente no.

La presente narración de hechos tiene que ver con uno de los líderes del

corregimiento de Micoahumado, municipio de Morales en el Sur de Bolívar, pueblo

que ha sido testigo del paso de todos los actores armados del país (legales e ilegales)

y ha sido estigmatizado por dichos actores quienes han arremetido contra la población

civil generando consecuencias desastrosas.

El corregimiento de Micoahumado queda aproximadamente a 2 ½ horas de la

cabecera municipal de Morales y se tiene que llegar a ella, pasando el río Magdalena

en 2 ocasiones e internándose en la serranía de San Lucas. Las dificultades de acceso

a este caserío, han generado muchas consecuencias, entre ellas olvido, exclusión,

paso tranquilo y continuo de actores armados, por ello amenazan a sus líderes y

estigmatizan la población civil como guerrillera o auxiliadores de la guerrilla. Por

esta razón, los grupos paramilitares han realizado ya 4 incursiones en el

corregimiento que han generado miedos, desolación y muerte. A continuación se

narrará la historia de uno de los líderes del pueblo en la segunda de esas incursiones.

Era la 1:30 p.m. de la tarde del 9 de Junio de 2000 Nuestro personaje se encontraba

en su trabajo en el SAI de Telecom del pueblo, cuando fue alertado de que un grupo

de paramilitares subían hacia el corregimiento, ya existía una experiencia anterior en

donde ellos habían incursionado en el pueblo, habían quemado las casas y carros, por

lo tanto la gente temía su presencia en el corregimiento. El como líder de la

comunidad y como operario de telecomunicaciones en el pueblo había sido

amenazado en varias ocasiones por estos grupos pues lo tildaban de “sapo”, por

delatar su presencia a los guerrilleros y a la población civil, por lo tanto lo que se le

vino a su cabeza inmediatamente fue salir de allí, cogió un “pedazo” de moto con la

que contaba, subió a su mujer y a sus dos hijos en ella y tomó camino hacia zona

rural del corregimiento.

La sensación de zozobra lo invadía, ¿que estará pasando? ¿A quien irían a hacerle

daño? Los niños lloraban, la situación se tornaba muy tensa… temía por la vida

propia, la de su familia y la de la comunidad. “cuando uno lucha por las comunidades

es enemigo de los actores armados, uno siente que lo buscan es a uno y que lo quieren

matar, por eso lo material queda atrás”. Nuestro personaje no pudo más sino salvar su

vida y la de su familia, no tuvo otra alternativa que la de abandonar todas sus

partencias.

Llegó a la casa de alguno de sus amigos y de allí se pudo comunicar con el pueblo –

hasta que destrozador Telecom-, en donde los pocos que se quedaron le indicaron que

los paramilitares habían entrado al pueblo cerca de las 2:00 p.m. disparando al aire y

hacia las casas que veían cerradas, decían que todos los del pueblo eran guerrilleros,

tenían listado de los líderes del pueblo para “ajusticiarlos”. Saquearon lo que

encontraron en las casas desabitadas y en los puntos comerciales del pueblo.

También se comunicó con la gente de la Cruz Roja, de la Defensoría y con el padre

Francisco de Roux, mientras la carga del celular aguantó, desde ese momento la

zozobra era mayor sin la posibilidad de la comunicación. Con ellos se inició una

gestión institucional para evitar la presencia de estos actores en el pueblo.

Mientras se encontraban allí hacinados, con la desesperación que lo recorría y sin

poder hacer nada, porque la guerrilla se había empezado a mover y a realizar

minados, en el pueblo los paramilitares hacían trabajar la gente en espacios donde se

temía la existencia de minas antipersonal, utilizaban los bienes de los pobladores e

imponían su orden en el pueblo.

Uno de los señores del Pueblo llamado Rafael Rincón, propietario de una motocicleta

que estaba siendo usufructuada por los paramilitares, habló con ellos y les reclamó la

motocicleta… por eso, se lo llevaron y no aparecía.

Se efectuaron combates prolongados entre guerrilla y paramilitares, se escuchaban los

estruendos desde lo lejos, la guerrilla lanzó dos cilindros que cayeron cerca al centro

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de salud y a una vivienda ubicada en las afueras del pueblo. Todas las noches se

escuchaban disparos.

Esta situación se prolongó por 5 días, luego se corrió la noticia de que los

paramilitares habían abandonado el pueblo y nuestro personaje retornó para encontrar

un panorama de desolación, su casa había sido totalmente destrozada y saqueada,

pero no importaba porque se encontraba con vida.

