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Filosofía gedisa O edrtofiai
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Churchland, Paul - Materia y Conciencia

Sep 17, 2015

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Silvia Corrêa

Introducción a la filosofía de la mente
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  • Filosofa

    gedisaO edrtofiai

  • Ttulo original en ingls:Matter and ConsciousnessRevised Edition 1988, The MIT Press, Cambridge, Massachusetts, Original edition 1984, Massachusetts Instituteof Technology

    Traduccin: Margarita N. Mizraji Diseo de cubierta: Marc Vals

    Segunda edicin, abril de 1999, Barcelona

    Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

    by Editorial Gedisa, S.A. Muntaner, 460, entio., 1." Tel. 93 201 60 00 08006 - Barcelona, Espaa e-mail: [email protected] http://www.gedisa.com

    ISBN: 84-7432-323-1 Depsito legal: B -16.568/1999

    Impreso en LimpergrafC/ Mogoda, 29-31. 08210 Barbes* del Valls

    Impreso en Espaa Printed in Spain

    Queda prohibida la reproduccin total o parcial por cualquier medio de impresin, en forma idntica, extractada o modificada, en castellano o cualquier otro idioma.

  • \Indice general

    Prefacio a la edicin revisada............................................. 11Prefacio....,,,.,......................................................................... 13

    I. De qu trata este libro?................... ........................ 15II. El problema ontolgico (el problema mente- cuerpo) .........i............................................................. . 241. Dualismo.................................................. ..................... 242. Conductismo filosfico................................................ 46

    3. Materialismo reduccionista (la teora de la identidad) ................................................................................ 504. Funcionalismo !...................................... ...................... 645. Materialismo eliminativo.................... ............... 75

    III. El problema sem n tico ................... .............. ......... 861. La definicin por ostensin interna........................ 862. El conductismo filosfico........................................... 903. La tesis terica reticular y la psicologa popular.. 924. Intencionalidad y actitudes proposicionales.......... 101

    IV. El problema epistem olgico............................... . 1071. El problema de las otras m entes.......................... 1072. El problema de la autoconciencia........................... 115

    V..El problema m etodolgico................ *...................... 1281. Idealismo y fenomenologa...................... ;.............. . 128

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  • 3. Conductismo metodolgico..........4. Enfoque cognitivo/computacional5. Materialismo metodolgico.........

    134139145

    VI. Inteligencia artific ia l................................................ ..1481. Ordenadores: algunos conceptos elementales....... ..1512. Programacin de la inteligencia: mtodo gradual. 158

    VII. N eurociencia.................................... .......................... ..1811. Neuroanatoma: antecedentes evolutivos.................1812. Neurofisiologa y organizacin nerviosa................. ..1903. Neuropsicologa........................................................... ..2064. Neurobiologa cognitiva................................................2115. Ms sobre la IA: procesamiento de distribucin

    paralela......................................................................... ..224VIII. Una perspectiva ms am p lia ...............................238

    1. La distribucin de la inteligencia en el universo.. 2382. La expansin de la conciencia introspectiva...........252

    I n d ic e t e m t ic o 257

  • A mi padre, que me ense a volar, y a mi madre, que me ense a ver

  • Prefacio a la edicin revisada

    Me ha dado mucha satisfaccin la generosa acogida que se le ha dispensado a la primera edicin de este librito, en especial a los captulos sobre neurocienda, ciencia cognitiva e inteligencia artificial. Como suele o cu rriren estas secciones se han concentrado la mayora de los cambios y agregados para la edicinvrevisada. El motivo de las m odificaciones es el progreso espectacular que contina registrndose en esas disciplinas y su conexin cada vez mayor con los problemas que plantea la filosofa de la mente. Los resultados de esas investigaciones conducen directamente a preguntas como: cules son los elementos bsicos de la actividad cognitiva?, cmo se los implementa en los sistemas fsicos reales? y cmo es posible que el hombre ejecute algunas tareas cognitivas tan rpida y fcilmente mientras que los ordenadores las realizan con mucha dificultad o no pueden llevarlas a cabo en absoluto?

    Una de las ideas centrales en la primera edicin fue mi convencimiento de que los problemas de la filosofa de la mente no son independientes de los resultados tericos y experimentales de las ciencias naturales. Esa opinin no ha cambiado. Pero la ciencia ha progresado mucho. En esta nueva edicin se hace el -intento de lograr que algunos de esos hallazgos resulten accesibles y comprensibles para un pblico

  • ms amplio. A mi modo de ver, la significacin filosfica de esos resultados reside en el apoyo que permite otorgar a las versiones reduccionista y eliminativa del materialismo. Pero mi opinin es slo una entre muchas otras. Los invito a formarse su propio juicio.

  • Prefacio

    Por lo comn los filsofos escriben sus libros para otros filsofos, y entre parntesis expresan su esperanza de que la obra tambin les resulte de utilidad a los estudiantes y a los legos. Esas esperanzas suelen ser vanas. Con la expectativa inversa, he escrito esta obra esencial y explcitamente para quienes no son profesionales de la filosofa ni de la inteligencia artificial ni de las neurociencias. Mi propsito es apelar a la imaginacin del lector comn y del estudiante. Por supuesto, tambin abrigo esperanzas de que este conciso volumen les resulte de utilidad, como un resumen completo y como obra de consulta, a mis colegas profesionales y a los estudiantes de posgrado. Pero no escrib el libro para ellos sino para los nefitos en el campo de la filosofa de la mente.

    Este libro fue concebido durante un reciente curso de grado sobre filosofa de la mente, que se dict con la ayuda de textos muy conocidos y ampliamente consagrados. Pero, puesto que en este campo han sucedido muchas cosas en los ltimos quince aos, esos textos y antologas carecen hoy de actualidad. Y si bien disponemos ahora de algunas buenas compilaciones con trabajos muy recientes, se tra ta de obras demasiado avanzadas y de muy alto costo como para que puedan utilizarlas fcilmente los estudiantes universitarios. Al finalizar aquel curso, decid escribir un manual ms adecuado y accesible, libre de problemas fosilizados, aligerado de resmenes histricos y dedicado especialmente a lo temas nuevos. Este volumen es el resultado.

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  • Lo escrib durante el verano de 1982, principalmente en una cabaa retirada que poseemos en Moose Lake, en el territorio virgen de Manitoba, donde los extraos somorgujos por la noche ponan una entretenida nota de sonido a mi trabajo. Y lo termin a mediados de otoo en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, donde una bandada de gansos canadienses residentes en la zona cumpla una funcin parecida,

    Pero tambin he utilizado con provecho ideas y enseanzas ms slidas. En primer lugar debo agradecer a mi amigo y colega, Larry Jordn, por haberme llevado a su laboratorio de neurofisiologa durante 1981-82, en el que me permiti participar en el maratn de los experimentos de los mircoles organizado por l, y por haber sido el agente de muchsima diversin y enseanzas invalorables. Tambin debo agradecer a mis compaeros filsofos Daniel Dennett y Stephen Stich por haber gestionado mi participacin en una cantidad de reuniones profesionales tanto en los Estados Unidos como en Inglaterra, y por todo lo que me han enseado durante nuestros mltiples encuentros placenteros y provechosos. Estoy en deuda con mi amigo y colega Michael Stack, por lo que ya se ha convertido en una dcada de fructferos debates sobre la mente y su lugar en la naturaleza. Y por sobre todo debo agradecer a mi esposa y colega profesional, Patricia Smith Churchland, quien me ha enseado ms sobre la mente y el cerebro que cualquier otro filsofo en el mundo.

    Por ltimo les doy las gracias a Ken Warmbrod, Ned Block, Bob Richardson, Amelie Rorty, Cliff Hooker y David Woodruff Smith por las mltiples formas en que me han alentado y por las valiosas crticas que hicieron a la primera versin de la obra. Y nunca terminar de agradecer la ayuda del Instituto de Estudios Avanzados que puso a mi disposicin los medios necesarios para terminar la obra y me dio la oportunidad de emprender varias otras actividades tericas.

    Paul M. Churchland Princeton, NJ, 1983

  • 1De qu trata este libro

    La curiosidad del Hombre, y la astucia de su Razn, han revelado muchas cosas que la Naturaleza mantena ocultas. La estructura del espaciotiempo, la constitucin de la materia, las mltiples formas de la energa, la naturaleza de la vida misma: todos estos misterios se han convertido en un libro abierto para nosotros. Sin ninguna duda, preguntas muy profundas quedan por contestar y las revoluciones todava nos aguardan, pero es inconmensurable la explosin que hemos producido los humanos en el mbito d la comprensin cientfica en los ltimos 500 aos.

    Pero, a pesar de este progreso genere-, hay un misterio central que contina sindolo en gran medida: la naturaleza de la inteligencia consciente. Ese es el tema de este libro.

    Si la inteligencia consciente fuera todava un misterio absoluto, yo no podra escribir ningn libro que tuviera utilidad. Pero en verdad se han hecho progresos alentadores. Los fenmenos que se han de indagar constituyen hoy el centro de atencin normal de una gran variedad de campos de estudio conexos. A la filosofa se han unido la psicologa, la inteligencia artificial, la neurociencia, la etologa y la teora de la evolucin, para nombrar a las principales. Todas estas ciencias han hecho su aporte a lo que sola ser un debate puramente filosfico, y todas ellas contienen elementos sumamente promisorios.

    Este libro es una introduccin a los principales elementos del actual debate filosfico-cientfico: sus problemas fund

    is

  • mentales, las teoras alternativas, y sus argumentos y pruebas ms importantes. En los ltimos treinta aos, la propia filosofa ha hecho progresos significativos en lo que respecta a la naturaleza de la mente: en especial al poner de manifiesto el carcter del autoconocimiento de la mente, pero tambin al proporcionar una concepcin ms clara de la naturaleza de las posibles teoras alternativas entre las cuales debemos elegir en ltima instancia, y al poner en claro qu tipos de pruebas son necesarias para poder efectuar entre ellas una eleccin inteligente.

