Bryce Echenique, sobreviviendo a s mismoDetrs de un escritor y
frente a l hay muchas historias. A veces, su papel se vuelve
confuso: en dnde termina el narrador y comienza el personaje? Con
una controversia a cuestas que ha puesto en juego su credibilidad
entera, el autor peruano se muestra como una pieza ms de una obra
difcil de poner en paz. Qu es lo que lo ha llevado a buscar, en un
abismo de fantasmas, un asidero capaz de soportar una tormenta
interminable?Por Sergio Vilela1 "Mi mam deca que yo era la pata de
Judas, que era muy fcil perderme de vista."
Dice que ha puesto su vida en peligro para llegar hasta aqu. Que
ha tenido que cruzar media ciudad a toda prisa y salir disparado
del almuerzo en el que estaba y esquivar todos los carros que en el
camino le cerraban el paso. Que no ha dudado en pasarse los
semforos en rojo y que no le ha importado violar todas las normas
de trnsito, por llegar puntual a esta cita. se es Bryce, Alfredo
Bryce Echenique, el escritor habituado a convertir un
desplazamiento ordinario entre dos puntos en una verdadera pica
donde l mismo pone en juego su integridad. Basta un instante con
Bryce para que la realidad se empiece a difuminar y l tome el
control de la verosimilitud de los hechos. Pero aquello que podra
parecer pura exageracin o simple alarde narrativo es, en el caso
suyo, un relato verdico.
Ahora, el autor peruano de Un mundo para Julius camina, con la
tranquilidad de quien se ha salvado de una catstrofe
automovilstica, hacia el saln principal de su departamento en Lima.
Bryce tiene setenta y cuatro aos y las dos horas de caminata diaria
a las que se tiene acostumbrado por los malecones de San Isidro,
bordeando los acantilados que dan al Pacfico, lo mantienen con buen
semblante. Nos sentamos en el largo sof de su sala, vigilados por
un retrato suyo que nos mira desde la pared. La luz de la tarde cae
en diagonal a travs de los ventanales del departamento y desde aqu
se ven las cabezas de los rboles asomando desde el parque que
parece el enorme jardn trasero del edificio. No pasan ni diez
minutos antes de advertir que tiene demasiada sed. Se toca la
garganta y dice que debe ser por el almuerzo previo que est as,
ensayando una excusa. Ofrece un vodka tonic y de inmediato se pone
en la tarea cual barman experimentado. Empuja la puerta batiente de
su cocina y desaparece por un minuto. Se le escucha preguntar qu
dosis quiero en mi vaso, desde el ambiente contiguo. Desde su
tercer divorcio, que ocurri hace un par de aos, vive solo en este
departamento alquilado y, tras varias mudanzas en Europa y Amrica a
lo largo de su vida, dice que "de aqu me sacan con los pies por
delante". Su ama de llaves no viene hoy pero l lo tiene todo bajo
control. Es famoso entre sus amigos por la generosidad con la que
abre su bar y porque las tertulias con l pueden durar das enteros
sin que las historias se agoten.
En seguida, Alfredo Bryce Echenique asoma en la sala de su casa
con dos generosos vasos. La imagen es tan domstica que, por un
momento, no parece ser quien es. Ese hombre que es considerado uno
de los escritores latinoamericanos ms originales posteriores al
boom, quien fund con la oralidad de sus personajes un registro
narrativo nico en novelas como Un mundo para Julius y La vida
exagerada de Martn Romaa. Aquel escritor que se vio envuelto desde
2006 en un escndalo de presuntos plagios de artculos periodsticos,
que an estn en litigio. El mismo autor que, por ese antecedente,
recibi un aluvin de crticas que pusieron en duda su reputacin, tras
ganar el premio de la Feria del Libro de Guadalajara en 2012. La
tarde soleada de primavera atraviesa los ventanales del saln,
encendiendo el espacio. La biblioteca o lo que queda de ella despus
de regalar un millar de libros al dejar la casa de su tercera
esposa, Anita Chvez, cubre toda la pared del fondo. Bryce se
acomoda en el sof despus de dar un trago a su copa y empieza a
hablar de sus antepasados, de los aos de opulencia de la familia
Echenique, de su tatarabuelo ex presidente, de las riqusimas
haciendas que tenan y que hoy pasaron a ser distritos enteros de
Lima como La Victoria, de los das en que soaba con ser un escritor
mientras su padre lo obligaba a terminar la carrera de derecho, y
de la tarde en que se subi a un barco de carga con su amigo
Franoise Mujica y parti rumbo a Europa, convertido en abogado tras
cumplir sus designios familiares.
Alfredo y yo viajamos en el mismo camarote. En esa poca era
devoto de Montherlant y de Hemingway as que llev un bal repleto de
libros. Entre la lectura y la bebida nos pasbamos todo el da
recuerda Mujica, su compaero de la facultad, desde la terraza de su
casa en Lima, una maana de primavera de 2012.
Entonces era 1964 y el joven aspirante a escritor parti del Per
para no volver en dcadas, con el nico propsito de convertirse algn
da en Alfredo Bryce Echenique.
2.Cuando era nio su madre lo amarraba a la pata de la cama.
Elena Echenique haba descubierto que sa era la nica manera de
controlar las desapariciones de uno sus cinco hijos, Alfredo Bryce,
un nio ensimismado, apacible y algo miope. Por ese temperamento que
lo haca invisible, sus fugas siempre pasaban desapercibidas hasta
que alguien descubra que no estaba y, entonces, empezaban a
buscarlo en los alrededores de la casa en la que veraneaban en el
balneario de La Punta, a quince kilmetros de Lima.
Mi mam deca que yo era la pata de Judas, que era muy fcil
perderme de vista, y por eso me amarraba.
Bryce recuerda ntidamente ese castigo, pero tambin se recuerda a
s mismo muy tranquilo esperando a que lo liberaran, porque mientras
permaneca amarrado iba de viaje dentro de su cabeza. "Ni bien lo
ataban a la pata de la cama, volva a la calma. l mismo se entregaba
cuando saba que lo mereca", escribe el periodista Mariano Olivera
en su libro Bryce antes de Julius. Ya desde entonces tena una
enorme capacidad de entretenerse con nada. De leer el vaco. En el
primer volumen de sus memorias, Permiso para vivir, publicado en
2004, escribe: "Mi atraccin por los rincones la recuerdo desde nio.
Y recuerdo que tambin yo atraa la presencia de los rincones". Muy
temprano el mundo exterior se le hizo ms aburrido que el mundo
imaginario sobre el que tena poderes. Un tmido prefiere estar solo.
Un solitario aguza la mirada. Una buen observador entiende a un
volumen diferente. Todo eso era Bryce. Y aunque su padre intent
conminarlo a que tomara el camino de las leyes y convertirlo en su
heredero para que terminara al frente del Banco Internacional, uno
de los ms grandes de Per y propiedad de la familia, la vocacin
literaria termin por arrstralo como una marea desbordada.
Mi mam era una gran lectora, pero creo que la inventiva de
Alfredo era como la de mi pap. l tambin era muy ocurrente, aunque
era un hombre callado cuenta Elena Bryce, la hermana del escritor,
seis aos menor que l.
Sus dos familias eran de leyenda. Los Bryce haban llegado desde
Londres a fines del siglo XIX. Abrieron una casa comercial que
venda insumos para grandes navos, y que Francis y John Bryce
decidieron inaugurar en el Callao, el principal puerto del Per. Ese
remoto pas de Sudamrica estaba en plena expansin econmica tras la
guerra con Chile, y era un mercado frtil para que los Bryce
hicieran crecer su fortuna. Los Echenique haban sido grandes
terratenientes y contaban con un ex presidente entre sus
antepasados, Rufino Echenique, que gobern el pas a mediados del
XIX. Haba llegado al poder despus de una larga carrera militar que
haba empezado con su enrolamiento en uno de los batallones al mando
del libertador Jos de San Martn, un ao despus de la independencia
del Per. Estas dos familias notables de la oligarqua limea, los
Bryce y los Echenique, acabaron emparentndose por primera vez tres
generaciones antes de que naciera el escritor, cuando un hijo del
presidente se cas con Mara Rosa Bryce Lpez-Aldana. Ella tena un
hermano llamado Ramn y ambos, hermano y hermana, tuvieron dos hijos
varones a los que llamaron igual: Francisco Echenique Bryce, el de
ella, Francisco Bryce Arrspide, el de l. Los franciscos eran primos
hermanos de edades cercanas. A los franciscos les gustaban los
nmeros. Cuando los franciscos crecieron fundaron juntos el Banco
Internacional. Uno asumi la presidencia, y el otro la gerencia
general. Cuenta Alfredo Bryce que un da, mientras los negocios
estaban en su mejor momento, uno de los primos le pidi al otro que
lo dejara casarse con su hija. Como ellos eran hombres de
confianza, pero sobre todo parientes, el pedido fue aceptado. De
ese matrimonio entre el to y la sobrina, en el que haba veinte aos
de diferencia, naci Alfredo Bryce Echenique. Pero, segn el
escritor, ese coctel de genes hizo que su hermano mayor naciera
sordomudo. Aquel hecho determinara el destino del matrimonio y de
todo lo que se vivira en la casa de los Bryce Echenique. El hijo
enfermo el mayor, Paquito sera el centro de gravedad las alegras y
frustraciones de una familia a la que la fortuna no sirvgi de nada
para darle una vida normal.
Alfredo Bryce se recuerda a s mismo de nio, siendo testigo de
las discusiones entre sus padres que hacan lo posible para que
Paquito se integrara a la vida familiar. Gastaron un dineral
envindolo a internados en Estados Unidos, contratando a los mejores
maestros, invirtiendo horas para que pudiera comunicarse.