Empezaron ha llegar los líderes que habían sido señalados al pueblo, pero no aparecía

el señor Rafael Rincón… Así que inició su búsqueda por parte de la comunidad, con

mucho temor ante los campos minados. Sin embargo se tomó el riesgo y se

inspeccionó en los espacios donde habían estado los paramilitares y se encontró en un

terreno raspado el cuerpo sin vida de don Rafael, con claras señas de tortura en su

cuerpo, no sólo en su torso y extremidades, sino que también le cortaron el pene. En

ese momento ya estaba empezando la descomposición de su cuerpo, así que le

brindaron cristiana sepultura. Este fue un hecho muy lamentable, puesto que don

Rafael era un señor muy conocido en el pueblo por su laboriosidad y humildad.

Aunque hubo una autonomía de quedarse de cerca el 70% de la población, ninguno

de ellos podía desplazarse a la cabecera municipal, por miedo a ser desaparecido,

puesto que en ese momento los paramilitares Vivian en ella y hacían control abierta y

explícitamente en la zona plana del municipio. Nuestro personaje tardó casi 5 años en

volver a bajar a la cabecera municipal por el peligro que esto significaba

Después de ésta, hubo dos incursiones más, la última fue en el 2003 duró 45 días de

combate, intentaron subir hasta donde se encontraba la guerrilla, pero no lo lograron.

“Siempre me fui, por evitar” refiriéndose a las 4 incursiones paramilitares en la zona,

en donde él, era claro, había sido declarado objetivo militar. “la comunidad lo

necesita, por eso se teme por uno, su familia y la comunidad” pero con tantos

antecedentes “uno como líder ya se va preparando para eso” Sin embargo, a pesar de

salvar la vida, cada ocasión de estas significó empezar de nuevo desde cero pues todo

era destruido.

“Desde el 2003 en adelante entró la fuerza pública y ahora se tienen persecuciones a

líderes campesinos, denuncias ante instituciones acompañantes”, por lo tanto no se

sabe si la entrada del Ejército genera seguridad o pone a la población como carne de

cañón para los actores armados. Así las cosas lo que puede decir nuestro personaje es

“todavía tengo miedo”.

23.

Bárbara María Santos Por: IKARO

El conflicto armado en nuestra región ha dejado huellas casi imposibles de borrar, ha

sido tan inhumano y ha involucrado de manera directa a las comunidades

especialmente las de las zonas rurales. Pero en medio de este panorama tan desolador

hay mujeres y hombres que le han hecho frente a la guerra y con todas las dificultades

y limitaciones han logrado transformar la cruel realidad.

A continuación conocerán la historia de una mujer a quien el conflicto armado la saco

de su territorio, dejando todo lo que tenía y había construido, pero ella nunca se dio

por vencida y empezó de nuevo ahora es una gran líder del pueblo en donde vive.

Bárbara Maria Santos, era una joven del municipio de Gamarra en el Sur del

departamento del Cesar, que en el año 1986 se graduó como bachiller y tenia todos

los sueños y anhelos de una joven de su edad, ese mismo año conformo su hogar,

tiene tres hijos 2 niñas y un niño, la vida transcurría sin contratiempo para ella y su

familia.Anteriormente ella se dedicaba al cuidado de sus hijos, pero los recursos

empezaron a escasear y a Bárbara le ha tocado salir a buscar trabajo para ayudarles a

su esposo.

En el año de 1993, cuando estaba en auge la guerrilla y el dominio de los cultivos

ilícitos, le toca desplazarse con su familia al municipio de Simití, al corregimiento de

Cerro Burgos, donde empezó a laboral como despachado de la empresa de transportes

Fluvial y terrestre COOTRAGAM, en esa época la Guerrilla de la FARC- EP y el

ELN, dominaban esta zona ubicada la sur del departamento de Bolívar. Estos actores

armados actuaban como un para Estado, ellos eran los que imponían las reglas,

preservaban el orden y controlaban el acceso a la zona, muchas veces en su puesto de

trabajo fue testigo mudo de las injusticia que estos grupos armados cometían con los

campesinos y comunidad,

Cuenta que sentía mucho miedo por todos los atropellos que se cometían pero

siempre permanecía callada ante la situación, la amenazas eran reiterativas, de quien

hablara y los denunciaban los desaparecían como a muchas personas de la zona, no se

contaba con la presencia de las fuerzas armadas legales (Ejército y Policía) y muchos

menos de las instituciones del estado, “la ley que predominaba era la ley del monte”.

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Pasaron 3 largos años y se termino el trabajo, nuevamente en el año de 1.996 Bárbara

y su familia adquieren un terreno en un corregimiento muy cercano llamado San Blas

también perteneciente al municipio de Simiti sur del departamento de Bolívar.