    Hay algo ms importante an, y es que las ciencias empricas mencionadas suministran un caudal constante de informaciones pertinentes para poder efectuar esa eleccin racional. La psicologa nos ha enseado cosas sorprendentes acerca de la profundidad y fiabilidad de nuestro conocimiento introspectivo. (Esta es una cuestin importante, puesto que algunas teoras de la mente se basan en gran medida en aquello que presuntam ente revela la introspeccin auto- consciente.) La psicologa cognitiva y la inteligencia artificial han elaborado modelos cognitivos muy interesantes que, cuando se les da vida dentro de un ordenador adecuadamente programado, im itan con mucha fidelidad algunas de las complejas actividades de la inteligencia impulsada por un propsito. Las neurociencias han comenzado a dilucidar el inmenso microsistema de clulas cerebrales interconectadas que, en los seres vivos, supuestamente realizan esas actividades. La etologa nos ha permitido comprender mejor la continuidad, y la discontinuidad, entre la inteligencia humana y la de otras criaturas. Y la teora de la evolucin ha dilucidado los extensos e intrincados procesos de seleccin a partir de los cuales ha surgido poco a poco la inteligencia consciente. Sin embargo, los datos son todava ambiguos y an no se ha hecho una eleccin entre todas las teoras pertinentes, de modo que el lector de esta obra podr experimentar el placer y el entusiasmo de participar en una aventura intelectual en plena marcha.

    Comenzamos nuestro estudio con la pregunta ms obvia dentro de este campo. Cul es la verdadera naturaleza de los

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  • estados y procesos mentales? En qu medio se llevan a cabo y cmo se re lac io n a ro n el mundo fsico? Si nos referimos a la mente, el objeto de estas preguntas es lo que los filsofos denominan el problema ontolgico. (En el lenguaje filosfico, se tra ta de una pregunta acerca de qu cosas existen realmente y cul es su esencia.) Esta cuestin es ms conocida como el problema mente-cuerpo, y es muy probable que el lector ya est familiarizado con las dos concepciones bsicas que expongo a continuacin. Por una parte estn las teoras materialistas de la mente, que afirman que lo que denominamos estados y procesos mentales son simplemente estados y procesos muy sofisticados de un sistema fsico complejo: el cerebro. Por otra parte estn las teoras dualistas, que afirman que los estados y procesos mentales no son simplemente estados y procesos de un sistema puramente fsico, sino que constituyen un tipo especfico de fenmeno de naturaleza esencialmente no fsica.

    Muchos de nosotros tenemos opiniones muy firmes sobre este tipo de cuestiones, y habr quienes piensen que es muy fcil o muy evidente la eleccin entre estas alternativas, pero es prudente estar alerta, sean cuales fueren nuestras propias convicciones, por lo menos hasta saber bien cmo son las cosas. Por ejemplo, existen al menos cinco versiones, del dualismo radicalmente diferentes, y una cantidad comparable de teoras materialistas, tambin muy diferentes entre s. No son slo dos teoras entre las que debemos elegir, sino que son cerca de diezl y algunas de ellas se han formulado hace muy poco tiempo. En el captulo 2 me propongo exponer todas esas teoras, una por una, y tra tar de evaluar sus cualidades y defectos.

    Sin embargo, cualquier decisin que se tome fundndose solamente en el material presentado en el captulo 2 ser prematura, puesto que existen muchas otras cuestiones turgentes absolutamente interrelacionadas con el problema mente-cuerpo.

    Una de ellas es el problema semntico. En dnde adquieren su significado los trminos que utilizamos corrientemente para referirnos a los estados mentales? En qu consis-

  • liria una definicin o un anlisis adecuados de esos conceptos especficos que nos aplicamos a nosotros mismos y a otras criaturas dotadas de inteligencia consciente ? Una sugerencia tal vez la que parece ms admisible en un comienzo es que el significado de trminos como dolor o sensacin de calor se aprende simplemente conectando la palabra correspondiente con un tipo determinado de estado mental, segn la propia experiencia personal. Pero esta idea suscita una cantidad de problemas, uno de los cuales tal vez ya se le habr planteado al lector en algn momento. Cmo puede estar seguro de que la sensacin interna a la que un amigo suyo (digamos) le atribuy el trmino dolor es cualitativamente la misma que usted denomina as? Tal vez el estado interno de su amigo es radicalmente diferente del suyo, a pesar de estar conectado con conductas, lenguaje y circunstancias causales muy parecidas a las que se dan en su caso. Por ejemplo, su amigo podra actuar exactamente igual que usted, aun cuando hubiese una diferencia interna oculta. El problema es que, una vez que aparece esta inquietud escptica, parece imposible de resolver porque no hay modo posible de que alguien llegue a tener una experiencia directa de los estados mentales de otra persona, y nada podra zanjar la cuestin salvo ese tipo de experiencia.

    Si esto es as, entonces parece que ninguno de nosotros sabe, ni puede saber, cul es el significado que tienen para otras personas los trminos que aluden a los estados m entales, si es que en verdad significan algo para ellos. Slo podemos saber el significado que tienen para cada uno de nosotros. Esta es una conclusin bastante extraa que sacamos acerca de una parte muy importante de nuestro lenguaje, ya que, despus de todo, el propsito del lenguaje es la comunicacin pblica en el marco de una red de conocimientos compartidos.

    Otra teora del significado, que rivaliza con la anterior, postula que la significacin de nuestro vocabulario psicolgico corriente tiene un origen distinto. Aprender el significado del vocablo dolor, explica, es saber que el dolor es un estado, ocasionado a menudo por un dao en el cuerpo, que a su vez

  • produce otros estados internos como un leve malestar o directamente pnico y da lugar a tipos caractersticos de conductas como sobresaltarse, protegerse y lamentarse. En suma, se dice que el rasgo esencial del dolor es una red de relaciones causales que conectan esa sensacin con una multiplicidad de otras cosas, especialmente cosas que todo el mundo puede observar.

    Los materialistas de todas las tendencias suelen preferir este ltimo enfoque, en parte porque deja abierta la posibilidad de que los estados mentales sean realmente estados fsicos. No hay ningn problema en suponer que en . un estado puramente fsico se establezcan las adecuadas conexiones causales esenciales para constituir un dolor. Y este enfoque no nos lleva directamente al escepticismo. Por otra partease desembaraza sin ms trmite del aspecto interno, susceptible a la introspeccin, de nuestros estados mentales, que era la base del primer enfoque. Es comprensible que los dualistas hayan preferido en general la primera explicacin del significado, a pesar de que evidentemente lleva al escepticismo. Las cualidades introspectibles o subjetivamente evidentes de nuestros estados mentales constituyen en cierto modo para ellos la esencia misma de lo mental, que trasciende, una explicacin meramente fsica.

    Ya se habr dado cuenta el lector de que ninguna solucin del problema mente-cuerpo se sostendra fcilmente sin una solucin simultnea del problema semntico. En el captulo 3 se examinarn en detalle las principales soluciones alternativas, que son varias. En uno de los casos ser necesario hacer una breve descripcin de algunos conceptos elementales de la filosofa de la ciencia contempornea, de modo que es posible anticipar la aparicin de nuevos e inesperados elementos tericos.

    Estas cuestiones desembocan naturalmente en el problema epistemolgico. (Epistemologa es el estudio del conocimiento, qu es y de dnde proviene.) Este problema se divide en dos partes, ambas bastante intrincadas. La primera surge rpidamente a partir de una preocupacin ya analizada: sobre qu bases tenemos el derecho de suponer que otros seres

  • res adecuadamente programados? Una respuesta preliminar es: En un grado inimaginable, aunque los investigadores de la IA seran los primeros en admitir que algunos de los problemas bsicos siguen refractariamente sin resolverse.

    El segundo programa de investigacin es el campo en rpido desarrollo de las diversas neurociencias, que son las que se ocupan del estudio emprico del cerebro y el sistema nervioso. En qu medida (cabe preguntarse) la neurofisio- loga, la neuroqumica y la neuroanatoma comparada pueden ayudar a esclarecer temas tales como la enfermedad mental, el aprendizaje, la visin tridimensional y la vida mental de los delfines? La respuesta es: en gran medida, aunque los neu- rocientficos seran los primeros en admitir que slo han rozado la superficie de estos problemas.

    He incluido estos captulos para ofrecer al menos un muestreo instructivo de las investigaciones que actualmente se llevan a cabo en esas disciplinas. Por cierto no sirven para introducir en esos campos a quien aspire a convertirse en un especialista en ordenadores o en un neurocientfico. Pero s permitirn comprender bien el modo en que la investigacin emprica se conecta con los problemas analizados en este texto. (Esto es algo importante porque, como espero dejar bien en claro, la mayor parte de estas cuestiones filosficas en ltima instancia son de naturaleza emprica, y se irn resolviendo a medida que progresen los distintos programas de investigacin cientfica y vayan logrando relativo xito.) En estos captulos se ofrecer tambin un marco de referencia conceptual que pueda servir en todo momento para abordar los nuevos problemas que se irn presentando en este campo del estudio de la mente. Y tal vez al leerlos se despierte el inters del lector por obtener ms datos empricos. Si logran slo eso, habrn cumplido su propsito.

    El ltimo captulo es abiertamente especulativo, como corresponde, y comienza con el intento de calcular cul es la distribucin de la inteligencia consciente en el universo en su conjunto. Es muy probable que la inteligencia constituya un fenmeno muy difundido en el universo, y en sus instancias ms avanzadas inevitablemente se le presentar el problema

  • de tener que elaborar una concepcin til sobre lo que es la inteligencia. Ese proceso de autodescubrimiento, de medir con la propia vara, no necesariamente es algo fcil. Ni se podr completar en un perodo breve, si es que en verdad puede llegar a estar acabado alguna vez. Pero tambin aqu es posible el progreso, como en cualquier tarea humana, y debemos estar dispuestos a esperar revoluciones en las ideas acerca de lo que nosotros sernos, del mismo modo que una y otra vez hemos capeado revoluciones en nuestra concepcin del universo que nos incluye. En la ltima parte del libro se investigan las consecuencias que tendra una revolucin conceptual de ese tipo para la capacidad humana de la autoconciencia.

    Con esto concluye la exposicin de mis buenos deseos. Pasemos ahora a los problemas mismos.

  • 2El problema ontolgico (el problema mente-cuerpo)

    Cul es la verdadera naturaleza de los estados y procesos mentales? En qu medio se producen y cmo se relacionan con el mundo fsico? Sobrevivir mi conciencia a la desintegracin de mi cuerpo fsico? O desaparecer para siempre cuando mi cerebro deje de funcionar? Es posible construir un sistema puramente fsico como un ordenador y que posea verdadera inteligencia consciente? De dnde proviene la mente? Qu es?

    Estas son algunas de las preguntas que abordaremos en este captulo. Las respuestas que les demos dependen de cul de las teoras sobre la mente resulte ms racional en funcin de los datos, tenga mayor poder explicativo, capacidad pre- dictiva, coherencia y simplicidad. Examinemos las teoras existentes y sometamos a consideracin los argumentos a favor y en contra de cada una.