Si uno no lo oa gesticular, poda no darse cuenta que era
sordomudo, porque era un chico muy tranquilo, recuerda su hermana,
intentando restarle gravedad al pasado. Elena Bryce es la menor de
los cinco hermanos, y por eso dice que ella no sale ni en las fotos
ni en las novelas.
La pelcula imposible del hijo enfermo fue despostillando el ya
difcil matrimonio entre el to y la sobrina. Entre un hombre que,
antes de casarse, haba pasado dieciocho aos como contador de un
barco mercante, haba dado la vuelta al mundo y haba sido torero en
Espaa; y una mujer que slo haba salido de la mansin de su padre
para ir a su propia boda, se haba educado con institutrices
europeas, tocaba el piano y lea a Proust. Con los aos, Paquito pudo
sentarse a la mesa a comer con sus hermanos, y logr incluso
desarrollar cierto talento con las manos que le permiti tener un
oficio de ceramista, y pintar cuadros que los amigos de la familia
compraban sin falta. Aquel enorme esfuerzo familiar sirvi para que
Paquito tuviera una vida productiva, aunque dependiente de por
vida. Muri a los sesenta y nueve y, dos das despus, su madre casi
centenaria, que viva con l y an lo cuidaba como a un nio, le sigui
los pasos.
Ella no reconoca a nadie, pero cuidaba a su hijo. Vivan juntos.
l ya estaba ciego. Despert a los cincuenta aos ciego. Era una
maldicin lo que tena ese hombre recuerda Bryce.
En casa de los Bryce Echenique catorce empleados se encargaban
de atender a los padres y a sus cinco hijos. Me acuerdo que
pelebamos mucho dice Elena Bryce, que tiene el cabello corto y las
mejillas gruesas, como su hermano ms famoso. l me deca: "Ests
horrible, no salgas as delante de mis amigos", cosas de esas,
pleitos de hermanos, lo normal.
Vivan en una residencia en el distrito de San Isidro, el ms
distinguido de Lima, y su mundo no se pareca en nada al Per
empobrecido de los cincuenta, ese pas que se filtraba levemente en
las historias que el escritor, siendo nio, escuchaba en la cocina
cuando los empleados hablaban entre ellos. Un universo que pareca
tan fascinante como desconocido, donde las personas tenan pocas
cosas y vivan austeramente, como lo hacan en las habitaciones de
servicio de su propia casa. se, dice Bryce Echenique, fue el
descubrimiento ms grande de su vida de nio: los empleados eran
seres diferentes.
3.Alfredo Bryce abre el pequeo bal de madera que hay sobre la
mesa. Un olor a tabaco invade el saln. Estira la mano y saca un
puro que enciende al instante. Ya es de noche y la luz tenue de las
lmparas se derrama sobre el silln. Bryce se acomoda y cruza una
pierna sobre otra, de manera que la que va encima queda colgando,
como si se pusiera a s mismo un cerrojo.
Lo ms trgico de todo es que esa casa era un nido del dolor. Cada
uno sufra en su cuarto. Menos mi hermano Eduardo, que era el
tercero y que era un tarambana, un jaranista, y nunca estaba.
Recuerdo mucho a mi pap requintando: "Este hijo de mierda", por
Paquito. Porque de pronto un da el pobre descubri la masturbacin y
entonces, mientras estaba en esas, pegaba unos alaridos y todos
nosotros nos mantenamos calladitos como si no pasara nada.
Su padre era un hombre alto y apuesto, de pocas palabras,
sarcstico cuando abra la boca, y con una singular aficin por los
trabajos manuales, heredada de sus das en altamar. Cuando no estaba
dirigiendo el Banco Internacional, reparaba cortinas y zurca
medias. Era silencioso dentro de su casa y un gran contador de
historias fuera de ella. Aunque era tranquilo, las ocurrencias de
Paquito lo sacaban de sus casillas. Se pona furioso, le peda
cuentas a su mujer, maldeca.
Mi pap gritaba: "Yo no he trabajado tantos aos de mi vida,
carajo, para tener que aguatar a este huevn"
sa era la maldicin cotidiana en la casa, y todos los que vivan
all se esmeraban para no hablar de lo que suceda.
Una vida era la de los pisos de arriba, donde vivamos, y otra la
del piso de abajo, a la que llegaba la visita. La tragedia de
arriba nunca bajaba. Cada uno de nosotros sobreviva a esa casa como
poda.
Toda la atencin se concentraba en Paquito. Por eso Bryce
recuerda una infancia entre las faldas de sus nanas, o cruzando la
ciudad a solas con el chofer, o jugando en el patio con el
mayordomo o con el hijo de la cocinera. Su primera novela, Un mundo
para Julius, es en parte esa historia: la historia de un nio
solitario de la oligarqua limea que, a medida que crece, descubre
los contrastes con el mundo que lo rodea. A travs de los ojos de
Julius, Bryce evidencia el clasismo, el racismo y la hipocresa de
ese mundo, desde un sentido del humor y una irona agudos. Cuando se
public esa novela, en 1970, se convirti en un bicho raro de la
literatura en el Per. Por primera vez un rico escriba, y escriba,
adems, una gran novela sobre la clase alta que empezaba as: "Julius
naci en un palacio de la avenida Salaverry, frente al antiguo
hipdromo de San Felipe; un palacio con cocheras, jardines, piscina,
pequeo huerto donde a los dos aos se perda y lo encontraban siempre
parado de espaldas, mirando, por ejemplo, una flor; con
departamentos para la servidumbre, como un lunar de carne en el
rostro ms bello, hasta con una carroza que us tu bisabuelo, Julius,
cuando era Presidente de la Repblica, cuidado!, no la toques, est
llena de telaraas, y l, de espaldas a su mam, que era linda,
tratando de alcanzar la manija de la puerta. La carroza y la seccin
servidumbre ejercieron siempre una extraa fascinacin sobre Julius,
la fascinacin de no lo toques, amor; por ah no se va, darling'. Ya
entonces, su padre haba muerto". Los militares de la dictadura del
general Juan Velasco Alvarado, instalada en el Per en el ao 1968,
la tomaron como una novela parricida, en la que el escritor
arremeta contra su propia clase. Bryce recordara en una entrevista,
aos despus, que "se dijeron tantas cosas: sta es la novela de la
revolucin, por ejemplo, o que era el canto del cisne de la
oligarqua. Cosas que jams pens al escribirla, porque adems la
escrib mucho tiempo antes de la reforma agraria". Esa reforma tena
por entonces al pas partido en dos. El general Velasco nacionaliz
el Banco Internacional de los Bryce y expropi sus haciendas a los
Echenique. Pero Alfredo Bryce Echenique un efervescente
contestatario a ojos del general, mereci el premio Nacional de
Literatura en 1972. De todos modos, Un mundo para Julius sobrevivi
al paso del tiempo como un verdadero clsico de la literatura de
Amrica Latina.
Alfredo Bryce da una bocanada a su habano. Hace rato ha
descorchado una botella de Rioja para acompaar el jamn de bellota
que trajo en la maleta de su ltimo viaje a Madrid. Ha propuesto
picar algo antes de ir al bar del Hotel Country, a unas diez calles
de su departamento, a comer de verdad. Cuenta que su padre lo oblig
a graduarse como abogado y que gracias a eso pas por la Universidad
de San Marcos, donde dej de ser un extranjero en su propio pas.
Aunque su plan original haba sido estudiar en la Universidad de
Cambridge, en Gran Bretaa, como le dijo al periodista Alfredo
Barnechea en una entrevista de 1996: "Mi padre me hizo una gran
trampa. Para ingresar a Cambridge, saliendo del Colegio San Pablo,
que era un colegio ingls, haba dos requisitos: pasar un examen de
historia de Inglaterra y otro de latn, en el British Council, y
haber ingresado a San Marcos". Una vez que ingres a esa universidad
pblica, la ms antigua de Amrica y en la que conflua todo el Per, su
padre le pregunt: "Y quin te va a pagar la Universidad de
Cambridge?". Bryce no tuvo ms opcin que quedarse en San Marcos. All
descubri que alumnos de todas las sangres y regiones, ricos y
pobres, convivan en el patio de Letras. Para eso le sirvi la
universidad, dice. Para entender dnde estaba parado. Y para tener
su nmero de registro en el Colegio de Abogados que an es vlido.
Aunque no le gustaba el derecho recuerda Franoise Mujica, segua
las clases con muchsima dedicacin. Tengo fotos del da que nos
colegiamos. Luego l practic en un estudio de verdad.
Cierto. Bryce lleg a trabajar como abogado algunos meses. Estoy
apto para ejercer, si quisiera dice Bryce, y se levanta del sof
para servir dos copas ms.
Tras ganar un beca para estudiar en la Sorbona, en Pars, gracias
a los contactos que su madre le ayud a conseguir, pudo partir a
Europa con la idea de convertirse, all, en escritor. Tena
veinticinco aos. Su padre ya no poda prohibirle nada, porque Bryce
haba cumplido con la promesa de terminar la carrera, pero tampoco
pensaba ayudarlo en su plan europeo. Slo autoriz que una camioneta
del banco, que iba a recoger dinero de las oficinas al sur de Lima,
lo llevara hasta el puerto desde el que partira a su nueva vida en
Francia. A los pocos meses de terminar la universidad, y con
escasos ahorros, Alfredo Bryce emprendi el viaje que cambiara su
vida para siempre. Esa maana de 1964, a bordo de un buque cargado
de acero, zarp desde el puerto de Marcona, a quinientos kilmetros
de Lima, con su compaero de la universidad, Franoise Mujica. Iban a
cruzar medio mundo para llegar despus de veintin das al puerto de
Dunquerque, al norte de Francia. Desde entonces, aunque pasaran
cuatro aos hasta que publicara su primer libro de cuentos, Huerto
cerrado, con el que ganara el premio Casa de las Amrica, su vida se
empezara a parecer cada vez ms a la que haba imaginado, la de
escritor a tiempo completo.