Acá la historia es la misma, el dominio total de las fuerzas ilegales de izquierda, la

guerrilla asume con este corregimiento su corredor, impone sus leyes y la comunidad

en ausencia del estado, legitima las acciones de estos, “ellos no se metían con las

personas de San Blas, cuando habían problemas ellos nos ayudaban a resolverlos, a

los que no teníamos mucho dinero no nos cobraban la vacuna a los que tenían fincas

grandes si, ellos mantenían el orden en el corregimiento.

Así se vivió por mucho tiempo la comunidad legitimaba la guerrilla ya que era la

única autoridad que teníamos allá, pasados los años empieza la incursión de las

autodefensas del Bloque Central Bolívar (BCB), y la disputa por el territorio y por los

cultivos ilícitos.

La población civil se ve en medio del fuego cruzado, ya que las autodefensas

empiezan a amenazar a la comunidad como auxiliadores de la guerrilla, la comunidad

se resiste y continua en el territorio, el Programa de Desarrollo y Paz empieza a

realizar su labor con esta comunidad ha involucrarlos en el Núcleo de Pobladores del

Municipio de Simití, y a las mujeres a motivar y sensibilizar para que participen en el

Proceso de la Red de Mujeres.

Bárbara ve en estas acciones la posibilidad de fortalecer a la comunidad y con un

grupo de mujeres empiezan a hacer actividades de ventas de tamales, empanadas,

chicha entre otras, para obtener los fondos suficientes para legalizar su organización

de mujeres, en el año 2005 legalizar su organización.

En este año 2005 en el país empieza el seudo proceso de paz con los paramilitares y

la posterior desmovilización, se habla de un seudo proceso de paz, porque las

Autodefensas no estaban en contra del gobierno, la paz se hace con un actor al cuál

usted reconoce como enemigo.

En el año de 2006, se realiza la desmovilización de las Autodefensas del Bloque

Central Bolívar que opera en la zona, diríamos que acaba se terminarían un capitulo

de amenazas y la zozobra a las que estaba expuesta esta comunidad; pero la realidad

es un mas cruel después de la supuesta desmovilización de las autodefensas en el mes

de marzo de 2006 empiezan las amenazas, las desapariciones, los señalamientos y las

intimidaciones a la comunidad como auxiliadores de la guerrilla, esto se hizo tan

reiterativo que la comunidad estaba impotente ante lo que sucedió.

Las autodefensas desmovilizadas, amenazan con tomarse el caserío, la población

decide salir del corregimiento, solo quedan 15 familias de un aproximado de 80 a

90.Bárbara y su familia salen de San Blas el 9 de marzo de 2006, dejan todas sus

pertenencias, su tierra, salen con los mas necesario y fácil de sacar las otras cosas

quedan abandonadas ante la necesidad imperiosa de salvar la vida..

Bárbara y su familia no tiene a donde ir, y regresan al municipio de Gamarra donde

ella es oriunda, ahí de nuevo por tercera ves empieza a reconstruir su vida al lado de

su familia, “traer el rotulo de desplazado del sur de Bolívar pesa y el estigma es muy

grande”, pero la fortaleza de esta mujer y de su familia no les permitió rendirse.

Con sus ganas retoma la venta de minutos de celular en el parque de su municipio,

con algunos inconvenientes sus hijos ingresan al colegio, su esposo retoma sus

labores colocando en su pequeña casa el taller de soldadura, los primeros meses

fueron muy duros pero después convirtieron todo estas dificultades en oportunidades.

Bárbara y su esposo son concientes de la dificultades que como familia desplazada

tienen, que existen normas y leyes pero que no los están beneficiando; conocedores

de que en el municipio existen mas o menos 29 familias mas con esta misma

situación y con ayuda del Programa de Desarrollo y Paz empiezan a gestar la idea de

conformar una organización de desplazados que vele por sus derechos, es así como

son impulsadores y socios fundadores de la Asociación de Desplazados de Gamarra –

ASFADEGA-, creada entre julio y agosto de 2006, donde su esposo es nombrado

como Representante Legal; gracias a esta organización las familias de población

deslazada han sido beneficiadas de programas de ayudas económicas, de formación,

capacitación y asistencia sicosocial, lo que le ha permitido poco a poco integrarse a la

dinámica de los procesos sociales de municipio sin tener el estigma de desplazados.

Bárbara después de estas experiencias tan traumáticas, empieza a realizar en el

municipio un trabajo social por la comunidad e integrarse en la dinámica social del

municipio, es tanto su empuje, su liderazgo y compromiso con la comunidad que en

marzo de 2007 es nombrada por el núcleo de pobladores de Gamarra como su

coordinadora.

Esta mujer y su familia son el reflejo de cientos de familias que en nuestro país han

sido desplazadas, victimas de esta guerra absurda que nos involucra sin tener razones,

pero han tenido la fortaleza de seguir adelante, no se han doblado, un rendido en el

camino sino que poco a poco han transformado su cruel realidad.