    1. DualismoEl enfoque dualista de la mente abarca varias teoras

    muy diferentes, pero todas coinciden en que la esencia de la inteligencia consciente reside en algo no fsico, que jam s podr entrar en la esfera de accin de ciencias como la fsica, la neurofisiologa y la informtica. El dualismo no es la concepcin ms difundida dentro de la comunidad filosfica y cientfica actual, pero es la teora ms popularizada sobre lar\

  • mente, tiene un profundo arraigo en la mayor parte de las religiones universales y ha sido la hiptesis dominante a lo largo de la historia de Occidente. De modo que resulta muy adecuado comenzar nuestro anlisis a partir de aqu.

    D u a lism o su sta n c ia lLa afirmacin caracterstica de este enfoque es que cada

    mente es una cosa no fsica distinta, un pquete individual de sustancia no fsica, algo que tiene una identidad independiente de cualquier cuerpo fsico al que pudiera estar temporariamente unida. Los estados y actividades mentales adquiriran su carcter especfico por el hecho de ser estados y actividades de esta sustancia no fsica nica en:su gnero.

    Esta formulacin nos deja con muy pocos elementos para elaborar una caracterizacin positiva de cul es la materia de la mente que se propone. Con frecuencia se ha acusado a este enfoque porque hasta ahora slo haba sido definido su objeto de un modo 'basi absolutamente negativo. Sin embargo, ste no tiene por qu ser un defecto irremediable, puesto que sin ninguna duda tenemos mucho que aprender acerca de la naturaleza bsica de la mente, y tal vez con el tiempo se pueda remediar esta coeficiencia. En este sentido, el filsofo Rene Descartes (1596-1650) es quien ms se ha esforzado por dar una definicin positiva de cul es la m ateria de la mente, por lo cual vale la pena examinar sus ideas al respecto.;

    Segn la teora de Descartes, la realidad se divide en dos tipos bsicos de sustancias. La primera es la m ateria comn, cuya naturaleza consiste solamente en que es una cosa extensa: en cualquier caso tiene longitud, ancho, altura y ocupa una determinada posicin en el espacio. Descartes no intent restarle importancia a este tipo de materia. Por el contrario, fue uno de los fsicos ms talentosos de su poca y defenda con gran entusiasmo lo que se denominaba entonces la filosofa mecanicista Pero exista un nico aspecto de la realidad que en su opinin no poda ser explicado en trminos de la, mecnica de la materia: la razn consciente del Hombre. Por

  • este motivo postul la existencia de un segundo tipo de sustancia, radicalmente diferente, que no tiene ninguna extensin ni posicin espacial y cuya caracterstica esencial es la actividad de pensar. Esta concepcin se conoce con el nombre de dualismo cartesiano.

    Segn Descartes, el verdadero s mismo no es el cuerpo material sino una sustancia pensante no espacial, una unidad individual de elementos mentales muy diferente de nuestro cuerpo material. Esta mente no fsica interacta con el cuerpo en forma causal y sistemtica. El estado fsico de los rganos sensoriales de nuestro cuerpo, por ejemplo, genera en la mente experiencias visuales, auditivas o tctiles. Y los deseos y decisiones de la mente no fsica hacen que nuestro cuerpo ejecute conductas intencionales. Las conexiones causales que tiene con la mente hacen que nuestro cuerpo sea nuestro y no de otra persona.

    Las razones principales ofrecidas en apoyo de esta concepcin fueron bastante directas. En primer lugar, Descartes crea que poda determ inar, solamente por medio de la introspeccin directa, que l era esencialmente una sustancia pensante y nada ms que eso. Y, en segundo lugar, no conceba que un sistema puramente fsico pudiera utilizar el lenguaje en forma apropiada ni efectuar razonamientos m atemticos, como cualquier ser humano normal. Enseguida hemos de analizar si se tra ta de buenas razones o no, pero antes reparemos en una dificultad que hasta el propio Descartes consideraba un problema.

    Si el material de la mente es de naturaleza tan absolutamente diferente al del material de la m ateria diferente hasta el punto de no tener ni masa ni forma alguna ni ninguna posicin en el espacio, entonces cmo es posible que mi mente tenga siquiera algn tipo de influencia causal sobre mi cuerpo? Como saba el propio Descartes (quien fue uno de los primeros en formular la ley de conservacin del momentum), la materia comn funciona en el espacio de acuerdo con leyes muy rgidas, y el movimiento ( = momentum) de los cuerpos no surge de la nada. Cmo es que esta sustancia pensante absolutamente insustancial puede tener alguna influencia so

    26

  • bre la materia mensurable? Cmo pueden, tener algn tipo de contacto causal dos cosas tan diferentes? Descartes postul 3a existencia de un principio material muy sutil los espritus animales que transm iten la influencia de la mente al cuerpo en general. Pero esto no constituye ninguna solucin, puesto que volvemos al mismo problema inicial: cmo algo mensurable y espacial (aun los espritus animales) puede interactuar con algo totalmente no espacial.

    De todas maneras, el principio bsico de la divisin que utiliz Descartes ya no parece tan admisible como lo era en su poca. Ya no es til ni exacto definir la m ateria comn como aquello que tiene extensin en el espacio. Los electrones, por ejemplo, son trocitos de materia, pero las mejores teoras actuales los describen como partculas puntuales sin ningn tipo de extensin (inclusive carecen de una determinada posicin espacial). Y, de acuerdo con la teora de la gravitacin de Einstein, un astro completo se puede encontrar en esta misma situacin si se ve sometido a un colapso gravitaciona! total. Si verdaderamente existe una divisin entre la mente y el cuerpo, parece que Descartes no pudo localizar la lnea divisoria.

    Estas dificultades que planteaba el dualismo cartesiano llevaron a que se pensara en una forma menos extrema de dualismo sustancial, que es la que encontramos en una concepcin a la que denominar dualismo popular. . Segn esta teora, una persona es literalmente un fantasma dentro de una mquina: la mquina es el cuerpo humano y el fantasma es una sustancia espiritual, cuya constitucin interna es totalmente diferente de la materia fsica pero aun as posee plenamente las propiedades espaciales. En particular, la creencia generalizada es que 1a mente est dentro del cuerpo que controla: dentro de la cabeza, es lo ms comn, en estrecho contacto con el cerebro. :

    Esta concepcin no tiene por qu plantear las mismas dificultades que la de Descartes. La mente est all mismo, en contacto con el cerebro, y la interaccin entre ambos tal vez se puede entender en trminos del intercambio de energa de una forma que la ciencia actual todava no ha podido identificar ni comprender. La m ateria comn, cabe recordarlo, es simplemente una forma o manifestacin de la energa. (Se

  • puede pensar que un grano de arena es una gran cantidad de energa condensada o inmovilizada en un paquetito, de acuerdo con la ecuacin de Einstein, E = me2.) Tal vez la materia de la mente sea una forma o manifestacin bien adiestrada tambin de la energa, pero una forma diferente. De modo que es posible que este otro tipo de dualismo sea compatible con las conocidas leyes de conservacin de la cantidad de movimiento y de la energa. Es una suerte para el dualismo, ya que esas leyes en particular verdaderamente estn muy bien establecidas.

    Este enfoque ha de resultar sumamente atractivo para muchos por una razn ms, y es que por lo menos contempla la posibilidad (aunque por cierto no da ninguna garanta) de que la mente sobreviva a la muerte del cuerpo. No garantiza la supervivencia de la mente porque deja abierta la posibilidad de que esa forma peculiar de energa de la que presuntamente estara constituida la mente sea producida y mantenida slo en conjuncin con esa forma sumamente intrincada de la materia que denominamos cerebro y de que necesariamente se desintegre cuando se desintegre el cerebro. De modo que las perspectivas de sobrevivir despus de la muerte son bastante confusas, aun suponiendo que el dualismo popular est en lo cierto. Pero aun cuando la supervivencia se presentara como una clara consecuencia de la teora, hay aqu una trampa en la que no debemos caer. La esperanza de la supervivencia podra ser una razn para desear que el dualismo estuviera en lo cierto, pero no constituye una razn para creer que lo est. Para eso, sera necesario contar con pruebas empricas independientes de que la mente en realidad sobrevive a la muerte permanente del cuerpo. Lamentablemente, y a pesar del palabrero oportunista de la prensa sensacionalista (MEDICOS EM INENTES COMPRUEBAN VIDA D ESPU ES DE LA MUERTE!), no poseemos tales pruebas.

    Como veremos ms adelante en este captulo, cuando pasemos a la evaluacin, las pruebas positivas acerca de la existencia de esta nueva sustancia pensante no material son bastante endebles en trminos generales. Esto ha impulsado a muchos dualistas a postular formas menos extremas de

  • dualismo, con la esperanza de reducir ms la distancia entre la teora y los datos'sexistentes.

    D u a lism o de la s p ro p ied a d esLa idea bsica de las teoras que se agrupan bajo este

    nombre es que, si bien aqu no hay que considerar ninguna sustancia fuera del cerebro, que es algo fsico, ste tiene un, conjunto especfico de propiedades que no posee ningn otro tipo de objeto fsico. Estas propiedades especiales son lo no fsico; de ah la expresin dualismo de las propiedades. Se . trata de las propiedades esperables: la de sentir dolor, la de percibir el color rojo, la de pensar que P, la de desear Q, etc. Estas son las propiedades caractersticas de la inteligencia, consciente. Se sostiene que son no fsicas en el sentido de que jams podran reducirse a los conceptos de las ciencias fsicas conocidas ni podran ser explicadas en esos trminos. Se requerira una ciencia autnoma completamente nueva la ciencia de los fenmenos mentales para poderlas comprender adecuadamente.

    A partir de aqu surgen importantes diferencias entre las posiciones sostenidas. Comencemos con la que tal vez sea la versin ms antigua del dualismo de las propiedades: el epifenomenismo. Este trmino es bastante ampuloso, pero el significado es simple. El prefijo griego epi significa encima, y esta posicin sostiene que los fenmenos mentales no forman parte de los fenmenos fsicos del cerebro, que es el que determina en ltima instancia nuestras acciones y conducta, sino que ms bien estn por encima de la refriega. Por eso son epifenmenos. Se dice que simplemente aparecen o surgen cuando el desarrollo del cerebro supera un determinado nivel de complejidad.