En esa poca l estaba enamoradsimo de la que sera su primera
esposa, Maggie Revilla. Ella llegara despus a Francia, al ao
siguiente cuenta Mujica, un hombre alto, de ojos claros y finas
facciones.
Son casi las once de la noche y Bryce dice que ya es hora de
irnos. Se pone de pie y va a buscar las llaves, quiz a su
habitacin. Indica que dejemos todo como est, porque vamos y
volvemos. Salimos del departamento y bajamos, en el estrecho
ascensor del edificio, hasta el garaje. El Mini Cooper rojo sangre
de Bryce brilla junto a todos los dems autos sin gracia. Llevamos
varias horas de conversacin, tantas como copas encima. Pero eso no
intimida a Bryce, que sube al auto, lo pone en marcha y retrocede
con decisin para salir del edificio. Al salir, acelera y nos
sacudimos por efecto de la inercia. Vamos a parar a una avenida
oscura y vaca que le da nimos para ir ms rpido. Toma el volante con
las dos manos y gira sin ninguna intencin de pisar el freno en la
primera curva. Mientras maneja, conversa. Me sigue contando algo
que no escucho porque estoy demasiado preocupado en mirar hacia
adelante. Pero l conduce sin sobresaltos, como un experto en esa
ruta. La idea de estrellarnos contra un rbol me hace pensar que
seramos una estupenda noticia de ltimo minuto. Bryce siempre es un
buen titular.
4.Poco despus, frenamos de golpe. Bryce encaja su Mini Cooper en
un espacio vaco del estacionamiento, afuera del Hotel Country Club,
y baja del auto sin un atisbo de tensin. Por el contrario, est muy
animado y camina hacia las escalinatas que conducen al amplio jardn
frontal. Est a punto de suceder algo raro. Cuando l atraviese el
umbral del hotel, saltar de la realidad a la ficcin. Porque el
Country es muy Bryce. Es una suerte de locacin literaria en la que
se rodaron largas partes de dos de sus novelas, el lugar al que
Julius se mud durante un verano completo con su familia, mientras
quedaba lista la nueva casa que haban decidido construir, y el
sitio donde un adolescente llamado Manongo Sterne, protagonista de
No me esperen en abril (1995), vivi los mejores das de su vida,
jugando con los amigos ricos del barrio, entre las piscinas y los
jardines de este hotel seorial. Bryce Echenique no encaja mejor en
otro escenario de la ciudad que en este palacio que parece haber
sido sacado de sus novelas y no al revs.
Empuja la puerta del bar ingls y el instante tiene su magia.
Bryce en el Country es como un narrador tragado por su propio
cuento. Suele pasar por aqu un par de veces por semana. Los meseros
lo reconocen y uno de ellos se acerca de inmediato. Lo conduce a
una mesa ubicada en un extremo del saln, como si la tuviera
reservada para l. El escritor se sorprende de la cantidad de gente
que hay. Es un bar para unas cuarenta personas que, en un da de
semana como hoy, suele tener no ms de tres mesas ocupadas y por eso
le gusta mucho venir: porque es ntimo, elegante y familiar, porque
lo siente como la prolongacin de su casa, y porque lo atienden como
rey. Pero esta noche todas las mesas estn tomadas, hay ms ruido que
de costumbre y eso parece incomodarlo. Una mesera que lo saluda por
su nombre le acerca la carta y le pregunta si va a tomar lo de
siempre. La muchacha desaparece de inmediato mientras el escritor
decide lo que ordenar para picotear: quesos y vino tinto.
Vindolo sentado en este bar, podra parecer que su camino hasta
aqu ha sido sencillo. Pero para que este hombre llegase a ser Bryce
Echenique tuvieron que pasar demasiadas cosas: miles de horas a
bordo de su mquina de escribir, decenas de amores con final
infeliz, centenares de libros con los que aprendi a entender su
propia voz. Todo empez aquella maana en la que parti a Europa desde
el puerto de Marcona, a bordo del carguero Allen D. Christensen. Al
pie del barco, Alfredo Bryce y su amigo Franoise Mujica, esperaron
pacientemente la seal de partida, ya que no tenan ni siquiera hora
fija de zarpe. Despus de una larga demora, el buque dej el puerto y
empez la travesa por el Pacfico, que los llevara hasta su destino:
Francia, donde iban a recalar en Pars. Una vez all, su nueva vida
como estudiante de literatura de La Sorbona se lo trag.
Me fui a Europa por delante, y Maggie llegara tiempo despus,
tambin a estudiar cuenta Bryce, hundido en su butaca de cuero, al
recordar a una de las mujeres definitivas de su vida.
Margarita Revilla fue la primera mujer que le import de verdad.
La haba conocido, a comienzos de los aos sesenta, en una feria de
automviles en Lima. El da que la vio por primera vez ella trabajaba
all como promotora de una marca francesa. Bryce qued aturdido. Era
una mujer blanca, de cabello oscuro y facciones muy finas y a l la
timidez lo paraliz y no pudo acercrsele. Pero maquin un plan. Como
en toda feria, era fcil conseguir un fotgrafo y Bryce le pag a uno
para que le consiguiera un retrato furtivo de esa joven imposible.
Desde entonces, se dedic durante semanas a averiguar si alguno de
sus amigos la conoca para evaluar cul poda ser el camino para
volver a verla. Lima era una ciudad cuatro veces ms pequea. Aunque
poda parecer una locura, no lo era para Bryce. "Hasta que un buen
da se encontr con un ex compaero del San Pablo en la Plaza San
Martn. A l tambin le enrostr la foto, ms por costumbre que por
esperanza y este le dijo que efectivamente conoca a la chica",
escribe el periodista Mariano Olivera. Sera aquel amigo quien le
dara la pista para encontrar a Maggie Revilla y quien hara posible
que Bryce, finalmente, la invitara a salir despus de un tiempo.
Tuvo que esperarla porque ella tena una pareja con la que no durara
demasiado tiempo ms. Bryce fue paciente. Se hicieron novios antes
de 1964, el ao en que l parti a Europa, y al ao siguiente ella le
dio el alcance en Francia. En enero de 1967 se casaron all.
Vivieron aos felices. Estudiaron, viajaron, consiguieron trabajos.
Maggie Revilla fue la primera lectora de Bryce y la mujer que lo
alent para que escribiera y quien lo amenaz con dejarlo si no
terminaba su primera novela que, de hecho, est dedicada a ella.
Mientras la noche avanza, entra ms gente en el bar ingls. Bryce
sigue sin entender por qu todas las mesas estn llenas un da como
hoy. Es inevitable que se sienta invadido en este espacio que es
como un anexo de su propia casa. Pero vuelve al relato de su pasado
y se olvida de la gente que lo contempla a su alrededor.
Entonces, Pars era la ciudad de Sartre y Camus, de las
juventudes de izquierda, de Mayo del 68, del boom latinoamericano.
Era la ciudad en la que Garca Mrquez, Fuentes, Cortzar, haban
escrito sus primeras novelas. Era el epicentro del mundo. Un lugar
donde hablar en contra del imperialismo yanqui y seguir al Che
Guevara estaba de moda. Aunque se haba jurado a s mismo disciplina
total, Bryce no escribi una sola lnea hasta nueve meses despus de
haber llegado. La sentencia de sus amigos del colegio, que le decan
que iba a Europa con el nico propsito de "estudiar para ser
bohemio", pareca cumplirse. Haba sido absorbido por las madrugadas
en el Harry's Bar, las tardes hde caf en el mtico Les Deux Magots,
y las maanas sin rumbo caminando con Maggie Revilla por
Saint-Germain-des-Prs. Por eso, despus de diplomarse en literatura
francesa en la Sorbona, emprendi un viaje a Perugia, Italia. Le
haban descrito aquella ciudad, enclavada en el centro de la
pennsula, como una tranquila campia, perfecta para recluirse. Para
trabajar como un verdadero escritor deba escapar de Pars. Y as lo
hizo. "No haban pasado ni cuarenta y ocho horas de mi llegada a
Perugia y estaba llorando de emocin y adems no me lo poda creer.
Una habitacin de estudiante, las obras completas de varios clsicos
rusos y la mesa de trabajo ante un espejo S, nada menos que ante un
espejo porque hasta quera ver el sonido de mi Hermes porttil y el
primer prrafo aquel que haba escrito en mi vida y que adems me
gustaba mucho porque deca cosas que haba querido expresar toda mi
vida", escribi Bryce sobre esos das, en el primer volumen de sus
antimemorias, Permiso para vivir (Anagrama, 1993).
Antes de que Franoise regresara a Lima, pas por Perugia a
despedirse y fue a l a quien le le el primer cuento que haba
escrito en mi vida recuerda ahora mientras busca con la mirada a la
mesera que lo recibi y que no ha vuelto.
Durante esos meses en Italia trabaj como un endemoniado. Escribi
da y noche hasta producir su primera coleccin de cuentos. Haba
logrado poner en pie una versin inicial que "se titulaba
huachafamente y con mensaje a la humanidad, El camino es as, por lo
que Julio Ramn Ribeyro tiempo despus tuvo a bien armarse de coraje,
soltarme la verdad sobre mi titulito y proceder a cambiarlo por
Huerto cerrado", escribira Bryce aos ms tarde.
Cuando aparece la mesera para tomarle la orden, desde las mesas
vecinas las miradas empiezan a posarse sobre l con ms nitidez. Pese
a las acusaciones de plagios de artculos periodsticos, en las que
se ha visto envuelto en los ltimos aos, Bryce sigue siendo en el
Per ese escritor entraable que uno aprende a querer con las
primeras lecturas de la escuela. Desde que se mud a Lima, adonde
volvi desde Europa hace ms de una dcada, sus apariciones en los
medios se hicieron ms frecuentes y su manera tan singular de rerse
de s mismo acab por blindarlo de cualquier acusacin. Bryce siempre
se las ingeni para estar ms cerca del antihroe simptico que del
malo de la pelcula. Del bohemio que puede llegar con unas copas
encima a una entrevista en televisin que de un hombre capaz de
apropiarse de textos ajenos. Ahora, una pareja a tres mesas de
distancia lo saluda. l devuelve la reverencia amablemente, con un
leve movimiento de manos y, evitando al mismo tiempo, que se muevan
hasta donde l est sentado.