    Pero hay algo ms. El epifenomenista sostiene que si bien la causa de que se produzcan los fenmenos mentales son las diversas actividades del cerebro, estos fenmenos a su vez no tienen efectos causales. Son absolutamente incapaces de producir efectos causales en el mundo fsico. Son meros

  • epifenmenos. (Para reforzar la idea, nos puede servir una metfora un tanto imprecisa. Pensemos en nuestros estados mentales conscientes como s fueran chispitas de luz tenue que se producen sobre la superficie rugosa del cerebro, que la causa de que aparezcan es la actividad fsica del cerebro pero que a su vez no tienen ningn tipo de efecto causal sobre l.) Esto significa que la conviccin universal de que nuestras acciones estn determinadas por nuestros deseos, decisiones y por nuestra voluntad es falsa! Nuestras acciones estn escrupulosamente determinadas por hechos fsicos del cerebro, que tambin son la causa de los epifenmenos que denominamos deseos, decisiones y actos voluntarios. Por lo tanto existe una constante conjuncin entre volicin y acciones. Pero, segn el epifenomenismo, es una mera ilusin que la primera sea la causa de las ltimas.

    Qu poda motivar una concepcin tan extraa? En realidad, no es muy difcil entender por qu alguien podra tom arla en serio. Pongmonos en el lugar de un neurocientfico que se ocupa de rastrear los orgenes de la conducta desde los nervios motores hasta las clulas activas de la corteza motora del cerebro, y de rastrear a su vez la actividad de estas clulas, que consiste en entradas de estmulos provenientes de otras partes del cerebro y de los diversos nervios sensoriales. Vemos que se encuentra con un sistema cabalmente fsico, con una estructura y sensibilidad impresionantes, que desarrolla una actividad sumamente intrincada. Todos los elementos son inequvocamente qumicos o elctricos y el cientfico no encuentra absolutamente ningn indicio de esas entradas de estmulos no fsicos del tipo que propone el dualismo sustancial. Qu es lo que va a pensar? Desde el punto de vista de las investigaciones, la conducta humana es sin duda una funcin de la actividad del cerebro. Y esa opinin recibe un apoyo adicional, porque el cientfico sabe que el cerebro tiene esos rasgos de control de la conducta precisamente porque esos rasgos han sido despiadadamente seleccionados a lo largo de la prolongada historia evolutiva del cerebro. En suma, la sede de la conducta hum ana se presenta como algo enteramente fsico en su constitucin, en sus orgenes y en sus actividades internas.

  • Por otra parte, nuestro neurocientfico tambin cuenta con el testimonio d e su propia introspeccin para explicar estos hechos. No podra negar que tiene experiencias, creencias y deseos ni que stos estn conectados de alguna manera con su conducta. Aqu podemos cerrar trato y admitir la realidad de las propiedades mentales, como propiedades no fsicas, pero bajndolas a la categora de epifenmenos impoten^ tes que no tienen nada que ver con la explicacin cientfica de la conducta humana y animal. Esta es la posicin que adopta el epifenomenismo y ahora el lector puede darse cuenta de cul es su fundamento. Se trata de un compromiso entre el deseo de respetar un enfoque rigurosamente cientfico para la explicacin de la conducta y el deseo de respetar el testimonio de la introspeccin.

    Esta degradacin de las propiedades mentales que hace el epifenomenismo reducindolas a subproductos causalmente impotentes de la actividad cerebral les ha parecido demasiado extremada a la mayor parte de los dualistas de las propiedades y por eso ha gozado de mayor popularidad una teora que se acerca ms a las certezas del sentido comn. Esta concepcin, a l que podemos denominar dualismo interaccionista de las propiedades, difiere de la anterior slo en un aspecto esencial: el interaccionista afirma que las propiedades mentales efectivamente tienen efectos causales sobre el cerebro y, debido a eso, tambin sobre la conducta. Las propiedades mentales del cerebro constituyen una parte integrante de la refriega causal general, en interaccin sistemtica con las propiedades fsicas del cerebro. Por lo tanto, se sostiene que despus de todo nuestros deseos y actos voluntarios son la causa de nuestras acciones.

    Como antes, en este caso se dice que las propiedades mentales son propiedades emergentes, es decir, que no aparecen de ninguna manera hasta que la materia fsica comn haya podido organizarse, a travs del proceso evolutivo, para llegar a constituir un sistema lo suficientemente complejo. Ejemplos de propiedades emergentes de este tipo seran la propiedad de ser slido, la de tener color y la de estar vivo. Todas requieren una organizacin adecuada de la materia

  • antes de poder aparecer. Con todo esto estara de acuerdo cualquier materialista. Pero un dualista de las propiedades afirma adems que los estados y propiedades mentales son irreductibles, es decir que no son simplemente rasgos organizativos de la materia fsica, como en los ejemplos citados, sino que son propiedades nuevas que las ciencias fsicas no pueden explicar ni predecir.

    Esta ltima condicin la irreductibilidad de las propiedades mentales tiene mucha importancia, puesto que es lo que hace que esta posicin sea dualista. Pero no casa bien con la afirmacin compartida de que las propiedades mentales no aparecen hasta que la materia fsica haya logrado organizarse. Si as es como se producen las propiedades mentales, entonces sera posible esperar que tuviesen una versin fsica. Postular simultneamente la aparicin evolutiva y la irreductibilidad fsica es prima facie algo abstruso.

    No es absolutamente inevitable que un dualista de las propiedades insista en ambas afirmaciones. Podra abandonar la tesis de la aparicin evolutiva y sostener que las propiedades mentales son propiedades fundamentales de la realidad, que han estado presentes desde los comienzos del universo y que son equiparables a la longitud, la masa, la carga elctrica y otras propiedades bsicas. Inclusive tenemos un precedente histrico para una posicin como esta. A fines del siglo pasado todava exista la creencia muy generalizada de que los fenmenos electromagnticos (como la carga elctrica y la atraccin magntica) eran simplemente una sutil manifestacin inusual de fenmenos puramente mecnicos. Haba cientficos que pensaban que era bastante posible hacer una reduccin del electromagnetismo a la mecnica. Crean que las ondas electromagnticas, por ejemplo, resultaran ser simplemente oscilaciones que se propagan por un ter muy sutil pero solidificado que llena el espacio. Pero result que el ter no exista. De modo que las propiedades electromagnticas pasaron a ser propiedades fundamentales por derecho propio y nos vimos obligados a agregar la carga elctrica a la lista existente de propiedades bsicas (masa, longitud y duracin).

    Tal vez las propiedades mentales se encuentren en las mismas condiciones que las electromagnticas: irreductibles

  • dualismo de las propiedades elementales y tiene la ventaja ce que es ms dara que la anterior. Lamentablemente, la comparacin con los fenmenos electromagnticos tiene una falla muy evidente. A diferencia de las propiedades electromagnticas, que aparecen en todos los niveles de la realidad, desde el. nivel subatmico para arriba, las propiedades mentales aparecen solamente en sistemas fsicos grandes que evolutivamente han llegado a tener una organizacin interna muy compleja. La postulacin de la aparicin evolutiva de las propiedades mentales a travs de la organizacin de la materia es extremadamente fuerte. No parece que se tra te de propiedades bsicas ni elementales. Por lo tanto, volvemos a la cuestin de su carcter irreductible. Por qu debemos aceptar esta afirmacin fundamental del dualismo? Por qu ser dualista?

    A rgu m en tos e n favor d e l d u a lism o\

    Examinaremos aqu algunas de las principales consideraciones que suelen hacerse comnmente en apoyo del dualismo. Pospondremos un poco las crticas para poder apreciar mejor la fuerza colectiva que tienen estos argumentos.

    Una de las fuentes principales de los argumentos que sostiene el dualismo es la creencia religiosa que muchos de nosotros ponemos en juego en estas cuestiones. Cada una de las religiones importantes a su manera es una teora sobre la causa o la finalidad del universo y sobre el lugar que ocupa en l el Hombre, y muchas de ellas han adoptado la idea de que existe un alma inmortal, es decir, una forma de dualismo sustancial. Suponiendo que uno sea coherente, considerar la posibilidad de no creer en el dualismo significa pensar en descreer de la propia herencia religiosa, y para algunos esto resulta muy difcil. A ste lo denominaremos el argumento religioso.

    Una consideracin ms universal es el argumento de la introspeccin, que es el siguiente. Cuando fijamos la atencin

  • en el contenido de nuestra conciencia, no percibimos con claridad' la pulsacin de una red nerviosa con actividad electroqumica sino que percibimos un flujo de pensamientos, sensaciones, deseos y emociones. Parece que los estados y propiedades mentales, segn se revelan en la introspeccin, son algo absolutamente diferente de las propiedades y los estados fsicos. Por lo tanto, el veredicto de la introspeccin parece apoyar firmemente alguna forma de dualismo... como mnimo el dualismo de las propiedades.

    Otro conjunto de importantes consideraciones se pueden agrupar en el argumento de la irreductibilidad. Aqu nos encontramos con una multiplicidad de fenmenos mentales a propsito de los cuales parece claro que no existe ningn tipo posible de explicacin puramente fsica. Descartes ya haba reparado en nuestra capacidad para usar el lenguaje en forma adecuada en circunstancias muy distintas y tambin le haba causado una gran impresin la facultad humana de la Razn, en especial del modo en que se manifiesta en nuestra capacidad para el razonamiento matemtico. Estas aptitudes, reflexion, seguramente deben de superar la capacidad de cualquier sistema fsico. Ms recientemente,1 tambin se ha hecho referencia a las cualidades introspectibles de nuestras sensaciones (los qualia sensoriales) y al contenido significativo de nuestros pensamientos y creencias, como fenmenos que ja ms podran ser reducidos a lo fsico. Considrese, por ejemplo, el hecho de ver un color o de oler el perfume de una rosa. Un fsico o un qumico podrn saberlo todo acerca de la estructura molecular de la rosa y de la del cerebro humano, argumenta el dualista, pero ese conocimiento no les permitir predecir ni anticipar la cualidad de estas experiencias inefables.

    Por ltim o, a veces se m encionan los fenmenos parapsicolgicos como argumento en favor del dualismo. La telepata (lectura de la mente), la precognicin (ver el futuro), la telequinesis (control mental de objetos materiales) y la clarividencia (conocimiento de objetos distantes) son todos fenmenos muy difciles de explicar dentro de los lmites normales de la psicologa y de la fsica. S estos fenmenos son

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  • reales, bien podran ser el reflejo de la naturaleza metafsica que el dualista le atKbuye a la mente. En trminos superficiales, son fenmenos mentales, y si adems nunca sern susceptibles de recibir una explicacin fsica, entonces por lo menos algunos fenmenos m entales deben de ser irre ductiblemente no fsicos.

    En trminos colectivos, estas consideraciones suelen tener mucha fuerza. Pero se pueden hacer serias crticas a cada una y debemos examinarlas tambin. Tomemos en primer lugar el argumento religioso. Sin duda no hay nada de malo en principio en recurrir a una teora ms general que venga en apoyo de la propia, como creo que es el caso cuando se echa mano a la religin. Pero este recurso slo puede ser vlido si lo son las credenciales de la(s) religin(es) a la(s) que apela, y en este caso no parece que se cumplan de ninguna manera estas condiciones. Por lo general, los intentos de decidir las cuestiones cientficas apelando a la ortodoxia religiosa tienen una historia muy lamentable. Que las estrellas son otros soles, que la Tierra no es el centro del universo, que las enfermedades son provocadas'por microorganismos, que la Tierra tiene miles de millones de aos de antigedad, que la vida es un fenmeno fisicoqumico: todos estos conocimientos decisivos fueron resistidos con mucha fuerza y a veces m alintencionadamente, porque la religin dominante en la poca pensaba justamente de4 otra manera. Giordano Bruno muri en la hoguera por propugnar la primera idea mencionada; Galileo fue obligado bajo amenaza de tortura en el stano del Vaticano a retractarse de la segunda; la firme creencia de que la enfermedad era un castigo infligido por el Diablo llev a utilizar prcticas de salud pblica que produjeron epidemias crnicas en la mayor parte de las ciudades europeas, y las ideas acerca de la edad de la Tierra y sobre la evolucin tuvieron que librar una penosa batalla contra el prejuicio religioso, inclusive en una poca presuntamente ilustrada.

    Dejando de lado los datos histricos, la opinin casi universal de que las propias convicciones religiosas son el resultado racional de una evaluacin desapasionada de todas las principales alternativas se podra demostrar que es falsa para

  • toda la humanidad. Si sa fuera verdaderamente la gnesis de las convicciones de la mayora de la gente, entonces se podra esperar que las principales creencias religiosas estuvieran distribuidas en forma ms o menos aleatoria o uniforme en toda la Tierra. Pero en realidad manifiestan una tendencia muy fuerte a agruparse: el Cristianismo tiene su centro en Europa y las Amricas, el Islam en Africa y el Cercano Oriente, el Hinduismo en la India y el Budismo en Oriente. Lo cual ilustra lo que todos sospechbamos de algn modo: que los principales determinantes de las creencias religiosas de la gente en general son las fuerzas sociales. Por lo tanto, decidir cuestiones cientficas apelando a la ortodoxia religiosa equivaldra a poner las fuerzas sociales en el lugar de los datos empricos. Por todas estas razones, los cientficos y filsofos profesionales que se ocupan de la naturaleza de la mente por lo general hacen lo posible por m antener completamente fuera de la discusin las instancias religiosas.

    El argumento de la introspeccin es mucho ms interesante, puesto que tra ta de recurrir a la experiencia directa de cada uno. Pero el argumento es profundamente sospechoso porque supone que nuestra facultad de observacin interna o introspeccin revela las cosas tal como son verdaderamente en su naturaleza ms ntima. Este supuesto es sospechoso porque ya sabemos que nuestras otras formas de observacin vista, odo, tacto, etc. de ninguna manera hacen eso. La superficie roja de una manzana no se ve como un arreglo de molculas que reflejan fotones en determinadas longitudes de ondas, pero eso es precisamente lo que es. El sonido de una flauta no suena como un tren de ondas de presin sinusoidales en la atmsfera, pero eso es lo que es. El calor del aire estival no se siente como la energa cintica media de millones de diminutas molculas, pero eso es lo que es. Si nuestros dolores, esperanzas y creencias introspectivamente no tienen el aspecto de estados electroqumicos en una red nerviosa, tal vez eso slo se deba a que nuestra facultad de introspeccin, como nuestros otros sentidos, no es lo suficientemente aguda como para poner de manifiesto esos detalles ocultos. Lo cual de alguna manera es lo que cabra esperar. Por lo tanto, el argumento de la introspeccin no tiene ninguna fuerza, a36

  • menos que de alguna manera pudisemos demostrar que la facultad de introspeccin es totalmente diferente de todas las otras formas de observacin.

    El argumento de la irreductibilidad nos plantea un problema ms serio, pero tambin en este caso tiene una fuerza menor de lo que parece a primera vista. Consideremos primero nuestra capacidad para el razonamiento matemtico que tanta impresin le caus a Descartes. Desde hace unos diez aos, cualquiera que disponga de cincuenta dlares puede conseguirse calculadoras electrnicas cuya capacidad para el razonamiento matemtico por lo menos la parte de clculo sobrepasa en mucho a la de cualquier ser humano normal. El hecho es que, en los siglos transcurridos desde la poca de Descartes, filsofos, lgicos, matemticos y cientficos especializados en informtica han logrado identificar los principios generales del razonamiento matemtico, y los ingenieros electrnicos han inventado mquinas que calculan de acuerdo con esos principios. El resultado es un objeto manuable que hubiese dejado pasmado a Descartes. Esta derivacin es muy notable, no slo porque se ha probado que las mquinas poseen algunas de las capacidades que ostentaba la razn humana, sino tambin porque algunos de esos logros invaden zonas de la razn humana que segn los filsofos dualistas anteriores jams seran accesibles a ningn dispositivo meramente fsico.

    Aunque el debate sobre esta cuestin an contina abierto, el argumento de Descartes acerca del uso del lenguaje tambin suscita dudas. La idea de un lenguaje de ordenador es hoy en da un lugar comn: pinsese en el BASIC, PASCAL, FORTRAN, APL, LISP y otros. Es cierto que la estructura y el contenido de estos lenguajes artificiales son mucho ms simples que los del lenguaje natural humano, pero las diferencias son slo de grado y no de gnero. Adems, el trabajo terico de Noam Chomsky y el enfoque lingstico de la gramtica generativa se han ocupado en gran medida de explicar la capacidad humana para el uso del lenguaje en trminos utilizables para la simulacin por ordenadores. No trato de sugerir que los ordenadores que puedan sostener una verda

  • dera conversacin ya sean casi una realidad. Todava tenemos mucho que aprender y quedan problemas fundamentales por resolver (la mayor parte de los cuales tienen que ver con nuestra capacidad para el razonamiento inductivo o terico). Pero los progresos recientes realizados en este campo no permiten dar apoyo a la afirmacin de que el uso del lenguaje necesariamente le estar vedado para siempre a un sistema puramente fsico. Por el contrario, tal afirmacin parece bastante arbitraria y dogmtica, como veremos en el captulo 6.

    La prxima cuestin tambin es un problema candente: Sera posible llegar a explicar o predecir las cualidades intrnsecas de nuestras sensaciones, o el contenido significativo de nuestras creencias y deseos, en trminos puramente fsicos? Este es un reto maysculo para el materialismo. Pero, como veremos en secciones posteriores, ya se estn llevando a cabo programas de investigacin activos sobre ambos problemas y se estn indagando sugerencias concretas. En realidad, no es imposible imaginar cmo seran esas explicaciones, aunque el materialismo no puede pretender an haber resuelto ninguno de estos problemas. H asta que lo haga, el dualismo se quedar con una carta fen la manga, pero no puede pasar de all. Lo que necesitan los dualistas para ganar la partida es la conclusin de que una reduccin fsica es absolutamente imposible, conclusin que no han podido llegar a establecer. Las preguntas retricas, como la que encabeza este prrafo, no constituyen argumentos. Y advirtase que es igualmente difcil imaginar de qu modo los fenmenos pertinentes podran explicarse o predecirse exclusivamente en trminos de la materia mental no fsica del dualismo sustancial. Aqu el problema de la explicacin es un reto maysculo para todos, no slo para el materialista. De modo que en esta cuestin tenemos aproximadamente un empate.

    El ltimo argumento en apoyo del dualismo recurre a la existencia de fenmenos parapsicolgicos como la telepata y la telequinesis, y sostiene que tales fenmenos mentales a) son reales, y b) estn ms all de la explicacin puramente fsica. En realidad este argumento es otra versin del de la irreductibilidad que analizamos antes y, como en aquel caso,

  • no resulta totalmente claro que esos fenmenos, aun siendo reales, jams puedan vser susceptibles de recibir una explicacin puramente fsica. El materialista podra proponer inmediatamente un mecanismo posible para la telepata, por ejemplo. Segn su concepcin, pensar es una actividad elctrica producida dentro del cerebro. Pero, de acuerdo con la teora electromagntica, tales movimientos alternados de las cargas elctricas deben producir ondas electromagnticas que irradian en todas direcciones a la velocidad de la luz, y que contendrn informacin sobre la actividad elctrica que las produjo. Posteriormente esas ondas pueden tener efectos so-: bre la actividad elctrica de otros cerebros, es decir, sobre su actividad de pensar. Llamemos a esta teora de la telepata la teora del transmisor y receptor de radio.

    De ninguna manera sugiero que esta teora sea cierta: las ondas electromagnticas emitidas por el cerebro son increblemente dbiles (mil millones de veces ms dbiles que la corriente electromagntica ambiental producida por las estaciones comerciales de radiodifusin) y es casi seguro que tambin van a term inar irremediablemente mezclndose entre s. Esta es una de las razones por las cuales, en ausencia de datos sistemticos, precisos y repetibles de la existencia de la telepata, debemos dudar de que sea posible. Pero resulta significativo que el materialista cuente con los recursos tericos para proponer na minuciosa explicacin posible de la telepata, si fuera algo real, lo cual es ms de lo que cualquier dualista ha hecho hasta el momento. De modo que no hay por qu afirmar rotundamente que el materialista necesariamente se encuentra en una posicin desventajosa para explicar estas cuestiones. Todo lo contrario.

    Dejemos de lado lo expuesto, si les parece, porque la principal dificultad que plantea el argumento basado en los fenmenos parapsicolgicos es muchsimo ms simple. A pesar de los constantes anuncios y ancdotas que aparecen en la prensa popular, y a pesar de la poca informacin que brindan las investigaciones serias sobre estas cosas, no existen pruebas significativas ni dignas de confianza de que tales fenmenos hayan existido alguna vez. La gran distancia que media

  • entre las creencias populares al respecto y los datos reales es algo que en s mismo requiere investigacin, puesto que no hay ni un solo efecto parapsicolgico que se pueda producir en forma repetida o fiable en ningn laboratorio adecuadamente equipado para ejecutar y controlar el experimento. Ni uno solo. Investigadores honestos han sido repetidamente embaucados por charlatanes psquicos con habilidades provenientes del arte de la magia, y la historia del tema se compone en gran medida de episodios de credulidad, seleccin de datos, escasos controles experimentales y tambin directamente fraude cometido por el investigador ocasional. Si alguien efectivamente descubriera un efecto parapsicolgico repetible, entonces tendramos que volver a evaluar la situacin pero, tal como estn las cosas, no hay aqu ningn elemento que sirva para apoyar una teora dualista de la mente.