Despus de la temporada en Perugia, Bryce aprovech para saltar a
Grecia. All consigui trabajo en una discoteca, donde lav platos y
copas y, con el dinero que pudo ahorrar, regres en auto a Pars,
despus de cruzar media Europa. Al llegar a casa, Maggie lo estaba
esperando. Entonces, mientras l suba las escaleras para
reencontrarse con ella, en la calle le abran el maletero del auto y
le robaban todo, incluida su mquina de escribir y los cuentos que
haba escrito. En una carta que Bryce le escribi a su amigo Franoise
Mujica, quien ya haba regresado a Lima, deca que estaba acabado.
Que haba perdido meses de trabajo y que volva a sentirse un
farsante, un escritor sin obra. Pero despus, en otra carta, deca
que no le quedaba ms que intentar reescribir el libro de memoria.
Bryce, quien mantendra con Mujica una amistad epistolar de tres
dcadas, le escribi: "La mquina con que tan mal escribo [] es un
modelo exacto al que me robaron y con el seguir mi desesperada
carrera por recuperar lo perdido. Antes de Navidad, logr terminar
los dos primero cuentos (el que t leste) aunque francamente no son
ni esquelticos resmenes de los anteriores. Qu hacer? Tengo que
terminar y sacarme este clavo, aunque mi debut literario deje mucho
que desear". Aquel inicio de su carrera pareca un verdadero final
pero, sin embargo, escribi por segunda vez el mismo libro. "Maggie
me escuchaba leerle con santa paciencia y adems le gustaba e
incluso no esconda cierto orgullo de aquel loquito que ni siquiera
ordenaba bien sus cuartillas, que sola mancharlas con vino, y que
confunda con insistencia pertinaz el lerselas a todo amigo que
cayera por el departamento con lo que es realmente pasar un libro o
una novela en limpio. Ella estudiaba cooperativismo por aquella
poca y una fra maana de enero se cas con un escritor llamado
Alfredo Bryce". Era 1967, tres aos antes de su divorcio.
La mesera trae las copas y una abundante tabla de quesos y
jamones. Bryce toma un primer bocado de Manchego y luego saborea el
tinto que ha elegido. Dice que, ahora, prefiere hablar de otra
mujer. De una que, segn l, fue el amor ms grande de su vida: Sylvie
Amlie Lafaye de Micheaux, a quien le dedic su novela La vida
exagerada de Martn Romaa (Barral Editores, 1981). "Era morena, era
delgada, era mil curvas en coqueteo y permanente allegro vivance []
y en el brillo ardiente de sus ojazos negros, haba un letrerito
luminoso y muy vivaz que prometa traerte la felicidad a casa, a tu
corazn, a tu vida entera y forever", escriba Bryce sobre ella.
Sylvie fue una novia francesa que lo dej roto por dcadas, y con
quien empezara una historia nueva tras el final con su primera
esposa.
Era la poca ms triste de mi vida. Maggie haba regresado al Per a
unirse a la guerrilla, al Che Guevara, en medio de esas cojudeces
de los aos setenta. Me haba abandonado en Pars. Como ella era
bellsima todos los guerrilleros se la quisieron tirar. Y cuando
descubri que el antihroe abandonado era el hroe que vala la pena,
me dijo "vuelvo". Yo le dije "no vuelves" porque tengo a la
princesa dice, mientras toma quesos de la tabla con elegancia.
Cuando de que Maggie decidi volver al Per, la historia con Bryce
lleg a su fin. Era 1970. Ese ao, su primera novela se public y l
cay en una espiral depresiva de la que demorara aos en salir. Dos
aos ms tarde, en 1972, apareci Sylvie. La haba conocido mientras
era alumna en la Universidad de Nanterre y l asistente en la
Facultad de Letras. Llevaban unos meses juntos, cuando Maggie volvi
a Francia. Bryce le haba prometido a su nueva novia que pasara lo
que pasara no regresara con su esposa. Pero entonces l no poda
saber jlo que estaba por ocurrir. A los pocos das de su regreso,
Maggie sufri una tromboflebitis que la dej al borde de un coma.
Como legalmente segua siendo la esposa de Bryce, la atencin en la
Seguridad Social dependa del respaldo de su marido.Si yo la dejaba
morir, se mora. Entonces, no poda dejarla as.
Bryce ya haba logrado ser un escritor. En sus primeros aos haba
hecho malabares para saltar de una beca a otra y as tener tiempo
para escribir. Haba tenido aos felices al lado de Maggie y haba
conocido a escritores como Juan Rulfo y Mario Benedetti. Haba
podido aprender de amigos que se convirtieron en maestros, como
Julio Cortzar y Julio Ramn Ribeyro que fue, ms que amigo, una
suerte de hermano mayor que le llevaba diez aos. Se contaban sus
nuevos planes, se relataban cuentos cuando eran todava slo ideas.
Hablaban de novelas probables y solan pasar tardes enteras
conversando en cafs y bares, o se sentaban a leerse mutuamente y se
destrozaban con lealtad. Por eso, Bryce fue uno de los ms fieles
acompaantes de Ribeyro en las mltiples temporadas que pas
internado, durante sus aos franceses, producto de un cncer que lo
atac desde muy joven.
En esa poca Julio Ramn estaba murindose y le hacan unas
intervenciones de la forma ms cruel. Entonces, por la maana, estaba
en un hospital, cuidando que Maggie no se me muriera. Sala de ah y
me iba toda la tarde a acompaar a Riberyo, hasta las ocho de la
noche. A esa hora sala y me esperaba la princesa Sylvie. Nos
pegbamos una borrachera terrible y ella empezaba a decirme que yo
era una mierda, que no la quera. Un horror.
Pero, para Bryce, el amor que conmueve siempre sucede as. Como
una historia estremecedora que pasa cual huracn. Alfredo se ha
creado la necesidad de estar siempre enamorado explica Mujica, sin
atisbo de asombro.
Finalmente, con Sylvie todo termin porque la familia de ella
prohibi la relacin. Diez aos menor que l, Sylvie provena de una
familia muy rica que le tena arreglado un matrimonio. Segn el
escritor, la familia se encarg de advertirle que era mejor alejarse
de la princesa y no volver a buscarla. Pero Bryce volvi. Y le
enviaron a unos tipos que le pegaron una paliza que lo hizo
entender. Pasaron aos hasta que volvieron a hablarse. Mientras,
ella no dur en ese matrimonio forzado y l sobrevivi a una larga
depresin. Dcadas despus todava se escriben y se ven una vez al ao,
como viejos cmplices. Con Maggie, quien gracias al cuidado de Bryce
se salv de morir en Pars, la historia termin en divorcio, pero
tambin con ella sobrevivi la amistad. Y ahora la vida exagerada de
Alfredo Bryce lo pone en el centro de una de sus novelas, en medio
de una trama que slo a l se le podra ocurrir, "estamos volviendo a
salir, a ver qu pasa", dice, acerca de sus ltimos encuentros con
Maggie.
Volver a salir con su primera esposa, cuarenta y seis aos despus
de haberse divorciado, es el tipo de aventuras que entusiasma a
Bryce. La mujer de una mesa vecina que lo ha estado observando se
pone de pie y avanza hacia donde est sentado, acompaada de su
pareja, un hombre que la sigue con cierto pudor. Traen una hoja de
papel en blanco y un celular que amenazan usar como cmara. Seor
Bryce, perdn que lo moleste, pero, podemos tomarnos una foto? le
piden con reverencia.
Entonces tambin le alcanzan una hoja de papel. l se acomoda en
su butaca, la recibe y toma un lapicero. Firma, luego posa, y los
despide pronto.Esto es as siempre. La gente no respeta nada,
ltimamente. Antes era una firma, ahora es la bendita foto. A pesar
de sus historias con las mujeres, Bryce sobrevivi a Pars.
All, Julio Ramn Ribeyro fue el primero en convencerlo de que sus
cuentos tenan valor y que deba publicarlos, presentarlos en
premios, buscarles un editor. Bryce empez a tocar puertas, a
enviarlos a revistas. Eran aos en los que Vargas Llosa, que ya se
haba mudado a Barcelona y publicado La ciudad y los perros, pasaba
cada tanto por Pars, y entonces se reunan. As, sentados en un caf,
se juntaban a conversar tres de las que seran las ms grandes voces
de la literatura del Per del ltimo siglo.
Alfredo siempre ha tenido un respeto enorme por Julio Ramn, como
a un maestro, y un cario muy grande por Mario. Lo admira y lo dice
sin problema cuenta el escritor peruano Alonso Cueto.
Bryce era el ms joven del tro y los dems lo animaban a que
postulara sus cuentos a algn concurso. As fue como, en 1968, Huerto
cerrado acab en La Habana como finalista del premio Casa de las
Amricas. se fue el bautismo pblico de Bryce como escritor y, desde
ese momento, ya no se detendra.
Mi padre muere tres aos despus de que yo me voy a Europa y mi
primer libro de cuentos se publica dos meses despus de su muerte.
No lo alcanz a ver. Creo que se hubiera quedado tranquilo, despus
de todo.
Despus de Huerto cerrado, Bryce se embarc en esa novela, que
empez como un cuento llamado Las inquietudes de Julius y termin
siendo un manuscrito de seiscientas pginas que lleg a las manos del
mtico editor Carlos Barral, quien haba publicado por primera vez a
Vargas Llosa y Garca Mrquez. Bryce sola pasar los veranos en
Barcelona, y lleg un da hasta su despacho en Seix Barral slo para
darse cuenta de que su futuro editor se haba olvidado de la cita.