    Una vez que se los somete a un examen crtico, los argumentos en favor del dualismo pierden gran parte de su fuerza. Pero todava no hemos terminado: existen argumentos en contra del dualismo que tambin requieren que se los analice.

    A rgu m en to s e n co n tra d e l d u a lism oEl primer argumento contra el dualismo que esgrimen

    los materialistas es la mayor simplicidad de su propia concepcin. Uno de los principios de la metodologa racional es que, en igualdad de condiciones, debe preferirse la ms simple de dos hiptesis rivales. Este principio se conoce como la navaja de Occam por Guillermo de Occam, el filsofo medieval que fue el primero en enunciarlo y tambin se puede expresar del modo siguiente: Para explicar los fenmenos, no se deben multiplicar las entidades ms all de lo necesario. El materialista postula un solo tipo de sustancia (la materia fsica) y una nica clase de propiedades (las propiedades fsicas) mientras que el dualista postula dos tipos de materias y/o dos clases de propiedades. Y si no hay ninguna ventaja explicativa, gana el materialista.

    Sin embargo, ste todava no es un argumento decisivo

  • contra el dualismo, puesto que ninguna de las dos teoras puede an explicar'"todos los fenmenos estudiados. Pero la objecin tiene bastante fuerza, en especial porque no hay ninguna duda de que la materia fsica existe, mientras que la materia espiritual no pasa de ser una hiptesis dbil.

    Si esta ltima hiptesis nos ofreciera alguna ventaja explicativa definida que no pudiera lograrse de ninguna otra manera, entonces de muy buena gana violaramos la exigencia de simplicidad, y tendramos todo el derecho de hacerlo. Pero no es as, afirma el materialista. En realidad, sostiene, es justamente al revs, y esto nos lleva a la segunda objecin planteada al dualismo: la relativa impotencia explicativa del dualismo en comparacin con el materialismo.

    Consideremos, muy brevemente, los recursos explicativos con que ya cuentan las neurociencias. Sabemos que el cerebro existe y de qu est hecho. Conocemos bastante su microestructura: cmo las neuronas estn organizadas en sistemas y cmo los distintos sistemas estn conectados entre s, con los nervios motores que salen de los msculos y con los nervios sensoriales que entran en los rganos de los sentidos. Conocemos bastante su microqumica: cmo las clulas nerviosas emiten diminutos impulsos electroqumicos a lo largo de sus diversas fibras y cmo logran que otras clulas tambin los emitan, o dejen de emitirlos. Sabemos cmo por medio de esa actividad se jprocesa la informacin sensorial, seleccionando partes importantes o menos importantes para ser enviadas a los sistemas superiores. Y conocemos en parte cmo esa actividad permite iniciar y coordinar la conducta del cuerpo. Principalmente gracias a la neurologa (rama de la medicina que se ocupa de la patologa cerebral), sabemos mucho acerca de las correlaciones entre lesiones en diversas partes del cerebro humano y diversas deficiencias que padecen sus vctimas. Existen una gran cantidad de deficiencias identificadas algunas notorias, otras sutiles que los neurlogos conocen muy bien (incapacidad de hablar, o de leer, o de comprender el lenguaje, o de reconocer rostros, o de sumar/ restar, o de mover algn miembro, o de retener informacin en la memoria por mucho tiempo, etc.) y cuya aparicin se rea-

  • ciona estrechamente con el dao producido en alguna parte especfica del cerebro.

    No se tra ta solamente de un catlogo de traumatismos. El crecimiento y desarrollo de la microestructura cerebral es algo de lo que tambin se ha ocupado la neurociencia y, al parecer, en ese desarrollo se basan diversos tipos de aprendizajes que puede efectuar el organismo. Es decir, el aprendizaje presupone cambios fsicos y qumicos permanentes en el cerebro. En suma, el neurocientfico puede decimos muchas cosas sobre el cerebro, sobre su constitucin y las leyes fsicas que lo rigen; ya est en condiciones de explicar buena parte de nuestra conducta en trminos de las propiedades fsicas, qumicas y elctricas del cerebro, y cuenta con los recursos tericos necesarios para explicar mucho ms a medida que continen las investigaciones. (En el captulo 7 nos ocuparemos con ms detalle de la neurofsiologa y la neuropsicologa.)

    Comparemos ahora lo que puede decirnos el neurocientfico sobre el cerebro, y lo que l puede hacer con ese conocimiento, con lo que puede decirnos el dualista sobre la sustancia espiritual y lo que puede hacer con esos supuestos. El dualista puede decirnos algo sobre la constitucin de la m ateria mental? Sobre los elementos no materiales que la componen? Sobre las leyes que rigen su comportamiento? Sobre las conexiones estructurales entre la m ente y el cuerpo? Sobre la modalidad de su funcionamiento? Puede explicar las aptitudes y patologas humanas en trminos de sus estructuras y defectos? En realidad el dualista no puede hacer nada de esto, porque nunca se ha formulado una teora minuciosa sobre la m ateria mental. Comparado con los abundantes recursos y los logros explicativos del materialismo actual, el dualismo no es tanto una teora de la mente sino un vaco que aguarda que se lo llene con una autntica teora de la mente.

    En estos trminos discute el materialista. Pero insisto, no se tra ta de un argumento absolutamente decisivo en contra del dualismo. El dualista puede admitir que el cerebro desempea un papel muy importante en la administracin de la percepcin y tambin de la conducta dentro de su concepcin el cerebro es el mediador entre la mente y el cuerpo

  • pero tal vez intente argumentar que los xitos actuales del materialismo y sus*perspectivas explicativas futuras slo tienen que ver con las funciones mediadoras del cerebro, no con las aptitudes centrales de la mente no fsica, tales como la razn, la emocin y la propia conciencia. En lo que se refiere a estos ltimos tpicos, dira, ni el dualismo ni el mterialismo han logrado ningn xito en la actualidad.

    Pero esta respuesta no es muy buena. En lo que respecta a la capacidad de razonamiento, ya existen mquinas que ejecutan exi minutos complicadsimos clculos deductivos y matemticos que a un ser humano le llevaran toda la vida. Y en lo que respecta a las otras dos aptitudes mentales, estudios realizados sobre la depresin, la motivacin, la atencin y el sueo han revelado muchos hechos interesantes y enigmticos acerca de las bases neuroqumicas y neurodinmicas, tanto de la emocin como de la conciencia. Las aptitudes centrales, no menos que las perifricas, han sido el objeto de muy provechosos programas de investigacin materialistas.,

    En todo caso, el intento dualista (sustancial) de trazar una distincin muy clara entre las aptitudes mentales nicas, propias de la mente no material, y las aptitudes simplemente mediadoras del cerebro, insina un argumento que casi llega a ser una abierta refutacin del dualismo (sustancial). Si en verdad existe una entidad distinta en la que tienen lugar el razonamiento, la emocin y la conciencia, y s esa entidad slo depende del cerebro nada ms que para la entrada de experiencias sensoriales y la ejecucin de actos volitivos como informacin de salida, entonces se podra esperar que la razn, la emocin y la conciencia fueran relativamente invulnerables al control inmediato y a los efectos patolgicos cuando se produce algn tipo de manipulacin o dao cerebrales. Pero de hecho la verdad es justamente lo opuesto. El alcohol, las drogas o la degeneracin senil del tejido nervioso menoscaban, deterioran e inclusive llegan a destruir nuestra capacidad para el pensamiento racional. La psiquiatra conoce cientos de productos qumicos que controlan las emociones (litio, clorpromacina, anfetamina, cocana y otros) que producen sus efectos cuando penetran en el cerebro. Y la vulnerabilidad de

  • la conciencia frente a los anestsicos, la cafena, y frente a algo tan simple como un fuerte golpe en la cabeza, demuestra su dependencia muy estrecha de la actividad nerviosa del cerebro. Todo esto tiene sentido si la razn, la emocin y la conciencia son actividades del cerebro mismo. Pero tiene muy poco si son actividades de alguna otra entidad totalmente diferente.

    Podemos denominar a ste el argumento de la dependencia nerviosa de todos los fenmenos mentales conocidos. Advirtase que el dualismo de las propiedades no se ve amenazado por este argumento puesto que, como el materialismo, este dualismo considera al cerebro como la sede de toda actividad mental. Sin embargo, concluiremos esta seccin con un argumento que no favorece a ninguna de las dos variedades del dualismo: el argumento de la historia evolutiva.

    Cul es el origen de una especie tan compleja y sofisticada como la nuestra? Cul es, en lo que respecta a esto, el origen del delfn, del ratn o de la mosca domstica? Gracias a la paleontologa, la anatoma comparada y la bioqumica de las protenas y los cidos nucleicos, ya no queda ninguna duda importante sobre esta cuestin. Cada especie existente es un tipo sobreviviente de una cantidad de variaciones de un tipo de organismo anterior; cada tipo anterior es a su vez un tipo sobreviviente de una cantidad de variaciones de un tipo de organismo anterior an, y as sucesivamente descendiendo por las ramas del rbol evolutivo hasta que, hace aproximadamente tres mil millones de aos, encontramos un tronco de un solo organismo muy simple o de un puado de ellos. Esos organismos, al igual que su progenie ms compleja, son estructuras moleculares movidas por energa, que se autorrestablecen y se autoduplican. (Este tronco evolutivo tiene sus races en una era anterior de evolucin puramente qumica, en la cual los elementos moleculares de la vida se autorreconstruyeron.) El mecanismo evolutivo mediante el cual se ha estructurado este rbol consta de dos elementos principales: 1) la ocasional variacin a ciegas en los tipos de reproduccin de seres, y 2) la supervivencia selectiva de algunos de sos tipos debida a la re la tiva ventaja reproductora de algunos individuos de esos tipos. En el trans

  • curso de perodos geolgicos, este proceso puede producir una enorme variedad d organismos, algunos de ellos verdaderamente muy complejos.

    Para los propsitos de nuestro anlisis, lo que ms nos interesa sobre la historia evolutiva normal es que la especie humana y todos sus rasgos son el resultado enteramente fsico de un proceso puramente fsico. Como todos los organismos, excepto los ms simples, tenemos un sistema nervioso. Y por la misma razn: un sistema nervioso hace posible una orientacin discriminada de la conducta. Pero un sistema nervioso no es ms que una matriz activa de clulas, y una clula no es ms que una matriz activa de molculas. Lo nico que tenemos de notable es que nuestro sistema nervioso es ms complejo y poderoso que el de las otras criaturas del Seor. Entre nuestra naturaleza interior y la de las criaturas ms simples hay una diferencia de grado pero no de gnero. ;

    Si sta es la versin correcta de nuestros orgenes, entonces parece que no hay ninguna necesidad, ni espacio, para incluir cualquier tipo de sustancias o propiedades no fsicas en la explicaci terica sobre nosotros* Somos criaturas hechas de materia. Y debemos aprender a vivir con ese hecho.