Aquel primer desencuentro termin con un almuerzo en el que Barral y
su esposa lo hicieron sentir como un viejo amigo a punta de copas
de cava. El editor, quien le dira despus que era su "ltima ilusin
sudamericana", crey que Un mundo para Julius era una novela que
poda tener posibilidades de llevarse el Premio Biblioteca Breve de
1970, como haba sucedido con La ciudad y los perros de Mario Vargas
Llosa ocho aos atrs. Pero la edicin del premio en la que Bryce era
candidato coincidi con la salida de Barral de la empresa, tras una
pelea insalvable con su socio Vctor Seix. Ese ao no hubo fallo y el
clebre editor acab convenciendo a Bryce que se fuera con l a su
nueva aventura: Barral Editores. Un mundo para Julius sera el
primer libro de esa nueva compaa. Deban ponerse a trabajar de
inmediato en las correcciones: Barral le advirti que planeaba salir
lo antes posible. En una carta que Bryce le mand por esos das a su
amigo Franoise Mujica le dice: "Pronto leers mi novela, la que debi
ganar el premio muerto ayer que habl por telfono con l (tuvimos un
pleito porque quera sacarla en dos tomos y yo me opuse, gan: ser un
mamotreto de seiscientas pginas) me dijo que tena siete editores
Gallimard entre ellos apalabrados para traducciones". Pese a que su
carrera literaria avanzaba con toda fuerza, una primera depresin lo
empez a afectar. En esas idas a Barcelona, en sus semanas de pausa
entre los semestres de la universidad en Pars, conoci a Ramn Vidal
Teixidor, el psiquiatra que se convertira "en un segundo padre para
m". Barral quiso editar el libro a toda prisa y le dio las pruebas
a un peruano, que trabajaba con l, para que las corrigiera. Todo
iba a salir bien, le dijo a Bryce. Y ste confi. Semanas ms tarde
Barral pas por Pars con el primer ejemplar de Un mundo para Julius,
y se lo entreg a Alfredo Bryce que, cuando comenz a leer el libro,
se dio cuenta de que la edicin estaba repleta de erratas: ubic y
marc setecientas cincuenta. Entonces escribi una carta a Barral en
la que lo amenazaba con publicar todas esas erratas en un
comunicado en la prensa, si no retiraba la edicin. l le respondi
con un telegrama "Desolado descubrimiento. Quemo edicin. Carlos".
Al tiempo apareci la segunda primera edicin, revisada por Bryce.
Pese a todos los inconvenientes, aquella novela lo lanzara a la
fama. Y lo llevara por primera vez a un sanatorio. Ni el
tratamiento que segua con su psiquiatra pudo evitar la crisis.
Bryce recuerda el tremendo xito como una enorme pesadilla.
La fobia, la depresin, la tristeza, la ansiedad que me produjo
Un mundo para Julius fueron aterradoras. Entr en un manicomio.
Estuve en un hospital psiquitrico en Barcelona, y me jur a mi mismo
no escribir ms. Era una decisin ya tomada, y segu un tratamiento
psiquitrico que dura hasta el da de hoy confiesa.
Carlos Barral logr vender la novela a una decena de pases para
que fuera traducida. Y fue l quien lo asisti en Barcelona para
llevarlo al sanatorio. Las crticas elogiaron inmediatamente el
humor original de Bryce, la irona de aquel mundo en el que creca y
se perda Julius y la oralidad como marca indeleble de un estilo
nico y novedoso. El propio Garca Mrquez lo elev pronto a la
categora de clsico: "Por la inteligencia de su factura, la ciencia
de su lenguaje, la mezcla sutil de irona, nostalgia y humor, y la
aguda visin de lo real que conforman su esencia, este libro de
Bryce Echenique es una de las mejores novelas escritas por un autor
latinoamericano". A inicios de los setenta, cuando, despus del
boom, nadie esperaba una nueva voz proveniente del otro lado del
Atlntico, Alfredo Bryce Echenique se robo toda la atencin.
Me daban ataques de locura. Era una depresin neurtica. Si vea a
un tipo que tena una oreja ms grande que la otra, yo vea la oreja.
Vea monstruos por la calle. Termin encerrado, con una camisa de
fuerza, en calabozos, pero con mdicos buenos, afectuosos. Duros
pero buenos cuenta.
Demor tres aos en recuperarse del todo y dice que, si no hubiera
sido porque Sylvie Lafaye apareci en su vida en 1972, tal vez
estara muerto. La conoci cuando, despus de estar internado en
Barcelona unos meses, volvi a Pars e intent recuperar su rutina y,
gracias al trabajo como lector de espaol en la universidad, se cruz
con aquella mujer que le cambiara la vida.
Ella me haca contarle historias. Y luego me deca: "Me ha gustado
mucho, maana quiero leerla. Escrbela". Entonces yo le haca caso.
Todas las tardes me sentaba a leerle esas historias. Al cabo de un
tiempo, me dijo: "Ya tienes otro libro, Alfredo". Y era cierto.
Despus de haber regresado de la muerte, llam a ese nuevo libro
La felicidad Jaja, con audaz irona. Estaba vivo y con un nuevo
libro en mano.
Es momento de irse y Bryce paga la cuenta, dejando una buena
propina a la mesera. Afuera nos esperan diez calles hasta su
departamento y un Mini Cooper que podra no dejarnos llegar a
ninguna parte. Se pone de pie y aparece una pareja que lo ataja. Le
piden un autgrafo en una servilleta y una foto veloz. Bryce acepta
y sonre, todava, a las dos de la maana.
5.Han pasado dos das desde nuestro primer encuentro cuando Bryce
sube al auto para recorrer un pedazo de su Lima. Esta vez l no est
al volante: es gua y copiloto. Dice que primero quiere mostrar la
ruta por la que camina todas las maanas, desde su casa hacia los
acantilados de San Isidro que miran al mar. Y despus recorrer las
calles en las que pas su infancia. Ahora dirige los movimientos de
este Tour Bryce, mientras revela algunas de sus manas
literarias.
Escribo siempre por las tardes. Con los aos me he vuelto ms
crtico de lo que hago. Pero sigo teniendo la misma facilidad, la
misma desenvoltura del inicio dice, mientras llegamos hasta una
avenida de doble sentido, partida en su mitad por un camino de
rboles espesos-. Si tengo un buen da, lo mximo que logro escribir
son ocho pginas, a doble espacio, porque dejo blancos para las
anotaciones. Imprimo, corrijo, meto cambios. Luego, cuando termino
el captulo, limpio de nuevo.
Atrs hemos dejado el enorme Lima Golf Club, al que miran decenas
de torres de departamentos de lujo, y en los que vive una nfima
parte de esta ciudad de ocho millones de personas.
Una pgina y media es lo mnimo en un da. Siempre dejas una
notita, una pista para seguir al da siguiente. Siempre creo que le
voy a hacer todo el caso del mundo al empezar, pero lo primero que
hago es borrarla.
El auto avanza y el trfico de viernes a las seis de la tarde
amenaza el viaje. Pero Bryce no tiene prisa.
Se van perdiendo facultades fsicas. Antes poda empezar a las
cuatro y terminar de escribir a las doce de la noche. Te estoy
hablando de hace treinta aos. Ahora, estoy entre cuatro y seis
horas mximo. Y luego me quedo corrigiendo, hueveando en la
computadora. Justo estos das ando intranquilo, porque estoy
estrenando una nueva mquina. Parece que les saco el alma, porque
las toco apasionadamente. No me duran mucho.
Bryce usa su laptop actual como usaba la primera Hermes que tuvo
al llegar a Pars. Nunca corta un trozo de texto de un lado para
pegarlo en otro. Esa posibilidad no existe en su universo. Siempre
escribe de corrido, como quien conversa consigo mismo. Entre libro
y libro toma un descanso en el que se dedica a leer el doble que en
temporadas normales. Aunque uno podra pensar lo contrario, es un
escritor metdico, ordenado, obseso. Jams ha botado una novela,
media novela o unas pginas iniciales, pero cada vez corrige ms.
Cuando empieza el viaje, no se detiene. Cuando est en ese trance no
bebe. Mientras escribe re, llora, se emociona, se tensa. "Uno pone
en sus libros mucho de lo que no tuvo; pone sus sueos, sus
fracasos, sus desengaos", ha dicho. No le teme al tamao de sus
novelas, porque tiene la necesidad de contarlo todo. Lo tiene sin
cuidado quienes dicen que a algunos de sus libros le sobran pginas.
l no calcula, no mide, no pesa.
Cuenta que haca tres aos que no viajaba a Espaa, de donde regres
hace pocas semanas atrs. La Fundacin Mapfre lo contrat para dictar
una conferencia sobre literatura y automovilismo, en Madrid, por la
que le pagaron una fortuna inesperada. Si bien la legendaria
agente, Carmen Balcells, lo representa hace dcadas para sus asuntos
literarios, desde que Vargas Llosa los present en los aos setenta,
l mismo coordina sus compromisos de conferencias ahora que est
soltero. Antes Anita Chvez, su tercera esposa, se encargaba de
organizarle el lado prctico de la vida. Hoy, l mismo va al
supermercado. Cobr como torero y derroch se divierte.
La reputacin literaria de Bryce parece haber salido a flote pese
a los fuertes oleajes que causaron las denuncias de plagio que han
cado sobre l desde 2006 y de las que an se defiende con abogados.
Hasta entonces, su carrera haba mantenido una pendiente de ascenso
de cinco dcadas, en las que no slo haba escrito y publicado
centenares de pginas notables, sino que haba sido premiado y
condecorado en Amrica y Europa, por ejemplo, como Comendador de las
Artes y Letras, en Francia, y con la Orden de Alonso X El Sabio, en
Espaa. Ser escritor en Pars haba sido posible gracias al trabajo
como profesor universitario que empez en 1969 en la Universidad
Nanterre, y que luego sigui en La Sorbona y Vicennes hasta 1980.
Despus de esa larga temporada fue contratado por la Universidad
Paul Valry de Montpellier, donde vivi por otros cinco aos hasta que
se mud a Espaa. All lo esperaba un segundo matrimonio, con Pilar de
Vega, y otros quince aos ms de movimiento entre Madrid y Barcelona,
antes de volver al Per, en 1999. El trabajo de profesor era
perfecto, porque le permita tener suficiente dinero para llevar una
vida en Europa, cmoda pero sin lujos, y le dejaba das de semana
libres y largas vacaciones a fin de semestre, para dedicarse por
entero a su oficio. Haba llegado como becario con el sueo de ser
escritor a medidos de los sesenta, diez aos despus tena una ctedra
en la academia francesa y empezaba a publicar, y veinte aos ms
tarde ya era un respetado profesor en Francia y un prestigioso
autor que daba conferencias en varios pases del mundo.
Vamos hacia los malecones sugiere, para seguir con la ruta de
sus caminatas diarias, y desembocamos en una calle desde la que se
puede ver que sol de primavera se oculta detrs de la lnea del
horizonte.
Despus de sobrevivir al xito de su primera novela, Bryce volvi
con una segunda, llamada Tantas veces Pedro (Barral Editores,
1977). Era la historia de Pedro Balbuena, un estudiante peruano en
Pars que intentaba hacerse escritor, aunque la bebida y el amor
ideal no lo dejaban cumplir sus planes. Bryce utiliz otra vez su
vida, como lo hara en todas sus novelas posteriores, como punto de
partida de la ficcin. Cuatro aos despus su editor, Carlos Barral,
public La vida exagerada de Martn Romaa (Barral Editores, 1981),
primera parte de un dptico que, junto con El hombre que hablaba de
Octavia de Cdiz (Seix Barral, 1985), lo consolidara como uno de los
autores latinoamericanos ms celebrados del momento: "Un escritor
cuyo nombre empezaba a escucharse, cuyas fotos empezaban a verse en
las pginas de diarios y revistas", relat l mismo sobre esos aos.
Sus libros empezaban a traducirse hasta en quince idiomas y Un
mundo para Julius reciba el premio a la mejor novela extranjera en
Francia. "l mismo ha dicho que no es un novelista, sino un
contador, que escribe lo que conversa con sus amigos o lo que
inventa a partir de eso. Bryce ha logrado algo especial: la
ficcionalizacin de una vida entregada a contar o escuchar historias
de su crculo inmediato. Su encanto reside en la habilidad para
mantener ese tono cordial, acogedor y a veces algo malicioso de la
charla privada; una palabra clave de su vocabulario es entraable, y
eso es lo que sus textos sugieren primordialmente: una onda de
simpata entre el narrador y sus criaturas, que son primero figuras
de su crculo de amistades y que terminan sindolo tambin del
lector", escribi el crtico peruano Jos Miguel Oviedo en su Historia
de la literatura hispanoamericana. Mientras que los escritores del
boom se haban dedicado a poner el ojo sobre los grandes temas
colectivos de la sociedad, Bryce se haba concentrado en que su
literatura gravitara alrededor del mundo ntimo de una persona: "En
mi obra siempre he puesto por delante el triunfo de los
sentimientos, de las lealtades, de las amistades, de los afectos,
de la ternura por la vida privada, antes que por la grandes ideas",
dira.
Aqu tienes que tirar a la derecha, viejo. Cuidado que se te meta
una bestia advierte Bryce, quien vigila a travs del parabrisas las
posibles amenazas sobre ruedas. Indica que hay que seguir despacio,
por la avenida serpenteante que se abre paso al filo de los
acantilados, para poder explicar con detalle el recorrido. Por la
calzada de esta avenida tranquila l suele caminar sin detenerse ni
saludar a nadie. Desde aqu se ve el mar sin fin y el intenso olor
salino del Pacfico se cuela por la ventanas del auto. El paseo
peatonal est rodeado de parques a un lado y elegantes edificios al
otro. Hay gente en bicicleta de todas las edades y tambin jvenes en
patines. A esta hora se ve a muchos vecinos trotando. Los seores
como l caminan jalados por sus perros.
Un da Bryce fue a pasar unas vacaciones al Per. Vol al norte, al
balneario de Pimentel, y fue all que, mirando al mar, se le atraves
la idea de mudarse a Lima despus de tres dcadas. Era 1995, y ya
haba publicado La ltima mudanza de Felipe Carillo (1988) y Dos
seoras conversan (1990), dos libros que no haban despertado el
entusiasmos de los anteriores, y que ms bien hacan pensar en un
estancamiento creativo. Pero No me esperen en abril (1995), haba
sido su reaparicin con una gran novela, que fue entendida como una
segunda parte de Julius. Era un retrato del mismo mundo, slo que
ahora desde los ojos de un grupo de adolescentes encabezados por
Manongo Sterne. La idea del regreso no lo abandon hasta que el 19
febrero de 1999 aterriz en Lima desde Madrid. Lleg el mismo da de
su cumpleaos nmero sesenta. Pero, qu lo haba empujado a emprender
esa mudanza? "De pronto, ests frente a una playa maravillosa en
Mallorca y te das cuenta de que aoras las playas grises y
horrorosas de tu pas. Ser que necesito ese horror peruano", le dijo
al diario El Pas, mientras preparaba el viaje de vuelta. Aunque
empez a fantasear con el regreso desde ese viaje que hizo a
Pimentel, en 1995 todava tena "proyectos pendientes nacidos de mi
vida en Europa" que quera dejar publicados antes de atreverse a
volver al pas que haba dejado cuando tena veinticinco. "Durante
cuatro aos prepar este difcil, este endemoniado regreso a la
patria. Y fui un loco del mtodo, del trabajo, del rigor. Publiqu
cuatro libros: 1996, A trancas y barrancas, volumen de crnicas y
artculos periodsticos; 1997 y 1998, las novelas Reo de nocturnidad
con la que gan el Premio Nacional de Novela en Espaa y La
amigdalitis de Tarzn; y en 1999, el volumen de cuentos Gua triste
de Pars", escribi en el segundo volumen de sus antimemorias. Para
Bryce, ese pas al que quera volver eran sus amigos. Esos amigos a
los que haba mantenido por dcadas, a travs de cartas o llamadas de
telfono infinitas. Germn Coronado, su editor en el Per por ms de
veinte aos, recuerda conversaciones telefnicas interminables que a
veces lo obligaban a suspender todos los compromisos en la
agenda.
Alfredo me llamaba para leerme los avances de una novela y ah
podamos pasar toda una tarde. A veces le tena que decir: "Me tengo
que ir, me estn esperando", pero el segua cuenta Coronado con el
cario de un incondicional. Poda aparecer incluso a las tres de la
maana, porque para l era ya de da, y entonces me peda que escuchara
un nuevo captulo.
Hubo una poca en que Bryce se hizo famoso entre sus amigos por
esas llamadas eternas, consecuencia de sus ataques de amistad y de
nostalgia. l mismo deca que entonces padeca de "telefonitis aguda"
y que las cuentas que le llegaban eran dos veces ms costosas que un
pasaje para ir y volver al Per a visitarlos. Saba que corra el
riesgo de volver a otro pas, a un Per que ya no era el que haba
dejado, pero tras muchas dudas se lanz a recuperar sus recuerdos.
"Por aquellos das, l se despeda de Europa para irse a vivir a Lima
para siempre. Volva a su ciudad, me dijo, para buscar calzoncillos
en Miraflores y baarse en la playa horrible de Lima. Y Europa?', le
pregunt Paco Jones, un viejo amigo comn. Me voy de Europa para
poder estar finalmente en ella', respondi Bryce. No exagero si digo
que tras la respuesta nos pusimos a llorar por vocablos, llorando
de verdadera risa. Aquel da de la verdadera risa nos borramos como
nios y nos convertimos todos en Julius", escribi Enrique Vila-Matas
sobre esos ltimos das de Bryce en Espaa. Entonces, el escritor
volvi, se construy una casa en las colinas ms exclusivas de Lima,
padeci luego ese palacio que lo tena aislado del mundo, dict clases
en una universidad cerca de su casa, declar en los medios que
estaba contra la dictadura de Fujimori, le ofrecieron la Orden del
Sol para que se callara, la rechaz, y al cabo de dos aos de su
feliz regreso no quiso otra cosa que largarse del Per para no
volver jams. Y se fue. Pero volvi en 2004, para quedarse de verdad,
y para casarse con Anita Chvez, su tercera esposa. Se mud a casa de
ella, quien tena dos hijas adolescentes que Bryce adopt como suyas,
y vivi su matrimonio ms largo. Construy un tercer piso en la casa,
al que llam "el palomar", que era un gran estudio en el que instal
su biblioteca, un escritorio y una barra para recibir a los amigos.
Pero su matrimonio se termin en 2010 y reapareci una puertorriquea,
Tere Llenza, treinta y dos aos menor que l, que haba sido modelo y
a quien haba conocido en un viaje a Puerto Rico en los aos noventa.
Con ella tuvo su ms reciente noviazgo, que no fue ms que un
intento.
Despus del viaje a Espaa, por la fundacin Mapfre, tena que irme
a Guadalajara a que me entregaran el premio de la FIL dice, y se
interrumpe porque ve que la va por la que vamos est cerrada ms
adelante.