    Argumentos de este tipo son los que han impulsado a la mayor parte de la comunidad profesional (aunque no a toda) a abrazar alguna forma de materialismo. Sin embargo, no ha habido mucha unanimidad, ya que las diferencias entre las diversas posiciones materialistas son mayores an que las que dividen al dualismo. En las cuatro secciones siguientes se examinan estas posiciones ms recientes. ,

    Lecturas complementariasS obre el dualism o su s tan c ia l

    Descartes, Ren: Las meditaciones, meditacin II.Descartes, Ren: El discurso del mtodo, parte 5.Eccles, John C.: The S e lf and its Brain, con Karl Popper. Nueva York, Springer-

    Verlag, 1977. >

  • Sobre el dualismo de Ins propiedades

    Popper, KarI, Tfie S e lf and is Brain, con John C. Ecclea. Nueva York, Springer- Verag, 1977Margolis, Joseph, Persons and Minds: The Prospects O f Nonreductive Materialism.Dordrecht-Holland, Reidel, 1978.

    Jackson, Frank, Epiphenomenal Qualia, The Philosophical Quarterly, vol. 32, n 127, abril de 1982.

    Nagel, Thomas, *What is it like to Be a Bat?, Philosophical Review, vol. LXXXIII, 1974. Reproducido en Readings in Philosophy o f Psychology, vol. 1, N. Block (comp.), Cambridge, MA, Harvard University Press, 1980.

    2. Conductismo filosficoEl conductismo filosfico tuvo su perodo de mayor apo

    geo durante las dos dcadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Hubo tres movimientos intelectuales que en conjuncin contribuyeron a su surgimiento. La prim era motivacin fue una reaccin contra el dualismo. La segunda fue la idea del positivismo lgico de que el significado de toda oracin en ltima instancia depende de las circunstancias observables que pueden llegar a verificarla o confirmarla. Y la tercera motivacin fue el supuesto general de que la mayor parte de los problemas filosficos, si no todos, son l resultado de una confusin lingistica o conceptual y que pueden resolverse (o disolverse) mediante un cuidadoso anlisis del lenguaje en el que se expresa.

    En realidad, el conductismo filosfico no es tanto una teora sobre qu son los estados mentales (su naturaleza interna) sino ms bien una teora sobre cmo analizar o comprender el vocabulario que utilizamos para hablar sobre ellos. Especficamente lo que se afirma es que, cuando hablamos acerca de emociones y sensaciones y de creencias y deseos, no hablamos sobre episodios internos fantasmales, sino que se trata de una forma abreviada de hablar sobre modelos reales y potenciales de conducta. En su forma ms fuerte y ms directa, el conductismo filosfico postula que toda oracin acerca de un estado mental se puede parafrasear, sin prdida de signifi-

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  • cado, por una oracin larga y compleja acerca de cul sera la conducta observable que se producira si una determinada persona se encontrara en esta, o aquella o cualquier otra circunstancia observable.

    Aqu puede resultar til hacer una analoga con la propiedad disposicional, ser soluble. Decir que un terrn de azcar es soluble no es decir que posee algn estado interno fantasmal. Simplemente es decir que si el terrn de azcar se pusiera dentro del agua, se disolvera. Ms estrictamente,

    x es soluble en agua es equivalente por definicin a

    si se pusiera x en agua no saturada, x se disolvera.Este es un ejemplo de lo que se denomina definicin

    operacional. El vocablo soluble se define en trminos de ciertas operaciones o pruebas que podran revelar si el trmino verdaderamente se aplica o no en el caso que se ha de examinar.

    De acuerdo con el conductista, el mismo anlisis vale para estados mentales del tipo desea pasar sus vacaciones en el Caribe, con la salvedad de que el anlisis es mucho ms rico. Decir que Arme desea pasar sus vacaciones en el Caribe es decir que: 1) si se le preguntara si eso es lo que quiere, respondera afirmativamente, y 2) si se le entregaran distintos folletos publicitarios sobre Jamaica y Japn, estudiara primero los de Jamaica, y 3) si se le diera un billete para el vuelo de este viernes a Jamaica, ira, etc. A diferencia de la solubilidad, afirma el conductista, la mayor parte de los estados mentales son disposiciones de mltiples vas. Pero siguen siendo disposiciones.

    Por lo tanto, segn esta concepcin, no tiene sentido preocuparse por la relacin entre la mente y el cuerpo. Hablar sobre la mente de Marie Curie, por ejemplo, no es hablar de algo que ella posee; es hablar de una de sus extraordinarias aptitudes y disposiciones. El problema mente- cuerpo, concluye el conductista, es un seudoproblema.

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  • El conductismo es claramente compatible con una concepcin m aterialista de los seres humanos. Los objetos materiales pueden tener propiedades disposicionales, aun cuando sean de mltiples vas, de modo que no hay necesidad de recurrir al dualismo para dar sentido a nuestro vocabulario psicolgico (Sin embargo, debe destacarse que el conductismo tambin es estrictamente compatible con el dualismo. Aun cuando el conductismo filosfico estuviera en lo cierto, seguira siendo posible que nuestras disposiciones de mltiples vas estuviesen constituidas por una materia mental inmaterial y no por estructuras moleculares. Pero sta no es una posibilidad que los conductistas hayan tomado demasiado en serio, por las muchas razones que expusimos al final de la seccin anterior.)

    Lamentablemente, el conductismo filosfico ha tenido dos fallas importantes que menoscabaron su credibilidad, aun para sus defensores. Evidentemente ignor, e inclusive neg, el aspecto interno de nuestros estados mentales. Tener un dolor, por ejemplo, no parece meramente algo que nos lleve a lamentamos, a sobresaltarnos, a tomar una aspirina, etc. Los dolores tambin tienen una cualidad intrnseca (espantosa) que se pone de manifiesto en la introspeccin, y cualquier teora de la mente que ignore o niegue tales qualia simplemente no cumple con su deber.

    Este problema preocup muchsimo a los conductistas y se hicieron serios intentos para resolverlo. Pero los pormenores de esta cuestin nos llevan directamente al corazn de los problemas semnticos, de modo que pospondremos el anlisis ms profundo de este tema hasta el captulo 3.

    La segunda falla apareci cuando los conductistas intentaron especificar en detalle la disposicin de mltiples vas presuntamente constitutiva de todo estado mental dado. La lista de condicionales necesaria para un anlisis adecuado de desea pasar sus vacaciones en el Caribe no slo pareca larga, sino indefinidamente o inclusive infinitamente larga, sin contar con ningn modo finito de especificar los elementos que haba que incluir. Y no se puede definir bien ningn trmino cuyo definiente sea tan abierto e inespecfico. Es ms, cada uno de los condicionales que intervienen en el largo48

  • anlisis es sospechoso en s. Suponiendo que Anne verdaderamente desea pasr sus vacaciones en el Caribe, el condicional 1) antes mencionado ser verdadero slo si ella no mantiene en secreto sus fantasas sobre las vacaciones; el condicional 2) slo ser verdadero si ella ya no est aburrida de los folletos sobre Jamaica; el condicional 3) ser verdadero slo si ella no cree que el vuelo del viernes ser secuestrado, y as sucesivamente. Pero recomponer cada condicional agregndole los requisitos pertinentes sera reintroducir una serie de elementos mentales para poder llegar a la definicin, y ya no estaramos definiendo lo mental exclusivamente en trminos de circunstancias y conductas notoriamente observables.

    En la medida en que el conductismo pareca la nica alternativa al dualismo, los filsofos se mostraron dispuestos a combatir estas deficiencias con la esperanza de subsanarlas o desterrarlas. Pero a fines de las dcadas de 1950 y de 1960/ se pusieron en boga otras tres teoras materialistas y rpidamente se apartaron del conductismo.

    (Concluyo esta seccin con una advertencia. Hay que distinguir cn claridad el conductismo filosfico que acabamos de analizar del conductismo metodolgico, que ha ejercido gran influencia en el campo de la psicologa. En su forma ms contundente, esta ltima concepcin exige que todos los nuevos trminos tericos acuados por la ciencia de la psicologa deben defmirse'en trminos operacionales, con el fin de garantizar que la psicologa mantenga un firme contacto con la realidad emprica. Por el contrario, el conductismo filosfico afirma que todos los trminos psicolgicos de sentido comn que integran nuestro vocabulario precientfico ya adquieren su significado, cualquiera que sea, a partir de definiciones operacionales (tcitas). Las dos concepciones son distintas desde el punto de vista lgico y, para los nuevos trminos tericos, habra que utilizar una metodologa prudente, aun cuando el anlisis correlativo de trminos mentales del sentido comn est equivocado.)

  • Lecturas com plem entariasRyle, Gilbert, The Concept o f Mind. Londres, Hutchinson and Company, 1949, caps. I

    y V .Mlcolm, Norman, Witfcgensteins Philosophical Investigations, Philosophical

    Review, vol. XLVII, 1956. Reproducido en The Philosophy o f Mind, V-C Chappell (comp.), Englewood CliTs, NJ, Prentice-Hall, 1962.

    3. M aterialismo reduccionista (la teora de la identidad)

    El materialismo reduccionista} conocido ms comnmente como teora de la identidad, es la ms directa de las diversas teoras materialistas de lamente. Su afirmacin central es la simplicidad misma: los estados mentales son estados fsicos del cerebro. Es decir, cada tipo de estado o proceso mental es numricamente idntico (es una y la misma cosa que) a algn tipo de estado o proceso fsico dentro del cerebro o del sistema nervioso central. Por el momento no sabemos lo suficiente acerca del intrincado funcionamiento del cerebro como para poder enunciar verdaderamente las identidades correspondientes, pero la teora de la identidad est convencida de que con el tiempo las investigaciones sobre el cerebro habrn de ponerlas de manifiesto. (En parte para poder evaluar esta afirmacin examinaremos las investigaciones actuales sobre el cerebro en el captulo 7.)