Pero cuando estaba por ir a Mxico a recibir ese premio, los
organizadores lo llamaron para pedirle que no fuera. Era 2012 y
haban pasado casi seis aos desde la aparicin de la primera denuncia
por tomar partes de un artculo periodstico ajeno y varios meses
desde que ya nada se deca al respecto. En julio de 2006, Bryce haba
sido acusado por su amigo, Herbert Morote, de haber copiado un
largo fragmento del manuscrito que l mismo le haba confiado. Morote
haba tenido una exitosa carrera como director y presidente de
multinacionales de la salud, en Europa y Estados Unidos. El mismo
da que cumpli cincuenta y cinco aos, decidi retirarse para
dedicarse por fin a su postergada carrera de escritor. Desde
entonces haba publicado libros de ensayos, obras de teatro, cuentos
y hasta una novela. Morote deca que el artculo de Bryce, aparecido
en su habitual columna del diario El Comercio y titulado "La
educacin en ruinas", era una copia literal de un material suyo, un
ensayo sobre cuestiones educativas titulado Perotiene el Per
salvacin? que le haba dado a leer a Bryce con la intensin de
recibir sus sugerencias. Un indignado Morote se quej das despus, en
una carta dirigida al mismo diario: "Horrorizado, me puse en
contacto con Alfredo Bryce Echenique conminndolo a escribir a El
Comercio para manifestar que, sin mi autorizacin, haba copiado
textualmente extractos del manuscrito. Luego de cierta renuencia y
tomando en cuenta mi determinacin de aclarar este asunto, Bryce
acepta hacerlo, y me enva el borrador de la nota que han publicado
el 28.06.06. Le advert que esa aclaracin era insuficiente". Morote
le dio quince das de plazo para retractarse. Bryce no tard en
defenderse, pero en una tribuna lejana al Per, a travs de una carta
que public en el diario argentino Pgina/12. En ella alegaba que
"quien hoy me difama sufre de algn extrao complejo que lo lleva a
intentar clavar un pual en la espalda a quienes dice que son sus
mejores amigos". Despus de esa respuesta, Morote decidi llevar el
caso hasta las ltimas consecuencias y emprendi una demanda contra
el escritor.
Al comienzo Alfredo lo apadrin. Nos deca: "Lean a Morote, que es
muy bueno". Pero luego Morote, que debe ser un tipo soberbio, como
Indecopi (organismo defensor de la propiedad intelectual) no le dio
la razn, se dedic a hacerle dao cuenta Franoise Mujica.
Como escribira el periodista Ricardo Cayuela, en la revista
Letras Libres, tras el anuncio del premio de la FIL: "(Morote) lo
demand, pero perdi el juicio. Para el jurado, no se pudo demostrar
la preexistencia de su texto (pese a que Morote present la
declaracin jurada de otras cuatro personas que tambin recibieron el
manuscrito para enriquecerlo con sus comentarios y lecturas,
prctica normal entre escritores). Adems, el crtico Julio Ortega, en
apoyo de Bryce, elabor un "dictamen filolgico" que aseguraba sin
duda ninguna que el texto en litigio tena el estilo inconfundible
de Bryce. Envalentonado por este triunfo judicial, Bryce hizo
declaraciones [] acusando a Morote de querer vivir de su fama y
buen nombre". Semanas despus de esas primeras acusaciones, el
diario Per 21 public la noticia de que haba ms casos por los que
investigar a Bryce, el articulista. Pero hubo alguien quien se
dedic a rastrear lo que hasta entonces eran sospechas. La acadmica
chilena Mara Soledad de la Cerda estaba investigando sobre los
plagios en la literatura para una de sus ctedras, cuando se encontr
con la denuncia del embajador del Per en Suiza, Oswaldo de Rivero,
quien se haba quejado con el peridico argentino Pgina/12,
denunciando que Bryce se haba apropiado de un artculo suyo. El
peridico La Repblica de Lima entrevist al embajador semanas despus:
"Alfredo Bryce actu como un depredador, casi me deja un esqueleto
de ensayo. Cuando lo le me di cuenta de que el texto era mo, porque
este ttulo es parte de una conferencia que di en Nueva York. Y
registr los derechos de autor en Ginebra. Al leerlo me qued
espantado. Luego mand un mail a El Comercio y Bryce me contest con
varios mails pidindome disculpas y le contest que para arreglar el
problema el artculo deba salir con mi nombre y con una nota
explicando el error y as lo hizo", dijo. Entonces, Bryce declar a
la prensa que haba sido un error de su secretara, quien haba
enviado un texto que no era. De la Cerda tuvo sus dudas. Y encontr
que en diciembre de 2005 La Vanguardia haba publicado "Fujimori no
es la excepcin" de Jordi Urgell, que luego Bryce haba enviado a El
Comercio, bajo el ttulo "Todos vuelven", en febrero de 2007. Como
detalla el periodista Alberto Osorio Mndez, de la revista Proceso
de Mxico, gracias a la investigaciones de la acadmica chilena, "la
lista contina. En 2004, el escritor Sergi Pmies escribi "Estrellas
mdicas", un articulo de opinin incluido en Jano nmero 1517. Bryce
lo volvi a publicar con su nombre en la edicin 342 de la revista
mexicana Nexos en junio de 2006 () El artculo de Cristbal Pera
"Cuerpos distorsionados y desfigurados. Lo grotesco y lo freak en
la cultura actual" apareci en la revista Jano 1379 en marzo de
2001, que Bryce entreg como "Lo grotesco y la moda freak" al
suplemento de La Nacin, que lo puso en su edicin del 11 de julio de
ese mismo ao". De la Cerda fue encontrando que muchos eran textos
que se haban publicado sobre todo en el peridico La Vanguardia y la
revista de medicina Jano, ambos medios de Espaa.
De la Cerda dice que tiene pruebas de treinta y dos casos: "Debo
aclarar le dijo a Proceso que no es que se presuma el intento de
plagio; aqu no hay ninguna presuncin, esto que le menciono est
plenamente documentado. Del total de plagios, diecisis ya fueron
sentenciados por autoridades de Per y existe una sentencia
condenatoria. Yo sospecho que en Per se analizaron solamente los
casos registrados en esa nacin; no podan sancionarlo por textos
publicados en otros pases". Indecopi, el organismo que defiende la
propiedad intelectual en el Per, le abri proceso a Bryce por
diecisis casos, de quince autores diferentes "en el que se denuncia
de oficio el plagio que es declarado fundado en las dos
instancias". El escritor fue multado por veintisiete mil dlares por
Indecopi. Bryce sigui negando todo y puso a su abogado a enfrentar
los cargos. El asunto no qued ah.
Nos han jodido el paseo, viejo dice al ver que no hay paso y que
no podemos seguir hacia los parques de Miraflores.
Haba pasado el tiempo y "ya todo el mundo se estaba olvidando
del asunto", como me dira su hermana Elena. Entonces, el 3 de
septiembre de 2012, se anunci que l era el ganador del premio de la
FIL de Guadalajara y todo revivi. Revivi el lo de los plagios,
revivi la ira de un Bryce que siempre se ha defendido diciendo que
ha ganado todos los juicios, revivieron las acusaciones de sus
detractores que han alzado pruebas para demostrar que son diecisis
casos documentados, y revivi el enfrentamiento entre dos bloques de
intelectuales en Mxico que dispararon al escritor peruano, que qued
en medio del fuego cruzado. En la conferencia de prensa en la que
se present al ganador del premio, Bryce, de muy buen nimo, dijo:
"La literatura peruana est en un estupendo momento, con varios
escritores ms jvenes", sin presentir lo que vena. Tras esas
declaraciones aadi, feliz de la vida: "Soy un solitario que vive en
excelente compaa y un pesimista que quiere que todo salga bien". Un
pesimista que quiere que todo salga bien, pero no sali.
Volvamos hacia mi casa y desde ah te digo cmo llegar a la de mi
padre dice, al ver que no podemos llegar ms lejos.
El jurado haba dado a Bryce el premio por unanimidad. Era un
premio de gran prestigio, que haban ganado antes Nicanor Parra,
Augusto Monterroso, Carlos Monsivis, Fernando Vallejo, dotado con
ciento cincuenta mil dlares. El dinero era de los fondos de la
Universidad de Guadalajara, una universidad estatal. Y las crticas
cayeron como un piano sobre su cabeza. Cmo se le poda dar ese
premio, con dinero estatal, a un escritor con acusaciones de plagio
en su contra?, fue la pregunta que se convirti el eje del debate.
Primero estall el lo va Twitter. Al da siguiente de la conferencia
de prensa, el 4 de septiembre, aterriz en el mundo real de los
peridicos. El peridico El Universal de Mxico titul: "Plagios, teln
de fondo del premio FIL 2012" y sembr la pregunta en un foro
abierto en su web: "Es menor el plagio por tratarse de textos
periodsticos y no literarios?". El jurado, cuyo fallo era
inapelable, estaba integrado por el profesor rumano-canadiense Clin
Mihilescu; los escritores Leila Guerriero, Mayra Santos-Febres y
Jorge Volvpi; los crticos Julio Ortega y Margarita Valencia; el
doctor en literatura de Cambridge Mark Millington. Uno de esos
miembros, Clin Mihailescu, dijo: "Desde nuestro punto de vista,
porque claro, los jurados lo discutimos, creemos que el plagio de
unos artculos, sea una o diecisiete columnas, de pequeos artculos
periodsticos, es algo menor que no toca a su gran obra". No era la
opinin de todo el jurado, pero en medio de la polmica Mihailescu se
apur a enunciarlo en plural. Pasaron los das y las aguas no se
calmaron, al contrario: doce intelectuales mexicanos firmaron una
carta conminando a la directora del Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes, Consuelo Sizar, y al director de la FIL, Ral
Padilla, a que el premio no se entregara. De inmediato se confirm,
a travs de una carta de los organizadores de la feria, que el
premio iba a ser entregado al ganador. Fernando del Paso, Elena
Poniatowska, Sergio Pitol y Jos Emilio Pacheco tambin se opusieron
pblicamente al fallo. Del Paso declaro: "El problema con el premio
a Bryce Echenique es que nos avergenza a todos, avergenza a la FIL,
avergenza al premio y yo, como escritor mexicano, me avergenzo
tambin". Las semanas pasaron.
Esa casa de ah, la de la Embajada Suiza, era del to de mi
primera novia. l se las don dice Bryce.
Hemos recorrido varias cuadras en la ltima media hora, y estamos
cerca de llegar a su calle. El escritor mira a los lados, y revisa
la imagen del pasado que tiene de esas casas, de esos rboles, de
esas esquinas. Nada se parece a sus recuerdos.
En aquel momento, el escritor mexicano Jorge Volpi, quien era
tambin miembro del jurado, defendi la decisin: "Hay distintas
maneras de contar esta historia. Si se cuenta as: Premio FIL a
plagiario', como hizo un sector de la prensa, slo podr despertar
indignacin [] Consideramos que deba contarse de otro modo: Premio
FIL a un clsico de la literatura latinoamericana'", escribi. Desde
la otra orilla, el periodista Juan Villoro se pregunt: "Es posible
que la cultura est al margen de la tica? [] El plagio es el
equivalente literario del dopaje deportivo o la negligencia mdica.
Merece el Baln de Oro un futbolista que gan el Mundial pero en
otros diecisis partidos dio positivo por dopaje?". Con los das
Bryce apareci en su propia defensa. "Muchos son los autores que
merecen tambin este premio, pero esta vez he tenido la suerte de
que un gran jurado me lo atribuya a m. Claro que el rencor y la
envidia se han hecho presentes en la cita, pero como no han querido
o no han podido meterse con mi obra literaria, se han refugiado en
asuntos que slo conocen de odas y que ya fueron juzgados hace un
buen tiempo por los tribunales de justicia pertinentes en mi pas",
dijo sin nada de humor. Indecopi, la entidad que recibi las
demandas contra Bryce en el Per, respondi al da siguiente
precisando que: "El escritor nunca estuvo de acuerdo con la sancin
impuesta, por ello inici un proceso contencioso en el Poder
Judicial para que se revise la decisin". En 2009, despus de la
sancin de Indecopi, el periodista Gonzalo Pajares del diario Per
21, le pregunta si ha llegado el momento de reconocer sus plagios y
de ofrecer disculpas, y el escritor responde: "Pero yo no he
plagiado nada. No puedo ofrecer disculpas. Me han armado un lo, un
juicio que he apelado, y espero que esto algn da se aclare. A m no
se me notific, algo inconstitucional" Pero Pajares insiste y le
dice: "Me comuniqu con los espaoles Jordi Cebria y Vctor Cabr,
quienes confirmaron que usted les plagi el texto La estupidez
perjudica seriamente la salud'. Igual con Jordi Urgell, a quien le
copi Amrica Latina: regresando al pasado para enfrentar el futuro?'
Usted plagia desde los ochenta" Y Bryce interrumpe para defenderse:
"Si me culpan de plagiar treinta y dos artculos, prubenlo. No me
han probado nada () El plagio, como deca Borges, es incluso un
homenaje. Borges le plagi a medio mundo. Yo no siento haber
plagiado a nadie", concluy. Bryce no se cans de repetir en todos
los idiomas que l no haba plagiado a nadie.
No hay ni una casa que yo reconozca, qu horror. Te juro que ni
una explica con cara de desorientado, mientras ms nos acercamos a
la antigua residencia de su familia.
Un mes despus de recibir la llamada en la que le anunciaron el
premio, recibi otra en la que le avisaron que la ceremonia de
entrega no se hara en Guadalajara. Dulce Mara Ziga, directora del
premio, le dijo por telfono que la FIL haba decido entregrselo en
su casa. Los detractores se preguntaron entonces: "Dnde se ha visto
un premio a domicilio". Bryce se hart y, despus de recibirlo,
respondi a sus crticos, a travs del diario El Pas de Espaa,
diciendo: "Que se jodan". Entonces, Juan Villoro escribi una
columna que titul "Si ya nos jodimos!". En ella se poda leer: "Las
novelas de Bryce tienen un destino asegurado y nadie las persigue.
Lo que se discute es la forma de hacer cultura en Mxico, donde
cincuenta mil escuelas no tienen agua corriente. Desear que el
dinero se use para otros fines no es envidiar a nadie. Por toda
respuesta, Bryce invita a que nos jodamos. No te preocupes,
Alfredo: jodidos estbamos desde antes", sentenci Villoro.
Bryce pide que baje la velocidad. Hemos volteado hacia una calle
angosta y poco iluminada. Se mueve en su asiento de copiloto como
si quisiera encontrar una direccin, como si estuviera intentando
situarse con precisin en un punto exacto de su pasado. La ma est ah
dice. Y nos detenemos.
Estamos aparcados delante de la casa de su infancia. Han pasado
casi cincuenta aos desde que sali por esa puerta, tras recibir un
beso en la frente de ese padre al que no volvera a ver nunca ms.
Convertido en el Bryce Echenique que haba querido ser desde
entonces, el escritor observa este escenario de su vida con calma.
Es una casona blanca, con tejado y chimenea, en una ciudad en la
que nunca llueve ni hay fro extremo. Es evidente que ha empezado a
quedar perdida entre edificios, como una metfora de lo que ha
sucedido con familias como la de Bryce. Tiene un muro delantero,
que la asla del resto del mundo y la afea, que est all en nombre de
la seguridad. Frente a esta casa es imposible no pensar en todo lo
que este hombre ha vivido desde que decidi abandonar su destino de
banquero en busca de una vocacin incierta. Y en cmo construy desde
Europa una carrera impecable, que se tropieza a ltima hora con unas
acusaciones de plagio que no encajan en ninguna lgica: ni en la
lgica de la pereza ni en la lgica de la irresponsabilidad.
Est exacta la casa. Vive aqu un amigo del San Pablo, Lucho Miro
Quesada. l la compr.
Bryce empieza a describir cmo eran los vecinos, quin viva en qu
casa. Cuenta que el antiguo hipdromo estaba muy cerca y que en esta
zona abundaban los descampados.
Ha pasado ya tiempo desde la premiacin y parece estar repuesto
de los ataques, aunque cuando se lo pregunto directamente dice que
todo el asunto de los plagios nunca lo ha afectado. Pero sus amigos
escritores en Lima me han contado todo lo contario: que s estuvo
deprimido por todo lo que se dijo. Incluso, en la intimidad, se
quejaba con ellos porque no lo defendan en los medios, negando los
cargos en su nombre. Bryce asegura que no le fastidia hablar del
tema, porque es como si no hubiera sucedido. Sin embargo dice:
Hubo escritores que fueron canallas. Yo no recuerdo un solo
escritor [peruano] que me haya defendido. En Europa, me defendieron
todos dice refirindose a la carta que ms de cien escritores y
acadmicos como Almudena Grandes, Luis Garca Montero, Diamela Eltit,
William Ospina, Arturo Fontaine, entre otros, firmaron dndole su
apoyo. Cuando el lo empez, ya haba regresado al Per
definitivamente, despus de ganar el Premio Planeta con la novela El
huerto de mi amada en 2002, que se convirti en bestseller ese ao en
Espaa. Pese a sus repetidas crisis depresivas y a sus altibajos, y
pese a la medicacin y a la bebida, haba logrado forjar una obra
prolfica y un prestigio que lo ubicaba, al lado de un Vargas Llosa
pre-Nobel, como el otro escritor ms importante, vivo, de las letras
peruanas.
Para m una cosa es mi obra literaria y otra son los artculos. Yo
di clases para ganarme la vida y poder escribir. Tambin escrib
artculos con el mismo fin. O sea que no son tan importantes como,
pero no quita que te vayas a robar las cosas de otros. Entonces se
ha armado un lo de los diablos, donde curiosamente los nicos que no
se han quejado son los plagiados dice, sin pensar en Morote.
Meses despus de la polmica he cruzado mails con Juan Villoro.
"De Bryce ya no quiero decir nada dice el mexicano. Le tengo afecto
y aprecio sus primeros libros. No soy su perseguidor y s que l ha
sufrido [] Es obvio que el problema de los plagios es mdico y no
tiene que ver con una estafa voluntaria". Luego en otro correo
aade: "La discusin que se dio en Mxico tena menos que ver con Bryce
que con algo que lo rebasa: la forma en que se destinan los dineros
pblicos. Vivimos en un pas muy corrupto que algunos queremos
cambiar", explica dndole la perspectiva del paso del tiempo.
Pero si fueran ciertas las acusaciones, por qu una mente
brillante, que ha domesticado la locura para hacerla productiva,
decidira apedrear un prestigio construido con aos de sincero
esfuerzo? Por qu alguien podra, posedo como un ludpata, apostar su
carrera para probar si sus amigos, la nica patria posible, saldran
a defenderlo a muerte? Y si todo fuera como dice Bryce, se puede
sobrevivir al linchamiento pblico sin sentirse afectado?
Bryce contempla por ltima vez la casa de su familia. Se queda
inmvil frente al pasado. Frente a la idea de esa Lima aristcrata de
los recuerdos que se esfuma a toda velocidad y que hoy solo
pareciera habitar en las pginas de sus novelas. Entonces es
imposible no volver a preguntarse quin es. Un creador con una vasta
obra literaria que tiene que soportar todava preguntas incmodas de
la prensa, un solitario al que le sobran los amigos, un paciente
psiquitrico disciplinado, un conversador entraable, un contador de
historias que slo l ve.
Despus hace una seal con la mano para que nos movamos de ah.
Conducimos hacia su departamento. Cuando llegamos, el barrio est
invadido por el silencio de la madrugada y l vuelve a ser un hombre
de setenta y cuatro aos. A esta hora, Bryce se queda solo en
casa