    P a ra le lo s h is t r ico sEn los trminos que propone el terico de la identidad, el

    resultado que se predice aqu tiene algunos paralelos conocidos en nuestra historia cientfica. Considrese el caso del sonido. Sabemos ahora que el sonido es un tren de ondas de presin que se propagan por el aire, y que la propiedad de tener un tono alto es idntica a la propiedad de tener una

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  • frecuencia oscilatoria alta. Sabemos que la luz son ondas electromagnticas, ^ la mejor teora actual dice que el color de un objeto es idntico a los tres tipos de rendimiento de reflectancia que tiene el objeto, ms bien como una cuerda musical que ste pulsara, aunque las notas suenan en ondas electromagnticas en vez de sonar en ondas de sonido. Ahora reconocemos que el calor o la frescura de un cuerpo es simplemente la energa del movimiento de las molculas que lo componen: el calor es idntico al alto valor medio de energa cintica molecular y el fro es idntico al bajo valor medio de energa cintica molecular. Sabemos que el relmpago es idntico a una repentina descarga en gran escala de electrones entre las nubes, o entre la atmsfera y la tierra. Lo que ahora consideramos que son estados mentales, argumenta el terico de la identidad, son idnticos a estados cerebrales exactamente de la misma manera.

    R ed u cc i n in te r te r ic a\

    Estos paralelos tan ilustrativos son el resultado de haber logrado hacer una reduccin interterica. Es decir, en todos estos casos una teora nueva y eficaz logra abarcar un conjunto de proposiciones y principios que reflejan perfectamente (o casi perfectamente) las proposiciones y principios de una teora o marco conceptual anteriores. Los principios correspondientes en la nueva teora tienen la misma estructura que los del marco de referencia anterior y se aplican exactamente en los mismos casos. La nica diferencia es que en los casos en que los viejos principios utilizaban (por ejemplo) las nociones de calor, est caliente y est fro, los nuevos principios utilizan en cambio las nociones de energa cintica molecular total, tiene un promedio alto de energa cintica molecular y tiene un promedio bajo de energa cintica molecular.

    Si el nuevo marco de referencia explica y predice los fenmenos muchsimo mejor que el anterior, entonces tenemos excelentes razones para creer que los trminos tericos del nuevo marco conceptual son los que describen la realidad

  • correctamente. Pero si el viejo marco funcionaba adecuadamente, por lo menos hasta donde se sepa, y si se asemeja a una parte de la nueva teora de la forma sistemtica que acabamos de describir, entonces tenemos derecho a concluir que los viejos trminos y los nuevos se refieren exactamente a las mismas cosas o expresan exactamente las mismas propiedades. La conclusin es que hemos podido aprehender exactamente la misma realidad que el marco anterior describa en forma incompleta, pero con un nuevo marco de referencia conceptual ms lcido. Y entonces estamos en condiciones de comunicar lo que los filsofos de la ciencia denominan identidades intertericas: la luz son ondas electromagnticas, la temperatura es promedio de energa cintica molecular, etctera.

    Los ejemplos presentados en los dos prrafos anteriores tienen todava en comn otro rasgo ms importante. Son todos casos en los que las cosas o propiedades vistas desde el extremo receptor de la reduccin son cosas y propiedades observables dentro del marco conceptual de nuestro sentido comn, y ponen de manifiesto que la reduccin interterica se produce no slo entre marcos conceptuales que estn en la estratosfera terica, sino que tambin se pueden reducir los elementos observables cotidianos. Por lo tanto, no habra por qu sorprenderse particularmente si nuestros conocidos estados mentales introspectibles se redujeran a estados fsicos del cerebro. Todo lo que se requerira sera que alguna neuro- ciencia con una buena capacidad explicativa se desarrollara hasta el punto en que se pudiese elaborar una imagen refleja adecuada de los supuestos y principios que constituyen nuestro marco conceptual corriente para los estados mentales, una imagen en la que los trminos referidos a estados mentales ocuparan el lugar que tenan los trminos referidos a estados mentales en los supuestos y principios relacionados con el sentido comn. Si se pudiese cumplir esta condicin (un tanto exigente), entonces, como en los ejemplos histricos citados, tendramos todo el derecho de anunciar que se ha hecho una reduccin y de afirmar la identidad entre los estados mentales y los estados cerebrales.

  • A rgu m en tos e n favor de la teo r a de la id en tid a d

    Qu razones tiene el terico de la identidad para creer que la neurociencia llegar a cumplir alguna vez las poderosas condiciones necesarias para la reduccin de nuestra psicologa popular? Existen por lo menos cuatro razones y todas apuntan hacia la conclusin de que una explicacin adecuada de la conducta humana y sus causas debe buscarse en las neurociencias fsicas.

    En primer lugar podemos referimos a los orgenes puramente fsicos y a la constitucin ostensiblemente fsica del individuo humano. Comenzamos por ser una organizacin monocelular de molculas programadas genticamente (el huevo fecundado) y a partir de all se produce un desarrollo mediante la adicin de ms molculas cuya estructura e integracin est controlada por la informacin codificada en las molculas de ADN del ncleo celular. El corolario de este proceso sera un sistema puramente fsico cuya conducta es el resultado de su'funcionamiento interno y de sus interacciones con el resto del mundo fsico. Y precisamente aquello de lo que se ocupan las neurociencias son esas operaciones internas que controlan la conducta.

    Este argumento se vincula estrechamente con el que sigue. Los orgenes de cada tipo de animal tambin parece que son de ndole escrupulosamente fsica. El argumento de la historia evolutiva que hemos analizado antes (pg. 44) otorga un respaldo adicional a estas afirmaciones del terico de la identidad, puesto que la teora de la evolucin constituye la nica explicacin seria que tenemos para dar cuenta de la capacidad del cerebro y del sistema nervioso central para controlar la conducta. Estos sistemas fueron seleccionados por las mltiples ventajas (en ltima instancia, la ventaja de la reproduccin) que otorgan a las criaturas cuya conducta se controla de esta manera. Una vez ms en este caso parecera que las causas bsicas de nuestra conducta se remiten a la actividad nerviosa. v

    El terico de la identidad encuentra apoyo tambin en el argumento, analizado antes, de la dependencia nerviosa de

  • todos los fenmenos mentales conocidos (vase la pg. 44). Precisamente esto es lo que cabra esperar si la teora de la identidad estuviera en lo cierto. Por supuesto, la dependencia del sistem a nervioso tam bin es una consecuencia del dualismo de las propiedades, pero en este caso el terico de la identidad preferir acudir a consideraciones sobre la simplicidad. Por qu admitir dos clases radicalmente diferentes de propiedades y operaciones si una sola de ellas puede encargarse de la tarea explicativa?

    Este ltimo argumento surge a partir del xito cada vez mayor que logran las neurociencias en su tarea de describir con claridad el sistema nervioso de muchos seres y explicar sus aptitudes y deficiencias conductuales en trminos de las estructuras descubiertas. Todos los argumentos anteriores sugieren que la neurociencia debe lograr xito en esta empresa, y lo cierto es que continuamente los confirma la propia historia de esta disciplina. El progreso ha sido muy rpido, especialmente en el caso de seres muy simples (como podra esperarse), pero tambin se ha verificado en el estudio de los seres humanos aunque, por obvias razones morales, aqu la investigacin debe ser mucho ms prudente y cautelosa. En suma, a las neurociencias todava les queda un largo camino por recorrer, pero los progresos realizados hasta el momento le permiten alentar grandes esperanzas al terico de la identidad.

    Con todo, estos argumentos no son absolutamente decisivos en favor de la teora de la identidad. Sin ninguna duda apoyan en forma abrumadora la idea de que las causas de la conducta humana y animal son de naturaleza esencialmente fsica, pero la teora de la identidad no se limita a afirmar slo esto, sino que sostiene que la neurociencia ha de descubrir una taxonoma de los estados neurales que permita establecer una correspondencia biunvoca con los estados mentales de la taxonoma del sentido comn.' Las afirmaciones de identidad interterica slo quedarn justificadas si se puede encontrar esa correlacin. Pero no hay nada en los argumentos anteriores que garantice que se podr establecer esa correspondencia entre el marco conceptual viejo y el nuevo, aun en el caso de

  • que el nuevo lograra un xito colosal en la explicacin y prediccin de nuestra, conducta. Ms an, existen argumentos provenientes de otras posiciones dentro del campo materialista que sostienen que es bastante improbable que se puedan establecer esas correspondencias tan convenientes. Pero, an* tes de entrar en ellos, consideremos algunas objeciones ms tradicionales a la teora de la identidad.

    A rgu m en tos e n co n tra d e la teo r a d e la id en tid a d

    Comencemos con el argumento de la introspeccin analizado antes. La introspeccin nos revela un mbito de pensamientos, sensaciones y emociones, no de impulsos electroqumicos en una red nerviosa. Los estados y propiedades mentales que pone de manifiesto la introspeccin parecen algo radicalmente diferente de los estados y propiedades neuro- fisiolgicos. Cmo sera posible que fueran lo mismo?

    La respuesta, como ya hemos visto, es: sin ninguna dificultad. Al discriminar entre el rojo y el azul, lo dulce y lo amargo, lo caliente y lo fro, nuestros rganos sensoriales en verdad efectan una discriminacin entre diferencias muy sutiles que existen entre complejsimas propiedades electromagnticas, estreoqumicas y micromecnicas de los objetos fsicos. Pero nuestros sentidos no son lo suficientemente agudos como para poder revelar por s solos los pormenores de esas complejsimas propiedades. Para esto se necesita investigacin terica y experimental con instrumentos especialmente diseados. Presuntamente lo mismo vale para nuestro sentido interno: la introspeccin, que tal vez pueda discriminar eficazmente entre una gran variedad de estados neurales, pero no sea capaz de revelar por s sola los pormenores de esos estados entre los que discrimina. En realidad casi sera un milagro que lo lograra, del mismo modo que lo sera si la vista, sin ningn tipo de ayuda, descubriera la existencia de la interaccin de campos elctricos y magnticos que ocurre a enorme velocidad con una frecuencia oscilatoria de mil millo

  • nes de millones de hertz (1015 hertz) y una longitud de onda mucho menor que un millonsimo de metro. Ya que, a pesar de las apariencias, eso es la luz. Por lo tanto, el argumento de la introspeccin no tiene suficiente fuerza.

    La objecin siguiente sostiene que la identificacin de estados mentales con estados cerebrales nos llevara a afirmaciones literalmente ininteligibles, a lo que los filsofos han denominado errores categoriales, y tambin asegura que la identificacin es, por lo tanto, un caso de verdadera confusin conceptual. Podemos comenzar el anlisis con la referencia a una de las leyes ms importantes sobre la identidad numrica. La ley de Leibniz postula que dos tems son numricamente idnticos slo en caso de que cualquier propiedad que postule uno de ellos la posea tambin el otro: puesto en notacin lgica,

    (x) (y) [(x=y) = (F) (Fx *Fy) ] .

    Esta ley seala un modo posible de refutar la teora de la identidad, que sera: encontrar una propiedad que poseyeran los.estados cerebrales pero no los estados mentales (o viceversa), con lo cual la teora quedara desacreditada.

    Con este propsito se han mencio